Cambia el juego, ¿cambian los jugadores? Composición del Electorado en Elecciones con Voto Obligatorio y Voluntario en Chile, 2008-2012

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Descripción

Instituto de Sociolog´ıa

Cambia el juego, ¿cambian los jugadores? Composici´ on del Electorado en Elecciones con Voto Obligatorio y Voluntario en Chile, 2008-2012

Comisi´on Evaluadora: Mat´ıas Bargsted (Profesor Gu´ıa) Nicol´as Somma Beltr´an Undurraga

Tesis para optar al grado de Mag´ıster en Sociolog´ıa: Bernardo Mackenna

2014

“Nadie va a privar al pueblo (...) del derecho a voto, excepto del pueblo mismo, y la u ´nica manera en que podr´ıan hacerlo es dejando de votar ”. – Franklin D. Roosevelt.

“Los malos funcionarios p´ ublicos son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan”. – George J. Nathan.

“Un hombre sin voto es un hombre sin protecci´ on”. – Lyndon B. Johnson.

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Resumen En esta tesis se explora la participaci´ on electoral en Chile en el per´ıodo post-autoritario, poniendo ´enfasis en la composici´ on del electorado y los efectos de la reforma electoral de 2011, que reemplaz´ o el sistema de inscripci´ on voluntaria y votaci´on obligatoria por uno de inscripci´on autom´ atica y votaci´ on voluntaria. Un primer cap´ıtulo se dedica a describir el contexto hist´orico y las particularidades propias de la relaci´on de los chilenos con el voto, con especial dedicaci´on a las elecciones municipales. Luego, un segundo cap´ıtulo discute las principales teor´ıas que explican la asistencia de los ciudadanos a las urnas, as´ı como intenta deducir c´omo estas ideas podr´ıan aplicarse para el caso chileno. Un tercer cap´ıtulo aborda la importancia de las instituciones electorales en los niveles de participaci´on y la composici´on de los electorados, centrando la discusi´ on en las diferencias que se dan en reg´ımenes de voto voluntario y compulsivo. De la literatura revisada en el segundo y tercer cap´ıtulo se extraen hip´otesis emp´ıricas a contrastar en el caso de estudio. Luego, una nueva secci´on describe la metodolog´ıa utilizada para analizar el caso de estudio. Se propone una aproximaci´on cuasi-experimental que compare los patrones de participaci´ on en la u ´ltima elecci´ on municipal con voto obligatorio (2008) y la primera con voto voluntario (2012) mediante el uso de encuestas post-electorales. En el cap´ıtulo siguiente se exponen los resultados de los an´ alisis estad´ısticos. A partir de estos resultados se ofrecen una serie de conclusiones sustantivas relativas a los niveles de participaci´on y representaci´on electoral, a saber: (1) la importancia de las generaciones pol´ıticas, (2) el rol del status socio-econ´omico, y (3) la selectividad actitudinal del electorado. Finalmente, se discuten las implicancias normativas de estos resultados para el sistema democr´atico y la sociedad chilena.

PALABRAS CLAVE: participaci´ on electoral, cuasi-experimentos, voto obligatorio

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´Indice ´ Indice

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Lista de Tablas

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Lista de Figuras

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Agradecimientos

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1 Introducci´ on: Participaci´ on Electoral en el Chile reciente 1.1 La Elecci´ on Fundacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.2 ¿La Desaparici´ on del Votante Chileno? . . . . . . . . . . . . . 1.3 La Reforma Electoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.4 Composici´ on del Electorado e Igualdad Pol´ıtica . . . . . . . . 2 ¿Qui´ enes votan? 2.1 El Voto como Acci´ on Instrumental 2.2 El Voto como Acci´ on Expresiva . . 2.3 El Voto como Acci´ on Habitual . . 2.4 Voto, Edad, y Generaci´ on . . . . . 2.5 Voto y Status Socio-Econ´ omico . .

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3 Voto Obligatorio y Voluntario 21 3.1 Voto Obligatorio y Participaci´on Electoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 3.2 Voto Obligatorio y Composici´ on del Electorado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22 3.3 Reforma Electoral y Composici´on del Electorado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 4 Hip´ otesis 25 4.1 Acerca de la Participaci´ on Electoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 4.2 Acerca de los Efectos de la Reforma Electoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26 5 Dise˜ no de Investigaci´ on y Metodolog´ıa 5.1 Aproximaci´ on Cuasi-Experimental . . . 5.2 Fuentes de Datos . . . . . . . . . . . . . 5.3 Variables Seleccionadas . . . . . . . . . 5.4 Plan de An´ alisis . . . . . . . . . . . . .

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6 Resultados 37 6.1 Participaci´ on Antes y Despu´es de la Reforma Electoral . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 6.2 Los Efectos de la Reforma Electoral en la Composici´on del Electorado . . . . . . . . 41 6.3 Diferencias Etarias en los Efectos de la Reforma Electoral . . . . . . . . . . . . . . . 46

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7 Conclusiones 51 7.1 S´ıntesis de Resultados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 7.2 Discusi´ on . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52 8 Referencias Bibliogr´ aficas

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Lista de Tablas 1

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Estad´ısticos descriptivos de variables seleccionadas, para muestras post-electorales de 2008 y 2012. Los signos indican la significancia del test de diferencia de medias 2008-2012. **p < 0.01, *p < 0.05, †p < 0.1. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de CEP. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Modelos de regresi´ on log´ıstica para participaci´on electoral, seg´ un elecci´on. Se reportan coeficientes logit (error est´andar). **p < 0.01, *p < 0.05, †p < 0.1. Fuente: Elaboraci´ on propia a partir de datos de CEP. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Modelos de regresi´ on log´ıstica para participaci´on electoral, para ambas elecciones. Se reportan coeficientes logit (error est´andar). **p < 0.01, *p < 0.05, †p < 0.1. Fuente: Elaboraci´ on propia a partir de datos de CEP. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Lista de Figuras 1

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Tasa de Participaci´ on en Elecciones en Chile seg´ un poblaci´on en edad de votar (PEV) y n´ umero de inscritos en los registros electorales: 1988-2013. La l´ınea punteada indica la implementaci´ on del sistema de voto voluntario e inscripci´on autom´atica. Fuente: Elaboraci´ on propia a partir de datos de INE y SERVEL. . . . . . . . . . . . . . . . . Inscripci´ on en los registros electorales para la totalidad de la PEV y los j´ovenes entre 18 y 24 a˜ nos, 1989-2010. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de INE y SERVEL. Adaptado de Contreras y Navia (2013). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Poblaci´ on en edad de votar (PEV), inscritos en los registros electorales y total de votos emitidos en elecciones municipales en Chile: 1992-2012. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de INE y SERVEL. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Participaci´ on Electoral en Am´erica Latina seg´ un PEV. Se considera la elecci´on presidencial m´ as cercana a 1989 y a 2013. Fuente: IDEA International. . . . . . . . . . . Competitividad en elecciones de alcalde e intervalos de confianza del 95%, 2008-2012. Diferencia 1-2 corresponde a la brecha en puntos porcentuales entre la primera y segunda mayor´ıa de cada elecci´ on de alcalde. D.Est´andar corresponde a la desviaci´on est´andar de los porcentajes de votos obtenidos por todos los candidatos en competencia. Ambos indicadores est´ an estimados para las 345 elecciones de alcalde en ambos per´ıodos. Fuente: SERVEL. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Participaci´ on electoral declarada en encuestas CEP con intervalos de confianza del 95% y participaci´ on electoral de la poblaci´on en edad de votar. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de CEP, INE y SERVEL. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Diferencias entre probabilidades predichas de participaci´on estimadas en datos de muestra 2012 y en escenario contra-factual, seg´ un generaci´on pol´ıtica. Intervalos de confianza del 95% estimados a partir de simulaci´on. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de CEP. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Diferencias entre probabilidades predichas de participaci´on estimadas en datos de muestra 2012 y en escenario contra-factual, seg´ un educaci´on del encuestado. Intervalos de confianza del 95% estimados a partir de simulaci´on. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de CEP. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Diferencias entre probabilidades predichas de participaci´on estimadas en datos de muestra 2012 y en escenario contra-factual, seg´ un atenci´on pol´ıtica. Intervalos de confianza del 95% estimados a partir de simulaci´on. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de CEP. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Probabilidades predichas de votaci´on seg´ un edad e intervalos de confianza del 95%. Estimaciones a partir del modelo (2) de la Tabla 3, fijando las variables continuas en su media y tratando las categ´ oricas como balanceadas. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de CEP. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Efecto de educaci´ on en probabilidades predichas de votaci´on seg´ un edad e intervalos de confianza del 95%, para ambas muestras. Estimaciones a partir del modelo (2) de la Tabla 3, fijando las variables continuas en su media y las categ´oricas como balanceadas. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de CEP. . . . . . . . . . . Efecto de atenci´ on pol´ıtica en probabilidades predichas de votaci´on seg´ un edad e intervalos de confianza del 95%, para ambas muestras. Estimaciones a partir del modelo (2) de la Tabla 3, fijando las variables continuas en su media y las categ´oricas como balanceadas. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de CEP. . . . . . .

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Agradecimientos Son much´ısimas las personas que han aportado en diferentes medidas para hacer que esta tesis fuera posible. A lo largo del desarrollo del proyecto recib´ı valiosos comentarios de mi comisi´ on de tesis -y especialmente de mi profesor gu´ıa Mat´ıas Bargsted- que sin duda mejoraron considerablemente la calidad de mi trabajo. Tambi´en me debo a mis compa˜ neros del seminario de tesis: Javier Castillo, Millicent Bader, y Rodrigo Medel, quienes participaron activamente de los procesos de discusi´on que formaron este proyecto desde sus inicios. Nicol´as De la Cerda no s´olo particip´ o de estas sesiones, sino que adem´ as fue mi consejero permanente en todas las materias de esta tesis, adem´as de ser un amigo invaluable. S´olo espero que mis comentarios y apoyo a su trabajo sean tan buenos c´ omo los que yo recib´ı de ´el. Adem´as tuve la fortuna de recibir sugerencias de muchas personas, quienes sin tener ning´ un v´ınculo oficial con mi tesis, me entregaron su ayuda de manera absolutamente desinteresada. Entre mis profesores del Instituto de Sociolog´ıa UC, recib´ı valiosos comentarios respecto al dise˜ no metodol´ogico de Luis Maldonado, mientras que David Bravo me hizo varias recomendaciones sobre la medici´on de riqueza; espero haberles hecho justicia a sus consejos. Afortunadamente, pude financiar mis estudios con una beca CONICYT, por la que estoy sumamente agradecido, no s´ olo de la instituci´on, sino que tambi´en de mi profesor gu´ıa Mat´ıas Bargsted y de Eduardo Valenzuela, quienes se tomaron el tiempo de escribirme las necesarias cartas de recomendaci´ on. Espero haber sido capaz de responder a la confianza que en m´ı depositaron. En el Centro de Estudios P´ ublicos, Loreto Cox, Carolina Segovia (de quienes tambi´en tuve el privilegio de ser alumno), y Ricardo Gonz´alez se tomaron el tiempo de revisar versiones preliminares de esta tesis, y aportar valiosos comentarios. Adem´as tuve la fortuna de recibir comentarios de acad´emicos de otras instituciones: Hugo Rojas, de la Universidad Alberto Hurtado, y Alejandro Corval´an, de la Universidad Diego Portales tambi´en leyeron mi borrador inicial y tuvieron varias sugerencias que sin duda contribuyeron a la calidad de este proyecto. Una versi´on preliminar de este trabajo fue tambi´en presentada en el congreso WAPOR de Santiago 2014, donde adem´as tuve la suerte de ser seleccionado para el premio Edgardo Cattenberg, y de recibir comentarios de Mar´ıa Braun. Mis amigos tambi´en me apoyaron en este proceso, y a pesar de no poder nombrarlos a todos, destaco a Manuel Alca´ıno quien ley´ o mi primer borrador y me ayud´o a corregir varios problemas en los planteamientos iniciales, Jos´e Miguel Barros, quien escuch´o pacientemente mis divagaciones sobre el tema de esta tesis, y a Bel´en Unzueta, quien no s´olo aport´o sustantivamente a este documento, sino que adem´ as me entreg´ o su valioso consejo en todo momento. Finalmente, agradezco a Amelia, quien me tuvo paciencia en los estresantes d´ıas antes de mi defensa, la cual adem´as me ayud´ o a preparar. Me siento profundamente afortunado de estar rodeado por todas estas personas, as´ı como tambi´en por quienes he olvidado, a quienes les pido disculpas por esta omisi´on. Por supuesto, todos los errores u omisiones de este documento siguen siendo mi exclusiva responsabilidad. Mi principal deuda es y ser´ a siempre con mi familia, especialmente con mis padres, quienes me apoyaron no s´ olo en este proyecto si no a lo largo de toda mi educaci´on. Estar´e eternamente agradecido por su respaldo permanente. A ellos esta dedicada esta tesis.

viii

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Introducci´ on: Participaci´ on Electoral en el Chile reciente

1.1

La Elecci´ on Fundacional

A fines de 1986, tras m´ as de 13 a˜ nos cerrado, el Servicio Electoral (SERVEL) chileno reabri´ o sus puertas. En medio de presiones tanto nacionales como internacionales, el gobierno militar liderado por Augusto Pinochet se vio obligado a buscar la validaci´on democr´atica de su mandato mediante un plebiscito. Si bien es cierto que en 1978 y 1980 la dictadura pinochetista ya hab´ıa realizado consultas ciudadanas1 , su validez fue ampliamente cuestionada, entre otras cosas, por la inexistencia de registros electorales. No obstante, para el plebiscito de 1988 estos fueron reabiertos, reaparecieron los partidos pol´ıticos, y de pronto la sociedad chilena vivi´o un resurgimiento de la discusi´on pol´ıtica y social. Ante este escenario, los partidos pol´ıticos de oposici´on al r´egimen se organizaron en torno a una “Concertaci´ on de Partidos por la Democracia”2 , mientras los simpatizantes de la dictadura hicieron lo propio para promover la continuidad del gobierno de Pinochet. Esto llev´o a muchos autores -principalmente, Toro (2008)- a considerar a este per´ıodo de la historia pol´ıtica nacional como “´epico”: de manera extraordinaria, despu´es de m´as de una d´ecada de inactividad, la sociedad chilena se enfrentaba al proceso democr´atico probablemente m´as decisivo de su historia (Sierra, 2007), teniendo que decidir entre prolongar el gobierno de Pinochet por 8 a˜ nos m´as, o bien elegir un nuevo presidente que liderara al pa´ıs en la transici´on de un gobierno autoritario a uno plenamente democr´atico. No s´olo el contexto pol´ıtico y social era extraordinario, sino que adem´as el marco normativo fijado por el gobierno era, a su modo, tambi´en sumamente excepcional. De acuerdo a Corval´ an (2011: 11–14), esto se debe principalmente a la tensi´on que enfrentaba el gobierno de Pinochet respecto a la participaci´ on electoral: mientras, por una parte, necesitaban de un buen de nivel de participaci´ on para legitimar al plebiscito; por otra parte sus asesores especulaban que mientras m´as personas votaran, m´ as probable era que ganara la oposici´on, la coalici´on de partidos por el 3 “No” . Esto llev´ o a los creadores del sistema a establecer un r´egimen electoral u ´nico en el mundo: mientras la inscripci´ on en los registros electorales ser´ıa voluntaria, la participaci´on ser´ıa obligatoria 4 para los inscritos . Este marco institucional puso a los opositores a Pinochet en un dilema, pues si se inscrib´ıan y perd´ıan la elecci´ on estar´ıan contribuyendo a la legitimidad del gobierno militar vi´endose obligados a seguir votando en elecciones posteriores, pero si no se inscrib´ıan era imposible ganar el plebiscito. Los simpatizantes de Pinochet -por otra parte- no enfrentaban este problema de coordinaci´ on, porque para ellos siempre era m´as conveniente inscribirse (Navia, 2004: 89). Este motivo lleva a Corval´ an (2011) a sugerir que los mecanismos institucionales del sistema electoral chileno estaban expl´ıcitamente dirigidos a reducir la participaci´on electoral. 1

La de 1978 refer´ıa al respaldo al gobierno frente a la acusaci´ on de las Naciones Unidas, mientras que la de 1980 fue utilizada para aprobar la Constituci´ on Pol´ıtica de dicho a˜ no (Navia, 2004). 2 Originalmente, “Concertaci´ on de Partidos por el No”. 3 De hecho, de acuerdo a Navia (2000: 6): “Expandir la poblaci´ on con derecho a voto era, desde todo punto de vista, la mejor estrategia electoral para la izquierda antes de 1973 ”. 4 Generalmente los pa´ıses poseen o bien un sistema de inscripci´ on y voto voluntario (e.g. Estados Unidos y Francia) o bien uno de inscripci´ on autom´ atica y voto obligatorio (e.g. B´elgica y Australia).

1

No obstante, los chilenos se inscribieron masivamente en los registros electorales. De un total aproximado de 8 millones de poblaci´ on en edad de votar (PEV) se inscribieron casi 7.5 millones, lo que equivale a un 92% de cobertura5 . Cuando lleg´o el d´ıa del plebiscito -5 de Octubre de 1988los chilenos respondieron con un ´ımpetu similar: para obtener el resultado final de esa elecci´on fue necesario contar m´ as de 7.2 millones de votos (un 98% de participaci´on entre los inscritos, y un 90% de la PEV). Y de esas papeletas, un 56% marcaba una preferencia por el “No”, dando inicio al proceso de transici´ on hacia la democracia en el pa´ıs. Este resultado marcaba tambi´en un hito tanto para la historia del pa´ıs como para cada una de las personas que vivi´o ese momento clave, y ciertamente para las generaciones venideras. En este sentido, es posible considerar que el plebiscito de 1988 tiene un car´ acter fundacional para la democracia y la sociedad chilena en tanto divide dos ´epocas para el pa´ıs: el per´ıodo autoritario y la restituci´on democr´atica (O’Donell y Schmitter, 1986). La literatura especializada ha mostrado amplia evidencia enfatizando el impacto de estas elecciones fundacionales en el desarrollo del sistema pol´ıtico de las “nueves democracias” (Fornos et al, 2004; Kostadinova y Power, 2007). En general estos estudios muestran que la ciudadan´ıa expresa un entusiasmo excepcional para estas ocasiones, llegando a altos niveles de participaci´ on, tal como ocurri´ o en el caso chileno. S´olo cinco meses despu´es, la elecci´on presidencial del 11 de marzo de 1989 da por vencedor a Patricio Alwyin con un 55% de los casi 7.2 millones de votos. Los chilenos acudieron en pr´acticamente igual n´ umero a las urnas respecto al plebiscito de 1988. No obstante, ya en la primera elecci´ on democr´ atica de representantes de este nuevo per´ıodo democr´atico aparece una peque˜ na diferencia de menos de 100.000 votos con el plebiscito que le dio inicio. Notablemente, y a pesar de la compulsi´ on a votar, las tasas de participaci´on se redujeron incluso entre los inscritos. Esta diferencia, vista actualmente, parece casi un profec´ıa de lo que suceder´ıa con la participaci´ on electoral en el pa´ıs. De manera gradual, los tintes ´epicos que rodearon al plebiscito se fueron desvaneciendo y la experiencia democr´atica se instal´o como lo cotidiano para los chilenos (Toro, 2008). Del mismo modo, el inter´es de los chilenos por participar en las elecciones fue menguando sucesivamente, de elecci´ on en elecci´ on.

1.2

¿La Desaparici´ on del Votante Chileno?

En la figura 1 se muestra la evoluci´on de la participaci´on electoral en Chile durante el per´ıodo post-autoritario (1988-2013). Espec´ıficamente, se estima la tasa de participaci´on de acuerdo a dos bases distintas: la l´ınea negra muestra el porcentaje de inscritos en los registros electorales que asiste a las urnas el d´ıa de la elecci´ on, mientras la l´ınea roja exhibe la raz´on entre el total de votos emitidos y la poblaci´ on en edad de votar (PEV).

5

Los datos poblacionales provienen del Instituto Nacional de Estad´ısticas (INE) y los electorales del SERVEL.

2

Participaci´ on Electoral

100%

Inscritos PEV

80% 60% 40% 20% 0%

1988 1992 1996 2000 2004 2008 2012 A˜ no

Figura 1: Tasa de Participaci´ on en Elecciones en Chile seg´ un poblaci´on en edad de votar (PEV) y n´ umero de inscritos en los registros electorales: 1988-2013. La l´ınea punteada indica la implementaci´on del sistema de voto voluntario e inscripci´ on autom´ atica. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de INE y SERVEL.

C´omo se aprecia en el gr´ afico, entre 1988 y 2010 existe una tendencia a la baja marcada en ambas tasas, especialmente en aquella respecto a la PEV. El voto obligatorio limita la ca´ıda en la participaci´on de los inscritos, aunque de todas maneras el abstencionismo entre este grupo aumenta desde un 2% para el plebiscito de 1988, a un 12% en la primera vuelta de la elecci´on presidencial de 2009. Muchos motivos pueden explicar esta ca´ıda en la eficacia de la compulsi´on legal al voto. Por una parte, la ley permit´ıa excusarse a los votantes que se encontraran a m´as de 200 kil´ometros del local de votaci´ on que les correspond´ıa por la comuna donde se encontraban inscritos. De este modo, los procesos de migraci´ on de la poblaci´on dentro del pa´ıs, tales como la migraci´on desde las comunas rurales a las grandes urbes, terminan generando que varias personas residan en lugares distintos a los que estaban originalmente inscritos. Salda˜ na (2009) encuentra que las comunas con saldos positivos de migraci´ on (principalmente la Metropolitana) presentan niveles sistem´aticamente m´as bajos de participaci´ on que aquellas con saldo negativo. Esta evidencia da cierto sustento a esta explicaci´on de la ca´ıda de la participaci´on entre los inscritos. Otra explicaci´ on del creciente abstencionismo entre los inscritos es el escaso nivel de aplicaci´ on de sanciones (enforcement) entre quienes no cumplen su obligaci´on de votar (Carlin, 2007: 636). De hecho, a pesar de que no existe demasiada evidencia al respecto, el n´ umero de multas cursadas por esta falta parece ser insignificante (Navia, 2000 y 2004). Con el tiempo, los ciudadanos pueden haber constatado este hecho, haciendo que los inscritos se sientan menos presionados a asistir a las urnas por el temor del castigo (multa). De hecho, Panagopoulos (2008) argumenta que entre quienes est´an obligados a votar, la decisi´ on de asistir a las urnas depende directamente de la probabilidad de ser sancionado y de la magnitud de esta sanci´on, lo que podr´ıa explicar -en parte- la baja en la participaci´ on entre los miembros del padr´on electoral. Adicionalmente, es posible pensar que la abstenci´on entre los inscritos se relaciona a una mezcla de factores, tales como la creciente apat´ıa 3

pol´ıtica, y la falta de competitividad en algunas elecciones (Cerda y Vergara, 2009), adem´as de los ya mencionados aspectos institucionales (Cantillana, 2009). La tasa de participaci´ on de acuerdo a la PEV, por otra parte, nos cuenta una historia muy distinta. En el per´ıodo 1988-2010 este indicador disminuy´o, en promedio, a una raz´on de 1.3 puntos porcentuales al a˜ no, un n´ umero particularmente impresionante cuando consideramos que para el mismo per´ıodo, la ca´ıda de participaci´on entre los inscritos es de 0.4 puntos por a˜ no. En otras palabras, la ca´ıda en la participaci´on en elecciones en el per´ıodo mencionado es tres veces m´as marcada si consideramos la PEV como base que al estimarla respecto a los inscritos. Adicionalmente, tomando en cuenta que participaci´on seg´ un PEV es la medida m´as utilizada en las comparaciones internacionales, el paso del 90% de 1988 al 60% de 2010 se encuentra entre las ca´ıdas m´as pronunciadas en participaci´on electoral de las que se tenga registro. C´omo referencia, entre 1960 y 1980 en los Estados Unidos -con voto e inscripci´on voluntariala participaci´ on electoral estimada a partir de la PEV baj´o de 63% a 53%, es decir a un ritmo aproximado de 0.5% por a˜ no (McDonald y Popkin, 2001: 966). Esta ca´ıda fue interpretada por algunos como un declive paradojal en tanto ocurr´ıa de manera simult´anea a la expansi´on del derecho al voto entre la poblaci´ on, particularmente de raza negra, y la implementaci´on de reformas que facilitaban el registro electoral (Abramson y Aldrich, 1982: 502). Tambi´en hubo quienes describ´ıan un escenario cr´ıtico donde los votantes parec´ıan haber desaparecido (Teixeira, 1992). De cualquier modo, existi´ o un consenso entre los especialistas y dise˜ nadores de pol´ıtica norteamericanos de la gravedad de la situaci´ on. Esta preocupaci´on llev´o a que se implementaran una serie de medidas para facilitar la participaci´ on electoral6 , as´ı como se desarrollaron grandes campa˜ nas para movilizar a los electores. Al mismo tiempo, los estudios de voter turnout florecieron y se multiplicaron, entregando valiosa informaci´ on sobre el comportamiento electoral y la asistencia a las urnas de los ciudadanos estadounidenses (Gerber y Green, 2008). Si bien existen grandes diferencias entre Chile y los Estados Unidos que explican los distintos niveles de participaci´ on electoral que exhiben, lo cierto es que el declive experimentado en Chile tras el plebiscito es ciertamente de una magnitud mucho mayor que aquel que produjo la “‘crisis de participaci´ on” en los Estados Unidos. Por este motivo, no es sorprendente que pronto surgieran voces de preocupaci´ on entre los expertos. El excepcional sistema electoral de inscripci´on voluntaria y votaci´on obligatoria era por muchos sindicado como el principal responsable de la tendencia a la baja en la participaci´ on electoral en Chile (Corval´an, 2011), as´ı como otros aspectos del sistema electoral, tales como la disponibilidad de oficinas de registro electoral (Salda˜ na, 2009). Otros desdramatizaban estas cifras, se˜ nalando que la ca´ıda en los promedios de participaci´on posteriores al plebiscito se deb´ıan a un per´ıodo de “normalizaci´ on”, tras la activaci´on pol´ıtica masiva que signific´o el retorno a la democracia (Navia, 2000). Por otra parte, hubo quienes sugirieron que la ca´ıda en la participaci´ on electoral se deb´ıa m´ as bien a una creciente desafecci´on con el sistema pol´ıtico y la consiguiente apat´ıa (Cantillana, 2009). Sin embargo, no s´ olo las tasas de inscripci´on y participaci´on generaron preocupaci´on entre 6

Implement´ andose medidas como el registro en el mismo d´ıa de la elecci´ on, el voto anticipado, el voto por correo, y la posibilidad de registrarse s´ olo con la licencia de conducir (Burden et al, 2014).

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expertos y autoridades. Con el tiempo se hizo manifiesto que el electorado no s´olo no estaba creciendo al mismo ritmo que la PEV, sino que adem´as su renovaci´on era escasa y el padr´ on envejec´ıa a un ritmo acelerado: los j´ ovenes no se estaban inscribiendo en los registros electorales (Toro, 2007). La generaci´ on m´ as joven era significativamente m´as ap´atica que la de sus padres, mostrando niveles preocupantemente bajos de inter´es en pol´ıtica (Madrid, 2005). Tal como muestra la figura 2, la brecha entre la tasa de inscripci´on en los registros electorales de la PEV y las personas entre 18 y 24 crec´ıa aceleradamente. Las nuevas generaciones se estaba restando de los procesos electorales produciendo que el electorado envejeciera y disminuyera en tama˜ no con el pasar de los a˜ nos(Contreras y Navia, 2013). Para agravar el problema, Corval´an y Cox (2010, 2013a) muestran que el reemplazo generacional en el electorado joven estar´ıa “sesgado por clase social” en tanto detectan brechas de participaci´ on seg´ un niveles de ingreso y educaci´on para los m´as j´ovenes. Estas brechas s´olo se ensanchar´ıan a medida que avance el reemplazo generacional en el electorado. En su conjunto, las tendencias de disminuci´ on de la participaci´on, envejecimiento del padr´on, e incipiente elitizaci´on del electorado configuraban un escenario sumamente preocupante por el futuro de la participaci´on electoral en el pa´ıs. 100%

PEV J´ovenes

Inscripci´on

80% 60% 40% 20% 0%

1990

1994

1998 2002 A˜ no

2006

2010

Figura 2: Inscripci´ on en los registros electorales para la totalidad de la PEV y los j´ovenes entre 18 y 24 a˜ nos, 1989-2010. Fuente: Elaboraci´ on propia a partir de datos de INE y SERVEL. Adaptado de Contreras y Navia (2013).

1.3

La Reforma Electoral

Las circunstancias anteriormente descritas propiciaron una discusi´on sobre la necesidad de modernizar el r´egimen electoral chileno entre las elites pol´ıticas e intelectuales (Fontaine et al, 2007). Pronto surgi´ o un consenso sobre la necesidad de agilizar el proceso de inscripci´on en los registros electorales. Con esta reforma se esperaba minimizar las trabas burocr´aticas que deb´ıan enfrentar los ciudadanos para participar en las elecciones (Aleuy, 2007). Adicionalmente se esperaba que al

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automatizar la inscripci´ on se promover´ıa la participaci´on de los j´ovenes, que c´omo fue se˜ nalado anteriormente, en su mayor´ıa no estaban inscritos en los registros electorales. Es importante notar que al momento en que se discut´ıan estas reformas, s´olo un 68% de la PEV estaba inscrita en los registros electorales, por lo que automatizar la inscripci´on significaba incorporar a cerca de 4 millones de ciudadanos al padr´ on, con el aumento de complejidad y magnitud administrativa que esto implica. Por otro lado, en el debate por las reformas electorales exist´ıa otro punto que divid´ıa tanto a acad´emicos c´ omo a parlamentarios, e incluso a la opini´on p´ ublica en general: el car´acter del voto. Mientras algunos consideraban que el voto era esencialmente un “derecho” y c´omo tal deb´ıa depender de la decisi´ on del ciudadano y no de la autoridad (Sierra, 2007); otros cre´ıan que el voto ten´ıa que entenderse como un “deber” y por lo tanto ser una obligaci´on, ya sea para proteger otras libertades (Chuaqui, 2007), o bien para evitar el surgimiento de desigualdades pol´ıticas (Huneuss, 2005). Los primeros propon´ıan implementar el voto voluntario para los inscritos, mientras los segundos prefer´ıan que el voto siguiera siendo obligatorio. Es interesante notar que a pesar de no existir grandes consensos en esta materia -ni entre la elite intelectual ni la pol´ıtica (Contreras et al, 2012)- finalmente el proyecto de ley presentado a fines del primer gobierno de Bachelet y finalmente aprobado e implementado en la administraci´on de Sebasti´an Pi˜ nera estableci´o la inscripci´ on autom´atica de todos los ciudadanos en edad de votar, y el voto voluntario; reemplazando as´ı al excepcional sistema de inscripci´ on voluntaria y voto obligatorio para los inscritos establecido a fines del gobierno militar y que rigi´ o en Chile por m´as de veinte a˜ nos. Este nuevo marco normativo produjo diversas reacciones entre los acad´emicos. Luna (2011) argumentaba que la reforma ser´ıa contraproducente tanto en relaci´on al n´ umero total de personas que participar´ıan de la elecci´ on, c´ omo a la capacidad del electorado para representar al conjunto de la sociedad chilena. Particularmente, proyectaba que los nuevos votantes ser´ıan significativamente menos representativos de los sectores m´as pobres y menos educados de la sociedad, adem´ as de ser menos numerosos. Adicionalmente, sugiere que el nuevo sistema podr´ıa exponer al sistema pol´ıtico chileno a un creciente riesgo de l´ogicas caudillistas y populistas, en tanto podr´ıan surgir candidatos con discursos expl´ıcitamente anti partido con la intenci´on de capturar al segmento de j´ovenes desafectos de la pol´ıtica tradicional7 . Por otra parte, Navia y Del Pozo (2012) estiman que la reforma no implicar´ıa grandes cambios en las preferencias pol´ıticas del electorado, pero s´ı en su composici´on en t´erminos socio-econ´ omica. No obstante, contrarios a otros analistas sugieren que los votantes en el nuevo sistema ser´ıan m´as representativos de la PEV que en el anterior r´egimen de voto obligatorio e inscripci´ on voluntaria. En Octubre de 2012 se llev´ o a cabo la primera elecci´on con el nuevo dise˜ no institucional. Estas elecciones municipales fueron seguidas con expectaci´on por analistas y pol´ıticos, en tanto permitir´ıa observar el funcionamiento del nuevo marco normativo, y principalmente ver como la ciudadan´ıa chilena reaccionaba frente a esta transformaci´on. Si bien para algunos el objetivo de esta reforma no era exclusivamente aumentar las cifras de participaci´on electoral8 , lo cierto es que la implementaci´ on 7

La candidatura de Franco Parisi en la elecci´ on presidencial 2013 puede leerse en esta clave. Por ejemplo, Sierra sugiere que el voto voluntario es m´ as bien una cuesti´ on “de principios”, mientras que el think tank de derecha Libertad y Desarrollo (2009) argumenta que el voto voluntario “mejora la calidad de la democracia”. 8

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del nuevo sistema electoral trajo consigo niveles a´ un menores de participaci´on: en esta elecci´ on se lleg´o al m´ınimo hist´ orico de votos emitidos desde el retorno de la democracia: apenas 5.8 millones, una ca´ıda de un 16% respecto a los casi 7 millones de votos contados en la u ´ltima elecci´on municipal con el r´egimen de inscripci´ on voluntaria y voto obligatorio. Estos datos tambi´en ilustran el hecho de que la reforma electoral alter´ o tendencias que estaban pr´acticamente “congeladas” desde el a˜ no 1992: en cada elecci´ on municipal se contabilizaban 8 millones de inscritos y recib´ıan 7 millones de votos aproximadamente, lo que refuerza la idea que la ca´ıda en las tasas de participaci´ on se relacionan a la escasa renovaci´ on (hasta antes de la reforma) del padr´on electoral (figura 3). 16

PEV Inscritos Votos

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Millones

12 10 8 6 4 2 0 1992 1996 2000 2004 2008 2012 Elecci´on Figura 3: Poblaci´ on en edad de votar (PEV), inscritos en los registros electorales y total de votos emitidos en elecciones municipales en Chile: 1992-2012. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de INE y SERVEL.

De la figura anterior tambi´en es importante destacar el hecho que la inscripci´on autom´atica trajo consigo problemas en el padr´ on electoral, que de acuerdo al SERVEL era mayor a la PEV. Despu´es fue clarificado que por temas administrativos el padr´on inclu´ıa personas fallecidas, destacando el caso del fenecido presidente Salvador Allende que fue seleccionado como vocal de mesa9 . M´as all´ a de estas dificultades, a partir de la reforma electoral de 2012, Chile alcanz´o el mayor n´ umero de votantes registrados de su historia, pasando los 13 millones, un aumento de un 65% respecto al padr´on electoral de la elecci´ on municipal de 2008. Estos resultados contradicen las proyecciones iniciales de algunos analistas -m´ as notablemente, Sierra (2007)- quienes se˜ nalaban que la eventual baja en la participaci´ on electoral producida por el paso del voto obligatorio al voto voluntario podr´ıa verse compensada por el ingreso de nuevos votantes. A pesar de que se incorporaron cerca de 5 millones de votantes a los registros oficiales, la participaci´on electoral se deprimi´o a´ un m´ as, e 9 A pesar de los esfuerzos del SERVEL por limpiar el padr´ on, por temas legales existen muchas personas que a pesar de que se suponen muertas (personas mayores de 120 a˜ nos), el Servicio Electoral no puede borrarlos hasta no recibir notificaci´ on oficial de su fallecimiento. Esto ha significado que a pesar de haber sido depurado, el registro sigue siendo mayor a la PEV proyectada a partir del Censo 2002 por INE.

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incluso m´as r´ apido de lo que lo ven´ıa haciendo los u ´ltimos a˜ nos. Paradojalmente, la elecci´on con el mayor n´ umero de inscritos de la historia pas´o a ser recordada c´omo aquella con el menor n´ umero de ciudadanos que efectivamente se expresaron en las urnas. Esta nueva ca´ıda en la participaci´ on electoral, sumada a m´as de 20 a˜ nos de lenta pero estable disminuci´on transform´ o a Chile en el pa´ıs que vio m´as disminuida su asistencia a las urnas (como proporci´on de la PEV) en Am´erica Latina en el per´ıodo entre 1989 y 2013, tal como se aprecia en la figura 4. Adicionalmente, y contrario a lo que muchos analistas suponen, las tasas de participaci´ on de muchos pa´ıses incluso han mejorado respecto a lo que suced´ıa a fines de los ochenta y principios de los noventa. En un per´ıodo de menos de 25 a˜ nos Chile pas´o de ser un pa´ıs con una participaci´ on electoral excepcionalmente alta a uno con tasas de votaci´on excepcionalmente bajas. 100%

Circa 1989 Circa 2013 Diferencia

Porcentaje

80% 60% 40% 20% 0% −20% −40% ARG BOL BRA CHI COL ECU PAR PER URU VEN Pa´ıs

Figura 4: Participaci´ on Electoral en Am´erica Latina seg´ un PEV. Se considera la elecci´on presidencial m´ as cercana a 1989 y a 2013. Fuente: IDEA International.

Por supuesto, estas cifras no han dejado indeferentes a la ciudadan´ıa. Tras conocerse los datos de participaci´ on de las elecciones municipales 2012, reapareci´o entre los medios y las elites pol´ıticas e intelectuales el debate por el car´ acter del voto. Si bien no todos est´an de acuerdo acerca de si este debe ser tratado como un derecho o un deber, existe un consenso m´as o menos generalizado que el escenario actual, en t´erminos de participaci´on electoral, es cr´ıtico. M´as all´a de reinstaurar el voto obligatorio, han surgido diversas iniciativas para promover las elecciones entre los ciudadanos: desde educaci´ on c´ıvica en la educaci´ on b´asica, hasta bajar la edad m´ınima requerida para sufragar; pasando por el voto a distancia, el voto de los chilenos en el extranjero10 , y otros. Este debate se intensific´o tras las elecciones presidenciales de 2013 que mostraron un baja de un 10%11 respecto a la u ´ltima elecci´ on presidencial con el sistema de voto obligatorio en 2009. En definitiva, la democracia chilena actualmente enfrenta un enorme desaf´ıo relativo a la participaci´on efectiva de los ciudadanos en los procesos eleccionarios. 10 11

Recientemente aprobado. Pasando de un 59.64% a un 53.78% en t´erminos de la PEV.

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1.4

Composici´ on del Electorado e Igualdad Pol´ıtica

Adem´as de tener un valor en s´ı misma12 , la participaci´on electoral est´a directamente asociada a un aspecto particularmente relevante en el desarrollo de las democracias modernas: la composici´ on de los electorados. Uno de los principios fundamentales de los sistemas democr´aticos contempor´aneos es la igualdad de los ciudadanos, reflejada -entre otros aspectos- en la igual ponderaci´ on que tienen las preferencias de cada ciudadano al momento de tomar decisiones colectivas, es decir, “un ciudadano, un voto”. ¿Qu´e sucede entonces cuando buena parte de los ciudadanos, por las razones que sea, no participa de los procesos de deliberaci´on colectiva? En su discurso inagural como presidente de la asociaci´ on norteamericana de ciencia pol´ıtica, Arendt Lijphart (1997) sostiene que la participaci´ on desigual en las elecciones es el mayor desaf´ıo de las democracias contempor´aneas, y se mantiene un dilema a´ un no resuelto para ´estas. Adem´as, argumenta que la participaci´on baja acarrea una participaci´ on desigual, en tanto al caer la asistencia a las urnas, esta cae principalmente en los grupos menos interesados en la pol´ıtica, los menos educados, y con menos recursos (materiales, sociales, y cognitivos), reproduciendo las desigualdades estructurales en la esfera pol´ıtica que idealmente debiera igualar a los ciudadanos. La exposici´on de Lijphart, as´ı como otros trabajos anteriores y posteriores a ella, suscit´ o un amplio debate entre los acad´emicos y propici´o que en 2001 la misma asociaci´ on formara un grupo de trabajo especial13 para analizar el tema de la desigualdad pol´ıtica en la sociedad estadounidense. Tras tres a˜ nos de trabajo, produjeron un lapidario informe que se˜ nalaba que: “Los ciudadanos con bajos o medios ingresos se expresan con un suspiro que se pierde en los o´ıdos de autoridades poco atentas, mientras los aventajados rugen con una claridad y consistencia que los policymakers f´ acilmente oyen y rutinariamente siguen”14 (Jacobs et al, 2004: 2).

De acuerdo a estos autores, esta creciente desigualdad pol´ıtica amenaza los logros de las reformas de derechos civiles, produciendo ciudadanos de primer y segundo orden (2004: 17). Considerando el alarmantemente bajo nivel de participaci´on electoral en el Chile actual, la preocupaci´on por la igualdad pol´ıtica y la composici´on del electorado se vuelve especialmente relevante. Incluso evidencia preliminar proporcionada por Corval´an y Cox (2013b) sugiere en la elecci´on municipal de 2012 es posible observar observar brechas de educaci´on e ingreso entre los votantes y quienes se abstuvieron. Tomando en cuenta adem´as que Chile posee altos niveles de desigualdad en la distribuci´ on de su ingreso, esta desigualdad pol´ıtica ser´ıa especialmente preocupante. Por todos estos motivos, esta tesis se propone como objetivo indagar en la composici´on del electorado en Chile y los eventuales efectos que la reciente reforma electoral puede haber tenido en ella. En este sentido la pregunta de investigaci´ on que guiar´a este trabajo ser´a ¿Cu´ ales fueron los efectos de la introducci´ on del voto voluntario y la inscripci´ on autom´ atica en la composici´ on de los electorados 12

Este punto no es incontrovertido, v´ease Rosema (2007). Este grupo de trabajo estubo conformado por prestigiosos acad´emicos, tales como Theda Skocpol, Larry Bartels, Benjamin Page, Morris Fiorina, Sidney Verba, Kay Lehman Schlozman, entre otros, y liderados por Lawrence Jacobs. 14 Todas las citas en este documento son de traducci´ on del autor, donde corresponda. 13

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en Chile? Adem´ as de dar luces respecto al caso chileno, esperamos que este trabajo permita adem´ as profundizar nuestro conocimiento de los impactos de las instituciones electorales en la participaci´ on, as´ı como ilumninar la eventual relaci´ on entre ´estas y la desigualdad pol´ıtica. El resto de este documento se organiza como sigue: el segundo cap´ıtulo revisa la literatura especializada en participaci´ on electoral, destacando las principales explicaciones ofrecidas para entender porqu´e los ciudadanos emiten (o no) un voto. Estas explicaciones son organizadas en torno a 5 grandes grupos: (1) aquellas que consideran el voto como una acto instrumental, vinculadas a la teor´ıa de la elecci´ on racional; (2) las que entienden al voto como una acci´on expresiva; (3) las que describen al voto como un h´ abito; (4) aquellas que relacionan la participaci´on en elecciones a la edad y las generaciones; y (5) las que vinculan el voto al status socio-econ´omico. Un tercer cap´ıtulo explora el rol de las instituciones electorales en la participaci´on en elecciones, con especial ´enfasis en el voto obligatorio y sus eventuales efectos en la composici´on del electorado. El cuarto cap´ıtulo organiza y formaliza la revisi´ on te´ orica y emp´ırica en hip´otesis a ser testeadas en el caso chileno, mientras el quinto cap´ıtulo discute el dise˜ no metodol´ogico propuesto y el plan de an´alisis: una aproximaci´on cuasi-experimental basada en datos de encuestas de opini´on p´ ublica. Los resultados del an´alisis son expuestos en detalle en un sexto cap´ıtulo. Finalmente se sistematizan las principales conclusiones extra´ıdas de los resultados obtenidos, y se discuten las implicancias normativas de los hallazgos.

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2

¿Qui´ enes votan?

La participaci´ on electoral siempre ha suscitado gran inter´es entre los cientistas sociales. Este fen´omeno ha sido ampliamente estudiado desde diversas disciplinas y enfoques, lo que ha generado enormes cantidades de evidencia emp´ırica acumulado sobre el tema. C´omo nota Achen (2006: 2): “(...) pocas actividades pol´ıticas han sido tan estudiadas como la decisi´ on de votar (...). Sin embargo, teor´ıas relevantes para la literatura emp´ırica son virtualmente inexistentes, con depresivas consecuencias para el estado del conocimiento actual. Nadie sabe con certeza c´ omo se relacionan las variables causalmente, por lo que los investigadores son libres de especular e interpretarlas liberalmente”.

A pesar de algunos notables esfuerzos recientes, como por ejemplo el de Rolfe (2012), a´ un no existe una teor´ıa que intente unificar la gran cantidad de hallazgos emp´ıricos sobre la participaci´ on de los ciudadanos en las elecciones, si no que m´as bien existe una serie de enfoques y perspectivas que cubren aspectos espec´ıficos de este fen´omeno. De hecho, tal como sugieren los meta-an´ alisis de Geys (2006) en datos agregados, a´ un no existe un consenso en la comunidad acad´emica sobre un ”modelo base” (core model ) de participaci´on electoral. A pesar de que la falta de consenso puede interpretarse c´ omo un signo de salud en la comunidad cient´ıfica dedicada a esta tem´ atica, la variedad de enfoques y explicaciones utilizadas en la literatura especializada para dar cuenta de la decisi´on de votar es abrumadora. De hecho, Smets y Van Ham (2013) en su meta-an´alisis de 90 art´ıculos de revistas acad´emicas que tratan el tema, encuentran 170 variables independientes diferentes, ninguna de la cuales est´ a presente en todos los estudios, lo que da cuenta de la relativa falta de parsimonia en las investigaciones del ´area. La ausencia de marcos conceptuales comunes ampl´ıa este problema: incluso en papers que trabajan con variables similares, la interpretaci´ on de ´estas propuestas por los investigadores pueden variar significativamente. La ausencia de una teor´ıa unificada de la participaci´on nos obliga a seguir una aproximaci´ on ecl´ectica con la evidencia acumulada. En lo que sigue de este cap´ıtulo revisaremos los principales hallazgos de la literatura especializada, los cuales organizaremos anal´ıticamente en 5 secciones.

2.1

El Voto como Acci´ on Instrumental

La teor´ıa de la elecci´ on racional (TER) ha sido profundamente influyente en pr´acticamente todas las ´areas de investigaci´ on en ciencias social, y por supuesto, la participaci´on electoral no ha sido la excepci´ on. Para bien o para mal, muchos de los trabajos que analizan la asistencia de los ciudadanos a las elecciones tienden a contrastar los costos de participar (informarse de las propuestas y/o candidatos, ir al local de votaci´ on, entre otros) con sus beneficios (tales como que la pol´ıtica o candidato preferido resulte electo). Esta aproximaci´on encuentra su principal antecedente en el trabajo seminal de Anthony Downs, An Economic Theory of Democracy (1957). En este influyente libro15 Downs propone entender el voto como una acci´ on instrumental, es decir, que los ciudadanos votan no por la utilidad que les trae el acto de votar en s´ı mismo, sino que m´as bien los eventuales 15

De acuerdo a Google Scholar, acumula 22 mil citas aproximadamente.

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resultados que ´este puede producir, siendo el principal que su preferencia resulte electa. Dicho de otro modo, quienes participan de las elecciones lo hacen con la esperanza de que su candidato u opci´on preferida gane la elecci´ on. Sin embargo, este resultado deseable puede ocurrir incluso aunque el individuo no realice la acci´ on: su candidato puede ser electo aunque ´el no vote. Si tomamos en consideraci´on que incluso en las elecciones locales con relativamente pocos votantes la probabilidad de emitir un voto decisivo es pr´ acticamente cero, tenemos un escenario donde los costos de participar siempre ser´an mayores a los beneficios. De esta forma se configura lo que muchos han llamado la “paradoja de la participaci´ on” (Aldrich, 1993): a pesar de que no parece racional hacerlo, de todas forma existe un n´ umero importante de personas que efectivamente vota16 . Esta paradoja ha incitado una extensa discusi´on entre los expertos, llegando hasta el punto de que para algunos la paradoja de la participaci´on termin´o por devorar a la teor´ıa de la elecci´ on racional en el estudio del comportamiento electoral (Fiorina, 1989; Grofman, 1992). Otros en cambio reconocen en la paradoja de la participaci´on una contradicci´on entre la teor´ıa y los hechos emp´ıricos, pero argumentan que es posible corregir el modelo te´orico para que se ajuste mejor al fen´omeno de la participaci´ on electoral, sin necesariamente abandonar las premisas fundamentales de la TER. Dentro de los primeros esfuerzos en esta direcci´on se encuentra el trabajo cl´asico de Riker y Ordeshook (1968) en el cu´ al reconocen las falencias del modelo downsiano de participaci´ on, y al mismo tiempo que ofrecen una correcci´on a ´este. Proponen que los votantes no s´olo obtienen beneficios del resultado de la elecci´ on, sino que adem´as del hecho mismo de participar en ella. De este modo proponen conciliar el hecho de que la gente participa en elecciones agregando beneficios no condicionales a los resultados de ´estas, tales como la satisfacci´on por el cumplimiento de un deber c´ıvico17 , o la mantenci´ on del sistema democr´atico. De este modo el acto de votar pasa a entenderse m´ as c´ omo un acto de “consumo”, que c´omo uno instrumental (i.e. una “inversi´ on”). Otros autores sostienen que los ciudadanos consideran sus chances de afectar el resultado de la elecci´on al momento de tomar la decisi´ on de participar en ella, a pesar de la probabilidad de ser un voto positivo se mantenga -para todo prop´osito pr´actico- en cero. En esta l´ınea, Barzel y Silverberg (1973) muestran que la participaci´ on electoral aumenta en elecciones m´as re˜ nidas, mientras que Fain y Dworkin (1993) argumentan que los incentivos a participar se reducen en la medida en que los ciudadanos perciben que su preferencia es la mayoritaria. Finalmente, Aldrich (1993) plantea que al ser una acci´ on de bajo costo y baja utilidad, la decisi´on de participar en elecciones es compleja de conceptualizar desde los modelos propios de la TER cl´asica. No obstante investigaci´on reciente (e.g. Caporale y Poitras, 2014) sigue vali´endose de este marco conceptual para interpretar sus hallazgos. Tambi´en han existido trabajos que han intentado dar cuenta de la paradoja de la participaci´ on desde versiones m´ as complejas de la TER. Una primera aproximaci´on a destacar es aquella que expande el modelo original de Downs incorporando consideraciones estrat´egicas e interactivas mediante las herramientas conceptuales de la teor´ıa de juegos. El ya citado trabajo de Fain y Dworkin (1993) 16

Una discusi´ on cr´ıtica de este concepto puede encontrarse en Schlozman et al (1995). La discusi´ on sobre el rol del deber c´ıvico en la participaci´ on en elecciones ha resurgido recientemente entre la comunidad acad´emica. Achen y Blais (2010) sugieren que el concpeto no ha sido tratado con suficiente rigurosidad, mientras que Galais y Blais (2014) muestran que existen una relaci´ on bidireccional entre la creencia de que votar es un deber y la participaci´ on en elecciones. 17

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avanza en esta direcci´ on. A pesar de ofrecer la posibilidad de encontrar participaci´on “racional”, los primeros trabajos de Palfrey y Rosenthal (1983, 1985) muestran que incluso al incorporar elementos de incertidumbre e interacci´ on estrat´egica, la abstenci´on sigue siendo el curso de acci´ on m´as razonable para pr´ acticamente la totalidad de los ciudadanos. Trabajos posteriores mostrar´ıan, no obstante, que el tama˜ no del electorado se relaciona negativamente a las tasas de participaci´ on lo que estos autores interpretan como evidencia favorable al postulado downsiano de que la probabilidad de emitir un voto decisivo (creciente en electorados m´as peque˜ nos) aumenta las chances de participaci´on (Hansen et al, 1987). Otra aproximaci´ on utilizada para explicar la participaci´on pol´ıtica a partir de la TER es aquella que se basa en modelos conductuales -behavioral - de este enfoque (Simon, 1955). Estos modelos de “segunda generaci´ on” de racionalidad relevan la necesidad de ampliar la premisa del propio inter´es en el estudio de los problemas de acci´ on colectiva, tales como la participaci´on en elecciones (Ostrom, 1998). En palabras de Harsanyi (1969: 519): “En la vida pol´ıtica, los motivos no-econ´ omico y/o no-ego´ıstas parecen ser a´ un m´ as importantes. El propio inter´es no puede explicar siquiera el hecho fundamental que la mayor´ıa de las personas elige votar (...). Para hacer justicia a estos hechos emp´ıricos, en mi opini´ on necesitamos reemplazar la teor´ıa monotem´ atica de la motivaci´ on econ´ omico ego´ısta pura con supuestos motivacionales menos restrictivos”.

En esta misma direcci´ on complejizan las heur´ısticas utilizadas por los actores para incorporar procesos de aprendizaje y/o adaptaci´ on a la relativa falta de informaci´on. Bendor et al (2003) muestran que siguiendo estos principios es posible elaborar modelos de participaci´on electoral que, a pesar de conservar la riqueza anal´ıtica y te´orica de la TER, pueden proyectar tasas de participaci´ on positivas y variables en rasgos similares a los observados en los sistemas electorales reales. A pesar de su relativo ´exito, el modelo anterior ha sido criticado por su excesivo formalismo, y por no describir regularidades emp´ıricas conocidas -que revisaremos en los apartados siguientes-, tales como el hecho de que existen votantes y no-votantes habituales (Fowler, 2006). Sin embargo, la principal cr´ıtica que recibe esta aproximaci´ on es el hecho de que entender el voto como un acto instrumental oscurece muchos de los factores psico-sociales asociados a la participaci´on en elecciones y lo reduce a un c´alculo m´as o menos independiente de las preferencias y los entornos a los que las personas est´ an expuestas (Harder y Krosnick, 2008). Es por que otro grupo de investigadores proponen entender el voto m´as bien c´ omo una acci´ on expresiva.

2.2

El Voto como Acci´ on Expresiva

En contraste con los trabajos revisados en el apartado anterior, existe una serie de investigaciones que han conceptualizado el voto c´ omo una acci´on expresiva antes que instrumental: los ciudadanos acuden a las urnas para expresar sus preferencias, ya sea para decir algo de s´ı mismos, su entorno, su opini´on sobre el gobierno, o el desempe˜ no del pa´ıs (Fiorina, 1976). Este enfoque enfatiza el rol del entorno social y las percepciones de los ciudadanos en la decisi´on de participar en elecciones, as´ı como la pertenencia a ciertos grupos sociales. En el ya citado trabajo de Abramson y Aldrich (1982) sobre 13

el declive de la participaci´ on electoral en Estados Unidos, los autores argumentan que el principal factor detr´as de esta ca´ıda ser´ıa la disminuci´on de ciertos indicadores actitudinales en la poblaci´ on, c´omo el debilitamiento de la identificaci´on partidaria y la confianza en el gobierno. En este sentido, cobra especial importancia el acceso que los ciudadanos tengan a la informaci´on pol´ıtica as´ı c´ omo su capacidad para procesar esta informaci´on: Palfrey y Poole (1987) muestran que los votantes m´ as informados tienden a participar m´ as que aquellos con menores niveles de “sofisticaci´on pol´ıtica”. En este sentido, el modelo del votante expresivo permite dar una interpretaci´on sustantiva al rol de la edad (entendida como “experiencia” pol´ıtica), la educaci´on (c´omo indicador de acceso y capacidad de procesamiento de informaci´ on pol´ıtica), la identificaci´on con partidos pol´ıticos (como fuente de informaci´on y cercan´ıa con la pol´ıtica), entre otros (Achen, 2006: 12-15). Otro aspecto que ha sido destacado por esta literatura es la influencia del entorno social en la decisi´on de votar. Por ejemplo, Olsen (1972) sugiere que quienes se desenvuelven en organizaciones sociales tales como iglesias, vecindades, sindicatos, y otras agrupaciones tales como clubes sociales y asociaciones voluntarias son m´ as proclives a expresarse en las urnas en tanto la participaci´ on en estas organizaciones sociales jugar´ıa un rol de movilizaci´on pol´ıtica en sus miembros. Siguiendo un argumento similar, La Due Lake y Huckfeldt (1998) muestran que quienes se mueven en redes sociales m´as activas pol´ıticamente, interact´ uan m´as frecuentemente con ellas y participan de m´ as organizaciones sociales, tienden a participar en pol´ıtica con mayor frecuencia. Adem´as, muestran que la educaci´ on formal se relaciona positivamente al grado de activaci´on pol´ıtica de las redes sociales en las que se mueven los individuos. Los autores argumentan que estas formas de capital social promover´ıan la participaci´ on en elecciones en tanto atraer´ıan (engage) a los ciudadanos en la pol´ıtica, adem´as de proporcionarles informaci´ on contextual para hacer sentido de la misma. Fowler (2005) sugiere que en la medida en los individuos se muevan en redes sociales m´as densas, c´omo por ejemplo las de comunidades rurales o peque˜ nas, la participaci´on electoral aumenta debido a que se produce un “efecto contagio” de la informaci´ on pol´ıtica m´as pronunciado. Por otro lado, Green y Rogers (2009) muestran que al conocer los niveles de participaci´on de su comunidad, s´olo los ciudadanos que votan con menor frecuencia aumentan sus chances de participar. Rolfe (2012) complementa este argumento al postular que la sensibilidad de los ciudadanos a los niveles de participaci´on de su entorno son variables, y que est´ a aumenta en la medida en que aumenta la densidad de los v´ınculos sociales. De este modo, es posible argumentar a favor de la existencia de una conexi´on te´orica entre integraci´on social y participaci´ on electoral, ya sea directamente motivando a los ciudadanos a votar, o indirectamente proporcionando a los ciudadanos con informaci´on contextual para interpretar su entorno pol´ıtico. Igualmente, la investigaci´ on reciente ha demostrado que el entorno pol´ıtico y la percepci´on que los ciudadanos tengan de ´el afecta directamente la capacidad y probabilidad de que los ciudadanos se expresen en las urnas. Por ejemplo, Rogowski (2012) muestra que ambientes pol´ıticos m´as polarizados reducen la participaci´ on electoral, principalmente en los ciudadanos con menores niveles de sofisticaci´ on pol´ıtica, medida tanto como educaci´on como informaci´on pol´ıtica. Por otra parte, Falk Pedersen et al (2014) exploran la relaci´on entre indiferencia al sistema de partidos, alienaci´ on pol´ıtica, y participaci´ on electoral y encuentran que los ciudadanos que no se identifican con los

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partidos mayoritarios y quienes se encuentran m´as alienados ideol´ogicamente participan significativamente menos, resultado que es com´ un para todas las elecciones comprendidas en la tercera ola del estudio comparado de sistemas electorales (CSES-3). Asimismo, Bowler y Donovan (2012) sugieren que la evaluaci´ on de la pol´ıtica y los pol´ıticos afecta las chances de que los ciudadanos perciban el voto c´omo un deber, lo que a su vez aumenta la participaci´on en las elecciones. A medida que los ciudadanos se distancian de los pol´ıtcos, lo hacen tambi´en de las elecciones. Es importante notar, tal como argumentan Katosh y Traugott (1982), que los votantes pueden considerar aspectos tanto instrumentales como expresivos y actitudinales en su decisi´on de participar en elecciones. A pesar de que estos autores muestran que el segundo grupo de predictores juega un papel m´as relevante, de todas formas es necesario integrar ambas maneras de entender la asistencia de los ciudadanos a las urnas en una explicaci´on integrada, tal como propone Rolfe (2012) en su propuesta de una teor´ıa social de la participaci´on electoral. Si bien estos enfoques cubren variados aspectos de la participaci´ on en elecciones, la vasta evidencia emp´ırica acumulada tambi´en contiene una serie de regularidades que dificilmente podr´ıamos enmarcar en uno u otro conjunto de trabajos. Por este motivo, adem´ as de por su importancia relativa (en t´erminos de capacidad predictiva de la decisi´on de votar) y sustantiva (en relaci´on a su relevancia pol´ıtica y normativa) en la comprensi´ on del fen´omeno de la participaci´ on electoral es que han surgido una serie de trabajos asociados a estas regularidades emp´ıricas (Smets y Van Ham, 2013). Considerando lo anterior es que dedicaremos los pr´oximos apartados a las tres regularidades m´as salientes en la literatura especializada: la que considera el voto c´ omo un h´ abito, la que indaga la relaci´on entre ciclo de vida y generaci´on con la asistencia a las elecciones, y la que asocia el status socio-econ´omico a la participaci´on pol´ıtica.

2.3

El Voto como Acci´ on Habitual

Uno de los hallazgos que la literatura especializada ha dedicado m´as atenci´on en los u ´ltimos a˜ nos es aquel que sugiere que el hecho de votar en una elecci´on aumenta las chances de hacerlo en la siguiente (Green y Shachar, 2000). Adem´as de plantear un desaf´ıo metodol´ogico importante -pues es necesario aislar el efecto de votar en una elecci´on pasada de todos los factores que pueden influenciar la participaci´ on tanto en la elecci´ on pasada c´omo en la presente (Dinas, 2012)-, la comprensi´ on sustantiva de esta regularidad ha propiciado una amplia discusi´on te´orica entre los analistas. Desde una perspectiva m´ as propia de la psicolog´ıa conductual, Green y Shachar (2000) sugieren que la participaci´on en una elecci´ on refuerza “consuetudinariamente” la votaci´on en la elecci´on siguiente, es decir, por la fuerza de la costumbre. A pesar de que estos autores expl´ıcitamente evitan referirse a este fen´omeno c´ omo un h´ abito, por las supuestas connotaciones negativas que este concepto acarrear´ıa, la literatura especializada adopt´o esa palabra para describir la influencia de la participaci´ on pasada en la participaci´ on futura. Kanazawa (1998, 2000) propone que el h´abito de votar podr´ıa ser una soluci´on a la paradoja de la participaci´ on. Conceptualizando el voto desde un modelo aprendizaje estoc´astico, donde los votantes perciben una correlaci´ on entre su decisi´on de participar en la elecci´on y el resultado de la misma, muestra que las decisiones pasadas de participaci´on o abstenci´on inciden en las decisiones futuras reforzando la participaci´ on entre quienes apoyan a candidatos que terminan imponi´endose 15

y debilit´andola en quienes votan por los perdedores. Sin embargo, Gerber et al (2003) y Denny y Doyle (2009), muestran con evidencia experimental y longitudinal respectivamente, que el s´ olo hecho de votar en una elecci´ on aumenta las chances de hacerlo en la siguiente, con independencia de si se apoyaba al candidato ganador o perdedor. En esta misma direcci´on, en uno de los trabajos m´ as influyentes en este campo, Plutzer (2002) argumenta que los votantes exhiben “inercia”: tienden a mantener sus cursos de acci´ on pasados, ya sean de votaci´on o de no-votaci´on. De mucha relevancia para nuestro estudio, Plutzer adem´ as sugiere que el hecho de encontrarse en uno de ambos estados (participaci´on o abstenci´ on) depende primordialmente de los recursos y experiencias a los cuales las personas son expuestas durante su adultez temprana (cuando tienen la edad m´ınima requerida para votar por primera vez). Quienes vienen de hogares donde sus padres participan activamente en pol´ıtica, tienen afiliaciones partidarias fuertes, y ten´ıan un involucramiento pol´ıtico durante su educaci´on secundaria se transforman mayoritariamente en votantes habituales, incluso a˜ nos despu´es de dejar de vivir con sus padres y dejar la educaci´on formal. Consistente con la evidencia mostrada por Plutzer, Gerber et al (2003) sugieren que el h´abito de participar en elecciones ser´ıa incluso m´ as influyente que los predictores “cl´ asicos” de participaci´on, c´omo la edad y la educaci´on. Es importante destacar que el hecho de que la participaci´on electoral se constituya c´omo un h´abito tiene importantes consecuencias para la comprensi´on del voto c´omo una acci´on instrumental o expresiva. De hecho, c´ omo ya hab´ıamos adelantado, Fowler (2006) sugiere que los modelos que entienden el voto instrumentalmente suelen, impl´ıcitamente, proponer que los ciudadanos se involucran “casualmente” en las elecciones: ya sea cuando la elecci´on sea m´as competitiva, cuando el electorado sea m´ as peque˜ no (i.e. elecciones locales), entre otros factores que de estar presentes aumentan las chances de que un individuo asista a las urnas. Sin embargo, la mayor parte del electorado o bien vota o bien suele abstenerse. En este sentido, Fowler plantea que debe existir un mecanismo de feedback moderador en los ciudadanos, que permita establecer estos patrones de votaci´on y abstenci´ on habitual. Que votar se transforme en un h´ abito tiene una serie de implicancias sustantivas relevantes para el estudio de la participaci´ on electoral, especialmente para el an´alisis del declive en las tasas de asistencia a las urnas que se han observado en variados contextos (Denny y Doyle, 2009: 30). Primero, implica que las campa˜ nas de movilizaci´ on electoral y los esfuerzos por elevar la participaci´on pueden tener efectos de largo plazo (Cutts et al, 2009). Por otra parte, que votar sea un h´abito implica que no todos los ciudadanos van a responder de igual manera a los distintos factores que pueden propiciar o inhibir el voto: los votantes habituales debieran ser relativamente menos sensibles a cambios en el contexto electoral, as´ı como a consideraciones expresivas y actitudinales, que los votantes casuales (Aldrich et al, 2011). Finalmente, y quiz´as de especial relevancia para este estudio, si el voto es un h´ abito (Dinas, 2012) y este se conforma principalmente en los a˜ nos de socializaci´ on pol´ıtica -adolescencia y adultez temprana, (Plutzer, 2002)- esto implica que los diversos factores del entorno social y el contexto electoral pueden promover la participaci´on estable en el tiempo en ciertas generaciones expuestas a per´ıodos particularmente movilizantes durante estas etapas de su ciclo de vida (G´ orecki, 2013). En otras palabras, que el h´abito de votar se constituya durante la juventud implica que podemos esperar grandes diferencias generacionales en participaci´on electoral:

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mientras algunas generaciones pueden haber estado expuestas a circunstancias que promueven la participaci´on durante su adolescencia, y por consiguente, por el resto de sus vidas; otras pueden no experimentar estas circunstancias, con los efectos de largo plazo que esto supone (Franklin, 2004). Por este motivo, existe una gran cantidad de literatura que se ha dedicado a explorar las relaciones que el ciclo de vida, las generaciones, y determinados per´ıodos pueden tener con la participaci´ on electoral. A este campo de investigaci´ on dedicaremos nuestro pr´oximo apartado.

2.4

Voto, Edad, y Generaci´ on

En las ciencias sociales el concepto de “generaci´on” posee una larga tradici´on c´omo categor´ıa anal´ıtica (Mannheim, 1993; original de 1928): la idea de que los individuos nacidos en per´ıodos similares, y que por lo tanto experimentan los diferentes eventos hist´oricos en momentos similares del ciclo de vida, presentan comportamientos y creencias comunes ha sido exitosa en dar cuenta de fen´omenos tan diversos como las transiciones demogr´aficas (Lesthaeghe, 2010), el crecimiento econ´omico (Easterlin, 1987), y el cambio cultural (Inglehart, 1997). C´omo ya adelantamos, esta perspectiva tambi´en ha sido incorporada al estudio de la participaci´on electoral, aunque su importancia relativa ha aumentado en la medida en que la mayor´ıa de las democracias desarrolladas han experimentado ca´ıdas en sus niveles de participaci´on, principalmente entre las cohortes m´as j´ovenes (Franklin, 2004). Uno de los estudios pioneros en la utilizaci´on del enfoque generacional para explicar el declive de la participaci´ on electoral es el de Lyons y Alexander (2000) para el caso estadounidense. En este art´ıculo, los autores argumentan los nacidos con cercan´ıa al crash econ´omico de 1929 fue una generaci´on sistem´ aticamente m´ as participativa que las generaciones siguientes, debido al per´ıodo pol´ıtico que enfrentaron. Adicionalmente, los autores muestran que la generaci´on no s´olo tiene un efectos directos en la participaci´ on, sino que adem´as los que pertenec´ıan a la generaci´on m´as joven eran m´as sensibles a la educaci´ on y las variables actitudinales en su decisi´on de participar en las elecciones, as´ı c´ omo la movilizaci´ on partidaria ten´ıa un efecto mayor en ellos. Finalmente concluyen que la historia del decive en la participaci´on electoral en los Estados Unidos puede explicarse c´ omo “una historia de electorados”: uno de alta participaci´on, que al ser progresivamente reemplazado por uno de menor votaci´ on, propicia la ca´ıda en las tasas de asistencia a las elecciones. Sin embargo, tal c´ omo el estudio del voto c´omo h´abito, esta aproximaci´on al problema del declive de la participaci´ on electoral enfrenta sus propios desaf´ıos, tanto te´oricos c´omo metodol´ogicos. Uno de los principales obst´ aculos que enfrentan los investigadores es el hecho de que en datos de corte transversal, edad (ciclo de vida), a˜ no de nacimiento (cohorte o generaci´on), y per´ıodo (eventos ex´ogenos) son perfectamente colineales (Rutherford et al, 2010). Esto ha obligado a los investigadores ha buscar datos longitudinales y a utilizar estrategias de modelamiento m´as complejas, tales c´omo los modelos APC18 (Blais et al, 2004). Respecto a la edad (ciclo de vida) es importante destacar que desde el trabajo cl´ asico de Wolfinger y Rosenstone (1980) existe un relativo consenso de un efecto de ciclo de vida curvil´ıneo19 , de manera tal que las chances de votar aumentan a medida 18 19

Age, Period, Cohort, en ingl´es. Una excepci´ on es Achen (2006), quien por razones te´ oricas hipotetiza un efecto lineal de la edad sobre la proba-

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que las personas envejecen, pero llegan a un “techo” tras la adultez media y se reduce ligeramente entre los adultos mayores20 . Estos resultados han sido replicados en diversos contextos (Blais et al, 2004; Wass, 2007; Bhatti et al, 2012; Gallego, 2008) incluyendo a Chile (Corval´an y Cox, 2013), volvi´endose pr´ actica com´ un entre los investigadores del ´area (Smets y Van Ham, 2013: 11). Los hallazgos sobre efectos cohorte tambi´en muestran regularidades: en general, los estudios sugieren que las generaciones m´ as j´ ovenes participan menos que las mayores (Franklin, 2004), aunque en distintos pa´ıses se han detectado distintos puntos de inflexi´on en los niveles de participaci´on por cohorte (Gallego, 2008). De todas formas estos hallazgos sugieren que a medida que avance el reemplazo generacional, se profundizar´a a´ un m´as el declive en los niveles de participaci´on (Bhatti & Hansen, 2012). Este hallazgo generalizado de menor participaci´on en las generaciones j´ovenes sumado al problema de que de acuerdo a los estudiosos del voto habitual este h´abito se construye durante la adolescencia y la adultez temprana pinta un panorama sumamente preocupante en t´erminos de participaci´on electoral. Por este motivo, muchos investigadores han dedicado especial atenci´on a la participaci´on electoral entre los j´ ovenes. Sandell (2008) muestra que los adolescentes que crecen en distritos electorales m´ as competitivos tienden a participar m´as en elecciones que sus pares de distritos menos competitivos, incluso cuando se consideran las caracter´ısticas del hogar y de sus padres. De acuerdo a la autora, esto se debe a que la exposici´on a campa˜ nas competitivas y ambientes m´ as politizados aumenta la efectividad del proceso de socializaci´on pol´ıtico. Otros investigadores han mostrado que existen un porcentaje importante de j´ovenes que vota en la primera elecci´on en las que tiene edad suficiente para hacerlo, pero que luego su inter´es decae. Este resultado es reportado en varios contextos distintos, tanto entre pa´ıses c´omo entre elecciones con diferentes niveles de saliencia (Bhatti et al, 2012). Finalmente, varios investigadores (Lyons & Alexander, 2000; Blais et al, 2004; Gallego, 2008) muestran que no s´olo las generaciones m´as j´ovenes participan menos, si no que sus niveles de participaci´ on se encuentran mucho m´as desigualmente distribuidos entre ellos: los poco j´ ovenes que participan son aquellos con mayores niveles educacionales y con mayores recursos (cognitivos, materiales, y sociales). Nuevamente, si proyectamos el avance del reemplazo generacional veremos que el electorado no s´olo se volver´a cada vez m´as peque˜ no, si no que adem´ as cada vez m´as desigual -tal como predec´ıa Lijphart (1997).

2.5

Voto y Status Socio-Econ´ omico

C´omo se˜ nalamos anteriormente, el aumento de las desigualdades sociales y el declive de la participaci´on electoral en la mayor´ıa de las democracias industrializadas ha significado que entre los analistas haya surgido un renovado inter´es por las relaciones entre el status socio-econ´omico y la participaci´ on pol´ıtica, y c´ omo ´estas inciden en la representatividad de las instituciones pol´ıticas (Jacobs et al, 2004). De hecho, existe evidencia que asocia mayor desigualdad en la distribuci´ on de los ingresos con menores niveles de participaci´on en elecciones (Solt, 2010), aunque ´esta relaci´ on bilidad de participaci´ on en elecciones. 20 Generalmente los investigadores sugieren una especificaci´ on cuadr´ atica para capturar este efecto, con la esperanza que βEdad > 0 y βEdad2 < 0.

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ha sido cuestionada por hallazgos contradictorios (Stockemer & Scruggs, 2012). Sin embargo, es importante precisar que estos estudios tienen una larga tradici´on en las ciencias sociales. La pregunta por las desigualdades pol´ıticas en los Estados Unidos ha sido explorada desde la segunda mitad del siglo XX (Verba y Nie, 1972; Verba et al, 1995), aunque no deja de ser cierto que se este campo de investigaci´on se ha visto revitalizado en respuesta a los sucesos recientes (Bartels, 2009; Schlozman et al, 2012; Gilens, 2012). En relaci´ on a los estudios de participaci´on electoral, el estudio pionero de Wolfinger y Rosenstone (1980) sent´o las bases para la discusi´ on contempor´anea de desigualdades en asistencia a las urnas. Estos autores muestran que de entre los principales indicadores de status socio-econ´omico, es la de educaci´on la que exhibe el mayor poder predictivo de la decisi´on de los ciudadanos de votar -en desmedro de otros factores com´ unmente considerados, tales como el ingreso y la ocupaci´on. Sin embargo, existen otros estudios que sugieren que ingreso ser´ıa preferible como indicador de sesgo de clase (Leighley & Nagler, 1992). Por otra parte, los autores que siguen el “enfoque de recursos” (Brady et al, 1995) sugieren que es necesario ir m´as all´a de los indicadores cl´asicos de status socioecon´omico (educaci´ on, ingreso, y ocupaci´on) y complementarlos con medidas m´as espec´ıficas acerca de recursos que los individuos disponen para facilitar la participaci´on pol´ıtica. Estos recursos pueden ser desde tiempo libre para dedicar a informarse de pol´ıtica, hasta habilidades cognitivas y c´ıvicas que permitan a los ciudadanos una mejor comprensi´on de su entorno socio-pol´ıtico, pasando por capitales materiales y sociales (La Due Lake & Huckfeldt, 1998). Los defensores de este enfoque argumentan que la desigual distribuci´ on de estos recursos entre los grupos sociales ser´ıa lo que estar´ıa detr´as de las desigualdades en participaci´on pol´ıtica. Estas diferencias en la distribuci´ on de recursos aumentan la desigualdad pol´ıtica no s´olo directamente, sino que adem´ as indirectamente a trav´es de las campa˜ nas electorales. Rosenstone y Hansen (1993) argumentan que los esfuerzos de movilizaci´on electoral de las campa˜ nas generalmente se dirigen primordialmente a los ciudadanos con mayores recursos. De manera complementaria, Holbrook y McClurg (2005) muestran que los esfuerzos en movilizaci´on que realizan las campa˜ nas impactan significativamente la composici´ on del electorado, aumentando la participaci´on entre los m´as cercanos a la pol´ıtica y los partidos, pero ignorando a los ap´aticos y alienados pol´ıticamente. Es importante destacar que dentro del enfoque de recursos la educaci´on tambi´en tiene un rol preponderante, en tanto tiene un v´ınculo m´as directo con estos recursos (como habilidades cognitivas y redes sociales) que los dem´ as indicadores de status. A pesar de que en general los estudios de participaci´on electoral tambi´en realzan el rol de la educaci´on formal por sobre otras variables socioecon´omicas, existen autores que cuestionan el mecanismo que vincula educaci´on a participaci´ on. Para Kam y Palmer (2008) no es la educaci´on en s´ı misma que la promueve el voto entre los ciudadanos si no que m´ as bien el logro educativo actuar´ıa como un proxy de experiencias adultas y madurez. Esta afirmaci´ on tambi´en se sustenta en el hecho com´ unmente conocido como la paradoja de Brody (1978): a pesar de que el logro educacional promedio ha aumentado en la mayor´ıa de las democracias occidentales, la participaci´on en elecciones ha disminuido. Sin embargo, Sondheimer y Green (2010) muestran con evidencia experimental que los aumentos ex´ogenos en escolaridad aumentan por s´ı solos la chances que tiene un individuo de votar. Si bien no existe completa

19

claridad de los mecanismos detr´ as de esta relaci´on, lo cierto es que este es uno de los hallazgos m´ as robustos de la literatura en participaci´ on electoral (Smets y Van Ham, 2013). A pesar de que el v´ınculo entre educaci´on y participaci´on es regularidad emp´ırica ampliamente aceptado, la literatura especializada ha documentado varios factores que alteran la magnitud e importancia relativa de este efecto. En otras palabras, la educaci´on no afecta por igual a todos los ciudadanos en cuanto a su participaci´ on en las elecciones, por lo que podemos hablar que este v´ınculo ser´ıa heterog´eneo. Una primera fuente de heterogeneidad que ya hemos discutido es la generaci´ on pol´ıtica: los miembros de las cohortes m´as j´ovenes son mucho m´as sensibles a las diferencias de educaci´on en cuanto a su asistencia a las urnas (Lyons y Alexander, 2000). Burden (2009) muestra que en los Estados Unidos el efecto de la educaci´on sobre la participaci´on electoral ha aumentado significativamente desde los a˜ nos ochenta, a medida que las generaciones m´as participativas han dejado el electorado. Una segunda fuente de heterogeneidad es la desigualdad del entorno social: en contextos de peor distribuci´ on de los ingresos aumenta significativamente las brechas de participaci´ on electoral entre los ciudadanos m´ as y menos educados (Scervini & Segatti, 2012). En este sentido puede relacionarse el aumento en la desigualdad social en ciertos pa´ıses al aumento en la desigualdad participativa. Finalmente, una tercera fuente de heterogeneidad en el efecto de la educaci´on sobre la asistencia a elecciones son los arreglos institucionales: Gallego (2010) observa que ciertos pa´ıses no exhiben brechas de participaci´ on de acuerdo al logro educacional de sus ciudadanos, y demuestra que aquellos sistemas electorales con voto obligatorio tienden a reducir el impacto de la educaci´ on en la participaci´ on electoral. Esta evidencia nos devuelve a nuestra pregunta de investigaci´on por la relaci´on entre instituciones electorales y composici´on del electorado, y al mismo tiempo nos obliga a mirar en mayor detalle la relaci´ on entre participaci´on electoral y normas que rigen los procesos democr´aticos (especialmente la obligatoriedad o voluntariedad del voto), tema al que dedicaremos nuestro siguiente cap´ıtulo.

20

3

Voto Obligatorio y Voluntario

3.1

Voto Obligatorio y Participaci´ on Electoral

Buena parte de los estudios en pol´ıtica comparada se han dedicado a explorar los efectos de la instituciones electorales en distintos outcomes de inter´es (Norris, 1999), siendo la participaci´ on electoral uno de los m´ as investigados. Puesto que otorga un indicador relativamente sencillo de comparar, los estudios comparados en esta tem´atica han sido bastante numerosos, y han utilizados muy variadas estrategias metodol´ ogicas y aproximaciones te´oricas al problema (Geys, 2006; Smets y Van Ham, 2013). Adicionalmente, es importante destacar que estos estudios han sido particularmente exitosos, al punto Blais (2006: 111) se˜ nala que la visi´on dominante entre los analistas ser´ıa que “(...) los principales factores que afectan las variaciones en los niveles de participaci´ on electoral son las variables institucionales”. Dentro de los hallazgos de esta literatura se encuentra que existen ciertas instituciones que promueven la participaci´on en elecciones, mientras otras la inhiben. En general, los reg´ımenes parlamentarios, con menores magnitudes de distrito promedio, representaci´on proporcional tienden a aumentar la participaci´on (Powell, 1986; Jackman, 1987; Norris, 1999; Endersby & Krieckhaus, 2008), particularmente en pa´ıses con mayor antig¨ uedad democr´atica (Gallego et al, 2012). A pesar de que existen resultados ambivalentes sobre un n´ umero importante de instituciones y factores contextuales, tales como el n´ umero efectivo de partidos, la edad requerida para votar y la competitividad electoral (Blais, 2006), existe un consenso m´as o menos generalizado de que el voto obligatorio es la instituci´ on con mayor efecto en las tasas de participaci´on electoral (Franklin, 1999). De hecho, la eficacia del voto obligatorio para promover la participaci´on electoral ha sido testeada no s´olo en estudios comparados, sino que adem´as a trav´es de aproximaciones cuasi-experimentales (Hirczy, 1994) y an´ alisis de control sint´etico (Fowler, 2013). Es por estos motivos que Lijphart (1997) al discutir posibles soluciones para enfrentar el problema del declive de la participaci´ on electoral y el crecimiento de las desigualdades pol´ıticas opta por el voto obligatorio c´omo principal alternativa en tanto sus beneficios electorales sopesar´ıan largamente las objeciones normativas y pr´acticas que pueden plantearse. Sin embargo, no todos los sistemas de voto obligatorio son iguales: existe una gran variaci´ on en el nivel de sanciones y la rigorusidad con la que los estados exigen el cumplimiento de esta compulsi´ on. Panagopoulos (2008) muestra que los sistemas de voto obligatorio m´as efectivos son aquellos que imponen mayores sanciones, y donde existen altas probabilidades de ser castigado por faltar a la norma21 . No obstante, incluso en pa´ıses cuya ley de voto obligatorio impone sanciones m´ınimas y las probabilidades de ser sancionado son escasas, la existencia de una norma de voto compulsivo aumenta la participaci´on. A pesar de su relativa eficacia en aumentar las tasas de participaci´on, el voto obligatorio tambi´en se ha relacionado a una serie de otros efectos en el sistema pol´ıtico. Power y Roberts (1995) sugieren que aumenta la proporci´ on de votos blancos y nulos, al no permitir a los ciudadanos alienados y desafectos de la pol´ıtica abstenerse. Jakee y Sun (2006) teorizan que la compulsi´on a votar eventual21

C´ omo se˜ nalamos anteriormente, el sistema chileno de voto obligatorio contemplaba sanciones relativamente menores y rara vez impuestas (Navia, 2004; Carlin, 2011).

21

mente da˜ na la capacidad del sistema democr´atico para representar las preferencias de los ciudadanos en la medida en que aumenta el n´ umero de votantes desinteresados y desinformados. Siguiendo un argumento similar, Selb y Lacht (2009) muestran que el voto obligatorio aumenta la variabilidad e inconsistencia de las preferencias electorales de los ciudadanos, forzando a los votantes menos informados a votar. Esta evidencia se contrasta con la evidencia proporcionada por Ferwerda (2014), quien demuestra que adem´ as de subir significativamente el nivel de participaci´on en las elecciones, la implementaci´ on del voto obligatorio no altera significativamente el resultado de las mismas (en t´erminos de candidatos o propuestas finalmente elegidas). Por otra parte, y contrario a una hip´ otesis de Lijphat, el voto obligatorio pareciera no tener efectos sobre el nivel de inter´es y conocimiento pol´ıtico de los ciudadanos (Loewen et al, 2008), aunque Singh y Thorton (2013) muestran que la presencia de la obligaci´ on de votar lleva a un aumento en la identificaci´on con los partidos pol´ıticos, as´ı como de la intensidad de esta identificaci´on. Finalmente, existe amplia evidencia que el voto obligatorio reduce la desigualdad en la distribuci´on de ingreso (Carey & Horiuchi, 2012), particularmente donde las sanciones a la abstenci´on son relativamente altas y probables (Chong & Olivera, 2008)22 . Dando cuenta de esta relaci´ on, Matta (2009) demuestra que los pa´ıses con voto obligatorio tienden a invertir una mayor proporci´ on de su PIB en pol´ıticas redistributivas. Sin embargo, una de las principales consecuencias del voto compulsivo -particularmente, la que m´as llam´o la atenci´ on de Lijphart- es su capacidad para reducir las desigualdades participativas, tema al que dedicaremos el siguiente apartado.

3.2

Voto Obligatorio y Composici´ on del Electorado

Seg´ un el citado trabajo de Lijphart, al lograr una participaci´on casi universal, el voto obligatorio -te´oricamente- reducir´ıa las desigualdades pol´ıticas a un nivel m´ınimo. Esta hip´otesis encontrar´ıa sustento emp´ırico en el caso holand´es: Irwin (1974: 299) muestra que la abolici´on del voto obligatorio (1970) tuvo un efecto particularmente fuerte (y negativo) en las tasas de participaci´on de los grupos menos educados y los j´ ovenes, mientras tuvo un efecto relativamente menor entre los m´as educados y los adultos mayores. De manera similar, Hooghe y Pelleriaux (1998) proyectan que en caso de abolirse el voto obligatorio en B´elgica disminuir´ıa significativamente la proporci´on de votantes menos educados, aumentando el peso relativo de los m´as educados en el electorado. Un efecto similar, aunque de menor magnitud, se observa para la distribuci´on de ocupaciones en el electorado: aquellas con menos prestigio se ver´ıan desplazadas por grupos de mayor status social. Sin embargo, los resultados electorales no se ver´ıan alterados significativamente. Louth y Hill (2005: 34) concluyen un an´alisis similar, pero en el contexto australiano se˜ nalando que: “Sin el voto obligatorio, la democracia australiana ser´ıa muy distinta. La participaci´ on ser´ıa considerablemente menor, y por mucho, menos representativa de la sociedad de lo que es en el presente”. Finalmente, Czesnik (2013) muestra que de implementarse el voto obligatorio en Polonia la composici´on del electorado se volver´ıa significativamente m´ as representativa de la sociedad, sin modificar sustantivamente los resultados electorales. 22

Evidencia que lleva a estos autores a proponer la implementaci´ on de esquemas de voto obligatorio en Latino am´erica como una medida contra sus elevados niveles de desigualdad social.

22

La investigaci´ on comparada tambi´en ha proporcionado evidencia de que le voto obligatorio colaborar´ıa en reducir los problemas de desigualdad pol´ıtica: Anduiza (2002) muestra que en pa´ıses con voto compulsivo los recursos indiviudales son menos determinantes en la decisi´on de votar, por lo que se observan menos brechas educativas, etarias, de ingreso, y de factores actitudinales. Por otra parte, existe evidencia que la eficacia del voto obligatorio para disminuir la estratificaci´on del electorado no es homog´enea: Quintelier et al (2011) muestra que los j´ovenes en pa´ıses desarrollados son menos sensibles a la obligaci´ on de votar que los ciudadanos de mayor edad. Por otra parte, S¨oderlund et al (2011) proporcionan evidencia que sugiere que el voto obligatorio reduce las brechas de participaci´ on entre los grupos m´ as y menos vinculados e interesados en la pol´ıtica. De manera similar, Jaitman (2013) muestra que el voto obligatorio tiene el doble efectividad en llevar a los ciudadanos de menor educaci´ on a las urnas respecto a los m´as educados, quienes votan de manera importante con independencia de si se encuentran obligados a hacerlo. Esto la lleva a afirmar que “El voto obligatorio es una instituci´ on que tiene el potencial de regular la composici´ on del electorado en t´erminos de educaci´ on (...) [en tanto] aten´ ua el sesgo educacional en la participaci´ on pol´ıtica” (2013: 91-92). En s´ıntesis, evidencia de diversas fuentes sugiere que el voto obligatorio tiende a producir electorados m´as representativos a las sociedades de donde provienen, mediante reducciones significativas en las brechas de participaci´ on entre los diversos grupos sociales. Adicionalmente, este aumento en la participaci´ on electoral no parece tener efectos significativos en los resultados de las elecciones.

3.3

Reforma Electoral y Composici´ on del Electorado

En este u ´ltimo apartado queremos dar cuenta de la evidencia que la literatura especializada ha proporcionado respecto a los efectos de las reformas electorales en la composici´on de los electorados. A pesar de que hasta este punto hemos centrado nuestra discusi´on en el car´acter del voto, es importante recordar que la reforma electoral chilena de 2011 tambi´en introdujo la inscripci´on autom´ atica en los registros electorales. Por esto, es necesario considerar c´omo las reformas electorales en general se relacionan a la participaci´ on electoral, y a trav´es de esta, a la composici´on de los electorados. Una de las principales preocupaciones que ha mostrado la literatura especializada en reformas electorales, es por la “consecuencias no deseadas” de la implementaci´on de nuevos sistemas de votaci´on. Berinsky (2005) argumenta que la mayor´ıa de estas modificaciones se proponen aumentar la participaci´ on de los ciudadanos en las elecciones mediante una reducci´on de las restricciones para votar. Este autor distingue entre dos tipos de efectos de las reformas: estimular la participaci´ on en no-votantes, y retener la participaci´on de los votantes. De acuerdo a Berinsky, las instituciones electorales son mucho m´ as efectivas para lograr este u ´ltimo resultado, aumentando las chances de que los ciudadanos con altas propensiones a participar lo hagan, pero dejando pr´acticamente en el mismo estado a los individuos desafectos del proceso electoral. A esto le denomina las “consecuencias perversas” de la reforma electoral: si bien pueden aumentar los niveles de participaci´ on, lo hacen a costa de aumentar (o mantener) las brechas socio-econ´omicas en la composici´on del electorado. Por ejemplo, Southwell y Burchett (2000) demuestran que la introducci´on del voto por correo exacerba los patrones de h´ abito de los ciudadanos: quienes votan habitualmente tienen m´ as 23

facilidades para mantenerse haci´endolo, reduci´endose su exposici´on a contingencias; mientras que quienes se abstienen regularmente no encuentra demasiadas razones para cambiar su curso de acci´ on habitual. Rigby y Springer (2011), por otra parte, intentan descubrir que tipo de reformas pueden aumentar o disminuir la igualdad pol´ıtica. En general, muestran que las reformas que afectan la facilidad de registro en el padr´ on electoral tienden a reducir la desigualdad en la participaci´on en elecciones (pues promueven el ingreso de nuevos votantes, que antes no participaban); mientras que aquellas que facilitan la emisi´ on del voto para los ciudadanos tienden a aumentar la desigualdad pol´ıtica, en tanto s´olo aumentan las chances de participaci´on para los votantes. Por otra parte, existe evidencia que se˜ nala que las instituciones electorales interact´ uan entre ellas de maneras complejas, por lo que sus efectos conjuntos son dif´ıciles de anticipar (Burden et al, 2014). Estos autores, sugieren que reformas que aumentan la participaci´on y/o la desigualdad electoral pueden tener el efecto contrario al concurrir con otras instituciones electorales. Finalmente, la evidencia sobre promoci´ on de la participaci´ on electoral muestra que en la medida en que los aumentos de la participaci´on electoral ocurran en contextos de baja participaci´on relativa estos tienden a aumentar las disparidades participativas, pues s´ olo son efectivos en los ciudadanos con alta propensi´on a votar (Eno et al, 2014).

24

4

Hip´ otesis

Habiendo revisado los principales hallazgos y enfoques de la literatura especializada, ahora ´ planteamos nuestras hip´ otesis a testear en el caso chileno. Estas las hemos divido en dos grandes grupos: hip´otesis sobre la participaci´ on en elecciones, que nos permitan especificar un modelo de participaci´on lo m´ as correcto posible para cada elecci´on, e hip´otesis relativas a los efectos de la reforma en la composici´ on del electorado, es decir, las diferencias que esperamos entre nuestros modelos de participaci´ on para las elecciones con uno y otro r´egimen normativo.

4.1

Acerca de la Participaci´ on Electoral

De acuerdo a la evidencia revisada, esperamos que la edad juegue un rol central en la asistencia a las elecciones. C´ omo se˜ nalamos con anterioridad, existen dos grandes maneras en las que podemos interpretar el efecto de la edad en la participaci´on electoral. Por una parte, dimos cuenta de amplia evidencia que sugiere un “efecto ciclo de vida” (Wolfinger & Rosenstone 1980; Bhatti et al, 2012), implicando que en la medida en que las personas envejecen, y tienden a asumir roles adultos suelen participar en mayor medida. Sin embargo, esta participaci´on se ver´ıa debilitada cuando las personas ingresan a la tercera edad, posiblemente por los problemas de movilidad y salud que esta etapa de la vida acarrea. Otra manera de interpretar la edad es en t´erminos generacionales: los individuos nacidos en un per´ıodo similar, comparten una serie de caracter´ısticas que los lleva a manifiestar patrones de comportamientos comunes. De esta manera, es posible esperar que existan diferencias generacionales en participaci´ on electoral (Lyons & Alexander, 2000; Blais et al, 2004; Wass, 2007; y para el caso chileno, Contreras & Navia, 2013) En el caso chileno, tal como discutimos en la introducci´on, esto puede ser especialmente relevante en la medida que el plebiscito de 1988 fue un experiencia excepcional que marc´ o profundamente a la sociedad chilena (Navia, 2004; Sierra, 2007; Toro, 2008). Lamentablemente, la cantidad de puntos en el tiempo con los que trabajaremos no nos permite distinguir entre ambas alternativas, aunque de todas maneras podremos orientar nuestro an´alisis y nuestra interpretaciones siguiendo las claves anal´ıticas que se desprenden de ellas. Hip´otesis 1: la probabilidad de participar en elecciones aumentar´ a con la edad, llegando a un m´ aximo en la adultez tard´ıa y disminuyendo ligeramente durante la tercera edad. Hip´otesis 1a: las generaciones m´ as j´ ovenes exhibir´ an menores probabilidades de participar en elecciones que las cohortes m´ as antiguas. Siguiendo los hallazgos de la la literatura especializada, hemos decidido centrar nuestra atenci´ on en la educaci´ on c´ omo principal indicador socio-econ´omico (Smets & Van Ham, 2013). Esperamos que a medida que aumente el logro educacional de los individuos, aumenten tambi´en las chances que estos tienen de participar en elecciones (Wolfinger & Rosenstone, 1980; Sondheimer & Green, 2010)23 . Adicionalmente, y nuevamente de acuerdo a la evidencia revisada, esperamos que este 23

C´ omo se˜ nalamos en la secci´ on 2.5, existe un debate del mecanismo detr´ as de esta relaci´ on.

25

efecto se acent´ ue entre los m´ as j´ ovenes, en la medida en que facilita el acceso y la comprensi´ on de la informaci´on necesaria para hacer sentido del contexto pol´ıtico (Lyons y Alexander, 2000; Burden (2009), lo que resulta especialmente importante para los j´ovenes pues poseen menos experiencia con el sistema pol´ıtico que los adultos. Hip´otesis 2: la probabilidad de participar en elecciones aumentar´ a a medida que los individuos posean m´ as educaci´ on. Hip´otesis 2a: el efecto de la educaci´ on sobre la probabilidad de participar en elecciones ser´ a m´ as pronunciado en la poblaci´ on m´ as joven. Sobre los factores actitudinales, tenemos expectativas de que jueguen un rol promotor del participaci´on electoral: a medida de que los individuos est´en m´as atentos a la pol´ıtica, sean m´as cercanos a los partidos, y sean capaces de definirse ideol´ogicamente, esperamos que sus probabilidades de participar en las elecciones aumenten (Palfrey & Poole, 1987; Achen, 2006; Bowler & Donovan, 2012; Falk Pedersen et al, 2014). Asimismo, esperamos que las generaciones m´as j´ovenes sean m´ as sensibles a estos factores, particularmente la atenci´on pol´ıtica, en la medida que el involucramiento con la pol´ıtica a los que estos indicadores se asocian puede actuar c´omo un sustituto de la falta de experiencia pol´ıtica de los m´ as j´ ovenes (Lyons & Alexander, 2000; Sandell, 2008). Hip´otesis 3: la probabilidad de participar en elecciones aumentar´ a a medida que los individuos posean m´ as atenci´ on a la pol´ıtica. Hip´otesis 3a: el efecto de la atenci´ on a la pol´ıtica sobre la probabilidad de participar en elecciones ser´ a m´ as pronunciado en la poblaci´ on m´ as joven. Hip´otesis 4: la probabilidad de participar en elecciones ser´ a significativamente mayor para los ciudadanos que se identifiquen con alg´ un partido pol´ıtico y sean capaces de ubicarse en el espectro ideol´ ogico.

4.2

Acerca de los Efectos de la Reforma Electoral

Si bien las hip´ otesis anteriores son importantes en la medida en que ayudar´an a evaluar la participaci´on electoral y composici´ on del electorado en ambos contextos normativos, el objetivo principal de este trabajo es dilucidar los efectos que la reforma electoral puede haber tenido en la estructura del electorado. Por este motivo, proponemos otra serie de hip´otesis asociadas a los cambios que la introducci´ on del voto voluntario y la inscripci´on autom´atica pueden traer la sistema electoral chileno. Considerando que la edad -ya sea como ciclo de vida o como generaci´on- es uno de los principales factores asociados a la asistencia a las urnas, es importante analizar que sucede con su rol tras la 26

implementaci´ on de la reforma. C´ omo se˜ nalamos, el electorado chileno estaba marcadamente diferenciado por edad antes de la reforma: mientras la poblaci´on de m´as edad estaba mayoritariamente inscrita, los j´ ovenes estaban pr´ acticamente ausentes del padr´on electoral (Contreras & Navia, 2013). Si adicionalmente tomamos en cuenta el argumento de Rigby y Springer (2011) quienes se˜ nalan que facilitar el registro promueve la participaci´on de los no-votantes, es de esperar que la introducci´ on de la inscripci´on autom´ atica aumente la participaci´on entre los j´ovenes, sin alterar significativamente la de los mayores. Sin embargo, la supresi´on del voto obligatorio permitir´a a muchos votantes inscritos desde el plebiscito de 1988 abstenerse legalmente por primera vez tras el retorno de la democracia. Si bien es cierto que la magnitud y el riesgo de la sanci´on por ausentarse de la elecci´ on siempre fueron menores (Navia, 2000; Carlin, 2011), tambi´en existe evidencia que incluso en estos contextos la compulsi´ on a votar tiene efectos en los ciudadanos (Panagopoulos, 2008). Tomadas en su conjunto, las tendencias de aumento de participaci´on entre los no-inscritos (principalmente j´ovenes) y disminuci´ on de la participaci´on entre los inscritos (principalmente mayores), debieran incidir en una disminuci´ on en las brechas de edad entre votantes y no-votantes. Hip´otesis 5: el efecto de la edad en la probabilidad de votar ser´ a menor tras la reforma electoral de 2011. Finalmente, tenemos la expectativa te´orica de que tras la introducci´on del voto voluntario, la decisi´on de participar en elecciones dependa m´as de caracter´ısticas individuales, tales como educaci´ on y factores actitudinales. Esto idea se justifica en la medida en que al levantar la compulsi´on a votar los individuos requieren incentivos m´ as all´a de las instituciones electorales que los motiven para asistir a las urnas (Irwin, 1974; Anduiza, 2002; Gallego, 2010; S¨oderlund et al, 2011). Considerando, que junto con la edad, estos son los principales factores que la literatura especializada vincula a la participaci´ on electoral (Smets & Van Ham, 2013), es de esperar que sean los que experimenten un cambio m´ as relevante al pasar de un sistema electoral al otro. Adicionalmente, la literatura que describe el voto c´ omo un h´ abito sugiere que estos cambios tendr´ıan una mayor magnitud entre quienes tienen no tienen el h´ abito de participar en elecciones (Aldrich, 2011). Por otra parte, los adultos inscritos desde 1988 en su mayor´ıa han participado regularmente de las elecciones, por lo que es esperable que los mayores cambios ocurran en la poblaci´on sin patrones de voto habitual (Franklin, 2004: 66), en nuestro caso mayoritariamente j´ovenes. Hip´otesis 6: el efecto de la educaci´ on en la probabilidad de votar ser´ a mayor tras la reforma electoral de 2011. Hip´otesis 7: los efectos de las variables actitudinales en la probabilidad de votar ser´ an mayores tras la reforma electoral de 2011. Hip´otesis 8: los aumentos en los efectos de la educaci´ on y la atenci´ on pol´ıtica sobre la probabilidad de participar en elecciones tras la reforma ser´ an m´ as marcados entre los grupos m´ as j´ ovenes.

27

5

Dise˜ no de Investigaci´ on y Metodolog´ıa

Para contrastar estas hip´ otesis en el caso chileno, en ´esta tesis proponemos una aproximaci´ on cuasi-experimental a la reforma electoral de 2011. En este cap´ıtulo se detallan las cualidades de este enfoque, discutiendo su pertinencia para el caso de estudio y los objetivos de este trabajo. Seguidamente se describen las fuentes de datos seleccionadas para la investigaci´on, as´ı c´omo la selecci´on de variables para su incorporaci´on al estudio, siguiendo criterios de factibilidad y relevancia te´orica. Finalmente se da cuenta del plan de an´alisis para testear emp´ıricamente las hip´ otesis propuestas.

5.1

Aproximaci´ on Cuasi-Experimental

C´omo se˜ nal´ abamos, en este trabajo proponemos explotar la reforma electoral de 2011 en Chile como un cuasi-experimento natural. Esto implica interpretar el cambio institucional como un “tratamiento” asignado de manera no-aleatoria a dos poblaciones distintas (Dunning, 2009). Con este dise˜ no pretendemos focalizarnos en las diferencias entre los patrones de comportamiento entre una poblaci´on expuesta a la reforma y otra de control, de manera de exponer los eventuales efectos del tratamiento (la reforma electoral de 2011) en estos patrones (la composici´on del electorado). Es importante destacar, sin embargo, que para los prop´ositos de esta investigaci´on lo relevante no es tanto el nivel de participaci´ on en las elecciones, sino que m´as bien la distribuci´ on de la participaci´ on electoral entre la poblaci´ on en edad de votar. En otras palabras, m´as que cu´antos, nos interesa saber qui´enes votan, y sobre todo c´ omo cambia la composici´on del electorado tras la reforma electoral. Debido a su falta de asignaci´ on aleatoria, estos dise˜ nos no permiten el control de no-observables, uno de los principales beneficios de los dise˜ nos completamente experimentales (Shaddish et al, 2002). Esto implica que nuestro dise˜ no no nos permitir´a aislar completamente el efecto del tratamiento, pues todav´ıa existe la posibilidad de que existan tendencias simult´aneas al cambio institucional que se relacionen los cambios que observamos24 . Esto lo asumimos como una debilidad propia de la naturaleza del estudio que limita el alcance de las conclusiones que se pueden extraer de este trabajo. Sin embargo, podemos aminorar la magnitud de este problema, sin jam´as reducirla completamente, mediante las t´ecnicas de control estad´ıstico. En este sentido, nuestra selecci´on de variables y la especificaci´on de nuestros modelos de participaci´on se vuelve especialmente relevante. Para justificar la naturaleza cuasi-experimental es necesario argumentar que adem´as de la reforma electoral, no existen diferencias significativas entre los per´ıodos de control y de tratamiento. De acuerdo a la literatura especializada uno de los principales factores contextuales que incide en la participaci´ on en las elecciones es la competitividad de las carreras (Franklin, 2004). Es por esto que en este trabajamos limitamos nuestro an´alisis a las elecciones municipales de 2008 y 2012, c´ omo poblaciones de control (no expuestas a la reforma) y de tratamiento (per´ıodo posterior a la implementaci´on de la inscripci´ on autom´ atica y el voto voluntario), respectivamente. C´omo se muestra en la figura 5, la competitividad promedio no vari´o significativamente en las 345 competencias a alcalde, ya sea si la medimos como la diferencia entre los dos candidatos m´as votados, o bien c´omo la 24

Lo que Campbell y Stanley (2011: 83) llaman la “historia”.

28

desviaci´on est´ andar entre el conjunto de candidatos que participaban en cada comuna. Este hecho respalda la comparabilidad entre ambas elecciones, pues al menos uno de los principales factores contextuales se mantiene estable en ambas elecciones. Otros factores contextuales asociados a la participaci´on electoral tales como la inflaci´on y el desempleo (Caporale y Poitras, 2014) tambi´en se mantienen en niveles similares en ambos per´ıodos. 25%

2008 2012

Porcentaje

20% 15% 10% 5% 0% Diferencia 1-2 D.Est´andar Medici´on Figura 5: Competitividad en elecciones de alcalde e intervalos de confianza del 95%, 2008-2012. Diferencia 1-2 corresponde a la brecha en puntos porcentuales entre la primera y segunda mayor´ıa de cada elecci´ on de alcalde. D.Est´ andar corresponde a la desviaci´on est´andar de los porcentajes de votos obtenidos por todos los candidatos en competencia. Ambos indicadores est´an estimados para las 345 elecciones de alcalde en ambos per´ıodos. Fuente: SERVEL.

Por otra parte, un gran problema de los dise˜ nos cuasi-experimentales es el problema cumplimiento del tratamiento: no todos los sujetos en el grupo expuesto pueden efectivamente estar expuestos al tratamiento25 . Para nuestro caso de estudio, esta preocupaci´on es relativamente menor. A pesar de que es posible que muchas personas no estuvieran al tanto de la reforma y sus implicancias, lo que nos interesa no es el efecto del conocimiento de la reforma en la composici´ on del electorado, sino que m´ as bien el efecto de la implementaci´on de esta, con independencia del conocimiento relativo de los votantes acerca del cambio institucional. Considerando que efectivamente las normas electorales cambiaron para todos los ciudadanos podemos decir que tenemos cumplimiento completo en la poblaci´ on tratada. Finalmente, es importante reconocer que es posible que la primera elecci´on basada en el nuevo sistema electoral siga patrones distintos a las elecciones siguientes con voto voluntario e inscripci´ on autom´atica. En la medida en que los ciudadanos y los pol´ıticos se adapten a las nuevas condiciones podr´ıamos esperar que el comportamiento del electorado cambie, distanci´andose de lo ocurrido en 2012. No obstante, s´ olo el paso del tiempo y estudios posteriores podr´an clarificar este punto. 25

Lo que Gerber y Green (2012) llaman compliance.

29

5.2

Fuentes de Datos

Como fuente de informaci´ on hemos decidido trabajar con las encuestas de opini´on p´ ublica del Centro de Estudios P´ ublicos (CEP). Espec´ıficamente, analizamos las encuestas de noviembre y diciembre de 2008 y 2012. Esta decisi´on se sustenta en varios puntos. Primero, la necesidad de datos individuales para evaluar nuestras hip´otesis de composici´on del electorado hacen inviable una aproximaci´ on con datos agregados. Adicionalmente, debido a que en Chile los registros de participaci´on individual son confidenciales, no es posible acceder a esta informaci´on de manera oficial. Esto nos obliga a trabajar con encuestas de opini´on para testear nuestras hip´otesis. A pesar de que la literatura especializada en participaci´on electoral se basa con frecuencia en el an´alisis de datos de encuestas, estos generalmente tienen un problema importante de sobrereporte: las estimaciones de participaci´on electoral de las encuestas suelen ser mayores a a las de los datos oficiales (Sigelman, 1982; Karp & Brockington, 2005). Existen dos grandes explicaciones detr´as de este fen´ omeno: o bien la propensi´on a responder encuestas es mayor entre los votantes (Burden, 2000), o bien existen segmentos de la poblaci´on que sistem´aticamente sobre-reportan su participaci´on en las elecciones -i.e. declaran haber participado cuando en realidad no lo hicieron(G´orecki, 2011a). En general, la evidencia sugiere que esta diferencia entre la participaci´on declarada y efectiva ser´ıa la principal raz´ on de la divergencia entre los datos de encuesta y de los registros oficiales (McDonald, 2003). Detr´ as de esta sobre-declaraci´on los investigadores han sugerido que habr´ıan patrones de deseabilidad social26 (Holbrook & Krosnick, 2009), haciendo que este fen´omeno sea m´as frecuente entre la poblaci´ on m´as propensa a votar: los m´as educados, de mayor edad, y m´as informados sobre pol´ıtica (Silver et al, 1986; G´orecki, 2011b). Esto se traduce en que quienes sobre-declaran participar en elecciones suelen ser m´as parecidos a los votantes que a los no-votantes. Por otra parte, Achen y Blais (2010) argumentan que al comparar los patrones de participaci´ on que se observan al utilizar intenci´ on de voto (medida en encuestas pre-electorales) se obtienen resultados significativamente distintos a los que se obtendr´ıan de utilizar el comportamiento efectivo, o voto validado27 . No obstante, no encuentran diferencias de magnitud entre los resultados que se obtienen al utilizar voto reportado (en encuestas post-electorales) y voto validado. Es decir, utilizar voto reportado no introduce sesgos relevantes en los estudios de participaci´on electoral, a pesar de que su nivel sea significativamente mayor (Achen & Blais, 2010). En este hallazgo se basa nuestra decisi´on de trabajar con encuestas post-electorales.

26

Estos patrones de deseabilidad social pueden ser asociados al comprensi´ on del voto c´ omo un acto expresivo, detallada en el cap´ıtulo 2. 27 En pa´ıses como Estados Unidos los registros individuales de votaci´ on son de conocimiento p´ ublico, por lo que es posible “validar” los reportes de participaci´ on electoral de las encuestas. Lamentablemente, en Chile estos registros son confidenciales.

30

Participaci´ on en Elecci´on

80%

CEP Oficial

70% 60% 50% 40% 30% 20% 10% 0% 2008

2012 Elecci´on

Figura 6: Participaci´ on electoral declarada en encuestas CEP con intervalos de confianza del 95% y participaci´ on electoral de la poblaci´ on en edad de votar. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de CEP, INE y SERVEL.

La figura 6 muestra la diferencia entre la participaci´on electoral declarada en las encuestas CEP de noviembre y diciembre 2008 y 2012 y la estimada a partir de estad´ısticas oficiales. Tal como sugiere la literatura, las encuestas tienden a sobre-estimar los niveles de asistencia a las urnas. Sin embargo, es importante notar que esta sobre-declaraci´on es de una magnitud relativamente menor a las halladas en el contexto norteamericano (Leighley & Nagler, 2013) y europeo (G´orecki, 2011b), por lo que es razonable esperar que el sesgo que introduzcan en nuestras estimaciones tambi´en sea de menor tama˜ no. Finalmente, la decisi´ on de trabajar con las encuestas CEP se basa adem´as en el acceso a indicadores comunes entre la medici´ on en los per´ıodos previos y posteriores a la reforma electoral. La serie de la encuesta CEP nos entrega datos comparables, tanto en t´erminos del cuestionario c´ omo en cuanto a la metodolog´ıa de recolecci´on de datos, para ambos sondeos.

5.3

Variables Seleccionadas

A partir de los datos disponibles en ambas encuestas y de acuerdo a los principales hallazgos de la literatura especializada, seleccionamos una serie de indicadores y variables c´omo predictores para nuestros modelos de participaci´ on electoral. Nuestra variable dependiente es, por supuesto, la participaci´ on declarada por el encuestado en la u ´ltima elecci´on municipal. C´omo ya discutimos, est´a ligeramente sobre-estimada. Es importante destacar que la relativa cercan´ıa temporal entre la elecci´on municipal (finales de octubre en ambos casos) y el trabajo de campo de las encuestas (mediados de noviembre a mediados de diciembre) aumenta la fiabilidad de esta variable como proxy del comportamiento electoral efectivo de los encuestados. C´omo indicadores socio-demogr´ aficos consideramos primero el g´enero del encuestado. Esta vari31

able s´olo fue incluida por prop´ ositos de control estad´ıstico, ya que tanto evidencia nacional (Navia y Del Pozo, 2012) como internacional (Smets y Van Ham, 2013) sugiere que no existen mayores diferencias entre sexos en t´erminos de participaci´on pol´ıtica. Siguiendo la hip´otesis de Fowler (2005) de que en ambientes rurales -donde existen redes sociales m´as densas- deber´ıa aumentar la participaci´on, incorporamos un indicador dicot´omico de si el encuestado proviene de una zona rural, as´ı como tambi´en una variable binaria de si el encuestado se encuentra en una relaci´on de pareja estable, en tanto estas tienden a aumentar el tama˜ no de las redes sociales pol´ıticamente relevantes (Rolfe, 2012), as´ı c´omo ha sido utilizada como indicador de integraci´on social y presencia de roles adultos (Smets y Van Ham, 2013). Tambi´en incorporamos una variable de frecuencia de asistencia a servicios religiosos, en tanto existe abundante evidencia que la vincula a la participaci´on en elecciones, ya sea por la integraci´ on y capital social que las iglesias proveen a sus miembros (Brady et al, 1995), o bien por aumentar la sensibilidad a temas p´ ublicos, especialmente aquellos que se asocian a los llamados “val´ oricos” (Gerber et al, 2010). Finalmente, y de especial inter´es para nuestro estudio, consideramos la edad del encuestado, que para efectos del an´alisis multivariado ser´a considerada con especificaci´ on cuadr´ atica para capturar los patrones curvil´ıneos esperado por nuestra hip´ otesis 1. En cuanto a los indicadores de status socio-econ´omico, hemos optado por trabajar esta dimensi´ on a trav´es de sus dos componentes principales: educaci´on y riqueza. Creemos que esta aproximaci´ on permite una mayor nivel de riqueza anal´ıtica que si trataramos ambas variables c´omo parte de un indicador compuesto28 . A pesar de que considerar ambas dimensiones por separado puede traer problemas de colinealidad, creemos que es necesario distinguir entre ambos efectos, tal como hace buena parte de la literatura especializada (Wolfinger & Rosenstone, 1980; Rosenstone & Hansen, 1993; Verba et al, 1995; Leighley y Nagler, 2013). Adicionalmente, al menos en los datos disponibles la multicolinealidad entre el conjunto de indicadores considerados no parece ser un problema: ning´ un factor de inflaci´ on de varianza supera el valor 2 al predecir la asistencia a las elecciones. Educaci´ on fue capturada c´ omo el n´ umero de a˜ nos de educaci´on formal completados, mientras que riqueza fue operacionalizada c´ omo la proporci´ on de 10 bienes “de status” pose´ıdos en el hogar del encuestado29 . Estos bienes fueron seleccionados mediante un an´alisis factorial exploratorio. Adicionalmente, se prob´o la fiabilidad de la escala mediante el estad´ıstico α de Cronbach, que result´o superior a 0.8 para la escala en ambos per´ıodos. Preferimos este indicador de riqueza a los ´ıtems de ingreso disponibles en las encuestas CEP por variadas razones. Primero, estas variables suelen tener grandes cantidades de valores perdidos por no respuesta, as´ı como problemas de sobre, y sub reporte (Moore et al, 2000). Adem´as, Handlin (2013) muestra que en el caso latinoamericano, riqueza ser´ıa un mejor indicador de status social que ingreso, debido a sus problemas de medici´on. Finalmente, Bargsted y Somma (2013) muestran que este indicador de riqueza se correlaciona fuertemente con ingreso. Considerando que es un indicador m´ as fiable que ingreso, y que mide una dimensi´on similar, decidimos trabajar con ´el. 28

C´ omo hacen Navia y Del Pozo, 2012; y Contreras y Navia, 2013. Estos bienes son: (1) TV Cable, (2) Secadora de Ropa, (3) Congelador, (4) Lava-vajillas, (5) Red fija telef´ onica, (6) Computador Personal, (7) Internet, (8) C´ amara de Video, (9) Servicio Dom´estico, y (10) Autom´ ovil. 29

32

Respecto a los indicadores actitudinales y pol´ıticos, consideramos un indicador binario de identificaci´on con partidos pol´ıticos y una variable que captura a quienes son capaces de ubicarse a s´ı mismos en el espectro ideol´ ogico de izquierda-derecha. Esperamos que estas variables act´ uen como indicadores de desafecci´ on y apat´ıa con el sistema pol´ıtico (Achen, 2006; Falk Pedersen et al, 2014). Adem´as, aprovechando el m´ odulo de evaluaci´on de personajes pol´ıticos presente en las encuestas CEP, hemos construido un indicador de atenci´on a la pol´ıtica nacional. En ´el se captura la proporci´on de personajes pol´ıticos que el encuestado es capaz de evaluar30 , obteni´endose un indicador con una alta fiabilidad de escala para ambos per´ıodos (α > 0.95). Si bien es cierto que es posible evaluar a un personaje que no se conoce, disminuyendo la capacidad del indicador de dar cuenta del “conocimiento” pol´ıtico del encuestado (Zaller, 1992), de todas maneras creemos que esta variable se aproxima al nivel de exposici´ on a la pol´ıtica nacional que exhiben los encuestados. Un primer punto a favor de este indicador es que es posible argumentar que quienes sobre-reportan actitudes y comportamientos pol´ıticos son precisamente los m´as expuestos a ella, pues sienten que tendr´ıan que saber y hacer ciertas cosas (Silver et al, 1986; Delli Carpini & Keeter, 1993). Un segundo argumento ser´ıa que a pesar de que no son exactamente lo mismo, conocimiento y atenci´on pol´ıtica estar´ıan positivamente correlacionadas. De hecho, a partir de los datos de la encuesta CEP de junio y julio de 2011, que incluye una bater´ıa de conocimiento factual de pol´ıtica, se pueden observar correlaciones que oscilan entre 0.45 y 0.50 entre atenci´on pol´ıtica y conocimiento factual, seg´ un la especificaci´ on de ambas variables. Esto sugiere que a pesar de no ser exactamente lo mismo, capturan una caracter´ıstica similar de los encuestados. La tabla 1 resume las variables seleccionadas en ambos per´ıodos. Evidentemente, existen diferencias significativas entre los niveles de participaci´on electoral. La muestra del a˜ no 2012 ligeramente m´as vieja que la 2008, al mismo tiempo que es m´as rica. Sin embargo, la identificaci´on partidaria es significativamente mayor en 2008, al igual que la identificaci´on con el espectro ideol´ogico de izquierda-derecha. Es decir, el electorado post reforma estar´ıa m´as alienado de la pol´ıtica nacional. Sin embargo, al mismo tiempo estar´ıa m´as atento a las acciones de las autoridades y representantes. Es importante destacar que de no considerar estas diferencias en las caracter´ısticas individuales de los votantes ser´ıa m´ as complejo identificar los efectos de la reforma electoral, y no confundirlos con tendencias paralelas y simult´ aneas, tales como el aumento de la desafecci´on pol´ıtica. Lamentablemente, nuestro dise˜ no cuasi-experimental s´olo nos permite controlar por observables, por lo que seguimos expuestos a esta posibilidad.

30

Las encuestas CEP suelen preguntar por un n´ umero variable entre 30 y 40 personajes.

33

Media

2008 D. Est´andar

Media

2012 D. Est´andar

0.68

0.47

0.56

0.50

[0-1]

Socio-demogr´ aficas G´enero (ref. Hombre) Ruralidad † Pareja Estable Actividad Religiosa † Edad *

0.58 0.14 0.57 2.75 45.86

0.49 0.35 0.50 2.34 18.04

0.59 0.16 0.56 2.59 47.24

0.49 0.37 0.50 2.27 18.28

[0-1] [0-1] [0-1] [0-7] [18-98]

Socio-econ´ omicas Educaci´ on Riqueza **

10.45 2.28

4.50 2.37

10.42 2.52

4.43 2.41

[0-27] [0-10]

0.40 0.52 0.60

0.49 0.50 0.32

0.30 0.46 0.66

0.46 0.50 0.28

[0-1] [0-1] [0-1]

Variable Dependiente Voto **

Pol´ıticas Identificaci´ on Partidaria Ideolog´ıa ID ** Atenci´on Pol´ıtica **

**

N = 1499

Rango

N = 1470

Tabla 1: Estad´ısticos descriptivos de variables seleccionadas, para muestras post-electorales de 2008 y 2012. Los signos indican la significancia del test de diferencia de medias 2008-2012. **p < 0.01, *p < 0.05, †p < 0.1. Fuente: Elaboraci´ on propia a partir de datos de CEP.

5.4

Plan de An´ alisis

Para evaluar nuestras hip´ otesis generales de participaci´on en elecciones (1 a 4), estimaremos un modelo log´ıstico para cada elecci´ on. Nuestra hip´otesis 1 implica un patr´on curvil´ıneo de edad, lo que capturaremos mediante un componente cuadr´atico de esta variable. Adicionalmente, nuestras hip´otesis 2a y 3a suponen un efecto multiplicativo de educaci´on y atenci´on pol´ıtica con la edad, respectivamente. Para facilitar la interpretaci´on de los efectos multiplicativos, tambi´en reescalamos la variable de edad para que su valor m´ınimo (18) sea 0. Finalmente, por consideraciones de bondad de ajuste estimaremos un modelo que omita la interacci´on entre edad y atenci´on pol´ıtica, y otro que la incorpore. Estos modelos pueden expresarse en la siguiente ecuaci´on:

 ln

P r(V oto)i 1 − P r(V oto)i

 =α+

X

βk Xik + εi

(1)

k

Donde α es el intercepto estimado para el modelo, k corresponde al n´ umero de par´ametros asociados a variables observadas a estimar, βk es el p´arametro estimado para el k -esimo factor observado, Xik es el valor observado en el k -esimo factor para el individuo i, y εi corresponde al

34

error estoc´astico para la observaci´ on i. C´omo se˜ nalamos, esta operaci´on se repite dos veces para cada a˜ no: una que incorpora la interacci´on entre edad y atenci´on pol´ıtica y otra que la omite. Si bien estos modelos nos permiten probar nuestras conjeturas relativas a la composici´on del electorado en ambas elecciones, s´ olo podemos acercarnos indirectamente a nuestras hip´otesis sobre el efecto de la reforma electoral en esta composici´on (5 a 8). Para esto estimaremos un segundo set de modelos, que bas´ andonos en los trabajos de Bartels (1996) y Althaus (1998) nos permitan capturar nuestro dise˜ no cuasi-experimental, especificando el cambio entre los patrones de participaci´on electoral de acuerdo a las diversas variables consideradas en el estudio. Este segundo conjunto de modelos son estimados para un pool de ambas encuestas, e incorporando un indicador de “tratamiento” (i.e. exposici´ on a la reforma / a˜ no de la encuesta), que adem´as se interact´ ua con todos los coeficientes estimados en los modelos anteriores, y al igual que en ellos estimamos una versi´on que incluye la interacci´ on edad y atenci´on pol´ıtica y otra que la omite. Podemos expresar formalmente estos modelos del siguiente modo:

 ln

P r(V oto)i 1 − P r(V oto)i

 =α+

X

βk Xik + γDi +

k

X

δk (Di ∗ Xik ) + εi

(2)

k

Donde α, k, Xik , y εi siguen representando lo mismo que en la ecuaci´on (1), mientras ahora βk es el p´arametro estimado para el k -esimo factor observado para la elecci´on previa a la reforma, Di es indicador de tratamiento (elecci´ on) para la observaci´on i y γ es su par´ametro estimado, y δk es el cambio en el efecto del k -esimo predictor tras la implementaci´on de la reforma electoral. A partir de los modelos estimados en la ecuaci´on anterior estimaremos una “simulaci´on contrafactual”, inspirada en el trabajo de Kelley y Evans (1993), que implica estimar la probabilidad predicha de votar para cada individuo de la muestra expuesta a la reforma, y contrastarla con una probabilidad predicha para la misma, pero a partir de los coeficientes estimados para la muestra 2008. Esto implica estimar la probabilidad de participaci´on suponiendo que los patrones de participaci´on se hubieran mantenido constantes entre 2008 y 2012, pero utilizando los valores observados en 2012. Esta simulaci´ on nos permitir´ a acercarnos de manera intuitiva a los efectos de la reforma electoral, y responder a la pregunta ¿qui´enes se vieron m´as afectados por la modificaci´on en las normas electorales? Formalmente, la simulaci´on S se estima para la observaci´on i como sigue:

Si = (α|Di = 0) +

X

[(βk |Di = 0)(Xik |Di = 1)]

(3)

k

∴ P r(V oto)Si =

35

eSi eSi + 1

(4)

Es importante puntualizar que para el c´alculo de la incertidumbre de los valores estimados a partir de la simulaci´ on debemos considerar que adem´as de incorporar error muestral (por trabajar con datos de encuesta), agregamos un error de extrapolaci´on al utilizar coeficientes extra´ıdos de una muestra con datos observados provenientes de otra muestra (Gelman & Hill, 2011: 137). Para esto prop´ositos, estimamos una simulaci´ on estoc´astica de los par´ametros obtenidos de los modelos, que implic´o obtener un vector de coeficientes desde una distribuci´on normal multivariada con media βk y varianza σβk 2 , proceso que fue repetido en 10,000 iteraciones para alcanzar convergencia (King et al, 2000: 350). Estos 10,000 vectores fueron utilizados para estimar 10,000 probabilidades predichas para cada uno de los 1470 encuestados en la encuesta de 2012 a partir de sus respectivos valores observados. Estas probabilidades predichas fueron simuladas nuevamente a trav´es de una distribuci´ on Bernoulli, de media igual a probabilidad estimada para cada encuestado en cada iteraci´on, obteniendose 10,000 elecciones simuladas para la muestra. A partir de la media y la varianza de estas 10,000 elecciones estimamos la incertidumbre asociada a nuestra simulaci´on (Gelman & Hill, 2011: 143). Los resultados de estas estimaciones son agrupados de acuerdo a conjuntos generacionales, de logro educativo, y de atenci´ on pol´ıtica. Adicionalmente, para mostrar el efecto de la edad en ambos per´ıodos (hip´otesis 5), estimamos probabilidades predichas seg´ un la edad de los encuestados bajo ambos reg´ımenes electorales. Finalmente, para mostrar la heterogeneidad de los efectos de educaci´on y atenci´on pol´ıtica entre los grupos de edad (hip´ otesis 2a y 3a) y sus diferencias entre reg´ımenes normativos (hip´otesis 6 a 8) estimamos efectos marginales de estos factores de acuerdo a la edad y el per´ıodo de la encuesta. Para los c´alculos de probabilidades predichas y efectos marginales estimamos errores est´andar aproximados por el m´etodo delta (van der Vaart, 1998), y fijamos los valores de las variables continuas en su media y tratamos las categ´ oricas como balanceadas (Brambor et al, 2006; para otra aproximaci´ on, ve´ase Hanmer y Kalkan, 2013).

36

6 6.1

Resultados Participaci´ on Antes y Despu´ es de la Reforma Electoral

Empezaremos por analizar los modelos estimados para cada elecci´on, o en nuestro caso, para la poblaci´on de control (no expuesta a la reforma, 2008) y la poblaci´on tratada (expuesta a la reforma, 2012). Estos resultados se encuentran en la tabla 2. Un primer aspecto a considerar es la bondad del ajuste en los modelos. En la tabla se ofrecen varios indicadores de ajuste para los modelos y es importante destacar que nos llevan a distintas conclusiones dependiendo cual medida consideremos. Si comparamos los modelos 1 y 2 de la tabla 2, veremos que la inclusi´on del efecto multiplicativo ente atenci´on pol´ıtica y edad mejora el pseudo R2 de McFadden, as´ı como su versi´on ajustada por grados de libertad, lo que sugerir´ıa que el modelo 2 ser´ıa superior al 1. Sin embargo, el n´ umero de casos correctamente clasificados, as´ı como su alternativa ajustada, nos lleva a la conclusi´on opuesta. Por otro lado, las medidas de informaci´on tambi´en muestran incongruencias: mientras el criterio de informaci´on de Akaike mejora al incluir la interacci´on mencionada, el BIC se mantiene sin cambios. Algo similar ocurre con los modelos estimados en la muestra expuesta a la reforma electoral. Por este motivo, preferimos reportar ambas especificaciones de los modelos. Otro punto interesante que se observa en los estad´ısticos de ajuste es la diferencia entre la bondad de predicci´on en uno y otro per´ıodo. A pesar de tener menos predictores con efectos significativos, los modelos que describen la participaci´on en el per´ıodo de voto obligatorio e inscripci´on voluntaria exhiben indicadores superiores de bondad de ajuste que los estimados para los modelos de voto tras la reforma electoral. Por un lado este hecho puede explicarse en la medida en que los sistemas de voto voluntario, al transformar la participaci´on electoral en una decisi´on personal, son mucho m´as sensibles a las caracter´ısticas individuales de los ciudadanos, lo que implica que se vuelve una acci´on m´as compleja de modelar (Anduiza, 2002; Gallego, 2010). Los sistemas de voto obligatorio, en cambio, dejan menos espacio a los ciudadanos para decidir, por lo que pueden transformar al voto en un comportamiento relativamente sencillo de expresar en relaci´on a un conjunto m´as limitado de factores (Panagopoulos, 2008). De hecho, la decisi´ on de participar en la elecci´on municipal de 2008 parece depender casi exclusivamente de la edad de los encuestados: si estimamos un modelo que s´olo incluye coeficientes de edad y edad al cuadrado obtenemos un pseudo R2 de McFadden de 0.296, es decir, la mayor parte del que observamos en los modelos 1 y 2 reportados en la tabla 2. La explicaci´on de este fen´omeno tiene que ver con las particularidades del sistema electoral anterior a la reforma electoral de 2011. Quienes se inscribieron para votar en el plebiscito de 1988 (m´as de un 92% de la PEV de ese entonces) segu´ıan estando obligados a participar veinte a˜ nos despu´es. Una manera de ver esto es considerando que de acuerdo al modelo 2 de la tabla 2, la probabilidad de participar de la elecci´ on entre quienes ten´ıan edad de votar en 1988 es de 87%, mientras que para quienes alcanzaron la mayor´ıa de edad de manera posterior al plebiscito es de apenas 34%. Pasando m´ as directamente al an´ alisis de los coeficientes reportados en la tabla 2, vemos que en ambos per´ıodos, y para ambas especificaciones, encontramos evidencia que respalda la hip´otesis 1: efectivamente la chances de participaci´on aumentan a medida que aumenta la edad de los encues37

tados (β asociado a la edad positivo y significativo) aunque alcanza un m´aximo y luego disminuye ligeramente (β asociado al cuadrado de la edad negativo y significativo). Este mismo resultado tambi´en se podr´ıa interpretar en t´erminos de la hip´otesis 1a: efectivamente las cohortes mayores participan m´ as que las generaciones m´as j´ovenes. La falta de un mayor n´ umero de puntos en el tiempo nos impide dilucidar con claridad entre ambas interpretaciones, aunque c´omo se˜ nal´abamos, para el caso de los modelos de 2008, es posible que el efecto generacional sea particularmente fuerte debido a las particularidades del sistema electoral establecido en 1988. Si adem´as consideramos el hecho de que el voto tiende a constituirse c´omo un h´abito para quienes participan regularmente de las elecciones, podemos interpretar las diferencias generacionales tras la reforma de manera similar: buena parte inscritos para 1988 adquirieron la costumbre de votar tras m´as de 20 a˜ nos de estar obligados a participar, por lo que al introducirse el voto voluntario mucho siguieron participando. Por otro lado, las generaciones m´ as j´ ovenes pr´acticamente no se inscribieron en los registros electorales, ausent´ andose sistem´ aticamente de las elecciones. Al implementarse la reforma electoral, la inscripci´on autom´ atica les facilit´ o votar, pero el hecho de no haber cultivado el h´abito de participaci´on en su adultez temprana les dificulta asistir regularmente a votar. Respecto a nuestros predictores socio-demogr´aficos es interesante notar las diferencias en su capacidad predictiva de la participaci´ on electoral tras la reforma. En la elecci´on del 2008, la diferencia en la probabilidad predicha de participaci´on electoral para un encuestado promedio que no asiste nunca a los servicios religiosos y uno que asiste m´as de una vez a la semana es de 7 puntos porcentuales. Sin embargo, tras la reforma electoral no se observan diferencias estad´ısticamente significativas en los niveles de participaci´on electoral seg´ un la frecuencia de asistencia a servicios religiosos. Es dif´ıcil aventurar una explicaci´on del porque de este cambio en los patrones de participaci´on seg´ un actividad religiosa, aunque es posible especular que el ingreso de j´ovenes (menos religiosos) al padr´ on electoral pueda estar relacionado a la disminuci´on de la magnitud del efecto tras la reforma. En contraste, mientras los habitantes de zonas rurales votaban en tasas similares a las de sus pares urbanos en el per´ıodo anterior a la reforma, tras la introducci´on del voto voluntario con inscripci´on autom´ atica, la brecha entre rurales y urbanos -controlando por los dem´as factores- fue de cerca de 12 puntos porcentuales, en favor de quienes viven lejos de las grandes ciudades. El mecanismo detr´ as de esta relaci´ on no es del todo claro, aunque la literatura revisada sugiere que las caracter´ısticas de las redes sociales de la poblaci´on rural pueden promover la participaci´on electoral (Fowler, 2005; Rolfe, 2012). Es posible argumentar que la supresi´on de la compulsi´on de votar aument´o la relevancia de las redes sociales c´omo incentivo a la participaci´on, aunque se necesitar´ıa de m´as antecedentes para clarificar esta relaci´on. Por otra parte, ni el g´enero ni el hecho de tener una pareja estable parecen distinguir entre votantes y no votantes en ninguno de los contextos normativos. Donde si encontramos resultados interesantes en torno a los indicadores socio-econ´omicos, particularmente el impacto de la educaci´ on del encuestado en sus chances de participar en las elecciones. Nuestros modelos sugieren que la educaci´on jugaba un rol bastante menor en la participaci´on electoral antes de la reforma electoral: los coeficientes del efecto de educaci´on son peque˜ nos en magnitud

38

y s´olo significativos para la generaci´ on que particip´o del plebiscito: en promedio un aumento en 4 a˜ nos de educaci´ on formal aumenta en s´olo un punto porcentual la probabilidad de votar. Sin embargo, tras la implementaci´ on de la inscripci´on autom´atica y la supresi´on del voto obligatorio aparece una importante brecha educativa en la participaci´on electoral, particularmente entre los j´ovenes: un a˜ no adicional de educaci´ on aumenta las chances de votar por un factor de 1.24 para los ciudadanos de 18 a˜ nos. Considerando que el t´ermino multiplicativo es negativo y significativo, este efecto es aten´ ua entre los votantes de cohorte m´as viejas. De este modo, encontramos apoyo parcial para nuestras hip´ otesis 2 y 2a: efectivamente la probabilidad de participar en elecciones aumenta con la educaci´ on, y este aumento es m´as marcado entre las generaciones m´as j´ovenes. Sin embargo, lo anterior parece solo ser cierto para la elecci´on posterior a la reforma, lo que resulta sugerente respecto a nuestras hip´ otesis de efectos de la reforma, las cuales evaluaremos en detalle m´as adelante. Los modelos estimados para la elecci´on de 2008 contradicen parcialmente nuestra hip´otesis 2a, en tanto sugieren que los efectos de educaci´on sobre la probabilidad de votar se concentran en la generaci´ on que partici´ o del plebiscito de 1988. Estos efectos, no obstante, son de una magnitud menor. Notablemente, y en contraste con los hallazgos de Corval´an y Cox (2013) respecto al ingreso, no encontramos grandes efectos de la riqueza en la participaci´on en ninguno de los dos per´ıodos: el u ´nico efecto relevante asociado a esta variable (modelo 1 en tabla 2) pierde su significancia estad´ıstica la incorporar la interacci´on entre edad y atenci´on pol´ıtica. De manera consistente con la literatura especializada, vemos que la educaci´on es un predictor m´as fuerte que la riqueza. Finalmente, los factores actitudinales tambi´en ofrecen resultados interesantes. C´omo se˜ nalamos en un inicio la incorporaci´ on de un efecto heterog´eneo por edad de la atenci´on pol´ıtica puede ser cuestionable en t´erminos de ajuste de los modelos, aunque no puede decirse lo mismo en cuanto a los hallazgos sustantivos que esta especificaci´on ofrece. A pesar de que esta variable pareciera no tener un efecto demasiado grande por s´ı sola, al considerar su variaci´on de su efecto por la edad de los encuestados encontramos un efecto de magnitud: en ambos per´ıdos este indicador tiene efectos significativos para los ciudadanos m´as j´ovenes. En la medida en que declaran conocer a un pol´ıtico adicional (de una lista de entre 30 y 40), los encuestados de 18 a˜ nos ven aumentadas sus probabilidades de participaci´ on en torno a un punto porcentual adicional, efecto ligeramente menor en la elecci´on de 2008. Al igual que en educaci´on, este efecto se reduce a medida que aumenta la edad de los encuestados (i.e. el β asociado a la interacci´on entre atenci´on pol´ıtica y edad es negativo y significativo). Y de igual manera que lo descrito para el efecto del logro educativo, encontramos apoyo para nuestras hip´ otesis 3 y 3a: la atenci´on pol´ıtica aumenta las probabilidades de participar en elecciones, particularmente entre los m´as j´ovenes. Donde no encontramos evidencia tan s´ olida es en torno a las otras variables actitudinales: identificaci´on con los partidos y posicionamiento ideol´ogico. Estos indicadores no exhiben un efecto relevante en ninguna de las dos poblaciones estudiadas por lo que podemos descartar la hip´otesis 4: no encontramos evidencia de una relaci´ on entre estos factores y la asistencia a las urnas.

39

40

0.209 0.239 0.056

-3.822**

Ident. Partidaria Ideolog´ıa ID Atenci´ on Pol´ıtica Atenci´ on Pol´ıtica*Edad Atenci´ on Pol´ıtica*Edad2

Intercepto

(0.752)

(0.200) (0.194) (0.254)

(0.060) (0.004) (0.000) (0.036)

1499

2008 EE

(0.804)

(0.201) (0.196) (0.722) (0.053) (0.001)

(0.063) (0.004) (0.000) (0.036)

(0.149) (0.224) (0.156) (0.033) (0.048) (0.001)

1499

0.326 0.309 0.823 0.447 1299 1384

-4.488**

0.176 0.261 1.975** -0.108* 0.001

0.006 0.004 0.000 0.056

-0.169 0.273 -0.173 0.096** 0.271** -0.003**

Coef.

(2) EE

(0.722)

(0.159) (0.147) (0.222)

(0.056) (0.003) (0.000) (0.027)

(0.116) (0.164) (0.118) (0.026) (0.037) (0.000)

1470

0.080 0.066 0.646 0.196 1884 1958

-4.664**

0.268† 0.091 0.466*

0.249** -0.013** 0.000** 0.018

-0.123 0.544** 0.188 0.050† 0.213** -0.002**

Coef.

(3)

2012 (4) EE

(0.773)

(0.159) (0.147) (0.647) (0.043) (0.001)

(0.058) (0.003) (0.000) (0.027)

(0.117) (0.165) (0.118) (0.026) (0.042) (0.001)

1470

0.083 0.067 0.648 0.202 1882 1966

-5.264**

0.287† 0.073 1.928** -0.086** 0.001

0.218** -0.011** 0.000** 0.019

-0.137 0.542** 0.193 0.049† 0.251** -0.003**

Coef.

Tabla 2: Modelos de regresi´ on log´ıstica para participaci´on electoral, seg´ un elecci´on. Se reportan coeficientes logit (error est´ andar). **p < 0.01, *p < 0.05, †p < 0.1. Fuente: Elaboraci´ on propia a partir de datos de CEP.

N

EE (0.149) (0.221) (0.156) (0.033) (0.043) (0.001)

0.318 0.303 0.824 0.449 1309 1384

0.048 0.002 0.000 0.063*

Educaci´ on Educaci´ on*Edad Educaci´ on*Edad2 Riqueza

McFadden McFadden ajustado Recuento Recuento ajustado

-0.173 0.302 -0.187 0.099** 0.234** -0.003**

G´enero (ref. Hombre) Ruralidad Pareja Estable Actividad Religiosa Edad Edad2

R2 de R2 de R2 de R2 de AIC BIC

Coef.

(1)

Elecci´ on Modelo Predictor

6.2

Los Efectos de la Reforma Electoral en la Composici´ on del Electorado

Habiendo revisado los resultados de nuestros modelos de participaci´on para cada elecci´on, y por tanto, para cada sistema electoral, ahora pasamos a evaluar nuestras hip´otesis de los efectos de la reforma electoral en la composici´ on del electorado (5 a 7) bas´andonos en nuestros modelos de cambio. En la tabla 3 se reportan los modelos estimados de acuerdo a la ecuaci´on 2. La primera secci´ on de la tabla (de arriba hacia abajo, delimitada por las l´ıneas horizontales) contiene los efectos de los predictores en la elecci´ on previa a la reforma (βk en la ecuaci´on), la segunda muestra el par´ametro asociado al indicador de tratamiento (γ), la tercera reporta los coeficientes de cambio en los efectos de la variables tras la implementaci´ on de la reforma (δk ), dejando el intercepto (α) en la cuarta secci´on de la tabla. En la u ´ltima secci´on de la tabla se reportan los estad´ısticos de ajuste de los modelos. Al igual que en los modelos estimados por elecci´on vemos que la inclusi´on de la interacci´on entre edad y atenci´ on pol´ıtica genera resultados contradictorio entre los estad´ısticos de bondad de ajuste seleccionados: mientra el pseudo R2 de McFadden y su versi´on ajustada sugieren su incorporaci´ on, 2 los R de recuento nos llevan a la conclusi´on opuesta. Nuevamente algo similar ocurre con la medidas de informaci´ on: mientras AIC sugiere su inclusi´on, el m´as conservador BIC nos orienta a su omisi´ on. De igual manera que en el caso anterior, reportamos ambas especificaciones. Por supuesto, no es de extra˜ narse que estos indicadores sean similares a los descritos en los modelos anteriores, pues en efecto se trata de los mismos datos en un s´olo pool. Por lo mismo, la magnitud de los estad´ısticos de ajuste se encuentra en un punto intermedio entre los valores observados para cada elecci´on. La interpretaci´ on de los coeficientes de estos modelos es sumamente compleja debido a la naturaleza no lineal de la estimaci´ on y la gran cantidad de interacciones que supone. Por este motivo, y como adelantamos en nuestro plan de an´alisis, presentamos los principales resultados de estas estimaciones a partir de una simulaci´ on “contrafactual”. Para responder a nuestras hip´otesis 5, 6, y 7, necesitamos analizar cu´ anto cambi´ o la participaci´on de acuerdo a la edad o generaci´on, educaci´ on, y atenci´on pol´ıtica de los ciudadanos tras la implementaci´on de la reforma electoral. Para simplificar el an´alisis, agrupamos cada uno de estos tres factores en tres grandes categor´ıas. Respecto a las generaciones pol´ıticas y siguiendo a Toro (2008) y Plutzer (2002) decidimos conformar los grupos de acuerdo al a˜ no en que las personas alcanzaron la edad requerida para votar. De este modo, un primer grupo estar´ıa conformado por la generaci´on que alcanz´o la mayor´ıa de edad de manera posterior al plebiscito de 1988, es decir, los nacidos despu´es de 1970. Un segundo grupo estar´ıa compuestos por aquellos individuos que pudieron votar por primera vez31 en 1988 (nacidos entre 1956 y 1970), formando parte activa del per´ıodo “´epico” e iniciando su participaci´on pol´ıtica en “la elecci´on m´ as decisiva de la historia chilena” (Sierra, 2007). Finalmente una tercera generaci´ on agrupar´ıa a quienes ten´ıan edad de votar en el per´ıodo previo a la dictadura militar (nacidos antes de 1956). Respecto a la educaci´ on, formamos las categor´ıas considerando los ciclos del sistema educacional chileno (b´ asica, media, y terciaria), mientras que para atenci´on pol´ıtica consideramos los terciles de cada encuesta, estableciendo niveles bajos, medios y altos de esta variable. 31

Descontando los altamente cuestionados plebiscitos de 1978 y 1980.

41

Modelo Predictor

(1)

(2)

Coef.

EE

Coef.

EE

G´enero (ref. Hombre) Ruralidad Pareja Estable Actividad Religiosa Edad Edad2 Educaci´ on Educaci´ on * Edad Educaci´ on * Edad2 Riqueza Identificaci´ on Partidaria Ideolog´ıa ID Atenci´ on Pol´ıtica Atenci´ on Pol´ıtica * Edad Atenci´ on Pol´ıtica * Edad2

-0.173 0.302 -0.187 0.099 0.234** -0.003** 0.048 0.002 -0.000 0.063† 0.209 0.239 0.056

(0.149) (0.221) (0.156) (0.033) (0.043) (0.001) (0.060) (0.004) (0.000) (0.036) (0.200) (0.194) (0.254)

-0.169 0.273 -0.173 0.096 0.271** -0.003** 0.004 0.004 -0.000 0.056 0.176 0.261 1.975** -0.108** 0.001

(0.149) (0.224) (0.156) (0.033) (0.048) (0.001) (0.063) (0.004) (0.000) (0.036) (0.201) (0.196) (0.722) (0.053) (0.001)

Elecci´ on (ref. 2008)

-0.842

(1.042)

-0.776

(1.117)

G´enero * Elecci´ on Ruralidad * Elecci´ on Pareja Estable * Elecci´ on Actividad Religiosa * Elecci´ on Edad * Elecci´ on Edad2 * Elecci´ on Educaci´ on * Elecci´ on Educaci´ on * Edad * Elecci´ on Educaci´ on *Edad2 * Elecci´ on Riqueza * Elecci´ on Identificaci´ on Partidaria * Elecci´on Ideolog´ıa ID * Elecci´ on Atenci´ on Pol´ıtica * Elecci´ on Atenci´ on Pol´ıtica * Edad * Elecci´on Atenci´ on Pol´ıtica * Edad2 * Elecci´on

0.050 0.242 0.374† -0.050† -0.020 0.000 0.201* -0.014** 0.000** -0.045 0.059 -0.149 0.411

(0.189) (0.275) (0.195) (0.042) (0.057) (0.001) (0.082) (0.005) (0.000) (0.045) (0.255) (0.244) (0.337)

0.032 0.269 0.366† -0.047† -0.020 0.000 0.212* -0.015** 0.000** -0.037 0.111 -0.188 -0.048 0.022 0.000

(0.190) (0.278) (0.196) (0.042) (0.063) (0.001) (0.085) (0.005) (0.000) (0.045) (0.256) (0.245) (0.970) (0.068) (0.001)

Intercepto

-3.822**

(0.752)

-4.488**

(0.806)

2

R de R2 de R2 de R2 de AIC BIC

McFadden McFadden ajustado Recuento Recuento ajustado

N

0.204 0.190 0.736 0.303 3914 3361

0.209 0.193 0.737 0.306 3181 3373

2969

2969

Tabla 3: Modelos de regresi´ on log´ıstica para participaci´on electoral, para ambas elecciones. Se reportan coeficientes logit (error est´ andar). **p < 0.01, *p < 0.05, †p < 0.1. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de CEP.

42

Nuestra simulaci´ on contrafactual implica estimar la participaci´on promedio para cada uno de estos grupos en la muestra expuesta a la reforma electoral (2012), y luego contrastarla con una estimaci´on de participaci´ on basada en los coeficientes estimados para la muestra de 2008, pero utilizando los valores observados de la muestra post-reforma. Intuitivamente, este c´alculo pretende capturar qu´e es lo que hubiera sucedido con la composici´on del electorado si las caracter´ısticas individuales de los ciudadanos cambiaran como lo hicieron entre 2008 y 2012, pero que los patrones de comportamiento se hubieran mantenido iguales a los previos a la reforma. En otras palabras, proyectar la participaci´ on electoral “como si” la reforma electoral no hubiera ocurrido. El c´ alculo de la incertidumbre de la estimaci´ on de esta simulaci´on requiere incorporar el hecho de que estamos proyectando par´ ametros obtenidos en una muestra (2008) en valores observados de otra (2012). El procedimiento utilizado se detalla en la secci´on 5.4. La figura 7 reporta los resultados de nuestra simulaci´on contrafactual para las generaciones pol´ıticas. En estos gr´ aficos, las barras representan las diferencias entre la participaci´on proyectada a trav´es de los datos de la muestra 2012 con la participaci´on estimada a partir de los coeficientes de las muestra 2008 y los valores observados 2012. Es decir, puede ser interpretada c´omo el “efecto”32 de la reforma electoral en ese grupo en particular. Mientras mayor sea el estimado, mayor fue la disminuci´on de la participaci´ on en ese grupo atribuida a la introducci´on del voto voluntario y la inscripci´on autom´ atica.

Diferencia en Pr(Voto)

0.3 0.2 0.1 0 Post 1988

1988 Generaci´on

Pre 1988

Figura 7: Diferencias entre probabilidades predichas de participaci´on estimadas en datos de muestra 2012 y en escenario contra-factual, seg´ un generaci´on pol´ıtica. Intervalos de confianza del 95% estimados a partir de simulaci´ on. Fuente: Elaboraci´ on propia a partir de datos de CEP.

Como vemos la reforma tuvo efectos muy distintos entre estas tres generaciones. Los m´as j´ovenes, que no alcanzaron a experimentar el per´ıodo ´epico de la historia pol´ıtica chilena reciente, parecen esencialmente inafectados por la reforma. A pesar de que la simulaci´on sugiere un peque˜ no efecto positivo del cambio institucional, este incluye al cero cuando consideramos la incertidumbre de la 32

No llamamos derechamente “efectos causales” a estas estimaciones debido a las limitaciones de nuestro dise˜ no, expuestas en la secci´ on 5.1.

43

estimaci´on. El hecho de que este grupo no experimente cambios promedio en su participaci´ on no significa, no obstante, que no haya experimentado cambios. C´omo sugieren Burden et al (2014), es sumamente relevante considerar la interacci´on entre las instituciones electorales para dilucidar sus efectos en el electorado. Es posible pensar que detr´as de este efecto nulo hay dos tendencias contrapuestas: j´ ovenes no inscritos que votaron en la medida en que la inscripci´on autom´atica les facilit´o el proceso, y j´ ovenes inscritos que dejaron de votar al dejar de estar obligados a hacerlo. Lamentablemente, dado que ambas modificaciones ocurren simult´aneamente nuestro dise˜ no no es capaza de distinguir entre ambos escenarios. Sin embargo, este resultado es consistente con los hallazgos de la literatura que sugieren que los j´ovenes son menos sensibles a la compulsi´on a votar (Quintelier et al, 2011). En contraste con el nulo efecto de la reforma en la generaci´on pol´ıtica post 88, la generaci´ on que pudo votar por primera vez en el plebiscito es la que aparece c´omo m´as afectada por el cambio en el sistema electoral. De acuerdo a nuestra simulaci´on, este grupo disminuy´o su participaci´ on en cerca 26 puntos porcentuales tras la modificaci´on institucional. Este resultado resulta sumamente interesante a la luz de las teor´ıas del voto como acci´on habitual: a pesar de que la gran mayor´ıa de los ciudadanos de esta generaci´ on se inscribieron en los registros electorales a finales de la dictadura militar y participaron regularmente en las elecciones siguientes, apenas fue levantada la compulsi´ on a votar, buena parte de ellos dej´ o de asistir a las urnas. Esto sugiere que en contextos donde la acci´on de votar se desarrolla por obligaci´on, la capacidad del voto para reforzarse a s´ı mismo (Dinas, 2012) ser´ıa m´ as d´ebil. Por otra parte, esta disminuci´on en los niveles de participaci´on de este grupo supone un acortamiento de las brechas de edad en el electorado, pues la tasa de votaci´on entre sus miembros se acerca a los promedios globales. Finalmente, la disminuci´on de la participaci´ on en la generaci´ on que tuvo edad para participar en las elecciones previas a la dictadura, es de un magnitud considerable (en torno a los 19 puntos), aunque significativamente menor a la descrita para la generaci´ on pol´ıtica de 1988. En su conjunto estas tendencias respaldan nuestra hip´otesis 5: la implementaci´on del nuevo sistema de voto voluntario disminuye las brechas de edad en el electorado. C´omo se˜ nalamos, esto se debe principalmente a la disminuci´ on de la participaci´on entre los nacidos antes de 1970, es decir, quienes ten´ıan la edad suficiente para participar en los procesos democr´aticos que propiciaron el fin de la dictadura militar. En cierto modo, esto implica que el electorado chileno se “nivel´o hacia abajo” en t´erminos de participaci´ on electoral: las generaciones que antes participaban de manera generalizada, ahora se abstienen en mucho mayor medida, mientras que las generaciones de baja participaci´on no aumentan significativamente sus niveles de votaci´on. Estos resultados apuntan a que la reforma electoral no afect´ o por igual a todas la generaciones, por lo que termina alterando la composici´on del electorado, en este caso, reduciendo la brechas de edad entre votantes y no votantes al disminuir los niveles de asistencia a las elecciones de las generaciones m´as participativas. Sin embargo, en otras variables la implementaci´on del voto voluntario y la inscripci´on autom´ atica aument´o las diferencias entre los ciudadanos que votan y aquellos que se abstienen. La figura 8 muestra los resultados de la simulaci´ on contrafactual por grupos de educaci´on. Al igual que en el caso de las generaciones vemos que la reforma afect´o de manera distinta a los diferentes grupos. A

44

diferencia del caso de las generaciones pol´ıticas, la participaci´on disminuye en todos los grupos de educaci´on, aunque la magnitud de este cambio depende del logro educacional de cada grupo. Entre los ciudadanos con educaci´ on b´ asica y menor, la reforma electoral implic´o una disminuci´on de m´ as de 18 puntos porcentuales, entre los individuos con educaci´on entre b´asica y hasta media esta ca´ıda fue de cerca de 12.5 puntos, lo que representa un decenso significativamente menos marcado que para el grupo menos educado. Finalmente, la reforma afect´o significativamente menos a los ciudadanos con educaci´on terciaria, entre ellos la participaci´on electoral cae en “apenas” 7.5 puntos porcentuales. Estos resultados aportan evidencia favorable a nuestra hip´otesis 6: la reforma electoral tuvo un efecto mucho m´ as marcado entre los menos educados. Esto implica que las brechas de educaci´ on, que c´omo vimos eran relativamente menores antes de la reforma, aumentaron significativamente, lo que sugiere que los votantes del nuevo sistema electoral son, en promedio, significativamente m´ as educados que quienes no participan de las elecciones.

Diferencia en Pr(Voto)

0.2 0.15 0.1 0.05 0

B´ asica

Secundaria Educaci´on

Terciaria

Figura 8: Diferencias entre probabilidades predichas de participaci´on estimadas en datos de muestra 2012 y en escenario contra-factual, seg´ un educaci´on del encuestado. Intervalos de confianza del 95% estimados a partir de simulaci´ on. Fuente: Elaboraci´ on propia a partir de datos de CEP.

Por u ´ltimo, la figura 9 resume los resultados de nuestra estimaci´on contra-factual para los ciudadanos que exhiben niveles bajos, medios, y altos de atenci´on a la pol´ıtica nacional. De manera similar a lo descrito para la educaci´ on, la reforma electoral aumenta las brechas en este factor entre votantes y no-votantes. Quienes se ubican en el tercil de menor atenci´on a la pol´ıtica se vieron significativamente m´ as afectados por la reforma electoral, disminuyendo su participaci´on electoral en torno a 16 puntos porcentuales. Los ciudadanos con niveles mayores de atenci´on pol´ıtica tambi´en disminuyeron de manera relevante tras la reforma electoral: cerca 13 y 11 puntos entre quienes se ubican en el segundo y tercer tercil de este indicador respectivamente. Estas ca´ıdas son significativamente mayores que las observadas en el grupo de atenci´on baja, aunque estad´ısticamente indistinguibles entre s´ı. A pesar de que representan diferencias menos marcadas que las descritas entre las generaciones y los grupos educacionales, estos resultados tambi´en respaldan nuestra hip´ otesis 7 de que la reforma tendr´ıa mayores efectos entre los ciudadanos con menor atenci´on pol´ıtica. Nue-

45

vamente, esto tender´ıa a aumentar las diferencias entre los votantes y no-votantes, en este caso actitudinales. Diferencia en Pr(Voto)

0.2 0.15 0.1 0.05 0

Baja

Media

Alta

Atenci´on Pol´ıtica Figura 9: Diferencias entre probabilidades predichas de participaci´on estimadas en datos de muestra 2012 y en escenario contra-factual, seg´ un atenci´ on pol´ıtica. Intervalos de confianza del 95% estimados a partir de simulaci´ on. Fuente: Elaboraci´ on propia a partir de datos de CEP.

6.3

Diferencias Etarias en los Efectos de la Reforma Electoral

C´omo muestra nuestra simulaci´ on contra-factual, el nuevo r´egimen electoral parece producir un electorado con menos diferencias de participaci´on entre los grupos de edad. Otra manera de ver esto es estimando las probabilidades de participaci´on seg´ un la edad de los encuestados, para cada elecci´on, tal como hacemos en la figura 10. Tal como se˜ nalabamos con anterioridad, tras la implementaci´ on de la reforma la participaci´on aumenta significativamente entre los menores de 25 a˜ nos, posiblemente debido a la incorporaci´on de los no inscritos en el registro electoral al automatizarse este proceso. Sin embargo, para las personas entre 25 y 35 a˜ nos aproximadamente no se observan diferencias significtivas en los niveles de participaci´on al comparar los promedios de 2008 y 2012. Para la poblaci´ on mayor 35 a˜ nos es donde vemos el mayor cambio: los niveles de votaci´on son significativamente menores en la elecci´on con el nuevo sistema electoral respecto a la que se rigi´ o por marco normativo establecido en 1987. Tomando en cuenta que la mayor´ıa de esta poblaci´ on se encontraba inscrita en los registros electorales antes de la modificaci´on legal de 2011, podemos atribuir esta ca´ıda en los niveles de participaci´on a la in´edita libertad de abstenerse que la reforma signific´ o para ellos. Estos resultados son consistentes con lo ya descrito, adem´ as de aportar evidencia adicional que apoya nuestra hip´otesis 5: las brechas de edad en la participaci´ on electoral se reducen tras la entrada en vigencia del voto voluntario y la inscripci´on autom´atica. Sin embargo, creemos que es relevante ver que es lo que ocurre “detr´as” de esta modificaci´on en la composici´on etaria del electorado: ¿c´ omo podr´ıamos relacionar esta transformaci´on en t´erminos de edad y generaci´ on entre los votantes, introducida por la reforma electoral, con otros cambios en las caracter´ısticas de los ciudadanos que participan de las elecciones?

46

1

2008 2012

Pr(Voto)

0.8 0.6 0.4 0.2 0

20

30

40

50 Edad

60

70

80

Figura 10: Probabilidades predichas de votaci´on seg´ un edad e intervalos de confianza del 95%. Estimaciones a partir del modelo (2) de la Tabla 3, fijando las variables continuas en su media y tratando las categ´ oricas como balanceadas. Fuente: Elaboraci´ on propia a partir de datos de CEP.

Siguiendo este argumento, evaluaremos nuestra hip´otesis 8, la cual se˜ nala que tras la reforma electoral aumentar´ıan los efectos de la educaci´on y la atenci´on pol´ıtica, concentr´andose estos efectos entre los m´as j´ ovenes. Es decir, los cambios en la composici´on del electorado estar´ıan concentrados principalmente en las generaciones menores. Para evaluar estas conjeturas volvemos al modelo 2 de la tabla 3, a partir del cual estimamos los efectos de educaci´on y atenci´on pol´ıtica en la probabilidad votar seg´ un la edad del encuestado, para ambas elecciones. La figura 11 muestra el efecto de la educaci´on en la probabilidad de participaci´on electoral seg´ un edad para ambas elecciones. C´ omo se aprecia en el primer recuadro, la magnitud del efecto es relativamente menor, encontr´ andose ligeramente por debajo de un punto porcentual adicional de probabilidad de votar por cada a˜ no adicional de educaci´on formal. Este efecto es marginalmente significativo a partir de los 35 a˜ nos, lo que implica que, aproximadamente, es relevante para los miembros de la generaci´ on que particip´o del plebiscito del 88’, pero no afecta a la generaci´ on menor. Sin embargo, los resultados de la misma estimaci´on para la primera elecci´on con voto voluntario e inscripci´ on autom´ atica son radicalmente distintos. En 2012 observamos que la educaci´ on tiene un efecto de una magnitud mucho mayor entre la generaci´on m´as joven, oscilando entre 4 y 1.5 puntos porcentuales adicionales de probabilidad de votar para los individuos entre 18 y 40 a˜ nos aproximadamente. La generaci´ on mayor de 40 a˜ nos, no presenta brechas significativas de educaci´on. Es interesante notar que los grupos para los cuales la educaci´on tiene un efecto se invierten tras el cambio institucional: mientras en 2008 observamos peque˜ nas diferencias de educaci´on entre votantes y no-votantes de la generaci´ on pol´ıtica de 1988; en 2012 es posible describir grandes brechas educativas, aunque esta vez concentradas entre la generaci´on m´as j´oven que no alcanz´o a participar de la elecci´on que marc´ o el retorno a la democracia en Chile.

47

0.06

2008

Efecto de Educaci´on

0.05 0.04 0.03 0.02 0.01 0 −0.01 −0.02

20

30

40

50 Edad

60

70

80

0.06

2012

Efecto de Educaci´on

0.05 0.04 0.03 0.02 0.01 0 −0.01 −0.02

20

30

40

50 Edad

60

70

80

Figura 11: Efecto de educaci´ on en probabilidades predichas de votaci´on seg´ un edad e intervalos de confianza del 95%, para ambas muestras. Estimaciones a partir del modelo (2) de la Tabla 3, fijando las variables continuas en su media y las categ´ oricas como balanceadas. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de CEP.

En el caso de la atenci´ on pol´ıtica (figura 12) observamos cambios menos marcados: mientras esta variable exhibe un efecto positivo significativo para los menores de 35 antes de la reforma, as´ı como un interesante efecto marginalmente significativo y negativo entre los mayores de 55 a˜ nos, al implementarse el cambio a la normativa electoral, el efecto aumenta ligeramente de magnitud para la generaci´on socializada pol´ıticamente despu´es del plebiscito de 1988 y se vuelve cercano a cero para los nacidos antes de 1970.

48

Efecto de Atenci´ on Pol´ıtica Efecto de Atenci´on Pol´ıtica

0.6 0.5 0.4 0.3 0.2 0.1 0 −0.1 −0.2 −0.3 −0.4

0.6 0.5 0.4 0.3 0.2 0.1 0 −0.1 −0.2 −0.3 −0.4

2008

20

30

40

50 Edad

60

70

80

2012

20

30

40

50 Edad

60

70

80

Figura 12: Efecto de atenci´ on pol´ıtica en probabilidades predichas de votaci´on seg´ un edad e intervalos de confianza del 95%, para ambas muestras. Estimaciones a partir del modelo (2) de la Tabla 3, fijando las variables continuas en su media y las categ´oricas como balanceadas. Fuente: Elaboraci´on propia a partir de datos de CEP.

En su conjunto, esta evidencia entrega apoyo parcial a nuestra hip´otesis: mientras en educaci´ on observamos una diferencia importante en el rol que juega en la participaci´on electoral antes y despu´es de la reforma, el efecto de la atenci´ on pol´ıtica exhibe menos variaci´on entre un sistema electoral y otro. Sin embargo, ambos resultados son consistentes en mostrarnos interesantes procesos detr´ as de la reducci´ on de las diferencias etarias entre los votantes y el resto de los ciudadanos. Tanto para educaci´on como para atenci´ on pol´ıtica observamos diferencias significativas en participaci´on entre los m´as j´ovenes, particularmente entre la generaci´on nacida despu´es de 1970, y que alcanz´o la edad de votar de manera posterior al simb´ olico plebiscito de 1988. Estos resultados muestran que el cambio en la composici´ on generacional y etaria del electorado est´a relacionado a otros cambios en 49

las caracter´ısticas de los ciudadanos que deciden votar. Adem´as, evidencian que la reforma electoral tuvo importantes efectos en estos cambios en la composici´on del electorado, y que estos ocurren de manera complementaria entre s´ı: al aumentar las tasas de participaci´on entre los m´as j´ovenes tambi´en aumentaron las brechas educativas entre los votantes y no votantes de las generaciones menores.

50

7

Conclusiones

Este apartado final resume los principales hallazgos de este trabajo, y los vincula a nuestra pregunta de investigaci´ on sobre la participaci´on electoral, la composici´on del electorado y la reciente reforma electoral. Las implicancias de estos resultados son discutidas para el caso chileno y para los sistemas democr´ aticos en general.

7.1

S´ıntesis de Resultados

En su conjunto, nuestros an´ alisis nos han permitido mostrar una serie de hallazgos acerca de la participaci´on electoral en Chile y los efectos que la reciente reforma electoral tuvo en ella. Primero, nuestros modelos de voto por elecci´ on nos aportaron evidencia sustantiva de los patrones de asistencia a las urnas entre los ciudadanos chilenos. Mientras a´ un reg´ıa el sistema de inscripci´ on voluntaria y voto obligatorio, el electorado estaba generacionalmente dividido: qui´enes tuvieron la edad suficiente para votar en el plebiscito de 1988 estaban mayoritariamente inscritos, y por lo tanto, obligados a votar; mientras las generaciones m´as j´ovenes no participaban de los procesos electorales. Adem´ as de este fuerte efecto de la edad en la probabilidad de participar en las elecciones no exist´ıan diferencias demasiado grandes entre los votantes y no-votantes. Tras la entrada en vigencia de la ley que reemplaza la inscripci´on voluntaria por una autom´ atica y el voto obligatorio por el voluntario, la participaci´on electoral cay´o dram´aticamente. Si bien es cierto que el nivel de asistencia las urnas entre los ciudadanos chilenos ven´ıa en tendencias a la baja desde el retorno de la democracia, esta reforma electoral aceler´o marcadamente el declive de las tasas de votaci´on entre los chilenos. Esta ca´ıda no se distribuy´o homog´eneamente entre los ciudadanos, y ciertos grupos vieron grandes reducciones en sus niveles de votaci´on. Nuestro an´alisis contrafactual sugiere que los miembros de la generaci´on pol´ıtica de 1988, los menos educados, y con menos atenci´on pol´ıtica, disminuyeron sus niveles de participaci´on electoral de manera significativamente m´as marcada que el resto de la poblaci´ on. Adicionalmente, mostramos que las brechas en educaci´ on y atenci´on pol´ıtica entre votantes y no-votantes aumentaron tras la reforma electoral, y que este aumento estaba concentrado entre la poblaci´on m´as joven. Este u ´ltimo punto levanta mayores preocupaciones por la calidad del sistema democr´ atico chileno, en la medida en que si los votantes m´as j´ovenes son sistem´aticamente distintos a sus pares que se abstienen, la magnitud de estas diferencias en el electorado completo ir´an creciendo a medida que avance el reemplazo generacional entre los votantes chilenos. En este sentido nuestra tesis comparte la preocupaci´ on expresada por Corval´an y Cox (2013a) quienes se˜ nalan que el reemplazo generacional en el sistema electoral chileno estar´ıa “sesgado por clase social”. Esto implica que al avanzar el tiempo, el electorado chileno se ir´a haciendo progresivamente menos representativo de la sociedad. Finalmente, tomados en su conjunto nuestros hallazgos nos llevan a concluir que la reforma electoral de 2011 no s´ olo tuvo importantes efectos en el nivel de participaci´on electoral, sino que adem´as en la composici´ on del electorado. Hoy la democracia chilena no s´olo se enfrenta a un in´edito escenario de abstencionismo electoral, tambi´en ve amenazada la capacidad que tienen sus 51

elecciones de representar al conjunto de la sociedad. Las tendencias descritas nos indican que, en las condiciones actuales, estos problemas se agravar´ıan exponiendo al sistema pol´ıtico a un escenario sumamente complejo para los a˜ nos venideros.

7.2

Discusi´ on

El declive de la participaci´ on electoral en las democracias industrializadas durante las u ´ltimas d´ecadas ha producido gran preocupaci´ on entre autoridades, analistas, y ciudadanos. Chile no ha sido un extra˜ no a estas tendencias, e incluso es quiz´as su mayor exponente: como vimos, en un per´ıodo de 25 a˜ nos su participaci´ on baj´ o del 90% respecto a la PEV en 1988, a un 47% para la elecci´on municipal de 2012. Estos niveles tan bajos de participaci´on electoral abren una serie de interrogantes sobre la calidad del sistema democr´ atico. ¿Qu´e significa que en un pa´ıs democr´atico existan m´as ciudadanos que se abstengan, que ciudadanos que votan?, ¿Cu´anto afecta a la legitimidad de los gobernantes el hecho de que menos de la mitad de los individuos en edad de votar ejerzan su derecho?, ¿C´ omo puede el gobierno representar las preferencias de los ciudadanos si buena parte de ellos se omite de los procesos electorales?, ¿Hasta qu´e punto es deseable mayores niveles de participaci´on electoral, y a partir de qu´e punto debieramos preocuparnos por la ca´ıda en las tasas de votaci´on? Por cierto, estas preguntas han suscitado profundos debates entre los especialistas. Para muchos autores, bajos niveles de participaci´ on en las elecciones son perjudiciales para la democracia en la medida en que afectan su legitimidad (Teixeira, 1992; Wattenberg, 2002). Sin embargo, la principal preocupaci´on detr´ as de la ca´ıda de la participaci´on electoral es aquella que relaciona la composici´ on del electorado con el promedio de asistencia a las urnas. Desde esta perspectiva, participaci´on baja implica participaci´ on desigual (Verba et al, 1978). De este modo, podemos vincular la disminuci´ on en los niveles de participaci´ on electoral a sesgos de composici´on en el electorado respecto al resto de los ciudadanos, lo que a su vez incide en una desigual influencia pol´ıtica. En definitiva, vemos que bajos niveles de votaci´ on no s´ olo atentan contra el ideal democr´atico de la participaci´on, sino que adem´as reduce la igualdad de influencia pol´ıtica (Lijphart, 1997), que de acuerdo a te´oricos como Robert Dahl (1989) es parte fundamental del ideal democr´atico. Sin embargo, las consecuencias de una participaci´on desigual no s´olo se relacionan a los ideales democr´aticos abstractos, sino que existe amplia evidencia que vincula las brechas en los niveles de votaci´on a la adopci´ on de diferentes pol´ıticas por parte del gobierno. La literatura especializada remarca que los pol´ıticos tienden a preocuparse principalmente en los intereses de los votantes por sobre aquellos de la sociedad en su conjunto (Rosenstone & Hansen, 1993; Issenberg, 2012). Gilens (2005) muestra que en los temas en los que existen marcadas diferencias de opini´on entre la poblaci´ on menos y m´as privilegiada, el gobierno tiende a reflejar las preferencias de los grupos m´as aventajados. De manera similar, Bartels (2009: 252) sugiere que los congresistas s´olo estar´ıan influenciados por la opiniones de los ciudadanos con mayores ingresos dentro de sus distritos. Esto produce que la acci´on estatal tienda a reforzar las diferencias de status entre los ciudadanos, acrecentando las desigualdades y estabiliz´ andolas en torno a las instituciones pol´ıticas (Acemoglu y Robinson, 2005). En la medida en que la composici´ on del electorado est´e cargada hacia alg´ un grupo en espec´ıfico, los pol´ıticos encuentran incentivos para responder a sus preocupaciones por sobre los intereses de 52

quienes se abstienen del proceso electoral (Hill & Leighley, 1992). Estos autores muestran que en los estados donde las brechas de participaci´on electoral entre ricos y pobres son mayores, las probabilidades de implementar pol´ıticas redistribuitivas disminuyen. Al mismo tiempo, Leighley y Nagler (2013: 122) muestran que cuando la oferta pol´ıtica es poca variada, y representa los intereses de alg´ un grupo espec´ıfico, la participaci´on tiende a disminuir. Esto se asocia a que los no-votantes se encuentren cada vez m´ as alienados del sistema pol´ıtico en la medida en que las campa˜ nas y discusiones pol´ıticas se centran en los problemas que preocupan a los votantes probables, adem´ as de reflejar su posici´ on en estos temas. Sin una opci´on que los represente, muchos ciudadanos terminar por omitirse de los procesos democr´aticos. En este sentido es posible describir un c´ırculo vicioso propiciado por la ca´ıda de la participaci´ on electoral, que resulta en crecientes diferencias socio-econ´omicas entre votantes y no-votantes, que llevan a los pol´ıticos a alterar sus estrategias de campa˜ na y propuestas de pol´ıtica p´ ublica para ajustarse a las preferencias de los votantes (de mayor status social que quienes se abstienen), lo que por su parte aliena a los ciudadanos de menor status, disminuyendo a´ un m´as la participaci´ on electoral y cristalizando las desigualdades sociales en desigualdades pol´ıticas. A estas alturas es dif´ıcil saber que tan expuesta se encuentra la democracia chilena a estos patrones descritos por la literatura, en tanto ante s´olo dos elecciones con el nuevo sistema electoral, pol´ıticos y ciudadanos reci´en est´ an empezando a ver las consecuencias pol´ıticas de estos cambios. Por cierto las crecientes tendencias de desafecci´on con el sistema pol´ıtico no permiten proyectar un escenario optimista en t´erminos de participaci´on electoral, y por lo tanto, de composici´on del electorado. La pregunta que cabe entonces es c´omo podemos revertir estas tendencias. Como hemos mencionado, Lijphart (1997) considera que de todas las reformas pol´ıticas, el voto obligatorio ser´ıa la m´as atractiva para cerrar las brechas de participaci´on en tanto garantizar´ıa participaci´on cuasiuniversal. Otros autores creen que el voto obligatorio no soluciona el problema de fondo que estar´ıa detr´as del declive en la participaci´on electoral (Franklin, 1999) por lo que proponen que las reformas pol´ıticas debieran orientarse a aumentar la competitividad de las elecciones para aumentar el inter´es de los ciudadanos en la pol´ıtica as´ı como la calidad de la oferta electoral (Franklin, 2004). No obstante, y a pesar de su relativa impopularidad entre los ciudadanos (Maldonado, 2014), el voto obligatorio pareciera la mejor respuesta a las declinantes tasas de participaci´on electoral. Tanto en Chile (Chuaqui, 2007; Sierra, 2007), como entre la comunidad internacional de expertos (Lacroix, 2007; Lever, 2008) la implementaci´ on del voto obligatorio es sumamente controversial. Mientras sus opositores lo consideran una violaci´on innecesaria y paternalista de la libertad individual de los ciudadanos, su defensores consideran que sus objeciones normativas estar´ıan supeditadas al efecto de garantizar la igualdad pol´ıtica de los ciudadanos. Independientemente de la posici´ on que se tenga respecto al car´acter del voto, lo cierto es que los cambios en la composici´ on de los electorados explorados en esta tesis suponen grandes desaf´ıos para el desarrollo de las democracias contempor´aneas. El principio democr´atico fundamental de “un ciudadano, un voto” se diluye cuando existen diferencias sistem´aticas entre los individuos que votan y quienes se abstienen. Esperamos que la evidencia proporcionada en este trabajo sea valiosa para la discusi´ on en los desaf´ıos electorales futuros, y eventualmente, un aporte en su soluci´on.

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