Capital Social y Pobreza: Casos y Métodos en la Construcción Comunitaria

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Capital social y pobreza: casos y métodos en la "construcción comunitaria" Por José Eduardo Jorge, Florencia Censi y Juliana Bertucci Artículo publicado originalmente en la revista electrónica Cambio Cultural, Buenos Aires, Noviembre de 2002. Accesible en Internet Archive: https://web.archive.org/web/20050406085629/http://www.cambiocultural.com.ar/i nvestigacion/construccion.htm Un examen en profundidad del concepto de capital social, en el contexto de un análisis de la cultura política argentina, se encuentra en Jorge, José Eduardo (2010): Cultura Política y Democracia en Argentina, Edulp, La Plata. A diferencia de los enfoques asistencialistas, la construcción comunitaria busca que los pobres superen sus sentimientos de dependencia y ganen confianza en sí mismos diseñando y ejecutando juntos proyectos basados en los activos del mismo barrio. El informe presenta casos detallados de iniciativas vecinales para aliviar la pobreza urbana y rural, y programas comunitarios para crear empleos apoyando a las pymes. El rol de las ONGs y los gobiernos locales. Principios y métodos * * * Entre las aplicaciones del concepto de capital social para mejorar la calidad de vida y aliviar la pobreza, uno de los enfoques más novedosos es la llamada "construcción comunitaria". En este tipo de iniciativas el objetivo principal no es simplemente proporcionar recursos financieros o materiales a los barrios empobrecidos, sino que sus habitantes superen los sentimientos de dependencia y ganen confianza en sí mismos. El punto de partida es la creación de un sentido de comunidad entre los vecinos, que desarrollan confianza mutua trabajando juntos en proyectos que hacen uso de los activos individuales y colectivos del mismo barrio. El nuevo capital humano y social se convierte en una base para mejoras futuras. El estudio de las experiencias y los principios de la construcción comunitaria, crecientemente utilizada por grupos vecinales y ONGs en barrios pobres urbanos y rurales de EEUU, puede brindar nuevas herramientas prácticas a los voluntarios, profesionales y responsables de políticas de nuestras asociaciones civiles y organismos públicos que buscan reemplazar los enfoques asistencialistas por otros basados en el capital social de la comunidad. Aunque hoy se sabe que el capital social es determinante para el desarrollo y el bienestar de la sociedad, aún no se ha avanzado lo suficiente en el diseño de instrumentos y metodologías de trabajo. "Comprender la importancia del capital social nos dice muy poco sobre cómo incrementarlo -señala un estudioso-. Se necesita más investigación acerca de qué intervenciones, si existen, pueden construir confianza generalizada y fuertes normas cívicas" (1).

En este informe especial se presentan casos detallados de vecinos que se organizaron y formaron alianzas con otras instituciones civiles para solucionar problemas acuciantes de pobreza y marginalidad en comunidades urbanas y rurales. En otras experiencias las organizaciones locales se asociaron con propietarios de pymes para retener y ampliar los puestos de trabajo en regiones que sufren una fuerte caída de la actividad económica. Los casos muestran el papel desempeñado en las iniciativas vecinales por las ONGs, las fundaciones privadas, los gobiernos locales y otras redes y asociaciones intermedias. También se analizan las estrategias, métodos y técnicas utilizados. La construcción comunitaria no tiene aún una metodología uniforme y algunos de sus componentes no son del todo nuevos, pero es muy diferente de otras perspectivas afines -por ejemplo la "participación comunitaria"-, al promover niveles superiores de intervención y cooperación entre los vecinos. Los objetivos de los proyectos, así como su diseño e implementación, no son impuestos desde fuera por las ONGs que apoyan o financian la iniciativa. En estas definiciones la comunidad misma juega el rol principal. Los agentes externos pueden cumplir una función facilitadora o brindar ayuda, pero los vecinos deben sentir que son los "dueños" de la iniciativa (2). Se trata de un enfoque "orientado a los activos y basado en la gente que apoya a los habitantes de los barrios pobres mientras reconstruyen estructuras y relaciones sociales que pueden haber sido debilitadas por décadas de migración, desinversión y aislamiento. La construcción comunitaria incentiva a los residentes a asumir el liderazgo y la responsabilidad en lugar de ser receptores pasivos de servicios" (3). La construcción comunitaria, afirma otra investigadora, "analiza la pobreza urbana no simplemente como la falta de trabajo o ingresos, sino como una red de problemas entrelazados -pobre escolaridad, mala salud, problemas familiares, racismo, delito y desempleo- que pueden privar a las familias de oportunidades de un modo permanente. Así, una consigna de este campo es el enfoque abarcador: los constructores comunitarios creen que para reducir la pobreza urbana las iniciativas deben desatar el nudo de problemas que hoy tienen atrapados a los pobres" (4).

La construcción comunitaria en acción Boston, en el estado de Massachusetts, es la ciudad más europea de EEUU. Pulcra, con barrios históricos perfectamente conservados, se distingue por sus numerosas galerías de arte, museos y centros de estudios superiores, entre otros su célebre universidad y la de Harvard. Sin embargo, hacia el sudoeste, a poco más de tres kilómetros del centro de la ciudad, en una zona conocida como el Barrio de la Calle Dudley, el 32% de sus 12 mil habitantes vive por debajo de la línea de pobreza. En esta comunidad integrada por negros, latinos, caboverdeanos y una menor proporción de blancos, la tasa de desocupación es de 16% y el ingreso per cápita de 7.600 dólares al año. En comparación, en toda la ciudad de Boston el desempleo es de 8% y el ingreso promedio de 16.000 dólares. La situación del barrio ha mejorado sustancialmente desde mediados de los años ochenta, cuando un grupo de vecinos se organizó ante el estado de abandono y decadencia de la zona y dio inicio a uno de los casos exitosos de construcción comunitaria. Durante mucho tiempo, la desinversión, la discriminación de las compañías aseguradoras, los incendios intencionales y la especulación inmobiliaria habían

devastado el vecindario. Alrededor de un tercio de los terrenos estaban abandonados y toda el área se había convertido en un gran basurero. Los desperdicios eran traídos ilegalmente desde distintos lugares de la ciudad y del estado de Massachusetts: escombros, químicos tóxicos, carcasas de automóviles, heladeras viejas, carne en mal estado… En 1985 los vecinos organizaron una serie de reuniones y, con el apoyo financiero de una organización sin fines de lucro de Boston, la Fundación Mabel Louise Riley, crearon la Iniciativa del Barrio de la Calle Dudley (DSNI), en la que participaban además otras asociaciones comunitarias, pequeños negocios e instituciones religiosas de la zona. El primer paso fue una campaña para terminar con la práctica generalizada de arrojar desperdicios. Los vecinos lograron que las autoridades locales limpiaran los terrenos baldíos y que cerraran basureros clandestinos. En 1987, doscientos vecinos y numerosas organizaciones trabajaron durante nueve meses con el asesoramiento de una consultora y diseñaron su propio programa de revitalización del barrio, que fue adoptado como plan oficial por la ciudad de Boston. El proyecto incluía cuatro componentes: planeamiento, vivienda, desarrollo económico y servicios sociales. La organización vecinal, señalan los autores de un libro que reseña la experiencia, "invirtió la dirección 'de arriba hacia abajo' que caracteriza el proceso tradicional de planeamiento urbano. En lugar de intentar influir un proceso conducido por el gobierno de la ciudad, los residentes y asociaciones se convirtieron en visionarios, crearon su propio plan de desarrollo 'de abajo hacia arriba' y construyeron una alianza sin precedentes con la ciudad para implementarlo" (5). La iniciativa ha crecido hasta involucrar actualmente a 2.700 vecinos. El consejo directivo de la DSNI está integrado por miembros de cada uno de los cuatro grupos étnicos del barrio y representantes de la juventud, ONGs, iglesias y negocios de la zona. Además de haber edificado y recuperado viviendas y espacios públicos, la DSNI implementó programas educativos y recreativos para la juventud, así como eventos multiculturales. También abordó el problema de la droga. La institución considera que su logro mayor ha sido "organizar y dar el poder a los residentes para crear una visión compartida y hacerla realidad, estableciendo alianzas estratégicas con individuos y organizaciones de los sectores sin fines de lucro, privado y gubernamental". En 1996 el plan de revitalización fue actualizado con la intervención de vecinos y representantes de organizaciones comunitarias. Durante meses los residentes se reunieron en diversos grupos para renovar su "visión compartida" del barrio. "Fue un proceso creativo y divertido -señala un informe-. Nos planteamos el desafío de pensar con audacia, de traspasar las barreras y expectativas tradicionales. Nos dimos impulso para soñar y tratar esos sueños como cosas que podemos y queremos lograr en conjunto". Para "soñar" sobre el barrio "deseado", los grupos de vecinos se plantearon escenarios del tipo: "Imagina que es una mañana agradable, un sábado del mes de mayo, y que te encuentras con un amigo en la entrada del barrio para dar un paseo. Describe qué haces y adónde vas". Los vecinos imaginaban lo que veían, charlaban con los demás, dibujaban, contaban historias y escribían. Las mejores ideas se registraron en papeles

que se pegaron en la pared. Luego las ideas se clasificaron en temas: "estimular el aprendizaje continuo", "seguridad", "transporte", "poder político", "armonía con la naturaleza", "poder económico de la comunidad", etc. Para cada uno de los temas se listaron los principios que asegurarían beneficios para el barrio y las acciones que permitirían cumplir con los objetivos. En el caso de "poder económico de la comunidad", por ejemplo, se mencionaron como principios "apoyo a los negocios locales", "que regresen los negocios a la comunidad", etc.; entre las acciones, "mercado al aire libre", "servicios bancarios accesibles", etc. "Registrábamos todo en público -aclara el informe-, de modo que el grupo podía ver, discutir y hacer cambios en conjunto. Estábamos bordando el tejido de nuestra comunidad para crear algo verdaderamente compartido. Nos preguntábamos: si esto es lo que queremos, entonces ¿qué necesitamos? Tratábamos de comprender las relaciones entre los grupos de ideas y hacer surgir otras nuevas".

Los principios para el diseño y la implementación de los proyectos Algunos de los principales investigadores y promotores de las iniciativas de construcción comunitaria han señalado una serie de principios básicos que caracterizan a las experiencias como la recién descripta y que sirven también como guía práctica para su diseño e implementación. Al cabo de una serie de seminarios organizados por el Instituto de Capacitación para el Desarrollo y el Instituto Urbano para analizar las distintas experiencias en todo el país y ofrecer recomendaciones, Kingsley, McNeely y Gibson destacan siete criterios fundamentales (6). Según estos autores, la construcción comunitaria se distingue por: 

Estar focalizada en iniciativas específicas de mejoramiento del barrio, de una manera que permite reforzar valores y construir capital social y humano. Trabajando en conjunto en actividades referidas a los problemas y oportunidades que ellos mismos han considerado prioritarias, los vecinos construyen capital social y humano, es decir, desarrollan amistades y confianza mutua, comparten y afianzan valores comunes, aprenden a trabajar en conjunto y fortalecen sus instituciones. Ese capital se convierte en un activo para encarar iniciativas aún más importantes en el futuro.



Ser conducida por la comunidad, con amplia participación de los vecinos, que juegan el rol central en el planeamiento y la implementación. Los residentes son los "dueños" del proyecto y los responsables por los resultados. Los profesionales, agentes e instituciones externas pueden cumplir un rol facilitador y de asesoramiento, pero la comunidad debe ser la emprendedora. También es clave que los dirigentes comunitarios sean representativos-y continúen siéndolo durante el transcurso de la iniciativa-, y que los vecinos mantengan un alto grado de participación directa en las actividades.



Abarcar el conjunto de los problemas del barrio con un enfoque estratégico y emprendedor. Los vecindarios empobrecidos enfrentan problemas múltiples e interconectados -infraestructura, trabajo, seguridad, funcionamiento institucional, desarrollo económico, servicios educativos,

etc.-, y la construcción comunitaria debe abordarlos en su globalidad. Esto no significa que deba hacerse en forma simultánea ni que el planeamiento inicial insuma demasiado tiempo. Es necesario pasar a la acción rápidamente con algunos proyectos específicos -generalmente aquellos que los vecinos definen como los más prioritarios-, pero estando alerta a las oportunidades que se presenten para avanzar en las demás áreas. Los dirigentes comunitarios han de ser, entonces, a la vez estrategas y emprendedores, y los vecinos deben desarrollar la visión del barrio que desean y de cómo materializarla, en base a un inventario de los activos comunitarios. 

Apoyarse en los activos de la comunidad. Los proyectos encarados sólo para solucionar problemas tienen una connotación negativa -ponen el acento en las debilidades del barrio- y perpetúan los sentimientos de dependencia. La construcción comunitaria se basa en implementar un proyecto positivo para desarrollar capacidades propias. Es necesario un cambio de orientación mental para identificar los activos localizados en la comunidad y controlados por ella, y encontrar el modo de aprovecharlos para el diseño de los planes de acción: habilidades y conocimientos de los vecinos, negocios del barrio, ingreso personal de los residentes, asociaciones de la comunidad, etc. En segundo lugar hay que determinar los activos ubicados en la comunidad pero controlados por personas e instituciones externas (por ejemplo, una escuela pública) e imaginar estrategias para utilizarlos.



Adaptarse a la escala y condiciones del barrio. Áreas de cinco mil a seis mil habitantes parecen ser las óptimas para la construcción comunitaria pues, a mayor escala, los encuentros personales no tienen la suficiente frecuencia para que las personas se conozcan y desarrollen sentimientos de confianza.



Establecer vínculos de colaboración con la sociedad más amplia, a fin de fortalecer las instituciones comunitarias y mejorar las oportunidades de los vecinos fuera del barrio. Uno de los mayores problemas de los vecindarios pobres es su aislamiento. La construcción comunitaria debe concentrarse primero en los activos internos, pero luego dirigirse al mundo exterior en busca de otros activos, estableciendo relaciones y creando alianzas con instituciones económicas, políticas y sociales del tronco central de la sociedad.



Cambiar conscientemente las barreras institucionales que se erigen como obstáculos para vincular al barrio con la sociedad general, lo cual puede no ser sencillo debido a los enfoques tradicionales y la inercia de las grandes burocracias públicas y privadas. Para lograr este propósito los enfoques colaborativos demandan más tiempo pero son más sustentables y completos que los confrontativos.

Para una exposición ampliada de este tema, ver Principios básicos de la Construcción Comunitaria.

El nacimiento de la construcción comunitaria Antes de seguir adelante con otras experiencias, conviene repasar brevemente el contexto en el que surgieron y comenzaron a proliferar las iniciativas de construcción comunitaria. Actualmente alrededor de 30 millones de personas viven en EEUU por debajo de la línea de pobreza. A partir de los años setenta, el desarrollo

postindustrial condujo a una caída en la participación de los puestos de trabajo manufactureros, que afectó especialmente a los residentes urbanos de menor calificación. Al mismo tiempo, numerosas familias negras de clase media se desplazaron desde las zonas centrales de las ciudades hacia los suburbios más acomodados. Los que no se trasladaron quedaron en barrios deprimidos en ingresos y en capital social y humano, una situación que fue especialmente traumática para los jóvenes. La política social -como también ocurre en la Argentina- respondió de un modo fragmentario, ya que cada organismo actúa en forma independiente, sin abordar la situación de cada familia en forma global. Además, los sistemas de servicio social tienden a enfatizar los aspectos negativos de la comunidad -es decir, sus problemas- y no sus activos, lo cual perpetúa en los vecinos los sentimientos de dependencia. En los años sesenta el gobierno federal había lanzado un programa de acción comunitaria que luego interrumpió por razones de presupuesto. Los gobiernos locales no impulsaban iniciativas de desarrollo basadas en la comunidad y la participación vecinal "se canalizaba a través de los caciques políticos de distrito" (7). Esta situación creó las condiciones para la acción de las organizaciones no gubernamentales en proyectos comunitarios, que se aceleró durante los años ochenta cuando la administración Reagan redujo el gasto en programas sociales. En particular, surgieron y se extendieron las Corporaciones de Desarrollo Comunitario (CDCs), entidades sin fines de lucro que recibían apoyo financiero y técnico de fundaciones y otras organizaciones civiles, y que pasaron de unos centenares en los años setenta a varios miles en la actualidad. Las CDCs se ocuparon inicialmente de proyectos de infraestructura, especialmente vivienda, para comenzar luego a ampliar la acción hacia temas propios de la construcción comunitaria: organización de la comunidad, capacitación laboral, apoyo familiar, prevención del delito, etc. El trabajo específico de organización comunitaria "se ha enfocado tradicionalmente en movilizar a los residentes para pelear por sus derechos. Este tema no se ha evaporado, pues algo de conflicto con los sistemas externos es apropiado e inevitable, incluso en la construcción comunitaria actual. Pero muchos organizadores están ampliando sus métodos para dar más énfasis a la obtención de logros positivos de desarrollo dentro de la comunidad y para incluir técnicas de colaboración y cooptación de socios externos" (8). Simultáneamente, se crearon redes y organizaciones de alcance nacional que congregan y apoyan las iniciativas de construcción comunitaria. Son ejemplos el Centro para el Cambio Comunitario, el Instituto de Capacitación para el Desarrollo y la Red Nacional de Construcción Comunitaria, entre otras. Muchas ciudades han ampliado sus áreas de desarrollo comunitario e incorporado dirigentes innovadores de organizaciones civiles a sus organismos de vivienda y planeamiento. Una de las principales redes en materia de organización comunitaria es la Asociación de Organizaciones Comunitarias para la Reforma Ahora (ACORN), que es la mayor entidad nacional de familias de bajos ingresos. Con 120 mil hogares miembros organizados en 600 barrios de 45 ciudades, las prioridades de ACORN son facilitar la compra y el alquiler de viviendas y lograr mejores escuelas públicas y mayores inversiones en la comunidad por parte de los bancos y el gobierno.

Un caso de acción vecinal en Baltimore La Red Nacional de Construcción Comunitaria (NCBN) está integrada por 200 organizaciones de 100 ciudades. Creada en 1993, promueve encuentros y el intercambio de información, experiencias y técnicas entre los trabajadores comunitarios, especialistas, organizadores de instituciones religiosas, investigadores y estudiantes. La NCBN presenta, por ejemplo, el caso del Comité de Acción Salvemos al Medio-Este, una organización vecinal de Baltimore que "ha utilizado técnicas básicas de organización y trabajo duro a la vieja usanza para forzar con éxito a la ciudad a prestar atención a sus necesidades". Baltimore, en el estado de Maryland, es uno de los principales puertos de EEUU. En esta ciudad industrial de 650 mil habitantes -donde está la tumba de Edgar Allan Poe- un grupo de vecinos del barrio Middle East se movilizó al enterarse por el diario Baltimore Sun que un plan del gobierno local preveía la demolición de sus hogares (9). El vecindario, con predominio de afroamericanos, se caracteriza por sus casas abandonadas, basureros clandestinos, inseguridad, desinversión y pérdida de valor de las propiedades. Las autoridades locales diseñaron un ambicioso proyecto de revitalización de 65 millones de dólares que contempla, en un plazo de 7 a 10 años, la construcción de un parque biotecnológico y un millar de viviendas. Según las proyecciones oficiales, el parque creará cuatro mil puestos de trabajo, un tercio de los cuales no demandará educación superior. Sin embargo, el proyecto requiere que muchas familias que han vivido en el lugar por más de setenta años sean desplazadas y que sus hogares -así como otras casas y edificios construidos a principios de siglo y elegibles como lugares históricos- sean demolidos. La ciudad prevé compensar a los propietarios damnificados con un paquete de hasta 70 mil dólares y ayudarlos a encontrar vivienda en barrios cercanos, pero los vecinos no confían en el plan. Muchos desean seguir viviendo en su barrio y conseguir algunos de los nuevos empleos. Aducen además que sus hogares se han devaluado por años de desinversión y se quejan por la falta de servicios básicos, como recolección de basura y seguridad. Previendo que el valor de la propiedad aumentará cuando comiencen los proyectos de construcción, los residentes temen que la compensación sea insuficiente para volver al barrio. "Muchos de los vecinos son de edad avanzada -dice una habitante del barrio-. Si pierden su casa, no podrán dejarle nada a sus hijos". El primer paso del comité de acción vecinal fue convocar a una serie de reuniones que atraían normalmente a medio centenar de personas, jóvenes y adultos, propietarios e inquilinos. El grupo recibió el apoyo de la Fundación Annie E. Casey. Los dirigentes comunitarios comenzaron a reunir información sobre el plan gubernamental y la presentaron a los vecinos traduciéndola a un lenguaje que todos pudieran entender. También fueron invitados a exponer los funcionarios locales, a quienes los vecinos aclararon que no estaban abiertamente opuestos al proyecto. El objetivo de los residentes era que el gobierno local comprendiera que debía consultarlos y que los considerara socios en el proceso de planeamiento. Los funcionarios ven ahora al comité como la voz oficial del vecindario y el tratamiento del plan por parte del consejo de la ciudad ha perdido velocidad. Las autoridades acordaron revisar sus ideas sobre la relocalización de las familias, comprendiendo que el monto de las compensaciones previstas es insuficiente. Están pensando en incorporar al proyecto viviendas destinadas a

hogares con distintos niveles de ingreso, así como servicios de cuidado infantil y capacitación laboral. El comité vecinal está forjando nuevas alianzas con instituciones fuera de la comunidad, como la Asociación de Vivienda, el Sindicato de Trabajadores y los 1000 Amigos de Maryland, que están dispuestos a compartir su experiencia y recursos. Las autoridades locales crearon un ente sin fines de lucro para dirigir el desarrollo del parque biotecnológico y el comité vecinal impulsa una adecuada representación de los residentes en su consejo directivo. Los vecinos dicen que seguirán dirigiendo sus esfuerzos hacia el proyecto de la ciudad, pero que su próximo paso será enfocarse en la juventud de la comunidad.

Los criterios, según la Red Nacional de Construcción Comunitaria Aunque los miembros de la Red Nacional de Construcción Comunitaria provienen de distintos campos y experiencias y difieren en sus enfoques sobre la pobreza, comparten una serie de principios que la red ha establecido como guía para la acción: 

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Integrar el desarrollo comunitario y las estrategias de servicios sociales: los esfuerzos tradicionales contra la pobreza han separado los proyectos de infraestructura de los destinados a ayudar a las familias y desarrollar capital humano, cuando en realidad cada uno necesita del otro para ser exitoso. Promover los valores y la historia de las diversas tradiciones culturales y grupos étnicos, así como la igualdad racial. Forjar alianzas a través de la colaboración: la construcción comunitaria requiere el trabajo de todos los sectores -vecinos, organizaciones comunitarias, negocios, escuelas, instituciones religiosas, organismos de servicios sociales y de salud-, en una atmósfera de confianza, cooperación y respeto. Comenzar a partir de las condiciones locales: no hay una aproximación única a la construcción comunitaria, sino que los mejores esfuerzos se adaptan las realidades locales. Apoyar a las familias y a los chicos: familias fuertes son el basamento de comunidades fuertes. Construir a partir de las fortalezas y los activos de la comunidad Fomentar una amplia participación comunitaria: muchos programas comunitarios se han profesionalizado y aislado de las personas a las que sirven. Son los residentes de la comunidad quienes deben dar forma a los nuevos programas y políticas.

¿Cómo retener y expandir las pymes industriales? Una de las organizaciones no gubernamentales de alcance nacional que brinda asistencia técnica y capacitación a quienes emprenden este tipo de iniciativas es el Centro para el Cambio Comunitario (CCC). Con sedes en Washington y San Francisco, el CCC está integrado por un staff permanente de 84 expertos en desarrollo y organización comunitaria, capacitación de dirigentes, desarrollo económico, vivienda, trabajo, banca y servicios sociales. El objetivo del CCC es "reducir la pobreza y reconstruir las comunidades de bajos ingresos". "Creemos -afirman- que los mismos pobres, a través de las organizaciones que están bajo su control, necesitan conducir los esfuerzos para

eliminar la pobreza". El CCC proporciona asistencia integral en el terreno a grupos comunitarios, desde asesoramiento para la organización hasta búsqueda de financiamiento para proyectos de empleo, emprendimientos productivos, capacitación laboral y vivienda. Procura que las organizaciones con objetivos similares formen alianzas a nivel local o regional, convoca a los dirigentes y trabajadores comunitarios a foros y debates y difunde investigaciones e informes. Una de los estudios recientes del CCC analiza experiencias exitosas de organizaciones comunitarias para retener y expandir puestos de trabajo industriales ocupados por habitantes de barrios pobres (10). En EEUU el empleo industrial ha venido cayendo durante años y los nuevos puestos han sido generados fuera de las áreas urbanas donde vive la mayoría de los pobres. La pérdida de empleos industriales muestra una fuerte correlación con tasas elevadas de pobreza y desocupación, especialmente entre los varones afroamericanos. Los programas de expansión y retención industrial estudiados por el CCC suponen que los puestos industriales pueden proporcionar buenos empleos para las personas con educación limitada y que, si bien en una economía dinámica algunas empresas cerrarán o se desplazarán, el número total de puestos puede aumentar si se retienen y expanden las compañías viables. Otro supuesto es que las empresas, especialmente las más pequeñas y de propiedad local, buscan evitar los costos financieros y operativos de cambiar de localización, y que para sobrevivir y expandirse en su lugar de origen necesitan que sus productos sigan siendo competitivos. Un programa efectivo debe entonces mejorar su capacidad para competir, ayudándolas a conseguir trabajadores calificados y dando asistencia en áreas como marketing y tecnología. Las organizaciones que implementan los programas estudiados son modestas en tamaño y presupuesto, apelan a la formación de alianzas para brindar muchos de sus servicios y requirieron de cinco a diez años para desarrollar suficiente experiencia y relaciones. Uno de los casos es el de la Red de Retención y Expansión Industrial del Oeste (Wire-Net) de Cleveland, en el estado de Ohio. La red fue creada en 1986 por tres corporaciones de desarrollo comunitario, con un presupuesto inicial de 95 mil dólares, en medio de un periodo de fuerte declinación industrial en la región. Su objetivo es "proporcionar oportunidades de empleo para los residentes del área y promover la colaboración entre residentes y empresas". Los servicios están dirigidos a las industrias metálica, textil y de la madera. En el consejo directivo de Wire-Net hay un representante de cada una de las corporaciones comunitarias; cada corporación designa a su vez tres miembros del sector empresario. El resultado es una asociación dirigida por empresarios que, al mismo tiempo, orienta sus acciones para beneficio de la comunidad. De acuerdo con el estudio del CCC, enfocarse en las pequeñas empresas locales y hacerlas participar en las iniciativas -tanto en su diseño como en la conducción de las organizaciones que las implementan- son dos de las características centrales de las experiencias exitosas. Las pequeñas empresas son las que más necesitan los servicios del programa y, al ser también "dueñas" de él, están dispuestas a permitir intervenciones dentro de la planta. Wire-Net utiliza su presupuesto actual de 443 mil dólares para proveer capacitación y empleo a trabajadores con o sin experiencia previa y brindar a las pymes asistencia en modernización tecnológica y gerenciamiento, pool de compras, capacitación para gerentes y supervisores, asesoramiento para la

localización de la planta y apoyo en la gestión ante la ciudad de Cleveland para mejoras en infraestructura y otros servicios. Se estima que, hasta 1995, WireNet retuvo o atrajo 1.082 empleos y 18 empresas (en el área hay un total de 350 compañías que emplean a 13 mil trabajadores), con costos por puesto creado o conservado que se encuentran muy por debajo de los correspondientes a los programas oficiales. En los empleos generados para los residentes, la participación de las personas de bajos ingresos y de color es el doble que la proporción de estas últimas en el conjunto de la población.

Los criterios para los programas comunitarios de empleo industrial El estudio concluye que las experiencias comunitarias exitosas de retención y expansión industrial reúnen una serie de características en cinco áreas: 

Estructura y visión organizacional: Además de hacer partícipes a las pequeñas empresas en el diseño del programa y en el gobierno de la asociación que lo implementa, estas iniciativas se esfuerzan por desarrollar fuertes relaciones personales con los dirigentes industriales a través de frecuentes encuentros cara a cara. Los servicios ofrecidos se ajustan así a las necesidades de las empresas y permiten que la iniciativa gane credibilidad. Una vez que el programa se ha convertido en un aliado concreto de los industriales, por ejemplo al ayudarlos a obtener trabajadores calificados, la puerta está abierta para ampliar su compromiso a otros temas de interés común para ellos y la comunidad, como el apoyo a las escuelas locales para capacitar a los jóvenes en la industria. "El intervalo entre brindar servicios a las empresas e involucrar a éstas en el servicio a la comunidad no necesita ser largo, pero la secuencia es importante", señala el estudio del CCC. Otro punto esencial es que la institución responsable de la iniciativa tenga una misión clara y consistente, con una triple agenda: retener y expandir las empresas industriales; capacitar o emplear y retener o actualizar a los trabajadores locales; y mejorar la comunidad tanto para la industria como para los residentes.



Concepto y diseño del programa: La iniciativa debe concentrarse en retener y hacer crecer la industria, lo cual difiere del enfoque de intentar sólo atraer nuevas empresas en lugar de mantener y expandir las existentes; las empresas prefieren generalmente no radicarse en otra parte si pueden elegir. El programa ha de enfocarse también en capacitar a las personas con limitada educación y oportunidades y en vincularlas con nuevos empleos. Los industriales tienen dificultades para encontrar nuevos trabajadores capacitados y en este punto la iniciativa les permite ahorrar tiempo y dinero, además de contribuir a su productividad. Es necesario que las empresas se involucren directamente en el diseño de las currículas e, idealmente, en las acciones de capacitación. También que el tipo de cursos sea consistente con los puestos que demandan las firmas. La capacitación laboral es un buen contexto para mejorar la educación básica y, en particular, el alfabetismo informático. Otros objetivos de importancia son los de ayudar a las empresas a encontrar una buena localización en el área y proveer otros servicios de valor para ellas a medida que cambian las condiciones y necesidades. La obtención de subsidios y desgravaciones impositivas no cumplió un rol central en las experiencias estudiadas, aunque sí, en algunos casos, la información sobre fuentes de financiamiento a tasas razonables.



Desarrollo de capacidades propias: Las instituciones comunitarias que implementan este tipo de programas combinan en distinta medida capacidades propias y servicios tercerizados a través de alianzas. Sin embargo, en todos los casos las organizaciones poseen un grupo de dirigentes y profesionales talentosos, dedican tiempo al planeamiento y el análisis y comprometen al menos a cierto número de empresarios para participar en el consejo directivo, ayudar al desarrollo del proyecto, ser los primeros en hacer uso de la asistencia y sostener la misión de beneficiar a la vez a los negocios y a la comunidad. Esta participación de los empresarios, dice el estudio del CCC, "es necesaria para superar el problema del huevo o la gallina de querer lograr credibilidad brindando servicios de calidad pero carecer de credibilidad para atraer a los primeros clientes".



Asistencia y alianzas externas: Debido a que sólo algunos de los servicios pueden generar ingresos, es de la mayor importancia que las instituciones obtengan fondos para su funcionamiento operativo, por ejemplo de fundaciones privadas, gobiernos locales, etc. En EEUU el gobierno local parece cumplir un rol significativo en el éxito de estas iniciativas. Una adecuada respuesta de su parte ayuda a que los empresarios sientan que pueden continuar operando ventajosamente en su actual localización. Tanto las ciudades como los estados están en condiciones de contribuir al éxito de los esfuerzos civiles y privados a través del apoyo operativo, mejoras de infraestructura, préstamos y capacitación laboral específica. Por último, más allá de las necesidades de financiamiento, las organizaciones estudiadas por el CCC han establecido una compleja red de alianzas que les permiten reducir la necesidad de desarrollar costosas capacidades internas.



Contexto económico y social: Los estudios muestran que los proyectos tienen impactos positivos bajo una variedad de condiciones de mercado. Wire-net, por ejemplo, logró emplear anualmente a 150 trabajadores en medio de cíclicas caídas y ascensos de la actividad. Una limitación puede ser la falta de capital social. Esto se observa cuando hay pocos inversores dispuestos a esperar para obtener sus retornos o a aceptar menores ganancias para beneficiar a la comunidad. También representan un problema los inadecuados servicios educativos. El estudio del CCC mostró que las escuelas públicas fallaban en proporcionar capacitación informática y que los cursos vinculados con temas propios de la industria se habían perdido o estaban basados en máquinas y técnicas obsoletas.

Una experiencia en el ámbito rural Varios estados del Noroeste y de las llanuras altas de EEUU han sido afectados por profundos cambios en la agricultura. El proceso de concentración de la producción condujo en algunos casos a una fuerte caída de la población rural y a un agravamiento de la pobreza. Dakota del Norte, por ejemplo, perdió 2.200 explotaciones durante los años 90, mientras que en la mitad de sus condados la población se redujo al menos un 10%. Situaciones similares se presentan en otros estados de la región, en el ámbito rural y en pequeños pueblos y ciudades afectados no sólo por el declive de la agricultura sino también por el de la minería y la explotación maderera. Varios grupos comunitarios locales han estado trabajando durante años para mejorar las condiciones de vida de la población rural pobre. Uno de sus principales problemas era la construcción de nuevas viviendas. Debido a la

declinación de las comunidades rurales, el valor de una vivienda unifamiliar terminada es generalmente inferior al costo de construcción. El financiamiento público es limitado debido a la reducida población, pero los costos casi tan elevados como en las áreas metropolitanas a raíz de la extensa geografía. A partir de 1995 el Centro para el Cambio Comunitario (CCC) comenzó a brindar asistencia a grupos comunitarios de Dakota del Norte y del Sur, Oregon, Montana e Idaho (11). Para desarrollar un plan de viviendas accesibles había que resolver los problemas de escala. La conclusión era que ninguna comunidad o grupo podía por sí solo lograr la escala necesaria para edificar a un costo razonable. La solución estaba en cruzar las fronteras de los estados y que los diversos grupos colaboraran entre sí. El resultado fue la creación de la red Colaborativa Rural. Durante el primer año, un especialista del CCC trabajó para crear una red informal de dirigentes de instituciones comunitarias sin fines de lucro pertenecientes a los distintos estados. En 1996 la red se unió a otros grupos de organización comunitaria a fin de obtener financiamiento para vivienda en un banco regional. Al año siguiente las seis organizaciones fundadoras de Colaborativa Rural decidieron actuar en conjunto para conseguir fondos destinados a su funcionamiento operativo. Ninguna tiene un presupuesto anual superior a los 100 mil dólares. La red está integrada ahora por 10 grupos. Ha terminado 130 viviendas uni y multifamiliares y tiene otras 40 en construcción. También ha creado nuevos empleos para personas de bajos ingresos y logrado más financiamiento bancario. De acuerdo con el CCC, el desarrollo de relaciones de apoyo mutuo, combinado con la asistencia técnica, es el aspecto más importante que explica los buenos resultados de la experiencia. La red Colaborativa Rural se ha convertido en una organización intermediaria sin fines de lucro, con su propio personal y consejo directivo. Sus servicios se han ampliado hasta incluir la asistencia técnica a diversos grupos comunitarios que encaran planes de vivienda y el otorgamiento de préstamos a sus afiliados. "La colaboración es una herramienta de liderazgo y aprendizaje", sostiene el CCC. En el caso descripto, la cooperación de unas pocas personas y organizaciones "los ayudó a aumentar su producción, habilidades y visión, y a crear un recurso regional para construir viviendas accesibles".

Principios básicos de la Construcción Comunitaria Los proyectos de construcción comunitaria aplicados con éxito para el alivio de la pobreza urbana y rural están basados en un conjunto de principios y criterios novedosos. De acuerdo con Kingsley, McNeely y Gibson (1), aunque algunos de sus componentes ya estaban presentes en programas desarrollados en el pasado, su combinación y el modo de aplicarlos permite ubicar a este tipo de iniciativas en una categoría diferente. El Instituto de Capacitación para el Desarrollo y el Instituto Urbano de EEUU implementaron un proyecto para analizar las experiencias de construcción comunitaria en ese país y brindar recomendaciones. Al cabo de una serie de seminarios se elaboró, como parte de las conclusiones, una guía práctica para las personas e instituciones involucradas en los proyectos.

De acuerdo con los tres autores citados, la construcción comunitaria debería: 1. Estar focalizada en iniciativas específicas de mejoramiento del barrio, de una manera que permita reforzar valores y construir capital social y humano. 2. Ser conducida por la comunidad, con amplia participación de los vecinos. 3. Abarcar el conjunto de los problemas del barrio con un enfoque estratégico y emprendedor. 4. Apoyarse en los activos de la comunidad. 5. Adaptarse a la escala y condiciones del barrio. 6. Establecer vínculos de colaboración con la sociedad más amplia, a fin de fortalecer las instituciones comunitarias y mejorar las oportunidades de los vecinos fuera del barrio. 7. Cambiar conscientemente las barreras institucionales que puedan crear obstáculos para vincular al barrio con la sociedad general.

1. Focalización en proyectos de mejoramiento del barrio, reforzando valores y construyendo capital social y humano En el marco del proyecto los vecinos trabajan en conjunto en actividades referidas a los problemas y oportunidades que ellos mismos han considerado prioritarias (por ejemplo, limpiar un terreno baldío, mejorar la calidad de los servicios educativos, etc.) y, en su transcurso, construyen capital social: desarrollan amistades y confianza mutua, comparten y afianzan valores comunes, aprenden a trabajar en equipo, fortalecen sus instituciones y ganan confianza en que pueden lograr sus propósitos. El capital social así construido es un activo para el futuro, pues los vecinos se encontrarán mejor motivados y equipados para afrontar luego tareas de mayor importancia. También se habrá desarrollado capital humano, fortaleciendo la capacidad de individuos y familias para superar la adversidad y crear y aprovechar oportunidades. El objetivo último no es, entonces, equipar mejor a la sociedad para enfrentar problemas, por ejemplo la droga o el maltrato familiar, sino prevenir este tipo de situaciones a través de un mayor capital social y humano. La prevención produce además grandes ahorros en términos de los costos en servicios públicos: evitar la aparición de una enfermedad, por ejemplo, es menos costoso que curarla. El objetivo de desarrollar capital social y humano, aunque no se explicite como propósito del proyecto o no esté presente todo el tiempo en los diálogos, influye en la forma de llevar adelante la iniciativa. Se buscará comprometer a un gran número de vecinos en todo tipo de actividades, en lugar de limitarse a profesionales o a vecinos con mayor experiencia, aun cuando de este modo pareciera sacrificarse algo de eficiencia en el corto plazo.

2. Conducción del proyecto por parte de la comunidad, con amplia participación de los vecinos En los programas comunitarios del pasado, aunque se contemplara la participación de los vecinos, los profesionales y agentes externos eran quienes convocaban, fijaban realmente las prioridades y corrían con los riesgos. En la construcción comunitaria los vecinos juegan un rol central tanto en el planeamiento como en la implementación. El objetivo primario de construir capital social no puede lograrse a menos que los vecinos estén a cargo de las actividades, tengan un rol central en las decisiones, sientan que son los "dueños" del proyecto y sean responsables por los resultados. Numerosas experiencias sugieren además que las iniciativas conducidas por los vecinos tienen un éxito mayor desde un punto de vista técnico: al ser más conscientes de la realidad de su entorno que los profesionales externos, comprenden qué funcionará y qué no y ven soluciones prácticas que los agentes externos no comprenden. Lo anterior no significa que las instituciones externas no puedan o no deban cumplir un papel influyente, pero la comunidad ha de ser la emprendedora. Tampoco es aconsejable que los proyectos dependan de una única fuente de recursos y, por lo tanto, es deseable que la comunidad busque su diversificación y desarrolle la capacidad de vincularse y negociar con distintos grupos externos. Las instituciones que financian las iniciativas comunitarias deberían ofrecer sus aportes de un modo que incentive el desarrollo de la capacidad de los vecinos, por ejemplo requiriendo a las asociaciones del barrio que formulen sus propios proyectos, de modo que los vecinos se vean alentados a identificar sus activos, imaginar formas creativas de construir a partir de ellos y hacerse responsables por cumplir con los compromisos asumidos. Si bien en muchos casos los grupos comunitarios necesitan ayuda sustancial de profesionales externos, pueden elegir a estos últimos por sí mismos, así como ocuparse de contratarlos y monitorear su desempeño. Buscando reducir la dependencia respecto a estos profesionales, las asociaciones comunitarias pueden capacitar a los vecinos para ciertas tareas, como el cuidado de niños y ancianos, construcción, etc. En materia de planeamiento y gerenciamiento, la intervención de profesionales externos conlleva el riesgo de que terminen dominando todo el proceso, lo que es aún más preocupante si no han sido contratados por la propia comunidad. Los dirigentes de la comunidad necesitan fortaleza y habilidad para no ceder el control y los profesionales deben aprender a verse a sí mismos más como facilitadores que como gerentes, es decir, a dar apoyo y buenos consejos profesionales reforzando el liderazgo comunitario en lugar de debilitarlo. Los dirigentes de las iniciativas de construcción comunitaria deben, por su parte, seguir representando adecuadamente a los vecinos que, a su vez, han de mantener un alto nivel de participación directa en las actividades. Con este fin, las asociaciones pueden elaborar un resumen de sus principios y una estrategia que contemple la participación de los vecinos en los proyectos particulares, distribuir boletines informativos, realizar reuniones invitando a todos los vecinos para que puedan conocerse y expresar sus puntos de vista, diseñar iniciativas que puedan involucrar a un amplio conjunto de vecinos y contar con mecanismos para

que todos los vecinos puedan tener voz en el diseño de los planes estratégicos y en la elección de los dirigentes de la asociación Es posible que un grupo de dirigentes comunitarios, aunque haya sido elegido democráticamente, se distancie con el tiempo del resto de los vecinos y comience a actuar con el estilo vertical propio de los agentes externos del pasado. En ese caso se resentiría el objetivo de construcción de capital social y humano. Los principios de la representatividad y la participación amplia son, pues, centrales en este tipo de iniciativas. Deberían formar parte de la capacitación de los profesionales intervinientes y dirigentes vecinales y ser incluidos entre los requisitos de las instituciones que proveen los fondos para los proyectos.

3. Iniciativas abarcadoras con un enfoque estratégico y emprendedor Los barrios pobres enfrentan problemas múltiples e interconectados y, para que las iniciativas de construcción comunitaria sean exitosas, han de abordarlos de un modo abarcador. Por ejemplo, un programa de capacitación laboral arrojará un bajo retorno si las personas capacitadas no pueden obtener trabajo por problemas de salud debido a malos servicios sanitarios. Los proyectos con objetivos rígidamente limitados no pueden clasificarse como "construcción comunitaria". Una iniciativa es abarcadora si incluye, además del desarrollo de la infraestructura física y de servicios (vivienda, transporte, etc.), los temas de capacitación laboral, servicios financieros locales, desarrollo comercial, seguridad pública y prevención del delito, zonificación de uso del suelo, funcionamiento institucional (escuelas, servicios sociales y de recreación, bibliotecas) y construcción de capital social. Estas cuestiones no se abordarán, como es lógico, en forma simultánea. La idea de que los proyectos deben ser abarcadores es un concepto estratégico, en el sentido de que, mientras se trabaja en unas pocas cuestiones, se está alerta a las oportunidades que se presenten para impulsar la acción en otras áreas. Los dirigentes comunitarios deben ser pues, a la vez, estrategas y emprendedores. El viejo enfoque de libro de texto de los programas barriales contempla una etapa de planeamiento seguida de otra de implementación. Esta perspectiva parece ahora demasiado rígida. Los vecinos deben desarrollar la visión del barrio que desean y de cómo materializarla. Es conveniente comenzar con un inventario de los activos comunitarios y, en función de los resultados, seguir con el desarrollo de una estrategia global. Sin embargo, el planeamiento inicial no necesita ser "perfecto" ni insumir demasiado tiempo. Es esencial entrar en acción rápidamente con algunos proyectos, aunque sean pequeños, para que la gente siga motivada y demostrar que es posible lograr resultados. El planeamiento y la implementación pueden y deben realizarse en forma simultánea e interactiva, en un proceso que se parece más a una espiral que a una línea recta. Las distintas iniciativas pueden entonces comenzar de muchas formas, pero deberían ser siempre abarcadoras, estratégicas y emprendedoras, de modo que todas se terminarían pareciendo después de un tiempo. En ciertos casos la construcción comunitaria puede comenzar porque un problema específico y de alta prioridad movilizó a los vecinos. Lo correcto aquí es

enfocar esa cuestión y solucionarla, pero creando las condiciones para encarar una acción más amplia. En otros casos puede ser mejor comenzar con una revisión más general de oportunidades, pero en todos los casos es necesario moverse rápidamente hacia alguna forma de acción. Las primeras reuniones podrían girar en torno a una exploración de los activos comunitarios y el establecimiento de prioridades. Las prioridades no dependen sólo de la importancia relativa de las cuestiones, sino también del grado en el cual es posible modificarlas en el corto plazo. Puede ocurrir que un grupo importante de vecinos sienta que una cuestión es la principal. En ese caso, tal vez lo mejor sea dejar de lado transitoriamente otros temas y entrar en el planeamiento detallado del que más preocupa. Sin embargo, quizás otro grupo estaba más interesado en otra cosa y sienta que ha salido perdiendo. Si así ocurre, es necesario dirigir la atención al segundo tema tan pronto como el primero esté encaminado.

4. Iniciativas basadas en los activos de la comunidad La construcción comunitaria debe estar basada en los activos de la comunidad. Los proyectos encarados sólo desde la perspectiva de solucionar problemas o satisfacer las necesidades de los grupos tienen una connotación negativa y perpetúan los sentimientos de dependencia . Su lugar debería ser ocupado por un proyecto positivo y excitante de construir capacidades propias. Todas las comunidades, aunque sean barrios pobres, tienen un número considerable de activos que pueden ser el punto de partida de los proyectos si se los reconoce como tales por medio de un cambio de orientación mental. Kretzmann y Mc Knight (2) sostienen que la construcción comunitaria debería comenzar por hacer un inventario de estos activos y encontrar luego el modo de aprovecharlos para el diseño de programas de acción. El acto de inventariar los activos cambia la orientación del proceso de planeamiento e incrementa su potencial. Además, crea optimismo en los vecinos, que ven oportunidades para cambiar las cosas, y motiva la participación, la colaboración y el compromiso para la acción. Kretzman y Mc Knight clasifican los activos en tres grandes categorías. Los "bloques de construcción" primarios consisten en los activos y capacidades que están localizadas en el barrio y se hallan bajo su control total. Incluyen los activos de los individuos: habilidades, talentos y experiencias de los vecinos, los negocios del barrio, las empresas familiares, el ingreso personal de los vecinos, etc. Los activos organizacionales comprenden las asociaciones barriales de vecinos, comerciales, culturales, religiosas, etc. Los bloques de construcción secundarios son activos ubicados en la comunidad pero que están controlados por personas y entes externos. Por ejemplo, escuelas públicas, bibliotecas, organizaciones privadas sin fines de lucro y hospitales; recursos físicos como terrenos baldíos, estructuras comerciales e industriales, viviendas, etc. La tercera categoría o bloques de construcción potencial está integrada por los recursos originados fuera del barrio y controlados externamente. Entre los ejemplos se encuentra el gasto social. Sobre los activos de la primera categoría se puede actuar directamente. En el caso de los bloques secundarios es necesario que la comunidad imagine estrategias para ejercer influencia sobre las personas e instituciones externas.

Esta orientación no implica que sea conveniente ignorar los problemas que existen en los barrios pobres, sino que el enfoque fundamental para el planeamiento y la acción basados en la comunidad debería ser positivo y constructivo. En este contexto es posible reconocer y abordar los problemas sin permitir que sus aspectos negativos sean vistos como un signo de debilidad del barrio y tengan un efecto desmovilizador.

5. Adaptación a la escala y condiciones del barrio La construcción comunitaria parece funcionar mejor en una escala de 5 mil a 6 mil personas. En áreas más amplias se torna más difícil construir capital social, debido a que los encuentros personales no tienen suficiente frecuencia para que las personas se conozcan y desarrollen sentimientos de confianza y obligación mutuas. Las iniciativas deben realizarse a nivel del barrio porque entre las unidades de ese tamaño existen diferencias relevantes que determinan distintas estrategias y programas de acción: disponibilidad de tierra y viviendas, proporción de mujeres jefes de hogar y de la población infantil, cualificaciones laborales, tasa de desocupación, etc. También habrá diferencias en las preferencias, culturas, relaciones y condiciones institucionales de los barrios. Aunque dos barrios parezcan similares en el papel, uno tendrá, por ejemplo, una iglesia o un club con el interés y la capacidad de crear nuevas oportunidades que no existen en el otro. Para aprovechar tales oportunidades se requiere un profundo conocimiento de la gente y de su circunstancia. Sólo los vecinos del barrio están en condiciones de hacerlo. Por esta razón, la construcción comunitaria nunca podría ser diseñada con efectividad sólo por planificadores municipales. En la preparación de la construcción comunitaria en una ciudad puede ser aconsejable que se establezcan instituciones vecinales que cubran grupos de barrios, debido a que los barrios individuales son a veces demasiado pequeños para algunas funciones, por ejemplo, desarrollo económico o cuidado de la salud. Cuando hay objetivos compartidos, la colaboración entre los barrios puede ser aún más efectiva que la acción individual. Sin embargo, es necesario tener en cuenta las diferencias y la necesidad de que cada barrio desarrolle una identidad propia para que haya construcción de capital social y humano.

6. Relación de colaboración con la sociedad más amplia En el pasado, el discurso del trabajo comunitario parecía implicar que los barrios pobres debían separarse de la sociedad en la cual estaban ubicados, a fin de desarrollar sus propias actividades y su propia cultura para hacerse autosuficientes. Hoy se piensa que esta idea no tiene mucho sentido práctico. Los barrios deben hacer todo lo posible para desarrollar su propia economía, pero muy pocos pueden generar suficientes puestos de trabajo para todos sus residentes. Las comunidades saludables preparan a los jóvenes para aprovechar las oportunidades, independientemente del lugar donde se presenten. Si un barrio desarrolla sus activos internos, muchos jóvenes permanecerán, pero otros no.

Cierto número de vecinos que trabajen fuera del barrio gastarán sus salarios en él. Además, si el barrio es saludable, atraerá nuevos vecinos. Tres fuerzas contribuyen simultáneamente a crear las condiciones de los barrios empobrecidos: las pérdidas económicas sostenidas, la falla del mecanismo de integración social y las patologías individuales y sociales que resultan de lo anterior. La construcción comunitaria debería tomar nota de las tres fuerzas y no focalizarse sólo en una. Arthur Naparstek define una estrategia de construcción comunitaria como aquella que combina el foco en un lugar con el énfasis en la autoayuda, sin rechazar políticas macro que estén basadas en la gente (3). ¿Cuál debe ser el enfoque para tratar con la sociedad más amplia? En primer lugar, la proactividad. La comunidad no puede simplemente quedarse esperando que algo venga desde fuera. Debe tratar de alcanzarlo. Los dirigentes comunitarios reconocen ahora que uno de sus mayores problemas es el aislamiento de los barrios. La aproximación basada en los activos dice que es preciso concentrarse primero en los activos internos, pero después examinar los elementos del mundo exterior que pueden convertirse en activos para el barrio. Para hacer esto, la comunidad ¿debería valerse del conflicto, la colaboración o la confrontación? La respuesta es hacer uso de las tres, seleccionando aquella que pueda funcionar mejor en la situación concreta. En los años noventa el énfasis está puesto en la colaboración, porque se ha encontrado que así se obtienen resultados con más frecuencia, pero el conflicto es tanto inevitable como manejable. La confrontación también suele ser una herramienta importante en algunas instancias. La relación entre el barrio y la sociedad más amplia tiene prioridad creciente en el área del desarrollo económico y las oportunidades laborales para los residentes. El mejor enfoque es probablemente una combinación de alianzas y acción directa. Por ejemplo, es esencial ayudar a los vecinos a capacitarse mejor para el trabajo y a encontrar empleo en la economía más amplia. En este caso, la comunidad puede tener ventajas competitivas para hacerse cargo directamente de la capacitación, pero a la hora de vincular a los trabajadores con las oportunidades laborales externas puede ser mejor una alianza con una organización metropolitana. Tratar de abarcar demasiado podría minar la capacidad de la comunidad para abordar las cuestiones centrales que sólo ella puede hacer bien. La actitud proactiva de crear redes y alianzas con instituciones externas al barrio no implica que los dirigentes comunitarios deberían aceptar la posible actitud de las instituciones externas de hacer las cosas como siempre. La situación ofrece una oportunidad a la comunidad para educar a los socios externos sobre qué cosas funcionan y cuáles no e influir en ellos para cambiar las prácticas.

7. El cambio de las barreras institucionales La construcción comunitaria no sólo ha de fortalecer la relación entre las instituciones económicas, políticas y sociales del tronco central de la sociedad y los barrios que han quedado aislados. Requiere además que todas las instituciones se vean involucradas en la tarea de cambiar la manera de hacer las cosas. Los intentos deliberados por efectuar cambios institucionales y lograr mayor sensibilidad hacia la comunidad demuestran cuán difícil es estructurar y mantener una genuina orientación comunitaria en las grandes burocracias públicas y

privadas, sea un sistema escolar o de un banco. Los enfoques colaborativos demandan más tiempo pero son más sustentables y completos que los confrontativos. Un esfuerzo de construcción comunitaria reúne a todas las partes en torno de un conjunto central de valores y hace que los participantes establezcan relaciones de respeto mutuo. Como ocurre con todas las relaciones, reunirse no implica que no se presenten conflictos. La construcción comunitaria brinda las mejores herramientas para resolverlos. El foco está puesto en las soluciones, no en culpar a los demás. Las partes ven entonces sus diferencias como activos con los que pueden contribuir al esfuerzo común. Un punto fuerte de la construcción comunitaria es que se focaliza en los resultados concretos. El compromiso con los resultados lleva a los participantes más allá de las barreras convencionales. La construcción comunitaria no busca establecer relaciones sólo por su valor intrínseco, sino para crear acuerdos productivos de trabajo, se sientan o no cómodas las partes.

José Eduardo Jorge, Florencia Censi y Juliana Bertucci Noviembre de 2002

ENLACES A OTRA BIBLIOGRAFÍA RELACIONADA DE LOS AUTORES La Cultura Política: Concepto y Teorías (2010: Capítulo de Libro) El Capital Social: Concepto, Teorías y Evolución en Argentina (2010: Capítulo de Libro) Teorías de la Confianza Interpersonal (2004: Artículo Científico) Comunidad Cívica y Capital Social (2013: Artículo Científico) Comunidad Cívica: Orígenes Filosóficos del Concepto (2014: Artículo Científico) El Apoyo a la Democracia en Argentina (2010: Capítulo de Libro) Evolución del Interés por la Política en Argentina desde 1984 (2010: Capítulo de Libro) La Participación Política de los Jóvenes 1983-2011 (2012: Ponencia) La Crisis de Confianza en las Instituciones Políticas (2010: Capítulo de Libro) Matrimonio Igualitario: Un Análisis desde la Cultura Política (2012: Ponencia) Same-Sex Marriage in Argentina (2012: Artículo Científico – en inglés) La Cultura Política en Regiones Argentinas (2010: Capítulo de Libro) La Expansión Global de la Democracia (2010: Capítulo de Libro) Del Golpe de Estado de 1966 a la Democracia de 1983 (2010: Capítulo de Libro) Cultura Política y Voto en Argentina (2012: Artículo Científico) La Confianza Interpersonal en Argentina (2008: Artículo Científico) Los Nuevos Medios de Comunicación en la Cultura Política (2013: Artículo Científico)

Medios y Cultura Política en las Democracias Nuevas y Maduras (2010:Artículo Científico) La Investigación del Impacto Político de los Medios (2012: Artículo Científico)

REFERENCIAS (1) Stephen Knack: Social Capital and the Quality of Government: Evidence from the US States, World Bank. (2) Thomas Kingsley, Joseph B. McNeely and James O. Gibson (1997): Community Building: Coming of Age, Urban Institute. Disponible on line en www.urban.org/community/combuild.htm (3) Arthur J. Naparstek, Dennis Dooley and Robin Smith (1997): Community Building in Public Housing: Ties That Bind People and Their Communities, The Urban Institute/Aspen Systems Corporation. (4) Joan Walsh (1997): Stories of Renewal: Community Building and the Future of Urban America, Rockefeller Foundation. (5) Peter Medoff and Holly Sklar (1994): Street of Hope, Boston: South End Press (6) Thomas Kingsley et al., op. cit. (7) Carmen Sirianni and Lewis Friedland (1995): Social capital and civic innovation: Learning and Capacity Building from the 1960s to the 1990s, Civic Practices Network. (8) Thomas Kingsley et al., op.cit. (9) Jamie Allison (2002): In Baltimore's Middle East, residents join together when their homes and neighborhoods are threatened, National Community Building Network. (10) Neil S. Mayer (1998): Saving and creating good jobs: a study of Industrial Retention and Expansion Programs, Center for Community Change. (11) Gary Sandusky: The Rural Collaborative: Building Relationships and Units. Housing & Neighborhoods, Center for Community Change, Summer 2002, pp. 4-5.

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