CABRERA & VASQUEZ-DAVILA (1989) Las inundaciones en Tabasco

August 6, 2017 | Autor: M. Vásquez Dávila | Categoría: History, Resilience, Environmental Studies
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Descripción

Hernández Cabrera, H. y M.A. Vásquez-Dávila. 1989. Van a caer hasta pejelagartos. Una historia muchas veces vivida: las inundaciones en Tabasco. Ancora Sur, Revista del Instituto Chiapaneco de Cultura 1(1): 41-43.

Van a caer hasta pejelagartos Una historia muchas veces vivida: las inundaciones en Tabasco Hugo Cabrera Hernández Marco A. Vásquez-Dávila

El mes de octubre en Tabasco trae grandes lluvias y las consecuentes inundaciones, que impresionan hondamente la memoria de quienes las padecen. En las tierras bajas de Tabasco, los sistemas fluviales del Grijalva y el Usumacinta, son corrientes “monstruo”, responsables de la mayor parte de las inundaciones destructoras que frecuentemente han asolado la porción central y oriental del Estado. Las inundaciones significan pérdidas: inmediatamente cultivos, animales, terreno y vivienda se van con el agua; después los alimentos y la salud se ahuyentan; la comunicación se interrumpe, y casi siempre se truncan vidas humanas. Las inundaciones también desbordan a la sociedad: a veces, ante esta situación caótica, la especulación y el robo emergen como pestilentes fantasmas, pero la fraterna solidaridad, el altruismo e incluso el hecho heroico, surgen también ante la adversidad acuática. Por ello, de los desastres también se aprende; la interesante y vieja historia de las inundaciones en el país los ríos se encuentra en la memoria y en el modo de vida de sus habitantes. En Tabasco “la gente sabe vivir el agua”, o sabía, al menos, hasta antes de que fuera afectada la interacción compleja y frágil de los ecosistemas tropicales. Cuando las lluvias torrenciales caen sobre el suelo tabasqueño, si no se desbordan los ríos y no se producen las temibles inundaciones, se cumple un rito anual muy antiguo: la fertilización de la tierra tropical: abono, peces y otros bienes traen el agua. Esperanzado en una abundancia de alimentos, alguien exclama: “¡Van a caer hasta pejelagartos!”.

Así y una vez que la primavera hubo cumplido su encomiable tarea de matizar con el color del guayacán, del macuilí, del framboyán, etcétera, la agradable y siempre verde monotonía del paisaje tropical, se cierne sobre el espacio tabasqueño el fantasma de la desolación y desesperanza, al aproximarse, en el mes de septiembre, el comienzo de la anual jornada dilúvica. Con una periodicidad de aproximadamente diez años, que los técnicos llaman período de retorno, en los últimos cien años se han producido, al menos, diez inundaciones catastróficas en el estado de Tabasco1. Así por ejemplo se recuerda que “A los trastornos provocados en el estado por las luchas políticas se sumaron en 1868 los estragos de las lluvias torrenciales; (en donde) la mayor parte del territorio sufrió una inundación que ocasionó grandes pérdidas materiales”2. Tabasco, se dice, “es la obra de sus ríos” y en él su vasto sistema hidrológico descarga más de 110,000 millones de m3, que representan la tercera parte del agua de los ríos mexicanos3. Sin embargo, año con año estos grandes constructores se transforman violentamente en fieros destructores pues cada cambio de curso, cada crecida, los hacen explayarse sobre enormes extensiones cubriendo caseríos, ranchos y campos de labor4. Los momentos que la población vive en esos aciagos días son verdaderamente inenarrables y los daños incontables. En los titulares de los principales diarios que circulan en el estado es común leer lo siguiente: “Pavoroso panorama de desolación y de miseria en Comalcalco”. Igual que los demás municipios de Tabasco “no hay un solo sitio que no haya sido invadido por las aguas”5.

Hernández Cabrera, H. y M.A. Vásquez-Dávila. 1989. Van a caer hasta pejelagartos. Una historia muchas veces vivida: las inundaciones en Tabasco. Ancora Sur, Revista del Instituto Chiapaneco de Cultura 1(1): 41-43. Los reportes que llegaban de los municipios solicitando ayuda no eran menos alarmantes: “Frontera.- Los pueblos de Simón Sarlat, Quintín Arauz y las rancherías Rivera Alta, Chichicaste y Chilapa están totalmente inundadas y en grave predicamento. Urge quinina, mantas y víveres”6. Todo esto ocurría en octubre de 1952. Pero después de la tempestad viene la calma. La prensa anunciaba: “Dejó de llover y esto permite cierta comodidad para auxiliar a las personas, buscar perdidos, reparar los daños que han causado los torrentes... que durante seis días estuvieron azotando al territorio”7 (Septiembre de 1963). En virtud de que Tabasco es un estado eminentemente agrícola y ganadero las pérdidas que se originaban en este renglón debilitaban drásticamente la economía local. “Pérdidas por ocho millones de pesos sufre la industria platanera” anunciaban los diarios en 1963. “...Además en el maíz y otros sembrados pequeños ya se han recibido reportes que hace subir las pérdidas a unos cinco millones de pesos. También la ganadería ha resultado seriamente dañada”'8. Así mismo las vías de comunicación eran interrumpidas favoreciendo la proliferación de enfermedades, al hacer más difícil el acceso a las comunidades dañadas, y la escasez de alimentos. De este modo, apenas el breve período de sequía alcanzaba para corregir los daños, cuando aparecían los presagios de una nueva tormenta. “La carretera de Cucuyulapa se deslavó por el ataque de las aguas del Arroyo Cumuapa”9 (Septiembre de 1963). “Jalapa.- El -agua ha roto catorce tramos de la carretera que ya tenía grava; los puentes rumbo a Macuspana destruidos”. “Tacotalpa.- piden servicios médicos y medicinas con el fin de contrarrestar enfermedades después de la terrible inundación”10 (Octubre de 1952). Amplios sectores de la sociedad tabasqueña en particular y mexicana en general hacían patente su solidaridad con los damnificados. Autoridades y pueblo se movilizaban en la

distribución de víveres y en la prestación de ayuda a los perjudicados en la inundación: “1237 familias menesterosas reciben víveres de manos del C. gobernador”11 (Octubre de 1942). “Yucatán, pese a sus críticas circunstancias tiende la mano a Tabasco: como prueba de la noble y generosa actitud del culto y laborioso pueblo de Yucatán, que ha sabido interpretar nuestra difícil situación, en momentos en que el mismo está sufriendo una gran crisis económica debido a la baja de precio de la fibra del henequén que es la principal riqueza de aquel estado hermano”12 (Octubre de 1952). No obstante la ambición y la rapiña hacían acto de presencia aún en los momentos de desesperación y angustia por los que la población atravesaba: “por si fueran pocas las calamidades que está sufriendo Tabasco, con motivo de las inundaciones, están sufriendo una alza desmesurada los precios de los artículos de primera necesidad, a iniciativa de comerciantes abusivos que nunca faltan”13 (Octubre de 1952). En forma general y a grandes rasgos éstas eran las circunstancias que se vivían con motivo de las constantes inundaciones que azoraban al pueblo tabasqueño. Sin embargo, el gobierno federal, hondamente inspirado por el éxito, que desde una perspectiva comercial había tenido la construcción de infraestructura agropecuaria en el norte del país durante los años treinta,14 decide implantar en el trópico mexicano un modelo de desarrollo económico en donde la regulación del funcionamiento hidrológico de la región permitiera la colonización agroproductiva posterior (lo que actualmente se conoce como Plan Chontalpa) como advierte Hiernaux (1986)15, “una de las dimensiones más significativas de la adopción de un nuevo modelo de desarrollo para el estado de Tabasco la constituye la necesidad de realizar grandes obras con un doble propósito: mejorar la accesibilidad espacial y controlar el sistema hidrológico para habilitar grandes superficies para la agroproducción”. Es así como el Estado de Tabasco, que durante muchos años estuvo abandonado a su suerte, por fin ve la posibilidad de controlar las grandes avenidas de sus ríos al crearse en 1951 la Comisión del Grijalva para el manejo integral de recursos de la cuenca Grijalva-Usumacinta, que tuvo como prioridad la construcción de una presa en la Cuenca del

Hernández Cabrera, H. y M.A. Vásquez-Dávila. 1989. Van a caer hasta pejelagartos. Una historia muchas veces vivida: las inundaciones en Tabasco. Ancora Sur, Revista del Instituto Chiapaneco de Cultura 1(1): 41-43. Grijalva. Durante la década de los 50 se emprendieron una serie de acciones en la Cuenca Baja Grijalva, que se materializaron en la construcción de conjunto de cortes, bordos, defensas y drenes. Tan sólo el Bordo de Defensa Samaria-Mecoacán tuvo un costo de 80 millones de pesos a finales de la misma decada16. Fue hasta el año de 1960 cuando se inician las obras de la gigantesca presa de Malpaso en el estado de Chiapas, concluyéndose los trabajos en el año de 1964, con un costo de 1,100 millones de pesos17.

penetrado a los hogares de la Colonia “Las Gaviotas”, en la margen derecha del Río Grijalva, era desalojada con equipo de bombeo.

Ahí mismo se construyó entre 1964 y 1967, una planta hidroeléctrica con una capacidad de generación de energía de 720,000 kilovatios en la primer etapa, y con la construcción de la presa de la Angostura, se completaría la capacidad de energía a un millón ochenta mil kilovatios18.

NOTAS

Si bien apenas se comienzan a evaluar las repercusiones, sobre todo ecológicas, que tuvo la intervención del sistema hidrológico en la Cuenca Alta del río Grijalva, al menos hoy no son las inundaciones, ni frecuentes ni extensas como lo fueron algún tiempo en la región de la Chontalpa. Sin embargo, la Región de los Ríos no quedó exenta de las constantes avenidas del río Usumacinta. De tal suerte, que en 1979 se registró una grave inundación en los municipios de Jonuta, Balancán, Tenosique y Emiliano Zapata. La prensa local difundió lo siguiente: “Las pérdidas materiales, en la destrucción de caminos y carreteras que fueron afectadas por las crecientes de este año en el Estado ascienden a 15 millones de pesos”; “El municipio de Tenosique fue declarado zona de desastre y en total sumaban dos mil familias afectadas por el Usumacinta a causa de la peor avenida desde hace más de treinta años según habitantes de aquella region"19. Así mismo, más de 15 mil niños quedaron sin escuela a consecuencia de las inundaciones20. Y para el año siguiente, el reporte general de los responsables de auxilio a los damnificados por las inundaciones fue el siguiente: “la situación es la normal que prevalece durante la época de lluvias de casi todos los años”, pues existían en esa fecha zonas de la entidad completamente inundadas en la Región de los Ríos21. Mientras que en la capital del Estado el agua que había

De la cabeza a los pies humedecido, pese a su capa dragona que chorreaba toda el agua, empapada el alma y rociado el espíritu, alguien del pueblo dijo “la situación es la de todos los años”22 y sacó de su bolsa un pequeño peine que le secó, a medias, el cabello.

1.- “Papeles”, No. 1: Flora y fauna de Tabasco. 2.- Arias, M.E., A. Lau F., y X. Sepúlveda O. (1985). Tabasco: Textos de su historia. Vol. 2. José L. MoraGobierno del Estado de Tabasco. p. 161. 3.- “Papeles”, No. 1 Flora y fauna de Tabasco. 4.- Ídem. 5.- Rumbo Nuevo (diario). 13 de octubre de 1952. Primera Plana. 6.- Rumbo Nuevo, 11 de octubre de 1952. 7.- Presente (diario), 24 de septiembre de 1963. 8.- Ídem. 9.- Ídem. 10.- Rumbo Nuevo. 11 de octubre de 1952. 11.- Diario de Tabasco, 4 y 5 de octubre de 1942. 12.- Rumbo nuevo. 24 de octubre de 1952. 13.- Rumbo Nuevo. 13 de octubre de 1952. 14.- Nos referimos a la construcción de Infraestructura de riego durante el periodo ObregónCalles. 15.- Hiernaux, N.D. 1986. Cambios productivos y reorganización del territorio de Tabasco, 1973-1986. Revista de la Universidad (UJAT) 3(12): 82-83. 16.- Presente. 29 de septiembre de 1963. 17.- Rodríguez C., I. 1975. El ejido colectivo, última esperanza. Plan Chontalpa. Editorial Marcha. México. 266 p. 18.- Ídem. 19.- Presente. 24 y 25 de septiembre de 1979. 20.- Rumbo Nuevo. 28 de septiembre de 1979. 21.- Rumbo Nuevo. 8 de octubre de 1980. 22.- Ídem.

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