Configuración lingüística del mundo hispánico

September 29, 2017 | Autor: F. Moreno-Fernández | Categoría: Dialectology, Sociolinguistics, Language Variation and Change, Spanish Linguistics, Hispanic Linguistics, Lengua española
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CONFIGURACIÓN LINGÜÍSTICA DEL DOMINIO HISPÁNICO FRANCISCO MORENO FERNÁNDEZ Universidad de Alcalá [email protected] ISBN: 84-9822-494-2 Madrid: Liceus. 2006

ESQUEMA 1. Geodemografía del español en España 2. Geodemografía del español en América 3. El español en el contexto lingüístico mundial

Introducción Las lenguas poseen una configuración y una dinámica internas que determinan su evolución a lo largo del tiempo y que las diferencia, en mayor o menor grado, de otras lenguas, por muy cercanas que estas sean. Sin embargo, la lingüística histórica ha demostrado la importancia que los factores externos pueden llegar a tener sobre la forma que las lenguas van adoptando en su devenir. Entre esos factores ajenos a la lengua misma merecen destacarse singularmente el contacto con otras lenguas y el grado de homogeneidad y cohesión de la comunidad de habla que hace uso de una lengua – o más de una – como instrumento básico de su comunicación. Cuando hablamos de contactos lingüísticos, pensamos en las situaciones de frontera o de convivencia de grupos multiétnicos o multiculturales, situaciones que provocan la convivencia de lenguas y, consecuentemente, la influencia lingüística de unos idiomas sobre otros (transferencias fónicas, préstamos, calcos). Cuando hablamos de la homogeneidad y cohesión de una comunidad, pensamos en las relaciones de los miembros o grupos que componen esa comunidad, de modo que la intensidad y la frecuencia de las relaciones favorece la homogeneidad lingüística y la distancia facilita la aparición de variaciones y variedades que, en última instancia podría llevar al nacimiento de nuevas lenguas (pensemos en la fragmentación del latín).

La configuración interna de una comunidad lingüística obedece básicamente a dos tipos de parámetros: los parámetros geográficos y los parámetros sociales. Es cierto que unos y otros no determinan la forma de las lenguas, pero no es menos cierto que influyen sobre su historia de una manera determinante. Como ya se ha comentado en el tema 1, desde un punto de vista geográfico hay una serie de factores que afectan a la actividad lingüística y comunicativa de una comunidad, factores como: a) la dimensión geográfica del dominio de una lengua (compárese el dominio de la lengua china y el de la lengua vasca); b) la existencia de barreras naturales entre territorios de una misma comunidad (sistema montañosos, grandes ríos, el océano, fronteras políticas); c) el carácter continuo o disperso de un dominio lingüístico (distancia que puede recorrerse utilizando la misma lengua para la comunicación; dominio geográfico en forma de enclaves). Ahora bien, desde un punto de vista social, también sobresalen algunos factores que pueden afectar directamente al uso de la lengua dentro de una comunidad: a) la dimensión demográfica de una comunidad lingüística y de los grupos internos que la componen; b) la articulación sociológica de la comunidad (no es lo mismo una sociedad estructurada en clases que una sociedad organizada en clanes, tribus o castas); c) el carácter monoétnico o multiétnico de una sociedad; d) el nivel de contacto cotidiano entre los miembros de los grupos que configuran la sociedad. La configuración sociolingüística del dominio hispánico, en su conjunto, depende de factores como los que acaban de relacionarse, por eso es adecuado conocer cómo han actuado en relación con nuestra lengua antes de entrar en consideraciones sociolingüísticas más detalladas. Comenzaremos presentando algunas de las características sociales más destacadas del dominio hispánico, las que más incidencia han tenido sobre la vida de la lengua, prestando una especial atención, por su peso cuantitativo y su complejidad cualitativa, a la situación lingüística de Hispanoamérica. A continuación, se presentará un panorama

internacional de las lenguas del mundo que nos ayude a conocer algunas otras características esenciales de la lengua española.

1.- Geodemografía del español en España En el tema 1 han quedado explicados algunos de los aspectos más relevantes de la historia social de la lengua española desde su nacimiento hasta el siglo XVIII. Durante ese periodo histórico, fue determinante la importancia adquirida, dentro de España, por la comunidad castellanohablante, que tenía en Castilla su principal base demográfica y que fue ampliando sus fronteras paulatinamente hasta convertirse en instrumento de comunicación social prácticamente en todo el territorio español. Ahora bien, resulta de gran interés sociolingüístico saber que las áreas peninsulares que más crecieron entre 1787 y 1900, con tasas superiores al 100%, fueron Valencia, Extremadura, Canarias, Cantabria, Cataluña y Madrid, esta última con un notable aumento de su tamaño (277%) y de su prestigio. Esto quiere decir que la distribución geográfica de la población española se modificó durante el siglo XIX, intensificando un movimiento iniciado desde fines de la Edad Media (Tortella 1994: 19-42): el desplazamiento de la población española de Norte a Sur y la tendencia de la población a concentrarse en las costas Este y Sur (incluida Canarias) y a abandonar la meseta central, aunque Madrid se convirtiera en gran centro de acogida de emigrantes de diversas zonas. De este modo, se entiende que durante el siglo XIX se produjera el traslado de usos lingüísticos desde el Norte hacia el Sur peninsular, desde el centro a la periferia y desde diversas regiones a Madrid. El movimiento de Norte a Sur pudo influir en la moderación de las hablas innovadoras andaluzas, sobre todo en las ciudades; los influjos centralistas tuvieron que notarse en el castellano utilizado en toda la periferia; y, en el centro de la Península, el crecimiento de Madrid con gente llegada de las mesetas, favoreció el mantenimiento de un modelo fonético conservador, con un menor debilitamiento consonántico (intervocálico y en distensión silábica) y con una distinción estable de alveolar e interdental. Comentario especial merece la región de Canarias, cuya importancia en el devenir intercontinental de la lengua ha sido sencillamente decisiva. Las islas Canarias son depositarias singulares de elementos lingüísticos de ida y vuelta, elementos que afectan a varios niveles, desde el léxico a la entonación: pensemos en la notable aportación de pobladores canarios a Santo Domingo en el siglo XVIII, a Puerto Rico durante el siglo XIX y, ya en el XX, a Cuba y Venezuela. Hasta la generalización de los vuelos transoceánicos, las islas Canarias fueron puerto de parada obligatoria y, por

tanto, punto de partida y de llegada de numerosos usos lingüísticos (Alvar 1996: 325338. En resumen, la geodemografía y el perfil sociológico de la España de los siglos XVIII y XIX nos proporciona algunas pistas para interpretar adecuadamente la sociolingüística contemporánea del español. Esos elementos apuntan a la coexistencia de tendencias innovadoras y conservadoras: a la difusión de ciertos usos populares y, a la vez, al mantenimiento de usos más conservadores y a la difusión de elementos de la lengua culta y urbana. No hay contradicción en todo ello, simplemente una suma de fuerzas, un cruce de tendencias y unas pautas sociolingüísticas que iban modelando en el español de España su rica y variada configuración actual. Ya en el siglo XX, España pasó de tener 18 millones y medio de habitantes, en 1900, a prácticamente 40 millones a finales de la centuria. Esto quiere decir que, durante el último siglo, se dio la transición hacia una demografía moderna, aunque la densidad de población se mantuviera relativamente baja. El aumento de población se ha visto acompañado en los últimos cien años de un intenso proceso de urbanización, lo que tiene una incidencia directa sobre los hábitos culturales y lingüísticos de la gente y en los mecanismos que intervienen en la difusión de los cambios. Señala Gabriel Tortella (1994: 222-223), que menos del 10% de los españoles eran urbanos al comenzar el siglo y que, en su final, en torno a la mitad de los españoles vivía en ciudades: dos de cada cinco en ciudades grandes y uno de cada diez en ciudades medias. Los procesos de difusión de los cambios no funcionan del mismo modo cuando se dan en sociedades rurales que cuando se producen en ámbitos sometidos a una intensa urbanización, como ha sido el caso de la España reciente. Esa urbanización explicaría, por ejemplo, la rápida expansión del yeísmo durante el último siglo. Pero, junto al factor campo-ciudad, es preciso atender a otro no menos importante: la distribución territorial de la población. A finales del siglo XVIII, la Meseta central acogía al 40% de la población de España, la costa mediterránea y las islas, a otro 40% y la cornisa norteña, al 20% restante (Tortella 1994: 219-220). En 1980, las regiones más pobladas de España eran Andalucía (17%), Cataluña (16%) y Madrid (13%). Solo entre las tres albergaban casi al 50% de la población. Las dos Castillas y Extremadura se despoblaron en la segunda mitad del siglo XX, mientras que Cataluña y Madrid crecieron mucho, en gran parte por la afluencia de andaluces. Así pues, a la vista de la demografía, no es extraño que se pueda pensar en una extensión de los rasgos fonéticos andaluces (Salvador 1986): tenemos una Andalucía bien poblada y exportadora de emigrantes a dos regiones de acogida de gran prestigio y capacidad de influencia en todo el Estado. Esos emigrantes, por otro

lado, a menudo procedían de la extracción social más humilde, donde se conservan con más fuerza los rasgos característicos de la modalidad popular, más innovadora, en detrimento de las pautas normativas, más conservadoras. Ahora bien, esto no quiere decir que lo que está ocurriendo con el español peninsular sea un proceso de pura “andaluzación”: no hay que olvidar que muchos de los rasgos dados como típicamente andaluces también se hallan en otras regiones de la mitad sur de la península (Extremadura, La Mancha, Murcia), que también han aportado muchos emigrantes a Madrid. Además, la extensión de los rasgos más andaluces se ha visto contrarrestada por una corriente de usos conservadores, difundida a través de la escuela y de los medios de comunicación social: a principios del siglo XX, la tasa de escolarización no llegaba al 50%, mientras que, a finales, sobrepasaba el 96% (Tortella 1994: 225). El influjo de la escuela y de los medios de comunicación es ahora más intenso y extenso que nunca y, por lo general, es portador de modelos difusores. Así las cosas, parece claro que la difusión de los rasgos fónicos innovadores (de Andalucía y de otras regiones), rasgos hacia los que tiende el español en España y en América, se ha visto favorecida por unos movimientos demográficos de migración y de urbanización progresivas; al mismo tiempo, se ha visto parcialmente frenada por la difusión de un modelo más conservador a través de unos medios que teóricamente cuidan el uso lingüístico. Precisamente por la importancia de estas tendencias contrapuestas, de los juegos de prestigio, de la distinta intensidad de la emigración, de la capacidad de difusión de los medios y de la escuela, no es posible hablar de procesos de cambio acompasados en todo el territorio español, sino que debe recurrirse al análisis sociolingüístico específico de cada dominio geolectal para entender en sus justos términos cómo cada variación y cambio se manifiestan en cada lugar. 3. Geodemografía del español en América El siglo XIX en la América española se inició con una serie de procesos decisivos en la vida política, social y también lingüística de los distintos territorios: las declaraciones de independencia. La invasión de la Península por las tropas napoleónicas y la política ultramarina del gobierno español fueron decisivas en la desarticulación del mapa virreinal. Como es sabido, la independencia de esos territorios se afrontó, en un primer momento, bajo el ideal de un panamericanismo que no llegó a triunfar y que dio paso a la creación de los nuevos estados y al nacimiento de sentimientos nacionalistas particulares. Esta situación sociopolítica constituyó un

punto de inflexión para la historia del español en América, en la que destacan dos hechos que Sánchez Méndez pone de manifiesto (2003: 424-428): por un lado, la consolidación del español como lengua de comunicación en todos los grupos sociales, con el comienzo del declive del monolingüismo indígena; por otro, la formación de normas nacionales, en movimientos centrípetos hacia los usos de las nuevas capitales políticas, con el consiguiente distanciamiento de los usos lingüísticos peninsulares: pensemos, por ejemplo, que algunos territorios generalizaron el tuteo, que otros aposentaron el voseo, mientras en otros se instalaba una alternancia de los tratamientos que, en algunos casos, se ha conservado hasta la actualidad. La consolidación de los rasgos lingüísticos de cada territorio como elementos de las nuevas normas nacionales fue precisamente lo que hizo temer a algunos intelectuales, como Rufino José Cuervo, una fragmentación del español en América, al modo de lo ocurrido con el latín. Es evidente que en la historia del español de la América independiente tuvieron una gran influencia tanto la creación de las literaturas nacionales, como los modelos difundidos desde la escuela, pero no menos importantes fueron los factores socioeconómicos y demográficos. Y sobre ellos queremos incidir ahora. A finales del siglo XVIII, la población iberoamericana presentaba una distribución y unos niveles de crecimiento muy irregulares (Roca 2000: 361-399). Las mayores concentraciones de población se daban en las ciudades costeras (La Habana, Cartagena de Indias, Veracruz), desde donde se organizaba el comercio y la exportación, aunque no era desdeñable el peso de las ciudades mineras tradicionales como Potosí (Perú) o Zacatecas (México). Durante el siglo XIX, se mantuvieron las zonas de ocupación y explotación antiguas (costa de Venezuela y del Pacífico de América del Sur; litoral atlántico; tierras habitadas de México y el Caribe), pero había enormes extensiones, sobre todo en América del Sur, que estaban prácticamente deshabitadas y que se fueron poblando y explotando lentamente. Es de este modo como la lengua española llega a alcanzar la máxima extensión de sus fronteras geográficas, instalándose en todos los rincones del continente. Como ha resumido Emilio Roca, el régimen demográfico de América en el siglo XIX estaba marcado por la alta natalidad, la crisis de subsistencia, las epidemias (viruela, sarampión, disentería, tifus, cólera) y la incorporación de europeos que habían salido de sus lugares de origen, bien como soldados bien por motivos políticos o económicos. El aumento de la población en Hispanoamérica entre 1810 y 1900 se refleja en el Cuadro 4, donde destaca el gran crecimiento de Argentina y Uruguay (nueve veces) y también de Chile, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Centroamérica (hasta tres veces).

1810/25 1850

1900

Argentina

508

1100

4693

Bolivia

1100

1374

1696

Chile

1000

1443

2959

Colombia

1100

2065

3825

Costa Rica

63

101

297

1186

1583

Cuba Ecuador

500

816

1400

El Salvador

248

101

766

Guatemala

595

850

1300

Honduras

135

203

500

México

7662

13607

Nicaragua

186

300

478

Panamá

135

263

Paraguay

350

440

2001

3791

Rep. Dominicana

146

1515

Uruguay

132

915

1490

2344

Perú

1249

Venezuela

900

Cuadro 4.- Evolución de la población en Hispanoamérica entre 1810 y 1900 (en miles) (Roca, p. 362, a partir de datos de Nicolás Sánchez Albornoz y Bethell). Estas pinceladas sociodemográficas nos ponen sobre aviso para entender cómo los procesos de innovación y difusión de los cambios lingüísticos pudieron encontrar en América una intensidad y una velocidad que no se dieron en el español de España. En efecto, sabido es que, si bien los cambios fonéticos suelen producirse de una forma gradual y demorada, existen factores externos que los pueden precipitar. Por lo general, estos factores tienen que ver con movimientos importantes de población y con los contactos entre variedades lingüísticas distintas (lenguas o dialectos) que tales movimientos suelen propiciar. Entre los movimientos de población más importantes de América, hay que destacar, naturalmente, la inmigración procedente de otros países y regiones del mundo. Veamos algunos datos sobre las características de las inmigraciones iberoamericanas.

a) Africanos. Entre 1760 y 1820 se llevaron a América más de 1.200.000 esclavos negros, a los que se sumó una cantidad superior al millón y medio después de las independencias; de ellos, solo a Cuba llegaron 500.000. En 1860 Cuba contaba con 1,4 millones de habitantes, de los que 370.000 eran esclavos. En Caracas, en 1759, el 35% de las casas tenían esclavos (Hünefeldt 2000: 393) b) Orientales. Durante la segunda mitad el siglo XIX, llegaron a Cuba 44.000 chinos y a Perú, 87.000. En Perú se contrató a 20.000 japoneses a principios del siglo XX para trabajar en el azúcar y el algodón. c) Europeos. Argentina recibió 4 millones de inmigrantes, Uruguay, unos 600.000 y Chile, algo menos de 200.000. Los españoles, sobre todo canarios, se establecieron en Cuba, Puerto Rico y Uruguay. Desde la independencia hasta 1930 llegaron a Cuba casi 600.000 inmigrantes, de los cuales dos tercios eran españoles nacidos en Galicia, Canarias y Asturias. A la vista de esos datos demográficos, Cuba debió ser, entre 1850 y 1950, por el contacto de población negra, china y española de reciente importación, un auténtico hervidero sociolingüístico. Estos movimientos de población tienen la capacidad de provocar cambios lingüísticos abruptos y desde abajo, al contrario de lo que suele ocurrir con las comunidades socialmente más estables. No hay que perder de vista, sin embargo, que la fuerza que estos cambios pudieran tener encuentra su contrapunto en otros elementos. El prestigio y el poder de la minoría hispanohablante impidieron, por ejemplo, que Argentina experimentara un proceso de desplazamiento de lengua a favor del italiano. El mismo prestigio de los grupos poderosos, criollos con propiedades y con cargos políticos y administrativos, pudo extender cambios desde arriba o frenar el avance de las soluciones más innovadoras que se daban desde abajo. Pero, junto al crecimiento demográfico y la llegada de inmigrantes de distinta procedencia, América conoció otro proceso – no en modo exclusivo – que afectó directamente al modo y la dirección en que la lengua podía cambiar. Nos referimos al proceso de urbanización. Inmediatamente después de la independencia, América experimentó un crecimiento que se notó sobre todo en los núcleos urbanos con actividad comercial, de modo que Barranquilla, en Colombia, o Guayaquil, en Ecuador, crecieron más rápidamente que Bogotá o Quito. Entre 1740 y 1790, se fundaron 594 ciudades (Hündefeld 2000: 377) y, en el siglo XVIII, América en su conjunto registra un grado de urbanización superior al de Europa. Después, ya mediado el XIX, el

crecimiento de las ciudades se debió a la reducción de la mortandad y al aumento del número de funcionarios. Al mismo tiempo, se produjo un aumento de la inmigración desde la Península Ibérica y una intensificación de la trata esclavista. Más adelante, a finales del XIX y principios del XX, se vivió el gran desarrollo de las capitales nacionales. La naturaleza administrativa y comercial favoreció ese crecimiento en ciudades como México, La Habana, Santiago de Chile o Buenos Aires; esta última pasó de 180.000 habitantes en 1870 a más de 2 millones en el primer tercio del siglo siguiente.

Ciudad

Fin. XVIII

Bogotá

21

Buenos Aires

24

Caracas

1870

1900

50

117

55

180

664

24

42

50

72

La Habana

51

84

200

236

La Paz

22

69

53

Lima

52

56

100

México

113

169

220

345

Montevideo

30

126

268

Quito

28

76

47

130

256

Santiago de Chile

1810/20

50

Cuadro 5.- Evolución de la población de algunas capitales iberoamericanas (en miles) (elaborado desde Roca 2000: 383, a partir de diversas fuentes) Por otro lado, ese crecimiento, desmesurado en los casos de Buenos Aires o México, fue propiciando la aparición de barrios periféricos, bien diferenciados, en los que los distintos modos de vida también llevaron a conductas lingüísticas diferenciadas. No hay que olvidar que la ciudad refleja las diferencias lingüísticas de los grupos que la integran, aunque también favorece la interdependencia de formas diversas de organización social, que se comunican a través de la misma lengua. Ya hemos comentado que los procesos de independencia de los territorios americanos, a pesar de los ideales bolivarianos, dieron lugar a la creación de normas nacionales, consolidadas por las dificultades de comunicación entre las nuevas naciones. Durante el siglo XVIII, sin embargo, se dieron algunas circunstancias sociales que contribuyen a explicar que el español no entrara en una dinámica de atomización. Una de ellas fue la llegada de nuevas remesas de españoles vinculados a las élites, que dominaban los cabildos. Las tertulias en los barrios más prestigiosos

eran el modo de intercambio de información por excelencia y estos barrios eran el ámbito natural del modo de vida característico de los españoles (Hündelfeldt 2000: 393). Como se aprecia con claridad en el Cuadro 3, los blancos y los mestizos dominaban en 1789 el ámbito urbano y, por tanto, eran los que disfrutaban de una mayor de capacidad de influencia en la lengua de la ciudad, a lo que había que añadir su control de las instituciones sociales más relevantes (Hidalgo y Langue 2000: 408).

Urbanos

Rurales

Totales

Indios

22

78

56

Blancos

52

48

23

Mestizos

64

36

7

Mulatos

39

67

8

Negros

24

76

6

Cuadro 6.- Población de la América española en 1789, en %. Los barrios de indios se localizaban en la afueras de las ciudades y tuvieron poca capacidad de influencia sobre otras áreas urbanas. Lo mismo puede decirse de la población negra. A propósito del español del siglo XX en España, hablábamos de la suma de fuerzas y del cruce de tendencias y pautas sociolingüísticas de distinto signo para entender correctamente el desarrollo y la variedad de la lengua actual. Si esto es así en España, ¡cuán complejo ha de ser, en su geodemografía, el siglo XX de la América hispanohablante! El crecimiento demográfico ha sido sobresaliente: durante el primer tercio de siglo, Iberoamérica pasó de 61 a 104 millones de habitantes, si bien el proceso urbanizador aún no había llegado a las cotas posteriores. La permanencia de grandes contingentes de población dedicados a actividades agrícolas favorecía el mantenimiento de los usos lingüísticos regionales y locales, así como la escasez de contactos con los pobladores de otras áreas, hablantes de modalidades distintas. La demografía de Iberoamérica llegó a los 277 millones en 1970, dándose la circunstancia de que, desde 1950, la población urbana comenzó a superar a la rural: la urbanización llevó al aumento de los contactos lingüísticos entre diferentes variedades del español, así como entre el español y las lenguas indígenas de cada territorio. El crecimiento demográfico iberoamericano aumentó mucho más en el último tercio de siglo, llegando a los 600 millones de habitantes, de los cuales unos 400 eran hablantes de español en los albores del siglo XXI. La mayor parte de esa población, ahora con mayores expectativas de vida, se siguió asentando en las grandes ciudades. El lado negativo de semejante aumento de población y de la intensa

urbanización es que las ciudades no han dado abasto a las necesidades físicas ni culturales de su población: se trata de gente en gran medida pobre, que vive en condiciones suburbanas, sin escuelas, aunque siempre con más esperanza que la que ofrece una vida rural sin capacidad de generar empleo ni de conseguir un pedazo de tierra (Rivas: 521 y ss.). Una vez más, encontramos el choque de tendencias: frente a los usos cultos difundidos por las escuelas de las ciudades y los medios de comunicación, se expanden los usos populares de una población inculta y hacinada en los barrios periféricos de las grandes ciudades. Para concluir este apartado, puede ser de interés la enumeración de algunos elementos que han concurrido en América, durante el siglo XX, y que han marcado su personalidad lingüística. Algunos de estos elementos contribuyen a entender en qué se ha sustentado la diversidad sociolingüística del español en América, incidiendo de diversa forma, según las regiones, sobre la lengua española. 1) La diversidad étnica. El mundo indígena está muy presente en las áreas de México y Centroamérica, así como en los Andes (Bolivia 70%). No es de extrañar, por ejemplo, que la fonética del español de Yucatán recoja elementos de origen indígena. Por otro lado, la población negra llevada desde África al Caribe y a otros territorios también dejó su impronta en la vida de la lengua. Los indígenas, negros, mulatos y mestizos suelen ocupar el nivel más bajo del espectro social, en clara dependencia de la minoría blanca, lo que supone una menor consideración social para sus usos lingüísticos y una menor capacidad de influencia. 2) Las malas comunicaciones internas. Las dificultades de comunicación entre regiones americanas, han impedido la nivelación entre usos lingüísticos de territorios diferentes. De hecho los historiadores han distinguido tres tipos de áreas en América, que vienen a ofrecer rasgos lingüísticos particulares, tanto cualitativa como cuantitativamente: áreas centrales (México, Quito, Lima); áreas intermedias y periféricas (Centroamérica, costas de Colombia, Venezuela, Tucumán); y áreas marginales (Paraguay, Antillas) (Granda 1994: 76). Además hay que tener en cuenta la diversa intensidad de los contactos con la metrópoli a lo largo de la historia. En cuanto a los tiempos más recientes, no hay que olvidar, sin embargo, que los medios de comunicación internacionales, como la CNN en español, están haciendo saltar las fronteras por los aires. 3) Las actitudes positivas hacia lo propio. En general, existe en América una conciencia de bondad de la modalidad lingüística propia, frente al modelo de la antigua

metrópoli. Esta conciencia en algunos casos ha sido muy marcada e incluso, en ciertos momentos, pudo tener resultados de tipo secesionista, como en la Argentina de finales del XIX y principios del XX. Como contrapunto de estos elementos centrífugos, existen otros, muy poderosos, que juegan a favor de la homogeneidad de todo el mundo hispánico. Muchos de ellos ya se han comentado en otros lugares (López Morales 1998; Moreno y Otero 1998), pero ahora destacamos dos: 1) El intercambio cultural. La cultura hispanoamericana ha ido adquiriendo un gran peso en el universo cultural hispanohablante, no solo por el cuidado que se ha prestado a la educación (pensemos en los paradigmáticos ejemplos, ahora algo capitidisminuidos, de Colombia o Argentina), sino por el brillo de sus figuras más destacadas, figuras que en la actualidad son referencia internacional absoluta, dentro y fuera del mundo hispánico. En cuanto a la cultura popular, es notorio el influjo que España y otros países han recibido en los últimos años desde Hispanoamérica, principalmente en cuanto a la música y a las series de televisión. España, por su parte, cuenta con medios muy potentes para hacerse presente en América y entre ellos sobresalen las transmisiones de televisión vía satélite y los proyectos del mundo editorial. 2) La conciencia de comunidad. En el mundo hispánico existe un sentimiento de comunidad idiomática que resulta decisivo para la unidad de la lengua, puesto que tiende a minimizar lo particular a favor de lo general, cuando se producen contactos entre hablantes de distinto origen geográfico.

4. El español en el contexto lingüístico mundial La dimensión actual de la lengua española, en su conjunto, se aprecia con más claridad si se enmarca en el panorama idiomático internacional y se sitúa en la corriente de los procesos históricos que determinan el futuro de las lenguas del mundo (Moreno y Otero 2006). Los rasgos más destacados de ese panorama internacional y de los procesos mencionados son: a) La continua reducción del número de lenguas en el mundo. b) La concentración de la diversidad lingüística en áreas determinadas.

c) El escaso número de lenguas hablado en grandes regiones del mundo. d) Las tendencias de las lenguas en relación con la población mundial. Estos factores nos permiten comprender la configuración idiomática del planeta desde una perspectiva cuantitativa, es decir, en relación principalmente con la demografía de las lenguas y con los ámbitos geográficos que ocupan. Prestemos atención a cada unos de los rasgos expuestos. a) Reducción del número de lenguas en el mundo La demolingüística ha demostrado la existencia de un patrón cruzado de las curvas correspondientes a la evolución del número de lenguas en el mundo (descendente) y a la evolución demográfica (ascendente). El número de lenguas habladas en 1500 pudo estar cercano a las 15.000. En la actualidad, las fuentes demolingüísticas hablan de un número de lenguas que oscila entre las 4.000 y las 7.000. Las proyecciones demolingüísticas prevén una reducción de esta cantidad a la mitad para el año 2100, hasta alcanzar, en el 2200, una cifra que rondaría las 1.000 lenguas. En este proceso de reducción, el español se ha visto progresivamente fortalecido en su demografía. b) Concentración de la diversidad lingüística Los estudios de Daniel Nettle sobre la diversidad lingüística en el mundo han concluido que existen franjas de densidad lingüística. La franja de mayor densidad ocupa el centro de África, el Sureste de Asia y el Pacífico, Brasil, América Central y parte de Australia. Estas áreas coinciden con las de las grandes masas forestales tropicales, que a su vez albergan el mayor número de especies del mundo. Los bosques proporcionan su hábitat a entre el 50% y el 90% de las especies de la Tierra y también a la mayor parte de las lenguas del mundo. El español se extiende, en gran medida, por la geografía de mayor densidad lingüística del planeta, conviviendo, pues, con numerosas lenguas de escaso peso demográfico. Sin embargo, la diversidad lingüística del mundo hispánico es menor que la del Sudeste asiático o la de Africa central, como puede apreciarse en la figura 1.

Figura 1.- Mapa de la diversidad lingüística relativa de los principales países del mundo. Fuente: D. Nettle 1999. La información de Nettle se corresponde con la que aporta Ethnologue sobre la distribución de lenguas según el área geográfica de origen. Así, se observa que África y Asia dan origen a más del 60% de las lenguas del mundo. Europa, en cambio, “solamente” es cuna de 239 lenguas vivas, aunque hay que valorar que algunas de ellas cuentan con estatus de lengua internacional.

Área

Lenguas vivas

Número de hablantes

Número %

Número

%

Media

Mediana

África

2.092

30,3

675.887.158

11,8

323.082

25.391

América

1.002

14,5

47.559.381

0,8

47.464

2.000

Asia

2.269

32,8

3.489.897.147

61,0

1.538.077

10.171

Europa

239

3,5

1.504.393.183

26,3

6.294.532

220.000

Pacífico

1.310

19,0

6.124.341

0,1

4.675

800

Totales

6.912

100,0

5.723.861.210

100,0 828.105

7,000

Cuadro 1.- Distribución de lenguas por área de origen. Fuente: Ethnologue (2005). c) Distribución de lenguas, número de hablantes y regiones del mundo El 96 por ciento de la humanidad habla el 4 por ciento de las lenguas, y los 8 idiomas más hablados suman casi 2.500 millones de hablantes. Visto desde el ángulo opuesto, la inmensa mayoría de las lenguas del mundo son habladas en su conjunto por apenas el cinco por ciento de la población, según estimaciones de David Crystal. Crystal ha calculado que dos tercios de las lenguas vivas del mundo son habladas por menos de 20.000 personas, cantidad considerada como índice de peligro de desaparición de un idioma en algunas áreas del mundo, y que en los próximos cien años podrían desaparecer la mitad de las lenguas del planeta, lo que supone un ritmo de extinción de 30 lenguas al año aproximadamente.

Rango de población

Lenguas vivas

Número de hablantes %



%

8

0,1

0,1%

2.301.423.372 40,20753

40,20753%

10.000.000 – 99.999.999

75

1,1

1,2%

2.246.597.929 39,24969

79,45723%

1.000.000 – 9.999.999

264

3,8

5,0%

825.681.046

14,42525

93,88247%

100.000 – 999.999

892

12,9

17,9%

283.651.418

4,95560

98,83807%

10.000 to 99,999

1.779 25,7

43,7%

58.442.338

1,02103

99,85910%

1.000 to 9.999

1.967 28,5

72,1%

7.594.224

0,13268

99,99177%

100 to 999

1.071 15,5

87,6%

457.022

0,00798

99,99976%

10 to 99

344

5,0

92,6%

13.163

0,00023

99,99999%

1 to 9

204

3,0

95,5%

698

0,00001

100,00000%

Desconocido

308

4,5

100,0%

Totales

6,912 100.0

100.000.000 – 999.999.999

acum.

Número

%

% acum.

5.723.861.210 100,00000

Cuadro 2.- Distribución de lenguas por número de hablantes como primera lengua. Fuente: Ethnologue (2005).

Según los datos de Ethnologue, en su versión de 1996 y de 2005, las lenguas situadas en el primer rango (entre 100 y 1000 millones de hablantes) son el inglés, el chino mandarín, el ruso, el español, el hindu/urdu, el árabe, el bengalí y el portugués. Según estos datos, el 80% de la humanidad se comunica utilizando menos de 100 lenguas, entre las que se encuentra el español. Se afirma que las 12 lenguas más habladas en el mundo permiten la comunicación al 50% de la población. d) Tendencias demolingüísticas en la población mundial David Graddol ha presentado en un gráfico las tendencias evolutivas de las cuatro lenguas más habladas del mundo y ha representado su evolución cronológica proyectándola hasta el año 2050. Allí se aprecia la llamativa reducción de los hablantes de chino, no en cifras absolutas de hablantes, sino en el porcentaje de población mundial que lo utiliza como vehículo de comunicación. También se aprecia un ascenso paulatino e ininterrumpido del árabe y un leve crecimiento ralentizado de la población del mundo que habla hindi/urdu.

Figura 2.- Tendencias de los hablantes nativos de las principales lenguas del mundo, según el porcentaje de población total que las hablan. Fuente: Graddol 2006. En lo que se refiere a las lenguas más habladas en el mundo actualmente, los estudios demolingüísticos coinciden en el grupo de lenguas que ocupa la cabecera de

la clasificación. Ethnologue indica que hay 8 lenguas con más de 100 millones de hablantes en el mundo, aunque a la relación de lenguas con ese rango de hablantes habría que añadir el japonés, que supera los 100 millones con cierto margen. Según la UNESCO, la mitad de la población mundial se expresa por medio de alguna de estas ocho lenguas:

Idioma

Millones de hablantes Chino

1.200 millones

Inglés

478 millones

Hindi

437 millones

Español

392 millones

Ruso

284 millones

Árabe

225 millones

Portugués

184 millones

Francés

125 millones

Cuadro 3.- Lenguas más habladas del mundo, según la UNESCO. La imagen que el español tiene actualmente en un plano internacional es de unidad, de fuerza cultural y de expansión demográfica y económica. Esta imagen queda bien expresada en la descripción de David Graddol, quien afirma que el español ha crecido hasta alcanzar el mismo nivel del inglés en cuanto a hablantes nativos y que en poco tiempo puede sobrepasarlo; incluso pugna con el inglés en algunas áreas de los EE.UU. en las que existen ciudades predominantemente hispanohablantes. La lengua está creciendo en importancia económica tanto en Hispanoamérica como en los EE.UU.

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David

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English

Next.

Plymouth:

British

Council.

<

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Tortella, Gabriel (1994): El desarrollo de la España contemporánea. Historia económica de los siglos XIX y XX, Madrid, Alianza.

El epígrafe 1 de este tema ha sido en parte elaborado a partir del trabajo de Moreno Fernández y Otero 2006.

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