Arte y literatura en el trecento italiano: Dante, Pretarca y Boccaccio

September 5, 2017 | Autor: Alegra García | Categoría: Literatura, Pintura, Pittura del Duecento e Trecento, Historia Y Teoría Del Arte
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Arte y literatura en el trecento italiano: Dante, Pretarca y Boccaccio Por Alegra García García el 13 noviembre, 2014 

@AlegraGarciaGar 

Italia experimentó en el siglo XIV un momento de florecimiento cultural y artístico. Al mismo tiempo que pintores como Cimabue o Giotto rescataban la pintura de lo que ellos consideraban la oscuridad, se producía un desarrollo de la literatura en italiano. Destaca especialmente la tríada de literatos compuesta por Dante Alighieri (12651321), Francesco Petrarca (1304-1374) y Giovanni Boccaccio (1313-1375).

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  Estos tres escritores, además de estar unidos por la amistad con algunos de los más importantes pintores de su siglo, dejaron plasmado en sus obras literarias el interés que sentían por el arte, llegando incluso, algunos, a expresar opiniones que hoy día se estudian como parte de la teoría del arte, si bien no siempre redactaron obras dedicadas a las artes de manera explícita. Es llamativo y esclarecedor que una parte importante de las referencias artísticas contenidas en las obras de los tres autores más arriba señalados, entre otros muchos, tengan como protagonista al pintor florentino Giotto (1267-1337), pudiendo considerarse esto como prueba de la importancia y fama que este pintor tuvo incluso en vida.

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Dante Gabriel Rossetti, Estudio para Giotto pintando el retrato de Dante, 1852. En la parte inferior aparecen los versos de Dante en italiano

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Dante Así, Dante, en el Purgatorio de su Divina Comedia [1], inserta unos versos en los que se menciona a Cimabue y Giotto junto al boloñés Guido Guinizelli y el gran poeta del dolce stil novo Guido Cavalcanti. Son entonados por el miniaturista Oderisi de Gubbio, que se encontraba en el círculo del Purgatorio destinado a aquellos que en vida pecaron de orgullo:

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  ¡Oh vanagloria del poder humano! ¡Cuán poco dura el verdor en la cima A menos que le sigan tiempos de barbarie! Creyó Cimabue no tener rival en la pintura;

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Ahora es Giotto quien recibe las aclamaciones

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Hasta oscurecer la nombradía de aquél.

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Así un Guido ha despojado a otro de la gloria De la lengua; y quizá es ya nacido Quien a ambos precipite de su altura.   De este texto pueden extraerse varias ideas. Por un lado, encontramos una concepción de la historia por parte de Dante basada en el progreso constante, http://revistamito.com/arte­y­literatura­en­el­trecento­italiano­dante­pretarca­y­boccaccio/

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superando siempre lo anterior. Así, Giotto habría superado a su maestro Cimabue, quien según la tradición literaria había descubierto por primera vez al aún joven Giotto dibujando en el suelo mientras cuidaba ovejas. Esta misma idea sería retomada por el pintor y teórico del arte del siglo XVI Giorgio Vasari Vasari en sus Vidas de artistas y será de gran importancia para la tratadística posterior.

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Cimabue descubre a Giotto, según una litografía aparecida en la revista madrileña El Renacimiento el 11 de julio de 1847 Hemeroteca Digital de la BNE

Por otro lado, al establecer un paralelo entre dos célebres poetas de su tiempo y dos pintores también conocidos, Dante está actualizando la celebérrima sentencia de Horacio ut pictura poesis y por tanto equiparando, como arte liberal, la pintura a la poesía. Este paralelismo entre pintura y poesía alcanzará gran desarrollo en la literatura de los siglos XVI y XVII, constituyendo uno de los principales argumentos de aquellos pintores que defendían la nobleza de su arte frente a su habitual consideración como simple arte manual. Petrarca Se dice que Petrarca tuvo la intención de escribir un tratado sobre arte, si bien se desconoce si el objeto del mismo serían las artes plásticas, y más concretamente la pintura, o bien abarcaría el arte en el sentido más amplio de la palabra. En De rebus familiaribus, colección de epístolas en latín, Petrarca expresa varias opiniones sobre el arte. Una de ellas se ha considerado el inicio de la literatura del paragone, esto es, la polémica en torno a la cuestión de qué arte es superior, la pintura o la escultura, polémica en torno a la cual se posicionarán numerosos artistas y teóricos del arte:

Las obras del escultor están más vivas que las del pintor. Si bien no tiene una relación explícita con el arte, es interesante cierto pasaje del poema épico de Petrarca titulado África, dedicado a Escipión el Africano: A ti, en cambio, a ti- como espera y desea mi alma- si me sobrevives muchos años, te aguardan quizá tiempos mejores; este sopor de olvido no ha de durar eternamente. Disipadas las tinieblas, nuestros nietos caminarán de nuevo en la pura claridad del pasado[2]. De este fragmento se extrae una idea que desarrollará dos siglos después Vasari en sus Vidas y que incluso el español Palomino[3] recogería en su Parnaso español pintoresco laureado, una colección de vidas de artistas que desarrollaron su actividad en la Península Ibérica durante la Edad Moderna. Esta idea no es otra que la de la http://revistamito.com/arte­y­literatura­en­el­trecento­italiano­dante­pretarca­y­boccaccio/

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identificación de la Edad Media con un período de oscuridad, la contraposición de la luz del mundo antiguo frente a la oscuridad del mundo cristiano de los siglos siguientes. Petrarca, además, parece convencido de que la luz resurgirá para disipar las tinieblas. No en vano, Boccaccio, pocos años después, como veremos más adelante, dice de Giotto que hizo tornar a la luz aquel arte que muchos siglos bajo errores ajenos había estado sepultada. El propio Vasari usaría la expresión i primi lumi para designar el período que abarcaba desde mediados del siglo XIII a finales del siglo XIV. Ya en el ámbito de la poesía, especialmente conocido es el soneto dedicado a Simone Martini tras realizar el pintor sienés un retrato de la amada de Petrarca, Laura:   Cuando a Simon la inspiración le vino Que en mi nombre el pincel le puso en mano, Si a la obra gentil le hubiese dado Con la figura voz e inteligencia   Del pecho me quitara los suspiros, Que vil es para mí lo que otros aman, Puesto que humilde al parecer se muestra Prometiéndome paz en el aspecto.   Mas cuando voy a razonar con ella, muy benigna me parece que me escucha, Si responder supiese a mis palabras   ¡Pigmalión, cuánto alabarte debes De aquella estatua tuya, si mil veces Tuviste, lo que yo una vez querría![4]

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Simone Martini, Maestà (detalle), 1315

Panofsky[5] aporta otros documentos, tales como el testamento de Petrarca, de 1370, por el que lega a su mecenas Francesco de Carrara una Madonna de Giotto. También cita una carta del poeta, entre otras breves referencias, siendo posible encontrar observaciones aisladas y de forma asistemática sobre el arte en muchas de las obras de Petrarca, en ocasiones ambiguas e incluso contradictorias. Pero la presencia literaria de estos pintores no sólo se limita a Italia; en la primera mitad del siglo XV, por ejemplo, el marqués de Santillana (1398-1458), en su Canción a la Reina Doña Isabel de Portugal, señala: “Dios voz fizo sin emienda/ de gentil persona y cara/ e, sumando sin contienda, / qual Joto non vos pintara”.[6] Boccaccio: el Decamerón Giovanni Boccaccio nació en 1313 en un lugar aún hoy discutido, pudiendo tratarse de la ciudad de Florencia o incluso París. Era hijo natural del mercader florentino Boccaccio da Chellino, al servicio de la familia de los Bardi. Pasó su infancia en Florencia y parte de su juventud en Nápoles, en la corte de los Anjou, donde completó su formación y tal vez pudo conocer por primera vez a Giotto. En 1340 fue obligado a regresar a Florencia, donde se estableció definitivamente, viviendo la peste que arrasó esta ciudad en 1348. Realizaría algunos viajes esporádicos a Venecia y Nápoles y acabó sus días retirado en una casa propiedad suya en Certaldo, cerca de Florencia, en el año de 1375. Su obra puede dividirse en dos grupos: aquella escrita en latín y la realizada en lengua vernácula, italiano. El primer grupo comprendería aquellas obras de carácter erudito, las que realmente hicieron de Boccaccio un autor estimado fuera de Italia en su época. Algunas de esas obras fueron la Genealogia deorum gentilium, obra importantísima para la mitografía, o De casibus virorum illustrium. En italiano cultivaría tanto la prosa como la poesía, acercándose en ocasiones al asunto mitológico (La caza de Diana y El Filostrato). A este grupo de obras en lengua http://revistamito.com/arte­y­literatura­en­el­trecento­italiano­dante­pretarca­y­boccaccio/

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vernácula también pertenecerían la célebre Elegía de Madonna Fiammeta y el propio Decamerón. Boccaccio, al igual que Petrarca, se sintió interesado por la teoría del arte, llegando a ser considerado el primer autor renacentista que relacionó explícitamente las artes visuales con la imitación de la naturaleza.[7] Esta relación, como se explicará más adelante, aparece desarrollada en uno de los relatos de su Decamerón, teniendo como protagonista a Giotto. La obra más célebre de Boccaccio es su Decamerón, cuya composición suele situarse en el año 1351, tres años después del mortal azote de peste que sufrió la ciudad de Florencia. Es precisamente la epidemia de peste el punto de partida de esta obra, que en su momento fue considerada de poca importancia, o incluso nula, por los primeros humanistas florentinos, alabándose a Boccaccio por sus obras latinas. No fue hasta finales del siglo XV cuando la obra comenzó a ser considerada como maestra.

Waterhouse, Un cuento del Decamerón, 1916

Estructuralmente, el Decamerón se divide en diez jornadas, que a su vez están integradas por diez relatos. Cada jornada corresponde a los diez días que un grupo de siete damas y tres caballeros pasan en una villa campestre para alejarse de una Florencia afectada por la epidemia de peste. Estas jornadas están siempre presididas por alguno de los jóvenes, que han dirigir el desarrollo de la misma. De este modo, se suceden relatos y jornadas, hasta llegar a la conclusión, feliz, del libro. No es el objeto de este trabajo analizar o siquiera apuntar los numerosos temas tratados en la obra de Boccaccio ni sus precedentes y modelos literarios, por lo que nos centraremos en citar algunas referencias más o menos vagas a obras artísticas, incidiendo especialmente en el cuento dedicado a Giotto. A lo largo del Decamerón, pueden encontrarse referencias dispersas a obras de arte, lugares, pero siempre de forma breve y vaga. Por ejemplo, en la primera jornada, los jóvenes protagonistas se encuentran en la venerable iglesia de Santa María Novella. Más adelante, al describir la villa en la que pasarán los jóvenes los próximos días refugiados de la peste, Boccaccio señala que se trataba de una villa con un grande y hermoso patio en medio, y con galerías y con salas y con alcobas todas ellas bellísimas y adornadas con alegres pinturas dignas de ser miradas. Sin embargo, el único relato del Decamerón que menciona explícitamente a un pintor es la novela quinta de la sexta jornada, titulada Micer Forese de Rábata y el maestro Giotto, pintor, viniendo de Mugello, mutuamente se burlan de su mezquina apariencia. Los protagonistas del relato son, como se indica en el título, el famoso jurista que vivió en la primera mitad del siglo XIV Micer Forese de Rábata y Giotto. La historia, recogida también por Benvenuto de Imola y por Giorgio Vasari, es sencilla: narra cómo ambos personajes se encuentran al regresar a Florencia y en el camino una tormenta les sorprende. Mojados y llenos de barro, ya habiendo pasado http://revistamito.com/arte­y­literatura­en­el­trecento­italiano­dante­pretarca­y­boccaccio/

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la tempestad, comienzan a conversar, riéndose cada uno de la fealdad del otro. La moraleja del relato, narrado por Pánfilo, es que también bajo feísimas formas humanas se encuentran maravillosos talentos escondidos por la naturaleza. La fealdad de Giotto, leitmotiv del cuento, parece que era proverbial y es recogida por otros autores posteriores. Sin embargo, lo interesante no es que Boccaccio haya escogido a Giotto como protagonista de un breve relato con moraleja, sino la presentación que el narrador, Pánfilo, hace del pintor florentino. ¿Paolo Uccello?, Retrato de Giotto, c.1450

Se nos dice de Giotto que fue de ingenio tan excelente que ninguna cosa de la naturaleza (…) con el estilo, la pluma o el pincel había que no pintase tan semejante a ella que no ya semejante sino más bien ella misma pareciese, en cuanto muchas veces en las cosas hechas por él se encuentra que el vivísimo juicio de los hombres se equivoca creyendo ser verdadero lo que es pintado. A través de este pasaje, Boccaccio alaba el naturalismo de las obras de Giotto, capaces de engañar al ojo experto. De este modo, incluso, de manera consciente o no, el literato italiano está poniendo en relación este pasaje con la célebre anécdota recogida por Plinio sobre la competición entre Zeuxis y Parrasio; está estableciendo un vínculo entre Giotto y la Antigüedad clásica. Un poco más adelante, Pánfilo añade a lo anterior: Y por ello, habiendo él hecho tornar a la luz aquel arte que muchos siglos bajo los errores ajenos (…) había estado sepultada, merecidamente puede decirse que es una de las luces de la florentina gloria. Este pasaje señala a Giotto como el gran renovador de la pintura, superando a los pintores anteriores e iniciando una nueva etapa. Especialmente interesante es la afirmación de que hizo tornar a la luz el arte, que se hallaba sepultado, expresando la misma idea que más arriba citábamos de Petrarca y que será repetida en numerosas ocasiones por numerosos autores. También, como hiciera Dante, Boccaccio parece sugerir una idea de progreso, de evolución del arte. Finalmente, llamativa resulta la nula referencia a Cimabue, quien, para Boccaccio, parece no existir. Puede colegirse de ello, que tal vez para Boccaccio fue Giotto el auténtico renovador de la pintura, considerando a Cimabue tan sólo un pintor más adscrito al estilo anterior. Hasta aquí sólo algunos ejemplos, aunque los más destacados, de la relación existente entre artistas y literatos durante el siglo XIV. Muchas de las ideas planteadas por Petrarca o Boccaccio alcanzarán gran desarrollo en los tratados artísticos del siglo XVI, siendo después exportadas a otros países como España. Sin embargo, a pesar de esta estrecha vinculación entre arte y literatura, durante los siglos siguientes una de las líneas maestras de la teoría del arte será precisamente la equiparación de la escultura y, especialmente, la pintura con la poesía en el contexto de la reivindicación, a veces enconada, de la nobleza del arte de la pintura. Portada: Giorgio Vasari, Seis poetas toscanos (1544)

Para saber más… BARASCH, Moshe, Teoría del arte. De Platón a Winckelmann, Alianza, Madrid, 2006 BAXANDALL, Michale, Giotto y los oradores. La visión de la pintura en los humanistas italianos y el descubrimiento de la composición pictórica (1350-1450), Visor, 1996, Madrid BOCCACCIO, Decamerón, 2 vol., Siruela, Madrid, 1990 PANOFSKY, Erwin, Renacimiento y renacimientos del arte occidental, Alianza, Madrid , 1983

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[1] Purgatorio, XI, 94-99. [2] Cit. en PANOFSKY, E., Renacimiento y renacimientos del arte occidental, Alianza, Madrid, 1983, pp. 4243. [3] “Mil años estuvo sepultada la Pintura en estas provincias de Occidente (…) y en España tardó aún doscientos años más en convalecer, porque la preocuparon cuidados de mayor importancia a la Religión, y a la Patria”. En PALOMINO, Vidas, edición de Nina Ayala Mallory, Alianza, Madrid, 1986, pp. 19-20 [4] En El retrato del Renacimiento (catálogo de exposición), Museo del Prado, Madrid, 2008, pp. 17-18 [5] PANOFSKY, op.cit. pp. 46-47 [6] MARQUÉS DE SANTILLANA, Poesía completa, Clásicos Castalia, Madrid, 2003, p. 110. [7] BARASCH, Moshe, Teoría del arte. De Platón a Winckelmann, Alianza, Madrid, 2006, p. 101

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ALEGRA GARCÍA GARCÍA Licenciada en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid, ha realizado estudios de posgrado relacionados con la investigación histórico-artística, la educación y la archivística. Sus principales áreas de interés son el Arte de la Edad Moderna, la iconografía y la teoría del Arte.

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