Antropología riesgosa en Belfast

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Descripción

Sluka, Jeffrey 1995

“Reflections

on

Managing

Danger

in

Fieldwork,

Dangerous

anthropology in Belfast”, en Nordstrom, eds. Carolyn y Antonius C.G.M. Robben, Fieldwork Under Fire: Contemporary Studies on Violence and Survival. University of California Press.

Reflexiones sobre el manejo del peligro en campo. Antropología peligrosa en Belfast En muchas partes del mundo el trabajo de campo antropológico es más peligroso hoy que en el pasado.1 Hoy existen aproximadamente 120 “conflictos armados” (eufemismo para “guerras”) en el mundo(Nietschmann,1987) y dado que aproximadamente un tercio de los países del mundo están involucrados en la guerra y aproximadamente dos tercios incurren rutinariamente en violaciones a los derechos humanos como un aspecto normal de sus procesos políticos para controlar a sus poblaciones, está claro que pocos antropólogos y antropólogas podrán evadir situaciones conflictivas e instancias de violencia sociopolítica a lo

1

Al menos sesenta antropólogos y antropólogas han muerto por adversidades durante el trabajo de campo en la última década (Howell 1990), y al menos tres de ellos han sido asesinados “en el trabajo” como resultado de la violencia política. En 1982 Ruth First, una antropóloga sudafricana y profesora, fue asesinada por una bomba en el correo de su oficina de la Universidad de Maputo en Mozambique. “Se sospecha que la bomba fue enviada por el servicio secreto sudafricano para terminar con sus protestas políticas efectivas en contra del apartheid” (ibíd., 100). En 1984, el antropólogo melanesio Arnold Ap fue torturado y asesinado por el ejército indonesio en Papúa Occidental, se alega que esto ocurrió debido a su asociación con el Movimiento para la Liberación de Papúa. En 1990, Myrna Mack, una antropóloga guatemalteca, fue brutalmente asesinada mientras salía del centro de investigaciones dónde trabajaba en Guatemala. Ella había estado estudiando los efectos de la guerra civil en los pueblos indígenas. En febrero de 1993, un soldado guatemalteco fue sentenciado a veinticinco años de cárcel por su asesinato.

largo de sus vidas profesionales (Nordstrom y Martin 1992:15). Mientras que ha sido reconocido desde hace mucho que el peligro es una condición inherente al trabajo de campo, es más reciente el hecho de que las cuestiones metodológicas y subjetivas del peligro hayan sido atendidas directa y sistemáticamente. En 1986, Nancy Howell señaló por primera vez la necesidad de discutir la cuestión del peligro en el trabajo de campo en un ensayo no publicado, “Occupational Safety and Health in Anthropology” (“Seguridad y Salud en el trabajo antropológico”). Notó que los peligros personales involucrados en campo habían sido ignorados, negados o dados por sentado durante mucho tiempo, y argumentó que esta cuestión debería ser seriamente retomada por los y las antropólogas que realizan trabajo de campo. También sugirió que alguna de las asociaciones profesionales debía realizar un estudio comprehensivo sobre la seguridad y la salud en el trabajo antropológico y esta idea fue retomada por la Asociación Antropológica Americana (AAA). En 1990, las primeras publicaciones que lidiaban directamente con el peligro en campo vieron la luz: fueron un reporte especial de la AAA titulado Surviving Fieldwork (Sobreviviendo a campo, Howell 1990) y un artículo titulado “Observación participante en contextos sociales violentos” (Sluka 1990). Este capítulo presenta una versión actualizada y revisada de mi artículo previo sobre cómo manejar el peligro, incorporando reflexiones sobre trabajo de campo posterior. Comenzaré con una breve descripción del diseño de mi investigación durante los dos periodos de trabajo de campo que realicé en los guetos católico-nacionalistas de Belfast, en Irlanda del Norte, de 1981 a 1982 y en 1991, y entonces haré

Comentario [A1]: 276

comentarios generales y recomendaciones concernientes a la conducta de la investigación etnográfica en contextos sociales peligrosos o violentos, derivando en estas y otras experiencias similares pertenecientes a otras investigaciones. Mientras se requieren sensibilidades etnográficas, metodológicas, teóricas y éticas especiales cuando se trabaja en y sobre áreas peligrosas, se puede hacer frente a un grado sustancial de peligros presentes en el trabajo de campo por medio de previsión, planeación y maniobras hábiles. Este capítulo trata específicamente con la observación participante en países caracterizados por la inestabilidad política, el conflicto y la insurgencia, y mucho de lo dicho es ampliamente aplicable a situaciones generalizadas en las que quien etnografía puede encontrarse amenazada o amenazado por peligros físicos que provienen de fuentes humanas (por ejemplo, personas que participan en la investigación, autoridades y otros.)2

Haciendo antropología De 1981 a 1982, realicé la investigación en Divis Flats, en el gueto católiconacionalista en la parte baja de la Falls Road en Belfast. Esta se basó en observación participante y entrevistas a 76 familias; la monografía que surgió fue un estudio sobre las dinámicas sociales del apoyo popular al Ejército Republicano 2

También debe señalarse que el artículo Surviving Fielwork de Nancy Howell es el primer estudio exhaustivo sobre “los riesgos que se toman, y los precios que se pagan por hacer trabajo de campo de las formas en las que lo hacemos” (1990: 1). Está dirigido a ayudar a quienes realizamos trabajo de campo para anticipar los peligros que enfrentaremos y prepararnos para prevenir y responder a ellos. Ella muestra que la antropología puede ser peligrosa y que cientos de antropólogas y antropólogos han fallado al intentar protegerse a sí mismos de los peligros convirtiéndose en víctimas del trabajo de campo. Ella dedica un capítulo específicamente a los peligros humanos del trabajo de campo, incluyendo descripciones y discusiones sobre incidentes que involucran arrestos, ataques militares, sospechas de espionaje, el vivir en medio del caos político, conflictos entre facciones y la toma de antropólogos como rehenes en campo.

Irlandés (ERI) y al Ejército de Liberación Nacional (ELN) (Sluka, 1989).3 Después de casi una década, en julio de 1991, regresé a los guetos de Belfast para hacer seis meses de trabajo de campo sobre “aspectos de la cultura política en Irlanda del Norte”. Estas comunidades en los guetos -“pueblos urbanos”- representan los campos de batalla más grandes, o los “campos de muerte”, de la guerra en Irlanda del Norte. Por más de 23 años los residentes de los guetos católico-nacionalistas se han encontrado en medio de la guerrilla del IRA y el INLA y las operaciones de contrainsurgencia de las Fuerzas de Seguridad. Desde el comienzo de la guerra en 1969

las autoridades británicas han buscado retener la represión y la

resistencia dentro de los guetos católicos de Belfast, Derry, Newry y otros pueblos, ciudades y zonas rurales de la frontera dónde los católicos son población mayoritaria (por ejemplo, el así llamado país bandido del sur de Armagh en Crossmaglen). (Rolston, 1991). Las operaciones de contrainsurgencia y el aparato de la “guerra fría” (Dillon; Faligot), junto con las actividades de escuadrones de la muerte pro-gobierno y los ataques sectarios realizados por extremistas lealistas,

Comentario [A2]:

han creado un impredecible despliegue de terror concentrado en estas comunidades, con el resultado de que cada familia u hogar puede contarte sobre un pariente, vecino o amigo aprisionado o asesinado por las Fuerzas de Seguridad o por los lealistas. Los guetos católicos son “campos de muerte” en el sentido de que representan los sitios con mayor violencia, son los campos de batalla donde la dominación y la resistencia en general y la guerra en particular, se concentran, contienen y aíslan. Son espacios de violencia, muerte y transformación que

3

Los riesgos y los peligros de las investigaciones basadas en la observación participante en Belfast son descritos con detalle en mi artículo sobre el manejo del peligro en el trabajo de campo (Sluka, 1990).

Comentario [A3]: p. 277

continuamente generan tanto reclutas para la guerrilla Republicana como suficiente apoyo popular y simpatía entre el resto de las personas para mantener la lucha. Cuando regresé a Belfast en 1991, en el transcurso de mi ausencia habían acontecido dos cosas que afectaban la investigación. Primero, en 1986, una sangrienta ruptura tomó lugar dentro del ELN dando inicio entonces a otra organización guerrillera: Organización por la Liberación del Pueblo Irlandés (OLPI). Segundo, en 1989, mi libro sobre el apoyo popular al ERI y al ELN en Divis Flats fue publicado. Le envié una copia del libro a unos amigos en Belfast que subsecuentemente se lo pasaron a una serie de personas para que lo leyeran, entre ellas se incluyeron a importantes activistas republicanos. Debido a la cercana asociación del ELN y ahora de la OLPI, con Davis Flats, tuve contactos que me ofrecieron que, en caso de que alguna vez volviese a Belfast y quisiera conocer al “Alto Mando” de la OLPI, la reunión podría ser arreglada. Como esta investigación se basaba en una ausencia sabática fui capaz de intentar realizar una investigación participativa. Yo quería volver a Belfast antes de decidir exactamente en qué investigación me comprometería y quería encontrar un tema que ofreciera beneficios mutuos, tanto para mí como para la comunidad. Tenía esperanzas de que la gente local en Belfast sugiriese el tema de la investigación. Cuando llegué a Belfast, en un “pub” local fui presentado por amigos, primero a Martín “Rook” O´Prey, el comandante local de la OLPI, y días después, al comandante en jefe, Jimmy Brown. (Nombro a estas personas aquí porque ahora ambos han muerto y sus posiciones dentro de la OLPI son públicamente

reconocidas)4 Brown me dijo que había leído mi libro y que pensaba que era muy bueno. Fue entonces cuando me impactó al preguntarme si me interesaría escribir un libro sobre la OLPI. Le dije que era posible, si podíamos llegar a un acuerdo sobre las condiciones y las expectativas exactas bajo las que se escribiría, así que nos veríamos una semana después para hablar al respecto. Unos días más tarde Rook O´Prey, a quien acababa de conocer, había sido asesinado por un escuadrón de la muerte lealista en su propia casa, una de las nuevas casas construidas como parte de la reorganización habitacional, en la base de la Torre Divis y a plena vista del puesto de vigilancia del ejército. La reunión se pospuso una semana y entonces me reuní con Brown y con el nuevo comandante de Belfast. Estos líderes de la OLPI me dijeron que si estaba interesado en escribir un libro “como el primero” sobre su organización ellos “abrirían todas las puertas” que yo necesitara para reunir información. Lo primero que discutí con ellos fue, ¿sabían ellos lo que era un antropólogo y entendían lo que estaría yo haciendo? Dije que como un científico social yo estaba comprometido con la objetividad -esto es, en dejar que las evidencias lleven a las conclusiones- y con las políticas de la verdad. Yo estaba dispuesto a escribir una etnografía sobre la OLPI si ellos me permitían independencia académica y libertad para escribir la verdad como yo la viera, como el resultado de mi propia investigación. Los líderes de la OLPI accedieron. Ellos sabían lo que un antropólogo era y querían que yo actuara como uno porque

4

Siete meses después de haber terminado la investigación, en agosto de 1992, Jimmy Brown fue asesinado a tiros en una contiende dentro de la OLPI. Este conflicto llevó finalmente a la disolución de la organización a manos del ERI en noviembre de ese año.

Comentario [A4]: p. 178

pensaban que un estudio académico independiente tendría más autoridad y que no podría ser fácilmente descartado como propaganda. Dijeron que les gustaría ver un libro que presentara un punto de vista interno o participante de la OLPI. Primero, porque la OLPI carecía de medios efectivos para publicar su perspectiva –por ejemplo, no tenían nada como el periódico semanal An Phoblact/Republican News, que presentaba la perspectiva del Movimiento Republicano Provisional (Sinn Féin5 y ERI)- el libro sería una oportunidad para presentar su perspectiva al mundo y para describir quiénes eran, lo que hacían y porqué lo hacían. Segundo, el libro humanizaría a las personas de la OLPI, lo que podría servir como un antídoto parcial a la campaña de propaganda negra que realizaban las autoridades británicas que se concentraba en deshumanizarles y criminalizarles como un aspecto de la contrainsurgencia o de las operaciones de “guerra psicológica”. Las condiciones acordadas eran que yo podría hablar o entrevistar a cualquier miembro de la OLPI que yo quisiera y que podría preguntar libremente. Las entrevistas serían completamente abiertas y no estaba obligado a entregar una lista con las preguntas ni estaba sujeto a ningún otro mecanismo aparente de monitoreo o control. Durante el curso de la investigación, nunca se me negó una respuesta

a

ninguna

pregunta.

(Como

con

mi

investigación

anterior,

voluntariamente elegí no hacer preguntas sobre ciertas cosas como armas, financiamiento y operaciones militares, pues sentía que era innecesario y

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Partido político irlandés de izquierda republicana.

potencialmente peligroso tanto para mí como para el resto de los participantes en la investigación.) Fui libre de hacer mi “cosa” antropológica con sólo dos condiciones. Prometí que la OLPI podría revisar el manuscrito del libro antes de ser publicado. Ellos no tendrían el control editorial pero accedí a dos cosas: primero, yo alteraría cualquier cosa en el manuscrito para asegurar la inmediata seguridad de cualquier miembro vivo de la OLPI, por ejemplo, protegiendo el anonimato de los participantes en la investigación. Segundo, si había cualquier otra cosa en el manuscrito en la que no estuviésemos de acuerdo, yo les daría el derecho de réplica. Esto es, que mientras yo no cambiaría ni borraría mis propias conclusiones e interpretaciones independientes, sí incluiría las declaraciones de la OLPI expresando su desacuerdo con mi punto de vista donde fuera que ellos lo sintieran necesario. Pensé que esto era justo puesto que permitiría que las y los lectores del libro juzgaran por sí mismos a quién le darían más crédito. Me pareció un “trato” equitativo y recíproco para la investigación en el que tanto el investigador como los participantes tendrían beneficios sin comprometer mi propia ética personal. También representaba el más directo, abierto y libre acceso del que yo hubiese sabido concedido a cualquier investigador para aproximarse a una organización guerrillera en Irlanda del Norte. Decidí aceptar la oferta de la OLPI y abordar la investigación como un experimento de antropología militante. Durante los siguientes seis meses realicé investigación y trabajo de campo con la OLPI. Esto se basó en entrevistas, investigación documental e investigación bibliográfica, así como observación participante, en los casos en los que le pensé practicable bajo circunstancias tan particulares. Conduje entrevistas formales con

quince miembros de la OLPI, elegidos para proveer una muestra representativa; conduje entrevistas en los guetos católico-nacionalistas en Belfast, Derry, Newry y Dublin, con hombres y mujeres de todos los rangos incluyendo tanto a miembros nuevos como a fundadores. Pasé tiempo considerable “pasando el rato”, charlando informalmente y viajando con aproximadamente otras dos docenas de miembros de la OLPI y atendí a una buena cantidad de actos sociales y políticos relacionados con la OLPI tales como el funeral y otros eventos en relación a la muerte de Rook O´Prey. En lo que se refiere a los peligros inherentes a tal trabajo de campo, les “maneje” como lo hice durante mi primer periodo de investigación en Belfast (ver Sluka 1990). Pero esta nueva investigación involucraba una interacción más intensa y directa con los miembros de la guerrilla de la que había vivido en el 81´ y el 82´, y representaba nuevos peligros y nuevos problemas. Debido a que los miembros de la OLPI están involucrados activamente en la guerra, sus vidas son peligrosas y es peligroso simplemente estar con ellos. Tal como el ERI y el ELNI en mi investigación anterior, nunca sentí que existiera un peligro desde la OLPI. Como antes, mi mayor preocupación eran las autoridades, particularmente el ejército y la policía, y los paramilitares lealistas. Yo pensaba que estas fuerzas representaban un peligro mayor entonces que antes porque ahora yo estaba investigando directamente a una organización guerrillera. En particular, el trabajo de campo estuvo enmarcado por el aumento de la violencia lealista, de la que los académicos no eran inmunes. En septiembre de 1991 le dispararon a Adrian Guelke -un estudioso en política- en la Univeridad de Queen de Belfast, el acto se

adjudica a un escuadrón de la muerte lealista de los Luchadores Ulster de la Libertad [Ulster Freedom Fighters] (conocidos generalmente por UFF como su nom e guerre o como el frente de la Asociación Ulster de Defensa [Ulster Defense Association) En las horas más tempranas de la mañana dos o tres hombres armados y enmascarados entraron a su casa y le dispararon por la espalda con una pistola a corto rango mientras dormía con su esposa. Su vida se salvó porque la pistola automática utilizada en el ataque se trabó. Guelke es un opositor sudafricano al apartheid que ha vivido en Irlanda del Norte desde 1974. Es un académico distinguido, no tiene conexiones con ningún grupo armado o político y trabajaba en un libro que compara la violencia en Sudáfrica, Israel e Irlanda del Norte. Los motivos del ataque no están claros y las fuerzas de seguridad afirman que fue un caso de confusión de identidad, pero Guelke cree que elementos sudafricanos, que tienen vínculos con los paramilitares lealistas, pueden haberle puesto el dedo.6 Traté de aminorar estos peligros de dos formas. Primero, intenté camuflar mi investigación con la OLPI tan bien como pude para que sólo ellos y una pareja de amigos cercanos supieran lo que estaba haciendo. Hice investigación en otros dos proyectos al mismo tiempo (uno sobre los mártires republicanos y el otro sobre las 6

En 1989, tres miembros de la Resistencia Ulster –un grupo cuasi-paramilitar lealista armado desde 1985fueron arrestados en París por los cargos de tráfico de armas, recibir bienes robados y conspiración con el propósito del terrorismo. Fueron encontrados en un cuarto de hotel con una bazuca construida por trabajadores protestantes de la fábrica Shorts en el este de Belfast. Con ellos se encontraban un traficante de armas con nexos con la CIA y un diplomático sudafricano. Más tarde, Sudáfrica publicó una declaración en la que rechazaba cualquier lazo con los paramilitares lealistas negando haberles abastecido de armas. Sin embargo, se piensa que Sudáfrica ha abastecido a los lealistas con sus mejores armas, por medio de un cargamento en enero de 1988.

Comentario [A5]: UFF

culturas del terror y la resistencia en Irlanda del Norte, y cuando alguien me preguntaba sobre la investigación yo hablaba sobre estas dos. En segundo lugar, intenté controlar y limitar mi contacto con miembros de la OLPI. No eran las únicas personas con las que pasaba tiempo, de hecho, la mayoría de mi tiempo no estaba comprometido con la OLPI, particularmente en los primeros pocos meses del trabajo de campo, mientras trabajaba en otros proyectos y realizaba investigación bibliográfica y de archivo sobre la historia de la OLPI. Restringir el contacto con los participantes de una investigación no es ideal para la observación participante, pero consideré que era necesario por motivos de seguridad. Mientras la investigación progresó, fui pasando cada vez más tiempo con miembros de la OLPI, y el periodo más intenso de entrevistas y observación participante transcurrieron durante los últimos dos meses. Al final, durante el trabajo de campo, yo no estaba amenazado directamente en ningún sentido. Cuando, en dos ocasiones, me encontré en retenes de las Fuerzas de Seguridad para chequeos de identidad en compañía de líderes de la OLPI, no se me acercaron ni los militares ni los policías, y nunca me indicaron que estuviesen conscientes de que estaba yo realizando una investigación con la OLPI. Cuando me llegaron a cuestionar sobre la investigación les dije que estaba estudiando la cultura política y no mencione a la OLPI. En una ocasión crucé la frontera ilegalmente con Jimmy Brown en un viaje a Dublín. Cuando le dije a un amigo de mucha confianza que viajaría con Jimmy, me aconsejó que bajo ninguna circunstancia usáramos carreteras secundarias para evadir los retenes; me advirtió que si me topaba con una patrulla de las Fuerzas de Seguridad o con una

Comentario [A6]: 280 B

unidad SAS (los comandos élite del ejército británico) en una carretera secundaria desierta, sólo, en un coche con el comandante de la OLPI, era probable que me asesinaran. Cuando Jimmy y yo llegamos a la frontera, seguí sus instrucciones y usamos carreteras secundarias para cruzar y evadir el retén; lo hice porque consideré que Jimmy estaba en la mejor posición para decidir la ruta que debíamos tomar. Esto lo hice una sola vez y probablemente no volvería a hacerlo. En otra ocasión fui un observador participante de una operación de la OLPI: un acto de propaganda. Este era una sesión fotográfica con fines de publicidad y un fotógrafo de la OLPI estaba presente. Me invitaron porque pensaron que yo podría tomar algunas fotografías para el libro. Seis miembros armados de la OLPI en su uniforme militar y usando máscaras, lentes oscuros y bandas de la OLPI emergieron en Poleglass (un gueto católico-nacionalista en las afueras de Belfast Occidental) para establecer un retén. Detuvieron aproximadamente a media docena de coches y luego desaparecieron. La operación duró solo unos pocos minutos pero fue probablemente la cosa más peligrosa que he hecho como antropólogo porque las guerrillas son atacadas a balazos en cuanto son detectadas en Irlanda del Norte y para la OLPI, emerger en público de esa manera es entrar en una situación de combate. Debido a la vigilancia y al patrullaje constante de las Fuerzas de Seguridad en los distritos, este tipo de operaciones tienen que ser planeadas muy cuidadosamente, y siempre existe el peligro latente de toparse con una patrulla del ejército, una unidad encubierta o de ser observado por los helicópteros que vigilan constantemente la zona.

Comentario [A7]: p. 281

Otro nuevo problema con el que me encontré resultó del hecho de que grabé quince entrevistas formales. En mi investigación anterior no había grabado entrevistas, así que la necesidad de proteger las cintas era una nueva experiencia. Intenté protegerlas de dos formas: primero, traté de asegurarme de que no hubiese nada en ellas que pudiera identificar a ningún individuo, particularmente, al entrevistado o entrevistada; y segundo, las escondía en un sitio diferente al que habitaba de forma que nunca hubiese más de una cinta en la casa al mismo tiempo. Por supuesto, estas no eran protecciones a prueba de fallas. Sentí justificado hacer las cintas porque tenía acuerdos formales con la OLPI como organización y con los individuos que entrevisté, de que intentaría usar las palabras exactas de los miembros de la OLPI para presentar sus puntos de vista en el libro. Como ellos estaban dispuestos a aceptar el riesgo, y yo pensaba que podía proteger las cintas y minimizar ese riesgo, grabé las entrevistas. Reflexiones y Recomendaciones ¿Cuáles, entonces, son mis recomendaciones para los antropólogos y antropólogas que consideran realizar trabajo de campo en contextos sociales peligrosos o violentos? Antes de que vayan a campo, traten de evaluar tan realísticamente posible como puedan, el grado de riesgo que existe, e intenten identificar fuentes potenciales de peligro. Decidan si están preparados para aceptar los riesgos involucrados y si es así, consideren tanto el tipo de acciones que pueden tomar para aminorar el peligro o manejarle así como el tipo acciones que pueden exacerbarlo. Piensen acerca de lo que sería un “nivel aceptable” de riesgo. Asumo que la mayoría de las y los investigadores no están preparados

para dar sus vidas por su investigación y que se retirarán a terrenos más seguros si una amenaza directa a su vida o integridad aparece. Asuman también que podrían tener que finalizar su investigación por iniciativa propia o que las autoridades u “otras fuerzas” podrían orillarles a hacerlo. Siempre tengan un plan de escape y medios para extraerse a sí mismos de la situación tan pronto como sea posible si la necesidad surgiese. Discutan los riesgos potenciales con consejeros y colegas, y busquen personas con experiencias directas en el área en la que piensan realizar su investigación. Si es posible, traten de ir al lugar de campo propuesto para una visita exploratoria antes de comprometerse a realizar la investigación ahí. Yo tuve la oportunidad de visitar Belfast por dos semanas durante el verano previo a mi llegada ya en plan de trabajo de campo. Investiguen sus fuentes de financiación. Por ejemplo, Myron Glazer (1972:137), una socióloga que estudió las políticas estudiantiles en Chile, aprendió solo después de su regreso, que su financiamiento venía de un grupo de patrocinio de investigación de la armada estadounidense. Hoy, gobiernos, ejércitos y agencias de inteligencia están financiando investigaciones tanto directamente como de forma indirecta por medio de organizaciones (por ejemplo la derechista think tanks). Dejando las consideraciones éticas de lado, puede ser peligroso aceptar financiamiento de instancias que los participantes de la investigación puedan encontrar objetables. Ciertamente, el peligro de ser identificado como un espía se potencia si uno o una es financiada por el ejército o la CIA. Conoce los orígenes

Comentario [A8]: 282

de tu financiamiento, considera cómo es que las personas en tu investigación podrían tomar esos orígenes y sostén una actitud abierta con ellos sobre el tema. Dado a que las personas entre las cuales las y los antropólogos realizan sus investigaciones usualmente nunca les han tenido trabajando entre sus asuntos, se debe tener en cuenta que, naturalmente, intentarán descubrir qué es lo que estás haciendo ahí. Comúnmente, al menos al principio, te definirán en referencia a las categorías preexistentes derivadas de la experiencia con otros extraños que han aparecido en su comunidad. Espías, periodistas, policías, recolectores de impuestos y misioneros son categorías comunes frecuentemente mal aplicadas a los y las antropólogas en campo. Es esencial hacer un esfuerzo sustancial para contrarrestar estas definiciones públicas, lo que implica un proceso que involucra un esfuerzo consciente de manejo de impresiones (Berreman 1962; Goffman 1959). Puede hacerse reconociendo que la gente es propensa a definirte, evitando actuar de formas que puedan reforzar estas sospechas, siendo tan honesta y directa o directo como sea posible sobre quien realmente eres y qué es lo que realmente estás haciendo. Debido a que la sospecha más común que se desarrolla entre los participantes de una investigación para con los antropólogos es que son espías, y a que es difícil encontrar un antropólogo o antropóloga que haya realizado trabajo de campo y no se haya encontrado con esta sospecha, este peligro merece atención especial. Ser clasificado como un espía es inherentemente peligroso, y el vínculo entre la antropología y la investigación relacionada con la guerra ha exacerbado este peligro (ver Sluka, 1990). La antropología ha estado involucrada en investigación

relacionada con la guerra, particularmente con la contrainsurgencia, otros han encontrado su investigación usada o “aplicada” por los gobiernos, ejércitos y agencias de inteligencia para ayudarse a planear operaciones militares; además espías o agencias de inteligencia de varios tipos han usado la cubierta de que eran antropólogos. Como resultado, la gente en muchas partes del mundo ha empezado a creer que las y los antropólogos, incluso aquellos que trabajan en investigaciones

“inocentes”

(o

en

términos

de

Boas:

“honestas”),

son

potencialmente o directamente peligrosos. Muchas naciones y pueblos son justificadamente desconfiados en lo que a la antropología se refiere, y no permiten que los y las investigadoras realicen trabajo de campo en sus territorios. El trabajo de campo es más peligroso hoy que en el pasado. Si no quieres que te clasifiquen como un espía no seas uno o no actúes como uno. (Ver Glazer 1970 para una buena lectura sobre cómo lidiar con los desconfiados participantes de una investigación que sospechan de la calidad de espía de quien investiga) Al principio, evita hacer preguntas sobre temas políticos sensibles. De forma similar a un antropólogo que se encuentra con que se le cree un misionero y por ello evita realizar preguntas sobre religión. El sociólogo Ned Polsky (1967: 126-127) sugiere que una buena regla para el trabajo de campo en contextos delicados es “inicialmente, mantén tus ojos y oídos atentos pero la boca bien cerrada. Al principio intenta no hacer preguntas. Después puedes preguntar… debes captar la “vibra” de su mundo escuchando extensiva y atentamente.” Cuando consideres cómo es probable que te definan tus participantes de investigación, considera formas no sólo de contrarrestar estas opiniones sino

Comentario [A9]: 283

también formas de promover una definición que refuerce tu seguridad y tu investigación. No es suficiente dejar de ser una amenaza para tus participantes; actúa de forma que te vean como una no amenaza. En mi caso, mi asociación con el padre y el antiguo hombre del ERI fue afortunada en lo que a esto se refiere porque una vez que aceptaron mis explicaciones sobre lo que estaba yo haciendo en Belfast, fue más fácil para otros aceptarme también. Polsky (ibíd., 129) se refiere a este efecto acumulativo como “bola de nieve”; “consigue que te presenten con uno [informante] que responda por ti con otros, y a su vez ellos responderán por ti ante otros tantos.” El sugiere que es mejor comenzar desde arriba, con la persona más prestigiosa en el grupo que estás estudiando. También sugiere que responder las preguntas de los participantes de manera franca ayudará en este asunto (ibíd., 131). Yo pienso que es importante darle a la gente una descripción tan honesta y completa como se pueda de lo que estás haciendo, particularmente cuando específicamente te piden esa explicación. Sin embargo, las personas desarrollaran sus propias explicaciones sobre lo que estás haciendo y estas en muchos casos son versiones muy simplificadas de la explicación que tú les has dado. Es muy común que los participantes de las investigaciones reduzcan las a veces complejas explicaciones dadas por los investigadores a simplemente “está escribiendo un libro” sobre la comunidad o algún aspecto de ella. Por ejemplo, esta fue tanto la experiencia de William Foote Whyte (1943:300) como la mía. Es importante tener en mente que la gente puede reducir tus mejores y más completas explicaciones a otras mucho más simples, menos precisas o quizá a otras completamente imprecisas. También puede ser

peligroso dar explicaciones muy simplificadas de lo que estás haciendo, por ejemplo, si sólo le dices a la gente que estás escribiendo un libro sobre ellos cuando se enteren sobre los detalles específicos de lo que estás escribiendo pueden llegar a pensar que les has engañado. Naturalmente se preguntarían porqué querrías hacer algo así y eso puede llevar a que se pregunten si tienes intereses ocultos. Se honesto u honesta y da una descripción lo más precisa y completa que puedas, pero reconoce que la gente va a interpretar lo que les digas y probablemente puede también malinterpretarlo. Monitorea continuamente sus definiciones sobre ti, pues éstas pueden cambiar con el tiempo, y visualiza tus esfuerzos para manejar impresiones como un proceso inacabado. El que debamos aproximarnos a esto en un esfuerzo consciente de manejo de impresiones no sugiere que se trate de alguna fría especie de estrategia maquiavélica manipulativa.

Como Polsky, yo sostengo que es importante ser

honestos con las personas. Esto es imperativo tanto éticamente como en el sentido de que se trata de una referencia para manejar el peligro. Ser deshonesto es más peligroso que ser honesto, porque crea la posibilidad de ser sorprendido en una mentira. Por extensión, actuar éticamente es también más seguro que actuar sin ética. 7 Se tan honesta y ética o ético como te sea posible, y mantén en mente que es la conformación de la definición de los participantes de tu 7

Realizar trabajo de campo en contextos peligrosos eleva cuestiones éticas muy importantes. He luchado con estos asuntos tanto personal como profesionalmente durante muchos años y he elegido no discutir la ética de conducir una investigación en contextos peligrosos aquí porque, en mi opinión, ese tema es más importante que el tema del manejo del peligro en el trabajo de campo siendo por ello que merece un artículo (o mejor aún, un libro) destinado exclusivamente a ello. Otros pueden ser de la opinión que es inapropiado discutir los manejos del peligro en campo sin discutir el asunto mayor de la ética implicada en este tipo de investigaciones. Sin embargo, por las razones antes mencionadas, he elegido apegarme específicamente al tema del manejo de peligros. La cuestión, entonces, es, ¿cuál es la relación entre la ética y el manejo de peligros?

Comentario [A10]: 284

investigación lo que debes buscar y no la tuya. Por supuesto, esto puede causar otros peligros, por ejemplo, cuando las definiciones de lo que es ético difieren entre los grupos estudiados y otros grupos en la sociedad; particularmente entre el grupo estudiado y las autoridades. Ser honesto es relativamente simple siempre y cuando no tengas nada que esconder. Esto no fue un problema en mi primer periodo de trabajo de campo, pero se convirtió en uno durante el segundo periodo porque yo necesitaba camuflar mi investigación con la OLPI. Le dije a las autoridades, vagamente, que estaba yo estudiando la cultura política; sólo la OLPI y algunos pocos amigos de confianza sabían que estaba trabajando con la OLPI y le dije a todos los demás que estaba realizando investigación sobre los mártires y las culturas del terror y la resistencia. En la mayoría de las situaciones de campo hoy en día, marcadas por el conflicto como están, probablemente es más difícil ser completamente sinceros con todos. Sin embargo, es una buena estrategia de manejo de peligro ser tan honestos como sea posible. Junto a la honestidad, la flexibilidad puede ser importante en el manejo de peligro. Considera que tan preparado o preparada estás para modificar tus intereses, métodos y objetivos para poder adaptarte a contingencias peligrosas que puedan surgir. Hacer investigación en ambientes peligrosos puede producir situaciones en la que los investigadores y las investigadoras tengan que modificar o quizá incluso comprometer su trabajo. Estas son decisiones difíciles, y pueden ser fatales tanto para la investigación como para las y los investigadores. Polsky discute la flexibilidad, resumiéndolo todo en el comentario “la regla final es tener unas pocas

reglas inquebrantables”. El señala que deberías revisar tus planes “de acuerdo con los requerimientos de cualquier situación particular”, y reconocer que probablemente te encontrarás “situaciones ambiguas e inesperadas para la que no se tiene un plan de comportamiento claro” (1967: 133). Mientras estés en el campo, toma precauciones para asegurar tus notas de campo y tus grabaciones. Para hacerlo, claro está, es requerido que protejas a los participantes de la investigación, pero también puede ser necesario que te protejas a ti misma o a ti mismo. Este asunto es retomado por Jenkins (1984), quien sugiere que uno debería ser selectivo al reunir información. Señala que alguna información no debe ser usada para nada y recomienda que este tipo de información no debe ser grabada. Hay información que es mejor sólo mantener en la cabeza. Cuando información delicada es grabada, es imperativo proteger el anonimato de los participantes de la investigación. Jenkins (ibíd., 156) sugiere que solo debemos cargar con las notas del día, y en algunos casos es aconsejable que no tengas más notas que las de unas cuantas semanas en tu posesión, en cualquier momento durante el trabajo de campo. Tus notas pueden ser guardadas bajo llave y seguro, y puedes hacer arreglos para removerlas periódicamente de campo (quizá enviándolas o depositándolas en una caja de depósito). Considera la posibilidad de que algunos peligros pueden no terminar una vez que regreses de campo. Puede haber quien objete tu investigación ya estando en casa, y estas personas también pueden constituir una amenaza. (Por ejemplo, he

Comentario [A11]: 285

sido amenazado por los lealistas desde que salí de Belfast). También, considera la posibilidad de que la ética y otras consideraciones puedan implicar que no puedas publicar tus descubrimientos. Si pretendes realizar investigación sobre temas políticos, particularmente si pretendes hacer “antropología militante” o participar en actividades políticas, está casi de sobra decir que los peligros son equivalentemente mayores.8 En referencia a la “antropología militante” el libro de la Asociación de Antropólogos Sociales sobre investigación etnográfica señala que “tomar partido con un movimiento guerrillero… puede ser tan peligroso para uno como para la objetividad de uno” (Ellen 1984:80). Es interesante resaltar que la preocupación usual no es que tal involucramiento pueda ser peligroso sino que puede no ser “objetivo”. Debe mantenerse en mente que no se tiene que ser de hecho miembro o simpatizante de una organización política para encontrarse bajo la amenaza de sus enemigos. La simple asociación, incluso si es puramente “objetiva”, puede ser peligrosa. En algunos casos el estatus de un extraño o de un “observador científico objetivo” provee de un grado de protección, pero no cuentes con ello. Y si eres de hecho un participante, tu estatus de científico social probablemente no te ofrecerá protección alguna. Se puede pensar que la neutralidad es una buena estrategia de manejo de peligro, pero este no siempre es el caso. Por ejemplo, June Nash da cuenta, en el que

8

El mejor ejemplo contemporáneo de una antropología militante drástica es el caso del antropólogo holandés Klaas de Jonge, quien estuvo involucrado en el contrabando de armas y explosivos para las guerrillas del Congreso Nacional Africano. Para evadir el arresto, pidió asilo en una embajada holandesa en Pretoria, donde pasó dos años antes de poder salir de Sudáfrica como parte de un intercambio de prisioneros en septiembre de 1987.

probablemente es el mejor relato de una antropóloga sobre manejo de peligros encontrados en campo en un contexto político delicado, que: En Bolivia no era posible escoger el rol de una observadora imparcial y continuar trabajando en la pequeña comunidad de Oruro, donde había yo ido a estudiar la ideología y el cambio social… La polarización de la lucha de clases hizo necesario tomar partido o de lo contrario ser expulsada hacia un lado u otro. En una situación revolucionaria no se permiten neutrales. (1976: 150)

En contraste, Frances Henry (1966) discute la investigación en una situación de conflicto entre el gobierno y los sindicatos en Trinidad. Ella dice: El compromiso con los sindicatos… podía fácilmente llevar a la pérdida de la libertad, la detención o incluso la deportación… Por otra parte, el compromiso con el gobierno podía resultar en la pérdida del rapport con los oficiales de los sindicatos. La identificación con cualquier facción puede llevar a serias dificultades personales y obviamente limita la libertad en la investigación. (Ibid., 553)

Henry fue capaz de establecer un rapport con ambas partes y discute cómo ella evadió los intentos que hicieron para obligarla a abandonar su neutralidad. Básicamente, lo hizo expresando “simpatía o concordancia con personas de ambos lados” (ibíd.). En interacciones cara a cara con sus participantes de investigación, ella expresaba simpatía con ellos, a pesar de que se tratase de puntos de vista en conflicto. Mientras Henry mantiene que realmente era “neutral”, esta no fue la imagen que presentó a sus participantes. En vez de ello, ella

Comentario [A12]: 286

engañó a sus informantes presentándoles una imagen en la que aparentaba estar de su lado cuando ella sabía que no lo estaba. Además de las cuestionas éticas que surgen de este caso, Henry admite que esto fue peligroso, y que no lo recomienda. En algunos casos, profesar neutralidad puede ser una buena estrategia para manejar el peligro; en otros, puede no serlo. En algunos casos, puede que quieras decirle a algunas personas que eres neutral y a otras que no lo eres. Puede sonar a un caso de “ética situacional”, pero yo no tuve reparos en decirle a los soldados británicos en las calles de Belfast, quienes inquirieron sobre mi posición política personal, que yo era un “científico social neutral” mientras que al mismo tiempo permitía que mis participantes de investigación en los guetos supieran que simpatizaba con su situación. Cuando se realiza una investigación basada en observación participante en comunidades involucradas en conflictos políticos, generalmente es el caso que, como Nash, yo mismo, y otros tantos han encontrado “no se permiten neutrales”. Como apunta Glazer (1970: 314), “En tiempos de antagonismo acrecentado entre grupos hay poco espacio para la neutralidad.” Esto no necesariamente significa que tengas que volverte militante. En mi caso, fue suficiente comunicar de varias maneras dónde yacía mi simpatía. Sea que tomes partido o no, quienes están involucrados en la situación activamente van a definir de qué lado creen que estás. Su comportamiento contigo estará basado en ésta definición, a pesar de que profeses neutralidad.

Gerrit Huizer (1973), un psicólogo social que ha realizado trabajo de campo en varios países latinoamericanos, incluyendo El Salvador y Chile, provee un poco de luz al respecto. Cuando trabajó en un pueblo en El Salvador, los oficiales gubernamentales le advertían constantemente sobre los “peligros” de vivir entre campesinos. A pesar de sus advertencias, el decidió no cargar pistola como lo hacían los oficiales gubernamentales. En vez de ello, él “confiaba principalmente en la simpatía humana común” que sentía por los habitantes de aquel pueblo. Básicamente, la forma en la que Huizer manejó el peligro era ganándose la confianza de la gente convenciéndola de que “estaba de su lado”. Esto se hace al identificarse sinceramente con sus intereses, entendiendo y simpatizando con sus problemas y su sufrimiento, y mostrándoles que se es congruente con ello (ibid., 21, 28). Yo pienso que esta es la forma más común de aproximación entre las y los antropólogos hoy en día, y puede ser muy efectivo como una aproximación a campo que aminora peligros. Cuando se trabaja en una comunidad donde existe una organización guerrillera, se debe aprender a caminar suavemente. Ser sensible a qué tipo de preguntas pueden

hacerse

y

cuáles

son

un

tabú.

Por

ejemplo,

encontré

que

estaba bien preguntarle a la gente lo que pensaban del ERI y el EILN, si les apoyaban o no y porqué, sobre el rol que tenían las guerrillas en la comunidad, y sobre las críticas que tenían hacia ellos. Pero yo no preguntaba cosas sobre armas y explosivos, o sobre quién podía estar en la guerrilla o involucrado con ella. Si quieres hacer contacto directo con las guerrillas, lo mejor es dejar que se sepa que estás interesado o interesada en ello y luego esperar hasta que venga a

Comentario [A13]: 287

ti (o no). Si logras hacer contacto (lo que es ilegal en la mayoría de los casos), debes ser flexible y hablar con sinceridad. En situaciones en las que se están desarrollando procesos de insurgencia, quien trabaja en campo puede tener que lidiar tanto con los insurgentes como con las autoridades combatiéndoles al mismo tiempo, y esta puede ser una tarea muy complicada. Usualmente, si te asocias con unos te alienas de los otros. En muchas situaciones de campo las autoridades representan una fuente de peligro muy significativa. Esta advertencia es particularmente cierta cuando estás estudiando o estás involucrado con organizaciones políticas. Por ejemplo, Arnold Ap, un antropólogo de Papúa Occidental, fue torturado y asesinado por el ejército de Indonesia en 1984, como resultado de su asociación con el Movimiento para la Liberación de Papúa Occidental (MLPO). El ejército sostenía que él era un “sabido colaborador del MLPO” (Osborne 1985:xiv). Y en 1980 Miriam Daly, una profesora de la Universidad de la Reina en Belfast, fue asesinada, probablemente por agentes de inteligencia, como resultado de su participación con el partido Republicano Socialista Irlandés (Faligot 1983: 98). Justo como encontré en mi investigación, Polsky acertó que la mayoría de los riesgos en su trabajo de campo provino de las autoridades en vez de venir de sus participantes de investigación. Él señala que “la mayoría del peligro para alguien que hace trabajo de campo viene no de los caníbales y de los cazadores de cabezas sino de los oficiales coloniales” (1967: 145). En su caso particular, la mayoría de los riesgos provenían de la policía y no de los “criminales profesionales” que eran sus participantes de investigación.

El criminólogo estudiando criminales fugitivos abiertamente se encuentra tarde o temprano con que los agentes de la ley intentarán ponerle en la lupa, porque, a menos de que sea un tonto total, descubrirá información que a los agentes de la ley les gustaría saber e, incluso si es muy habilidoso, no podrá siempre mantener a los agentes de la lay lejos de la sospecha de que posee tal información. (Ibíd.) Los peligros que emanan de las autoridades incluyen los riesgos de la intimidación, los ataques físicos, el arresto, la interrogación, la tortura, la persecución, el encarcelamiento e incluso la ejecución o el asesinato.

Otros

peligros incluyen el ser definido como un “simpatizante” de la guerrilla o ser acusado de “dar ayuda o descanso al enemigo”, lo que puede ocasionar que las autoridades revoquen el permiso de la investigación. Estos peligros deben ser reconocidos y debemos esforzarnos por reducirlos (Ver Carey 1972 para una buena discusión sobre los riesgos legales que pueden enfrentar los y las investigadoras en situaciones en las que ocurren actividades ilegales.) Un fenómeno asociado que también puede generar peligro es el hecho de que “la gente tiende a asociar la investigación que realiza el o la investigadora con él o ella misma.” (Henslin, 1972: 55). Como Henslin señala, si estás realizando una investigación sobre consumidores de drogas o sobre homosexualidad, puedes caer bajo la sospecha de ser un o una consumidora de drogas o de ser homosexual. Si haces investigación sobre un movimiento político, algunos, particularmente quienes se oponen a ese movimiento, pueden creer que eres partidista. Entre más político o controversial sea el tema que investigamos, más probable es que se sospeche de nuestro partidismo o nuestra participación.

Comentario [A14]: 288

Cuando estás en campo, no te vayas confiando de los peligros que enfrentas, y no trates la situación como un juego o una aventura.

No ignores amenazas

potenciales cuando estas surgen, pues rara vez simplemente “se van si las ignoras”. Por ejemplo, rumores peligrosos pueden empezar a aparecer a cualquier altura en el desarrollo del trabajo de campo. Ya sea que los rumores sean falsos o verdaderos, se debe hacer algo al respecto. Si son falsos, deben negarse públicamente en vez de ignorarles. Si hay algo de cierto en ellos, trabaja para convencer a la gente de que no eres una amenaza, y si te encuentras en amenaza directa, sal de ahí. James T. Carey (1972: 86-87) discute sobre “el manejo de rumores peligrosos en campo”, y hace algunas recomendaciones muy útiles. Intenta anticipar las circunstancias bajo las cuáles pueden surgir rumores peligrosos o dañinos, y entonces limita la observación actual y las actividades y situaciones (por ejemplo, las ilegales) que puedan llevarte a estas circunstancias. Si y cuando los rumores surgen, trata de que las personas que han respondido por ti en el pasado, vuelvan a hacerlo. Haz un esfuerzo constante para definir y redefinir los riesgos y los peligros a la luz de las nuevas experiencias, y trabaja para reducir esos peligros aplicando viejos métodos y desarrollando nuevos mientras tu red de contactos y tu grado de experiencia se crecen con el tiempo. Manejar los peligros inherentes al trabajo de campo en un contexto como el de Belfast no es algo que pueda resolverse en las primeras semanas de campo para luego descartarse como algo solucionado. En el último día de mi primer periodo de investigación en Belfast iba regresando a casa para empacar y encontré la calle acordonada por el ejército. No me permitían

caminar por la calle hasta mi casa porque habían encontrado un “objeto sospechoso”. Discutí con un sargento al respecto y finalmente me dijo molesto que podía ir a mi casa si estaba preparado para asumir la responsabilidad de los riesgos implicados. Resultó que los niños de la calle habían pegado algunos cables a una lata con un poco de cinta y luego habían arrojado “el objeto” debajo de una Land Rover del ejército como una broma. Con el tiempo, puede que logres calmar las sospechas y reducir algunos riesgos, pero nuevos peligros continuarán surgiendo. Es necesario no caer en la paranoia sobre los peligros implicados al hacer investigación en contextos sociales violentos, pero es positivo mantener una buena dosis de apreciación realista. Y, en definitiva, es indudablemente mejor tener un poco de paranoia sobre algunas cosas que ser un poco complaciente sobre ellas. Finalmente, recuerda que la mayoría de los peligros pueden ser mediados al menos con un poco de maniobras, mientras que otros peligros pueden estar fuera de nuestro alcance y manejo. Por ejemplo, a pesar de tus mejores esfuerzos para manejar el peligro, simplemente un poco de mala suerte en ocasiones puede ser suficiente para tener que terminar una investigación, o peor aún, para la terminación del o la investigadora. Quienes trabajan en ambientes peligrosos deberían, cual apostadores profesionales, reconocer que el éxito de su empresa depende de una combinación inherente de habilidad y suerte (Ellen 1984: 97). La buena suerte puede a veces ayudar a superar la ausencia de habilidad así como una habilidad bien desarrollada puede contribuir a superar los efectos de la mala suerte. Pero a veces no habrá cantidad de habilidad que pueda salvar a quien

Comentario [A15]: 289

investiga de una cantidad grande de mala suerte. Lo que distingue al profesional del amateur, tanto en las apuestas como en la antropología, es el esfuerzo concertado para siempre maximizar habilidades para lograr manejar las situaciones, mientras al mismo tiempo se reconoce que la habilidad por sí misma no es garantía de éxito. El peligro no es puramente un problema “técnico” y nunca es completamente manejable. Puede parecer que la mayoría de estas recomendaciones aportan poco más que el sentido común. No son para nada exhaustivas pero espero que sirvan para generar reflexión o para “elevar la consciencia” y que funcionen como un indicador de algunos de los problemas involucrados al manejar el peligro. Se pretende que sea un punto de partida desde donde quienes consideren realizar trabajo de campo en contextos peligrosos puedan iniciar el trazo de sus propias estrategias para realizar trabajo de campo a salvo. No puede dejarse sin mencionar que el contar con que las personas se basarán en el sentido común es una aproximación completamente inadecuada para prácticamente cualquier cosa. Ciertamente, no es adecuado que los asesores le digan a sus estudiantes que usen su “sentido común” mientras están en campo y lo dejen así. El ejemplo del antropólogo asesinado en Belfast es un caso que subraya el punto. Algunos pueden decir que su error fue simplemente el no haber usado su sentido común, pero mi punto es que tal análisis de estos casos es una respuesta inadecuada.

Conclusión

Estas observaciones se basan en mi experiencia en Irlanda del Norte, donde la guerra se ha venido desarrollando durante más de veintitrés años. Como dije al principio, hay aproximadamente 120 conflictos armados en el mundo hoy en día. Hay una necesidad urgente por investigar en todos los lugares donde estos conflictos están ocurriendo, así como en muchas otras localidades violentas o peligrosas también. El trabajo de campo es posible incluso en los contextos más peligrosos. Los y las antropólogas no deberían excluirse de la investigación en tales contextos basándose en estereotipos, imágenes mediáticas o información imprecisa concerniente a los peligros implicados. Y tampoco deberían excluirse de tales investigaciones por que no existe entrenamiento en el manejo de situaciones peligrosas en la antropología. Muchos más antropólogos y antropólogas podrían y deberían realizar trabajo de campo en éstas áreas. Los peligros usualmente están exagerados y en la mayoría de los casos no son insuperables. El mundo no se está convirtiendo en un lugar más seguro para el trabajo de campo antropológico, pero, quizá precisamente por esa razón, hay ahora más necesidad de este tipo de investigación de la que ha habido nunca. Podemos aceptar este reto, pero debemos hacerlo racionalmente considerando los peligros como asuntos metodológicos. La intención de éste capítulo ha sido extender nuestra consideración del peligro como una cuestión metodológica y contribuir al desarrollo de maneras de minimizar los riesgos y proteger a las y los antropólogos mientras están en campo. No es una exageración decir que este es, de hecho, un asunto de vida o muerte.

Comentario [A16]: 290

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