Constitución de sujeto en la práctica de la Terapia Ocupacional

September 30, 2017 | Autor: Pamela Gutierrez | Categoría: Subjetividad, Terapia Ocupacional
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Descripción

se debe citar como:
2009 Gutiérrez, P. y Pujol, J. Constitución de sujeto de
intervención de la terapia ocupacional. Libro de Actas, volumen 3.
XI Congreso Nacional Psicología Social. Tous, J. y Vicente, E. editores.
ISBN: 978-84-629-5684-8 páginas 179-184.



Autores:
Pamela Gutiérrez Monclus, Terapeuta Ocupacional, Licenciada en Ciencias de
la Ocupación Humana, Master en Psicología Social, Candidata a Doctor en
Psicología Social Universidad Autónoma de Barcelona.
Universidad de Chile, Escuela de Terapia Ocupacional
Dirección Postal: Avenida Independencia 1027, Independencia, Santiago Chile

Teléfono: 056 - 2- 978 65 45
Email: [email protected]
Joan Pujol Tarrès, Psicólogo, Doctor en Psicología Social, Profesor de la
Universidad Autónoma de Barcelona.
Universidad Autónoma de Barcelona, Departamento de Psicología Social
Dirección Postal: Edifici B, 08193 Bellaterra (Barcelona)
Teléfono: 93 581 4454
Email: [email protected]
Area temática: 4.- Psicología Social de la Salud
Título: Constitución de sujeto en la práctica de la Terapia Ocupacional
Título en ingles: Constitution of the subjectin the practice of
Occupational Theraphy
Palabras claves: subjetividad, terapia ocupacional, gubernamentalidad,
intervención psicosocia.
Keys words: Occupational therapy and subjectivity, gobermentality,
psicosocial intervention.
Para la terapia ocupacional es central que las personas encuentren
significados y propósitos en las actividades de su vida cotidiana. Desde un
punto de vista performativo, estas actividades constituyen a la persona
como sujeto, por lo que es necesario tener en cuenta el aspecto material y
simbólico de las actividades performativas[1] realizadas en el transcurso
de una intervención de terapia ocupacional.
Según la Asociación Americana de Terapia Ocupacional (2002), el fin del
proceso de intervención ocurrirá cuando el cliente mejore o participe de
las actividades que le son significativas. Por lo tanto, el profesional
debe dar importancia, valorar y considerar los deseos, elecciones y
necesidades de las personas durante la evaluación y el proceso de la
intervención. Esta consideración no es estática y lineal, por lo que es
necesaria una interacción y redefinición constante durante todo el proceso,
teniendo en cuenta los múltiples factores que intervienen e interactúan en
una ocupación con claros efectos performativos. En este sentido, y teniendo
en cuenta la perspectiva de los géneros comunicativos (Lingard et al.,
2003) el contexto tendría un fuerte efecto en la constitución de las
subjetividades en interacción y, específicamente, en el desarrollo de una
ocupación.
El compromiso con la ocupación sería uno de los resultados importantes, a
nivel general, del proceso de terapia ocupacional, aunque en este ámbito
profesional se reconoce que algunas áreas de práctica concreta pueden ser
focos primarios de intervención centrados en el desarrollo de destrezas o
factores del cliente con el fin de habilitar para un desempeño ocupacional.
En todo caso, aunque en ocasiones nos centremos en el desarrollo de
destrezas, es necesario comprender a la persona con la que trabajamos desde
y con ellas.
Entender la práctica de profesional de la terapia ocupacional implica tener
en cuenta el contexto social, político y económico en el que esta se
produce, y que los significados que se asocian a su práctica beben de este
contexto social. Nos encontramos, de esta forma, que se favorece que la
persona intervenida adquiera aquellas capacidades necesarias para su
inserción como sujeto hábil y productivo, produciéndose un sesgo hacia
actividades laborales/productivas y de reconocimiento social. En este
sentido, el ideal de dirigir a la persona hacia una actividad que la auto-
realice se transforma en adaptar a la persona a un contexto socio-
productivo concreto. Se promueve, por tanto, el desarrollo de habilidades
funcionales a la vez que se pierde el énfasis en las construcciones de
significado de la persona en términos de sentido vital y autorealizativo.
Ocurre a nivel ocupacional, lo que ocurre a nivel médico respecto a la
discapacidad: es totalmente aceptable intervenir médicamente sobre el
cuerpo discapacitado para acercarlo a la "normalidad" (i.e. incorporar una
prótesis similar a un pie) pero no si se aleja de la misma aunque suponga
mayor autonomía (i.e. sustituir la prótesis en forma de pie -tal vez menos
funcional, que por otra prótesis de base triangular que mejore la
estabilidad). Generando a su vez, una comprensión individualizada de la
problemática de esta persona, entendiendo que la causa de su problemática
esta en su propio cuerpo, limitando así, una comprensión más compleja de la
situación (Torres, 2002).
La terapia ocupacional, al igual que otros saberes disciplinares, ha
operado sobre el cuerpo a través de los siguientes procedimientos (Tirado y
Doménech 2001): (1) Distribuyendo a los individuos en el espacio a partir
de la clausura. Esto implica la definición de ciertos lugares para habitar,
la clasificación para asignar lugares y la creación de series. (2) La
gestión de la actividad de las personas, pautando estrictamente el empleo
del tiempo. (3) La organización global de la temporalidad, generando un
tiempo lineal orientando hacia una meta y un futuro. (4) La composición de
fuerzas en totalidades, de modo que el individuo comprenda que es parte de
un engranaje y que su acción se inscribe en un proyecto global. Esta acción
sobre el cuerpo permite que la terapia ocupacional esté en consonancia con
prácticas institucionales de gestión corporal como las que se producen en
hospitales, centros psiquiátricos o cárceles. Si la actividad es la
herramienta terapéutica, la regulación de la cotidianeidad bajo objetivos
lineales dirigidos a la inserción socio laboral de colectivos problemáticos
se ha convertido en el objetivo principal de gran parte de la terapia
ocupacional, integrando y normalizando a personas "diversas" al contexto
social actual. 
Es importante contextualizar la práctica de la terapia ocupacional dentro
del marco más general de los procesos de gubernamentalidad que atraviesan
las actuales prácticas de producción de sujeto y sus implicancias para la
práctica. Ya que las prácticas de poder no se sitúan, en los procedimientos
burocratizados, más fáciles de detectar y denunciar. Su detección pasa por
rastrear las lógicas inherentes a los múltiples procedimientos,
aparentemente sin conexión, que guían acciones, intenciones y decisiones de
las prácticas disciplinares en contextos institucionales e instituyentes.
Se trata de identificar aquellas intervenciones que moldean la forma en que
los individuos ejercen su libertad (Rose, 2007:106) o, en otras palabras,
los procedimientos de constitución de aquella forma de sujeto que "puede
ser libre". La libertad pasa, necesariamente, por aceptar los
procedimientos de sujeción que hacen la libertad. Efectivamente, sin el
disciplinamiento en las tareas cotidianas que permiten ser "sujetos
socialmente aceptables" no se nos concede el certificado de "libres" y
"ciudadano". Se trata, en definitiva, de promover la formación de los seres
humanos en determinadas "formas de sujeto" capaces de tomarse como
referente de prácticas sobre sí mismos y los demás (Rose, 1996).
El sujeto de intervención de la terapia ocupacional debe entenderse en el
contexto de un modelo médico que está transformando su hegemonía en
relación a procesos socio-históricos de gestión poblacional y en relación a
prácticas semiótico-materiales concretas que construyen una red que
constituye sujetos y distribuye agencia. Desde esta perspectiva, la
intervención se centra en la articulación de un proyecto de vida y en el
desarrollo de competencias sociales con el fin de generar un sujeto
normalizado y funcional para este modelo social. Sin tener en cuenta el
contexto gubernamental en el que se da la intervención de terapia
ocupacional, se corre el riesgo de re-traumatizar a la persona cuando el
éxito del apoyo terapéutico no conlleve una mayor satisfacción personal e
inserción social o, en casos más graves, cuando la dirección gubernamental
del tratamiento esté contrapuesta con las propias necesidades de
autorealización de la persona. A este panorama debemos añadir que la
imprecisión conceptual facilita la permeabilización gubermental de
prácticas y procedimientos. Para poner un ejemplo, la noción de
discapacidad, uno de los focos tradicionales de la intervención en terapia
ocupacional, parte de definiciones "habitualmente vagas, maleables y de
usos intercambiables" (Jolly, 2003; Oliver, 1998), lo que permite que a
esta imprecisión conceptual de la terapia ocupacional sea fácilmente
permeable a las comprensiones sociales dominantes en un contexto social
determinado. 
Compartiendo que la tarea de una teoría crítica de la sociedad, es hacer
visibles los mecanismos de producción de las diferencias, en el contexto de
globalización del modelo neoliberal de sujeto (Castro-Gómez, 2000:159),
esbozaremos una propuesta acerca de la subjetividad a la que se ve
direccionada, hoy en día, la terapia ocupacional. Se trata de una
simplificación caricaturizada que, más que la rigurosidad conceptual, busca
la creación y comunicación de los posibles escenarios que se construyen en
disciplinas, como la terapia ocupacional, que tienen como objetivo la
desafiante tarea de una intervención centrada en la inserción social de las
personas.
La actual gestión poblacional implica recoger múltiples indicadores que
permitan su control efectivo. La estadística monitoriza la población en
múltiples aspectos como, por ejemplo, los corporales (e.g. tasas de
nacimiento), productivos (e.g. tasa de productividad), o actitudinales
(e.g. intención de voto). Es, a partir de la ciencia estadística, que se
dibujan las líneas que separan la normalidad de la anormalidad,
identificando aquellas figuras que, en términos gubernamentales, son
miembros civilizados o incivilizados, que carecen de una ciudadanía
responsable: el drogadicto, el dependiente, el loco, las niñas y niños
delincuentes, las prostitutas, etc. La norma dibuja un espacio de
inclusión/exclusión sobre el que el terapeuta ocupacional debe incidir. No
para mover la línea, sino para mover al paciente[2]. Vemos como se produce
un red compleja, donde el aparato estatal es un elemento más, en el que
distintos entramados de poder/saber (profesionales de la salud, educadores,
psicólogos, terapeutas ocupacionales, intereses sociales, gestión del
riesgo, incremento de la productividad, costes sanitarios, etc.) actúan
conjuntamente bajo una lógica subyacente que ninguno de los agentes
identifica plenamente. El "buen sujeto de gobierno" asumirá voluntariamente
sus obligaciones, "para sacar el mayor provecho de su propia existencia,
mediante la gestión responsable de su vida" (Rose, 1997:28). En una lógica
general de mercantilización de los servicios profesionales, la relación
terapeuta/persona/cliente/paciente se monetariza. El profesional debe
lograr presupuestar su intervención y así competir con otros profesionales
y resguardar su campo laboral. Las funciones que antes respondían al estado
de bienestar (encargado de proveer los servicios básicos cómo salud,
educación, apoyo social), pasan a estar en mano de organizaciones casi
autónomas y estas están reguladas por contratos, indicadores, medidas de
resultados, etc.
Uno de los aspectos que con más contundencia se muestran en las múltiples
prácticas socialmente avaladas consiste en el énfasis en la
responsabilización individual de las acciones (Vaughan, 2000). Podemos
apreciar estos aspectos con gran claridad en el ámbito del riesgo, donde el
se actúa con gran fuerza sobre el riesgo individualizado (e.g. fumar) pero
muy vagamente sobre el riesgo colectivo (e.g. contaminación). Se pretende
que las personas se vuelvan sujetos activos en la búsqueda de "realizarse a
sí mismos" y maximicen su calidad de vida mediante actos de elección
individual. Esto supone un yo activo y responsable, un ciudadano estimulado
a gestionar sus riesgos (debe responsabilizarse de su seguro, para
situaciones futuras de paro o vejez) que debe aprender a prevenir riesgos y
adoptar una relación calculadora y prudente con el destino (por medio de la
adopción de estilos de vida saludables, ejercicio, alimentación adecuada)
(Jackson, et al, 1998). Esta nueva configuración tiene su propia
complejidad, su propia lógica de inclusión y exclusión, en la que el sujeto
esta vinculado a la relación con expertos-profesionales terapeutas
ocupacionales, que le asesoran de modo individual y/o grupal las decisiones
"responsables", con el fin de que las personas que atendemos se conviertan
en "expertos de sí mismos".
 De este modo, las terapeutas ocupacionales, al igual que otras
profesionales de la salud -agentes en la provisión de servicios, 
participan en la generación de conocimiento y subjetividades que gestionan
las formas de vida en pro del bienestar común, con lo cual colaboran en los
procesos de gubernamentalidad (Holmes y Gastaldo, 2002:139; Tirado y
Doménech, 2001:197)
En este contexto, repensar nuestra práctica profesional cobra mucha
relevancia, especialmente cuando los debates se centran en la inserción y
validación de nuestra disciplina frente a otros profesionales, y no
precisamente en la interacción y efectos de poder de nuestros haceres
frente a las personas con quienes trabajamos. Más aún ante el desarrollo de
una base conceptual íntimamente ligada a la terapia ocupacional como es la
ciencia de la ocupación.
Siguiendo a Haraway, en su comprensión de que la unidad mínima de análisis
de nuestras prácticas es la relación, y aplicado a nuestro ámbito entre las
terapeutas ocupacionales y las personas y/o grupos con quienes trabajamos,
lo consideramos de vital importancia para la comprensión y reflexión acerca
de nuestra práctica profesional. No es sólo el estudio del otro, sino del
espacio de relación del cual como profesionales formamos parte, lo que nos
da una responsabilidad y una gran oportunidad.
A su vez, no podemos obviar la crítica al conocimiento que ha generado la
ciencia tradicional, ya que desde una perspectiva representacionista y
realista, un conocimiento desde un "no lugar" genera efectos políticos y de
responsabilidad, más aún considerando que la autoridad científica es, en
estos momentos, quien cuenta con mayor poder para justificar el
mantenimiento de un orden social y de legitimar órdenes sociales con efecto
de sujeción y dominación en las personas (Íñiguez, 2005:1), de manera de
entender la importancia de delimitar nuestro posicionamiento no sólo
técnico, al adscribir o no a un modelo o teoría sino también político, lo
que en ningún caso objetara nuestra objetividad, entendida desde una
objetividad situada.
Repensar el uso que hacemos de nuestras técnicas de investigación a las de
intervención, en las que por considerar algunas señalaremos:
1.- La coherencia y linealidad en la intervención, en este sentido, los
objetivos que solemos utilizar, como proyecto de vida, objetivos
personales, nos generan un entendimiento de la vida de la persona en una
linealidad, -etapas de vida, línea de tiempo-, sin embargo no podemos
perder de vista la complejidad de la que se constituye y forma parte.
Además debemos cuidar de no buscar una coherencia total, las personas están
constituidas por una complejidad sin límites. Con esto no quiero decir que
el utilizar objetivos, planes de vida, no sean herramientas útiles, sino
que debemos estar atentas a la comprensión que tenemos de la persona. A su
vez, un entendimiento de la persona como un sujeto complejo, nos permitirá
ver las potencialidades y limitaciones presentes en su devenir. Ya que no
es suficiente entender a la persona y su limitación, ya que existen
potencialidades que desconocemos u otras variables que inciden en su
performance o actuación, por ejemplo género, situación social y situación
económica, etc.
2.- Comprensión sociohistórica: es imprescindible mantener una compresión
social/histórica de la persona con la que trabajamos. La persona y su
entorno, los procesos sociales, uno mismo como terapeuta ocupacional parte
del contexto. Esto nos permitirá ofrecer una atención relevante y
considerar más recursos. Terapeuta y territorio, pasan a ser
indispensables, y necesarias para pensar un proceso terapéutico.
3.- Posiciones de poder: cuando desempeñamos nuestro rol profesionales
desde una posición de saber debemos cuidar de no pretender tener "la
verdad", el saber científico nos orienta a esa lógica que podría ir en
detrimento de la valoración que hacemos del conocimiento que tienen las
personas con las que trabajamos. Reflexión acerca de nuestro rol, del
entendimiento social que se nos asigna como "expertos" debe pasar a ser una
necesidad cotidiana de nuestra acción, reconociendo nuestro propio proyecto
político en nuestras intervenciones y respetando el de las personas con las
que trabajamos.
En fin, promover la formación de una persona "fuerte", capaz de desarrollar
una subjetividad activa y responsable, se nos presenta como un gran desafío
para los terapeutas ocupacionales en las sociedades actuales. Si asumimos
este contexto críticamente, podremos repensar nuestra práctica, en tanto
reproductora o no de este modelo. Si no olvidamos la integralidad de la
persona, su compresión social e histórica, y las implicancias éticas y
políticas de nuestra práctica profesional, contamos con un herramienta 
para avanzar en el exigente cambio que se nos presenta como parte de la
sociedad, al contar con un estado de bienestar disminuido, una exigencia
auto responsabilidad y un contexto flexible y precario.
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[1] La noción de performatividad nos permite comprender cómo aquello que es
nombrado de una manera poco a poco se inscribe y pasa a formar parte del
sujeto, de este modo, la identidad es constituida performativamente sea
esta en términos de género, raza, clase social, profesión o función social
(Butler, 1990). Judith Butler señala la perspectiva por el cual la
identidad de género es construida en el discurso y a través de discursos es
entendida como un acto preformativo. Podemos generalizar a la idea de que
cualquier identidad tiene carácter performativo y se trata de una
construcción fantasmática que se mantiene a través de la repetición (Pujol
y Gutiérrez 2007, en prensa).
[2] El nombrar a las personas que recurren a los servicios de terapia
ocupacional como pacientes/ usuarios / clientes/ personas, tendrá
necesariamente implicancias en nuestra intervención, en este artículo no
ahondamos es esta temática pero asumimos que estos usos están presentes en
la práctica clínica y docente y tienen efectos performativos.
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