BALEARIC ROMAN EPIGRAPHY; M. Orfila, G. Baratta, M. Mayer, E. Sánchez, M. Gutiérrez y P. Marín, Los santuarios de Cales Coves (Alaior, Menorca), Alaior, 2015 (Llibres d’Alaior 20).

July 19, 2017 | Autor: Marc Mayer-Olivé | Categoría: History, Ancient History, Archaeology, Classical Archaeology, Prehistoric Archaeology, Classics, Roman History, Humanities, Mediterranean prehistory, Epigraphy (Archaeology), Roman Religion, Religion and ritual in prehistory, Latin Epigraphy, Classical philology, Roman Pottery, Roman Epigraphy, Iberian Prehistory (Archaeology), Roman Empire, Menorca / Minorca, Baleares /Balearic Islands, Archaeology of Roman Hispania, Archaeology of Caves and Caverns (Archaeospeleology), Prehistory, Roman imperial history, Arqueología, Roman Provincial Archaeology, Roman provinces, Historia, Arqueologia, Classics: Ancient History and Archaeology, Roman Spain, Epigraphy, Arqueología del Paisaje, Roman imperial cult, História, Archaeology, Classical archaeology, Greek and Roman history, Greek Colonization (Magna Graecia and Sicily), Material Culture Studies, Funerary Archaeology, Roman Prosopography, Balearic prehistory, Latin philology, Illes Balears / Balearic Islands, Insulae Baliares, Humanidades, Baleares, Minorca, Baleares / Balearic Islands, Menorca /Minorca, Balearic Archaeology, Roman Archaeology, Classics, Roman History, Humanities, Mediterranean prehistory, Epigraphy (Archaeology), Roman Religion, Religion and ritual in prehistory, Latin Epigraphy, Classical philology, Roman Pottery, Roman Epigraphy, Iberian Prehistory (Archaeology), Roman Empire, Menorca / Minorca, Baleares /Balearic Islands, Archaeology of Roman Hispania, Archaeology of Caves and Caverns (Archaeospeleology), Prehistory, Roman imperial history, Arqueología, Roman Provincial Archaeology, Roman provinces, Historia, Arqueologia, Classics: Ancient History and Archaeology, Roman Spain, Epigraphy, Arqueología del Paisaje, Roman imperial cult, História, Archaeology, Classical archaeology, Greek and Roman history, Greek Colonization (Magna Graecia and Sicily), Material Culture Studies, Funerary Archaeology, Roman Prosopography, Balearic prehistory, Latin philology, Illes Balears / Balearic Islands, Insulae Baliares, Humanidades, Baleares, Minorca, Baleares / Balearic Islands, Menorca /Minorca, Balearic Archaeology, Roman Archaeology
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Descripción

LOS SANTUARIOS DE CALESCOVES (ALAIOR, MENORCA)

LLIBRES D’ALAIOR

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Los santuarios de Cales Coves Ajuntament d’Alaior

(Alaior, Menorca) Margarita Orfila - Giulia Baratta - Marc Mayer Elena Sánchez - Mario Gutiérrez - Purificación Marín

LOS SANTUARIOS DE CALESCOVES (ALAIOR, MENORCA)

Margarita Orfila1 Giulia Baratta2 Marc Mayer3 Elena Sánchez4 Mario Gutiérrez5 Purificación Marín6

1 Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada ([email protected]). HUM296, Grupo de Investigación GAECATAO, de la Junta de Andalucía, Universidad de Granada. 2 Dipartimento di Studi Umanistici, Università degli Studi di Macerata ([email protected]). 3 Departament de Filologia i Llatí, Universitat de Barcelona ([email protected]). 4 Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada ([email protected]). HUM296, Grupo de Investigación GAECATAO, de la Junta de Andalucía, Universidad de Granada. 5 Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada ([email protected]). HUM296, Grupo de Investigación GAECATAO, de la Junta de Andalucía, Universidad de Granada. 6 Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada (purimarindiaz@gmail. com). HUM296, Grupo de Investigación GAECATAO, de la Junta de Andalucía, Universidad de Granada.

Edita: Ajuntament d’Alaior Imprime: Gràfiques Menorca - Editorial Menorca, S.A. Depósito Legal: ME-147/2015 ISBN: 978-84-606-5839-9

Índice 1- Introducción............................................................................................................ 7 2- Historia de las investigaciones en torno al conjunto de Calescoves...................................................................................11 3- Elementos del conjunto arqueológico de Calescoves.....................27 3.1- Necrópolis protohistórica.........................................................................28 3.2- Calescoves como fondeadero..................................................................31 3.3- Asentamiento costero: el yacimiento de Es Castellet de la finca de Sant Domingo.....................................................................36 3.3.1- Introducción al asentamiento.....................................................36 3.3.2- Es Castellet en su contexto insular, los asentamientos costeros menorquines..................................................................46 3.4- Los siete recortes cúbicos frente al Coberxo Blanc............................55 3.5- Cova dels Jurats o Església.......................................................................58 3.5.1- El interior de la gruta....................................................................58 3.5.2- Santuario y área sacra de la Cova dels Jurats o Església en época romana........................................................70 3.5.3- Santuario en época romana de la Cova dels Jurats o Església: estudio epigráfico de los paneles en el exterior de la gruta..............................................................77 4- Una interesante inscripción de finales del siglo XVIII.......................89 5- Bibliografía.............................................................................................................91 6- Nota geológica................................................................................................... 101

1- INTRODUCCIÓN

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La ensenada natural de Calescoves, ubicada en la costa meridional de la isla de Menorca (Figura 1), en una plataforma calcárea miocénica, está formada por la conjunción de tres barrancos que, de este a oeste, son: Lloc Nou d’es Fasser, Biniadris y Sant Domingo. Sus acantilados alcanzan una altura de 35 a 45 m.s.n.m.

Figura 1. Fotografía Aérea de la ensenada de Calescoves.

7 Este apartado ha sido redactado por Margarita Orfila.

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Los barrancos de Biniadris y Sant Domingo confieren a esa cala una forma peculiar semejante a una “Y”, con dos fondos y una sola boca de entrada, circunstancia que explica el uso del plural para el topónimo de este enclave. Esta configuración es lo que hace de Calescoves un lugar abrigado, factible de ser utilizado como fondeadero en los meses de estío, y sobradamente conocido desde la Antigüedad hasta nuestros días como puerto apto para el refugio de pequeñas embarcaciones. A todas estas características viene a sumarse la existencia de una serie de manantiales de agua potable situados a nivel del mar, lo que convierte este rincón de la costa menorquina en un interesante punto de aguada. No resulta extraño, por todo ello, que Calescoves figure en la mayoría de las cartas náuticas como lugar práctico para el abastecimiento de esa bebida vital. El acceso a este paraje desde los barrancos mencionados permite una fácil conexión entre ese enclave de la costa y el interior de la isla. Ello añade otro punto de interés consistente en la facilidad de transporte de bienes, que podrían ser desembarcados en la ensenada, hacia los poblados talayóticos, especialmente los de la zona sur insular. Recordemos los más cercanos: Sont Rotger, Biniadris/ Lloc Nou d’es Fasser, Binicalaf, So Na Caçana o Torre LLisà, que se hallan radicados a distancias que van de 1 a 5 Kms respecto de Calescoves. Desde un punto de vista arqueológico e histórico, esta cala ha llamado siempre la atención puesto que acoge una amplia selección de tipología arqueológica. Para empezar, haremos constar el casi centenar de cuevas artificiales recortadas en sus acantilados, que funcionaron a modo de hipogeos y que en conjunto conformaron una gran necrópolis protohistórica. Desde inicios del siglo XIX se menciona la fortificación conocida como Es Castellet, en la que se habilitó un pozo con escalera de acceso a su interior. Lo mismo sucede con la serie de paneles epigráficos de época romana ubicados justo en la entrada de una gruta natural ampliada en la Antigüedad, conocida como Cova dels Jurats o de l’Església. Desde mediados del siglo XX se ha documentado, además, otra función de época antigua para esta ensenada, relacionada con el uso como fondeadero desde el siglo V a.C. hasta la época bajo imperial.

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Dada la coincidencia de todos estos elementos no es extraño que Calescoves sea uno de los yacimientos menorquines que en 1931 fue declarado Monumento Nacional. Hoy en día es un Bien de Interés Cultural (R-I-51-0003150-00000), y, por tanto, alcanza la categoría de máxima protección otorgada a los bienes patrimoniales, con amparo normativo, de cuantas existen en nuestro país, tal como se recoge en la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español.

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2- HISTORIA DE LAS INVESTIGACIONES

EN TORNO AL CONJUNTO DE CALESCOVES8

Desde hace siglos, las cuevas que se aprecian en los acantilados de los dos barrancos que forman Calescoves han venido figurando en publicaciones referidas a la historia de Menorca. Pero no sólo esos hipogeos, expuestos a la vista y perceptibles desde todo ángulo, constan como elementos destacables de este enclave singular. Unas inscripciones romanas que se dan a la entrada de la Cova dels Jurats o Església también han sido objeto de estudio y curiosidad desde más o menos el mismo tiempo en que empezaron a investigarse las cuevas. Más aún, desde comienzos del siglo XX existen también referencias del gran muro que se aprecia en la zona de Es Castellet de Sant Domingo. Constatado este hecho, hay que hacer constar que sí resulta extraño que obras que marcaron la historiografía de nuestra isla durante el siglo XVIII y parte del XIX omitan cualquier referencia a elementos valiosos de este conjunto arqueológico de los que vamos a ocuparnos en este estudio. Nos referiremos, primero, a los trabajos de Colin Campbell, reflejados en su libro The ancient and modern history of the Balearick Island of the Kingdom of Majorca, editado en Londres en 1716. El texto es, en gran medida, traducción de aquel otro que iniciara el mallorquín Joan Dameto, cuya labor continuó y completó Vicenç Munt, Historia General del Reyno Baleárico, de 1633. En esta publicación las alusiones al mundo antiguo están basadas en las referencias historiográficas del sabio griego Diodoro, con especial hincapié en aquellas citas que tratan de la actividad como honderos de los baleáricos. Este autor escocés dedicó una parte de su libro a la recopilación de inscripciones romanas de las islas, tal como recoge Veny (1965: 132), pero no llegó a mencionar ninguna de las que se dan en Calescoves. Otra obra insigne de la historiografía menorquina –¡cómo no!–, es la del ingeniero militar John Armstrong, publicada en Londres en 1752, The history of the 8

Este apartado ha sido redactado por Margarita Orfila.

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Island of Minorca. Un volumen de gran éxito que precisó de reediciones, como la de Campbell, y que tuvo una repercusión muy amplia en el mundo académico; de hecho, dos años después, en 1754, aparecía ya una traducción al alemán y algo después, en 1759, se difundiría también en francés. No acaba ahí el alcance de esta obra que, años más tarde, en tiempos en los que la isla de nuevo pasó a manos españolas, fue traducida al castellano en 1781 por José A. Lasierra Navarro. En el apartado dedicado a los “tiempos primitivos”, Armstrong consideró que los habitáculos eran de origen celta, nada de extrañar dado que en esos momentos del siglo XVIII esa raíz se daba como buena para muchos pueblos de la zona europea. Entre los monumentos que cita, Athalaias (talayots), navetas, Altars de ces Gentils (taulas), el autor menciona la serie de cuevas o criptae, cortadas en la roca, a la vez que indica que se hallaban en gran número en toda la isla. A su juicio, podrían haber sido viviendas, pues no diferían de otras cuevas similares que tuvieron tal función en Malta, Etruria o Berbería. Ésta sería, entonces, la única referencia colateral que se hace en relación al yacimiento que nos ocupa. Como Campbell, la cita a los honderos se antoja también imprescindible, aunque en esta obra se asocia esta especialidad militar al topónimo de las islas Baleares, vinculando así la palabra griega balei, de lanzar, con el topónimo y consiguiente gentilicio (Baleares/baleáricos). Y aún profundiza más al apuntar la probabilidad de que aquel término derive de las palabras cartaginesas con el mismo significado: Baal y Farah (Armstrong, 1752: 81). En su Letter XV (Armstrong, 1752: 1979) indica con rotundidad que estos menorquines eran famosos por su gran destreza con esta herramienta y su bravura en la guerra vendría asociada al espíritu de libertad de los menorquines. La ensenada de Calescoves y sus cuevas han dado pie durante décadas a esa idea generalizada sobre el asentamiento de trogloditas que, lejos de vivir en hábitats construídos, habrían aprovechado las cavernas que la naturaleza les brindaba, o que “abrieron en los peñascos que todavía existen”, para establecerse. Así lo transmitió José Vargas Ponce en su libro Descripciones de las islas Pithiusas y Baleares, editado en Madrid en 1787, y así se perpetuó esta interpretación hasta llegar incluso a la contemporaneidad. Como corrobora la publicación de algunas de aquellas obras del siglo XVIII, es una realidad demostrable que, tal como escribió Mª Luisa Serra Belabre, los monumentos prehistóricos menorquines “(…) han dado origen y motivo a un cúmulo de estudios y trabajos llevados a cabo por arqueólogos que han acudido 12

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a la isla llamados por el reclamo de la nombradía de aquellos...” (Serra Belabre, 1969: 17). No va a ser hasta inicios del siglo XIX, y de mano uno de los mayores representantes del movimiento de la ilustración menorquina, Juan Ramis y Ramis (Salord, 2010) cuando se va a tener una referencia bibliográfica precisa sobre esta ensenada natural. Destacamos, entre una abultada producción, su publicación de 1817, Inscripciones romanas que existen en Menorca, y otras relativas à la misma sacadas de varios Escritores; suplidas, é ilustradas en quanto se ha podido, Imp. de Pedro Antonio Serra. Una parte de este trabajo está dedicada en concreto a las inscripciones de la Cova dels Jurats de Calescoves. De hecho, es este autor quien, (en su página 83 y las siguientes), menciona las inscripciones de esta ensenada, así como las cuevas artificiales visibles en sus acantilados. Pensaba este ilustrado menorquín que la abundancia de huesos humanos en dos de las cuevas, y quizá también en una de inferior tamaño, acaso podrían ser indicios de su uso como cementerio. Ramis alude asimismo al muro ciclópeo ubicado en la finca de Sant Domingo, en la zona conocida como Es Castellet. Sobre este elemento aporta una medición que atribuye al muro un espesor de veinte palmos y una altura de ocho, mientras, por otra parte, considera que se trata de un lienzo de muralla o de fortaleza. Llama también la atención sobre la existencia de dos manantiales de agua en la ensenada y deja constancia de que en su época, una de estas fuentes tenía canalizaciones, –cañerías las denomina él–, que le hicieron pensar que fueran obra de una población asentada en la cala, y cuyos habitantes, que ocuparían las cuevas horadadas en la roca, se debieron comunicar con Mago por mar. Es más, consideró que puesto que algunas de las cuevas estaban muy bien trabajadas, éstas debieron ser hechas por romanos menorquines. Confirmaba para él esa teoría la existencia de siete inscripciones que pudo ver claramente, así como los restos de otras más, a la entrada de la gruta dels Jurats. A propósito de esos escritos en la roca, Ramis planteó en su libro de 1817, la posible opción de que en ellas constase el nombre de la población asentada en Calescoves, pero que, desgraciadamente, el estado de conservación de las mismas, no le permitió llegar a leer. Pensó que los nombres que aparecen grabados eran los de las personas que ejercían la autoridad en esa población troglodita. Cronológicamente sitúa esa ocupación humana de la ensenada en el siglo V d.C., período al que remonta las inscripciones. Calescoves será nuevamente citada en el libro 13

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que este insigne menorquín publicó bajo el título de Antigüedades Célticas de la Isla de Menorca, en 1818. Las inscripciones en cuestión, como cabría suponer, se incorporaron al Corpus Inscriptionum Latinarum gracias a los estudios de Emil Hübner, a pesar de las dificultades de transcripción que oponía el ya comentado estado de deterioro de las mismas. Este investigador alemán no llegó a ver las cartelas directamente, pero sí que tuvo en sus manos calcos que le proporcionaron, entre otros, el erudito Pons y Soler, quien no llegó a aportar una correcta traducción de las mismas. Hübner las publicó en el volumen II del 1869 CIL (nº. 3.718 al 3.724). Los dibujos de las siete inscripciones que había ya publicado Ramis, y que utilizó Hübner, no fueron suficientemente precisos para poder transcribir los textos. Aprovechando una posterior estancia en la isla, el propio Hübner, acompañado de Teodoro de Ugarte y Teodoro Ladico, realizó una infructuosa excursión a la cala con el objetivo de localizar las inscripciones de la Cova dels Jurats. Al poco de la partida del alemán de Menorca, Ugarte volvería a hacer una segunda excursión en la que tuvo mayor fortuna. Pudo, al fin, realizar unos calcos de las inscripciones e incluso documentó en esa ocasión otras dos más que no había detectado Ramis (Veny, 1965: 161). El hallazgo, un total de nueve, se publicó en el Supplementum del CIL de 1889, donde figuran con los números 5.992 a 6.000. Este investigador alemán lo indica también en el Boletín de la Real Academia de la Historia, reproducido en la Revista de Menorca (Hübner, 1888: 132). Por esas fechas, tal como se aprecia en el artículo de Juan Seguí y Rodríguez, aparecido en la Revista de Menorca de 1888, bajo el título “Importancia de Menorca, bajo el aspecto protohistórico”, don Fidel Fita editó el 21 de junio de 1876 el Mapa arqueolójico de la isla de Menorca, en el que, tomando referencias del libro de Ramis más las observaciones del ya citado Juan Pons y Soler, señala la existencia de este yacimiento. A finales también del siglo XIX, tanto Rafael Oleo y Quadrado, como P. Riudavets, se referirán a este enclave en sus respectivas historias de Menorca. Merece de este escrito apuntar, aunque sea a modo de anécdota y para curiosidad del lector, las conclusiones a las que llegó en aquellas fechas el último de los 14

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autores citados. Riudavets entremezcla referencias bíblicas con los orígenes de ocupación humana de la isla. En su Historia de Menorca (1887), P. Riudavets presentó, en efecto, unas legendarias interpretaciones históricas por las que atribuía a los primeros habitantes de las cuevas el ser descendientes de Túbal, hijo de Jafet y nieto de Noé. Resulta especialmente significativo lo redactado entre las páginas 776 y 782 de aquella obra, donde no faltan curiosas descripciones y peculiares interpretaciones sobre Calescoves, utilizando y acomodando para sus tesis el libro de Ramis de 1817. Tuvo también Riudavets presentes las referencias que le fue indicando su amigo, el erudito mahonés Pons y Soler que, para desgracia de las posteriores investigaciones, nada dejó escrito sobre sus inquietudes y conocimientos sobre el pasado remoto de la isla. Lo cierto es que Riudavets de alguna manera coteja sus disquisiciones con las de Ramis, especialmente en cuanto se refiere a la interpretación sobre el uso que se le dio en su época al lugar. De hecho, él mismo se pregunta si el enclave de Calescoves había cumplido como hábitat y a qué período debía remitirse el momento de su utilización como tal. Este autor, citando a Ramis, indica la posibilidad de que las cuevas visibles en los acantilados de Calescoves fueran utilizadas como vivienda, aunque no de forma permanente. Se aventura, también, en una hipótesis según la cual aquellos habitáculos se habrían utilizado para albergar confinados, a modo de cárcel. Para hacer esta suposición se basa en la presencia de huesos humanos en algunas de las cuevas, circunstancia que, a su entender, demostraría que algunos de los condenados hubieran muerto en esos confinamientos.

En sus estudios, Riudavets llegó a plantear que la cala no habría servido como puerto, sino que simplemente debió ser una especie de refugio temporal “para pescadores que tienen facilidad de varar sus barcas, si les sorprende el viento en travesía” (Riudavets, 1887: 778). Ni siquiera vendría de acuerdo con las tesis de Ramis sobre la posibilidad de que las cuevas hubieran acogido población de forma permanente (Riudavets, 1887: 780), y menos teniendo en cuenta que existían Mago e Iamo. Y le pareció, incluso, que quienes frecuentaron la cala en la antigüedad debieron ser anteriores a los romanos, ya fueran celtas o fenicios.

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“…para esconderse en ellas los habitantes del campo, cuando temiesen ser saqueados por los piratas que de tiempo inmemorial los hubo en todo el Mediterráneo, y que los romanos, al enseñorearse de Menorca, utilizaran como cárcel celular ó presidio para confinamiento de malhechores o reos del Estado aumentando su número con mayor capacidad para reos de elevada jerarquía.” (Riudavets, 1887: 780). Este autor encontró en la fortificación de Es Castellet una nueva base en la que apoyar sus argumentos sobre el uso de las cuevas como penitenciaría. De acuerdo con esa idea propuso que las inscripciones de la entrada de la Cova dels Jurats no eran sino: “…escritos grabados por los confinados, como un desahogo de sus sufrimientos confiados a las mudas paredes de su prisión, y de los que tantos ejemplos podríamos aducir de parecidos encarcelamientos.” (Riudavets, 1887: 781). El razonamiento de Riudavets resulta claro si partimos de la idea por la que Ramis indicó que las inscripciones eran del siglo V y que fue en esa centuria cuando llegaron los vándalos a la isla. Desde esa convicción, llegará Riudavets a explicar un supuesto trágico final para los reclusos del lugar: “Al hacer tabla rasa de nuestra isla, suprimir o aventar las autoridades constituidas, y quedar los menorquines sin gobierno legal que cuidara de los infelices confinados encerrados en aquella cueva, hasta el caso de perecer de hambre y cuyos huesos se han hallado esparcidos en ella” (Riudavets, 1887: 782). En torno a la misma teoría da cuenta, además, de las fisuras o cortes en la roca que insinúan una silla y aparecen cerca de las inscripciones. Él interpreta la correlación de esos huecos como sitios para sentarse unos “Jurats” en ellas y, yendo más allá, propone que tal proceder se debía a una tradición introducida por los catalanes que conquistaron la isla, pero que no tenía nada que ver con el gobierno de época romana (Riudavets, 1887: 783). Como se puede apreciar toda una sarta de fantasías que hoy nos hacen sonreir. Las referencias bibliográficas sobre Calescoves no acabarán ahí. Durante su visita a la isla, el eminente arqueólogo francés Émile Cartailhac tomó buenas fotografías del yacimiento, tal como se puede comprobar en su libro Monuments primitifs des îles Baleares, de 1892. 16

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A finales del siglo XIX se llevó a cabo una nueva revisión de las inscripciones de la Cova dels Jurats, en ese caso de la mano de Gabriel Llabrés junto a Francisco Hernández Sanz, quienes en 1896 realizaron nuevos calcos de las cartelas. En este proceso identificaron ya un total de dieciocho frente a las nueve que había reconocido y publicado Hübner. De esa labor se tiene constancia también por un dibujo que Hernández Sanz hizo de esas inscripciones (Figura 2) (Veny, 1965: 161). Este autor escribió un artículo en la Revista de Menorca de 1896-97, bajo el título de “Antigua población de Calas Covas. Isla de Menorca”. El escrito indica que se accede a la cala de Calescoves desde los barrancos de Biniadris o de Lloc Nou des Frares. Lo describe como un pequeño puerto de dos ensenadas, con unas cuevas que presupone que fueron habitadas por “primitivos pobladores” y más tarde por los propios romanos. En total viviría, de acuerdo con sus estimaciones, un centenar de personas en ese entorno (Hernández Sanz, 1896-97: 160-161). En cuanto a las inscripciones romanas, dieciocho en total, sostiene que encierran un enigma ya que, de haberse podido leer, probablemente habrían dado la clave de esta población. Este erudito mahonés, atiende a las lecturas que Hübner y Gabriel Llabrés estaban haciendo en ese momento

Figura 2. Calco de las inscripciones realizado por F. Hernández Sanz.

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sobre las mismas, y confía en que llegarán a descifrarlas. Presenta una tipología simple de las cuevas, indicando que hay cuevas muy sencillas unas y pequeñas otras; algunas de éstas, señala, hasta presentan dintel de entrada, tienen buena altura y dimensiones considerables (Hernández Sanz, 1896-97: 162). Hernández Sanz se inclina a pensar que las cuevas en las que se aprecian huesos humanos debieron servir como lugar de enterramiento de quienes habitaron en ese pequeño puerto. De la Cueva de la Iglesia o Sala de los Jurados, como él las denomina, destaca también esos recortes a modo de sillas de los que presupone que debieron ser, “según tradición”, para los “Magistrados de este Pueblo”. De las 18 inscripciones que visualizó, precisa que la mayoría de éstas están incisas en la roca, a excepción de una leyenda pintada en rojo. Hernández se muestra preocupado ante el hecho de que estos mensajes del pasado se encuentren expuestos al deterioro de factores ambientales como el salobre y teme que en breve plazo no vaya a quedar rastro de los mismos. Detectó este investigador que en alguna de las inscripciones se hacía referencia a los cónsules romanos, y que en otras eran perceptibles los rasgos K. MAIAS (Kalendas maias). Dedujo de estas grafías que los habitantes de Calescoves debían celebrar alguna festividad en el mes de mayo. “… conmemorando tal vez los hechos heroicos de algunos de sus hijos ya que en ellas se hace mención de muchos nombres propios como, Carminio, Sexto, Vetere, Vmerio, Victore, Antonius” (Hernández Sanz, 1896-97: 165). Llama a sorpresa la anotación que hace Hernández Sanz sobre los restos de una antigua edificación que, por sus referencias, deducimos que estaría en la zona conocida como Sa Punta. La describe ya arruinada aunque él considera que debió tener unos pórticos: “Se ve claramente indicado el arranque de siete columnas simétricamente colocadas, número que en su tiempo ascendería á doce. Seis pedestales á un lado y uno al otro (que asoma entre ruinas) limitan un hueco, obstruido por grandes pedruscos” (Hernández Sanz, 1896-97: 165).

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Plantea más adelante que la construcción de un gran muro, conocido desde Ramis, Es Castellet, pudiera ser coetáneo a la población de Calescoves. No va a ser hasta pasada la mitad del siglo XX, cuando de manera más científica se van a tratar determinados elementos del conjunto de Calescoves. En la monografía de Cristóbal Veny dedicada a las inscripciones romanas de las islas Baleares, un apartado importante está centrado en las inscripciones de la parte externa de la Cova dels Jurats o de l’Església. Cristóbal Veny relata que, en el momento en que llevó a cabo el estudio de estos escritos, estuvo acompañado de José Mascaró Pasarius (Veny, 1965: 161), y fecha en 1965 esta visita. Confiesa este autor que la relectura de las inscripciones no garantiza una correcta transcripción, entre otras cosas por su lamentable estado de mutilación. No obstante, las observaciones del arqueólogo le llevaron a contabilizar un total de 21 cartelas, tres más de la última lectura que se había hecho, la que llevaron a cabo Llabrés y Hernández. El avance en esta investigación se trasladó de inmediato a su Corpus de las inscripciones baleáricas hasta la dominación árabe, libro editado en la colección de la Biblioteca de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma, número 15, de 1965. Este inventario recoge las inscripciones y las registra con los números del 135 al 156 (Veny, 1965: 160-170). En la transcripción y traducción presentadas indica la presencia de una fecha que se reflejaba en ellas reiteradamente, así como también las referencias consulares. Tal suposición quedaría confirmada años más tarde por expertos en epigrafía que además han subrayado el contenido oficial de los escritos tras corroborar que se identificaban esas dataciones consulares (Mayer, 1995: 40). El mismo autor, Veny, en su faceta de arqueólogo, estuvo excavando en los hipogeos recortados en los acantilados de Calescoves desde 1966. En su tarea contabilizó casi un centenar (Figura 3). Los resultados de sus intervenciones se publicaron en 1982, en una monografía, dedicada íntegramente a este conjunto arqueológico, con el título de La necrópolis protohistórica de Cales Coves, Menorca, editado en Madrid, el número 20 de la prestigiosa colección Bibliotheca Praehistorica Hispana. En ella reflejó sus campañas de excavación, describiendo y presentando la planimetría de cada una de las cuevas donde había intervenido, así como los elementos más característicos de los ajuares que acompa19

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Figura 3. Plano con la ubicación de las cuevas en donde intervino C. Veny.

ñaron a los difuntos allí enterrados. En esa obra se dan unas cronologías muy interesantes sobre los lugares de enterramiento, apuntando que su uso iría de inicio a fin del I Milenio a.C., es decir, un período muy amplio. Presenta también algunos materiales de época romana, mínimos, eso sí, procedentes de algunas de las cuevas de enterramiento de la ensenada. Otra de las funciones detectadas en esta cala concitó con posterioridad el interés de los investigadores. Nos referimos ahora a la faceta como fondeadero. Hacía ya tiempo que era conocida la riqueza de los fondos marinos debido a la serie de inmersiones que, de manera no controlada, se empezaron a hacer por todo el litoral menorquín en el momento en que se descubrieron las botellas de oxígeno. Para bien o para mal, se dio la circunstancia de que los hermanos Adrover, pioneros en la isla en la práctica del submarinismo, fueron asiduos veraneantes de la cala, donde residían, justo frente al fondeadero, en la única 20

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construcción de elocuente nombre, “Solita”. Aficionados a la arqueología por tradición familiar, –su padre, Miquel Adrover, fue coleccionista furtivo– ambos se dedicaron a explorar esos fondos. El suyo no era un interés exclusivo por las piezas arqueológicas, sino que también hallazgos de otro tipo, como las nécoras, fueron objeto de sus saqueos, capturas y posterior venta. No fueron los únicos, desgraciadamente. En realidad hay constancia de algunas operaciones que la Guardia Civil y la Marina llevaron a cabo en pos de la recuperación de piezas arqueológicas que habían sido sustraídas irregularmente de este yacimiento. Las piezas recuperadas se depositaron en su momento en el Museu de Menorca (Fernández-Miranda y Belén, 1979: 21). El grupo de submarinistas del llamado Centro de Investigaciones Submarinas de Menorca (C.I.S.M.), liderado por Ramón Tejedor, y al que pertenecieron también J. Barranco y N. Sintes, empezó una labor de prospección arqueológica sobre el yacimiento subacuático. Esta tarea halló continuidad sistemática merced a un proyecto encabezado por Manuel Fernández-Miranda (Fernández-Miranda y Belén, 1977: 18). Gracias a una beca de la Fundación March, este catedrático de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid, estuvo trabajando con un grupo de investigadores en la costa menorquina. Dentro de un proyecto amplio, Calescoves fue la tarea a la que más esfuerzos se dedicaron en una ingente labor desarrollada en 1975. Fruto de estos trabajos asistieron a congresos, como el V Congreso Internacional de Arqueología Submarina que se celebró en Lipari, y surgieron diversas publicaciones (Fernández-Miranda, 1977, Fernández-Miranda y Belén 1979), destacando la firmada por María Belén y Manuel Fernández-Miranda de 1979, El fondeadero de Cales Coves (Menorca, Islas Baleares), en la serie Excavaciones Arqueológicas en España nº 101. Es la monografía resultante de las excavaciones subacuáticas que en este enclave se realizaron gracias a la citada beca Juan March (Figura 4). Se trata de un trabajo muy interesante por toda la documentación que contiene, y es destacable tanto por la descripción de las tareas desarrolladas durante la campaña de excavaciones, como por la serie de láminas y figuras de las piezas recuperadas de esos fondos marinos. Calescoves es citada en muchas otras obras, especialmente en trabajos más generales, como pueden ser los de Plantalamor de 1991 a y b, los de 1995 y 1997. Resaltamos aquí la labor realizada por el investigador italiano Raimondo 21

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Figura 4. Equipo de arqueólogos que intervinieron en Calescoves. Fotografía María Belén.

Zucca y el hecho de que reflejara sus estudios en su libro de 1998, Insulae Baliares. Le Isole Baleari sotto il dominio romano, en el que dedica un apartado a las inscripciones de la Cova dels Jurats. En este tratado se señala la existencia de una fecha reflejada en aquellas cartelas, XI Kal(endas) Maias, el actual 21 de abril (Zucca 1998: 201 y 216), y corrobora lo ya indicado por Mayer en 1996, o sea, que son inscripciones de contenido oficial, dado que aparecen fechas consulares en los inicios de las mismas. Este preciso detalle fue valorado también por el profesor de la Universidad de Barcelona, Jaume Juan Castelló, que, en un trabajo aún no publicado, sugiere, tal como indica su propio título, la interpretación hecha a las cartelas: “La celebración del Natalis Vrbis en Cales Coves: ritual y oficiantes”. Eso es, la fecha de la legendaria fundación de Roma, el 21 de abril del 753 a.C. Interpretación en la que coincide plenamente uno de los firmantes de esta publicación (Mayer, 2006).

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Calescoves tiene, desde esas fechas, una presencia importante en artículos de diversos autores, tales como los de Simón Gornés, (véase en ese sentido la publicación de 1997, Arqueología de la muerte y cambio social. Análisis e interpretación de la necrópolis de Cales Coves, Menorca, en la revista Complutum, o el artículo de este mismo autor junto a Joana Gual, editado en 2000: El hipogeo XXI de la necrópolis de Cales Coves, Minorca, en L’ipogeismo nel Mediterráneo: sviluppo, quadri culturali, celebrado en 1994 en Sassari y Oristano de Cerdeña durante una reunión de expertos). Entre los años 2010 y 2012 se desarrolló un proyecto de investigación centrado en algunos de los elementos de esta ensenada: “Intervención arqueológica en Calescoves (Alaior, Menorca). Estudio epigráfico y revisión del lugar como santuario: Cova dels Jurats o de l’Església y Coberxo Blanc”, del que son responsables Margarita Orfila (catedrática de Arqueología de la Universidad de Granada), Giulia Baratta (profesora de Arqueología de la Università degli Studio di Macerata) y Marc Mayer (catedrático de Filología Latina de la Universitat de Barcelona y miembro del Institut d’Estudis Catalans). Un proyecto aprobado por la Conselleria d’Educació i Cultura del Consell Insular de Menorca, y en el que han colaborado como técnicos de excavación y levantamiento topográfico, Elena Sánchez, Alberto Gavini, Mario Gutiérrez, Sara Redaelli, Purificación Marín y Pedro Cózar (Figura 5). El planteamiento inicial del proyecto era muy claro: frente a la serie de cartelas plasmadas en el exterior de la Cova dels Jurats, llamaba la atención las pocas referencias a la gruta a la que están asociadas. Es evidente que el hecho de que esta cueva tenga en gran medida el techo desplomado, como comprensible factor disuasorio, ha sido la causa del poco interés suscitado en los ámbitos de la investigación. Sin embargo, este emplazamiento concreto sí fue preponderante punto de partida de este proyecto de investigación, desde la convicción absoluta de que estudiar las inscripciones sin tener conocimiento científico de lo que había ocurrido en el interior de la cueva no tendría sentido. Es por ello por lo que constituimos un equipo de trabajo compuesto por dos arqueólogas y por un filólogo especialista en epigrafía. La investigación arrancaba con dos condicionantes, por no decir inconvenientes. Por una parte estaba la dificultad de la transcripción de lo escrito en las cartelas grabadas en la pared, debido a su estado de conservación; y, por otra, 23

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el desconocimiento de la conexión de lo que en ellas ponía con el posible potencial arqueológico del interior de la cueva a la que están asociadas. Como resultado de estos años de intervenciones arqueológicas y de análisis epigráfico de las inscripciones, puede decirse que las excavaciones en el interior de la cueva han aportado una muy interesante información sobre el potencial arqueológico de la misma. En los preliminares, la limpieza del exterior de la gruta reportó también importantes datos de cara a la interpretación de este conjunto. Mientras, el estudio epigráfico de las cartelas exteriores ha permitido realizar una detallada transcripción de las mismas al tiempo que se han podido identificar ocho inesperadas cartelas más de las publicadas hasta el momento, pudiendo ahora contabilizarse un total de 29. Desde el planteamiento del estudio de la Cova dels Jurats, interior y exterior, más los recortes cúbicos de delante del Coverxo Blanc, y la planimetría de Es Castellet, se pretende comprender e interpretar el conjunto arqueológico de la ensenada de Calescoves especialmente en época romana, pero atendiendo a todos sus precedentes, que arrancan en la Edad del Bronce.

Figura 5. Miembros del equipo.

Las tareas desarrolladas por el equipo que intervino en la Cova dels Jurats y en Es Castellet entre 2010 y 2012 permitieron generar un artículo justo al terminar la primera campaña de excavaciones; está firmado por Margarita Orfila, Giulia Baratta y Marc Mayer, bajo el título “Los santuarios de Calescoves (Alaior, Menorca): Coberxo Blanc y Cova dels Jurats o de l’Església. Informe 24

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preliminar”, editado en el número 20 de la revista Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada. Los resultados de estas intervenciones también se dieron a conocer a través de conferencias, como la pronunciada por Margarita Orfila el 4 mayo de 2011 en la Università di Macerata (Italia), bajo el título de “Calescoves, un santuario di Roma sull’isola di Menorca”, en la que colaboraron Marc Mayer y Giulia Baratta. En el ámbito menorquín se expusieron estos resultados en Alaior, dentro del ciclo Cátedra Amiga, bajo la propuesta “Calescoves, un santuario dedicado a Roma en la isla de Menorca”, el 3 de febrero de 2012, a cargo de Margarita Orfila. Por otra parte se presentaron dos comunicaciones a las V Jornades d’Arqueologia de les Illes Balears, celebradas en Palma de Mallorca entre el 28-30 de septiembre de 2012. Una, bajo el título de “Los asentamientos costeros de Menorca: el caso de Es Castellet (Calescoves, Alaior, Menorca)”, de la que fueron responsables Elena Sánchez, Mario Gutiérrez, Margarita Orfila y Pedro Cózar. Y la segunda, “El santuario de Calescoves (Alaior, Menorca)” firmada por Margarita Orfila, Marc Mayer y Giulia Baratta. Por último, hay que señalar que el santuario de Calescoves fue asimismo tema central de la conferencia inaugural del curso 2012-2013 de la Extensión de Menorca de la UNED en Maó, a cargo de Margarita Orfila, el 13 de octubre de 2012. Desde aquí damos las gracias a la propietaria de los terrenos que albergan este yacimiento, Mercedes Orfila, por haber permitido intervenciones arqueológicas que se han prolongado tres años en la cueva de l’Església. Nuestro agradecimiento va también dirigido al doctor José Antonio Vanrell Díaz por las facilidades prestadas a la prospección que se ha realizado en la zona conocida como Es Castellet.

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3- ELEMENTOS DEL CONJUNTO

ARQUEOLÓGICO DE CALESCOVES

A día de hoy puede decirse que la ensenada de Calescoves es un conjunto arqueológico formado por los siguientes elementos (Orfila et al, 2010) (Figura 6)9.

Figura 6. Plano de Calescoves con los elementos arqueológicos localizados en él.

9 La planimetría que acompaña a esta publicación ha sido realizada por Pedro Cózar, Mario Gutiérrez y Elena Sánchez.

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- Necrópolis protohistórica. - Fondeadero. - Asentamiento costero de Es Castellet a) Pozo b) Muro defensivo - Recortes cúbicos frente al Coberxo Blanc - La Cova dels Jurats o Església y sus santuarios a) El interior de la gruta b) Paneles epigráficos en una repisa exterior de la gruta c) Repisa exterior de la gruta y posible altar

3.1- NECRÓPOLIS PROTOHISTÓRICA10 En Menorca, tal como ocurre en Mallorca, la Prehistoria reciente vino marcada por la llamada Cultura Talayótica, que hunde sus raíces en la Edad del Bronce (Plantalamor, 1991a y 1997; Gornés y Gual, 2001; Guerrero, et. al 2002). Con el inicio del I milenio a.C empiezan a producirse una serie de cambios en las prácticas sociales que vendrían a coincidir con el paso a la Edad del Hierro. Son cambios visibles en el ámbito funerario, que se reflejan en la diversidad de prácticas de enterramiento desarrolladas por las comunidades talayóticas. Así lo demuestra la variedad de espacios funerarios identificados hasta la actualidad (Guerrero et al., 2006: 87). Recordemos: desde hipogeos de planta sencilla y compleja, a cuevas naturales y artificiales, y navetas de enterramiento (Plantalamor, 1991a). A todo ello añadimos la suposición de unas prácticas ligadas a ritos muy específicos de la cultura talayótica de Menorca, como serían el teñido y corte de cabello del difunto guardado en cápsulas de piel, que la investigación arqueológica va desentrañando día a día. Las intervenciones de la Cova des Càrritx y la Cova des Mussol (Lull et al., 1999), o la Cova des Pas (Fullola et al., 2007), han contribuido a saber más sobre estas prácticas. En ese sentido, la ensenada de la actual Calescoves tuvo su propio protagonismo al ser uno de los centros funerarios más importantes del sur de la isla de Menorca, como así induce a pensar la cantidad de hipogeos presentes en los acantilados de la cala (Figura 7). 10 Este apartado ha sido redactado por M. Orfila.

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Figura 7. Fotografía de cuevas de Calescoves.

Conocida la cala desde antiguo, fue Cristóbal Veny quien focalizó el interés en este entorno al iniciar en 1966 unas intervenciones arqueológicas, sostenidas durante casi diez años, y quien dio a conocer la dimensión de esta necrópolis. Su publicación de 1982 fue un hito dentro de la historiografía. Recordemos que en ese momento se inventarió casi un centenar de hipogeos, con diversidad de formas y tamaños. Las planimetrías presentadas en la mencionada publicación permitieron visualizar ese hecho, así como su asociación a diferentes fases de uso de la necrópolis, conclusión a la que se llegó gracias a los ajuares recuperados que acompañaban a los difuntos allí enterrados. Este estudio permitió señalar su inicio en torno al siglo IX a.C., con un final que debía situarse sobre el siglo III a.C. (Veny, 1982). La última intervención realizada en esta necrópolis se hizo en el hipogeo XXI (Gornés y Gual, 2000; Gornés, 1997 y 2000). Con la información disponible se puede hablar de dos períodos de uso funerario de estas cuevas: -

El primero, en el Talayótico Bronce –del 1200 al 750 a.C.–, con dos grupos de hipogeos. De éstos se aprecian unos más antiguos que presentan un muro de piedra seca en la parte frontal de la cueva. Justo allí se realizaba un ritual funerario de deposición colectiva, en posición fetal. Las prospecciones de estos hipogeos acreditan la costumbre de acompañar a cada individuo con pocos elementos de ajuar, básicamente ob29

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jetos de bronce y hueso. Entre esos siglos IX y VII a.C., los enterramientos se realizaron en pequeñas cuevas de una sola cámara, ovalada o semicircular, con ajuares más complejos, tales como pectorales, armas, cuernos de bovino e incluso alguna pieza de hierro (Figura 8). Los hipogeos considerados del Talayótico Hierro (750 al 123 a.C.), ya del segundo período de uso de la necrópolis, que se han documentado son lugares de enterramiento que tienen una planta mucho más compleja, con un patio exterior excavado en la roca y portal rectangular en vertical; presentan una cámara amplia, compartida por pilastras o pequeñas repisas en sus paredes y con el techo plano. Los ajuares que acompañaban a los difuntos son muy variados: desde cuchillos a espadas, tijeras, etc., especialmente de hierro. Se han localizado objetos en bronce y otros artículos, ya menos frecuentes, seguramente de prestigio, como bastones, collares de cadena, brazaletes o torques. En estos hipogeos se han identificado dos tipos de rituales funerarios: unos, en donde están presentes ataúdes de leña, mientras que en los otros la ca-

Figura 8. Tipología de los hipogeos.

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racterística destacable es haber enterrado a los difuntos directamente en cal viva. En ambos casos de enterramiento se aprecian huesos de bóvidos y los objetos que acompañaban los restos dan a entender un mayor poder adquisitivo de sus propietarios (Gornés, 2000).

3.2- CALESCOVES COMO FONDEADERO11 La vida de las islas Baleares siempre ha estado condicionada por su posición geoestratégica dentro del Mediterráneo Occidental, como punto intermedio en las rutas para las naves que surcaban estos mares, tal como ya García y Bellido indicaba en la década de los ’40 del siglo XX (García y Bellido, 1940; Orfila, 2008: 18-19). Situación ésta que no pasó desapercibida a los navegantes de la antigüedad, como queda reflejado en el persistente interés de los autores clásicos por describir con exactitud su ubicación geográfica, tal y como podemos observar en Mela (Chorogr., II, 124-125), Ptolomeo (Geogr., II, 6, 73) o Plinio (Nat. Hist., III, 76-78); este último, con una referencia a la relación de las Baleares con el Sur de Francia, concretamente con la Narbonense (Nat.Hist, III, 74). También Timeo, según Diodoro (V, 16), transmite esta idea de escala, pues al referirse a Ibiza, indica que aquella isla está a un día de viaje de Iberia y a un día y una noche de Libia. Esta función de base en la ruta marítima queda reforzada por el número importante de puertos naturales con buenas condiciones de seguridad y refugio que tienen estas islas, ya recalcado en las fuentes clásicas (Estrabón, III, 5, 1; Estaucio, 457). Aunque también constan claras indicaciones de la serie de escollos naturales presentes en las entradas de las ensenadas, tal como Licofrón ya relató: “…después de zarpar hacia las escullosas y rocosas Gimnesias…”. El conocimiento de los buenos puertos de las islas debió ser importante para los navegantes de la antigüedad. No en vano la zona que abarca desde las propias actuales islas Baleares a la costa que va del Cabo de Creus al Cabo de Palos era conocida en la antigüedad como Mare Balearicum. La presencia en Mallorca 11 Este apartado ha sido redactado por M. Orfila.

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de un barco griego del siglo VI a.C., el pecio de la cala Sant Vicenç, avala esta idea (Nieto y Santos, 2009). El período de navegabilidad (mare apertum), en época antigua, iba de junio a septiembre. Hesiodo (619-694) consideraba que los días seguros para navegar eran 50, que van de fines de julio a mediados de septiembre12 (Medas, 2004: 34-36). La posición geográfica de la isla de Menorca le confiere ser un paraje obligado y fundamental para la navegación en época antigua en el Mediterráneo Occidental. Prueba de ello es toda la serie de embarcaciones hundidas que se han ido documentando en las costas de la isla. En ese sentido, son muy interesantes los trabajos de Octavio Pons Machado; las prospecciones subacuáticas realizadas en los últimos años confirman ese hecho (Pons Machado, 2009). Si lo documentado son las naves que no pudieron llegar al puerto de destino, quiere decir que la cantidad de embarcaciones que surcaban nuestros mares era muchísimo mayor, aportando, por tanto, una referencia en cuanto a la frecuentación muy elevada de Menorca como punto o escala de ruta marítima. Pero no sólo era lugar de paso. Menorca también fue lugar de llegada, siendo Calescoves, como fondeadero13, uno de los yacimientos subacuáticos que confirman esta afirmación. La cantidad de materiales que se recuperaron durante la intervención arqueológica de 1975 (Belén y Fernández-Miranda, 1979) no admite duda del tránsito por lo que debe también concedérsele a esta ensenada natural un papel en esa función isleña dentro de las rutas marítimas que pasaban por Menorca.

12 Hecho que continuó en tiempos posteriores y que constatan las fuentes náuticas medievales, como el Compasso de navegare, un portolano del siglo XIII, en el que se especifica concretamente la ruta Denia-Baleares –desde el “capo de Maone”, del puerto de Mahón, hacia Cerdeña– (Mastino et al., 2006: 184-186). Moreno menciona, además, dos posibilidades de navegar que ya no son tan seguras; de entre mayo y mediados de junio y de mediados de agosto a octubre (Moreno, 2006: 789). 13 Recordemos la diferencia entre portus (puerto) y statio (fondeadero), presente en las fuentes literarias, Ulpiano (Dig. L. 16,59), Estrabón (III 4,7), Servio (Ad Aeneidam II, 23), cuya diferencia más consustancial entre uno y otro era el poder hibernar en esas ensenadas o no (Espinosa y Castillo, 1996: 56).

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Podemos dar por seguro que ejerció esa función por toda una serie de características que aún hoy en día son valoradas por los navegantes. En primer término, es un buen lugar de aguada para las embarcaciones que surcan estos mares. Como ya se ha comentado, los manantiales que a nivel de mar afloran en esta cala, unas fuentes que aún siguen manando tanto en invierno como en verano, le han proporcionado este atractivo. Junto a esa característica se une la posibilidad de tener un buen calado, además de tener el fondo de arena o de posidonias, adecuados para que al tirar un ancla ésta agarre sin problemas (Espinosa et al., 2006: 7). Calescoves tiene otra peculiaridad: su entrada. La boca de la cala queda difuminada en el propio lienzo del acantilado cuando uno se acerca a ella navegando, lo que hace que sea un lugar discreto y defendido de los vientos estivales. Bajo esas condiciones es factible realizar operaciones de carga y descarga –actividad ésta que en la antigüedad no siempre necesitaba de la existencia de estructuras artificiales14–, como en principio parece que no existieron en esta ensenada natural. Pero es que, además, tiene otra característica que hace que sea adecuada como fondeadero y se concreta en la facilidad de conexión, hacia el interior de la isla, con vías terrestres. Todo esto hace que Calescoves reúna una serie de condiciones óptimas para ejercer esa función. La dotación económica de una beca de la Fundación Juan March para desarrollar un proyecto de investigaciones subacuáticas en el litoral de Menorca, liderado, tal como se ha comentado antes, por Manuel Fernández-Miranda, fue clave para llevar a cabo una intervención arqueológica en Calescoves. En las conclusiones de estos trabajos se indicó que este yacimiento debe considerarse como un importante fondeadero, con un inicio de funcionamiento en torno al siglo IV a.C. (Belén y Fernández-Miranda, 1979: 156), que tuvo una actividad álgida entre los siglos III y II a.C., y que entró en decaimiento a partir de la romanización, iniciada como consecuencia de la intervención militar de Quinto Cecilio Metelo entre el 123 y el 121 a.C.15. De hecho, desde el siglo I a.C. hasta el último momento en el que se documenta el uso de este desembarcadero, en el siglo VII d.C., en palabras literales de sus excavadores: “…apenas pasa de ser frecuentado esporádicamente…” (Belén y Fernández-Miranda, 1979: 203) (Figura 9).

14 Los muelles de atraque, ya fuesen de obra o de madera, no era especialmente significativos o necesarios en un fondeadero (Espinosa et al., 2006: 11). 15 Relato de esa intervención que ha llegado a nosotros gracias a las obras de Estrabón, III, 5,2, Floro, I, 43 y Orosio, V, 13,1 (Zucca, 1998: 136; García Riaza y Sánchez, 2000; Orfila, 2008: 17-21).

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Figura 9. Elementos procedentes del fondeadero de Calescoves.

De la primera fase de uso del fondeadero, a partir del siglo IV a.C., se ha podido establecer una abundancia de materiales procedentes de la zona sur de la península itálica, es decir, de origen griego. Esta constatación resulta de los hallazgos de las ánforas “pseudomassaliotas”, junto a piezas áticas o procedentes de otros puntos de Grecia oriental (Belén y Fernández-Miranda, 1979: 157-8). Destaca, de todo lo rescatado en el fondo de Calescoves, el grupo de materiales púnicos, mayoritariamente procedentes de la isla de Ibiza, una potencia mercantil del momento, aunque también se han inventariado piezas del norte de África. Las formas más repetidas de estos últimos materiales son boles, cuencos y platos de pescado, acompañados por ánforas (Belén y Fernández-Miranda, 1979: 158-160), que en elevado porcentaje tendrían una procedencia ebusitana. Nada hay de extraño en ello si se tiene en cuenta la cantidad de bienes producidos en esa factoría presentes no sólo en los yacimientos subacuáticos de la isla (Pons Machado, 2005), sino también por la elevadísima recuperación que 34

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de las mismas se ha dado en yacimientos terrestres. De ello se deduce que Ibiza fue el suministrador de muchos de los bienes consumidos por los habitantes de Menorca en esas fechas. En el fondeadero se recuperaron también restos de cerámica indígena, talayótica, hasta dar un total de sesenta y seis piezas (Belén y Fernández-Miranda, 1979: 141). Se suman, ya en menor cantidad, cerámica realizada a molde de posible procedencia de la zona griega de Megara (Figura 10), o jarritas y kalathos ibéricos, además de otros materiales.

Figura 10. Cerámica Megárica del fondeadero de Calescoves.

Otro grupo importante de materiales es nítidamente de procedencia itálica, datables a partir del siglo III a.C. en un marco temporal que va desde el período romano republicano hasta la época de Augusto. Ánforas grecoitálicas, forma 4 de Lamboglia o 1 republicana Benoit son las más características (Belén y Fernández-Miranda, 1979: 177), así como también lo son las piezas de vajillas de cerámica de la clase “barniz negro” en sus variantes A y B (Belén y FernándezMiranda, 1979: 158). A partir del cambio de Era, los materiales presentes en Calescoves, como ya se ha indicado, son cada vez más escasos. Presencialmente pueden reconocerse ánforas Dressel IB, Dressel 3-4, Pascual I, Dressel 7-11 (Belén y FernándezMiranda, 1979: 183). Esa tónica de reducción de materiales continuará hasta el 35

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cese del uso de la ensenada. Cerámica de vajilla sigillata o ánforas africanas, ánforas bizantinas, etc., documentando la frecuentación de este fondeadero hasta el siglo VII d.C. (Belén y Fernández-Miranda, 1979: Fig. 70).

3.3 - ASENTAMIENTO COSTERO: EL YACIMIENTO DE ES CASTELLET DE LA FINCA DE SANT DOMINGO16 3.3.1- Introducción al asentamiento En el margen occidental de la boca de entrada a Calescoves, en terrenos de lo que hoy en día se conoce como finca de Sant Domingo, se encuentra el yacimiento de Es Castellet. Conocido desde antiguo, pues ya fue citado por Ramis (Rámis, 1817: 87), y por Hernández Sanz (1897), destaca en él la existencia de un gran muro, como el elemento más significativo y para el que tradicionalmente se ha propuesto su construcción en época talayótica. Su planta en forma de “L” se adivina con facilidad en las fotografías aéreas de la zona (Figura 1). Veny indicó que tenía unos 250 m de longitud y unos 4,40 m de espesor (Veny, 1982: 22). A su vez, Luis Plantalamor definió esta estructura como “…un amplio recinto fortificado, con unos 2000 m2 de superficie” (Plantalamor, 1991b: 1157-1158) (Figuras 11 y 12). Los trabajos recientes de limpieza y desbroce en este sector costero de la finca de Sant Domingo, han permitido conocer mejor las características de dicha estructura (Figura 13 y 14). Con una anchura máxima conservada que se encuentra entre los 3,5 y los 4,5 metros, el lado corto de la “L” conserva una longitud de 56 metros, mientras que la perpendicular larga mide 137 metros. Más allá de su presencia actual, parece casi seguro que en el momento de su edificación, ambos extremos fueran construidos hasta los acantilados que ponen límite a la superficie de la finca. Sin embargo, en la actualidad los metros finales han desaparecido debido, con seguridad, a la reutilización del material pétreo para otros fines, como veremos más adelante. Otro elemento interesante es la aparición de un ensanche en un punto del lado largo del muro, mal conservado y poco visible hoy en día debido a la abundante 16 Texto redactado por Elena Sánchez López y Mario Gutiérrez.

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Figura 11. Ubicación de Es Castellet según Plantalamor (1991b).

Figura 12. Bocana de entrada a Calescoves. A la derecha Es Castellet.

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Figura 13. Muro de Es Castellet.

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Figura 14. Muro de Es Castellet. Alzado Conservado.

vegetación, pero que podría interpretarse como el punto donde podría haber existido algún tipo de torre o de estructura adosada a la pared de piedra (Sánchez et al., 2013). El muro debió delimitar un espacio de aproximadamente unos 40.000 metros cuadrados, en el que pudo existir algún tipo de asentamiento con funciones presuntamente defensivas. Quedan estas hipótesis pendientes de confirmación ya que por el momento los trabajos de prospección realizados en el interior de este recinto no han permitido localizar elementos que confirmen tal sospecha (Figuras 15 y 16). Lo que es cierto es que en el sector costero de la finca de Sant Domingo existen también otras estructuras dignas de nuestra atención. Los últimos trabajos de prospección llevados a cabo en esta área permitieron documentar la existencia de dos hornos caleros. Se trata de dos construcciones de forma circular, para 39

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Figura 15. Levantamiento topográfico del muro. Verano 2011.

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Figura 16. Localización del Muro y los Caleros en la Finca de Sant Domingo.

cuya edificación se reutilizaron materiales que previamente habían conformado el muro. Un tipo de trasvase, éste, muy frecuente que responde a cuestiones pragmáticas y desviación de las prioridades de uso (Figura 17). Y es que la producción de cal es una actividad tradicional, bien conocida para la isla de Menorca y muy especialmente para el término municipal de Alaior, donde han sido identificados más de una quincena de caleros. En la mayoría de los ejemplos conocidos coincide su ubicación en zonas rocosas cercanas al mar en las que abundan las materias primas necesarias para su funcionamiento: esencialmente la piedra calcárea y la leña (Marquès, 2002). La presencia del primer elemento, la piedra, en el área circundante de la finca de Sant Domingo resulta aún hoy en día muy clara. Sin embargo, detectar el ras41

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Figura 17. Interior de uno de los Caleros.

tro de la madera quemada, eso es, cenizas o restos carbonizados, resulta hoy día una tarea más problemática. En la actualidad la zona está principalmente poblada por matorrales, y aun así hay que hace constar que en el espacio localizado en el interior del recinto cercado por el muro, existe un rico pinar. Esto podría inducir a pensar que fue la actividad desarrollada por los caleros la que bien pudiera haber causado la deforestación de la zona (Figura 18). Centrándonos en los restos conservados, se puede observar cómo las paredes de la caja se encuentran excavadas en la roca madre. Y cómo sobre ésta se elevó a continuación lo que se conoce como la olla del horno, realizada en piedras de forma cuadrangular, de gran tamaño, calzadas con otras de tamaño pequeño que aparecen dispuestas de forma irregular, aunque con tendencia a la formación de hiladas.

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Figura 18. Levantamiento topográfico de los caleros. Verano 2011.

Los diámetros internos de estos dos caleros oscilan entre los 4,20 metros, en el que hemos denominado CALERO 1, y los 6 metros en el CALERO 2, con muros que presentan un espesor de entre 1,10 y 1,50 metros. Elemento interesante que merece la pena ser destacado, es la presencia de una inscripción en la pared interna del CALERO 2. Como se puede observar en la fotografía, en la inscripción puede leerse, junto a una cruz incisa, “1944 REP”, lo que podría vincularse tal vez a la existencia de un enterramiento realizado en esa fecha dentro de la estructura (Figura 19).

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Figura 19. Inscripción en Calero 2.

Otro elemento localizado en este sector de la finca de Sant Domingo, viene dado por la existencia de varios frentes de cantera para la extracción de sillares, además de la presencia de numerosos bloques ya desgajados (Figuras 20 y 21). Y por último, hay que tener presente que dentro del espacio delimitado por este recinto se encuentra un pozo con rampa. Algo no extraño, puesto que en el contexto de la cultura pre-romana de Menorca (cultura Talayótica), existen una serie de pozos con rampa, o mejor aún, con escalinatas, para acceder al fondo de los mismos, como dio a conocer Serra Belabre en 1963. El más conocido entre esta tipología de pozos es el de Na Patarrà, localizado en Torralba; pero existen otros, como el de Alcaidús o el que hubo en el casco antiguo de Mahón (Plantalamor, 1991b: 1152), por poner algunos ejemplos.

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Figura 20. Frente de extracción de cantera.

Figura 21. Detalle de huellas de herramientas en un frente de cantera.

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C. Veny realizó la planimetría y alzado del pozo de Calescoves (Veny, 1982: 22, Lam LXII y LXIII), que fue estudiado de nuevo por L. Plantalamor (Plantalamor, 1991a: 560) (Figura 22 y 23). Se consideran pozos sagrados, semejantes a los que existen en la isla de Cerdeña, pertenecientes a la cultura Nurágica, muy paralela a la Talayótica de aquí. 3.3.2- Es Castellet en su contexto insular, los asentamientos costeros menorquines Como hemos visto, entre las características más destacadas del yacimiento de Es Castellet está su inmediatez al mar. Se ubica sobre una plataforma costera bordeada por altos acantilados, garantizando por ello un amplio dominio visual

Figura 22. Sección del pozo realizada por Plantalamor (1991a).

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Figura 23. Fotografía del pozo.

del horizonte (Figuras 24, 25 y 26). Su proximidad respecto de una cala que podía ofrecer resguardo en la navegación así como servir un punto de aguada, es otro de los rasgos. Por último, destaca la presencia de un gran muro y su asociación a otros elementos arqueológicos, entre ellos la necrópolis hipogeica de Calescoves y el pozo ritual antes mencionado. Estas particularidades generales son compartidas también por otros yacimientos menorquines, que han sido clasificados como “asentamientos costeros defensivos” (Plantalamor, 1991b; Guerrero, 2006a y 2006b). Se trata de un tipo de emplazamiento en el que, como vemos, prima el control visual de la costa circundante y la accesibilidad al interior de la isla y conectividad con otros yacimientos importantes del entorno. La disponibilidad de agua dulce –ya sea gracias a la excavación de pozos, ya debido a la presencia de fuentes naturales–, y la existencia de la necrópolis hipogea, explicarían también el celo defensivo y la utilidad de la fortificación. 47

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Figura 24. Vista de Calescoves desde Es Castellet.

Figura 25. Vista de la costa SE de Menorca desde Es Castellet.

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Figura 26. La zona ocupada por Es Castellet.

Otros sitios arqueológicos que comparten esas características como asentamientos costeros se localizan en Cala Morell, en el Pop Mosquer, Macarelleta, Llucalari, Caparrot de Forma, Cala Blanca y Maó (Plantalamor, 1991b) (Figura 27). Cala Morell (1) es un promontorio situado al norte de la isla con un gran desnivel con respecto a la cala de la que toma el nombre. En su cima se documentaron una posible torre y construcciones de planta naviforme (Juan y Plantalamor, 1996) cerradas por una muralla (Guerrero, 2006a). Actualmente se encuentra en proceso de excavación. Asociada a este promontorio, se encuentra una necrópolis hipogea. En la costa occidental se encuentra también el Pop Mosquer (2), un accidente costero de difícil acceso por tierra e imposible por mar, que ha sido interpretado como una platafoma para el control y la ayuda de la navegación entre Mallorca 49

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Figura 27. Asentamientos costeros menorquines.

y Menorca (Guerrero, 2006a: 105), más que como resguardo para el navegante. En este enclave se ha constatado la presencia de estructuras de planta arriñonada. Una datación radiocarbónica permite fechar su uso entre 1420 y 1120 a.C. (Guerrero, 2006a: 105). Ya en la costa sur se localiza la doble cala de Macarella, donde, en el menor de estos entrantes, se ubica el asentamiento costero de Macarelleta (3), en el que volvemos a encontrar la asociación de fortificación, cala, necrópolis hipogea y un posible pozo ritual. Otro asentamiento, Llucalari (4), se ubica en la costa sur dominando la playa de Son Bou, en un promontorio que se adentra en el mar y permite al asentamiento el dominio visual de gran parte de la costa sur menorquina, que en este punto apenas acusa relieve acantilado. Quizá este sitio sea el más desconocido entre los aquí mencionados, sólo podemos señalar su vinculación con una necrópolis 50

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hipogea, actualmente bastante arrasada, y su localización frente a un punto favorable a la navegación. Siguiendo el recorrido del perímetro de la isla en sentido contrario a las agujas del reloj, los siguientes elementos costeros localizados son el de Es Castellet (5) (ya descrito), y, a continuación, Caparrot de Forma (6), un promontorio costero que está en proceso de excavación. Posee una imponente fortificación y se encuentra asociado espacialmente a una necrópolis hipogea, así como a Cala Canutells. En su interior, adosadas a la muralla, se encuentran estructuras de planta rectangular. Por último, se ha propuesto que el asentamiento talayótico documentado bajo el subsuelo de Maó (7), definido especialmente desde las excavaciones en la Plaza Conquista que realizó en las obras de reforma de la Casa de Cultura Mª Luisa Serra Belabre, también formaría parte de esta red de asentamientos costeros. Su localización en un promontorio privilegiado sobre el amplio puerto y su vinculación con la necrópolis hipogea de los acantilados del puerto de Mahón y la posible necrópolis del Pla de la Parròquia (Plantalamor, 1991a: 1151), avalan esta idea. Hay constancia documental escrita relativa a la existencia de un pozo con escalera de bajada en el casco urbano de Maó al que se accedía desde la Iglesia de Santa María (Plantalamor, 1991a: 1151) y que llegaba hasta la capa freática (Paz, 1912: 419-421) (Figura 28). Dentro de las actividades de investigación desarrolladas por el proyecto, se encuentra el análisis de estos sitios arqueológicos en el contexto insular de Menorca. Para ello se han investigado ciertas características espaciales y topográficas mediante estadística y tecnología de Sistemas de Información Geográfica. Entre otros, se ha atendido a aspectos como el de las cuencas visuales (el paisaje visible desde estos asentamientos), y la prominencia topográfica, es decir, la diferencia en altura entre un elemento y sus alrededores. Detalles como ésos dan noticia de la importancia de la localización, o no, con respecto al entorno circundante (Sánchez et al., 2013). El procedimiento de dichos análisis reveló que la distribución espacial de los sitios arqueológicos está relacionada con el control visual del territorio (Sánchez et al., 2014), es decir, que estas localizaciones costeras tienen un amplio dominio visual del entorno, especialmente del mar, procedencia de recursos, 51

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Figura 28. Topografía de los sitios arqueológicos mencionados en el texto.

mercancías, personas e ideas a lo largo de la Historia. El análisis de prominencia reveló lo destacados que eran estos sitios poniendo de relieve que fueron unos claros referentes en la construcción del paisaje costero menorquín en tanto constituyeron elementos de referencia fácilmente identificables desde el mar y estrechamente interconectados con los poblados del interior. Además, se ha constatado una relación de intervisibilidad entre algunos de estos asentamientos (Llucalari y Pop Mosquer) y el noreste de la isla de Mallorca, lo que favoreció la navegación entre ambas con la consecuencia del constante intercambio de ideas y mercancías entre las dos islas, como queda atestiguado desde la Arqueología (Guerrero, 2006a) (Figura 29). Sin embargo, los estudios demostraron también que uno de estos parajes, Maó, se diferenciaba del resto en los diferentes análisis. Esta posición apenas tiene un dominio visual del entorno, que se ve prácticamente reducido al puerto, y la localización del asentamiento no destaca en el ámbito circundante. Es así como puede afirmarse que este enclave resulta un punto muy resguardado de cara 52

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Figura 29. Relación de intervisibilidad de Llucalari y Pop Mosquer con el noreste de Mallorca.

al exterior y a la navegación. Merece la pena recordar aquí la secuencia continua que plantea dicho asentamiento entre la Protohistoria balear y la Mago romana, frente a la frecuentación esporádica que se supone para los promontorios costeros (Guerrero, 2006a), donde habitaría un mínimo de población “no integrada” (Plantalamor, 1991b: 1158), aspecto éste que quizá explicaría esta disimilitud espacial (Figura 30). A tenor de las observaciones desarrolladas (Sánchez et al., 2013), se propone que la visibilidad desempeñó un papel importante en la estructuración del paisaje costero insular, hasta el punto de configurar una red de asentamientos que controlaba las rutas marítimas de interconexión entre la isla y el Mediterráneo Occidental. Atendiendo a la bibliografía, este patrón de asentamiento habría entrado en funcionamiento en la isla durante el Bronce Balear y encontrando su epígono en torno al 800-750 a.C., de acuerdo con las dataciones radiocarbónicas disponibles. Sin embargo creemos que, debido a la presencia de estructuras con orientaciones definidas por el ángulo recto, y sobre todo, la perduración 53

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cronológica hasta el Postalayótico de las necrópolis y fondeaderos asociados a estos sitios, no es aventurado plantear la posibilidad de una continuación de su uso durante la Protohistoria menorquina hasta prácticamente la conquista romana, tal y como ya sugirió Plantalamor (1991b: 1160). Nos atrevemos a proponer, a la par, la posibilidad de que hubiesen existido otros asentamientos en las zonas en donde aún hoy la arqueología no los ha localizado (Figura 30), y que cerrarían así todo el contorno isleño. La interpretación de la existencia de una red de asentamientos costeros sugiere muchas ideas en torno a las relaciones de la población autóctona con el exterior (Orfila, 2008). En este sentido, cabe mencionar los contactos comerciales entablados por aquellos pobladores con otros puntos del Mediterráneo, atestiguados en pecios como el de Cala Sant Vicent o el Lazareto, entre otros. Su especialización como honderos y el papel de mercenarios (constatado desde al menos el siglo V a.C.) en los conflictos bélicos, implicó asimismo la constante salida de hombres de la isla, especialmente en el contexto de las Guerras Púnicas.

Figura 30. Cuencas visuales de los costeros menorquines.

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Por otra parte, no estará de más señalar que el papel de las Baleares como puertos de repostaje en las rutas marítimas fue muy valorado, pues, de no haber sido así, es seguro que no se hubiese justificado la intervención militar romana, según las fuentes oficiales, en la necesidad de acabar con la presencia de piratas (latrones) que utilizaban los puertos como base para atacar a las embarcaciones que navegaban por el mar Balear (Estrabón, III, 5,2; Floro, I, 43; Orosio, V, 13,1; Prieto, 19871988; Zucca, 1998: 136; Orfila, 2008). Integradas las islas a Roma, posiblemente estos asentamientos costeros debieron ser utilizados para otros menesteres, o simplemente dejaron de tener su utilidad dentro del período romano.

3.4 - LOS SIETE RECORTES CÚBICOS FRENTE AL COBERXO BLANC17 A consecuencia de la limpieza y prospección superficial realizada a lo largo del actual camino que consiente el paso de la playa formada por el barranco de Biniadris hacia la playa del brazo occidental de la cala, en este caso la formada por el barranco de Sant Domingo, pasando bajo la casa que lleva el nombre de “Solita”, en una zona denominada Sa Punta, situada a una cierta distancia de la gruta y frente al abrigo natural conocido como Coberxo Blanc, la intervención arqueológica llevada a cabo en el verano de 201018 puso al descubierto mediante una cuidadosa limpieza una serie de recortes en la roca natural que no había llamado, hasta el momento, la atención de ningún investigador precedente. Hay que destacar que la ubicación de los mismos se halla frente al punto en que se han localizado, en las excavaciones submarinas realizadas, mayor número de elementos en lo que parece haber sido un área, y lo es hoy todavía, de fondeadero. No se puede excluir que estén vinculados a las tumbas rupestres de la necrópolis y puedan ser en consecuencia una especie de betilos, o quizás probablemente basamentos destinados a sostener estatuas o signa, o bien arulae (Orfila et al, 2010 y 2013). En el caso de que nos inclináramos por esta segunda hipótesis, no es posible, sin embargo, establecer si se tratara de exvotos, vinculados eventualmente a las vicisitudes de algunas de las naves ancladas y refugiadas en la cala, o de esculturas vinculadas quizás al santuario de la Cova dels Jurats y situadas a lo largo de una de sus vías de acceso. La cronología no resulta en absoluto precisa ya que pueden datar desde el período inicial de la necrópolis hasta una cro17 Este apartado ha sido redactado por G. Baratta. 18 El trabajo que he desarrollado se inscribe en el marco del FFI2011-25113 y del Grup de Recerca Consolidat LITTERA (2009SGR1254).

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nología romana, según la funcionalidad y destino en el que se quiera pensar. Además hay que tener en cuenta que en el momento actual se desconocen, efectivamente, los caminos que llevaban al área sacra, ya que Calescoves es hoy en día una zona protegida como paisaje, en la cual, por lo tanto, no resulta posible remover la vegetación, razón por la cual no resultará fácil identificar los antiguos recorridos que llevaban al santuario, sea desde el interior de la isla sea desde la costa. Las características de los elementos cúbicos recortados en la roca hasta ahora localizados son las siguientes (Figura 31): •







Nº 1: Medidas exteriores, en sentido nordeste-sudoeste 0,53 m; sentido este-oeste 0,63 m. En el interior los tamaños son 0,22 por 0,27 m, y su profundidad de unos 4 cm en una zona y de 15 cm en otra. La altura exterior del recorte de este elemento es de 0,15 m, mientras que desde la repisa superior al hueco recortado en su interior es de 0,04 m. El hueco circular que se aprecia en su lado Este tiene unos 5 a 6 cm de profundidad. Nº 2: Medidas exteriores, en sentido nordeste-sudoeste 0,46 m; sentido este-oeste 0,48 m. En el interior los tamaños son 0,20 por 0,25 m, con una profundidad que va de los 2 a los 3 cm. La altura exterior del recorte de este posible soporte es de 0,02 m, mientras que desde la repisa superior al hueco recortado en su interior es de 0,03 m. El hueco circular que se aprecia en su lado Este tiene unos 4 cm de profundidad (Figura 32). Nº 3: Medidas exteriores, en sentido nordeste-sudoeste 0,41 m; sentido este-oeste 0,59 m. En el interior los tamaños son 0,30 por 0,22 m, con una profundidad de unos 7 cm. La altura exterior del recorte en la roca es muy variable, de 0,06 m a 0,27, y hasta alcanzar los 0,30 m de altura. El hueco circular que se aprecia en su lado Oeste tiene unos 5 cm de profundidad. Nº 4: Medidas exteriores, en sentido nordeste-sudoeste 0,61 a 0,71 m; sentido este-oeste 0,62 m. En el interior los tamaños son 0,21 por 0,25 m y su profundidad unos 4 cm. La altura exterior del recorte es de 0,15 m, mientras que desde la repisa superior al hueco recortado en su interior es de 0,04 m. 56

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Figura 31. Elementos cúbicos recortados en la roca frente al Coberxo Blanc.

Figura 32. Elementos cúbicos 1 y 2 frente al Coberxo Blanc.

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El hueco circular que se aprecia en su lado Este tiene unos 6 cm de profundidad. Nº 5: La conservación de este soporte de escultura está muy deteriorada. Sus medidas exteriores, en sentido nordeste-sudoeste 0,61 m; sentido este-oeste 0,54 m. En el interior los tamaños son 0,24 por 0,31 m y su profundidad entre 2 y 4 cm. La altura exterior del recorte de nos 0.18 m en la parte que se puede calibrar. Nº 6: Es el que está en peores condiciones, apenas un hueco en la roca, con unas medidas exteriores de, 0,16 por 0,19, por 0,22 por 0,22, respectivamente de cada lado, con unos 3 cm de profundidad. Nº 7: Este nº 7 fue reutilizado como soporte de un hito que marca la línea de la costa. Un mojón de cemento está en su interior, por lo cual sólo se pueden tomar medidas exteriores. En sentido nordeste-sudoeste 0,58 m; sentido este-oeste 0,45 m. La altura exterior del recorte de este soporte va de 0,12 m, a 0,25, 0,30 y 0,27 m.

3.5- COVA DELS JURATS O ESGLÉSIA 3.5.1- El interior de la gruta19 Los santuarios menorquines pertenecientes a la Cultura Talayótica identificados hasta la actualidad son edificios construídos, emergentes, que responden a dos características muy específicas: tener una planta que recuerda a la forma de una herradura, con la fachada siempre cóncava, e identificarse en su interior un elemento que las caracteriza, una especie de pilastra en forma de “T” ubicada en la parte central del edificio, pieza denominada “Taula”, mesa en catalán. Estos santuarios, conocidos como “Recintos de Taula” (Plantalamor, 1991a: 333-372; Plantalamor, 1995b; Gornés y Gual, 2001: 160-180; Gornés, 2008), han producido una importante cantidad de bibliografía. Objeto de atención desde las primeras publicaciones de carácter arqueológico (Ramis, 1818), fueron edificios en donde la insigne arqueóloga inglesa M. Murray intervino en la década de los 30 del siglo XX. Murray se ocupó de la taula del poblado de Sa Torreta (Murray, 1934), y también de Trepucó (Murray et al., 1932 y 1938). 19 Este apartado ha sido redactado por M. Orfila, E. Sánchez, M. Gutiérrez y P. Marín.

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Las taulas de Talatí y Torrellafuda ocuparon las investigaciones de Serra (1966). Rosselló (1986) intervino en el recinto de Torre de’n Galmés que ya había sido excavado anteriormente por Flaquer (1953), y llegó a la conclusión de que con seguridad funcionó entre los siglos IV y I a.C. (Rosselló et al., 1984: 189). Su significado se ha querido asociar a referencias astronómicas, tal como lo analizó Hoskin (1995). Pero realmente deben considerarse la Taula de Torralba d’en Salort, So Na Caçana y Binissafullet como los únicos santuarios en los que se ha excavado de una manera sistemática. En el recinto de Torralba d’en Salort, cercano a Calescoves, se ha documentado una acción que se sitúa especialmente en el I Milenio a.C. (Fernández-Miranda, 1979 y 1991; Fernández-Miranda et al., 1995, y su obra póstuma de 2009: 213-231). Pues bien, una especie de “taula” parece estar recortada en una de las cuevas de esta necrópolis, en concreto en el hipogeo XXI (Gornés y Gual, 2000). De manera más clara puede verse ese efecto en el hipogeo nº 4 de Cala Morell (Plantalamor et al., 1989), y otra especie de “taula” estaría también presente en uno de los hipogeos de Binisafuller (Plantalamor, 1995: 186). La gruta de Calescoves conocida como Cova dels Jurats o de l’Església, no había sido explorada nunca en su interior de manera sistemática (Figura 33). A partir

Figura 33. Imagen del acceso de la Cova dels Jurat o esglesia.

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de la bibliografía se tenía alguna referencia sobre la recuperación de materiales cerámicos de su subsuelo. Más concretamente, se sabía de varios cuencos de cerámica megárica que procedían de ese lugar, datados en torno al sigo II a.C. (Belén y Fernández-Miranda, 1979: 126, Fig. 13 nº 1, 2 y 3). Unos objetos éstos que presumían un potencial arqueológico en su interior, a lo que había que sumar las referencias transmitidas por vía oral de la recuperación de otras cerámicas del interior de esta cueva (Figura 34).

Figura 34. Cerámicas megáricas de Calescoves (Belén y Fernández-Miranda, 1979).

Era por tanto lógico que, dentro del proyecto que se inició en 2010, uno de los objetivos prioritarios fuera, tal como se ha indicado ya, hacer una excavación arqueológica en el interior de la gruta, así como realizar un levantamiento topográfico de la misma, dado que tampoco existía un plano de la cueva (Orfila et al., 2010) (Figura 35). Los resultados de estos trabajos permiten hoy afirmar que esta gruta, de origen natural en un principio, tiene un tamaño y forma totalmente diferente del resto de las cuevas horadadas artificialmente en los acantilados de la cala. De unos 20 m de profundidad y unos 9 de anchura, su altura original debió oscilar entre 4 y 5 metros (Figura 36 y 37). Esas medidas le dan una forma alargada, teniendo la particularidad de que el fondo de la misma, retocado por la mano del hombre, 60

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cales coves cova de S’Església

Figura 35. Planta de la Cova dels Jurats.

cales coves 2010

cova de S’Església Sección longitudinal de la cueva

Figura 36. Sección longitudinal de la Cova; en negro los desprendimientos.

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Figura 37. Sección lateral de la Cova; en negro los desprendimientos.

cales coves 2010

cova de S’Església Sección transversal de la cueva

se conforma un amplio ábside en el centro, con dos especies de cellas a cada lado del mismo (Figura 38). El recorte del lateral este, identificado como “cella 2”, es mucho más pronunciado que el del lado oeste. El potencial arqueológico de la parte más profunda de la cueva resultó pobre. Llaman la atención algunos orificios recortados en la roca virgen en la parte central del ábside de la cueva. La cella 2 presenta una especie de hoyo circular conformado en el fondo de la misma, en el que puede que se recogiera el agua que aflora por las paredes de la gruta (Figura 39)20. Dados los desprendimientos de la techumbre de esta gruta es difícil determinar el punto real de su entrada, aunque unos restos que se pueden dilucidar de entre los escombros en el lado oeste de la misma, podrían indicar una especie de cierre y, por tanto, señalar su fachada como acceso. Es importante resaltar que, gracias a los resultados de las intervenciones realizadas en las tres campañas de excavaciones, se ha podido señalar que el desplome de una parte importante de la techumbre selló más de dos terceras partes de lo acumulado en el suelo, preservando el potencial arqueológico de toda esa zona, al menos hasta el momento (Figura 35). 20 Las tareas de topografía han corrido a cargo de Pedro Cózar, junto a Mario Gutiérrez y Elena Sánchez.

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Figura 38. Vista de la cabecera tripartita de la gruta.

Figura 39. Planta, sección y fotografía de la cella 2.

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Los lugares en donde se ha intervenido, de hecho, se han tenido que adaptar al espacio que quedó sin cubrir por esos desprendimientos, y se corresponden con el fondo de la cueva –zona con un escaso potencial arqueológico. Este área se identificó en las memorias de excavaciones como Cata 2, y el pasillo que se formó entre la pared este de la gruta y las rocas desplomadas, se distinguió como la zona de la Cata 1 (Figura 40). Disponíamos, pues, de un espacio reducido en donde trabajar, y en el que, además, se detectaron varias acciones de expolio que destruyeron parte de ese escaso potencial arqueológico no afectado por el desprendimiento del techo. Aun así, se ha constatado una interesante secuencia estratigráfica que permite afirmar que el uso que se le dio a esta cueva en época antigua no tiene nada

Figura 40. Planta de la cueva con las zonas en donde se ha intervenido señaladas.

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que ver con la del centenar de cuevas artificiales recortadas en los acantilados de esta ensenada, con funcionalidad funeraria en época talayótica. Los restos recuperados de esta Cova dels Jurats aportan fehacientes testimonios de actividades relacionadas con los vivos y no con los muertos, ya fuesen usos de hábitat o de tipo cultual los que allí se dieron. El inicio de esta actividad coincide con el declive de la necrópolis y, al mismo tiempo, con el momento de auge del desembarco de mercancías de las naves que recalaban en esta ensenada. Puede constatarse también que de entre el conjunto de artefactos recuperados en nuestras intervenciones, lo que más abunda son fragmentos cerámicos de piezas hechas a mano de tradición post-talayótica. La mayor parte responden a formas de pequeños boles, pero se acompañan además de otras de origen ebusitano, de un lote de, de nuevo, boles, fabricados a molde e importados desde el Mediterráneo Oriental –cerámicas conocidas como megáricas–, o suditálicas tipo Campaniense A, junto a vasos de paredes finas y platitos de terra sigillata (Figuras 41 y 42). Junto a esos fragmentos, se hallaron pequeños objetos como una aguja de sujetar el cabello, un cuchillo de hierro y un importante número de restos óseos faunísticos, además de algún resto de ictiofauna y de conchas. La cronología proporcionada por esos bienes da a entender que la actividad se inició en el interior de esta cueva en torno a fines del siglo III a.C. o inicios del II a.C., hasta inicios del I d.C., y de esos años debió ir decayendo, aunque no por ello se abandonó el uso del interior de esta cueva (Orfila et al., 2013). La secuencia estratigráfica detectada en las catas en donde se ha intervenido es reiterativa. Sobre la roca madre (UE015) se llevó a cabo una primera regularización del suelo, sobre él se debió desarrollar una actividad en la que la combustión estuvo presente, dada la cantidad de carbones recuperados en este estrato (UE14); sobre ese nivel se aprecia la realización de otro piso, esta vez a base de piedras y arenisca, que forma un suelo de paso (UE13). De nuevo se vuelve a repetir lo que se aprecia más abajo, un nivel de uso (UE16), sobre el que se ha realizado de nuevo una combustión (UE11)21, y sobre esta unidad estratigráfica otra nivelación del suelo a base de piedras y tierra blanquecina, identificado en este caso como UE38. Tiene un uso en la UE10, y se aprecia sobre esta unidad 21 En la analítica efectuada por la Dra. E. Grau, de la Universitat de València, los resultados preliminares en cuanto a los restos de maderas carbonizadas identificadas en una muestra de 100 fragmentos pertenecientes a esta UE11, han sido los siguientes: Olea europea (60%), Pinus halepensis (15%), Quercus ilex-coccifera (20%) y Rhamnus/ Phillyrea (5%).

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Figura 41. Materiales cerámicos.

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Figura 42. Materiales cerámicos.

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de nuevo un nivel de combustión, en este caso la UE09, para de nuevo nivelarse rehaciendo un piso (UE07). Unos niveles que alcanzarían el siglo I d.C. (Figuras 43 y 44). Figura 43. Sección estratigráfica, dibujo.

Figura 44. Sección estratigráfica, fotografía.

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De ese período parece que fue habitual el consumo de líquidos, presumiblemente vino, aunque son pocos los testimonios de restos de ánforas u otros recipientes contenedores de ese producto. Está constatado también el consumo de alimentos, especialmente de procedencia animal, más específicamente ovicápridos. Concluída esa actividad participativa en el interior, en donde los isleños debieron tener un papel predominante, dada la cantidad de cerámica talayótica recuperada, parece que se iniciaría, ya alcanzado el siglo II d.C., una actividad en el exterior de esta cueva. De ello dan debida cuenta las inscripciones recortadas en la roca en la entrada de la gruta, y que van a ser analizadas en próximos párrafos, con posibles actividades, ya no participativas, en el interior, y de las que se tendría como único indicador un grupo de lucernas. Estas lámparas debieron estar colocadas originariamente en los pequeños huecos que se aprecian en los laterales de la gruta. Existe una serie de repisas internas recortadas en la pared de la gruta de las que no parece posible conocer la cronología de su ejecución. Estos elementos algo debieron tener que ver con la actividad desarrollada en el interior de este lugar, aunque la realidad es que, hasta el momento, no se puede saber con exactitud ni su funcionalidad ni que tuvieran uso desde el primer momento en que la gruta se empezó a utilizar. Gracias a los resultados de estas investigaciones, puede apuntarse que se está frente a una gruta que tuvo una actividad en su interior en un período que abarca ese abanico temporal ya mencionado desde fines del siglo III a.C. hasta el siglo I d.C., puede ser que sirviendo como santuario. Y esa misma función que acaso tuvo en el exterior, vendría conectada en este caso a las inscripciones. ¿Debe asociarse ese hecho al momento de municipalización de las dos urbes de Menorca, Iamo y Mago como consecuencia del Decreto de Latinidad de Vespasiano? (Orfila, 1995; García Riaza y Sánchez León, 2000: 152). Si fuera así, implicaría que se habría implantado un nuevo modelo organizativo y nuevo también ritual ceremonial religioso. La constatación en la gruta de Calescoves de actividad relacionada con la combustión, combinada con la presencia de fauna que había sido descuartizada, y probablemente consumida, son elementos comunes entre los restos 69

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recuperados en los santuarios talayóticos y los recintos de taula. De hecho en la excavación de la Taula de Torralba d’en Salort sus excavadores indican: “La misma pira ardiendo ininterrumpidamente delante de la Taula parece ayudar a entender este recinto como un lugar sagrado” (Fernández-Miranda, 1979: 567)22. Si la combustión es considerada parte consustancial de un ritual religioso, y si a ello se añade la forma de la cueva, más la constatación del uso del exterior de la cueva para actividades de tipo religiosos desde el siglo II al III d.C., tal como lo confirma la lectura de los epígrafes grabados ahí (Orfila et al., 2013), quizás deba considerarse que comer y beber dentro de la gruta, entre fines del siglo III a.C. hasta el I d.C., formaba parte de actos de tipo religioso, si bien no se puede asegurar que realmente se llevara a cabo, ni que esa actividad fuera de tipo cultual. De ser un santuario rupestre de finales del periodo talayótico, ésta sería una novedad dentro de la historiografía menorquina. De hecho, no se tiene constancia, hasta la actualidad, de la existencia de espacios religiosos en gruta ni en Menorca ni en Mallorca, islas en donde se desplegó la cultura talayótica. Para ello, debemos mirar hacia la vecina Ibiza, sede de una factoría fenicia desde el siglo VII a.C.23, en donde sí es habitual que sus santuarios estén en cuevas, cuestión que se asocia al mundo púnico. Recordemos el de Es Cuiram (Aubet, 1969 y 1982; Ramón, 1981), o el de Illa Plana (Hachuel y Marí, 1991). 3.5.2- Santuario y área sacra de la Cova dels Jurats o Església en época romana.24 La estructura de la gruta La gruta cuyo acceso, junto a la pared con los paneles inscritos, está casi completamente obstruido por las enormes piedras desprendidas del techo, presenta una planta sensiblemente alargada y tripartita ya que parece formar tres “áb22 Fernández-Miranda señala que, dada la edad habitual a la que se sacrificaba a los animales identificados por sus huesos en la pira, básicamente ovejas, cabras y cerdos, puede interpretarse que esa actividad se llevaba a cabo básicamente en los meses de estío, entre junio y septiembre (Fernández-Miranda, 2009: 250). 23 A partir del último tercio del siglo VII a.C. ya funcionaban dos factorías fenicias en la isla, Sa Caleta (Ramón, 1991 y 2007) e Ibiza (Gómez Bellard et al., 1990; Gómez Bellard, 2002). 24 Este apartado ha sido redactado por G. Baratta.

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sides” en su extremidad interior. Esta forma particular parece ser ciertamente el origen del topónimo Cova de l’Esglèsia que es usado como alternativa a Cova dels Jurats para identificar el antro rocoso. Esta gruta o cueva constituía ciertamente el corazón, el sancta sanctorum del santuario. En el centro de la cueva en lo que parece ser el “ábside central” debía estar colocada una estatua de culto, a ella debían quizás corresponder los alojamientos localizados en el suelo rocoso y el rebaje de la pared del fondo para contenerla en razón de su altura. En el “ábside derecho”, en cambio, el suelo ha sido rebajado unos 70 cm para excavar una piscina circular o lacus (Figura 39) de 120 cm de diámetro, en la cual podía ser recogida el agua de infiltración que discurre por las grietas y fracturas naturales que fueron en parte reelaboradas con esta finalidad, igualmente parecen haberse tallado salidas de descarga para el contenido de la piscina con el fin de que no rebosara. En la pared lateral izquierda de dicho espacio se ve recortado en la roca a 42 cm del suelo un elemento notable que forma una especie de arcosolio de unos 74 centímetros de anchura. El mismo acceso al ábside presenta en su parte izquierda dos recortes horadados en la roca que podrían haber alojado los pivotes, los goznes, de una cancela o puerta. El “ábside” situado a la izquierda, no ha sido excavado y sólo parcialmente revisado, ya que se encuentra obstruido y cubierto por el material desprendido del techo de la cueva. A lo largo de las paredes de la cueva se hallan distribuidas repisas en forma de bancadas de considerables dimensiones en algún caso como la más evidente, adosada a la pared derecha. Asimismo son visibles nichos recortados artificialmente para el alojamiento de lucernas, de las cuales la excavación ha restituido numerosos fragmentos. Evidentemente algunos de los elementos descritos pueden haber sufrido manipulaciones en momentos posteriores al uso sacral de la cueva para adaptarse a otras utilidades. El material arqueológico encontrado en los sondeos realizados en el interior de la cueva documenta inequívocamente su frecuentación en época romana, pero hay que notar que su cronología no coincide completamente con la de las inscripciones que se hallan agrupadas en la pared situada junto a su ingreso. Resulta evidente que la cueva fue objeto de una frecuentación anterior a la fundación del santuario exterior y, por consiguiente, es posible que muchos 71

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de los elementos presentes en su interior, como el lacus, el nicho en forma de arcosolio o las bancadas, puedan corresponder a fases más antiguas. Un posible conjunto de altares En una zona más cercana al acceso actual de la gruta y a una cota casi igual, se han individuado también en el banco rocoso, situado al pie de la pared del acantilado, trazas de regularización del mismo con la finalidad, verosímilmente, de crear una plataforma en la cual erigir altares muy posiblemente de mampostería (Figura 45). La existencia de los mismos depende del hecho de que se han hallado también vestigios en forma de recortes más o menos regulares sobre dicha plataforma rocosa, que parecen corresponder a sus emplazamientos en relación a los cuales se deben poner en relación las trincheras de poca profundidad, recortadas para cimentarlos, que dejan además un nucleo central para sostenerlos. Debemos imaginar dichos posibles altares revestidos de lastras de mármol u otro material lapídeo o en todo caso bien estucados y pintados (Orfila, Baratta y Mayer, 2010: 423). La hipótesis puede encontrar una cierta confirmación por el hallazgo en una oquedad de un clavo de bronce que podría ser pertinente al aparato decorativo o al revestimiento de uno de los altares. No hay

Figura 45. Fotografía de los restos de la posible sujeción de un altar.

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que descartar que la plataforma de roca natural en que están emplazados dichos altares o aras fuera regularizada con algún tipo de pavimentación, opus signinum por ejemplo, aunque por el momento no hemos encontrado trazas del mismo, lo que no resulta extraño dada la fuerte erosión sufrida por el suelo de dicha plataforma (Orfila et al, 2013: 113). Los alojamientos para estatuas A algunos metros de distancia de esta plataforma en dirección a la entrada de la gruta se halla otro banco rocoso que está situado a aproximadamente 1,60 m respecto al nivel actual de circulación. Esta repisa está situada al abrigo de un nicho natural de la pared rocosa y presenta tres encajes bien recortados para el alojamiento de un número correspondiente de esculturas respecto a las cuales, según los datos de los que disponemos en la actualidad, nada podemos decir además de constatar su disposición y que se trataría de elementos relacionados evidentemente con el área sacra rupestre (Orfila, Baratta y Mayer, 2010: 422-23; Orfila et al, 2013: 114). Hemos de señalar que en el emplazamiento central se han descubierto también unos orificios posiblemente destinados a la fijación de tirantes de sostenimiento para una de las estatuas o signa. Esta estatua, quizás de dimensiones superiores a las otras dos, necesitaría ser mantenida por tirantes situados en la parte posterior de la misma para asegurar su estabilidad. Tampoco en este caso se han encontrado, por el momento, restos del material escultórico, aunque no cabe duda de su existencia dada la naturaleza de los soportes previstos para esta finalidad. Como hemos ya señalado, sería lícito suponer, a la vista del contenido de las inscripciones situadas en la pared de roca contigua, que pudiera tratarse de imágenes icónicas vinculadas al culto imperial, razón por la cual, y vista la cronología de los epígrafes, se podría pensar en un conjunto del período antonino, momento en el que son especialmente frecuentes este tipo de agrupamiento de estatuas de miembros de la casa imperial (Figura 46). La fecha, que aparece reiteradamente en las inscripciones, corresponde a los Parilia que coinciden con el día del nacimiento de Roma que nos documenta la tradición historiográfica, por lo cual no sería tampoco descabellado pensar en la presencia de una imagen de Roma divinizada. No obstante todo ello, se mueve, a falta de nuevos datos, en un ámbito puramente conjetural y nuestra propuesta intenta tan sólo dar una posible explicación a la presencia de estos recortes en la roca presumiblemente dedicados al emplazamiento de elementos escultóricos. 73

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cales coves 2010 cova de S’Església Repisa exterior 1:20

Figura 46. Planta, sección y fotografía de la repisa exterior destinada al alojamiento para esculturas.

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Los recortes en la roca que fueron interpretados popularmente como tronos o sillas han dado origen al nombre de Cova dels Jurats, como ya explicó en su momento J. Ramis y Ramis: “… y por tradición muy antigua se llama la Cóva dels Jurats, y en efeto hay alli cerca como dos sillas formadas en la peña donde se sentaban, según dicen, los Magistrados de esta Población.” (Ramis, 1817: 88, n. 3). El hecho de que J. Ramis se refiera a sólo dos “sillas” es debido seguramente a que dos de los alojamientos son muy evidentes mientras que el tercero ya en aquel momento debía estar en peor estado de conservación. Puede intentarse ver una relación entre la posible existencia de tres altares en la plataforma regularizada, que hemos comentado anteriormente, y la de tres alojamientos para estatuas, pero en el momento actual esta constatación no permite afirmar que este hecho sea un indicio para identificar un lugar de culto vinculado a una tríada. El topónimo alternativo de esta zona, Cova de l’Església, debe depender en cambio de los tres espacios casi absidales del interior de la cueva. La pared con inscripciones Una gran atención ha sido prestada al examen y estudio de las inscripciones rupestres incisas en la pared rocosa poco más allá del alojamiento para las estatuas y a pocos metros del ingreso de la gruta (Orfila, Baratta y Mayer, 2010: 418-119). Se trata, evidentemente, de la documentación más importante de la que se dispone para comprender la naturaleza y la función de este área. El frente inscrito, tal como lo vemos hoy, se ha conservado por ser la zona más protegida de la erosión eólica y otros agentes atmosféricos. Muy probablemente en la antigüedad las cartelas ocupaban un espacio mucho más amplio: el número actual de 29 seguramente identificables es sólo mínimamente una parte de los que se pintaron o grabaron (Figura 47). La plataforma actual, cerrada por una reja apoyada sobre una plataforma artificial apoyada a la pared, da una visión deformada de lo que pudo ser la realidad, aunque indudablemente ha asegurado la protección de las piezas identificadas del panel. Quizás sería útil en algún momento poder estudiar la parte de pared que oculta la plataforma, que es reversible. No todas las cartelas son reconducibles a una misma tipología. Se conservan por ejemplo tabulae ansatae, es decir placas con dos asas laterales en forma de cola de milano, cartelas simplemente enmarcadas y otras aparentemente sin marco ya que resultan incisas en los espacios sobrantes situados entre cartelas 75

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cales coves 2010 cova de S’Església Paneles epigráficos 1:20

Figura 47. Croquis de ubicación de los paneles epigráficos.

precedentes. La sucesión cronológica en que han llegado a nosotros las cartelas se presenta aparentemente desordenada en función de la sucesión de los tituli, es decir las inscripciones, algunos de ellos grabados amortizando otros y aprovechando seguramente la parte más accesible de la pared rocosa, como se aprecia en el croquis relativo al estado del estudio en el 2010. Las inscripciones grabadas presentan restos de atramentum, el minio rojo con el que fueron pintados los surcos de las letras, en buena parte de las conservadas, pero debió existir un buen número de letreros, tituli, tan sólo pintados como, por ejemplo, el texto A 3. Restos de puntos de atramentum han permitido identificar tituli desaparecidos (véase B 5); además en un caso un campo epigráfico bien delimitado permite suponer la desaparición total del texto epigráfico (G 1). (Orfila et al., 2013: 114).

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3.5.3- Santuario en época romana de la Cova dels Jurats o Església: estudio epigráfico de los paneles en el exterior de la gruta25 Breve recorrido por la historia de la investigación epigráfica en Calescoves. La primera edición se produce por parte de Juan Ramis y Ramis, Inscripciones romanas que existen en Menorca, Mahón 1817 (reimpr. facsímil Ciutadella de Menorca 1995). Emil Hübner no tuvo ocasión de verlas, razón por la cual en la primera edición del Corpus Inscriptionum Latinarum II (= CIL II), correspondiente a Hispania, fechada en Berlín en 1869, con los núms. 3718-3724 reprodujo las lecturas de Ramis. De nuevo en el suplemento publicado también en Berlín en el año 1892, (núms. 5592-6000), dependió de lecturas ajenas, a pesar de haber estado en Menorca con esta finalidad en agosto del 1886. Sus esfuerzos por encontrar las inscripciones fueron vanos y sus colaboradores locales no pudieron hallar el lugar de las mismas. Pensemos que el actual camino que baja a la cala es moderno y que sin él y en medio de la vegetación resultaba difícil encontrar y acceder al abrigo en que se encuentran. El Supplementum de CIL II depende en consecuencia de los calcos del coronel de artillería Teodoro Ugarte, a la sazón capitán, que una vez identificado, después de la partida del sabio alemán, el lugar de la cueva se los mandó a Berlín, según nos cuenta el mismo Hübner en un artículo publicado en el Boletín de la Real Academia de la Historia de 1888 (vol. 13, pp. 471-4769). Sobre dichos calcos comparados con los textos ya publicados anteriormente por Ramis, realizó Emil Hübner su segunda edición. En una lectura realizada posteriormente por Gabriel Llabrés en 1896, a quien acompañó Francisco Hernández Sanz, se trazó un croquis de la ubicación de los 19 paneles inscritos que consiguieron identificar. El material de Llabrés llegó también a las manos de Hübner, una documentación que no usaría, ya que el Supplementum había sido publicado con anterioridad a esta fecha y no debió de tener ocasión de estudiarla de nuevo. Aun así, envió una hoja con sus conclusiones de lectura en dos cartas dirigidas a Llabrés. Son datos que pudo conocer y llegó a recoger en sus publicaciones Josep Mascaró Pasarius (Geografía e Historia de Menorca, vol. IV, Menorca 1983, pp. 291-294, y Notas de Prehistoria Menorquina, Ciudadela 1961, p. 6). En época más reciente los esfuerzos dedicados a su lectura han sido muchos y ya en el siglo XX, el estudio de las inscripciones romanas de las Baleares llevado 25 Texto redactado por Marc Mayer.

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a cabo por Cristóbal Veny (1965: 160-170), las recoge, identificándolas con los números del 135 al 156 de su catálogo, que en total contabiliza 21 cartelas. La colaboración de Josep Mascaró Pasarius con Cristóbal Veny, en este trabajo de campo, realizado en 1956, fue fundamental en este punto y pudo servirse también del croquis y las notas realizadas por sus antecesores y del croquis de Francisco Hernández Sanz, que reprodujo en su obra. Hay, afortunadamente, un momento en que se decidió proteger del posible vandalismo las inscripciones. Para ello se construyó una plataforma adosada en la cual se implantó una reja metálica, substituida por otra inoxidable en 2010. Las precauciones incluyeron también una operación de calco de las inscripciones, hoy custodiado en diversas copias en escayola, algunas de ellas coloreadas, en el Museo de Menorca. Los calcos fueron realizados por Federico Soberats al inicio de la década de los 80 del siglo XX. La contribución de importancia capital para el conocimiento de las Insulae Baliares de Raimondo Zucca (1998: 201-202 y 216, nota 47), trató con perspicacia y profundidad el contenido de los textos, aunque no procedió a editarlos, esperando gentilmente la nueva edición, que ya entonces preparábamos, y de la cual le había informado también el colega y amigo Lluís Plantalamor, director de Museo de Menorca. Un artículo en curso de impresión del profesor Jaume Joan Castelló, “La celebración del Natalis Vrbis en Cales Coves: ritual y oficiantes”, que nos ha permitido conocer de forma anticipada a su publicación, intenta ofrecer una interpretación del sentido de la celebración que documentan las inscripciones y hace una nueva edición de los textos. Por nuestra parte, dentro del estudio del conjunto de Calescoves, estamos ya en la etapa de redacción final de las fichas correspondientes a cada una de las inscripciones, después de tres campañas de lectura y comprobación de su contenido. Las líneas que siguen responden a los resultados alcanzados hasta el momento, aunque creemos que en un futuro cercano podremos profundizar todavía más en su interpretación (Orfila et al., 2013: 116-117). Las inscripciones El mal estado de conservación de los paneles, dada la descomposición progresiva de la roca en la que están grabados o pintados, ha dificultado en gran medida llevar a cabo una correcta transcripción del texto de estas inscripciones. El esta78

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do actual de la investigación permite por el momento avanzar algo más sobre lo que se conocía hasta el momento sobre el conjunto de inscripciones rupestres (Figura 48). Las tres campañas de lectura realizadas sobre el terreno están pendientes de una nueva reelaboración que permita, mediante un trabajo realizado con un programa de tratamiento de imagen adecuado al efecto, confirmar lecturas inseguras o de textos muy erosionados y eventualmente identificar otros hasta ahora no vistos. Un inventario preliminar de las inscripciones, cotejado con las publicaciones anteriores y especialmente con la de Veny y Juan, arroja los siguientes resultados a partir de una autopsia directa y de la inspección de los calcos conservados en el Museo de Menorca. De esta observación directa se desprenden los hechos que reseñamos brevemente:

Figura 48. Vista general de los paneles epigráficos.

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1. La estructura de los textos parece responder a una datación consular, es decir, la indicación de los cónsules del año, seguida por la indicación de una fecha que resulta ser, en los casos en que se conserva, el 21 de abril. Sigue a continuación la fórmula hoc venimus, a la que sucede una abreviatura aedi– o aed–, que parece poder corresponder a aeditui, encargados de un templo, aunque no se haya dejado de pensar en aediles, magistrados locales, a partir de otros ejemplos, como veremos más adelante. En algunos casos está presente la forma ine– que quizá pueda responder a ineuntes, la indicación de que se inician en su cometido. Cierra siempre los textos lo que parece ser un elenco o una lista de nombres, posiblemente los de los mencionados aeditui. 2. La fecha indicada en buena parte de los casos, el XI Kal(endas) Maias, equivalente al 21 de abril, corresponde a los Parilia la celebración del dies natalicius Vrbis, es decir, el nacimiento de Roma, como ya precisó con razón J. Juan. Por el momento resta la duda de si tenemos documentada otra fecha, que podría responder quizá a la celebración de los Cerialia o ludi Ceriales. No será ocioso recordar para el 21 de abril, fecha confirmada, que el emperador Adriano impulsó la celebración de Natalis Vrbis y, a ese respecto, podemos remarcar el hecho de que ninguno de los documentos que hemos podido datar a día de hoy, resulte ser anterior a ese momento. Las alternancias de fechas en este tipo de rituales en santuarios rupestres, sin embargo, no resulta extraña y están presentes por ejemplo en el santuario del dios Bacax en el Djebel Taya de la actual Argelia, o en la Cueva Negra de Fortuna (Murcia). 3. El formulario con una forma del verbo venio es bastante común en este tipo de inscripciones, tal es el caso por ejemplo de las inscripciones hipogeas de la Cueva de La Griega de Pedraza (Segovia), o bien en el santuario hipogeo de Clunia. R. Zucca, en su libro fundamental sobre las Baliares romanas, señaló ya la uniformidad del formulario que indicaba hoc venimus, venimos a este lugar, y la frecuencia relativa del cambio del esperable huc por hoc. Las variaciones en el formulario empleado en los epígrafes de Calescoves, que podemos documentar con certeza, son por ahora mínimas, pero la comparación con conjuntos como el de la gruta de Taya, más arriba mencionada, muestra que las variantes de contenido y en el orden de sucesión son posibles, así como las distintas posibilidades de abreviación de las palabras.

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Presentamos a continuación las inscripciones de acuerdo con la numeración que se deriva del orden convencional que hemos establecido al hacer un primer croquis de trabajo a escala de las inscripciones presentes en la pared inscrita. Aparecen ordenadas en columnas de izquierda a derecha y de arriba abajo. Hemos de señalar además que con la indicación “croquis Veny” nos referimos al dibujo de la situación de las inscripciones de F. Hernández Sanz, modificado por J. Mascaró y C. Veny, recogido en el Corpus de la Inscripciones Baleáricas de este último e indicadas como CIBal. Toda persona interesada podrá encontrar los textos en ese documento, del que no reproducimos más que algunos de los casos en los cuales el contenido se nos presenta de forma más completa. Sirve la presentación de estas transcripciones como muestra de lo que será la edición final de estos epígrafes. Con la indicación Ramis y el número consiguiente, nos referimos a la obra pionera de J. Ramis y Ramis, de 1817. Podrá verse además que cuando son posibles precisiones de datación lo indicamos para que el lector pueda formarse una idea del desarrollo temporal del santuario que prueban las inscripciones: A 1: CIBal 155, croquis Veny XXI. A 2: CIBal 156, croquis Veny XXII. A 3: inscripción pintada con indicios de moldura. B 1: restos de una inscripción pintada en color rojo. B 2: CIBal 137, croquis Veny III, que hemos leído de nuevo, con correcciones, y consideramos datable en el 192 d.C. B 3: CIBal 136, croquis Veny II, presenta la forma imp[, que sugiere de nuevo una datación consular. B 4: CIBal 135, croquis Veny I. El calco existente en el Museo de Menorca resulta fundamental para completar la transcripción del texto, que presenta quizá una parte central del formulario que parece repetirse en buena parte de la inscripciones. B 5: restos de letras pintadas de color rojo. C 1: CIBal 138, croquis Veny IV, se ha podido leer un conjunto de letras frente a la situación anterior de la transcripción del texto. C 2: CIBal 139, croquis Veny V, presenta seguramente restos de la fórmula h]oc ven[imus. C 3: CIBal 140, lam XXXVIII, fig. 91, CIL II 3722 (= 5996), croquis Veny VI, Ramis V. La datación consular corresponde al año 179 d.C. (Figura 49) [IMP·CAE]S·L·AVRELIO 81

LOS SANTUARIOS DE CALESCOVES (ALAIOR, MENORCA)

Figura 49. Fotografía de la inscripción C 3 (CIBal 140).

[COMMODO AV]G·II·P·MART [IO VERO II] CO(n)S(ulibus) [X]I K(alendas) MAI [AS H]OC VENIMVS AED(ditui) [. . .]PO[R]CI[.]+IO[. .] VIR [. . .]E[. .]IO [S]ABINO C 4: CIBal 141, lám. XXXXVIII, fig. 92, CIL II 3719 (=5993), croquis Veny VII, Ramis VI p. 86 (Figura 50). I[M]P(eratore) C[AES(are) ..] AELIO ·? ANTONINO II · ET [. . .]+E o L[.]+[- circ. 6-]+[-circ. 3-] CAES(are)·CO(n)[S(ulibus)]+ XI KAL(endas) MAIAS H (vacat 2)OC V[ENI]M VS AED(itui) (vacat 2) INE++PO[-circ. 5-] V o NO+[. .]VIRVM o A +[. . . .]+ [- - -]I[- - -]

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Figura 50. Fotografía de la inscripción C 4 (CIBal 141).

Se trata seguramente del consulado de Antonino Pío, tertium, por tercera vez, junto con M. Aelius Verus Caesar, el futuro emperador Marco Aurelio, que se podría datar en el 140 d.C. En este caso la inscripción indica II, iterum, por segunda vez por un probable error de copia. Cabría también la posibilidad de que se tratara del consulado de estos mismos personajes en el año 145, cuando Antonino Pío fue cónsul quartum, por cuarta vez, y Marco Aurelio por segunda vez, iterum. La inscripción B 2 CIBal 137, parece corresponder también a uno de estos dos consulados. R. Zucca data este epígrafe, con dudas, en 161 d.C., hecho que no parece posible por la denominación de Marco Aurelio en aquel momento, y Veny lo hace entre 140 y el 145 d.C. C 5: campo alisado sin restos aparentes de letras. C 6: un solo resto de letra pintada de color rojo. C 7: CIBal 142, croquis Veny VIII, presenta una datación consular incompleta seguida por la forma hoc venimus y el elenco de lo que parecen ser aeditui. 83

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D 1: CIBal 152, croquis Veny XVIII, restos de un formulario en toda su extensión pero incompleto en la parte inicial y central de los renglones. D 2: CIBal 154, croquis Veny XX, dos restos de letra en la parte inferior de la cornisa de otra inscripción. D 3: CIBal. 145, croquis Veny XI, tabula ansata pintada. E 1: CIBal 143, lam. XXXIX, fig. 63, CIL II 3718 (=5992), croquis Veny IX, Rámis I, p. 85. Es la más completa de las inscripciones conservadas con datación consular en el 150 d.C. (Figura 51). M GAVIO SQ[V]ILLA GA [L]LICANO S[EXTO] CAR MINIO VETERE CO(n)S(ulibus)· XI K(alendas) MAIAS HOC VENIMVS AEDI NTE CN(aeus) COR(nelius) BARIA X V(ir) S o O CV T o L ATI [- - -? o vacat]VM II + [. .]LINO (hedera)

Figura 51. Fotografía de la inscripción E 1 (CIBal 143).

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Al final del renglón 5 se ha leído tradicionalmente SCVTATI. Hay coincidencia en datar la inscripción en el 150 d.C. por la presencia de los cónsules Marcus Gavius Squilla Gallicanus y Sextus Carminius Vetus. E 2: CIBal 144, lám. XXXXIX, fig. 94, CIL II 3720 (=5994), croquis Veny X. Se ha restituido el consulado de Priscillianus y Virius en el 230 d.C. Se trata de la última inscripción datada del conjunto y marca, seguramente con aproximación, el final del culto en su forma oficial en época de los Severos (Figura 52). La transcripción del texto es la siguiente: [. . P]R[IS]CILLIANO ET VIRIO [-circ. 2-]CO(n)S(ulibus) X (vacat 2) I·KAL(endas)·MAIAS [-circ. 4-]+CA+LI o T INE L P RVFINO [-circ. 5-]+++ NVMERIO [N]ONIO VICTORE [. . .] (vacat 1) IO (vacat 1) + [.]+NVAS PHAI[-circ. 2-] (vacat 1)

Figura 52. Fotografía de la inscripción E 2 (CIBal 144).

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El gran historiador Th. Mommsen, sobre las transcripciones elaboradas por E. Hübner, en CIL II 3720, p. 500, pensó en los cónsules del año 134 d.C. Están presentes en el epígrafe seguramente los cónsules del 230 d.C. Se trata de Lucius Virius Agricola y Sextus Catius Clementinus Priscillianus, citados generalmente en este orden y en la forma Agricola et Clementino o bien Clementiano, lo que demuestra una vez más la singularidad de algunas de las dataciones consulares que presenta el conjunto que estudiamos. R. Zucca data esta inscripción en el 193 d.C. al identificar Polus Terentianus y Virius Lupus como cónsules. C. Veny la data en cambio en el 151 d.C. al identificar como cónsules a Sexto Quintilio Condiano y Sexto Quintilio Valerio Máximo. E 3: CIBal 146, CIL II 3724 (=5998), croquis Veny XII, Rámis III?, la inscripción presenta diversas posibilidades de restitución de la datación consular, que se mueven entre el 125 y el 216 d.C. E 4: CIBal 147, croquis Veny XIII. Restos de tres renglones de escritura. E 5: CIBal 148, lam. XL, fig. 95, CIL II 3723 (=5997), croquis Veny XIV, Rámis IIII, p. 86. La lista final, posiblemente de aeditui, comprende al menos tres o cuatro nombres. E 6: restos de una sola letra pintada en rojo. F 1: CIBal 151, croquis Veny XVII, restos de datación consular en la que podría estar presente de nuevo un emperador antonino ya que hallamos quizás la forma Aure]li[o. F 2: CIBal 149, lám. XL, fig. 96, croquis Veny XV, Rámis VII p. 87. Datable con seguridad por la datación consular en el año 214 d.C. F 3: CIBal 153, croquis Veny XIX. Un texto restituible en seis renglones dentro de una tabula ansata. F 4: CIBal 150, croquis Veny XVI. Tabula ansata moldurada, quizá de nuevo un emperador Antonino en la posible datación consular que podría referirse a un A]eli[o o a un Aur]eli[o. G 1: restos inseguros de un posible campo epigráfico muy erosionado. En síntesis, son éstas las breves noticias que podemos dar evitando por el momento la tentación de presentar nuevas lecturas provisionales de los epígrafes, que crean confusión y variantes innecesarias, en espera del establecimiento definitivo del texto por nuestra parte. Queremos hacer constar el hecho de que en la autopsia y lectura inicial de los epígrafes prescindimos voluntariamente de la tradición anterior con el fin de adentrarnos en la lectura de los textos sin ideas preconcebidas. Evidentemente los logros de la tradición anterior se refle86

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jarán debidamente en la redacción definitiva y se tendrán en cuenta, sea en el establecimiento del texto, sea en el comentario del mismo, siendo que irán en todo caso acompañados de una descripción exhaustiva de la entidad material de los soportes y del texto que contienen. A modo de conclusión podemos hacer unas breves consideraciones de carácter general que pueden ayudar a comprender el posible sentido del santuario y su culto, aunque por el momento debemos insistir en que incluso para el período romano nos movemos en un campo de simples conjeturas. El santuario, al menos en su parte exterior, tal como lo conocemos a partir de las inscripciones, tendría una actividad que, de acuerdo con los datos que se desprenden de las mismas, se movería en una horquilla cronológica entre el 125 d.C., E 3, CIBal 143 y el 230 d.C., E 2, CIBal 144. Además otras cuatro inscripciones están datadas respectivamente en el año 140 d.C., C 4, CIBal 141; en el 150 d.C., E 1, CIBal 143; en el 179 d.C., C 3, CIBal 140; en el 214 d.C., F 2, CIBal 149. El culto de Roma parece bastante evidente, en función de la fecha, y las prospecciones arqueológicas podrían quizá documentar el ritual, restos abundantes de cenizas y carbones, que parece seguir el tradicional Palilia o Parilia, una fiesta de origen pastoral que comporta sacrificios de animales y abundante fuego. La duda que permanece es cuál fue el criterio de selección que llevó a utilizar este tipo de santuario para celebrar el Natalis Vrbis y especialmente la razón de su ubicación, por más que tengamos en cuenta la condición pastoral originaria de estas ceremonias y su condición arcaica, que coincidía en un período remoto con las ceremonias de inicio del año. Sabemos además que el emperador Pértinax quiso seguramente restaurarlas al final del período de los emperadores Antoninos. Parece, a pesar las dificultades expresadas, evidente que se trata de la presencia de un rito romano de carácter pastoral. Un rito que pasa sin duda a las provincias mediante una consigna imperial. A pesar de ello no podemos descartar ninguna de las dos posibilidades que se nos presentan. Nos hallamos o bien ante una restauración oficial del culto de Roma mediante el festejo del Natalicium Vrbis a partir de época adrianea y quizá vinculado al culto imperial, o bien estamos ante un renacimiento o restauración de un culto precedente, quizá los propios Parilia, si había entrado con la colonización romana, o ante la 87

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interpretatio Romana de un culto anterior a la misma, que pudo pervivir bajo el dominio romano. Conviene recordar que en época de Adriano, en el marco de la restauración de cultos tradicionales que parece haber preconizado este emperador, se produjo una asimilación por las propias características del culto pastoral pre-romano con los Parilia, y a partir de este punto mediante la vinculación del mismo, posiblemente a partir de un momento siguiente al 121 d.C., con el Natalis Vrbis y el culto de Roma a él vinculado aparece una nueva forma, semejante a la que se extenderá por todo el imperio romano.

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4- Una interesante inscripción de finales del siglo XVIII26

Una nota final puede resultar significativa al tratar de una inscripción de época moderna que completa el panorama de frecuentación de la cala y seguramente de los elementos arqueológicos presentes en ella. La razón por la cual la traemos a colación no es otra que el hecho de que hubiera sido considerada por Hübner como antigua (CIL II 5999), de acuerdo con los calcos que, como ya hemos hecho mención, fueron llegando a sus manos. Se trata de una inscripción situada en una pared, junto a los escalones que bajan a la línea de costa en el Coberxo Blanc (Figura 53). La inscripción reza como sigue: TOM[AS] VRBIN[A] DRAGO[N] DEL V REG(imiento) Evidentemente el estado de la superficie, en razón de la erosión eólica y de lo poco profundo del grabado realizado sobre una piedra relativamente tierna con una punta seca, inducía a pensar que pudiera tratarse de una inscripción del mismo tipo de las que se hallan en el panel principal que hemos descrito. Una observación más detallada nos permitió observar que paleográficamente las letras no podían ser antiguas y por consiguiente no había que intentar leer como una inscripción latina, lo que permitió su lectura definitiva. Hay que señalar que la abreviatura REG, por regimiento, está notada de una forma muy particular y nos demuestra, de nuevo, que se trata, evidentemente, de una inscripción moderna, que podemos remontar sin duda al azaroso período de sucesión de do26 Texto redactado por Marc Mayer.

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Figura 53. Fotografía de la inscripción de finales del siglo XVIII.

minaciones en la isla que comportó numerosos movimientos de tropas, inglesas, francesas y españolas. Se trata casi con seguridad de un soldado del quinto regimiento de dragones Villaviciosa que intervino en la campaña que condujo a la toma de Menorca entre 1781 y 1782. Recordemos que un escuadrón de dicho regimiento intervino en la toma del castillo de San Felipe el 6 de enero de 1782, mientras el resto del regimiento participaba en la expedición de Gibraltar y recordemos también que ni más ni menos el Conde de Cifuentes era coronel vitalicio del mismo. La fecha de la inscripción coincidiría, en consecuencia, con la estancia de dicho escuadrón en la isla. La finalidad de la inscripción nos escapa aunque no haya que descartar que pudiera incluso marcar el punto donde cayó el dragón en una acción militar, o bien que fuera el mismo quien quisiera dejar noticia de su presencia en la cala.

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6- nota geológica

Antoni Obrador

La Cova dels Jurats o de l’Església está situada en el margen occidental de la cala de Biniadrís (Calescoves) donde desembocan los barrancos de Biniadrís y de Lloc Nou d’es Fasser. La cavidad de unos 20 m de profundidad se abre a unos 15 m de altura sobre el fondo del barranco a favor de dos diaclasas principales orientadas en dirección aproximada NNE-SSW. Es de origen natural aunque ha sido ligeramente modificada antrópicamente y presenta abundantes bloques desprendidos del techo. Más detalles de la situación, orientación y dimensiones de la cavidad pueden obtenerse en la planimetría realizada por Orfila et al. (2010). Las paredes de la cueva y el techo están constituídas por un rudstone1 mal clasificado con abundantes restos de pectínidos (enteros y fragmentados), algas rodofíceas, fragmentos de equínidos, briozoos y algunos foraminíferos. Es probable que algunas estructuras globulares y discoidales presentes en la parte alta de la pared occidental correspondan a rodolitos. En general presenta poca cementación, distribuida muy irregularmente y su aspecto es masivo aunque localmente se intuyen, en la pilastra que separa los dos ábsides excavados en el fondo de la cavidad, fantasmas de laminaciones cruzadas. El suelo de la cueva está constituido por un rudstone/floatstone2 de rodofíceas muy fragmentadas junto a restos enteros y fragmentados de bivalvos y equínidos. Se presentan, justo a la entrada de la cavidad, bien estratificados con estratos de 20-50 cm de potencia y con una inclinación deposicional de unos 10-20 grados. Han sido interpretados por Pomar et al. (2002) como cli1 Un rudstone es una categoría de caliza según la clasificación de Embry y Klovan (1971), que está formada por bioclastos de más de 2 mm, con una textura grano-soportada, con o sin matiz entre los grandes bioclastos. 2 Un floatstone es otro término de la clasificación de Embry y Klovan (1971) utilizado para describir calizas de tipo no grano-soportado, con más de un 10% de bioclastos mayores de 2 mm “flotando” en una matriz de grano más fino.

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noestratos correspondientes a una deposición en el talud distal de una rampa carbonática de edad Tortoniense (Mioceno superior). Anteriormente estos niveles habían sido interpretados (Rosell et al., 1989) como taludes arrecifales del Mesiniense (Mioceno superior). Estos clinoestratos, con abundantes rodolitos, afloran de manera espectacular en el margen oriental de la cala, tal como ha sido documentado gráficamente por Pomar et al. (2004) –figura 3A–, y pasan lateralmente hacia el mar (cova de sa Figuera) a rudstones/floatstones masivos o con estratificación cruzada. Probablemente, son estratigraficamente equivalentes a los rudstones en los que se ha abierto la Cova dels Jurats. Es por ello que interpreto la formación de los mismos, siguiendo el modelo de rampa propuesto por Pomar et al. (2002), como sedimentos depositados gravitativamente (debris-flows) a lo largo y pie del talud y retrabajados por corrientes unidireccionales procedentes del E. Toda la cavidad (paredes laterales y basamento) presenta cementaciones relacionadas con la circulación de agua meteórica a favor de las diaclasas existentes. Esta cementación, con un grosor de unos 2 cm, es muy evidente en la diaclasa que limita la cavidad por el Este, donde la circulación hídrica también ha percolado arcillas rojas a lo largo de la misma. La pequeña depresión existente en el suelo del ábside oriental está parcialmente excavada en la costra diagenética ligada a la intersección de esta diaclasa con el techo de los clinoestratos de la base de la cavidad. Asimismo en la zona de las inscripciones romanas se aprecia claramente que la mayoría de ellas están realizadas aprovechando la cementación superficial ligada a las diaclasas que limitan la cueva por poniente. La repisa exterior, justo antes de la zona de las inscripciones corresponde, a mi entender, a una cementación diagenética producida en el interestrato de un clinoestrato al igual que ocurre en la rampa exterior de acceso a la cavidad. Además, cabe mencionar las estructuras diagenéticas irregulares presentes en la base de los rudstones masivos de la parte occidental, justo a la entrada de la cueva, que pueden asimilarse a las descritas por Pomar et al. (2004) en la Cala de San Esteban.

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