Brasil Imperial y el Tratado de La Triple Alianza

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Descripción

ASUNCIÓN SÁBADO 2, MAYO 2015

ULTiMAHORA correo semanal 5

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Recuerdos del Paraguay

Histórica. Una foto de la contienda, que se encuentra en Uruguay. La guerra fue una de las primeras fotografiadas.

Noches de jazmín, noches nunca iguales Arpa guaraní, voz del corazón porque fui feliz en sus naranjales hoy te cantaré mi mejor canción.

Historia

Evocación

Mario Maestri

César González Páez

Historiador brasileño

Periodista [email protected]

E

T El Brasil imperial y el Tratado ¿Cuándo nació el Tratado de la Triple Alianza? Esa es una de las preguntas que se contestan en este artículo. ción conjunta contra el Paraguay, pero por el momento estaba obligado a mantener una sufrida neutralidad. Remodelación del Cono Sur

Era enorme el alcance de los diecinueve artículos del Tratado. Pactaba el desaparecimiento del gobierno y régimen paraguayos y la ocupación del país por cinco años. Imponía nuevas fronteras; la internacionalización de la navegación del Paraná y Paraguay; arbitraria indemnización de guerra. Acordaba la solidaridad, si fuera necesaria armada, después de la guerra, en caso de que alguna de las exigencias leoninas fuese rechazada por los futuros gobiernos paraguayos. Por tanto, establecía una tutela conjunta, sin fecha límite, sobre el país vencido. La deuda de guerra sería perdonada recién en 1942, por la Argentina, y en 1943, por el Brasil. Caso no fuese cumplida, las dos naciones podían intervenir legalmente en el Paraguay. En el plano militar, el Tratado determinaba sobre todo la entrega del comando supremo al presidente de la Argentina, en cuanto la lucha se diera en territorio argentino y paraguayo, escenario previsto de los combates. La Marina imperial quedaba bajo el comando de Tamandaré, muy prestigiado frente al Imperador y al gobierno imperial después de haber arrasado Paysandú, el 2 de enero de 1865. Hasta su destitución

deshonrosa, después de Curupayty, el 22 de setiembre de 1866, Tamandaré pretendía asumir el comando supremo de las tropas. Por iniciativa argentina, se formó la Legión Paraguaya, bajo la excusa aliancista de que la guerra era contra el Gobierno, y no contra el pueblo paraguayo. Principalmente, se establecía la solidaridad en el combate, hasta la victoria final, sin negociaciones por separado, una imposición imperial y de Pedro II. Se impedía la anexión del Paraguay, parcial o total; otra imposición del Imperio. Los porteños soñaban aún con la absorción voluntaria de la “provincia rebelde”. El Tratado sería ratificado en cuarenta días, en forma reservada, por los gobiernos, en la ignorancia de los legisladores de los tres países. Era un Tratado de Estado, no de gobiernos. Los motivos del silencio ayudan a comprender los objetivos de la guerra. Se procuraba mantener el apoyo de la población de Argentina, Brasil, Uruguay y mundial por la lucha, supuestamente, librada en defensa de territorios invadidos por Solano López. La decisión de conquista territorial, de imposición de instituciones-gobierno al país derrotado y su manutención como semiprotectorado, indeterminadamente, no debían ser conocidas. Había una razón secundaria para mantener el secreto. Mucho antes

Al ser publicado el Tratado,

en marzo de 1866, por una infidelidad inglesa, principalmente dos puntos pactados por Otaviano motivaron duras críticas en el importante Consejo de Estado imperial (29/11/66). Eran la cesión del alto comando de las tropas y, sobre todo, de desmedidos territorios a la Argentina, mayormente en la frontera brasileña. La magnanimidad cambiaba “un vecino relativamente débil (Paraguay) por otro fuerte y ambicioso (Argentina)”. Se trataba de la alianza “contra el Paraguay”, “contra el Brasil, en provecho exclusivo de la Confederación”. Hoy hay consenso en que, a groso modo, el Tratado de la Triple Alianza fue delineado el 1º de junio de 1864, ocho meses antes de su firma. El 1º de diciembre de 1894, el propio consejero Saraiva recordaría que él discutió la alianza contra el Paraguay, el 18 de junio de 1864, en Puntas del Rosario, con Rufino de Elizalde, canciller argentino, el caudillo Venancio Flores y con Edward Thornton, embajador inglés en Buenos Aires. En Puntas del Rosario, el 18 de junio de 1864, se maquinó la liquidación del gobierno constitucional uruguayo y las líneas generales de una eventual acción conjunta contra el Paraguay. Todo antes de la invasión paraguaya del sur de Mato Grosso, a finales de diciembre de 1864, y de la villa de Corrientes, el 13 de abril de 1865. En junio de 1864, la diplomacia del Paraguay solo había declarado su interés en la

independencia uruguaya, ya que la libertad del puerto de Montevideo era garantía del libre acceso paraguayo al mar. Era necesario liquidar el gobierno uruguayo blanco y la autonomía paraguaya para imponer el yugo liberal-unitario sobre las provincias argentinas. Victorioso solo gracias al abandono de Justo José de Urquiza, en la batalla de Pavón, el 17 de setiembre de 1861, Mitre no tenía fuerzas para derrotar a los blancos orientales y, menos aún, la República del Paraguay. Para reinar sobre la Argentina, aceptó la intervención del Imperio en Uruguay, proponiendo una hegemonía compartida en el Plata, en claro favor del Imperio del Brasil. Mitre y la Triple Alianza

Desde su victoria en la batalla de Monte Caseros, el 3 de febrero de 1852, sobre Juan Manuel de Rosas, el Estado imperial exigía que la República del Paraguay aceptase la libre navegación del río Paraguay, para mejorar el acceso al Mato Grosso, y concediese los territorios en litigio que la diplomacia del Brasil exigía. A modo de recordar el poder de la fuerza que poseía, envió, a fines de 1854, una poderosa expedición naval con dirección al Paraguay, que no contaba aún con la defesa de Humaitá, cerrando el camino de Asunción. El enorme fiasco de la expedición naval dejaba claro que la sumisión militar del

Paraguay debería darse en alianza o bajo la tolerancia del Uruguay y de la Argentina, debido a las enormes dificultades logísticas. Para atacar el Paraguay, el Imperio del Brasil necesitaba libre acceso a los puertos de Montevideo y, sobre todo, Buenos Aires y derecho de tránsito en los territorios argentinos y en los ríos Paraná y Uruguay. Desde entonces, la diplomacia imperial se empeñó en conquistar, principalmente, el apoyo-permiso de Urquiza, líder de la Confederación Argentina. En lo general, la guerra estaba decidida. Era solamente cuestión de fecha y de oportunidad. Bartolomé Mitre sugeriría y crearía las condiciones para la intervención del Imperio en Uruguay y para una alianza contra el Paraguay, a fin de que los liberales-unitarios reinasen sobre la Argentina. En esa lucha por la dominación interna, los unitarios masacraron un número mayor de argentinos federalistas, en la Argentina, de los que murieron en Paraguay. Pero a inicios de abril de 1865, Mitre estaba impedido de concretar la alianza contra la República paraguaya, debido al acuerdo con Urquiza de guerrear solo contra quien invadiese los territorios argentinos, fuese el Paraguay o el Imperio. Con la invasión de Corrientes, se cerró la trampa preparada por Bartolomé Mitre, que permitió la materialización de la alianza del Imperio y de Argentina contra la República del Paraguay.

al vez injustamente olvidado por ese paso efímero que se duele dar en el camino a la fama, un compositor, letrista y autor de célebres novelas románticas, el artista argentino Ben Molar vuelve a ser noticia por la triste novedad de su muerte faltando poco para cumplir cien años. Recorramos un poco su obra para conocer la relación afecta con Paraguay y cómo nos ha dejado un legado del cual nos enorgullecemos muchas veces sin conocer su origen o autor. Nació en 1915, en Buenos Aires, este hombre de la cultura cuyo nombre real era Moisés Smolarchik Brenner, apellidos y nombre que ahorró en su simpático mote de Ben Molar. Desde joven se interesó primero por el género del bolero y el tango, fue el creador del Día Nacional de esta música rioplatense, que se celebra el 11 de diciembre. Este estilo musical fue lo que lo hizo muy conocido y que lo llevaron a convertirse en miembro de la Academia Nacional del Tango y de la Academia Porteña del Lunfardo.

Un creador que dejó su huella en la guarania

Poeta y periodista [email protected]

L

a música paraguaya tuvo la oportunidad de crecer afianzando su personalidad propia porque los argentinos le abrieron las puertas. La calidad sola no bastaba: era también cuestión de encontrar espacios para la divulgación. Estamos hablando de finales de la década de 1920. Las radioemisoras y las grabaciones eran, por entonces, los dos grandes canales a través de los cuales las obras llegaban hasta su destinatario: el público. Herminio Giménez, Samuel Aguayo, Félix Pérez Cardozo, Mauricio Cardozo Ocampo, Eladio Martínez, Ampelio Villalba, José Asun-

y mi corazón cantará en mis sueños todos mis recuerdos del Paraguay. Música y letra: Ben Molar y Demetrio Ortiz

El pasado sábado falleció el letrista y guionista argentino Ben Molar, que dejó una interesante creatividad ligada al Paraguay. Temas populares

Fue además autor de canciones populares como Final, grabada por famosos cantantes; de canciones de comedias musicales, como Paren el mun-

do... me quiero bajar. A la vez que hacía versiones en castellano de canciones de Los Beatles, Paul Anka, Elvis Presley, Bille Halley, Chubby Checker. Son suyos los temas

Noche de paz de amor y Repican las campanas, que fueran interpretadas por el entonces exitoso grupo paraguayo Los Tres Sudamericanos. Las crónicas señalan que

fue amigo de muchos paraguayos y que compuso guaranias como Muy cerca de ti, Soy el amor, Quiero ser feliz, Te sigo esperando, Sin destino. También aportó letras a las can-

ciones de otros realizadores como Demetrio Ortiz, escribiéndole la letra de Recuerdos del Paraguay o Mensaje con música de Florentín Jiménez. Una vida plena de música dejando su huella en el cancionero del Paraguay. Activó hasta los últimos años de su vida, ya que su centenario hubiera sido el 3 de octubre.

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Tres grandes. Molar, izquierda, junto con Ernesto Sabato (centro) y Aníbal Troilo.

El amigo de los músicos paraguayos Mario Rubén Álvarez

todos mis recuerdos del Paraguay. Estés donde estés mi canción es tuya como tuyos son todos mis anhelos

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l 1 de mayo de 1865, en Buenos Aires, en la residencia del presidente Bartolomé Mitre; Francisco Otaviano de Almeida Rosa, por el Imperio, Rufino de Elizalde, por Argentina, y Carlos de Castro, en nombre de Venancio Flores, firmaron el Tratado de la Triple Alianza. La participación de este en el pacto era decorativa: el propio ejército uruguayo fue constituido en buena parte con soldados mercenarios, argentinos, del Imperio y, posteriormente, con prisioneros paraguayos. Entre los pocos presentes para la firma del Tratado estaba Justo José de Urquiza, con quien Francisco Solano López contaba como aliado en la guerra al Imperio y Argentina. Una indiscutible penumbra encubre aún el nacimiento del documento secreto que dio vida a la Triple Alianza y determinó profundamente la larga guerra contra el Estado paraguayo y las naciones beligerantes. Sobre todo las reconstituciones historiográficas tradicionales no explican la consumación de un pacto de tamaña importancia, en tan solo dos semanas, entre dos tradicionales enemigos, ¡sin que le llegasen instrucciones precisas del Gobierno imperial! Después de la invasión paraguaya del sur de la provincia de Mato Grosso, a finales de diciembre de 1864, el Gobierno imperial envió a Otaviano da Rosa a Buenos Aires, en sustitución del vizconde de Rio Branco, para obtener facilidades de Bartolomé Mitre en el ataque al Paraguay. “El objeto principal de la misión de Vuestra Excelencia consiste en evitar que el Gobierno argentino” estorbe “la acción del Imperio contra el Paraguay”. El 13 de abril, la invasión paraguaya de Corrientes determina el consenso de Mitre y la meteórica producción del acuerdo. Las instrucciones verbales recibidas por Otaviano eran más amplias, aunque Tamandaré y él deliberaron con amplitud sobre el Tratado. Antes de Otaviano, el vizconde de Rio Branco ofreció, y Mitre rechazó, el comando supremo de las tropas, para el ataque del Imperio y de la Argentina al Paraguay. Como veremos, Bartolomé Mitre creó astutamente las condiciones para la ac-

Mi mejor canción, plena de nostalgia, llevará hacia ti mi fiel esperanza y te cantará sin prisa ni pausa

ción Flores, Agustín Barboza, Gumersindo Ayala Aquino, Severo Rodas, Francisco Alvarenga, Juan Escobar, Julio Escobeiro, los hermanos Cáceres (Emilio y Cristóbal) y otros fueron los que –con la solidez de sus obras y su calidad de intérpretes– aportaron su cuota de talento, se hermanaron con los músicos del área folclórica argentina y construyeron las sólidas bases para el desarrollo fructífero de la música paraguaya. Las presentaciones en vivo tanto en las radios como en las confiterías y otros lugares públicos, así como las grabaciones de discos, fueron los medios que permitieron el robustecimiento de la música paraguaya en la Argentina. Ben Molar –nombre artístico de Moisés Smolarchik Brenner, nacido en Buenos Aires el 3 de octubre de 1915–,

fue un hombre clave en ese proceso de fortalecimiento. Su sello Fermata no solo grababa las obras de autores paraguayos, sino que también era el editor de partituras de polcas y guaranias. La relación que al principio fue de índole comercial entre Ben Molar –seudónimo que él, en su condición de letrista de boleros, había mantenido en secreto durante mucho tiempo hasta que se convirtiera en una información pública; a tanto llegó el prestigio de esa identidad de fantasía que prácticamente borró de los escenarios y las publicaciones su identidad legal–, y los artistas paraguayos se fue convirtiendo en un vínculo de afecto imperecedero. Ben Molar no solo era el editor de discos y partituras de los paraguayos, sino que fue también el amigo, el herma-

no, el confidente de muchos de ellos. Anécdota

Uno de sus íntimos fue Demetrio Ortiz, el autor de Recuerdos de Ypacaraí. Cierto día le informaron a Ben Molar que su amigo estaba muy enfermo, internado en un hospital. Volando fue hasta allá. Tenía que entrar como fuese para estar cerca de Demetrio. “En un arranque de inspiración, le explico la situación a un médico y me presta su chaqueta. Me las ingenio para hacerme pasar por un galeno interesado en la salud de Demetrio. Llego a la sala donde estaba. Le acompañaba solamente su esposa, Élida, que llora sobre su rostro. Sus lágrimas caen en la cara de ese gran músico y compositor. Hago de tripas corazón para

Otra histórica. Con Sabato y con Julio de Caro.

no llorar yo también. No sé de dónde saqué fuerzas para hacerme el gracioso en ese momento tan dramático. ‘Tenés que levantarte, curarte, volver a ser como eras antes. Te necesitamos, millones te necesitan. Andate sin falta junto a mí; si no, ya sabés’. Salí. Afuera lloré porque pensé que Demetrio se iba”, contaba alguna vez en Asunción Ben Molar. Al día siguiente, Élida le llamó a Ben Molar y le contó que el milagro se había producido: su marido estaba mejor. Las lágrimas de Élida Maidana fueron providenciales, relataba el empresario y letrista argentino: “Fue como un regreso de la muerte a la vida. Algo que parecía poco menos que increíble. Lo cierto es que al poco tiempo –habrá sido en la década de 1960–, nos encontramos trabajando en la

nueva composición. Para entonces, aquella ingrata enfermedad era solo un recuerdo. Lo que quedó de ella fue esa composición que hace alusión a ese mágico momento en que las lágrimas le devuelven la vida al ser amado. Así lo entendió Demetrio al despertar de un largo sueño”, completaba su relato Molar. Otro gran amigo de Ben fue el maestro Florentín Giménez. Parte de esa relación fraterna quedó plasmada en obras en las que el argentino aportaba la letra y el paraguayo la música. Entre ellas están Sin saber por qué, Te sigo esperando, Mensaje, Dónde estás, Lujuria tropical, Castigo y Con un abrazo, entre otras. El Festival del Takuare’ê, de Guarambaré, liderado entonces por Alfredo Vaezken, le rindió un homenaje a Ben Molar en 1999.

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