BURRO. Origen etimológico fijado por Enrique Cabrejas

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Descripción

BURRO Origen etimológico fijado por Enrique Cabrejas RPI: B-3851-14

Enrique Cabrejas © 2015 e-nstitut Ideal Nol © 2015 Apreciados Srs.: Me es grato poner en su conocimiento y a través de este comunicado que, el nombre singular de género masculino y en lengua española BURRO, es un sintagma verbal que significa: “LOMO DURO”. Su origen etimológico se encuentra en un ACRÓNIMO. Una locución dada por nuestros antepasados y que ha permanecido desde hace miles de años preexistente en el léxico español. Es el resultado de aglutinar dos participaciones en una frase con sujeto y predicado: La partícula pre helena e ibérica: úq (BUR) que en griego más tarde se verá como βυρ (BUR), que es un sustantivo que significa LOMO y que también tiene otras acepciones tales como “piel” y el verbo qo (RO), en griego ρω (RO) se relaciona con aquello que se caracteriza por la FIRMEZA, FUERZA, DUREZA o RESISTENCIA. En términos lingüísticos, para más detalle, se trata de un verbo transitivo, es decir que requiere de uno o más elementos en su composición. Lo especifico en griego incluso para una mejor comprobación: βυρ+ρω. Quienes sostengan que el nombre “burro” viene del latín no están bien informados. No están al corriente de mis prolíficas investigaciones sobre la lengua ibérica. Es decir que la expresión Burro no es una palabra sino de hecho una frase. Es una locución ibérica que bebe de fuente pre griega y frigia que se la debemos a nuestros antepasados los carpetanos (cario). Se trata de una voz que literalmente quiere decir: “LOMO DURO” y que hace referencia a la resistencia de la espalda del animal. En los cuadrúpedos define su espinazo. Incluso desde antiguo las locuciones apuntan en el sentido de “llevar a lomos” las cargas para el transporte, ya sea de personas o las cosas. Verán, en lengua ibérica se expresa de este modo: úq·qo. En grafía capital griega de la época frigia se caligrafía ΒΥΡ·ΡΟ y en castellano, nosotros, lo decimos exactamente igual que se ha pronunciado desde hace miles de años, así: /BUR·RO/. Se trata de dos fonemas y sorpresivamente no se compone de dos sílabas, como se tiene por cierto, sino de dos monemas. Esto supone que nos encontramos ante dos claros lexemas, unidades mínimas dotadas de significación y articuladas en un acrónimo ibérico. úq

BUR -

Significa: “LOMO” “PIEL”, “CUERO”.

qo

-RO

Relativo: “FIRME”, “FUERTE”, “DURO”, “RESISTENTE”.

PRIMER VOCABLO: Se trata de la voz carpetana (cario) tomada del heleno frigio: úq. En griego se escribe ΒΥΡ “Bur”. Esta raíz pre griega significa: “LOMO”, “PIEL”, “CUERO”. SEGUNDO VOCABLO: Se trata de la voz carpetana (cario) tomada del heleno frigio: qo. A la vez, ΡΟ “Ro” como bien es conocido es el nombre de la decimoséptima letra del alfabeto griego. Y la raíz “ro” está estrechamente relacionada con un concepto de “FIRMEZA, “FUERZA” “DUREZA” “RESISTENCIA”. En el alfabeto español es la decimonovena letra y su nombre es “erre”.

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ETIMOLOGÍA DE BURRO Me hago cargo de que esta afirmación pudiera dejarles perplejos, no puede ser de otro modo; pues voy a transmitirles una epistemología que ha estado inédita durante miles de años. Y por raro que parezca, lo que les acabo de desvelar no es una conjetura sino a mi entender, plena certeza. Esta novedosa teoría del conocimiento tiene un razonamiento que puedo sustentar empíricamente. Miren, para fijar el nombre común “burro”, en esta ocasión, no parece plausible emplear el recurrente recurso de derivarlo del latín. En el caso que nos ocupa, es asinus y/o asinum, así que como pueden imaginar no funcionaría ni forzándolo como se ha hecho en tantas otras entradas, lamentablemente. Es más, para justificarlo lo derivan de otro nombre: Burricus. Y ciertamente Burricus y Burro tienen una apariencia similar, pero ¿saben por qué razón? Lo explicaré, y de modo que todos puedan entenderlo. Miren, en primer lugar en castellano, ya tenemos la voz “borrico” y en segundo lugar muchos y distintos idiomas se nutren de las mismas raíces pres helenas, y cada idioma tiene su particular modo de expresarlo. En absoluto derivan uno del otro ni tampoco entre ellos. Cada idioma lo resuelve desde su gramática. Y ahora llega lo más asombroso del asunto. La lengua castellana escogió una raíz distinta que el latín para denominar al burro, de hecho tomo dos y las unió en una frase o sintagma verbal, porque era una locución que necesitaba expresarse con un sujeto y un predicado para alojar un verbo, tal y como hacemos en lengua española para construir una oración. Esto es BUR·RO ya que aun parezca sorprendente RO es un verbo, y lo es para perro también, como puede ser BALLO el verbo para “caballo” o ARO el verbo para “pájaro”. Son SINTAGMAS VERBALES. Y por ello no puede derivarse Burro de Asinus, aunque un burro y un asno sean lo mismo. Esto que pudiera verse hoy como algo excepcional, era la común sintaxis de nuestros antepasados y esas frases, inadvertidamente, son hoy nuestras palabras en idioma español. Permitan que lo explique mejor: Burro no es una palabra, es una frase que verbaliza “la resistencia del dorso” del animal y empleo para el transporte. En realidad es sencillo, muy sencillo, sin embargo como de la actual base que se parte en la etimología española, ésta anda profundamente descaminada, lo que se derive de ella, lógicamente, también lo estará. Así tenemos este término también desubicado. Por supuesto, tengo la confianza de que “todo” será enmendado en el sentido que les apunto pero, hoy por hoy, nos encontramos frente a una teoría que se dio por cierta sin una debida comprobación: “La lengua madre del español es el latín.” Miren, se trata de un Axioma. Tropezamos ante un dogma, y las definiciones se ven afectadas y, lo que es peor, se han propagado en un desacierto de dimensiones colosales. Pues, derivando del latín lo indeclinable de forma, es decir términos no variables que son genuinos ibéricos, no se acredita más el origen de la lengua española sino, bien al contrario, se justifica la conjetura de un latín superior que da como consecuencia un subordinado origen del idioma castellano. Cuando en realidad son a la par, ambos, un futuro latín y un futurible castellano por ende español, bebieron de las mismas fuentes “pre griegas”, incluso en numerosas ocasiones de raíces distintas y, mira por donde, justo este es uno de esos casos. ¡Inimaginable!

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BUR·RO Verán, no basta saber latín para comprender la lengua castellana; es más y espero que tomen a bien mi franqueza, si les sugiero que mucho me temo desde ahí no es posible. Es imprescindible conocer como denominaban las cosas nuestros antepasados ibéricos. Les doy una clave sustancial y de las muchas que deberán aprender en el futuro quienes deseen entender estos asuntos casi como si pudieran pertenecer a ellos. Determinar correctamente en esta materia supone y es necesario saber que ambos: Latín e Ibérico ciertamente bebían de fuentes pres helenas, sí, pero eso no aclara mucho a la hora de definir a los animales, por ejemplo. El uno y el otro lo hacían por causas concretas y de modo distinto. Del latín ya versarán otros, y lo harán revelando su gran pragmatismo, pero de los ibéricos déjenme que les pormenorice que tenían la costumbre de hacerlo señalando partes llamativas de su semblante o describiendo aspectos concretos de su personalidad. Sí, entiendo que no se esté habituado a ese derroche de intelectualidad de parte de unas tribus toscas y celtas, solo que no eran toscas ni tampoco celtas. Y las palabras españolas no se fijaron en latín, por mucho que algunos se hayan empecinado en hacérnoslo creer durante años. Así que desde ahí no encontrarán nada que no sean brillantes conjeturas. Es a consecuencia de ello que teníamos con la etiqueta de origen incierto, hasta hoy: un perro, un lobo, un burro, un toro, un caballo, etc. Nuestros ibéricos aplicaban un patrón lingüístico muy coherente y eso facilita que mi tarea en la actualidad todavía sea más científica, si cabe. Si hubieran denominado a discreción y aleatoriamente sin orden alguno, me lo hubieran puesto más difícil. Pero no lo hacían al tuntún, y observaban con rigor unas determinadas reglas. Estar alfabetizado en la lengua ibérica es fundamental, y por fortuna supe instruirme en ella. Sí, requiere de una gran dedicación y mucho esfuerzo pero ¿qué en la vida, para todos, no lo exige? y por tanto, conozco bien que un perro lo es por su hocico, un toro lo es por sus cuernos, un lobo lo es por sus orejas, etc. En consecuencia, para mí no es extraño que un burro lo sea por sus características. Y el asno que también se conoce con el nombre de BURRO se cazó especialmente por la carne y por su preciada piel, que se utilizaba para fabricar un cuero muy especial. El burro era muy empleado también como bestia de carga y para criar mulas, que son el resultado del cruce de una yegua y un macho de asno. Pertenecen a la familia de los Équidos, y es un mamífero que se encuentra tanto en estado salvaje como doméstico y los asnos se dividen en dos grupos principales: el primero lo encarna el asno salvaje africano, del cual se sospecha que desciende el asno doméstico, y el segundo lo integra el asno salvaje de Asia. Pero miren, pormenorizare algo que parece no se ha tenido en cuenta para determinar estas etimologías, digamos que sufrieron un incomprensible lapsus. Y es que parecen haberse olvidado de que para nominar a los équidos como es el caso del asno o burro la palabra Equu no es un término original del latín sino un término importado de una antigua raíz pre griega: ἔχω. Sí, Equu viene de Echu. ¿Saben que significa? Es la raíz que significa PORTAR. Para la yegua se uso la misma raíz pre helena ἔχω que nos referencia “transporte” pero, tanto para caballo o burro usaron otras raíces, todas más propias de la filosofía del lenguaje ibérico y por las cuales nos transmitieron lo más sustancial, a su entender, de esos animales.

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TAXONOMIA DEL NOMBRE BURRO En realidad si se dan cuenta, “Ro” es el nombre de la letra, y no el sonido que es “r” ¿Pero entonces por qué BUR·R+O finaliza con la letra “–o”? La razón es que contiene adherida una partícula “o” que se liga con el vocablo precedente formando con él una sola palabra, como en español los pronombres pospuestos al verbo. Lo explico mejor, en la lengua española lo hemos completado añadiendo una partícula enclítica al final y que es justo la misma "persona", “quién” o “qué”. En otras es la forma átona del pronombre personal. Se trata de un pronombre y en español, aunque no seamos conscientes es la “o”, del mismo modo que para el griego antiguo será ὅς “os”. Les pongo un simple ejemplo, ellos escriben Ἡρόδοτος con “s” final y nosotros en cambio Heródoto, sin la “s” y que en cambio la empleamos para el plural. Si son observadores, se darán cuenta que los nombres de número singular y género masculino en griego finalizan en -ὅς cuando en frigio que también es griego lo hacían en -ὅ, casualmente es como lo hacían nuestros antepasados y también nosotros en la lengua española. Fíjense por favor, es importante, a nivel lingüístico los carpetanos, es decir los Καρυο (Cario), su caso nominativo coincide morfológicamente con el modo con el cual escribimos, por lo general, nuestros sustantivos masculinos. Es decir, sus nominativos y nuestros sustantivos se construyen igual. Si son de género femenino finalizan en (-a), y si son de género masculino con la desinencia común (-o). Es mucha, demasiada coincidencia ¿no les parece? Y es que su lengua era flexiva y declinaba, la nuestra, que es la misma, también sin parecerlo: BUR·/RA/, BUR/RE/-RIA, BUR·/RI/-CO, BUR·/RO/, BUR·/RU/-EZO. Les haré otra confidencia. No son sufijos las desinencias, aun mucho lo parezcan; son partículas llenas de significado, son auténticos lexemas. Sí, así es nuestra prodigiosa lengua, aglutinó más y más fracciones. Parece que no quisimos renunciar a nada con el paso de los tiempos y es que no sé si, de entrada, ya han podido percibir que nuestra filosofía del lenguaje es la suya. Lo más llamativo es que para ser la ibérica una lengua ignota y extraña, muy extraña, muy re-que-te-extraña diríamos, aún es más extraño que sus vocales coincidan con las nuestras. Miren, en español hay cinco fonemas vocálicos. Pero sepamos cuantas vocales tiene la lengua ibérica: CINCO. Sí, cinco, y son las mismas vocales, exactamente iguales que los cinco fonemas vocálicos que tenemos hoy en día en nuestro idioma español: /a/ /e/ /i/ /o/ /u/, pero que ellos escribían: á, è, í, o, U. Con la llegada de los romanos a la península, es conocido que la grafía cambió al patrón latino pero, ¿saben cuántas vocales tiene el latín? Tiene DIEZ. Nuestras vocales no son las del latín sino las ibéricas. ¡Asombroso! Nuestra lengua ibérica es anterior a la griega, pero hoy la conocemos y desde tiempos escrita con otra ortografía, con las letras romanas. Que la lengua española viene del latín es una ilusión óptica. Ya que lo que el ojo ve la mente lo cree. A todas luces parece latín, pero... créanme, no lo es. Es puro ilusionismo. La vemos escrita con sus letras y entonces suponemos que fue razonada igualmente en latín, pero miren, fue pensada de otro modo. Fue construida en un idioma ibérico de origen anterior y muy heleno. Su lengua, la de nuestros antepasados, es concreta, coherente y lógica. Ellos, pronunciaban todo lo que escribían, igual que nosotros decimos que lo hacemos en la actualidad, y es que se trata de nuestra lengua.

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LENGUA IBÉRICA Verán, muchos de quienes siguen mis investigaciones y, que aprovecho la ocasión desde estas páginas para saludarles muy afectuosamente, se preguntan por qué razón no hago mención a otros especialistas, ni siquiera para rechazar sus hipótesis o argumentar en contra. Pero ¿por qué debería hacerlo? En primer lugar, no soy quien para ponderar aquello que no propongo. Y en segundo lugar, desarrollé una fecunda metodología científica para la investigación a la cual denominé: La Teoría de los Acrónimos Ibéricos. Es clave para entender nuestro idioma, y su aplicación me permite explicar todo aquello que nadie hizo jamás; como se debiera, entiéndase. Porque si comprendes cómo funcionaba el antiguo idioma de nuestros antepasados, conocerás el funcional y actual que usamos nosotros. Una gran parte de las denominaciones en nuestro país y preexistentes en nuestro léxico se dieron en la edad de bronce sino con anterioridad; ya que nuestra lengua es milenaria, sin parecerlo. Dispongo de la mejor herramienta y lo he explicado, y claro, lo seguiré haciendo, tanto como sea necesario; porque percibo que se sigue sin entender cómo se denominaron las palabras, los lugares y las cosas en nuestro país y no solo, antes de que nosotros lo poblásemos, únicamente es método para hallar su verdadero origen y así demostrarlo. Así que para entender mejor todo esto, es imprescindible que sepan que el sábado 21 de abril de 2012 descifré la escritura ibérica tras transcribir el texto de “El bronce de Luzaga”. Para mi sorpresa, descubrí que las tesis y publicaciones que dieron validez a un supuesto origen y lengua celta o celtizada de los iberos y los celtíberos, tuvieron que hacerlas sin la necesaria comprobación. ¡Inaudito! Advertí que no eran auténticas transcripciones sino simplemente transliteraciones fonéticas sin significado alguno. Como ustedes saben, todo idioma se sustenta en una filosofía del lenguaje que explica su mundo y todos los mundos posibles, por ello es tan triste perder un lenguaje, porque un universo explicado se extingue con él, y pude comprender que aun parezca sorprendente la escritura de los iberos y los celtíberos se trataba de escritura helena construida con diversos alfabetos epichorikos, (de las otras regiones), es decir que cada comunidad lingüística usaba caracteres propios de su territorio y por esa razón los epigrafistas jamás pudieron encontrar coincidencias grafológicas en otro lugar que no fuera en ese territorio específico. Esa escritura, es anterior al alfabeto griego Milesio o de Mileto, sí, pero no obstante se trata de una misma lengua hablada. Y pude comprobar que para los celtíberos (los íberos septentrionales) se trataba de una lengua proto-griega, para ser más concreto en sus modos dialectales: frigio-lidio-dorio procedente de Asia Menor. En realidad, la lengua de los celtíberos y la lengua frigia es la misma lengua escrita de otro modo, con otros símbolos. Pero lo más sorprendente se lo diré a continuación: Nuestras palabras, las que usamos hoy, pude comprobar que son las que usaban ellos. Naturalmente no están escritas completadas tal como las conocemos hoy, por supuesto. ¡Ojo! otras sorpresivamente sí que lo están. También muchas se extraviaron en el tiempo, no son de uso corriente, y no obstante podemos encontrarlas todavía en el griego antiguo, incluso algunas en griego actual, lo cual no me digan que no es algo sensacional, ahora bien, actualmente, nosotros las conocemos escritas con ortografía de un patrón latino. ¡Sorprendente!

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ACRÓNIMOS IBÉRICOS Y es que nosotros, que teníamos una escritura antigua y anterior a la lengua griega, con la llegada del latín ganamos una nueva ortografía, pero en cambio perdimos nuestras pretéritas funciones del lenguaje. Sí, perdimos la función emotiva por otra. Perdimos la función conativa por otra. Perdimos la función poética por otra. Perdimos la función fática por otra. También la función metalingüística se vio afectada y, lo que es peor, perdimos toda la función referencial y para siempre por otro idioma que desde entonces se pretendió ab initio. Miren, los ACRÓNIMOS IBÉRICOS son las primarias frases de uso por los autóctonos (de facto) en la península ibérica y por asombroso que parezca hoy constituyen los morfemas, fonemas y lexemas del léxico del actual idioma castellano por ende español. ¿A que nos referimos con Acrónimos? En lingüística moderna un acrónimo, del griego ἄκρος, transliterado como akros “extremo” y ὄνομα transliterado como “onoma” significa NOMBRE. Pueden ser siglas que se pronuncian como una palabra pero también son vocablos formados al unir parte de dos o varias palabras. Este tipo de acrónimos es el tipo común de uso de la sintaxis íbera y celtíbera. ¿Y qué son los alfabetos epichorikos? Bien, será necesario esclarecer también de que se trata cuando hablamos de los alfabetos epichorikos: Son los distintos alfabetos y formas anteriores helenas a la adoptada finalmente en común y denominada Milesia o de Mileto para el idioma griego. En el caso de los caracteres ibéricos estos tienen sus orígenes en los alfabetos arcaicos locales procedentes de las islas y de la península de Asia Menor. Epichorikos vendría a significar “De las otras regiones”. Y a partir de comprender como habían sucedido las cosas pude argumentar la teoría de los acrónimos ibéricos. La elaboré a la vez que realizaba numerosos hallazgos y múltiples descubrimientos. La teoría de los Acrónimos Ibéricos o teoría de las frases ibéricas es la que explica la escritura y el idioma de los iberos y los celtiberos miles de años después de que se dejase de usar, y hoy para que nosotros podamos comprenderla, conocerla y estudiarla. Todas las ventajas de su interesante estudio y conocimiento pienso son más que evidentes y no será necesario que aquí las enumere. Otra cosa interesante de ver es que los acrónimos ibéricos se leen de izquierda a derecha al igual que hacemos en las oraciones del idioma español, a menos de que se trate de un palíndromo, claro está. Nuestros antepasados y llamados por el eminente geógrafo Estrabón con el nombre de carpetanos, hallé que el apelativo se trataba de un exónimo, es decir de una traducción. En realidad se trataba de Καρυο “Karyo” (Eran – Çeltikçi – por lo tanto, no eran celtas sino gálatas.) Miren, habrán escuchado en muchas ocasiones, si no la han exclamado ustedes mismos, la famosa interjección: Carpe Diem, es decir, “disfruta el día”. Está pronunciada en latín, pero su origen se encuentra en el griego: καρ·πός “karpós”, que es de donde se presupone deriva incluso el nombre de Καρυο y que significa fruto, solo que en este caso, es incluso el gentilicio empleado para un pueblo concreto que forma parte de los castellanos, llamados por aquellos entonces en las fuentes latinas clásicas: Carpetanos. Ellos fundaron la ciudad de Madrid que significa “Por el trayecto”, fundaron la ciudad de Toledo que significa “¡Oh! Ledo” en referencia a la diosa madre del Sol, también Valladolid que su acrónimo original fue “Bal·Ledo·Lid”, es decir “Nuestra Señora Ledo” y un largo etc., y son quienes nutrieron al castellano de sus palabras, quise decir frases, y que hoy son preexistentes en su extraordinario léxico. Enrique Cabrejas Iñesta En Barcelona, a 19 de julio de 2015.

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BURRO. Origen etimológico fijado por Enrique Cabrejas 1ª edición 2015 Theory the Iberian acronyms RPI: B-3851-14 ORCID: 0000-0002-5002-5850 © 2012 by Enrique Cabrejas Iñesta © 2012 Fuentes gráficas de Ibero Juan-José Marcos © Enrique Cabrejas Iñesta www.elonol.com/karuo www.enriquecabrejas.com https://twitter.com/EnriqueCabrejas https://enriquecabrejas.blogspot.com.es https://plus.google.com/+EnriqueCabrejas www.facebook.com/EnriqueCabrejasIniesta http://www.regenpalmer.com/estudios-linguisticos

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