Arqueología del cristianismo de la Antigüedad Tardía en Cantabria: Hacia un estado de la cuestión

October 17, 2017 | Autor: Leticia Tobalina | Categoría: Arqueología, Cristianismo Primitivo
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Descripción

La revista científica Sautuola se encuentra incluida en los Catálogos LATINDEX y DICE, así como en las Bases de Datos ISOC, DIALNET (España) y REGESTA IMPERII (Alemania)

© De la presente edición: De los originales los autores, de la maqueta y composición el Instituto de Prehistoria y Arqueología “Sautuola”

Edita: Instituto de Prehistoria y Arqueología “Sautuola” con el patrocinio de Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria

Redacción: Instituto de Prehistoria y Arqueología “Sautuola” C/ Santa Lucía 45 - 2ºE 39003 - Santander (Cantabria, España) Correo electrónico: [email protected]

• Consejo de Redacción Dirección: Dr. Miguel Ángel García Guinea Vocales: Ramón Bohigas Roldán Elena de Diego Anbuhl Carmelo Fernández Ibáñez Carmen Martín Gutiérrez Rosario Olabe Fernández

• Comité Científico Dr. D. J. Antonio Abásolo Álvarez (Universidad de Valladolid) Dr. D. Germán Delibes de Castro (Universidad de Valladolid) Dr. D. Francisco Etxeberría Gabilondo (Universidad del País Vasco) Dr. D. Cesar González Sáinz (Universidad de Cantabria) Dr. D. J. Avelino Gutiérrez González (Universidad de Oviedo) Dra. Dña. Salete da Ponte (Instituto Politécnico de Tomar, Portugal) Dr. D. Ignacio Ruiz Vélez (Institución Fernán González, Burgos)

Coordinación: Carmelo Fernández Ibáñez Ramón Bohigas Roldán Asesor lingüístico: Peter Smith I.S.S.N: 1133-2166 Depósito Legal: SA - 1097 - 2010 Impreso en España / Printed in Spain Impresión, maquetación y fotomecánica: Gráficas Copisán - [email protected]

La publicación de un trabajo en esta revista científica, no implica que la Redacción ni el Gobierno de Cantabria estén de acuerdo ni se solidaricen con el contenido de aquel. Las opiniones y los hechos consignados por los distintos autores de los artículos, son de la única y exclusiva responsabilidad de ellos mismos, en el uso de su plena libertad intelectual. / The publication of a paper in this scientific journal does not imply that that Editorial Committee or the Government of Cantabria agree with or support its contents. The opinions and facts given by the different authors of the papers are their own and exclusive responsibility, within the full use of their intellectual freedom. Los textos de los artículos son reproducción de los originales entregados por los autores, siendo necesario citar la procedencia en cualquier transcripción o reproducción total o parcial de los mismos. / The texts of the papers are a reproduction of the authors' original manuscripts and it is necessary to cite the source of any total or partial transcription or reproduction.

INDICE / INDEX IN MEMORIAM Miguel Ángel García Guinea (1922-2012) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

7-9

I. PALEO-MESOLÍTICO / PALAEO-MESOLITHIC El yacimiento arqueológico de “El Bosque” (Entrambasaguas, Cantabria). Algunas reflexiones en torno a los yacimientos al aire libre del paleolítico en el centro de la región cantábrica The Archaeological Site of “El Bosque” (Entrambasaguas, Cantabria). Some reflections on open-air Palaeolithic sites in the centre of Cantabrian Spain

Ramón MONTES BARQUÍN, Emilio MUÑOZ FERNÁNDEZ, José M. MORLOTE EXPÓSITO, Silvia SANTAMARÍA SANTAMARÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

13-36

Paleoambiente en el Nivel III (Gravetiense) del abrigo de “El Cuco” (Castro Urdiales, Cantabria) Palaeo-environment in Level III (Gravettian) at "El Cuco" Rock-Shelter (Castro Urdiales, Cantabria)

Pedro RASINES DEL RÍO, Emilio MUÑOZ FERNÁNDEZ, Silvia SANTAMARÍA SANTAMARÍA, José Manuel MORLOTE EXPÓSITO y Igor GUTIÉRREZ ZUGASTI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

37-44

Personal ornaments in Europe during the Solutrean: Evidences from Cantabrian Spain Los objetos de adorno-colgantes en Europa durante el Solutrense: los datos de la región Cantábrica

Esteban ÁLVAREZ-FERNÁNDEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

45-52

El yacimiento del abrigo de Santa María (Valdáliga, Cantabria) The Rock-Shelter of Santa María (Valdáliga, Cantabria)

Mercedes PÉREZ BARTOLOMÉ, Jesús RUIZ COBO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

53-67

II. PREHISTORIA RECIENTE / RECENT PREHISTORY Nuevos datos sobre una alineación de menhires en el norte de Burgos: El yacimiento de Las Atalayas, en Avellanosa del Páramo (Burgos) New information about a menhir alignment in the North of Burgos: The site of Las Atalayas, Avellanosa del Páramo (Burgos)

Miguel Á. MORENO GALLO, Germán DELIBES DE CASTRO, José A. LÓPEZ SÁEZ, Saúl MANZANO RODRÍGUEZ, Rodrigo VILLALOBOS GARCÍA, Alberto FRAILE VICENTE, Javier BASTONCILLOS ARCE . . . . .

71-93

III. EDAD DEL HIERRO / IRON AGE Grabados zoomorfos sobre pizarra y otros epígrafes inéditos en castros asturianos Zoomorphic Carvings on Slate and other Epigraphs at Asturian hillforts

Ángel VILLA VALDÉS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

97-112

IV. ÉPOCA ROMANA / ROMAN PERIOD Pallantia romana (primera etapa). Conclusiones establecidas a partir de los trabajos de excavación realizados en el núcleo urbano de la ciudad de Palencia Roman Pallantia (first stage). Conclusions from the excavation work performed in the centre of the city of Palencia

Mª Julia CRESPO MANCHO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115-144

Actuación arqueológica en los números 3 y 5 de la plaza de la Inmaculada de Palencia Archaeological Fieldwork at numbers 3 and 5 in Inmaculada Square, Palencia

Gregorio J. MARCOS CONTRERAS , Miguel Ángel MARTÍN CARBAJO, Jesús Carlos MISIEGO TEJEDA, Francisco Javier SANZ GARCÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145-162 Datos para una reconstrucción integral del sistema defensivo del fuerte romano de A Cidadela (Sobrado dos Monxes, A Coruña) Defensive System of the Roman Fort at A Cidadela (Sobrado dos Monxes, A Coruña): Data for a Reconstruction

José Manuel COSTA GARCÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163-177 El horno tardorromano de vidrio del antiguo Convento de los Padres Paúles (Ávila): Producciones The late Roman Glass Furnace at the former Convent of Padres Paules (Ávila): Productions

F. J. MARCOS HERRÁN, Mª. S. ESTREMERA PORTELA

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179-186

Soldados galaicos en las tropas auxiliares romanas Galician soldiers among roman auxiliary troops

Narciso SANTOS YANGUAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187-198 La producción y el comercio de libros en el Imperio Romano Book publishing in the Roman Empire

Javier ALONSO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199-213 El cementerio tardorromano de Aguilar de Anguita y la problemática de las necrópolis con ajuares “tipo Simancas-San Miguel del Arroyo” The Late Roman Cemetery at Aguilar de Anguita and the problem of necropolises with “Simancas-San Miguel del Arroyo-type” grave-goods

Fernando PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, Magdalena BARRIL VICENTE

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215-237

V. TARDOANTIGÜEDAD Y MEDIEVO / LATE ANTIQUITY AND MEDIEVAL PERIODS Arqueología del cristianismo de la antigüedad tardía en Cantabria: hacia un estado de la cuestión Archaeology of Christianity in Cantabria in late Antiquity: the state of the art

Leticia TOBALINA PULIDO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241-262 Nuevas evidencias sobre el uso de las cuevas de Cantabria durante la Tardoantigüedad y la Alta Edad Media. Primeros resultados del Proyecto Mauranus New evidences about cave use in Cantabria during Late Antiquity and Early Medieval Age. First results of the Proyecto Mauranus

Enrique GUTIÉRREZ CUENCA, José Ángel HIERRO GÁRATE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263-280 La necrópolis de San Martín de Ontón (Castro Urdiales, Cantabria) The Necropolis at San Martín de Ontón (Castro Urdiales, Cantabria)

José Manuel MORLOTE EXPÓSITO, Ramón MONTES BARQUÍN, Silvia SANTAMARÍA SANTAMARÍA, Emilio MUÑOZ FERNÁNDEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281-293 Las iglesias medievales en las cuencas de los ríos Saja y Nansa (Cantabria) Medieval Churches in the Saja and Nansa river basins (Cantabria)

Ana RUBIO CELEMÍN, Jesús RUIZ COBO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295-318 Los alfares de época medieval y moderna en Valladolid Medieval and Modern Kilns in Valladolid

Antonio BELLIDO BLANCO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319-330

VI. EDADES MODERNA Y CONTEMPORÁNEA / AGES MODERN AND CONTEMPORARY La batería de Cabo Menor en Santander: Historia y potencial arqueológico Cabo Menor Battery in Santander: History and Archaeological Potential

Rafael PALACIO RAMOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333-342 Recuperación y análisis de los restos humanos de la cueva 2741 de Matienzo (Ruesga, Cantabria) Recovery and Study of the Human Remains in Cave 2741 in Matienzo (Ruesga, Cantabria)

P. SMITH, F. ETXEBERRIA, L. HERRASTI, M. P. de MIGUEL, M. MARTÍNEZ, S. CARDOSO, L. PALENCIA, J. M. AZNAR, A. BECARES, C. ALBISU, J. RUIZ, J. CORRÍN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343-351 Los últimos ocupantes de las cuevas de Matienzo: Hacia una arqueología de los huidos de la postguerra The Last Occupants of Matienzo Caves: Towards an Archaeology of the Fugitives in the Post-Civil War

Peter SMITH . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 353-359

VII. ARTE RUPESTRE / ROCK ART Magia y religión en el Paleolítico Superior Magic and religion in the Upper Paleolithic

Raquel LACALLE RODRÍGUEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 363-374

VIII. CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO / CONSERVATION OF HERITAGE Dossier: “Los Acabados de Magnetita en la Siderurgia Prerromana” Dossier: Magnetite Finish in Pre-Roman Metal-working

Jesús ALONSO LÓPEZ, Paloma LÓPEZ SEBASTIÁN, Isabel ORTIZ DE ERRAZTI (coords.) . . . . . . . . . . . . .

377

Introducción Introduction

Jesús ALONSO LÓPEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379-380 Perspectivas sobre la conservación, restauración e investigación de las armas antiguas. Desiderata de un arqueólogo e historiador militar Come views on the Conservation, Restoration and Research of Ancient Weapons. Desiderata of an Archaeologist and Military Historian

Fernando QUESADA SANZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 381-387 Los recubrimientos de magnetita. Estado de la cuestión y propuestas metodológicas para su estudio y conservación Magnetite Coverings: State of the Art and Methodological Proposals for its Study and Conservation

Jesús ALONSO LÓPEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 389-433 Contribución científico-tecnológica para el conocimiento de los recubrimientos de magnetita y bronce-magnetita en armas prerromanas Scientific-technological contribution to an Understanding of Coatings of Magnetite and Bronze-Magnetite on Pre-Roman Weapons

Laura GARCÍA SÁNCHEZ, Antonio J. CRIADO PORTAL, Jorge CHAMÓN FERNÁNDEZ, A.Javier CRIADO MARTÍN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 435-456

Algunos aspectos de la metalurgia de la Edad del Hierro en Burgos Some aspects of Iron Age Metallurgy in Burgos

Ignacio RUIZ VÉLEZ, Adelaida RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 457-470 La conservación y la restauración de objetos de hierro en la bibliografía arqueológica española Conservation and Restoration of Iron Objects in Spanish Archaeological Literature

Carmelo FERNÁNDEZ IBÁÑEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 471-482

IX. HISTORIOGRAFÍA / HISTORIOGRAPHY La puesta en valor de cavidades: Monte Castillo (Puente Viesgo) a través de su historia moderna (1903-1971) The Development of Caves: Monte Castillo (Puente Viesgo) in Modern History (1903-1971)

Marcos GARCÍA DIEZ, Daniel GARRIDO PIMENTEL, José María CEBALLOS DEL MORAL

. . . . . . . . . . . 485-496

Cueva de La Clotilde: Un modelo de la destrucción del arte rupestre Cueva de La Clotilde: A model in the destruction of cave art

Virgilio FERNÁNDEZ ACEBO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 497-511 Síntesis historiográfica sobre los “Barros Saguntinos” Historiographical notes on “Barros Saguntinos”

Macarena BUSTAMANTE ÁLVAREZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 513-518

X. VARIA / VARIOUS Primera campaña de prospección en la cabecera de los ríos Carrión y Pisuerga. Término municipal de La Pernía (Palencia) First season of surveying at the head of the rivers Pisuerga and Carrion. Municipality of La Pernía (Palencia)

P. DIEGO ESTÉBANEZ, A. VALLE GÓMEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 521-560 La sal como ofrenda en los rituales mortuorios. Nuevas perspectivas de estudio The Role of Salt as an Offering in Mortuary Rites: New Approaches to its Study

Pedro Javier CRUZ SÁNCHEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 561-579

Fe de Erratas Errata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

581

Notas para la admisión de originales Notes for the submission of manuscripts

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 583-589

Sautuola / XVI-XVII Instituto de Prehistoria y Arqueología “Sautuola” Santander (2010-12), 241 - 262

Arqueología del cristianismo de la antigüedad tardía en Cantabria: hacia un estado de la cuestión1 Archaeology of Christianity in Cantabria in late Antiquity: the state of the art Leticia TOBALINA PULIDO2 RESUMEN El objetivo del presente trabajo es realizar un estado de la cuestión del cristianismo antiguo en Cantabria a través de la arqueología. Aunque es un tema que ha sido tratado por la historiografía desde el punto de vista arqueológico en otras regiones, como Asturias o País Vasco, no lo ha sido en Cantabria, salvo, como veremos, los estudios de J. González Echegaray y aportaciones aisladas de otros autores. Este artículo pretende cubrir parte de ese vacío. ABSTRACT The purpose of this work is to produce a state-of-the-art about ancient Christianity in Cantabria through archaeology. Although it is a topic treated by historiography in other regions like Asturias or the Basque Country, it has not been approached in Cantabria, except for the studies of J. González Echegaray and the contributions of some other authors. For this reason, this article aims to cover that gap. PALABRAS CLAVE: Arqueología. Cantabria. Cristianismo. Tardoantigüedad. KEY WORDS: Archaeology. Cantabria. Christianity. Late Antiquity.

I. INTRODUCCIÓN Existen limitaciones importantes a la hora de abordar el tema del primer cristianismo en Cantabria, que tienen que ver, por un lado, con la escasez de fuentes y, por otro, con la escasez y la dispersión de estudios. Por ello, el trabajo que aquí presentamos constituye una primera aproximación y es el punto de partida para futuras investigaciones. En el marco geográfico hemos considerado apropiado ceñirnos a los límites históricos coherentes con el proceso durante el periodo romano (Fig. 1) y fijar la horquilla cronológica desde finales del siglo III - principios del IV d.C., cuando algunos autores han situado los primeros vestigios, hasta el siglo VIII d.C., al iniciarse la llegada de los musulmanes a la Península3, periodo que la historiografía viene denominando Antigüedad Tardía o Tardoantigüedad.

1. Este artículo es una versión resumida del trabajo del Máster en Prehistoria y Arqueología (Especialidad Arqueología) presentado en la Universidad de Cantabria y dirigido por la Dra. Mar Marcos. 2. C/ Nafarroa nº 1 – 6º Ctro., (48901), Barakaldo (Bizkaia). Correo electrónico: [email protected] 3. Aunque como fecha de referencia se toma el año 711, consideramos que, como fenómeno estructurado de larga duración, no podemos limitar tan precisamente la fecha, por lo que para nuestro trabajo consideramos el siglo VIII d.C. completo, pudiendo hacer alusión en algunos casos concretos a siglos posteriores (IX-X d.C.), cuando las referencias al cristianismo y a su organización en el territorio son ya evidentes. ISSN: 1133-2166

Figura 1: Marco geográfico. Límites de la Cantabria romana.

I.1. Los inicios del cristianismo en Cantabria ¿Cuándo se inició el proceso de cristianización en Cantabria? ¿Cuándo se pudo dar éste por culminado? Éstas son sólo dos de las preguntas a las que la historiografía ha tratado de dar respuesta desde el siglo XIX. El debate historiográfico surgido en torno a este tema está estrechamente ligado al del grado de romanización, uno de los criterios que se ha utilizado tradicionalmente para negar la temprana cristianización cántabra. No hay unanimidad entre los autores en cuanto a los orígenes del cristianismo en la región, aunque prácticamente ninguno aboga por una cristianización anterior al siglo IV d.C. Las teorías tradicionales de Barbero y Vigil (1974: 94) apuntaban al manteni-

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ARQUEOLOGÍA DEL CRISTIANISMO DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA EN CANTABRIA: HACIA UN ESTADO DE LA CUESTIÓN

miento del paganismo entre los cántabros en el siglo IV d.C., lo que permitiría, según ellos, que la llegada de los germanos a principios del siglo V d.C. ocurriese sin que el cristianismo hubiese penetrado prácticamente y que siguiesen aferrados a cultos paganos en época visigoda, cuando el cristianismo empezaba a extenderse por la región (ALONSO ÁVILA, 1985: 92; BARBERO y VIGIL, 1974: 93). Precisamente, algunos autores tomaban como referencia la cronología tardía del ara de Erudino (399 d.C.) para sugerir una pervivencia del paganismo en Cantabria y otras áreas rurales de la Península Ibérica por extrapolación en el siglo IV d.C. Sin embargo, estudios recientes, de la mano de Iglesias y Ruíz Gutiérrez (1999) han demostrado que en realidad se trata de un ara del siglo II d.C. Por tanto, no podemos considerar este elemento como referente a la hora de abogar por una tardía cristianización y la pervivencia del indigenismo en la región cántabra. Parece claro que fue un proceso lento. Hay que tener presente que en la Península, a comienzos del siglo IV d.C., el cristianismo estaría ya ampliamente extendido, tanto en los ámbitos rurales como en los urbanos (DÍAZ y TORRES, 2000), pero en las fuentes se percibe todavía un cierto contenido pagano en las prácticas cristianas, es decir, las sociedades habrían asumido la nueva religión pero las gentes seguirían siendo romanas, pues las erradicación total de las prácticas paganas llevó tiempo (GÓMEZ FERNÁNDEZ, 2000: 262)4. Lo más probable es que el cristianismo hubiese entrado en la región ya en época romana, aunque quedasen reminiscencias paganas en los siglos posteriores que, por otra parte, están presentes en Hispania hasta una época muy tardía, tal y como refleja el propio Beato de Liébana en el siglo VIII d.C. En cuanto a la forma de penetración del cristianismo en Cantabria, algunos autores abogan por el monacato como vía de introducción en época visigoda a través del fenómeno del eremitismo (ALONSO ÁVILA, 1985: 88-89; BARBERO y VIGIL, 1974: 191; DÍAZ MARTÍNEZ, 2006: 61; GONZÁLEZ ECHEGARAY, 1969: 44, GUERRA DE VIANA, 1996: 4). En este sentido, Díaz Martínez (2006: 63) señala que los eremitas dieron a conocer el cristianismo en Cantabria, centrándose en un primer momento en las cabeceras del Ebro, Pisuerga y Carrión, para adentrarse posteriormente en los diferentes valles. Es precisamente en esta zona donde se localiza el mayor número de centros rupestres.

4. Los concilios de la época manifiestan esta generalizada situación; éste es el caso del Concilio de Elvira, del que aunque no se sabe la fecha concreta de celebración, parece seguro que tuvo lugar en los primeros años del siglo IV d.C. (se celebró antes de la promulgación del Edicto de Milán), o de los concilios I y II de Braga celebrados en c. 561 y 572, respectivamente (DÍAZ y TORRES, 2000: 237).

Por otro lado, la presencia de objetos de marcado carácter litúrgico y de uso personal en algunas cuevas5 de la región (Suano, Cudón, etc.) llevó a algunos autores a poner de relieve esa idea de evangelización en época visigoda por medio de ascetas (BARBERO Y VIGIL, 1974: 192; GONZÁLEZ ECHEGARAY, 1969), mientras que otros, como Azkárate (1988: 132), son más partidarios de la hipótesis de que se trataría de lugares de refugio de época tardía, en el siglo VIII d.C., ante la llegada de los musulmanes a la Península. Es difícil determinar cuando se produjo la culminación del proceso de cristianización en Cantabria. Para González Echegaray (1988: 44) tuvo lugar en el siglo VIII d.C. con la invasión árabe de la Península, siglo en el que la religión católica se instalaría con peso, tal y como señala también Guerra de Viana (1996: 4). Sin embargo, la implantación de la Iglesia en Cantabria en su sentido institucional y administrativo, sería un proceso que se daría a partir de dicho siglo (AJA, 2008: 215-216). Lo que parece claro es que para estas fechas el cristianismo ya tendría un gran arraigo entre la población y sería uno de los pilares fundamentales del proceso de reconquista tras la invasión musulmana. I.2. Breve historia de las investigaciones A nivel estatal, la obra de referencia es la de Pedro de Palol, quien en 1967 publicaba: “Arqueología cristiana de la España romana: siglos IV-VI” con el objetivo de hacer un inventario lo más completo para orientar futuras investigaciones (PALOL, 1967). De esta manera completaba los trabajos publicados en años anteriores sobre epigrafía y “Bronces hispanovisigodos de origen Mediterráneo. I. Jarritos y patenas litúrgicos” (1950), obra ésta ceñida a un conjunto concreto de elementos, en la que el autor establece distintos grupos en función de las características tipológicas de las piezas. En los años ochenta, Agustín Azkárate publicaba su tesis doctoral (1988), en la que hace un estudio de la cuestión para la región vasca, con una revisión completa de la arqueología cristiana en dicho territorio, acabando con mitos y falsas interpretaciones que venía arrastrando la historiografía desde el siglo XIX. El grueso de la investigación se centra en el estudio del fenómeno eremítico, pero también realiza una revisión crítica de todas las piezas identificadas como cristianas en la región. El tercer trabajo reseñable, más reciente, es el de García de Castro (1995), aunque recoge principalmente los hallazgos con una cronología superior al siglo VIII d.C., salvo algunas excepciones que hace en epigrafía, remontándose a los siglos V-VII

5. En ocasiones aparecen asociados a otros objetos y a restos humanos en algunos de los casos. Y a veces en contextos que señalan claramente que no se vivió en esas cuevas.

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Leticia TOBALINA PULIDO

d.C. En los últimos años además se han venido realizando revisiones de temas específicos dentro del cristianismo desde el punto de vista arqueológico. En Cantabria, pese a que en el siglo XIX y XX, algunos autores realizaron breves aproximaciones al fenómeno del cristianismo desde la arqueología, podemos decir que el primero en acercarse a ello de una forma explícita y pionera, no sólo desde un punto de vista documental, sino arqueológico, fue González Echegaray, quien, desde 1969, cuando publicó su primer estudio monográfico, ha ido perfilando sus aportaciones. Al margen de lo aportado por Echegaray, son pocos los que se han acercado al mundo del cristianismo desde la arqueología en Cantabria, y los que lo han hecho ha sido de manera puntual sin tratar el tema de manera monográfica. Entre los más recientes destacan los trabajos de José Ramón Aja (2008) y Pablo Díaz Martínez (2006), que tratan el fenómeno acabando con algunos falsos mitos y estableciendo líneas de investigación pendientes de desarrollar por futuros investigadores. No obstante esta tradición historiográfica, podríamos concluir que hay una falta de estudios del fenómeno, a excepción hecha de los de González Echegaray. I.3. ¿Arqueología cristiana o arqueología del cristianismo? El término arqueología cristiana ha sido utilizado hasta la fecha para referirse al estudio del cristianismo desde una perspectiva arqueológica. Es una expresión, por otra parte, que no todos los autores comparten, pero que a partir de los años 60 del siglo XX cuando Pedro de Palol publica su famosa obra, se emplea junto con el de arqueología paleocristiana de manera recurrente. Así, Palol definía ésta última como los estudios de investigación arqueológica de nuestro primer cristianismo. José Antonio Iñiguez aporta a finales de los años setenta la siguiente definición de arqueología cristiana (1977: 11): “ciencia histórica que estudia los restos monumentales de los primeros tiempos de la antigüedad cristiana”. En los dos siguientes trabajos de mayor relevancia para la zona Norte de la Península, el de Azkárate (1988) y el de García de Castro (1995), sus autores se decantaron por esa última expresión. Aunque en ambas obras se realiza un estudio de piezas relacionadas con el cristianismo, el trabajo de Azkárate se acerca a los primeros vestigios en el territorio vasco, mientras que García de Castro aborda el periodo de la Alta Edad Media (siglo VIII-XI d.C.), definiendo el concepto como el análisis arqueológico de unos restos materiales que tienen en común el Cristianismo como factor explicativo. Nos decantamos en este artículo por el término arqueología del cristianismo a pesar de que los autores más relevantes han optado por el tradicional de arqueología cristiana. Consideramos más apropiado y

preciso el primero de ellos porque éste engloba el conocimiento de la arqueología de la cultura cristiana (en este caso en Cantabria), sin embargo, el segundo se ciñe más a aquello relacionado con la liturgia. II. TESTIMONIOS ARQUEOLÓGICOS DEL CRISTIANISMO EN CANTABRIA (SIGLOS IV – VI d.C.) II.1. Primeros testimonios documentales Conviene mencionar de manera sucinta las referencias literarias acerca de los primeros testimonios del cristianismo en la región cántabra, que se reducen a dos. La primera referencia se encuentra en el “De virtutibus Sancti Martini Episcopi” de Gregorio de Tours (c. 575-587), en la que se hace alusión a Maurano, un cántabro que había perdido el habla a causa de un ataque cerebral y que fue sanado milagrosamente en su viaje a la tumba de San Martín, localizada en Tours (Francia), atribuyendo a este último su curación. Al llegar a la sepultura del santo, contó su historia y pronunció una oración a su Dios cristiano. Otra referencia se halla en la “Vida de San Millán” de San Braulio (c. 640) en la que se da a entender una predicación de San Millán en Cantabria ante la desobediencia que presentaba esta tierra a Dios. De estas escuetas referencias apenas pueden extraerse conclusiones. Se puede atestiguar la presencia de cristianos, al menos en época visigoda, en la región cántabra, pero son hechos aislados y las fuentes no permiten saber cuál era el calado de la religión en la sociedad. El problema es, una vez más, saber cuáles eran las dimensiones de las

Figura 2: Placa calada (1), fragmento plaquita con inscripción clarissi (2) y mango con inscripción potili diogenis (3).

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comunidades cristianas, así como el grado de asimilación del cristianismo entre la sociedad.

das de Hispania. Al estar la pieza fracturada es difícil precisar su carácter cristiano.

II.2. Piezas revisadas por la historiografía

II.2.3. Mango con inscripción Potili Diogenis

Dentro de este grupo de objetos incluimos: la placa de bronce con inscripción clarissim, el mango con inscripción potili diogenis, el fragmento de bronce calado, y el crismón de vidrio de Julióbriga.

Hallado también en Julióbriga (Fig. 2.3), en un primer momento se consideró la pieza como cristiana, al leer Cotili Diaconi (SOLANA SAINZ, 1981: 312), fórmula similar a la que encontramos en algunos jarritos como el que presenta la inscripción Giveldi Diaconi (BALMASEDA MUNCAHARAZ y PAPÍ RODES, 1997: 171; NAVASCUÉS, 1947-1948). Solana no le asigna ninguna función específica al objeto y propone una cronología visigoda. Sin embargo, recientes estudios rechazan esta interpretación, calificándose el objeto de mango y revisándose la inscripción al leerse Potili Diogenis. Así mismo, su cronología se ha llevado al siglo I ó II d.C. (IGLESIAS GIL y RUÍZ GUTIÉRREZ, 1999: 125-126). Se rechaza así, por tanto, el carácter cristiano de la pieza.

II.2.1. Placa de bronce calada Esta plaquita (Fig. 2.1.) calada fue hallada en la intervención arqueológica de Julióbriga. Pese a que algunos autores vieron en ella una estampilla con las letras HXH (HERNÁNDEZ MORALES, 1946: 109) o una placa con las letras HXA (GARCÍA Y BELLIDO et alii, 1970), otros señalaron que se trataba de una placa de cinturón calada con la inscripción HXP[I] (Hic Christus) (SOLANA SAINZ, 1981: 310). Sin embargo, una reciente interpretación de Fernández Ibáñez (2003: 196) señala que en realidad es parte de un pestillo. Así, el extremo que los autores anteriores interpretaron como una inscripción, se trataría en realidad de la parte calada que se correspondería con los huecos donde se alojaban los dientes y las gargantas del paletón de la llave. Por ello no se trata de una pieza relacionada con el cristianismo.

II.2.4. Pieza de vidrio radiada Este fragmento de vidrio (Fig. 3) fue hallado en la intervención arqueológica de Julióbriga en el área de la Llanuca en 1956 y actualmente se encuentra desaparecido8. Desde que García y Bellido (1956) lo publicara en la memoria de excavación de Julióbriga de los años 1954-56 la calificara de crismón en base a una

II.2.2. Placa de bronce con inscripción clarissim Esta plaquita de bronce (Fig. 2.2.) fue hallada en La Llanuca (Julióbriga) fuera de contexto estratigráfico. En el caso de esta pieza hay bastante unanimidad de opiniones, al menos en su cronología, dado que tendría una horquilla cronológica del siglo IV al VI d.C. según los caracteres tardíos que presenta la inscripción (HERNÁNDEZ MORALES, 1946: 111 y Mb26; RUÍZ GUTIÉRREZ, 2006: 161; SOLANA SAINZ, 1981: 312 y 314). En la interpretación de la inscripción hay una mayor divergencia. Se leen de forma completa los caracteres LARISSI, mientras que se aprecia la terminación de una c al inicio de la palabra así como el inicio de una letra al final de la plaquita que los autores proponen que se trate de una m, formando así la palabra CLARISSIM [US/A]. Solana Sainz (1981: 314) no ofrece una interpretación segura pero en su opinión parece claro que no hace alusión a la institución de los Clarissimi6, pudiendo tratarse de una expresión del tipo clarissima femina o clarissima vir, fórmulas corrientes referidas a la vida civil en calidad de honores en época romana y visigoda y que encontramos de manera frecuente en algunas inscripciones7 romanas y visigo-

6. Miembros del orden senatorial romano. 7. Véase por ejemplo: 9840, 19031, 21280 de Hispania Epigraphica.

Figura 3: Reconstrucción hipotética del vidrio hallado en Julióbriga (según GARCÍA Y BELLIDO, 1956: 163).

8. Tras revisar las cajas 1065, 1067, 1090 y 1000, correspondientes a los vidrios de Julióbriga desde la campaña de 1952, no hemos localizado la pieza. Nos hemos puesto en contacto con el Museo Diocesano de Santillana del Mar, y desconocen su paradero. Por ello, tenemos que dar la pieza, a día de hoy, como desaparecida.

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reconstrucción hipotética de la misma, autores como González Echegaray la han venido considerando como posiblemente cristiana. Sin embargo, ya Solana Sainz (1981) señaló que en realidad se trata del fondo de una botella de vidrio similar a las halladas en Conímbriga, lo que retrasaría su cronología de la segunda mitad del siglo IV como apuntaban sus descubridores y el propio González Echegaray, a la primera mitad del siglo I – primer tercio del siglo II d.C. En ese sentido, Aja Sánchez (2008: 218) hace hincapié en retrasar la cronología de la pieza aunque no corrobora la interpretación de Solana. II.3. Osculatorios La historiografía ha otorgado el carácter litúrgico a un grupo de objetos, denominados osculatorios. Ejemplares hallados en nuestra región son los de Campos9 (ROS Y ADELL, 2007: 484), Cudón (ALCALDE DEL RÍO, 1934) y Ordejón de Arriba10 (ABÁSOLO ÁLVAREZ, 1978: 58-59; FUENTES DOMÍNGUEZ, 1986: 207). Fue Fernández Guerra (1897) el primero que otorgó a estas piezas la denominación de osculatorios. En 1948, Ros y Adell (2007), aunque con ciertas dudas, les daban el carácter de amuletos. Entre los estudios más recientes, Alonso Sánchez (1986-87) y Papí (1999) son las autoras de los artículos más relevantes en el tratamiento de estas piezas en su conjunto11. Otros trabajos de relevancia son los de García Retes (1986), Fuentes Domínguez (1986-1987) y Regueras Grande (1990); el más reciente en cuanto a nuevas interpretaciones es el de Gutiérrez Cuenca y Hierrro Gárate (2010).

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cer referencia al uso para el que estuvieron destinados estos objetos según algunas interpretaciones. Se caracterizan por tener una anilla inferior circular, un astil central y un remate en el extremo superior. Este remate12 puede tener diferentes formas: animal (palomas u otro tipo de aves, caballos), geométrico, cabezas humanas, etc. El material de fabricación más abundante es el bronce, pero también encontramos ejemplares en latón y vidrio. Las dimensiones de estos objetos suelen ser reducidas, en torno a los 10-12 cm, superando los 20 cm en pocos casos; normalmente los ejemplares más grandes son los fabricados en vidrio y los orientales (FUENTES DOMÍNGUEZ, 1986: 208). Desde que se dieron a conocer las primeras piezas13 se han realizado matizaciones en la cronología y se han formulado diversas interpretaciones: accesorios de tocador, amuletos14, instrumentos para bendecir a los fieles o útiles para dar la paz durante la Eucaristía15; así como realizado matizaciones en la cronología16. Esto es debido, principalmente, a que son muy pocos los útiles de estas características encontrados en contexto arqueológico y los que lo hacen proceden de ambientes funerarios. Otros autores han sugerido que se trate de ruecas votivas de mano (REGUERAS, 1990) y un reciente artículo, en la línea de las investigaciones alemanas de los últimos años, ruecas de pequeño tamaño perfectamente funcionales, basándose en las representaciones de estelas funerarias del siglo III d.C. y en hallazgos arqueológicos de piezas muy similares en marfil, hueso y madera (GUTIÉRREZ CUENCA y HIERRO GÁRATE, 2010: 268-270). En cuanto a la cronología, parece tratarse de objetos tardorromanos17 con pervivencia en el periodo visigodo. Sin embargo, son pocos los hallados en un contexto arqueológico concreto, lo que ha hecho que

También son conocidos como removedores de perfumes, término que autores como Ángeles Alonso consideran más preciso que el de osculatorio por ha12. Se han encontrado ejemplares que presentan en el remate una y dos palomas, un delfín, un gallo, un caballo… (FUENTES DOMÍNGUEZ, 1986-87: 207-208). 9. Es una pieza citada por varios autores desde el artículo de Ros y Adell con motivo del IV Congreso Arqueológico del Sudeste Español, celebrado en Murcia en 1948 (es recogido por la publicación de la crónica del congreso en 2007). Se trata de un osculatorio hallado, según la bibliografía, en Campos (Santander). La recogen también Menéndez Pidal (1976: 699), Azkárate (1988: 117), Regueras Grande (1990: 180) y Papí Rodes (1999: 133) en respectivas publicaciones. Desconocemos el paradero de la pieza. 10. La bibliografía consultada ubica en el Museo Arqueológico de Burgos la pieza. Hemos contactado con el museo y nos han notificado que no se encuentra en su depósito. En el mismo yacimiento de Ordejón de Arriba, Peña Castillo, se ha localizado, al parecer, un ara con una inscripción cristiana en griego. No hemos localizado la publicación de la misma y en el citado museo nos comentan que no está en sus dependencias. 11. En el artículo de Gutiérrez Cuenca y Hierro Gárate (2010) se indica que se está preparando un artículo monográfico sobre este tipo de objetos. En este sentido, Sastre Blanco nos ha informado de la próxima publicación de un trabajo similar que recoje los objetos de este tipo hallados hasta la fecha en la Península Ibérica y las diferentes teorías propuestas, al haber hallado uno en contexto arqueológico en la intervención arqueológica que dirige.

13. Para una completa revisión bibliográfica y de los hallazgos véase (REGUERAS GRANDE, 1990: 182-186). 14. Alcalde del Río (1934: 158) otorga el carácter de amuleto a estas piezas en relación al matrimonio, al considerarlos como distintivo del estado social; vendrían a tener, según este autor, el mismo carácter que el actual anillo matrimonial. Ros y Adell (2007) plantean en el título de su artículo que los osculatorios sean amuletos. A medida que avanza su discurso se aprecia las dudas que le sugiere dicha interpretación; no se decanta por una función concreta. 15. Estas son las cinco principales teorías que recoge Alonso Sánchez (198687: 114) como síntesis de las propuestas en las diferentes publicaciones. 16. Son muchos los ejemplares hallados en la Península. Concepción Papí recoge, en uno de sus artículos (1999: 133), los conocidos hasta la fecha, indicando el tipo de remate de cada uno. 17. Si tenemos en cuenta la hipótesis planteada por Gutiérrez Cuenca y Hierro Gárate (2010: 269), este tipo de objetos están presentes en la iconografía de numerosas estelas funerarias de época romana procedentes de Turquía y Palmira, fechadas desde el siglo III d.C. y hasta la tardoantigüedad.

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durante años fuese muy difícil asignarles una función y cronología precisa. Las nuevas investigaciones parece que están dando resultados interesantes en este sentido. Así, en 2008 en El Castillón (Santa Eulalia de Tábara, Zamora) se ha hallado una pieza de este tipo en un contexto de habitación identificado como un lugar de almacenamiento. Se trata de una pieza que presenta una pareja de aves afrontadas en el remate. La cronología que se ha establecido para el lugar de habitación es del IV – V d.C.18 Los investigadores del yacimiento otorgan al objeto el carácter de removedor de perfumes.

va) (GARCÍA RETES, 1986; AZKÁRATE, 1988: 116-117) o Clunia (Burgos), con remates a base de palomas22 afrontadas. Otros ejemplares con la misma decoración en Suellacabras (Soria), con una y dos palomas, y en Peñalba de Castro con una sola paloma.

Sobre el controvertido carácter cristiano de las piezas, Alonso Sánchez (1986-87) apuesta por la litúrgica, concretamente para la aplicación de los óleos a los enfermos; sería una función adquirida con el tiempo, teniendo como función originaria la de mezcladores de perfumes19. Contraria a esta opinión se manifiesta Papí Rodes (1999: 136-139) quien considera que la decoración a base de simbología cristiana, como puede ser la paloma, se debe a que los propietarios de las piezas eligieron este tipo de motivos por un gusto personal, posiblemente influidos por sus creencias religiosas. En nuestro caso, en el remate presentan ornamentación a base de una única paloma en los casos de Ordejón y Campos (Fig. 4.2) y de dos de esas aves enfrentadas en el de Cudón20 (Fig. 4.1). El motivo de la paloma lo encontramos en bastantes casos en la Península Ibérica y podría indicar un carácter cristiano de las piezas como acabamos de ver21. Casos próximos a nuestro ámbito geográfico encontramos en Azúa (Ála-

18. Los datos de la pieza han sido facilitados por el director de la excavación arqueológica de El Castillón, José Carlos Sastre Blanco, con quien nos hemos puesto en contacto vía correo electrónico. En el artículo de Sastre Blanco y Fuentes Melgar (2011) se incluye una descripción detallada de la pieza así como datos relativos a los análisis metalúrgicos que se han realizado a la misma. La pieza se localiza actualmente expuesta en el Museo Arqueológico de Zamora. 19. La autora utiliza como argumentos a favor de esta interpretación las fuentes escritas paleocristianas, en las que ella constata que, desde fechas muy tempranas, se utilizaban los óleos sagrados, no sólo en la aplicación de la extremaunción, sino también en el bautismo y en la confirmación (ALONSO SÁNCHEZ, 1986-87: 119). Aunque no hay datos de que ésto se realizase con los osculatorios. 20. Destacar que la paloma del ejemplar de Campos es más estilizada y naturalista que el del resto de las piezas. 21. Ros y Adell (2007) descartan el carácter cristiano de las piezas por presentar los ejemplares más antiguos de estos osculatorios remate en diferentes animales que no tienen porqué ser una paloma. Para ellas la paloma aparece como un animal más. Sin embargo, al final del artículo, hacen una matización, interesante a nuestro modo de ver, pues señalan que “no son cristianos, en ningún caso de origen cristiano” (ROS y ADELL, 2007: 489), por lo que no rechazan que las piezas adquiriesen con el tiempo un carácter cristiano. Sí niegan que estas piezas lleguen a la Península con los visigodos, retrotrayendo su origen a época romana, hecho en el que la bibliografía parece estar de acuerdo.

Figura 4: Osculatorios de Cudón (1) (ALCALDE DEL RÍO, 1934: 154) y Campos (2) (ROS y ADELL, 2007: Lam. 42, Fig. 1b).

La cronología de nuestras piezas es difícil de precisar. En primer lugar, la de Cudón apareció con motivo de una intervención incontrolada y se encuentra desaparecida, por lo que la pieza carece de contexto arqueológico detallado. Junto al osculatorio aparecieron otras piezas, que podrían ser fechadas, siguiendo criterios tipo-cronológicos, en época visigoda y aparentemente asociadas a restos humanos según cuenta el propio Alcalde del Río. La pieza de Campos no la hemos localizado, y sólo disponemos de la información aportada por la bibliografía, que es escasa. Por ello, sólo podemos establecer una horquilla cronológica que iría desde el siglo IV-V d.C., cuando se tiene constancia arqueológicamente de los primeros ejemplares en la Península, al siglo VII d.C., fechas en las que se podrían datar los elementos junto a los que aparece, es el caso de Cudón. La pieza hallada en Ordejón de Arriba es citada en la carta arqueológica de Burgos pero no se aportan mayores datos salvo la decoración que presenta. Las dimensiones de los osculatorios oscilan entre los 10 y los 12 cm. Por las características formales de las piezas, la de Cudón tendría una cronología posterior a la de Campos, incluyendo ésta última en el grupo de piezas más tempranas por tener

22. En algunos casos no está claro que se trate de palomas, dado el poco detallismo de la decoración; lo que sí es seguro es que se trata de aves.

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perfiles clásicos y estar unida la varilla al anillo a través de pequeñas volutas, rasgo típico de las artes menores romanas (ROS y ADELL, 2007 485). Nos decantamos por un posible carácter cristiano de las piezas pero en la línea planteada por Concepción Papí. II.4. Cucharillas En nuestra región destacan la de Suano (CARBALLO, 1936), una cucharilla que en la actualidad se encuentra desaparecida y dos más aparecidas en Julióbriga, aunque la bibliografía no califica éstas últimas como litúrgicas. Entre los estudios realizados sobre estas piezas destacan los de García y Bellido (1971) y Elorza (1988), en los que se tratan las denominadas cucharillas litúrgicas de Hispania en época romana y visigoda. En estos objetos, al igual que en los osculatorios, se distinguen también tres partes: la pala, el elemento de unión (disco) y el mango, que en numerosas ocasiones termina en punzón (ELORZA, 1988: 382). Al igual que en el caso anterior, suelen estar fabricados en bronce. Se trata de piezas tradicionalmente relacionadas con un uso litúrgico. Carballo incluso apunta que podrían utilizarse para el suministro de pomadas o incienso (CARBALLO, 1936: 243). Las nuevas teorías rechazan este carácter (ELORZA, 1988: 394), aunque se desconoce cuál pudo ser su función. Las tres piezas cántabras terminan en punta, al igual que otras de su tipología. Las de Julióbriga, fabricadas de bronce y no calificadas como litúrgicas por la bibliografía, presentan esta terminación y se fechan en el siglo IV d.C. (SOLANA SAINZ, 1981). En cuanto a las dimensiones de los objetos oscilan entre los 12 cm de las de Julióbriga23 y los 15 cm de la de Suano24 (CARBALLO, 1936: 243). Ninguna de las tres presenta decoración alguna. A la de Suano resulta difícil asignarle una adscripción cronológica y al igual que hemos señalado antes, tenemos que basarnos en criterios tipo-cronológicos, pudiendo establecer una horquilla del siglo VI d.C. al VIII d.C., aunque podría llevarse hasta el siglo IV d.C. si atendemos a las halladas en Julióbriga, con características formales bastante parecidas. Además, el propio registro arqueológico de la cueva de Los Hornucos, con TSHT y monedas tardorromanas, nos lleva también a esas fechas. Descartamos el carácter cristiano de las piezas al no existir, en nuestra opinión, indicios suficientes para otorgar a és-

23. La cucharilla completa de Julióbriga tiene una longitud total de 12,3 cm, con 1,9 cm de diámetro la pala. La fragmentada mide 6,3 cm y 2,2 cm de diámetro la pala. El grosor del mango es de 2 y 3 mm, respectivamente. Medidas tomadas por nosotros. 24. No se precisa cuál es el diámetro de la pala, sólo la longitud total de la pieza.

tas un uso litúrgico y carecen de motivos decorativos que las relacionen con este fenómeno. II.5. Inscripciones En este apartado nos centramos exclusivamente en las inscripciones que se engloban dentro del grupo de las tardoantiguas. Son muchos los autores que han tratado de aproximarse al mundo de la epigrafía en la región cántabra, pero pocos los que lo han tratado de una manera conjunta. La obra de Iglesias Gil (1976) abordaba el tema, pero su trabajo finaliza en época romana. Un estudio más reciente es el publicado por Iglesias y Ruiz Gutiérrez (1999). No podemos olvidar tampoco las aportaciones de Rodríguez Colmenero (1987) y Diego Santos (1985), en las que se recogen el conjunto de la epigrafía de Cangas de Onís (Noreno, Magnentia y Dovidena). En la actual región asturiana (antigua Cantabria) existe un conjunto de tres epígrafes a los que se ha atribuido un carácter cristiano y una cronología tardoantigua. Han sido incluidas en muchos estudios como cristianas y objeto de múltiples interpretaciones desde el pasado siglo XIX. La más controvertida quizás ha sido la estela de Noreno. Siguiendo las indicaciones del profesor Ramírez Sádaba, proponemos una nueva lectura: In m(emoriam) f(ilius) mor(tuus) a(n)noru(m)/septe(m) mise/ravit r(elictos) paren/tes Norenus, fundamentándola en que la letra interpretada como una s por la mayoría de los autores y como una e por Fernández Guerra, podría tratarse de una f, leyéndose así filius, en concordancia con mortuus. Se añaden además, al inicio de la inscripción tres letras, leídas de diferentes maneras; para Rodríguez Colmenero (1987) se trata de las letras X A ω (Cristo Alfa y Omega), mientras que González Echegaray (1988) lee la salutación cristiana: Xai(re)/Xai(pe), al igual que Diego Santos (1959: 123124). También la estela presenta una cruz en la parte superior. En el caso de la de Magnentia, pese a la facilidad de lectura, no existe unanimidad a la hora de considerarla cristiana o no, por la interpretación que se da al texto. Diego Santos (1985: 143-144) lee: Magnen/tia excedit/annoru(m) v/i(gi)nti, (dierum) XXV, / ex domu d/ominica. Iglesias Gil (1976: estela 117) difiere algo en la lectura y propone: Magnen/tia excedit /annoru(m) v/i(gi)nti XX v(itae) /ex domu d/ominica. Una tercera lectura presenta Rodríguez Colmenero (1987: 180): Magnen/tia excedit/ annoru(m) v(itae) /int(ra) IXXV/ ex domu d/ominica. Faltan las tradicionales expresiones D M ó STTL tan comunes en la epigrafía romana de carácter pagano, por lo que algunos autores (DIEGO SANTOS, 1985; RODRÍGUEZ COLMENERO, 1987) apuntan a una interpretación cristiana, al con-

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siderar que la expresión domu dominica (casa del Señor), junto con excedit, llevaría a suponer que estamos ante una lápida cristiana. Una característica decorativa que añade Rodríguez Colmenero, es un motivo a base de líneas rematado en semicírculos que parten del recuadro del texto y que interpreta como signos cristianos, en concreto X(chi) y P(rho). Para fundamentar esta interpretación el autor se basa en una inscripción aparecida en Abrisketa y en otros ejemplos europeos (RODRÍGUEZ COLMENERO, 1987: 180-181).

niendo algunas prácticas paganas que, por otra parte, se aprecian desde los inicios de la implantación del cristianismo y, aún hoy en día, siguen presentes en nuestra sociedad. Pese a todo, la Iglesia oficial trata de encauzar a los cristianos en la correcta práctica de la religión. El propio Beato escribe: “lo que no se encuentra fundamentado en el conjunto de libros, es decir, del Nuevo y Antiguo Testamento, todo ello ha condenado previamente la santa doctrina y lo ha arrojado fuera de la santa madre Iglesia” (GONZÁLEZ ECHEGARAY, 1965).

En el caso de la tercera estela, aparecida en Coraín, no existe unanimidad acerca de su carácter cristiano, aunque hay consenso en la lectura. Iglesias Gil (1976: nº 72) lee: Posuit Sever/a matri suae D/ovidenae an/norum LV ae/ra CCCC/LXXIV; la misma lectura que proponen Diego Santos (1985: 146) y Vives (1969), añadiendo éste último al inicio m(emoriam)?

III.2. Jarritos

Las tres han sido incluidas en muchos estudios como cristianas, aunque este carácter es dudoso, siendo más claro para el caso de la de Noreno. No contamos con una datación precisa para las inscripciones, pero podemos obtener una aproximada por paralelos con otras de cronología tardía que se fecha en los siglos IV-V d.C., aunque hay que tener cautela25.

Hemos registrado siete ejemplares en la región cántabra: uno en Limpias (desaparecido), otro en Cudón (desaparecido), otro en Mave (Colección Fontaneda del castillo de Ampudia, Palencia) y en La Mina Milagro (Museo Arqueológico de Asturias), dos en Cangas de Onís (uno de ellos de dudosa procedencia; Museo Arqueológico Nacional e Instituto Valencia de Don Juan) y un posible fragmento hallado en la intervención arqueológica en la ermita de San Román de Moroso (Fig. 5).

III. TESTIMONIOS ARQUEOLÓGICOS DEL CRISTIANISMO EN CANTABRIA (SIGLOS VII – VIII d.C.) III.1. Testimonios documentales. Los escritos de Beato de Liébana Para este periodo destacan los escritos de Beato de Liébana (siglo VIII d.C.). Así, en sus textos se observan todavía reminiscencias paganas entre los cristianos. El texto dice así: “los que practican augurios y encantamientos y portan señales […], y recogen hierbas rezando el Credo, el Padrenuestro […]. Esta doctrina ha subsistido proveniente de la escuela de los paganos. Esto no lo acepta el dogma de los Padres ni la santa madre Iglesia” (GONZÁLEZ ECHEGARAY, 1965). El cristianismo en el siglo VIII d.C., por tanto, parece ya extendido por la región cántabra, pero se siguen mante-

25. Conviene dedicar unas líneas a una inscripción incluida en un grupo de piezas fechadas por la era consular (D’ORS, 1962; VIVES, 1969: 177-185). Encontramos estelas datadas con seguridad por la era hispánica a partir del siglo V d.C., pero la hipótesis que plantean algunos autores es si aquella pertenece a un grupo de estelas astur-cántabras del siglo III y IV d.C., procediendo esta forma de datación de la región cantábrica. Vives incluye en este grupo once estelas: nueve de la región cantábrica y dos de Mérida, éstas últimas claramente cristianas. Para el caso de Cantabria la inscripción hallada en Villaverde se fecha en el 356 d.C. (CCCXCII): D M/ ANTESTIO PATRV/ INO ANTESTIV/ S AEMILIVS FIL/ IO SVO ANNO/ RVM XXV ME/ MORIA POSV/ IT ERA CONS/ CCCXCII. Todo indica que se trata de una inscripción pagana.

Figura 5: Posible fragmento de jarrito hallado en San Román de Moroso.

Fueron sistematizados por Pedro de Palol (1950). Destaca también el volumen dedicado a la época visigoda de la Historia de España de Menéndez Pidal (1976). El grupo de los jarros constituyen el mayor conjunto de piezas litúrgicas en bronce de época visigoda. Parece claro que son piezas de origen copto y que su producción en Hispania comienza hacia el siglo VII d.C. (YARZA, 1985: 25). Las similitudes que presentan unas piezas con otras en sus características técnicas y tipológicas sugieren, para algunos autores, la procedencia de todas ellas de un taller localizado en la región Norte de la Península, probablemente en León o Palencia, mientras que otro grupo procedería de centros de producción coptos fruto del comercio mediterráneo (BALMASEDA MUNCHARAZ y PAPÍ RODES, 1997: 153-154). Según Van den Eynde (1985a: 342), Cantabria no tuvo centros de fabricación de este tipo

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de objetos, permaneciendo incluso al margen de las redes comerciales que los distribuían. Para este autor, estas piezas llegan en los momentos inmediatamente posteriores a la llegada musulmana a la Península, siendo portadas por gentes de la Meseta en los inicios de la Repoblación con las primeras oleadas migratorias. En esta misma línea, otros autores (PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, 1999: 345-346) señalan que algunas de ellas, como las de Cudón o Limpias, podrían haber sido traídas en época de Repoblación, pues aunque se ha atribuido a los jarros y broches cántabros una cronología visigoda, este tipo de objetos siguieron fabricándose en la corte asturiana en época altomedieval. Así, Blas Cortina (2004: 57) sugiere la posibilidad de que en el concejo de Onís se ubicase en los siglos VIII y IX d.C. un taller de producción de bronces de este tipo. Contrarios a esta opinión, otros autores como Diego Santos (1978: 241) abogan por el fin de su difusión con la creación del Reino de Asturias. Pedro de Palol afirmaba con rotundidad el carácter litúrgico de estos objetos por la similitud tipológica que presentan con las amulae paleocristianas aunque desconocía la función para la que estuvieron destinados (1950: 24-27). Los autores consultados apuntan, al igual que se sugiere para las patenas, a un uso bautismal o para la comunión26 (MENÉNDEZ PIDAL, 1976: 697-698; VAN DEN EYNDE, 1985a: 343). Las teorías se inclinan más por el primero porque algunas piezas presentan inscripciones con la palabra vita y el nombre del que se supone propietario de la misma, la persona bautizada27. En nuestro caso, todos ellos, salvo el de Mave, pertenecen a los tipos III y IV del grupo segundo de Palol, es decir, son jarros en su mayoría de fabricación hispanovisigoda28. El tipo III son vasos con cuello alto y fino y base plana; es el momento de esplendor de estas piezas, por lo que las decoraciones se hacen complejas y la forma señalada como típica puede sufrir variaciones. Éste evoluciona al tipo IV, cuyos jarros mantienen la misma línea del III pero con formas más toscas.

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En ambos tipos son abundantes las inscripciones (PALOL, 1950: 69 y 72-73). De los siete, dos la presentan: el de La Mina Milagro, en el que se lee † (Christus)s (h)abitat (h)ic // Galacieso custodi(a) am(en) D(omi)ne29 y uno de los de Cangas de Onís en el que se lee † Albarivi 30 (DIEGO SANTOS, 1978: 240 y Fig. a y d; NAVASCUÉS, 1948; VIVES, 1969: 172). En cuanto a sus características formales, tienen una altura que oscila entre los 22 y los 23,5 cm31. La decoración predominante consiste en fajas vegetales y simples incisiones horizontales. La ausencia de fondos es el común denominador, quizás debido a su inutilización de forma intencionada; la inexistencia de asas también es notable, pero tenemos varios ejemplares que la conservan. La cronología de estos vasos se circunscribe esencialmente al siglo VII d.C. (PALOL, 1950: 66), aunque en el de San Román de Moroso quizás estemos ante una cronología posterior, dado que el templo no se fecha hasta el siglo IX-X d.C. y, como hemos señalado en líneas anteriores, algunos autores abogan por una pervivencia en el tiempo de este tipo de piezas.

Figura 6: Fragmento de borde hallado en Suano (1) (CARBALLO, 1936: 243) y posible mango de patena hallado en Cudón (2) (ALCALDE DEL RÍO, 1934: 154).

26. En ocasiones aparecen junto a una patena, en parejas, lo que ha hecho pensar en la función de comunión, sirviendo el jarrito para contener el vino y la patena el pan (MENÉNDEZ PIDAL, 1976: 697). 27. En este sentido, Blas Cortina (2004: 59-60) indica que los jarritos tenían un destinatario concreto cuyo nombre se inscribe, en ocasiones, en ellos. A muchas de las piezas les falta el fondo, lo que hace pensar en un uso de carácter personal, por ejemplo, para el caso de los bautismos. Lo mismo podría ocurrir si estuviesen destinados a un uso en la ceremonia de ordenación de diáconos (PALOL, 1950: 24). Sin embargo, la falta del fondo puede ser simplemente debido a que se perdió por efectos naturales, al ser una parte añadida a la pieza con posterioridad, al igual que ocurre con las asas.

29. Palol (1950: 72) difiere algo en la lectura y leía: † Sabita te ic // † Calacieso custodi eam domine.

28. Palol (1950: 61) distingue dos grupos dentro de los jarritos, por una parte los importados (grupo primero) y por otra los de fabricación hispanovisigoda (grupo segundo). Los del primer grupo son piezas totalmente fundidas y sin apenas decoración, con superficies lisas y pulidas.

31. Dos de los jarros se encuentran desaparecidos: el de Cudón fue hallado en una excavación incontrolada, mientras que el de Limpias parece que fue un hallazgo aislado (PALOL, 1950: 75-77). De ninguno de ellos tenemos datos relativos a sus dimensiones.

30. Una inscripción del mismo tipo la encontramos en el botón central de la patena nº 8 de la tipología de Palol (1950: 89), en la que se lee: Argimiri vi ds-vs ddi †.

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III.3. Patenas Hemos registrado dos: un posible fragmento de borde en la cueva de Los Hornucos en Cudón (Fig. 6.1), y un fragmento de mango de patena en Suano (Fig. 6.2). Al igual que los jarritos fueron sistematizadas por Palol (1950). Las patenas son piezas de forma circular fabricadas en bronce a las que se ha atribuido también un uso litúrgico. Palol distingue entre las piezas de importación (grupo primero) y las de fabricación hispanovisigoda (grupo segundo). El plato suele ser llano y a él se añade el resto de partes. La mayoría presenta mango, soldado a la pieza con posterioridad, y que se ha perdido en muchos casos. En el centro, a modo de decoración, se localiza un tetón central rodeado de círculos concéntricos32. Algunas presentan inscripciones cristianas: Cristo está aquí o Cristo habita aquí (Christus hic est, Christus habitat hic), de claro carácter cristiano (YARZA, 1985: 25). Aunque se ha defendido el uso por parejas de patenas y jarritos, y se ha realizado su estudio de manera conjunta, son pocos los casos en los que éstos han sido hallados en un mismo contexto. Un ejemplo claro de ello es el de Cudón, donde apareció un jarro en cuyo interior se encontraba un fragmento de una posible patena. En cuanto a su posible uso, son muchas las interpretaciones y teorías formuladas. Se ha sugerido una función bautismal basándose en la inscripción que presenta una patena hallada en Güttingen (Baden) que hace clara referencia a dicho sacramento, o la que presenta otra depositada en el Instituto Valencia de Don Juan que dice: El(?)liani aquam d(?)nus (SCHLUNK, 1947: 321-322). En otras muchas no encontramos ninguna alusión al cristianismo. Este es el caso de algunas de la Península, en las que la decoración se limita a motivos vegetales, animales o escenas de caza. Las dos piezas halladas en Cantabria se localizan en un contexto en cueva. La de Suano no es incluida por Palol en su obra, pero lo cierto es que encontramos paralelos de ella en unos mangos de patenas romanas de cerámica procedentes de Ampurias, que también presentan una terminación en cabeza de carnero. Es habitual que los mangos presenten esta decoración animal y la encontramos en numerosos ejemplares de la Península. La pieza apareció junto a fragmentos de hierro y abundante ocre rojo (CARBALLO, 1936: 243), dos placas de cinturón liriforme, una cucharilla de bronce, otras piezas metálicas y material

32. Tenemos que indicar que sólo se decora la parte interna del plato, lo que llevó a Palol (1950: 85) a sugerir una mayor importancia de dicha parte por su utilización en la liturgia.

Figura 7: Anillos hallados en Santa María de Hito.

cerámico, pertenecientes a la segunda fase de ocupación de la cavidad, es decir, siglos IV-VII/VIII d.C. (BOHIGAS ROLDÁN, 1986: 91). La de Cudón, pese a que Alcalde del Río (1934: 154-155), descubridor de la pieza, la consideró parte de una bandeja o azafate portador de ofrendas, Palol (1950: 75) la incluyó dentro del grupo de patenas. Para este autor, (idem, 1950: 91) la pieza puede representar el final del motivo de influencia copta en patenas hispanovisigodas. Tanto la de Cudón como la de Suano, se incluyen dentro del grupo segundo de Palol, es decir, son piezas de fabricación hispanovisigoda y a las que podemos asignar una cronología muy parecida, entre finales del siglo VI d.C. y el siglo VIII d.C., pudiéndose afinar algo más la datación, teniendo en cuenta los materiales a los que aparecen asociados, a mediados del siglo VII – VIII d.C.33 III.4. Anillos Son dos los anillos registrados con posible carácter cristiano, ambos en el yacimiento de Santa María de Hito (Fig. 7). Son escasos los estudios monográficos sobre este tipo de piezas a nivel peninsular y tenemos

33. Hay algunos autores que apuntan a una cronología más tardía (VAN DEN EYNDE, 1985a) por entender que fueron objetos traídos en época de repoblación, aunque sean de tradición hispanovisigoda.

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que recurrir a los grandes compendios como el de Menéndez Pidal (1976) o artículos como el de Balmaseda Muncharaz (2009) en los que se tratan estos objetos dentro de la metalistería visigoda. Para el caso cántabro son muy pocos los trabajos publicados: destacan el de Osaba para el anillo signatario de Amaya y el de Gutiérrez Cuenca y Hierro Gárate (2009) para el caso

Figura 8: Broche de cinturón (Galería inferior de La Garma).

Figura 9: Dibujo broche de cinturón de Monte Cildá (PÉREZ RODRÍGUEZ, 1999).

de los de Santa María de Hito34. En las necrópolis visigodas los anillos son uno de los objetos personales que aparecen con más frecuencia. Los más abundantes son los de bronce y plata y escasos los fabricados en oro. Aunque en un principio parece que los fabricados en oro, con influencias también bizantinas y germánicas, estuvieron destinados a los nobles romanos, en época visigoda acaban perdiendo su significación y se generaliza su uso (BALMASEDA MUNCHARAZ, 2009: 17-18). En el caso de los de Santa María de Hito, ambos presentan una inscripción, en el primer caso un monograma, en el segundo en caracteres latinos. En el primero de ellos, Gimeno, arqueóloga encargada de la intervención en Santa María de Hito, lee: S- C- H- S, interpretándola como: CH(ri)S(tu)S, en la misma línea Ripoll interpreta el monograma presente en una de las placas de cinturón que estudia en su obra (RIPOLL, 1998: nº 117) como IH(e)S(u)S (v)IV(at). Por su parte, Gutiérrez Cuenca y Hierro Gárate (2009: 158) ofrecen dos posibles lecturas: S-P-N-S, interpretándolo como S(em)P(ro)N(iu)S, o S-P-I-N-V-S y no atribuyéndole un carácter cristiano a la pieza. Los monogramas son inscripciones muy habituales en los anillos visigodos, así es en la pieza con inventario 52507 depositada en el MAN (BALMASEDA MUNCHARAZ, 2009: 23), pero también los encontramos en otras piezas como broches de cinturón, es el caso de las placas nos 51 y 117 de la obra de Ripoll (1998). En el caso del segundo anillo, Gutiérrez Cuenca y Hierro Gárate (2009: 160163) lo fechan en la tardoantigüedad y barajan diferentes lecturas, sean: + CED/ABGO/LAN; + CED/ABGO/LN o + CEDO/ABG/LAN, proponiendo finalmente la siguiente lectura: + C(hrist)E D(omine) AB(i)G(e) O(mnem) LAN(guorem). Por tanto, para este caso le atribuyen un carácter cristiano. Además, estos mismos autores sugieren que es posible que la cruz forme con la a que se localiza inmediatamente debajo un calvario muy esquemático, lo que remarcaría la idea de su cristianismo. Los dos anillos han aparecido en un contexto funerario. Hay que tener en cuenta que fue habitual que el enterramiento del cuerpo vestido y con joyas. En cuanto a la cronología de los anillos, ambos pueden ser fechados entre fines del siglo VI y el VII d.C. (GUTIÉRREZ CUENCA y HIERRO GÁRATE, 2009). III.5. Broches de cinturón Los broches aparecidos en nuestra región con algún motivo cristiano en su decoración son tres: uno en la galería inferior de la Garma (Fig. 8), otro en

Figura 10: Broche de cinturón de Las Penas.

34. Precisamente en este yacimiento aparecieron numerosos ejemplares que en su mayoría no han sido estudiados todavía.

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Monte Cildá (Fig. 9) y el tercero en Las Penas (Fig. 10). El referente en el estudio de este tipo de objetos es Gisela Ripoll (1998), al sistematizarlos por tipologías y cronologías. Su trabajo y el de Palol (1960) son de referencia para los estudios de broches de cinturón visigodos de toda la Península. Como complemento a esa obra destaca la ya citada de Menéndez Pidal (1976). Los broches de cinturón son uno de los grupos más numerosos en la metalistería visigoda. Se trata de piezas fabricadas generalmente en bronce fundido, aunque también encontramos algunas en hierro, material este último en el que encontramos muy pocas piezas en la Península. La decoración es variable y las técnicas utilizadas diversas, desde la incisa a la damasquinada, pasando por las incrustaciones de piedras preciosas y semipreciosas, o piezas caladas. Generalmente son broches con placas y hebillas articuladas mediante charnelas, aunque también encontramos otras con placa rígida (MENÉNDEZ PIDAL, 1976: 707-708). Los ejemplares de interés en nuestra zona son de hierro de tipo liriforme damasquinado, fechados por Gisela Ripoll y Palol en la segunda mitad del siglo VII d.C.35, pues la técnica del damasquinado36 llegó a la Península más tarde que las placas liriformes37, por influjo merovingio38 y se documentan desde principios del siglo VII d.C. (RIPOLL, 1986: 200). La decoración de este tipo de broches no presenta epígrafes, sino que se limita a ornamentación figurada, vegetal o geométrica. Dos aparecieron en contextos en cueva, en Las Penas y en la galería inferior de La Garma, respectivamente, y otro en Monte Cildá, un asentamiento fortificado. Aunque piezas de este tipo se localizan por toda la Península y no tienen un predominio en ningún área en particular, no son muchos los ejemplares hallados (PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, 1999: 454). Algunas piezas de estas características encontramos en Los Goros (Álava), la Yecla (Burgos), Loja

35. Otros autores precisan más su cronología, considerando este tipo de broches pertenecientes al denominado grupo bizantino, con una cronología del 620 al 711 d.C. (MENÉNDEZ PIDAL, 1976: 707). 36. El damasquinado, también conocido como ataujía simple, consiste en realizar leves surcos en la pieza hasta componer el motivo decorativo deseado. Después se embuten los hilos de oro y plata, fijados con un ligero martilleo sobre el surco (BALMASEDA MUNCHARAZ, 2009: 17). En el caso de los ejemplares hispanovisigodos la placa de hierro se forra con una plancha de latón en la que se recortan las siluetas de las figuras. En el hierro que asoma en esos recortes se hacen los surcos en los que se embuten los hilos de plata.

(Granada), La Cañadilla (Valladolid) o La Almagra (Murcia)39. Se trata de piezas, posiblemente importadas, que derivan de modelos europeos (MENÉNDEZ PIDAL, 1976: 707), con formas tomadas del mundo bizantino y de influencia merovingia y burgundia (RIPOLL, 1986: 200). Las que conciernen a nuestro trabajo son broches de cinturón completos, conservándose la placa y la hebilla en los tres casos, y el hebijón en los dos primeros. Además, los tres presentan el extremo distal en forma semicircular rematado por un botón, de diferentes tipologías: rectangular, trapezoidal y semicircular, por lo que formalmente son muy similares, sobre todo el de La Garma y el de Las Penas. En cuanto a la decoración, en el de Monte Cildá el motivo trasero recuerda al de la parte anterior de la placa nº 36 de Ripoll (1998: 163) y podría tratarse de una cruz, si bien uno de los brazos se remata en una especie de flecha y el resto en triángulos, lo que podría sugerir que se trate quizás de un arco. Se desconoce qué animal está representado; los autores han barajado varias posibilidades, desde que se trate de un león (PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, 1999) a que se trate de un ciervo, un caballo o incluso un grifo, animales estos últimos que están muy presentes en la toreútica del momento (PÉREZ RODRÍGUEZ, 2006: 154). El motivo que presenta el de Las Penas se ha interpretado como la representación de Cristo, quizás relacionado con el pasaje bíblico de Isaac (HIERRO GÁRATE et alii, 2006: 179). La cruz inscrita en una orla circular la encontramos en numerosos broches de cinturón, tal es el caso de los nos 36 ó 43 de Ripoll (1998), que aunque de una manera más tosca y mediante incisión, muestran dicho motivo. Aunque se carece de una interpretación segura, se trata de representaciones de marcado carácter cristiano por la cruz que presenta en el extremo distal. Estos dos los encuadramos dentro del primer grupo de Palol: broches de perfil liriforme con decoración animal, de los que encontramos un ejemplar cercano en Los Goros (Álava)40. El de La Garma (ARIAS et alii, 2012) presenta una clara decoración cristiana a base ruedas y una cruz, motivos que encontramos en numerosos broches, no sólo en damasquinados; las ruedas las encontramos en algunas placas como la nº 90 de Ripoll (1998). En cuanto a la cronología de los tres broches, como ya hemos señalado, se circunscriben a los siglos VII d.C. y VIII d.C.

37. A este tipo de placas se les denomina liriformes porque “la hebilla está articulada a una placa que semeja la forma de una lira esquematizada” (PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, 1999: 453). 38. Véase Salin (1989: 166 y ss.) para los casos merovingios y la técnica de damasquinado. Esta técnica era muy bien conocida en la Península Ibérica, pero fue abandonada. Posiblemente fue recuperada a través de los contactos con los merovingios (RIPOLL, 1998: 176).

39. Para una detallada lista de la aparición de estas piezas remitimos a: Arias Cabal et alii, en prensa. 40. Véase Gil Zubillaga (1998: 400-401). Recoge la descripción de la pieza y la cronología propuesta para la misma.

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III.6. Fusayola con inscripción Marie Vita La única pieza que incluimos en este grupo es una fusayola de bronce circular con perforación central que presenta en la cara superior una inscripción precedida por una cruz con el texto Marie Vita (Fig. 11). Fue hallada en El Castillete (Reinosa) con motivo de una obra en el solar nº 16 de la calle de la Pelilla de Reinosa en 1957 y actualmente se encuentra desaparecida. La primera referencia que tenemos de esta pieza se remonta al año 1970, cuando García y Bellido (1970: 64) publicaba el hallazgo. Un segundo acercamiento se realiza en 1985 cuando Pérez Rodríguez y De Cos Seco (1985: 321) publican un artículo estudiando los materiales hallados en el yacimiento de El Castillete. Fueron precisamente éstos los que calificaron el hallazgo de fusayola. La pieza se encuentra desaparecida y la forma de hallazgo no fue la óptima. El tipo de inscripción de vita seguido de un nombre lo registramos en algunos objetos de uso litúrgico, como jarritos y patenas. Este es el caso, por ejemplo, de algunas inscripciones recogidas por Vives (1969: 172173), en las que la palabra vita aparece acompañada de un nombre: Aruildi vita (VIVES, 1969: nº 515), Alpari vita (Vives, 1969: nº 516), o sola: XXX vita. Amen (VIVES, 1969: nº 518) o Vita (VIVES, 1969: nº 519). Atendiendo a la paleografia, el tipo de A con el travesaño angular lo encontramos en inscripciones visigodas pero también en algunas posteriores como el epígrafe consagratorio de la iglesia de Santa Cruz de Can-

gas de Onís (GARCÍA DE CASTRO, 1995: 741) o la estela 43 del catálogo de Martín (2000: 74), con la que guarda bastante parecido, tanto por la tipología de la A como por la onomástica. Aunque asignar una cronología precisa a la pieza es difícil, sí podemos enmarcarla en una horquilla cronológica concreta, entre finales del siglo VII y comienzos del VIII d.C., fechas éstas barajadas para el yacimiento. III.7. Arquitectura exenta Son pocos los edificios prerrománicos que encontramos en Cantabria. Destacamos la ermita de Santas Centola y Elena, en Siero (Valdelateja, Burgos), la iglesia de la Santa Cruz41 (Cangas de Onís) y, la iglesia de San Andrés, en el yacimiento de Camesa-Rebolledo que presenta una cronología del siglo VII o inicios del VIII (AJA, 2008)42. La arquitectura mozárabe, cuyos principales ejemplos en la región son San Román de Moroso (Bostronizo, Cantabria) o la cabecera de la iglesia de Santa Leocadia (Helguera, Cantabria), también formarían parte del grupo de arquitectura prerrománica, aunque para estas dos últimas la historiografía baraja fechas más tardías, de los siglos IX ó X d.C., al igual que para Santa María de Lebeña o San Martín de Elines, con dataciones del siglo X d.C. Este grupo, que conforma el denominado arte mozárabe o de repoblación, no lo trataremos por tener cronologías posteriores. Desde Lampérez, pionero en el tratamiento de la arquitectura cristiana española en conjunto, son muchos los estudios realizados. Destacan los trabajos de Caballero Zoreda y Ángeles Utrero para época visigoda, así como la obra de Cristina Godoy. El primero de éstos es el investigador de mayor prestigio en este ámbito; ha ido realizando revisiones en las cronologías de los templos tardoantiguos y altomedievales utilizando la metodología arqueológica. Tampoco podemos olvidarnos de la obra de Puertas Tricas, en la que se recogen los testimonios documentales alusivos a la primera arquitectura medieval.

41. Se desconoce la planta de esta iglesia. En la actualidad en el lugar donde ésta se edificó hay un edificio de cronología posterior. El templo primitivo está fechado en el 737 d.C. según el epígrafe consagratorio, también desaparecido, pero del que se conserva un dibujo.

Figura 11: Fusayola con inscripción Marie Vita. (PÉREZ RODRÍGUEZ y DE COS SECO, 1985).

42. Además de los citados, tenemos que mencionar los monasterios de Santa María de Cosgaya y de Aguas Cálidas, en Camaleño y Peñarrubia, respectivamente, construcciones de las que tenemos referencias por la documentación escrita en el siglo VIII d.C., por lo que con mucha seguridad existirían en años anteriores, pero de las que no se conocen restos arquitectónicos. El de Cosgaya aparece por primera vez documentado en el año 796; se desconoce cuál era su localización concreta; ha habido algunos intentos por parte de ciertos autores en localizarlos y se ha podido determinar el lugar aproximado por los limitados restos arquitectónicos que podrían pertenecer a una de las construcciones, aunque con muchas dudas por parte de los investigadores (BOHIGAS ROLDÁN, 1986: 65).

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Son pocos los templos de época tardorromana y visigoda que se conservan en la Península y la mayoría se sitúa en núcleos rurales, pues aunque en algunos casos como Santa Eulalia de Mérida se localicen en importantes centros urbanos, no es la norma general. Fuera de los límites cántabros antiguos, pero muy próximo a ellos, la iglesia de Santa María de Mijangos (Burgos), de la que se ha conservado el epígrafe consagratorio, fechado en el 601 d.C., aunque por datación radiocarbónica la cronología más temprana del templo se encuentra en el V d.C. (LECANDA, 1997). Las iglesias tardoantiguas no tomaron como referencia los templos paganos romanos, sino que fueron las salas de reunión de época clásica, las basílicas, las tomadas como modelo para los templos cristianos (GOMBRICH, 2010: 133). Los manuales tradicionales aportan un modelo específico del templo visigodo, y señalan que se caracterizan por ser edificios construidos en aparejo grande asentado a hueso con bloques de piedra irregulares y los muros, a menudo, muy anchos; predomina la cabecera única rectangular, en la cual se abría un vano al Este. En los edificios de esta época se produce un uso del arco de medio punto y de herradura, aunque éste último no es tan cerrado como el mozárabe o el musulmán (YARZA, 1985: 15). Sin embargo, no hay una homogeneidad en los modelos y encontramos también plantas cruciformes o de otras características. Estas plantas a medida que nos acercamos al mozárabe se hacen más complejas. En el caso cántabro, el modelo arquitectónico que siguen San Andrés y Santas Centola y Elena surge en época visigoda pero continúa durante toda la Edad Media (BANGO TORVISO, 2001: 354). Es un modelo bastante recurrente en la arquitectura visigoda, aunque no único, y continúa en época de repoblación. Se produce la perduración de una misma tipología de plantas, pero se tiende a mayores alzados de los templos y a una proliferación de las columnas en los templos mozárabes, bien como palmeras, como en el caso de San Baudelio de Berlanga, bien como bosques de columnas. El modelo de la ermita de las Santas Centola y Elena (Fig. 12) es el mismo que sigue la iglesia de San Andrés, templo realizado en mampostería con cabecera orientada al Este y en torno al cual se articulan tumbas de lajas y sarcófagos fechados a inicios del siglo VIII d.C. (VAN DEN EYNDE, 2002: 267), pero también el de la iglesia de Santa Leocadia de Helguera o San Román de Moroso (Fig. 13), con cronologías ya mozárabes. En el caso de San Andrés, destaca el suelo del ábside en un nivel superior al de la nave, lo que daría una mayor importancia a este espacio del templo; esto mismo lo encontramos en algunos templos rupestres como el de Cadalso o San Pelayo (Villacibio). En este sentido, en Santas Centola y Elena la nave queda dividida del ábside por un muro en el que se

abre un vano de entrada rematado en arco de herradura43. Este esquema lo encontramos en otras iglesias visigodas: Quintanilla de las Viñas o San Esteban de Viguera44. La separación entre la nave y la cabecera evoluciona en el arte asturiano hacia los canceles, y en el caso de los templos rupestres mediante arquerías (San Pelayo). Aunque de la iglesia de la Santa Cruz (Cangas de Onís) no se conserva el edificio primitivo, sí podemos relacionarla con la de Valdelateja en un aspecto concreto: la reutilización de un locum sacram45 en la construcción de una iglesia. En la de Cangas esta idea se ve con claridad al estar construido el templo sobre un dolmen prehistórico, conservado bajo la iglesia actual. En la de Siero, la continuidad religiosa viene marcada por una tradición que ubica en aquel lugar el martirio de las Santas Centola y Elena. En este sentido, la iglesia de San Andrés, localizada en Camesa, se asienta sobre una edificio romano. Esto no es un hecho aislado, pues aparece documentado en varias zonas de la Península. Es un fenómeno que durante la tardoantigüedad parece repetirse: construcción de edificios religiosos aprovechando los espacios antes dedicados a establecimientos termales (JIMÉNEZ SÁNCHEZ y SALES CARBONELL, 2004: 186), foros46 o templos paganos. En cuanto a su cronología, la ermita de Valdelateja es claramente de construcción epivisigoda47. El templo tiene un epígrafe consagratorio (Fig. 14) en la ventana absidial fechado en el 782 d.C., que algunos autores consideran anterior a la fábrica de la ermita, es decir, que parece reaprovechada de un edificio anterior (IÑIGUEZ, 1934: 138). Para San Andrés se han sugerido como paralelos Portela y Santa Olalla (CERRILLO, 1981) y podríamos incluir también la de Siero por las características de su planta. Posiblemente, San Andrés fue construida en el siglo VIII d.C. ó IX d.C., perdurando el asentamiento hasta el siglo XI d.C.48. Finalmen-

43. La iglesia ha sido restaurada recientemente. Si observamos las fotos antiguas del templo, se observa cómo es un arco de medio punto algo peraltado y no de herradura como se observa en la actualidad. 44. Iñiguez Almech (1955) planteó que los vanos laterales del muro de división pudieran ser antiguos altares de nicho. Isaac Sastre pone en duda dicha interpretación. Para ver las diferentes teorías y propuestas para esta iglesia véase Monreal Jimeno (1991). 45. Cabe poner de relieve la idea que comentaremos para las necrópolis: la superposición de iglesias a restos romanos reaprovechando los mismos para su construcción. 46. Bajo la actual iglesia de Santa María de Retortillo, se localizaron restos romanos, de un foro y de tabernas. Además se localizó una necrópolis con una fase antigua que arranca en el siglo VI d.C. y restos de una iglesia anterior a la románica actual. Nos encontramos por tanto con una nueva reocupación de lugares, que en época antigua tuvieron una función importante para la vida romana, como lugares de culto cristiano. 47. Bohigas, Campillo y Churruca (1984) la califican de ermita mozárabe. 48. La iglesia se edificó tras un periodo de abandono, cuando cesa la ocupación de la villa romana, cuyo abandono se fecha en el IV d.C. (VAN DEN EYNDE CERUTI, 2002).

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Figura 12: Planta de la ermita de Santas Centola y Elena (IÑIGUEZ, 1934).

Figura 13: Planta de la iglesia de San Román de Moroso (GÓMEZ MORENO, 1975).

te, para la asturiana, nuestra referencia es la inscripción de su consagración, cuya lectura, consensuada entre los autores, remite al año 737 d.C. García de Castro (1995: 512) sugiere que este templo fue construido por un grupo venido de la Meseta conocedor de las técnicas de sillería empleadas en edificios hispanovisigodos de finales del siglo VII d.C.

aborda de manera específica el fenómeno, completada con posteriores trabajos. En Cantabria destacan también los trabajos de Bohigas Roldán y Lamalfa, y para el Norte de Burgos los trabajos de Rubio Marcos. Reseñamos también las obras de Alcalde Crespo (2007) y Berzosa Guerrero (2005). Dentro de las investigaciones más recientes es importante el artículo de D. Vega (2011); en él se hace una síntesis de una investigación más amplia realizada con motivo del trabajo de máster. Conviene que resaltemos también la línea de investigación consistente en la realización de intervenciones arqueológicas a las puertas y en los entornos de los eremitorios. Este procedimiento ya se realizó años antes de la mano de Barandiarán, pionero en los años sesenta con las intervenciones en algunas cuevas artificiales alavesas, citando algunas: El Montico de Charratu y Las Gobas49 (AZKÁRATE, 1999: 164). Esta última intervención fue continuada por Az-

III.8. Arquitectura rupestre Son tres las provincias actuales de la antigua Cantabria en las que documentamos la arquitectura rupestre. Destacamos los siguientes. Palencia: Olleros de Pisuerga (Santos Justo y Pastor), Villacibio (San Pelayo), Cezura (El Cuevatón), Villarén de Valdivia (San Martín, San Andrés y Ormita Peña) y Cervera de Pisuerga; Burgos: Argés, Manzanedo (Cueva de los Moros), Villaescusa de Ebro (El Tobazo), Presillas de Bricia (San Miguel), Montejo de Bricia (Cueva de la Tía Isidora); Cantabria: Campoo de Ebro (Santa Eulalia), Cadalso (San Cipriano), Santa María de Valverde, Arroyuelos, Cambarco, San Juan de Socueva y La Puente del Valle (San Pantaleón). Al margen de la ya citada obra de Azkárate, hay que destacar la tesis doctoral de Monreal (1989) que

49. Los resultados obtenidos por Barandiarán en la intervención realizada en Las Gobas no fueron satisfactorios, ante la inexistencia de estratigrafías fértiles por la naturaleza rocosa de las inmediaciones de la cavidad. Los datos que proporcionó fueron utilizados como base por AZKÁRATE (2008) para continuar la intervención cuarenta años después, con el objetivo de comprobar los resultados alcanzados por Barandiarán.

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kárate y ha podido comprobar una estratigrafía con una horquilla cronológica que se inicia en la segunda mitad del siglo VII d.C., constatándose un abandono de la zona como núcleo habitacional en el siglo IX d.C., que posteriormente fue reaprovechada como lugar cementerial (AZKÁRATE, 2008: 143). Es precisamente esta última cronología en la que se encuadran algunos conjuntos rupestres, lo que podría ser el indicador de la fecha de abandono de gran parte de ellos, es decir, podemos estar observando arquitecturas que no conservan restos de su fábrica primitiva presentando actualmente su imagen altomedieval. El estudio del eremitismo plantea una serie de problemas entre los que destacan la imposibilidad de aplicar la lectura estratigráfica de los muros por ser una arquitectura excavada y no de fábrica, y además el problema de la adscripción cronológica, debido a la multitud de reformas y reutilizaciones. Por ello, salvo contadas excepciones en las que disponemos de inscripciones (San Martín de Villarén)50, o tipologías arquitectónicas muy concretas, la consecución de una cronología precisa es tarea complicada; una posible solución sería la obtención de dataciones por 14C. Además, la determinación del avance en el tiempo de la intervención del hombre sobre los espacios excavados51 es de difícil concreción. La cronología de algunos de estos centros abarcaría una horquilla amplia que se inicia en los siglos V-VI d.C.52 continuando hasta tiempos modernos. Es la razón por la que los eremitorios han llegado hasta nosotros con una cronología dilatada en el tiempo. Pese al gran número de cavidades a las que se atribuye el calificativo de eremitorios, algunas lo son, pero otras no. La historiografía tradicional ha asociado estas cuevas con el fenómeno eremítico tardoantiguo y altomedieval. Van den Eynde (1985a: 328) apunta a

50. Es una inscripción muy discutida y para la que se han propuesto diferentes lecturas sin consenso entre los investigadores, oscilando las fechas entre el siglo VII y el siglo XI d.C. Monreal Jimeno (1989: 36) leyó ERA DCXXV HON(O)RE + (¿) SCI MAR(TINI), fechando así la iglesia en el 587 d.C., Carrión Irún (1973) leyó ERA DCCCV SANTI MARTINI, mientras que Bohigas Roldán leyó (1982, II, 1226-1229) ERA DCCCV DON REL (¿) SANCTI MARTINI, fechándola ambos en la era 805, es decir el año 767 d.C. Por último, Van den Eynde (1989b) llevó la cronología al siglo XI d.C.: ERA MCXXV HONORE SANCTI MARTINI, retrasando la datación hasta el 1087 d.C. 51. Los centros han sufrido modificaciones, no sólo antrópicas sino naturales, y en la mayoría de los casos se ha perdido gran parte del complejo original por la erosión natural, dado que la piedra en la que se excavan es blanda. Se trata de una arquitectura excavada en la roca y que por tanto no tiene volúmenes exteriores, carece de elementos sustentantes y sustentados, pues los sistemas constructivos son falsos; las cúpulas y los arcos no realizan su función como lo hacen en la arquitectura exenta. 52. Por ejemplo, Lamalfa Díaz (2005: 308-309) señala que en la Cueva de los Conejos en San Andrés de Valdelomar se han localizado en una intervención arqueológica restos de la Edad del Bronce. Esto mismo se dio en el caso de El Montico de Charratu, en el que Barandiarán apuntaba al posible origen Neolítico de estos abrigos y oquedades (citado por LAMALFA DÍAZ, 2005: 308).

Figura 14: Inscripción de la ventana absidial de Santas Centola y Elena.

una reutilización de cuevas antiguas, posiblemente de cronologías prehistóricas, a consecuencia de la invasión musulmana, por gentes venidas de la Meseta en busca de refugio y que encontrarían en ellas una habitación provisional; ¿en qué grado? Algunos de los llamados eremitorios están en el origen de monasterios alto y plenomedievales, surgidos de pequeñas comunidades monásticas y eremíticas tardoantiguas, aunque su auge económico y humano no se produce hasta la reorganización del territorio en el siglo X d.C. Es en ese momento cuando los focos eremíticos pasarían a ser monasterios o centros señoriales (ESCALONA MONGE, 1996: 276)53. Estudios e investigaciones arqueológicas recientes están reevaluando los eremitorios, aunque en algunos casos se mantienen las hipótesis tradicionales. La localización de estas cuevas artificiales próximas a los cauces de los ríos hace pensar en un posible hábitat estacionario de ganaderos y agricultores54, lugares de refugio con fines agropecuarios. Ejemplos de ello se localizan en el área riojana, en los alrededores del cauce del Ebro. Las interpretaciones, por tanto, oscilan entre identificar estos lugares como eremitorios, como lugares para el control del ganado dentro de un modelo transeúnte, o simplemente lugares de habitación. En cuando a la cronología, una corriente historiográfica sitúa el fenómeno en época visigoda, mientras que otra es partidaria de llevarlo a los siglos de la repoblación, añadiendo la posibilidad de que no haya una contemporaneidad entre todos los conjuntos. En Cantabria encontramos bastantes cavidades artificiales. Algunas de las iglesias y ermitas excavadas en la roca han conservado el culto hasta la actualidad. Ejemplos claros son los de la Tía Isidora (Montejo de Bricia) (Fig. 17) y Santa María de Valverde. Hay un patrón común en la localización de los asentamientos ru-

53. En la mayoría de los monasterios altomedievales riojanos, extrapolando el caso de San Millán de la Cogolla, se han localizado precedentes rupestres que aluden a un origen eremítico tardoantiguo de dichos monasterios (CASTELLANOS, 1995: 39). 54. Hipótesis planteada para el caso riojano por Santiago Castellanos (1995: 36-38).

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monjes o simples pobladores, que necesitarían surtirse de agua, bien de manantiales exteriores bien de agua emanada y almacenada en la propia cavidad55. En la planta de estas arquitecturas, observamos similitudes entre las de Campo de Ebro y Cadalso, variando la cabecera en la primera con una forma tendente a la rectangularidad frente a la semicircularidad de la segunda. De nave única también es el templo de El Tobazo, aunque su cabecera se limita a un arco profundo de medio punto bajo el cual se encaja el altar de bloque. Plantas más complejas presentan las iglesias de Santa María de Valverde y Olleros de Pisuerga al haFigura 15: Cubeta excavada en la roca en la Cueva de la Vieja (Presillas de Bricia).

Figura 17: Vista exterior de la cueva de la Tía Isidora (Montejo de Bricia).

Figura 16: Aljibe en El Cuevatón de Cezura.

pestres: ubicación en lugares apartados, en ocasiones en altura y próximos a cursos de agua. En Presillas de Bricia (Fig. 18), por ejemplo, antes de llegar al eremitorio se divisa una caseta de abastecimiento de aguas y que en otro tiempo posiblemente fuese una fuente natural que abastecería al enclave. Son precisamente el Ebro, el Pisuerga y sus afluentes los que vertebran la disposición de estos centros rupestres. A esto hay que añadir la presencia de aljibes en gran parte de ellos. Destacamos la Cueva de la Tía Isidora, Presillas de Bricia, San Pantaleón, Cervera de Pisuerga o El Cuevatón de Cezura. Existe la posibilidad de que algunos de ellos fuesen baptisterios y no aljibes, como el caso de Presillas (Fig.15); lo cierto es que las características de los mismos hacen pensar que se trate de lugares para almacenamiento de agua. Impresiona el de Cezura (Fig.16) por su gran tamaño, más de 21 m2 y casi un metro de profundidad con una función clara de aljibe, a juzgar por el manadero de agua en la pared (MONREAL, 1989: 40). La conducción de aguas en los eremitorios no es un hecho aislado, y también lo documenta Alcalde Crespo (2005: 156 y 258) en Los Ventanos de Villamoñico. En algunos de estos complejos vivirían un número importante de personas,

Figura 18: Vista exterior del complejo rupestre de Presillas de Bricia.

55. Los aljibes excavados en la roca son relativamente frecuentes en época medieval; se registra uno por ejemplo en el despoblado de Corada, cuya ocupación parece fecharse desde mediados del siglo XIV hasta mediados del XIX, cuando se abandona el asentamiento (BERZOSA GUERRERO, 2005: 85). Destaca además el paraje en el que se localizan estos complejos rupestres, rodeados de bosque autóctono de robles en casi todos los casos y en algunos casos, como el de El Tobazo, con espectaculares cascadas en sus proximidades.

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ber sufrido un gran número de remodelaciones56. Por su parte, las de Arroyuelos y Presillas tienen una disposición similar en la configuración del templo, con un pilar central en forma de palmera que recuerda a la de San Baudelio de Berlanga, dos plantas y una tribuna, aunque con ábsides tipológicamente diferentes, al ser el primero único y en forma de herradura recordando a los ábsides ultrasemicirculares del templo de San Pedro de Rocas (Ourense), y en el segundo contar con una cabecera múltiple. En relación a la cronología de los templos, si atendemos a la advocación de algunos de ellos, para Alcalde Crespo (2006: 30) San Pelayo (Villacibio) o los Santos Justo y Pastor (Olleros de Pisuerga), su cronología se remontaría al siglo X u XI d.C., dado que son santos con un lugar privilegiado en el santoral y martirial mozárabe. Otro tanto ocurriría en el caso de Arroyuelos, cuya advocación a los santos Acisclo y Victoria es situada en el siglo IX d.C. (GONZÁLEZ ECHEGARAY, CARRIÓN y PÉREZ, 1961; MONREAL, 1989: 50). Esto iría en pro de una cronología de repoblación, aunque manejando estos datos con prudencia. Podemos asignar una cronología prerrománica segura para todos los conjuntos, pero no un mismo siglo para todas ellos. Parece clara la cronología de repoblación de los complejos de Arroyuelos y Presillas, a juzgar por los restos cerámicos encontrados en el segundo, no pudiendo descartar un origen anterior. Es posible que las primeras ocupaciones se realizaran en pequeñas cuevas, dando lugar a complejos rupestres en los siglos siguientes. Esto nos lleva a pensar que si bien los centros que observamos en la actualidad datan de los siglos IX/X – XII d.C., los templos primitivos pudieron tener su origen entre los siglos IV-V d.C. En cuanto a su funcionalidad, pudiendo tratarse de complejos monásticos en algunos casos, lo cierto es que también podríamos estar ante simples asentamientos de comunidades cristianas que contarían con su templo correspondiente. III.9. Necrópolis En nuestro caso tratamos tan sólo tres de ellas, fechadas por 14C y de las que se dispone de amplia documentación57. Esto es: Santa María de Hito, Camesa-

56. Si atendemos a las propuestas de los diferentes autores, es posible que el templo original de Valverde fuese de nave única rematado en ábside semicircular con dos dependencias laterales junto a éste sin conexión con la nave y orientado al Este. En la actualidad el altar no se localiza al Sur, pues debido a las remodelaciones sufridas en la iglesia, la disposición de éste para facilitar el culto era más adecuado que orientar la cabecera correctamente.

57. Remitimos a Gutiérrez Cuenca (2002: 110-111), donde se incluye una tabla con todas las dataciones absolutas realizadas en la región cántabra para época histórica hasta el 2002.

Rebolledo y Retortillo. En Tresileja encontramos restos de una necrópolis de cronología altomedieval con enterramientos orientados Este-Oeste y características de inhumación similares (GUTIÉRREZ CUENCA, 2002: 92)58, pero hemos preferido centrarnos en las tres primeras59. Si hay un grupo que presenta dificultades en su estudio es el de las necrópolis. En las visigodas son los trabajos de Gisela Ripoll el referente a nivel peninsular. Siguiendo sus pasos, otros trabajos más recientes han ido perfilando algunas cuestiones. Para Cantabria se han realizado estudios aislados, como es la aportación de Berzosa Guerrero (2005) y los realizados fruto de excavaciones arqueológicas pero sin realizar un estudio de conjunto. Es Gutiérrez Cuenca el principal investigador en Cantabria60. Su artículo sobre las dataciones de época histórica (2002), recoge un gran número de dataciones para necrópolis medievales cántabras. El principal problema radica en asignar a las necrópolis una adscripción cronológica, imposible de dar en muchos casos por no conservarse restos humanos, materiales y la inexistencia de un contexto arqueológico detallado. Sin embargo, el estudio de estos cementerios es fundamental en la aproximación al poblamiento visigodo y altomedieval, pues son las costumbres funerarias el reflejo de la naturaleza de estas sociedades. Si bien es cierto que son abundantes los casos en los que disponemos de una cronología, no ha sido posible, hasta la fecha, proponer una sistematización diacrónica de las tipologías de tumbas, pues éstas son muy variadas y los intentos de agrupación no han dado resultados satisfactorios. En el periodo que nos ocupa no encontramos una misma forma de inhumación; existen desde una fosa simple excavada en tierra, a veces en una caja de madera61, o en roca, de bañera o antropomorfas, a tumbas de lajas. Desde el III Concilio de Toledo se produce “una fusión más o menos definitiva entre visigodos e hispanorromanos” (RIPOLL, 1986: 391). Según Mezquíriz (1965: 46), en las necrópolis visigodas (siglos V al VIII d.C.) la orientación más habitual de los enterramientos es en dirección Este-Oeste, con la cabeza al Oeste, siendo la posición predominante la de decúbi-

58. Se trata de una necrópolis medieval de tumbas de lajas, algunas con almohadilla, situada en Cos. Fue excavada con motivo de una intervención de urgencia. 59. Tenemos constancia de que Gutiérrez Cuenca está realizando una tesis doctoral sobre las necrópolis cántabras en la que estudiará la cuestión de forma monográfica y exhaustiva. 60. Además, está realizando su tesis doctoral sobre las necrópolis medievales de Cantabria. 61. El principal indicador de que el enterramiento ha sido realizado en una caja de madera es la presencia, en torno al esqueleto, de clavos, generalmente de hierro, utilizados para conformar el ataúd.

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to supino. En este sentido, Ripoll (1986: 406) señala que la disposición Este-Oeste fue posiblemente adoptada cuando se acogieron al cristianismo, abandonando así la incineración y generalizando el uso de la inhumación62. Por otra parte, desde finales del siglo VII – VIII d.C. la inhumación con ajuares funerarios empieza a decaer en gran parte del mundo germánico ante la progresiva influencia, introducción y expansión del cristianismo (AZKÁRATE, 1990: 349; MARTÍN VISO, 2005-06: 91-92); con el nuevo rito ya no es necesaria la deposición de objetos. Tenemos que detenernos brevemente en las necrópolis formadas por tumbas excavadas en la roca, ya que en muchas ocasiones han sido encuadradas cronológicamente en el periodo que estamos estudiando. Aunque las hay ya en época visigoda, no quiere decir que todas las necrópolis de este tipo tengan su origen en ese momento. Para las de Cantabria, la única datación absoluta que hay pertenece a una tumba de Santa María de Valverde y es plenomedieval (MARCOS MARTÍNEZ, 2010). En un reciente artículo de Martín Viso (2005-06) se recoge de manera sintetizada la problemática que presenta el estudio de éstas, así como las diferentes teorías propuestas para aproximarse al mundo funerario tardoantiguo y altomedieval. Las necrópolis cántabras de este momento, presentan una primera fase de enterramientos del siglo VI d.C., que no mantienen una disposición fija en la orientación de los enterramientos porque está condicionada en gran parte por los muros de las edificaciones romanas, aunque sí predomina la orientación Noreste-Suroeste; mientras que a partir del siglo VIII d.C. se observa un cambio en la orientación de los enterramientos, pasando la totalidad a la de Este-Oeste, con la cabeza al Oeste. En los tres casos además, la primera fase de la necrópolis medieval aparece sobre restos romanos, en dos de los casos sobre las ruinas de una edificación romana, en el otro sobre los restos de un foro. Algunos autores señalan que los templos cristianos ocuparían el espacio reservado para el foro tras el abandono de esta zona, o se reutilizarían los edificios existentes pero con diferente función, cuando ya estuviese bien marcada la diferencia entre lo pagano y lo cristiano, y no hubiese posibilidad de confusión. En este sentido, un caso claro de reocupación de espacios, es el de Santa María de Hito63. Es posible que la construcción de la iglesia no se realizara hasta época posterior y que en estos primeros momentos la necrópolis se ubicase sobre

las ruinas romanas pero sin una iglesia próxima64. En el caso de Camesa-Rebolledo para la primera fase, Van den Eynde (2002: 264) señala la posibilidad de que se trate de una necrópolis asociada a un lugar poblacional próximo. En este sentido, si la villa romana se abandona en el siglo III d.C. como núcleo poblacional, para dicho autor existen dos posibilidades: que haya un vacio demográfico entre el siglo III d.C. y la fecha que aporta la datación por 14C (siglo VII d.C.) para la primera fase de la necrópolis, o que se produzca simplemente un cambio en la utilización del espacio, antes habitacional, ahora cementerial. IV. CONCLUSIONES Nos hemos encontrado un importante problema a la hora de abordar el presente estudio y es la falta de contextos arqueológicos para un gran número de los elementos, teniendo que recurrir, cuando ha sido posible, a criterios tipo-cronológicos para asignarles una datación relativa; en otros casos, no ha sido posible determinar una cronología segura. Aunque con los datos disponibles, y dado el carácter del trabajo, es difícil poder llegar a establecer cómo se desarrolló el proceso de cristianización de Cantabria y cuál fue el calado del cristianismo en la sociedad tardoantigua, sin embargo, podemos extraer algunas sólidas conclusiones. En primer lugar, como hemos podido comprobar, son muy escasas las evidencias arqueológicas referidas al cristianismo en época tardoantigua para la región cántabra, aumentando éstas a medida que nos aproximamos al siglo VII d.C. En la tabla adjunta (Fig. 19) se observa cómo son mínimas las piezas65 que se engloban en el primer periodo (siglos IV-VI d.C.). Así, los objetos que tradicionalmente han sido considerados como los primeros vestigios cristianos, sean el crismón o la pieza de bronce calada, se rechaza su carácter y sus cronologías se retrasan en dos siglos. Por otra parte, las estelas de Onís, que podrían ser los primeros testimonios, son de muy dudosa adscripción al cristianismo; estamos de nuevo ante el problema citado de falta de contexto arqueológico. Pese a las evidencias que nos llevan a sugerir el carácter cristiano de algunas de ellas, como puede ser la de Noreno, lo cierto es que sus paralelos más cercanos los encontramos en el mundo de la epigrafía vadiniense de época precristiana. A partir de finales del siglo VI d.C. documentamos bastantes restos arqueológicos, como son los jarritos, patenas, broches

62. Gisela Ripoll (1986: 406) señala que esta disposición rara vez es N-S, aunque se presentan algunas variaciones en el eje Este-Oeste motivadas por las características del terreno. En este sentido, hace alusión al trabajo de Salin, el cual trató de demostrar la preocupación existente entre los germánicos en orientar perfectamente tus tumbas.

64. En Valencia, se ha documentado la existencia de un conjunto de edificaciones religiosas que se relacionan con un complejo episcopal en el antiguo foro romano, donde a partir del siglo V d.C. se configuraría urbanísticamente dicha área religiosa.

63. Véase Jiménez Sánchez y Sales Carbonell (2004: 194 y ss.). El artículo aborda el tema de la superposición de iglesias a termas, pero de manera sucinta también trata el asunto de las necrópolis en estos contextos.

65. En esta tabla se incluyen los bienes muebles analizados en el trabajo, a excepción del grupo de piezas que ya han sido revisadas por diversos autores, rechazándose su carácter cristiano.

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Figura 19: Tabla resumen de bienes muebles.

de cinturón con motivos cristianos o los anillos aparecidos en la necrópolis de Santa María de Hito, lo que evidencia que para estas fechas el cristianismo ya estaría bastante asentado en la región, pese a que algunas teorías sugieren que todavía en estas fechas la religión cristiana estaría dando sus primeros pasos. Por otro lado, si bien es la arquitectura rupestre a la que se ha asignado una cronología más temprana, con los datos disponibles podemos establecer una cronología segura para los conjuntos rupestres analizados del siglo VIII – X d.C. en adelante, según evidencian los restos arqueológicos encontrados en algunos complejos, como el de Presillas, que denota una cronología altomedieval para el templo actual. Aunque se atisban signos evidentes de que el origen de los llamados eremitorios se remonta a siglos anteriores, posiblemente al V-VI d.C. En La Puente del Valle, por ejemplo, encontramos dataciones absolutas de materiales arqueológicos de época visigoda, lo que vendría a indicar una larga pervivencia de los asentamientos en el tiempo. Igual situación observamos en la ermita de Santas Centola y Elena, aunque éste es un templo exento y no rupestre como los casos anteriores, quedando para los siglos IX y X d.C. los grandes templos de San Román de Moroso o Lebeña. Si atendemos a la arquitectura exenta, los primeros ejemplares, de factura modesta, datan del siglo VII-VIII d.C., cronología más consensuada en la historiografía para los templos de San Andrés y Santas Centola y Elena. Mismas cronologías son barajadas para las necrópolis, en las que no se aprecia hasta el siglo VII-VIII d.C. un rito de inhumación bajo el control directo por parte de la Iglesia. Si bien es cierto que la transición hacia un modelo más ortodoxo pudo llevar años, no podemos considerar no cristiana la inhumación vestida o sin una orientación fija, pues esto convertiría en paganos muchos enterramientos tardorromanos o visigodos anteriores a ese cambio en las costumbres y en los que

aparecen objetos de claro carácter cristiano como anillos con crismones y cruces o broches con motivos cristianos. Así, necrópolis de cronologías anteriores con pocos rasgos cristianos pudieron pertenecer a sociedades cristianas en un momento de transición hacia el afianzamiento y consolidación del cristianismo. Son precisamente los cementerios los que permitirían aportar una evolución en las creencias de la población. El problema, en este caso, reside en la falta de materiales para poder datarlas y el expolio sufrido en muchas de ellas. Por ello, podemos concluir que no es hasta el siglo VI-VII d.C. cuando encontramos evidencias arqueológicas claramente cristianas, lo que denota a priori un proceso lento en la difusión del cristianismo en Cantabria, que si bien pudo haber llegado a la región en una época anterior, sólo alcanza una dimensión social arraigada al final de la tardoantigüedad. Que tengamos escasas evidencias arqueológicas de ese periodo, no sólo en Cantabria, sino en el resto de la Península, es debido también a que el interés por él es relativamente reciente, lo que conlleva una falta de estudios, que ya hemos comentado anteriormente, que permitan conocer de manera más precisa los comportamientos y creencias de la sociedad tardoantigua. BIBLIOGRAFÍA ABÁSOLO ALVÁREZ, J. A. (1978): Carta arqueológica de la provincia de Burgos. Partidos judiciales de Castrojeriz y Villadiego, Burgos. AJA, R. (2008): “Cantabria en la Antigüedad Tardía”, Los Cántabros en la Antigüedad: la Historia Frente al Mito, Santander: 191-228. ALCALDE CRESPO, G. (2007): Iglesias rupestres. Olleros de Pisuerga y otras de su entorno, León. ALCALDE DEL RÍO, H. (1934): “Varios objetos de los primeros tiempos del cristianismo en la Península”, Anuario del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos 1: 149-159.

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