Conocimiento humano y conocimiento teológico en el prólogo del Comentario a las Sentencias de Ockham

June 5, 2017 | Autor: Carolina Fernández | Categoría: History of Medieval Philosophy
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Descripción

El pensamiento medieval se concibió a sí mismo como un esfuerzo de " enanos subidos a las espaldas de gigantes ". Los intelectuales medievales guardaron una proverbial reverencia a las autoridades, pero hoy se sabe que ello no necesariamente redundaba en una actitud de servilismo ante la tradición. Las auctoritates fueron la argamasa con la que se forjaron métodos de discusión y preguntas que serían respetados con rigor; sin embargo, se tendería a llenar esas viejas estructuras con discusiones coetáneas. Un ejemplo típico es el manual de teología más exitoso del medioevo, las Sentencias de Pedro Lombardo. Esta obra del siglo XII sería comentada por los grandes intelectuales del Occidente cristiano y adquiriría un lugar central en el currículum universitario europeo, a punto tal que las Sentencias y sus comentadores devendrían un blanco privilegiado de la diatriba reformista contra la " teología escolástica ". Uno de los principales comentarios a las Sentencias es el de Guillermo de Ockham (1317-1319). 2 La vieja obra de Pedro Lombardo ha servido a Ockham como un molde en el cual vaciar las preocupaciones teológicas y filosóficas propias del medioevo tardío. En el curso de su comentario, Ockham inserta una serie de discusiones teóricas que exceden largamente las pretensiones de la obra original. Así, para " glosar " las diversas cuestiones teológicas planteadas por Lombardo, desarrolla una teoría de la ciencia, discute problemas onto-gnoseológicos como el de los universales y el de las relaciones, o éticos, como el del fin último del hombre. El resultado es una obra monumental y compleja, difícilmente calificable como estrictamente teológica o filosófica. En su célebre prólogo, Ockham desarrolla una serie de discusiones respecto de la naturaleza del discurso teológico, algunas de cuyas conclusiones principales expondremos. Se trata de doce largas cuestiones, las siete primeras de las cuales giran en torno de las siguientes preguntas: (i) si el hombre caído puede conocer con evidencia las verdades de la teología (q. I); (ii) si (en caso de responder afirmativamente) tal conocimiento tiene status científico (q. II-VI); finalmente, (iii) si tal conocimiento es posible según la potencia ordenada de Dios, es decir, según la ley común que Él instituyó para el hombre en su estado actual; en una palabra, si el hombre caído está habilitado de modo ordinario para ese conocimiento evidente de lo divino (q. VII). 3 ¿Cuál será el saldo de esta larga discusión? Ockham reconocerá, en términos absolutos, que es posible un conocimiento evidente de lo divino en esta vida –por más que se trate de un conocimiento abstractivo, puramente conceptual, que no signifique la visión de Dios " cara a cara ". Una vez salvada esta posibilidad, se dedicará a explicar qué ocurre dentro de los límites del " curso ordinario del mundo ". Sostendrá que en ese segundo contexto sólo son posibles dos discursos sobre Dios. Uno, el único discurso científico posible (y científico en un sentido un poco amplio), es lo que llamaremos una teología " nominal " , articulada demostrativamente en torno de conceptos comunes a Dios y a las cosas: lo que, en algún sentido, podría llamarse " metafísica ". El otro discurso posible es la teología de la Iglesia, " nuestra teología cristiana " , a la que Ockham identificará definitivamente con un conjunto de habilidades no propiamente científicas destinadas a la actividad pastoral. Se ve, por lo expuesto, que Ockham desarrolla toda una teoría del conocimiento humano para explicar, luego, hasta dónde llegan las posibilidades de éste respecto de lo divino, y ello, desde una doble perspectiva: " según la omnipotencia divina " y " dentro de los límites de la potencia ordenada de Dios ". Así visto, como en su andamiaje, el prólogo del comentario ockhamista a las Sentencias es una suerte de exploración de las posibilidades últimas del conocimiento humano, que culmina recordándonos, siempre, la enorme restantes temas centrales del prólogo, sobre los que no nos extenderemos aquí, son: (iv) si el hábito teológico es uno en número (q. VIII); (v) si Dios es sujeto de la teología sub propria ratione deitatis (q. IX) y (vi) si la teología es una ciencia especulativa o práctica (qq. X-XII).
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