Amor comercial y otras baratijas

Uno de los principios básicos de la sociedad de consumo es conseguir que se consuma cuanto más mejor. Los fabricantes se pirran por generar nuevos artículos para poder conquistar al ingenuo comprador aunque sea vendiéndole humo, lo único importante es que se realicen transacciones de compra-venta sin parar. De hecho cuando el consumo baja o se enfría, la economía se va a pique, porque el engranaje deja de funcionar. En un mundo tan globalizado como el que nos está tocando vivir, es bastante complicado inventar nuevos productos que lleguen a encandilar, por ese motivo cualquier acontecimiento puede ser oscuro objeto de deseo de los fabricantes y comerciantes que están siempre al acecho.Los más espabilados han sabido encauzar sus ventas hacia mercados seguros. Desde que se puso en marcha el famoso “todo a cien”, han proliferado las tiendas de baratijas, donde por muy poco dinero se puede tocar el cielo, porque lo importante no es ya el valor real de las cosas, sino el sentido que seamos capaces de darle en un momento determinado. Se puede sorprender con un corazón de plástico tanto como con un anillo de diamantes, siempre y cuando se acierte. Ya sé que lo complicado es acertar, pero ahí está el arte del regalador.