Construyendo justicia en Guatemala: la verdad en los Archivos Nacionales a través de las obras Paper Cadavers de Kirsten Weld y El material humano de Rodrigo Rey Rosa

 

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Construyendo justicia en Guatemala: la verdad en los Archivos Nacionales a través de las obras Paper Cadavers de Kirsten Weld y El material humano de Rodrigo Rey Rosa Este breve ensayo plantea la idea de que, con el hallazgo de la colección más grande de documentos secretos en América Latina, el pueblo guatemalteco ha iniciado impetuosamente la búsqueda de la verdad (de que SÍ hubo genocidio) en el Archivo Histórico de la Policía Nacional (AHPN) como una vía de justicia para esta nación, en la que muchos crímenes cometidos por el Ejército Nacional han quedado impunes. Para ello, este escrito se basará en el algunos pasajes de los libros Paper Cadavers (2014) de Kirsten Weld y El material humano (2009) de Rodrigo Rey Rosa

para ilustrar el

argumento anterior. En estas obras se hace referencia al descubrimiento de documentos, con la intervención de la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH) en el año 2005, que por varios años fueron clasificados como secretos o reservados para la Policía Nacional de Guatemala (PNG). En ellos se data la ola de violencia, a manera de fichas con datos biográficos y número de civiles “desaparecidos”, que vivió este país centroamericano por más de tres décadas (1960-1996) durante la Guerra Civil, aunque se tienen actas originales creadas a partir de 1890 (Rey Rosa 12). Desde su inicio hasta el fin de esta guerra, los grupos que se levantaron en contra del gobierno tenían el objetivo principal de formar un Estado menos corrupto y mejor capacitado en materia de política interior y exterior, así como en el rubro de derechos humanos, ya que este país ha vivido un racismo y una desigualdad histórica hacia la comunidad indígena. La prueba más contundente de este problema es el número de aproximadamente 200 mil entre muertos y desaparecidos antes y durante el gobierno de Ríos Montt (Weld 2), quien se cree tuvo la

 

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excusa de cometer tales atrocidades para eliminar a “grupos terroristas” que atentaron contra la seguridad interna de la nación. A partir de la firma de los acuerdos de paz en 1996 bajo el mando del Presidente Álvaro Arzú y con la disolución de la PN, se abrió una brecha para restaurar la estabilidad de este país, exigiendo la clarificación de las violaciones de derechos y los actos de violencia con ayuda de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, que en ese entonces el gobierno negaba la existencia de documentos de la PN (Weld 4). Por un lado, Weld da cuenta en su investigación de corte etnográfico que las más de 75 millones de páginas de los documentos policíacos encontrados fueron catalogados por algunas personas de alto poder en Guatemala como “basura”, hojas que no debían de ser protegidas (51); sin embargo, para las familias de los desaparecidos y la población que había exigido transparencia y una solución a los casos de injusticia en la década de los 80 (49), estos papeles toman una relevancia inmediata porque al tener acceso a la información (“el derecho a saber”, 229) por medio de ellos, les ayudaría a encontrar respuestas sobre la muerte y/o desaparición de víctimas de la guerra y a procesar judicialmente a quienes resulten responsables de esos crímenes, principalmente a los miembros del ejército (9). De esta manera, los archivos crearon una esperanza en el pueblo guatemalteco para recabar la verdad e infundir un sistema de justicia apoyado por el presidente en turno, Álvaro Colom, el Procurador de la PDH, Sergio Morales, el ex líder del Ejército Guerrillero y Director del Proyecto de Recuperación del Archivo (PRA), Gustavo Meoño, y la presencia de activistas internacionales que decretaron la protección de esos documentos, al ser considerados patrimonio nacional (57). No obstante, la autora deja

 

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entrever que algunos miembros de los regímenes militares del pasado y políticos corruptos han intentado boicotear y silenciar la información que ha salido de los archivos, tal es el caso del secuestro de la esposa de Morales el día en que éste publicó un reporte en el 2009 sobre los crímenes y los abusos cometidos por la PN. (230) Sin olvidar el desinterés de la izquierda guatemalteca en abrir esos casos del pasado con la justificación de que sus partidarios no quieren “experimentar la pérdida (de esas miles de personas) otra vez, por lo tanto no pelean por la justicia” (204). A pesar de esos ataques al AHNP, Weld enfatiza que esta institución se ha vuelto fuerte con la incorporación de jóvenes guatemaltecos a sus filas para procesar la información obtenida en los archivos e interpretar la historia turbia de esa nación en el siglo XX. Según la autora, estas nuevas generaciones han activado su identidad y su conciencia política por la conexión directa e indirecta que han tenido con la guerra (185); unos a través de la experiencia de sus familiares, algunos viviendo en el exilio, y otros frustrados de vivir en un país que ha negado los derechos humanos en su historia (207). A fin de cuentas, todos ellos representan el porvenir de Guatemala por estar comprometidos política y socialmente en cambiar a su país y continuar con los ideales de aquellos jóvenes que se movilizaron en la década de los 60 para demandar equidad y justicia (188). Sin lugar a dudas, el contexto es diferente en la actualidad, pero ellos, sin hacer de menos a sus colegas veteranos, han encontrado una forma de apaciguar los efectos de la historia (aunque nunca se olvidarán) y de ofrecer justicia a sus parientes y a las familias de las víctimas mediante la sistematización del pensamiento archivístico en el país para encontrar la verdad y evitar que el genocidio ocurra otra vez: una perspectiva distinta del

 

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discurso revolucionario en la que no se usa la violencia, tal como afirma Novales (en Rey Rosa 44). Por otra parte, en la obra de Rey Rosa, publicada a manera de diario personal y en ocasiones, de crónica, el autor reconoce que cuando se dio a conocer la existencia de los archivos, empezó a frecuentar el AHNP con el propósito de averiguar el nombre de los intelectuales y los artistas que sirvieron como informantes o delatores para la policía por varias décadas (12). En ocasiones, el ir a estas instalaciones le sirvió a este autor como una forma de entretenimiento, pero su intención seguía siendo buscar un tipo de verdad como dicotomía de la justicia. Al estar expuesto a una infinidad de papeles importantes, sobre todo los documentos de identificación, su principal interés cambió para indagar en la vida del fundador del Gabinete de Identificación, el criminólogo Benedict Tun, y quien estuvo por más de 50 años a cargo de este organismo (13), quizás obligado por la dictadura a permanecer en ese puesto para ocultar los crímenes (la verdad) del proyecto de “limpieza social” (93) y de los que fue testigo. En el transcurso de su investigación, el autor va en varias ocasiones desmotivado e incluso, negado su acceso a los archivos cuando está más cerca de la verdad. Sin embargo, Rey Rosa reconoce que entre más opresión recibía, él pone más empeño en continuar pese a esos obstáculos y a las amenazas que recibe. Lo hace así porque ve que a través de su papel como escritor y ciudadano comprometido políticamente, el pueblo guatemalteco podría conocer el PRA, entender la magnitud del descubrimiento de los archivos (87) y “contribuir de manera positiva en la lucha contra el crimen en el país” (147), lo que se traduce como el pensamiento archivístico del que Weld hace referencia en su libro.

 

Villalobos Graillet  5   La verdad de la que estaba por descubrir, según los rumores de los archivistas, era

buscar el nombre de los perpetradores del secuestro de la madre de este escritor (92), que presuntamente estaban ligados al ejército, aunque al fin de la novela parece que no, y con ello, buscar justicia después de varias décadas. Estas conjeturas no estaban del todo equivocadas porque conscientemente o inconscientemente Rey Rosa está llevando a cabo esa averiguación, aunque en repetidas ocasiones le advierten que es peligroso “alborotar el hormiguero” (148), “jugar con fuego” (169) e inclusive, lo harían desaparecer (179). Estos comentarios exhiben la nula fe y confianza hacia el gobierno de Guatemala: “[u]n Estado débil (que) necesita ejercer el terror”, según Novales (en Rey Rosa ibídem). Por lo tanto, se puede ratificar que pese a esta actitud que ha prevalecido por varias décadas, la revelación de la verdad proveniente de los archivos podrá frenar los años de angustia e inseguridad que ha vivido este país, tal vez como el inicio de la justicia. Sin lugar a dudas, como se ha visto en este ensayo, “el rescate de los archivos y su preservación ha sido fundamental para desmantelar el Estado autoritario (de Guatemala)”i (Weld 238) y buscar respuestas en ellos sobre el genocidio acontecido y tan negado por la manipulación de la historia hecha por el gobierno para justificar sus crímenes (7). A fin de cuentas, la verdad, tarde o temprano, sale a la luz, y esto es lo que ofrecen los archivos: la oportunidad de iniciar una nueva etapa en la vida política y social de Guatemala que se base definitivamente en los principios de justicia, democracia y pensamiento archivístico; quizás esto sea considerado como la solución que Rey Rosa y su sobrino veían imposible, una revolución moral (131) como la que los jóvenes del AHNP iniciaron. Si bien, Weld no menciona lo que se espera en el futuro, al menos

 

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ofrece un panorama esperanzador para ejercer justicia por el genocidio de aquel “material humano” que se convirtió en “cadáveres de papel”.                                                                                                                 i  “Archival rescue and preservation have come to be considered fundamental to dismantling authoritarian state…” Traducción propia.

  Referencias Rey Rosa, Rodrigo. El Material Humano. Barcelona: Editorial Anagrama, 2009. Weld, Kirsten. Paper Cadavers: The Archives of Dictatorship in Guatemala. North Carolina: Duke University Press, 2014.