Construcción social del mercado de trabajo de servicios a las personas El papel de las mujeres inmigrantes en España

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Descripción

Construcción social del mercado de trabajo de servicios a las personas El papel de las mujeres inmigrantes en España

Nelcy Yoly Valencia Olivero

Tesis doctoral dirigida por: Cristina García Sainz

Instituto Universitario de Estudios de la Mujer Universidad Autónoma de Madrid

Madrid 2015

Agradecimientos

En este proceso han estado presentes muchas personas e instituciones que, en España y en otros lugares del mundo, han contribuido de muchas maneras o han significado un impulso para seguir adelante. Quiero referirme con nombre propio a algunas de ellas. A Cristina García Sainz, por dirigir esta tesis y apoyar mi proceso de investigación durante estos años. Sus conocimientos y orientaciones, en todas las etapas, han sido fundamentales para su culminación. También agradezco la invitación y motivación permanente para participar en otras actividades académicas que fueron vitales para mi formación. Al Instituto Universitario de Estudios de la Mujer (IUEM), por acoger mi proyecto de tesis en sus programa de doctorado, y a su directora, la catedrática Yolanda Guerrero Navarrete, por su apoyo a lo largo de este proceso. A mi madre, a mi padre y a Inti, por todo. A María Lourdes Santos Pérez, profesora de Filosofía del Derecho de la Universidad de Salamanca, por la interlocución académica, observaciones y revisión. A mi amigo Juan Carlos Celis Ospina, profesor de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, con quien inicié el propósito de investigar que mantenemos pese a las adversidades. A Rosa Sepúlveda Correa, profesora del Departamento de Estadística de la Universidad de Salamanca, por el apoyo en la última etapa de este trabajo. Ella

me

enseñó

algunos

procedimientos

desarrollados en el último capítulo de esta tesis.

estadísticos

aplicados

y

A todas las mujeres trabajadoras entrevistadas para esta investigación y a sus familiares, porque me abrieron las puertas de sus casas, sus corazones y sus historias personales. Especialmente agradezco Janet porque durante muchos meses me acompañó en la gestión de la encuesta; su ayuda fue invaluable. Al Consulado de Colombia, en Madrid, por el permiso para aplicar parte de las encuestas en sus instalaciones.

A mi madre, a mi padre y a Inti

Tabla de contenido

Construcción social del mercado de trabajo de servicios a las personas El papel de las mujeres inmigrantes en España Introducción ........................................................................................ 11 El problema de investigación ............................................................... 14 Enfoque y estrategia metodológica ....................................................... 15 Primera parte Aspectos teóricos, contextos y problema de investigación 1. Las mujeres y el trabajo en el contexto social actual ............... 21 1.1. Del trabajo doméstico al trabajo de cuidados ................................ 23 El reconocimiento del trabajo en el ámbito de la vida cotidiana ...................................................................................... 23 El trabajo de cuidados y la vigencia del trabajo doméstico ............ 25 El consenso existente en torno al concepto de trabajo doméstico y de cuidados ............................................................... 28 1.2. Hacia el trabajo doméstico y de cuidados como ocupación del sector de los servicios ................................................................... 30 2. Antecedentes y contextos del problema de investigación ........ 37 2.1. La crisis de los cuidados y la mercantilización del trabajo doméstico y de cuidados ............................................................... 37 2.2. Las mujeres en el trabajo doméstico y de cuidados como empleo ......................................................................................... 40 Segmentación del mercado laboral y género .................................. 41 La desigualdad de las mujeres y el trabajo mercantilizado ............ 43 Las desigualdades arraigadas se reproducen ................................ 46 La desigualdad, presente en todo el proceso de migración feminizada ................................................................................... 47 La desigualdad de género en tensión con la clase y la etnia, presentes en el proceso migratorio ................................................ 49 La precariedad y exclusión social como expresiones de desigualdad .................................................................................. 51 La movilidad ocupacional de las trabajadoras como indicador de desigualdad ............................................................................. 54

vii

El género y la incautación del tiempo de las mujeres trabajadoras ................................................................................. 59 Los datos visibles de las trabajadoras ........................................... 60 3. Enfoques, estrategias y diseño metodológico ............................ 65 3.1. Descripción del campo temático en el que se investiga preguntas de investigación y objetivos .......................................... 66 El trabajo doméstico y de cuidados como ocupación del sector servicios ............................................................................. 66 Objetivos de la investigación ......................................................... 69 3.2. Enfoques ...................................................................................... 71 La sociología histórica .................................................................. 72 La investigación con perspectiva de género ................................... 73 3.3. Estrategias y diseño metodológico................................................. 75 Delimitaciones y descripción de las unidades de análisis .............. 76 Métodos utilizados ........................................................................ 80 Métodos cualitativos utilizados ..................................................... 80 Métodos cuantitativos utilizados ................................................... 83 Balance del proceso de recolección y valoración de datos obtenidos ..................................................................................... 86 3.4. Análisis de datos obtenidos, categorización y triangulación ........... 90 Interpretación de datos cualitativos .............................................. 90 Interpretación de datos cuantitativos ............................................ 97 Herramientas utilizadas para la interpretación de los datos .......... 98 Segunda parte Mujeres procedentes de Colombia en la mercantilización de los trabajos de servicios a las personas en España 4.

Contextos de las trabajadoras colombianas que participan en el mercado de trabajo español de servicios a las personas ............................................................ 101 4.1. Contextos de desigualdad en origen como insumos del mercado de trabajo ..................................................................... 102 El IDH crece, mientras que el Índice de Potenciación de Género disminuye ...................................................................... 103 Un desarrollo institucional deficiente en relación con los derechos de las mujeres ............................................................. 107 Características del empleo de las mujeres que conducen a la informalidad y a la precariedad .................................................. 112 La violencia contra la mujer ........................................................ 121 La jefatura femenina en los hogares: un común denominador ..... 130 Colombia: país con tradición de migraciones feminizadas ........... 134 4.2. La población de trabajadoras colombianas en España en el contexto de la migración latinoamericana feminizada.................. 140 viii

Trabajadoras colombianas en el mercado de trabajo español: aspectos visibles de su participación .......................................... 147 La informalidad laboral más allá de la irregularidad administrativa ............................................................................ 149 La primera inserción de mujeres colombianas en el mercado de trabajo español ...................................................................... 154 5.

Consideraciones de género presentes en las trayectorias de vida y en el perfil laboral de las trabajadoras entrevistadas ................................................. 157 5.1. El género en las trayectorias de vida ........................................... 159 Huyendo de estructuras patriarcales .......................................... 202 Huyendo de la violencia de género .............................................. 207 5.2. Los trabajos en origen y el dato personal: simbiosis y adaptación para el perfil demandado .......................................... 209 Mujeres que trabajan desde niñas .............................................. 209 El trabajo en el ámbito privado ................................................... 210 La trayectoria laboral anterior .................................................... 212 Un perfil que se retrae con la edad ............................................. 215 Cuando el trabajo no dignifica .................................................... 216 La maternidad ejercida en solitario y el falso empoderamiento .... 218 5.3. La influencia de los imaginarios en la decisión de trabajar en España....................................................................................... 221 6.

Condiciones de participación en el proceso de mercantilización de los servicios a las personas ..................... 227 6.1. La incursión inicial en el mercado de trabajo español ................. 227 El significado del trabajo, presente en las dinámicas de búsqueda ................................................................................... 229 La búsqueda de una inserción laboral con mejores condiciones de trabajo ................................................................ 231 6.2. Condiciones de trabajo y calidad de vida al momento de aplicar la encuesta ..................................................................... 237 Condiciones de trabajo ............................................................... 239 Calidad de vida .......................................................................... 240 Entorno laboral .......................................................................... 244 6.3. Balance del proceso de integración ............................................. 246 7.

Trayectoria de vida y movilidad ocupacional de las mujeres que tienen como referente los trabajos de servicios a las personas ............................................................ 251 7.1. Variables significativas de la trayectoria de vida y movilidad ocupacional ................................................................................ 251 Resultados que aporta el análisis cuantitativo al estudio ............ 268 7.2. La variable del tiempo en la trayectoria de vida ........................... 271 ix

Del tiempo incautado en origen al tiempo cero, que comienza de nuevo a computar .................................................................. 273 La legislación y el tiempo retenido: tres años de no tiempo .......... 279 La regularización: socializando y engañando al tiempo ................ 283 La primera tarjeta: tiempo y espacio se paralizan durante un año............................................................................................. 286 La renovación de las tarjetas: nueva búsqueda de trabajo, nuevas metas ............................................................................. 288 Conciliando tiempos ................................................................... 296 7.3. La composición de las competencias laborales ............................ 300 Rutinas, inercias y vocación de servicio ...................................... 301 El valor asignado a los trabajos y la visibilidad de sus funciones ................................................................................... 306 La gestión del riesgo ................................................................... 310 Los empleadores buscan determinados perfiles ........................... 313 El uso del cuerpo: la pendiente resbaladiza ................................ 318 Conclusiones y reflexiones finales .................................................. 329 Bibliografía ....................................................................................... 341 Fuentes de consulta de bases de datos e informes ........................ 368 Anexos metodológicos Anexo 1. Resultados de la encuesta aplicada ...................................... 369 Anexo 2. Fuentes cualitativas reunidas en el trabajo de campo ......... 395 Anexo 3. Operacionalización de variables ........................................... 409 Anexo 4. Guion de temas abordados en entrevistas y grupos de discusión.................................................................................... 417 Índice de gráficos ............................................................................... 419 Índice de tablas ................................................................................. 421

x

Introducción

La presente investigación analiza las consideraciones de género presentes en la construcción social del mercado laboral, específicamente en el proceso de mercantilización de los trabajos domésticos y de cuidados (Carrasquer, 2013; Torns, 2013), a los que hemos denominado servicios a las personas. Es un recurso que utilizamos no con ánimo de construir un concepto, sino para nombrar un campo de acción, de referencia, al que recurren los hogares para resolver los problemas reproductivos por la vía de la mercantilización y que discurren libremente entre lo formal e informal, lo visible e invisible, lo regular e irregular, lo legal e ilegal, lo público y privado, lo material e inmaterial. El intento por instaurar una relación laboral por parte de quienes componen dicho mercado se da en medio de múltiples tensiones que nos interesa revelar en este estudio. Es una relación que se desarrolla en contextos donde operan, de forma determinante, las ideologías, los estereotipos y las tradiciones patriarcales (Picchio, 2001; Scott, A., 2002; Beechey, 1994). De ahí que las realidades implicadas sean difíciles de estudiar porque se encuentran diluidas en los intersticios y en las zonas de penumbra (Ródenas, 2012) de las realidades sociales comprendidas. Se trata de ocupaciones que se desarrollan en entornos donde las relaciones de género son deficientemente cuestionadas, lo que influye y condiciona la configuración de los mercados laborales donde se ofrecen y demandan dichos trabajos. Singularmente, se atribuye a las trabajadoras un conjunto de competencias laborales que resultan connaturales al género para la realización de determinadas funciones a las que se asigna un nulo o 11

escaso

valor

social

y económico,

dada su condición

de trabajos

subvalorados, ejecutados en el ámbito privado de los hogares y que, en su proceso de mercantilización, son trasladados a otras mujeres (Gregorio, 1998, 2012). Desde este punto de vista, el trabajo de las mujeres forma parte de la dinámica que se da en los mercados laborales precarios (Valencia, 2008, 2011). Podemos decir, entonces, que las consideraciones de género están presentes en el proceso de dar forma a la relación laboral que se constituye bajo condiciones precarias, estando contenidas en sus trayectorias vitales y en los perfiles que se demandan y que se ofertan para trabajar. En el proceso de mercantilización de trabajos con tradición no remunerada (como los trabajos domésticos y de cuidados) se da un proceso de constitución de servicios que se presta a las personas de los hogares. Dicho proceso es una respuesta que surge en el marco de la crisis de los cuidados (García Sainz, 2011; Benería, 2003, 2011; Pérez Orozco, 2006) por la necesidad que tienen las familias de resolver los problemas de reproducción, en un contexto de tensiones entre capital y vida (Pérez Orozco, 2006). Estas tensiones ayudan a mantener vigente la importancia de estos trabajos y sus posibles transferencias como servicios (Carrasco, 2013). En este contexto, nuestro interés se centra en las trabajadoras que buscan un trabajo remunerado y que toman los servicios a las personas como sector de referencia para sus búsquedas y su desarrollo. A continuación exponemos la estructura del trabajo. Éste se divide en dos partes. La primera, que comprende los tres primeros capítulos, abarca aquellos aspectos que enmarcan teóricamente, describen y contextualizan el problema de investigación. Específicamente, estos capítulos tienen como cometidos el planteamiento del problema de investigación y la formulación de los objetivos y del diseño metodológico para su desarrollo. La segunda parte (capítulos cuatro a siete) da cuenta de los resultados del análisis de las 12

fuentes primarias reunidas en la realización del trabajo de campo y de las fuentes secundarias que han sido necesarias para relacionar datos y/o complementar el análisis. En el capítulo 1 nos ocupamos de ciertos desarrollos teóricos que sirven de marco y nutren el problema de investigación. En particular nos hacemos eco de algunos estudios feministas preocupados por el análisis del trabajo

(Borderías,

Carrasco

y

Alemani,

comp.,

1994)

y,

más

específicamente, de los debates que han tenido lugar sobre el trabajo doméstico a lo largo del siglo XX y sobre cuidados en el siglo XXI (Carrasco, Borderías y Torns, 2011). Ello nos ha permitido analizar aspectos tales como las implicaciones del trabajo realizado en la vida cotidiana (Torns, 1995, 2008), el carácter público de éste y su relación con el mercado (Durán, 1988a), o el papel que juegan el afecto, la subjetividad o el tiempo invertido (Pérez Orozco, 2006; Durán, 2002, 2010; Carrasco, 2004; García Sainz, 1998), en un contexto, por lo demás, en el que la provisión de servicios a las personas se convierte en un reto que debe ser resuelto por la sociedad en su conjunto (Folbre, 2011; Carrasco et al., 2011), dada la condición de sus miembros (de todos nosotros) como sujetos dependientes. En el capítulo 2 nos ocupamos de los antecedentes del tema de investigación y de su contexto. El sector de referencia en el que actúan las mujeres analizadas se inscribe, en términos generales, en lo que especialistas han denominado, con diferentes modulaciones y designaciones, trabajo doméstico (Borderías y Carrasco, 1994), trabajo de cuidados (Carrasco et al. 2011), servicios de proximidad o servicios a la vida diaria (Parella, 2003), también servicios a las personas (Torns, 2008). Las actividades aquí investigadas comparten algunos rasgos comunes; singularmente, se trata de trabajos remunerados, desarrollados dentro de los hogares por personas externas o terciarizados a través de instituciones, y encaminados a la satisfacción de necesidades materiales e inmateriales diversas (Torns, 1995, 1997; Pérez Orozco, 2006a, 2006b).

13

El análisis de la participación de las trabajadoras en el mercado de servicios a las personas tiene lugar en el contexto de la denominada crisis de los cuidados y su relación con los regímenes de bienestar y sus distintas concepciones (García Sainz, 2011). Otros elementos y fenómenos también presentes son las migraciones feminizadas (Gregorio, 1998; IOÉ, 2001a), la feminización de la pobreza (Sassen, 2000) y las desigualdades de género (Nussbam, 2012) que conllevan dichas transformaciones sociales. En este capítulo ponemos especial interés en la población de mujeres procedentes de contextos de mayor desigualdad de género. El análisis de su movilidad ocupacional se convierte en un indicador que condensa situaciones contenidas en sus trayectorias de vida, caracterizadas por lo que llamaremos unos tiempos incautados, el paso por procesos de precariedad y la desigualdad laboral, entre otras. En cuanto al enfoque, las estrategias y el diseño metodológico de la investigación, expuestos en el capítulo 3, explicamos a continuación algunos elementos que serán ampliados en los apartados correspondientes.

El problema de investigación El propósito es mostrar la manera cómo las relaciones de género están presentes en el mercado laboral de servicios a las personas. Éste es un nicho de ocupación en el que participan mujeres procedentes de contextos donde los sistemas de protección y de garantías se hallan deficientemente desarrollados. Algunas preguntas que nos formulamos se comportan como detonantes de asuntos que, aunque no necesariamente quedarán resueltos en este trabajo, servirán de guía para las reflexiones desarrolladas. De ese modo nos preguntamos por la manera como las desigualdades de género forman parte de las dinámicas de mercantilización del mercado laboral de servicios a las 14

personas y cuáles son esas consideraciones de género que contribuyen a perpetuar la desigualdad de las mujeres y la permanencia de ideologías y estereotipos en dichos mercados. De la misma forma nos preguntamos de qué modo y hasta qué punto las estrategias desplegadas por las trabajadoras se encuentran insertas en el sentido y los significados que le dan al trabajo desde sus experiencias particulares. Finalmente nos preguntamos de qué forma se construyen perfiles para el trabajo a partir de consideraciones de género y cómo esto afecta su movilidad ocupacional y social, como parte de la construcción social del trabajo.

Enfoque y estrategia metodológica En cuanto al enfoque y estrategia metodológica, hay que decir que estamos ante un campo de estudio sujeto a desafíos conceptuales. Desde este punto de vista, retomamos el género como una categoría de análisis (Scott, J. W., 2008) central y transversal al problema analizado. En este sentido, el género como “construcción social”, además de implicar un rechazo del esencialismo, ha contribuido a desestabilizar también ciertos paradigmas de conocimiento relacionados con los conceptos y los supuestos vínculos entre estructura y condiciones socioeconómicas que afectan a hombres y mujeres (Benería, 2005). La investigación se enmarca en el ámbito interdisciplinar (Venneson, 2013) de la sociología histórica (Ramos, 1993; Beltrán, 1983, 2003). Para su desarrollo hemos recurrido a técnicas y herramientas mixtas propias de la investigación cualitativa y cuantitativa (Hernández, Fernández y Baptista, 2010; Croswell, 2008). Nos centramos en la actuación de las trabajadoras que participaron en el mercado de trabajo español durante el período comprendido entre el año 2000 y el año 2007 (el período anterior a la crisis) y seleccionamos un grupo 15

de población representativo, el de mujeres trabajadoras procedentes de Colombia. La información cualitativa se obtuvo a partir de entrevistas, a manera de historias de vida, realizadas a mujeres (30), a familiares (11) y a técnicos de empleo (2), antes y después del diseño y de la ejecución de una encuesta semiestructurada (604) que perseguía fines descriptivos. En toda la etapa del trabajo de campo se dio un proceso de interacción permanente con miembros de la comunidad que se investigaba con el fin de adquirir mayores conocimientos aplicando técnicas propias de la etnografía (Schmitter, 2013) como la observación participante. El tema aquí tratado se acerca a otros problemas de investigación que, aunque no son su objeto, lo conforman. Por ese motivo no se puede abordar exclusivamente desde la óptica de los estudios sobre mercado de trabajo, trabajo doméstico o de cuidados, ni tampoco desde el análisis de las migraciones ni de las mujeres inmigrantes. Es un estudio que de alguna forma implica a todos ellos. Con todo, el fin que perseguimos es más modesto: llegar a construir alguna hipótesis o reafirmar otra(s) (Vennesson, 2013), así como la elaboración de categorías o dimensiones de análisis que alienten debates ya articulados en otros momentos por otras autoras y autores. El grueso del trabajo de campo fue aplicado durante el año 2007 y toda la actividad realizada ha quedado registrada en los anexos 1 al 4. En el capítulo 4 prestamos atención a dos contextos que conciernen a la trabajadora. El contexto social del que proceden, donde viven situaciones de desigualdad que impiden el desarrollo de sus capacidades (Nussbaum, 2012). Como se verá, en un contexto así las mujeres construyen perfiles marcados por las relaciones de género y se disponen a emprender caminos individuales para dar respuesta a sus situaciones particulares.

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En esta situación, el trabajo en otros países se convierte en una alternativa. El segundo contexto viene dado por la inserción concreta de las trabajadoras en el mercado de servicios a las personas en el país de destino. El análisis de los datos reunidos para esta investigación se presenta en los capítulos 5, 6 y 7. Estos tres capítulos los dedicamos a dar respuesta a las preguntas de investigación formuladas y a los objetivos específicos planteados. En el capítulo 5 hemos descrito la manera en la que la vida de las trabajadoras se encuentra fuertemente condicionada por las desigualdades de género vividas en sus contextos de origen. Sobre esta base construimos una diferenciación entre motivos para migrar y motivos para permanecer, de

manera

que

los

problemas

económicos

se

entrecruzan

con

consideraciones de género. Por lo demás, sus experiencias, se convierten en parte integral del perfil que ofrecen para trabajar. El mercado laboral de servicios a las personas las dinamiza, les da sentido y las convierte en competencias laborales, a pesar de ser experiencias provenientes de trayectorias obstaculizadas y retenidas a la luz de desigualdades de género. En el capítulo 6 analizamos las condiciones de participación en el mercado laboral de servicios a las personas. Estudiamos, en este sentido, las estrategias que desarrollan las trabajadoras. Nuestra hipótesis es que se trata de un mercado que se dinamiza a partir de las búsquedas personales y laborales que las trabajadoras llevan a cabo hacia mejores empleos y hacia una mayor calidad de vida y de integración. El capítulo 7 se ocupa de analizar los factores que condicionan la movilidad ocupacional de las trabajadoras tomando como referencia a este sector de servicios a las personas que, por lo demás, este grupo considera una opción laboral y de desarrollo pero que, debido a las malas condiciones 17

para su desempeño, hace que sus expectativas de permanecer en él resulten cambiantes. La tesis finaliza con un capítulo dedicado a las conclusiones, donde se incorporan además unas reflexiones finales. Las conclusiones posibilitan la asociación entre los elementos teóricos, los contextos descritos y el trabajo empírico que se ha llevado a cabo. Al tiempo, la investigación deja planteadas algunas preguntas que abren nuevas líneas de investigación en relación con el tema estudiado. Al final del texto se incorporan algunos anexos metodológicos que dan cuenta de la información cuantitativa y cualitativa reunida para esta investigación, además de las referencias bibliográficas donde se relacionan las fuentes utilizadas y citadas en el trabajo.

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Primera parte

Aspectos teóricos, contextos y problema de investigación

1. Las mujeres y el trabajo en el contexto social actual En el interés por hacer nuevas lecturas del concepto trabajo, desde una perspectiva de género, en el ámbito español, algunas autoras y autores (Durán, 2012, 1972; Torns, 2008; Carrasco, Borderías y Torns, 2011; Benería, 2005, 1999; Prieto, 2007; Carrasco, 1991 y Noguera, 2011, 1998), entre otros, se han preocupado por sistematizar las principales propuestas llevadas a cabo con este propósito. Concretamente,

este

último

autor

identifica

distintas

líneas

argumentales, las cuales se han dirigido esencialmente a comprobar el papel que el trabajo tiene en el orden social, su centralidad o valor, el reparto de cargas y/o la asignación de derechos derivados. La sociología del trabajo, por su parte, ha dedicado extensas reflexiones a los modelos de organización, a las formas de gestión y control de la mano de obra, y a los procesos de segmentación y precariedad del mercado de trabajo asalariado, entre otros temas. La economía, finalmente, también ha puesto empeño en su análisis como empleo y en la manera de cifrar y medir la eficiencia de las dinámicas económicas. Desde el ámbito del empleo algunos autores y autoras cuestionaron el trabajo remunerado, como empleo, como elemento vertebrador o estructural de la sociedad. Pensemos, por ejemplo, en Sennet (2003), Díez (2001), Meda (1998), Bauman (2000), Rifkin (1997), Offe (1992) y Gorz (1982), quienes, de una u otra forma, a la luz de un estudio de las transformaciones habidas en la sociedad salarial, cuestionan su centralidad y capacidad estructurante del intercambio social. Sin embargo, otras corrientes de la sociología del trabajo se han decantado por hacer una lectura más vinculada a las realidades sociales, destacando la manera como éste puede llegar a adquirir distintas formas de 21

existencia social, mostrando que la relevancia pasa del trabajo en sí a sus formas

de

reconocimiento

Efectivamente,

algunas

societal teorías

(Prieto, feministas

2000,

2007a,

2007b).

han

cuestionado

la

conceptualización tradicional del trabajo y han contribuido a generar categorías sobre la base de otros criterios y experiencias (Prieto, 2000). En efecto, podemos afirmar con Durán (1988a) y Benería (2005) que, a lo largo del siglo XX, las teorías feministas han puesto en marcha un proceso que ha significado la ruptura de paradigmas conocidos e instalados en distintas disciplinas, al tiempo que han contribuido a la recreación de otros más

integradores.

Singularmente,

el

feminismo

académico,

no

necesariamente desligado del activismo, ha favorecido el cuestionamiento del trabajo como un concepto reducido, visible y valorizado solo para ciertos sectores de actividad y realizado por determinados grupos de población. Y todo ello ha contribuido al cuestionamiento de la centralidad del trabajo. Al hecho de que la apertura de caminos no haya sido fácil y haya requerido de mucho tiempo y esfuerzo, que los recursos materiales e intelectuales hayan sido escasos y que los resultados de este esfuerzo estén inconclusos y hayan de medirse a largo plazo, hay que añadir que aún queda trabajo por hacer para contrarrestar el sesgo de género presente durante siglos en la empresa académica e intelectual (Durán 1988a). De manera que, a lo largo del tiempo, se puede afirmar que la incorporación de las teorías feministas a los ámbitos académicos y de investigación es relativamente reciente y forma parte de la realidad observada, transformada y teorizada a la vez. Por tanto, la historia del trabajo cuestionada por las teorías feministas es muy reciente y más corta que aquella impuesta durante siglos por el pensamiento económico, y no ha transcurrido tiempo suficiente para ver dicho cuestionamiento expandido, posicionado e inoculado en las distintas realidades sociales que intervienen en el tema. Sobre la base de estas consideraciones, en lo que sigue daremos cuenta de algunos de los planteamientos y desarrollos llevados a cabo por algunas 22

autoras que se inscriben dentro de los denominados estudios feministas y de género, los cuales son parte indispensable del legado sobre los estudios del trabajo. Categorías de análisis, como el trabajo reproductivo y su relación con el trabajo realizado para el mercado, la distinción y conexión entre trabajo productivo y reproductivo, o el valor del trabajo y el tiempo asignado, son parte de dicho legado. También pondremos el acento en las derivaciones teóricas que han tenido lugar a partir de una reflexión sobre los cuidados, uno de los puntos en los que se sitúa el debate hoy, y que además ha contribuido a delimitar nuevos conceptos en relación con el trabajo realizado por las mujeres (pensemos, por ejemplo, en su derivación hacia la prestación de servicios, en la mercantilización del trabajo doméstico y de cuidados, o en sus condiciones de desempeño).

1.1. Del trabajo doméstico al trabajo de cuidados1 El reconocimiento del trabajo en el ámbito de la vida cotidiana La crítica al concepto de trabajo no surge en el contexto de los planteamientos teóricos convencionales sino que se asienta en distintos fenómenos de la vida cotidiana. Su observación y teorización se demandan para denunciar el desconocimiento de muchos aspectos del trabajo que, de forma mayoritaria, realizan las mujeres. Una de las claves que abrió paso a la visibilidad del concepto en sentido amplio e incluyente se encuentra en el En España se considera pionera de este debate a María Ángeles Durán. Esta autora, en 1972, introdujo el primer estudio sociológico sobre el trabajo de la mujer en España. En adelante Durán (1978, 1986, 1988a, 1988b, 1991, 2000, 2007, 2010), además de la revisión del trabajo como tema de estudio en España, constituyó una línea de investigación sobre los estudios del tiempo y otros temas que forman parte de los estudios del trabajo. Igualmente, Benería (1981, 1999, 2005), Carrasco (2013, 2009, 2001, 1999, 1991), Torns (1997, 1995, 2001), Carrasquer (2009) y García, C. (1994, 1998, 2000, 2011, 2014), entre otras, forman parte de la historiografía que al respecto se ha producido y mantienen vigente los estudios y grupos de investigación sobre el tema. Algunas compilaciones editoriales constituyen un referente obligado por el balance sistemático del estado de la cuestión: Durán (1988a, 2000), Borderías, Carrasco y Alemani (1994) y Carrasco, Borderías y Torns (eds.) (2011). 1

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reconocimiento de la existencia de trabajos diversos y necesarios para el desempeño de la vida diaria (Durán, 1988a; Torns, 1995, 2008). Con distintos matices del problema, algunas autoras expresaron la necesidad de estudiar lo que sucede en la vida cotidiana, como ámbito de lo privado o de la reproducción, con respecto al ámbito de lo público o del mercado y por tanto de la producción, como una relación cuestionable en el sentido tradicional que se le asignaba. Por ejemplo, Pichio (1992,1994,1999, 2001) indagó sobre la necesidad de visibilizar el lado oscuro y oculto del trabajo de las mujeres que, en su opinión, carece de un marco teórico y analítico suficiente, lo que ha contribuido a mantener su invisibilidad. Otras como Bianchi (1994: 446) se aventuraron con clasificaciones que contribuyen a visibilizar las funciones del trabajo doméstico diferenciándolo del trabajo realizado fuera del entorno familiar, dejando claro que el primero aporta a la reproducción de la fuerza de trabajo y se desarrolla en un espacio que también es un lugar de consumo. Bianchi (1994), en su interés por diferenciar el trabajo que se hace dentro del entorno doméstico del que tiene lugar en la esfera pública, reserva para este último el término de profesional. Para esta autora, es trabajo profesional cualquier actividad llevada a cabo en el mercado laboral, institucional o no, destinada a la producción de bienes, servicios y productos culturales, y basada en el valor de cambio presente en el mercado y, por lo tanto, retribuida. En contraposición al trabajo profesional se encuentra el trabajo familiar, destinado a la reproducción, que se halla ausente del mercado laboral y que es gratuito. Este trabajo comprende obligaciones y tareas asociadas a la reproducción, entre las que destacan la procreación, la crianza de niños y el desarrollo de la comunicación y de la afectividad. También incluye tareas domésticas, como el mantenimiento de la casa, el vestido, la compra y la preparación de la comida; tareas burocráticas; y tareas asistenciales, como el cuidado de personas mayores, enfermas o con alguna discapacidad.

24

Carrasco (1991, 1992, 2001), por su parte, observa la falta de articulación entre las esferas familiar y la mercantil (pública), lo que hace indispensable tener en cuenta la primera como aquélla desde la cual se organiza la vida, el bienestar de las personas y su reproducción, mostrando la necesidad de trasladar el análisis del mercado a las personas y no sólo a los bienes y la creación de riqueza. Otras autoras como Benería (1981, 2005) ven la función reproductora como multidimensional, en tanto que incluye aspectos biológicos, sociales y culturales en el desarrollo de las actividades que componen el trabajo familiar. Todas ellas conducen al mantenimiento de la fuerza de trabajo pasada, presente y futura, claves a la vez para la asignación del valor que se da al trabajo remunerado. Tanto en el ámbito internacional como en el español, distintas autoras han puesto de manifiesto el vínculo inseparable que une ambas esferas (Combes y Haicaul, 1994; Tobío, 2005; Martín Palomo, 2013). Este debate planteado por distintos estudios, feministas y de género, dan cuenta de la necesidad de desarrollar un marco analítico adecuado que ayude a articular el trabajo que se desarrolla en ambas esferas, valorando aquel que organiza la vida, el bienestar de las personas y su reproducción. Todo ello sin perder de vista las implicaciones que el trabajo doméstico y de cuidados tiene para el desarrollo individual y teniendo en cuenta quiénes son los sujetos que lo realizan.

El trabajo de cuidados y la vigencia del trabajo doméstico Tras la década de los setenta, cuando tuvo lugar en España el ya clásico debate sobre el trabajo doméstico, el concepto de trabajo se ha visto ampliado hacia el ámbito de las actividades no remuneradas. Es en los años noventa

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cuando se introduce la perspectiva de los cuidados, lo que refuerza la investigación en este campo y amplía sus horizontes conceptuales. Los balances clásicos del trabajo de las mujeres en España incluyeron a Balbo (1978, 1987) como una autora de referencia que se interesó en el tiempo del cuidado, la relación con el bienestar y la doble presencia2 (Carrasco, 1991; Borderías et al.,1994; Torns, 2008). El cuidado es un concepto que mantiene vigente el problema de investigación y amplía los horizontes conceptuales. La noción de cuidado surge al calor de los avances registrados en torno al trabajo doméstico y, aunque mantiene tensiones con este concepto, ha servido para proponer nuevos desarrollos teóricos y profundizar

en

sus

significados

mediante

diferentes

investigaciones

empíricas3. En España, autoras como Pérez Orozco (2006a, 2006b), Carrasco, Borderías y Torns (2011), Carrasquer (2013), Carrasco (2013), Martín (2009, 2013), o Torns (2004), entre otras, se han ocupado de los problemas más relevantes que atañen al trabajo de cuidados, manteniendo una vinculación con los conceptos ya debatidos en las discusiones sobre el trabajo doméstico. El recorrido teórico de este tema es largo e inacabado (Benería, 1999). Carrasco (2013: 40-45) anota una evolución que, describe, se inició con el debate del trabajo doméstico y la relación que éste guardaba con la producción capitalista, por la sostenibilidad que daba a la fuerza de trabajo, dejando clara su vinculación mercantil. Lo distinguió del trabajo productivo y dejó clara la relación entre el trabajo realizado en la esfera pública y el

Los estudios sobre la “doble presencia” mostraron una realidad dual que vivían las mujeres y contribuyeron a dar visibilidad a las prácticas sociales en el contexto de un orden social ligado a la domesticidad (Prieto, 2000). Para Carrasquer (2013), la doble presencia femenina recompone la pauta de división sexual del trabajo que deriva luego en la visibilidad de la carga total de trabajo para las mujeres y permite mostrar límites de la disponibilidad femenina hacia los cuidados. Éste es un concepto que ha permitido también poner el acento sobre el empleo como una oportunidad para pensar políticas de bienestar. 3 Por ejemplo, Martín Palomo (2014, 2013, 2009); Castelló (2011, 2009); Sánchez (2012, 2010); Recio (2013, 2011) y Legarreta (2012), entre otras. 2

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realizado en la esfera privada. De igual manera, con el trabajo familiar se incorpora el trabajo realizado fuera del hogar entre las nuevas necesidades familiares, que se ven condicionadas por los servicios ofrecidos por el Estado de bienestar. Y, finalmente, en esta trayectoria por un trabajo de cuidados que rescata las connotaciones afectivas y subjetivas como un aspecto central que emerge del trabajo doméstico. Todo ello contribuye a generar un cambio de paradigma, dado que se plantea situar como objetivo a las personas y reconocer un trabajo para que la vida continúe. En palabras de Pérez Orozco (2006b), el cuidado es un concepto que capta relaciones más que productos finales y que encierra procesos en los cuales las facetas material e inmaterial no se encuentran escindidas. Es una noción que pretende ser alternativa a los términos anteriormente usados para describir los trabajos no remunerados de las mujeres en el ámbito privado, englobándolos, pero yendo más allá y estableciendo líneas de continuidad con las actividades remuneradas y no remuneradas en el espacio público (Pérez Orozco, 2006b: 165).

Aunque lo que hoy se entiende como cuidados difiere de lo que en las páginas precedentes se ha denominado y definido como trabajo reproductivo, doméstico y familiar, lo cierto es que existe entre ambos ciertos nexos de unión. Así, tanto el trabajo reproductivo, doméstico y familiar como los cuidados se presentan como una solución a los problemas suscitados por la reproducción social. En este sentido, la reproducción social, que denota un proceso complejo de tareas, trabajos y energías, y cuyo objetivo sería la reproducción de la fuerza de trabajo, emerge como un concepto clave en el análisis del mantenimiento de la vida cotidiana. Desde el momento en el que tanto el trabajo reproductivo, doméstico y familiar como los cuidados se configuran como necesarios para la reproducción del trabajo de mercado, hay que pensarlos vinculados a un sistema económico de signo liberal capitalista. Estos trabajos, en su mayoría, tienen lugar en el “hogar”, entendido no sólo como espacio físico, sino

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también como espacio simbólico. En contraste con el mercado, que es, por definición, el espacio público donde se lleva a cabo el trabajo reconocido, esto es, el trabajo mercantil, el “hogar” se configura como el espacio privado, donde se realiza un trabajo no reconocido y, como tal, invisible. Debe advertirse, además, que mientras que el trabajo de mercado se construye “en masculino”, el de la casa se articula “en femenino”; dicho de otro modo, el hecho de que este último haya permanecido invisible tanto tiempo se debe a la enorme fuerza ejercida por un orden simbólico patriarcal que se hallaría en la base de los sistemas capitalistas (Carrasco et al., 2011). Con un sentido algo diferente, desde la economía feminista, autoras como Himmelweit (2011) y Folbre (1995, 2011) han propuesto pasar a valorar el trabajo realizado desde los hogares no en términos de trabajo de mercado, sino por sus propias características. En este sentido, se afirma que el trabajo reproductivo, doméstico y familiar comprende algunas tareas que son difícilmente cuantificables debido a los aspectos subjetivos que incorpora.

El consenso existente en torno al concepto de trabajo doméstico y de cuidados Aunque definir el trabajo doméstico y de cuidados no es un asunto fácil debido a la diversidad de dimensiones involucradas, a los conflictos ideológicos que lo atraviesan y a las desigualdades sociales que genera (Carrasco, 2013; Carrasquer, 2013; Torns, 2008), se puede, sin embargo, advertir la existencia de un cierto consenso en torno a algunos postulados centrales. Con diferentes variantes, bien sea a través de un análisis de los cuidados ligado a las políticas sociales, bien sea mediante la formulación de medidas económicas que abran vías a un posible cambio de paradigma, se reivindican lecturas amplias que permitan tener en cuenta la 28

configuración de las personas como “seres sociales” (Carrasco, 2013). Esto implicaría, singularmente, centrarse en las condiciones de vida de la población y, específicamente, en las relaciones de afecto y de cuidado (Pérez Orozco, 2006b). Abundando en la idea, partiendo de la premisa básica de que la dependencia no es una situación excepcional, sino que todas las personas son (somos) social y humanamente interdependientes y requerimos, en consecuencia, distintos cuidados según el momento del ciclo vital (Carrasco et al., 2011), su provisión se convierte en un reto político y, como tal, debe ser resuelto por la sociedad en su conjunto y no por un determinado sector de la población4. Es decir, la responsabilidad en el cuidado debería ser un asunto social y político, lo que implica revalorizar estos trabajos a través de un proceso de reconocimiento de la aportación que hacen a la sociedad y al bienestar. Una mirada así rompería la centralidad asignada al trabajo mercantil como eje de funcionamiento social y como fuente generadora de derechos sociales. En definitiva: (…) integrar en el análisis económico toda la actividad desarrollada desde los hogares no significa agregar a las mujeres al modelo vigente; representa algo mucho más profundo, una ruptura con lo establecido desplazando los objetivos desde el beneficio empresarial al cuidado de la vida humana. Ningún enfoque global social puede tener sentido si no tiene en cuenta las condiciones de reproducción de su población. Hacer explícito el trabajo doméstico y de cuidados en los esquemas económicos como trabajo necesario, no es sólo una cuestión de justicia, sino de sensatez y rigor si se pretende analizar e interpretar la realidad (Carrasco, 2013: 52).

Por ejemplo, detrás de la clasificación que propone Folbre (2011) de los trabajos de cuidados, subyace la idea de que tanto los hogares como las empresas, los Gobiernos y las ONG pueden prestar estos servicios. Folbre (2011: 284), en el afán por buscar una relación con el mercado, advierte de la necesidad de trascender los problemas conceptuales con análisis que ayuden a clasificar las diferentes formas de trabajo de cuidados en razón de su relación con las características del proceso de trabajo, con el beneficiario o beneficiaria, pero también en relación con el mercado. Para ello apunta a cuatro categorías: servicios no remunerados, trabajo no remunerado (no mercantil pero incluido en el Sistema de Cuentas Nacionales), trabajo de mercado informal y empleo remunerado. Estas categorías a su vez se pueden someter a una clasificación entre cuidado directo e indirecto. Los primeros necesariamente tienen implicación personal y emocional, y los segundos constituyen un apoyo a las primeros. Además de que casi todas las actividades se pueden interpretar como un apoyo al cuidado directo. 4

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Siguiendo a Carrasco (2013), los aportes conceptuales de un recorrido teórico del trabajo doméstico y su derivación hacia los cuidados lleva a la utilización de nuevos términos para nombrar e incluir dichas categorías. Otras autoras (Carrasquer, 2013; Torns, 2008, entre otras), coinciden en que ninguno de los términos ha sido totalmente satisfactorio, lo que denota la existencia de un problema complejo, en la medida que contiene elementos conceptuales, teóricos, sociales y políticos que se adaptan a los momentos históricos y se desarrollan en un presente que a la vez es constituyente de un cambio de paradigma. Pero, para mantener el debate, estas autoras se refieren al trabajo doméstico y de cuidados para dar cuenta de un tema que de manera estructural se ve afectado, permanentemente, por el surgimiento de estas nuevas categorías y, por tanto, entra en un estado de reevaluación permanente. Éste es un tema que tiene entre sus retos el de resolver múltiples tensiones teóricas. Entre las más importantes está la necesidad de reproducción de las personas, reflejada ésta, fundamentalmente, en la contradicción que se presenta entre capital y vida (Pérez Orozco, 2006). Es decir, se enfrenta a la necesidad de definir una contradicción social global, porque tan “importante son los trabajos de cuidados realizados desde los hogares como los posibles servicios y transferencias que pueda ofrecer el sector público” (Carrasco, 2013: 50).

1.2. Hacia el trabajo doméstico y de cuidados como ocupación del sector de los servicios En el intento por articular el trabajo doméstico y de cuidados como trabajo necesario dentro de los esquemas económicos, encontramos ciertas aportaciones interesadas en mostrar su valor más allá de su equivalente monetario. Entre las contribuciones que condujeron a avanzar en este sentido se encuentran, además de aquellas encaminadas a

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delimitar las actividades incluidas en el concepto, las que buscan la articulación de unos mecanismos para su medición y valoración. Esto ha llevado a reconocer a las personas que realizan estos trabajos, las mujeres mayoritariamente, como personas activas, creadoras de cultura y de valores del trabajo (Carrasco, 2009). La prestación de servicios de trabajo doméstico y de cuidados tiene una estrecha vinculación con el debate de la medición y valoración del trabajo. En el esfuerzo por mostrar la valoración del trabajo, más allá de su equivalente monetario (García Sainz, 2000), sigue estando también la clave para comprender el valor que puede llegar a adquirir en su proceso de salarización, cuando los hogares recurren a soluciones externas para resolver el problema de quién realiza estos trabajos. Desde que se empieza a denunciar la exclusión de la producción doméstica en la contabilidad de la renta nacional con autoras como Margaret Reid (1934) y, sobre todo, a partir de los desarrollos de la Nueva Economía Familiar (NEF), los hogares pasan a ser considerados como unidades productivas (Becker, 1983, 1993). De aquí se derivan al menos tres consecuencias importantes. En primer lugar, la maximización de la utilidad ya no es individual, sino familiar. En segundo lugar, se asimila la familia a una unidad productiva comparable a una pequeña empresa en la que sus miembros combinan los bienes adquiridos en el mercado con el tiempo que ponen a disposición algunos de ellos para la obtención de bienes domésticos, como los cuidados y otras actividades realizadas dentro del hogar, que se incorporan además en la función de utilidad. En tercer lugar, las restricciones a estos procesos de maximización son presupuestarias y contemplan el factor tiempo como un recurso limitado que debe distribuirse entre tiempo de mercado, tiempo de ocio y tiempo de trabajo doméstico. Aunque estas aportaciones, para autoras como Borderías y Carrasco (1990, 1994), conservan vacíos como una explicación convincente sobre los niveles de especialización por razón de sexo, o que ignoran los contextos 31

sociales en los cuales las familias se forman y se reproducen, se sabe que supusieron un cambio en el tratamiento del trabajo doméstico y de cuidados, dándoles

estatus

de

categoría

económica.

En

este

sentido,

en

el

reconocimiento de que el trabajo realizado en los hogares y dedicado a la reproducción tiene una utilidad y puede ser desempeñado de forma remunerada, está la clave para comprender el valor que puede llegar a tener tanto en términos de bienestar como en términos de valor económico.

Los usos del tiempo Los estudios sobre usos del tiempo también son una importante línea de análisis5. El gran reto de estas reflexiones ha sido cómo incorporar el volumen de trabajo de reproducción social como parte del sistema económico, además de cómo proceder a la formulación de políticas que resalten las desigualdades existentes en los tiempos dedicados al trabajo de mercado y al trabajo doméstico y de cuidados. Actualmente existe un debate de corte metodológico en el que se cuestionan los aciertos y también las limitaciones que presentan los actuales procedimientos de medición del tiempo de trabajo doméstico a través de las encuestas de uso del tiempo. Dejando a un lado un aspecto muy concreto del debate, el que tuvo lugar en el campo estrictamente metodológico para el diseño de algunos instrumentos de medición6, interesa destacar las tesis siguientes.

En España, entre las autoras más importantes que han encabezado grupos de investigación sobre los estudios del tiempo, se encuentran Durán (1995,1997b, 1998a, 2000, 2002, 2007, 2009) y Cristina Carrasco (1991, 1995, 2001, 2003, 2004, 2010, 2012), entre otras. 6Durán (2002, 2010) hace un balance de los estudios llevados a cabo en España sobre usos del tiempo, muchos de ellos realizados bajo su dirección. Cabe citar los siguientes: Encuesta de Nuevas Demandas y Necesidades Sociales (CSIC, 1990); Encuesta CIRES sobre Uso del Tiempo, 1991; Encuesta a Familias con niños escolarizados, en Madrid (CSIC, 1994); Encuesta a Familiares de Pacientes Usuarios de Servicios de Urgencia en Hospitales, en Madrid (CSIC, 1994); Encuesta a Hogares en los que Residen Personas Mayores de sesenta y cinco años, en Madrid (CSIC, 1994); Encuesta de Actividades No 5

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Para empezar, si el trabajo doméstico y los cuidados resultan fundamentales para el cuidado y el bienestar de la sociedad7, los análisis deben

orientarse

a

comprender

los

factores

que

lo

posibilitan.

Específicamente, el tiempo se perfila como uno de ellos. Frente a una definición estrecha del trabajo que lo reduce a empleo, el pensamiento feminista, pero también la economía y la sociología críticas, defienden un concepto global y sistémico capaz de incorporar al mismo aspectos olvidados en el mundo del empleo. Como señala Durán (2012), las fronteras entre estos dos conceptos, el de empleo y el de trabajo, no son lingüísticas sino políticas. Algunas autoras han propuesto un nuevo concepto que recogería las distintas dimensiones del trabajo bajo la denominación “carga global de trabajo” (Durán, 2012; García Sainz, 1998), lo que permitiría asentar un nuevo paradigma del trabajo que integre tanto el trabajo remunerado como el no remunerado. Como advertíamos más arriba, para comprender las distintas dimensiones que presenta la organización y el desarrollo de la práctica del trabajo no remunerado realizado en los hogares, el tiempo se perfila como un factor determinante. Aunque los estudios sobre usos del tiempo aplicados a la esfera doméstica ponen al descubierto importantes Remuneradas (CSIC, 1995); Encuesta del Instituto Vasco de Estadística (EUSTAT) sobre Presupuestos Temporales, 1993; Encuesta del CIRES sobre Uso del Tiempo, 1996; Encuesta de Empleo del Tiempo de Eurostat (Instituto Nacional de Estadística, 19961997); Encuesta del CSIC sobre tiempo de trabajo no remunerado en la Comunidad de Madrid, de 1998, y la Encuesta del CSIC-ASEP, de 2000, sobre tiempo de trabajo no remunerado. Por otra parte, el INE llevó a cabo la primera Encuesta de Empleo del Tiempo en 2002-2003 y la última la ha llevado a cabo en 2009-2010. Estas operaciones estadísticas se han puesto en marcha en consonancia con las experiencias que se han dado a nivel internacional. Así, la International Association for Time Use Research (IATUR), que se constituyó con el fin de unificar criterios para el diseño y aplicación de metodologías y cuestionarios, fue un modelo pionero durante la década de los ochenta. En esta misma línea, Eurostat presentó durante la década de los noventa una propuesta para homogeneizar los estudios sobre usos del tiempo llevados a cabo en los países de la Unión Europea. 7 Por insistir de nuevo, para Picchio (1994, 1999), la actividad de cuidar la vida humana constituye el nexo de unión entre el ámbito doméstico y la reproducción del mercado. Durán (1988a), por su parte, ha centrado sus investigaciones en mostrar la relevancia que tiene el espacio privado para la sostenibilidad de la esfera pública, concluyendo que resulta posible analizar las condiciones materiales de existencia no ya desde las grandes instituciones públicas o desde el mercado, sino desde el ámbito privado. 33

limitaciones al reducir éste a “horario”, utilizando la misma lógica de organización productivista y masculina (Torns, 2004; 2001), lo cierto es que han contribuido a poner de manifiesto la tradicional división sexual y jerárquica existente en relación con el trabajo, la cual se encontraría en la base del funcionamiento de la sociedad. En efecto, estos estudios han venido acompañados de importantes análisis sobre la distribución del tiempo entre la población y la estructura social y económica de la sociedad. En este sentido, partiendo del establecimiento de una dicotomía entre tiempo de trabajo mercantil y tiempo dedicado al trabajo doméstico, se pone el acento en su relación con el bienestar cotidiano. El tiempo del mercado no es el único tiempo visible, de modo que la articulación entre el tiempo de trabajo remunerado y el tiempo de trabajo no remunerado requiere de medidas que revisen la distribución de la carga total de trabajo con el fin de corregir las desigualdades generadas entre mujeres y hombres (Torns, 2004; 2008). Además de valorar los usos del tiempo, sería necesario analizar el trabajo doméstico, así como el remunerado, desde una mirada cualitativa que diera cuenta de aspectos como la intensidad del trabajo y la responsabilidad del cuidado, entre otros. Carrasco et al., (2011), por ejemplo, acuña la expresión de F. Bimbi y V. Capecch “tiempos generadores de reproducción” para subrayar el componente subjetivo: más que tiempo vivido y pagado, el tiempo para el hogar y el cuidado es tiempo vivido, donado y generado, difícilmente traducible en dinero (Adam, 1999, 2004). Torns (2001), en consonancia con los estudios de Peruli (1994) y Bimbi (1999), insiste en que resaltar sólo la dimensión cuantificable del tiempo invisibiliza los conflictos específicos que tienen lugar en la vida cotidiana (Torns, 2001; Prieto, 2007), específicamente los asociados a la organización del tiempo y de los horarios derivados de las necesidades de cuidado. En la misma línea de análisis, hay que situar las aportaciones de Durán (1977), en buena medida pioneras a la hora de reclamar el uso de 34

instrumentos cualitativos en la medición del tiempo; también Martín Palomo (2014), quien se refiere al trabajo de cuidados como un tiempo potencial y simultáneo; o García Sainz (2002), quien retoma el concepto de valor social para enfatizar las tensiones existentes entre precio y valor, observables sobre todo en aquellos aspectos del trabajo que aportan al bienestar individual y social.

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2. Antecedentes y contextos del problema de investigación 2.1. La crisis de los cuidados y la mercantilización del trabajo doméstico y de cuidados El momento histórico que se analiza se enmarca en la denominada “crisis de los cuidados” (García Sainz, 2011; Benería, 2003, 2011; Pérez Orozco, 2006). Se trata de un fenómeno caracterizado en España y en otros países del sur de Europa por una reactivación y crecimiento significativos de la economía durante las últimas décadas, acompañado de una creciente incorporación de la mujer al mercado de trabajo y de otros factores como el envejecimiento demográfico y la permanencia de un régimen de bienestar familiarista, donde los miembros de las familias, mayoritariamente las mujeres, tienen que suplir la debilidad redistributiva de los Estados y corregir sus carencias sociales (Esping-Andersen, 2000). Singularmente, se asiste a una diversificación del perfil de los hogares que demandan trabajo en el sector de servicio doméstico y/o de cuidados, ya que, contrariamente a la tendencia tradicional, cada vez más sectores de población con recursos limitados demandan estos servicios (García Sainz, 2011; Durán, 2012). Del mismo modo, en este proceso de externalización de las actividades reproductivas del ámbito doméstico-familiar, asistimos a un fenómeno nuevo, como es la participación de mujeres inmigrantes en los países del sur de Europa, en un sector que ahora se revela como emergente (Bettio, Simonazzi y Villa, 2006). En este sentido, nuevos problemas como el envejecimiento de la población, la incorporación cada vez mayor de las mujeres al mercado de trabajo formal y la transformación de las estructuras de los hogares requieren de nuevas formas de organización del tiempo dentro

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de los mismos para la realización de actividades domésticas, el cuidado de las personas, o la gestión del hogar8. García Sainz (2011) reflexiona en este contexto sobre las implicaciones institucionales observables y el papel que cumplen los regímenes de bienestar. Partiendo de los aportes de Esping-Andersen (1993, 2000), sitúa el modelo español de Estado de bienestar dentro de las concepciones familiaristas, propias del sur de Europa, que se caracterizan por una derivación de las responsabilidades propias de los Estados hacia las familias, cuando se trata de dar solución a problemas fundamentales como son los cuidados de personas dependientes del hogar. Esta situación acentúa algunas estrategias privadas de los hogares como son la externalización del trabajo y la contratación de personas que sustituyan la carencia de servicios públicos de cuidados y de atención a personas dependientes. Desde este punto de vista, para García Sainz (2011: 27), el modelo de bienestar mediterráneo se mantiene basándose en “(...) inestables equilibrios entre trabajos prestados dentro y fuera del mercado, remunerados y no remunerados, con desigual distribución entre hombres y mujeres”. De la misma forma, a nivel familiar, el modelo se apoya en un sistema de reparto del trabajo en el hogar en donde predomina la tradicional separación de roles entre “(...) sustentador-cabeza de familia y cuidadora-ama de casa”. Esto sigue representando el sustrato común para la articulación de políticas y actuaciones públicas que suponen la tradicional división de roles como una constante

en

todos

los

grupos

sociales,

desconociendo

algunas

transformaciones habidas en la sociedad, como son la tendencia creciente a que las mujeres se inserten en el mercado laboral, así como los cambios habidos en la composición de los hogares. Por otra parte, la respuesta de los hogares a los déficits de cuidados está mediada por su capacidad de renta. De ahí que la contratación de bienes y La entrada de estas actividades en el mercado de trabajo ha sido estudiada por autoras como Zelizer (2008); Hochschild y Machung (2012); Castelló (2009, 2011); García, C. (2011); Hochschild y Mosconi, 2008; o Carrasco (2013). 8

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servicios por parte de aquéllos sea también desigual y no tenga otro límite que los recursos disponibles. De manera que si el mercado o el Estado ofrecen alternativas, los hogares las hacen suyas; pero si no las hay, las producen por sí mismos (Durán, 2012). En síntesis, estamos ante una realidad social que deja al descubierto un Estado de bienestar insuficiente para la transformación de las relaciones de género en los hogares y en el mercado laboral. Y ante un modelo de bienestar que se mantiene basándose en una distribución desigual del trabajo a la luz de una diferenciación entre hombres y mujeres (García Sainz, 2011). Esto es así porque la cobertura de necesidades domésticas y de cuidados se da preferentemente como una solución privada dentro de los hogares y es llevada a cabo prioritariamente por mujeres del mismo hogar o por otras externas contratadas o remuneradas informalmente. Ésta es una situación similar en muchos países del mundo, lo cual nos permite concluir que estamos ante unos trabajos que son realizados por millones de mujeres y niñas (OIT, 2011). Castelló (2011: 49) y Fraisse (2000), por su parte, ponen el acento en las implicaciones

que

comporta

la

salarización

de

estas

actividades,

singularmente las transformaciones de las fronteras entre el ámbito privado y el ámbito público, así como las consideraciones de género presentes. En relación con este último punto podría pensarse que estaríamos ante un proceso que viene acompañado de la cualificación de sus nuevas trabajadoras, pero esto no es así. Estas actividades conforman un sector de ocupación caracterizado por relaciones laborales inconsistentes y condiciones de trabajo precarias y con características propias del servilismo (Castelló, 2009, 2011) que hacen uso de las relaciones de género tradicionales. Con un sentido algo diferente, aunque insistiendo en la manera como el género contribuye con las lógicas de mercantilización de las actividades relacionadas con el trabajo doméstico y de cuidados y la conformación de 39

segmentos de mercados de trabajo, Mestre (2002), Gil (1998) y Solé (2008) advierten cómo la crisis de los cuidados acentúa un problema tradicional como es la falta de corresponsabilidad en lo doméstico. Aunque la mercantilización supone de algún modo una vía de emancipación para la mujer, introduce un nuevo elemento al problema, la contratación de una mujer de fuera que asume las mismas funciones que desempeñaba el ama de casa tradicional. Esto se traduce en la renuncia a una solución colectiva del problema, y también a un cambio de mentalidad, ambos necesarios para que la organización social del cuidado se arbitre de acuerdo a una política de bienestar universalizada (Carrasco et al., 2011). Cuando la solución sale de lo doméstico, es el Estado de bienestar el que debería ofrecer respuestas a los hogares para que solventen las necesidades de cuidados y trabajo doméstico; cuando no es así, se crean las condiciones para que el mercado de trabajo dinamice la mano de obra necesaria.

2.2. Las mujeres en el trabajo doméstico y de cuidados como empleo La externalización de trabajos domésticos y de cuidados, lejos de acabar

con

los

problemas existentes, trajo

consigo otros

nuevos.

Específicamente, los trabajos desempeñados hasta entonces por las mujeres de los propios hogares pasaron a ser realizados por otras, extranjeras en la mayoría de los casos, lo que aseguró una pervivencia, la agudización incluso, de esquemas de desigualdad preexistentes. Así, el cuidado se revela como una función que sigue recayendo sobre los hogares, con la única diferencia de que el ama de casa tradicional es reemplazada por otra mujer en igual (o en peor) situación de desigualdad y vulnerabilidad (Valencia, 2011). Como se advirtió en otro momento, estamos ante un nicho laboral emergente que se nutre de mujeres revestidas de ciertas características. Es un sector de actividad que tiende a reproducir esquemas patriarcales tradicionales y donde la abnegación, el sacrificio y la

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capacidad de resistencia, indispensables para soportar el peso del trabajo no remunerado dentro de los hogares, se convierten en cualidades imprescindibles e inherentes al perfil que se demanda. Desde esta perspectiva, la situación de los hogares, vista desde el punto de vista de la igualdad, presenta problemas nada desdeñables. La externalización de los cuidados refuerza los desequilibrios existentes entre los trabajos realizados por las mujeres como remunerados y como no remunerados y promueve un modelo familiar en el que éstas hacen las veces de “amas de casa” en contraposición a los varones, a los que se asigna el rol de sustentadores, lo que aparece como un obstáculo para la participación laboral de las mujeres (García Sainz., 2011; Durán, 2012) 9. Para autoras como Gregorio (2012), la entrada en la escena de las mujeres inmigrantes ha significado la oportunidad para actualizar viejos debates que, a la par que ponían el acento en denunciar la existencia de un régimen económico y político que invisibiliza e infravalora el trabajo reproductivo, apuntaban la conformación de un nuevo mercado laboral, singularmente feminizado, segregado y segmentado.

Segmentación del mercado laboral y género La segmentación

es una teoría económica (Doeringer y Piore 1983;

Gordon, Edwards y Reich, 1986) que considera que el mercado de trabajo se encuentra dividido en distintos segmentos. Junto a un sector primario integrado, de un lado, por trabajadores cualificados que percibirían altos salarios y que contarían con posibilidades de estabilidad y de promoción en el empleo, hay otro, formado por personas trabajadoras que seguirían los Investigaciones como las llevadas a cabo por el Colectivo IOÉ (1996, 2001), Parella (2003, 2007), García Sainz, Santos Pérez y Valencia (2014), Cachón (2009, 2013), Candela y Piñón (2013), entre otras, desarrollan in extenso los problemas relativos a la participación de las mujeres inmigrantes en el mercado de trabajo español. 9

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tradicionales esquemas de organización fordista, con empleos precarios, mal remunerados, de baja cualificación, que compondrían el sector secundario o periférico. Muy pronto, las teorías de la segmentación fueron denunciadas como insuficientes para explicar los cambios acontecidos en relación con la situación de segregación laboral de las mujeres. Así, algunas autoras como Gauchat, Kelly y Wallance (2012) han apuntado a la segregación de los empleos por sexos como el principal determinante de las diferencias de ingresos entre hombres y mujeres. Singularmente, Hartmann (1994), para explicar el estatus de las mujeres en el mercado de trabajo, insiste en un largo proceso histórico de interacción entre patriarcado y capitalismo, en el que este último se impuso sobre el primero y en el que la estratificación social basada en las desigualdades entre hombres y mujeres constituye una constante. Scott, A. (1985, 2002) también observó que el mercado laboral no era una entidad sexualmente neutra y que la segregación por sexos guarda relación con una estructura de desigualdades provista y nutrida desde la familia, el sistema educativo y el Estado. Por su parte, para Beechey (1994), la ideología de la domesticidad ofreció una coartada para justificar las formas de segregación de las mujeres en el mercado laboral. Otros aspectos que también fueron puestos de manifiesto desde consideraciones de género están relacionados con el concepto de cualificación (Beechey, 1994: 432). En este sentido, éste, lejos de presentarse como una construcción neutra, refiere a un conjunto de estrategias puestas al servicio del capitalismo para una eficaz organización y control de los procesos productivos. Desde ahí, las mujeres, bien sea con los trabajos hechos en casa, bien sea con los realizados fuera, han contribuido a mantener la posición de los hombres. A su vez, Borderías y Carrasco (1994: 86) observaron también que el empleo femenino no podía analizarse solamente desde la perspectiva del mercado de trabajo, sino que era indispensable también el estudio de distintos aspectos relacionados con

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la reproducción, como la provisión social de los cuidados, la maternidad, la familia o las condiciones de vida. En suma, con distintas modulaciones, la tesis central es que la teoría de la segmentación laboral debe apoyarse en los análisis de la desigualdad de género al ser éstos los que, en último término, ayudan a explicar y comprender las condiciones de conformación de dichos segmentos (Torns, 1995; Benería, 2005). Para concluir, en el caso específico de la población migrante trabajadora, retomamos la tesis antedicha para aseverar que, en el caso de las mujeres, éstas se encuentran inmersas en un proceso de “segmentación dentro de la segmentación” (Cachón, 2009)10, pero también de “triple discriminación” como mujer, trabajadora e inmigrante (Solé, Parella y Tarres, 1995; Solé 2008; Parella 2003).

La desigualdad de las mujeres y el trabajo mercantilizado Si detrás de la segmentación del mercado de trabajo están presentes diversas realidades de subordinación, vulnerabilidad y escaso o nulo poder de negociación de las mujeres, necesitamos proveernos de algunas construcciones teóricas que permitan refinar nuestro análisis en este sentido. Con este propósito nos apoyamos en la teoría de las capacidades de Sen (2000, 2005) a partir de su revisión por un elenco de autoras feministas Específicamente, este autor (Cachón, 2009: 38) establece unos subsegmentos a los que quedarían adscritos los y las inmigrantes, en virtud del cumplimiento o no de ciertos requisitos. Así, mientras que los asentados son aquellos que han conseguido una inserción estable en el mercado de trabajo, similar a la de los nacionales, y que además poseen algún nivel de arraigo en la sociedad española, los y las inmigrantes precarias son aquellas que viven en España en una situación regular, pero que ni han logrado una inserción estable en el mercado de trabajo ni han alcanzado arraigo. Finalmente, se encuentran los indocumentados, aquellos que se encuentran en España en situación administrativa irregular. 10

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entre las que destacan Nussbaum (2002, 2005, 2007, 2012), Agarwal, Humphries y Robeyns (2005) y, entre nosotros, Benería (2005). La teoría de las capacidades, también denominada teoría del desarrollo humano, sostiene como premisa básica que la igualdad y los derechos humanos se relacionan con el ejercicio de las capacidades humanas. A partir de una distinción entre recursos y capacidades, se sostiene que es responsabilidad de los Estados propiciar entornos o contextos en los que las personas puedan hacer realidad y de manera plena aquellas formas de vida que quieren para sí, de acuerdo con sus necesidades e intereses. En este sentido, tanto o más importante que los recursos, que son los bienes y servicios que se encuentran a disposición de una persona y que se producen en el mercado o fuera de él, son el conjunto de oportunidades reales que una persona tiene para elegir y actuar,

o

si

se

prefiere

“(…)

las

combinaciones

alternativas

de

funcionamientos que le resulta factible alcanzar”. Desde ese punto de vista, frente a los recursos (o libertades instrumentales), las capacidades vendrían a ser una especie de libertad sustantiva que no se refiere a las habilidades de las personas, sino a las libertades o a las oportunidades creadas por la combinación entre las facultades personales y el entorno político, social y económico (Nussbaum, 2012: 40). El enfoque es más complejo y, desde el punto de vista terminológico, en ocasiones se vuelve demasiado intrincado11. En todo caso, lo realmente decisivo para nuestros propósitos es que la idea de desarrollo está vinculada a la de libertad o capacidad, de manera que el objetivo del desarrollo humano es en última instancia la libertad. Así las cosas, hay que pensar que resulta importante centrarse en la protección de ciertas libertades, específicamente de aquellas que, si se suprimiesen, privarían de dignidad la vida de cualquier persona. Con este fin, Nussbaum (2005) diferencia al menos entre capacidades combinadas, capacidades básicas y equipamiento innato. 11

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la autora propone una lista12 de capacidades centrales, diez en concreto13, que, si bien no se corresponderían con los contenidos de una teoría completa de la justicia, confía en que contribuyan a sentar las bases de una concepción de la misma que ayuden a determinar un mínimo social.

La elaboración de una lista es una especificidad en el enfoque de las capacidades desarrollado por Nussbaum. Este extremo dio lugar a una discusión en la que participa también Robeyns (2005). 13 La lista que elabora contiene los siguientes puntos: 1. Vida. Poder vivir hasta el término de una vida humana de una duración normal; no morir de forma prematura o antes de que la propia vida se vea tan reducida que no merezca la pena vivirla. 2. Salud física. Poder mantener una buena salud, incluida la salud reproductiva; recibir una alimentación adecuada; disponer de un lugar apropiado para vivir. 3. Integridad física. Poder desplazarse libremente de un lugar a otro; estar protegidos de los ataques violentos, incluidas las agresiones sexuales y la violencia doméstica; disponer de oportunidades para la satisfacción sexual y para la elección en cuestiones reproductivas. 4. Sentidos, imaginación y pensamiento. Poder utilizar los sentidos, la imaginación, el pensamiento y el razonamiento, y hacerlo de un modo “verdaderamente humano”, un modo formado y cultivado por una educación adecuada que incluya la alfabetización y la formación matemática y científica básica. Poder usar la imaginación y el pensamiento para la experimentación y la producción de obras y actos religiosos, literarios, musicales o de índole parecida, según la propia elección. Poder usar la propia mente en condiciones protegidas por las garantías de la libertad de expresión política y artística, y por la libertad de práctica religiosa. Poder disfrutar de experiencias placenteras y evitar dolor no beneficioso. 5. Emociones. Poder sentir apego por cosas y personas externas a nosotras y nosotros mismos; poder amar a quienes nos aman y se preocupan por nosotros, y sentir duelo por su ausencia; en general, poder amar, apenarse, sentir añoranza, gratitud e indignación justificada. Que no se malogre nuestro desarrollo emocional por culpa del miedo y la ansiedad. (Defender esta capacidad significa defender, a su vez, ciertas formas de asociación humana que pueden demostrarse cruciales en el desarrollo de aquella). 6. Razón práctica. Poder formarse una concepción del bien y reflexionar críticamente acerca de la planificación de la propia vida. 7. Afiliación. a) Poder vivir con y para los demás, reconocer y mostrar interés por otros seres humanos, participar en formas diversas de interacción social; ser capaces de imaginar la situación de otro u otra. b) disponer de las bases sociales necesarias para que no sintamos humillación y sí respeto por nosotros mismos; que se nos trate como seres dignos de igual valía que los demás. Esto supone introducir disposiciones que combatan la discriminación por razón de raza, sexo, orientación sexual, etnia, casta, religión u origen nacional. 8. Otras especies. Poder vivir una relación próxima y respetuosa con los animales, las plantas y el mundo natural. 9. Juego. Poder reír, jugar y disfrutar de actividades recreativas. 10. Control sobre el propio entorno. a) Político. Poder participar de forma efectiva en las decisiones políticas que gobiernan nuestra vida; tener derecho a la participación política y a la protección de la libertad de expresión y de asociación. b) Material. Poder poseer propiedades y ostentar derechos de propiedad en igualdad de condiciones con las demás personas; tener derecho a buscar trabajo en un plano de igualdad con los demás; estar protegidos legalmente frente a registros y detenciones que no cuenten con la debida autorización judicial. En el entorno laboral, ser capaces de trabajar como seres humanos, ejerciendo la razón práctica y manteniendo relaciones valiosas y positivas de reconocimiento mutuo con otros trabajadores y trabajadoras (Nussbaum, 2012: 53-55). 12

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Las desigualdades arraigadas se reproducen La teoría de las capacidades es un enfoque que se pregunta no sólo por la satisfacción de las mujeres con lo que hacen, sino que también se interroga a propósito de lo que hacen y están en condiciones de hacer, sus oportunidades, sus libertades, los recursos de que disponen, cómo estos recursos entran o no en acción posibilitando que funcionen de un modo plenamente humano, etc. En este sentido, Nussbaum (2002, 2005, 2007, 2012) sostiene que la desigualdad entre sexos no permite el desarrollo de las capacidades necesarias para llevar una vida plenamente humana. De modo particular, esto afecta a las mujeres, quienes, lejos de ser tratadas como agentes, lo que significa la oportunidad de ser oídas y de participar en las evaluaciones y decisiones colectivas (Peter, 2012), son reducidas a la condición de reproductoras, encargadas de los cuidados, objetos de sexualidad, agentes de la prosperidad de las familias, etc. Autoras como Iversen (2005) y Hill (2005) ponen el acento en la necesidad de prestar atención a la existencia de formas de poder dentro de la esfera de lo doméstico. En este sentido, esta última autora afirma que lo doméstico crea relaciones de desigualdad y de desequilibrio de poder entre los miembros del hogar. En ese esquema de desigualdades, las mujeres de muchas sociedades tradicionales pueden carecer de una noción de bienestar personal y sus identidades estar vinculadas a los intereses de las familias. Por su parte, Hill (2005) plantea la poca atención que se presta a las instituciones y al papel que cumplen para sostener las desigualdades de género. Esta autora insiste especialmente en los procesos democráticos, los cuales permiten el reconocimiento de los intereses de las que están subordinadas, oprimidas y que carecen de voz propia.

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La desigualdad, presente en todo el proceso de migración feminizada La movilidad humana conecta a países y a personas a través de interacciones complejas, lo que afecta la vida de quienes participan en dichos procesos. Aunque la creciente migración internacional no es un aspecto nuevo de la globalización, sí lo son las características que ha adquirido en las últimas décadas, siendo la feminización una de las más importantes. El incremento de la migración de las mujeres procedentes de países pobres a países desarrollados se enmarca en un contexto de nuevos cambios estructurales a escala global, en los que el trabajo de éstas ha servido para dinamizar sectores de la economía como el servicio doméstico y la agricultura, basados, entre otros requisitos, en la utilización de mano de obra barata (Sassen, 2000; Sassen, Vega, Gil y Pastrana, 2005). Aunque las estadísticas desagregadas por sexo se han extendido ampliamente a partir de la década de los noventa (Vicente, 2006: 207), los estudios sobre migración y género fueron pioneros a la hora de dar visibilidad al papel desempeñado por las mujeres en los procesos migratorios. La mitad de los movimientos migratorios, a nivel mundial, son llevados a cabo por mujeres. Sin embargo, esta igualdad en términos estadísticos no significa que las condiciones de migración de las mujeres sean las mismas que las de los hombres (Grieco y Boyd, 2006). Éstas, además de que se enfrentan a circunstancias diferentes, resuelven y abordan los problemas con que se topan también de forma diversa. Singularmente, las consideraciones de género están presentes tanto en el proceso como en el balance que se realiza de los mismos. En origen, las desigualdades e injusticias de género están presentes de modo general en todas las esferas sociales. No sólo en la economía, en el derecho o en las políticas cotidianas, que se revelan incapaces de proteger a los ciudadanos y ciudadanas más débiles y de asegurarles un medio de vida

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(Boyd, 2006), sino también a través de prácticas culturales, particularmente las que se dan en la familia y/o los hogares, donde los roles, comportamientos y creencias sobre las mujeres recrean y validan esquemas jerárquicos. En suma, la posición de las mujeres viene dada por normas sociales de género, por un guion de género, que limita la igualdad real en la vida cotidiana, en política y en lo jurídico, además de restringirles o prohibirles el acceso a los derechos de salud reproductiva, confinándolas al ámbito privado del hogar (Grieco y Boyd, 1998; Boyd, 2006). Desde este punto de vista puede afirmarse que allí donde las desigualdades de género están presentes, existen fuertes motivos para emigrar. Esto nos hace pensar en la producción de nuevas tensiones dentro de los hogares. De ahí que el proceso migratorio no signifique lo mismo para aquellas que migran solas, que son vistas como capital humano útil para el sostenimiento de la economía familiar y del resto de sus miembros, que para aquellas que lo hacen para reunirse con los varones de la familia (Boyd, 2006). La feminización de las migraciones está asociada también a la feminización de la pobreza. Como afirmó Sassen (2000), las inseguridades crecientes han conducido a una feminización de la supervivencia que no es sino la entrada de las mujeres al mundo del trabajo para su propia subsistencia. En esta medida la feminización de las migraciones, de la pobreza y de la supervivencia son fenómenos que se dan en el mismo sentido, dado que la desigualdad de género en las sociedades de origen se convierte en un factor determinante para estimular o retardar la migración de mujeres y las condiciones en las que se produce. De esta manera, los estudios que sobre pobreza se han realizado con una perspectiva de género han detectado que las mujeres inmigrantes pertenecen al gran grupo de mujeres pobres y que las causas para migrar, además de las económicas, están en estrecha relación con circunstancias sociales, familiares y culturales (Juliano, 2002: 143). Específicamente, las 48

mujeres representan entre el 43% y el 52% de la migración internacional y suponen el 50% de la migración hacia América del Norte, Europa y Asia (Boyd, 2006: 5-6; CEPAL, 2003: 9, 2006). Por otra parte, para su permanencia e integración social, que en gran medida depende del hecho de tener un trabajo, la intervención de las instituciones y organismos intermedios, tanto formales como informales, resulta decisiva. En este punto, la igualdad de género tampoco está lograda, lo que conduce a las mujeres a entrar en redes que las vinculan a mercados de trabajo feminizados y/o a actividades que se encuentran en los intersticios del trabajo mercantilizado y el trabajo no mercantilizado, donde también los estereotipos de género y las desigualdades sociales se hallan presentes. La intermediación de distintos actores las pone, en suma, en situación de riesgo de precariedad y exclusión social y, en muchas ocasiones, las conduce a situaciones de explotación, esclavitud sexual y/o de participación en actividades ilícitas.

La desigualdad de género en tensión con la clase y la etnia, presentes en el proceso migratorio Todas las culturas han justificado de diferentes maneras una suerte de inferioridad de las mujeres con respecto a los hombres (Facio y Fries, 1999: 22). Muchas autoras se han ocupado de estudiar lo que significa esta mirada estereotipada llegando a la conclusión de que todas ellas presentan algunos rasgos comunes insertos en unas ideologías y unos usos del lenguaje, en cuya virtud a las mujeres les son asignados unos roles, labores, productos y entornos sociales de menos prestigio y poder que los atribuidos a los hombres. También es común el recurso a símbolos y mitos para apuntalar esta situación de subordinación y devaluación. Esta visión estereotipada se desarrolla con el apoyo de estructuras que excluyen a las mujeres de la participación y del contacto con los espacios de poder económico, político y cultural, al tiempo que erigen al hombre en parámetro o paradigma de lo

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humano. Este acumulado de ideologías es lo que algunas autoras han denominado la universalidad de la subordinación femenina (Ortner y Harriet, 1979; Moore, 1991), que involucra los ámbitos de la sexualidad, la afectividad, la economía y la política. Aspectos suficientemente tratados por distintas autoras y autores que nos alertan de que estamos ante un problema realmente arraigado, difícil de transformar y con múltiples aristas. El mundo del trabajo no escapa a este fenómeno de la subordinación de las mujeres. La teoría feminista ha abordado en este sentido aspectos tales como la significación del cuerpo como mercancía para el ejercicio de algunas profesiones, la mercantilización de algunas ocupaciones que siguen formando parte del trabajo familiar, o la irrupción y expansión de nuevos servicios y actividades feminizadas gracias al bajo coste de la fuerza de trabajo femenina (Bianchi, 1994: 500). El género se encuentra presente en todas las estructuras de los mercados de trabajo, en las relaciones formales o informales que se generan, y sobre todo en la asignación de valor al trabajo realizado. Desde ese punto de vista, la participación en el mercado de trabajo de las mujeres que migran, además de por su condición de mujeres, está marcada por otros atributos o rasgos como la etnicidad y la clase. Desde hace varias décadas, el estudio de los procesos migratorios que han tenido lugar en algunos países específicos ha tenido presente estos elementos en sus análisis. Tal es el caso, por ejemplo, de la migración de Chipre a Gran Bretaña, analizada por Floya Anthias (1992, 1998), que muestra, además de la situación económica y social de la que provienen, la posición de este grupo de población, prestando especial atención a la clase, la etnia, el racismo y el género. Éste es un tema que también ha sido tratado en investigaciones de otros entornos geográficos como es el caso de las migraciones a EE UU (Pessar, 1999), a países andinos (Núñez, Acevedo, Castro et al., 1999), o de las filipinas que se dirigen a Estados Unidos e Italia (Salazar, 2006), entre otros.

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En España también se han estudiado los factores que intervienen en los procesos de discriminación. Santos Pérez (2011), por ejemplo, advierte cómo la legislación en materia de extranjería, en combinación con la normativa laboral, lejos de remover los obstáculos que como el género y la etnia dificultan su inserción social y económica, los hacen intervenir como factores determinantes en la configuración de su estatus normativo, con el resultado de que quedan expuestas a toda suerte de abusos y discriminación. De la misma manera, la relación entre género, etnia y clase, como factores presentes en los procesos discriminatorios, ha sido extensamente analizada por autoras como Parella (2000, 2003, 2005), Gil (1998), Solé (1994, 2002), Solé et al. (1995), Maquieira y Vara (1996), o Juliano (1997), entre otras. Visto así, la predilección por la contratación de mujeres extranjeras para dar solución a los problemas que tienen los hogares perpetúa estereotipos que se reproducen antes, durante y después de la relación laboral otorgando, por lo demás, vigencia a algunos de los planteamientos ya anunciados por Scott, A. (1985) cuando advirtió que las formas idealizadas de familia enaltecían la dependencia de las mujeres y servían de fundamento a políticas sociales fundadas en la ideología doméstica y la división del trabajo según sexo. Concluyendo, podemos afirmar entonces que preguntas tales como el modo en que se articula el género con otras divisiones étnicas y de clase o sobre la presencia de estos elementos en la dinámica de la feminización

de

las

migraciones

siguen

teniendo

actualidad

y

demandando una respuesta compleja.

La precariedad y exclusión social como expresiones de desigualdad En el ámbito académico de los estudios sobre el trabajo, la precariedad ha sido ampliamente analizada. En realidad, es un tema que ha estado presente en casi toda la historiografía de las ciencias sociales y forma parte

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de la historia misma del capitalismo (Castillo y Prieto, 1990: 36). Hoy es un concepto que estudia desde diversas disciplinas situaciones como la inestabilidad en el empleo, los niveles salariales bajos, la presencia de derechos

laborales

disminuidos,

los

escasos

beneficios

sociales,

la

incapacidad para llevar a cabo procesos organizativos para la defensa de los derechos, la vulnerabilidad e indefensión de las personas que trabajan, etc. De la misma manera, organismos como la OIT (2012), a través de lo que ha denominado trabajo decente, se ha preocupado por abordar los principales problemas presentes en el mundo del trabajo, entre los que destacan la participación en condiciones desfavorables por la ausencia de prestaciones sociales, de tal forma que todo el riesgo recae sobre la trabajadora y no es retribuido (IOÉ, 2001a), y los obstáculos que anulan o merman el bienestar de las mujeres como trabajadoras y como ciudadanas (Cherubini, 2010; Gregorio, 2010; Santos Pérez, 2011). Dentro de estos análisis ha habido un especial interés por mostrar la relación entre el trabajo precario y la forma como sus condiciones de desempeño trascienden a la sociedad en general, sobre la base de que la precariedad del mundo del trabajo contribuye a la precarización de la sociedad en general (Valencia, 2008). Carrasquer (2007a) advierte de que este concepto debe ser analizarlo en dos niveles; de una parte, en el nivel del trabajo y/o el empleo y, de otra, en el nivel de las posibles consecuencias en términos sociales. Para Carrasquer y Torns (2007), lo que hoy llamamos precariedad es una muestra más de la erosión de la norma social de empleo (Prieto, 2000, 2007b)14. A mayor abundamiento, aunque las mujeres no son las únicas afectadas, han protagonizado siempre eventos de precariedad, de ahí que se haga indispensable estudiar ésta como expresión de las relaciones de género.

La precariedad en relación con la norma social de empleo significa para Prieto (2000) quedar al margen de dicha norma, lo que significa no acceder a los beneficios laborales y sociales que se derivan de pertenecer a ella. 14

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En cuanto a las mujeres que migran, es importante mantener la ruta que venimos exponiendo, dado que su participación en determinados mercados está asociada también a procesos de inestabilidad laboral y personal, falta de Seguridad Social, vulnerabilidad, riesgo personal, etc. (IOÉ, 2001a). En

este

sentido,

numerosas investigaciones sobre

las

mujeres

inmigrantes han tratado aspectos que, de una u otra forman, tienen que ver con la precariedad y la exclusión social, derivados de su participación en mercados

de

trabajo

compuestos

mayoritariamente

por

mujeres

y

relacionados con los servicios a la vida diaria, los servicios de proximidad, o el sector del servicio doméstico (García Sainz, 2011; Solé, 1977, 1981, 1994, 2002; Parella, 2003; Recio y Parella, 2007; IOÉ, 1991, 1990; Oso, 1998, 2010). Estas autoras, además, se han preocupado por examinar el papel que cumplen las inmigrantes en la solución de los cuidados y de las actividades reproductivas, y/o domésticas y familiares. Las cadenas globales de cuidados y de afectos han estudiado también la precariedad laboral femenina (Hochschild, 2001; Molano, R. y García D., 2012; Pérez Orozco y López, 2011; Medina, 2009). Como la gran mayoría de mujeres que migran lo hacen con hijos en origen y/o en destino, bien en solitario o con muy bajo compromiso de parte de los padres, esto las hace más vulnerables en su proceso de incorporación al mercado laboral, dada la dificultad de conciliar y por las presiones económicas que reciben de sus hogares para sostener el esquema de remesas. Éste es un aspecto ampliamente trabajado por Santos Pérez, Celis y Valencia (2011), Rivas y González (2009), Juliano (2006a, 2006b, 2010), Pedone (2006, 2010), IOÉ (2001b), o Parella (2007). La prostitución también estaría entre los trabajos asociados a la precariedad (Oso, 2002; Oso y Ulloa, 2001; Juliano, 2002). Y, como ya hemos advertido, el análisis de factores añadidos a su condición de extranjeras, en relación con los derechos que pueden ejercer, también ha sido llevado a cabo, entre otros, por el Colectivo IOÉ (2001a, 2010) y Bedoya (2012).

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Sin despreciar los estudios teóricos y empíricos que permiten valorar la participación y el papel que han cumplido la mujeres extranjeras en el mercado laboral español, reivindicamos con Gregorio (2012: 578) la necesidad de volver a los planteamientos de fondo, lo que se traduce en el hecho de que: (…) es urgente politizar los cuidados sacándolos del espacio “privado” del hogar y de su contenido naturalizado en su asociación con lo femenino, para situarlos en el centro de procesos políticos e históricos que construyen cuerpos generizados, sexualizados, racializados, etnizados y desterritorializados en su relación con el cuidado (…), tratando de evitar, con ello, la definición de las mujeres como seres afectivos y asistenciales desde la asunción de su presunta relación con la procreación y la crianza.

Dicho de otro modo, las motivaciones que tienen las inmigrantes para salir del país, las diferentes situaciones por las que pasan hasta llegar a su integración en destino, las condiciones con las que se encuentran para acceder al mercado laboral y la manera como se desenvuelven en dichos mercados son situaciones marcadas por la precariedad y donde el género sigue estando presente resultando una parte fundamental de su historia de vida (Valencia, 2008). Abordar la precariedad como expresión de las relaciones de género permite ver la complejidad del fenómeno migratorio en su conjunto (Carrasquer, 2007b). Es decir, éste debe ser tratado como un problema integral que, como tal, no se reduce a un problema individual de búsqueda de recursos para sostener la vida.

La movilidad ocupacional de las trabajadoras como indicador de desigualdad

El estudio de la movilidad ocupacional como parte de la movilidad social15 resulta un referente interesante para analizar las desigualdades

Javier Echeverría (2008) adopta un enfoque liberal-funcionalista que concibe la sociedad como un campo continuo y homogéneo, “formado por individuos que 15

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sociales, a la vez que permite conocer las circunstancias y oportunidades concretas que afrontan las personas dentro del contexto del empleo, posibilitando además el análisis de la desigualdad estructural. Es decir, la movilidad social, entendida como proceso que tiene lugar dentro de un contexto estructural dado, definido a su vez en el marco del mercado de trabajo, conlleva implicaciones para el estudio de la desigualdad de género, que se convierte en un factor determinante en el caso de las mujeres (Salido, 2001). En España contamos con algunas investigaciones empíricas que se han interesado por la movilidad social de los inmigrantes16. Así, el Colectivo IOÉ (2001a: 102), en el libro titulado Mujer, inmigración y trabajo, detectaba ya que el 17% de aquellas mujeres que comenzaron su actividad trabajando en el Régimen Especial de Empleadas de Hogar registraba algún tipo de movilidad hacia otros sectores. Martín, López, Molina, Moreno y Esteban (2011), por su parte, han comparado los salarios que percibe la población autóctona con los que perciben la población inmigrante, concluyendo que con el tiempo convergen, aunque de forma segmentada y limitada, dependiendo del país de origen y del nivel de estudios. Específicamente, este estos autores analizaron la Muestra Continua de Vida Laboral, enfatizando que las mujeres en general tienen salarios 23 puntos inferiores a la media. En concreto, las autóctonas, 25 puntos por debajo de los hombres, y las inmigrantes, 17 respecto a sus homólogos. Del mismo modo, sostuvieron que hombres y mujeres inmigrantes perciben salarios inferiores que los de

desempeñan funciones” con algún prestigio y remuneración. La movilidad, para este enfoque, se da por la carencia de barreras o cierres sociales y el principal instrumento de medida es la escala de prestigio ocupacional. En un sentido algo diferente, concebida la sociedad como una esfera formada por clases sociales que se definen por la posición de sus miembros en las relaciones de producción, de mercado y de autoridad, la movilidad social se entiende como el paso de una clase social a otra (Echeverría, 2008: 290). Por su parte, Chiswick (1978) fue pionero en el estudio de la movilidad en la población inmigrante. Este autor afirmó que ocupaban las posiciones más bajas de la escala salarial al ingresar al mercado de trabajo y que cambiaban de posición progresivamente. 16 Además de los que referenciamos en este aparatado, Cachón (2009) y el Colectivo IOÉ (2001a, 2010) han desarrollado planteamientos que complementan los análisis de movilidad y de segmentación del mercado laboral de la fuerza de trabajo inmigrante. 55

los autóctonos en relación con los de su mismo género. De igual forma, las trayectorias son retardadas: mientras que los hombres inmigrantes tardan entre 10 y 20 años en alcanzar el salario medio, las mujeres inmigrantes tardan más de 20 años comparadas con las autóctonas. Una investigación del Departamento de Estadística y Econometría de la Universidad de Málaga (Caparrós y Navarro, 2010), partiendo de la Encuesta Nacional de Inmigrantes del 2007, muestra que, en la transición entre el país de origen y el de destino, la población inmigrante con un nivel educativo superior al primario incrementa la probabilidad de descender en relación con la categoría ocupacional que traía de su país de origen al realizar su primera inserción laboral en España. Con todo, también se dan trayectorias ocupacionales en forma de U-Shaped Pattern17, basadas en el nivel educativo, la experiencia laboral en origen, y la experiencia laboral adquirida en destino. En este sentido, los hombres tienen menos probabilidades que las mujeres de descender en la escala ocupacional. Por otro lado, el estado civil y el número de hijos también afectan las posibilidades de ascenso. La población inmigrante casadas asciende, pero el número de hijos afecta negativamente. Finalmente, la trayectoria que se observa entre el primer empleo en España y el que tenían en el momento de la encuesta revela que el nivel académico sigue siendo un factor que incrementa las probabilidades de ascender (Caparrós y Navarro, 2010). En esta misma línea de análisis, Lastra y Cachón (2013) estudian los determinantes de la movilidad ocupacional de los inmigrantes para el conjunto del mercado de trabajo. Este estudio ha permitido corroborar la presencia de oportunidades desiguales según sea la zona de origen, el período de llegada, el tiempo de estancia en destino y la situación documental. Pero lo que más llama la atención de los resultados de esta investigación es cómo el apoyo encontrado en las redes familiares y/o de Se refiere al estudio de la pauta de movilidad en forma de “U” que tiene su origen en los análisis de Chiswick, con posteriores aplicaciones y desarrollos en España, tal y como lleva a cabo Cachón (2013), entre otros. 17

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amigos influye, en ocasiones, negativamente en la movilidad ocupacional, por el conocimiento que adquieren de determinados sectores y por tanto las probabilidades de mantenerse en él. Cachón (2013), recientemente, se ha ocupado de este problema. Por una parte reconoce que las investigaciones empíricas realizadas en España sobre temas como las cualificaciones, la segregación ocupacional, la educación, las diferencia salariales, o la concentración en nichos laborales son un insumo importante para el análisis de la movilidad ocupacional y social de este sector de la población. Por otra, retoma los estudios que analizan la movilidad social con pautas de “U”, reconociendo las dificultades para evaluar el segundo momento (de la U), debido al corto tiempo transcurrido entre el período de inmigración masiva anterior a 2007 y el momento presente. Con todo, su aporte en este sentido radica en el estudio de la fluidez ocupacional que tiene lugar en las dos transiciones laborales y que localiza en los segmentos primario y secundario del mercado de trabajo y, en menor medida, dentro de ellos. De acuerdo con su estudio, las personas que inmigraron a España muestran “(...)movilidad ocupacional `estructural´ descendente en la primera transición y sólo ligeramente ascendente en la segunda” (Cachón, 2013: 13). En este esquema, las mujeres descienden más en la primera transición, mientras que el ligero ascenso en la segunda es casi anecdótico. Otras autoras, en estudios realizados con métodos cualitativos (Solé, Parella y Cavalcanti, 2007), hablan de trayectorias sociales para referirse a otros factores que afectan la movilidad social y ocupacional de las trabajadoras inmigrantes. Las inmigrantes, en este sentido, no se enfrentan a un mercado de trabajo segmentado, en los términos ya explicados, sino a un mercado estructurado a partir de la existencia de unas desigualdades basadas en el género que vienen dadas en origen y que en destino se mantienen y/o se transforman acompañadas de otros factores que, al lado del género, fuerzan nuevos procesos de precarización.

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De ahí que las capacidades y oportunidades deban ser parte del análisis de la baja movilidad ocupacional y social de las inmigrantes. Aunque en destino las condiciones de vida se transforman, las mujeres que migran siguen manteniendo un bajo desarrollo de las capacidades básicas. Aspectos tales como gozar de una buena salud sexual y reproductiva, de oportunidades de acceso a la educación, de respeto a su integridad física, necesarios para que cualquier vida humana florezca (Nussbam, 2012), lejos de desarrollarse, se topan con nuevas lógicas que obstaculizan o en su caso neutralizan los logros y conquistas adquiridas en términos de libertades. La participación de las mujeres inmigrantes en este mercado de trabajo se traduce en la búsqueda permanente de movilidad social. El resultado más sobresaliente es la movilidad horizontal hacia aquellos sectores menos estigmatizados y con mejores condiciones laborales. Esto genera en último término un dinamismo en torno a los sectores de actividad menos valorados y en donde su margen de acción resulta más pequeño que el de otros actores intervinientes, como las instituciones y los empleadores, quienes, de diversos modos, alientan o demandan mano de obra barata, flexible, femenina y extranjera (Valencia, 2011). Desde este punto de vista, la movilidad ocupacional y social de las mujeres que participan en las actividades relacionadas con los servicios a las personas reviste las características de trayectoria aplazada, porque los sectores donde se mueven prioritariamente les enfrentan a una paradoja. Si por una parte éstos constituyen el punto de partida que les permitirá dar el salto a otros sectores, por otra sucede que otros aspectos, como la ruptura con su trayectoria laboral pasada, la falta de oportunidades para cualificarse, las condiciones personales que las deja desprovistas de importantes fortalezas, el tiempo, la normativa en materia de extranjería, la crisis, etc., las hace menos competitivas para entrar en otros reteniéndolas en los sectores de referencia. En suma, su participación en actividades dentro de los hogares se convierte en un polo de atracción debido a su elevado grado de informalidad, que deja siempre un margen amplio de acción tanto para las

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trabajadoras, para que lleguen, cambien de ocupación, regresen a ella y/o la conserven como alternativa, como para los hogares que las emplean, y sus potenciales empleadores (Valencia, 2011).

El género y la incautación del tiempo de las mujeres trabajadoras La inclusión en el análisis de la dimensión del tiempo posibilita la (re)asignación de nuevos significados a los procesos de participación de las mujeres en el mercado de trabajo. Como hemos visto, este ha sido un tema muy estudiado en España en el que se han articulado reflexiones que han servido para analizar el tiempo como una dimensión que permite observar las interacciones existentes entre el trabajo productivo y el reproductivo, mejorando además la capacidad explicativa de lo que sucede en la vida cotidiana18. Algunos autores y autoras como Antonopoulos y Memis (2010) se han referido a la idea de privación de tiempo para mostrar las situaciones en las que las personas se encuentran sin capacidad de gestionar y organizar su propio tiempo (García Sainz, 2015; Legarreta, 2014). Esta situación se puede reconocer en las trabajadoras domésticas cuya jornadas laborales impiden la conciliación de la vida laboral y familiar y la autonomía sobre el tiempo propio. Siguiendo la estela abierta por esta línea de estudios, proponemos una nueva categoría, la de tiempo incautado, con el fin de dar cuenta de algunas dimensiones presentes en el modo como las consideraciones de género están presentes en la construcción social del trabajo y la manera

Durán (1997a,1997b, 1988a, 2000, 2002, 2007, 2010); Carrasco (2001, 2003, 2009); Carrasco et al.(2004), Carrasquer (2009), Carrasquer y Torns (2007), y Carrasquer y Artiles (2005), Carrasquer et al. (2004). entre otras. 18

59

como se ve afectada, truncada y obstaculizada la proyección que las mujeres hacen de sus propias vidas. En el contexto de la crisis de los cuidados, los hogares demandan soluciones que no suponen ni un replanteamiento ni una redistribución del uso del tiempo. No hay, por tanto, una negociación del papel desempeñado por hombres y mujeres sino que se busca reemplazar quién haga el trabajo de casa manteniendo los roles de género ya establecidos (Valencia, 2011). Diciéndolo de otro modo, el mercado demanda mujeres con escaso o nulo poder para negociar la repartición del tiempo para el trabajo y para el resto de las actividades de la vida diaria. En ese proceso sucede simultáneamente que las mujeres que buscan un trabajo asalariado ofrecen su propia trayectoria de vida, con características de tiempo incautado y retenido, inmersas a su vez en estructuras patriarcales que convierten en competencias laborales y que consideran que hacen parte de su cualificación. Es decir, se da una transferencia de lógicas, capacidades y actitudes propias de la experiencia del trabajo doméstico y de cuidados al mercado (Valencia, 2011). Finalmente,

las

instituciones,

parte

activa

en

ese

proceso

de

mercantilización que se lleva a cabo a través de acciones diversas como la puesta en marcha de políticas selectivas de empleo o la articulación de normas de extranjería y de leyes laborales, dirigen la fuerza de trabajo hacia determinados nichos laborales fuertemente segmentados y precarizados y, en lo que aquí interesa, que conservan las connotaciones del trabajo gratuito basado en las desigualdades de género (Santos Pérez, 2011).

Los datos visibles de las trabajadoras Nuestro objeto de interés viene conformado por elementos diversos no siempre visibles ni medibles en la medida en que faltan datos, éstos se hallan

60

incompletos, etc. En realidad, como han puesto de manifiesto algunos estudios, estamos ante un tema que es difícil de investigar precisamente porque la dimensión real del fenómeno se encuentra en el ámbito privado y en el desenvolvimiento de toda una trama de relaciones informales e irregulares que no se encuentran presentes en las estadísticas. Cuando en los años 90 empiezan a observarse transformaciones decisivas en la composición de este sector de actividad, se detecta que sólo un porcentaje de estos empleos aflora al ámbito público (Colectivo IOÉ, 1990, 1991; Bettio et al., 2006) y que la precariedad constituye otro de los rasgos principales (Pla Julián, 2008, 2012; Carrasquer, 2007b). A esta realidad oculta intentaremos acercarnos con fuentes propias a través del trabajo de campo. Por lo pronto, algunas fuentes dan información sobre los datos visibles: la Encuesta de Población Activa (EPA), las estadísticas del Ministerio de Empleo y Seguridad Social y la Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI) de 200719. A nuestro juicio, el grupo de trabajadoras que describimos en este epígrafe, en la medida en que resulta cuantificable y/o medible en relación con algunas de sus características, constituiría un subsegmento laboral que, provisionalmente, a falta de una reflexión más articulada, vamos a denominar visible. Así, en el período de tiempo que transcurre entre 1987 y 1997, en España el empleo en la rama de Hogares que Emplean Servicio Doméstico creció 0,69 puntos por año, mientras que en la década siguiente (1998-2008) lo hizo un 114% (1,12 punto por año) (CES, 2009: 22). El número de personas que trabajaba en este sector en el país es el más alto dentro de los países de la Unión Europea (por debajo se encuentran Francia e Italia); las mujeres representan por lo demás el 90% del total de ocupados y ocupadas. En el siguiente gráfico (1) puede observarse cómo el número de empleadas y empleados de hogar en España fue creciendo en el período estudiado, El fichero de la Encuesta Nacional de Inmigrantes (2007) fue bajado de la web del INE por la autora; por tanto, es de su exclusiva responsabilidad el tratamiento dado a los datos. Se utilizó el programa SPSS para traducir el archivo (*.txt) a la matriz de datos (*.sav). 19

61

convirtiéndose en un sector de actividad central en el tejido productivo español y equiparable al de otros grupos profesionales en cuanto al volumen de personas que trabajaban en él (pensemos, por ejemplo, en el cuerpo de enseñantes, o en el de técnicos de operaciones financieras, comerciales, etc.) (García Sainz, 2011). Gráfico 1. Empleadas y empleados de hogar en España 1995-2007 (miles)

900,5 800,5 700,5

761

770

2006

2007

683

600,5 591

500,5

543

400,5 300,5 332

339

327

0,5 1995

1996

1997

412

427

1999

2000

461

487

355

200,5 100,5 1998

2001

2002

2003

2004

2005

Fuente: elaboración propia a partir de datos tomados de OCDE: Labour Force Statistics 1988-2008.

La población ocupada en el sector de hogares que contaban con personal doméstico era significativamente superior al número de afiliados al Régimen Especial del Hogar de la Seguridad Social (gráfico 2), lo que denota una alta proporción de economía sumergida (Villota, 2011; CES, 2009: 29). En 2007, dos años después de la regularización masiva de extranjeros que tuvo lugar en el país, todavía la informalidad rondaba el 20% (CES 2009: 29).

62

Gráfico 2. Situación de afiliados y afiliadas en alta en el Régimen Especial de Empleado de hogar (Diciembre de cada año). 2001-2007 (miles)

400,5

364,7

350,5 300,1 300,5

269,1

250,5 188,2 200,5 157,9

179,3

Total

184,2

Hombres Mujeres

150,5 100,5 50,5 0,5 2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

Fuente: Fuente: Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Afiliación de Trabajadores al Sistema de la Seguridad Social. http://www.seg-social.es/Internet_1/Estadistica.

Los datos evidencian algunas características relacionadas con la participación de las mujeres inmigrantes en los empleos ofrecidos por los hogares españoles. Aunque existen varias fuentes que permiten analizar la composición de la población inmigrante en España, la Encuesta Nacional de Inmigrantes (2007) resulta de especial interés debido a que indaga más sobre los motivos económicos presentes en la migración. El 55% de personas inmigrantes encuestadas por la ENI (2007) fueron mujeres. De éstas, el 42%, aproximadamente, procedían de países de América Latina; de ellas, el 27,5% tuvieron su primer empleo en España en “actividades de los hogares”. Si tomamos el año 2005 de referencia, que es el momento en el que más creció la ocupación en esta rama de actividad, coincide con el de mayor afluencia de población extranjera femenina a España. En este sentido, en la literatura especializada, comenzó a hablarse de un nuevo fenómeno o modalidad en la prestación de cuidados conocido como (la modalidad) de “inmigrante en familia” (Bettio et al., 2006).

63

Dentro de este grupo de mujeres cuya primera ocupación en España estuvo dentro del “sector de actividad” denominado por la encuesta como “actividades de los hogares”, interesa destacar también que, en relación con su nivel de estudios, el 19,1% no había completado los estudios primarios, el 45,9% había cursado por lo menos algún año de educación secundaria, y sólo el 17,6% habían iniciado o terminado estudios superiores. Por lo que se refiere a su estado civil, el 47,4% estaban casadas y el 52,3%, eran solteras, separadas, viudas o divorciadas (ENI, 2007). Otros datos relacionados con la participación de este grupo de población en el mercado de trabajo español son los siguientes. El 83,4% no tenían una oferta de trabajo al entrar a España. El tiempo que tardaron en conseguir su primer empleo fue inferior a un mes en el 58,7% de los casos, y entre dos y tres meses en el 22,9% de los casos. El resto tardó mas de tres meses en conseguir su primer trabajo. La vía más usada para lograrlo fue acudiendo a amigos y parientes (el 73,4%) seguido de anuncios y ofertas (el 7,2%), y la intervención de las ONG (el 7,2%) (ENI, 2007). La duración del primer contrato fue por tiempo limitado en un 64,4% de los casos, y en el 67,8% el acuerdo fue verbal. El 71,1% ha estado por lo menos un mes (o más) buscando trabajo. Hasta el momento de la encuesta, habían estado en situación de desempleo una vez el 55,5%; dos veces el 21,3%; entre tres y cinco veces el 16,7%. Es decir, el 50,8% de los casos han tenido un período de inactividad de entre uno y tres meses; de entre cuatro y once el 35,1%; y de más tiempo el 9,9% (ENI, 2007). Como podemos ver, estamos ante un sector de población que asume el riesgo de adentrarse en un mercado de trabajo incierto pero en el que existe una demanda que se cubre de manera relativamente rápida.

64

3. Enfoques, estrategias y diseño metodológico

Cualquier trabajo de investigación de estas características comienza con ciertos planteamientos y supuestos teóricos y metodológicos que harían las veces de puntos fijos provisionales. En consecuencia, más que realizar una exposición cerrada o concluyente, hemos preferido optar por un modo de presentación que muestre también las dificultades encontradas, las fortalezas de las que partimos, así como los ajustes necesarios introducidos en su diseño y ejecución. Después de exponer algunos supuestos teóricos y contextos como parte integral al problema de investigación, expondremos los enfoques propuestos para dar articulación y respuesta, así como la estrategia metodológica seguida. De forma esquemática, estos serían los ítems fundamentales: Ilustración 1. Esquema del problema de investigación, enfoque y estrategia metodológica

Problema de investigación

Preguntas de investigación

Antecedentes y contextos Enfoques

Diseño metodológico

Técnicas cualitativas

Técnicas cuantitativas

Entrevistas, historias de vida

Encuesta (cuestionario semiestructurado)

Observación participante Grupos de discusión

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3.1. Descripción del campo temático en el que se investiga, preguntas de investigación y objetivos El trabajo doméstico y de cuidados como ocupación del sector servicios Esta investigación ha puesto el interés en las trabajadoras que se emplean en trabajos domésticos y de cuidados y que desarrollan actividades que, siendo realizadas dentro y fuera de los hogares, abarcan su espacio físico y simbólico, así como la gestión y el cuidado de las personas que los habitan.

Estas trabajadoras pueden ser contratadas de forma directa o

indirecta, y en cualquier condición laboral. Éste es un tema que teóricamente se inscribe dentro de los debates surgidos hace varias décadas y que continúan hoy vigentes, proponiendo nuevas dimensiones para la reflexión, tal y como lo hemos visto, con autoras como Durán (2012), Carrasquer, Torns, Tejero y Romero (1998), Torns (2001, 2008), Borderías y Carrasco (1994) y Carrasco et al. (2011), entre otros. El sector de referencia en el que actúan las mujeres objeto de esta investigación se inscribe en términos generales en lo que algunas especialistas han denominado, con diferentes modulaciones y designaciones, trabajo doméstico (Borderías y Carrasco, 1994), trabajo de cuidados (Carrasco et al. 2011), servicios de proximidad o servicios a la vida diaria (Parella, 2003), servicios a las personas (Torns, 2008), servicios de atención a las personas (Recio, 2013).

Las actividades aquí investigadas comparten

algunos rasgos comunes; singularmente, se trata de trabajos remunerados desarrollados dentro de los hogares por personas externas contratadas, o terciarizados a través de instituciones, encaminados a la satisfacción de necesidades materiales e inmateriales (Torns, 1995, 1997; Pérez Orozco, 2006a, 2006b), que teóricamente, con carácter general, están contenidos en los trabajos domésticos y de cuidados.

66

Con fines estrictamente metodológicos, designamos las actividades que constituyen nuestro objeto de estudio bajo el nombre de servicios a las personas. Se trata de una categoría que en adelante utilizaremos sin la pretensión de crear un concepto nuevo pero sí para designar aquellas actividades relacionadas con los trabajos domésticos y de cuidados que se resuelven por la vía de la mercantilización y que las mujeres trabajadoras aquí estudiadas lo han convertido en un sector de referencia en su trayectoria laboral.

Es así como, muchas de ellas, al cabo del

tiempo lo convierten en nicho laboral de referencia en exclusiva, o lo utilizan para completar ingresos o simultanear con empleos en otros sectores de ocupación. Algunas de las actividades en las que trabajan las mujeres seleccionadas han tenido un tratamiento normativo institucional. Pensemos, por ejemplo, en algunas leyes de ámbito nacional e internacional, a propósito de las trabajadoras domésticas (Santos Pérez, 2011: 77)20. También se trata de trabajos debidamente clasificados para fines estadísticos por parte del INE en la Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE-2009)21, sección T, denominada “Actividades de los hogares como empleadores de personal doméstico; actividades de los hogares como productores de bienes y servicios para uso propio”. Este instituto también desagrega dichas actividades en la Clasificación Nacional de Ocupaciones (CNO-11)22 en los siguientes apartados:

El Real Decreto 1425/1985, de 1 de agosto, por el que se regula la relación laboral de carácter especial del servicio del hogar familiar. Y con posterioridad el RD 1596/2011 de 4 de noviembre (BOE, 2 de diciembre), en relación con la extensión de la acción protectora por contingencias profesionales a los “trabajadores incluidos en el Régimen Especial de la Seguridad Social de los Empleados de Hogar” y el Convenio (189/2011) de la OIT sobre el “Trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores Domésticos”. 21 La CNAE-2009 es la Clasificación Nacional de Actividades Económicas que recoge la relación de actividades que tienen reflejo en las estadísticas laborales (INE, www.ine.es). 22 La Clasificación Nacional de Ocupaciones se encuadra en el marco conceptual de la clasificación CIUO-08, cuyos criterios de definición se corresponden con el tipo de trabajo realizado y las competencias o capacidades necesarias para desempeñar las tareas inherentes a un empleo determinado, basado en el nivel y la especialización de dichas competencias. El objetivo que persigue el INE con su utilización es el tratamiento 20

67

- Sección H, de “Trabajadores de los servicios de salud y el cuidado de personas”, que contiene: Clasificación número 57, bajo el nombre de “Otros trabajadores de los cuidados a las personas”, que incluye: “Trabajadores de los cuidados personales a domicilio (excepto cuidadores de niños)”, “Trabajadores de los cuidados personales a domicilio”, “Cuidadores de niños”, “Cuidadores de niños en domicilios”, “Otros trabajadores de servicios personales”, “Asistentes personales o personas de compañía”, “Trabajadores de servicios personales no clasificados bajo otros epígrafes”. - Sección O, de “Trabajadores no cualificados en servicios (excepto transportes)”, que contiene: Clasificación número 9, bajo el nombre de “Ocupaciones elementales”, que incluye: “Empleados domésticos” y “otro personal de limpieza”. Como vemos, la denominación servicios a las personas reúne un conjunto de trabajos que se encuentran debidamente clasificados para efectos estadísticos, pero, cuando adoptan formas mercantilizadas, quienes intervienen en su configuración, empleadores y trabajadoras (en alguna medida el sector público), se advierte múltiples tensiones entre lo formal y lo informal, lo visible e invisible, lo regular e irregular, “lo económico y lo no económico, lo material y lo inmaterial, el trabajo y la vida, el egoísmo y el altruismo, lo público y lo privado, la autonomía y la dependencia” (Pérez Orozco, 2006a: 16), que afectan la relación laboral y la vida de las mujeres. Del mismo modo, estaríamos ante trabajos que se desarrollan en entornos

donde

las

relaciones

de

género

han

sido

cuestionadas

deficientemente, lo que influye decisivamente en su configuración a la hora uniforme de los datos estadísticos sobre ocupaciones a nivel nacional y su compatibilidad internacional y comunitaria (INE, www.ine.es). 68

de desempeñarlos (de ahí que se atribuya a las trabajadoras algunas cualificaciones como connaturales para efectuar ciertas funciones) y de asignarles un valor económico (sobre la base de la carga ideológica que contienen estas actividades como trabajo subvalorado, generalmente realizado en el ámbito privado de los hogares, en muchas ocasiones sin retribución económica y/o pagos en especie).

Objetivos de la investigación De acuerdo con los antecedentes expuestos, procedemos a enunciar el problema de investigación y sus objetivos. El objetivo general de esta tesis es analizar la manera como el género está presente en la construcción social del mercado laboral de trabajo domésticos y de cuidados, en su proceso de mercantilización. En los procesos en los que el trabajo doméstico y de cuidado se convierte en servicio mercantilizado o salarizado, los mecanismos a través de los cuales se modulan los tiempos de dedicación, la cualificación y las competencias laborales demandadas presentan un fuerte componente de género. Las desigualdades se instalan en espacios invisibles y no cuestionados de las relaciones de género. Esto sucede en la acción espontánea que se da por parte de las personas que participan en este proceso, basándose en tradiciones, costumbres e ideologías; pero también en connivencia con la acción de las instituciones que regula dichos procesos. Investigaremos cómo el género está presente a la hora de configurar las condiciones de participación de las trabajadoras que llevan a cabo estos trabajos de forma asalariada. Esto incluye el desarrollo de actividades en su espacio físico y simbólico, infraestructura, gestión y cuidado de las personas dentro y fuera del hogar. Son trabajos que pueden llegar a realizarse bajo esquemas de economía invisible y trabajo informal, pero también visibles y

69

bajo una cobertura institucional y con alta en la Seguridad Social. De la misma manera que dichas condiciones pueden propiciar, o no, situaciones de precariedad laboral y social de las trabajadoras que los realizan. En este sentido, nos formulamos una serie de preguntas que se comportan como detonantes de tópicos que no necesariamente quedarán resueltos en este informe pero que servirán de guía para las reflexiones propuestas. A saber: a) De qué manera las consideraciones de género y las desigualdades forman parte de las dinámicas de mercantilización del trabajo de servicios a las personas; b) Cómo están contenidos estos elementos en las trayectorias vitales de las trabajadoras y en qué medida influyen en la construcción social del trabajo; c) Cuáles son los elementos de género presentes en estos procesos de mercantilización que contribuyen a perpetuar la desigualdad de las mujeres y la permanencia de ideologías y estereotipos; d) Cómo están esos elementos anudados al significado del concepto de trabajo; e) Cómo afecta la trayectoria laboral emprendida por estas mujeres a su movilidad ocupacional y social; f) Hasta qué punto las trayectorias aplazadas, retenidas y obstaculizadas se convierten en parte constitutiva del mercado de trabajo que oferta y demanda estos trabajos. A la vista de lo anterior, los objetivos específicos quedarían formulados así: a) Dar cuenta de los contextos de origen de las mujeres que trabajan en los servicios a las personas con el fin de identificar las consideraciones de género presentes en sus trayectorias de vida. b) Analizar la influencia que tienen las consideraciones de género en la construcción de un perfil para el trabajo en los servicios a las personas. c) Analizar las condiciones en las que las mujeres participan en los procesos de mercantilización de las actividades de servicios a las personas en el contexto del mercado de trabajo español. d) Analizar la movilidad ocupacional y social de las trabajadoras de los servicios a las personas.

70

3.2. Enfoques El conocimiento de la realidad que proporcionan las ciencias sociales es una empresa colectiva en la que concurren diversos enfoques, metodologías y técnicas. Constituye un lugar común definir la investigación como un proceso en el que, partiendo de la formulación de un problema (o problemas), se acometen para su resolución una serie de tareas como la definición de un objeto de análisis, la elección de unos casos y/o unidades de análisis, la recogida, la interpretación y el análisis de unos datos, así como la definición de una muestra, entre otras. Visto así, los trabajos de investigación aspiran a presentarse como contribuciones originales a alguna(s) de dichas tareas (Porta y Keating, 2013a). Por otra parte, hay que advertir que cualquier proyecto de investigación se beneficia de las contribuciones realizadas por especialistas de diferentes disciplinas, lo que nos lleva a hacer nuestro el postulado metodológico de que ni es factible ni deseable una ciencia social global unificada (Porta y Keating, 2013a, 2013b). De acuerdo con estos presupuestos, en los apartados siguientes, expondremos el protocolo de investigación seguido. Esta investigación se enmarca en el ámbito disciplinar de la sociología histórica y adopta un enfoque de género vinculado a las ciencias sociales. En realidad, el hecho de que nuestro proyecto se haya llevado a cabo en dos etapas obliga a realizar algunas precisiones. En una primera, que se corresponde con el diseño de la investigación y de sus instrumentos, y con la aplicación del trabajo de campo, hemos recurrido a métodos y técnicas propias de las ciencias sociales. En una segunda, en la que procedimos a la interpretación de los datos y a la producción del informe de investigación, hemos

tenido

presente

los

condicionamientos

culturales,

sociales,

económicos e ideológicos del problema investigado. De ahí que los datos reunidos a partir del trabajo de campo sean las fuentes primarias que constituyen la base de la presente investigación. Por lo demás, en ambas etapas, el enfoque de género ha operado de manera transversal partiendo del 71

principio de que los enfoques se comportan como guías metodológicas durante el desarrollo de la investigación, sobre todo cuando ésta tiene un fuerte componente empírico (Porta y Keating, 2013a), como es nuestro caso.

La sociología histórica La relación entre historia y sociología ha tenido un largo recorrido durante el siglo XX (Casanova, 2003). Diferentes disciplinas han puesto el acento en la existencia de vacíos en la investigación en relación con temas tales como las mentalidades, las formaciones económicas y sociales, o los trabajos de la vida cotidiana. La preocupación de los historiadores e historiadoras por aspectos sociales poco tratados, así como la necesidad de completar las perspectivas sociológicas con lecturas temporales, ha llevado a proponer formas de colaboración entre uno y otro campo de estudios. En este sentido, la sociología histórica se presenta como una empresa útil para alcanzar dicho fin. De acuerdo con Steinmo (2013), la sociología histórica, al tiempo que identifica a los seres humanos como reconocedores de reglas y normas, indaga en sus creencias y valores, a los que considera determinantes a la hora de interrogarse a propósito de qué cursos de acción son los que mejor satisfacen sus propios intereses y cuál es la manera óptima de obtenerlos. Abrams (1982), por su parte, apela a dos argumentos fundamentales para explicar por qué la historia y la sociología no deberían ser empresas separadas. En primer lugar, porque existe una conexión muy estrecha entre las biografías individuales y la estructura social. Y en segundo lugar, porque toda reflexión sobre una determinada sociedad conlleva necesariamente una discusión sobre el cambio social. Para Bourdieu y Wacquant (2005: 141), “toda sociología debería ser histórica y toda historia sociológica”, de forma que para captar la dinámica en toda la complejidad de un campo se requiere de un análisis simultáneo sincrónico y diacrónico. En España, Ramos (1993) sitúa el punto de encuentro entre ambas disciplinas en el interés por el estudio del cambio social. Este autor reconoce que el reto más poderoso al que se enfrenta la sociología histórica es resolver en qué proporción y de qué manera se da la articulación entre 72

estos tres elementos: la narración, el análisis y la comparación. Ahora bien, la existencia de este problema no es motivo suficiente para desistir de esta empresa, porque es precisamente esa tensión que se genera entre estos elementos la que dinamiza el conocimiento de la realidad social.

La investigación con perspectiva de género Para empezar, el género es una variable que, junto a otras como la clase social o la etnia, permite refinar el análisis de la realidad social. En este sentido, se trata de una categoría fundamental para descubrir y revelar las funciones y roles asignados a hombres y a mujeres en diferentes ámbitos de la vida y en determinados momentos históricos. Dicho de otro modo, el género permite mostrar que las diferencias entre hombres y mujeres no son de origen biológico sino que descansan en construcciones sociales (Beechey,1994; y como pioneras, Millet, 1969; Greer, 1970; Beauvoir, 1968; o Stoller, 1968). Téllez (2001) enfatiza, en este sentido, que las tradicionales dicotomías entre naturaleza y cultura, la producción y la reproducción, lo público y lo privado, lo político y lo social, o el trabajo y la familia han de ser interpretadas como construcciones de carácter etnocéntrico y androcéntrico que justifican la pervivencia de estructuras de desigualdad. En palabras de J. W. Scott (2008), el género, como un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias entre los sexos, involucra diversas nociones: símbolos, conceptos normativos provenientes de la religión, la ciencia, el derecho y la política (que afinan el significado de varón y de mujer, de lo masculino y lo femenino), nociones políticas (que incluyen referencias y remisiones a instituciones y organizaciones como la familia, el mercado de trabajo y la educación) y el concepto de identidades.

73

El género como “construcción social”, además de implicar un rechazo del

esencialismo,

desestabilizó

también

ciertos

paradigmas

de

conocimiento relacionados con los conceptos y los supuestos vínculos entre estructura y condiciones socioeconómicas que afectan a hombres y mujeres (Benería, 2005). Desde estas premisas, el estudio de los ámbitos de producción y de reproducción social con perspectiva de género ha servido para visibilizar que las distintas funciones asignadas a hombres y a mujeres en ambas esferas son adquiridas y, como tales, el resultado de un proceso de socialización que depende de factores culturales, ideológicos y normativoinstitucionales (Comas, 1995). Del mismo modo, es posible rastrear la presencia en el ámbito académico de un número importante de estudios que, al analizar las relaciones de género en contextos históricos y culturales específicos, contribuyen a desmantelar la idea de que las mujeres son seres naturalmente subordinados. Singularmente, frente a un modo de escribir la historia que renuncia a cualquier tarea de interpretación o explicación de los hechos observados, el pensamiento feminista, con J. W. Scott a la cabeza (1986, 1990, 2011), reivindica la adopción del enfoque de género como un enfoque incluyente para llegar a comprender el cómo y el porqué de dichos hechos. J. W. Scott (2011) no fue quien dio origen al concepto de género, ni la primera historiadora que lo cuestionó, pero sí la que concretó y posicionó el esfuerzo colectivo de muchas otras académicas que hicieron planteamientos al respecto y que facilitaron la labor. Es de este modo como la vigencia de sus planteamientos acerca del género como una categoría indispensable para el análisis y como un elemento constitutivo de las relaciones sociales, mantiene su vigencia en el siglo XXI. Esta autora, en palabras de Benería (2005: 49), hizo un gran aporte al relacionar el género con las relaciones de poder.

74

La categoría género sigue siendo útil en tanto vaya más allá de un enfoque limitado a los roles y se centre en el análisis de la construcción de la diferencia. Es decir, el género sigue manteniendo validez para analizar los significados, los contextos y la perspectiva críticas del análisis social (Scott, J. W., 2008).

3.3. Estrategias y diseño metodológico Autores como Beltrán (1983, 2003) sostienen que el objeto de estudio ayuda a determinar el método adecuado para investigar. Aún más, si éste demanda un tratamiento desde distintos campos, entonces es de esperar que también el diseño metodológico responda a un esquema complejo. Así, puede darse el caso de investigaciones para las que convengan métodos que hagan uso de técnicas cuantitativas, cualitativas o mixtas. Por ejemplo, se puede dar el supuesto de que los datos reunidos con técnicas cuantitativas requieran de explicaciones cualitativas, y viceversa; o que la comprensión del objeto investigado precise de lecturas complementarias y/o en paralelo. Pues bien, esta investigación ha recurrido a un diseño mixto de técnicas para la recolección y el análisis de los datos. En este sentido, junto a datos propios (fuentes primarias) recolectados y analizados de acuerdo con técnicas cuantitativas y cualitativas, hemos recurrido a otros reunidos por instituciones para el cumplimiento de diversos fines (fuentes secundarias). Insistiendo en la idea, los métodos de recolección de la información utilizados para esta investigación son de carácter mixto o, como afirman ciertas corrientes metodológicas, se inscriben en un paradigma mixto (Hernández, Fernandez y Baptista, 2010; Croswell, 2008), en la medida en que hemos aplicado métodos e instrumentos propios de la investigación cualitativa y métodos e instrumentos propios de la investigación cuantitativa.

75

En el estado actual de desarrollo de la ciencia, la clasificación de los métodos cuantitativos y cualitativos como dos tradiciones antagónicas se encuentra fuertemente cuestionada (Ortí, 1995: 88). En este sentido, hoy se propone una mirada holística a las realidades sociales (Porta, 2013a; Galeano, 2004; Schmitter, 2013; Bericat, 1998). De ahí que los debates actuales apuesten por un pluralismo metodológico en el que tanto métodos como técnicas pueden inscribirse en distintos horizontes epistemológicos y, consecuente con ello, los instrumentos de recolección de datos concebirse como complementarios (Galeano, 2004).

Delimitaciones y descripción de las unidades de análisis Para llevar a cabo nuestra investigación, hemos realizado algunas delimitaciones. Como se verá de inmediato, el muestreo y la selección de los participantes se ha orientado por dos principios fundamentales: la pertinencia y la adecuación23 (Sandoval, 1996: 136). La primera de las delimitaciones tiene que ver con la población seleccionada para este estudio. Se trata de mujeres inmigrantes. Aunque los servicios a las personas son actividades que también desarrollan los hombres, su número es muy inferior y, en términos proporcionales, insignificante. Por otra parte, no puede olvidarse que, dado que el género es una dimensión de análisis central en el proyecto, era importante evitar caer en maniobras o estrategias de distracción, como proponer un estudio comparativo entre ambos sexos.

Este principio hay que combinarlo con el denominado principio de saturación que hace referencia al criterio para determinar el número de entrevistas que deben ser realizadas en el transcurso de una investigación. Concretamente, cuando el material cualitativo deja de aportar nuevos datos, el investigador debe abstenerse de realizar más entrevistas (Bertaux, 1993; Glaser y Strauss, 1967). 23

76

Aunque se trata de mujeres con trayectorias diversas, en todas ellas las consideraciones de género están presentes en sus trayectorias laborales y de vida. Por lo demás, aunque las inmigrantes son las mujeres que corresponden al período de referencia estudiado, en una proporción alta, su participación en el mercado de trabajo tiene lugar en condiciones similares a las que vivieron las españolas en otros períodos históricos, incluido el momento actual, caracterizado por una fuerte crisis económica y el desmantelamiento de los servicios públicos. Por comodidad metodológica y aprovechamiento de recursos, hemos elegido una sola nacionalidad. Concretamente, hemos entrevistado y encuestado a mujeres mayores de 16 años nacidas en Colombia y que migraron a España. En cuanto a su situación administrativa, una parte importante de ellas se encontraba irregular (en el momento de su entrada en el país y/o al tiempo de aplicar el trabajo de campo). Las mujeres colombianas, según la estadísticas, se han caracterizado por participar activamente en otros sectores de actividad del mercado de trabajo español, pero también por mantener los servicios a las personas como

sector de referencia ante eventualidades de desempleo y/o para

saltar a otros sectores de actividad. Se trata de uno de los colectivos que mejor ayuda a ilustrar fenómenos como la feminización de la pobreza, la feminización

de

las

migraciones

(IOÉ,

2001a)

o

la

presencia

de

discriminaciones múltiples en el mercado de trabajo (Parella, 2003). El hecho de que provengan de un país inmerso en un conflicto armado prolongado, su asociación con el narcotráfico, la violencia social o la prostitución (Ministerio del Interior y de Justicia de Colombia, 2009) no hace sino agravar esas estructuras de desigualdad de las que proceden.

77

Nos hemos centrado en el grupo de colombianas que residen en las comunidades autónomas que se encuentran bajo la jurisdicción del Consulado de Colombia en España. Nos referimos a Castilla y León, Madrid, Castilla-La Mancha y Galicia. Como podemos observar en el Gráfico 3, del total de población colombiana empadronada en las comunidades elegidas, el 57% son mujeres24. Gráfico 3. Población colombiana registrada en el padrón municipal de las comunidades autónomas correspondientes a la jurisdicción del Consulado de Colombia en Madrid (Castilla y León, Castilla-La Mancha, Madrid y Galicia)

100.000

91.664

89.076

86.270

90.000

85.484

82.596

74.518

80.000 70.000 60.000 50.000

48.736 38.421

42.378

51.386

48.067

46.361

37.417

36.235

2006

2007

38.782

40.000 30.000

22.555

20.000 10.000

40.278

38.782

37.534

2003

2004

2005

total

hombres

mujeres

32.140 15.866

0 2001

2002

Fuente: elaboración propia a partir de datos publicados por el INE del padrón municipal.

En síntesis, las trabajadoras que hemos seleccionado para la aplicación del trabajo de campo tienen las siguientes características: - Durante su trayectoria laboral en España han realizado trabajos de servicios a las personas al menos una vez, y éstos constituyen un sector de referencia para sus búsquedas de empleo en determinados períodos de dicha trayectoria de manera exclusiva, simultánea y/o alterna con otros sectores de actividad.

La migración colombiana a España está dispersa por toda la geografía. Sin embargo, existen concentraciones importantes. Aproximadamente, una cuarta parte reside en la Comunidad de Madrid (García D., M., 2007: 18). 24

78

- La contratación la llevaron a cabo los propios hogares, algunas empresas de intermediación o terceras personas. - Las circunstancias para su desempeño se llevaron a cabo, o no, en condiciones de informalidad, en los esquemas de economía sumergida. En todo caso, en todos los supuestos, hubo una acuerdo verbal o escrito y un pago en dinero y/o en especie. En cuanto al ámbito temporal de esta investigación, podemos decir que, a través de los relatos de las mujeres, accedimos a un tiempo subjetivo, narrado a través de sus trayectorias de vida. Ahora bien, esto guarda una estrecha relación con el período estudiado (2000-2007)25, el de mayor afluencia de extranjeros a España y que llamaremos período anterior a la crisis. Los años anteriores a 2007, que fue el año en que se aplicó el trabajo de campo, permiten conocer el contexto de origen, la ruptura con la sociedad de la que procedían y su entrada e integración en el mercado laboral. Para los datos extraídos de otras instituciones, hemos tomado este período como orientativo, aunque en algún momento hayamos tenido que alargarlo o recortarlo, según las fuentes existentes y su nivel de desagregación de variables. Como ya hemos advertido en la introducción, el período de la crisis económica no es directamente objeto de estudio, aunque a nuestro juicio la crisis sirve para mostrar que algunos planteamientos aquí anunciados se agudizan y se evidencian de manera más contundente. Fundamentalmente, que ésta vuelve a poner de manifiesto viejas realidades de desigualdad y

Sobre la demarcación del tiempo podemos decir con Arostegui (2004) que la “historia del tiempo presente”, en la medida en que la historia vivida y escrita por quienes la viven se hacen inteligibles, el presente y el pasado son una construcción cultural. Las personas acentúan la tendencia a considerar la experiencia vital como una historia y el presente como producto de una acción intergeneracional que pertenece a un espacio inteligible en cada momento histórico. Ambas cosas, tanto tendencia como percepción, es decir, historización y acción intergeneracional, son claves para convertir el presente en el campo y en el objeto de estudio inteligible como historia vivida y escrita por quienes la viven. 25

79

precariedad que no es que hubieran dejado de existir o se hubiesen visto erradicadas en la etapa anterior de expansión y crecimiento económico, sino que habían permanecido agazapadas, despreciadas incluso, frente a balances cortoplacistas y raquíticos.

Métodos utilizados Como

ya

hemos

anunciado,

las

técnicas

y

herramientas

de

investigación utilizadas fueron mixtas, acordes con diseños cualitativos y cuantitativos, y según las delimitaciones expresadas en el punto anterior.

Métodos cualitativos utilizados El recurso y la intensidad con que se haga uso de los mismos depende del objeto de análisis (Sandoval, 1996; Erickson, 1986; Van Dijk, 1998, y Ruiz e Ispizua, 1989). En nuestro caso, la recolección de datos con dichos métodos estuvo presente a lo largo de todo el período en que se llevó a cabo el trabajo de campo. Singularmente, la historia de vida, como una forma de entrevista con la que tratamos no sólo de reconstruir, sino también de dotar de significado las trayectorias de vida de las mujeres, se convirtió en la fuente fundamental. Mientras que los grupos de discusión, las entrevistas a familiares y la observación participante se plantearon como fuentes complementarias. Estas últimas fueron decisivas a la hora de diseñar la encuesta y realizar ciertos ajustes en las entrevistas.

80

Historias de vida La técnica específica de entrevista en profundidad utilizada fue la historia de vida (Santamaría y Marinas, 1994)26. Ésta nos ha permitido obtener relatos relacionados con sus trayectorias laborales y de vida. Se llevaron a cabo treinta. El muestreo fue intencional, no aleatorio ni probabilístico27 (Sandoval, 1996), y fue aplicado durante todo el período de recolección de datos, en este sentido la encuesta permitió acceder a la realización de las entrevistas. Fuentes cualitativas complementarias: Observación participante, entrevistas a familiares y grupos de discusión28 Siguiendo a Schmitter (2013), cuando nos referimos a la observación participante, las entrevistas a familiares y los grupos de discusión como fuentes complementarias de las historias de vida, estamos adoptando un “enfoque etnográfico”, con el cual, pasado un cierto tiempo interactuando con miembros de la comunidad que se investiga, se busca adquirir un conocimiento más profundo de la misma. Observación participante La observación participante (Taylor y Bogdan, 1992) nos llevó a implicarnos en actividades llevadas a cabo por estas mujeres como fiestas, Sobre la utilidad de las historias de vida como una forma de entrevista hemos consultado a autores como Bertaux (1993), Aceves (1998), Fraser (1990) y Ferrarotti, (2011), entre otros. Ésta es una técnica que ofrece importantes ventajas, como el acceso a datos relevantes para la investigación que no se pueden extraer de otras fuentes. Además, resulta un recurso muy provechoso para estudiar a grupos de personas con bajos niveles educativos, y/o en riesgo de exclusión, cuyo testimonio es muy revelador para el estudio. Por lo demás, con esta fuente se puede acceder a muchos aspectos de la subjetividad de las personas (en nuestro caso, las consideraciones de género presentes en sus trayectorias de vida). 27 Así como en el muestreo probabilístico el investigador emplea una lógica de tipo estadístico para seleccionar los fenómenos particulares que serán estudiados, en el teórico se acude a una lógica comprensiva que depende de los avances que se van alcanzando en el entendimiento del problema estudiado, durante el progreso mismo de la investigación (Sandoval, 1996: 136). 28 La relación de fuentes cualitativas reunidas se puede consultar en el anexo 2. 26

81

reuniones familiares, encuentros de asociaciones, momentos de trabajo o de búsqueda, gestiones ante el consulado, etc. Estos momentos fueron claves para acercarse y conocer de cerca sus historias personales de vida y para diseñar y probar los instrumentos para la recolección de la información. Realizamos también en este proceso de observación una consulta, a las puertas del Consulado de España en Bogotá, con el fin de indagar qué intereses movían a las mujeres a migrar a España. Esta consulta tenía una única pregunta relacionada con sus expectativas en España y/o con los motivos para salir del país. Singularmente, la observación participante nos permitió el diseño y la aplicación de dos nuevas técnicas: las entrevistas y las encuestas. Sin embargo hay que advertir de que, no obstante su utilidad, la distancia analítica (Beltrán, 2003) necesaria para el logro de resultados objetivos no siempre fue fácil. Entrevistas a familiares El total de entrevistas a familiares fue de once (Anexo 2). Se realizaron tanto en Colombia como en España. Se trató de entrevistas abiertas, cuyo hilo conductor fue profundizar en aspectos ya abordados en las entrevistas con las trabajadoras.

Grupos de discusión29

El uso de los grupos de discusión es un recurso que sirve para visibilizar situaciones, convertirlas en nuevas categorías y así discutir sobre algunos de los temas objeto de investigación. Desde ese punto de vista, el discurso no es un vehículo de información sino que se convierte en materia prima para la Sobre su utilidad metodológica, hemos consultado a autores como Murillo y Mena (2006) e Ibáñez (1986). 29

82

investigación (Murillo y Mena, 2006). En esta investigación realizamos dos grupos de discusión con el fin de intercambiar impresiones sobre sus contextos de origen y sus experiencias laborales a la luz de consideraciones de género. La composición de los grupos se hizo basada en los mismos criterios de las entrevistas. El grupo 1 se realizó con ocho mujeres ya entrevistadas, y el grupo 2 con otras siete (ver Anexo 2).

Entrevistas a técnicos y técnicas de empleo

En el momento en el que nos percatamos de que, en sus búsquedas de trabajo, además de resultar decisivas las asociaciones y las redes familiares, determinadas instituciones y ONG llevaban a cabo tareas de mediación, decidimos conocer un poco más de cerca dicha realidad. Con este fin, pudimos entrevistar a tres técnicos de empleo que trabajan en organismos de esta índole. Las entrevistas fueron abiertas y estuvieron orientadas a conocer en qué consistía su labor.

Métodos cuantitativos utilizados Para el diseño de la encuesta (ver anexo 3), se empezó por aplicar un cuestionario piloto a veinte trabajadoras. Hechas las revisiones oportunas (relacionadas con la redacción, las categorías, la duración y la extensión), optamos finalmente por un cuestionario semiestructurado que fue aplicado a seiscientas cuatro trabajadoras, en la mayoría de los casos a las puertas del Consulado de Colombia en Madrid. Las encuestadas fueron mujeres, mayores de dieciséis años, en edad laboral y que, en algún momento de su trayectoria laboral en España, habían realizado algunas de las actividades siguientes: servicio doméstico como interna, externa o en cualquier otra modalidad, condición y horario; cualquier tarea dentro del hogar, realizada por horas y relacionada con la gestión, el mantenimiento, la atención a personas de cualquier edad y con

83

cualquier condición física; los cuidados a mayores, niños o personas con discapacidad; el cuidado de personas en residencias; y cualesquiera otras dirigidas a resolver problemas de los hogares o servicios relacionados con el mantenimiento y cuidado personal30. La modalidad de contratación fue verbal o por escrito; la duración, indefinida o por tiempo determinado; no siempre las condiciones para su desempeño fueron legales (bien rayaban la ilegalidad, bien formaban parte claramente de la economía sumergida); y en todos los supuestos, hubo una contraprestación en dinero o en especie. Para detectar si la persona cumplía con los requisitos establecidos, entablábamos una pequeña conversación con ella antes de pedirle que rellenara la encuesta. Si además tenía capacidad para responder, se le entregaba un bolígrafo para que lo completase; si no la tenía, lo aplicaba la investigadora. En esta etapa fue muy importante el apoyo prestado por una de estas mujeres, muy conocida dentro del colectivo, por haber liderado procesos organizativos tanto en Colombia como en España. El criterio de elección de la muestra fue “por conveniencia”. Como es sabido (McMillan y Schumacher, 2001; Creswell, 2008), se trata de un método no probabilístico para la selección de los sujetos, cuya fiabilidad la determina la investigadora y que provee información útil para responder a un problema de investigación, sin que se pueda decir que las personas objeto de selección sean representativas del universo de inmigrantes colombianas en España. Para su aplicación, esta autora y entrevistadora se dirigió al Consulado dos día por semana (lunes y martes, que eran los días de mayor afluencia) durante cinco meses. La localización del consulado en Madrid acota la muestra geográficamente a las comunidades cutónomas de Castilla y León, Castilla-La Mancha, Galicia y Madrid, que están bajo la jurisdicción de dicho consulado.

En este último aspecto, las mujeres convierten muchas de las necesidades inmateriales, relacionadas con el bienestar personal, en competencias laborales. 30

84

Una vez analizados los resultados, se puede constatar que se ha obtenido una muestra bastante representativa del conjunto. Por dos razones: la primera es que, partiendo de que en la Encuesta Nacional de Inmigrantes de 2007 se habían entrevistado a un total de mil treinta y una personas nacidas en Colombia, de las cuales seiscientas noventa y una eran mujeres, llevamos a cabo un estudio comparativo entre algunas variables similares aplicadas en ambos cuestionarios (el de la ENI de 2007 y el nuestro de 2007); resultado de ello, concluimos que las variables reunidas para nuestra encuesta podrían ser pertinentes para una lectura de los datos bajo criterios de representatividad; aunque no se trataría de un muestreo aleatorio. Segundo, si, de acuerdo con el padrón municipal de 2007, el número de colombianas residentes en las cuatro comunidades autónomas a las que hemos circunscrito nuestra investigación es de 46.361, entonces, de acuerdo con el número de cuestionarios aplicados, 604, podemos inferir que el nivel de confianza de nuestra muestra es de un 95,88% y el margen de error, del 4,12%31. El cuestionario fue diseñado con un número importante de preguntas abiertas (50), que luego fueron categorizadas, lo que ayudó, en gran medida, a eliminar los posibles sesgos de la investigadora cuando se prediseñan categorías de respuestas. Más que llevar a cabo una descripción porcentual de las frecuencias o de indagar en el comportamiento estadístico de las variables, las respuestas, recodificadas luego en categorías, se convirtieron en insumos para nuestra investigación (Anexo 1). Las preguntas formuladas, por lo demás, se pueden consultar en el anexo 3 y las frecuencias simples se pueden consultar en el anexo 1.

En este sentido, la autora está en deuda con Luz Mary Pinzón, doctora en Estadística y en estos momentos profesora visitante en la Universidad Pompeu Fabra, por su asesoramiento en este punto. 31

85

Balance del proceso de recolección y valoración de datos obtenidos La recolección de datos fue un proceso largo que duró aproximadamente quince

meses.

Las

técnicas

cualitativas

que

hemos

denominado

complementarias, aunque estuvieron presentes en la fase inicial de la investigación, ayudaron también a sostenerla durante todo su proceso de aplicación. En este sentido, los datos obtenidos con las técnicas cualitativas facilitaron la aplicación de la encuesta. Este procedimiento facilitó que algunas mujeres mostrasen interés en compartir el estudio aportando sus historias de vida y participar en él. Como ya advertimos en la introducción, en un momento inicial de esta investigación pensamos que se podía establecer algún vínculo entre el ejercicio de la prostitución, concebido o no por ellas mismas como trabajo o explotación, y las dinámicas aparecidas en los procesos de búsqueda de trabajo. Ésta es una tarea que, sin embargo, hemos dejado de lado por razones de conveniencia, ya que es un aspecto que merece atención como objeto de investigación aparte. Sobre esto valdría la pena profundizar en la razón (o en las razones) que movían a algunas de las mujeres entrevistadas a ver la prostitución como un servicio más que podía prestarse a algunas personas. En todo caso, puesto que estos testimonios ayudan, a nuestro juicio, a comprender los contextos, los antecedentes y los entornos de la trabajadora, los hemos incluido en la relación de instrumentos aplicados32. Toda la actividad realizada en el trabajo de campo queda registrada en los anexos 1 al 4, lo cual no significa que toda la información obtenida haya quedado reflejada en el análisis, dada la necesidad que tiene toda investigación de acotar y fijar un término para su conclusión.

En concreto, entrevistamos a dos proxenetas y a una representante de una organización que trabaja en el mejoramiento de la calidad de vida de estas mujeres. 32

86

Para concluir, nos gustaría añadir dos consideraciones más, ya sugeridas en otras partes del presente trabajo. La primera tiene que ver con una actitud de alerta que hemos debido mantener durante todo el proceso de diseño, aplicación y análisis de los resultados de campo con el objeto de no desviarnos del que era nuestro propósito (y pregunta) inicial. En efecto, el hecho de que la población elegida para el estudio fueran mujeres inmigrantes tenía el riesgo de que nuestros esfuerzos se orientasen al análisis no tanto de las consideraciones de género presentes en la construcción social del mercado de trabajo de servicios a las personas cuanto de la clase y la etnia, que son dimensiones que se hallan presentes inevitablemente cuando se trata de estudiar población inmigrante. Por lo demás, y muy relacionado con lo que acabamos de señalar, la profunda crisis económica que estamos atravesando valida y ratifica nuestro punto de partida. A saber, que las consideraciones de género resultan determinantes en los procesos a través de los cuales los hogares resuelven los problemas de gestión y mantenimiento, así como de cuidado de sus miembros. De manera que el hecho de que sean mujeres inmigrantes las que llevan a cabo estas tareas resulta circunstancial al problema elegido. En el período que hemos tomado de referencia para nuestro estudio eran éstas las que reunían las condiciones exigidas para su desempeño; pero en otros fueron otras mujeres, fundamentalmente de escasos recursos y/o provenientes del medio rural, quienes asumieron dichas funciones (Castellanos, Camarero, García B., et al., 2006). En el contexto actual, es de esperar que muchas mujeres españolas vuelvan a realizar estos trabajos, y no necesariamente con carácter asalariado. En este sentido, recientemente, un informe promovido por el Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud y titulado “La sombra de la crisis: la sociedad española en el horizonte de 2018” advierte de que, en apenas cinco años, las inequidades de género en la prestación de servicios relacionados con los hogares aumentarán. El citado informe señala

87

además que serán también “ellas” las que atraerán recursos a sus hogares para paliar las estrecheces provocadas por el desempleo masculino, sobre todo mujeres poco cualificadas y con escasa proyección profesional33. Consecuente con esto, sin restar validez a los estudios que proliferaron en España a partir de la década de los noventa sobre la migraciones de mujeres, y si queremos llegar al fondo de los problemas que subyacen, es importante distanciarse de aquellas consideraciones que se apoyan en ciertas categorías como realidades fijas y preexistentes. Se trata de reconocer que estamos ante hechos históricos enmarcados en estructuras de poder y que nos enfrentan al reto de describir y de dar a conocer aquello que se toma como obvio y naturalizado (Gregorio, 2012). A continuación presentamos una tabla que resume las técnicas y los recursos utilizados en la investigación.

33

Gentile, Sanmartín y Hernández (2014).

88

89

Cuantitativo

Cualitativo

Métodos

Conocer la trayectoria personal, laboral, así como el contexto social e histórico de las trabajadoras y la manera como estos elementos están presentes en sus actuaciones en el mercado de trabajo. Describir los antecedentes, las condiciones de ingreso al mercado de trabajo español y la movilidad ocupacional de las mujeres en relación con los trabajos de servicios a las personas.

Conocer los vínculos que puede haber entre consideraciones de género, perfil de las trabajadoras y condiciones en las que éstas participan en el mercado de trabajo de servicios a las personas.

Finalidad (de los métodos)

Descriptivo Regresión logística

Dimensiones Categorías apriorísticas Categorías emergentes Subcategorías emergentes Indicadores emergentes

Análisis

Cuestionario semiestructurado (n= 604)

Datos cualitativos complementarios: Entrevista abierta a familiares (n=11) Entrevista a técnicos de empleo (n=3) Grupos de discusión (2) Consulta Observación participante Entrevistas no analizadas (n=3)

Entrevistas en profundidad como historia de vida (n=30)

Técnicas

Muestra por conveniencia Cuestionario en papel aplicado a cada trabajadora

Guiones estructurados, semiestructurados, abiertos, según circunstancias observadas y adaptadas a cada caso

Herramientas y procedimientos Guion semiestructurado Hilo conductor: historia de vida con énfasis en trayectorias laborales Criterio de saturación de la información

Tabla 1. Resumen de las técnicas utilizadas y recursos para el análisis

SPSS Excel

Grabadora Trascripciones Word

Grabadora Word Transcripciones Atlas Ti Acces Excel

Instrumento

3.4. Análisis de datos obtenidos, categorización y triangulación De acuerdo con la información reunida para la investigación con una metodología mixta, explicamos a continuación el proceso mediante el cual se llevó a cabo la categorización, la operacionalización de variables, el análisis de los datos y su interpretación.

Interpretación de datos cualitativos Tras la culminación del trabajo de campo, hemos procedido a la validación y la construcción de categorías. En un primer momento, en una fase exploratoria, se asignaron categorías apriorísticas a los textos transcritos de las entrevistas y a las fuentes cualitativas complementarias. En un segundo momento, se procedió a conceptualizar, organizar e interpretar. Ese proceso dio como resultado indicadores, nuevas categorías y subcategorías como elementos emergentes dentro del proceso de investigación (Cisterna, 2005: 96). Finalmente, se construyeron matrices de análisis que nos han permitido examinar las relaciones entre las categorías identificadas y las desarrolladas en el proceso. De esta forma el procedimiento ha consistido, en primer lugar, en crear archivos de datos a partir de la transcripción de las entrevistas y de las fuentes cualitativas complementarias. En segundo lugar, en codificar los datos, asignando viejas y nuevas categorías, subcategorías e indicadores, según el caso, a partir de la identificación y la definición de segmentos de información relevantes. En tercer lugar, en ordenar y ajustar los datos almacenados, de forma simple o relacionada. Y en cuarto lugar, en anotar descubrimientos en términos de secuencias, procesos, reglas, estrategias, relaciones, patrones y casos especiales. A continuación presentamos un mapa conceptual del análisis cualitativo. En la Tabla 2 se incluyen todas las categorías, las subcategorías y los indicadores utilizados para leer e interpretar los datos.

90

91

Problema de investigación

Marco teórico

Método cualitativo

Enfoque de género en el marco de la sociología histórica Conocer los vínculos que puede haber entre consideraciones de género, el perfil de las trabajadoras y las condiciones en las que éstas participan en el mercado de trabajo de servicios a las personas. Conocer la trayectoria personal y laboral así como el contexto social e histórico de las trabajadoras y la manera como estos elementos están presentes en sus actuaciones en el mercado de trabajo.

Finalidad

trabajadoras, grabadas y transcritas -Demás técnicas transcritas: consultas, otras entrevistas, grupos de discusión

-Entrevistas a

Técnicas

Ilustración 2. Diseño del análisis cualitativo

Apoyado en instrumentos: Atlas ti. Acces

Categorización

Análisis

Indicadores

Subcategorías

Categorías emergentes

Categorías arpiorísticas

Triangulación con otros datos

92

Temporalidad del evento narrado: Situación antes de la migración Situación al momento de llegar Situación al momento de la entrevista

Subcategorías observadas

Tener acceso, o no, a los recursos económicos

Nivel educativo Recursos propios Carencia de recursos bajo diferentes circunstancias

Acceso a recursos

Motivos expresados Motivos observados Motivos implícitos según análisis

Situación respecto a aspectos: familiares económicos laborales sociales

Aspectos observados

Situaciones de exclusión y falta de oportunidades para acceder a la educación formal Nivel educativo máximo logrado Sin acceso a recursos educativos

Económicos Educativos Motivos implícitos de la migración Sociales Familiares Violencia Contexto (otros)

Categorías emergentes

Aspectos emergentes en el proceso de análisis

Acceso a la educación formal

Motivos de la migración

Momentos de la trayectoria

Categorías apriorísticas

Tabla 2. Categorías, subcategorías e indicadores del análisis cualitativo

93

Ausencia de educación en salud sexual y reproductiva. Ausencia del políticas y medidas de apoyo institucional mujeres Sin acceso a educación en temas de género

Acciones individuales Acciones colectivas

Consideración de la autonomía únicamente en función de criterios económicos Discurso de falsa autonomía y falso empoderamiento Búsqueda de ruptura con esquemas de exclusión Búsqueda de empoderamiento y autonomía Concepto de autonomía

Hijos e hijas no reconocidos por los padres No ha interpuesto demanda de paternidad ni de alimentos No hay deseo de demandar Discurso de autosuficiencia Hogares encabezados por mujeres en exclusiva

Matrimonio Pareja de hecho Unión libre Pareja estable sin convivencia

34

Éste es un concepto ampliamente utilizado por investigadoras colombianas del posgrado en Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia, bajo una línea de investigación dirigida por Yolanda Puyana (1996, 2009, 2011). El concepto es utilizado para denotar que la participación de los hombres en la vida familiar no sólo es necesaria como “paternidad responsable” en el sentido económico, sino también en todas las tareas de cuidado y en el desarrollo afectivo de los hijos e hijas.

Educación en materia de género Discurso de salud sexual y reproductiva

Búsqueda de derechos de la mujer. Búsqueda de derechos de hijos e hijas

Rupturas con esquema patriarcales e ideologías

Salud sexual y reproductiva

Discurso de autonomía y empoderamiento

Monoparentalidad no elegida

Reconocimiento de paternidad de hijos e hijas Ausencia de demandas de reconocimiento de paternidad de hijos e hijas y/o de deseo de hacerlo Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de las mujeres Hogar encabezado por mujeres de forma circunstancial Abandono de hijos e hijas

Tipo de relación de pareja

Autonomía y empoderamiento

Relaciones de pareja

Esquemas patriarcales

Búsqueda de implicación de parte de los hombres Reproducción de esquemas machistas Ausencia de paternaje34/Ausencia de corresponsabilidad en Víctima de esquemas machistas la crianza de los hijos e hijas Rupturas y/o permanencia en situaciones amparadas por Búsqueda de ruptura de esquema patriarcal determinadas ideologías y tradiciones Búsqueda de libertades y derechos

94

Violencia

Conciliación familiar

Prostitución

Infancia

Maternidad transnacional

Acción institucional

Explotación sexual Visión sobre la prostitución

Vulnerabilidad social en la infancia

Violencia social Violencia de género Violencia doméstica

Reagrupación familiar Maternidad en la distancia Jefatura en la distancia

Respuesta de las instituciones

Doble jornada

Explotación sexual

Explotación infantil femenina Niñas en situación o expuesta a procesos de vulnerabilidad social Víctimas de la prostitución infantil/pedofilia Matrimonio forzado infantil Trabajo desde la infancia

Víctima de violencia Búsqueda de ruptura con eventos de violencia

Comunicación Cuidados de los hijos e hijas Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia

Falta de operatividad del sistema judicial y de las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de los niños y niñas, y los de las mujeres Respuesta a demandas interpuestas Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de las mujeres Discurso de justificación a la falta de respuesta institucional

Dificultades para conciliar. Presencia o ausencia de corresponsabilidad en el cuidado de hijos e hijas

95 Búsqueda de transformación de situaciones Tiempo incautado

Condiciones de trabajo Condiciones de vida Situaciones en el trabajo Condiciones laborales

Movilidad ocupacional

Condiciones de participación en el mercado de trabajo

Experiencia laboral

¿Qué es trabajar? ¿Qué significa?

Competencias laborales por cualificación Competencias laborales adquiridas Adaptación a nuevas competencias laborales

Sentidos del trabajo

Trabajo reproductivo, doméstico/familiar

Trabajo productivo

Cualificación y perfil para el trabajo

Trabajo

Trabaja en actividades altamente feminizadas Sectores Condiciones El riesgo como un valor Servicios basados en el afecto Funciones desarrolladas Las funciones que dan sentido al trabajo Búsqueda de primer trabajo Experiencias laborales Búsqueda de mejores ingresos Búsqueda de mejores empleos Búsqueda de mejores condiciones Búsqueda de visibilidad de un oficio Cambio de sector de actividad Eventos que contribuyen a la retención o a la ruptura de tiempos ascendentes para la movilidad ocupacional Acoso sexual en el trabajo Acoso laboral Seguridad Social Salarios y otras prestaciones

El sentido de trabajar El significado del trabajo

Actividad económica realizada por la mujer dentro del hogar Trabajo asalariado fuera del hogar Actividades económicas que reportan ingresos económicos o en especie fuera del hogar Trabajo en economía sumergida Trabajo informal Trabajo formal Búsqueda de mayores ingresos y empleo Trabajo a cambio de Situación de desempleo Alta dedicación

96

Relaciones transnacionales

Visión de futuro

Experiencia asociativa

Balance de situaciones vividas

Conciliación familiar transnacional Relaciones familiares y afectivas

Trabajo. Situación socioeconómica generalizada Situación personal

Proceso migratorio Relaciones afectivas

Diversidad sexual/orientación/preferencia sexual

Participación Liderazgo Redes de amistad Redes de familiares

Condición sexual

Demanda laboral Organización de los trabajadores y las trabajadoras

Búsqueda de derechos

Visión de sociedad de destino Balance del proceso de integración Visión de sociedad de origen Proyección para su desarrollo Metas Sueños Retorno Aspiraciones Permanencia Remesas sociales Remesas económicas Familias transnacionales Maternidad transnacional

Víctima de homofobia Búsqueda de libertades y derechos

Liderazgo femenino con rol de gestión comunitaria Hace parte de una red de amigos y familiares

Salud Situaciones de pobreza Precariedad y exclusión

Interpretación de datos cuantitativos Una vez aplicada la encuesta, hemos procedido a su digitación, a la corrección de errores y al ajuste de datos. Las respuestas a las preguntas abiertas fueron digitadas de forma resumida para facilitar el proceso de categorización. El análisis se llevó a cabo en dos etapas.

En una primera

confeccionamos en el programa SPSS unas estadísticas descriptivas básicas de cada variable, que nos sirvieron para hacer una lectura e interpretación iniciales (Anexo 1). Después, procedimos a analizar la información recurriendo a otras estadísticas descriptivas basadas en selecciones y en cruces de variables que durante la escritura del informe constituyeron un material de consulta permanente. En una segunda etapa, hemos llevado a cabo un pequeño ejercicio de regresión logística35. Siguiendo a Escobar, Fernandez y Bernardi (2010), la regresión logística es una técnica apropiada para las variables que comúnmente se analizan en sociología; la razón es que permite llevar a cabo la elaboración de modelos lineales pero basados en variables categóricas que son las que por lo general se estudian en esta disciplina. Ésta es una técnica que ha sido utilizada por otros autores como Cachón (2013), quien, a partir de datos tomados de la Encuesta Nacional de Inmigrantes que se aplicó en 2007, analizó la movilidad ocupacional. En nuestro caso, tal y como se verá más adelante, la regresión logística nos ha servido para tratar de identificar las consideraciones de género presentes en las trayectorias de aquellas mujeres que tienen a los servicios a las personas como sector de referencia. De ahí que todas aquellas variables que hemos reunido sobre su trayectoria de vida y laboral El análisis a través de la metodología de regresión logística fue asesorado por la doctora Rosa Sepúlveda, del departamento de Estadística de la Universidad de Salamanca. 35

97

constituyen variables independientes, mientras que su adscripción a trabajos de servicios a las personas en el momento de la encuesta se convierte en la variable dependiente.

Herramientas utilizadas para la interpretación de los datos Los datos cuantitativos reunidos en nuestro trabajo de campo fueron recodificados y analizados mediante el software SPSS (previamente, para su digitalización, nos valimos del programa Acces). Mientras que la información cualitativa inicialmente fue procesada con el software Atlas Ti. Sin embargo, como utilizamos una versión de prueba de este programa, decidimos diseñar una base de datos en Acces con el fin de clasificar y aplicar las categorías y subcategorías de análisis a las narraciones de las personas entrevistadas. Para citar y sistematizar la bibliografía, hemos utilizado el gestor bibliográfico Refwork. El modelo de bibliografía aplicado ha sido el denominado Harvard British Standard. Respecto al tratamiento de ficheros e informes estadísticos colgados por instituciones y traducidos a bases de datos también, utilizamos el SPSS. En otros casos utilizamos los cruces de variables ya elaborados por otras instituciones y el programa Excel sirvió para diseñar tablas y gráficos. Finalmente, las nuevas tecnologías de la información nos han permitido el acceso a otras fuentes como encuestas virtuales, blogs, ebooks, o libros online y bases de datos bibliográficas, entre otros.

98

Segunda parte

Mujeres procedentes de Colombia en la mercantilización de los trabajos de servicios a las personas en España

4. Contextos de las trabajadoras colombianas que participan en el mercado de trabajo español de servicios a las personas

Las oportunidades de las mujeres en Colombia han estado mediadas por procesos sociales y económicos y por componentes culturales y políticos que, de manera conjunta, han inhibido el desarrollo de sus “capacidades básicas” (CEPAL, 2006). En cuanto a los procesos económicos y sociales, la desigualdad, la exclusión social y la vulnerabilidad propia del país han afectado especialmente a las mujeres, lo que se ha traducido en un acceso reducido a los pocos recursos que el Estado colombiano destina a educación, alimentación, salud y salud sexual y reproductiva, entre otros, que deberían formar parte de la calidad de vida de la población en general. Teniendo en cuenta que la falta de oportunidades para el desarrollo de esas capacidades básicas se traduce en desigualdades para las mujeres, en el presente

capítulo

estructuraron

las

queremos

describir

desigualdades

de

una las

serie

mujeres

de

aspectos

que

colombianas

que

antecedieron al período de nuestro interés y que hemos denominado anterior a la crisis (2000-2007). En la medida en que los contextos de los que proceden las mujeres que migran a otros países en busca de trabajo son parte integral de sus trayectorias de vida, podríamos afirmar que la mezcla de trayectorias y contextos influyen en las dinámicas generadas en los nuevos mercados de trabajo en los que ellas participan. Para desarrollar estos planteamientos, en primer lugar veremos los aspectos que más destacan en los contextos de desigualdad de esas mujeres en origen, en los cuales, como muestran algunos indicadores 101

globales, el país crece y avanza, mientras que los estudios sobre las realidades de las mujeres contradicen dicha afirmación. Es por ello por lo que aspectos como el trabajo, la informalidad en la que trabajan, la violencia de género, la violencia social, la escasa protección del Estado y el deficiente alcance de las medidas que éste adopta en favor de ellas, más una destacada tradición de migraciones internas y hacia el exterior, han sido tomados como antecedentes para nuestro análisis. En segundo lugar, y teniendo en cuenta esos antecedentes, haremos una descripción sobre la manera en la que el mercado de trabajo español ha absorbido a la población de mujeres procedente de Colombia durante nuestro período de estudio, cuyo interés se centra en la feminización de un fenómeno donde la irregularidad administrativa derivó en informalidad laboral y alimentó el proceso migratorio de dichas mujeres.

4.1. Contextos de desigualdad en origen como insumos del mercado de trabajo Según el Departamento Nacional de Estadísticas (DANE) de Colombia, este país tenía 41.468.384 habitantes en 2005, de los cuales el 51% eran mujeres. La proyección de población a 2012 aumentó a 46.581.823 y, en ese mismo año, obtuvo un Índice de Desarrollo Humano (IDH) por encima de otros países andinos como Perú, Bolivia y Ecuador, y estuvo por debajo de otros del Cono Sur como Argentina, Chile y Uruguay. La esperanza de vida al nacer varió notablemente, pues pasó, entre 1985 y 2010, de 64 a 72 años en los hombres y de 71 a 78,5 años en las mujeres. Finalmente, el país tuvo una tasa de fecundidad descendente en las dos décadas anteriores. Los indicadores expuestos nos muestran, a grandes rasgos, una composición sociodemográfica que cambió notablemente a partir de la segunda mitad del siglo XX, en la cual las mujeres tuvieron mayores oportunidades de participación y acceso al sistema educativo y al mercado 102

laboral, mostrando como resultado un mayor empoderamiento económico y una búsqueda más notoria de su autonomía. Sin embargo, dicha autonomía no fue experimentada de manera homogénea en las distintas clases sociales y en las diferentes regiones del país. En los siguientes apartados daremos cuenta de la manera como Colombia, pese a que es un país cuyo IDH revela transformaciones importantes en el nivel de vida de sus habitantes a lo largo de las últimas décadas, también muestra una población de mujeres que sigue experimentando profundas desigualdades y falta de oportunidades.

El IDH crece, mientras que el Índice de Potenciación de Género disminuye Tres indicadores generados por el Programa de Desarrollo Humano de Naciones Unidas (PNUD) contribuyen a formarnos una idea de las evolución en materia de desarrollo humano en Colombia: el Índice de Desarrollo Humano (IDH), el Índice de Desarrollo Relativo al Género (IDG) y el Índice de Potenciación de Género (IPG). Esas tres medidas, relacionadas con la teoría de las capacidades, representan el esfuerzo por evaluar algunos aspectos que tienen en cuenta las desigualdades entre sexos, aunque no abarcan todos aquellos propuestos en la teoría de Sen, ni sustituyen un debate teórico en el que aún hay mucho que decir sobre el género en la construcción de los parámetros que lo componen (Nussbaum, 2012, p. 37). Sin embargo, para un país como Colombia, la intervención de las Naciones Unidas ha jugado un papel decisivo para establecer los parámetros en la construcción de una agenda sobre género y la institucionalización de un discurso y de unas prácticas en un contexto doblemente adverso y marcado por la violencia, y en el que, a pesar del interés, existen grandes limitaciones para el desarrollo de las mujeres. El IDH está construido tomando como base tres parámetros fundamentales: vida larga y saludable (esperanza de vida al nacer); educación (tasa de alfabetización de adultos y la tasa bruta de matriculación en primaria, secundaria y educación superior); y nivel de vida 103

digno (PIB per cápita y Paridad de Poder Adquisitivo – PPA, en dólares internacionales). En Colombia, dicho índice aumentó de forma significativa en las últimas tres décadas: en 1990 el IDH registrado en este país fue de 0,6 puntos, y luego tuvo un crecimiento sostenido hasta alcanzar, en 2005, la cifra de 0,791 (ver Gráfico 4). Gráfico 4. Índice de Desarrollo Humano de Colombia, 1980-2010 0,85 0,791 0,8 0,75 0,698 0,7 0,689 0,65 0,658 0,6 0,6 0,55

0,556

0,5 1980

1990

2000

2005

2007

2010

Fuente: elaboración propia, a partir de datos tomados del Informe Nacional de Desarrollo Humano, Colombia (PNUD, 2011b, p. 28).

Gráfico 5. Comparación del Índice de Desarrollo Humano de Colombia para el año 2005 1 0,9 0,8 0,7 0,6 0,5 0,4 0,3 0,2 0,1 0

0,897 0,803

0,791

0,698

0,691

Colombia

Países en desarrollo América Latina y el Desarrollo Humano Desarrollo Humano Caribe Medio Alto

0,743

Total Mundial

Fuente: elaboración propia, a partir de los datos del Informe de Desarrollo Humano 2007-2008. Consultado en: http://pnud.org.co.

La tendencia al aumento del IDH en Colombia se relaciona directamente con la transformación que tuvo ese indicador a nivel mundial. Para el año 2005, por ejemplo, Colombia tenía un IDH (0,791) por encima

104

de la media de los países en desarrollo (0,691), del IDH medio (0,698), tal y como lo podemos observar en el gráfico 5. Nuestro interés por adentrarnos en la especificidad de las mujeres para reflejar algunas tendencias particulares nos conduce preferentemente al Índice de Desarrollo relativo al Género (IDG), el cual muestra las desigualdades sociales y económicas entre ambos sexos. El IDG es, además, un indicador que nos permite estimar la pérdida de logros a causa de las desigualdades de género en tres dimensiones: salud reproductiva, empoderamiento y participación en el mercado laboral (PNUD, 2011b). Por otro lado, el Índice de Potenciación de Género (IPG) calcula el nivel de oportunidades que poseen las mujeres en tres ámbitos fundamentales: participación política y poder de decisión; participación económica y poder de toma de decisiones; y control sobre los recursos económicos. Es así como los informes de desarrollo humano, desde sus primeras apariciones, han mostrado la iniquidad a la que se enfrentan las mujeres en todas las sociedades del mundo36.

Según la nota metodológica de estos índices, los componentes del IDG (Índice de Desarrollo relativo al Género) son similares a los empleados para el IDH (Índice de Desarrollo Humano). Es por eso por lo que la localización de los diferentes países en los grandes grupos en que se clasifica este último (muy alto, alto, medio, bajo) es bastante aproximada a la posición que ocupa en ambos índices. Mientras más cercano está el IDG de un país a su IDH, menos desigualdad de género hay en dicho país. Sin embargo, el IDG de todos los países es inferior a su IDH, es decir hay desigualdad de género en todas las sociedades (PNUD, 2009). Según Lamelas y Aguayo (2011, p. 1), esos índices han sido sometidos a una amplia valoración crítica por parte de diferentes autores, quienes encuentran algunos problemas en su lectura, tales como la mala interpretación estadística de los datos y de los valores de los indicadores, y los problemas conceptuales en sus componentes. También han hecho críticas directas, como por ejemplo que el IDG (Índice de Desarrollo relativo al Género) es una medida que reduce el IDH (Índice de Desarrollo Humano) por inequidades de género en sus tres dimensiones, pero no es una medida de inequidad de género en sí misma; o que el IPG (Índice de Potenciación de Género) exhibe su carácter sesgado al considerar solo a las mujeres más educadas y económicamente más aventajadas; también señalan la ausencia de factores no económicos esenciales para la toma de decisiones de las mujeres, y resaltan en ese indicador la no inclusión de aspectos relacionados con el empoderamiento femenino. 36

105

Gráfico 6. Evolución del Índice de Desarrollo Humano Relativo al Género y del Índice de Potenciación de Género para Colombia y España

1 0,906

0,912

0,767

0,774

0,916

0,922

0,77

0,78

0,933

0,944

0,949 IDG Colombia

0,9 0,835 0,8

0,787

0,789 0,806

0,776

0,794

IPG Colombia

0,745

0,7 0,702

0,709

0,716

0,6

IDG España

0,5 0,509

0,501

0,498

0,5

0,506

0,496

0,508 IPG España

0,4 2002

2003

2004

2005

2006

2007-2008

2009

Fuente: elaboración propia, a partir de los Informes de Desarrollo Humano 2002-2009, publicados en http://www.madrid.org.

Como podemos ver en el Gráfico 5 y en el Gráfico 6, durante la primera década del siglo XXI, Colombia mostró un IDG cada vez más cercano al IDH. Sin embargo, durante ese mismo período, mostró un IPG con tendencia a la baja. Comparado con España, que mostró un IPG creciente, y teniendo en cuenta que éste es un país de referencia para los latinoamericanos en materia de aplicación de políticas públicas que buscan implantar medidas que ayuden a superar la desigualdad de género (ver Gráfico 6), Colombia pasó de un IPG de un 0,509, en 2002, a un 0,496, en 2008, mientras España lo hizo del 0,702 al 0,794, durante esos mismos años. Si tenemos en cuenta algunos parámetros que forman parte de los indicadores del IDG, la vida larga y saludable, que mide la esperanza de vida al nacer (en años), en Colombia hubo una transformación en ese sentido, ya que dicho indicador pasó del puesto 51 al 64 en una década (1997-2007). De igual forma, el componente educación, en Colombia, se sumó a la tendencia mundial; es decir, la Tasa de Matriculación Bruta Combinada (TMBC) se

106

incrementó notoriamente, al llegar al 80,9% para las mujeres y al 77,2% para los hombres durante el mismo periodo. Y en cuanto al nivel de vida digno, en el año 2007, el indicador presentó una brecha de ingresos por género de 17,1%, posicionándose como uno de los países latinoamericanos con menor brecha (Lamelas, N.; Aguayo, E., 2010, pp. 3-7). Como vemos, resulta complejo condensar en un indicador la cantidad de elementos de orden cualitativo que tendrían que ser reconocidos a la hora de presentar y valorar los resultados de un proceso socioeconómico que ha afectado la vida de las mujeres. Desde ese punto de vista, debería atenderse, especialmente, la incidencia que tienen los factores extraeconómicos en relación con la desigualdad que experimentan esas mujeres. Las tendencias que muestran esos indicadores nos condujeron a preguntarnos (y querer conocer en profundidad) qué es lo que pasa en una sociedad cuyo IDH denota un crecimiento sostenido, mientras su índice de potenciación del género refleja descensos e inestabilidad. Sin embargo, son varios los factores que nos permiten afirmar que las mediciones del IDH, IDG e IPG son orientativas de las transformaciones generales, pero no dan cuenta de muchos aspectos que quisiéramos reflejar y que están presentes en la población femenina. Es decir, esos indicadores no reflejan, ni dan cuenta, de otros componentes cualitativos presentes en la estructura de iniquidades que viven las mujeres. Por esa razón se hace necesario ahondar en aspectos que nos ayuden a comprender una serie de situaciones que también influyen en el desarrollo. En los apartados siguientes, nos acercaremos a algunos de los factores que tienen especial relevancia en nuestro estudio.

Un desarrollo institucional deficiente en relación con los derechos de las mujeres Colombia es un país que desde principios del siglo XX ha tenido diferentes organizaciones de mujeres. Esas organizaciones, que no podrían relacionarse necesariamente con el movimiento feminista, incorporaron 107

discursos procedentes de todo el mundo a lo largo de ese siglo, sobre todo aquellos que nacieron en el contexto de las luchas obreras, encabezadas y lideradas por mujeres trabajadoras en la industria textil (Arango L., 1996). Los movimientos sociales de mujeres y sus discursos, cuyo origen puede ser rastreado en diferentes partes del mundo, han dejado un legado de articulaciones episódicas cuantitativamente exitosas, pero cualitativamente débiles y coyunturales, que solo han obtenido como respuesta de recursos financieros para la movilización (Lamus, 2011). Es decir, más allá de la coyuntura, no se ha observado una estrategia conjunta de largo alcance que permita trazar un horizonte común en materia de políticas públicas para las mujeres. Sin embargo, podemos observar que el escaso desarrollo normativo, así como la incorporación de algunas leyes relativas al género en Colombia, tuvieron como espejo y modelo los avances que en esa materia han tenido países como España. Éste ha sido referente para Colombia en cuanto a la formulación de políticas públicas para el tema de género, dada la cercanía cultural que hay entre los dos países. Sin embargo, como anota Lamus (2011), las respuestas coyunturales que se dieron en Colombia no se tradujeron en transformaciones de fondo; por el contrario, supusieron, en muchos casos un cierto retroceso en asuntos de género durante la década 2000-2010. Sin pretender hacer un recorrido por la historia del movimiento feminista en Colombia, y su incidencia en el desarrollo de políticas públicas en materia de derechos para las mujeres, sí es pertinente mostrar la tardía y escasa implementación de aspectos normativos de ámbito institucional. En el año 1990 se creó la Consejería Presidencial para la Juventud, la Mujer y la Familia, con el fin de cumplir compromisos internacionales adquiridos para atender las demandas del movimiento social de mujeres. Esa consejería tuvo como objeto “la eliminación de todas las formas de

108

discriminación contra la mujer”. En 1995 se creó la Dirección Nacional para la Equidad de las Mujeres y algunas instancias encargadas de promover la aplicación de las políticas dirigidas a la mujer. En 1999, el Decreto 1182 transformó la Dirección Nacional para la Equidad de las Mujeres en otra entidad que fue llamada Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer, ratificada por los Gobiernos subsiguientes. Muchas de las instituciones constituidas para esos efectos no funcionan en la actualidad, han desaparecido o se han convertido en instrumentos burocráticos que utilizan algunos miembros de los partidos políticos para fines particulares que no tienen una relación directa con las políticas públicas que deben favorecer a las mujeres en relación con derechos económicos, sociales y culturales. Colombia, a nivel internacional, ha estado presente en los Foros Intergubernamentales del Sistema Regional y Universal de Derechos Humanos, y forma parte de la Comisión Interamericana de Mujeres de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Conferencia Regional de la Mujer de América Latina y el Caribe (CEPAL-Naciones Unidas). Como podemos observar en la Tabla 3, Colombia tiene un aparato normativo con el cual se pretende garantizar los derechos de las mujeres, el cual ha surgido de manera tardía, como una respuesta (deficiente) a las demandas de

los

organismos

fundamentalmente continuación

la

internacionales Organización

mostraremos,

en

de

orden

a

los

pertenece,

Unidas

(ONU).

A

descendente,

el

Naciones cronológico

surgimiento de dichas y normas y sus contenidos.

109

cuales

Tabla 3. Normativa e instituciones relativas a la garantía de los derechos de las mujeres en Colombia Ley/Norma/Decreto

Ley 1542 del 5 de julio de 2012

Ley 1468 del 30 de junio de 2011

Decreto nº 164 del 25 de enero de 2010

Decreto 164/2009. Mesa Interinstitucional para Erradicar la Violencia contra la Mujer

Tema

Reforma el artículo 74 de la Ley 906 de 2004, Código de Procedimiento Penal.

Modifica los artículos 236, 239, 57 y 58 del Código Sustantivo del Trabajo y otras disposiciones. Crea una Comisión Intersectorial: “Mesa Intersectorial para Erradicar la Violencia contra las Mujeres”. Articulación, coordinación y cooperación entre las entidades para la prevención, protección y atención a las mujeres víctimas de violencia a nivel nacional.

Ley 1257 del 4 de diciembre de 2008

Dicta normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres, se reforman el Código de Procedimiento Penal, Ley 294 de 1996 y se dictan otras disposiciones.

Ley 1151 de 2007 del Plan Nacional de Desarrollo

Coordinación de la estrategia de transversalidad de género (Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer).

Ley 1142 de 2007

Ley 1009 del 23 de enero de 2006

Reforma parcialmente las leyes 906 de 2004, 599 de 2000 y 600 de 2000. Se adoptan medidas para la prevención y la represión de la actividad delictiva de especial impacto para la convivencia y seguridad ciudadana. Se crea, con carácter permanente, el Observatorio de Asuntos de Género, a cargo del

110

Aspectos tratados Garantiza la protección y diligencia de las autoridades en la investigación de los presuntos delitos de violencia contra la mujer y elimina el carácter de querellables y desistibles de los delitos de violencia intrafamiliar e inasistencia alimentaria tipificados en los artículos 229 y 233 del Código Penal. Garantiza el descanso remunerado en período de parto, licencia de maternidad. Violencia contra las mujeres.

Atención integral, diferenciada, accesible y de calidad a las mujeres víctimas de la violencia. Garantiza para todas las mujeres una vida libre de violencia, tanto en el ámbito público como en el privado, el ejercicio de los derechos reconocidos en el ordenamiento jurídico interno e internacional, el acceso a los procedimientos administrativos y judiciales para su protección y atención, y la adopción de las políticas públicas necesarias para su realización. Concertación con las entidades del nivel central y territorial, que permita la incorporación de la perspectiva de género en las políticas, planes, programas y proyectos que adelantan.

Libertades, violencia intrafamiliar, control de garantías y seguridad ciudadana.

Creación de Observatorio de Asuntos de Género.

Ley 882 del 2 de junio de 2004

Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, a través de la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer o de la entidad rectora de la política pública para el adelanto de la mujer y la equidad de género. Modifica el artículo 229 de la Ley 599 de 2000.

Ley 906 del 31 de agosto de 2004

Código de Procedimiento Penal.

Ley 823 del 10 de julio de 2003

Normas sobre igualdad de oportunidades para las mujeres.

Ley 731 del 14 de enero de 2002

Normas para favorecer a las mujeres rurales.

Ley 294 del 16 de julio de 1996

Ley 82 del 3 de noviembre de 1993

Desarrolla el artículo 42 de la Constitución Política y se dictan normas para prevenir, remediar y sancionar la violencia intrafamiliar. Expide normas para apoyar de manera especial a la mujer cabeza de familia.

Violencia intrafamiliar. Violencia y seguridad ciudadana. Igualdad de oportunidades para las mujeres, ejecución de políticas de género. Mujer rural. Mejorar la calidad de vida de las mujeres rurales, las de bajos recursos y medidas de equidad entre hombres y mujeres.

Violencia intrafamiliar.

Mujer cabeza de familia.

Fuente: Alta Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer de la Presidencia de la República de Colombia. Tomado de http://www.equidadmujer.gov.co/Normativa.

Desde

diferentes

informes

realizados

por

los

organismos

internacionales sobre los avances en materia de políticas de igualdad para las mujeres en Colombia, se ha podido valorar el nivel de implementación de esas normativas, a través de las instituciones creadas para tal fin, en ese país. Los resultados de esas evaluaciones muestran que sigue existiendo grandes carencias en la ejecución normativa-institucional para mejorar el estatus de las mujeres en términos de derechos. Destacaremos, a continuación, las carencias que tienen que ver específicamente con la escasa

implementación

de

medidas

que

deberían

propiciar

transformaciones en términos de precariedad y vulnerabilidad a las que están expuestas las mujeres colombianas.

111

Características del empleo de las mujeres que conducen a la informalidad y a la precariedad En Latinoamérica, la incorporación de la mujer al trabajo asalariado fuera del hogar se incrementó visiblemente durante las décadas de los años ochenta y los años noventa, aunque en proporciones inferiores a las tasas europeas. Como en otros lugares del mundo, las mujeres han incrementado su participación en actividades económicas que corresponden al sector servicios, preferentemente, pero, en contraste con los países desarrollados, lo han hecho en actividades por cuenta propia y producción en sus propios domicilios para cadenas de subcontratación, entre otras, que operan generalmente en la frontera de la economía formal e informal y/o de economía sumergida (Oliveira y Ariza, 2000). Si hiciéramos una caracterización de los cambios más importantes habidos durante esos períodos, podríamos afirmar que las mujeres se incorporaron a los mercados laborales, durante las primeras etapas del proceso de industrialización, en actividades propias del servicio doméstico o el comercio, como trabajadoras de la industria textil y de la alimentación, en pequeños

talleres,

entre

otras.

Posteriormente,

incrementaron

su

participación en las actividades económicas más formales, pero pronto salieron de ellas, ante la expansión económica y la modernización de la industria, desplazándose hacia el sector servicios durante la fase de desarrollo por sustitución de importaciones37. El sector servicios se ha ampliado cada vez más y la participación de las mujeres en el mismo continúa creciendo. De la misma manera, la salida gradual de las mujeres de las actividades artesanales de producción a domicilio las replegó al ámbito

37 Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI): modelo económico adoptado en el territorio latinoamericano después de la Segunda Guerra Mundial; basado en postulados como la aplicación de una política industrial activa a través del establecimiento de subsidios, la dirección por parte del Estado en la producción de sustitutos, la adopción de políticas proteccionistas consistentes en la fijación de barreras al libre comercio, junto con altos aranceles a la importación y la implementación de una política cambiaria o monetaria elevada. 112

del hogar, reforzando su dedicación a las labores domésticas de reproducción y contribuyendo al fortalecimiento de una imagen del hombre como proveedor de la familia (breadwinner), como sucedió en Estados Unidos y en Europa. Esa característica de reparto del trabajo ha sido reforzada en América Latina por una cultura que valida el papel de la mujeres en el ámbito doméstico, pese a la incorporación creciente de ellas en las actividades terciarias y de producción, en los años de crisis económica y de reestructuración productiva (Oliveira y Ariza, 2000). En Colombia, en particular, el proceso de mundialización de la economía iniciado en la década de los setenta repercutió en transformaciones estructurales que impulsaron cambios en la composición del empleo, en las relaciones laborales y en el trabajo. Dichos cambios, simultáneamente, generaron procesos de modernización, pero también de estancamiento y exclusión. Ese país, como otros de Latinoamérica, sometió su economía a la lógica de la globalización, con resultados bastante desiguales para los diferentes sectores de la población. Dicha lógica trajo consigo resultados que afectaron directamente la vida de las mujeres que trabajaban fuera de sus hogares y en el interior de ellos (López y Arango, 1999). Como hemos anunciado antes, nos interesa describir ciertos comportamientos

generales

que

se

enmarcaron

en

el

período

inmediatamente anterior al inicio del auge migratorio que se dio hacia España desde Colombia (2000-2009). El análisis centrado en las mujeres es una tarea difícil, debido a que las estadísticas no reúnen información suficiente para ello; por tanto, la literatura con perspectiva de género es escasa para ese período. La publicación de Sarmiento y Vargas, en el año 2002, fue uno de los primeros estudios que analizaron el comportamiento del mercado de trabajo desagregado para hombres y mujeres, con el mérito de que su análisis parte de marcos teóricos feministas. Por tanto, hemos recurrido a ese texto para mostrar aspectos relevantes de la situación del empleo de las mujeres en el periodo 2000-2009.

113

Según Sarmiento y Vargas (2002), la feminización del mercado laboral es una de las transformaciones más evidentes que se inició en las décadas anteriores a su estudio, y ha sido reflejada en la estructura sectorial. Las mujeres perdieron cerca de cinco puntos en su participación laboral en la industria manufacturera, mientras que en los sectores de comercio, servicios y financiero mostraron ascensos. Las actividades terciarias pasaron de concentrar el 68% del trabajo mercantil femenino al 75%, durante la década de los noventa. Además de los fenómenos observados de feminización del mercado laboral y de agudización de la tercerización de la economía, la estructura del empleo femenino fue cada vez más urbana. A comienzos de los noventa, dos de cada tres mujeres ocupadas en el sector mercantil se ubicaron en áreas urbanas, mientras que para el año 2000 su concentración ascendió al 75%; es decir, el proceso de tercerización de la economía terminó por incorporar principalmente a las mujeres (Sarmiento y Vargas, 2002, p. 52). Durante esa misma década de los noventa, ante la generación insuficiente de puestos de trabajo para absorber el aumento de la población económicamente activa, se dio un incremento estructural del desempleo. Durante ese período los procesos de tercerización de la actividad económica, el aumento de la informalidad y la precarización de la población en general tuvieron mayores consecuencias en las mujeres. Además, las élites empresariales adoptaron estrategias de reestructuración productiva y de mercado de trabajo que finalmente provocaron la desestructuración de las relaciones salariales (Missas, 2001). En un contexto como ése, la participación laboral de las mujeres fue creciente pero inestable. La tasa de ocupación (TO)38 de las mujeres en las áreas urbanas se mantuvo por encima del 40% durante la década de los noventa, mientras que en áreas rurales disminuyó del 30,2% en 1991 al 28,6% en 1999. Esas cifras, comparadas con la TO que refleja la actividad La tasa de ocupación es un indicador que expresa la relación entre las personas ocupadas y las que se encuentran en edad de trabajar. 38

114

laboral de los hombres, muestran una caída más pronunciada para ellos y se traduce en una reconversión de la mano de obra, con una mayor participación

femenina,

reestructuración de

que

responde

las empresas,

en

último

término

a

cuyo objetivo estratégico

una

fue la

disminución de los costos laborales y la flexibilización en la contratación y en las jornadas de trabajo para obtener mayores ganancias. La estructura sectorial, tal y como podemos observar en el Gráfico 7, incorporó, principalmente, mujeres al mercado laboral, aunque se destaca el incremento de la participación laboral femenina en los sectores del comercio, de los servicios y del financiero. Es decir, la participación de las mujeres en el sector servicios pasó de concentrar el 68% en 1991 al 75% en 1999. En contraposición, en la industria manufacturera fue más notorio el descenso de la participación laboral femenina. Gráfico 7. Población ocupada según actividad económica y sexo. Años 1991 y 1999. Colombia39

1999

Mujeres

Hombres

1991

Mujeres

Hombres 0%

10%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

Servicios

servicios financieros

Transporte

Comercio

Construcción

Electricidad, gas y agua

Industria

Minas

Agricultura

100%

Fuente: elaboración propia, a partir de datos publicado en Sarmiento y Vargas (2002, pp. 76-77).

Según la clasificación CIIU (Clasificación Internacional Industrial Uniforme) y las adaptaciones que el Departamento Nacional de Estadística (DANE) realiza para las actividades económicas, en los años analizados hay nueve grandes grupos que en este gráfico se denominan: (Agricultura) Agropecuario, silvicultura, caza y pesca; (Minas) Explotación de minas y canteras; Electricidad, gas y agua; (Industria) Industria manufacturera; Construcción; (Comercio) Comercio reparación, restaurantes y hoteles; (Transporte) Transporte, almacenamiento y comunicación; (Financiero) Establecimientos financieros, seguros, inmuebles y servicios; (Servicios) Servicios sociales, comunales y personales. En este último están incluidos salud, educación y Administraciones públicas, entre otros. 39

115

De otra parte, el fenómeno del desempleo en Colombia comenzó a ser evidente a finales de los años cincuenta y a comienzos de los sesenta; a partir de este período se mantendría en niveles superiores al 8% durante cuatro décadas. En los años noventa, el desempleo de las mujeres aumentaría del 10% al 22% y el de los hombres del 5% al 14%. Es decir, en esos años, se inició un proceso de involución laboral, manifiesto en aspectos como desempleo abierto, precarización, flexibilización e informalidad del trabajo femenino, e inestabilidad. Los altos niveles de informalidad y de subempleo afectarían al mercado laboral en general pero especialmente a las mujeres. Las actividades informales, en esos mismos años, concentraron el 55% del empleo en las principales ciudades y el 31% del subempleo en todo el país, situación que incrementó las tasas de dependencia global de la sociedad40. La tasa de dependencia global expresa que, por cada persona ocupada, hay dos personas que dependen de la primera. Pero si en esa relación

se

incluye

la

población

subempleada,

la

dependencia

se

incrementaría a tres, y si, además, se le sumara a ello la población informal, la dependencia aumentaría a cuatro personas por cada ocupado pleno en el sector formal (Sarmiento y Vargas, 2002, p. 79). Para el año 2008, encontramos que la tasa global de participación41 de las mujeres (46,5%) fue inferior a la masculina (71%) y que un porcentaje representativo de mujeres ocupadas (39%) estuvo en condiciones de subempleo. De la misma manera, encontramos que la tasa de desempleo femenina fue del 15,1% para el mismo año, y que las mujeres obtuvieron, en promedio, ingresos que representaron el 74% de lo que ganaron los hombres (PCDHDD y ENS, 2009).

La relación entre población total del país y población ocupada en actividades mercantiles, sin población subempleada, aumenta la relación de dependencia a tres personas por una plenamente ocupada. Y sin población informal es de cuatro personas por cada ocupado/a en el sector formal (Sarmiento y Vargas 2002: 79). 41 Tasa de actividad. 40

116

El ciclo laboral de las mujeres también ha sido más reducido. Mientras los hombres entraron al mercado de trabajo en edades tempranas y su permanencia en él fue mayor, las mujeres ingresaron a edades más tardías y permanecieron menos tiempo. La tasa de ocupación de los hombres se aproximó al 90% en el rango de edades entre los 28 y los 50 años, mientras que, en las mujeres, dicha tasa solo alcanzó el 62% en un rango de edades comprendido entre los 30 y los 46 años. El ingreso de las mujeres al mercado laboral en 1989 fue un 35% más bajo respecto al de los hombres, cifra que para 1999 se redujo al 23%, y que volvió a aumentar en el año 2000 al 25%. Otras características que podrían enunciarse sobre ese fenómeno fueron que las mujeres que trabajaron en los sectores mejor remunerados recibieron salarios más bajos que los que obtuvieron los hombres; el número de horas de trabajo de las mujeres fue mayor que el de ellos; y el ascenso o la movilidad ocupacional para ellas se tornó más difícil de alcanzar (Sarmiento y Vargas, 2002, p. 89). La flexibilización de los mercados de trabajo, propia de esos años, contribuyó a desencadenar un proceso de feminización de la pobreza. Ello significó que las dos terceras partes de la población se encontraron en situación de pobreza. En junio del año 2000, el 80% de las mujeres trabajadoras en la actividad productiva mercantil obtenía menos de dos salarios mínimos legales. Con ese ingreso, los hogares de estratos bajos difícilmente

podrían

haber

adquirido

la

“cesta

familiar

básica”,

especialmente cuando se trataba de hogares monoparentales con jefatura femenina. Para la satisfacción de las necesidades básicas de una familia de estrato bajo en Colombia, es indispensable que dos miembros de ella trabajen y se ganen un salario mínimo cada uno. En las familias de estratos medios, deben laborar tres personas y, cada una, debe alcanzar dos salarios mínimos legales. Las desigualdades de género en el mercado laboral del segundo quinquenio de los años noventa se manifestaron de diversas formas. Entre

117

las más sobresalientes: el incremento de la tasa de desempleo femenino, que pasó del 12% en 1995 al 23% en 2000, mientras para los hombres esa tasa pasó del 5,4% al 12% en esos cinco años; la mayor tasa de desempleo le correspondió a las mujeres con secundaria completa o incompleta y universitaria incompleta, ya que ésta alcanzó el 28% en el año 2000; las mujeres jóvenes tuvieron mayores niveles de desempleo, ya que las que se encontraban entre 15 y 19 años alcanzaron el 44,5%, mientras que los hombres, en el mismo rango de edad, sólo llegaron al 25,3%. Las que tenían edades entre los 20 y 24 años alcanzaron el 36,5%, mientras que para los hombres fue solo del 21,4%. Las brecha económica entre mujeres y hombres también se pueden observar en los ingresos obtenidos por la labor que realizaron. El ingreso promedio de las mujeres en el sector formal urbano representó, en 1999, el 75,6% del ingreso que obtuvieron los hombres, cifra que en el sector informal alcanzó el 61,3% (Sarmiento y Vargas, 2002, pp. 88-89). El estancamiento de salarios, los altos índices de desempleo, la precarización del empleo y otros aspectos relacionados con el trabajo incidieron en el deterioro de los ingresos familiares e incrementaron el número de personas que en la familia se vieron obligadas a trabajar para generar ingresos en sus hogares. Las mujeres, además del trabajo productivo, siguieron asumiendo las tareas del hogar. Las más pobres y las de los sectores populares fueron las más afectadas debido a su papel de proveedoras principales para el sostenimiento familiar; también se vieron obligadas a la realización de actividades externas tales como: vendedoras ambulantes informales y por catálogo y empleadas domésticas, entre otras similares del sector informal. Y, generalmente, estuvieron sometidas a jornadas más extensas. Las tareas domésticas, por su parte, se convirtieron en una extensión de la jornada de trabajo para unas mujeres que, además, se encontraron solas con sus hijos, que tenían una tasa de escolarización baja y unos niveles educativos también bajos. La mayoría de estos hogares pobres debieron recurrir a la intensificación del trabajo de sus miembros

118

para superar el deterioro de sus condiciones de vida e involucraron igualmente niños y niñas, que se vieron abocados al trabajo infantil, también en condiciones precarias (Arango L., 2004). Según informes de ONG (PCDHDD y ENS, 2009) cuyos análisis versan sobre las directrices de la OIT en materia de “trabajo decente”, en el año 2007 la iniquidad entre hombres y mujeres se profundizó en Colombia: de cada 100 mujeres, 46 estuvieron ocupadas o buscando ocupación, mientras que los hombres en esa situación fueron 7142; y, de cada 100 mujeres que estaban en edad de trabajar, 53 estuvieron “inactivas”, mientras que los hombres “inactivos”, por cada 100, fueron 29. En cuanto a la población económicamente activa (PEA), el 14,8% de las mujeres estuvieron desocupadas. Esa cifra se incrementó con respecto al año anterior y, además, representó una pérdida de la ocupación femenina (PCDHDD y ENS, 2009). Así, más de la mitad de la población de mujeres en edad de trabajar estuvo desempleada en el período que antecede al auge migratorio hacia España. Según ese informe, el desencanto y el desánimo ante los malos resultados en la consecución de empleo hicieron que las mujeres representaran una fuerza con capacidad de presión débil para ingresar en el mercado laboral; lo cual se tradujo en pérdida de oportunidades y bienestar económico y, por tanto, en un ahondamiento en las desigualdades entre hombres y mujeres. Sobre el panorama expuesto en materia de empleo para las mujeres en Colombia, podemos decir que la vulnerabilidad y la precariedad laboral a la que se vieron expuestas las condujo a buscar soluciones individuales para solventar el problema de la manutención diaria. El empleo informal fue el recurso más inmediato, el cual se expresó en trabajo a domicilio –como parte de alguna cadena productiva–, a destajo, ventas ambulantes, venta multinivel y talleres familiares, entre otras, todas ellas popularmente denominadas “economía del rebusque”. Esas formas de trabajo invisibles, informales, sumergidas y/o de trabajo atípico, generalmente estuvieron Debe tenerse presente que las metodologías estadísticas incluyen como ocupadas una gran proporción de trabajadoras en sectores informales. 42

119

caracterizadas por bajos ingresos, jornadas extensas, sin cobertura de Seguridad Social, sin acceso a los servicios de salud y con baja capacidad organizativa de las trabajadoras. Generalmente, fue un recurso que ellas utilizaron para hacer compatible el trabajo dentro de los hogares con la necesidad de obtener ingresos básicos. La tasa de informalidad de las mujeres en Colombia, en los años noventa, tuvo un comportamiento errático, ya que, entre 1992 y 1996, pasó del 56,2% al 52,9%, y luego, en 1998, ascendió de nuevo al 55,7% (Sarmiento y Vargas, 2002, pp. 79-85). En 2008, el 59,5% de las mujeres (3.109.000) trabajaron en la economía informal y/o en condiciones de subempleo, porcentaje que aumentó en una proporción mayor al de los empleos formales. De cada 100 mujeres que tenían empleo, 39 tuvieron empleos precarios en actividades para las que no se requerían competencias laborales cualificadas, por debajo de 48 horas semanales y con bajos ingresos. El 74% de ellas no realizó gestiones para intentar cambiar su situación, aunque tuvieran la educación y la cualificación para hacerlo. La presencia mayoritaria de las mujeres en la economía informal reflejó una pérdida de estabilidad y formalidad de la ocupación en comparación con los hombres. Del total de personas ocupadas en el sector formal de la economía, el 40,5% estuvo representado por mujeres; el resto lo estuvo por hombres. Y en cuanto a la posición ocupacional, el número de mujeres en empleos con mejores condiciones laborales decreció, mientras aumentó en aquellos

que

tuvieron

características

tales

como:

bajos

ingresos,

inestabilidad y dificultades para su organización. Es así como la tasa de mujeres empleadas en empresas privadas disminuyó el 1,4% y en empresas del Gobierno el 7%. Mientras las cifras de trabajadoras por cuenta propia se incrementaron (PCDHDD y ENS, 2009, pp. 42-50). En cuanto a los ingresos, aquellos que las mujeres obtuvieron por salario fueron menores que los obtenidos por los hombres por el mismo concepto, tanto en la economía formal como en la informal. Y, como era

120

de esperar, en la informalidad los ingresos de las mujeres fueron extremadamente bajos, tal y como puede apreciarse en el Gráfico 8. Gráfico 8. Promedio de ingresos de la población ocupada, informal y formal, según sexo, abril-junio, 2001-2007, en miles de pesos colombianos

3700

3200

2700

Hombres E. Formal

2200 Mujeres E. Formal

1700

Hombres E. Informal

1200

Mujeres E. Informal

700

200 2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

-300

Fuente: elaboración propia, a partir de datos publicados en PCDHDD y ENS (2009, p. 44).

La precarización y la informalidad en el trabajo se han convertido en estrategias de reestructuración productiva para las empresas y, en ese contexto, las mujeres se vieron más perjudicadas que los hombres. El hecho de que las mujeres trabajen dentro y fuera del hogar y que los hogares encabezados por mujeres sean más que los encabezados por hombres aumenta su riesgo de emplearse en actividades informales.

La violencia contra la mujer Colombia es un país que sostiene un conflicto armado desde hace más de 60 años. Según cifras del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH, 2013), desde 1958 hasta 2012 dicho conflicto ha dejado un balance de 40.787 personas muertas en combate y 177.307 civiles muertos; entre 1970 121

y 2010, un total de 27.023 personas han sido secuestradas; entre 1985 y 2012, 25.007 personas han desaparecido y un total de 1.754 mujeres han sido víctimas de violencia sexual. Además, dicho informe reportó una cifra de 150.000 asesinatos aproximadamente, entre 1981 y 2012. El Gráfico 9, publicado en el informe del CNMH, ilustra el incremento de la violencia en todas sus expresiones a lo largo de las últimas tres décadas. En dicho gráfico se puede observar que el período que precede el año 2007, nuestro período de referencia, fue especialmente sobresaliente en expresiones de violencia tales como homicidios, desapariciones forzadas, secuestros y masacres. Gráfico 9. Evolución de las principales modalidades de violencia del conflicto armado en Colombia por número de víctimas. 1980-2011

Fuentegráfico tomado de Informe del Centro Nacional de Memoria Histórica Colombia (CNMH, 2013, p. 61).

Al hacer un balance de lo que significa esa denominada “cultura de la violencia” –que mejor podría llamarse “la costumbre de vivir entre la violencia”–, podemos ver resultados más negativos para las mujeres, desde el punto de vista cualitativo. Como ya declaró la CIDH (2006), las mujeres en Colombia sufren la discriminación y la violencia especialmente por el hecho de pertenecer al género femenino. De esa forma, el conflicto armado es un elemento más que suma, agrava y perpetúa los componentes que manifiestan las iniquidades de género, además de las implicaciones que esa violencia tiene sobre la vida, la libertad, la seguridad y el ejercicio y goce de otros derechos. A continuación presentamos algunos datos que

122

permiten formarnos una idea de lo que significa esa violencia instalada en toda la vida cotidiana. La campaña “Profesión mujer: Ni un abuso más”,43 llevada a cabo desde 2010 por algunos medios de comunicación con el apoyo de ONU-Mujeres en Colombia, mostró que cada seis horas una mujer sufre abuso por causa del conflicto armado y, en promedio, hubo 245 víctimas de algún tipo de violencia, lo que supone un balance de cerca de 400.000 mujeres víctimas de abuso sexual en una década. En el período comprendido entre los años 2001 y 2009, 26.000 mujeres quedaron embarazadas a causa de una violación (según datos aportados por las mujeres que denunciaron estos hechos). Estos datos no son oficiales ni son el producto de las estadísticas sistemáticas que deberían haber aportado las instituciones del Gobierno colombiano, pues no existe una óptica de denuncia y visibilización del fenómeno a nivel nacional e internacional. Por el contrario, casi todas las estadísticas sobre la violencia en Colombia son realizadas por organizaciones defensoras de derechos humanos que se encargan de recoger esos datos. Las instancias gubernamentales también lo hacen, pero en menor medida, de forma

desarticulada,

y

sin

una

tipificación

del

delito

acorde

con

clasificaciones ampliamente aceptadas a nivel internacional que permiten especificar la violencia contra la mujer en cualquiera de sus manifestaciones. Si indagamos en la información estadística que existe sobre la muerte de mujeres por causas externas, nos encontramos con una tipificación, en el caso de delitos, que no registra la causa de la muerte de forma concreta y con que los indicadores de género en dichos registros son inexistentes. Se sabe que es mayor el número de hombres muertos por causa del conflicto y son ellos también sus principales actores; sin embargo, son ellas las que sufren sus consecuencias. Y sobre ellas no sólo se aplican mecanismos utilizados en los conflictos armados para resolver diferencias en la esfera doméstica, sino que, en muchas ocasiones, también los La información sobre esta campaña está registrada http://e.eltiempo.com/media/produccion/abuso/index.html. 43

123

en

la

página

web:

eventos

de violencia de género

se

disfrazan de violencia social,

contribuyendo así a invisibilizar el problema. El

número

de

mujeres

muertas

por

causas

externas,

según

denominación y causas tipificadas por el Instituto de Medicina Legal de Colombia, ascendió a 21.803 entre 1999 y 2007 (Gráfico 10). Las causas externas que hemos seleccionado por tener alguna relación con eventos violentos contra las mujeres son las denominadas por esta institución: “agresiones (homicidios), inclusive secuelas” (17.406); “intervención legal y operaciones de guerra, inclusive secuelas” (331); y “eventos de intención no determinada, inclusive secuelas” (4.066). Gráfico 10. Defunciones de mujeres por causas externas. Colombia, 1999-2007

3.000 2.500 2.000 1.500 1.000 500 0 Eventos de intención no determinadas, incl. secuelas

1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

574

491

515

431

435

443

412

380

385

Intervención legal y operac. de guerra, incl. secuelas

8

38

23

22

33

37

58

58

54

Agresiones (homicidios), inclusive secuelas

1.906

2.089

2.393

2.508

2.187

1.838

1.637

1.406

1.442

Fuente: elaboración propia, a partir de datos estadísticos publicados por Departamento Nacional de Estadística Colombia (DANE). www.dane.gov.co.

El desplazamiento forzado44 ha sido uno de los resultados más notorios del conflicto armado en Colombia, en sus expresiones urbana y rural; pero también lo ha sido la violencia organizada por bandas y grupos de Sobre el desplazamiento forzado y la vida de las mujeres en Colombia, Meertens (2011) ha desarrollado una línea de investigación con perspectiva de género en el contexto de un Grupo de Investigación avalado por Colciencias. Su producción académica al respecto es extensa. Y sobre las consecuencias de este fenómeno en la población en general, Arboleda Gómez (2009) ha investigado en profundidad. 44

124

delincuentes. Las consecuencias del desplazamiento forzado se expresan, principalmente, en fenómenos como el miedo, el control social de los conflictos cotidianos a todos los niveles y el surgimiento de nuevas violencias. Un 20% de los desplazamientos forzados afectan a grupos poblacionales, mientras que en el 80% restantes sucede de forma individual y silenciosa. Para CODHES (2008) y ACNUR (2007), las cifras totales de desplazamientos ascendieron a cuatro millones de personas durante el período comprendido entre los años 1984 y 2006. Para el informe gubernamental del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH, 2013, p. 33), la cifra alcanzó los 4.744.048 personas en el período 1986-2012. Otras fuentes, como la Defensoría del Pueblo a través del informe de Hurtado (2008), sostienen que las cifras pueden ser mayores, ya que el hecho de que una persona afectada busque registrarse como desplazada se convierte en un factor de riesgo. Ahora, en ese contexto general que muestra el desplazamiento forzado se puede también observar el efecto que el fenómeno tiene sobre las mujeres: aproximadamente la mitad de la población desplazada está constituida por mujeres de todas las edades; el 30% de las adolescentes desplazadas son madres; el 39% de las familias desplazadas tienen jefatura femenina; el 14,5% de las mujeres desplazadas por conflicto armado no tiene estudios; y el 48%, están desempleadas (Hurtado, 2008). Otra institución, Acción Social, determinó que en este mismo período se contabilizaban 1.950.000 mujeres desplazadas, de las cuales el 30% ha tenido que salir de sus hogares por causa de violencia sexual y la gran mayoría ha sufrido nuevamente violaciones en los lugares de refugio (delitos que se caracterizan por tener una baja judicialización). Muchas de las personas desplazadas empezaron una nueva vida en las ciudades durante los últimos años del siglo XX, constituyéndose por ello en fundadoras de nuevos barrios en esos centros urbanos; ello se reflejó en un crecimiento notable de los anillos exteriores de esas ciudades. Desde ese contexto, el 2007 fue el año que registró mayor desplazamiento forzado, pues

125

alrededor de 305.996 personas llegaron a 843 municipios de los 32 departamentos colombianos. El examen de los registros de esas personas realza que las causas de dichos desplazamientos estuvieron asociadas con amenazas, atentados, fumigaciones, bombardeos, enfrentamientos armados, miedo a las minas o temor a que sus hijos fueran obligados a formar parte de algún grupo armado (Hurtado, 2008). Además del desplazamiento, las mujeres fueron víctimas también de estrategias de guerra, entre las cuales se incluyeron: agresiones físicas, psicológicas y sexuales dirigidas contra ellas. La agresión sexual, en especial, tuvo como objeto lesionar, aterrorizar y debilitar al enemigo para avanzar en el control de los territorios y de sus recursos; sus expresiones conllevaron: intimidar, humillar, castigar y controlar a la comunidad a la que pertenecían las víctimas. De esa manera, las mujeres resultaron ser víctimas directas o colaterales debido a su relación afectiva con los hombres; es decir, eran: hijas, madres, esposas, compañeras, hermanas y abuelas, entre otras condiciones parentales (CIDH, 2006). En un entorno así no es difícil deducir que los mecanismos violentos afectaron de forma directa su vida cotidiana y que la violencia por razón de género hizo uso de dichos mecanismos cómodamente instalados en la cultura. Como hemos afirmado antes, es difícil acceder a cifras exactas, pero para poner como ejemplo uno de los años analizados, y según la Comisión Colombiana de Juristas (2004), en el año 2003 murieron 442 mujeres en hechos no relacionados directamente con el conflicto armado: fueron asesinadas en su casa, en la calle o en el lugar de trabajo. Los datos también muestran que la violencia contra la mujer está instalada en la esfera privada. En el año 2003, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses registró 8.677 casos de violencia contra la mujer y 2.580 eventos de delitos sexuales. En el 2005 las estadísticas informan que el 39% de las mujeres alguna vez en su vida sufrieron agresiones físicas por parte de sus parejas afectivas. Y según datos de la

126

Encuesta Nacional de Demografía y Salud, aplicada por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Profamilia, 2010a, cap. 13), en 2000, 2005 y 2010, los porcentajes de agresiones físicas contra las mujeres se mantuvieron similares, y la situación del país en esos aspectos no varió sustancialmente. En el año 2010, por ejemplo, encontramos que entre las mujeres entrevistadas un 65% sufrió control violento por parte de sus esposos o parejas, como por ejemplo: el esposo insistió en saber dónde estaba ella (39%); la ignoraba (33%); la acusaba de infidelidad (34%), y le impedía el contacto con amigos o amigas (29%). Fueron situaciones que se presentaron con mayor frecuencia en mujeres jóvenes, casadas o en pareja de hecho y habitantes de zonas urbanas. De la misma manera que, para el 32% de los casos, sus parejas ejercieron amenazas contra ellas con presiones de abandono (21%); de quitarles a sus hijos (17%); y de quitarles apoyo económico (16%). Las amenazas se incrementaron con la edad, siendo más frecuentes en las mujeres mayores de 35 años (Profamilia, 2010a). En cuanto a la violencia física ejercida contra las mujeres, la misma encuesta registró que el 37% de las mujeres reportaron haber sufrido agresiones por parte de su pareja; haber recibido empujones o zarandeo (33%); haber sido golpeada con la mano (27%); haber recibido patadas o ser arrastradas (12%); haber sido violadas (10%); haber sido golpeadas con objetos duros (9%); haber sido amenazada con armas de fuego o blancas (7%); haber sufrido ataques efectivos con armas (3%); o haber sufrido intento de estrangulamiento (5%). Esos tipos de violencia fueron más frecuentes en mujeres mayores de 45 años y se presentaron, en menor grado, entre las que habían cursado educación superior y entre las que tenían un nivel de riqueza más alto; aunque la diferencia fue casi imperceptible (Profamilia, 2010a). La preocupación por el fenómeno de la violencia contra las mujeres en Colombia ha sido considerada por organizaciones internacionales; por ejemplo, el Programa Integral Contra la Violencia de Género del Fondo de las Naciones Unidas y España para los Logros del Objetivo del Milenio (MDGIF,

127

2010) realizó un estudio sobre la tolerancia social e institucional a la violencia basada en el género en Colombia. Ese estudio mostró que dicha violencia se reprodujo en todos los ámbitos de la vida de las mujeres, tuvo una profunda relación con los roles que la sociedad colombiana le asigna a cada sexo y ocurrieron cuando las mujeres trataron de desafiar su papel en dichos roles. Es así como en los imaginarios, acciones y prácticas que constituyen el ordenamiento patriarcal de las relaciones de pareja y de familia, relativos a los roles correspondientes tanto a mujeres como a hombres, se encontró un alto grado de legitimación de la violencia contra las mujeres. Algunas cifras ilustran esa afirmación: el 55% de las mujeres víctimas de violencia de género no terminaron secundaria (sólo el 7% tuvo estudios superiores); sobre la actividad a la que se dedicaban las mujeres, el informe afirma que el 33% de ellas trabajaba fuera de casa y el 32% realizaba trabajos en el hogar; el 35% de las que no denunciaron las agresiones se corresponde con las que realizaban labores del hogar. La valoración social de la privacidad de la familia y de la separación entre el espacio público y el privado contribuyeron al aislamiento social de las mujeres, de lo cual se puede concluir que dicha valoración actúa como una herramienta más de perpetuación de la violencia y es uno de los discursos más arraigados en la población en general. El 79% de las personas encuestadas para el estudio del MDGIF (2010) consideraron que los problemas familiares sólo se deben discutir con los miembros de la familia y el 89% dijo que “la ropa sucia se lava en casa”. Los resultados mostraron también que las mujeres con una historia familiar violenta sufrieron más violencia de género y que el ciclo de la violencia se reprodujo en su entorno cercano. Es así como el 31% de las víctimas dijo haber visto que la figura masculina más importante de su niñez golpeó a una mujer. También, el 48% dijo que la figura femenina más importante en su niñez fue golpeada por un hombre. El 58% manifestó haber recibido insultos o humillaciones; el 36%, agresiones físicas; y el 22%, castigos físicos, todo ello durante su niñez. En cuanto al agresor principal, el 27% de las víctimas

128

identificaron a un familiar como agresor, el 25% al esposo o compañero, el 24% al exesposo o excompañero y el 24% al padre. El 60% de las mujeres jóvenes que fueron víctimas identificaron al padre como principal causante de gritos y humillaciones; el 33% dijo ser víctima de malos tratos. En cuanto a agresiones sexuales, el 45% de las mujeres jóvenes víctimas identificó a algún familiar como principal causante de la violación (el padre, el 28%) como causantes de acoso sexual, a los pandilleros (60%); y como forma de agresión sexual, los manoseos (45%). El 58% de las víctimas que interpusieron una denuncia tuvieron algún apoyo; al 14% de las mujeres que acudieron a alguna entidad del Estado a buscar ayuda, el funcionario o funcionaria que las atendió les respondió que la violencia había sido culpa suya; y el 37% de las víctimas fueron animadas a conciliar con el agresor. Estas últimas situaciones muestran la forma en la que se esconde el delito que suponen esas formas de violencia (MDGIF, 2010, pp. 150-161). En términos generales, el informe del MDGIF (2010) nos muestra que no hay políticas públicas integrales ni acciones articuladas para la atención de víctimas de las violencias basadas en el género por parte de las instituciones estatales, y las pocas que existen son insuficientes para la magnitud del fenómeno. Esas instituciones tampoco estudian ni hacen diagnósticos sobre el problema. Ese informe manifiesta que el 99% de las instituciones que tienen como objetivo atender los asuntos de violencia de género aseguran estar desarrollando los lineamientos técnicos en escuelas e institutos para implementar los temas de educación sexual, embarazo adolescente y prevención de la violencia contra las mujeres. Y sobre los organismos de control que velan por la garantía de los derechos de las víctimas, el informe asegura que cuentan con pocos desarrollos en materia de atención a las víctimas (MDGIF, 2010, pp. 162-168). Es así como el informe reseñado se convierte en uno de los pocos que muestran algún interés por el tema de la violencia de género.

129

La jefatura femenina en los hogares: un común denominador En Colombia se ha detectado que, desde hace más de un siglo y hasta el día de hoy, la constitución de familias con jefatura femenina ha sido una constante que, además, se ha incrementado, transformado y potenciado con el tiempo. Su notoriedad estadística es evidente y su componente cualitativo se ha tornado en un problema claramente identificado (Puyana, 2004). Es común encontrar historias familiares protagonizadas por mujeres que ostentan la jefatura de sus hogares desde cuatro y más generaciones atrás. Esto ha llevado a que algunas investigadoras estudien el fenómeno bajo criterios diferentes de familia, en los que las mujeres destacan por el papel que desempeñan en ellas (Puyana, 2003, 2007; Alonso, 1999, 2001; Puyana, 2009; Barreto y Villamizar, 1996; Morad, Bonilla y Rodríguez, 2011; Gutiérrez, 1998). El incremento de hogares con jefatura femenina ha obligado a que en algunas investigaciones se caractericen esos hogares de acuerdo con el papel que cumple el cónyuge varón en cada situación. De esa forma se encuentran hogares en los que, en su composición, el padre está presente o no; realiza aportes económicos o no los hace; comparte el cuidado de los hijos con su cónyuge o está al margen de ello; convive de manera ocasional con la mujer; y/o las responsabilidades del hogar son total o parcialmente asumidas por él. Cualquiera que sea la forma como se constituyen esos hogares, de acuerdo con el rol que cumplen los varones progenitores, se vislumbra un patrón de comportamiento en el que, en la mayoría de las ocasiones, la mujer es quien asume las cargas económicas y/o el cuidado de los hijos, y el papel del hombre es secundario o inexistente. Esa situación es más evidente en los sectores populares y en los estratos socioeconómicos más bajos, en donde, además, la protección institucional no tiene presencia. Se puede afirmar, entonces, que en ese tipo de estudios se destaca el hecho de que la monoparentalidad o la jefatura femenina no es un ejercicio de autonomía de 130

las mujeres; es decir, no es una elección que ellas hacen, y conlleva a que las circunstancias insertas en el problema deban ser interpretadas en clave de género (Santos Pérez et al., 2011); además, esa jefatura femenina coincide con situaciones de pobreza y desprotección por parte de las instituciones. En el estudio realizado por MDGIF (2010, p. 57) se indagó sobre la forma en la que están concebidas las relaciones de pareja y las familiares, como también aquellas que refuerzan los roles estereotipados entre hombres y mujeres. Ese estudio también indagó sobre la valoración de esos roles y encontró que el 59% de las personas aprobaba la ausencia de los padres en la crianza y manutención de hijos e hijas, considerando que es más grave que la mujer abandone a sus hijos a que lo haga el hombre. Ese estudio también consideró que el cuidado de hijos e hijas se entiende socialmente como una tarea constitutiva de las mujeres, que se les asigna como rol propio e incluye la fidelidad y la defensa del ordenamiento patriarcal de la familia, cuya trasgresión es motivo de sanción social, traducida en sanción económica. Es así como el 13% de los hombres y el 21% de las mujeres, por ejemplo, justificaron que el padre no hiciera aportes económicos para la manutención de los hijos cuando la mujer había sido infiel. Para ilustrar algunas de esas afirmaciones, hemos recurrido a datos complementarios que permiten, además, ampliar la dimensión del problema: – En Colombia, en el año 2005, la edad promedio en la que las mujeres tuvieron el primer hijo fue de 21,7 años; mientras que en el 2000 fue de 22,1 (ENDS, 2005, p. 36-37). El número de hijos de cada mujer tuvo una estrecha relación con el índice de riqueza y los niveles educativos, o sea, las mujeres más pobres y con menores niveles educativos tuvieron tres hijos más que aquellas con educación superior y con alto índice de riqueza; mientras

que

la

edad

en

la

que

significativamente menor en las primeras.

131

tuvieron

su

primer

hijo

fue

– Otro problema asociado a la salud reproductiva y sexual de las mujeres que se gestó al calor de las relaciones en la esfera doméstica fue el de los embarazos tempranos. Para el año 2005, Colombia era el país de la región (Latinoamérica) con mayor porcentaje de embarazos precoces, llegando al 20,5%, y la exposición al riesgo de embarazo en las adolescentes aumentó; como también ocurrió con la exposición al riesgo de embarazo, cuya prevalencia se dio en madres solteras. Esa situación se mantuvo, con tendencia a un mayor número de casos, en el año 2010 (Profamilia, 2010a). – El incremento acelerado de mujeres que tuvieron hijos sin apoyo material y de cuidado de sus padres se vio reflejado en el hecho de que, para el año 2005, el 58% de los niños menores de quince años vivían con ambos padres, el 30% con la madre y solo el 3%, con el padre (PROFAMILIA, 2005, p. 37). – Esas cifras fueron más preocupantes cuando encontramos que, para el año 2008, la incidencia de la pobreza según sexo del jefe de hogar fue mayor para las mujeres (49,04) que para los hombres (44,81). Y la incidencia de indigencia de jefes de hogar fue de 22,16 para las mujeres y de 16,20 para los hombres (DNP, 2010). Por otra parte, la relación entre género, familia y pobreza, abordada por investigaciones

de

corte

cualitativo,

refiere

el

problema

de

la

monoparentalidad no elegida45 asociado a los siguientes componentes, descritos por Alonso (1999): o El incremento acelerado de casos de mujeres jefas de hogar que asumen todas las responsabilidades de los hijos es la acentuación de un fenómeno existente en el pasado y que denota la poca responsabilidad estatal en la materia. Es decir, aunque existen discursos, proyectos educativos, y políticas públicas institucionales 45

Madre soltera, separada, abandonada por la pareja, divorciada que, sin haberlo elegido, se convierte en jefa de hogar. 132

para atender la problemática de hogares monoparentales, éstos no hacen mella en la cotidianeidad de esos hogares. o En número de casos, se trata de un incremento notable de madres solteras, madres adolescentes solteras, abandono por parte del padre, maternidad precoz, mujeres viudas a causa de la violencia o de la pobreza y desprotección social y cultural. Todas esas situaciones, a su vez, están atravesadas por una total delegación de las funciones del Estado hacia el tejido familiar; y llevaron a que las mujeres debieran utilizar recursos alternativos para mitigar su situación, como la solidaridad; en estas situaciones se ven especialmente comprometidos niños y niñas que quedan al cuidado de vecinas, familiares o, en su gran mayoría, solos. Niños y niñas que, a su vez, son perceptores de una transferencia de pobreza anclada, en la gran mayoría de los casos, en familias monoparentales pobres. o El Estado tiene una relación bastante alejada de la solución de esos problemas, ya que solo la tercera parte de esa población tiene afiliación a la Seguridad Social y/o utiliza recursos públicos, y la mayoría no conoce ni disfruta de los beneficios de la democracia participativa ni de la modernización del Estado. o Las mujeres jefas de hogar ven la lucha por la supervivencia como una carga y, en pocos casos, integran en su autoestima la cuota de coraje y recursividad con que enfrentan el día a día para lograr la supervivencia material y afectiva del grupo familiar. Esas mujeres recurren con frecuencia a estrategias para sobrevivir en un esquema de precariedad económica, inserta casi siempre en trabajos informales cuyos ingresos dependen de estrategias individuales de participación en dicho mercado. También están fijas a un contexto de exclusión social, violencia machista y falta de oportunidades y de desarrollo de capacidades. En un entorno social de esa naturaleza, coexisten diversos arreglos económicos que pueden ir desde la jefa de hogar 133

como única proveedora, hasta la participación extensiva del resto de los y las integrantes del hogar. o La responsabilidad en la manutención del grupo familiar por parte de la mujer no tiene el mismo reconocimiento social que en aquellos casos en los que son los hombres quienes se hacen cargo.

Colombia: país con tradición de migraciones feminizadas Colombia es un país con una larga tradición de migraciones internas, muchas de las cuales, a largo plazo, pasan a ser migraciones internacionales. Las mujeres, en proporciones elevadas, han protagonizado y/o han sido parte activa de dichos procesos. En este apartado podremos hacernos una idea de cómo la tradición de migraciones internas feminizadas son un referente para la migración de mujeres colombianas hacia otros países. Durante distintas épocas, un alto porcentaje de la población femenina colombiana ha migrado a los centros urbanos del país debido a múltiples causas. Desde principios del siglo XX muchas mujeres campesinas partieron hacia las zonas urbanas, para obrar luego como reserva de mano de obra en la industria manufacturera. Podemos afirmar que algunas regiones del país, como la del Valle de Aburrá (una de las más destacadas), debe todo su auge industrial a la disposición de mano de obra barata, conformada en su gran mayoría por aquellas mujeres que llegaron del campo tras la búsqueda de un futuro mejor (Arango L., 1996). Tanto al comienzo como al final de cualquier conflicto bélico, y durante la consolidación de las distintas formas de violencia, las mujeres protagonizaron múltiples eventos migratorios a lo largo y ancho de todo territorio colombiano, bajo el esquema de desplazamiento forzado y huyendo de una guerra que las afectó y aún las afecta.

134

Igualmente, durante toda la segunda mitad del siglo XX, también las mujeres participaron como fuerza de trabajo en las grandes ciudades. Además de la búsqueda de trabajo en el sector formal de la industria manufacturera, el sector económico de servicios y comercio fue gran receptor de empleo femenino. De igual manera, muchas de las mujeres más pobres del país vieron en el servicio doméstico y en la prostitución una salida para resolver las necesidades materiales (García, M., 1979). El mapa expuesto en la ilustración 3, del año 1964, nos proporciona una idea de la conformación acelerada de flujos migratorios liderados por mujeres hacia las principales ciudades colombianas, ubicadas todas en el interior del país en donde se concentran las ciudades más importantes. Ilustración 3. Mapa de Colombia. Volumen de mujeres en las principales corrientes migratorias de 1964

Fuente: tomado de García, M. (1979, p. 69).

135

Si nos trasladamos al año 1973, podemos corroborar la alta participación en los procesos migratorios internos de las mujeres en comparación con la participación de los hombres en ellos. De la población registrada en el censo de ese año, las mujeres que migraron constituyeron el 51% del total de personas migradas en todo el país. Ese fenómeno mostró que la recepción de las mujeres migradas recayó fundamentalmente en las principales ciudades, correspondientes a los departamentos con mayor auge económico, como el caso de Antioquia, que albergó el 55% de la población migrada de mujeres de otras regiones. En los demás departamentos, ese fenómeno se manifestó de la siguiente forma: Atlántico, 56,9%; Bogotá, 56,2%; Valle del Cauca, 53,3%; y Risaralda, 53,5% (ver Gráfico 11). Gráfico 11. Participación de hombres y mujeres migrantes en las principales ciudades colombianas en el año de 1973

60,00 50,00

56,97

55,02

56,21

53,50

53,36 44,98

46,64 43,79

43,03

46,50

40,00 30,00 20,00 10,00 0,00 Antioquia

Atlántico

Bogotá D.E Mujeres

Valle del Cauca

Risaralda

Hombres

Fuente: elaboración propia, a partir de datos publicado en García, M.(1979, p. 74).

Ese comportamiento mantuvo la misma tendencia durante las últimas décadas del siglo XX. Los datos de Rubiano, González y Granados (1998) muestran que en el año 1993 la mitad de la población colombiana habitaba en un municipio diferente al de su nacimiento46. Las migraciones internas

En investigación realizada en Sevilla sobre la población colombiana que residían en dicha ciudad se explica que el 52,6% de las mujeres de ese grupo poblacional había 46

136

colombianas en las últimas décadas se diferencian de las primeras oleadas migratorias ocurridas a principios del siglo XX en su vertiginoso crecimiento y en la heterogeneidad del tipo de personas que migran (origen, extracción social y variedad de destinos, entre otros). Sin embargo, las mujeres siguieron siendo las principales protagonistas de dichos movimientos poblacionales al tiempo que crecía su proporción con relación a la migración masculina. De esa forma, podemos observar la relación que existe entre las ciudades con altas tasas de recepción de mujeres inmigrantes durante esos períodos y los lugares de origen de las mujeres migrantes hacia el exterior del país. Por poner solo un ejemplo, Risaralda, departamento del eje cafetero colombiano, con una tasa de emigración de mujeres del 35,6%, a finales de la década de los ochenta47, es hoy uno de los departamentos con mayor población emigrada hacia España. Se estima que, de unas 50.000 familias, algún miembro de ellas viajó al exterior, y que el 60% de ellos fueron mujeres. Durante el año 1999 la Unidad de Pasaportes de la Gobernación de Risaralda (Colombia) gestionó 43.370 pasaportes para mujeres, cifras que se mantienen en los años siguientes. Esta tendencia en la migración de personas hacia el exterior nos indica la búsqueda que tienen que hacer las mujeres para transformar un sinnúmero de situaciones relacionadas con el contexto social y económico en que viven. La esperanza de solucionarlo no se circunscribe hoy al territorio nacional. Si antes las posibilidades migratorias se restringían al entorno nacional, en las últimas décadas las fronteras se hicieron más permeables para ellas, impulsándolas a atravesarlas en la búsqueda de mejorar las condiciones de vida y el deseo de vivir en otros países, en los que sabían de la existencia de otros referentes de igualdad y derechos. El acceso a las redes de inmigrantes en otros países y las nuevas formas de comunicación les permitieron un acceso, mayor y más veloz, a la información y a la vida

migrado por lo menos una vez dentro de su país de origen, lo que muestra la alta propensión a migrar de las mujeres colombianas (Díez J., 2009, pp. 18-20). 47 Recordemos que en 1973, el 53% de la población migrada, en Colombia, estaba constituida por mujeres. 137

cotidiana. Es decir, esas redes fueron herramientas que utilizaron para poner a funcionar sus aspiraciones. Lo cierto es que muchas mujeres salieron en búsqueda de una aventura que no supuso correr riesgos mayores a los que ya asumían para sobrevivir en su propio país; de ahí que, tras las historias de vida, el riesgo de salir de manera regular o irregular se da con “alta disponibilidad de asumirlo”. Las migraciones internacionales de población colombiana han crecido de forma paralela a los movimientos poblacionales internos. Colombia es un país que ha pasado por varios períodos de migraciones internacionales masivas. El primero de ellos, que se produjo hacia Estados Unidos y Venezuela como principales destinos, comenzó en los años sesenta, cuando surgieron los grupos armados al margen de la ley. Bajo ese panorama social problemático, profesionales y clases medias salieron hacia otros países, y ello coincidió con reformas en las leyes estadounidenses sobre migración que favorecieron dicho proceso, al igual que en el caso de Venezuela tras las bonanzas petroleras. Un segundo momento de auge migratorio se dio durante los años ochenta, en el contexto del problema del narcotráfico. El tercer momento podemos fecharlo en la década de los noventa e inicios del siglo XXI, periodo en el que los especialistas en migraciones colombianas anotan como principales causas del fenómeno la crisis económica de los noventa y la inseguridad (Guarnizo, 2006). Los años transcurridos después de 1992 se caracterizaron por fuertes desequilibrios en el mercado laboral, incremento en el desempleo y el subempleo, salarios bajos, incremento de actividad informal y dificultades para obtener acceso y calidad en los servicios sociales, además, por supuesto, de la violencia generalizada; la dimensión que adquirió el conflicto armado y la consecuente extensión hacia las zonas urbanas, más la intromisión de múltiples agentes en esos procesos, se convirtieron en detonantes para que la gente decidiera salir del país.

138

El incremento en el porcentaje de personas que migraron a otros países entre 1960 y el año 2000 fue del 1.086%48. Según el censo de 1985, aproximadamente 1.500.000 colombianos y colombianas vivían fuera del país ese año. A partir de entonces, y hasta los años noventa, se presentó un crecimiento de las migraciones del 13%. Esa tasa, entre 1990 y 1995, fue del 8,6%. A partir de 1995 se aceleró el ritmo de las migraciones internacionales, cuyos porcentajes más altos se presentaron entre los años 2000 y 2005, mostrando una cifra del 7,3%, en promedio, de la población colombiana residiendo en el exterior (García D., M., 2007, p. 12). La mitad de la población colombiana que se encontraba fuera del país en el año 2005 emigró durante el período comprendido entre los años 2001 y 2005, y durante este quinquenio España se convirtió en uno de los principales receptores de migrantes colombianos, pues absorbió al 23% de la población migratoria del país, después de Estados Unidos (34%). Le siguieron Venezuela (20%), Ecuador (3,1%), Canadá (2,2%) y otros países (Garay y Medina, 2009, pp. 32-33). Se estima que alrededor del 10% de la población colombiana vive en el extranjero y que el 55% de ella son mujeres. El período de análisis se corresponde con un ciclo de fuertes migraciones de Colombia hacia España, siendo los años más destacados el 2000, el 2001 y el 2002. Las principales zonas de procedencia de migración se ubican en las grandes ciudades del país, con especial participación de la zona centro y el eje cafetero49 (Garay y Medina, 2009). Como podemos ver, Colombia cuenta con múltiples factores que contribuyen a la migración de las mujeres del país: la exclusión social, la pobreza creciente, el desempleo abierto, el empleo precario, la reducción de oportunidades laborales, la generalización de la violencia social y de género y el conflicto armado interno, la situación política, social y militar del país, la Dato calculado a partir de cifras publicadas por Garay y Medina (2009, p. 32). El Área Metropolitana Centro Occidente (AMCO) de Colombia ha sido especialmente estudiada e investigada en sus procesos migratorios hacia España. Destacamos, en esta línea, los estudios realizados por Garay y Medina (2009). 48 49

139

expansión del mercado internacional de las drogas, el deterioro generalizado de la economía, el recorte de las instituciones del Estado y la privatización de las empresas públicas, entre los más visibles; que generan un ambiente de inseguridad, incertidumbre y condiciones hostiles para la población en general, en el que la migración significa una salida viable para muchas personas (Guarnizo, 2003). Todos esos detonantes los viven y los padecen las mujeres y se agravan debido a las desigualdades que se dan por el hecho de ser mujeres y que, en circunstancias hostiles, no se les presta ninguna atención. Tampoco dicho fenómeno se considera un tema de relevancia para el Estado, que no lo incorpora como elemento integral en la formulación de políticas públicas.

4.2. La población de trabajadoras colombianas en España en el contexto de la migración latinoamericana feminizada Algunos autores (Cachón 2002, 2009; Arango J., 2006; Herranz, 1998; e Izquierdo, 2002, entre otros) afirman que en la conformación de España como

país

de

destino

para

personas

inmigrantes,

la

población

latinoamericana tuvo una participación importante. El número de mujeres procedentes de Colombia fue bastante representativo respecto a la población de Latinoamérica. En una primera etapa, entre los años 1975 y 1990, Herranz (1998) afirma que hubo un incremento sostenido de migrantes de Latinoamérica, al punto de que, en los años ochenta, llegaron a representar el 60% del total y la tendencia a la feminización, desde entonces, ha sido creciente.

Durante la década de los noventa el crecimiento numérico de migrantes hizo que los estudios sobre el tema enfocaran el fenómeno observando su composición cualitativa con mayor énfasis. Es así como, en el período 140

siguiente, identificado desde el año 2000 hasta el inicio de la crisis, se describieron varios hechos relevantes relacionados con la migración, y que los expertos reconocen como una etapa de cambios que afectó profundamente a la sociedad española, principalmente en lo concerniente a la participación de inmigrantes en el mercado laboral (Cachón, 2002, 2009). Latinoamérica pasó entonces a ocupar el segundo lugar en cuanto a procedencia de inmigrantes en España, después de Europa. Como podemos observar en el Gráfico 12, dicho incremento alcanzó el 530% entre los años 1998 y 200250. Gráfico 12. Total de población extranjera registrada en el padrón municipal, según regiones de nacimiento

3000000 2679456 2367922

2500000

2000000

1810272 1651571 1817780

1500000 1079555

928602

1255729

1000000

728746 736208

500000

1534230

460906 332245 138124 37911 116703

207437 51838 188923

822797 725960

541518

399836 93328

292786 135108

206.476

241279

2006

2008

0 1998 Países asiáticos

2000

2002

2004

Países europeos

Países africanos

2010

Países de Latinoamérica

Fuente: elaboración propia, a partir de datos publicados por el INE del padrón municipal.

Durante las últimas dos décadas, la regularización de extranjeros y extranjeras en España (1986, 1991, 1996, 2000/2001 y 2005)51 se convirtió en el reconocimiento de una realidad que subyacía al tratamiento institucional. Es así como, durante los años 2000 y 2001, las estadísticas Las tasas de crecimiento de inmigrantes en España fueron las siguientes: 61,88% entre 1998 y 2000; 289,69% entre 2000 y 2002; 70,57% entre 2002 y 2004; 22,18% entre 2004 y 2006; 17,99% entre 2006 y 2008; y 0,41% entre 2008 y 2010, según los datos del padrón municipal publicados por el INE. Elaboración propia. 51 Los procesos de regularización han sido analizados por Kostova (2006), entre otros autores. 50

141

visibilizaron la significativa presencia en España de la población procedente de los países latinoamericanos que estaba en situación irregular y que participaba en el mercado de trabajo español desde años atrás. El “efecto llamada”, producido por dicha regularización, se tradujo en una presencia exponencial de nuevos inmigrantes procedentes de países como Colombia, Bolivia, Ecuador y Perú, dando lugar, en 2005, a una nueva regularización (con un nuevo efecto llamada), hasta cuando la crisis económica empezó a desalentarlos. Como dijimos anteriormente, la migración de población latinoamericana hacia España se caracterizó fundamentalmente por la alta proporción de mujeres. Es así como, en el año 2000, por ejemplo, la presencia total de mujeres inmigrantes alcanzó el 70% (IOÉ, 2001a, p. 66). Si observamos los datos del padrón municipal (Gráfico 13), teniendo en cuenta el porcentaje de mujeres respecto al total de personas procedentes de cada región, el caso de los países latinoamericanos muestra que dicho porcentaje fue siempre superior, alcanzando cifras por encima del 60%, y manteniéndose siempre por encima del 54%. La segunda región con mayor participación de mujeres inmigrantes fue Europa, que no superó el 51% durante esos años. Gráfico 13. Población extranjera de mujeres registradas en el padrón municipal, según regiones de nacimiento (porcentaje de mujeres respecto al total de población de hombres y mujeres de su región)

65,00

61,41

61,34

60,00 55,00

55,18 51,23

48,14 48,12

54,05

54,79

47,90

47,83

47,20

47,96

36,40

37,20

47,33

40,00

41,70 39,61

35,00 30,00

53,98

50,47

50,00 45,00

53,90

35,18

34,70 31,05

31,46

30,68

2002

2004

2006

25,00 1998

2000

Países asiáticos

Países europeos

Países africanos

38,66 34,57

32,47 2008

2010

Países de Lationoamérica

Fuente: elaboración propia, a partir de datos publicados por el INE del padrón municipal.

142

En el caso que nos ocupa, la población inmigrante colombiana en España conservó ese comportamiento creciente que tuvo la región latinoamericana. Las cifras más altas de inmigrantes con nacionalidad colombiana se presentaron a partir del año 2000, año en el que hubo una variación porcentual anual del 81,2%. En el año 2001 fue del 97,1%; en el 2003, del 50% en el 2004, del 85%; y en el 2005, del 48,7% (ver Gráfico 14). Gráfico 14. Total de población colombiana con certificado de registro o tarjeta de residencia en España en vigor, 1991-2009. Valores absolutos

1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009

Fuente: elaboración propia, a partir de datos del Anuario Estadístico de Inmigración 2000-2009. Observatorio Permanente de Inmigración. MTAS.

El año 2005 resultó ser bastante representativo en cuanto a esa tendencia, ya que en ese año afloró la presencia de población colombiana que participaba en el mercado de trabajo español en situación administrativa irregular. Eso es así porque hasta diciembre del 2001 las personas procedentes de Colombia podían ingresar en España sin visado. Es decir, los que ya estaban residiendo en España y los que ingresaron después de ese año adquirieron la documentación en los procesos de regularizaron que se

143

dieron durante los años 2000, 2001 y 200552. Desde entonces, las vías de acceso, teóricamente, fueron aquellas que se dieron a través de la obtención de un permiso de trabajo gestionado en origen, como contingente, o a través de una oferta de trabajo gestionada por terceros desde España. Sin embargo, las cifras reflejan que, durante ese período, el acceso también se dio por vías irregulares después del año 2001. En la regularización del año 2005, el número de tarjetas de residencia se incrementó en un 500%, lo cual indica, como afirmamos anteriormente, que el aumento del flujo migratorio se dio principalmente durante los años 2001 y 2005 (Gráfico 14). En cuanto a la participación de población colombiana en ese proceso, podemos afirmar que es una de las nacionalidades más feminizadas en la actual composición demográfica española. Cuando se trata de comparar el porcentaje de mujeres que migraron respecto al de hombres de su misma nacionalidad, Colombia fue uno de los países de la región de América del Sur que tuvo una mayor presencia de mujeres durante la primera década del siglo XXI (Gráfico 15). Durante la última década del siglo anterior, las mujeres representaron más del 70% de población colombiana empadronada en España53, manteniendo una mayoría por encima del 55% durante la década siguiente, cuyos años de especial relevancia fueron el 2001 (61,2%) y el 2007 (56,5%).

En España ha habido cinco procesos de regularización, concretamente en los años 1986, 1991, 1996, 2000/2001 y 2005. Entre 1998-2000, el principal colectivo de inmigrantes regularizados fue el procedente de Marruecos, mientras que a partir de entonces empiezan a ser los nacionales de países del este de Europa y América del Sur. La Ley de Extranjería de enero de 2001 permitió la regularización de inmigrantes en situación irregular no nacionales de la UE en posesión de contratos de trabajo registrados. Para ampliar información al respeto ver Kostova (2006). 53 En 1997, las mujeres colombianas en España representaron el 71,68% del total de personas migradas con esa nacionalidad y con permiso de residencia; en 1998 su representación fue del 72,84%; en 1999, del 71,92%; y en 2000, del 69,79% (García D. M., 2007, p. 19). 52

144

Gráfico 15. Porcentaje de mujeres extranjeras registradas en el padrón municipal procedentes de la región de América del Sur (porcentaje respecto al total de población de cada nacionalidad 2001-2010)

62,00 60,00

61,21 60,17

59,35 57,69

58,00

57,46

55,78 56,00

57,13

57,20 54,70

54,42

57,61 56,82

56,81

56,61

55,60

56,10

55,58

56,49

56,50

54,00

52,55

53,84

50,66 50,75 49,89

48,00

50,68 48,58

51,26

51,65

51,46

51,43

55,46

55,51

51,65

52,00 50,00

55,74

55,04

56,66

51,38

50,91

50,75 50,67 50,11

50,58

47,94

48,12

48,09

48,03

48,14

48,13

48,25

48,50

2003

2004

2005

2006

2007

2008

2009

2010

46,00 2001

2002 Argentina

Bolivia

Colombia

Ecuador

Perú

Fuente: elaboración propia, a partir de datos publicados por el INE del padrón municipal.

Sin embargo, otras nacionalidades de la región latinoamericana tuvieron un comportamiento similar en ese periodo. Los países que obtuvieron una mayor tasa de feminización fueron Bolivia, Colombia y Perú. Las tasas de feminización se redujeron a medida que las personas con esas nacionalidades adquirieron mayor experiencia migratoria. El porcentaje de mujeres registradas en el padrón municipal durante el período analizado, según la nacionalidad, disminuyó, una vez transcurridos los años de su arribo inicial a destino. Es así como Perú pasó del 61,2% en 2001 al 50,5% en 2010. De la misma manera, el porcentaje de colombianas también disminuyó. Durante los primeros años de experiencia migratoria, las mujeres que migraban emprendieron un proceso de ingreso al mercado laboral consistente en adaptación, comprensión de las dinámicas para obtener la documentación y posterior reagrupación de otros miembros de la familia u otras personas de sus redes de amigos y conocidos. Los datos estadísticos muestran un comportamiento en el que, en los primeros años, las mujeres migran, descubren, indagan posibilidades, crean condiciones y, en los años posteriores, los hombres se benefician de dicho proceso y se 145

unen al proyecto migratorio, con menos riesgos. Esa situación sugiere que las mujeres fueron el medio para que otras personas se unieran al proyecto migratorio iniciado y protagonizado por ellas. Como podemos ver en el Gráfico 16, el porcentaje de mujeres procedentes de Colombia, respecto al de hombres, mostró una tendencia a la baja entre 2001 y 2009, pasando de representar el 69,7% en el primer año al 55,8% en el segundo. Esa disminución se corresponde con el incremento de hombres, quienes en el 2001 representaron el 30,2% y en el 2009, el 44,1%. Así mismo el porcentaje de hombres que obtuvieron su tarjeta de residencia se incrementó. En el 2000 el 97,3% de hombres obtuvo su tarjeta; en el 2001, el 152%; y en el 2005, el 53,1%; mientras que dichos incrementos en las mujeres fueron del 77,9% en el 2000; del 74,6%, en el 2001; y del 45,7% en el 2005. Esas cifras también corroboran un comportamiento migratorio inicial liderado por mujeres que salieron de sus países,

se

insertaron

al

mercado

laboral

y

luego,

bajo

distintas

circunstancias, fueron la base para la migración de otros, para que en adelante los hombres tomaran protagonismo, disminuyendo así las cifras de tendencia migratoria femenina. Gráfico 16. Porcentaje de hombres y mujeres en España procedentes de Colombia con certificado de registro o tarjeta de residencia en vigor. España, 2000-2009

80,00 69,79 70,00

61,56

60,15

58,96

58,84

58,05

60,00 50,00 40,00

38,44

39,85

41,16

41,95

41,04

57,46 42,54

56,51 43,49

56,09 43,91

55,85 44,15

30,21

30,00 20,00 10,00 0,00 2000

2001

2002

2003

2004

% de Hombres

2005

2006

2007

2008

2009

% de mujeres

Fuente: elaboración propia, a partir de datos del Anuario Estadístico de Inmigración 2000-2009. Observatorio Permanente de Inmigración. MTAS.

146

Trabajadoras colombianas en el mercado de trabajo español: aspectos visibles de su participación Es difícil calcular el total de mujeres procedentes de Colombia que participan en el mercado de trabajo español, debido a las características de irregularidad administrativa que se presentan en dicha participación. Sin embargo, en algunas estadísticas podemos observar tendencias que permiten ilustrar las dimensiones de la presencia femenina en ese mercado de trabajo durante el período analizado. De un lado, están las cifras del padrón municipal, y de otro, las de permiso de residencia en vigor. En cuanto a las primeras, un porcentaje bastante elevado de inmigrantes se empadronó en España porque ésa era la vía a través de la cual podrían acceder a servicios como el de salud, o porque podrían sentar las bases para una futura regularización, dejando constancia del arraigo social a través de ese registro administrativo54. Ese es un trámite que la población inmigrante realiza de manera casi inmediata cuando llega a España. De otra parte, el permiso de residencia en vigor autoriza a las personas que lo tienen para residir y/o trabajar (no incluye las estancias). De esa manera, si

calculamos la

diferencia

entre

el número

de mujeres

empadronadas y aquellas que tenían residencia en vigor (Gráfico 17), obtenemos una cifra aproximada del número de personas que estaban en “situación administrativa irregular” en cada año. En el año 2001, por ejemplo, el número de mujeres colombianas en situación administrativa El arraigo social se obtiene cuando se acredita la permanencia en España por un período mínimo de tres años, siempre que el o la inmigrante cuente con una oferta de trabajo o con un contrato laboral con una duración de un año y carezca de antecedentes penales, tanto en España como en su país de origen. Además, debe aportar cualquier otra documentación que demuestre su nivel de arraigo en la sociedad española. De otra parte, el arraigo laboral se resuelve cuando acredita relaciones laborales durante dos años, aunque es una vía menos utilizada debido al temor que experimenta el contratante a ser demandado o a incurrir en multas. El sentido de agradecimiento que desarrolla la persona ante la oportunidad ofrecida por quien le contrata también significa que la vía para acreditar relaciones laborales no es una opción tan recurrida. 54

147

irregular ascendió a un 43%; en 2002 subió al 61%; en 2003 cayó de nuevo al 54,7%; y en el 2004, al 42,8%. Esos porcentajes disminuyeron a partir de 2005 (23%) después de la regularización que se realizó ese año, pasando a representar el 13% en 2006, el 2,6% en 2007 y el 2,5% en 2008. Esas cifras se corresponden (proporcionalmente) con el número de colombianas y colombianos regularizados durante los años 2001 (37.252) y 2005 (48.355), de las cuales el 54,30% fueron mujeres. Gráfico 17. Número de mujeres colombianas en situación administrativa irregular. Comparación entre empadronadas y con permiso de residencia en vigor. 2001-2009

180.000 153.482

160.000

139.626

141.732

150.147

158.100

163.969

147.612 154.119

160.387

143.697

140.000 129.565

110.000

120.000

118.046

100.000 80.981

80.000 60.000

52.355

63.202 42.800

40.000 29.893 20.000 0 2001

2002

2003

2004

2005

Empadronadas

2006

2007

2008

2009

Con residencia en vigor

Fuente: elaboración propia, a partir de datos extraídos del padrón municipal y estadísticas del Anuario Estadístico de la Inmigración del Ministerio de Empleo y la Seguridad Social.

La gran mayoría de mujeres procedentes de Colombia que participaron en el mercado de trabajo español en el año 2007 se insertaron laboralmente durante los cinco años anteriores y lo hicieron preferentemente sin los permisos para residir y trabajar en España. Durante los años anteriores a 2007, los procesos de normalización y regularización estuvieron acompañados de un mayor interés institucional por transformar la situación de irregularidad administrativa de muchas personas, y sus resultados fueron más visibles ese año (Gráfico 17), cuando las cifras de empadronamiento y de residencia en vigor empezaron a mostrar

148

coincidencias. También podemos afirmar que el perfil de las mujeres que participaron en este mercado laboral durante el mismo año se ajustó al mercado laboral español durante el período que va del año 2000 al 2007. Sobre las características de participación de las mujeres inmigrantes procedentes de Colombia en el mercado laboral español, ahondaremos en el capítulo siguiente, a partir de los datos del trabajo de campo. Podemos concluir, inicialmente, que la irregularidad administrativa de las inmigrantes formó parte de una lógica de economía informal y/o sumergida del mercado laboral español durante el período señalado. La participación de las trabajadoras procedentes de otros países y en situación administrativa irregular contribuyó a ese proceso. Pero la regularización de dichas trabajadoras no transformó sustancialmente su manera de participar en el mercado de trabajo tras la adquisición de la documentación porque las lógicas de la economía informal y sumergida que subyacían a su participación laboral se mantuvieron. Las estrategias desarrolladas por las inmigrantes en las dinámicas de oferta y demanda en el mercado de trabajo español les proporcionó el conocimiento de cómo actuar en ese mercado de acuerdo con sus objetivos. Desde ese punto de vista, podemos afirmar que la irregularidad administrativa derivó en informalidad laboral, pese a la obtención de la documentación requerida y que, al mismo tiempo, la alimentó, en la medida que dejó un aprendizaje en el desarrollo de estrategias para actuar en un mercado sumergido.

La informalidad laboral más allá de la irregularidad administrativa Las estadísticas nos han servido para mostrar la transformación que se dio en España con el proceso de regularización administrativa de inmigrantes y comprender cómo se visibilizaron las mujeres que trabajaron en sectores poco valorados de la actividad económica. Se trata de un proceso que tiene

149

distintos significados para las partes que intervinieron en ese proceso. Para las instituciones del Estado, por ejemplo, el interés podría estar en la regulación de la participación de determinados grupos de población en el mercado laboral; pero, para las mujeres trabajadoras, podría significar la búsqueda de mejores condiciones de trabajo y de vida y, por tanto, el deseo de llevar a cabo una estrategia de búsqueda de movilidad ocupacional y social. Es así como las estadísticas registradas nos permiten conocer algunos aspectos de ese problema. Todo ello sin perder de vista que se trata de una realidad a la que subyacen la irregularidad administrativa y la informalidad laboral de manera paralela. Las cifras de permisos de residencia en vigor, de altas en la Seguridad Social y de contratos de trabajo registrados son útiles para visibilizar la participación de trabajadoras procedentes de Colombia en el mercado laboral. En cuanto a los permisos de residencia en vigor concedidos durante el período transcurrido entre los años 2002 y 2009, muestran un comportamiento que conserva una tendencia similar al de los contratos de trabajo registrados durante el mismo periodo (ver Gráfico 18). Pero esa tendencia no se corresponde con las altas en la Seguridad Social registradas cada año. Después del año 2006, los permisos de residencia en vigor tuvieron un crecimiento permanente, mientras que las altas en la Seguridad Social decrecieron. En el año 2005 (en el que se produjo la última regularización), los permisos de residencia en vigor se incrementaron en el 45,7% con respecto al 2004, mientras que ese porcentaje en cuanto a las altas en la Seguridad Social fue del 69,2% debido a la regularización. Mientras que durante los años subsiguientes (2007 a 2009), los permisos de residencia en vigor crecieron el 7,4%, en promedio, y las altas en la Seguridad Social decrecieron en el 5,9%.

150

Gráfico 18. Comparación del número de autorizaciones de trabajo, nacionalidades concedidas, altas en la Seguridad Social (a 31 de diciembre de cada año), contratos de trabajo registrados, permisos de residencias en vigor (16-65 años) y autorizaciones de trabajo concedidas a mujeres procedentes de Colombia (2002-2009)

180.000

154.571

160.000

136.463

154.119

160.387

143.697

140.000

137.372 118.046

120.000

129.565 105.385

100.000

80.981 80.000

78.459

40.000

55.873

47.545 47.545

64.914

52.015 44.864

42.800

43.057

40.777

35.541 28.582

20.000

75.258

75.936

63.202 60.000

77.772

77.894

19.161

19.692

20.069 1.338

988

4.724

2.867

7.907

9.840

8.775

18.844

0 2002

2003

2004

2005

2006

Nacionalidades concedidas

Contratos de trabajo

Alta en Seg. Soc.

Autorizaciones trabajo concedidas

2007

2008

2009

Residencias en vigor

Fuente: elaboración propia, a partir de los datos del Anuario Estadístico de Inmigración del Observatorio Permanente de la Inmigración del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, 2002-2009.

Esa interpretación se realiza teniendo en cuenta que los contratos de trabajo en el servicio doméstico pueden celebrarse de forma verbal, dado que el empleador no tiene ninguna obligación de registrar el contrato, mientras que para realizar el alta en la Seguridad Social sí es necesario hacerlo. De tal forma que el alta en la Seguridad Social se hace con el fin de completar los requisitos de cotización para renovar la documentación55 y demostrar un proceso de integración para obtener la nacionalidad española, como una ruta Para la renovación de autorizaciones de trabajo en España se debe cumplir el requisito de cotización a la Seguridad Social correspondiente a unos meses determinados por cada año de permiso para trabajar. El primer año, la autorización viene acompañada de limitaciones sectoriales y geográficas. Trascurrido ese año, el permiso se renueva dos veces, cada dos años, siendo válido para trabajar en cualquier actividad y en todo el territorio español. Tras cinco años de autorizaciones temporales renovables, se otorga una autorización de residencia «permanente» que también conlleva la autorización para trabajar (Santos Pérez, 2011, p. 81). 55

151

y una meta a la vez. Como veremos más adelante, la estrategia de cotizar para la renovación de documentos es clara, y los espacios de tiempo sin cotización son utilizados, en muchas ocasiones, por los hogares y/o por las trabajadoras, en la dinámica de informalidad inherente a este sector de actividad, según los intereses de las partes. El Gráfico 18 ilustra también que a medida que transcurre el tiempo, disminuyen las cotizaciones a la Seguridad Social, una vez que se flexibilizan los requisitos de documentación para tener acceso al mercado de trabajo. En los primeros tres años, las mujeres estaban sujetas a la renovación por cotización a la Seguridad Social; con posterioridad, la obtención de una tarjeta permanente estaba sujeta a la permanencia en territorio español (durante los cinco años anteriores). Tras el período de cinco años, la obtención de la nacionalidad española significa la cúspide de la participación en el mercado de trabajo en situación de desigualdad respecto a la documentación. Durante todo el proceso queda establecida la dinámica de actuación bajo las lógicas de la economía informal y/o sumergida. La ausencia de cotización a la Seguridad Social es un recurso que utilizan los empleadores, con bajo poder adquisitivo, para ajustar los salario a las trabajadoras. Durante nuestro año de referencia (2007), el número de trabajadoras procedentes de Colombia que participaron en el mercado de trabajo español ascendió a 156.387. De esa cifra, 147.612

estaban empadronadas como

extranjeras (97,3% con permiso de residencia en vigor) y 8.775 ya habían obtenido la nacionalidad española (Gráfico 17). Es decir, el 97% de las mujeres que participaron en dicho mercado laboral tenían documentación para realizar un contrato de trabajo. Sin embargo, el alta en la Seguridad Social para este mismo año (2007) disminuyó un 0,8% respecto al anterior, mientras que las residencias en vigor se incrementaron en un 10,9%. Se sabe que el promedio de edad de las mujeres que obtuvieron los permisos para residir fue de 35 años. El 82% se otorgó a una media de mujeres menores de

152

45 años, de las cuales el 55% eran menores de 34. En el año 2007 el 58,2% de mujeres eran menores de 34 y el 26,6% tenía entre 35 y 44. Es decir, el 85% estaba en edad de trabajar56. Otro dato para visibilizar la situación de las mujeres en el mercado de trabajo español es la demanda de empleo. Esa información la produce el Instituto Nacional de Empleo (Inem)57. En 2007, la demanda ascendió a 14.587 solicitudes, de las cuales el 77,6%58, se hicieron en el sector servicios, lo que refleja la búsqueda de movilidad ocupacional hacia otros sectores,

entre

ellos

restauración,

servicios

personales,

protección,

comercio, artesanía y trabajo cualificado de la industria manufacturera, construcción y minería, así como trabajos no cualificados. La demanda real de trabajo dentro de los hogares se hizo preferentemente a través de los Programas de Empleo llevados a cabo por ONG, sindicatos y parroquias que tenían bolsas de trabajo con colocaciones formales e informales. Con todo, la mayor eficacia a la hora de encontrar empleo se consigue a través de las redes familiares y de amigos (Valencia, 2011). Como ya hemos advertido, esas cifras reflejan que una proporción significativa de mujeres trabaja bajo el esquema de economía informal y/o sumergida, que no necesariamente se resuelve obteniendo la regularidad administrativa. En ese proceso estuvieron presentes y arraigadas las dinámicas impuestas por los diferentes actores del mercado de trabajo. La acción institucional y los potenciales empleadores y empleadoras formaron parte de esas dinámicas. Pero también las respuestas de las mujeres trabajadoras, tras la búsqueda de movilidad ocupacional, bienestar y calidad de vida, entre otras, formaron parte de las inercias que se instalaron en dicho mercado de trabajo.

Según datos del Anuario Estadístico de Inmigración (2009) del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Y según datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social para el año 2007, el 80% de las altas de mujeres colombianas eran menores de 44 años. 57 Actualmente SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal). 58 Según Anuario Estadístico de Inmigración, 2007, del Observatorio de la Inmigración. 56

153

La primera inserción de mujeres colombianas en el mercado de trabajo español Son varios los elementos característicos que determinan las condiciones en las que se dio la primera inserción en el mercado de trabajo español de las mujeres colombianas. Para hacer un acercamiento inicial que respalde y contextualice el trabajo de campo aplicado para esta investigación, extrajimos también la información que la Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI, 2007)59 registró sobre mujeres nacidas en Colombia. Según los resultados analizados, solo el 14,3% de las colombianas tuvo una propuesta de empleo real al llegar a España; por lo tanto, la gran mayoría de mujeres colombianas que llegaron a este país durante el 2007 se vieron condicionadas a enfrentar un mercado laboral bajo la presión de la premura por sobrevivir. En ese proceso, el tiempo transcurrido para encontrar el primer empleo fue determinante y dejó sentado uno de los principales condicionantes para su futura actuación en el mercado de trabajo. En el 56,6% de los casos, la búsqueda del primer trabajo no se prolongó por encima de un mes. Podemos decir entonces que, según esos datos, la premura por conseguir dicho trabajo; para solventar los gastos adquiridos durante el proceso migratorio y la manutención en su nuevo destino, así como la situación administrativa irregular y las redes sociales, las condujeron a insertarse en trabajos mal remunerados y en sectores de actividad donde las condiciones laborales eran menos visibles para las instituciones del Estado. El 53% de las que consiguieron trabajo antes de un mes lo hicieron en actividades relacionadas con los hogares. Las que esperaron una inserción después de los treinta días tuvieron mejores opciones para trabajar en otros sectores de actividad (61,6%), y Todos los datos citados en este apartado fueron extraídos de la ENI, aplicada en el año 2007 por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Los ficheros fueron descargados, migrados al programa SPSS, y luego analizados para nuestra investigación. Por tanto, la explotación es responsabilidad nuestra. Hemos separado a las mujeres colombianas entrevistadas en dicha encuesta, las cuales fueron 604 (del total de personas encuestadas en la ENI, el 6,7% habían nacido en Colombia, de las cuales el 67% eran mujeres). 59

154

generalmente se ocuparon en hostelería y/o actividades del comercio. La capacidad de espera estuvo generalmente respaldada en la situación administrativa que tuviera la trabajadora. Ese es el momento en el que la informalidad y la economía sumergida empezaron a formar parte del proceso de inserción de las mujeres al mercado laboral y de la dinámica de búsqueda de movilidad ocupacional. Los niveles de rotación para intentar ubicarse en un mejor trabajo fueron bastante altos. El 68% de las entrevistadas tenía trabajo en el momento de la entrevista; el 75% del total ya no trabajaba en el primer empleo que tuvo al llegar a España; y el 79% había tenido más de un contrato (el 50,4% entre dos y cinco; y el 21% entre seis y diez). La experiencia laboral en origen fue bastante diversa para las mujeres entrevistadas y se extendía a todos los sectores de actividad económica. En España, la inserción en el primer empleo se dio preferentemente en las actividades dentro de los hogares (62,2%), pese a que la experiencia en origen en ese sector equivalió solo al 5,3% de las entrevistadas. Sin embargo, en el momento de la encuesta, el porcentaje de mujeres empleadas en el sector de “actividades de los hogares” disminuyó al 29,6%, mientras su participación en otros sectores, como comercio y hotelería, se incrementó. Los contratos de trabajo que las mujeres entrevistadas tuvieron en España incrementaron sus tasas de temporalidad; es decir, mientras que, en origen, el 50% de esas mujeres tuvo un contrato temporal, en destino, el 70% tuvo su primer empleo bajo esta modalidad de contratación, aunque a tiempo completo. Así pues, en el momento de la encuesta, el porcentaje de contratos temporales disminuyó al 48%. En la Tabla 4 mostramos, de forma comparada, tres momentos de la trayectoria laboral de las mujeres trabajadoras colombianas registradas en la ENI (2007): último empleo en origen, primer empleo en España y el empleo que tenían una semana antes de la encuesta aplicada. Esa comparación la realizamos porque, en la encuesta aplicada para nuestro trabajo de campo, también se dibujaron esos

155

tres momentos, aunque estuvieron centrados en la experiencia de trabajos realizados en los denominados “servicios a las personas”. Por ahora, dicha tabla nos permite ver que las mujeres nacidas en Colombia y contabilizadas por la ENI (2007), en origen, tuvieron una baja experiencia en el sector de actividad definido como “actividades de los hogares” (5,3%), pasando a constituir la actividad central en su primer trabajo en destino (62,2%) y disminuyendo al momento de la encuesta a un 29,6%60. Tabla 4. Experiencia laboral de las mujeres colombianas inmigrantes en España, según sector de actividad en tres momentos de su trayectoria laboral

Último empleo en origen

Primer empleo en España

Empleo en 2007

Agricultura, ganadería, caza y silvicultura

1,08

0,26

0,85

Pesca

0,18

Industrias extractivas

0,54

Industria manufacturera Producción y distribución de energía eléctrica y gas Construcción Comercio; reparación de vehículos de motor, motocicletas y ciclomotores, y artículos personales y de uso doméstico Hostelería

16,85

6,46

6,82

Sector de actividad de experiencia laboral

0,36 1,08

1,07

30,11

8,27

12,58

10,57

0,00

18,12

Transporte, almacenamiento y comunicaciones

3,58

2,58

2,99

Intermediación financiera

2,51

0,78

1,07

Actividades inmobiliarias y de alquiler; servicios empresariales

8,06

8,78

13,01

Administración pública, defensa y Seguridad Social obligatoria

2,15

0,78

0,43

Educación

4,66

1,29

1,28

Actividades sanitarias y veterinarias, servicio social

7,89

3,36

7,46

5,02

5,17

4,69

5,38

62,27

29,64

100,00

100,00

100,00

Otras actividades sociales y de servicios prestados a la comunidad; servicios personales Actividades de los hogares Total

Fuente: elaboración propia, a partir de la Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI, 2007).

Esos porcentajes se aproximan a las variables que en nuestra encuesta hemos determinado como “servicios a las personas”. Además, facilitan información sobre la primera inserción, sirven para comparar los datos en variables similares para ambas encuestas. 60

156

5. Consideraciones de género presentes en las trayectorias de vida y en el perfil laboral de las trabajadoras entrevistadas

Cuando se hacen estudios sobre la población inmigrante, en general, se realiza una ruptura entre el antes y el después de la migración. Ese quiebre entre origen y destino se hace por razones metodológicas y, en muchos casos, debido a la dificultad que supone recoger la información sobre el origen. Ahora, la fuente más adecuada para la pesquisa sobre origen son las propias narraciones de los sujetos migrantes, las cuales están compuestas, en su mayoría, por aplazamientos, disoluciones y recomposiciones, como partes integrales de sus trayectorias de vida y, por tanto, de situaciones que fueron vividas en contextos sociales, económicos y familiares de origen y otras que se experimentan en destino. A menudo se define el momento migratorio como una ruptura, pero la persona entrevistada construye un relato sobre sí misma con base en un tiempo continuo sobre el que valora su proyección futura. Relato en el que la migración puede representar un momento decisorio. Pese a lo dicho, no se puede perder de vista que las historias de vida de las inmigrantes son relatos que necesariamente cargan con un sesgo, el cual consiste en que las narraciones que erigen incluyen algunos niveles de autorreflexión y cuestionamiento de su propio pasado, que luego contrastan con las nuevas realidades en destino. Aunque dichas reflexiones por parte de ellas son incipientes, para nuestro estudio las hemos utilizado para revelar algunas consideraciones de género presentes en dichas trayectorias de vida. Centrar el interés por las mujeres trabajadoras nos ha permitido observar si el perfil que portan desde origen acota o no sus actuaciones. Desde ese punto de vista, nos interesamos por indagar aquellos antecedentes 157

de origen que estuvieron marcados por desigualdades y en los que las relaciones de género tuvieron un alto componente valorativo. Las estructuras patriarcales, bastante acentuadas, de las que proceden estas mujeres no se deshacen por el hecho de migrar; los antecedentes de sus historias personales las acompañan en sus actuaciones en el mercado laboral en destino. Esto es importante para el análisis, porque en la decisión de trabajar y dónde hacerlo operan algunas dinámicas de la sociedad de destino tales como la existencia de un mercado de trabajo que requiere de mujeres para trabajar en actividades como el cuidado y el trabajo doméstico, entre otras. Aunque también operan otros elementos de sus condiciones de vida en origen que incluyen los valores y el componente ideológico que ello supone. En ese proceso, también operan aspectos relacionados con el conocimiento que las migrantes tienen sobre el mercado de trabajo al que se dirigen, así como sobre la cultura, los valores, los discursos, las mentalidades, las ideas y los estereotipos de la nueva sociedad en la que participan. En

este

capítulo

pretendemos

dar

cuenta

de

las

principales

características del perfil que aportan las trabajadoras en el momento de aplicar nuestra encuesta, para observarlo luego como uno de los elementos fundamentales de su actuación en el mercado de trabajo español. El género, entonces, fue integrado en este trabajo como un componente transversal a las trayectorias de vida de esas mujeres y lo incluimos como parte del perfil específico para su ingreso al mercado laboral. Aunque de forma desarticulada y difusa, el género está presente, antes que nada, en la decisión de migrar que toman las mujeres y, después, en la de permanecer e intentar llevar a cabo transformaciones en sus propias vidas. Mostraremos entonces la manera en la que las trayectorias de vida en origen portan características que serán integradas como insumos en el acceso al empleo, como respuesta a las demandas del mercado en destino. Este proceso, para la vida de las mujeres, puede significar la permanencia o la transformación de situaciones personales, pero sus respuestas tienen la tendencia a ser invisibles en las dinámicas del mercado laboral.

158

5.1. El género en las trayectorias de vida En

la

información

cualitativa

reunida

para

esta

investigación,

compuesta fundamentalmente por historias de vida de trabajadoras inmigrantes,

hemos

detectado

algunos

cuestionamientos

que

las

trabajadoras hacen sobre sus relaciones de género, no siempre claramente formulados. En primera instancia, encontramos que ellas dieron cuenta de algunas situaciones vividas, tales como la ausencia de educación en temas de salud sexual y reproductiva, la presencia de violencia de género, la falta de compromiso y responsabilidad por parte de los padres para con los hijos e hijas, la monoparentalidad “no elegida” y la falta de intervención y de legitimidad del Estado para actuar en la defensa de los derechos de las mujeres. Esos cuestionamientos aparecen como resultado de los eventos vividos por las mujeres entrevistadas de nuestro estudio. Las razones para migrar que esgrimieron las mujeres, invocadas desde la pregunta sobre las relaciones de género, permanecieron ocultas en un primer momento. En su lugar, solamente anotaron los motivos económicos como el aliciente principal de nuevas búsquedas. Pero una vez transcurrido algún tiempo en destino, en una suerte de comparación con lo encontrado en los nuevos contextos, ellas revelaron nuevos motivos, narrados de forma retroactiva. Es por eso por lo que a esos motivos, edificados por la distancia y el tiempo, y una vez comparados y relativizados, los hemos denominado “motivos para permanecer en destino”. Más adelante mostraremos cómo esos motivos constituyeron también un aliciente para permanecer en segmentos del mercado laboral que dinamizan los trabajos que ofrecen servicios a las personas. Podemos decir, además, que, antes de la migración, la mayoría de las mujeres no tuvieron elementos suficientes para hacer una valoración y/o reflexión sobre su propia trayectoria de vida en un sentido crítico. Pero una vez en destino, al encontrar una sociedad con sistemas de protección de las

159

mujeres de mayor alcance, las entrevistadas realizaron balances más ajustados sobre sus propias historias. Este hecho no es razón suficiente ni única para explicar las causas de la concienciación de las mujeres, ya que dicha concienciación supone un proceso espontáneo que se realiza a través de una apropiación informal de discursos que luego confronta a las mujeres con su propio pasado. A continuación, en la Tabla 5, mostramos el procedimiento mediante el cual describimos las situaciones encontradas y la interpretación del motivo implícito para migrar, aplicando una categoría de género. De la misma manera, en la Tabla 6 aplicamos dichas categorías a cada trabajadora, según las entrevistas realizadas. Tabla 5. Análisis de los antecedentes de las relaciones de género de las mujeres que influyeron en su decisión para migrar Situaciones encontradas en las trayectorias de vida

No interpone demanda por violencia de género.

Interpretación del motivo implícito aplicando categorías de género Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de las mujeres (su integridad física y moral).

Fue víctima de acosos homófobos por parte de Homofobia. grupos armados urbanos. Interpuso demanda de alimentos contra el padre Inoperancia del sistema institucional de ejecución de sus hijos y los mecanismos legales no fueron de las demandas de alimentos. efectivos. Matrimonios a temprana edad por conveniencia.

Matrimonio infantil forzado.

Pierde el acceso y control de todos los bienes por Sin acceso y control sobre sus recursos. engaño del cónyuge. Se inició en actividades relacionadas con la Víctima de la prostitución infantil/pedofilia. prostitución, siendo menor de edad. Realiza trabajos domésticos dentro del hogar y/o de cuidados de personas mayores y/o niños. Es una actividad que desempeñó desde niña en su Trabajo reproductivo, doméstico/familiar. propio hogar, por circunstancias similares a las de su familia materna o como manifestación de una cultura patriarcal y machista. Las que tienen trabajo remunerado no pueden Falta de conciliación entre vida familiar y conciliarlo con la vida familiar y se ven abocadas laboral/doble jornada.

160

a la doble jornada laboral y/o delegar funciones de cuidados en terceras personas. El cuidado de los hijos, mientras las mujeres trabajan fuera del hogar, está a cargo de otras mujeres de la familia, generalmente la madre, Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de hermanas, la hija de edad mayor (casi siempre la propia familia. también menor de edad) y, en ocasiones, las abuelas paternas. Algunos casos de mujeres bisexuales y una Control social y aplicación de mecanismos de la transexual. violencia social y armada a la diversidad sexual. Ha desempeñado trabajos productivos desde su Explotación infantil femenina/desprotección de niñez (ventas ambulantes). las niñas. Mujeres líderes sindicales y líderes comunitarias Liderazgo femenino con rol de gestión por la defensa de servicios públicos comunitaria represaliada. domiciliarios. Ha estado en situaciones y realizado actividades que ponen en riesgo su integridad física y moral Vulnerabilidad social en la infancia. (empaquetado de drogas, consumo de drogas, trabajos ambulantes y otros). Fue víctima de trata de mujeres y/o ejerció la Víctima de explotación sexual. prostitución. Trabajó en actividades que ejercían mayoritariamente mujeres en condiciones de Precariedad laboral feminizada. precariedad laboral. No accedió a los recursos que le permitían incorporarse al sistema educativo en cualquiera de sus etapas y hoy lo interpreta como una Sin acceso a recursos educativos. interrupción que ha afectado su desarrollo personal y su trayectoria de vida. La migración es un revulsivo para búsquedas personales de mayor autonomía y rupturas en Búsqueda de autonomía. contextos diversos: familiar, social, religioso, sexual. Su propio padre no la reconoció como hija.

Paternidad no reconocida.

Fue víctima de maltrato físico y moral por parte de su pareja (marido, esposo, compañero, unión Violencia de género. de hecho, novio conviviente). El grupo familiar fue víctima de violencia social y con especial intensidad sobre las mujeres del Violencia social sobre las mujeres. hogar. Desarrollaba actividades dentro o fuera del hogar Trabajo remunerado para sostenimiento del para obtener ingresos, independiente del carácter hogar. Doble jornada. formal o informal de los trabajos realizados. Vivió hechos y tuvo comportamientos que Ausencia de educación en materia de salud evidencian que la persona no tuvo acceso a un sexual y reproductiva y/o de género. Ausencia del

161

proceso de educación en salud sexual y políticas y medidas de apoyo institucional a las reproductiva y/o en temas de género: embarazos mujeres. adolescentes, casamientos obligados siendo menor de edad, repetición de situaciones de embarazos en condiciones de precariedad y/o ausencia de responsabilidades por parte de los padres y sin acceso a mecanismos legales de protección, repetición de situaciones de abandono y violencia de género. Trabajaba en actividades realizadas tradicionalmente por mujeres: maestra de escuela, secretaria, actividades de ventas dentro y Trabajo feminizado/segregación ocupacional. fuera del hogar, peluquería, dependienta, confección y otras. Madre soltera, separada, abandonada por la pareja, divorciada que, sin haberlo elegido, se Monoparentalidad no elegida. convierte en jefa de hogar. Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de los niños y niñas.

No llevó a cabo acciones legales de reconocimiento de paternidad y/o alimentos.

Refiere la capacidad para solventar las necesidades económicas, de cuidado y afectivas de sus hijos, sin necesidad de intervención de la figura paterna. Es un discurso que oculta las responsabilidades legales de los hombres y se confunde con autonomía y empoderamiento de la Discurso de falsa autonomía y empoderamiento. mujer. Denota la ausencia de conocimiento en temas de género básicos, derechos de los niños, de las niñas y de las mujeres. También denota una intención de búsqueda de autonomía desorientada y de manera intuitiva sin intervención de políticas públicas. El padre ha reconocido a los hijos pero se Ausencia de paternidad/ausencia de desentiende de sus responsabilidades económicas y corresponsabilidad doméstica. domésticas. Se encontraba en una situación de desventaja para su desarrollo personal y profesional respecto a los hombres de su entorno y de la sociedad en general. En la mayoría de los casos interrumpió los estudios para ejercer la maternidad y/o atender su matrimonio, en cualquier etapa de su desarrollo escolar, cursando estudios de Posición desigual de la mujer en términos de secundaria y/o en edad adolescente. La posición oportunidades. de desigualdad es consecuencia de la falta de acceso a una educación en salud sexual y reproductiva, la falta de responsabilidad de los padres con relación a sus hijos, la precariedad de los trabajos que se ve obligada a hacer y las deficiencias de un sistema institucional y normativo que la proteja. Fuente: elaboración propia, a partir de fuentes cualitativas aplicadas para esta investigación, según Anexo 2.

162

En la tabla 6 pueden observarse algunas dimensiones que estructuran la trayectoria de vida de las mujeres entrevistas para nuestra investigación. A cada una de esas dimensiones le hemos asignado una interpretación en clave de género para clarificar los motivos implícitos y explícitos que tuvieron las mujeres ante su decisión de migrar y que luego, como hemos afirmado, se tradujeron en elementos relevantes para decidir su permanencia en destino. La información de dicha tabla la obtuvimos a partir de las historias de vida y/o a través de observaciones realizadas durante las visitas en origen y/o en destino a hogares, en el contexto de su vida cotidiana.

163

164

61

Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte del hombre en el hogar. Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas. Moparentalidad no elegida. Hogares encabezados por mujeres. Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte del hombre en el hogar. Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades. Trabajo feminizado/segregación ocupacional.

Hija reconocida legalmente por el padre, pero sin compromisos económicos ni de cuidados.

No llevó a cabo acciones legales para la demanda de alimentos.

Situaciones similares en el contexto familiar: Su madre tuvo dos hijas en situaciones similares. Su hermana mayor también fue madre soltera. Convivencia en hogar materno con predominio de la monoparentalidad no elegida de las mujeres.

Estudios universitarios interrumpidos.

Trabajó de dependienta. Sus ingresos fueron insuficientes para la manutención.

Todos los nombres utilizados son ficticios con el fin de garantizar el anonimato de las personas entrevistadas.

Monoparentalidad no elegida. Ausencia de educación en salud sexual y reproductiva. Ausencia del políticas y medidas de apoyo institucional a las mujeres.

Causa de la migración (motivo implícito observado) como motivo para permanecer

Entrevista nº 10: Catalina

Identificador de la entrevista Causa explícita de la para las citas, migración expresada según Anexo 261 en la entrevista

Antecedentes contextuales de la migración

Características personales: Soltera. Una hija.

Aspectos de las relaciones de género presentes en la trayectoria de vida de las mujeres en origen y que constituyen un antecedente a la decisión de migrar

Tabla 6. Antecedentes contextuales de la migración: motivos para migrar y motivos para permanecer de las mujeres, analizados en perspectiva de género

165

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas.

Hijos no reconocidos legalmente por los padres.

No llevó a cabo acciones legales para el reconocimiento de paternidad de sus hijos y/o de alimentos.

Fue víctima de maltrato físico y moral por parte de su Violencia de género. pareja.

Paternidad no reconocida. Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte del hombre en el hogar.

Características personales: Constituyó una pareja de hecho sin registro. Tres hijos producto de varias relaciones anteriores.

Ausencia de educación en salud sexual y reproductiva. Ausencia del políticas y medidas de apoyo institucional a las mujeres.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Quedó desempleada después de que una bomba destruyera el centro comercial donde trabajaba como dependienta y aprovechó esta situación para buscar mejor calidad de vida para ella y la familia fuera del país.

Dedicada a trabajo reproductivo. Falta de conciliación entre vida familiar y laboral/doble jornada. Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

Realizó trabajos no remunerados en el hogar y de cuidados, con el apoyo de las mujeres de la familia materna.

Búsqueda de mayores ingresos y empleo.

Búsqueda de ruptura con violencia social.

Entrevista nº 12: Eva

166

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Características personales: No accedió a la educación formal secundaria y universitaria, pese a que ella lo deseaba y lo considerara el gran proyecto en su vida.

Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades. Sin acceso a recursos educativos.

Dedicada a trabajo reproductivo. Falta de conciliación entre vida familiar y laboral/doble jornada. Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

Tuvo responsabilidades en actividades domésticas dentro del hogar y de cuidados, con apoyo de la abuela.

Motivos explícitos de la migración expresados en la entrevista: Intentó terminar con una relación de pareja en la que era víctima de violencia de género.

Trabajo feminizado/segregación ocupacional.

Trabajó como maestra de escuela.

No realizó demandas por violencia de género.

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de las mujeres (integridad física y psíquica).

Búsqueda de ruptura por violencia de género.

Entrevista nº 14: Estela

167

Explotación por trabajo infantil femenina.

En su niñez realizó actividades ilícitas relacionadas con el empaquetado de drogas.

Se embarazó siendo menor de edad.

Características personales: Soltera. Un hija y un hijo.

Ausencia de educación en salud sexual y

Monoparentalidad no elegida.

Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades.

Fue madre soltera de una hija a la que le fue retirada la patria potestad por parte del padre.

Motivos explícitos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de transformación de estilo de vida. Búsqueda de trabajo y ruptura con origen.

Vulnerabilidad social en la infancia.

Entró en procesos de drogadicción siendo menor de edad.

Víctima de la prostitución infantil/pedofilia. Víctima de la explotación sexual. Ausencia del políticas y medidas de apoyo institucional a las mujeres.

Vulnerabilidad social en la infancia. Explotación infantil.

Realizó trabajos de venta ambulante desde su niñez.

Se inició en las actividades relacionadas con la prostitución siendo menor de edad y la ejerció en otros países, antes de migrar a España.

Violencia social sobre las mujeres. Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades.

Interrumpió estudios primarios por desplazamiento forzoso.

El grupo familiar fue desplazado por violencia social. Violencia social sobre las mujeres.

Búsqueda de ruptura con el esquema de exclusión a distintos niveles.

Entrevista nº 15: Laura

168

Ausencia de educación en salud sexual y reproductiva. Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte del hombres en el hogar. Paternidad no reconocida. Hogares encabezados por mujeres.

Interrumpió los estudios debido a la maternidad.

Situaciones similares en el contexto familiar: Fue abandonada por su madre cuando tenía un año. Criada en el hogar de la abuela paterna. En este contexto nacieron sus hijos. Embarazo de su hija en circunstancias similares a la de su madre (14 años y sin reconocimiento del padre, aunque plenamente identificados). Tiene un hijo que no reconoce su paternidad ante una menor embarazada.

Trabajo remunerado. Trabajo feminizado/segregación ocupacional. Dedicada a trabajo reproductivo. Falta de conciliación entre vida familiar y

Trabajó en el sector de la salud en zonas rurales.

Se hizo cargo de las actividades del hogar y de cuidados con apoyo de su abuela.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades.

No emprendió acciones legales para el reconocimiento de paternidad y/o alimentos .

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Paternidad no reconocida. Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte del hombre en el hogar. Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas.

reproductiva. Ausencia del políticas y medidas de apoyo institucional a las mujeres.

169

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas. Liderazgo femenino de gestión comunitaria. Trabajo remunerado.

El hijo fue reconocido por el padre, con compromiso afectivo, pero sin compromisos económicos. No emprendió acciones legales para el reconocimiento de alimentos.

Era funcionaria del sector servicios y, también, sindicalista.

Dedicada a trabajo reproductivo. Se dedicó a las actividades del hogar y de cuidados, Falta de conciliación entre vida familiar y con el apoyo de las mujeres de la familia del padre de laboral/doble jornada. sus hijos. Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

Monoparentalidad no elegida.

Violencia social contra las mujeres.

Características personales: Soltera. Un hijo.

Motivos explícitos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de oportunidades de trabajo y soluciones económicas. Aprovechamiento de la coyuntura de desastre natural y uso de convenios para migrar. Amenazas de muerte y oportunidad de migración.

Fue víctima de amenazas por parte de grupos armados, lo que le generó miedo en el trabajo que hacía. Tales amenazas se hicieron efectivas con el asesinado de una compañera de trabajo.

laboral/doble jornada. Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

Desempleo. Búsqueda de mayores ingresos y ruptura con violencia social.

Entrevista nº 16: Aleida

170

Sin acceso a la educación. Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

Violencia de género. Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de las mujeres (integridad física y psíquica). Búsqueda de autonomía. Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas. Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

Era víctima de violencia de género por parte de su esposo.

No realizó demandas por violencia de género.

Inició un proceso de separación en el momento de la migración, sin demanda de divorcio.

No emprendió acciones legales para demandar alimentos para sus hijos.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar,

Se dedicó exclusivamente a las actividades dentro del Trabajo reproductivo. hogar, compuesto por la pareja y cinco hijos.

No tuvo acceso a educación básica secundaria.

Características personales: Casada. Cinco hijos.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Exilio por amenazas de muerte.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto. Búsqueda de ruptura con la violencia social.

Entrevista nº 17: Francisca

171 Trabajo remunerado.

Sin acceso y control sobre sus recursos.

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

No emprendió acciones legales para el reconocimiento del pago de alimentos.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas. económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Dedicada al trabajo reproductivo. Falta de conciliación entre vida familiar y Era la responsable de todas las actividades dentro del laboral/doble jornada. hogar y de cuidados, con apoyo de su madre. Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

Trabajaba como docente en un instituto.

Firmó un poder judicial amplio y suficiente a su marido, que era juez, quien actuó con ese poder para divorciarse y enajenar los bienes muebles e inmuebles que le correspondían.

Características personales: Casada. Tres hijos.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de mejora de ingresos para asumir la responsabilidad económica del hogar. Búsqueda de primer trabajo asalariado.

asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto. Búsqueda de mayores ingresos, primera inserción en mercado de trabajo.

Entrevista nº 19: Victoria

172

Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte de los hombres. Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

El esposo abandonó el hogar sin asumir responsabilidades económicas, afectivas ni de cuidados.

No emprendió acciones legales para el reconocimiento de alimentos de favor de sus hijos y nieta (su hija quedó embarazada con 14 años).

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Trabajo remunerado. Precariedad laboral feminizada. Trabajo feminizado/segregación ocupacional. Violencia social sobre las mujeres.

Ingresó en el mercado laboral informal combinado con el mercado de trabajo formal en condiciones precarias y de desprotección en materia de seguridad social.

Asesinaron a sus dos hijos (varones).

Dedicada a trabajo reproductivo. Se dedicaba a las actividades del hogar y al cuidado Falta de conciliación entre vida familiar y de los hijos durante el tiempo que duró el matrimonio laboral/doble jornada. y después apoyó a la hija mayor, de 14 años, quien se Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la quedó embarazada a esa edad. propia familia.

Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades.

Realizó estudios secundarios, interrumpidos por matrimonio.

Características personales: Casada. Cuatro hijos.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Realizar estudios de posgrado.

Búsqueda de oportunidades de educación.

Entrevista nº 2: Eugenia

173 Trabajo reproductivo.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

Matrimonio forzado infantil. Ausencia de educación en salud sexual y reproductiva. Ausencia del políticas y medidas de apoyo institucional a las mujeres. Hogares encabezados por mujeres.

No realizó demandas por violencia de género.

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de las mujeres (integridad física y psíquica).

Era víctima de maltrato físico y moral por parte de su Violencia de género. esposo.

Se dedicaba a las tareas del hogar y de cuidados.

Características personales: Casada. Un hijo y una hija.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de mejores ingresos para sostener los gastos de las dos hijas y la nieta. Necesidad de ruptura con la violencia y el dolor por la muerte de sus hijos. Búsqueda de mejor trabajo y mejor calidad de vida.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Hija de una mujer casada a los 14 años con un hombre mayor por conveniencia económica de la familia. Su hija adolescente quedó embarazada.

Situaciones similares en el contexto familiar:

Búsqueda de ruptura con violencia social. Mejorar la calidad de vida. Búsqueda de mayores ingresos y empleo en mejores condiciones laborales.

Entrevista nº 21: Ángela

174 Trabajo remunerado. Trabajo feminizado/segregación ocupacional.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de libertad y derechos.

Fue víctima de acoso por parte de grupos urbanos Violencia social sobre las mujeres. relacionados con la violencia social e intolerantes con Homofobia. su condición sexual.

Trabajaba como peluquera autónoma. En España combinaba trabajos de cuidadora y de peluquera a domicilio.

Estudió bachillerato y peluquería.

Características personales: Transexual. Se define como mujer. Soltera. Tuvo pareja sin convivencia en origen. Discriminación por orientación sexual.

Monoparentalidad no elegida. Hogares encabezados por mujeres. Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades.

Situaciones similares en el contexto familiar: Su madre también fue madre soltera que migró a los 60 años y facilitó la migración de sus cuatro hijos.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Repensar y renegociar la relación de pareja. Buscar la inserción laboral. Obtener ingresos.

Búsqueda de autonomía.

Decidió migrar sin acuerdo familiar, sin anunciarlo previamente a su esposo y a sus hijos.

Interrumpió los estudios secundarios por matrimonio, Posición desigual de la mujer en términos de siendo menor de edad. oportunidades.

Búsqueda de libertad y derechos.

Búsqueda de ruptura de esquema patriarcal. Primera inserción en mercado de trabajo y de consecución de ingresos.

Entrevista nº 22: Rafaela

175

Trabajo remunerado. Trabajo feminizado/segregación ocupacional.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de oportunidades de estudio. Búsqueda de mejores ingresos. Búsqueda de separación y distancia con el ex esposo.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

No llevó a cabo acciones legales para el reconocimiento de alimentos.

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de las mujeres (integridad física y psíquica).

No realizó demandas por violencia de género. Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas.

Violencia de género.

Víctima de maltrato físico por parte de su expareja.

Dedicada a trabajo reproductivo. Encargada de tareas del hogar y cuidados, antes y Falta de conciliación entre vida familiar y después de la separación, con el apoyo de las mujeres laboral/doble jornada. de la familia. Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

Trabajó de maestra en escuela primaria.

Características personales: Separada. Un hijo.

Búsqueda de oportunidades educativas y de mayores ingresos. Ruptura con violencia de género.

Entrevista nº 29: Ruth

176 Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades. Paternidad no reconocida. Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte de los hombres.

Situaciones similares en el contexto familiar: Fue entregada en adopción informal a una tía cuando tenía un año, debido a la incapacidad de su madre para asumir la responsabilidad de atender a todos los hijos. Abandonada por su padre desde que nació.

Licenciada en Agronomía.

Características personales: Soltera. No tuvo hijos. Entorno familiar estable.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de mejor calidad de vida.

Trabajo remunerado.

Trabajó en negocios familiares.

No ejerció la profesión por la imposibilidad de compatibilizar el trabajo como autónoma con el cuidado de sus padres adoptivos durante la vejez.

Dedicada a trabajo reproductivo. Falta de conciliación entre vida familiar y laboral/doble jornada. Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de las mujeres (integridad física y psíquica).

No realizó demanda por violencia de género.

Licenciada en Derecho.

Violencia de género.

Fue víctima de violencia de género por parte de su esposo.

Características personales: Divorciada. No tuvo hijos.

Búsqueda de mejor calidad de vida.

Entrevista nº 31: Claudia

Entrevista nº 3: Yolanda

177

Trabajo reproductivo. Violencia social sobre las mujeres.

Apoyaba las actividades del hogar y cuidados de la familia (abuelos maternos).

Desplazada y amenazada por violencia social.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Dedicada a las actividades del hogar y de cuidados.

Trabajo reproductivo.

Posterior convivencia como pareja de hecho con otra Búsqueda de autonomía. persona y separación de ella.

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas.

No llevó a cabo acciones legales para el reconocimiento de paternidad ni alimentos.

Fue madre, siendo adolescente, de un varón.

Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades.

Ausencia de educación en salud sexual y reproductiva. Ausencia del políticas y medidas de apoyo institucional a las mujeres.

Estudios secundarios interrumpidos por maternidad.

Ausencia de derechos de niños y niñas.

Soltera. No fue reconocida legalmente por su padre en la niñez.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de ruptura cultural con origen.

Trabajo remunerado.

Funcionaria de un Ayuntamiento.

Búsqueda de empoderamiento y autonomía.

Entrevista nº 32: Mara

178

Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte de los hombres.

Ausencia de educación en salud sexual y reproductiva. Ausencia del políticas y medidas de apoyo institucional a las mujeres.

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas. Ausencia de educación en salud sexual y reproductiva Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte de los hombres. Hogares encabezados por mujeres. Ausencia del políticas y medidas de apoyo institucional. Trabajo remunerado. Trabajo reproductivo Falta de conciliación entre vida familiar y laboral/doble jornada. Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

No llevó a cabo acciones legales para el reconocimiento de pensión de alimentos.

Situaciones similares en el contexto familiar: Hermana soltera con dos hijos y sin apoyo económico del padre.

Trabajadora asalariada del campo (café).

Se dedicada también a las actividades del hogar y de cuidados con apoyo de la abuela.

Interrumpió estudios primarios debido a que su Posición desigual de la mujer en términos de residencia estaba ubicada en el medio rural y no tenía oportunidades. acceso a institutos de secundaria.

Los hijos fueron reconocidos por el padre, pero sin compromiso económico.

Características personales: Soltera. Un hijo y una hija. Los tuvo a temprana edad.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de ruptura con pareja. Búsqueda de su primer trabajo. Búsqueda de mejor calidad de vida. Búsqueda de ingresos para la universidad de su hija.

Búsqueda de primera inserción en mercado de trabajo y mejor calidad de vida e ingresos. Ruptura con esquema patriarcal.

Entrevista nº 33: Marleny

179 Trabajo reproductivo.

Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades. Violencia de género. Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de las mujeres (integridad física y psíquica).

Quedó embarazada siendo adolescente.

Dedicada a las actividades de la casa y de cuidados.

Interrumpió estudios secundarios por maternidad.

Maltrato físico y psíquico por parte de su pareja.

No realizó demandas por violencia de género.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

Ausencia de educación en salud sexual y reproductiva. Ausencia del políticas y medidas de apoyo institucional a las mujeres.

Características personales: Pareja de hecho sin registro. Un hijo y una hija.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de mejores ingresos para solucionar problemas económicos del hogar.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Búsqueda de mayores ingresos.

Entrevista nº 34: Fátima

180 Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades. Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

Trabajo remunerado.

No llevó a cabo acciones legales para el reconocimiento de paternidad, ni de alimentos.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Trabajaba en actividades de economía informal ambulante.

Ausencia de educación en salud sexual y reproductiva. Ausencia del políticas y medidas de apoyo institucional a las mujeres.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

Interrumpió estudios de bachillerato debido a su embarazo.

Características personales: Quedó embarazada siendo menor de edad.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Realizar una separación real con su pareja. Búsqueda de un empleo. Búsqueda de mejores ingresos para pagar estudios universitarios de su hija.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto. Búsqueda de primera inserción en mercado de trabajo y de mayores ingresos. Ruptura del esquema patriarcal.

Entrevista nº 35: Gloria

181

Hogares encabezados por mujeres. Monoparentalidad no elegida. Paternidad no reconocida. Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte de los hombres.

Situaciones similares en el contexto familiar: Hermana en situación similar a la de ella (monoparental).

Interrumpió estudios primarios por maternidad.

No llevó a cabo acciones legales para el reconocimiento de la paternidad.

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas

Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades.

Soltera. Dos hijas que no fueron reconocidas por sus respectivos padres.

Características personales:

Monoparentalidad no elegida. Paternidad no reconocida. Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte de los hombres.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de mayores ingresos para solventar la educación universitaria de su hijo mayor.

Diversidad sexual/orientación/preferencia sexual.

Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

Falta de conciliación entre vida familiar y laboral/doble jornada.

Constituyó una pareja de hecho con otra chica que asumía rol de paternidad con sus hijos.

Encargada de los trabajos del hogar y de cuidados, con ayuda de otras mujeres de su familia.

Dedicada a trabajo reproductivo.

Búsqueda de mayores ingresos.

Entrevista nº 36: Yajara

182

Trabajo remunerado. Trabajo feminizado/segregación ocupacional. Dedicada a trabajo reproductivo. Falta de conciliación entre vida familiar y laboral/doble jornada. Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

Trabajó en venta ambulante.

Actividad de cuidado de sus hijas con apoyo de abuela.

Trabajo remunerado.

Trabajaba como auxiliar en un laboratorio.

Cursó demanda de alimentos al padre de sus hijos y nunca se hizo efectiva por renuncias reiterativas del padre a los empleos con el fin de evadir la responsabilidad.

Inoperancia del sistema institucional de ejecución de las demandas de alimentos.

Dedicada a trabajo reproductivo. Falta de conciliación entre vida familiar y Responsable de actividades del hogar y cuidados con laboral/doble jornada. el apoyo de su madre. Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

Monoparentalidad no elegida.

Características personales: Soltera. Un hijo y una hija reconocidos por su padre.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Ruptura con sociedad de origen. Búsqueda de mayores ingresos.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Ruptura del esquema patriarcal. Búsqueda de mayores ingresos.

Entrevista nº 37: Katy

183

Trabajo feminizado/segregación ocupacional. Precariedad laboral femenizada. Víctima de explotación sexual.

Entró al mercado laboral en trabajos informales que combinó con actividades de prostitución.

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

No llevó a cabo acciones legales para el reconocimiento de alimentos que se habían pactado en el divorcio.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Se dedicaba a actividades del hogar y a cuidados, Dedicada a trabajo reproductivo. inicialmente porque el esposo no le permitía buscar empleo. Cuando empezó a trabajar se dedicó también Falta de conciliación entre vida familiar y a las actividades del hogar. laboral/doble jornada.

Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte de los hombres.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

El esposo abandonó el hogar y no asumió responsabilidades económicas.

Características personales: Casada. Tuvo tres hijas.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de mejores ingresos para asumir estudios universitarios de los hijos.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto. Búsqueda de mayores ingresos.

Entrevista nº 4: Gladys

184

Realizaba actividades de cuidado con apoyo de la suegra.

Fue estudiante de un grado medio, situación que

Características personales: Soltera.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Visita conyugal a su esposo en la cárcel.

Posición desigual de la mujer en términos de

Dedicada a trabajo reproductivo. Falta de conciliación entre vida familiar y laboral/doble jornada. Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

Su esposo salió a trabajar un día y una semana después llamó desde una cárcel en España. Fue encarcelado por tráfico de drogas.

Trabajo remunerado. Trabajo feminizado/segregación ocupacional.

Ausencia de educación en salud sexual y reproductiva.

Trabajó como dependienta.

Realizó estudios de formación profesional en hostelería y turismo.

Características personales: Se casó siendo menor de edad (14 años). Un hijo y una hija.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de mejores ingresos con el fin de asumir la responsabilidad económica de la crianza de sus hijos y su futura educación.

Visita conyugal en cárcel española y posterior asentamiento en situación administrtiva irregular.

Búsqueda de mayores ingresos.

Entrevista nº 43: Yesenia

Entrevista nº 41: Nibelly

185

Trabajó como secretaria administrativa en empresa

Características personales: Pareja de hecho sin registro con el padre de sus hijas.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Ingresar por primera vez al mercado de trabajo ya que el padre de sus hijos ejerció presión para que ella no trabajara. Búsqueda de ingresos para el pago de estudios universitarios de sus hijos.

Su madre fue madre soltera y crió a sus hijos en circunstancias similares.

Situaciones similares en el contexto familiar:

Se dedicaba a las actividades del hogar y de cuidados. Nunca había trabajado fuera del hogar.

Trabajo remunerado.

Monoparentalidad no elegida. Hogares encabezados por mujeres.

Trabajo reproductivo.

El padre de sus hijos asumía responsabilidades Ausencia de paternidad/ausencia de económicas básicas que resultaban insuficientes, pero corresponsabilidad doméstica por parte de los no de cuidados. hombres.

Características personales: Soltera. Dos hijos y una hija. Monoparentalidad no elegida.

Trabajo remunerado. Trabajo feminizado/segregación ocupacional.

Era trabajadora del sector comercio.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de trabajo y de mejores ingresos, con el fin de comprar una casa para el grupo familiar materno.

oportunidades.

interrumpió para migrar.

Búsqueda de primera inserción en mercado de trabajo y de mayores ingresos.

Búsqueda de empleo en mejores condiciones laborales y mayores ingresos.

Entrevista nº 45: Socorro

Entrevista nº 44: Dalina

186

Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte de los hombres. Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas. Dedicada a trabajo reproductivo. Falta de conciliación entre vida familiar y laboral/doble jornada. Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

El padre de sus hijas abandonó el hogar sin asumir responsabilidades económicas ni de cuidados.

No llevó a cabo acciones legales para el reconocimiento de pago de alimentos.

Trabajo en actividades de la casa y de cuidados.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades.

Interrumpió estudios de bachillerato.

Vivió en unión de hecho sin registro con el padre de sus hijos después del segundo embarazo.

Monoparentalidad no elegida. Ausencia de educación en materia de salud sexual y reproductiva y/o de género. Ausencia del políticas y medidas de apoyo institucional a las mujeres.

Características personales: Soltera. Un hijo y tres hijas siendo adolescente.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de mejores ingresos para solventar las necesidades económicas de su hogar y el hogar materno que se fusionaron después de la separación.

Trabajo feminizado/segregación ocupacional.

de transportes.

Búsqueda de mayores ingresos.

Entrevista nº 46: Pastora

187

Trabajo remunerado. Trabajo feminizado/segregación ocupacional. Precariedad laboral. Dedicada a trabajo reproductivo. Falta de conciliación entre vida familiar y laboral/doble jornada. Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia.

Trabajó en maquilas de la confección.

Se dedicaba a las actividades del hogar y cuidados antes de la separación. Después de la separación, la apoyaron sus hermanas.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de mejores ingresos para sostener

Situaciones similares en el contexto familiar: Su madre fue madre soltera, y el padre de sus hijos contribuía con ayudas esporádicas.

Hogares encabezados por mujeres.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas.

No ha llevado a cabo acciones legales para el reconocimiento del pago de alimentos.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte de los hombres.

El padre no responde económicamente por las hijas menores y tampoco se hace cargo de su cuidado.

El padre de sus hijos abandonó el hogar y luego constituyó dos hogares más con el mismo comportamiento.

Búsqueda de mayores ingresos.

188

Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte de los hombres. Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas.

El esposo abandonó el hogar y no asumió responsabilidades económicas.

No llevó a cabo acciones legales para una demanda de divorcio ni de alimentos.

Ausencia de paternidad/ausencia de El marido solicitó el divorcio y aunque dejó corresponsabilidad doméstica por parte de los establecida una cuota de alimentos, nunca la cumplió. hombres.

No trabajó ni buscó trabajo durante el matrimonio porque el marido no estaba de acuerdo. Se dedicó a las actividades del hogar y de cuidados.

Estudió un grado medio de mercadotecnia.

Características personales: Casada. Una hija.

Trabajo reproductivo.

Trabajo reproductivo.

Dedicada a las actividades del hogar y cuidados. Nunca hizo trabajos remunerados.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de ingresos. Primera inserción en el mercado de trabajo.

Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades.

Interrumpió estudios secundarios por embarazo y matrimonio.

Características personales: Casada. Dos hijos y una hija.

económicamente la situación familiar.

Búsqueda de (primera) inserción en mercado de trabajo y de mayores ingresos.

Entrevista nº 6: Luz

Entrevista nº 5 Patricia

189

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Conocer y tener nuevas experiencias y de paso hacer

Búsqueda de autonomía.

Trabajo reproductivo.

No buscaba trabajos porque se dedicaba al cuidado de la niña y de sus padres.

Convivía en la casa materna, sin experimentar grandes necesidades económicas.

Ausencia de paternidad/ausencia de corresponsabilidad doméstica por parte de los hombres.

El padre de su hija respondía económicamente por la niña, pero no se hacía cargo de cuidados.

Características personales: Soltera. Una hija. Monoparentalidad no elegida.

Discurso de falsa autonomía y empoderamiento/ ausencia de educación en temas de desigualdades por razón de género.

Muestra un discurso de autosuficiencia, capacidad individual y fortaleza para resolver los problemas económicos que demandan sus hijos y el hogar, asociado a la autonomía y al empoderamiento. En dicho discurso manifiesta no necesitar la participación del padre de sus hijos en ningún aspecto.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Insertarse por primera vez al mercado de trabajo. Búsqueda de ingresos.

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de niños y niñas.

No realizó acciones legales para hacer efectiva la demanda de alimentos pactada en el divorcio.

Conocer y tener nuevas experiencias. Búsqueda de ingresos.

Búsqueda de primera inserción en mercado de trabajo y de ingresos.

Entrevista nº 8 Denis

190 Sin acceso a recursos educativos. Violencia social sobre las mujeres. Liderazgo femenino con rol de gestión comunitaria. Violencia de género.

Amenazas de muerte por su actividad como líder comunitaria.

Líder en organizaciones de mujeres por la consecución de servicios públicos domiciliarios.

Marido con enfermedad de alcoholismo.

Búsqueda de autonomía.

Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades.

Interrumpió estudios de bachillerato por dificultades económicas de la familia.

Características personales: Casada, con un hijo y una hija.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Búsqueda de trabajo. Búsqueda de oportunidades de estudio. Apoyo a la economía familiar. Ruptura con el control social.

Vivía una situación de control social de la Iglesia evangélica a la que pertenecía, a través de su familia y vecinos.

Vivía en el hogar materno.

Interrumpió estudios universitarios por migración.

Características personales: Soltera.

un ahorro extra.

Búsqueda de empleo en mejores condiciones laborales, oportunidades. educativas y de ingresos. Ruptura con esquema patriarcal y control social.

Entrevista nº 1: Ana María

Entrevista nº 7: Nubia

191

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones en general para hacer efectivos los derechos de las mujeres (integridad física y psíquica).

Violencia social. Búsqueda de mejor calidad de vida. Crisis personal.

Fuente: elaboración propia a partir de las historias de vida reunidas para esta investigación, según anexo 2.

Motivos de la migración expresados en la entrevista: Amenazas de muerte por actividad de liderazgo comunitario. Búsqueda de nuevas oportunidades. Crisis emocional por depresión y necesidad de ruptura con la violencia.

No realizó demandas por violencia de género.

Maltrato verbal.

Antes de continuar con el análisis, queremos retomar algunos datos de la encuesta aplicada para nuestra investigación, lo que permite contrastar y complementar la información cualitativa aquí presentada. Según los datos de la encuesta, sólo el 5% de las mujeres entrevistadas invocó como motivo para migrar las búsquedas de transformación de situaciones personales. Esa motivación, generalmente, incluía algún elemento relacionado con el género como, por ejemplo, la necesidad de distanciarse de una situación de violencia ejercida por parte de la pareja o alguna ruptura afectiva. Solo el 0,2% de las mujeres expresó, de forma directa, que su migración estuvo motivada en la necesidad de romper con alguna situación de violencia de género. Es decir, casi el 95% de los argumentos esgrimidos estuvo relacionado con: búsqueda de mejores condiciones laborales, acceso a recursos y/o calidad de vida; huida de la violencia social y/o del conflicto armado; y/o búsqueda de oportunidades formativas y educativas (ver tabla 7). En ese mismo sentido, encontramos que las respuestas de la ENI (2007) arrojaron como resultado, en la población de mujeres colombianas, que las principales causas que determinaron la decisión de migrar fueron: búsqueda de calidad de vida (44,6%) e intención de buscar un mejor empleo (45,4%). Tabla 7. Causas de la migración de aquellas que tenían como sector económico de referencia los trabajos de servicios a las personas en España (año 2007) Motivo

%

Falta de acceso a las recursos para solventar necesidades básicas

24,0

Percepción de mala calidad de vida y mejoramiento de la misma

22,4

Laboral (desempleo, condiciones laborales)

19,9

Para reunirse con uno o varios miembros de la familia

9,1

Estudios

5,1

Búsquedas de transformación de alguna situación personal

5,0

Víctima de violencia social y/o conflicto armado rural o urbano

1,7

Para romper situación de violencia de género

0,2

No responde

12,3

Total

100

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid, España (2007).

192

Según lo expuesto en la Tabla 6, a continuación representamos gráficamente el resumen de los motivos explícitos para migrar expresados por las mujeres entrevistadas. Las barras azules representan la mayor o menor presencia de dicho motivo en las entrevistas. En el Gráfico 19 están expresados los niveles de importancia que las mujeres entrevistadas le asignaron a cada uno de los aspectos tratados. Como era de esperar, esa información cualitativa mantuvo la tendencia observada en nuestro cuestionario y por el de la ENI (2007). De esa forma, la búsqueda de ingresos económicos o la necesidad de incrementarlos se expresó como una de las motivaciones más importantes que tuvieron las trabajadoras para migrar. Gráfico 19. Motivos explícitos expresados por las mujeres entrevistadas

Incrementar ingresos Primera inserción en mercado de trabajo Ingresos básicos Ruptura con violencia social Ruptura con esquema patriarcal Mejor calidad de vida Oportunidades de educación Mejores condiciones laborales Ruptura con violencia de género Empleo Superación de crisis personal Visita conyugal en cárcel española Tener nuevas experiencias Ruptura con exclusión a todos los niveles Libertades y derechos Empoderamiento y autonomía

Fuente: elaboración propia, a partir de fuentes cualitativas aplicadas para esta investigación, según anexo 2.

193

La necesidad de ingresos económicos o de su incremento, expresada de esa forma, contiene una comprensión del contexto de estudio de casos que reduce la causa de todos los problemas vividos en origen a un asunto estrictamente económico. Esa mirada falsea y oculta muchas situaciones que se encuentran en el telón de fondo de la vida de las mujeres y conduce a que ellas le den mayor prioridad a la búsqueda de ingresos y/o de su incremento para tratar de encontrar una solución individual a sus problemas. La preponderancia del elemento “altos ingresos económicos” tiene un peso trascendental en la manera como las mujeres entraron al mercado de trabajo español, así como en el proceso llevado a cabo por ellas para integrarse social y laboralmente en España. Sin embargo, en sus respuestas también pudimos observar que hicieron una valoración contrastada de sus historias de vida, en la cual reconocieron la existencia de otros aspectos problemáticos en sus vidas (como la violencia de género) que luego fueron expuestos como motivo para justificar la migración y como una posibilidad para romper con los esquemas patriarcales en que vivían. Ese reconocimiento incipiente, junto con las observaciones realizadas en los contextos de cada trabajadora y en la composición de sus historias de vida, nos sirvió para hacer un levantamiento o prospección de aquellos porqués implícitos en la migración y que hemos denominado “motivos para permanecer”. Al graficar las categorías asignadas a las respuestas dadas por las mujeres, para evidenciar visualmente el predominio de su presencia en los casos analizados, podemos observar la posición desigual de la mujer frente a otros miembros de la familia. Dicha posición presenta los siguientes

elementos

comunes:

ausencia

de

paternaje

y

de

corresponsabilidad por parte de los padres de sus hijos e hijas; presencia de un discurso de falsa autonomía y empoderamiento; falta de legitimidad del sistema judicial y de las instituciones; imposibilidad de conciliar vida

194

familiar

y

laboral

debido

a

la

doble

jornada

monoparentalidad no elegida, entre los más importantes.

195

de

trabajo;

y

196

Fuente: elaboración propia, a partir de fuentes cualitativas aplicadas para esta investigación, según Anexo 2. gráfico construido a partir de datos clasificados en las tablas 5 y 6.

Inoperancia del sistema de demandas por alimentos

Matrimonio forzado infantil

Sin acceso y control sobre sus recursos

Víctima de la prostitución infantil/pedofilia

Homofobia

Trabajo infantil femenino

Liderazgo femenino con rol de gestión comunitaria

Vulnerabilidad social en la infancia

Explotación sexual

Precariedad laboral feminizada

Sin acceso a recursos educativos

Búsqueda de autonomía

Paternidad no reconocida

Violencia de género

Violencia social y/o armada sobre las mujeres

Hogares encabezados por mujeres

Ausencia de educación en salud sexual y reproductiva

Trabajo feminizado/segregación ocupacional

Monoparentalidad no elegida

Cadena de cuidados sustentada en las mujeres de la propia familia

Trabajo productivo/doble jornada/dificultades de conciliación

Falta de confianza en el sistema judicial y en las instituciones para hacer efectivos los derechos de las mujeres, niños y niñas

Ausencia del políticas y medidas de apoyo institucional a las mujeres

Ausencia de paternaje/ausencia de corresponsabilidad doméstica

Posición desigual de la mujer en términos de oportunidades, respecto a otros miembros de la familia

Gráfico 20. Antecedentes de género implícitos observados en el motivo de la migración

Así pues, en el entorno cercano de las mujeres, hay una presencia predominante de aspectos marcados por relaciones con dominación patriarcal, ejercidas principalmente por las parejas y/o exparejas que, a su vez, son los padres de los hijos de las mujeres encuestadas. Ese entorno también está caracterizado por la ausencia institucional y/o la falta de confianza en el Estado para hacer efectivos los derechos fundamentales de sus hijos e hijas. Encontramos, entonces, situaciones en las que el derecho a la alimentación de los hijos e hijas o el reconocimiento de la paternidad fueron derechos comúnmente vulnerados. Además, las actuaciones de los padres en las cuales se desvinculan de sus obligaciones con hijos y parejas fueron legitimadas por los discursos de la familia y de la sociedad en general. En el ámbito familiar, también pudimos constatar la imposibilidad que tienen las mujeres para conciliar las vidas familiar y laboral, y que el cuidado de hijos e hijas, generalmente, es asumido por otras mujeres de la familia que, en el proceso migratorio, entraron a constituir parte de la cadena de cuidados (Hochschild, 2001). Los padres de los hijos de las mujeres encuestadas se caracterizaron en especial por la ausencia de paternaje y de compromiso económico. Ello condujo a dichas mujeres a tomar una actitud de falso empoderamiento, la cual las llevó a emprender de forma solitaria la solución de múltiples problemas. Con los relatos de las mujeres trabajadoras hemos corroborado diversas situaciones que reflejan los matices de lo expuesto hasta el momento. A continuación, citamos algunos fragmentos de dichos relatos, los cuales narran las situaciones analizadas en los cuadros y gráficos anteriores, y en donde destacamos las situaciones relacionadas con aspectos como la conciliación familiar, el abandono de las responsabilidades que deberían tener sobre sus hijos; la falta de legitimidad y de eficacia de los sistemas institucionales para hacer valer los derechos de las mujeres y de los niños y niñas, todos ellos involucrados en contextos de desigualdad.

197

La falta de conciliación entre la vida laboral y la vida familiar expresada por una de las entrevistadas, por ejemplo, aunque similar a la de muchas otras mujeres, se expone en el hecho de que trabajaba 12 horas diarias, recibiendo como contraprestación el salario mínimo. Dice: “[…] es como la muerte, porque no tienes quién te cuide tus hijos y tampoco el salario alcanza para todas las necesidades. Es igual que trabajar mucho en otro país; pero se ve el dinero” (entrevista nº 20: Consuelo). Es también común encontrar relatos en los que las mujeres expresan el abandono, los malos tratos, la violencia de género y la desidia de las instituciones del Estado para intervenir en situaciones de conflicto. Seguidamente, se muestran algunos ejemplos: Yo fui de una familia muy dispersa, muy desunida. Mi padre abandonó a mi madre cuando yo tenía unos tres meses. Quedamos siete hijos, y mi madre no tuvo otro remedio que darme casi en adopción, a una tía (entrevista nº 3: Yolanda). Ya aburrida… Yo soy madre soltera de una niña de nueve años que va a cumplir diez. Su padre no ayudaba en nada. Ya aburrida, sin trabajo... En mi casa el soporte, o la ayuda, siempre he sido yo. Entonces, preocupada, sin trabajo, me despidieron porque pusieron una bomba en el centro comercial donde trabajaba (entrevista nº 10: Catalina). Como el papá de mis hijas veía por mí, cuando él me dejó, me tocó empezar a trabajar. En Colombia, yo recorrí casi todo Colombia: en las zonas de guerrilla, en la Gabarra, en los Santanderes, por Bolívar… Por todos esos lados. Y trabajé así como un año antes de venirme. Me tocaba con esos hombres... Era duro (entrevista nº 4: Gladys). Ella vivía con un muchacho. Tuvo hijos con él. Pero le daba muy mala vida, y yo le decía que dejara de aguantárselo. Hasta que se vino para España (entrevista nº 4: Gladys). […] Necesidad económica no tenía. Estuve casada casi 10 años con el papá de mi hija, desde los 19 años. Lo conocí a él. Me embaracé. Mi familia, que “tiene que casarse”. Nos casamos. La carrera que yo quería hacer, que era comunicación social, no la pude realizar porque me casé. Me dediqué a criar a mi hija. El papá de mi hija, un tipo machista, colombiano “que la mujer no puede salir a trabajar”. Después, por problemas económicos, montamos un restaurante. Pero él se puso que tomaba muchísimo. Mujeriego. Cuando nos 198

fuimos del lado de los papás de él, la obligación le quedó muy grande. Para él fue muy difícil llevar esa obligación, porque los papás siempre le dieron todo. Entonces, cuando yo le dije que no más, entonces era yo la que tenía que estar al pie de todo. Me iba desde las 6 de la mañana hasta las 11, 12 de la noche. La niña estaba pequeñita. Yo me metí al cristianismo evangélico. Tenía mucha oración. Yo luchaba y lloraba todos los días. Le pedía al Señor. Yo no quiero dejar mi casa, porque era lo que yo había formado. Yo la decoré: la casa, los jarrones, los cuadros, las flores, artesanías. Un día llegó él y me lo sacó todo cuando se consiguió a la otra mujer. Me la pasaba casi por el frente. Pero yo ahí: luchando, luchando. Pero esa humillación tan grande que recibe uno en ese aspecto…, lo que se vive es la soledad. Eso es lo más duro. Eso me enfermó muchísimo. Me enfermé de la tiroides. Eso fue un trauma muy grande para mí. Yo me quería venir para acá (entrevista nº 6: Luz).

Sin embargo, otra entrevistada expuso la forma excepcional de salir adelante frente a los chantajes y las presiones de su expareja: Antes de irme, yo tuve que quitarle la custodia. Él se enteró que yo me iba y me dijo: “Como usted se vaya para España, me voy y la ensucio allá. La niego, hasta que me dé la custodia de los niños”. Cuando él me dijo eso, ya yo estaba en proceso, yo hacía tiempo estaba moviendo eso. Y cuando me tocó el careo con él, le dijeron que la custodia la tenía la señora: “No hay nada más que discutir”. Después de eso, llevé testigos de la vida que él me daba. Cuando se dio cuenta de que me fui para España, puso el grito en el cielo. No lo creía. Me estuvo buscando en el barrio y no me encontró (entrevista nº 17: Francisca).

Como hemos advertido, cuando las mujeres se han distanciado de su origen y, después de algún tiempo, comparan lo que fue su vida, hacen una nueva valoración de su destino desde el punto de vista de lo que han visto y encontrado en la sociedad de destino. Esas búsquedas intuitivas, entonces, modifican su discurso. De ahí que en los relatos de las mujeres entrevistadas aparezcan valoraciones que intentan darle nombre a los eventos sucedidos en sus propias vidas, aunque no parezcan presentar suficientes elementos conceptuales para entender sus propios discursos como un asunto de derechos desde los cuales podrían tomar conciencia del significado de las transformaciones más profundas que han logrado en sus vidas. Algunas de las narraciones de las entrevistadas dan cuenta de ello, como podemos ver a continuación:

199

La mayoría de las mujeres colombianas son machistas y atienden al marido como atendiendo al rey de la casa. Entonces, ¿qué pasa? Que al hombre español le encanta que lo atiendan y le encanta que lo mimen: que lo bañen y que lo atiendan. Entonces, como nosotras somos así, mimosas, entonces, ¿qué pasa? Que la mujer de acá no es tonta. La mayoría acá en España: que llegó un fin de semana, “vas a cuidar también los niños, a hacer esto y esto”. En cambio, el hombre colombiano llega un fin de semana, se echa en el sofá a ver fútbol y a ver televisión todo el día; y la mujer, en la cocina, haciendo la comida, lavando la loza, arreglando la casa. Eso es lo que pasa (grupo de discusión nº 1, Salamanca). Yo llegué en septiembre. Me vine más por problemas de pareja. Porque yo peleaba y peleaba. Muchos problemas de hogar. Me vine y dije: “Lo que yo quiero es salir de allá”. Ahora veo que no era solamente el dinero. También era quitarme ese problema que tenía (entrevista nº 12: Eva). Me vine pensando en la superación de mí misma y de mis hijos. Y vi la oportunidad de conseguir lo que no había conseguido allí. Hay mujeres que piensan en casarse. Es una salida y vienen buscando eso. Que la mujer latina tiene pedidos, tiene aceptación del europeo por muchas cosas. Ahora veo que aquí hay más respeto, y la gente y los hombres son distintos (grupo de discusión nº 2, Madrid). Como esposa, muy entregada al hogar, al marido, a los hijos. Mi vida toda fue así en Colombia: nunca pensé en trabajar, en estudiar, en salir adelante. Un esposo algo machista. Pero, al igual, muy buen esposo. Acá, igual: entregada por mis hijos, mi familia, pero con proyectos diferentes. De otra forma de ver la vida. Ya salgo a un trabajo. Me siento orgullosa por eso. Porque ya hago una entrada más a la casa y los proyectos se ven diferentes. Una forma de uno poder ahorrar y conseguir algo. Me siento muy bien acá. Ahorita estoy trabajando más todavía, y mi marido se quedó sin trabajo y yo soy la que llevo el dinero. Él no ha tenido más remedio que cambiar y ver que aquí los hombres también hacen cosas en la casa (grupo de discusión nº 1, Salamanca). Yo no quería aceptar que mi relación de pareja había sido un fracaso. Pero yo estaba tan enamorada del hombre..., como una tonta. Entonces tuve una crisis nerviosa y cuando salí del hospital dije: “Me voy” (entrevista nº 1: Ana María). ¡Eh!, yo me sentía siempre como muy sometida, como muy “deme, deme”: para una ropita, para comprar, “deme para comprarme”, para un pasaje, o “deme para…”. Yo no tenía ningún sueldo, no tenía ninguna entrada. Y todavía me sentía capaz de trabajar para sustentar mi situación económica y para ayudarle a la familia. Él nunca estuvo de acuerdo, pero, sin embargo, yo me fui, contra viento y marea. Yo me fui, yo me fui, yo me fui. Y ya aquí estoy otra vez. Y si me toca volverme a ir, yo vuelvo y me voy. Porque, como te dije antes, me casé con un hombre muy machista. Demasiado machista. Y que por ser antioqueño, aparte de ser machista, estamos en un país, en una ciudad que la mayoría de los hombres son muy machistas, que es lo que ellos digan y como ellos digan (entrevista nº 21: Ángela). 200

Nací en un hogar cristiano. Muy unido. Y también había mucha pobreza. ¿Qué pasa? Yo voy creciendo y quiero conocer muchas cosas del mundo. Normal. Pero por la iglesia, por todo esto, no me dejaban salir. Entonces comienza a crearse en mí la necesidad de conocer. Aparte de todo, era muy insegura, y todo lo que yo contestaba, todo lo que yo decía, lo tenía que hacer en base a lo que ellos me decían: tienes que hacer esto, tienes que hacer lo otro y lo demás. Un día dije: “¡No! Yo tengo que ser yo, y tengo que aprender a defenderme por mí misma. No sé cómo, pero tengo que sacar esto de mí”. Entonces, nace la idea de salir de Colombia. Y me vine para España a tratar de buscar eso: encontrarme a mí misma. Allá, yo me sentía estancada. Yo no conocía..., no conocía las diferentes formas de pensar (entrevista nº 7: Nubia).

Ester, de 15 años y entrevistada en origen, estaba a la espera de su madre, a quien tres días después de la entrevista la vería por primera vez tras cuatro

años

de

migración.

Ester

manifestó

su

incomprensión

e

inconformidad ante el motivo de la migración de su madre, argumentando que ése no podía ser el fin para que toda la familia estuviera bien, a sabiendas de que había otras personas que, migrando, podrían conseguir el mismo objetivo (el tío por ejemplo, beneficiario de las remesas de Ester). [...] ese día en la noche fue y me dijo que se iba, y me lo explicó todo. Yo me puse a llorar. Fue muy duro. Éramos muy pequeñas. Mi hermana es más pequeña que yo. Siempre me he preguntado por qué lo hizo. De verdad [llanto]. Si el motivo era sacar adelante a la familia, por qué no se fue mi tío que no tenía hijos. Ahora, él está terminando su carrera, va a ser abogado y nosotras también estamos estudiando. Pero ella es mi mamá, y yo no la tengo (entrevista nº 27: Ester).

Las trayectorias de vida de las mujeres, generalmente, están constituidas por experiencias de vida similares ocurridas a personas de la misma familia, pero de generaciones anteriores. Al preguntarles por las mujeres que las antecedieron, en las respuestas de las entrevistadas encontramos un mismo patrón: fueron mujeres con uno o varios hijos, cuya monoparentalidad no elegida y la falta de oportunidades fue una constante en sus vidas.

201

Huyendo de estructuras patriarcales En el contexto de las motivaciones de las mujeres para migrar, permanecer y trabajar, hemos detectado elementos que subrayan su búsqueda de autonomía, expresados en el distanciamiento de las personas que representaron relaciones autoritarias y patriarcales en su entorno cercano. En sus narraciones se percibió el deseo de romper con tradiciones rígidas, con ideas y valores que, de una u otra forma, ya se venían resquebrajando. Ana María narró su intento de romper con esas situaciones que ya percibía en la vida de su madre: […] esa necesidad de buscar afecto no sé dónde. Una mamá que no se llenaba económicamente: mi madre. Pero lo más importante es lo que yo le doy ahora a mis hijos. Yo quiero que mi familia sea totalmente diferente a lo que yo viví. Yo a mi hija no le di una vajilla para que juegue, no le di una muñeca para que… Yo le di a mis hijos unas armas totalmente diferentes. Con la cultura machista que teníamos, antes a la mujer la preparábamos para ser ama de casa. Ahora que estoy mucho mayor, puedo hacer ese análisis. Pero en el fondo, eso era lo que criticaba. Entonces, empiezan a nacer todas esas inquietudes: ¿por qué a mi papá le tienen que dar un chicharrón de cuatro patas y a mí me lo dan de una, si yo también necesito comerme un chicharrón de cuatro patas? Si hay un vaso de leche, ¿por qué se lo dan a mi papá sabiendo que me lo pueden dar a mí? Entonces, toda esa cantidad de cosas, son pequeñas cosas que hoy las puedo analizar y empezar a mirar… ¡Eso! Y hacerlo de otra manera. Entonces, hoy me veo como ¡Ana María: la mujer que sale de la nada! (entrevista nº 1: Ana María).

Ángela, por su parte, migró y, después de algunos años, retornó. En la entrevista valoró algunos logros en la relación con su expareja, quien siempre ejerció presión para que ella retornara. Una vez en Colombia, Ángela hizo un balance de los cambios experimentados en aspectos puntuales de la cotidianidad, al retomar su vida matrimonial: Yo primero era muy entregada, muy sumisa. Que no me movía sin arreglar esto, sin hacer esto. Ya me da igual cualquier cosa. Ya no soy tan entregada para limpiar. Esto no está organizado: yo organizo, pero no como antes. Yo le digo que yo ya no pido permiso para ir a ninguna parte, si no que digo “me voy”, y me voy. Adquirí mucha independencia. Antes le pedía permiso a él.

202

¿Que qué papel cumple ahora en la casa? Pues soy la mamá, la ama de casa, pero no la empleada doméstica. Es que yo primero era la empleada. [Para su hijo la migración de su madre no fue importante porque no trajo dinero]. Ellos creen que uno se va para volver rico. Pero para mí significó demasiado. Imagínese. ¿Qué cambió? Cambié. Porque como él ha sido tan machista y eso era lo que él dijera, como él dijera, a la hora que él dijera, y era lo que él dijera y ya no más… Imagínese que hasta me encerraba con llave para que no saliera a la calle. Lo que pasa es que a uno lo crían con una mentalidad que el hombre, el marido, es el que manda. Y el machismo, aquí en Colombia, existe. Y todavía seguirá existiendo. Claro que las generaciones de ahora..., mi hija me dice; “¡Vea má! Donde yo tenga un esposo como mi papá, ya lo hubiera pelao tres veces”. Pero ahora ya es con voz y voto mío. Soy yo quien decido si se hace o no se hace. Antes yo era una muñeca, un títere al lado de él. [¿Cómo han cambiado las cosas?] Ya le dije: ya no es lo mismo. Yo ya tengo mis decisiones. Yo ya sé lo que quiero, lo que no, qué hago y qué no hago. Lo que pasa es que a uno lo crían muy conservadoramente: que uno tenía que ser sumiso, que el marido, que el matrimonio es para toda la vida, que uno no puede desobedecer al esposo, que tiene que tener todos los hijos que el esposo diga, que no se puede mover. ¡Oiga! No, no, no. Ya eso ya pasó. [¿A usted qué le hizo cambiar?] Pues la ida para España (entrevista nº 20: Ángela).

Por su parte, desde la distancia, Fátima compara los estereotipos de hombres colombianos, respecto a los españoles, para definir la insatisfacción con los hombres de su país: Es que son supermachistas, egoístas. Solo piensan en ellos. A mí el hombre colombiano no me gusta. De verdad. Todos, todos. Yo he tenido muchos amigos y, por ejemplo, todos los colombianos son unos sinvergüenzas62. No respetan a la mujer. Ellos creen que se consiguen las mujeres solo para tener hijos. Para que la mujer les haga la comidita y todo eso. ¿Y la mujer? No tiene Expresión utilizada para denotar a un hombre que tiene varias relaciones a la vez, acompañado además de comportamientos asociados al alcohol y a la falta de responsabilidades. 62

203

derecho a más nada. Y son egoístas, son machistas, son sinvergüenzas. Ellos creen que por ser hombres tienen derecho a estar con una, con otra, así tengan mujer: ¡mujeriegos! Así tengan una mujer joven, guapa y todo, siempre están buscando en la calle más. Son tan sinvergüenzas esos hijuemadres. A mí no me gustan, y yo digo que no. Me gustan más los españoles. Me parecen más responsables. Los españoles son muy responsables. En cambio, el colombiano es… Yo creo que es contadito el colombiano que cumpla totalmente con la obligación de sus hijos, y todo eso. En cambio, el español sí es muy responsable con sus hijos, con el hogar, con todo. Total que a mí, el colombiano, no me va a volver a convencer jamás (entrevista nº 34: Fátima).

Los nuevos valores que la migración les aportó a las mujeres también beneficiaron a algunas mujeres cercanas a ellas. Dalia (entrevista nº 11), hija de Dalina (entrevista nº 44), realizaba estudios de licenciatura y e hizo un balance de lo vivido por su madre. Para el momento de la entrevista, Dalia tenía grandes preguntas sobre el proceso migratorio de su madre y sobre los cambios que se produjeron. Inicialmente pensó que la forma de resolver sus dudas podría ser siguiendo la ruta migratoria de su madre y buscando un trabajo, igual que ella, en España. Esta vía no le fue posible, pues le negaron el visado en varias ocasiones. Pero siempre pensó que hubo otro motivo tras la migración de su madre, por la forma tan inesperada como lo hizo. La madre de Dalia tuvo una primera experiencia migratoria en Colombia (del campo a la ciudad) en su niñez. Siendo adolescente, vivió en barrios populares. Luego tuvo tres hijos con el padre de Dalia, el cual mantenía algún compromiso económico con los hijos, que era poco representativo en el total de gastos de la manutención básica. El padre de Dalia ejerció un control estricto sobre la vida Dalina, al punto de no permitirle trabajar fuera de la casa donde vivía con sus tres hijos. De esa forma, la madre de Dalia estuvo sujeta a las condiciones que ponía aquel hombre, a cambio del poco apoyo económico que daba para la manutención de sus hijos. A mi madre, de repente, le surgió como una idea femenina de la maternidad y como de la superación. Algo así. Nosotros escuchábamos a mucha gente que se iba a España. A ella se le ocurrían muchas cosas: resultaba haciendo préstamos, compraba neveras para vender quesos… Muchas ideas de negocios para hacer en la casa. En una de esas pensó lo de España. Ella tenía 46 años. Nos reunió a todos…, pero lo dijo unos días antes de irse. Mi mamá llevaba un 204

año sin ir a ninguna parte. De pronto, dar una caminada al centro, o al supermercado…, o algo así…, pero algo que no duraba más de 10 minutos…, o una visita de un barrio a otro, donde una tía o un familiar. Además de eso, mi mamá nunca se había montado en un avión. Nosotros habíamos ido a Cartagena, cuando estábamos pequeños, en un bus. Pero ella no conocía ninguna otra ciudad. Entonces…, pues, todo ese montón de cosas [...]. Además, nosotros en la casa también somos muy unidos y nunca en el núcleo familiar se ha ido nadie [entrevista nº 11: Dalia].

Ahora, la ruptura que hizo la madre de Dalia se expresa en la imagen que dejó ante su hija en el momento de la despedida y que ésta interpretó como un acto de búsqueda de libertad y autonomía, y que Dalia duda que haya encontrado en España: La llevamos al aeropuerto. Nos despedimos. Llevábamos como tres días despidiéndonos. Fue una cosa muy impactante para mí. Es que yo pienso de mi mamá que es una persona muy fuerte. Lo que siempre recuerdo es que ella siempre estuvo con nosotros. Era claro que se le estaba partiendo el alma. Sin embargo, en el aeropuerto, en un momento, simplemente dejó de llorar. La última despedida de todas: dejó de llorar y nos dio la bendición, como con una actitud toda matronal: “¡Yo soy la mamá!”. Puso la calma de una persona que ha vivido mucho y es fuerte. “Esto me está partiendo el alma”..., como un dolor más de la vida que le toca afrontarlo y ya. Subió unas escalas, y cuando llegó arriba se dio la vuelta (y nosotros allá llorando). Nos miraba… y nos hizo así con la mano63. Ése..., un gesto de libertad que nunca lo había hecho, no era propio de ella. Fue muy extraño lo que hizo. Es como si la que subió por esas escalas fuera esa persona que siempre había deseado ser. ¡Era otra mujer! [entrevista nº 11: Dalia].

La valoración que hizo Dalia sobre el proceso migratorio de su madre también le permitió confrontar sus planteamientos como mujer, al expresar que: Ahora yo quiero ir a comprobar que mi mamá, con los oficios que ha tenido, trabajando casi como una esclava, no ha logrado ninguna libertad que quería. Que sigue siendo esclava de otras cosas. Mi mamá no se divierte, no sale a pasear, no sale a conocer. Sigue siendo la misma, pero al servicio de otros. Me gustaría reencontrarme con ella para enseñarle a vivir otras cosas. Pero no sé si la forma de hacerlo es migrando a España, porque aquí me encuentro con la misma incertidumbre que tuvo mi madre: pocas alternativas [entrevista nº 11: Dalia]. El gesto que representó Dalia fue el de levantar la mano derecha con los cuatro dedos juntos empuñados y el pulgar arriba. Es un gesto utilizado por los jóvenes para indicar que todo está muy bien y que lo que se está haciendo es correcto. 63

205

En las narraciones de las mujeres encuestadas también encontramos respuestas

sobre

aquello

que

hemos

denominado

como

falso

empoderamiento, y que se convirtió en el motor para que muchas de ellas buscaran salidas a sus dificultades: Yo siempre decía: “Si hay muchas mamás que tienen cuatro o cinco hijos y los han sacado adelante, ahora ¿por qué yo no lo puedo hacer con ella?” Y ¡de verdad!, yo nunca he necesitado de un hombre para levantar a mi hija, ni he tenido que irme a prostitución o a acostar con un hombre para que me pague, para mantener a mi hija. No. Yo veo que no. Hasta ahorita no. No lo he necesitado. Y pienso que nosotras las mujeres no necesitamos de un hombre para levantar a un hijo (entrevista nº 35: Gloria). Así como las mamás anteriormente lo hicieron, ahorita. ¿Por qué en esta época? Porque es muy moderna. Sí. Pero si tú quieres a tus hijos y estás por esos hijos, tú renuncias a muchas cosas por tener bien a tu hijo (entrevista nº 35: Gloria). Él, lo único que me dijo es que si tenía un hijo hombre lo pusiera como él, y si era una hija mujer, como yo la quisiera poner. Pero yo nunca le hice saber. Y hasta el sol de hoy, no sabe. Ella ya tiene 16 años, y 16 años que la he luchado yo sola. Porque era una mujer. No sé qué hubiera pasado si naciera hombre (entrevista nº 35: Gloria).

El hermano de una de las entrevistadas en origen respondió a la siguiente pregunta valorando el empoderamiento que vio en su hermana: ¿Usted cree que ella es una mujer tradicional? La verdad es que ella sí es una mujer que, de cierta forma, comparte unas creencias religiosas y, en ese sentido, podría llamarse tradicional. Pero la verdad es que yo creo que una mujer tradicional no hace lo que ella hizo. Ella tuvo las agallas de salir del país, de luchar por sus metas, de enfrentarse a un mundo desconocido sola. Mientras que una mujer tradicional..., yo creo que eso no lo hace una mujer tradicional. Una mujer tradicional se busca a un hombre y espera a que él le brinde o le dé algo. Ella no. Ella salió, se enfrentó y luchó por lo que quería (entrevista nº 42: Juan).

206

Huyendo de la violencia de género En muchos de los relatos de las mujeres entrevistadas pudimos observar que la violencia de género estuvo presente, de forma expresa, en la vida que tuvieron antes de decidirse por su aventura migratoria. Porque este no me alza la mano… No me gritaba, pero sí me maltrató físicamente. En cambio este no me alza la mano para nada. Los problemas que he tenido con este, es por eso… Pero, viéndolo bien, con este me ha ido muchísimo mejor. Al menos sé que tengo un marido en casa. El marido que yo tenía en Colombia, el viernes no iba a casa a dormir, el sábado no iba a dormir, solamente iba el domingo a pasar la resaca. “Tenías suerte” [interviene una participante del grupo], “el mío no iba en toda la semana, pero iba el domingo a pegarme” (grupo de discusión nº 1 Salamanca). Pongan ustedes el dinero… Allí, mi marido una vez me pegó: me dio en la cara. Yo fui con el ojo morado a la Inspección. No me prestaron mucha atención. Lo citaron a él para la tal demanda que yo había puesto, y él fue a decir: “Si a ella no le gusta lo que está pasando, entonces pongan ustedes lo que tengo que pasar” (grupo de discusión nº 1, Salamanca). No me pegaba delante de la niña… Él me pegaba a mí. No me pegaba nunca delante de la niña mayor. Pero ella veía cómo la mamá no quería que el papá entrara (grupo de discusión nº 1, Salamanca). Los niños se quedan conmigo… Yo dije: “Me voy a arriesgar y trabajo en lo que sea”. Y claro yo ya no quería vivir con ese señor. A mí lo que más me dolía era tener que dejar a mis hijos. Y claro, yo, en muchas ocasiones, tuve ganas de dejarlo a él. Y yo siempre me quería ir para donde mi madre, o para donde fuera. Y yo tuve muchas ganas de dejarlo en varias ocasiones, pero siempre él me amenazaba. Por eso te digo que son unos hijueputas, todos. Él me decía… Como sabía que yo quería tanto a mis hijos, él me amenazaba y me decía: “Si se va a ir, váyase. Pero los niños se quedan conmigo, porque usted no tiene ni en qué caerse muerta. Porque esta casa es mía”. Claro, como yo no era casada con él (entrevista nº 34: Fátima).

207

Me obligaba a volver con él… Él es un irresponsable. Tiene un montón de hijos y a todos los tiene abandonados. Me enamoré ciegamente. Me obligaba a volver con él. Me metía unas pelas64… y me obligaba a volver con él. Me trataba mal. Pero gracias a Dios él no puede decir que yo sea una mala mujer (Entrevista 17: Francisca). La necesidad de ser amada… Como él veía la necesidad mía de ser amada, me utilizaba para todo lo que quisiera. Él sabía que si me daba un poquito de amor, yo hacía todo lo que él quería. ¿Qué pasa? Quedé embarazada. Pero él me hacía mal. No me pegaba. Pero psicológicamente me torturaba siempre (entrevista nº 7: Nubia).

También se pudo constatar en esos relatos que la violencia de género inmovilizaba la acción de las mujeres. Por ejemplo, las decisiones que tomaron ellas estuvieron interferidas por el miedo y por las experiencias vividas en origen: Siempre se cuidó mucho de que la niña no viera el maltrato que me hacía: siempre manipuló. Cuando quedó embarazada la mujer esa –que tiene un hermanito de la misma edad de mi hija menor–…, la pequeña. ¡Imagínese que esa niña se iba a suicidar! Se montó al tercer piso. Claro que yo le dije a él: “Usted se tiene que ir de aquí, yo no quiero más nada con usted”. Pero se me montó al tercer piso y decía: “Si mi papá se tiene que ir de la casa porque se portó mal y embarazó otra mujer, yo me quiero morir”. Y le decía: “Papá, pídale perdón de rodillas a mi mamá”. Y él: “Por favor perdóname”. Y ella: “Mami. Que lo perdones. Que te está pidiendo perdón. Entonces tú lo que quieres es que yo me tire de aquí”. Entre la espada y la pared. A mí me tocó hacer de tripas corazón y decirle: “Sí. Te perdono”. Cuando yo le dije “Sí. Te perdono”, entonces ella se bajó de ahí y me dijo: “Entonces mi papá ya no se tiene que ir de la casa”. Entonces ya él tenía permiso para pegarme cuando le diera la gana y yo no podía decir nada con la niña de psicólogo (grupo de discusión nº 2, Madrid). Sí. Me maltrató físicamente, muchas veces, como ya les conté. Muchas veces. Ya era costumbre (grupo de discusión nº 1, Salamanca). Fui a la comisaría. Pero me di cuenta que nadie quiere problemas. Todos se conocen. Y si no tienes un hermano o un papá que te defienda: ¡a chupar golpes! (grupo de discusión nº 1, Salamanca). 64

Sinónimo de palizas. 208

5.2. Los trabajos en origen y el dato personal: simbiosis y adaptación para el perfil demandado Las mujeres colombianas que migraron con la idea de participar en determinados nichos laborales hicieron una homologación informal de su vida laboral para adaptarse a los requerimientos del mercado de trabajo español y, para ello, recurrieron a las experiencias de trabajo que tuvieron dentro y fuera del ámbito privado en origen. Aspectos como su descripción personal, la educación formal y no formal que obtuvieron, las experiencias de trabajos dentro de sus hogares, la trayectoria laboral y la flexibilidad para adaptarse a la doble jornada (entre otras situaciones que se dieron en los contextos de las desigualdades ya mencionados) pasaron a formar parte del perfil que ofrecieron en el nuevo mercado de trabajo. Dicho perfil sufrió una trasmutación,

pues

esas

mujeres

le

sumaron

las

experiencias

y

conocimientos que iban adquiriendo en los diferentes mercados laborales en los que participaron. A continuación expondremos algunos de los elementos que formaron parte de la adaptación que las mujeres hicieron a su perfil.

Mujeres que trabajan desde niñas Una de las características retomadas para definir ese nuevo perfil adaptado fue que la mayoría de las mujeres entrevistadas empezó a trabajar a una edad menor de 20 años (cerca del 80%); pero, en concreto, el 42,5% de ellas era menor de edad cuando tuvo su primera experiencia laboral (Tabla 18 del anexo 1). Esa característica muestra que las posibilidades de continuar estudios superiores o de formación para el trabajo se restringieron o fueron aplazadas por la necesidad de trabajar. Los trabajos que llevaron a cabo en esas condiciones estuvieron caracterizados por estar inscritos en esquemas de economía informal y/o de economía sumergida y fueron realizados como una forma de obtener ingresos complementarios para la economía familiar, en la mayoría de los casos. 209

No es extraño encontrar, en los relatos expuestos por las entrevistadas, cómo las mujeres exaltan el trabajo en la infancia: a menudo lo muestran como un emprendimiento o, también, como una forma de prepararse y tener disciplina para el futuro; sin reconocer, en lo más mínimo, que el trabajo infantil es un problema de falta de oportunidades para muchas familias que obligan a los niños y niñas a hacer parte integral de los ingresos familiares. En los siguientes relatos veremos ejemplos del enaltecimiento del trabajo desde la niñez. Yo empecé a trabajar siendo niña porque resulta que a mí me gustaban mucho los zapatos de plataforma, la ropa de moda, y era muy pobre. Un día le dije a mi abuela que me prestara 50 pesos y con esos 50 pesos yo me fui a la plaza de Cisneros y me compré montones de pilas de mangos biches y mangos maduros. Y me fui para la esquina de mi casa, un sábado. Ese sábado no lo vendí todo, y me fui a la puerta de la iglesia a las horas de la misa y ahí lo vendí todo. Creo que estaba en tercero de primaria. Es el año en que empecé a trabajar (entrevista nº 14: Estela). Como me crió mi abuela –porque mi madre me abandonó cuando era bebé-, mi abuela no tenía ingresos, y ella hacía tamales para vender, y hacía muchas comidas que vendía. Yo desde pequeña siempre le ayudé a los tamales, porque eso tiene mucho trabajo. Por eso es que me quedan tan ricos ahora. Yo los hacía con mi abuela... ¡Uf! Como cinco años ayudé, hasta que me saqué el cartón de bachiller (entrevista nº 15: Laura).

El trabajo en el ámbito privado En relación con el trabajo realizado en el ámbito privado, las mujeres entrevistadas lo entendieron inicialmente como actividades domésticas, al igual que los de cuidado y gestión de sus propios hogares. Sin embargo, luego lo constituyeron en un legado que incorporaron al perfil que ofrecieron para el nuevo mercado laboral. Así, ellas lo visibilizaron y valoraron como un activo más en su experiencia de trabajo. Las trabajadoras se formaron la idea de que esas actividades que realizaron durante toda su vida y al calor de sus propios hogares, en España podrían ser el elemento clave para obtener ingresos y el estatus social que no tuvieron nunca en origen. Dicha característica fue, para las trabajadoras, uno de los argumentos más importantes a los que se aferraron para darle un giro a su perfil laboral.

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Las mujeres intuyeron que la disposición para desempeñar esos trabajos se podía transformar en ingresos económicos y de esa forma convertirlos en trabajo asalariado y en relación laboral. En ese gesto, y con la finalidad de ofrecerse en el nuevo mercado de trabajo, las mujeres hicieron un uso de aquellos atributos “connaturales” a su oficio. Es decir, aquello que fue descargado sobre ellas por su familia y por la sociedad (que las consideraron como las principales ejecutoras de dichas labores) es, además, de lo que desean escapar (sumisión, cultura patriarcal, machismos y violencias, entre otros). Y, sin embargo, lo convirtieron en fortaleza o lo reforzaron para sobrevivir en el nuevo mercado de trabajo en España, valorándolo por anticipado y teniendo claro cuáles eran las competencias laborales que podrían ofrecer en dicha incursión. Algunas de esas características se explicitaron en las narraciones que hicieron las mujeres al ser entrevistadas. En dichos relatos fue común encontrar la idea de que los perfiles solicitados para realizar trabajos de cuidados o trabajo doméstico en España hacían referencia a actividades para las que ya estaban preparadas y, si no lo estaban, así lo recrearon; pero siempre teniendo claro que sería el elemento que usarían para intentar transformar su situación particular. Es natural que las mujeres hagamos los cuidados de los hijos y los oficios de la casa. Estamos bien preparadas para ir a trabajar en eso y no nos da tanta dificultad para adaptarnos. Aunque sea un trabajo difícil, lo importante es que lo hemos hecho gratis toda la vida y, en España, nos pagarían por hacerlo para otras personas (consulta en puerta. Consulado de España en Bogotá).

De la misma manera, aquellas mujeres que nunca fueron asalariadas quisieron experimentar un trabajo con dichas características, para transformar sus propias vidas, o lo tomaron como una oportunidad para empezar a construir una idea de autonomía basada en el aspecto económico. Otras consideraron que ésa era la manera de encontrar otras formas de vivir, tales como la independencia en la toma de decisiones, la

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construcción de nuevas relaciones con el entorno, el conocimiento de otras culturas y de otro tipo de solidaridades, y otras experiencias familiares.

La trayectoria laboral anterior Los niveles de educación de las trabajadoras hicieron parte de su trayectoria laboral, anterior a la migración, y la vincularon al nuevo perfil laboral. Es así como sus estudios estuvieron presentes en las nuevas realidades experimentadas en destino. Ante todo es un aspecto que da cuenta de la lucha sostenida en el tiempo para intentar cambiar aspectos de sus vidas, y de su nuevo empeño por insertarse en el mercado de trabajo español. De acuerdo con la estructura educativa colombiana, para obtener un grado de bachiller (título que posibilita el acceso a los estudios universitarios), es indispensable que las personas hayan pasado por dos niveles educativos llamados “primaria” y “secundaria”. El primero se realiza durante cinco años, y el segundo durante seis; después de los cuales se obtiene el grado de bachiller, cuyo último año se denomina “once”. Ahora bien, el mercado laboral colombiano exige, como mínimo, el título de bachiller para que las personas puedan acceder a cualquier tipo de trabajo. Pero es común encontrar ofertas de empleo en actividades que no requieren de mayor cualificación: empresas de limpieza, por ejemplo. En ellas, las mujeres que aspiran al puesto deben haber adquirido aquel título como una opción para ser admitidas en ese empleo. El motivo por el cual las empresas exigen ese título no es precisamente para garantizar una especialidad laboral, ya que dicho título no la otorga. Por tanto, la cualificación adquirida a través del estudio no se corresponde con lo que requiere ese mercado laboral. Lo que al parecer refleja tal exigencia es que ese mercado de trabajo absorbe una población

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que ha estudiado en un sistema educativo devaluado65, sobre todo cuando se trata de la educación pública. Especialistas en este tema han demostrado que la educación básica en Colombia (primaria y secundaria) ha tenido avances interesantes en materia de cobertura; pero en términos de calidad los logros han sido marginales y cargados de iniquidades (Barrera, Maldonado y Rodríguez, 2012). Una vez realizada la advertencia sobre la baja calidad de la educación básica en Colombia y teniendo presentes las comparaciones que el lector o la lectora españoles puedan hacer con los estudios de bachillerato en su país, procederemos a mostrar el perfil educativo de las mujeres entrevistadas. Estamos, pues, ante un grupo de mujeres trabajadoras que, en su mayoría, terminaron el bachillerato (70%) y de las cuales el 39% cursó algún estudio superior (completo o incompleto). Dichas características nos permiten mostrar que las mujeres entrevistadas, de nacionalidad colombiana, contaban con recursos y habilidades sociales para ingresar por primera vez en el mercado laboral español y para adaptarse a sus dinámicas. El nivel educativo de esas mujeres, sumado a la trayectoria laboral con la que entraron al mercado de trabajo español, potencia en ellas la búsqueda de movilidad hacia otros sectores laborales debido a la percepción que tenían de haber perdido un estatus social en el proceso migratorio (como veremos en el siguiente párrafo). Tenemos, entonces, que el 92,2% de las mujeres entrevistadas no tenía experiencia laboral en trabajos relacionados con “servicios a las personas”. Los sectores de ocupación en los que se desenvolvieron (porque trabajaban o buscaban trabajo en él) eran, en su Colombia entró en el programa de calificación de educación secundaria de la prueba PISA (realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en el año 2006. Para ese año, el país se ubicó en los últimos siete puestos, entre los 57 evaluados. Para el año 2009, la tendencia a ocupar los últimos lugares se mantuvo y se detectó, además, una brecha de género importante. Además, la tendencia mundial es que la diferencia del desempeño en Ciencias es pequeña entre hombres y mujeres. Pero no es así para Colombia, ya que la brecha entre niños y niñas tuvo una diferencia de 21 puntos a favor de ellos. Para el año 2012, Colombia ocupó el puesto 61 en dichas pruebas, entre 65 países participantes. Ver informes en página del Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación (ICFES). www.icfes.gov.co. 65

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mayoría, sectores de ocupación con exigencias de estudios secundarios (bachillerato en Colombia), o de formación profesional (técnico en Colombia) pero no de licenciaturas (carrera universitaria en Colombia). Casi todos estos sectores se inscriben en subsectores de la industria manufacturera y de servicios (ver Gráfico 21). Es preciso aclarar que ambos sectores se vieron afectados por la crisis económica que antecedió al período estudiado (año 2007) y a la transformación de la mano de obra que lo componía. Es decir, eran trabajadoras que pertenecían a una dinámica de trabajo flexible, subcontratado, informal, sumergido y que se ocupaban en sectores de actividad que no demandaban alta cualificación. Por lo que se deduce que esas mujeres entraron en un proceso de descualificación en el que las movilidades ocupacional y social conquistadas se derrumbaron. Dicha dinámica tuvo un componente de género que se evidenció en aspectos tales como dobles jornadas, altas responsabilidades y cargas familiares, y desigualdades e iniquidades generalizadas. Ésa es la razón por la cual las mujeres fueron conducidas a sectores de actividades cada vez menos formales. Sus formas de expresión se recogen en el Gráfico 21. Gráfico 21. Tipo de ocupaciones que realizaba o en la que buscaba insertarse laboralmente en Colombia.

31,8

Trabajadores no cualificados

14,7

Empleados de tipo administrativo Trabajadores de los servicios de restauración, personales, protección y vendedores de los comercios Artesanos y trabajadores cualificados de las industrias manufactureras, la construcción y la minería, excepto los operarios

12,6 10,3 9,6

Técnicos y profesionales de apoyo Técnicos y profesionales científicos e intelectuales

6,8

Estudiaba

6,6 4,6

No responde

2,2

Trabajo reproductivo dentro de su hogar Dirección de empresas y de las Administraciones públicas

0,5

Trabajadores cualificados en la agricultura y en la pesca

0,3

Fuente: elaboración propia, a partir de la encuesta aplicada para esta investigación. Madrid, España, 2007.

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Un perfil que se retrae con la edad En las respuestas de las mujeres entrevistadas al cuestionario que se les aplicó para nuestra investigación hemos podido corroborar que su perfil general coincidió, a grandes rasgos, con el que arrojó la ENI (2007) para el mismo grupo de población. Sin embargo, hay algunos aspectos en nuestra investigación que toman distancia de la tendencia general de la ENI. Las mujeres de nuestro estudio presentaban una media de 34 años de edad al momento de la aplicación del respectivo cuestionario. El 86,2% de ellas se encontraba en edad económicamente activa (de 20 a 50 años de edad). Ese porcentaje se correspondió con la media general de todas las mujeres indagadas por la ENI (2007), pero no con la de las colombianas allí encuestadas (691), cuya edad media estaba próxima a los 37 años. La diferencia anotada podría explicarse debido a que la antigüedad de residencia en España de las mujeres entrevistas para nuestro trabajo fue menor que la de la ENI66. La antigüedad de estancia en España para las colombianas de la ENI (2007) fue de 7 años y, para nuestra encuesta, de 5,2. Teniendo en cuenta este dato, podemos caracterizar el perfil de las mujeres entrevistadas como de menor edad que las de la ENI y con menos tiempo de estancia en España. La edad de las mujeres encuestadas para nuestra investigación se ubica en la etapa laboral o como “población económicamente activa”. Sin embargo, su ingreso al mercado de trabajo español es un paso más en ese proceso de descualificación que ya traían desde origen y que afectaba su movilidad social y ocupacional. El tiempo transcurrido para esas mujeres hizo parte de las trayectorias aplazadas y/o escindidas que las caracterizaron. En destino La población encuestada para nuestra investigación tuvo un promedio de edad menor debido a que la encuesta aplicada fue diseñada con una muestra a conveniencia o intencionada. Las mujeres elegidas para la indagación fueron seleccionadas alrededor del Consulado de Colombia en Madrid. Dicha elección limitó la muestra a las colombianas de esa jurisdicción. En el año de su aplicación (2007), una gran proporción de ellas se encontraba dentro de los primeros cinco años de estancia en España, pues acudían a ese consulado a solicitar el certificado de antecedentes penales para cualquiera de estos dos fines: la regularización o la solicitud de nacionalidad española. 66

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no varía esa tendencia, en la medida en que el tiempo entra en otras etapas de contracción debido a la situación de su documentación y otros aspectos que trataremos más adelante. Pero ellas sopesaron y negociaron su permanencia en determinadas situaciones cuando avizoraron, de forma intuitiva, que podrían tener transformaciones relacionadas con su calidad de vida y con la posibilidad de pertenecer a una estructura de derechos que ellas, como mujeres, no habían adquirido en origen.

Cuando el trabajo no dignifica Como hemos visto en los capítulos anteriores, la historia personal de las mujeres de nuestro estudio estuvo mediada por oportunidades sociales, económicas y culturales específicas pero, ante todo, por las relaciones de género vividas en los distintos contextos de los que procedían. Esas características las llevaron a proporcionarse respuestas individuales e intuitivas ante las nuevas realidades y que ellas describieron como sacrificios personales. Muchos de esos sacrificios tuvieron una justificación y una validez social relacionadas con discursos estereotipados sobre la mujer que ellas mismas reprodujeron en las soluciones que diseñaron, las cuales tuvieron una escasa mediación institucional y/o de sus congéneres. Lo que las mujeres trabajadoras de este estudio conciben como “trabajo” condensa algunas formas de pensar que están legitimadas por la sociedad de origen: quién lo hace y en qué condiciones. El concepto más común de lo que significa el trabajo para esas mujeres, además de algo que provee recursos económicos, es que con él se cubren las necesidades básicas (Gráfico 25), concepto que se relaciona con el hecho de que el trabajo otorga y quita dignidad a la persona. Por tanto, las mujeres deben tener una disposición incondicional para realizar cualquier actividad, incluso en circunstancias adversas, en vista de que ese es un “sacrificio necesario”. El trabajo es visto así debido a que la sociedad le ha conferido a éste la potestad para organizar la vida de las personas, independiente de 216

que sea realizado por un salario o no, y por la capacidad que tiene de “dignificar” a la persona, según se puede deducir de las respuestas de las mujeres entrevistadas. Teniendo en cuenta que las maneras de pensar se hallan presentes en las actuaciones de las mujeres, podemos afirmar que el trabajo reproductivo, de manera exclusiva o en combinación con el trabajo remunerado, se encuentra respaldado por esa mentalidad que, por lo demás, está llena de estereotipos que aplican sobre el papel que cumple la mujer, y que conduce a pensar que el sacrificio de inversión de tiempo (incluido el familiar) para su desempeño es indispensable67. En ese sentido, consideran que el sacrificio de la mujer en el trabajo se refiere también el desprendimiento del ejercicio de derechos, del desarrollo de capacidades y de la búsqueda de oportunidades. Ello las conduce a un sacrificio continuo, en el que otras actividades no tienen cabida o no se corresponden con las búsquedas de otras metas. Las mujeres, de esa forma, no suelen controvertir su situación debido a que la falta de cuestionamiento hizo parte también de la estructura de desigualdades en la que se desenvolvieron y a que no han tenido la oportunidad para proveerse de un discurso de derechos. Sin embargo, hay algunos intentos por romper ese lugar común que parece instalarse en sus formas de pensar y que, en ocasiones, se ve reflejado en un intento de búsqueda de alternativas. Teniendo en cuenta estas apreciaciones de las mujeres trabajadoras, en el diseño de nuestro cuestionario hubo una pregunta abierta sobre el significado del “trabajo” para las entrevistadas. Las respuestas las hemos La investigación realizada por Valencia (2004) versa sobre las subjetividades de los obreros insertos en fábricas, con esquemas laborales estables en el sentido del “obrero fordista”. En esa investigación se expone la percepción que estos trabajadores tenían sobre el trabajo. El sentido de sacrificio estuvo presente en esa percepción pero, para ellos, se relacionaba exclusivamente con la cadena productiva, en cuanto a que el desgaste de la salud se negociaba, por ejemplo, a cambio de beneficios. Dicho sentido de sacrificio fue trasladado a sus hogares, en los cuales ellos eran jefes de hogar y las mujeres se dedicaban exclusivamente al trabajo reproductivo. A ellas, por su parte, se les exigía reproducir aquel sacrificio, pero en el ámbito privado. En tanto en cuanto ellas eran sus esposas trabajando en ambientes fabriles, se aplicó el mismo principio, pero para que ellas asumieran la doble jornada como parte de sus quehaceres. 67

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agrupado en dos tipos68: aquellas que conciben el trabajo como un medio de subsistencia para cubrir necesidades y aquellas que lo dotan de un sentido de dignificación. A continuación relacionamos las respuestas más frecuentes encontradas en el segundo de los significados. El trabajo sirve para: Dignificar Sentirme útil para la sociedad Sentirse productiva Sentirse satisfecha Realizarse como persona Mantenerse ocupada

La maternidad ejercida en solitario y el falso empoderamiento Hemos observado los elementos de género que se conforman las múltiples situaciones que experimentan las mujeres trabajadoras, al igual que la contundencia de las búsquedas experimentadas por ellas y las dificultades que encontraron. Ahora observaremos la relación de esas características

con

una

maternidad

ejercida

en

solitario

y

las

responsabilidades que de ello se derivaban, traducidas en la falta de conciliación familiar e insolvencia económica. El 60% de las mujeres que migraron no tuvieron una pareja estable y formaron parte de familias monoparentales en las que, usualmente, ellas fueron proveedoras. Esas mujeres, a la vez, descendían de familias similares en las que la imagen de mujer sacrificada y aguerrida se constituyó como símbolo de independencia. Esa imagen, transmitida como referente de mujer a lo largo de varias generaciones, esconde situaciones de desigualdad y de injusticia de género que luego experimentan las mujeres con sus parejas o exparejas. En la mayoría de las situaciones, dichas parejas fueron los padres de sus hijos e El análisis completo de la variable que se indaga sobre el significado de trabajo lo realizaremos en el capítulo 7. En este apartado haremos referencias cruzadas con ese tema para reforzar los elementos que se constituyen como factores básicos en la construcción del perfil de las mujeres. 68

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hijas, quienes, en general, estuvieron ausentes en la crianza de sus descendientes y no aportaron a su manutención. Algunas de las mujeres encuestadas se instalaron de forma provisional en España para constituir un sentido transnacional de su jefatura de hogar, pero siempre aspirando a reagrupar a sus hijos, y así, continuar la ruta del proyecto migratorio que se habían propuesto. La monoparentalidad, como ya la hemos definido, no fue una elección para ellas: ocurrió de manera circunstancial en la gran mayoría de los casos. Para esas madres, los hijos fueron el aliciente para enfrentar obstáculos. En nombre de la autosuficiencia o de lo que ya hemos llamado en este estudio “falso empoderamiento”, las mujeres forjaron sus proyectos con grandes sacrificios personales que, al llevarlos a cabo, las convirtieron en víctimas. Fue entonces común encontrar que la compensación más importante para determinar la fortaleza física y emocional de esas mujeres se encontraba en el deseo de ofrecer mejores posibilidades de desarrollo a sus hijos e hijas. Veamos cómo lo expresó Fátima, por ejemplo: Yo lo hago por darles el estudio. Yo sé que si yo no hubiese salido de Colombia, no sé, a lo mejor ella no estuviera en la carrera que está haciendo, porque yo allá, ¿con qué? ¿Cómo le iba a dar el estudio y todo lo necesario? Y yo soy la que le doy todo a mis hijos. Aunque tienen a su padre, ése no colabora con nada. Sí. Yo, en Colombia, vivía con el padre de mis hijos, y llegó un momento en el que no nos entendíamos. Y por eso decidí venirme para acá, porque dije que la única manera en que voy a estar un poco tranquila, y eso… ¡Me voy! Y claro, también en parte porque yo veía que él no quería responder por los niños. Para mí es muy importante la educación de los niños. Yo pensaba mucho... La niña desde que estaba pequeña, desde que tenía cinco años me decía: “Mami. Yo cuando esté grande, voy a ser médica” (entrevista nº 34: Fátima).

El ofrecimiento de oportunidades que hacen las mujeres trabajadoras a sus hijos e hijas también fue abordado en los grupos de discusión. Una

219

participante describió la forma como los padres, a través de sus hijas, extienden, desde la distancia, su intervención en la vida de las mujeres. Yo le enviaba el dinero a mi hermana; pero, claro, quien más se aprovechaba era él. Entonces llegó un momento en que le dije –porque me dijo que las niñas no me las podía traer–, entonces le dije: “¡Ah! Bueno. Entonces se acabó la mandaderita de dinero. Me las tengo aquí y yo les doy todo. No me tienes que ayudar con nada. Pero, si te las quieres quedar allá, yo no vuelvo a mandar nada de acá. Nada”. Entonces llegó a la conclusión de que no era capaz de tenerlas (grupo de discusión nº 2, Salamanca).

También suele ocurrir, en algunos casos, que la presión económica conduce a las mujeres migrantes a otras alternativas, como aquellas en las que se desea que el padre de sus hijos también emigre. Esa situación se convierte en una imposición para la reagrupación de hijos e hijas. Tal fue el caso de una de las participantes en los grupos de discusión que tenía antecedentes de violencia de género. Al momento de intervenir en el grupo de discusión, esa mujer contemplaba la posibilidad de casarse de nuevo con el que fue su esposo, con el fin de reagrupar a su familia, debido a las coacciones que aquél ejercía a distancia a través de las hijas: Tiene mucho poder sobre nosotras. Cuando llama a las niñas, yo tiemblo todavía. Es como si llamara el diablo. Pero el muy... muy... Tiene a la mayor convencida para que retorne, y me dice a mí que la única solución es que me case con él, para que lo pida [lo traiga a España]. Yo no sé qué hacer, porque yo aquí ya tengo pareja (grupo de discusión nº 2, Salamanca).

La monoparentalidad no elegida de las mujeres, referenciada antes como un motivo de género implícito en la migración y en el deseo de permanecer en España, la podemos constatar con los siguientes datos: el 64% de las mujeres encuestadas no tuvo una relación de pareja en forma de convivencia permanente o con un compromiso claro de permanencia en la relación afectiva. De esa cifra, el 47% eran solteras; el 12,7%, divorciadas o separadas; y el 4,3% viudas. El otro 36% tuvo una relación de pareja estable, estaban casadas

o

convivían en unión libre o pareja

independientemente de la nacionalidad.

220

de hecho,

La mitad de las mujeres solteras tenían por lo menos un hijo (1,8 hijos en promedio). El 90% de las divorciadas y separadas tenían 2,4 hijos. Generalmente, la responsabilidad de la manutención recayó sobre ellas. La media de hijos del total de mujeres fue de 2,1, de los cuales la mayoría están en origen. Podemos decir entonces que tener hijos (en origen y/o en destino) hizo parte del perfil general de las trabajadoras encuestadas, en la medida en la que en ellas estaba presente la necesidad de obtener ingresos para hacer frente a los gastos de manutención, y porque esa necesidad las llevó a regular el uso del tiempo para poder conciliar su relación con los hijos. Es decir, las mujeres ejercieron una maternidad en solitario, mientras la economía del grupo familiar formaba parte de su responsabilidad y, si no lo era, la adquirió al momento de la migración. Esa situación convertiría al grupo familiar en una “familia transnacional con jefatura femenina emigrada” (Santos Pérez et al., 2011). La conciliación a distancia también se convirtió en un problema importante para ellas debido a que los husos horarios crearon conflictos en la comunicación con los hijos y familiares, y por los costos que implicaba dicha comunicación. En tanto que las mujeres que tenían sus hijos en destino, al verse sometidas a las presiones por ingresar a un mercado laboral con esquemas de largas jornadas, tuvieron poco margen para buscar mejores empleos y poder enviar remesas sus hogares de origen69.

5.3. La influencia de los imaginarios en la decisión de trabajar en España La visión que tenían las mujeres sobre la sociedad a la que se dirigían jugó un papel importante a la hora de proyectar un destino para laborar. El ideario sobre el lugar de destino lo construyeron a partir del convencimiento Además de la responsabilidad adquirida por las mujeres entrevistadas de enviar dinero a Colombia, el 57,6% tenía alguna deuda que fue adquirida con motivo de la migración; y el 42,4% debía reponer los ahorros propios o de familiares, o el dinero resultante de la venta de alguna propiedad (dinero que fue invertido en el proceso de migración). 69

221

de que en ese lugar se pueden cumplir muchas de las metas proyectadas, las cuales darían paso a rupturas y transformaciones. Es un imaginario que se erigió a partir de una pequeña idea sobre lo que hay detrás de esa línea invisible que separa origen y destino: la posibilidad de desarrollar la propia vida en un contexto de derechos. La existencia de un mercado laboral con una fuerte demanda de mano de obra y las formas de vida transmitidas en la narración de alguien que ya había migrado y que generaron alguna esperanza en esas mujeres, entre otros alicientes, se convirtieron en atractivos suficientes para desencadenar un deseo de partir y elegir un nuevo destino en sus vidas. En

nuestra

investigación,

encontramos

algunos

asuntos

que

posiblemente le aportaron a las mujeres elementos para elegir España como destino laboral preferente. Podríamos afirmar que el principal atractivo radicó en la existencia de opciones laborales, y estuvo acompañado de la idea de obtener oportunidades para mejorar la calidad de vida e iniciar una búsqueda de autonomía. Esa idea se formó a partir de la información transmitida por personas que hicieron parte de una red social o familiar, en la cual la migración fue un hecho consumado, o por un rumor mediático que las condujo a la búsqueda de esa red. El gráfico 22 ilustra las motivaciones que tuvieron las mujeres para elegir a España como su destino final. Como puede observarse en ese gráfico, la principal razón se fundó en la existencia de una red de familiares o amigos (30%). El siguiente motivo, basado en la cantidad de mujeres que lo referenciaron, fue la afinidad cultural (23%), seguido por la facilidad para entrar, la calidad de vida y la existencia de expectativa laboral, entre las motivaciones más importantes.

222

Gráfico 22. Motivos que tuvieron las mujeres para seleccionar España como país de destino Imagen de España en origen (información Tenía información de general) que necesitaban mano 2% de obra 4% Tenía redes de amigos o conocidos 6% Por la calidad de vida 8%

Era más fácil entrar a España que a otro país 9%

Por la oferta de estudios 2%

Por el valor de su moneda 1% Tenía algún familiar 30%

No responde 15%

Por afinidad cultural e idioma 23%

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

En una consulta que realizamos en las afueras del Consulado de España, en Bogotá, entre quienes solicitaban visado, nos interesamos sobre las motivaciones para migrar. Aplicamos un cuestionario en el que planteábamos a las mujeres las siguientes preguntas: ¿Por qué quiere ir a España? ¿Qué ha oído sobre España? ¿Qué tiene España? Algunas de las respuestas obtenidas se citan a continuación: Dicen que hay trabajo, y que si tienes a alguien conocido te pueden ayudar a buscar, y que se encuentra rapidito en una casa. Si me dan la de turista que estoy pidiendo, me voy. Si no…, o…, busco a ver si mi prima me manda una oferta. Dicen que hay mucho viejo que cuidar, y que pagan bien. Mis hermanas ya viven allí, pero me advirtieron de que es duro porque hay que estar encerradas de tiempo completo. Pero que después se puede buscar otra cosa. Que eso allá no es como lo pintan. Que le pintan a uno pajaritos en el aire. Que es una verraquera para el trabajo porque le pagan muy bien a uno los trabajos cuando usted cuida a alguien, sea un señor o sea un niño. Pero se limita de muchas cosas. Mientras usted no tenga papeles, no puede salir con la tranquilidad que sale uno por aquí, que va como Pedro por su casa.

223

Dicen que también se puede trabajar en cafeterías y en supermercados, pero que hay que pagar una cuota primero de sirvienta. Pero yo tengo amigos que trabajan ya en otra cosa y me pueden ayudar. Hay trabajo. Voy tras un trabajito y quiero salir pitando de aquí. [¿Por qué?] Mi marido... No lo soporto. Se volvió intenso. Todo el tiempo manipulándome. Me cansé. Y yo voy con otras expectativas. A lo que voy es a trabajar.

También los asuntos que simbolizan la construcción de alternativas frente a la vida en origen juegan un papel importante en la idea elegir un destino final. En Colombia, desde hace más de 30 años, existe un ideal de proyecto migratorio hacia Estados Unidos como el país en el que podrían buscarse alternativas económicas. El “sueño americano”, representado en la posibilidad de obtener una “visa USA”, se convirtió, durante mucho tiempo, en el símbolo para escapar de las situaciones adversas en el país. La creciente salida de mujeres hacia España, posteriormente, generó una idealización general que llevó a muchas otras mujeres a tornar su mirada hacia ese país. En ellas se dio una especie de inversión del sueño americano hacia la búsqueda de “la madre patria”70, teniendo en cuenta las afinidades culturales y lingüísticas, lo que se traduce en la reducción de la incertidumbre para emprender un proyecto que contiene muchos riesgos. Las historias exitosas sobre mujeres conocidas, familiares y amigas que migraron a España son otros referentes que se convirtieron en modelo de posibilidades para muchas otras mujeres que desean transformar sus situaciones. Algunas entrevistadas así lo expresaron: Conocí a una chica que me dijo que vivía en España. La llamé y le dije que cómo hacía, que yo estaba interesada en irme. Ella me mandó una carta. Me cobraron mucho dinero por la carta, pero fue lo que me sirvió para viajar y llegar aquí a trabajar, que era lo que yo necesitaba. No conocía a nadie. Entonces la que me envió la carta de invitación me sacó la leche: me cobró la carta de invitación supercobrada, y el billete [de viaje] me lo cobró como tres veces. Después, yo haciendo cuentas en euros, se lo pagué tres veces (entrevista nº 34: Fátima).

En la historia oficial que se enseña en las escuelas colombianas, se promueve la figura de España con esa expresión. 70

224

La comprobación que hacen familiares y conocidos sobre el éxito de la migración, en general, se mide por el dinero que envía la migrante a su lugar de origen. Así, el relato que construyen las mujeres con ello hace de la migración un atractivo incuestionable. Todos vivimos prácticamente de lo que manda mi mamá. Pero yo, cuando me vaya –ella va a mandar por nosotras–, voy a estudiar y a trabajar para ayudarle. Porque si trabajamos las dos, así podemos comprar una mejor casa aquí y otras cosas que necesitamos (entrevista nº 27: Ester). Yo no quiero migrar. Pero conozco mucha gente que lo quiere hacer, porque dicen que en España se vive mejor. Yo quiero terminar mi carrera y, si encuentro trabajo, aquí me quedo. Mi hermano sí se fue, y quiere trabajar. Pero a mí no me gusta que trabaje, porque debe estudiar (entrevista nº 30: Ligia). Yo sí me quiero ir, porque veo que ella pagó las deudas rápido y ahora manda para las niñas. Pero yo me quiero ir hace mucho. Tengo familia en Canadá. Ya lo intenté. Pero me negaron la visa. Si puedo, también lo intento a España (entrevista nº 39: Nancy). Tenía una amiga en Madrid y me lo había dicho. Yo sabía a qué venía. No vine engañada. Ella me había dicho: “Los trabajos en España para las mujeres, hay muchísimos, pero todo es empleada de hogar”. La población española es muy envejecida. El nivel de vida social es muy bueno. Tienen una calidad de vida buena y, por lo tanto, la gente dura más. Viven hasta ciento y pico de años. Yo conozco una señora que tiene 107 años por la calidad de vida que tiene en este momento. Tienen una esperanza de vida más larga. Cuando llegué, la señora me recibió en su casa y conseguí un empleo que me duró una semana, porque la señora ahí mismo se murió. Y estuve paseándome por Madrid y esperando por si conseguía un empleo. Pero no tuve la oportunidad de trabajar, porque en ese momento no tenía papeles. Y todo el mundo… “que era con papeles”. Y además que tenían mucho recelo por los colombianos en ese tiempo que yo llegué. Esperé mucho para el primer trabajo (entrevista nº 3: Yolanda).

Los

sentimientos

de

las

mujeres

trabajadoras

migrantes

son

contradictorios. Son muchos los deseos y los mitos que se fundan sobre los beneficios que ofrece la posibilidad de trabajar en otro país: comprar una vivienda, pagar una deuda, el respaldo de una iniciativa y la educación de los hijos, entre otros reservados que, generalmente, esconden conflictos relacionados con el género, pero que no se revelan de forma inmediata.

225

6. Condiciones de participación en el proceso de mercantilización de los servicios a las personas

6.1. La incursión inicial en el mercado de trabajo español

Según la encuesta aplicada para esta investigación, uno de los principales objetivos que tuvieron las trabajadoras al llegar a España fue el de buscar empleo. El tipo de empleo al que accedieron en su primera inserción y sus condiciones estuvieron restringidas por varios factores: la situación administrativa fue uno de los más representativos. En la información analizada encontramos que el 75% de las trabajadoras procedentes de Colombia llegó a España con el fin de trabajar pero sin permiso para residir y/o trabajar (con visado de turista o con carta de invitación); y sólo el 17,2%, entró con un visado de residencia y trabajo. Como podemos ver en el Gráfico 23, el fenómeno de llegar a España a buscar trabajo sin la certidumbre de tener una situación administrativa para hacerlo fue ampliamente recurrente. Aunque hubo casos en los cuales las mujeres tenían permiso para trabajar y/o un trabajo, el total de las que no tenían permiso para trabajar alcanzó el 81%. Ahora, del total de éstas, el 43% no tenían trabajo.

227

Gráfico 23. Situación real de empleo de las mujeres a su llegada a España

SÍ tenía permiso de trabajo y NO tenía trabajo: 6%

No responde: 3%

SÍ tenía permiso de trabajo y SÍ tenía trabajo: 10%

NO tenía permiso de trabajo y NO tenía trabajo: 43%

NO tenía permiso de trabajo y SÍ tenía trabajo: 38%

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

Para el 55% de las inmigrantes, el primer empleo en España estuvo relacionado con servicios a las personas. La terminación de la relación laboral inicial, en la gran mayoría de casos, fue finiquitada por la trabajadora (77%); los motivos que las llevaron a ello se fundamentaron en la búsqueda de oportunidades más adaptadas a sus intereses (34,1%) y en las malas condiciones laborales (26,4%). Es de destacar que las que continuaron con el mismo trabajo sólo representan el 4,2% de los casos (ver Gráfico 24). En aquellos en los que el empleador o la empleadora fueron quienes pusieron fin a la relación laboral se esgrimieron esencialmente dos razones: un cambio en la situación de la salud de la persona de la cual estaba encargada la trabajadora, su fallecimiento o su ingreso en una residencia, cuando se trató del cuidado de personas mayores (19%), y/o la falta de documentación para trabajar (4,3%). El resto de los motivos esgrimidos tuvieron que ver con la temporalidad del contrato en distintos sectores de actividad económica (54,8%).

228

Gráfico 24. Causas de la terminación de primer empleo de las trabajadoras en España

Búsquedas más adaptadas a sus intereses

34,1

Malas condiciones laborales y/o de trabajo

26,4

Se terminó el contrato, temporada o reemplazo

11,9

Para hacer uso de un derecho (baja, vacaciones, permiso)

4,4

Continúa en el mismo trabajo

4,2

Problemas de conciliación

2,3

Cumplío una de las metas iniciales (pagar la deuda, tener papeles)

2,1

Dedicarse a actividades reproductivas dentro de su propio hogar

1,9

Para estudiar

2,3

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

El significado del trabajo, presente en las dinámicas de búsqueda No podemos perder de vista que la trabajadora que incursiona en un mercado laboral lo hace con un sentido de lo que es y significa el trabajo para ella; es decir, el sentido y el valor que esa persona le da a la actividad laboral. Al respecto, también indagamos sobre las ideas construidas por las mujeres entrevistadas. Las respuestas las hemos agrupado en categorías que indican que, para la mayoría de las mujeres, el trabajo estuvo ligado a un medio para resolver las necesidades materiales (52,9%), lo cual indica que ellas entendieron la actividad laboral como una forma de adquirir autonomía, altamente asociada al hecho de tener independencia económica. Sin embargo, otras entrevistadas vincularon su idea de trabajo con asuntos morales y con la satisfacción y el desarrollo personal (26,7%) (ver Gráfico 25).

229

Gráfico 25. ¿Qué significa el trabajo para las trabajadoras entrevistadas?

Estar ocupado en una actividad/servicio que presta

4,3

Medio de vida, subsistencia material y necesidades

52,9

Dignidad, desarrollo personal y satisfacción personal, entre otros parámetros morales

26,7

Derecho, deber, obligación o responsabilidad

6

Esclavitud, sacrificio o estados negativos y de desgaste

3,1

Forma de obtener ingresos económicos

7,1

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

Las formas de concebir el trabajo basadas en asuntos morales estuvieron asociadas con tradiciones religiosas e ideas que remiten al bienestar personal. Según Cañas (2003), esos discursos tuvieron su aparición en la época de la pujanza de la industria manufacturera en Colombia, en la cual la Iglesia católica jugó un papel sobresaliente. En investigaciones anteriores (Valencia, 2004), hemos podido corroborar que el trabajo, entendido como la búsqueda del bienestar (en el sentido de estar sano y feliz), nació de algunos discursos que se propagaron socialmente y en los que también imperó la idea que se contrapone a esta: el trabajo como un sacrificio. Esos discursos impusieron que el acto de trabajar, a cualquier precio y en cualquier condición, es connatural al ser humano porque el trabajo en sí dignifica. Así pues, constatamos en dicha investigación que ésa fue una respuesta recurrente y que permanecía de manera más arraigada en la población que vivía en situación de extrema precariedad y de exclusión social. Estos discursos modelaron la actitud frente al trabajo, sirvieron como automotivación para aceptar situaciones a las que se vieron expuestas incluso en aquellos trabajos que solo proveían dinero para la manutención

230

básica o pagos en especies como un lugar para dormir. Es así como bajo la idea de ser útiles para la sociedad, las personas enfrentaron condiciones de trabajo bastante precarias. Además de estas ideas, las mujeres eran receptoras de los dictámenes sociales que las confinaban al trabajo dentro de los hogares con el mismo sentido de sacrificio. Esas formas de entender el trabajo hicieron que las mujeres perdieran de vista la concepción de éste como un derecho. La idea del derecho al trabajo, entonces, se trastoca, y ellas lo asumen como un deber, una obligación y una responsabilidad propias; y tenerlo resulta ser un acto divino que concede bienestar (“gracias a Dios, tengo este trabajo”). Por lo tanto, las mujeres aceptaron cualquier tipo de labor, dentro y fuera del hogar, incluso en situaciones precarias, con tal de sentirse ocupadas y con el fin de sentirse valoradas y socialmente útiles. Aunque nuestro estudio no se centra en el campo de la subjetividad ni en las estrategias organizativas de las mujeres para enfrentar las iniquidades en el mundo del trabajo, es importante tener en cuenta esos factores.

La búsqueda de una inserción laboral con mejores condiciones de trabajo Pese a que la mayoría de las mujeres entrevistadas entró a participar en el mercado de trabajo en una situación administrativa irregular, al momento de aplicar la encuesta nos encontramos con que el 85,6%71 de ellas estaba ya en situación regular. La antigüedad aproximada de permanencia en España se estableció en una media de 5,2 años. En 2007, el 40,5% de las mujeres tenía tarjeta de primera renovación. Dicha tarjeta se emite después del segundo año de estancia en España en situación administrativa regular. Si las mujeres al entrar a España tenían una situación administrativa irregular, la tarjeta de primera renovación le sería emitida aproximadamente después del quinto año de estancia en el país (bajo el supuesto de tres años sin documentación). El 18,2% de estas mujeres, al momento de aplicar la 71

Ver Tabla 44, según anexo nº 1. 231

encuesta, tenía tarjeta permanente, la cual se obtiene cinco años después de la residencia regularizada (ver Tabla 45 del anexo 1). La

lectura

sobre

la

experiencia

de

trabajos

asalariados

que

manifestaron tener durante su trayectoria en España nos muestra que, por lo menos en una ocasión, las mujeres realizaron algún trabajo relacionado con servicios a las personas. Este hecho dio como resultado que los trabajos de limpieza por horas constituyeron para ellas la principal actividad (el 58,4%) y que recurrieron a ellos con el fin de ajustar tiempos e ingresos económicos durante toda su trayectoria. A dicha actividad le siguieron: el trabajo doméstico como externa (el 37,5% lo había realizado alguna vez); el trabajo doméstico como interna (31,9%); el cuidado de niños como externa (31,4%); el cuidado de personas mayores como interna (17,6%); otros relacionados con el cuidado del cuerpo como pedicura, manicura, peluquería, masajes, etc. (20,0%); el cuidado de personas mayores como interna (17,6%) y el cuidado de niños como interna (16,1%). El objetivo de esas mujeres, una vez obtenida la documentación para trabajar y transcurrido un año de estancia en el país, fue el de buscar trabajo en otros sectores económicos, lo cual nos indica que la búsqueda de mejores condiciones y/o la compatibilización de tiempos mientras realizaban otros trabajos fue un objetivo común (ver Gráfico 26). La búsqueda de empleo de las mujeres que estuvieron insertas en los trabajos de servicio a las personas, generalmente, no siguió las vías institucionales usadas en otros sectores de actividad económica, las cuales se caracterizaron por sancionar relaciones laborales visibles. Es decir, no se le dio ninguna visibilidad al fenómeno desde instituciones como el Servicio Nacional de Empleo y las ETT, entre otras. Dicha visibilidad se expresó a través de los “programas de empleo”, parte de las políticas activas de empleo y que fueron ejecutadas a través de instituciones como ONG y sindicatos, entre otros.

232

Gráfico 26. Trabajos de servicios a las personas realizados por lo menos una vez en España hasta el momento de aplicar la encuesta

58,40

Limpieza por horas en hogares

37,50

Servicio doméstico-externa Servicio doméstico-interna

31,90

Cuidado de niños-externa

31,40 22,10

Cuidado de personas mayores-externa Otros relacionados con el cidado del cuerpo (masajes, pedicura, manicura, peluquería, etc.) Cuidado de personas mayores-interna Cuidado de niños-interna Prostitución en cualquiera de sus formas

20,01 17,60 16,10 13,00

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

Esas instituciones estaban encargadas de desarrollar programas de inserción laboral para la población en riesgo de exclusión, como era el caso de las mujeres inmigrantes (Santos Pérez, 2011). La función principal de estos programas era dar solución a la oferta de trabajo procedente principalmente de los hogares. También se convirtió en uno de los recursos más importantes del Gobierno para encauzar mano de obra que diera respuesta a dicha necesidad. Sin embargo, se sabe que la manera como las mujeres obtenían una colocación efectiva para trabajar, en la mayoría de los casos, no se hizo a través de esos programas sino por medio de las redes de amigos y familiares que construyen las mismas trabajadoras (Valencia, 2011). En la encuesta aplicada para el estudio de nuestra investigación, se pudo establecer que las trabajadoras encuestadas no fueron usuarias frecuentes de los programas de empleo. Solo el 12,1% de ellas dijo haber buscado trabajo a través de ONG, sindicatos, parroquias y otras instituciones que desarrollan programas de inserción laboral. Por el contrario, las mujeres buscaron empleo preferentemente a través de sus propios medios (39,1%), los cuales ellas misma definieron, como Internet, periódicos o anunciándose de forma personal. También lograron colocarse 233

entregando directamente su currículo a empleadores anteriores, familiares y conocidos (37,7%) (Tabla 41 del anexo 1). Las redes de familiares y amigos cumplieron, entonces, una doble función para las mujeres encuestadas. De una parte, las ayudaron a mantener unos niveles de certeza para su colocación en momentos de desempleo, y de otra, fueron efectivas para su movilidad al interior de aquellos sectores en los que se les permitía actuar con mayor facilidad. Este grupo de mujeres también demandaron empleo en otros sectores de actividad buscando visibilizarse y darle estabilidad a su situación particular. Para ello, dirigieron sus búsquedas hacia trabajos formales y visibles que no exigieran cualificación. En esas búsquedas operaron principalmente las habilidades sociales que tenían. En esa medida, los niveles educativos se pusieron en juego no para hacerlos valer como parte de su perfil laboral, sino porque con ellos se obtenían mejores resultados para hacer efectivas las colocaciones. Las mujeres que lograron algún nivel de estudios en origen o en destino intentaron encontrar algún empleo relacionado con su experiencia laboral en origen o realizar cursos para otros oficios diferentes a los que ya hacían. Las posibilidades reales de acceder a cursos de capacitación fueron bastante bajas debido a la falta de documentación, y también porque los trabajos que tuvieron en sus primeros años de inserción laboral no les permitieron destinar el tiempo requerido para capacitarse. El 38,9% de las mujeres entrevistadas realizaron estudios en España. De ese porcentaje, el 17,4% lo hizo con el fin de encontrar empleo en otros sectores, es decir, se capacitaron en áreas relacionadas con actividades en las que presumía que podrían tener una inserción laboral con mejores condiciones laborales; y el 10,3% lo hizo para continuar en trabajos de servicios a las personas (ver Tabla 8).

234

Tabla 8. Cualificación y estudios en España de las mujeres inmigrantes encuestadas Cursos o estudios realizados en España Cursos para cualificarse en trabajos relacionadas con servicios a las personas Cursos para cualificarse en actividades de otras ocupaciones o sectores de actividad Continuación de educación formal en cualquier nivel Quiere estudiar algo pero no tiene tiempo y/o dinero Total de las que sí han realizado algún estudio en España

% 10,3 17,4 8,6 2,6 38,9

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

El deseo por insertarse laboralmente en sectores donde pudieran tener mayor estabilidad laboral se correspondió con su aspiración de permanecer en España durante un largo período de tiempo. En el Gráfico 27 hemos agrupado las respuestas que explican las búsquedas realizadas por las mujeres en actividades diferentes a servicios a las personas. El resultado encontrado fue que siempre se dirigieron a obtener un empleo con relación laboral visible, estable y que no exigiera ninguna cualificación. Sin embargo, los intentos por insertarse en otros sectores de actividad mostraron resultados poco efectivos y muchos obstáculos. En respuesta a la solicitud de empleo en otros sectores, solo el 16% de las mujeres trabajadoras estuvo en un proceso de selección y obtuvo el trabajo que solicitaba. Al 23% de ellas les recibieron su currículo, pero no entraron en proceso de selección. Al resto les exigieron títulos homologados u otra formación, una situación administrativa diferente, otra nacionalidad, o fueron descartadas por su edad (Tabla 31 del anexo 1). El principal obstáculo enfrentado por las trabajadoras que buscaron cambiar de actividad fue la situación administrativa (42,1%). Después de éste, los obstáculos más representativos fueron: no tener un perfil ajustado a la oferta de trabajo (22,1%) y otros que se describen en el Gráfico 28, los cuales muestran situaciones como la conciliación, la edad y el aislamiento, entre otros.

235

Gráfico 27. Demanda de empleo en ocupaciones diferentes a los servicios a las personas

En ocupaciones relacionadas con su experiencia de trabajo en origen: 14,2

Otros: 0,4

Una ocupación con relaciones laborales más visibles o formales que no requieren cualificación; 63,6 En ocupaciones relacionadas con lo que estudió: 21,8

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007. Gráfico 28. Principales obstáculos para cambiar la actividad laboral de las mujeres entrevistadas

No formar parte de una red de amigos, conocidos, familiares, empleadores que recomienden 3%

Mucha gente demandando el mismo trabajo 4%

Racismo 0,8%

Temas relacionados con el transporte o el lugar de residencia 0,2%

Ser colombiana 3% La conciliación familiar 7%

Edad 8%

Ser extranjera 10%

No cumplir un perfil determinado 22%

La situación administrativa, trámites relacionados con tarjetas y/o restricción de tarjeta 42%

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

236

Para la mitad de las mujeres encuestadas, el tiempo dedicado a la búsqueda de otro empleo no superó los 15 días y para el 84,5% de ellas no pasó de un mes. Es decir, frente al desempleo, el hecho de aceptar una oferta de trabajo antes de un mes estuvo mediado por la presión que tuvieron las mujeres para resolver asuntos de manutención y envío de remesas; esto llevó al desempeño de actividades, mayoritariamente, en condiciones precarias. Las mujeres inmigrantes encuestadas, en su mayoría, respondieron que fueron ellas las que terminaron la relación laboral que tenían antes de la entrevista (68,2%). El motivo que esgrimieron para finalizar esa última relación laboral fue similar al que tuvieron para abandonar su primer empleo: las malas condiciones laborales. Ése es un indicio que nos muestra que la necesidad de movilidad ocupacional de esas mujeres se manifestó de forma permanente; y también que los trabajos de servicios a las personas seguían siendo un referente para las mujeres en muchos casos aunque trabajaran en otras actividades.

6.2. Condiciones de trabajo y calidad de vida al momento de aplicar la encuesta Al momento de aplicar la encuesta para nuestra investigación, el 78,4% de las mujeres estaban empleadas en oficios que no requerían cualificación. De ese porcentaje, el 81% tuvo alguna relación con trabajos de servicios a las personas y, en su gran mayoría (el 60%), realizaron sus funciones dentro de los hogares, con o sin contrato de trabajo y/o alta en la Seguridad Social (ver Gráfico 29). En los empleos que requerían alguna cualificación, estarían el 3,8%; el 5,7% se dedicaba exclusivamente a trabajos dentro de sus propios hogares; y el 6,8% estaba en paro.

237

Gráfico 29. Lugar donde desempeñaban las funciones las trabajadoras con empleos no cualificados

Otros oficios no cualificados: 19%

SÍ/ fuera de los hogares de manera formal o informal: 21%

SÍ/ dentro de los hogares de manera formal o informal: 60%

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

Las mujeres que tenían trabajo al momento de la entrevista buscaron el empleo, y lo obtuvieron, a través de redes de familiares y amigos (67%). Esto nos permite concluir que dichas redes fueron un elemento determinante en la búsqueda de empleo y que, además, esas redes se mantuvieron a lo largo de su trayectoria laboral; por tanto, siguieron siendo importantes a la hora de lograr

una

colocación,

incluso

cuando

transformaron

su

situación

administrativa.72 Del total de las mujeres empleadas al momento de la encuesta (68%), el 25% de ellas no suscribió un contrato de trabajo. Sin embargo, del otro 75% que sí lo había suscrito, el 95% estuvo dada de alta en la Seguridad Social y se encontraba muy satisfecha con su trabajo (51,6%). Para ese porcentaje de mujeres, después de cinco años en el mercado de trabajo, su permanencia en éste no ocasionó ninguna insatisfacción notoria. Pero para el 48,4% que estaba poco o nada satisfecha, su insatisfacción se basó en las malas condiciones laborales y en la necesidad de una mayor estabilidad El tema de las redes de amigos y familiares en la migración ha sido tratado por varias autoras, entre las que destacamos Aparicio y Tornos (2006). 72

238

laboral. Del total de empleadas al momento de la encuesta, el 38,6% estaba intentando cambiar de trabajo y otro 49,8% buscaba simultanear su empleo con otras actividades tales como trabajos de limpieza a través de empresas o de hogares, cuidados por horas, trabajo a domicilio de cuidados del cuerpo o trabajo doméstico. Es decir, siempre hicieron referencia inmediata a trabajos de servicios a las personas. El 60% de las mujeres encuestadas trabajó entre cuatro y ocho horas diarias; otro 27%, entre 9 y 12; y el 75% tuvo descansos, por lo menos un día durante el fin de semana. Al 75,4% de ellas le dieron permiso para resolver asuntos personales cuando lo solicitaron. También el 79,4% de esas mujeres dijo no haber realizado trabajos informales en España; pero, más o menos el mismo porcentaje, sostuvo haber trabajado sin contrato, por lo menos una vez. Ello nos indica que la percepción que las mujeres tuvieron sobre el significado de las condiciones de trabajo estuvo poco ajustada a la realidad que vivían.

Condiciones de trabajo El incumplimiento de las condiciones laborales pactadas entre empleadores y trabajadoras presentó una frecuencia alta. El 51,1% de las mujeres entrevistadas afirmó que no se había cumplido el acuerdo inicialmente pactado en alguno de los trabajos que realizó. En el caso de las mujeres a las que les incumplieron sus derechos laborales, el impago fue uno de los más comunes. Al 92,1% de ellas no se le pagó las horas extras realizadas en su labor; al 67,5% no se le canceló algún plus de dedicación; al 52,7% le fue retrasado el salario o no se le pagó; al 45,9% no se le canceló las pagas extras; y al 37,4% no se les pagó las vacaciones. Además hubo incumplimiento en otros asuntos, como el no respeto por el horario de trabajo o la negación de un permiso cuando las mujeres lo solicitaron (ver Gráfico 30).

239

Gráfico 30. Incumplimiento de derechos laborales en algún momento de la trayectoria laboral de las mujeres

No le pagaron horas extras

92,1

No le pagaron algún plus

67,5

No le respetaron el horario de trabajo

54,6

Le retraaron el salario o no se lo pagaron

52,7

No le cumplieron con el acuerdo pactado

48,9

No le dieron las pagas extras

45,9

No le pagaron las vacaciones No le dieron los permisos cuando los pedía

37,4 24,6

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

Ahora, solo el 6,5% de las mujeres encuestadas dijo haber interpuesto una demanda en contra de un empleador cuando sufrió alguna violación de sus derechos laborales. La respuesta de las mujeres cuando se les interrogó a propósito de si asistieron a instituciones relacionadas con la defensa de derechos laborales con el fin de entablar una demanda o para obtener asesoría legal dio como resultado que el 23,4% reconoció haber asistido a un sindicato para obtener alguna asesoría y de ellas el 40,4% prefirió que esa asesoría fuera asistida por una ONG.

Calidad de vida Para entender la valoración que tenían las mujeres a la hora de aplicar la encuesta sobre su calidad de vida, se observó que, en general, como respuesta, ellas compararon su situación actual con la que tenían en su país de origen. Su valoración empezó por considerar, de manera predominante, el bienestar social en general. De esa manera, los objetivos que inicialmente se propusieron esas mujeres (como la consecución inmediata de dinero obtenido sacrificando el disfrute de derechos y de mayor consideración hacia las mujeres) se transformaron de alguna forma. En el balance de las respuestas dadas por las trabajadoras sobre lo que 240

percibían como calidad de vida, se incluyó el disfrute de derechos básicos que contribuye a su integración laboral. Tenemos, entonces, que el 58,7% de las trabajadoras consideró que tuvo oportunidades “muy buenas” o “buenas” para vivir y trabajar en España de una forma más cómoda que en Colombia (Tabla 76 del anexo 1). Cuando se les preguntó por la percepción que tenían de su nivel de vida en España, manifestaron su satisfacción de la siguiente manera: bueno (55,9%); muy bueno (2,3%); regular o básico (13,4%); y medio (15,4%). El resto de expresiones fueron: precario, normal, mejor, excelente o estable (Tabla 88 del anexo 1). Aproximadamente, la mitad de las mujeres entrevistadas relacionó la idea de una vida en condiciones de precariedad con los elementos que miden las necesidades básicas insatisfechas; es decir, relacionaron esa idea con la carencia de recursos para cubrir los gastos básicos de subsistencia. Sólo el 22,4% de ellas lo relacionó con la idea de una calidad de vida de forma integral. Muchas otras asociaron la idea de precariedad exclusivamente con el uso de instituciones de asistencia a población en riesgo de exclusión, con la existencia de situaciones que ponen en riesgo la vida o con la injusticia y la exclusión social. Solo el 4,9%, observaron que la precariedad y la exclusión social tenían alguna relación con el trabajo. El hecho de no tener trabajo u oportunidades para participar en el mercado laboral en igualdad de condiciones o las malas condiciones laborales no hicieron parte de su visión sobre la vida en situación precaria. Teniendo en cuenta que ésas fueron las ideas expresadas, el 88% de las mujeres consideró que su vida en España no era precaria. Ello nos indica que, nuevamente, las valoraciones que hicieron sobre su calidad de vida fueron homologadas y comparadas con las situaciones vividas por ellas en origen. El 71% de las mujeres valoró como desiguales sus oportunidades de trabajo respecto a las que tenían en Colombia; pero también el 82,3% expresó que las oportunidades de trabajo en España eran mejores, comparadas con las que experimentaron en origen.

241

En cuanto a los ingresos que las trabajadoras obtuvieron por los trabajos realizados, un porcentaje importante de ellas ganó menos de 800 euros mensuales (46,5%); y el 33,1%, entre 800 y 1.000. Es decir, casi el 80% recibieron menos de 1.000 euros al mes por su labor (ver Gráfico 31).

Gráfico 31. Salario mensual obtenido por las mujeres a través de los trabajos que realizaron al momento de aplicar la encuesta Más de 2,000 euros: 0,9%

Entre 1.500 y 2.000 euros: 2% Menos de 570 euros: 15,9%

Entre 800 y 1.000 euros: 33,1%

Entre 1.000 y 1.500 euros: 17,5% Entre 570 y 800 euros: 30,6%

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

En cuanto al valor de los gastos mensuales que dijeron tener las mujeres entrevistadas (en manutención y sus correspondientes obligaciones, incluidas las remesas), fue de 800 euros como media. Esos gastos generalmente cubrían: vivienda, vestido, educación, salud, ocio, alimentación y remesas. El número de personas que dependieron de esos ingresos fue, en promedio, de 2,61. Para solventar los descubiertos en situaciones como la de “no llegar a fin de mes” las mujeres trabajadoras se apoyaron en su familia en el 92,3% de los casos estudiados.

242

Gráfico 32. Gastos mensuales de la trabajadora Gastos mensuales por concepto de salud 6%

Gastos mensuales por concepto de alquiler o hipoteca 31%

Gastos mensuales por concepto de ocio 8% Gastos mensuales por concepto de vestido 8% Gastos mensuales por concepto de educación de ella y/o de los hijos 14%

Gastos mensuales por concepto de remesas 19%

Gastos mensuales por concepto de alimentación 14%

Fuente: elaboración propia, cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

Para esas mujeres, la vivienda constituyó el gasto más elevado (una media de 432 euros mensuales), representado en expensas destinadas a pagar hipoteca o alquiler. El 41,6% de ellas vivía en piso alquilado para ella y sus familiares; el 26,9%, en piso compartido con otras personas; el 17,8%, en piso propio, pagando hipoteca; y el resto, en habitaciones (sola o compartida) o en el lugar de trabajo. El nivel de satisfacción con la vivienda que habitaba en ese momento fue de “muy alto” para el 71,9% (ver Tabla 65 del anexo 1).

Tabla 9. Promedio de gastos mensuales de la trabajadora

Gastos

Promedio en euros

Por remesas

266,41

Por alquiler o hipoteca

432,10

Por alimentación

203,45

Por educación para ella y/o sus hijos

192,73

Por vestido

115,42

Por salud

82,60

Por ocio

114,02

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

243

Entorno laboral En cuanto a las situaciones de maltrato experimentadas por las mujeres en el trabajo, ellas dijeron haber estado en circunstancias que expresaron como malas condiciones laborales. Se destacan entre ellas: los gritos (68,8%); el acoso moral (25,4); el acoso sexual (7,8%); la privación de alimentos (15,1%); e, incluso, el maltrato físico (6,3%) (ver gráfico 33). Gráfico 33. Situaciones de maltrato que vivieron las mujeres en alguno de los trabajos que realizaron en España

Ha recibido maltrato físico

Le han acosado o violentado sexualente

6,3

7,8

Le han prohibido salir a la calle

15,1

Le niegan los alimentos

15,6

Ha tenido situaciones de acoso moral

25,4

Le han gritado con frecuencia

68,8

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

El 64,3% de las trabajadoras encuestadas manifestaron haber experimentado situaciones de estrés relacionadas con el deseo de insertarse

en

un

mercado

laboral

que

les

proporcionara

mayor

estabilidad (mejores condiciones laborales y de trabajo, las cuales se mostraron como una de sus principales preocupaciones). Las otras inquietudes que expusieron se relacionaron con su preocupación por

244

mejorar la situación laboral, que fundamentalmente se centraron en el bienestar de la familia en origen. También salieron a relucir asuntos que hacían parte de los aspectos económicos y de la condición propia de inmigrante: la situación administrativa, el tiempo transcurrido y futuro, la salud y la falta de integración.

Tabla 10. Lo que más les preocupa a las mujeres al momento de la encuesta Preocupación El trabajo (no tenerlo o encontrar uno más estable y de mejores condiciones)

%

La familia en origen (hijos y/o padres, esposo)

24,5

Aspectos económicos

14,3

26,1

Las deudas

6,2

Aspectos de la situación administrativa

5,6

No le preocupa nada

5,6

La familia en destino

5,3

El tiempo (falta de, metas, futuro, pérdida de tiempo, edad)

5,3

El estudio (terminar, cualificarse, homologar)

3,1

La salud (como impedimento para trabajar)

1,9

La falta de adaptación a la sociedad de destino

1,2

Caer en situaciones que no desea

0,9

Total

100,0 Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

En el entorno laboral de las mujeres también se experimentaron situaciones que reflejaron condiciones de trabajo que generaban desgaste físico. El 45% dijo haber tenido problemas de depresión; el 36%, ansiedad, preocupación permanente y estrés; el 47%, cansancio físico y agotamiento (ver Gráfico 41 y Gráfico 42).

245

6.3. Balance del proceso de integración La valoración que hicieron las trabajadoras sobre su proceso migratorio se expresó básicamente en que el 79,8% de ellas manifestó haberse integrado en la sociedad española, y que el trabajo fue una de las actividades más importantes para lograr ese fin (80,5%). En términos de la satisfacción experimentada por haber inmigrado a España, el 63,2% de las mujeres lo valoró como “muy satisfactoria”; seguido por el 34,9% que dijo estar “poco satisfecha”. Solo el 1,9% de ellas manifestó estar “nada satisfecha”. Algunos de los elementos presentes en la valoración que hicieron las mujeres estuvieron relacionados con el balance realizado sobre su calidad de vida, el cual fue comparado con lo que experimentaban al respecto en origen. Es así como el 74,5% manifestó estar mejor respecto al país de origen; el 21% dijo estar igual, y solo el 4,1% dijo estar peor. Es por ello por lo que al ser indagadas sobre la posibilidad de regresar a su país, el 22,5% manifestó que las situaciones por las cuales habían partido no habían cambiado; el 42,1% opinaba que esas situaciones habían empeorado o no creían que en Colombia hubieran condiciones para el desarrollo de su vidas; y el 35,2% tenía la idea de que, en origen, las cosas habían mejorado (ver Tabla 11). Tabla 11. Retorno o regreso a Colombia Regreso o retorno a su país de origen Retornaría cuando considerara que ha logrado sus propósitos Regresaría por una temporada/estaría entre los dos países Pretendía seguir viviendo en España. Iría a Colombia solo de visita, vacaciones o para realizar gestiones concretas Retornaría solo en la vejez

% 17,3 0,4 43,3 5,0

Retornará, pero no tiene claro cuándo

34,0

Total

100,0

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

246

El deseo de las mujeres de permanecer en destino se reforzó con la necesidad de integrar a la familia; y dicho deseo se valoró como el factor más importante para mantenerse en España. El 45,8% de las mujeres entrevistadas deseaba traer a alguien a España (una media de 3,38 personas). Las mujeres se refirieron prioritariamente a hermanos y hermanas, hijos e hijas y padres. Solo el 6,1% de las mujeres pretendía traer a su pareja. De otra parte, el deseo de permanecer en destino y los riesgos derivados de

ello

estuvieron

coligados

con

asuntos

como

deudas,

soledad,

responsabilidades, deseo de salir adelante, sentimientos de frustración con el proyecto emprendido, la decisión de salir del país de origen y el sentimiento de abandono y desamparo (ver Gráfico 34). Gráfico 34. Valoraciones positivas y negativas sobre aspectos y sentimientos relacionados con la permanencia de las mujeres en España

Agobio/tranquilidad por deudas

Soledad/acompañamiento

Desmasiadas/pocas responsabilidades

Capacidad/incapacidade salir adelate

Satisfacción/frustración

La decisión de salir del país

Sentimento de abandono y desamparo 0

10

20

30

Valoración negativa

40

50

60

70

80

Valoración positiva

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

247

90

100

Para valorar el papel que jugó el ocio en la vida de las mujeres entrevistadas, la encuesta contenía algunas preguntas sobre dicho aspecto. Al respecto, las trabajadoras manifestaron tener momentos de ocio preferentemente con su familia (58,5%), con la gente de su país (40,7%), con amigos españoles (29%) y con otros inmigrantes (28%)73. Los lugares que visitaron y actividades que realizaron en su tiempo libre, preferentemente, fueron salir a dar un paseo, visitar pueblos y estar en parques y calles (46,7%); es decir, actividades al aire libre. También se presentaron casos en que afirmaron que fueron a cafeterías o bares (35,5%) o realizaron actividades no laborales dentro de casa: ver la televisión, escuchar música, dormir y/o comunicarse (34,8%) (ver Gráfico 35). Llama la atención, en estos datos, que consideraran como ocio las actividades propias del hogar y el hecho de dormir. En su proceso de integración al país de destino, las trabajadoras percibieron discriminación y exclusión, fundados en su condición de inmigrante, de mujer o por su etnia. El 55,3% de las mujeres no percibió a la sociedad española como racista. Y para las que percibieron a este país como tal, fundaron su imagen en el hecho de haber experimentado eventos tales como expresiones, actitudes, comentarios y desprecios (51%); maltrato verbal o insultos con acento racista o xenófobo (22,5%); o se les dificultó obtener servicios por ser inmigrante, tales como un alquiler, una asesoría o, incluso, un trabajo por su condición de inmigrante (24,5%). La percepción de discriminación de las mujeres fue más reiterada por el hecho de ser inmigrantes (58,3%) que por ser mujeres (17,9%). La percepción de discriminación por ser inmigrante se basó en los eventos vividos fuera del entorno laboral (en la vida diaria). La idea de que había una menor discriminación en el entorno laboral se correspondió con la percepción de que los empleadores eran justos y tuvieron un trato adecuado

73

Respuestas múltiples. 248

con ellas, al tiempo que cumplieron con las obligaciones laborales correspondientes (72%). Gráfico 35. Lugares y actividades para diversión

Ir a casa de amigos/as y/o familiares Va a escenarios deportivos Asistir a algún evento fuera de casa (cine, cultura, etc.) Va a actividades programadas para inmigrantes Va a la iglesia Va a bares de inmigrantes Lee en casa o en otros lugares Hace los oficios domésticos, cuidados y tiempo para la familia en origen y/o destino Va a las discotecas por la noche Actividades dentro de casa no domésticas ni de cuidados (ver la tele, música y/o cine, descansar, Internet , chatear, estudiar) Va a cualquier bar o cafetería

1,4% 5,7% 7,0% 8,6% 11,7% 13,7% 17,8% 23,2% 25,6% 34,8% 35,5%

Salir de paseo, ir a pueblos, vagar por las calles y parques

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

249

46,7%

7. Trayectoria de vida y movilidad ocupacional de las mujeres que tienen como referente los trabajos de servicios a las personas

En este capítulo expondremos una interpretación de los datos reunidos en la que se muestra la relación entre los perfiles constituidos para trabajar en servicios a las personas y la movilidad ocupacional de las trabajadoras. Para ello nos adentramos en un ejercicio propio de las técnicas estadísticas, la “regresión logística”, con la que pretendemos determinar las variables significativas de la trayectoria laboral de esas mujeres. Luego agruparemos, interpretaremos y relacionaremos esas variables con lo expuesto en los capítulos anteriores dándole prioridad a dos aspectos: el tiempo cualitativo, como parte del perfil, y la composición de las competencias laborales para trabajar en servicios a las personas.

7.1. Variables significativas de la trayectoria de vida y movilidad ocupacional Aunque, como hemos advertido, con el alcance de los datos cuantitativos utilizados para esta investigación no pretendemos hacer comprobaciones estadísticas sino realizar la descripción sociodemográfica de las mujeres trabajadoras de este estudio, hemos emprendido un pequeño ejercicio de regresión logística con el fin de dejar expuestas algunas reflexiones al respecto. La regresión logística es una técnica apropiada para el análisis de las variables que comúnmente son observadas desde la sociología, ya que permite hacer modelos lineales basados en variables de tipo categóricas y utilizadas más comúnmente en esta disciplina (Escobar, Fernández y Bernardi, 2010).

251

Para el desarrollo del ejercicio hemos buscado determinar si la actividad a la que se dedicó la trabajadora en el momento de la aplicación de la encuesta estuvo inscrita o no en lo que hemos denominado trabajos de servicios a las personas en cualquiera de sus modalidades (formal, informal, cualquier dedicación, con alta o sin alta en la Seguridad Social, o cualquier otra característica), a las que hemos dado tratamiento de variable dependiente. Y como variables independientes hemos tenido en cuenta todas aquellas que hicieron parte de la trayectoria de vida de esas mujeres, analizadas como un continuo. Autores como Cachón (2013), entre otros, utilizaron esa técnica para analizar la movilidad ocupacional con los datos de la Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI, 2007). Para ello utilizó el denominado modelo en forma de U, el cual describe las rupturas que se dan, fundamentalmente, en tres momentos: trayectoria en origen, primer trabajo en España y trabajo al momento de la encuesta. Con ello, se mostraron los factores presentes en los descensos o ascensos que se dieron en la transición de cada uno de esos momentos. Este mismo autor advirtió sobre las limitaciones para adentrarse en un estudio de movilidad ocupacional y social con resultados aclaratorios sobre las transiciones ocurridas en diferentes momentos cuando se trata de estudiar población inmigrante debido al poco tiempo transcurrido después del auge migratorio que atrajo a un volumen importante de población al mercado laboral español. Sin embargo, un ejercicio de interpretación en ese sentido puede servirnos para agrupar las variables que han tenido mayor importancia en la construcción de un perfil de la mujer trabajadora que se mueve alrededor de los trabajos de servicios a las personas. La intención con ese ejercicio no es innovar en dicha metodología, porque creemos que las rupturas que se dan en la trayectorias también son objeto de análisis, tal y como lo plantea la metodología U-Shaped Pattern, pero sí mostrar que es importante intentar identificar cuáles son las consideraciones de género presentes en dichas rupturas. Pero, sobre todo, en

252

las continuidades, que son las que finalmente constituyen un perfil para trabajar en determinadas actividades, en la medida que contienen la sumatoria de experiencias vividas. Gráfico 36. Trabajos de servicios a las personas realizados en tres momentos de la trayectoria vital de las mujeres entrevistadas

100,0

93,2

90,0 80,0 70,0

63,9

60,0

54,1 45,9

50,0

36,1

40,0 30,0 20,0 10,0

6,8

0,0 Ocupación origen

Ocupación primer empleo España Ocupación al momento de la encuesta



No

Fuente: elaboración propia, a partir de cuestionario aplicado para esta investigación. Madrid (España), 2007.

Al analizar los tres momentos descritos en el gráfico 36, observamos que, en relación con la ocupación a la que se dedicaron las mujeres en origen, el 93,2% correspondió a aquellas que no tenían trabajo asalariado relacionado con servicios a las personas. Al llegar a España, el 54,1% de ellas tuvo su primera inserción laboral en esos trabajos y, al momento de la encuesta, el 36,1% realizaba algún trabajo relacionado con servicios a las personas. No podemos perder de vista que los trabajos de servicios a las personas fueron, y seguirían siendo, referentes para las búsquedas de trabajo durante toda su trayectoria laboral en España, aunque al momento de la encuesta no estaban insertas laboralmente en ellos. Sin embargo, intentamos indagar, al momento de la encuesta, cuál era el perfil de la trayectoria de vida de aquellas que permanecieron en dichos trabajos.

253

Hasta ahora hemos descrito la manera en la que se comportaron las variables de la trayectoria de vida de las mujeres. Pero el ejercicio que desarrollaremos a continuación permite determinar cuáles de esos aspectos de su vida laboral tuvieron mayor o menor incidencia en la construcción de un perfil para permanecer en esos trabajos. Es decir, analizaremos cada variable y sus categorías, y estableceremos el peso que tuvieron en la incidencia para que las mujeres permanecieran o no en trabajos de servicios a las personas. Para realizar la regresión logística (utilizando como herramienta el programa SPSS), sometimos todas las variables independientes de la trayectoria de vida (según anexo 3) a un contraste con la variable dependiente (dicotómica, sí/no) que se correspondió con la realización de algún trabajo de servicios a las personas en el momento de la encuesta. En la Tabla 12 pueden verse las 23 variables más significativas (sig.
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