BOLIVIA DESDE LAS REFORMAS ESTATALES Y CONSTRUCCION DEL PODER A LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE Y LAS AUTONOMIAS DEPARTAMENTALES

October 4, 2017 | Autor: Marco Avaria | Categoría: Historia, Gestión de Gerencia
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Descripción

A:.L:.G:.D:.G:.A:.D:.U:. PENSAMIENTO POLITICO Y SOCIAL DE ANDRES BELLO SU IMPACTO PÚBLICO Y CIUDADANO

INTRODUCCION Andrés Bello López, es uno de esos héroes mitológicos, que permanecen en el consciente colectivo, su patria es el mundo entero, su norte la libertad y la igualdad de los hombres, su herencia el orden de las leyes y el don del lenguaje bien entendido, un hombre educado es un hombre libre, y puede ejercer su libertad en el derecho de saber qué es lo bueno y malo para él. Un filósofo que busca el origen del entendimiento humano, en las letras y luego en la educación. Andrés Bello es recordado por sus obras, se desconocen sus fracasos, sus frustraciones, sus dolores; sin embargo, en su vida no estuvo ausente el dolor, que templa su alma y le entrega las armas para el desigual combate contra la difamación artera, la descalificación xenofobita de la cual fue blanco. Emerge en estatura colosal, se engrandece su espíritu y entrega a los hombres-niños, su preciado Código Civil, letras que son seguidas por millones de personas, por casi toda la América independiente. No hay país latinoamericano que no adopte sus preceptos reguladores de la vida social, con su principio del respeto por los demás. Es un destacado cronista y un observador de su época, ocupa el más alto sitio en la Universidad de Chile, lugar desde el cual su legado pedagógico ha marcado a generaciones de estudiantes que egresan desde sus aulas. Andrés Bello, es un panóptico de lo que un ser humano puede y debe aspirar, se le mira desde todos los ángulos y desde cualquiera de ellos, entrega una faceta única, un fragmento del todo, un trozo de Bello, hoy diríamos un fractal de Bello, ya que no importa lo que este nos muestre siempre nos entrega una dimensión absoluta de don Andrés de Jesús María y José Bello López, aspecto que enmarca al político, contingente, áspero, pero siempre con un trasfondo educador.

PARTE 1: ANDRÉS BELLO El libro “Vida de Don Andrés Bello” del destacado biógrafo don Miguel Luís Amunategui1, nos señala “Don Andrés Bello nació en Caracas, esa patria ilustre de tantos varones insignes por el valor y por el ingenio” (M.L. Amunategui. 1, 1882), la fecha de su nacimiento es el 30 de noviembre de 1780, sus padres fueron dos vecinos de Caracas don Bartolomé Bello y doña Ana Antonia López. (M.L. Amunategui. 2, 1882). Otros investigadores datan su nacimiento el 29 de Noviembre de 1781, al decir de Amunategui estas discrepancias de fechas y año a Bello no parecía importarle. Él es un claro representante de los cambios de la América española a una América en su proceso de independencia, Jaksic se refiere a él de esta manera durante este proceso: “Ejemplo extraordinario de las complejidades personales e intelectuales generadas por el proceso de independencia: un hombre formado en el régimen colonial, leal a este, pero que en último término fue uno de los líderes más influyentes en la transformación de las colonias en naciones. Mientras que algunos miembros de su generación se sintieron muy atraídos por Rousseau y los philosophes de la ilustración, Bello se mantuvo fiel a su educación clásica y religiosa. Lamentó el colapso del imperio español, intentó retornar a él en un momento crítico, pero al final se entregó de lleno a la causa de la independencia”. (I. Jaksic, 24, 2009). Es quizá entendible este proceso de defensa del estado de cosas por su parte, su familia es de origen canario, no pertenece a los sectores aristocráticos caraqueños, pero aun así se le ofrece el ambiente cultural apropiado para desarrollar su talento hasta llegar a ser protagonista de la vida intelectual de la ciudad, la sociedad oligarca venezolana (caraqueña), hecho que explica su postura al lado del continuismo de la monarquía, no olvidemos que fue educado en la tradición monárquica. “El control español de Venezuela estaba apoyado por una élite criolla dispuesta aceptar una posición política y social subordinada a cambio de orden y seguridad. La

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Véase ejemplar digitalizado por Biblioteca Nacional.

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rebelión de los esclavos en Haití, que llevó a la fundación de una república independiente en 1804 y que amenazaba extenderse a otras sociedades esclavistas del Caribe. En 1802 Bello –joven veinteañero– fue nombrado oficial segundo de la gobernación de Venezuela, ascendiendo poco después, en 1810, a oficial mayor. Lo confirmó en ese puesto la Junta de Gobierno que asume el 19 de abril de ese mismo año.

El colapso del orden imperial fue el resultado, no del descontento local, sino de los sucesos en Europa”. (I. Jaksic, 32, 2009). Es preciso indicar que vive el proceso de autogobierno en su natal Venezuela, cuando se crea la “Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII”, la junta actuó con rapidez y firmeza: abrió los puertos al comercio libre con naciones aliadas y neutrales, eliminó los aranceles de exportación, suprimió el tráfico de esclavos, y otras reformas económicas. Algunos miembros de los veintitrés miembros de la junta, favorecían la autonomía dentro del imperio, mientras que otros propugnaban un quiebre completo con España. Esto se resuelve en Julio de 1811, a favor de la independencia total. Bello es un empleado en la administración previa a la creación de la junta, y bajo la nueva autoridad política se le asignó la creación de la sección de relaciones Exteriores de la Secretaría de Estado. La continuidad en su puesto después del movimiento del 19 de abril de 1810, indica que este proceso no tiene intenciones independentistas, sino más bien un realineamiento de fuerzas para neutralizar las fuentes de inestabilidad, debidas al vacío de poder de España.

Posteriormente, En el mes de junio de 1810 la junta le encomendó la misión diplomática en Inglaterra junto con Simón Bolívar y Luís López Méndez. Sin lugar a dudas,

gozaba de la plena confianza de las nuevas autoridades. (I. Jaksic. 47.

2009). Al partir a Londres, Bello gozaba ya de una bien ganada fama como hombre de letras. Es más, de esos años 1809-1810, según apunta el destacado intelectual 3

venezolano Pedro Grases, la obra Resumen de la Historia de Venezuela, que Bello escribiría con profundo sentido patriótico y gran fuerza intelectual, y que fuera publicada en la Gazeta de Caracas e impresa en las máquinas de la primera imprenta llegada a Venezuela (Grases, 1981: 109-277).

El 5 de julio de 1811 se declaró la Independencia de Venezuela, nuevo escenario en el cual Bello y López Méndez siguieron en Londres al servicio del nuevo gobierno. Se inició en la Logia "Los Caballeros Racionales", que funcionaba en Londres, en 1811. Años más tarde fue Venerable Maestro de esa Logia.

Sobre la identidad masónica de Andrés Bello hay abundante documentación. La prueba más concluyente puede encontrarse en el famoso libro de Bartolomé Mitre, "Los Caballeros Racionales". Como se sabe Bartolomé Mitre, fue presidente de Argentina y un destacado dirigente masón de ese país. Acerca de la vida masónica en Londres, de Andrés Bello, hay otros libros. En ellos se afirma que se inició en la masonería con Luís López Méndez, su compañero de viaje, en la misión diplomática encargada por la Junta de Gobierno de Caracas. Al año siguiente se produjo la reconquista española y, como resultado de la nueva realidad política creada en su patria, ambos agentes quedaron en la capital inglesa sin representación, sin patria y también sin medios de subsistencia. Para ganarse la vida Bello trabajó en distintos oficios ligados a su vocación intelectual, y que le proporcionaban un ingreso suficiente para sustentar una familia.

De importancia en la vida del sabio venezolano fueron sus relaciones de amistad con españoles, hispanoamericanos e ingleses. Londres fue el principal lugar de asilo de los emigrados liberales españoles de los períodos absolutistas de 1814-1829 y 18231833. También lo fue de algunos americanos y lugar de residencia de otros que llegaron con comisiones políticas de los nuevos Estados independientes.

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El primero de estos contactos fue con su compatriota Francisco de Miranda. Según los historiadores Julio Mancini el Marqués de Villa Urrutia y Américo Carnicelli, el Libertador Bolívar, se inició en la masonería en 1803, en la Logia "Lautaro", que funcionaba en Cádiz, España, donde también se iniciaron José de San Martín, Bernardo O'Higgins, José Miguel Carrera, Juan Martínez de Rosas, Gregorio Argomedo, Juan Antonio Rojas, José Marra Zapiola, Carlos Marra de Alvear, Bernardo Monteagudo y Mariano Moreno,

todos

ellos

próceres

de

la

Independencia.

Estos tres historiadores coinciden en afirmar que el año de la iniciación masónica del Libertador Bolívar, fue 1803. Otro historiador, el español Urrutia, señala la misma fecha, pero sostiene que la Logia no se llamaba "Lautaro", sino "Caballeros Racionales".

En Cádiz, había en 1803, dos logias masónicas: "Lautaro" y "Caballeros Racionales". La confusión viene por las visitas que solÍa hacer Bolívar a la segunda de las nombradas.

La Logia "Lautaro", fue fundada en 1800 por inspiración de Francisco de Miranda, quien residía en Londres, haciendo planes para una expedición libertadora a Venezuela. Dicen que sugirió ese nombre en homenaje al caudillo araucano, que venció al conquistador Valdivia en 1554, en Tucapel (Chile).

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A pesar de que Miranda nunca estuvo en la Logia "Lautaro" de Cádiz, porque su cabeza fue puesta a precio por los españoles, desde Londres a través de amigos que viajaban a la Península Ibérica, mandaba cartas y de ese

modo

mantenía

contacto

con

dicho

centro

masónico.

Más tarde, José de San Martín, fundó en Buenos Aires, Argentina, otra Logia "Lautaro", en recuerdo de la sociedad secreta de Cádiz. Después hizo lo mismo en Santiago de Chile y Lima, donde las Logias "Lautaro" fueron semillero de patriotas en la lucha por la independencia.

Bello vivió en su casa de Grafton Street N° 28, en la actualidad, 58 Grafton Way, hasta 1812, y trabajó en la rica, biblioteca que ocupaba todo el tercer piso de la residencia.

Recibió de Francisco de Miranda una profunda influencia, especialmente animada en la ideología literaria y reformista del insigne patriota, recogiendo también de él una profunda admiración por los pueblos originarios de América y el desarrollo de las jóvenes repúblicas que en esa década empezaban a abundar. De esta relación surge también la incorporación de Bello a la orden masónica, de la cual Miranda, como un buen número de patriotas americanos, era también un destacado miembro.

El porqué de su notable entusiasmo por las libertades americanas, es debido a su paso por Inglaterra, y a su amistad con el también venezolano Francisco de Miranda, a este último “se le atribuye, la creación en Londres de una sociedad o centro revolucionario en donde recibían igual instrucción los sudamericanos que llegaban a la ciudad. Más aún, esta sociedad habría tenido un carácter masónico e incluso un nombre: la Gran Logia Americana” (Bohórquez, 218. 2006).

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Al secreto de esta organización se debe que los registros de la existencia de dicha Sociedad son ambiguos e inexactos, sin embargo el mito proporciona los antecedentes que la historia a veces se niega a aceptar.

Bello trabajó, además, en las magníficas bibliotecas públicas de la capital británica: la del British Museum y la London Library, donde estudió con detenimiento La Araucana de Alonso de Ercilla, entre otros. Allí leyó los clásicos griegos y latinos, y dispuso de impresos y manuscritos de extraordinario valor para sus estudios filológicos, acentuando la profundización de su conocimiento y preparación intelectual. “Los personajes más importantes de la revolución emancipadora se habrían afiliado a la logia principal de Londres, prestando el juramento correspondiente ante el mismo Miranda. Así Bernardo O´Higgins, Simón Bolívar, José de San Martín, Andrés Bello, Antonio Nariño, Mariano Moreno, Carlos Alvear, Cortés de Madariaga, y muchos otros, habrían todos actuado de acuerdo a los planes decididos por Miranda en Londres” (C.Bohórquez, 220. 2006). Si Bello es o no masón, no es lo principal de este trabajo, ya que no se pretende demostrar la calidad de tal, sin embargo, es claro que sus antecedentes lo acercan a los ideales que la francmasonería universal exige de sus hombres. Es en esta etapa de su vida que sus principales objetivos son la libertad del hombre, la igualdad y el respeto irrestricto al Orden. Valores que, profesará por el resto de su existencia y que son revelados en sus discursos, el de la inauguración de la Universidad de Chile, sus comentarios en el periódico El Araucano, y muchas otras relaciones escritas; así como el continuismo de su pensamiento en algunos de sus más importantes discípulos: Valentín Letelier, Francisco Bilbao entre algunos destacados chilenos.

PARTE 2: CHILE

Andrés Bello le dijo a los hermanos Amunategui que, luego de tantos años de servicio a la causa de la independencia hispanoamericana, y en particular a Gran Colombia (que representó como Secretario de Legación en Londres a partir de 7

1825), esperaba algún tipo de reconocimiento. Sin embargo, “en vez de la recompensa merecida, recibió algunos de esos desaires que hieren en lo vivo a las almas pundonorosas” (M. L. Amunategui, 54, 1882). El primero de tales desaires fue un cambio en la estructura salarial de la legación, mediante la cual el ministro veía aumentado su sueldo, mientras que el de Bello se mantenía al mismo nivel. Él quedó convencido

que

Simón

Bolívar

había

tomado

esta

decisión

personal

y

deliberadamente (debido a los malintencionados rumores de que Bello sería un monarquista). Además, los pagos eran efectuados con poca regularidad, lo que en una ocasión le forzó a adquirir un préstamo con el cual pagar su sueldo y el de los otros empleados de la legación. En un intento por mejorar su situación, pidió un traslado a otra representación colombiana en Europa, pero cuando finalmente llegó la autorización para su traslado ya sea a Francia o Portugal, se dio cuenta que esto involucraba un salario menor, e incluso un descenso en la escala diplomática. En ese momento, en 1828, Bello llegó al límite de su desesperación, Amunategui señala: “Esta postergación, este desaire de su gobierno agotó la paciencia de Bello y colmó la medida de su sufrimiento. El hecho referido le manifestaba que había ánimo deliberado de ofenderle, de humillarle. Lo gratuito del agravio contribuía a hacerlo más punzante y envenenado. ¿Qué motivo medio razonable, que pretexto plausible paliaba siquiera algún tanto semejante injusticia? Ninguno… El motivo real era la soberbia de Bolívar; el pretexto, algunos chismes de antesala indignos de ser escuchados por un gobernante. El libertador de Colombia se había envanecido con el poder; y como otros favoritos de la victoria, gustaba mucho de que se le adulase. Bello, limitándose en sus comunicaciones a hablar de negocios, no se abatía delante de uno de sus antiguos camaradas, a quien aun había dado lecciones, y por consiguiente, no le quemaba el incienso que exigía. Era esa su falta, era ese su crimen para el gobierno de su nación” (M.L. Amunategui, 79-80, 1882).

Fue así que Bello decidió dejar parte de su vida al servicio de Gran Colombia y aceptar la oferta del gobierno de Chile para asumir el puesto de Oficial Mayor en uno de los ministerios. A pesar de los esfuerzos de su amigo José Fernández Madrid por disuadirlo, Bello abandonó Inglaterra rumbo a Valparaíso el 14 de febrero de 1829. 8

Fernández Madrid, en su calidad de jefe de legación, había escrito a Bolívar advirtiéndole que el peligro de perder a Bello era real e incluso inminente. Ante esto, Bolívar se apresuró a responder: “Últimamente se le han mandado tres mil pesos a Bello para que pase a Francia; y yo ruego a UD. encarecidamente que no deje perder a ese ilustrado amigo en el país de la anarquía [Chile]. Persuada UD. a Bello que lo menos malo que tiene la América es Colombia, y que si quiere ser empleado en este país, que lo diga y se le dará un buen destino. Su patria debe ser preferida a todo: y él digno de ocupar un puesto muy importante en ella. Yo conozco la superioridad de este caraqueño contemporáneo mío: fue mi maestro cuando teníamos la misma edad; y yo le amaba con respeto. Su esquivez nos ha tenido separados en cierto modo, y, por lo mismo, deseo reconciliarme: es decir, ganarlo para Colombia”2. Por intermedio de Irisarri, ministro plenipotenciario de Chile en Londres, obtiene el cargo de Secretario Interino de la Legación de nuestro país; en 1820, Bello había colaborado con Antonio de Irisarri en la revista El Censor Americano, destinada principalmente a defender la causa de la Independencia. Con ello, se revela la influencia literaria de Miranda y de otros patriotas de esta parte del continente a quienes conoció y con quienes había compartido en las logias masónicas, desde el año 1811, y en lo que se nombró en esa época como la Sociedad de Caballeros Racionales. Luego ocupa la secretaría de la Legación de Colombia, por nombramiento del general Francisco de Paula Santander; y en 1828 el gobierno chileno solicita de nuevo sus servicios, pero esta vez para trabajar directamente en territorio chileno. A comienzos de 1829, Bello finalmente se despide de Londres y con su familia3 aborda el bergantín Grecian, que los traerá a Chile. Llegó a Valparaíso junto a su

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Bolívar a Fernández Madrid. 27 de abril de 1829, en Cartas del Libertador, VII, 127-128 3 En mayo de 1814 contrajo matrimonio con Mary Ann Boyland, inglesa, de 20 años, con quien tuvo tres hijos. El 9 de mayo de 1821 ella murió muy inesperadamente en un periodo muy difícil para la familia en el aspecto económico, dejando a un Bello profundamente dolido y con tres niños pequeños, de los cuales uno de ellos muere poco después. Andrés Bello contrajo matrimonio en segundas nupcias, en febrero de 1824, con Elizabeth Antonia Dunn, de nacionalidad inglesa, también de 20 años de edad, quien le acompañaría hasta el fin de sus días. De este matrimonio tuvo 12 hijos; 4 de ellos nacidos en Londres y los restantes en Chile.

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familia el 25 de junio de 1829. En esos momentos se vivían los últimos meses del período que los historiadores han llamado "la anarquía". En 1830 se inicia el llamado "régimen portaliano", que comprende, durante la vida de Bello, los gobiernos de Manuel Prieto, Manuel Bulnes, Pedro Montt y José Joaquín Pérez. Entonces, se consolidó una organización institucional estable.

A su llegada en 1829 Santiago aún conserva muchos rasgos de la vieja ciudad colonial, como la Plaza de Armas, el Ayuntamiento, la Catedral, la Casa de Correos y el puente de Cal y Canto construido en el siglo XVIII. Sin embargo, no sólo en Santiago sino en otros lugares del país comienzan a vislumbrarse los efectos de la modernización en la arquitectura y el auge de la industria, especialmente estimulada por la inversión de capital inglés.

El 13 de julio de 1829, el presidente Francisco Antonio Pinto lo nombra oficial mayor del Ministerio de Hacienda, con un sueldo de 2 mil pesos anuales. No ejerció en ese ministerio, sino en el de Relaciones Exteriores, ocupando el cargo que correspondería hoy al de subsecretario. En 1830 se fundó el periódico oficial "El Araucano", quedando a su cargo la redacción de las secciones extranjera y cultural. En 1832 se le otorgó por ley la nacionalidad chilena. Ese mismo año pasó a integrar la Junta de Educación que debía proponer los planes y programas de todos los colegios del país. En 1837 fue elegido senador de la República, y reelegido en dos períodos sucesivos, hasta el año anterior al de su muerte, 1864. En 1840 se nombró por ley una comisión de parlamentarios para la elaboración del Código Civil. Fue encargado de esta tarea junto al también Senador Mariano Egaña quien muere en 1846, Andrés Bello continuó trabajando hasta completar la que fue una de sus más grandes obras. En 1842 se fundó la Universidad de Chile, tras la aprobación de su nueva ley orgánica fue designado rector, y reelegido mientras vivió. Además, se le nombró miembro de las Facultades de Leyes y de Humanidades. Como escribe el profesor Alamiro de Ávila: "Hacia 1850, a los 70 años de edad, Bello desempeñaba al mismo tiempo las funciones de rector, subsecretario de relaciones exteriores y de consultor 10

de gobierno, de senador, de redactor de "El Araucano" y, además, trabajaba intensamente en la elaboración del Código Civil y en sus obras de derecho, de filología y sus producciones literarias." 4 Andrés Bello muere el 15 de octubre de 1865. Su fallecimiento fue motivo de duelo para todo el país. El martes 17 de octubre se realizaron sus funerales.

PARTE 3: Semblanzas personales de Don Andrés Bello López

Andrés Bello trabajó, en las magníficas bibliotecas públicas de la capital británica: la del British Museum y la London Library, donde estudió con detenimiento La Araucana de Alonso de Ercilla, entre otros. Allí leyó los clásicos griegos y latinos, dispuso de impresos y manuscritos de extraordinario valor para sus estudios filológicos, profundizando su conocimiento y preparación intelectual. De tales estudios también se derivó su particular sensibilidad por el tema latinoamericano; junto a Juan García del Río, participó en la edición de dos grandes revistas destinadas a los pueblos del Nuevo Mundo: la Biblioteca Americana (1823) y el Repertorio Americano (1826-27). Estas incluían trabajos de investigación, creación, crítica, divulgación científica y literaria sobre toda clase de materias que podían interesar a los americanos. Su formación clásica, lo lleva a la comprensión del “hombre” (tanto chileno como hispanoamericano o iberoamericano), como expresión del hombre universal concreto – situado, a quien percibe como una síntesis histórica y cultural, donde lo español y lo europeo, junto a lo indígena entraban como elementos conformadores de la identidad del hombre nuevo en estas tierras. Concepción presente desde “alocución a la poesía” (1823), hasta sus escritos más teóricos que conformarán “filosofía del entendimiento” (1843), junto con “modos de escribir la historia y modos de estudiar…la misma” (1848), hay toda una concepción de la identidad cultural, tanto en lo teórico como en las diferentes manifestaciones de la cultura. En toda su obra se plasma la temática de la identidad tiene como meta la identidad en sus diferentes expresiones culturales, al precisar que “el ejercicio de la memoria envuelve el juicio

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Alamiro de Ávila, /www.geocities.com/Athens/9505/andresbello.html

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de la identidad de nuestro ser en todos los momentos de su existencia” (A. Bello, c, 202,1872). Andrés Bello no sólo ratificó en el orden explicativo tales enunciados, sino que desarrolló estas importantes expresiones o contextos de la identidad cultural, por cuanto la cultura en su estructura como totalidad compleja creativa, hecho de comunicación y difusión pasa a través de la lengua, expresando ésta, a su vez, el pensamiento. Este planteamiento de Bello se expresa cuando comenta el “Emilio” de Rousseau: “se forman las cabezas por las lenguas, (…), y los pensamientos se tiñen del color de los idiomas” (A. Bello, d, 459,1847). Y más tarde en las “Nociones preliminares” a su Gramática de la lengua castellana (1847). Reafirmó que “la lengua (es) el medio de que se valen los hombres para comunicarse unos a otros cuanto saben, piensan y sienten” (A. Bello, b, 15-16, 1847). Este personaje incansablemente estudiado, esta vez revisado por Carlos Beorlegui quien indica: “Bello se caracteriza por una lógica original, distinta de la que se emplea en las ciencias, físicas o matemáticas y que en él son perfectamente compatibles identidad y la diferencia”5 La “identidad”, se manifiesta en sus escritos sean estos poéticos, ensayos, o sus impresiones en El Araucano, predican una “identidad cultural” propia de Latinoamérica, no es lógica, geográfica o simplemente histórica, es universal en su concepción, tiene un sentido amplio, absoluto, es omniabarcador. Así lo expresa en su “Oración por todos” (1843), “Ya es la hora de la conciencia y del pensar profundo” (A.Bello, b, 90, 1985). Bello emociona en su descripción humanista, de la visión antropológica del “hombre americano” (A.Bello, b, 47, 1985), las “nuevas gentes” (A.Bello, b, 23, 1985). Y los “nuevos hombres” (A.Bello, b, 48,1985), en estos escritos encontramos su concepción humanista, el hombre “in sito”.

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Carlos Beorlegui, Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Una búsqueda incesante de la identidad, Bilbao, Universidad del Deusto, 2004, pág., 200.

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Debe ser considerado un prototipo de humanista, quien concibe “un nuevo humanismo, un humanismo americano”6 o más preciso un “hombre latinoamericano, o iberoamericano”, Bello utiliza el lenguaje como un significador de cultura, de pensamientos de vida, es quizá el reconocimiento a su maestro iniciador Francisco de Miranda, el que creó el nombre de “Hispanoamérica”. Así mismo, Bello visualiza un ser cultural amplio, hispanoamericano, y más universal Iberoamericano, como portador de una cultura concreta en sus variadas y múltiples manifestaciones. Para él, la lengua debía ser el elemento diferenciador y una contribución a la reafirmación de la identidad cultural, y sobre todo, tributo a la integración de los diferentes campos de la sociedad y de la cultura en general. He aquí, sus diferencias con

Domingo Faustino Sarmiento en los usos de la lengua castellana, que se

manifestaron entre los años 1842 a 1844, el romántico Sarmiento, dispuesto a una ruptura sin continuidad con lo español, mientras que Bello, un ilustrado clásico abierto, que sustentaba una ruptura en la continuidad como expresión de la identidad en la diferencia en materia cultural y lingüística. Sin embargo, Bello coincide con Sarmiento (a pesar de los ataques de este) en cuanto a la fuente popular de la lengua. Es un ejemplo su discurso en el acto inaugural de la Universidad de Chile: “el estudio de nuestra lengua me parece de una alta importancia. Yo no abogaré jamás –aclarópor el purismo exagerado que condena todo lo nuevo en materia de idioma; creo, por el contrario – reafirmó- , que la multitud de ideas nuevas, que pasan diariamente del comercio literario a la circulación general, exige voces nuevas que las representen”

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Es menester indicar que Bello, vislumbra a través de un idioma común propiciar los principios de la integración como fundamentos teórico-prácticos de la identidad iberoamericana a partir de la independencia (fenómeno que quedará demostrado cuando la totalidad de las naciones latinoamericanas acepten como suyo el Código Civil redactado por él). 6

Arciniegas, German, El Pensamiento vivo de Andrés Bello, Segunda edición, Buenos Aires, Editorial Losada, 1946, pág., 32. 7 Discurso de la inauguración de la Universidad de Chile, en Cuadernos del Doctorado PROSPAL, preparados por el Dr. Carlos Ossandon. U-ARCIS. 2008.

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Su máxima contribución a la independencia de América no se debe a las armas, más bien a la pluma; la conformación del Estado-Nación moderno en Hispanoamérica como un Estado de derecho es un hecho ampliamente reconocido. Su activa y decisiva participación en la elaboración del Código Civil (1885), es “la expresión del alma de los pueblos iberoamericanos”8. Igualmente su no tan conocido libro acerca de “Los Principios de Derecho Internacional” (1832), de gran influencia en América latina, como en países Europeos, en su prólogo Bello indica: “Mi ambición quedaría satisfecha si, a pesar de los defectos, que estoy muy lejos de disimularme, fuese de alguna utilidad a la juventud de los nuevos Estados Americanos en el cultivo de una nueva ciencia, que si antes pudo desatenderse impunemente, es ahora de la más alta importancia para la defensa y vindicación de nuestros derechos nacionales”9. Esta concepción le permite establecer un principio rector de las leyes surgidas de la unidad de Nación de naciones, “debían dirigirse a la satisfacción de las necesidades de sus pueblos, porque se: ¡juzga (…) del mérito de una constitución por los bienes efectivos y prácticos de que goza el pueblo bajo su tutela!”10 Con esta integración efectiva se evitaría caer en gravosas dependencias y se garantizaría la autonomía de las naciones integradas en una identidad común que admite las diferencias. De lo contrario se generarían dependencias de las naciones poderosas en lo económico y político, afectando las soberanías y el bienestar de los pueblos iberoamericanos.

PARTE 4: Bello y La Filosofía

Como quedara de manifiesto en el capítulo anterior, Andrés Bello asienta las bases de las nacientes repúblicas, como un vehículo de expresión les regala su “Gramática” y para su reflexión los prepara mediante la “Filosofía del Entendimiento”, si bien es

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Caldera Rafael, Cien años del Código Civil. Valoración de A. Bello. Editorial Losada. Pág., 635 A. Bello. Obras Completas. Tomo X: Derecho Internacional I: Principios de Derecho Internacional y escritos complementarios. Pág. 6. 10 A. Bello. Obras Completas. Tomo XVIII: Temas Jurídicos y Sociales. Pág. 93 9

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cierto no es la obra más difundida y por ende la menos analizada, representa un momento de la vida de las nuevas sociedades republicanas. Su “Filosofía del Entendimiento” de raíces inglesas o mejor dicho, con arraigadas fuentes del positivismo inglés, ve la luz en el momento que las ideas rondan entre los eternos dogmatismos de la religión de la humanidad y los elementos de la fe de la ciencia, dos trampas para los intelectuales hasta el día de hoy. Este proceso social e histórico no fue ajeno en las independientes naciones latinoamericanas, es difícil perder un ordenamiento mental, tal como lo era el colonialismo español y empezar a establecer un pensamiento autóctono, que diese respuesta a la tradición de la felicidad por medio de la fe religiosa y, por otro lado, el deseo de progreso a manos de la ciencia. Es decir, la sustitución de la fe religiosa por la fe secular. Es en este escenario que la “Filosofía del Entendimiento” emerge como un faro, de luz viva; pero silenciosa, aun hasta nuestros días, más de 150 años son aguas desconocidas para las masas”. Este libro se inicia con una frase de tinte absolutamente pragmático, ajeno y explícitamente contrario a cualquier especulación filosófica-histórica: “El objeto de la filosofía es el conocimiento del espíritu humano y la acertada dirección de sus actos” (A.Bello, a, 17,1872).

A Bello, le interesa expresar a sus lectores, su propia definición de filosofía, esto es, el conocimiento del espíritu humano y la acertada dirección de sus actos, y para ello acudió a los filósofos que se habían ocupado del problema, sometiéndolos a su riguroso escrutinio, se dio el trabajo de secularizar la lengua de la filosofía, transformándose en un Virgilio en el proceso del Dante. Nos lleva por los senderos de una protesta desde el entendimiento, ésta es una filosofía profana, un lenguaje para impuros. Su mención de la causa primera, el Ser supremo, le denomina el autor de la naturaleza, Bello es un Ser cosmológico, y a la vez ideológico, ya que Dios es un Ser necesario y a la vez, un Ser perfecto. (Esta disputa es de discusión obligada desde Descartes hasta Hegel). Es importante esta distinción en la idea, ya que es sabido

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que Andrés Bello era un devoto católico, pero en su análisis filosófico, su estandarte es el de la visión secular. Se observa esta secularización del pensamiento de Bello, en la vía de solución al problema dogmático planteado: “Si desconfiamos del juicio y de los sentimientos de un escritor, éste será un motivo para que pensemos con más cuidado sus razones, o a lo menos para mantenernos en duda; pero nunca puede serlo para condenar una opinión como errónea sólo porque viene de algún origen sospechoso” (A. Bello, b, 526, 1872). Bello es la síntesis del pensamiento libre, él ha bebido en las fuentes clásicas de la Europa, con sus ciencias y con sus revoluciones religiosas y sin embargo, es capaz de crear su propia independencia de pensamiento.

PARTE 5: Bello el Gran Educador de Hispanoamérica

Andrés Bello planteó ideas en torno a la Educación Popular, en un ensayo publicado por primera vez en el diario "El Araucano" de Santiago de Chile, los días 10 y 17 de marzo de 1843. En primer término visualiza la realidad del entorno y manifiesta que por esa época se observa una alarma por "la universal difusión de los conocimientos", a lo cual se agrega la actitud de la prensa, que no comparte la posibilidad que se generalice la educación. Indica que se constata que hay "una actitud de hostilidad contra este objeto".

Sin embargo, él estima que tal proceso educativo avanza y no es posible que se detenga: "Hay en la gran masa social un movimiento que barrerá con todos los obstáculos que se le opongan". Sostiene que la "educación del pueblo" se hace evidente desarrollarla, precisando que su avance se debe, fundamentalmente, a que la presencia de la tiranía movió "a los hombres a meditar sobre sus derechos". Asimismo, dada la curiosidad y el amor a las especulaciones, impulsó al hombre a "entrar en el vasto campo de las ciencias y la filosofía". Y en tercera instancia, manifiesta que "el gusto y el desarrollo de la imaginación han enriquecido las artes y la literatura". Su Crítica, se centra en la ausencia observada hasta esa época, la 16

carencia de una significativa producción bibliográfica educativa, no registrándose "lectores ni escritores en esta área".

Luego, el educador de América comienza a plantear sus particulares ideas con respecto a cómo debiera ser el proceso de enseñanza-aprendizaje. Afirma "que la instrucción popular sea inteligible, que los niños entiendan lo que aprendan". Señala que a veces hasta tres años de estudios en la enseñanza del primer nivel se pierden, porque los educandos han estudiado lo que no entienden. Y alude en forma específica a una actividad de su preferencia, la gramática. Enfatiza que es una ciencia demasiado compleja para mentalidades de infantes y juveniles: "Esta ciencia es una de las más abstractas y profundas. Envuelve un análisis de pensamiento, y exige un delicado escrutinio y comparación de las ideas".

En este plano, tempranamente en el siglo XIX y con la autoridad que le dan sus estudios gramaticales y filológicos, orienta el proceso de la enseñanza de la lengua materna, indicando que el infante en sus primeros estudios y a lo largo de los diversos

niveles

de

la

enseñanza

debe

hablar

"su

lengua

correcta

o

incorrectamente". Y sobre esa base, se irán derivando las correcciones gramaticales que "los inteligentes instructores" deben orientar, cuando se haya alcanzado un nivel más complejo donde intervengan la lectura, la composición y la reflexión, solamente ahí surgirá la Gramática en todo su apogeo, pero "no con una descarnada retahíla de reglas, sino la ciencia del lenguaje", ya que éste es extremadamente importante, como lo expresa Rafael Echeverría en su libro “Ontología del Lenguaje”, al plantear sus tres postulados básicos: Interpretamos a los seres humanos como seres lingüísticos, interpretamos el lenguaje como generativo y a su vez, interpretamos que los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él.11

En relación con el planteamiento anterior, quisiéramos compartir estas ideas de Bello en la enseñanza del idioma, que parece algo lógico y natural, pero que a lo largo de

11

Véase. Rafael Echeverría, Ontología del Lenguaje. Ediciones Dolmen. Año 1994.

17

ciento cincuenta años no se ha cumplido cabalmente y quizás sea por la presencia de burócratas vinculados con el área educativa, que tanto predominan en los ministerios de educación, gobernaciones o alcaldías del continente; hasta el día de hoy, comprobamos cómo se les atiborra a los niños de nueve a doce años de conceptos y abstracciones gramaticales y se deja de lado lo fundamental, como es el hablar, el escribir y el leer correctamente. A lo anterior, se agregan deficiencias en la formación de los educadores, carentes a veces de metodologías específicas, además, la aplicación de programas, que a como de lugar deben ser tratados, muchos de los cuales por ser elaborados por teóricos entre cuatro paredes y sin participación del docente de aula, se observan muy divorciados de la realidad. Finaliza este artículo reiterando que los niños estudien lo que les conviene."Que principien bien, que no depositen en la memoria, sino aquello que entienden, que se interesen en lo que se les enseña; que orienten el estímulo de la curiosidad, que el amor a la instrucción despierte y ensanche sus facultades mentales. De este modo, veríamos levantarse una nueva generación".

La instrucción pública o general consistiría meramente en proporcionar los medios del saber, para que el individuo sea su propio maestro. Se reduce así "a que sepan leer y escribir: que tengan alguna noción del globo, en general, y algo más extensa del país propio; que conozcan su idioma cuanto bastante para no hablarle mal, y que sepan aquélla parte de la aritmética indispensable en el trato humano"

12.

En el mismo artículo, don Andrés Bello enseña que "la educación científica es distinta de la pública. De la primera —afirma—, recibe la sociedad los adelantamientos en las artes que no están sujetos a un mero mecanismo, las mejoras de la legislación, los medios de conservar la salud pública, en una palabra su parte directiva; de la segunda su parte operante. Forma la primera, el esplendor del pueblo, la segunda, produce su sensatez".

12

El Araucano, Nº 64, 3 de diciembre de 1831.

18

Más adelante el ilustre maestro explica que uno de los principales obstáculos a la instrucción pública consiste en "hacerla depender enteramente del Gobierno". La instrucción pública merece la protección oficial, pero ésta debe actuar —a juicio de Bello— sin desmedro de la libertad, ya que "en el momento en que el gobierno ejerce un poder sobre la instrucción pública, queda ésta entorpecida y casi

paralizada...".

Así señala que "El gobierno puede dar la preferencia a un método y establecerle en las escuelas que paga..., pero cuando pasa a prohibir directa o indirectamente la introducción de otro método en las escuelas particulares, ejerce una acción gubernativa sobre un punto puramente literario, y causa un grave daño".

Luego estampa una frase que debería esculpirse en todos los frontis de nuestros establecimientos de educación: "La libertad en el que enseña, es lo que más perfecciona la enseñanza"13.

Bello es invitado a participar en la comisión que deberá intervenir en el desarrollo del modelo de educación para Chile, don Manuel Montt ministro de instrucción pública (1841) plantea a Bello la idea de fundar una corporación que tuviera el encargo de dirigir y fomentar la enseñanza y el cultivo de las letras y ciencias, y comisionó a Bello para que propusiera el mejor modo de organizarla. El 26 de julio de 1841, el proyecto fue examinado por don Miguel de la Barra, y don José Gabriel Palma, y el propio Bello. Esta comisión indica: “La comisión cree necesario hacer presente al señor ministro de instrucción pública que el señor don Andrés Bello, autor del proyecto original de bases para la nueva universidad, que ha concurrido a todas las conferencias de la comisión, ha dado su mas explícita adhesión a todas las adiciones y alteraciones que aparecen en el presente proyecto” (M.L. Amunategui, 333, 1882). Paralelamente a la promulgación de la Ley Orgánica de la Universidad de Chile, se fundan la Escuela Normal de Preceptores, para la formación de profesores de primaria; la Escuela de Artes y Oficios; la Escuela de Agricultura y se intenta dar vida

13

El Araucano , Nº 64, 3 de diciembre de 1831

19

al Conservatorio Nacional de Música. A partir de 1842 se vive un despertar intelectual y cultural que ha sido considerado por algunos como una forma de Renacimiento local.

Se trató de un gran proyecto que se inspiraba sobre todo en la visión de Manuel Montt, y que permitió a Chile dar un salto sorprendente en el desarrollo de su medio humano.

Con la inauguración de la Universidad de Chile en 1843 se inicia la más fecunda, dilatada y señera tarea de Andrés Bello. No hubo campo científico o cultural en el cual no se dejara sentir su influencia, especialmente por la vía de entregar una visión, un estímulo central para el desarrollo futuro de las disciplinas. Paralelamente fue dándole a la primera institución universitaria de Chile, un detallado ordenamiento administrativo, procurando depositar en ella la tutela nacional de la enseñanza. Los resultados de este esfuerzo fueron notables, y se reflejaron en la madurez y calidad de la educación chilena existente a fines del siglo XIX y principios del XX. Hay que recordar que, en esos años, la Universidad no asumía aún su papel docente, su rol se identificaba con la visión humboldtiana, que depositaba en la Universidad sólo el desarrollo de la creación e investigación. Sin embargo, por disposición de la ley orgánica concebida por Bello, debía ejercer la tuición de todos los establecimientos de Educación Superior del país, así como aprobar textos de estudio y designar comisiones examinadoras para los colegios. Andrés Bello estableció el estudio regular de los tratados históricos e instituyó, además, que todos los años, en el aniversario de la Universidad, se leyera una suerte de monografía histórica sobre un aspecto fundamental de la vida nacional, tarea que se encargaba a una figura intelectual prominente, y que se dirigía, precisamente, a estimular el conocimiento de la Patria y de su historia aún profundamente inexplorada.

Respecto al carácter institucional y modelo universitario, el gran caraqueño tomó como paradigmas a las universidades alemanas e inglesas. No obstante, le dio un profundo sentido nacional, esto es, un nuevo objetivo como señala en su obra el 20

filósofo de la educación Roberto Munizaga “ajustado a las condiciones especiales de Chile y, en general, a las necesidades comunes de los países latinoamericanos en trance de desarrollo” (Munizaga, 1982: 122)14. Un sentido nacional que hoy constituye un valioso capital y una fundamental orientación estratégica por medio de la cual se compromete a priorizar la investigación, docencia y extensión, abordando temas de país y necesidades de conocimiento que de otra forma no se pondrían a disposición. Las primeras noticias acerca del carácter de la nueva corporación la entrega Bello en El Araucano, en 1842, cuando el proyecto de la ley orgánica de la universidad fue aprobado por el Consejo de Estado y remitido al poder legislativo. “No se trata – escribía el sabio – de aquellos establecimientos escolásticos o de ciencias especulativas, destinados principalmente a fomentar la vanidad de los que desean un título aparente de suficiencia, sin ventajas reales o inmediatas para la sociedad actual... Se desea satisfacer, en primer lugar, una de las necesidades que más se han hecho sentir desde que con nuestra emancipación política pudimos abrir la puerta a los conocimientos útiles, echando las bases de un plan general que abrace estos conocimientos, en cuanto alcancen nuestras circunstancias, para prolongarlos con fruto en todo el país y conservar y adelantar su enseñanza de un modo fijo y sistematizado, que permita, sin embargo, la adopción progresiva de los nuevos métodos y de los sucesivos adelantos que hagan las ciencias” (A. Bello, 1842,7).15

De esta forma, Andrés Bello hacía notar la importancia del cultivo, enseñanza y propagación de los que llaman “conocimientos útiles”. Una concepción de Universidad vinculada a la calidad productiva, social, cultural, política, entre otras, que caracterice al país, que tiene vigencia hasta nuestros días, cuando resulta necesario subrayar que una institución universitaria debe ser cuna de conocimiento nuevo, del cultivo derivado de la investigación y creación, que es la fuente última de la excelencia académica.

14 15

Véase Anales de la Universidad de Chile. Sexta serie, Nº 15, diciembre de 2003 Véase Anales de la Universidad de Chile. Sexta serie, Nº 15, diciembre de 2003

21

Según su Ley Orgánica, la Universidad se encargaría de la enseñanza, el cultivo de las Letras y Ciencias, además, tendría la dirección de la enseñanza en todos sus niveles, cumpliendo de esta forma con lo establecido en el artículo 154 de la Constitución Política de Chile del año 1833. No obstante, era la Universidad de Chile de esa época una entidad estrictamente académica, no docente, que otorgaba los grados de Bachiller y Licenciado, a los que seguían los cursos superiores dictados, principalmente, en el Instituto Nacional y en otros colegios o clases privadas. Sólo mucho más tarde, bajo el Rectorado de Ignacio Domeyko, se incorporaría la actividad docente directa a la Universidad de Chile en forma sistemática. Estaba constituida la Universidad por cinco Facultades: Filosofía y Humanidades, Ciencias Matemáticas y Físicas, Medicina, Leyes y Ciencias Políticas y Teología, cada una con su Decano y Secretario respectivo y bajo la dirección general del Rector. Cada facultad consta de un número no superior a 30 miembros, nombrados la primera vez por el gobierno, y las vacantes sucesivas cubiertas por elección interna. Se marcó la continuidad con la Universidad de San Felipe al permitir a los doctores del antiguo claustro, que eran veintidós, incorporarse en sus respectivas facultades. Si alguna duda quedaba respecto de la continuidad entre ambas corporaciones, ésta fue resuelta por el propio gobierno al responder a Andrés Bello que “consideraba a la Universidad de Chile como una continuación de la antigua Universidad de San Felipe”.

Era a través de sus Facultades que la Universidad cumplía con una de sus funciones básicas, pues ellas tenían la responsabilidad de profundizar y diseminar las Letras y Ciencias en el país. Además de la tarea general, la ley les asignaba otras específicas. La Facultad de Humanidades debía dirigir las escuelas primarias y dedicarse de preferencia a la Lengua, la Literatura, la Historia y la Estadística Nacional; la Facultad de Matemáticas debía prestar particular atención a la Geografía, a la Historia Natural de Chile y a la construcción de todos los edificios y obras públicas; la Facultad de Medicina tenía que ocuparse del estudio de las 22

enfermedades endémicas y epidémicas que afectaban con mayor frecuencia a la población del país; y la Facultad de Leyes y la Facultad de Teología debían ocuparse de la redacción y revisión de los trabajos que en su campo les encomendara el gobierno.

Especial interés tiene la distinción entre educación e instrucción pública, así como el notable enunciado de la libertad de enseñanza y cátedra. Remitamos las palabras de Bello: "Si fuese dable formar un pueblo de sabios, lo sería de felices; pero siendo imposible lo primero, para aproximarse a lo segundo, debe esparcirse la instrucción por todas las clases, elevándola no al grado que constituye ciencia, sino al que basta para que el hombre tenga medios de conocer sus deberes religiosos y sociales, los particulares de su estado, y los modos sencillos de emplear la naturaleza para satisfacer sus necesidades, y proporcionar sus goces"16.(A. Fontaine, 30,1982). PARTE 6: Bello Público, contemporáneo de su época.17

En el capítulo 2 de este papers indicamos una polémica entre Andrés Bello y Domingo Faustino Sarmiento, en este capítulo daremos más luces de lo ocurrido. Andrés Bello aparece clasificado como poeta neoclásico con todo lo que ello hoy implica: apego a la tradición retórica y poética grecolatina, sumisión a la autoridad indiscutida de la academia Española, aversión y desprecio por el Romanticismo que empezaba a triunfar en América cuando Bello despliega desde Chile su magisterio. Para ratificar su partidismo neoclásico en la América romántica de 1830 se suelen invocar la polémica con José Joaquín de Mora, en Santiago, 1831, o la más célebre con Domingo Faustino Sarmiento, en 1842. En esta última, sobre todo, el escritor argentino sostuvo demoledoramente la tesis de que el pueblo era autoridad en materia de lengua, mientras el ilustre gramático venezolano defendió los fueros académicos y el respeto a las autoridades literarias.

16 17

El Araucano, Nº 64, 3 de diciembre de 1831. A. Bello: Los años olvidados. “Cuadernos del idioma, Año 2, Nº 8, agosto 1967, págs. 51-70.

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Sarmiento arremetió contra el concepto de romanticismo que sustentaban los redactores de El Semanario de Santiago, discípulos de Bello en su mayoría. El escritor argentino -uno de los más sabrosos polemistas que ha conocido Américaabrumó a sus contrincantes con una más desprejuiciada concepción dialéctica y con su incontenible pujanza verbal. Nadie fue en 1842 a leer los otros textos de Bello sobre el romanticismo, algunos que datan de 1823; nadie consultó sus propias palabras y no las deformaciones bien intencionadas de sus discípulos. Nadie buscó las razones de su elusiva actitud en la primera polémica (se abstuvo, estrictamente, al problema filológico) ni de su reticencia en la segunda. Para todos fue clara entonces una cosa: Bello se presentaba simultáneamente como campeón de los neoclásicos y enemigo de los románticos. Semejante simplificación -quizá seductora por su implícita simetría- fue divulgada por los interesados y, en particular, por Domingo Faustino Sarmiento en sus deliciosos Recuerdos de provincia (1850), que salieron a la luz cuando Bello todavía vivía. Pero más grave es la simplificación propuesta por José Victorino Lastarria en sus “Recuerdos literarios” (1878), que ven la luz a trece años de la muerte de Bello y cuando el maestro no podía replicar. A Lastarria le preocupaba mucho aparecer como abanderado chileno de los románticos a pesar de los equívocos de su verdadera posición, como se puede documentar examinando los textos coetáneos. Aunque un discípulo de Bello, Miguel Luís Amunategui, intentó rectificar en su monumental biografía del maestro esa simplificación interesada, su libro (de 1882) no supo plantear masivamente el tema y tuvo una divulgación muy especializada.

La imagen que quedó fue la ofrecida por Sarmiento y Lastarria. De allí fue a parar a los historiadores de la literatura hispanoamericana, demasiado atareados para leer todo nuevamente, muy inclinado a aceptar una fórmula que evite mayores análisis. La interpretación de Bello como enemigo del romanticismo ha venido rodando y rodando, de un manual literario a otro, copiando el nuevo historiador a su inmediato predecesor, hasta convertirse en lugar común de la crítica. El estudio de las polémicas del romanticismo que publicó en 1927, el crítico chileno Armando Donoso 24

bajo el título de “Sarmiento en el destierro” es en buena parte responsable de esta imagen. Desde otra vertiente, y por motivos antagónicos, ha contribuido también a fortalecerla el ensayo de Miguel Antonio Caro, publicado por vez primera en 1881, antes que saliera la biografía de Amunategui. De allí lo recoge y lo amplía (con sus propias fobias románticas) don Marcelino Menéndez Pelayo en su “Historia de la poesía hispanoamericana” (1911-13). Son incontables los manuales que perpetúan hasta hoy el error.

Por seria que parezca la imagen de Bello como obstinado neoclásico y antirromántico, no hay más remedio que pronunciarla falsa, Bello no fue enemigo del romanticismo. Es más: fue de los primeros americanos que conoció el romanticismo, durante su estancia en Inglaterra (1810-1829); fue de los primeros poetas hispanoamericanos en acusar caracteres románticos, aunque sin abandonar del todo la dicción neoclásica, como lo demuestra un análisis menudo de sus Silvas y de su poesía chilena anterior a 1842; fue de los primeros divulgadores de las doctrinas románticas en Chile. El estudio detenido de su evolución literaria, desde su formación en la Caracas colonial de fines del siglo XVIII hasta su gloriosa ancianidad en Chile, permite demostrar detalladamente estas afirmaciones.18

De aquí en adelante será el tiempo de don Andrés, asume poco a poco un magisterio que dura una década y que sólo será disputado por Sarmiento en 1842. Estos son años que permiten ver mejor al Bello real, sin las deformaciones polémicas, asentando firme y lentamente los pilares de una cultura naciente, no tan solo la nacional sino la latinoamericana. Su actitud hacia el romanticismo en esa fecunda década carece de toda urgencia estratégica y permite, por lo tanto, valorar nítidamente la sazón de su juicio.

Desde 1831 a 1841, Bello se impone como conductor de la cultura chilena, centraliza todos los esfuerzos en sus manos, crea muchas cosas de la nada o de las 18

Edwin Rodríguez Monegal. Andrés Bello: Los años olvidados En Cuadernos del idioma, Año 2, Nº 8, Agosto 1967, Págs. 51-70. http://www.archivodeprensa.edu.uy/r_monegal/bibliografia/criticas/crit_08.htm

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ruinas de otros proyectos ajenos. Tiene ya 60 años y, sin embargo, está aún en plena madurez. Su trabajo es fecundo. Bello debe hacerlo todo, pero sin que se note que lo hace todo y que lo hace casi solo. Había que evitar la ofensa de la susceptibilidad nacional, y había que evitar también la ofensa a la susceptibilidad de los conservadores, resueltos a transformar en un jacobino a todo hombre que no fuera pacato; y había que evitar, en fin, las susceptibilidades erizadísimas de la iglesia que se oponía a su inocente afición por el teatro. La lucha es sorda y delicada.

Que Bello haya podido llevarla a buen término, soslayando el escándalo y la polémica, demuestra que el tímido erudito de la época londinense, que el frío y formal poeta de su período neoclásico, ya estaba empezando a revelarse como hombre cabal, capaz de asumir la responsabilidad del Gobierno (aunque fuera desde bastidores y como eminencia gris), capaz de manejarse con tino y sutileza.

Es imposible en este papers abarcar toda la obra literaria y crítica de Bello de esta década fecunda. Nos limitaremos aquí a señalar aquellos trabajos que tienen más vinculación con el tema de sus relaciones con el romanticismo. Una de las realizaciones más importantes de esa época es la fundación de un periódico, El Araucano, cuyo primer número se publica en Santiago el 17 de septiembre de 1830. En sus comienzos era un semanario, pero luego se convertirá en diario. Su primer director político fue don Manuel José Gandarillas. Desde el comienzo, hasta que se retira en 1853 para redactar el Código Civil, Bello fue director de la sección extranjera y de la sección de letras y ciencias. Desde esta tribuna ejerció un magisterio más amplio y fecundo que el que le permitía su actuación docente.

Aunque su actividad en El Araucano es múltiple y abarca (como en los tiempos de sus revistas londinenses, La Biblioteca Americana y El Repertorio Americano) un horizonte verdaderamente enciclopédico, conviene examinar tres o cuatro de los intereses principales que manifiesta su obra a lo largo de los años, y que sirven para preparar la verdadera introducción del romanticismo en Chile.

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Uno de los que se advierte desde los primeros números es el interés por la difusión y circulación del libro. En 1831 no se podía internar en Chile ninguna obra sin permiso previo, de censores designados por la autoridad eclesiástica, los que ajustaban sus procedimientos a las indicaciones del índice expurgatorio. A través de su periódico, Bello va a combatir algunas interdicciones, dándoles la necesaria publicidad, y habrá de sentar la norma de una actitud moderada que si bien no excluye por completo toda censura, por lo menos, trata que ésta sea ejercida por otro nivel apartado del religioso y por autoridades de otra competencia que la eclesiástica. Hay un artículo del 21 de abril de 1832, en que defiende la “Delfina” de Mme. De Staël y el “Derecho de gentes” de Vattel, señalando con toda sutileza que los motivos por los que estos libros se han hecho acreedores de la prohibición no son de índole religiosa o moral, sino política. Esos libros difunden ideas contrarias al régimen monárquico de gobierno, o abogan por los derechos del pueblo. Bello, aboga por la libertad de prensa sin atenuantes: "La publicidad —afirma El Araucano— es la mejor garantía de pureza y rectitud en los procedimientos de todos los funcionarios republicanos, y el Gobierno desconocería su misión y desmerecería la confianza de sus comitentes, si desease sustraerse a ella. Discútanse enhorabuena sus actos; sométase su conducta a un severo escrutinio". Lejos de temerlo, lo invoca; porque está seguro de que sus resultados, "confundirían a la malevolencia misma, que quisiese imputarle motivos siniestros"19. La paradoja (que Bello subraya con toda suavidad) es que ambas cosas están sostenidas también por la constitución chilena. La tesis de Bello es que la censura no es un mal en sí misma y puede justificarse si condena libros heréticos o inmorales o impíos. Pero no se justifica si lo que custodia es el interés de los tronos despóticos. Al defender la obra de Mme. De Staël, Bello elogia la "pureza de sus sentimientos morales" y hace referencia a otras novelas de la misma escuela prerromántica o romántica (de Richardson, de Scott), demostrando su familiaridad con una literatura que era todavía casi desconocida en la América hispánica. La prédica de Bello (no logró la abolición de la censura porque ese no era su fin) consiguió que una censura

19

El Araucano, Nº 460, 21 de junio de 1839.

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civil, compuesta por miembros designados por el Gobierno sustituyera a la eclesiástica; que al criterio inquisitorial de esta censura se aplicará uno más acordes con los tiempos. Otro artículo posterior (del 10 de mayo de 1833) da un paso más adelante y propone lisa y llanamente la abolición de la censura. Este pensamiento resulta tanto más subversivo si se piensa que en esa fecha, Bello era uno de los censores designados por el gobierno. Un artículo del 3 de octubre de 1834 abunda en argumentos contra la ineficacia y hasta superficialidad de la censura, que sólo afecta al comerciante honesto y no al contrabandista.

Pero este aspecto de su prédica no tuvo éxito. Sólo en 1878, por decreto del 31 de julio, se suprimen las juntas de censura en Chile. Ya hacía más de doce años que Bello había muerto. El otro campo donde libró su batalla por la cultura chilena fue el teatro. Aunque también en este terreno fue precedido por el volcánico Mora, cabe considerar a Bello como el verdadero fundador de la crítica teatral en esta nación. Su afición tenía raíces lejanas. Desde muchacho lo había atraído el teatro clásico español y Calderón de la Barca era uno de sus autores favoritos. En Caracas había escrito, hacia 1804, un poema dramático: “Venezuela consolada” que aunque carece de todo valor literario, documenta sus tempranas aficiones. En Londres escribió en defensa del teatro español del Siglo de Oro, contra los ataques de los más rigurosos neoclásicos, y también intentó (aunque sin llevarla a término) una adaptación de The Rivals de Sheridan, que se ha encontrado entre sus papeles póstumos. Pero sólo en Chile tuvo ocasión de manifestar ampliamente su vocación teatral. Es cierto que casi no había teatro en 1831. Las escasas compañías que conseguían sobrevivir a la indiferencia del público o (lo que es aún peor) a su falta absoluta de discernimiento, se encontraban incapacitadas de desarrollarse. No había ninguna escuela de arte dramático, no había público, no había crítica. Había, en cambio, una Iglesia celosa de la moral de sus feligreses y convencida de que la escena era seminario de corrupción moral. La fuerza del poder eclesiástico, con el que había tenido que lidiar en su campaña por la introducción de libros, se hace sentir aún más fuerte en este terreno. Una sistemática oposición destruye todo 28

intento a largo plazo. Las compañías se forman y deshacen, los teatros se inauguran y escasamente pueden continuar viviendo. El amor que sentía por el teatro lo resuelve a organizar una campaña desde El Araucano. Esa campaña tiene varios frentes. En uno combatirá por la existencia misma del teatro y de las representaciones dramáticas, estimulando con su palabra generosa a los audaces y a los inspirados. En otro campo, vecino y vinculado directamente al anterior, procurará orientar el gusto de los mismos actores y del público hacia la nueva literatura. Su labor será de apoyo y de crítica. Deberá guiar a los que ofrecen y a los que reciben, y en esta doble tarea no podrá descuidar un tercer frente: la enconada oposición de la iglesia y de los defensores de la moral. "El teatro, esa escuela de la moral pública, se halla exclusivamente bajo los auspicios de su empresario. No ha habido un gobierno que fije la atención sobre ese establecimiento.,.." y concluye afirmando que "el gobierno debería remediar el abandono del teatro..."20. En 1835, El Araucano se lamenta de que el teatro esté despoblado aún en la representación de las mejores composiciones dramáticas y atribuye el fenómeno, especialmente, a la crítica que ciertos eclesiásticos hacen al teatro desde el púlpito y confesionario. El editorialista cree que esos sacerdotes confunden los espectáculos dramáticos de la antigüedad, que los Santos Padres condenaban, con el teatro moderno. En apoyo de este último el periódico cita la protección que recibió de ilustres pontífices romanos, el fomento de esta actividad artística de parte de príncipes piadosísimos y el hecho de que en España "no ha sido pequeño el número de eclesiásticos que han compuesto comedias, algunos muy respetables por sus costumbres" 21. (A. Fontaine.29, 1982) Escribe en 1833, cuando sólo hacía tres años que se había librado en París la batalla de Hernani22. Lo que no se encuentra en .Bello (hombre que ha pasado los sesenta) 20

El Araucano, Nº 5, 16 de octubre de 1830. El Araucano, Nº 249, 13 de junio de 1835. 22 "Hernani" de Víctor Hugo (1830), cuyo estreno fue un verdadero éxito de taquilla muy pocas veces visto anteriormente. debido a la violenta pugna que desató en la sala de teatro el día de su primera función. Los incidentes enfrentaron a los últimos contestatarios de un clasicismo arcaico y pasado de moda para los gustos de la mayoría, a la sazón una corriente que se batía en rabiosa retirada, con los jóvenes propulsores de la nueva y popular tendencia conocida como "romanticismo", estos últimos liderados por el poeta Théophile Gautier. La 21

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es la agitación polémica del romántico Hugo. Pero sí aparece la sólida y buena doctrina de la escuela nueva, expresada en los términos más razonables. De la novedad (para Santiago, escandalosa) de su prédica, da fe la reacción que provocan sus artículos. A saber, "El mundo dramático -dice- está ahora dividido en dos sectas: la clásica y la romántica. Ambas, a la verdad, existen siglos hace; pero, en estos últimos años, es cuando se han embanderizado bajo estos dos nombres los poetas y los críticos, profesando abiertamente principios opuestos. Como ambas se proponen un mismo modelo, que es la naturaleza, y un mismo fin, que es el placer de los espectadores, es necesario que, en una y otra, sean también idénticas muchas de las reglas del drama. En una y otra, el lenguaje de los afectos debe ser sencillo y enérgico; los caracteres bien sostenidos, los lances verosímiles. En una y otra es menester que el poeta dé a cada edad, sexo y condición, a cada país y a cada siglo, el colorido que le es propio. El alma humana es siempre la misma de que debe sacar sus materiales; y a las nativas inclinaciones y movimientos del corazón es menester que adapte siempre sus obras, para que hagan en él una impresión profunda y grata. Una gran parte de los preceptos de Aristóteles y Horacio son, pues, de tan precisa observancia en la escuela clásica como en la romántica; y no pueden menos de serlo, porque son versiones y corolarios del principio de la fidelidad de la imitación, y medios indispensables para agradar”. (P. Grases. 149,1989). No podemos precisar la razón por la cual Bello estima que lo señalado por Sarmiento es una dirección equivocada, cuando señala: "Pero hay otras reglas que los críticos de la escuela clásica miran como obligatorias, y los de la escuela romántica como inútiles, o tal vez perniciosas. Sólo el que sea completamente extranjero a las discusiones literarias del día, puede atribuimos una idea tan absurda, como la de querer dar por tierra con todas las reglas, sin excepción, como si la poesía no fuese un arte, y pudiese haber arte sin ellas”.23 La visión de Bello en este artículo revela

historia de la literatura registró http://www.rincondelarte.cl/victorh.htm

los

hechos

de

aquel

día

como

la

batalla

de

Hernani.

23

"Andrés Bello: los años olvidados "En: Cuadernos del idioma, Año 2, nº 8, agosto 1967, p. 51-70. http://www.archivodeprensa.edu.uy/r_monegal/bibliografia/criticas/crit_08.htm

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claramente una formación crítica marcada por los largos dieciocho años de su estancia en Londres, en pleno período de expansión del romanticismo británico. El gusto natural que siempre manifestó por la literatura dramática española de la "edad de oro” (tan desdeñosa de las reglas y verdadero antecedente de la libertad que los románticos proclamarían) habría de acendrarse en Bello, por el conocimiento directo de la dramaturgia shakesperiana, otro de los grandes prototipos del romanticismo, y por la lectura de la mejor crítica prerromántica inglesa y alemana. Él mismo quiso contribuir a la creación de un futuro teatro nacional chileno, para lo que no sólo estimuló a los jóvenes (como Gabriel Real de Azúa, poeta hoy muy olvidado) sino que también realizó algún aporte. Es significativo que haya elegido para verter al castellano una obra de quien era, entonces, el más importante de los dramaturgos franceses del romanticismo: Alexandre Dumas. Aunque hay cierta confusión con respecto a la fecha exacta en que se representó, por primera vez, su traducción de Teresa (unos sostienen que fue en 1837, en una representación de aficionados; otros dan por segura la de 1839, en función de beneficio de la actriz limeña Carmen Aguilar) es evidente que la obra fue traducida y representada en Chile, por lo menos tres años antes de las polémicas del romanticismo.

En definitiva, como periodista y crítico, estimuló a las compañías, observó a los noveles autores, dio consejos de declamación a los actores, indicó normas de buen gusto al público y fijó criterio de selección a los productores. Como censor dramático y como consejero del gobierno, libró enconada y paciente batalla contra las autoridades eclesiásticas. En todos estos aspectos fue la figura más importante en esta etapa de la historia del teatro chileno: la única persona que entonces tenía suficiente autoridad y competencia como para ejercer una tarea tan vasta; la única que supo llevarla a cabo, preparando el terreno para las conquistas de la nueva generación.

31

Paralelamente a esta campaña por un teatro chileno, realizó desde las columnas de El Araucano una tarea de mayor proporción continental: la fundación de una crítica literaria hispanoamericana. Los artículos originales, las notas y las traducciones que insertó en el público componen un verdadero curso de literatura, principalmente contemporánea, que al ser recogida (aunque sólo parcialmente) en volúmenes asombraría a sus contemporáneos.

Es imposible recoger aquí todo lo que Bello realiza en este campo, solo hacemos mención, y será un trabajo que esperamos realizar a futuro.

Hemos señalado en el Abstrac, que un pensamiento es público en función de su impacto en lo social, y por ende si ese impacto es de naturaleza universal, entonces, el pensamiento deja de ser de la persona y pasa a ser parte del acervo cultural y patrimonio de la sociedad a la que pertenece. La opinión de Andrés Bello se dirige así a la opinión pública. He aquí la norma orientadora: "Si el verdadero objeto de los periódicos —escribe textualmente— es difundir las luces, e indicar a los hombres los medios más aparentes para lograr su prosperidad, el escritor honrado debe evitar cuidadosamente todos los artificios del engaño y de la seducción, y contraerse a proporcionar a sus conciudadanos una ilustración sana. Debe cuidar de no tocar asuntos que puedan alterar la tranquilidad de los pueblos, y reanimar pasiones que hasta ahora no nos han presentado más resultados que disensiones desoladoras, y guerras ruinosas"24 (Fontaine,27,1982)

La realidad del Chile para el cual Bello escribe queda declarado, en la responsabilidad del periodista de su época: "El deber de los escritores públicos en el día —declara el redactor de El Araucano— debe limitarse únicamente a preparar al pueblo para recibir y juzgar después los escritos políticos con la necesaria sensatez y criterio, a fin de que la prensa periódica llene debidamente su ministerio, y sea en

24

EL Araucano, Nº 33, 30 de abril de 1831.

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lugar de un arma terrible para el orden constitucional o las libertades públicas, un verdadero vehículo de instrucción y bienestar general"25.(Fontaine,27,1982).

El maestro que Bello lleva dentro de su alma, le hace expresarse de la siguiente manera:"instruir a nuestros lectores de cosas en grande, relativas al orden de la administración y a los principales sucesos del mundo civilizado" 26.

La posición política de Bello, según don Guillermo Feliz Cruz, es la de un liberal conservador. Podría decirse que resulta partidario de un autoritarismo evolutivo y renovador. Realista, pragmático, moderado, atento a la tradición, corresponde a un liberal de estilo inglés y, por eso, amigo de los adelantos, defensor de la libertad del individuo y de límites razonables al poder del Estado. Andrés Bello ejerció influencia sobre cuánto asunto público de proyecciones se ventiló en su tiempo, parece más que probable que haya participado en el estudio de la Constitución de 1833.

En todo caso, El Araucano empieza a reclamar cambios constitucionales a poco de fundarse. Su redacción entiende que el lenguaje encumbrado de ciertas constituciones y los altos conceptos ideológicos que las mismas contengan carecen de todo efecto y a veces "encierran el germen de su propia destrucción". Sabe a ciencia cierta que "no es la forma de gobierno la causa primordial de la prosperidad de los estados, sino la consonancia de las instituciones con el carácter de los pueblos"27.

Numerosa es la lista de los artículos de El Araucano que corresponden a traducciones o a originales debidos a su pluma. Hay un paralelo entre Napoleón y Cromwell; un homenaje a la memoria de Simón Bolívar; el comentario de un libro de Chateaubriand que da pie para disertar sobre el horror que deben inspirar las revoluciones; un largo ensayo británico sobre la mutabilidad de los gobiernos;

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El Araucano, Nº 587, 19 de noviembre de 1841. El Araucano, Nº 66, 17 de diciembre de 1831. 27 El Araucano, Nº 11, 27 de noviembre de 1830. 26

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consideraciones de estadísticas y su aplicación en Chile, publicadas en 1835; numerosos artículos acerca de proyectos legislativos y jurisprudencia; un extracto del viaje de mister Everest a Noruega, Suecia y Laponia; la nueva revelación sobre la muerte del capitán Cook; el análisis de la expedición del capitán Ross al nororiente de América; otro relato traducido sobre las ruinas de Balbek, famoso lugar de turismo cultural del Líbano; una narración de viajes de Stephens por América Central; datos sobre geografía de la extremidad sur de América, Tierra del Fuego y el Estrecho de Magallanes, hechos en el viaje de los buques Adventure y Beagle; diversas notas sobre Panamá. Nuestro sabio disfruta las narraciones de viajes, pues le permiten recorrer mundos con la imaginación sin abandonar el silencio de su biblioteca.

Don Andrés se empeña en enriquecer los conocimientos de los chilenos con los ejemplos y los métodos de países más adelantados que el nuestro. No se cansa de recomendar libros extranjeros que ampliarán el horizonte intelectual de Chile, pero su batalla no es por la extranjerización del país, sino promover la incorporación de los beneficios del progreso. En 1834 escribe: "Es ya tiempo de que volvamos los ojos a lo que se adelanta en otras partes, y de que nos apropiemos, en cuanto sea posible, las inmensas adquisiciones que hace cada día la actividad intelectual de las naciones europeas"28. No es puro afán imitativo. Es un propósito de asimilar lo extraño que pudiera vigorizar nuestra nación. Pone atención especial, por otra parte, a los grandes hechos patrios para enaltecerlos y acentuar el espíritu nacional.

Desde la tribuna de la prensa, dibuja el paisaje de los adelantos del mundo de su tiempo, enseña a hablar y a escribir, estimula el cultivo de toda clase de saberes, inculca patriotismo, alienta los progresos, insinúa decisiones positivas y condena abusos y errores. Forma en Chile la opinión pública dirigiéndose a la ciudadanía responsable e ilustrada para señalarle nuevos caminos y para robustecer al mismo tiempo la conciencia del propio ser nacional. Sin Bello, resulta inconcebible la

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El Araucano, Nº 13 de diciembre de 1834.

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evolución rápida y a la vez ordenada de nuestros primeros años republicanos, o a lo menos no se explica la prolongada duración de aquel edificio institucional. Traza con mano segura, el perfil ideal de nuestras instituciones y de nuestra civilización; un perfil exigente, ambicioso, de difícil alcance, porque el sabio quiso lo mejor para La República de Chile.

Una de sus creaciones importantes es el estilo periodístico sereno, reflexivo y responsable, que empleó para formar a la opinión pública, y que transmitió como honroso legado a la gran prensa chilena. Dicho estilo ha desempeñado a lo largo de los años un papel moderador en los grandes debates públicos, introduciendo altura y libertad en las contiendas cívicas, e influyendo en la evolución pacífica de La República. La obra de Bello, como periodista y formador de opinión pública, se proyecta, pues, hasta nuestros días. Los chilenos del período portaliano tuvieron la visión y la capacidad, únicas en América de su tiempo, de ofrecer al sabio un hogar y un horizonte tranquilos para que desarrollara su obra creadora. Puedan los estudios efectuados con ocasión de este papers despertar la preocupación profunda por su obra. La reflexión acerca de su pensamiento, antes que el elogio retórico, sería lo deseable como homenaje a su memoria y como búsqueda de alimento espiritual para la cultura chilena.

PARTE 7: Bello el Ser Social

Con este sexto capítulo cerraremos la revisión de una parte de la vida de don Andrés Bello López, esta vez nos acercaremos a la proyección de su figura en lo Social. Para ello se establecerá un puente entre lo público y su rol político social o lo referido a los derechos de las personas. Se plantea así un Bello Socio-Cultural, de comienzos del siglo XIX, en una América que está conquistando su independencia, transformándose en los nuevos estados, ¿Qué elementos jurídicos tenemos, que regulen nuestra nueva convivencia?, a lo más, con modelos de legado indigenistas, pero insuficientes para los nuevos retos, y las nuevas ambiciones; por otra parte con 35

una herencia española, no acorde con las nuevas autoridades, luego ¿Qué hacer ante este escenario?

Es ante este desafío que nuevamente

responde a las

interrogantes de sus conciudadanos, afirma que es preciso tomar lo mejor de la cultura española y aplicar lo mejor de ésta, también, de la realidad europea e inglesa, y adaptarlas a la realidad americana.

No es posible establecer con notas y directrices claras, en sus escritos, un apego a los denominados “Derechos Humanos”, sin embargo, varios temas de derechos humanitarios fueron tratados por él.

Es en estas notas donde lo encontramos en su dimensión humanista, como el sabio que concibe al hombre desde fuera de las épocas, afirmó principios de permanente actualidad que se repiten en los más importantes cuerpos normativos sobre los derechos humanos en la era presente. No olvidemos que ha formado su intelecto en su natal Caracas, y lo ha madurado en Londres, su Bill of Rights sean estos Europeos o de las nacientes colonias norteamericanas, establecen los derechos naturales de los hombres, que son inherentes a su condición; luego sus principios están por sobre cualquier reglamentación posterior, en síntesis mientras que los derechos norteamericanos son los “derechos del hombre”, los derechos establecidos por los Ingleses son los “derechos del pueblo”, pero más que las obligaciones de los ciudadanos, ambas cartas magnas son los deberes del gobierno. Sus ideas acerca de la libertad del hombre se manifiesta a través de: “La Libertad de la primera causa es original e ilimitada: la libertad del espíritu humano es derivada y finita; es una facultad impresa al hombre como todas las otras facultades de que gozan su alma y su cuerpo”29. Es más, “Para nosotros, el único criterio de las formas políticas es su influencia práctica en el desarrollo material, en la libertad individual y en la moralidad, sin la cual no hay, ni hubo jamás, verdadera civilización” 30. En su celebre discurso en la instalación de la Universidad de Chile, Bello nos recordará 29 30

Obras Completas. Volumen 1. Pág. 144 Obras Completas. Volumen 10. Pág. 637

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una vez más que “la libertad es el estimulo que da un vigor sano y una actividad fecunda a las instituciones sociales”31 En lo concerniente a la igualdad establece: “Lo que constituye un estado libre es, como todos saben, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, igualdad quimérica mientras las clases que, por un abuso inveterado, reliquia odiosa de nuestro antiguo régimen, están condenadas a llevar sobre sí, todo entero, algunos de los gravámenes necesarios para el bienestar y conservación del cuerpo político. ¿Qué clase osará arrogarse el privilegio de no contribuir a cualquiera de las causas comunes? Si alguna pretende tenerlo, es evidente que no puede alegar otro atributo que la fuerza”32.

El derecho natural en su pensamiento es una realidad, es su ideal de hombre; y este queda sujeto a un concepto de justicia, a saber: “Alabar la justicia cuando se mira en casa ajena, detestarla e increparla cuando se siente por la propia, es una iniquidad indiscutible. Con todo es lo que se observa más frecuentemente, propio efecto de la debilidad y corrupción del corazón humano; pero, es por lo mismo, lo que debe siempre combatirse con los principios contrarios, porque la poca reflexión sobre ellos es acaso el más fecundo origen de los vicios que en esta parte se sienten” 33. Estima que “nada es más pernicioso a la libertad que la licencia y nada perjudica en tanto grado a la libre discusión de las medidas y negocios públicos como los ataques licenciosos a la reputación individual”34. Y se pronuncia acerca del Derecho de asilo, sea este religioso, político señala: “sin perjuicio de los socorros que sólo la barbarie puede negar a la desgracia,…se ha empleado y se emplea la necesaria vigilancia, para que no se abuse de esta hospitalidad organizando medios de ofensa contra los gobiernos vecinos”35. Su repudio absoluto al trato de esclavos, y a su comercio,

31

Escritos Jurídicos y políticos y universitarios, Valparaíso, Edeval, 1979, Pág., 202 Obras Completas. Volumen X, Pág., 583 33 “Sobre la observancia de las leyes”, El Americano Nº 307, 311 y 312. en Obras Completas. Vol. XV. 34 “La difamación”. El Araucano, Nº 461 (1839). 35 Obras Completas. Volumen XVI, Pág. 522. 32

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denota su concepción de la dignidad fundamental del ser humano que coincidió con la decisión de Inglaterra y Chile de abolir la trata de esclavos y la esclavitud.

Él escribe, acerca de los matrimonios entre protestantes, el derecho sobre la propiedad, el derecho de asociación, los derechos civiles de los extranjeros, entre muchas otras actividades de la vida social en Chile. Posee la inspiración de un pensamiento universal, y lucha por una causa universal, y por la permanente vigencia de las consecuencias derivadas del respeto de la dignidad de la persona humana.

CONCLUSIONES

A dos centurias del aniversario del natalicio de este insigne maestro de América, considerado como "El Libertador Intelectual" del continente, creemos que aún estamos en deuda con sus ideas. Primero, porque para muchos latinoamericanos es desconocido, por ese afán de "imitar servilmente" a lo que siempre ha destellado desde los centros de los imperios, sea europeo; luego, norteamericano y quizás en el futuro asiático, hemos dejado de lado a nuestros polígrafos, pensadores, maestros y hombres de elevada estatura intelectual, porque en los estudios pedagógicos, históricos, literarios o artísticos, en general, siempre se ha mirado a la otras fuentes, no hemos penetrado en nuestras profundidades.

Lo mismo ocurre en el área educativa, cuando los "indios" -apelativo que nos enorgullece- concurren a las más meritorias universidades de uno u otro continente desarrollado y retornan, queriendo aplicar metodologías con infantes, como si fueran aquellos, de realidades otras, no adaptándose a la nuestra, donde las edades se trastocan rápidamente por perturbaciones sociales, económicas o políticas y vemos por las calles de nuestras ciudades a niños-adultos que no van o se han escapado de las escuelas, demandando una limosna, vagabundeando o simplemente trabajando para contribuir con un aporte económico para sus padres que no están en capacidad de mandarlos a los establecimientos educacionales de la región. 38

Creemos que el gran valor de don Andrés Bello fue que no se evadió de su realidad circundante. La enfrentó, como ser latinoamericano, especialmente tanto en Caracas como en Santiago. A pesar de que su preocupación estuvo centrada en la creación y dirección de una Universidad, quehaceres académicos, investigaciones diversas y responsabilidades políticas y de Estado, ocupando elevados status, sobre todo en Chile, nunca se olvidó del destino educativo de esa gran masa que empezaba a visualizarse en esa época y que en la actualidad ha colapsado a las instituciones educativas, las que en un gran porcentaje han periclitado por la ineficiencia de ciertos gobiernos, que no han sabido concretar las ideas que postulaba Bolívar, en orden a entregarles la educación necesaria y han posibilitado la irrupción de tantos "mercaderes" de la educación, que han venido profitando, indudablemente en un afán comercial, con un sentido más económico que humano, satisfaciendo como ha ocurrido en uno y otro siglo, las necesidades de las elites, detentadoras de los bienes económicos de una sociedad aún segregacionista y desigual.

S.F.U.

BIBLIOGRAFIA

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Otras Obras consultadas:

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