Arrizabalaga, A.; Iriarte, M.J.; Villaluenga, A. (2010): “Labeko Koba y Lezetxiki (País Vasco). Dos yacimientos, una problemática común”

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Descripción

Resumen Los yacimientos en cueva de Lezetxiki y Labeko Koba, muy próximos entre sí, completan la secuencia cronológica del Pleistoceno superior en el valle del río Deba, desde una posición estratégica. Ambos yacimientos comparten asimismo una problemática relacionada con las ocupaciones alternas del mismo espacio por los seres humanos y diversos tipos de carnívoros. Palabras clave: Cubiles, Osos, Hienas, Pleistoceno, Paleolítico, Tafonomía. Abstract The cave sites of Lezetxiki and Labeko Koba, very close each other, complete the chronological sequence of the Upper Pleistocene in the valley of the Deba river, placed in a strategic position. Both deposits have also common problems related to the alternate occupations of the same space by the human beings and diverse types of carnivorae. Keywords: Dens, Bears, Hyenas, Pleistocene, Palaeolithic, Taphonomy.

Labeko Koba y Lezetxiki (País Vasco). Dos yacimientos, una problemática común Arrizabalaga, A., Iriarte, M. J., Villaluenga, A.*

Introducción La problemática ocasionada por la convivencia en el registro arqueológico de seres humanos y diversas especies de carnívoros ha dado lugar a una bibliografía y un debate creciente. En paralelo con el cuestionamiento del espacio ocupado por los seres humanos en la pirámide trófica, los instrumentos de la Arqueología paleolitista han ido trasformándose a gran velocidad. Por encima del interés en la tradicional clasificación paleontológica de las series arqueozoológicas, la aproximación tafonómica se ha convertido en imprescindible, al igual que la visión tecnológica ha venido a matizar la clásica Tipología material, o al mismo ritmo en que la más amplia Geoarqueología ha dado cobijo a la Sedimentología cuantitativa. Durante las dos últimas décadas hemos vivido la circunstancia inédita de que no sólo han cambiado las preguntas que se formulan ante el registro arqueológico, sino que también se ha amplificado considerablemente la gama y precisión de las analíticas empleadas para responderlas. Por todos estos motivos, no resulta ocioso volver a visitar yacimientos excavados de antiguo (y sus fondos en los museos) para explorar de nuevo, con técnicas menos invasivas, los testigos sedimentarios allí conservados y tratar de recuperar información adicional que, a la luz de las nuevas perspectivas epistemológicas, permitan una comprensión mejor del pasado.

Contexto geográfico: el Pleistoceno superior en el Alto Valle del Deba (País Vasco) Uno de nosotros reflexionó hace poco (Arrizabalaga, 2007) acerca de la pertinencia del empleo del marco de la llamada “encrucijada vasca” (Arrizabalaga, 2005) como unidad de análisis aplicada al estudio del Paleolítico. En esencia,

el concepto de encrucijada parte de la constatación de que el País Vasco actual se encuentra en una zona de cruce entre grandes regiones “naturales” (el Cantábrico, el Valle del Ebro, el Pirineo Occidental o la depresión aquitana) de las que forma parte, parcialmente. Además de esta caracterización como encrucijada de regiones, su propia ubicación geográfica a caballo entre la Península Ibérica y el continente europeo facilita también el desempeño de un papel de corredor multidireccional por el que transitan las poblaciones humanas (y su cultura material, sus presas potenciales, muchas de sus materias primas y un flujo difícil de medir de símbolos e ideas) y las especies animales. Pues bien, como atestigua su rico y variado Patrimonio arqueológico, dentro de esta visión de encrucijada del País Vasco, el valle del Deba guipuzcoano juega un papel determinante, al constituir la principal vía de comunicación entre el corredor litoral y las tierras altas del valle del Ebro, separadas por varios collados de montaña de altitudes muy moderadas (600 a 700 m). A lo largo de este valle de orientación dominante SW-NE controlamos establecimientos de todas las fases del Paleolítico y aún postpaleolítico, incluyendo las recientemente localizadas manifestaciones de arte parietal de Praileaitz. La mayoría del valle del río Deba se sitúa sobre materiales geológicos detríticos, destacando en particular las numerosas peñas de caliza arrecifal sobre la que se localizan áreas muy karstificadas, en altura sobre el valle principal (Fig. 1). En dos de estas peñas (Kurtzetxiki y Bostate) se abren los yacimientos arqueológicos en cueva de Labeko Koba y Lezetxiki, respectivamente. La mayoría de las cuevas de ciertas dimensiones localizadas en el valle, tanto en su curso alto, como bajo, registran ocupaciones arqueológicas correspondientes a diversos momentos y en algunos casos como los arriba señalados vamos a observar la alternancia en las ocupaciones entre humanos y carnívoros. Algunos factores específicos, como la inclusión de

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Fig. 1. Lezetxiki (Lz) y Labeko Koba (LK) en el Alto Valle del Deba.

toda la serie estratigráfica del Pleistoceno superior, la presencia de restos fósiles humanos, una variada fauna, objetos ornamentales u otros de arte mueble, nos permiten fijarnos en la “catena” cronológica establecida por la sucesión de Lezetxiki y Labeko Koba como posible paradigma para comprender la dinámica de alternancia entre humanos y carnívoros en las redes kársticas durante el Paleolítico. Presentación de datos. Lezetxiki El yacimiento. Estratigrafía y excavación. La cavidad presenta una morfología de tipo túnel, con una orientación Norte-Sur y 20 metros de desarrollo longitudinal actual. Tanto en la superficie del sedimento no excavado, como en los niveles excavados se observa un fuerte buzamiento del relleno, de N a S. Desde el punto de vista espeleológico cabe indicar además tres fenómenos en el desarrollo de la cavidad. De una parte, en el extremo Norte del túnel de Lezetxiki se abre una galería lateral secundaria, Lezetxe, cuya excavación no proporcionó materiales de tipo industrial, aunque sí restos de fauna de Ursus spelaeus. Por otra parte, en las bandas 9 y 11 de la excavación (bajo el dintel sur del túnel), y en la base del depósito, se abre la boca de una red de galerías inferiores, denominada cueva de Leibar. Finalmente, existe una pequeña galería, que hemos

bautizado como Lezetxiki II, colmatada de sedimento, y cuya excavación ha permitido conectar el exterior del túnel de Lezetxiki (por su lateral oriental), directamente con la cueva de Leibar. La Carta Arqueológica de Guipúzcoa (Altuna et alii, 1995) sitúa en 1927 el descubrimiento del yacimiento, por parte de Justo Jáuregui. La excavación del depósito dio comienzo en 1956, prolongándose en sucesivas campañas anuales hasta 1968, publicadas individualizadamente en la revista Munibe. En las campañas de excavación 19561968 se recuperaron materiales, muestras e información contextual de una amplia superficie (unos 75 metros cuadrados de media). Esta superficie fue sometida a un tratamiento muy avanzado en el momento en el que se desarrolló la excavación clásica (micro y grandes mamíferos, sedimentología, un primer ensayo –fallido- palinológico y una datación de C14). El equipo interdisciplinar encargado de estudiar los distintos aspectos del depósito incluía algunos de los mejores especialistas de la Prehistoria europea del momento. La estrategia con la que la excavación fue planificada merece ser calificada de muy correcta, salvando las distancias lógicas entre quienes desarrollan en la actualidad esta modalidad de excavación y los parámetros vigentes hace ya medio siglo.

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La actuación dirigida por uno de nosotros (desde 1996, hasta el presente) resulta mucho más limitada. Trabajamos en una superficie de unos diez metros cuadrados en el cantil sur de Lezetxiki, con lo que difícilmente contaremos con nuevos materiales que obliguen a matizar lo que conocíamos con anterioridad acerca de esta secuencia. Nuestro esfuerzo por recuperar informaciones novedosas de la secuencia de Lezetxiki no partía de la tabula rasa con la que un arqueólogo se enfrenta siempre a un nuevo yacimiento, sino que pretendía más bien poner en valor un depósito clásico e intentar resolver algunas cuestiones que, entendíamos en 1996, quedaban pendientes de aclaración desde el cierre de las anteriores campañas de excavación. Igualmente, venimos desarrollando sucesivas campañas de excavación en Lezetxiki II, con el objetivo de proporcionar un contexto estratigráfico adecuado al conocido húmero de Lezetxiki-Leibar. Algunos de estos objetivos van lográndose, si bien a costa de abrir nuevos temas de discusión para años venidros. La mayor parte de los estudios en relación con el yacimiento de Lezetxiki son contemporáneos o próximos en el tiempo al desarrollo de las primeras campañas de excavación del depósito (1956 a 1968, ininterrumpidamente). El propio excavador, J. M. de Barandiarán, publica las observaciones estratigráficas y materiales arqueológicos más significativos de cada campaña (vid. J. M. Barandiarán en la bibliografía). Durante la excavación fueron recogidas muestras para los análisis sedimentológico (Kornprobst), polínico (Altuna) y radiocarbónico (Altuna). Antes de concluir la excavación se habían presentado ya diversos estudios referidos a datos puntuales (Antropología, Arqueozoología, industria ósea), por parte de diversos autores (vid. Basabe, Altuna o I. Barandiarán en la bibliografía). Pronto se publicará la síntesis de los datos paleontológicos (Altuna) y el análisis sedimentológico (Kornprobst y Rat, 1967). En esta primera fase el estudio polínico resultó estéril, al parecer por sondearse niveles estériles desde esta perspectiva (Altuna, 1972). Una primera datación absoluta tampoco proporcionó los resultados esperados. Durante una larga serie de años, el interés por el yacimiento de Lezetxiki se centra básicamente en los materiales antropológicos hallados y en la supuesta antigüedad de sus industrias. Más recientemente, las aproximaciones al tema de Lezetxiki se han establecido en el marco académico. La Tesis Doctoral de Bernaldo de Quirós (Bernaldo de Quirós, 1982), habiéndose centrado en un seguimiento del Paleolítico superior inicial cantábrico, trata marginalmente la secuencia de Lezetxiki. Uno de sus alumnos, elaborará una

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síntesis sobre Lezetxiki como memoria de licenciatura (Esparza, 1985, 1986 y 1993), a partir de las industrias de los niveles que considera corresponden al Paleolítico superior. Por otro lado, en una tesis doctoral sobre el Paleolítico medio en el País Vasco (Baldeón, 1987 y 1993) se estudia de modo extenso la secuencia de los niveles VII a III de Lezetxiki que incluyen, en su opinión, materiales musterienses. Entre los años 1985 y 1990 tiene lugar una serie de iniciativas encaminadas a la elaboración del análisis polínico por parte de Sánchez: recogida de muestras en 1985, reinterpretación litológica de la secuencia en 1986 (Arrizabalaga y Barrutiabengoa, 1986), estudio de la secuencia polínica y revisión de la cronología absoluta a través de nuevas dataciones. En la tesis doctoral de Sánchez (1992) se incluyen los datos correspondientes. Por último, en 1995 lee su tesis doctoral uno de los firmantes de este trabajo (Arrizabalaga, 1995), incluyendo el estudio de la industria lítica de los niveles IV a I, ambos inclusive. Las excavaciones que se vienen desarrollando bajo la dirección de uno de nosotros en Lezetxiki desde 1996 tienen por objeto clarificar algunos de los aspectos estratigráficos, cronológicos, materiales y de reconstrucción ambiental que quedan pendientes de resolver tras la lectura del anterior apartado. En varios trabajos recientes pueden consultarse algunas de las principales incógnitas que sugiere el actual estado de nuestro conocimiento sobre Lezetxiki, en un amplio entorno (Arrizabalaga, 2005 y 2006; Arrizabalaga et alii, 2005). Concretamente desde la perspectiva de la reconstrucción geocronológica de su secuencia, tres han sido las objeciones que ha planteado tradicionalmente el yacimiento de Lezetxiki: Las dificultades manifiestas que se deben afrontar de cara a la obtención de fechas, debido a las circunstancias postdeposicionales del yacimiento. La falta de sintonía entre las diversas informaciones ambientales, estratigráficas y cronológicas que provienen de distintas fuentes. Las aparentes discordancias entre las dataciones obtenidas a partir de una misma muestra, desde diversos protocolos metodológicos. Venimos excavando dos áreas diferenciadas, a saber, el perfil sur de la trinchera abierta en la excavación clásica (que llegó hasta la banda 18, cuando nosotros trabajamos en las bandas 20, 22 y 24) y un locus que denominamos Lezetxiki II, en el que intentamos localizar el auténtico contexto estratigráfico del húmero humano de Lezetxiki. El protocolo analítico y de excavación aplicado a ambas áreas es idéntico, y comprende la repetición de numerosos análisis (Sedimentología, Palinología, Macro y Micromamíferos) y

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Determinación taxonómica. Vamos a limitarnos a hacer referencia a las especies de mamíferos identificados en los niveles estudiados del yacimiento de Lezetxiki, si bien es cierto que hemos observado la presencia tanto de aves como de microfauna (salvo la Marmota marmota que ha sido incluida). Podemos afirmar que los agentes acumuladores en estas unidades fueron básicamente los carnívoros y en particular el Ursus spelaeus, el cual supone el 95% del registro.

epífisis, así como el abandono de las falanges intactas, nos hacen pensar en un aprovechamiento de la médula atribuible al ser humano. Por el contrario, no hemos apreciado la existencia de marcas de corte u otras afecciones similares atribuibles a la acción humana. (Yravedra, 2002) El segundo taxón mejor representado en el conjunto, tanto por cantidad de restos como por la completa distribución esquelética de los mismos es la Marmota marmota, tanto con elementos apendiculares, axiales y craneales. Debido a este amplio conjunto es probable la introducción de los mismos por parte de los carnívoros que frecuentaban la cavidad durante este periodo. Entre los carnívoros hemos identificado restos aislados de Panthera pardus y Vulpes vulpes. Al igual que para los herbívoros estas especies se encuentran pobremente representadas, solo en cantidades y restos axiales suficientes para indicarnos su presencia y posible contribución a la composición del conjunto. Finalmente nos referiremos a la presencia de Ursus spelaeus en este nivel M de Lezetxiki, sin duda la especie mejor representada con 88 restos identificados, procedentes de al menos un Número Mínimo (NM) de 4 ejemplares. De los cuales hemos podido identificar y agrupar dos de ellos ya que el escaso desplazamiento que han sufrido los estratos han contribuido en gran medida a preservar agrupados los restos de cada animal, originando conjuntos fácilmente aislables entre sí mediante el análisis de la distribución espacial de cada ejemplar y registro taxonómico de los restos. En este nivel, entre los cuatro animales individualizados, ha sido posible sexar tres machos y una hembra gracias a la buena conservación de los caninos, (Torres, 1984)

NIVEL M La excavación de este nivel comenzó en la campaña de 2006 y se prolongó durante 2007, para realizar la separación entre el nivel inmediatamente superior llamado L, en el cual se ha destacar una importante presencia antrópica reflejada en una alta tasa de restos de herbívoros, así como por los patrones de fractura y marcas de corte presentes en múltiples fragmentos óseos. Entre los herbívoros identificamos cuatro taxones, Cervus elaphus, Equus caballus, Capreolus capreolus, y Rupicapra rupicapra. Todos ellos representados por un número muy escaso de restos en su mayoría piezas dentarias, salvo en el caso del caballo del cual existen tres restos, epífisis distal de un metacarpo junto con la 1ª y 2ª falanges las cuales al hallarse en un mismo emplazamiento creemos probable su atribución a la extremidad de un solo animal. El modelo de fractura presente en el metatarso, inmediatamente superpuesto a la

NIVEL N Este nivel denominado N, ha comenzado a excavarse durante la campaña de 2008 y la separación estratigráfica con respecto al anterior, Nivel M, no presenta grandes dudas, debido a que ambos los separa un importante nivel de plaquetas y bloques calizos. Las diferencias respecto al nivel anterior son notables en cuanto a la representación taxonómica presente en el conjunto. El número de especies de herbívoros representadas se reduce sensiblemente viéndose limitada a los taxones Bos/Bison y Cervus elaphus. El primero de ellos se encuentra representado por dos astrágalos y un fragmento de epífisis distal de una tibia derecha perteneciente a un individuo que debido a su talla lo consideramos como inmaduro. Por otra parte la presencia de Marmota marmota decrece con respecto al conjunto anterior, aunque no se había citado este taxón en el antiguo nivel VII (Altuna, 1972)

la ejecución de otros nuevos (Micromorfología, Antracología o Carpología, entre otros). Algunos avances sobre aspectos puntuales o de síntesis sobre la excavación han sido ya publicados (Arrizabalaga, 2006; Arrizabalaga et alii 2005; Arrizabalaga, Álvarez e Iriarte, 2008; Falguères, Yokoyama y Arrizabalaga, 2006). Avance al análisis faunístico del complejo estratigráfico M-N (excavación Arrizabalaga-Iriarte). Vamos a dar a conocer un primer avance de los datos taxonómicos y tafonómicos obtenidos tras la excavación y análisis provisional de los restos faunísticos del yacimiento de Lezetxiki recuperados durante las campañas de excavación correspondientes a los años 2006, 2007 y 2008. En las citados fechas han sido identificados dos niveles arqueológicos con creciente presencia de Ursus sp. niveles denominados M y N. Estos conjuntos corresponden a grandes rasgos con los en su día estudiados por J. Altuna (1972) en su Tesis Doctoral procedentes de los niveles VI y VII de la primera intervención dirigida por José Miguel de Barandiarán entre 1956 y 1968.

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En este mismo nivel, entre los Carnívoros hemos detectado la presencia de Panthera leo spelaea, Panthera pardus y Vulpes vulpes. Del primero de ellos hemos hallado un metatarso, del segundo una mandíbula derecha y del tercero tres piezas dentarias. La presencia, tanto de León de las cavernas, (Castaños, 1990 y 2005; Diedrich, 2007) como de Leopardo, tampoco hallado en la excavación antigua en el nivel VII. Por otra parte deseamos destacar el importante conjunto de restos de Ursus spelaeus, que probablemente presenten rasgos de Ursus deningeri, (Torres, 1984; Torres et alii 2004 y 2007; Nestares, 2001; PintoLlona, Andrews y Etxebarria, 2005; García, 2003) hallados nos hace intuir un importante descenso de la actividad antrópica en el nivel N, si bien ésta queda constatada por los restos de industria lítica existentes en este mismo contexto. No son únicamente los osos quienes pudieran llegar a alternar ocupaciones con grupos humanos, posiblemente en función de la estacionalidad; a ellos debemos añadir la presencia de ambas especies de félidos mencionadas, grandes carnívoros con los cuales la convivencia, tanto de osos, como de humanos, era menos probable, si bien en la literatura ha sido largamente mencionada los usos esporádicos y puntuales que harían de las cavidades los felinos, frente a ocupaciones más estables y largas en el tiempo de los úrsidos (Kurtén, 1976). Hemos de referirnos también a la importante presencia de úrsidos, Ursus spelaeus/deningeri en el Nivel N de Lezetxiki. Hemos podido identificar un Número Mínimo (NM) de 14 animales, entre los cuales prácticamente la totalidad del conjunto se corresponde a animales de avanzada edad; por otra parte se ha detectado escasez de animales inmaduros. Precisamente por su escasez, la identificación de piezas de menores dimensiones y frecuentemente carroñeadas destaca entre el monótono conjunto que forma el resto del conjunto. En este nivel N hemos identificado entre 350-400 restos de Ursus spelaeus/deningeri del total de los aproximadamente 500 identificados en ambos niveles Análisis tafonómico. Ya hemos hecho referencia a algunos aspectos específicos de la Tafonomía durante el análisis taxonómico de los niveles M y N, a pesar de lo cual vamos a centrarnos en otros presentes en Lezetxiki para comprender correctamente el conjunto. FENÓMENOS FÍSICOS En primer lugar, ha de contemplarse la naturaleza del yacimiento. Se trata de un tubo cárstico cuya visera se fue desmantelando durante el proceso de depósito de sedimentos en su interior. En la presente intervención, creemos que

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durante la campaña de 2008 ha sido alcanzado el nivel de desprendimiento de la bóveda de la cavidad, punto en el que se localiza la separación entre los niveles M y N. Por ello y para realizar una correcta interpretación del conjunto ha de comprenderse que sólo los últimos restos óseos hallados fueron depositados en un contexto interpretable como de cueva; como consecuencia de ello, el conjunto presente en el Nivel N es el más rico de toda la estratigrafía, al depositarse en un entorno cerrado y sufrir un rápido enterramiento. A ello ha de añadirse la presencia de restos óseos en toda la superficie excavada, junto con la recuperación de tres esqueletos de Ursus spelaeus/deningeri en conexión anatómica. En el estrato superior, nivel M, constatamos por el contrario un fenómeno de conservación diferencial, así como la presencia del charriage à sec en la zona a techo de este nivel (Koby, 1941 y 1942). Este fenómeno, originado por el desplazamiento de los paquetes sedimentarios, da lugar a la fractura longitudinal de las diáfisis y su posterior erosión generando unas características formas con cierto pulido y redondeado. En cuanto a la conservación diferencial en la superficie de la cavidad, estaría producida por la ausencia en las bandas exteriores de cobertura, unida a la naturaleza ácida del contexto sedimentario, origina la existencia de tres zonas de conservación; la más alejada de la pared en la que prácticamente no conserva o de manera muy deficiente material óseo. Una segunda zona es la situada a medio camino entre el exterior y el abrigo rocoso en el que se transformó la cavidad tras el derrumbe de la techumbre, con materiales aceptablemente conservados, junto con otros erosionados y apenas reconocibles. Finalmente aquellos materiales, mejor preservados son los situados bajo la pared de la cavidad, protegidos de la constante humedad y acidez del sedimento, (Yravedra, 2006) FENÓMENOS BIOLÓGICOS En cuanto a los fenómenos biológicos, hemos podido constatar la fractura por agentes biológicos del material óseo. En ausencia de grandes carroñeros como la Hiena de las Cavernas, Crocuta crocuta o carnívoros, Canis lupus, interpretamos que es el propio Ursus spelaeus quien procedió a la destrucción de parte del conjunto óseo (Pinto-Llona, Andrews y Etxebarria, 2005) Es relativamente frecuente hallar marcas de dientes, tanto en forma de punciones, como acanaladuras en las epífisis proximales de huesos largos y vértebras, así como la destrucción completa de epífisis (principalmente proximales de huesos largos dando como resultado un característico perfil almenado en la zona de fractura) (Fosse el alii, 1997) En este mismo conjunto

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también han sido identificadas marcas producidas por roedores, especialmente en restos anteriormente consumidos por otros carnívoros o sobre fragmentos de costilla (Yravedra, 2006). Las trazas de estos animales se componen de una serie de marcas paralelas de escasa profundidad y perfil plano a lo largo del borde anguloso de las costillas, aquel de superficie más propicia para el desgaste de los incisivos de estos animales. A pesar de estos fenómenos tafonómicos de naturaleza destructiva, hemos de decir que una parte significativa del material óseo se encuentra en situación prácticamente primaria, es decir desde la muerte del animal el contexto no ha sido alterado y por tanto es posible reconstruir en su totalidad o en parte el esqueleto de cada ejemplar. El mejor ejemplo de conservación es el integrado por los restos de un Ursus spelaeus identificados durante campaña de 2008, en la que fue parcialmente excavado un esqueleto completo. Presentación de datos. Labeko Koba El yacimiento de Labeko Koba (Arrasate, País Vasco) fue excavado bajo la dirección de A. Arrizabalaga durante el período 1987-1989, en el curso de una actuación de urgencia, tras la cual desapareció. En esta cueva fue descubierta una interesante secuencia, extensamente publicada ya (Arrizabalaga y Altuna, dirs., 2000) y a cuya memoria remitimos al lector cara a una eventual revisión de la fauna recuperada en cada nivel. Entre las unidades más significativas de la excavación, destacaremos el subnivel IX inferior (Castelperroniense), el VII (Protoauriñaciense), el V y el IV (ambos, atribuidos al Auriñaciense antiguo). Sin embargo, a excepción de los niveles I, II y VIII, todos contienen materiales arqueológicos. Una modificación significativa de aquel estado de la cuestión es el que se debe de producir en breve plazo, como consecuencia de la incorporación de un nuevo aparato geocronológico para interpretar el yacimiento, con fechas AMS obtenidas mediante el novedoso sistema de la ultrafiltración. Estas fechas están en marcha y deben envejecer considerablemente el marco cronológico que en su día publicamos. Muy brevemente, podemos repasar las circunstancias de cada unidad estratigráfica. El nivel IX, en su conjunto, representa un depósito de restos paleontológicos generados por la utilización de la cavidad por parte de grandes carnívoros y carroñeros, como osos y hienas. Tiene una potencia considerable, alcanzando los dos metros en algunos puntos del depósito. De acuerdo a criterios de orden ambiental, hemos diferenciado en su seno dos tramos, el IX inferior (apenas los cuarenta centímetros basales) y el IX superior, ambos separados ocasionalmente por una colada

estalagmítica. Las indicaciones sedimentológicas, arqueozoológicas y arqueobotánicas para el subnivel inferior permiten considerarlo templado y húmedo. Contamos para el mismo con una datación radiocarbónica del 34215 ± 1265. En este tramo han sido detectados restos de industria ósea y lítica, adscritos al Castelperroniense y que identificamos con prácticas de carroñeo de carne y materias primas bióticas en el cubil de las hienas, efectuadas de modo muy esporádico. La caracterización del tramo superior (que apenas presenta industria) es más fría, según se deduce, tanto de la fauna, como de la Sedimentología o el polen. El nivel VIII está constituido por lentejones de arcillas estériles, cuya presencia es esporádica. En cuanto al nivel VII, marca una inflexión clara con respecto a los niveles subyacentes. Por primera vez en la secuencia de Labeko Koba, el ser humano cobra protagonismo, rivalizando con los carnívoros (en este nivel, fundamentalmente osos) para ocupar el pequeño espacio disponible. Parece haberse dado una alternancia entre ocupaciones humanas de cierta estabilidad en el tiempo, con el aprovechamiento de la cueva como cubil de osos. De hecho, la industria lítica parece indicar que este nivel es el único de Labeko Koba que presenta un conjunto relativamente completo y cerrado, en el que están incluidos todos los segmentos de la cadena operativa lítica. Contamos con una datación que sí consideramos válida, referida a este nivel VII (31455 ± 915), que apoya las observaciones producidas en los estudios tipológicos. En particular por la composición de su industria lítica, este nivel se conforma como claramente Protoauriñaciense, en concreto de la variedad con abundantes laminitas de retoque semiabrupto (frecuentemente, tipo Dufour). Las fuentes de aprovisionamiento del sílex son sustancialmente las mismas (como en el resto de la secuencia), aunque se percibe un avance del aprovisionamiento desde los afloramientos del sur en los niveles de ocupación estable, frente a una mejor representación del sílex del Flysh septentrional, común en las presencias más esporádicas. Sin embargo, la proximidad física de los afloramientos y su conocimiento no parecen presuponer completa accesibilidad, puesto que el aprovechamiento de la materia prima en toda la secuencia es de tal grado que permite detectar una grave escasez de recursos líticos. En el nivel VII han sido recuperados varios restos (un canto con líneas grabadas, una pequeña bola de ámbar y varias evidencias de decoración sobre soporte óseo) que testimonian que, al menos desde el Protoauriñaciense, estos grupos disponían de un universo simbólico similar al que se observará a lo largo del Paleolítico superior. Como consecuencia de la irregular presencia de este tipo de res-

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tos en los inicios del Paleolítico superior cantábrico, nos podemos encontrar ante algunos de los primeros testimonios de este tipo descritos para el norte peninsular. Desde el punto de vista ambiental, la lectura del nivel VII no es unívoca a la luz de las diferentes analíticas. La Sedimentología, registra una intensificación del frío. En el registro polínico, la base del nivel evidencia un mantenimiento o incremento del frío observado en el subnivel IX superior, en paralelo a una reducción de la humedad. Sin embargo, en el tramo superior del nivel VII se revela una mejoría notable, presentándose un paisaje más atemperado y húmedo, del que desaparecen los taxones estépicos. Finalmente, el análisis arqueozoológico detecta un importante cambio en la representación de ungulados, probablemente relacionada con la generalización del aporte humano. Desde el punto de vista ambiental, aunque no se han discriminado distintos tramos, se observa una disposición predominante de los restos de rinoceronte lanudo en la base del nivel, del mismo modo que corzo y jabalí se ubican preferentemente en su zona superior, lo que puede contribuir a confirmar la hipótesis planteada por la Palinología. En Labeko Koba, los niveles VII y V se encuentran separados por un nivel VI, muy pobre, que parece bascular culturalmente más hacia el nivel V que hacia el VII por su composición industrial. Aunque la industria lítica no es significativa, en este nivel existe una evidencia ósea que ha sido identificada como azagaya de base hendida, testimonio que nos acota la ocupación como una primera presencia de gentes del Auriñaciense antiguo. Caracteriza a este nivel VI una gran cantidad de cantos y pequeños bloques, a menudo cementados por una reactivación de la cavidad que ha disuelto y precipitado parte de los carbonatos contenidos en los propios cantos. Resulta sugerente ver en esta masa brechificada el resultado de la última fase de colapso importante de la visera de la cueva. El mantenimiento o incremento de la humedad está certificado por Sedimentología y Palinología, aunque se registra menor unanimidad en la caracterización de la temperatura dominante durante la deposición de esta unidad. Mientras que la Sedimentología observa una remisión del frío en el nivel VI, el registro polínico parece evidenciar un empeoramiento climático, que se cierra con un paisaje plenamente estadial. El análisis arqueozoológico no aporta demasiada información desde el punto de vista ambiental, aunque sí muestra una regresión en los aportes de carnívoros (que ahora son de pequeña talla) sobre el conjunto del nivel, en correlación con la mayor importancia de la caza humana. En este sentido, el gran incremento en la presencia de

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bovinos (seguido de ciervos y caballos) marca la pauta del resto de la secuencia, que llama la atención por diversas características recurrentes. Entre éstas, citaremos la especialización en la caza de bovinos que se evidencia si expurgamos los restos de carnívoros del conjunto, la práctica ausencia de animales de roquedo entre las especies cazadas, o la determinación de un área probable de explotación preferente sobre la vega del río Aramaio, en cuyo otro extremo se localiza el yacimiento de Lezetxiki. La adscripción cronológica del nivel V también se presenta como cierta, a la vista de la existencia de una azagaya de base hendida casi completa en esta unidad. También existen otros fragmentos de azagaya de sección aplanada que pueden corresponder a restos de este tipo óseo. Los tecnocomplejos líticos apuntan en la misma dirección, al presentarse los niveles modal y grupal dentro de los parámetros observados para el Auriñaciense antiguo en otros niveles del Cantábrico (Cueva Morín o la Cueva del Polvorín, entre otros). Contamos con una datación, en nuestra opinión aceptable, para este nivel (30615 ± 820). En el nivel V, todavía se dispone de cierto grado de información paleoambiental, si bien los datos polínicos proceden de muestras aisladas. La Sedimentología vuelve a registrar una situación de frío intenso, del mismo modo que las citadas muestras de polen, en las que también es relevante la caída de la humedad ambiental. En el registro arqueozoológico vuelve a presentarse el mamut, atestiguando el deterioro climático. Respecto a sus variables económicas, este nivel permite observar una todavía mayor especialización en la caza de bovinos, a los que siguen en preferencias caballos, ciervos y otros ungulados. El nivel IV de Labeko Koba se presenta más problemático de datar. Carecemos de información aceptable desde el punto de vista de la cronología absoluta. Nuestro principal apoyo para la adscripción del nivel IV consiste en su fuerte similitud con el nivel V, a todos los efectos (ambiental, sedimentario, industrial, comportamental). Si observamos el registro lítico comprobamos que en la mayor parte de los tests empleados en la dinámica estructural de la industria lítica, ambos niveles tienden a asociarse. La estructura lítica más diagnóstica a efectos culturales (la modal) muestra una gran similitud entre ambos modelos, a pesar de que el retoque semiabrupto, todavía fuertemente presente en el nivel V, casi desaparece en el nivel IV. También resulta fácil referir este modelo de Auriñaciense antiguo con otros posibles paralelos regionales (unidades de Gatzarria o Cueva Morín). La industria ósea no aporta informaciones determinantes a efectos de cronología cultural. En consecuencia, consideraremos a este nivel IV como

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una fase más avanzada del Auriñaciense antiguo. Debe de precisarse en este punto que no nos referimos a un Auriñaciense evolucionado o évolué en su nomenclatura francesa, que reúne una serie de características que lo hacen diferenciarse netamente del Auriñaciense antiguo. En su conjunto, en la caracterización del nivel IV parece predominar la proximidad al modelo del nivel V. El análisis sedimentológico detecta para el nivel IV una remisión progresiva del frío. No contamos con otras informaciones relevantes para conocer la climatología paralela a la deposición del nivel, ni los posteriores, puesto que el registro polínico se encuentra muy alterado y los restos de ungulados siguen manteniendo unas circunstancias similares a las del nivel V, con gran predominio del gran bóvido, seguido en esta ocasión de caballo y ciervo. Las últimas ocupaciones del yacimiento se detectan en el nivel III, con la cueva casi colmatada. No existen dataciones, ni prácticamente materiales susceptibles de ser datados en este nivel. Además, las industrias localizadas en el mismo son particularmente pobres. Por estos motivos, el único elemento de juicio para aproximarse a la posible datación del mismo deriva de la continuidad entre los niveles III y IV, tanto por cuanto se refiere a la estratigrafía, como a otras circunstancias (la fauna recuperada es muy similar, la escasa industria lítica, coherente, y la Sedimentología indica que prosigue el atemperamiento iniciado en el nivel IV). A juzgar por ello y teniendo en cuenta que no parecen registrarse hiatus sedimentológicos entre el inicio de la estratificación y la colmatación de la cavidad, podemos deducir que el nivel III no se ubica cronológica-

mente lejos del Auriñaciense antiguo al que adjudicábamos los niveles V y IV. A efectos, tanto tafonómicos, como taxonómicos, la dinámica de la fauna recuperada en el yacimiento registra una abrupta inflexión entre el nivel IX superior y el VII. Si prescindimos de los restos de carnívoros presentes en cada nivel, las tendencias de los conjuntos de la sima y el nivel IX, en el que el vector de aportación parecen ser carnívoros (en especial, la hiena) son radicalmente diferentes de los que afectan al tramo superior de la estratigrafía (con la curva de carnívoros dominada por osos, lobos, zorros y gatos monteses). Interpretamos que el vector que aporta la mayoría de estos restos óseos es el ser humano a partir del nivel VII (Fig. 2). Un aspecto metodológico relevante de la investigación pluridisciplinar de Labeko Koba fue el de la aportación ambiental del contenido esporopolínico de los coprolitos de hiénidos. La aplicación del estudio del contenido esporopolínico de los coprolitos en contextos arqueológicos es una técnica de progresiva implantación. La experiencia en este tipo de análisis, ha puesto de manifiesto la validez de los registros obtenidos en este tipo de material (Carrión et alii 2004, Bryant, Dean 2006), independientemente de su procedencia (humana, animales carnívoros, herbívoros, etc.). En el caso de la Península Ibérica, y en el ámbito cronológico que nos ocupa, los análisis se realizan fundamentalmente sobre coprolitos de hiena (p.e. Carrión et alii 2001, 2005, Fernández et alii 1995, González-Sampériz et alii 2003). El estudio de Labeko Koba no ha sido una excepción, y se analizaron diversos coprolitos de hiena como

Fig. 2: Restos de ungulados (filtrados los carnívoros) en la secuencia de Labeko Koba.

ARRIZABALAGA, A., IRIARTE, M. J., VILLALUENGA, / Labeko Koba y Lezetxiki (País Vasco). Dos yacimientos, una problemática común

complemento del registro paleopalinológico obtenido de la secuencia sedimentaria (Iriarte, 2000). La deficiente conservación esporopolínica de algunas de las muestras de este análisis, se contrarrestó con la información obtenida de los coprolitos. Pese a que el número de palinomorfos recuperados no fue elevado (salvo en algunos casos concretos), los resultados fueron coincidentes con los de la secuencia sedimentaria y la evolución paleoambiental definida junto a otro tipo de analíticas (Paleontología, Sedimentología, etc.). Valoramos además este registro como de alta resolución cronológica, a diferencia de lo que sucede con las muestras tradicionales de polen, cuya lectura cronológica resulta mucho más complicada de establecer, toda vez que puede corresponder a la lluvia polínica de un periodo muy dilatado.

Discusión: humanos y animales en un mismo medio De modo intencionadamente forzado hemos superpuesto sobre un mismo plano dos yacimientos que presentan algunas similitudes y notables diferencias. En primer término, se trata de dos yacimientos “en cueva” sobre un medio geográfico muy próximo. Apenas cinco kilómetros de distancia separan ambas cavidades, que comparten también una circunstancia tafonómica poco afortunada: grandes superficies del depósito se ubican fuera del abrigo rocoso de la cueva y han resultado intensamente lixiviadas por el agua de lluvia. Es así como presentan graves problemas de conservación diferencial, tanto en un gradiente vertical (entre diferentes niveles), como sobre todo en horizontal: zonas del yacimiento protegidas bajo cueva tienen una conservación aceptable, mientras que otras –sólo bajo abrigo- han resultado más afectadas y en gran medida se ha destruido el registro expuesto a las circunstancias climatológicas del aire libre. Los patrones de sedimentación de ambas cavidades también presentan, como no podía ser de otro modo, algunos puntos de conexión (medio kárstico, algún componente eólico, aportes de ladera y de colapsos parciales y sucesivos de la visera). En ambos supuestos, esto ha dado origen a problemas derivados de conservación de parte del registro arqueobotánico (pólenes) o arqueozoológico (micromamíferos), así como ha dificultado la obtención de un soporte geocronológico preciso y fiable. Sobre todo, a efectos de la discusión que aquí queremos propiciar, comparten la utilización del mismo espacio en régimen de alternancia (en diferente rango) entre los seres humanos y grupos de carnívoros. Dicho esto, se trata de dos yacimientos muy diferentes, entre otros motivos por su superficie (Labeko Koba tenía

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unos 20 m2 de superficie máxima y Lezetxiki resulta, al menos, seis veces mayor), por sus ritmos de sedimentación (muy rápido y continuo en Labeko Koba, frente al discontinuo y prolongadísimo de Lezetxiki). También presentan patrones de ocupación radicalmente distintos: en Labeko Koba las ocupaciones por unos y otros parecen ser continuas (cuatro metros de estratigrafía a lo largo de unos cinco mil años), mientras que en Lezetxiki la presencia de humanos y carnívoros es muy irregular y se prolonga mucho en el tiempo (ocho metros de estratigrafía depositados en unos 140.000 años). La densidad de hallazgos es paralela a la anterior variable, de modo que es muy superior en el caso de Labeko Koba (tanto en términos cuantitativos, como de diversidad de materiales), en tanto que resulta entre baja y muy baja en Lezetxiki. Incluso el responsable de lo principal de la acumulación de cada depósito corresponde a sendas especies humanas, el humano moderno en Labeko Koba, por el Neandertal en Lezetxiki. Una percepción rápida de ambos yacimientos nos apuntaría hacia la siguiente dirección: las ocupaciones de carnívoros y humanos en Labeko Koba aparentan registrarse en términos de sucesión, mientras que en Lezetxiki parece observarse una convivencia entre especies animales y humanas. Si estudiamos con detenimiento el registro, sin embargo, comprobaremos que ello puede ser fruto de un espejismo arqueológico, fruto de las diferentes circunstancias de ambos yacimientos. Los prehistoriadores debemos interpretar como acontecimientos de rango histórico un registro de resolución geológica, lo cual conlleva en ocasiones relativizar términos con contenido tan preciso como “convivencia” o “alternancia”. ¿Cómo se valora la convivencia estricta en un yacimiento paleolítico, aunque restos dejados por los seres humanos y animales como las hienas se recuperen en un “mismo” contexto estratigráfico?. ¿Qué rango cronológico tiene la supuesta alternancia en el empleo de un espacio por humanos y osos o hienas (decenal, secular...)? Hecha esta salvaguarda (nuestro escepticismo acerca de la resolución real del registro pleistoceno), aún se observan claras diferencias entre las circunstancias de Labeko Koba y Lezetxiki. El nivel IX de Labeko Koba es, casi íntegramente, fruto de la acumulación de carnívoros. Los escasos restos de industria lítica y ósea presentes en el nivel, adjudicados al Castelperroniense, unidos a los reducidos testimonios de actividad antrópica sobre restos de fauna (cut marks) sólo permiten atribuir al ser humano un papel muy secundario, testimonial, en la acumulación de este impresionante paquete de hasta dos metros de altura de restos acarreados básicamente por las hienas hasta su

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cubil. El nivel VII y sucesivos muestran una inflexión clara sobre este modelo, ya que aunque existe una presencia importante de otros carnívoros y úrsidos (que dejan sus huesos), el papel de la hiena es secundario, y la intervención humana sobre el registro de los ungulados es masiva y demostrable. Se diría que la mayor incompatibilidad en el uso alterno del espacio se produce con las hienas. Frente a estas circunstancias, Lezetxiki es un depósito de grandes dimensiones, con una baja densidad de hallazgos de todo tipo. La serie estratigráfica inferior (pero no sólo), desde el nivel J aproximadamente, muestra una distribución discrecional de restos industriales y de fauna por el espacio de la cavidad, pero los restos de ungulados presentan con mucha más frecuencia trazas de carnívoros que de la actividad humana. Lo que no comporta obligatoriamente que estas últimas no hayan destruido o desfigurado las primeras. Sin embargo, la valoración de los vectores de aportación de restos de ungulados a Lezetxiki van a relacionarse más con estudios de fragmentación de huesos o parámetros de desarticulación anatómica o dispersión espacial que con la determinación de improntas humanas o animales, muy deterioradas por la conservación diferencial descrita. En esta misma línea, queremos hacer una última reflexión: superada la visión antropocéntrica del registro arqueozoológico, la mayor visibilidad de los propios restos óseos de hiena, de sus coprolitos y de las características erosiones de sus presas nos puede llevar a sobrevalorar el papel acumulador de las hienas, respecto a otros carnívoros. En este sentido, el mejor candidato para interpretar los numerosos mordiscos y roídos de los huesos de ungulados y de otros osos en las unidades revisadas de Lezetxiki son otros osos, que dominan de modo aplastante el zoograma. Parece acreditado el consumo de restos de oso por parte de miembros de su misma especie en estas unidades de Lezetxiki.

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