Astronomía en el Área Maya

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Descripción

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Temas de divulgación

Fomento a la producción editorial en la Universidad Autónoma de Yucatán Convocatoria 2003

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Astronomía en el área Maya Orlando J. Casares Contreras

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Orlando J. Casares Contreras

Astronomía en el área Maya

Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán Mérida, Yucatán, México 2016

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D.R. © UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE YUCATÁN 2016 Primera edición 2004 Segunda edición 2016 Prohibida la reproducción Total o parcial de la obra sin permiso escrito del editor DIRECCIÓN GENERAL DE DESARROLLO ACADÉMICO Coordinación General de Extensión Departamento Editorial Calle 55 Av. Rafael Matos Escobedo por Circuito Colonias, Fraccionamiento del Parque librerí[email protected] Impreso en Mérida, México Printed in Merida, Mexico ISBN 970-698-072-5 (Serie) ISBN 970-698-074-1 (v.2) F 1435.3 .C14 .C37 2016

Casares Contreras, Orlando J. Astronomía en el área Maya, c2016 (Temas de divulgación / UADY ; v.2) 1. Astronomía maya. 2. Calendario maya. 3. Mayas – Vida social y costumbres. I. t. ISBN 970-698-072-5 (Serie) ISBN 970-698-074-1 (v.2) Lib-UADY

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Contenido PRÓLOGO

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INTRODUCCIÓN

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CAPÍTULO I EL CALENDARIO MAYA Funcionamiento y características del calendario maya El calendario maya y las orientaciones de estructuras

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CAPÍTULO II ASPECTOS SOCIOCULTURALES DE LA ASTRONOMÍA MAYA La astronomía y la mitología maya La astronomía y la actividad bélica La astronomía y la legitimación del poder La astronomía y el urbanismo

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CAPÍTULO III LA ASTRONOMÍA MAYA: EL PASADO El período Preclásico El período Clásico El período Postclásico

77 78 87 111

CAPÍTULO IV LA ASTRONOMÍA MAYA Y SU DESARROLLO ACTUAL Los tres códices mayas La conquista y época colonial La astronomía maya contemporánea Desarrollo de la astronomía maya

122 125 133 140 154

CONSIDERACIOENS FINALES

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BIBLIOGRAFÍA

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AGRADECIMIENTOS

La realización de la presente obra es producto del esfuerzo y apoyo de muchas personas e instituciones, sin ellas no hubiese sido posible la finalización y publicación de la misma. A la Universidad Autónoma de Yucatán, en especial a la Escuela Preparatoria No. 2 de la misma, por el apoyo brindado por quienes fueron mis compañeros y generaciones de alumnos con los que tuve el gusto de coincidir y conocer en pasillos como aulas. Al Instituto Nacional de Antropología e Historia, lugar donde laboro a la fecha de la segunda edición, y a su personal por los apoyos, experiencias, oportunidades y preparación adquirida en ésta etapa, especialmente al museólogo Abraham Guerrero Escobar por las oportunidades presentadas para mi desarrollo académico y personal. Al Dr. Jesús Galindo Trejo, astrónomo del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, por ser mi mentor en la apasionante disciplina de la Arqueoastronomía y ante todo, un gran amigo que me sigue acompañando en las travesías académicas que depara ésta especialidad. A mi familia, Venus Estrella Cabrera y Helena Casares Estrella, quienes han sido mis musas inspiradoras en todo momento, mi razón de todos los días por superarme y darles lo mejor de mi. A mi madre María Eugenia del Rosario Contreras, por aguantarme día con día, apoyarme y brindarme todo su cariño. A mi padre Q.E.P.D., Orlando José Casares Rodríguez, museógrafo del INAH y por quién decidí imitarlo en vida, obra y figura, mi principal motivación para adentrarme en los estudios de Cultura Maya y sus museos.

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NOTAS A LA SEGUNDA EDICIÓN

Todo producto académico debe ser susceptible de ir cambiando al mismo ritmo –de ser posible- que cambia la disciplina de la cual emana. La arqueología es una de las áreas del conocimiento que siempre experimenta constantes cambios, cada descubrimiento, cada interpretación o reinterpretación de la información nos va ofreciendo diferentes panoramas para entender a las culturas de la antigüedad, sus modos de vida así como la forma en la cual la entendían. En el área de la astronomía antigua, a pesar de que el cielo que observaron es nuestro único punto fijo para su análisis, la información con la que contamos va poniendo nuevas perspectivas a raíz de las relecturas de las fuentes, así como de los nuevos hallazgos. En nuestro caso concerniente a una de las culturas mesoamericanas más emblemáticas como la cultura maya, del 2004 al 2015 se han realizado nuevas mediciones a las estructuras y al mismo tiempo, se han revisado antiguas mediciones junto con sus resultados lo que ha creado un nuevo horizonte en torno a la misma. Con las nuevas lecturas, los nuevos datos y con la incorporación de la información suministrada en la lectura de los glifos mayas, es que se han incorporado éstos nuevos descubrimientos en la presente obra, con ligeros cambios en el estilo a raíz de la consecuente madurez académica de un servidor y con ajustes en los temas presentados. También se eliminó información a la cual, tanto desde la perspectiva de los nuevos avances arqueológicos, históricos y antropológicos, ya no es sostenible y que se encontraba presente en la primera edición. Astronomía en el área maya se presenta ante usted como un documento que explica las formas en que la práctica astronómica transformó a una cultura y a pesar de la conquista europea, sus alcances se conservaron como una forma de identidad que es compartida en nuestros días que logró incorporar cambios para su mantención pero al mismo tiempo, también defendió, protegió y resguardó su razón de ser en la memoria de quienes pertenecen a ella.

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PRÓLOGO

Sin lugar a dudas en la historia de humanidad el firmamento ha inspirado profundas emociones que condujeron no sólo a acrecentar el sentimiento religioso sino también a plantear explicaciones al comportamiento de los astros. El conocimiento así generado permitió al hombre establecer sistemas calendáricos que hicieron posible organizar toda actividad en la sociedad. Por otra parte, la clase dirigente que poseía ese conocimiento lo utilizó para legitimar su poder terrenal favorecido por las deidades que moraban en el cielo. De esta manera sus obras frecuentemente eran realizadas de acuerdo a principios que consideraban la regularidad, la apariencia e incluso la espectacularidad de eventos astronómicos. Esto ponía en armonía completa tales obras con el ámbito sagrado del firmamento y justificaba ante el pueblo la posición privilegiada del soberano. En Mesoamérica las cosas del cielo también jugaron un papel fundamental en su evolución cultural y su trascendencia se puede reconocer en muchos vestigios materiales, en la arquitectura, en la pintura mural, en la cerámica, en los códices, etc. En particular, los mayas alcanzaron un gran refinamiento en el uso ritual y práctico de la Astronomía, favorecidos por el desarrollo de un ingenioso sistema jeroglífico y de una variante calendárica de gran exactitud. Estas innovaciones hicieron factible el registro meticuloso de información relacionada con fenómenos astronómicos de notable trascendencia para su propia sociedad. La labor de los sacerdoteastrónomos mayas al observar el firmamento, al asentar su periodicidad y elegir direcciones celestes hacia donde se orientaron sus principales templos, puede considerarse una acción que en nada difiere de la de un científico moderno. El libro que tiene Usted en sus manos habla precisamente de lo expuesto anteriormente y es el resultado de la investigación y del entusiasmo sincero de un joven arqueólogo, Orlando Josué Cásares Contreras, quien ha encontrado en la recuperación del conocimiento astronómico de los antiguos mayas uno de los temas fundamentales de su quehacer profesional. Esta obra resulta muy atractiva para el público en general porque difunde en un lenguaje claro y ameno los más destacados resultados de la reciente

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investigación arqueoastronómica justamente en tierra maya. Dedicándose él mismo a estudiar a la cultura maya y a divulgar los resultados de sus estudios, contribuye de manera significativa a dar a conocer al lector la perspicacia y los alcances intelectuales de nuestros antepasados prehispánicos. A partir de la lectura de este libro el lector podrá percatarse, al visitar cualquier zona arqueológica en la región maya, de que los antiguos sacerdote-astrónomos planearon sus ciudades con el mayor cuidado para ponerlas en consonancia con los preceptos que definían su cosmovisión, involucrando en forma natural a sus conceptos de espacio y tiempo que estuvieron vigentes por lo menos dos mil años. De esta forma, el libro de Orlando Cásares va ilustrando con numerosos ejemplos cómo, a lo largo de los diferentes períodos arqueológicos, la arquitectura maya va adoptando las diversas orientaciones calendárico-astronómicas que expresan una de las principales características culturales de lo mesoamericano. Algo que merece destacarse especialmente en el presente libro es que aborda el tema de la presencia de la Astronomía entre la población indígena y campesina actual en la región maya. Lo que nos hace reflexionar sobre la herencia viva y vigorosa de la cultura prehispánica en nuestro país. No obstante los siglos transcurridos y el afán colonial y aún contemporáneo por borrar la herencia ancestral de nuestro pueblo, el constatar que todavía pueden reconocerse destellos de prácticas culturales de la época prehispánica resulta impresionante y a la vez esperanzador de que la población mayoritariamente mestiza de nuestro país pueda revalorar el rico legado de la cultura mesoamericana y lo reconozca como suyo. Seguramente la descripción tan minuciosa de la antigua práctica de utilizar la Astronomía presentada en este libro fomentará el creciente interés por un aspecto tan sobresaliente de la cultura maya como fue su percepción del firmamento. Jesús Galindo Trejo Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM

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INTRODUCCIÓN

La astronomía es una práctica tan antigua como el hombre mismo. El presente trabajo se enfoca en el estudio de una actividad que buscó la explicación de todo lo relacionado con la bóveda celeste y sus diversos elementos. La astronomía moderna está considerada como una actividad de las ciencias exactas1, la cual difícilmente se considera subjetiva o especulativa, aunque como toda área del conocimiento, no es ajena a los cambios en sus contenidos pero siempre en función de los datos y la evidencia recolectada por métodos científicos. En los inicios de la humanidad como hoy la conocemos, la actividad astronómica de tiempos pasados era vista con otra perspectiva, no existía la ciencia como tal y por ello, la forma más adecuada para mencionarla sería como una astrología del pasado, ya que su observación respondía a intereses religiosos, míticos e ideológicos sobre el carácter divino de sus elementos contenidos en la bóveda celeste. Los eventos que emanaban de los cielos eran explicados como una manifestación de lo sagrado, de las deidades que clamaban por ser escuchados, obedecidos para que puedan interceder por la humanidad. Para ello, no cualquiera podía acceder a éstos medios para su respectiva comunicación, era a través de los especialistas religiosos, que también eran hábiles observadores de la naturaleza y los únicos capaces para decodificar la voluntad divina. Ellos fueron quienes a través de sus observaciones transferían sus significados a la organización de la sociedad. Una de las culturas que desarrolló un complejo sistema de inspección de la naturaleza y las mismas observaciones las transformó en principios sociales por comparación a la misma, especialmente a la astronomía fue la cultura maya.

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Término que se refiere a una actividad científica que implica el uso de complejas ecuaciones y operaciones matemáticas que la hacen poco accesible o muy difícil de entender para los públicos no especializados en el tema.

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El contenido de ésta obra versa acerca del avance que tuvo tal actividad, la que denominaremos como astronomía maya. Cabe señalar que, pese a que por sus contenidos míticos es una actividad más cercana a la astrología, la precisión con la que fue realizada merece el calificativo dado, pero con las precauciones pertinentes de no confundir ambos términos ni tampoco traslapar sin el contexto adecuado ambas denominaciones. Para los mayas, los astros simbolizaron a sus deidades. Su movimiento era una señal que expresaba su voluntad divina, la cual quedó plasmada en sus narrativas de vasos, ollas y cerámica; en sus pinturas murales, rituales y ceremonias así como los códices y principalmente en la memoria colectiva de su gente, factor que les permitió seguir con la misma a pesar de la llegada de los conquistadores. Uno de los objetivos de la obra, es demostrar que la actividad astronómica fue un proceso propio 2 , producto de la capacidad de abstracción de sus miembros, los cuales fueron desarrollando metodologías para perfeccionar sus observaciones de la naturaleza, encontrando patrones y adaptándolos a sus necesidades particulares. Muchas de éstas características todavía están presentes en algunas de las comunidades mayas que existen a lo largo del mismo territorio que las vio nacer, pero con matices culturales ajenos e impuestos, los que fueron asumidos y reinterpretados desde la misma lógica de los mayas. Entre otros objetivos, se busca que el lector se familiarice con los elementos que componen la astronomía maya, tales como la aritmética y su calendario (compuesto por una cuenta civil y otra ritual), su posible origen y funcionamiento así como las posibilidades prácticas que emanan de dicha actividad. Aunque se incluyen algunos tecnicismos, se buscará explicarlos de forma amena para que familiarice su uso en los textos que tratan los temas relativos a la Arqueoastronomía y Etnoastronomía.

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Cabe señalar que muchos de los procesos encontrados dentro de la astronomía maya (como parte de su cosmovisión) son préstamos culturales de étnicas epiolmecas o ístmicas, los cuales igual se compartieron con otras áreas culturales de Mesoamérica. Eso explica las similitudes con otras culturas que se desarrollaron pero también no hay que olvidar de sus particularidades sociales que las hace diferentes y son parte de sus propias necesidades. En el caso de los mayas, veremos algunas de esas particularidades como única en su tipo en Mesoamérica, una de ellas el contar con un punto de partida como se mencionará en el capítulo I del presente libro.

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Una vez que el lector esté habituado a ellos, se le facilitará el entendimiento de ésta disciplina y los motivos de su creación, usos culturales y principalmente para discernir entre la práctica científica de ésta disciplina con aquellas otras personas que en afanes mercantiles y ajenos a toda ética del trabajo antropológico y especialmente del quehacer científico, se han dado a la difusión de conceptos anticuados y muchas veces emanados de la imaginación sin ninguna evidencia material, sea arqueológica o sociológica que las respalde. No se trata de idealizar una actividad, sino de que el lector la entienda en su justa dimensión y contexto social, en la que, la astronomía maya fue una práctica cultural que fusionó conocimientos esotéricos, religiosos con observaciones tan precisas que parecerían emanadas de una ciencia. Vertió dichos conocimientos en mitos, prácticas bélicas y otras actividades de su vida y éstos quedaron expresados en fuentes de información como sus estructuras, escritos y la memoria colectiva. Otra aclaración, es que a lo largo de los trabajos realizados en torno a las mediciones en estructuras, calzadas y pirámides, muchas veces se utilizan técnicas basadas en brújulas, ya sea sobre los muros de las edificaciones o mediante el uso de instrumentos ópticos como el teodolito y su brújula interna. Esta técnica conlleva algunos errores que son ajenos a quien las usa, como las correcciones por las variaciones magnéticas que cambian año con año, logrando algunas imprecisiones que al momento de ubicar alineaciones, aportan datos con algún error de un par de días en las fechas. Para ello, se recomienda usar teodolitos manuales y consultar las cartas de correcciones magnéticas para ser un poco más precisos (muchas universidades las editan) o usar la brújula astronómica, la cual consiste en que el teodolito mide arbitrariamente un azimut (pudiendo no corresponder) y posteriormente se mide la altura y azimut del Sol registrando la hora exacta de la medida. Con ello, al consultar el azimut real del Sol en la hora exacta, se ajusta la medida del teodolito al medir el Sol con relación a la que tenía al momento de la medición y esa diferencia se aplica a la medición con el azimut arbitrario para la obtención de la medida con una mayor precisión. Finalmente, el lector podrá valorar la importancia de la astronomía cultural y su importancia dentro de los estudios de una cultura con

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profundas raíces en el pasado y con éste elemento, demostrar su relevancia en tiempos presentes, relevancia que adquiere al asimilar la observación de la naturaleza dentro de sus procesos de identidad, creando vínculos con su entorno que prevalecen vivos en sus prácticas presentes.

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CAPÍTULO I. EL CALENDARIO MAYA

"Debemos sumergirnos en el conocimiento de la cultura e historia de aquella gente. Aparte de comprender la astronomía, debemos prestar atención detallada a los descubrimientos de la arqueología y finalmente debemos tratar de mirar su astronomía con ojos no europeos. Sólo entonces comenzaremos a entrar en la piel del Sacerdote Astrónomo" Anthony Aveni 1980a: 22

El calendario, es sin duda una de las mayores aportaciones que se han podido generar de la observación del cielo y de los cuerpos celestes que se encuentran en él. Sin temor a una equivocación, podemos afirmar que el hombre, después de su evolución biológica y cultural hacia una especie más compleja, comenzó a tener conciencia sobre la naturaleza y los elementos emanados de ella que lo rodeaban, desde las aves, manadas de mamíferos, el cambio de color de las hojas hasta los elementos de la bóveda celeste, con lo cual esto último dio pie a lo que hoy llamamos astronomía. Desde aquellas etapas tempranas de la vida del hombre hasta la fecha, el clima ha sido uno de los principales factores por los que el ser humano se ha preocupado. Si nos situamos unos 10,000 años3 a.C., el hombre apenas se encontraba cruzando el estrecho de Bering y comenzaba a poblar el continente Americano. A partir de ese momento, el hombre tomó conciencia de las diferencias en el clima, de que existían momentos en los cuales había más frío y como consecuencia, los alimentos escaseaban; en otros tiempos había más calor y el agua era escasa y así sucesivamente fue asociando a las estaciones con los cambios que necesitaba para su supervivencia.

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Existe la discusión entre las fechas de migración del Cro-Magnon hacia América, recientes investigaciones han logrado datar la llegada del hombre alrededor de 40,000 años a.C. (Core 2002: 146) y se afirma que su llegada no sólo fue por el estrecho de Bering según los datos de la cueva Ribeira en el Brasil

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El hombre se tenía que adaptar a las situaciones climáticas que se le presentaban y fue capaz de ajustarse exitosamente al medio ambiente, a través de elementos naturales pero cuya creación fue cultural como el uso del fuego, del uso de pieles y la tecnología lítica (que puede ser apreciada mediante sus restos arqueológicos) así como también el movimiento de los astros, principal indicador de los cambios climáticos en la tierra, en especial del movimiento aparente de la estrella principal y más grande visible, el sol. El clima siempre ha estado presente en la evolución biológica y cultural del hombre y en algunos casos, por el mismo fue catalizador de los cambios evolutivos que se fueron dando lugar. Siendo un cazador – recolector, la dependencia de las migraciones de sus animales de caza, lo que le obligó a perseguirlos y a conocer los períodos en los cuales se movían, así como también los ciclos en los cuales florecían ciertas especies vegetales, cuando había que encontrar otras y a la vez, cuando escaseaban sus fuentes de alimento. Al momento de domesticación de las plantas se acabaron algunos problemas 4 pero surgieron otros, teniendo como común denominador al mismo clima. El cultivo no podía ser en cualquier época del año, pues existía un determinado momento en el cuál se debían sembrar las semillas y bajo ciertas circunstancias propicias, generar una producción adecuada para alimentar a la población. También se debía cuidar de la pérdida de la cosecha y también habían épocas en las cuales podía desaparecer toda la producción por causas tan diversas pero promovidas por los ciclos naturales del clima. Ante éstas situaciones solo quedaba una posible solución, la anticipación a los acontecimientos climáticos, y con esto poder trasladarse o cultivar en el momento específico. Para lograrlo, el hombre tuvo que encontrar señales en el cielo y en la naturaleza para que le avisará de los próximos acontecimientos, sin duda, el movimiento de los cuerpos celestes era la respuesta a sus necesidades, especialmente en el movimiento del Sol5. En éste largo y continuo proceso de observación de la naturaleza, el hombre se percató de que algunos astros (como el Sol) tenían una

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En torno a la persecución de animales y a la dependencia de la recolección de plantas y frutos, pues éstos últimos los podía cultivar 5 Que es el responsable de los cambios de las estaciones, de ahí radica su importancia mundial. 4

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regularidad repetitiva en su movimiento, notando que cuando un astro se presenta en un lugar (visto desde un punto fijo) después de algún tiempo determindo6 se volvía a presentar en el mismo lugar. Con éste principio es que se fueron creando los calendarios, los cuales también fueron y siguen siendo una necesidad para un grupo social determinado, el cuál tiene que regular no sólo sus tiempos de producción, sino las actividades laborales y religiosas del mismo. El calendario es parte de un engranaje importante en el desarrollo de cualquier sociedad, sea pasada o presente, ya que representa un punto de apoyo con el cuál se organiza, sin importar lo compleja que sea (Casares 2002 y 2011). Un calendario se elabora a partir del movimiento de uno o varios astros, aunque por lo general, siempre el más regular o simbólicamente más importante para cada cultura es usado como base, mayormente el Sol por ser el más regular, seguido de los calendarios lunares y otros basados en ciertos astros más irregulares (Cossard 2010: 41). Muchas de éstas diferencias, radican en aspectos culturales más que geográficos, es la cultura quien decide desde que momento se inicia la cuenta, los valores numéricos, lugares de observación y las asociaciones de la naturaleza, tomando como referencia cualquier evento astronómico, mítico o por cualquier otra vía social. Existen unidades básicas para el conteo que generalmente no cambian de una cultura a otra, tal unidad puede ser el día, el cuál se mide por el movimiento del Sol; desde que aparece en el horizonte, recorre la esfera terrestre hasta que desaparece y vuelve a presentarse en el horizonte. En nuestra cultura occidental usamos los días para contar pero veamos algunos ejemplos de cómo otras culturas tienen diferentes calendarios. Para el caso de la cultura china, su calendario regido principalmente por el movimiento de la Luna7. La primera Luna nueva marca el inicio de un nuevo mes, el año de los chinos contiene de 12 a 13 lunaciones y cada una de 29 a 30 días. Los intervalos quedan en una variación de 353, 354 y 355 días para los años cortos y para los años largos –en donde se encuentran nuestros años bisiestos- un período de 383, 384 y 385 días. Se dejó el inicio

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El cuál varía según del astro, por ejemplo el Sol tarda aproximadamente 365.25 días, Venus es de aproximadamente 584 días. 7 Aunque también se calibra con el movimiento del Sol pero en menor medida. 6

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del año nuevo para la segunda Luna llena después del solsticio de invierno (que es el 21/22 de diciembre aprox.). Este sistema es muy parecido al de la actualidad, pues permaneció casi sin ningún cambio a lo largo del tiempo (Aslaksen 2000: 25-38, Chen 1996: 33-36 y Thurston 1994: 25-38). Otros culturas aunque tienen al Sol como principal regidor de sus calendarios tienen diferentes fechas de inicio de sus años, tal es el caso de los antiguos hebreos que inician su año en abril, el de los romanos en nuestro mes de enero o de los griegos que inicia su año en nuestro mes de marzo y cuyo calendario es asignado mayormente por la posición de ciertas constelaciones de estrellas que en total son doce. Existieron y existe una gran diversidad de calendarios, tan grande como la diversidad humana. Nuestro interés se enfocara un calendario surgido en el llamado nuevo mundo, en la región mesoamericana y es el calendario maya. Este comparte muchas de sus características con otros calendarios de Mesoamérica, por lo que algunas personas han pensado que se pueda tratar de un solo calendario para la región. En la discusión, algunos investigadores, como es el caso de Rafael Tena ha argumentado que en algún momento8 existió un solo calendario para el área de Mesoamérica y que luego se fue diversificando por toda el área mencionada (Tena 2000: 4), cabe señalar que una idea que hasta la fecha mantiene vigencia entre la mayoría de los investigadores. La idea anterior se fundamenta en que los calendarios mesoamericanos, que son principalmente cinco, el mixe-zoque, el zapoteca, el maya, el mixteco y el mexica tienen –aparentemente- el mismo funcionamiento o algunas características comunes. Para la Joyce Marcus como para otros investigadores, tales características son parte de un sistema dual, que se compone de dos calendarios, uno ritual de 260 días llamado Tzolkín y otro civil de 365 días llamado Haab, ambos calendarios funcionan al mismo tiempo y se combinan para formar días y meses (Aveni 1991, Galindo 1994, Marcus 2000, Tena 2000). Si bien estos calendarios comparten algunas características comunes y son parecidos en su estructura, en la actualidad se ha demostrado que tienen diferencias entre sí, acorde con las diferencias entre las culturas anteriormente mencionadas. Contienen diferentes nombres para los días y

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Posiblemente en la época de las culturas itsmicas o epiolmecas.

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meses, sus años comienza en diferentes días y meses. Como consecuencia no es recomendable tomar a unos de éstos calendarios como modelo para interpretar y entender a los otros calendarios (Marcus 2000: 12 y 13), ya que sus características culturales son distintas, así como de sus significados simbólicos. En el caso del calendario maya, veremos a continuación que aún con rasgos comunes con otros de Mesoamérica, por sus propias características socioculturales, es diferente a los demás calendarios, ya que contiene elementos autónomos y modificaciones en sus préstamos culturales, confirmando la propuesta de Marcus anteriormente citada. Antes de entrar a su funcionamiento, nos detendremos en un aspecto fundamental, como conocemos a que fechas corresponden las expresadas por los mayas con relación a las de nuestro calendario occidental reciente, es decir, el calendario gregoriano. Y es que no es un asunto concluido, pero en el consenso de propuestas, unas tienen más peso que otras, que para nuestro caso, será la elaborada por Goodman, Martínez y Thompson, también denominada como GMT. En 1905, cuando apenas se comenzaba a formalizar la arqueología y comenzaban las expediciones a distintas áreas de Mesoamérica, el banquero Joseph Goodman se puso como reto –por influencia de su amistad con Alfred Mudslay– el tratar de entender la mecánica del calendario maya e incursionó la idea de su posible correlación. Esa línea, fue continuada por Juan Martínez Hernández en 1926, a lo que posteriormente, fue el británico Eric Thompson quien en 1927 en adelante, propuso que a partir del método que usan los astrónomos para calcular eventos celestes desde el 1º de enero del 4713 del calendario juliano, por un evento astronómico en común que ocurrió y se registro tanto en Europa como en América (Goodman 1905: 644, Martin 2012: 3, Martínez 1926: 31 y Thompson 1927: 3 – 6). Es así, como se obtuvo una constante de 5842849 días del calendario juliano a partir de la fecha de inicio del calendario maya, expresada como 13.0.0.0.0 en cuenta larga y 4 ajaw 8 kumku en cuenta corta, que en nuestro

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La fecha de Cuenta Larga 11.16.13.16.4 registra lo que se ha llamado un “Número Maya de Día” de 1,704,204 días transcurridos desde la fecha 13.0.0.0.0 4 Ajaw 8 Kumk’u. Así es como se obtuvo: Número Juliano de Día 2288488 - Número Maya de Día 1704204 = 584284.

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calendario gregoriano corresponde a un 13 de agosto del 3114 a.C. Esta propuesta ha ganado popularidad a partir de su correlación con métodos para fechar objetos como el carbono 14, cuyos resultados se acercan a los obtenidos por ésta constante así como de las recientes investigaciones de Victoria y Harvey Bricker en los que propone que sus análisis de documentos etnohistóricos arrojan evidencias sólidas para sustentar la propuesta conocida como GMT por las iniciales de los personajes citados (Bricker 2011: 79 – 87 y Marton 2012: 4). Esta propuesta, también ha sido empleada con modificaciones como la del investigador Floyd Lounsbury, que le agregó dos días más a la constante como una precisión propuesta para mejorar la concordancia con fechas, también denominada GMT+2 o la “astronómica” (Lounsbury 1978: 791 – 794). A pesar de su notoria popularidad y aceptación por la mayoría de los académicos, no es la única propuesta de correlación que existe, y cada una tiene distintas constantes e incluso, algunas ni siquiera están basadas en el calendario juliano usado por los astrónomos. Un recuento de éstas propuestas más utilizadas después de la GMT y GMT+2 con sus respectivas constantes expresadas en días julianos. Una de ellas fue presentada por el norteamericano Charles Pickering Bowditch, matemático economista y aficionado a la arqueología, quien sugirió en a inicios del siglo XX según sus estudios en manuscritos coloniales que la constante era de 394483 días julianos (Ayala 1995: 159). Está la correlación realizada por Makesom con la constante de 489138 y similar pero con algunos ajustes la de Spinden 489384 días julianos. En el caso de Bryan Wells y Andreas Fuls, quienes usando únicamente el dato astronómico (sin el apoyo de ninguna fuente más), publicaron en el 2000 una propuesta basada en la constante 660208 días julianos, misma que no goza de suficiente popularidad y fuertemente rechazada por la mayoría de los mayistas.

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FUNCIONAMIENTO Y CARACTERÍSTICAS DEL CALENDARIO MAYA

El conocimiento que tenemos sobre la estructura y contenido de los calendarios se basa en cuatro fuentes de información: las descripciones etnográficas modernas que permanecen en la tradición oral10, los reportes de prácticas antiguas registradas en las fuentes etnohistóricas, en los manuscritos mayas conocidos como los códices (siendo los más conocidos el códice Dresde, Madrid o Trocortesiano y el París) y en las inscripciones en piedra 11 y cerámica, tanto de origen maya como de otras regiones de Mesoamérica (Gibbs 1980: 43 y Tedlock 1999). En cuanto a sus orígenes, la propuesta más aceptada por los investigadores, es que se derivó en forma conjunta con otros calendarios mesoamericanos en la región Epiolmeca, en la época denominada preclásica o formativa (1200 a.C. – 150 d.C.). Para la autora Joyce Marcus (2000) sostiene que los orígenes de los calendarios están estrechamente ligados a los orígenes de la escritura, y que éstos provienen de la región zapoteca, en el valle de Oaxaca12. El que le sigue se origino en la zona del Golfo de México de posible origen Zoque, que data de 50 a.C. y después le siguió el maya (Ilustración 1). De la evidencia que se tiene sobre los orígenes de la escritura y/o el calendario maya, la fecha más antigua data del período clásico temprano (150 - 350 d.C.). Una de las evidencias arqueológicas de los primeros orígenes del calendario y la escritura maya se puede observar en la Estela 29 de Tikal (Ilustración 2), cuenta con una de las fechas más antiguas. Expresada en el sistema de numeración maya, corresponde al 8.12.14.8.15 en cuenta larga y 13 men (3 zip) en la cuenta corta, que corresponde a la fecha del calendario gregoriano (el nuestro) un día de julio de 292 d.C. (Marcus 2000: 13-17).

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Las cuales se podrán apreciar en el apartado IV.2. del capítulo IV del presente texto: La astronomía maya actual. 11 Debido a que colocaron sus eventos políticos, míticos e históricos en un contexto cronológico preciso. 12 El registro se encuentra en las estelas 12 y 13 en el sitio arqueológico de Monte Albán, en el extremo sur de la Galería de los Prisioneros. Datan del 600 al 500 a.C. y es hasta el momento de la presente publicación el registro más antiguo encontrado en Mesoamérica. 10

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Otra de las evidencias arqueológicas que demuestran la aparición de fechas calendáricas asociadas con escritura en el área maya es la Placa de Leyden, cuya fecha inscrita es de 8.14.3.1.12 en cuenta larga y 1 Eb 0 Yaxkín, que corresponde a la fecha del 16 de septiembre de 320 d.C. de nuestro calendario. Estas fechas que se mencionaron son las más antiguas que se hayan encontrado o se hayan podido identificar, pudiendo existir la probabilidad de que puedan encontrar fechas más tempranas y con eso habría que modificar todas las propuestas anteriormente descritas. Según el modelo presentado, los mayas no crearon su sistema calendárico, se ha propuesto que es un préstamo de las culturas zoque y epiolmeca –ubicadas en el área del Istmo de Tehuantepec– con posible influencia de los zapotecas del preclásico. A pesar de ser un préstamo cultural, los antiguos mayas le dieron a éste sistema un estilo único y autónomo –al mismo tiempo que a su escritura–, pues a diferencia de otros sistemas calendáricos mesoamericanos, los mayas contaron con múltiples ventajas aritméticas debido a sus propias características que veremos más adelante. Ante los datos presentados anteriormente, el público no especializado podría preguntarse cómo funciona y principalmente que quieren decir esos cinco puntos seguidos de un numeral y una palabra en maya. Aclaro que esto se mencionó como un antecedente importante a su funcionamiento, con la finalidad de comprender sus orígenes y algunos datos sobre las fechas más tempranas. Ahora, veamos cuáles son sus principios aritméticos con los que se contabilizó el tiempo. Este es un campo todavía en discusión, pues hay varias teorías acerca de la aritmética maya. Una de estas discusiones es sobre el sistema vigesimal que fue empleado por los antiguos mayas. En el sistema de cuenta de los mayas, se utilizó un punto para denominar una unidad, dos puntos para dos unidades y así sucesivamente hasta el cuatro. El número cinco se representa con una barra, y de la combinación de barras y puntos es que se obtienen las cantidades. Para los mayas el cero se representaba con una concha. La cuenta terminaba en la combinación de tres barras horizontales y cuatro puntos encima de las barras, teniendo el número 19 que es en realidad 20 (se cuenta del 0 al 19). Para expresar cantidades más grandes se utilizó el valor posicional de los símbolos anteriores (Lizardi 1962: 345, Marcus 2000: 15-18 y Tena 2000: 8-11), lo cual veremos más adelante veremos como se empleó esto.

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Algunas teorías han tratado de interpretar éste sistema vigesimal como parte de la condición digital humana, es decir, el número de los dedos de las manos y de los pies que en total suman veinte. Paulino Romero confirma ésta teoría basándose en la supuesta utilización de ésta técnica por los hindúes, quienes utilizan como base el número diez (numeración decimal) debido a que contabilizan con los dedos de las manos y considera que los mayas utilizaron los dedos de los pies junto con los de las manos (Romero 1999: 4-7). Este dato parece corresponderse con algunas investigaciones históricas y etnográficas en las que el clima parece ser un factor importante en la designación de los sistemas numéricos usados en cada cultura. Es así como los Inuit de Canadá, suelen tener un sistema de conteo de cinco en cinco, debido a que sólo hacen uso de una mano, la cuál tienen que descubrir de un grueso guante para realizar el conteo (Boyer 1999: 39). Ciertamente estos argumentos deben tomarse con cuidado, ya que es muy común encontrarlos en la literatura relacionada al tema, y muchas ocasiones no cuentan con un sustento comprobable ya que no todas las culturas han utilizado la condición digital humana. Tal es el caso de los pueblos mesopotámicos (específicamente los Asirios) quienes emplearon un sistema sexagesimal13, el cuál no tiene correspondencia con los dígitos del ser humano. La numeración maya, no sólo se remitió a su representación a través de los puntos, las barras y la cocha, sino que cada uno de los valores representados del cero al diecinueve, era también una forma abreviada de representar a sus deidades, sean de cuerpo completo o con las llamadas variantes de “cabeza” que los representaron. En cada una de ellas, hay elementos que nos permiten distinguirlos y también pueden ser utilizados por su valor fonético (Guillermo Kantún –comunicación personal- 2013 y Pitts 2009: 36). Los glifos mayas eran polisémicos y sus números no fueron ajenos a esa característica (ver ilustración 3). Recalcando sobre los orígenes de la escritura y el calendario maya, éste sistema es parte del préstamo cultural proveniente de las culturas ístmicas o

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Que es muy similar al que nosotros utilizamos para medir el tiempo en segundos, minutos y horas para determinar la duración de un día.

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epiolmecas, ya que en el registro arqueológico proveniente de las zonas anteriormente citadas ya se había empleado el sistema vigesimal. Haciendo ésta aclaración continuamos con sus otras características del calendario maya. Una de las características en el calendario maya (la cuál es única) es que todas sus cuentas se iniciaron a partir de un punto de partida14, del cual contamos con el registro arqueológico e histórico. Este punto de partida sirvió para ubicar las fechas en momentos precisos, pues se calculaba el número de días que habían transcurrido hasta el evento que se quería registrar. Una muestra de su existencia se encuentra en uno de los costados la Estela C de Quiriguá, en la cual se refiere a un acontecimiento que indica ésta fecha de partida señalada en cuenta larga como 13.0.0.0.0 (4 ahau 8 cumkú), que según la correlación GMT corresponde al 13 de agosto de 3114 a.C. de nuestro calendario (Aveni 1991, Galindo 1994, González 1988a: 576586, Maupomé 1986: 23, Marcus 2000: 18 y Sharer 1998). La designación del punto de partida había causado controversia entre algunos investigadores, pues unos hacían mención a la mitología para designar una fecha arbitraria mientras otros, buscaban algún tipo de explicación astronómica, como algún evento ocurrido en un pasado remoto a partir del cual se usara como referencia. Lo que hasta el momento de la publicación es aceptado, viene de la epigrafía en la que, según algunos investigadores, la fecha se designó según un relato mítico.

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