Apuntes sobre la metalurgia de Cogotas I en el valle medio del Duero: a propósito del molde de fundición del Soto de Tovilla (Tudela de Duero, Valladolid)

July 25, 2017 | Autor: Alberto Fraile | Categoría: Landscape Archaeology, Metallurgy, Bronze Age Europe (Archaeology), Cogotas I
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Apuntes sobre la metalurgia de Cogotas I en el valle medio del Duero: a propósito del molde de fundición del Soto de Tovilla (Tudela de Duero, Valladolid) Alberto FRAILE VICENTE, Universidad de Valladolid. Pedro Javier CRUZ SÁNCHEZ, AICARA, Arqueología y Patrimonio Cultural, S.L.

1.- Presentación. En el transcurso de las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el yacimiento tudelano del Soto de Tovilla (Valladolid), se han documentado algo más de un millar de fosas cuya cronología, apoyada en los materiales recuperados y en una serie de fechas de radiocarbono, abarca desde época calcolítica hasta la fase formativa del horizonte Soto de Medinilla; en uno de estos hoyos, el nº 350, se recuperó un interesante molde de fundición destinado a la producción de hachas planas. En el presente documento se ofrece una primera caracterización de este hallazgo así como una posible reconstrucción del proceso productivo de útiles metálicos dentro de un contexto doméstico de la Edad del Bronce en el valle medio del Duero. Tradicionalmente se viene considerando a la metalurgia como uno de los principales testimonios que reflejan el desarrollo de las sociedades prehistóricas. Su interés en la Submeseta Norte es particularmente relevante como parece justificar el importante volumen de publicaciones y estudios regionales, centrados mayoritariamente en el utillaje metálico (Herrán, 2008; Delibes et al., 1999). La escasez de trabajos que versen sobre la cadena operativa de la metalurgia de base cobre en este territorio se debe en gran medida a la parquedad de restos que nos ha deparado el registro arqueológico. Una de las principales circunstancias de la actividad metalúrgica en este territorio es la presencia de una clara disociación espacial en lo que respecta a sus fases productivas: las primeras, ligadas a las labores extractivas y de reducción se restringen espacialmente al cíngulo montañoso que circunda la Submeseta Norte, donde se

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atesoran la totalidad de las reservas mineras susceptibles de ser explotadas. Mientras que la segunda de las fases productivas, vinculadas con el tratamiento del metal una vez obtenido con el fin de otorgarle forma y características determinadas, se localiza mayoritariamente en el interior de la cuenca del Duero, siendo los crisoles y los moldes de fundición dos de los tipos de testimonios más conocidos (Herrán, 2008; Fraile y Guerra, e.p.). Particularmente, el estudio de moldes de fundición, como el que aquí presentamos, resulta esencial para reconstruir la producción metalúrgica autóctona y valorar su papel en los cambios y en la organización socioeconómica y política de las comunidades prehistóricas.

2.- El Soto de Tovilla, un yacimiento de larga vida en la Ribera del Duero. Desde que Mañanes (1979: 117; 1983: 94-95) ofreciera las primeras noticias de los hallazgos en El Soto de Tovilla, centradas casi exclusivamente en una pequeña colección de piezas de época romana, se han efectuado sobre el mismo un buen número de intervenciones arqueológicas que han ido definiendo un complejo yacimiento que acoge sucesivas ocupaciones de la Edad del Bronce hasta el periodo romano, de los que son los documentos relativos a la primera de ellas los que han interesado con mayor profundidad a la investigación científica. Desde mediados de la década de los años 80 del pasado siglo se conoce la presencia en el pago de El Soto de Tovilla, una inmensa llanada suavemente alomada a medio camino entre la vega del río Duero y las primeras cuestas del páramo de Tudela, de una compleja estación cuyos restos remiten al Bronce Medio y Final y del Primer Hierro que gracias a las labores del Inventario Arqueológico de Valladolid se han podido englobar en dos extensos rodales –Soto de Tovilla II y Soto de Tovilla I-, situados el primero en la misma vega y en el glacis de las cuestas del páramo de Tudela

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el segundo (Quintana y Cruz, 1996, Rodríguez Marcos, e.p.). La estación de la vega, una zona ocupada de antiguo por tierras de labor y áreas dedicadas a pastos para el ganado, ha rendido junto con una buena colección de cerámica propia de los horizontes Cogeces, Cogotas I y Soto Antiguo, algunos acabados metálicos propios de la metalurgia de tipo Baiôes-Vènat –un puñal tipo Porto de Mós o una fíbula de tipo ad occhio entre otros (Cruz y Quintana, 1997)-, en tanto que la que se encuentra en el glacis del páramo parece que contó con una ocupación del Bronce Final y otra posterior de la Alta y Plena Edad Media conocida en los documentos como Touilla, situada en la orilla opuesta de la vieja aldea de Villas Longas, entre las que media un vado por el que discurre uno de los ramales de la Cañada Leonesa Occidenta (Fig.1). El proyecto de construcción de un gran polígono industrial dentro del amplio meandro en el que se encuentra la estación de Tovilla II, dio lugar a que a lo largo de los años 2004 a 2007 lleváramos a cabo de forma ininterrumpida la excavación de la totalidad del yacimiento como paso previo a la edificación del mismo. Las casi nueve hectáreas que ocupa la estación del Soto de Tovilla II se extienden por un terreno llano de vega situado a pocos metros del cauce del Duero, en un espacio que secularmente aparece abierto al cultivo tal y como lo pone de manifiesto la documentación medieval. Ocupa la práctica totalidad del yacimiento una suerte de loma, apenas perceptible, que aparece delimitada al Norte por el río en tanto que por los flancos Sur, Este y Oeste la encinta una serie de bodones, áreas encharcadas buena parte del año, que salpican la franja de tierra que media entre aquel y las cuestas del páramo. Dentro de este marco que coincide grosso modo con los 41º 35’ 36” de latitud Norte y los 4º 31’ 26” de longitud Oeste según la hoja 372-II (Tudela de Duero) del I.G.N., se han exhumado los restos propios de una extensa ocupación prehistórica que lo hace casi ininterrumpidamente a lo largo del III al I Milenio AC y un asentamiento de

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tipo rural y cronología tardorromana. Aparece la ocupación prehistórica ante nuestros ojos bajo el aspecto de un caótico y abigarrado campo de hoyos compuesto por algo más de un millar y medio de subestructuras de planta circular acompañadas de un ramillete de extensos rodales de color negruzco y textura cenicienta que rinden, por su parte, numerosos trozos de vasijas, todos ellos entremezclados sin orden aparente por la amplia franja de terreno que encinta el río Duero y los labajos anteriormente citados. Los materiales arqueológicos que arrojan las fosas -principalmente cerámica-, pero también artefactos en piedra, algunos acabados metálicos y una particularísima industria ósea-, permiten certificar la presencia de sucesivas ocupaciones en época calcolítica precampaniforme, en el Bronce Antiguo, Medio y Final y también durante el Primer Hierro, en tanto que los manchones oscuros ofrecen evidencias propias del horizonte más antiguo del Soto de Medinilla. Si bien a primera vista el campo de hoyos tudelano ofrece un aspecto un tanto confuso en el que se entreveran sin un orden aparente los hoyos de aquellas cronologías, podemos apuntar la existencia, no obstante, de cierta ‘estratigrafía horizontal’ apuntalada en el hecho de que las fosas -cuyo fin último fue el de muladar , uso que no fue en detrimento de su función original, la cual parece que fue la de silos muchos de ellos con las paredes recubiertas de barro-, no aparecen seccionadas en ningún momento por las subestructuras de etapas posteriores. Del análisis de la distribución de los hoyos en el espacio que conforma la estación prehistórica podemos señalar con cierto grado de verosimilitud la evolución diacrónica de la estación, a partir de un pequeño asentamiento de época calcolítica situado en la parte cimera del cabezo que despunta en la planicie del soto, la cual se va extendiendo de forma excéntrica conforme se suceden las diferentes ocupaciones del Bronce y del Hierro, hacia espacios aparentemente no domesticados con anterioridad.

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A su vez y aún cuando no parece ser la norma en este tipo de estaciones en las que los hoyos se encuentran dispersos a lo largo de varias hectáreas de extensión (Guaya o Bascarrabal en Ávila puede ser un buen ejemplo), detectamos en Tovilla cierta “estratigrafía vertical” registrada en el área que podemos denominar como central, en la parte más alta del tell que conforma la acumulación de estratos, en la que la excavación ha permitido definir un par de niveles de hoyos, uno basal –calcolítico- abierto directamente en las arcillas y arenas miocenas que conforman el nivel geológico de la zona, y otro situado justo por encima –el correspondiente a las estructuras del Bronce Antiguo y Medio-, entre los que media un nivel estéril de arenas sueltas muy lavadas que parece corresponderse con un episodio temporal de abandono del sitio tal vez motivado por un gran avenida del Duero. Las subestructuras correspondientes a la fase de plenitud y avanzada de Cogotas I son, por su parte, menos generosas en número y se encuentran salpicando de algún modo las fosas del horizonte Cogeces, en una proporción aproximada de 2 a 8 a favor de las segundas. En puridad, la estación de Tovilla II cabe ser catalogada como un ¿poblado? Cogeces coetáneo de la estación homónima, la cual se encuentra a poco más de 10 km en línea recta, cuyo emplazamiento se desplaza unos centenares de metros al mediodía de Tovilla I, tal vez buscando unas condiciones defensivas con las que no contaba el meandro del Duero. Este solar no se abandona definitivamente, ya que en las postrimerías del 1er Milenio AC. aún se siguen excavando algunos hoyos que rinden, por ejemplo, los acabados metálicos de tipo Baiôes-Vènat que marcan un inmejorable nexo con las fosas correspondientes a la fase formativa del horizonte Soto de Medinilla, las cuales conviven pero que, en ningún momento, se cortan. Este dato que en principio pudiera parecer insignificante, tal vez permite certificar la tan traída continuidad del final de Cogotas respecto al mundo Soto.

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Desafortunadamente, la estructura donde fue localizado nuestro molde carece de cualquier evidencia de cultura material que permita datarla de una manera precisa. Su hallazgo procede de una densa concentración de hoyos datados a partir de sus producciones cerámicas en la fase formativa de Cogotas o “Protocogotas” (1800 –1450 AC.) Una fechas que parece casar perfectamente bien con las obtenidas recientemente mediante el radiocarbono 1 (Esparza et al., 2008: 21).

3.- El molde de fundición de Tovilla. El molde de Tovilla (Fig. 2) 2 es un hallazgo excepcional pues contadas son las ocasiones en las que contamos con moldes completos -valva y su elemento de cubrición o tapadera- en un contexto arqueológico. Las dos piezas que lo conforman son de sección hemisférica, presentan unas dimensiones parejas de aproximadamente 23 x 13 x 7 cm. En la matriz se conserva completamente el vaciado de un hacha plana de filos desarrollados. El formidable estado de conservación nos induce a considerar que ni la valva ni su elemento de cubrición llegaran a alcanzar el final de su vida útil. Tomando como base los criterios de clasificación expuestos por uno de nosotros en un trabajo reciente (Fraile, 2007), encuadramos a este molde dentro del grupo de los tipos monovalvos de vertido vertical. El molde de Tovilla, al igual que la mayoría de los documentados en la Edad de Bronce, fue elaborado en piedra. A falta de poder caracterizar su composición mediante el empleo de técnicas arqueométricas como las aplicadas recientemente a algunos ejemplares vallisoletanos (Delibes et al., e.p.), únicamente podemos considerar que el útil en cuestión fue insculpido sobre un particular tipo de caliza, relativamente común en el entorno del yacimiento. Desde una 1

Para las pruebas de radiocarbono se han tomado como muestra los restos óseos de tres inhumaciones localizadas en las inmediaciones del campo de hoyos. 2 Agradecemos a D. Ángel Rodríguez González, dibujante del Departamento de Arqueología, Prehistoria, Antropología Social y Ciencias y Técnicas Historiográficas de la Universidad de Valladolid el dibujo e interpretación de la pieza. 6

perspectiva tecnológica la selección de esta clase de soportes calizos no pareció ser lo más idóneo para la fundición broncínea. En la naturaleza existen otra serie de rocas con mejores capacidades como las areniscas pero con mayores dificultades de aprovisionamiento, al menos en lo que respecta a nuestra área geográfica (Fraile, 2009: 61). Sin embargo, como bien apunta Delgado Raack (2008: 276): “en ocasiones los requerimientos tecnológicos que favorecen el funcionamiento óptimo de los instrumentos parece desatenderse en pro de una actividad optimizadora en términos de transporte”. Tanto la matriz como la tapadera cuentan en su parte útil con una serie de alteraciones cromáticas meramente superficiales de tonos amarillentos que confirman el vertido y solidificación del metal fundido en su interior 3 . La intensidad de éstas es más acusada en la tapadera, pudiéndose advertir a simple vista la impronta completa del hacha labrada en la matriz. Asimismo, en su parte externa presenta una serie coloraciones de tonalidad más oscuras de más difícil caracterización. Presumiblemente estas dos clases de improntas se originaron en dos diferentes momentos de la fase de fundición. En primer lugar, el ennegrecimiento superficial que envuelve a ambas piezas surgió como consecuencia a su exposición a una fuente de calor (fuego directo o brasas). El calentamiento de los moldes, como así han confirmado numerosos estudios experimentales (Wang y Ottaway, 2004; Sarabia, 1992: 90), resultó ser una labor bastante efectiva a la hora de intentar prolongar su vida útil, pues con ello se intentaban atenuar las perjudiciales consecuencias del choque térmico provocado tras el contacto del metal licuado con las paredes internas del molde. El segundo tipo de huellas, de tonalidad amarillenta, se ubican exclusivamente en la cara interna de las dos piezas que conforman el molde. Esta alteración también superficial se produjo como 3

El grado de nitidez de éstas dependerá del número de vertidos que haya sufrido la pieza a lo largo de su historia. Si bien, su presencia/ausencia dependerá en gran medida del nivel de conservación que presente el contexto arqueológico en el que se recuperaron. 7

consecuencia del contacto directo con el metal licuado así como por efecto de la emanación de los gases resultantes durante la última fundición que se produjo en su interior. Su excelente nivel de conservación se pudo deber a las peculiares circunstancias de deposición de este molde en el yacimiento 4 . La huella del hacha plana marcada en la tapadera presenta la particularidad de ubicarse desplazada hacia unos de sus extremos y no en su parte central como debería de suceder al tratar de acoplar adecuadamente las dos partes del molde. Esta circunstancia pudo tener su origen en un involuntario deslizamiento de la tapadera durante la fase de llenado del molde a causa de un fallo en su sistema de fijación con la valva (Fig. 3). Parece probable que el metalurgo se viera imposibilitado a subsanar esta circunstancia pues siendo conocedor de la rapidez de la solidificación de la colada contenida en el crisol no lo quedó otra opción que verterla directamente en el molde. Desafortunadamente al no hallarse su positivo metálico, desconocemos si este imprevisto implicó una merma en la calidad final de la pieza 5 . Durante la Edad de Bronce, el uso de diferentes sistemas de atado o acople en los moldes además de evitar un desplazamiento de las piezas durante su fase de llenado permitieron obtener un óptimo hermetismo en el interior del depósito o impronta 6 . Como complemento al atado el método más recurrente fue la sujeción de las matrices con la ayuda de piedras; sistema que lamentablemente parece difícil de demostrar a partir del registro arqueológico. Por el contrario, sí que contamos con evidencias indirectas de atado en moldes prehistóricos en ciertas matrices francesas (Mohen, 1981) y peninsulares (Simón García, 1998). 4

Similares indicios se repiten en moldes de otros contextos peninsulares (Fraile, 2007: 641). Tenemos constancia de la existencia en la Submeseta Norte de piezas de bronce fruto de moldeados defectuosos como es el caso de una de las hachas planas del depósito leonés de Valdevimbre recientemente revisado en una monografía (Celis et. al 2008: 73-74). 6 Un análisis de los diferentes sistemas de acople que presentaban los moldes de fundición prehistóricos ha sido recientemente tratado por uno de nosotros (Fraile, 2007). 5

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La reciente aparición en el yacimiento portugués de Fraga dos Corvos (Senna – Martínez, 2007) de una compleja área de producción metalúrgica, compuesta por una pequeña fosa de arena con numerosos indicios de fundición en su entorno (crisoles, goterones, fragmentos de molde), parece darnos algún indicio sobre el método presumiblemente usado por los metalurgos de Tovilla a la hora de posicionar los moldes durante su fase de alimentación 7 .

3.1. Aproximación tipológica al tipo fundido El hacha insculpida en el molde de Tovilla cuenta con unas dimensiones de 142mm. de longitud por 40 de anchura en su parte central, llegándose a expandir en su filo hasta los 80mm. Tomando como modelo el presentado por Delibes et al. (1999) para las piezas de este mismo tipo de la colección Fontaneda, el hacha resultante se corresponde con el tipo B o también llamado de diseño trapezoidal. Estaríamos pues ante un tipo de hacha plana con filos desarrollados 8 , un modelo bastante recurrente en la metalistería cogotiana cuyo antecedente más cercano pudo corresponder con las hachas portuguesas de tipo Barcelos; un prodigo prototipo metálico durante el Bronce Medio en el Noroeste peninsular, cuya cronología no parece superar el 1400 a.C. (Delibes et al. 2007: 112). Somos plenamente conscientes de la dificultad que atañe cualquier intento de datación del objeto representado en nuestro molde tomando como base criterios meramente tipológicos. Particularmente, las hachas planas son piezas con una amplia trayectoria temporal (Herrán, 2008: 228), estando presentes desde los momentos

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La fosa de arena ha venido interpretándose como una zona de vertido donde los moldes, parcialmente enterrados y colocados ligeramente inclinados -con el fin de facilitar el desgaseo (Fleury, 1990: 270)- , recibieron la colada alojada en el crisol. 8 Como apunta Delibes et al. (2007: 108), refiriéndose a los caracteres de este tipo de hachas de bronce, la ausencia casi generalizada de rebabas revela que este tipo de producciones fueron obtenidas mediante moldes monovalvos y una tapadera de similar tipo al aquí presentado. 9

formativos de Cogotas I, como así nos indica la hallada en la estación soriana de los Tolmos de Caracena. Sin apenas modificaciones, siguen manteniendo plena vigencia durante la fase de plenitud de la cultura cogotiana, siendo los prototipos de La Mesa de Carpio o Carricastro (Herrán 2008: 495, 519) buenos testimonios de ello. En este caso, en asociación con las clásicas producciones cerámicas excisas y de boquique de cronología próxima al tránsito entre el II y el I Milenio AC (Delibes et al., 2008: 108).

4.- El molde de Tovilla como testimonio de una metalurgia autóctona. El hallazgo de este molde de fundición resulta excepcional por dos motivos: en primer lugar, porque se ha recuperado íntegro (molde y tapadera), algo que sucede en contadas ocasiones como hemos podido comprobar a partir un exhaustivo análisis a nivel peninsular de cerca de medio millar de objetos (Fraile, 2007) y, en segundo lugar, porque sus circunstancias de aparición, durante unas labores de excavación dentro de un contexto arqueológico preciso, se aleja de los oscuras o poco relevantes contextos en los que estos objetos suelen hacer acto de presencia (Fraile, 2009: 50). La ausencia de cualquier otro tipo de evidencia de procesado metalúrgico (hornos, escorias, goterones de fundición, crisoles…) en el entorno dificulta en gran medida una adecuada reconstrucción de la actividad metalúrgica desarrollada por los pobladores. Más inquietante resulta aún descifrar las circunstancias de deposición del propio molde, amortizado en un hoyo sin que haya llegado al fin de su vida útil (Fig. 4). Similar contexto presentan un grupo de moldes del Valle del Ebro, pero con una cronología más tardía, próxima a la Primera Edad de Hierro (Barril, et al., 1982; Ruiz Zapatero 1994). Sin embargo consideramos que la intencionalidad de su deposición -almacenados a la espera de una nueva sesión fundidora- parece diferir con la presentada por nuestro ejemplar.

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Como hemos podido comprobar, cualquier intento de datación de esta interesante pieza desde la perspectiva tipológica parece fracasar. Habida cuenta de la ausencia en su contexto de deposición de cualquier elemento o fósil guía que permita atribuirle con cierta precisión a alguna de las etapas de desarrollo de Cogotas I, únicamente podemos vincular a este hoyo 350 como parte de una importante concentración de subestructuras en las que son comunes producciones cerámicas típicas de las fases formativas y de plenitud de esta cultura broncínea, una antigüedad que parece encajar relativamente bien con las aportadas por las fechas del radiocarbono. Cronología ligeramente anterior a las atribuidas a otros moldes de fundición, también vallisoletanos, procedentes de Carricastro y Piedrahita (Delibes et al., e.p.). A partir de las escasas evidencias de producción broncínea, a pesar de la extensa área intervenida, y tomando como comparación los datos aportados por otras estaciones con evidencias metalúrgicas de similar cronología, consideramos que la metalurgia que se practicó en este yacimiento a lo largo de estas fechas fue doméstica y poco especializada. Algo que parece no alejarse en demasía de las palabras de la aquí homenajeada cuando apuntaba, al hilo de la metalurgia cogotiana, que “el volumen de piezas fabricadas fue bastante bajo y de escasa originalidad” (Fernández Posse 1998: 109). Por el momento no se conocen en la Submeseta Norte grandes acumulaciones metálicas como las atestiguadas en otras áreas fundidoras extrapeninsulares. A falta de estudios paleo-económicos aplicados a la producción metalúrgica como los desarrollados en el NO peninsular (Comendador Rey, 1999) que pudieran descifrar ritmos productivos, únicamente nos podemos basar en la importante labor de catalogación de útiles metálicos normeseteños desarrollada por Herrán (2008) en su tesis doctoral. Como acertadamente apunta Rovira (2004: 34), el desarrollo metalúrgico de las comunidades broncíneas de este sector del valle del Duero contó con el ritmo necesario para suplir las necesidades de un entorno

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alejado de las materias primas. El Soto de Tovilla, al igual que muchos otros asentamientos de la Edad del Bronce del interior de la cuenca del Duero, tuvo que depender de un suministro de cobre y estaño, previamente reducido en las proximidades de las áreas mineras ubicadas en la periferia montañosa, situándose los veneros más próximos en la ladera Norte del Sistema Central, en torno a unos 80 km. Distancia que parece justificar la práctica casi generalizada de una metalurgia de reciclado frente a una explotación intensiva de los recursos. Hipótesis que parece dar respuesta a la llamativa ausencia de evidencias de reducción en los asentamientos Cogotas I del interior de la cuenca del Duero (Fraile y Guerra, e.p.). La fundición local de hachas planas -un tipo distintivo de la metalurgia de este contexto cultural-, refleja una cierta monotonía en los tipos fundidos, siendo un claro indicador del escaso interés que presentan los útiles metálicos en los espacios domésticos. Para Rovira la metalurgia desarrollada por estas comunidades se caracterizaba por ser una actividad poco especializada, estacional que no llega a ser exclusiva de ningún yacimiento (Rovira, 2004: 7). La escasa renovación en cuanto a la morfología y tecnología del utillaje metálico se ha venido relacionando con un periodo de relativo aislamiento, bastante poco permeable a influencias extrapeninsulares, aunque sin negar contactos regionales a relativa distancia. El molde de Soto de Tovilla puede considerarse pues como uno de los primeros testimonios de fundición autóctona de hachas de bronce en el valle medio del Duero. Tipo cuya producción pervive hasta las etapas más avanzadas de Cogotas I, momento en el que se tiene constancia de la fundición simultánea tanto de tipos tradicionales, como el propio hacha plana, como de otros ejemplares más innovadores de influencia Atlántica, en un proceso gradual de sustitución de los primeros (Delibes et al., e.p.).

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Listado de figuras: 1.- Plano de situación del yacimiento en el Valle Medio del Duero y ubicación de los principales yacimientos de Cogotas I formativo. 2.- Molde fundición del Soto de Tovilla II. 3.- El molde de Tovilla acoplado. Vistas frontal y lateral. 4.- El molde en el momento de su descubrimiento.

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