Con valor y juicio [Español] (2012)

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Descripción

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CON VALOR Y JUICIO Por: Alfredo Gutiérrez Borrero [email protected] [email protected] Columna revista proyectodiseño (PD) No. 80, septiembre de 2012 Página 104-105 Versión impresa (página 4 de este PDF en adelante).

“…debe convertirse en un diseñador-ciudadano que tome posición y sea activo, y no limitarse a ser un ciudadanodiseñador, conformista y obediente” Nigel Whiteley

Decimos que el diseño es la respuesta. Pero nuestras formas de responder al comenzar un proyecto, y cuando podemos elegir, varían, es posible trabajar solos o acompañados, idear formas de experimentar con principios tecnológicos universalmente aplicables; calcular posibilidades productivas medibles y verificables para rápida aplicación práctica; asesorarnos con técnicos en procesos y materiales; escribir un plan de acción detallado; conversar con posibles patrocinadores y colaboradores; observar y registrar; clasificar pros y contras; generar tipologías y taxonomías de expectativas; identificar patrones; balancear aspectos estéticos, técnicos y económicos; bocetar ideas con lápiz y papel; modelar con plastilina o alambre; manejar nuestras herramientas computacionales favoritas; fijar posturas políticas y revisar marcos legales, códigos y normativas; emprender revisiones históricas y averiguar cómo las cosas resultaron del modo en que son; buscar referentes impresos o en pantalla; indagar sobre perfiles de mercado. Nuestras formas de practicar, conocer, creer y sentir varían, porque cuando diseñamos todos esperamos conseguir lo inesperado pero cada uno de diferente manera. No es la misma respuesta, ni el mismo diseño. Ideas, creencias, actitudes, orientaciones, aspectos ocultos soportan modos personales de asumir y comprender el ejercicio de diseñar que nunca es neutro, ni inocente, que implica

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choques de poder y saber, críticos y admiradores. Aunque queramos hacer ciencia del diseño e intentemos controlar todos los aspectos, cada proyecto involucra un marco sociocultural complejo; por lógicas que intentemos hacer las secuencias de pasos, repentinamente hay que decidir por cuestión de plazos, de amistades, de presupuestos o eventos inesperados. Para ello recurrimos a juicios súbitos espontáneos y en gran medida intuitivos, que emergen cuando traspasamos las fronteras de la certidumbre. Aunque algunas regularidades, mecanismos, patrones, relaciones, principios y correlaciones adaptables nos suministren conocimiento válido y verdadero en otras circunstancias, no sirven en toda ocasión, ni en todas partes. Diseñar comporta casi siempre en algún grado irracionalidades, caprichos, arbitrariedades, atracciones y simpatías difícilmente explicables mediante una ciencia: propósito, situación, clientes, usuarios, características, funciones todo específico, único e irrepetible, en cada proyecto con tiempo y recursos limitados, todo con alto grado de indeterminación y susceptible de soluciones alternativas, aún si empleamos las mismas metodologías. Diseñamos desde valores y con juicios. Hay que explicitar los primeros e intentar mejorar los segundos. Hacemos algo más deliberativo y político (aunque implique aspectos técnicos y tecnológicos) que quienes practican profesiones donde actúan sobre preceptos fijos. Las decisiones de diseño son políticas, dependen de valores que actuamos (eso que creemos tan valioso como para comprometernos). Cada decisión nuestra precisa un juicio particular para confrontar, paradojas, indefiniciones, ambigüedades; cosas que sólo comprendemos haciéndolas. También las personas que contratan nuestros servicios, o compran nuestros productos hacen juicios finales: deciden, ¡a favor o en contra! Hacemos juicios por descarte; confiados en habilidades que hemos interiorizado; o de improviso, casi automáticos; o al seleccionar qué va en primer plano y qué al fondo; o al elegir la apariencia del artefacto a diseñar (estilo, naturaleza, carácter, sentido). O al explicar cómo y para qué desempeñamos el oficio; o al establecer alcances y límites; o al articular la diversidad; o al atribuir significados; o al orquestar todos los anteriores. Nuestras propuestas de diseño revelan relaciones, normas, valores que asumimos como “las condiciones que son” en situaciones específicas. Aunque no podemos hacer lo que se nos antoje, con la imaginación, inventamos y manipulamos ideas y conceptos (en vez de hacerlo a escala real) para preparar intervenciones reales e

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interacciones contextuales. Nuestros modelos son sustitutos perceptivos para manipular realidades soñadas: maquetas, bocetos, diagramas, esquemas y la flexible herramienta del habla apoyan la fantasía que intentamos realizar, para efectuar planes que llevaremos a cabo en busca de cuanto antes parecía imposible o aún inaceptable; cada circunstancia en que diseñamos está localizada en un cruce de prácticas, discursos y mecanismos sociales con partidarios y detractores. Sólo vemos como estáticas, escenas que separamos de la película del cambio permanente. Todas las personas con las que trabajamos tienen diferentes intereses actitudes y posibilidades de impulsar conocimiento, crear prácticas y formular teorías. Eso que vemos como conocimientos y verdades de diseño objetivamente definibles frente a las cuales confrontamos nuestros esfuerzos son, en realidad, medidas humanas, creadas por personas, y como tal mutables y moldeables. La frontera entre el puro conocimiento y la pura creencia es difusa: creencia conocida, o conocimiento creído. En diseño, cuenta más el buen argumento que la prueba incontestable; en especial el argumento que mejor se adecúa en una situación específica y un proyecto particular. Todo conocimiento, todo hecho, valor o verdad, está cobijado por la opinión de alguien y propicia una argumentación; las verdades y hechos están basadas en argumentos aplicados, en lo que cada persona, cliente, usuario, socio, profesor o estudiante cree, valora y conoce en un contexto y momento. El diseño es asunto de elección, de opción; nos ocupamos de cosas que pueden ser de otra manera, por eso los resultados del proceso están abiertos a debates y discrepancias. Diseñar implica participar en interminables discusiones sobre lo que los entornos humanos construidos deberían ser, porque afecta, beneficia o perjudica a seres humanos. Toda decisión es temporal y cuestionable. Cada vez que decimos que el diseño es la respuesta, tomamos posición estamos con algo o contra algo; por eso, debemos meditar según nuestros valores éticos, políticos, técnicos y estéticos ¿cuál consideramos que es la pregunta? [email protected] (Inspirado en la obra de Harold Nelson y Erik Stolterman: su trabajo sobre los juicios de diseño es espléndido; ver: Nelson, H. & Stolterman, E. (2003). Design Judgment - Decision Making in the "Real" World, in The Design Journal. Vol. 6. Issue 1. P. 23-31 https://www.kth.se/social/upload/5277b599f276546ffee2e5f7/design%20judgement.pdf

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