Comentario sobre \"Ética prostestante y el espíritu del capitalismo\".

October 17, 2017 | Autor: Antonio Vegas | Categoría: Max Weber, Sociología, A éTica Protestante E O Espírito Do Capitalismo
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Nombre: Antonio Vegas García DNI: 25349656-E CURSO: 1º A Fecha: 19/03/2013 Sociología

LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO Antonio Vegas García

Índice Introducción .................................................................................................................................. 1 Primera parte: El problema ........................................................................................................... 2 Capítulo I: Confesión y estructura social ................................................................................... 2 Capítulo 2: El espíritu del capitalismo ....................................................................................... 2 Capítulo 3: Concepción luterana de la profesión ...................................................................... 3 Segunda parte: La ética profesional del protestantismo ascético ................................................ 3 Capítulo 4: Fundamentos religiosos del ascetismo laico .......................................................... 4 Capítulo 5: La relación entre la ascesis y el espíritu capitalista. ............................................... 5 Opinión personal ........................................................................................................................... 5

Introducción En esta obra, Max Weber, analiza las relaciones que existen entre la religión y el mundo económico; mejor dicho: analiza la relación que existe entre la concepción del mundo del protestantismo (más concretamente el calvinismo) con lo que Max Weber denominó espíritu del capitalismo, que analizaremos más tarde. Esta es una de las obras más famosas de Weber, y debe ser considerada como una introducción a sus estudios posteriores. En esta obra, se desprende la tesis de que no sólo el mundo económico engendra las ideas (como Marx decía), también las ideas influyen en el mundo económico. En otras palabras: no solo la superestructura influye en la infraestructura, sino que las dos se afectan mutuamente, generando un feed-back. Y La ética protestante y el espíritu del capitalismo es una obra que pone de manifiesto lo antedicho con un ejemplo concreto: determinadas concepciones religiosas pueden desembocar en un orden económico u otro, o al menos afectarlo grandemente. El libro comienza con una introducción en la que se pone de manifiesto la característica fundamental que Weber encuentra en Occidente: la racionalidad. En todo el mundo hay arte, hay empresas, hay funcionarios, hay gobiernos, pero sólo en occidente se realizan racionalmente. La obra está dividida en dos partes: la primera que analiza y describe la realidad que el autor observa, llamada El problema, incluyendo un análisis filosófico de las distintas corrientes protestantes; y la segunda donde relaciona lo descrito anteriormente, es decir, el espíritu del capitalismo y la cosmogonía del protestantismo, llamada La ética profesional del protestantismo acético. En este presente trabajo analizaremos cada parte, y dentro de cada una, cada capítulo, para lograr una mayor comprensión de este egregio sociólogo. 1

Primera parte: El problema Capítulo I: Confesión y estructura social Weber comienza afirmando que existe una regularidad estadística en relación a las personas que profesan el protestantismo. Por ejemplo, la propiedad de las empresas capitalistas suele ser protestante. Asimismo, la proporción de protestantes con estudios superiores es mayor que la proporción de católicos con estudios superiores, si tenemos en cuenta la proporción demográfica. También se observa que los católicos prefieren las humanidades. En definitiva, lo que nos viene a decir Max Weber es que se observa en los protestantes una cierta tendencia al racionalismo económico (del que hablaremos más adelante). Un ejemplo quizá más llamativo es que los católicos suelen quedarse afincados en los pequeños talleres, mientras que los protestantes suelen ascender y se colocan en las fábricas. ¿Por qué esto es así? –se pregunta Max Weber. Durante toda la obra intentará dar respuesta a este interrogante, pero para ir abriendo boca, nos dirá que podría ser porque el catolicismo presenta indiferencia ante la riqueza, mientras que el calvinismo la favorecía. Podemos decir, como hace el autor, que en la vida se puede “comer bien o dormir tranquilo”, por lo que el católico se decanta por lo segundo, mientras que el protestante por lo primero. Según el autor que nos ocupa, el calvinismo fue un elemento importante en la economía y en el desarrollo de la misma, y prueba histórica de ello es que donde la “diáspora” calvinista nació allí se engendró mayor cultura económica: Francia y Holanda, por ejemplo.

Capítulo 2: El espíritu del capitalismo El autor comienza afirmando que tratará de no enunciar una definición exacta de espíritu del capitalismo, y que a lo largo de la obra irá desentrañando el sentido del concepto. Para empezar, Weber enuncia una serie de citas de Benjamin Franklin sobre sus ideas económicas, que a Weber le parecen representativas de la mentalidad capitalista, de las que se deduce que la honestidad es rentable económicamente, puesto que si eres fiel, los demás confiarán en ti, y tú podrás hacer uso de tu confianza. Es lo que se conoce también como “the best policy is honesty”. Podríamos resumir las máximas de Franklin en las siguientes: el tiempo es dinero, el crédito es dinero, el dinero es fértil y el buen pagador es dueño de la cartera de los demás. Por otra parte, cuando Weber habla de espíritu del capitalismo, en realidad está haciendo referencia a una ética concreta, a un modo de juzgar las acciones 2

humanas, a una moral concreta. En el caso del capitalismo, esa moral es la obligación de aumentar el capital, como fin último de la vida. Weber seguidamente habla del primer adversario que el capitalismo se encontró: el tradicionalismo. El tradicionalismo consistiría en repetir las tradiciones ya establecidas y trabajar única y exclusivamente para ganarse la vida, sólo para satisfacer necesidades. En este sentido, podemos citar a Sombart que establecía que la historia era una dialéctica entre el lucro (compatible con el capitalismo) y la satisfacción de necesidades (compatible con el tradicionalismo). Como dijimos previamente, el capitalismo presenta rasgos protestantes, que se fundamentan en el racionalismo económico, es decir, el lograr un aumento de la productividad tal que el modo de vida presente ya no sea igual al modo de vida anterior.

Capítulo 3: Concepción luterana de la profesión Según Weber, en el término profesión hay una reminiscencia religiosa, tanto en las lenguas inglesa y alemana. Concretamente, en estas lenguas, por profesión se entiende como una misión impuesta por Dios. Para Weber tal reminiscencia proviene de las traducciones que se hicieron de la Biblia. En este sentido, podemos observar como en estas lenguas, el deber no es más que el cumplimiento de la tarea profesional. Max Weber en este capítulo realiza un recorrido detallado por los principales rasgos del luteranismo. Veamos cuáles son esos. El luteranismo, según lo entendió Weber, no defendía la vida monástica, pues eso era desoír el mandato de Dios: cumplir con nuestra profesión, que en el luteranismo no era más que el amor al prójimo, y el cumplimiento del deber. Max Weber dice que no hay una relación directa entre luteranismo y el espíritu del capitalismo, pero que, no obstante, la concepción de la profesión como un deber inclina la tendencia más al capitalismo, de lo que lo podría hacer el catolicismo, si bien la concepción de la profesión en Lutero seguía siendo tradicionalista (más para vivir, que para acumular). Recordemos que Lutero también aborrecía la usura y la toma de dinero a préstamo con interés.

Segunda parte: La ética profesional del protestantismo ascético

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Capítulo 4: Fundamentos religiosos del ascetismo laico En este capítulo Max Weber centra su análisis en una parte del protestantismo, quizá el más cercano a lo que él llamó espíritu del capitalismo: el protestantismo ascético. Las corrientes principales serían las siguientes: el calvinismo, el pietismo (que nació del calvinismo inglés), el metodismo (que nació del anglicanismo) y las sectas bautizantes. Para Weber el calvinismo fue determinante en la religión y en la cultura de los países más avanzados, tales como Países Bajos Inglaterra y Francia. La idiosincrasia más fundamental del calvinismo es la idea de la predestinación. Tal idea defiende que unos están predestinados, elegidos por Dios, a tener una vida ultraterrena junto a Dios, mientras que otros no tienen esa suerte. Sólo un pequeño número de hombre podrá acceder a esa vida ultraterrena. Si bien para Lutero la profesión consistía en el amor al prójimo, para Calvino la profesión consistía en el amor al prójimo para servir a Dios, que se fundamentaba en el cumplimiento de las tareas establecidas por las leyes naturales. En el calvinismo, la tarea y el deber, que es lo que Dios ordena, vendría determinado por la utilidad del género humano: lo que beneficia al bien común. Una cuestión importante en el calvinismo sería la de cómo un hombre puede saber si él ha resultado o no elegido, y puede acceder a la salvación junto a Dios, en el futuro. A esta cuestión habría que decir que en la vida los elegidos no se distinguen de los no elegidos, y que es un deber considerarse elegido, pues la mera duda ya conllevaría a no resultar elegido para la salvación. Por ello, hay que afianzarse en la profesión, encontrar la seguridad en uno mismo, y realizar un trabajo incesante. Para Lutero el fin del creyente era lograr la unión junto a Dios, mientras que para el calvinismo tal cosa no era posible, pues Dios trascendía sobre lo creado (un ser infinito no puede unirse con un ser finito). Para Weber hay dos formas en la religiosidad práctica: como un contenedor del poder divino o como un instrumento del poder divino. La primera favorecería el sentimiento místico y la introspección: esta sería la práctica luterana. La segunda favorecería el obrar, la acción, pues uno es un instrumento de Dios: esta sería la práctica calvinista. Así podemos encontrar las ideas calvinistas en frases como las siguientes: “Dios ayuda al que se ayuda a sí mismo”; “El calvinista crea por sí mismo su propia salvación, su propia certidumbre de la misma”. Si bien el obrar es importante en el calvinismo, ello no quiere decir que haya que realizar “buenas obras”, como los cristianos piensan, sino un conjunto de acciones relacionadas entre sí coherentemente, formando un sistema. Por ejemplo, la ley sería una norma ideal para este sistema. De ahí que el calvinismo 4

tienda hacia la rectitud y al autocontrol, cosa que no ocurría en el luteranismo, donde existía el arrepentimiento y el perdón.

Capítulo 5: La relación entre la ascesis y el espíritu capitalista. El calvinismo, sin embargo, a pesar de favorecer la creación de riqueza y la división del trabajo como una forma de amar al prójimo, por su utilitarismo, también condenaba la riqueza, el lucro, el consumo desmedido y el descanso excesivo. Esto puede sintetizarse en la máxima: “Quien no trabaje que no coma”. Sólo el que trabaja puede descansar, desde esta cosmogonía. En este sentido, la mendicidad también es igualmente reprochable, al no trabajar. Es decir, aquel que no trabaje (ya sea porque prefiera no hacerlo por fortuna o porque no le importe ser indigente) no merece la salvación de Dios, pues no ha aceptado el deber que Dios impone al hombre: la profesión. Digamos que fundamentalmente lo que para los calvinistas es un buen servidor a Dios es el hombre hecho a sí mismo, aquel que ha construido un gran futuro él sólo. Tal figura merece todas las glorificaciones. La riqueza ya no es mal vista, sino bien vista, pues es producto del trabajo, y además produce utilidad al resto de la humanidad, que es lo que Dios encomendó: el amor al prójimo. El calvinismo consiguió poner freno a las éticas tradicionales que condenaban la aspiración a la riqueza. Digamos, para concluir, que el calvinismo es la religión que favorece la frugalidad y la laboriosidad al mismo tiempo. Todas estas características encajan perfectamente con el capitalismo, que le es necesario una gran dosis de ahorro y capital, invertido en actividades productivas y rentables. Por tanto, calvinismo y capitalismo van muy unidos.

Opinión personal En mi opinión, Max Weber en este libro pone de manifiesto que la economía puede verse afectada por las ideas, las cosmogonías y las filosofías de las gentes. Concretamente, Weber realizó este estudio para el protestantismo, donde se ve claramente que esta religión es mucho más cercana a la forma de funcionamiento del sistema capitalista que otras religiones, pues en ambas se requiere de trabajo y ahorro. Esto supone un punto de discrepancia con el materialismo histórico desarrollado por Karl Marx, donde defendía que la economía era la que influía en las ideas de las gentes y no al contrario.

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Por otra parte, como lector de Ludwig Von Mises, me doy cuenta cuánto ha influido la filosofía de Weber sobre Mises, uno de los máximos exponentes de la escuela austríaca de economía. Sin duda, la idea de que las ideas de la sociedad influyen en la economía, desarrollada para el caso concreto del protestantismo en el la obra que nos ocupa por Weber, podemos observarla en el capítulo de la Acción Humana de Mises titulado “El papel de las ideas”. En este sentido, podríamos englobar a ambos pensadores en los que consideran que las relaciones humanas son “interacciones”, donde una acción de un individuo influye sobre la de otros y viceversa, al contrario que los pensadores “conflictivistas” que consideran que la sociedad se mueve mediante el conflicto y la lucha, tales como Marx o Heráclito. Por otra parte, cabría citar a Sombart, que sostiene que el catolicismo y el protestantismo, en lo que se refiere al capitalismo son similares y prueba de ello es que el mar mediterráneo gozó de una gran prosperidad comercial, y básicamente el capitalismo comercial nació en el mediterráneo. Por tanto, la tesis de que el protestantismo es superior al catolicismo es difícil de sostener, según vio Sombart.

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