Árabes Israelíes. El problema identitario del estado de Israel. [Israeli Arabs. The Identitary Problem of the Jewish State]

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Descripción

Árabes Israelíes. El problema identitario del estado de Israel. Si bien sólo unos pocos son capaces de dar origen a una política, todos nosotros somos capaces de juzgarla. – PERICLES DE ATENAS, 430 a.C.

Abstract : This paper aims to give an overwiew on the situation of Arab Israelis, a minority of nonjewish citizens inside the state of Israel. Since its foundation as a Jewish State in 1948, Israel has faced an identity problem based on the population diversity in its territoire. Political representation, civic rights and the positions towards the Israeli-Palestinian conflict are fundamental issues that make of this minority – representing about 20% of Israel's eight million citizens – a question worth treating. In a first stage, it will be analyzed to which extent the Israeli society has developed into a liberal democratic one, regarding political and civic rights of the Arab minority. In a second stage, I will focus on persisting inequalities and why the question of the Arab minority is still an issue that threatens the basic characters of the Israeli state, as it forces authorities to solve the dilemma between a Jewish state or a modern, open democracy. Resumen : Este artículo se propone ofrecer un análisis general de la situación de los árabes israelíes, una minoría de ciudadanos no judíos dentro del estado de Israel. Desde su fundación en 1948 como un estado judío, Israel ha tenido que enfrentarse al problema de identidad que plantea la diversidad de su población. Temas como la representación política, los derechos civiles o las posiciones en torno al conflicto palestino-israelí conforman el interés de estudiar a esta minoría. La primera parte tratará de analizar hasta qué punto Israel se ha convertido en una democracia moderna, con especial énfasis en los derechos civiles y políticos de la minoría arabe. Seguidamente, se tratarán las desigualdades, todavía muy presentes, que hacen de la minoría árabe un problema clave de la identidad misma del estado, puesto que las autoridades se ven ante el dilema de conducir el país hacia un estado judío o una democracia moderna.

Key words : Israel, Palestine, minority, national identity, etnocracy, ethnic democracy Palabras clave : Israel, Palestina, minoría, identidad nacional, etnocracia, democracia étnica.

Tomás de León-Sotelo Fuentes MUNDO ÁRABE, 2013/2014, Trabajo de fin de curso. [email protected] Universidad Autónoma de Madrid. – 1–

Introducción : aproximación histórica y contexto. El 14 de marzo de 1948, David Ben Gurión proclamó la fundación del estado de Israel tras el fin del mandato británico en Palestina. El histórico acontecimiento, apoyado por las potencias vencedoras de la segunda Guerra Mundial, daba nacimiento a un estado para la comunidad judía, después de las persecuciones y agravios que la historia le había hecho sufrir. Sin embargo, el evento marcaría el inicio de una era de desconfianzas, tensiones y guerras cuyo fin aún no se vislumbra. Lo que para los judíos fue el día de la independencia (‫)יום העצמאות‬, fue para los árabes el mayor agravio cometido contra su pueblo, de ahí que para ellos el día pasara a la historia como el día de la catástrofe. ( ‫) يوم النكبة‬. El reparto del territorio conocido como Palestina, que pasó a formar parte del mandato británico en 1922 por decisión de la Sociedad de Naciones tras la Primera Guerra Mundial, perturbó una convivencia que en épocas anteriores había sido pacífica : bajo el imperio otomano, tras la caída de éste y la dominación británica en los primeros años, las comunidades árabe y judía nativas de la zona había convivido sin mayores problemas, entre ellas, y con otros grupos (beduinos, drusos, cristianos). En años previos a la declaración de independencia, la convivencia empezó a deteriorarse por las acciones de ciertos grupos que, a raíz de la declaración de Balfour (1917) y con el apoyo del movimiento sionista internacional, pretendían acabar con el mandato británico a base de acciones violentas. Evidentemente, también hubo acciones terroristas por parte de los árabes. El terrorismo propiamente dicho empezó antes de que se estableciera el estado de Israel, y es un fenómeno que ha acompañado toda su historia, y probablemente la siga marcando en el futuro. Antes de entrar en detalle, conviene hacer una serie de aclaraciones. Los árabes israelíes , objeto de estudio de este trabajo, son un grupo poblacional con un status legal equiparado al de los ciudadanos israelíes judíos. Son los descendientes de quienes tras la Nakba se quedaron en el territorio del incipiente estado israelí, al contrario de muchos otros que optaron por la diáspora. Estos ciudadanos son a la vez ciudadanos israelíes y parte de la nación árabe, con lo que se plantea un dilema en lo que respecta a sus lealtades y sentimientos, factores clave en el imaginario nacional. Muchos de ellos rechazan la denominación de árabes israelíes y se reclaman directamente palestinos, o palestinos de Israel mientras que otros se consideran perfectamente israelíes pero apenas manejan el hebreo, idioma oficial. Esta especie de esquizofrenia identitaria también queda a merced de los acontecimientos históricos : desde la guerra de 1967, cada vez más árabes israelíes se identifican como «palestinos » (67% en 19881) Se trata de una sociedad muy dividida, atravesada por clivajes religiosos, étnicos y lingüísticos que configuran una serie de comunidades muy heterogéneas. Por ello, se tratará de explicar siempre a qué grupo se hace referencia. A modo de orientación, actualmente se cuentan en Israel unos 1.200.000 ciudadanos árabes que son aproximadamente el 20% de la población. Estos árabes, a su vez, no son todos musulmanes, sino que también hay minorías drusas y cristianas. Un caso particular son los árabes de Jerusalén este, que rechazaron la nacionalidad israelí para explicitar su oposición a la anexión de esta ciudad por parte de Israel. La declaración de independencia de Israel, de 14 de marzo de 1948, proclama el nacimiento de un estado para el pueblo judío y asegura a todos los ciudadanos plena igualdad, sin distinciones religiosas o de nacimiento : 1 Dato obtenido de Smooha, 1990, p.10.

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THE STATE OF ISRAEL (..) will ensure complete equality of social and political rights to all its inhabitants irrespective of religion, race or sex; it will guarantee freedom of religion, conscience, language, education and culture; it will safeguard the Holy Places of all religions; and it will be faithful to the principles of the Charter of the United Nations. 2 Sin embargo, las declaraciones sobre el papel no siempre corresponden a la realidad, y si bien es cierto que los árabes israelíes gozan en muchos aspectos de una vida mejor que los ciudadanos de los países árabes, sufren, en su propio país, ciertas políticas de marginación y segregación. La cuestión se plantea también para los ciudadanos judíos, la gran mayoría, que deben decidir en qué modo quieren cohabitar con esta minoría. Recientemente, el proyecto de ley para definir a Israel como « estado judío »3 suscitó la polémica en la Knesset, el parlamento israelí, entre los grupos más nacionalistas e identitarios, defensores del carácter sionista del estado, y aquellos más progresistas que temen un repliegue sobre la identidad judeo-sionista, que supondría una mayor exclusión de las minorías, y frenaría la apertura de la sociedad. En resumen, el problema se plantea como un conflicto identitario, del que surge una gran variedad de problemas de índole económica, social, política y cultural. Si Israel es un estado judío, ello excluye al 20% de su población, o al menos, los relega a un status legal inferior. Ello podría conducir a un régimen de apartheid – en palabras de John Kerry, secretario de Estado norteamericano – , incompatible con una democracia moderna. La tensión entre etnización y democratización está siempre latente en la política israelí, y la manera en que se resuelva determinará el futuro de este estado. Todo ello se resume a la cuestión ¿La definición de Israel como un estado judío impide su desarrollo como una sociedad abierta, libre y democrática ? Un planteamiento similar adopta el editorial del diario Haaretz4, cuando titula : Those who wish to set in law that Israel is the nation state of the Jewish people are really attempting to remove 'obstacle' of democracy. La tensión entre estado judío y democracia plena se plantea como un antagonismo, en el que la victoria de una concepción implica necesariamente la derrota de la otra. Sin embargo, la situación sobre el terreno es muy diversa, con partidos políticos y movimientos que adoptan una visión más pragmática y defienden que la integración de la minoría árabe no perjudica al concepto de Israel como patria del pueblo judío. La cuestión se plantea también en ciertos aspectos como un conflicto entre los habitantes indígenas de la tierra de Palestina y los colonos llegados a través de la inmigración judía desde mucho antes de 1948. El territorio israelí estaba poblado en 1948 por un 90% de árabes, así que el estado de Israel tuvo como un pilar básico de su construcción la política 2 Declaración de Establecimiento del Estado de Israel, extracto, obtenido del portal del ministerio de exteriores israelí. http://www.mfa.gov.il/mfa/foreignpolicy/peace/guide/pages/declaration%20of%20establishment%20of%20state %20of%20israel.aspx 3 PM to push Basic Law that will define Israel as 'Jewish state', Jerusalem Post, 1/5/2014 http://www.jpost.com/Diplomacy-and-Politics/PM-to-push-Basic-Law-that-will-define-Israel-as-Jewish-state-351057 4 Don't redefine Jewish State , Haaretz, 4/5/2014 , http://www.haaretz.com/opinion/1.588820

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demográfica. La inmigración de los judíos europeos y soviéticos contribuyó a invertir la proporción, con lo que se da ahora la paradoja de que la mayoría poblacional judía, que actualmente gobierna las estructuras de poder, no lleva en esas tierras más de cien años, algo impensable en otro estado. El fenómeno migratorio, Aliyah5, es un símbolo de la identidad colectiva judía, pues supone la huida de los horrores en Europa y la llegada a su nuevo hogar nacional. Sin embargo, esta inmigración impulsada por la organización sionista mundial conllevó una política de judaización de la tierra, expulsando a campesinos árabes, estableciendo asentamientos, un proceso que ciertas opiniones califican de limpieza étnica. El conflicto de la convivencia entre dos grupos étnicos, ambos con pretensiones nacionales, se expande a todos los ámbitos de la sociedad. Primero, se analizará por qué la sociedad israelí destaca en todo Oriente Medio como uno de los estados de mayor calidad democrática. Se trata de comprender hasta qué punto se acerca la situación actual a la concepción de una democracia abierta y libre, tal y como lo entendemos en el mundo occidental, especialmente en lo que se refiere a sus ciudadanos árabes. Seguidamente, se pasará a describir aquellos conflictos, tensiones o fisuras persistentes en la sociedad que ponen en evidencia las carencias democráticas del régimen israelí. Sobre todo, a través del análisis de la situación de la minoría árabe, que por su tamaño y relevancia es uno de los mayores problemas contemporáneos que debe resolver la sociedad israelí.

I. El estado de Israel, democracia abierta y moderna. A pesar de todas las críticas que se puedan hacer, no se puede negar el hecho de que Israel se ha convertido en la democracia más fuerte, tal vez la única que merezca este apelativo en Oriente Medio. El estado fundado en 1948 se ha consolidado como una democracia parlamentaria, con un sistema judicial independiente, y una sociedad calificada por Freedom House como la más libre de todo Oriente Medio. La situación de la minoría árabe tampoco es una excepción : en perspectiva comparada, gozan de un nivel de vida mucho mejor al de otras minorías en países del entorno. Se prestará especial atención a la actividad política árabe, los movimientos que la componen y los mecanismos de cooperación en el estado. Mención aparte merece el papel del Tribunal Supremo, pues al carecer Israel de una constitución escrita, es este tribunal quien en múltiples ocasiones se ha encargado de corregir las políticas gubernamentales.

A) Sistema político y participación política árabe. El estado israelí se constituye como una democracia presidencialista, en la que los ciento veinte miembros del parlamento, Knesset, son elegidos en elecciones proporcionales de distrito único, dando lugar a una gran fragmentación política. Los partidos raramente consiguen más de 30 escaños, y por ello están obligados a formar coaliciones de gobierno. De hecho, nunca ningún partido ha gobernado en solitario. La política israelí no responde necesariamente a los criterios occidentales de izquierda-derecha, debido en gran medida a la influencia del conflicto con Palestina. Sí que se pueden distinguir dos bloques diferenciados, sionista y no-sionista, siendo el primero el predominante. Dentro de estos bloques, los partidos sí que se diferencian entre conservadores y progresistas en términos económicos y sociales, aunque se dan algunas paradojas que veremos más adelante. El bloque no-sionista representa mayoritariamente a la minoría árabe, con lo que será objeto de estudio detallado. 5 Aliyah significa en hebreo « ascensión » y supone en el imaginario colectivo el fin de la diáspora del pueblo judío.

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1) Política árabe en el estado judío. El bloque no-sionista, o árabe, se configura a través de una serie de partidos que aspiran a representar a este 20% de ciudadanos que no se identifican con la concepción sionista del estado. Es decir, estos partidos árabes no cuestionan la existencia ni la legitimidad del estado judío, algo prohibido por la ley, sino que sólo aspirar a equiparar el status de los árabes con el de sus compatriotas judíos. Por ello, incurren en un error quienes justifican la exclusión de los árabes de la política, puesto que su participación más que socavar el estado de Israel, lo legitima como una democracia plena. Es curioso también que en torno al 30% de esta población árabe (elecciones de 2006) no vota por los partidos árabes, sino por las fuerzas políticas judías, mayoritariamente de izquierda, como el Partido Laborista o el Meretz, o incluso el centrista Kadima. Los partidos árabes son básicamente tres : Hadash, Balad y la Lista Árabe Unida6. Desde las primeras elecciones, siempre ha habido algún diputado árabe presente en cada legislatura de la Knesset, aunque nunca un partido árabe ha formado parte de la coalición gubernamental. La población árabe está infrarrepresentada, puesto que siendo el 20% de la población, su representación apenas llega al 10% de la cámara. La posibilidad de influencia en la política gubernamental es ciertamente reducida, pero la Knesset es un altavoz muy poderoso para que los árabes hagan oír su voz. El primer árabe que entró en un gobierno fue Raleb Majadele, como ministro de ciencia y deporte, en 2007, un nombramiento criticado por los sectores más ortodoxos y también por algunos árabes, que veían en ello una operación de maquillaje de un gobierno que por lo demás seguía ejerciendo una política discriminatoria. Las acciones políticas de estos grupos se asemejan más a movimientos sociales que a la acción política que conocemos en occidente. Los partidos, al estar reconocidos por el estado y buscar la identificación de sus votantes con el sistema, son una fuente de legitimidad y de contención de los problemas que podrían derivarse de la alienación de la minoría árabe. Son el vector de integración por el que se pretende integrar a una minoría que está exenta del servicio militar, en un país donde precisamente esta experiencia vital marca un punto de inflexión para el individuo como ciudadano. Esta exención del servicio militar se justifica, primero, por razones de seguridad nacional – pues sigue existiendo una extendida desconfianza hacia los árabes – y también en el propio interés de los árabes : no se les puede poner en la contradicción trágica de tener que luchar para su estado (Israel) contra su nación (la árabe). Precisamente aquí entran en juego los partidos árabes, no tanto como partidos políticos en el sentido clásico, sino como asociaciones que permiten la existencia de una comunidad árabe dinámica y consciente de su importancia. Shlomo Ben-Ami reconoce el papel fundamental de organizaciones de este tipo en la encrucijada identitaria de Israel : Para integrar a los árabes en la idea del estado se debe desarrollar una ética comunitaria en la que la participacion en el estado no se exprese unicamente por medio del servicio militar, sino también a través de compromisos ideológicamente neutros, como el servicio comunitario. El servicio comunitario, tal y como lo concibe Ben-Ami, sería una especie de sustitución 6 Estos partidos obtuvieron en las elecciones legislativas de 2013 cuatro, tres y cuatro escaños respectivamente, sobre un total de 120, representando así casi el 10% de los diputados.

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de la participación en el ejército. Sin embargo, resulta también interesante contemplar este servicio comunitario, de una manera abierta, como el conjunto de interacciones que se suceden entre los ciudadanos árabes israelíes y las autoridades estatales, puesto que, en cierto modo, ello también constituye una integración en la comunidad. Así, una de las organizaciones más activas en este ámbito es Adalah (justicia en árabe), una ONG de defensa de los derechos humanos de los árabes israelíes y también de los palestinos de los territorios ocupados. Su principales esfuerzos se centran el ámbito jurídico, por ejemplo, a la hora de defender a candidatos árabes amenazados por mociones de exclusión del proceso electoral. También ha logrado la paralización de demoliciones de viviendas beduinas en el Néguev, o el pago de indemnizaciones a los familiares de árabes víctimas de las balas del ejército. En resumen, se trata de demostrar a los ciudadanos árabes que existen mecanismos efectivos para su participación, y garantías frente a la discriminación, que muchas veces es el temor que les impide integrarse en la vida colectiva israelí. 2) El valor simbólico del Tribunal Supremo. Al carecer Israel de una constitución escrita, la labor del Tribunal Supremo es de suma importancia, pues fija los límites a la actuación del gobierno y el legislador. Se reconoce a este tribunal, compuesto por 15 jueces, una gran independencia y prestigio, y frecuentemente ha sentenciado contra las políticas del gobierno. Es simbólico el caso de la matanza de Kafr Qassim, un pueblo árabe en la línea verde fronteriza con Cisjordania, cuyos habitantes violaron en octubre de 1956 un toque de queda que no conocían. La policía de fronteras israelí abrió fuego, matando a 48 ciudadanos israelíes árabes, y los agentes fueron condenados por el Tribunal Supremo. Las penas fueron conmutadas al cabo de un año, pero el incidente mostró la determinación de los jueces israelíes contra las violaciones de derechos de los árabes. El incidente marcó un punto de inflexión en la política hacia la minoría árabe, y en 2007 el presidente Shimon Peres pidió perdón públicamente por la cruel matanza. En los meses previos a las elecciones de 2009, la comisión electoral central excluyó a la coalición de la UAL con el partido Ta'al, que habían criticado duramente la invasión de Gaza (Operación Plomo Fundido). La exclusión motivó la protesta de sus líderes, quienes insistieron en que todavía Israel es un estado racista, y apelaron al Tribunal Supremo. Éste, de manera unánime, les permitió participar finalmente en las elecciones. También se encuentra un árabe entre los 15 magistrados del Tribunal Supremo, Salim Joubram. En 2012, se suscitó una polémica en torno a su persona, pues no cantó el himno de Israel en una ceremonia – cuya letra hace referencia al alma judía de Israel. Este juez también fue célebre por prohibir una campaña publicitaria del Likud en las municipales de 2013, alegando que los carteles eran racistas y ofensivos hacia los árabes israelíes. Estos tres ejemplos, puramente anecdóticos y simbólicos, constituyen una referencia para analizar la actitud del estado israelí hacia su minoría árabe. En un conflicto cargado de símbolos, y donde una visita a la Explanada de las Mezquitas puede revolver a un pueblo entero, el valor simbólico de que la más alta institución judicial israelí acoja en su seno y proteja individualmente los derechos de sus ciudadanos árabes no es irrelevante. Este Tribunal tiene la función de resolver conflictos en ocasiones muy viscerales, y ello contribuye a apaciguar los ánimos a la vez que configura una especie de patriotismo constitucional, que puede dotar de sentido a la nación israelí, que ahora se encuentra fragmentada entre las naciones judía y árabe. En un sentido parecido se expresa Shlomo Ben-Ami, antiguo ministro de exteriores, quien – 6–

preguntado acerca de las posibilidades de integración de los árabes, cree necesaria la creación de una identidad israelí común para poder establecer un Estado de los ciudadanos. Los árabes no tienen ninguna razón para aceptar el patriotismo israelí, puesto que es solamente un patriotismo judío. Hay que desarrollar una nueva forma de patriotismo constitucional, aunque sin abandonar el carácter judío del estado. (Ben-Ami, 2002) El ejemplo del Tribunal Supremo, aunque simbólico, es una razón para defender esta posibilidad del patriotismo constitucional : no sólo se admite a un árabe para que forme parte de la más alta institución del estado, sino que es él, junto con otros 14, quien en ocasiones recuerda al gobierno su deber de gobernar para todos los ciudadanos, judíos o árabes. B) Estrategias políticas de integración. En clave sociológica, si se analizan las relaciones y actitudes entre la mayoría judía y la minoría árabe, se pueden distinguir dos dinámicas opuestas : la política de radicalización frente a la política de contención (Ver anexo 3). Este análisis lo plantea Jamal (Jamal, 2007), como dos formas opuestas de respuesta de una minoría étnica. Lo que se pretende aquí es analizar hasta qué punto las actuales tendencias en Israel se asemejan a una política de contención, o de radicalización. 1) Sistema educativo dual. La relación de la minoría árabe con el estado, aparte de la participación en política, también tiene otro vector muy relevante : el sistema educativo. Podría observarse que es en este sector donde los árabes gozan de una mayor dosis de autonomía, ya que se les ha reconocido y financiado un sistema público de educación separado de la mayoría judía en el que la lengua vehicular es el árabe, y a la vez se estudia el hebreo como segunda lengua obligatoria. El estado Israelí ha implantado esta política educativa dual, no tanto como una vía para el desarrollo social de la minoría árabe, sino con el objetivo de crear una nueva identidad nacional árabe-israelí. La escuela ha sido siempre uno de los principales instrumentos para asegurar la legitimidad y adhesión al estado, y por ello, el sistema educativo árabe-israelí pretende crear una identidad árabe-israelí completamente separada de la tradicional identidad palestina. Se parte de la base de que el nacionalismo palestino es una amenaza para la seguridad nacional, y unos ciudadanos árabes solidarios con la causa palestina serían un enemigo bajo el propio techo. Los currículos escolares árabes tienen contenidos de historia diferentes a las escuelas judías, en los que falta, en todo caso, el punto de vista palestino. Lo que podría pasar como una política de contención por parte del Estado, se ha tornado en un símbolo más de la discriminación. El presupuesto dedicado a cada alumno árabe es seis veces menor que para sus compañeros judíos, y se reconoce que las escuelas árabes están muy por debajo de los estándares de equipamiento de los que gozan las escuelas judías7. La proporción de estudiantes universitarios árabes, si bien en aumento, sigue siendo exigua, y aquellos que consiguen graduarse, muchas veces se topan con el obstáculo de su etnia a la hora de encontrar un trabajo. Ello implica que una política de contención concebida por el estado no tenga sino el efecto opuesto : las perspectivas de futuro de los árabes se ven truncadas por un sistema que no 7 Informe de Human Rights Watch sobre el sistema educativo árabe-israelí, 2001.

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les ofrece salidas viables, lo que conduce a una mayor alienación respecto de la mayoría social. El agravio comparativo que supone la discriminación educativa, acaba al final contribuyendo más a la radicalización de las nuevas generaciones árabes. Si nos atenemos a la definición de estabilidad de Lijphart8, el sistema educativo árabe-israelí no es sino un factor de desestabilización social, puesto que en lugar de satisfacer las demandas de movilidad social de los árabes, acaba frustrándolas. Esa frustración se traduce en la creencia generalizada de que el estado, en general, no sabe y no quiere responder a sus necesidades como minoría.

2) ¿Etnocracia o democracia ? Como hemos visto, la integración de los árabes pasa necesariamente por el desarrollo de un patriotismo constitucional que les permita desarrollar una identificación imposible con el actual sionismo, leitmotiv del estado desde su fundación. Por parte de la mayoría, nadie está dispuesto a renunciar al carácter judío del estado (Jewishness), y muchas veces la sutil distinción entre el sionismo que denuncian los árabes y el judaísmo al que se aferra la mayoría pasa tan desapercibida que el conflicto es inevitable. Hasta ahora, se han expuesto los aspectos que hacen de Israel uno de los países con mayor calidad democrática de toda la región. Esta tendencia de democratización podría analizarse de dos maneras : como una concesión a su minoría árabe, con vistas a ir logrando paulatinamente su integración y su identificación con el estado de Israel, o como una estrategia geopolítica. En un entorno hostil, el estado de Israel depende del apoyo incondicional de su gran aliado, los Estados Unidos, para mantener su legitimidad ante una comunidad internacional cada vez más escéptica. Estos rasgos democráticos, más que auténticos, no serían más que el mínimo imprescindible para dar una cierta apariencia hacia el exterior que siga justificando el apoyo que se recibe. En vista de los hechos, parece que estas concesiones de derechos y libertades son una estrategia, pues, como veremos, la dominación y marginación de la minoría árabe se ejercen a través de otros mecanismos menos explícitos, aunque igualmente efectivos. Para estudiar la situación de desventaja en la que se encuentran los árabes israelíes, se puede emplear el marco conceptual de la etnocracia : un régimen en el que el etnos predomina sobre el demos, y por tanto el sistema y sus políticas se orientan a asegurar la predominancia de un determinado grupo étnico, que puede ser una minoría – caso del apartheid sudafricano – o una mayoría nacional, caso de Israel que se pretende analizar. En esta línea, Oren Yiftachel define así el régimen israelí : Yo sostengo que la principal estructura del régimen israelí, y por tanto el principal obstáculo para la democracia, no se relaciona sólo con su autoproclamado carácter judío (...). El elemento profundamente estructural del régimen israelí yace en los dos procesos paralelos de judaización y desarabización, facilitados y legitimados por la declaración de Israel como Estado judío y por las políticas e instituciones etnocráticas resultantes de esa declaración. (Yiftachel, 2011) Esta segunda parte del trabajo se centrará pues en analizar las políticas que configuran todavía a Israel como un estado más etnocrático que democrático. Se trata de ir más allá de la fachada para identificar dinámicas sociales, económicas o culturales que relegan a la minoría árabe a una ciudadanía de segunda. 8 Arend Lijphart : La estabilidad de un sistema político es su capacidad para satisfacer las demandas que se le formulan. (de : The Politics of Accomodation, 1975)

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II. Israel : estado etnocrático, democracia imperfecta. Bien es sabido que el estado de Israel tuvo que afrontar desde el mismo momento de su fundación duros ataques a su pura existencia. Si ya es difícil de por sí poner instaurar una democracia, la fragilidad en 1948 era aún más profunda por la hostilidad de los vecinos árabes. En consecuencia, se libraron tres grandes guerras (1948, 1967 y 1973). La primera, Guerra de la Independencia9, fue la respuesta de la comunidad árabe a la proclamación del estado de Israel, y se saldó con la derrota de los aliados árabes por su debilidad militar – muchos acababan de acceder a la independencia de sus potencias coloniales – , frente a un ejército israelí que luchaba con determinación por la supervivencia de su recién creado estado. La guerra de los Seis Días, en 1967, enfrentó a Israel con la R.A.U (Egipto) , Siria, Irak y Jordania, y fue un breve conflicto que se saldó con la victoria israelí y su conquista del Sinaí, los Altos del Golán, Gaza y Cisjordania. La guerra de Yom Kippur en 1973 empezó con un ataque sorpresa de Egipto y Siria, que en días posteriores fue repelido por Israel, que logró consolidar sus posiciones en el Sinaí y el Golán. Estas tres guerras constituyeron el fallido intento de las naciones árabes de evitar el establecimiento del estado judío10, y originaron en su interior una gran hostilidad y desconfianza hacia su propia población árabe. En un momento de lucha por la supervivencia, se veía a los árabes como un enemigo dentro del propio estado, y por ello se les aplicó la ley marcial hasta el año 1966. Ello incluía controles militares, detenciones administrativas, registros en viviendas, confiscación de tierras y prohibición de sus actividades políticas. La situación comenzó a mejorar con el levantamiento de las medidas militares y tras la guerra de los Seis Días se les permitió incluso el contacto con sus familiares en los territorios ocupados. Posteriormente, el primer ministro laborista Isaac Rabin concedió subsidios familiares a toda la población árabe, ayudas anteriormente vinculadas al servicio militar. En suma, se puede apreciar una tendencia a la integración de los árabes en la sociedad israelí que se mejora con el tiempo, eso sí con ciertas regresiones, como en ambas Intifadas. Sin embargo, actualmente la sociedad israelí dista mucho de ser igualitaria. Tanto en el ámbito político como económico, sigue adoptando un carácter más etnocrático que margina a la población árabe. Si bien ya no se ejerce tan explícitamente el hard power , sí que persisten estrategias de soft power para asegurar la predominancia de la comunidad judía. En este sentido, las palabras del rabino Yehuda Kook, fundador de Gush Emunim (el bloque de la fe) se convierten en el leitmotiv de la política y gobierno israelíes : Debemos recordar al gobierno y al pueblo de Israel que no es posible hacer ninguna concesión sobre nuestra tierra. A) Discriminación económica. La sutileza de la dominación económica ayuda a Israel a seguir manteniendo el apoyo externo de sus aliados occidentales a la vez que asegura una continuidad a su política interior etnocrática. Las estrategias son básicamente tres : el reparto de los recursos públicos, el control de la tierra, y la política demográfica. 9 Denominación israelí del conflicto, se conoce también como Primera guerra Árabe-Israelí de manera más neutra. 10 Rogan, 2011 : Capítulo 9 : El desastre palestino y sus consecuencias.

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1) El desigual reparto de recursos públicos. Israel, debido a su pequeño tamaño, no dispone de una administración territorial demasiado descentralizada, de forma que los recursos económicos que administra el estado se asignan directamente a los distritos y municipios. Otro actor relevante es la Jewish Agency for Israel, importante ONG que se financia a través de recursos públicos y contribuciones privadas. Las circunstancias de este sistema de reparto de recursos estatales generan, como veremos, una importante desigualdad entre el nivel de vida de árabes israelíes y sus compatriotas judíos : En Israël, il faut faire partie des collectivités judéo-sionistes pour prendre part équitablement à l’utilisation des ressources. Or, les Palestiniens ne peuvent, indépendamment de leur loyauté envers l’État, faire partie de ces collectifs. – SIBHANY, 2007 Los árabes se encuentran en una posición relegada económicamente por motivos evidentemente identitarios : la asignación de recursos públicos depende de la mayoría dominante – siempre judía, evidentemente – y organizaciones como la Jewish Agency, que sin formar parte del Estado oficialmente, sí que administran muchos de sus recursos ; pero al no estar sujetas a la imparcialidad que obliga al Estado, pueden distribuir los recursos de manera más arbitraria – en desventaja de los árabes. Según la oficina estadística de Israel, de los 210 municipios existentes, los 82 de mayoría árabe están relegados a los dos deciles inferiores en una clasificación según criterios socioeconómicos. La política económica centralizada prevé la creación de regiones de desarrollo económico, pero ninguna ha sido creada en zonas de población árabe. El auge y dinamismo de las áreas tecnológicas de Tel-Aviv-Jaffo, por ejemplo, contrasta con el carácter predominantemente rural de Galilea. Las infraestructuras, en muchos casos, son de muy inferior categoría en las zonas árabes, lo que implica menores inversiones y mayor estancamiento económico. Ciertos autores, como Subhany (2007, p.10) aprecian que el estado israelí ha llevado a cabo una desintegración económica de su minoría árabe, primero, confiscando sus tierras, rompiendo así su economía de base agraria, y más tarde mediante su exclusión de los sectores más dinámicos de la economía nacional. A día de hoy, los árabes serían una reserva de mano de obra, más que un potencial económico a desarrollar. La Agencia Judía para Israel, a su vez, es un potente instrumento de política social y comunitaria al servicio del estado de Israel, pero, al no depender directamente de éste, no tiene la obligación de promover el desarrollo económico de la minoría árabe. De hecho, su política de asignación de recursos está exclusivamente orientada a la población judía. Estas políticas sociales, como becas, programas de formación e iniciativas de participación política, quedan fuera del alcance de los árabes, porque el estado no las proporciona por sí mismo. Lo que a su vez constituye una frustración para los jóvenes árabes, que apenas perciben oportunidades de ascenso social. 2) Disputas territoriales y discriminación a través de la tierra. En febrero de 1976, las autoridades israelíes declararon la confiscación de amplias extensiones de tierras pertenecientes a ciudadanos árabes de Galilea y el Néguev. En respuesta, se organizó el 30 de marzo una huelga general, secundada tanto por los árabes israelíes como por los palestinos de Gaza y Cisjordania, que se convirtió en revuelta. La muerte de seis civiles desarmados a manos de las fuerzas de seguridad israelíes logró, por primera vez desde 1948, unir a la comunidad árabe bajo el mismo estandarte. Desde entonces, se celebra en esa fecha el día de la – 10 –

tierra ( ‫يوم الرض‬, Yom al-Ard, ver anexo 4 ), como reivindicación de su condición de minoría nacional, a la vez que se establece un vínculo emocional con todos los palestinos del extranjero. En el origen, toda la discordia entre israelíes y palestinos se remonta al control de la tierra. Tierra prometida, para unos, tierra natal para otros. Ambas etnias reclaman su propiedad originaria sobre la franja que se extiende desde el Mediterráneo hasta el Jordán, desde el Golán hasta el Negév, y que cada vez acoge a más población. El estado de Israel, en sus fronteras actuales reconocidas internacionalmente, ocupa aproximadamente el 75% de esta Palestina histórica. Las políticas de judaización y desarabización, claves para lograr la superioridad numérica de la población judía en el territorio, tienen como principal objetivo la apropiación de la tierra. No es de extrañar que se sucedieran las ocupaciones y expropiaciones en los años previos y siguientes a 1948, pues evidentemente Israel era un estado joven y su supervivencia dependía de su territorialidad. Lo sorprendente es que, más de 60 años después de su fundación, con una estructura consolidada y la primacía militar en toda la región, siga ejerciendo una política territorial discriminatoria. Esta política territorial se concreta en la existencia de dos organizaciones centrales en la administración y reparto de la tierra en Israel : el Fondo Nacional Judío (Jewish National Fund, JNF) y la Autoridad de la Tierra de Israel (Israel Land Authority). En un país con tan presente preocupación por la tierra misma, casi la práctica totalidad de ésta está administrada por el estado, a través de la Land Authority, salvo el 13% que posee el JNF. En Israel, la tierra no se compra, se alquila, normalmente por concesiones de dos períodos de 49 años, y por un precio similar al que se pagaría por su venta en el mercado. Sobre el papel, pues, es el Estado quien decide sobre el uso de la tierra y sus propietarios. Muchas han sido las tierras expropiadas a ciudadanos árabes por razones de seguridad , criterio arbitrario que no se aplica a los judíos. Ciertamente, ya no se suceden las expropiaciones y confiscaciones como antaño, ante la gran oposición social que generarían. Sin embargo, la desconfianza crónica hacia los árabes impide el establecimiento de nuevas industrias o nuevos cultivos árabes – pues no hay garantía de que no vayan a ser expropiados – , y se impide así el progreso económico de esta comunidad. 3) La competición demográfica. La región de la Palestina histórica – apenas ochenta kilómetros entre el río Jordán y las orillas del Meditarráneo – jamás había sido tan densamente poblada como en nuestros días. Los británicos, al dejar el Mandato, pensaban que aquella tierra desértica apenas podría soportar a dos millones de personas. David Ben Gurión apeló al ingenio judío para revitalizar la tierra y prometió que habría cabida para seis millones de personas. Hoy, entre judíos y árabes, palestinos e israelíes, son doce11. El problema demográfico es subyacente a todos los demás conflictos de esta tierra : el agua, el reparto de tierras, las políticas demográficas, la segregación territorial. La lógica de ello reside en que desde la Nakba se ha mantenido un statu quo en el que predomina la mayoría judía, frente a una gran minoría árabe. Es un equilibrio estable pero frágil, cuya permanencia está en juego. Los judíos israelíes, sociedad modernizada en su gran mayoría, están experimentando el típico declive poblacional : menos hijos por mujer, aumento de la esperanza de vida, envejecimiento poblacional. La excepción son los jaredíes : judíos ultraortodoxos, habitantes en colonias, con plena dedicación al estudio de las escrituras, están exentos del servicio militar y viven prácticamente de los subsidios estatales. Suelen formar familias con seis o siete hijos, que a su vez siguen la misma tradición, de forma que un anciano jaredí puede llegar a tener unos cuarenta nietos. La población jaredí está creciendo rápidamente y cada vez es más su peso dentro de una sociedad mayormente 11 Alan Weisman : La Cuenta atrás. Primer capítulo : Una tierra cansada de cuatro preguntas.

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secular. El problema surge porque los árabes israelíes, al estar en una posición de desventaja socioeconómica, siguen adoptando la visión tradicional de la gran familia patriarcal, con muchos hijos, para poder contribuir al sostenimiento del hogar. Ello implica también que su peso en la sociedad israelí crecerá en los próximos años (De un 18% a un 25% en 25 años, ver anexo 2), toda vez que es otra fuente de inquietud para las autoridades. El conflicto político es en gran medida culpable de esta situación : a los árabes no se les permite integrarse adecuadamente en la sociedad moderna, mientras que se permite que los jaredíes sigan viviendo aparte. Muchas voces en Israel están a favor de tolerar los privilegios de la comunidad jaredí, porque saben que será la única manera de contener la expansión demográfica árabe. En palabras de Abir Safar, ingeniera palestina en Jerusalén, Si [Israel] sigue manteniéndose como un solo estado, los judíos se arriesgan a terminar siendo la minoría numérica. La única forma en que una minoría podrá mantenerse en el poder será por medio del apartheid, no de la democracia. – (Weisman, 2014, p.35) Las dinámicas demográficas no ayudan a la integración de la minoría árabe, más bien todo lo contrario : contribuyen a reforzar los miedos y desconfianzas de la mayoría a darles más poder y consideración social. Si bien las reticencias son comprensibles, también es evidente que el único medio para mantener el equilibrio demográfico entre ambas poblaciones es equiparar sus tasas de crecimiento. Evidentemente, eso sólo se puede realizar integrando a los árabes en la vida económica y llevándoles por la senda del cambio demográfico, que ya han transitado las sociedades industrializadas : más esperanza de vida, menor natalidad, envejecimiento poblacional. Sólo a través del aumento del nivel de vida de los árabes se puede planificar un menor crecimiento en su población, y así solucionar la amenaza que algunos ven en su crecimiento demográfico. La actual situación, con elevadas tasas de crecimiento de las poblaciones árabe y jaredí, no es sino una impasse que agrava los problemas relacionados con la propiedad de la tierra, los asentamientos y el abastecimiento de agua, entre otros. B) Consecuencias de la política etnocrática. Hasta ahora se han expuesto las diferentes políticas presentes en el estado de Israel que lo configuran como una etnocracia, en base a la definición propuesta anteriormente. La política etnocrática debe entenderse como las medidas tomadas desde las élites en favor de la mayoría étnica dominante. Ello, obviamente, configura un panorama social en el que se puede distinguir entre vencedores-vencidos, o al menos, entre quienes se benefician de las políticas públicas y quienes las padecen. Lo que sigue pretende ser un cambio de perspectiva : si anteriormente se han analizado diversas problemáticas que afectan a los árabes como colectivo, ahora se tratará de adoptar una visión individualista : en qué manera afecta el régimen etnocrático a un ciudadano árabe, como individuo, como sujeto activo de la política. 1) Paradojas de la ciudadanía israelí. Si definimos la ciudadanía como un conjunto de derechos y deberes inherente a cada persona que reside en un territorio, que la convierte en ciudadano, está claro que la ciudadanía israelí no significa lo mismo para la comunidad judía que para un árabe israelí. Ambos grupos son de nacionalidad israelí, pero la ciudadanía israelí no se reconoce de igual manera a ambos – 12 –

colectivos. Como dice Shlomo Ben-Ami, para los árabes israelíes, su estado es Israel, su nación es Palestina. Su identificación nacional con los palestinos de la diáspora y de los territorios ocupados provoca un conflicto identitario que se traduce, por ejemplo, en la exención de la obligación del servicio militar. Pero a la vez resulta que una gran variedad de derechos ciudadanos están vinculados al cumplimiento del servicio militar : ayudas del estado, guarderías, etc. ¿Cómo imaginarse un estado en donde el 20% de los ciudadanos no pueden acceder a servicios públicos básicos ? Los poderes públicos utilizan la ciudadanía como un conjunto de derechos que se transforma en mecanismo de control social : a mayor lealtad de la población hacia el estado (y por tanto, alienación de sus raíces palestinas), mayores derechos y libertades se les proporcionarán. La gran paradoja de los árabes israelíes es que son nativos de su tierra, pero extraños de su estado, con los mismos derechos que sus compatriotas judíos, pero bajo una vigilancia mucho más estricta. En esta línea se expresa Ian Lustick, que define a Israel como un estado controlador de sus ciudadanos árabes, que impone restricciones en materia de derechos colectivos y políticos. Ello sucedió tras la fundación, mediante la ley marcial, y posteriormente ha evolucionado en las direcciones expuestas anteriormente. Además de ser extraños en su propia tierra, los árabes son relegados socialmente en otros aspectos en base al principio de etnicidad. Por ejemplo, la ley del retorno, cuña fundamental del imaginario israelí, que permite a todo judío del mundo adquirir la nacionalidad israelí, no contempla en ningún caso el reagrupamiento familiar. Se da así la paradoja de que un perfecto extraño llegado de Nueva York sea acogido como ciudadano israelí, mientras que un árabe huido en 1948 nunca podrá volver a la que fue su tierra. La ley del retorno es una de las señales más claras de la existencia de un estado étnico, puesto que el criterio principal para asignar la ciudadanía es la condición de judío, y no la residencia como en la mayoría de estados democráticos. Es más en Israel, etnia y religión se erigen en criterios fundamentales a la hora de determinar cuestiones tan triviales como los días festivos. Otra paradoja de la ciudadanía israelí, evidentemente, es que el 20% de la población israelí no comparte los festivos oficiales, o al menos, les dota de otro significado : el día de la independencia es para ellos la Nakba, o por ejemplo, el día de la tierra. El carácter marcadamente judío del estado impide la identificación de la minoría árabe con la nación israelí, que como diría Renan, es un plebiscito cotidiano. Emile Habibi también ofrece en su más célebre novela un relato algo más cotidiano de esta particular relación de los árabes israelíes con sus símbolos nacionales : ¿Podrían tus árabes, maestro, vivir en este país un solo día ? En cambio tú, todos los años, en la fiesta de la Independencia, ves que los árabes izan con alborozo las banderas del Estado, una semana antes de la fiesta, y una semana después. Y Nazaret se adorna con más banderas ondeantes que la propia Tel-Aviv. (…) La casa del árabe se distingue de la casa de su vecino judío porque sólo ondea la bandera del Estado en la casa del árabe. A la casa del judío le basta con ser judía. – HABIBI, 1989.

2) Escenarios de futuro. Las perspectivas de futuro de la minoría árabe son – como casi todos los factores del conflicto en Oriente Medio – multipolares. Dependen tanto de factores exteriores, como de la propia evolución de la política interna israelí. El factor externo más condicionante es sin duda el conflicto con Palestina. Es previsible que – 13 –

la mejora de las condiciones de integración de los árabes en Israel sean proporcionales a los avances logrados en el proceso de paz con los palestinos. O al menos, la historia demuestra que cada vez que ha aumentado la tensión entre los dos bandos, los árabes israelíes han sido una de las muchas víctimas colaterales. Así ocurrió con ambas Intifadas : aumento de la desconfianza, marginalización creciente de los árabes, e incluso ataques a su integridad física, por el mero hecho de expresar su solidaridad con sus congéneres palestinos. El termómetro de las relaciones Israel-Palestina es sin duda uno de los más fieles indicadores de la situación de la minoría árabe en Israel. En un contexto más interno, los vaivenes de la ya de por sí inestable política israelí seguirán condicionando las políticas dirigidas a la minoría árabe. Sin duda, los árabes miran con atención el proceso en marcha para aprobar la ley del estado judío, sobre la que el diario Haaretz decía : One of the primary purposes of the controversial bill, (…) is to grant primacy to the Jewish character of the state over its democratic character. 12 El éxito que pueda tener esta ley en la Knesset será determinante para el futuro inmediato de Israel : su aprobación podría abocar al alienamiento de este 20% de ciudadanos, que ante tal proclama legislativa, se sentirían rechazados por un estado con el que, mayoritariamente, se identifican. El proyecto de ley incluye medidas como la supresión del árabe como lengua oficial – aunque ya actualmente sea, de facto, una lengua secundaria – y el aumento de fondos para los asentamientos judíos. Sin embargo, lo más notorio es que se le pretende otorgar el rango de ley básica , con lo que entraría a formar parte de la legislación principal de Israel, una especie de constitución no escrita, que marcaría en el futuro los veredictos judiciales y las políticas de las autoridades. La ley ya ha suscitado la oposición de los principales líderes políticos árabe-israelíes, como el líder del partido Hadash, Mohamed Barakeh : Arab citizens are not passersby in this country and they are not Netanyahu's guests. Our fight for equality and democracy alongside all believers in democracy will continue with or without Netanyahu's deluded and dangerous law. Incluso desde el propio bloque judío, se han levantado voces que critican esta iniciativa por nacionalista y antidemocrática. Tzipi Livni, ministra de justicia, aprecia que la ley pretende debilitar los valores democráticos y subordinarlos a los valores judíos, y anuncia su frontal oposición a la propuesta. En definitiva, se aprecia hasta qué punto la cuestión identitaria es capaz de dividir a un país, ya que, sin una identidad asentada y definida, raras veces se puede construir una convivencia duradera. Hasta este punto, se han presentado visiones y conceptos que plantean el conflicto entre etnicidad y democracia como un antagonismo : un estado étnico no puede ser democrático – por ejemplo, la etnocracia de Yiftachel. Sin embargo, otros ensayistas proponen que estas dos nociones no son necesariamente contradictorias, y que existen maneras de que se complementen. Es el caso del modelo de democracia étnica que propone Sammy Smooha13. Su concepto surge como respuesta a la imposibilidad de clasificar a Israel en los tipos democráticos ya existentes, como una democracia liberal (en la que las cuestiones étnicas forman parte de la esfera privada) o las 12 Jewish nation-state bill gets another go, Haaretz, 26/05/14 (http://www.haaretz.com/news/national/1.595450) 13 Profesor de Sociología en la Universidad de Haifa y creador del concepto de democracia étnica , principalemente en dos artículos : The model of ethnic democracy y Ethnic democracy : Israel as an archetype.

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democracias consocionales (donde los diferentes grupos étnicos son reconocidos públicamente y se reparten las esferas de poder). Israel, evidentemente, no encaja en ninguno de ellos, al ser el judaísmo uno de sus principios fundadores, y por ello se propone esta definición para la ethnic democracy : Ethnic democracy is a system that combines the extension of civil and political rights to individuals and some collective rights to minorities, with institutionalization of majority control over the state. Driven by ethnic nationalism, the state is identified with a “core ethnic nation,” not with its citizens. – SMOOHA ,1997. Smooha describe este sistema político como un campo en el que operan dos fuerzas, aparentemente contradictorias : el principio democrático, en virtud del cual se asegura la igualdad de todos los ciudadanos y sus derechos y libertades, y el principio étnico, que busca asegurar la predominancia del grupo social mayoritario. En el caso concreto de Israel, la colisión de estos dos principios se expresa en cuatro puntos principales : – La discusión en torno al carácter étnico del estado enfrenta a los defensores de un sionismo oficial frente a quienes lo rechazan por llevar implícita una concepción discriminatoria de la sociedad. Los árabes no aceptarán un estado radicalmente sionista, ni los judíos estarán nunca dispuestos a renunciar a la Jewishness de su patria. La clave reside, fundamentalmente, en la preocupación de la seguridad nacional que justifica el endurecimiento del sionismo estatal. En el momento que los árabes ya no sean percibidos como una amenaza para su propio estado, probablemente, se llegue a un acuerdo sobre la identidad político-religiosa del Estado de Israel. – La cuestión del nacionalismo palestino, y la relación de los árabes israelíes con ello, es un obstáculo a la integración. La solidaridad que profesan la mayoría de ellos hacia la causa palestina se interpreta en Israel como una traición al estado, un apoyo al enemigo. La mayoría de los judíos israelíes no tolera este tipo de sentimientos de sus compatriotas árabes, lo que es un obstáculo para la democratización. En una joven democracia como Israel, todavía es necesario que la mayoría étnica tome conciencia de que no es posible exigir a los árabes un sionismo militante como prueba de lealtad : su simple obediencia al estado ya es el peaje de entrada a la comunidad nacional israelí. – La discriminación a nivel individual también es uno de los problemas más acuciantes : el 53% de árabes se sentían tratados como ciudadanos de segunda en 2004. Para realmente poder ser considerada una democracia liberal, sería necesario que Israel sólo tuviera ciudadanos, y no, como reflejan todavía las tarjetas de identidad, judíos y árabes. Una de las mayores reivindicaciones de los árabes es la igualdad de derechos individuales , pues si bien es cierto que son una minoría, el statu quo no se ve amenazado por la equiparación de derechos entre todos los individuos. – La democracia étnica israelí reconoce a los árabes, como cualquier otro ciudadano, el derecho al sufragio y la participación política. Sin embargo, se sigue mirando con recelo el activismo en favor de sus propios derechos o en solidaridad con Palestina. La minoría sigue estando políticamente infrarrepresentada, toda vez que sus partidos políticos propios apenas pueden influir en la política nacional. Para que realmente los árabes pùedan sentirse parte del estado, deben poder apreciar que sus inputs (reconocimiento, lealtad, obediencia) se transforman en outputs por parte de las autoridades.

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Bibliografía Literatura : – BEN-AMI, Shlomo : ¿Cuál es el futuro de Israel?, entrevista, marzo 2002, ediciones B. – EISENSTADT, Shmuel Noah : The transformation of Israeli Society. 1985 – FRISCH, Hillel : The Arab Vote in the Israeli Elections: The Bid for Leadership, artículo publicado en la revista Israel Affairs, números 2 y 3, 2001. (Disponible en http://www.biu.ac.il/Besa/arabvote.pdf)

– GRESH, Alain : Israel, Palestina. Verdades sobre un conflicto. 2002, Crónicas Anagrama.

– HABIBI, Émile : Saíd el pesoptimista. Muchnik Editores, 1989. – JAMAL, Amal : Strategies of Minority Struggle for Equality in Ethnic States : Arab Politics in Israel. Revista Citizenship Studies, julio 2007. (Disponible en http://www.ppkn.fkip.uns.ac.id/wp-content/uploads/2009/07/minority-strugle.pdf )

– ROGAN, Eugene : Los árabes. Del imperio otomano a la actualidad. Crítica, Barcelona, 2011. – SIBANY, Suha : Les arabes d'Israël : une minorité nationale Palestinienne ? Hérodote 1/ 2007 (Disponible en http://www.cairn.info/revue-herodote-2007-1-page-79.htm )

– SMOOHA, Sammy : Minority status in an ethnic democracy, Ethnic and Racial Studies, Julio 1990. (Disponible en http://soc.haifa.ac.il/~s.smooha/download/MinorityStatusEthnicDemocracy.pdf )

– SMOOHA, Sammy : Ethnic Democracy. Israel As an Archetype. Israel Studies, Vol. 2 , 1997. (Disponible en http://img2.timg.co.il/CommunaFiles/32398285.pdf )

– YIFTACHEL, Oren : Etnocracia. Políticas de tierra e identidad en Israel/Palestina. Bósforo Libros, 2011. – WEISMAN, Alan : La cuenta atrás. Una propuesta fascinante para salvar el planeta. Ed. Debate, 2014

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Informes y dossiers informativos : – UK Task force : Israel's arab citizens : Key facts and current realities, Junio 2012. (disponible en http://www.uktaskforce.org/docs/120613-israel-experience-pack.pdf )

– Informe nº25, International Crisis Group: Identity crisis. Israel,its Arab citizens. Marzo de 2004 (disponible en http://www.crisisgroup.org/~/media/Files/Middle%20East%20North%20Africa/Israel %20Palestine/Identity%20Crisis%20Israel%20and%20its%20Arab%20Citizens.ashx )

– Informe de Human Rights Watch sobre la discriminación en el sistema educativo israelí, 2001. (disponible en http://www.hrw.org/en/news/2001/12/04/israeli-schools-separate-not-equal )

Organizaciones e instituciones : – Adalah. Centro legal para la minoría árabe : http://www.adalah.org/eng/category/95/About/1/0/0/ – Agencía Judía para Israel : http://www.jewishagency.org/insideja – Fondo Nacional Judío : http://www.jnf.org/about-jnf/ – Knesset : https://www.knesset.gov.il/main/eng/home.asp – Tribunal Supremo de Israel : http://elyon1.court.gov.il/eng/home/index.html

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ANEXOS

Anexo 1. Distribución de la población árabe en Israel (2000). Los árabes se concentran mayoritariamente en Galilea (60%) y en el triángulo, zona que va desde la línea verde hasta la costa de Tel Aviv y Haifa. (20%) Aproximadamente un 10%, mayormente beduinos, viven en el desierto del Neguev. La zona de los Altos del Golán, en disputa con Siria pero bajo administración militar israelí, también cuenta una importante población árabe. Fuente imagen: http://en.wikipedia.org/wiki/Arab_citizens_of_Israel

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Anexo 2. Proyecciones demográficas de la Oficina central de Estadística de Israel para la evolución de la población, 2010-2025. Se observa que la proporción de árabes tenderá a crecer (+4%), al mismo tiempo que la proporción de judíos disminuye (-4%) , en los próximos diez años. Fuente : http://www1.cbs.gov.il/popisr/table5.pdf

Anexo 3. Politicas de radicalización y contención, adaptado de Jamal, 2007, pp. 6 y 7. Se conciben como dos modelos de acción de las minorías ante las políticas de discriminación ciudadana de un estado basado en una concepción étnica, como es el caso de Israel. – 19 –

Anexo 4. Carteles conmemorativos del Día de la Tierra. El aniversario se ha convertido no sólo en una jornada de reivindicación para los árabes israelíes, sino en una fecha marcada en el calendario colectivo de toda la nación palestina, pues simboliza su lucha por la tierra que les ha sido arrebatada, a la vez que logran unir espiritualmente a toda la diáspora palestina. Fuente imágenes : http://en.wikipedia.org/wiki/Land_Day

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