\"Cervantes en el quicio narrativo: La representación de la temporalidad en el Persiles y el Quijote\", em Líneas Actuales de investigación literaria. Estudios de Literatura Hispánica, Valencia, Universidad de Valencia, 2004, pp. 313-322

June 29, 2017 | Autor: S. Pérez Isasi | Categoría: Spanish Literature, Narrative, Narrative Theory, Cervantes, Don Quijote, Spanish Golden Age Narrative
Share Embed


Descripción

CERVANTES EN EL QUICIO NARRATIVO: LA REPRESENTACIÓN DE LA TEMPORALIDAD EN EL QUIJOTE Y EL PERSILES* SANTIAGO PÉREZ ISASI UNIVERSIDAD DE DEUSTO

De acuerdo con las teorías de Paul Ricoeur,1 la narración, sea histórica o literaria, es la única manera en que se puede representar la percepción del tiempo. De ahí que hayan fracasado los intentos de aprehender la experiencia temporal por parte de distintos filósofos, o las aproximaciones no narrativas a la historia, propiciadas por ciertas corrientes del pasado siglo. En la comprensión del tiempo tal y como la expresa San Agustín en sus Confesiones, en efecto, se observa una discordancia, una distensión del alma que, según Ricoeur, sólo puede encontrar su organización adecuada en la disposición de la trama narrativa, de acuerdo a los planteamientos aristotélicos. Sin embargo, dicha representación no se ha producido del mismo modo a lo largo de la historia de la narrativa. Cabe distinguir, hasta el presente, al menos dos paradigmas distintos que responden a concepciones poéticas, retóricas y también temporales distintas. El primero de ellos, que podríamos denominar clásico, estaría regido por las normas de los retóricos grecolatinos, así como por la Poética de Aristóteles.2 La narrativa correspondiente a este paradigma —las epopeyas, las novelas grecolatinas y en general las novelas pastoriles, moriscas, bizantinas…— se caracterizan por una preponderancia de la trama sobre el resto de los elementos centrales de la narración —personajes, espacio, tiempo—. En cuanto a la representación del tiempo, se trata de una visión no psicológica, cercana a la concepción circular o atemporal del mito, sin repercusión en la configuración estática de los personajes.

* Esta comunicación supone una primera aplicación práctica de los planteamientos teóricos desarrollados en mi tesina de licenciatura titulada Introducción a algunos elementos narratológicos: paradigma clásico y paradigma moderno. (Universidad de Deusto, 2000), dirigida por la Dra. Elena Artaza y el Dr. Ángel García Galiano. Se inscribe además en el contexto de mis estudios actuales sobre el canon de la literatura española, dirigidos por el Dr. Pozuelo, que realizo con una beca de Investigación Predoctoral del Gobierno Vasco. 1 En RICOEUR, P, Tiempo y Narración, 3 vols, Madrid, Siglo XXI, 1995-1996. 2 Conviene recordar que, dado que el supuesto libro segundo de la Poética se perdió, o bien nunca fue escrito, los teóricos posteriores a Aristóteles tuvieron que realizar una extrapolación para adecuar sus planteamientos a la comedia y a la novela. Véase al respecto VEGA, M.J., La teoría de la ‘novella’ en el siglo XVI. La poética neoaristotélica ante el ‘Decamerón’, Salamanca, Johannes Cromberger, 1993.

313

SANTIAGO PÉREZ ISASI

El paradigma moderno se abre como una brecha en el paradigma clásico, a través de la evolución de las colecciones de relatos como el Decameron o los Cuentos de Canterbury, y de los novellieri italianos, hasta configurarse como una narración unitaria en textos fundacionales como El Lazarillo. En esta segunda configuración, la trama cede su carácter prioritario en favor de otros elementos, sobre todo el personaje, que pasa a convertirse en el centro sobre el que gira la novela, y el que le concede unidad. Esto tiene sus consecuencias, igualmente, en la representación temporal, que pasa a ser psicológica, interna. Así expresa este cambio en la forma de tratar el tiempo novelístico María del Carmen Bobes Naves: Excepto el Lazarillo, las novelas [del XVI] dan un tratamiento al tiempo que no altera el de las novelas clásicas. El tiempo está incorporado al relato como una categoría de la acción, pues es siempre un tiempo implicado en los verbos de acción, o en los cambios de situación de los personajes, y no repercute para nada en ellos, que ni envejecen, ni modifican sus actitudes, no se enriquecen mental o sentimentalmente, ni sufren alteraciones de las que podamos decir que son efecto del paso del tiempo. Algo muy distinto ocurre en la novela cervantina, en la que el tiempo es para los protagonistas (no para otros personajes secundarios) la trayectoria de un cambio, incorporado a los sujetos a través de la acción, pero además es un elemento de estructuración de la trama…3

Hay, por supuesto, diversas obras y géneros que prestan matices a esta gruesa clasificación. Aunque el momento del nacimiento de la novela moderna puede fecharse en torno a los siglos XVI-XVII, el análisis de obras concretas de este periodo, como el que nos ocupa, demuestran rasgos de pervivencia del paradigma clásico en obras consideradas modernas, y viceversa. De este modo, Cervantes se sitúa con su obra en el momento crítico en que se está produciendo este giro en la historia de la narrativa: aunque gran parte de su producción ejemplifica, con matices, la tradición del paradigma clásico —la Galatea, el Persiles…—, otra parte, sobre todo y de manera esencial el Quijote, supone la primera gran consagración del nuevo modelo. Creo que deben recordarse, además, dos datos con respecto a la relación de Cervantes con estos modos narrativos: el primero, que las obras del tipo clásico gozaban al parecer de mayor estimación por parte de su autor, a juzgar por las alabanzas que sobre ellas incluye en diversos prólogos,4 y la 3 BOBES NAVES, María del Carmen, «El tiempo como unidad sintáctica del Quijote», en Cervantes. Estudios en la víspera de su centenario, Kassel, Reichenberger, 1994, vol. I, pp. 125-130. 4 El Persiles se promete tanto en el prólogo a las Novelas Ejemplares como en los dos del Quijote; la segunda parte de la Galatea, en los mismos, y también en el prólogo del mismo Persiles, a pesar de que en él Cervantes se muestra consciente de la cercanía de su muerte.

314

CERVANTES EN EL QUICIO NARRATIVO

reiteración en prometer su publicación; y por otro lado, que no se puede hablar de evolución de Cervantes de un paradigma a otro: durante los últimos años de su vida Cervantes debió de simultanear la composición del Quijote (primera y segunda parte) con la del Persiles, así como un volumen de obras de teatro, las Novelas Ejemplares y, a juzgar por sus repetidas promesas, la segunda parte de la Galatea. Estas afirmaciones pueden demostrarse, como espero hacer aquí, analizando los distintos modelos temporales que se entrecruzan en El Quijote y en el Persiles, obras complejas en las que cabe distinguir siete configuraciones temporales:5 el tiempo de la aventura, el tiempo mítico, el histórico, el fantástico, el biográfico, el tiempo interior o durée y el tiempo (o meta-tiempo) del narrador.

1. Tiempo de la aventura Con esta denominación nos referimos a la lo que Mijail Bajtin denomina «el cronotopo del mundo ajeno milagroso de las novelas caballerescas»6 y que según José Manuel Cuesta Abad «se compone de segmentos contiguos que se refieren a la instantaneidad de la aventura. La cronología avanza de un modo progresivo y rectilíneo, marcado por una articulación múltiple».7 Este cronotopo, afirma el propio Mijail Bajtin, se parece al de la novela griega, pero añade un elemento nuevo: la individualidad de los héroes, y la asunción de un mundo donde lo maravilloso es la norma, y no la excepción. Este tipo de cronotopo aparece con variantes en el Persiles: en efecto, se puede afirmar que nos encontramos en un mundo en el que prima el de repente, y en el que la sorpresa excede con mucho a la causalidad. Sin embargo, no puede decirse que sea un mundo maravilloso, que no respete las normas de la verosimilitud. Lo cierto es que éste es un tema demasiado complejo para abordarlo aquí,8 pero conviene recordar la

5 Un modelo de análisis estructural de ambas obras puede encontrarse en SORIANO, Catherine: «Tiempo, modo y voz en Los Trabajos de Persiles y Sigismunda», en Actas del II Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona, Anthropos, 1991, pp. 709-718; y JUAN BOLUFER, Amparo de: «Orden, velocidad y frecuencia en la narración del Quijote de 1605», en Actas del II Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona, Anthropos, 1991, pp. 583-600. 6 BAJTIN, Mijail, Teoría y estética de la novela, Madrid, Taurus, 1989, p. 316. 7 CUESTA ABAD, José Manuel, «El Quijote, novela moderna. (Algunas cuestiones de poética histórica)», en Epos, VII, 1991, pp. 342. 8 Entre otros, se puede ver un estudio de las opiniones del propio Cervantes reunidas y comentadas por E.C. Riley en Teoría de la Novela en Cervantes, Madrid, Persiles, 1966, pp. 261314.

315

SANTIAGO PÉREZ ISASI

polémica, inserta dentro de la propia novela, que provocan hechos como que una alfombra vuele (p. 90) 9 o que una mujer se transforme en loba (p. 91). En cuanto al Quijote,10 esta modalidad espacio-temporal es la que se somete precisamente a crítica por su contraste con el mundo y el tiempo real. Así, cabría decir que aunque se mantiene un cierto predominio de lo inesperado —sobre todo con las repetidas anagnorisis que se acumulan en los episodios antes citados—, en cambio se elimina todo elemento maravilloso, salvo en la mente enferma y distorsionada de don Quijote, o en las falsas artimañas preparadas por el cura y el barbero, por Sansón Carrasco o el resto de personajes con el fin de confundirle.

2. Tiempo mítico Relacionado con el modelo temporal anterior, el tiempo mítico es el considerado por análisis antropológicos en la línea de los de J.G. Frazer, y que encuentran su aplicación a la narrativa cervantina en The Golden dial, de L.A. Murillo,11 o en «Cervantes’ redundant midsummer in Part II of the Quijote», de Alfred Rodríguez y Kart Roland Rowe.12 Lo que proponen estos autores es que se produce una identificación de don Quijote como héroe solar, y de ahí las aparentes incoherencias temporales que hace que salga de su pueblo por primera vez en el mes de julio, y llegue a Barcelona «la víspera de San Juan en la noche».13 Tampoco pensar, como hace Hartzenbusch, que se trata de la fiesta del 29 de Agosto elimina la incoherencia, ya que, en efecto, no hay tiempo material para que en apenas dos meses sucedan las tres salidas del caballero, con todos sus avatares, sus regresos, y sus periodos de descanso. Estos mismos autores proponen que las dos muchachas con las que se encuentran los protagonistas en su vuelta a la aldea son una representación de la primavera, con lo que se cierra el ciclo temporal.

9 CERVANTES, Miguel de, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, ed. de Juan Bautista Avalle-Arce, Madrid, Castalia, 1990. 10 CERVANTES, Miguel de, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, ed. de Francisco Rico, Madrid, Instituto Cervantes–Crítica, 1998. 11 MURILLO, L.A., The golden dial, Oxford, The Dolphin Book Co., 1975. 12 RODRÍGUEZ, Alfred y ROLAND ROWE, Kart: «Cervantes’ Redundant Midsummer in Part II of the Quijote» en Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America 5.2, 1985, pp. 163-67. Dicho artículo se encuentra íntegro en Internet en la siguiente dirección URL: . 13 Ver al respecto las reflexiones de Félix Martínez-Bonati en El Quijote y la Poética de la novela, Alcalá de Henares, Biblioteca de Estudios Cervantinos, 1995, pp. 85-87.

316

CERVANTES EN EL QUICIO NARRATIVO

Por otra parte, aunque no parece haberse realizado ningún estudio similar a los anteriores aplicado al Persiles, podría pensarse que existe en él el mismo tipo de verano recurrente del que se ha hablado para el Quijote. Ahora bien, aquí, como afirma Isabel Lozano Renieblas, «las diferentes estaciones del año funcionan como complemento y exigencia de la aventura o acción, carentes de toda regularidad y significación cíclica».14

3. Tiempo fantástico o fabuloso Con esta denominación se refiere José Manuel Cuesta Abad a un tiempo que «se manifiesta por lo común en una extraordinaria condensación del tiempo físico (varios años discurren en una noche)»,15 característico, según él, de las novelas de prueba. El ejemplo más claro de este tipo de tiempo, en el caso de las obras que nos ocupan, es el famoso episodio de la Cueva de Montesinos, en el Quijote II, 22-23. En él, en efecto, don Quijote se sumerge en la profundidad de la cueva, permanece en ella durante media hora —una hora según responde Sancho—, y a la salida relata hechos que abarcan una duración de tres días. Al igual que el tiempo de la aventura, también este tiempo fabuloso es objeto de parodia, ya que ni el primer supuesto redactor de la historia ni el resto de personajes, ni sobre todo Sancho, creen posible lo relatado por don Quijote. María del Carmen Bobes Naves16 da un significado más complejo a esta anécdota: más allá de su inverosimilitud, o mejor a causa de ella, es el elemento que introduce verdaderamente la duda, tanto en Quijote como en Sancho, acerca de los respectivos tiempos en los que han venido participando hasta entonces: por primera vez don Quijote duda de la realidad de su tiempo aventurero; por primera vez, también, Sancho duda de su tiempo histórico-costumbrista, para aceptar, frente a los duques (II, 33) la posibilidad de que exista el tiempo fabuloso, y de que el encantamiento de Dulcinea, situado en el campo de lo maravilloso, haya ocurrido realmente.

4. Tiempo histórico Una de las mayores diferencias entre la novela griega original y su versión renacentista y barroca, la novela bizantina, es la incorporación relativa de un tiempo histó-

14 LOZANO RENIEBLAS, Isabel, Cervantes y el mundo del Persiles, Biblioteca de Estudios Cervantinos, Alcalá de Henares, 1998, p. 52. 15 CUESTA, op. cit., p. 342. 16 BOVES, op. cit., pp. 136 y ss.

317

SANTIAGO PÉREZ ISASI

rico: «En cambio, en las novelas de aventuras del XVI y XVII el tiempo pierde parte de su abstracción».17 Ello va unido a la aparición y surgimiento de un cronotopo de las costumbres, que relaciona un tiempo con referencias reales a fechas y acontecimientos históricos, con un espacio igualmente real, en el que se desarrollan las acciones habituales de la vida cotidiana. En el Quijote la presencia de este cronotopo costumbrista, ya desarrollado en la novela picaresca, se manifiesta en los escenarios sobre los que se desarrolla la acción, así como múltiples referencias a los ritmos cotidianos de la vida. Por otra parte, el momento histórico en el que se producen las acciones de la novela queda envuelto por una cierta neblina, con referencias a cronistas, traductores, etc., lo que parece situarlo en un pasado lejano, mientras que el comienzo de la Segunda Parte hace suponer que hay práctica simultaneidad entre los acontecimientos y su redacción, dado que de otra manera resulta imposible que la obra estuviera publicada para cuando don Quijote y Sancho realizan su tercera salida, apenas mes y medio después de su vuelta.18 En todo caso, sí hay apuntes históricos, principalmente en la narración del cautivo, que permiten al lector situar en un marco de unos treinta años —entre 1574, último año citado con exactitud en la Primera Parte, y 1604, fecha de los documentos preliminares— el tiempo real de la acción. En el Persiles, por su parte, se produce una división entre las dos primeras partes —que representan el tiempo mítico en un espacio septentrional— y las dos últimas —que representan un tiempo y un espacio histórico—.19 A la vaguedad temporal de la primera parte corresponde la vaguedad territorial, mientras que la concreción espacial de la segunda parte —Lisboa, España, Francia, Roma…— lleva aparejada una realidad temporal mucho mayor, con referencias históricas concretas: se hace mención por ejemplo a Carlos V (p. 396) y a Felipe III (p. 320), en concreto al retorno de la corte a Madrid en 1606.20

17

LOZANO, op. cit, p. 50. En todo caso en esto, como en las referencias a fechas y años, no es posible buscar una coherencia verdaderamente realista, en el sentido en que se exige a las novelas históricas de los siglos XIX y XX. 19 Véase el estudio de SORIANO, Catherine, «Los Trabajos de Persiles y Sigismunda: tiempo mítico y tiempo histórico», en Actas del I Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Anthropos, Barcelona, 1990, pp. 309-313. 20 Véase la nota de J.B. Avalle-Arce al respecto en su edición. 18

318

CERVANTES EN EL QUICIO NARRATIVO

5. Tiempo biográfico Por tiempo biográfico se entiende aquél que se inscribe en la vida de los personajes, en su proceso de maduración o aprendizaje, con influencia en su aspecto físico, en su psicología, etc. Se ha visto más arriba cómo Bobes Naves consideraba que ya en el Lazarillo donde se producía una verdadera integración del tiempo de la trama y tiempo del personaje, cosa que, en cambio, no ocurría en las novelas anteriores. En el mismo sentido se expresa Bajtin en su análisis diacrónico del cronotopo de la novela griega: Esa ruptura, esa pausa, ese hiato entre los dos momentos biográficos directamente contiguos, en el que se estructura toda la novela, no se incorpora a la serie biográfica temporal: se sitúa fuera del tiempo biográfico; el hiato no cambia nada en la vida de los héroes; no aporta nada a su vida. Se trata de un hiato extratemporal entre los dos momentos del tiempo biográfico.21

Aquí la diferencia entre las dos novelas estudiadas es clara. El Quijote, en primer lugar, presenta una evolución de los personajes a lo largo de la novela que ha sido advertida ya en innumerables ocasiones. Esta evolución se da a lo largo del tiempo narrativo y, en cierto sentido, gracias a él. Sólo la sucesión de experiencias —además de la mano del autor— hace que don Quijote pase de su primera locura inicial, simple y monomaníaca, a una más compleja, con muchos matices intermedios, con momentos de intensa lucidez, hasta llegar a la duda de la que antes hablábamos y, ya el final de la novela, a la curación; del mismo modo, Sancho pasa de ser un aldeano «de muy poca sal en la mollera» (I, 7) al discreto gobernador de la Ínsula Barataria. En el Persiles, en cambio, los personajes permanecen invariables: la pareja protagonista es siempre igual a sí misma, nobles y enamorados a lo largo de toda la obra y a pesar de todos los obstáculos. Los personajes son conscientes del paso del tiempo, como se verá de nuevo más abajo, pero ello no supone ninguna alteración en su proyecto vital básico, que sigue siendo el estar juntos, casarse y vivir cristianamente, proyecto que culmina en Roma.22

21

BAJTIN, op. cit., p. 242. A diferencia de lo que establece Bajtin en las páginas antes señaladas (op. cit., pp. 239262), aquí la acción no comienza con el primer encuentro de los dos protagonistas, ya que Cervantes, siguiendo una tradición épica consagrada, comienza la acción in media res, cuando los protagonistas ya están separados y lejos de su hogar. 22

319

SANTIAGO PÉREZ ISASI

6. Tiempo interior (duree) Además de los tiempos exteriores mencionados hasta aquí, una novela también es susceptible de representar el llamado tiempo interior de los personajes. Conviene resaltar que esta percepción mental o psicológica del tiempo no es muy distinta de los tres estados de los que habla san Agustín en sus Confesiones: la memoria del pasado, la atención al presente y la espera del futuro. Estas distintas sensaciones hacen que a un mismo tiempo exterior puedan corresponder distintas percepciones interiores. En el Quijote, el lector es el primero en percibir una poderosa discrepancia entre el tiempo exterior —el número de días en los que transcurre la acción— y la cantidad de acciones narradas. Ahora bien, esta sensación la confirman los distintos personajes, quienes en varias ocasiones exageran, por exceso de atención quizás, los periodos de tiempo de los que hablan.23 Estas exageraciones pueden interpretarse como una manifestación de la discordancia entre tiempo exterior —apenas transcurren unos días— y tiempo interior —durante esos días tanto la atención como la espera están anormalmente activos—. Un ejemplo especialmente significativo es el de Sancho, a quien, emocionado con la posibilidad de poseer y gobernar una ínsula, el tiempo de espera le parece interminable.24 En el Persiles el tiempo también se matiza mediante estados mentales, si bien estas incoherencias temporales no son tan evidentes. En opinión de Isabel Lozano Renieblas, «a diferencia de la novela de aventuras barroca, los personajes de las novelas de tipo griego no conocen duración temporal alguna, fuera del de repente. En esta novela, en cambio, aparecen el tiempo de la espera, y el tiempo de la duda, ambos relacionados con la llegada a Roma y la consecución del objetivo último: el casamiento de Persiles y Sigismunda».25

7. Tiempo del narrador Aún cabría añadir un modelo temporal más a los comentados anteriormente: el tiempo de la escritura, o tiempo del narrador, es decir, aquel en el que la obra se va construyendo ante los ojos del lector; un tiempo ajeno a la acción, teóricamente posterior a ella y que se intercala a través de la participación directa del narrador, que comenta sus propias peripecias a la hora de redactar el texto que se está leyendo. 23

Así Sancho: «Aún es temprano —respondió Sancho—, porque no ha sino un mes que andamos buscando las aventuras» (I, 9), cuando apenas llevan tres días. 24 «Pues no anduve yo en Sierra Morena ni en todo el discurso de nuestras salidas, sino dos meses apenas, ¿y dices, Sancho, que ha veinte años que te prometí la ínsula?» (II, 28) 25 LOZANO, op. cit., pp. 68-80.

320

CERVANTES EN EL QUICIO NARRATIVO

Son bien conocidos los artificios de este género introducidos en el Quijote, ya desde el irónico prólogo dirigido al «desocupado lector», pero sobre todo en el capítulo 9 de la Primera Parte, en el que cesa completamente la acción —precisamente en el momento en que don Quijote y el vizcaíno tienen las espadas en alto—, y el narrador se centra en el relato de cómo encontró nuevos materiales con los que completar la historia. Este tiempo meta-narrativo, sobre todo introducido de manera tan abrupta en medio de la narración, produce un efecto de distanciamiento irónico con respecto a la acción narrada, así como un efecto de profundidad, de mis en abîme. En el Persiles, el tiempo del narrador carece de la importancia narratológica del Quijote, ya que no existe tal distanciamiento irónico sino que se pretende la plena implicación del lector en la acción; sin embargo, sí es posible encontrar pequeños retazos de participación del narrador, que se presenta a sí mismo en el proceso de construcción de la obra, a partir de documentos anteriores: «Con esta máxima, pues, el que escribió esta historia dice que Soldino…» (p. 395). La primera conclusión que se desprende del anterior estudio es la constatación de la gran complejidad temporal de las obras cervantinas, en las que se entrecruzan diversos modelos antropológicos y narratológicos, algunos pertenecientes a la tradición clásica, y otros que recientemente se habían añadido a los usos narrativos. En este camino del cambio de paradigma, del que se ha hablado al comienzo, el Persiles presenta continuidad con obras anteriores basadas en el tiempo de la aventura que rechazaban, por el contrario, el tiempo biográfico. Incluye, eso sí, elementos más propios de la modernidad, como la inclusión del tiempo histórico —relacionado con el cronotopo de las costumbres—, y hasta cierto punto, del tiempo interior, mientras que el meta-tiempo del narrador queda reducido a anotaciones marginales. En el Quijote, por su parte, se observa una ruptura muy importante de la tradición clásica en cuanto al tratamiento narrativo del tiempo. Por un lado, tanto el tiempo de la aventura como el tiempo fabuloso son ridiculizados por su violento contraste con la realidad; por otro, se introducen modelos temporales que marcan la trayectoria posterior de la novela europea: el tiempo histórico, el tiempo biográfico, el tiempo interior y el tiempo del narrador. Cuando escribió estas dos novelas, ya lo hemos dicho, Cervantes se hallaba en el quicio del cambio narrativo. El Persiles intentaba culminar la larga tradición clásica, «llegar al estremo de bondad posible».26 El Quijote, en cambio, fue su gran aldabonazo a la puerta de la modernidad.

26

CERVANTES, Quijote, Segunda Parte, Dedicatoria.

321

SANTIAGO PÉREZ ISASI

Bibliografía BAJTIN, Mijail, Teoría y estética de la novela, Madrid, Taurus, 1989. BOBES NAVES, María del Carmen: «El tiempo como unidad sintáctica del Quijote», en Cervantes. Estudios en la víspera de su centenario, Kassel, Reichenberger, 1994, vol. I. CUESTA ABAD, José Manuel: «El Quijote, novela moderna. (Algunas cuestiones de poética histórica)», Madrid, Epos, VII, 1991. JUAN BOLUFER, Amparo de: «Orden, velocidad y frecuencia en la narración del Quijote de 1605», en Actas del II Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona, Anthropos, 1991. LOZANO RENIEBLAS, Isabel: Cervantes y el mundo del Persiles, Alcalá de Henares, Biblioteca de Estudios Cervantinos, 1998. MARTÍNEZ-BONATI, Félix: El Quijote y la Poética de la novela, Alcalá de Henares, Biblioteca de Estudios Cervantinos, 1995. MURILLO, L.A.: The golden dial. Temporal configuration in don Quixote, Oxford, The Dolphin Book Co., 1975. RICOEUR, Paul, Tiempo y Narración, 3 vols, Madrid, Siglo XXI, 1995-1996. RILEY, E.C., Teoría de la Novela en Cervantes, Madrid, Persiles, 1966. RODRÍGUEZ, Alfred y ROWE, Kart Roland: «Cervantes’ Redundant Midsummer in Part II of the Quijote» en Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America 5.2, 1985. SORIANO, Catherine: «Tiempo, modo y voz en Los Trabajos de Persiles y Sigismunda», en Actas del II Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona, Anthropos, 1991. ——, «Los Trabajos de Persiles y Sigismunda: tiempo mítico y tiempo histórico», en Actas del I Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Barcelona, Anthropos, 1990. VEGA, María José: La teoría de la ‘novella’ en el siglo XVI. La poética neoaristotélica ante el ‘Decamerón’, Salamanca, Johannes Cromberger, 1993.

322

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.