ALONSO DE NAVA GRIMON, VI MARQUES DE VILLANUEVA DEL PRADO: DOS TEXTOS Y UN AUTORRETRATO EN VERSO

Share Embed


Descripción

ALONSO DE NAVA-GRIMÓN, VI MARQUÉS DE VILLANUEVA DEL PRADO: DOS TEXTOS Y UN AUTORRETRATO EN VERSO

Manuel de Paz-Sánchez Universidad de La Laguna/ Red de estudios comparados del Caribe y Mundo Atlántico

Presentación Alonso de Nava-Grimón (1757-1832), VI marqués de Villanueva del Prado, hijo del fundador de la Tertulia, figura señera de la cultura y el reformismo insulares entre los siglos XVIII y XIX, recordaba con ilusión retazos de su infancia, en que relucían figuras como don Fernando de la Guerra, marqués de San Andrés (1734-1799), y, singularmente, el propio José de Viera y Clavijo (1731-1813). El marqués relata, en el fragmento que sigue, cómo aprendió francés en una casa y una biblioteca repletas de ediciones de los mejores autores galos: «Me acuerdo siempre con gratitud de que el mismo marqués de San Andrés, que ya he citado, tenía la paciencia de contarme por las noches en mi niñez, y de explicarme algunas fábulas de Esopo, para ir con el atractivo de estos apólogos cultivando mi memoria y formando mi razón, y de que el insigne don Joseph Viera, que era el mayor amigo de mi padre, y el alma de la famosa y escogida Tertulia que por muchos años se reunió en mi casa, y que quizá contribuyó aquí mucho a la ilustración pública [nota: Véase sobre esto la Vida literaria del Arcediano Viera, escrita por él mismo],1 antes de que llegasen los demás concurrentes, pues él era siempre el primero, poniéndome entre sus rodillas, me iba refiriendo por su orden, con la gracia que le era natural, los pasages más interesantes de la historia sagrada, no menos divertidos para mí que los apólogos; pero enseñándome uno y otro a dar a cada cosa su lugar a fin de que algún día no las equivocase yo unas con otras». Añade, a continuación, las provechosas lecciones recibidas de su propio padre «porque habiéndose embarcado su amigo Viera para España, y quedado desocupado y solo aquel rato de la prima noche que siempre pasaban en dulce e íntima compañía; mi padre, abriendo un tomo del Diccionario de Moreri que tenía sobre la mesa de la pieza en que recibía, empezó a hacerme traducir algunos renglones, casi por entretenimiento. Estas lecciones llegarían a ser cuando más diez o doce, que compondrían en todo sesenta o setenta líneas, porque luego entraron otras atenciones y otra distribución de tiempo; pero estas son las únicas lecciones de francés que he recibido en toda mi vida. Yo me aficioné de tal manera a esta lengua, quizá por la facilidad que naturalmente hallaba en entenderla, que desde luego tomé un libro, que por lo regular era uno de los volúmenes de Sermones de Massillon, y me ponía a recorrer una multitud de foxas, contento con acertar algunas cuantas palabras entre todas ellas». Y concluye que se podía decir «que yo aprendí el francés como se aprende la lengua materna, esto es, por medio de la repetición frecuente de las mismas voces, y si 1

José de Viera y Clavijo, Memorias, ed., introd. y notas de Rafael Padrón Fernández, Santa Cruz de Tenerife, Idea, 2012, donde constan diversas referencias a los Nava en las pp. 20, 21, 32, 48, 58, 174, 198 y 199. Vid. asimismo, del propio Viera, La Tertulia de Nava, ed., introd. y notas de Rafael Padrón Fernández, Santa Cruz de Tenerife, Idea, 2013, y también Homenaje a Carlos III, ed., introd. y notas de Manuel de Paz Sánchez, Santa Cruz de Tenerife, Idea, 2013.

1

no por el sonido y la aplicación de los nombres a los obgetos materiales que se designan con la acción simultánea, a lo menos por la misma forma y diferente combinación en que se reproducen en la muchedumbre de frases de un largo discurso, y que al fin aclaran no solo la significación de los nombres, sino aun también las variedades o conjugaciones de los verbos. Con la continuación de la lectura, así de los mejores autores en prosa, como de los más célebres poetas, fueron tales mis progresos en este estudio favorito que a poco tiempo me puse en términos de comprehender casi todas las finuras de aquella lengua que Carlos V decía que era la lengua de los hombres. Con semejante disposición no es extraño que quando después tube otras proporciones, y especialmente la de estar en París más de dos años, se me hiciese tan familiar aquel idioma, que llegué al punto de pensar en francés, esto es, de que los obgetos del pensamiento, que para hacer sus operaciones necesita de los signos y fórmulas, casi algebraicas del lenguage, se presentasen desde luego a mi espíritu revestidos de las pa[la]bras francesas, que es el último grado a que puede llegar la posesión de un idioma, y que regularmente no se verifica sino en el nativo».2 Así pues, este documento, que se reproduce a continuación, posee un gran interés no solo para conocer aspectos singulares de la propia vida del VI marqués de Villanueva del Prado, en sus primeras etapas, sino también para profundizar en cuestiones especiales de la Ilustración en Canarias y, particularmente, en la isla de Tenerife. Pero, aparte de unas reveladoras reflexiones también suyas, que redactó tras la lectura de Las Ruinas de Volney (que le produjo una suerte de sufrimiento moral y religioso), también se recoge en esta pequeña compilación de textos de don Alonso, un largo poema «autobiográfico» bajo el título de «Mi retrato». En relación con sus apuntes autobiográficos cabe mencionar, además, dos estudios de interés. El primero de ellos se debe a la pluma del profesor Rafael Padrón Fernández, y lleva por título «Sobre la formación francesa ilustrada de Alonso de Nava y Grimón, VI marqués de Villanueva del Prado». Este ensayo se publicó en Estudios Canarios.3 El segundo trabajo, obra del profesor Manuel Hernández González, lleva por título Autobiografía de Alonso de Nava (Santa Cruz de Tenerife, Idea, 2007), va precedido de un excelente análisis preliminar y, en cuanto al texto autobiográfico, que también reproduce, se perciben algunas cuestiones de interpretación razonables en grado sumo, teniendo en cuenta la difícil caligrafía del marqués en algunos párrafos del manuscrito, así como en glosas y notas a pie de página, de ahí que también se incluya ahora nuestra transcripción al objeto de enriquecer esta singular aportación autobiográfica. Referencias puntuales a esta obra pueden espigarse, además, en diferentes estudios como los de don Agustín Millares Carlo,4 Buenaventura Bonnet,5 Fernando Durán López6 o el propio Manuel Hernández González.7

2

Alonso de Nava Grimón, Autobiografía, Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife [RSEAPT, 152 (20/16), fol. 7v-9r]. 3 Anuario del IEC, XLVII, La Laguna ([2002]-2004), pp. 407-441. 4 Agustín Millares Carlo et al., Biobibliografía de escritores canarios (siglos XVI, XVII y XVIII), Las Palmas, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1987, t. V, pp. 251-262. 5 La Junta Suprema de Canarias, La Laguna, RSEAPT, 1948, p. 515. 6 Vidas de sabios. El nacimiento de la autobiografía moderna en España (1733-1848), Madrid, CSIC, 2005, pp. 93-94. 7 «Canarias y la emancipación hispanoamericana en la época de la Junta Suprema», Anuario de Estudios Atlánticos, 45 (1999), pp. 261-280.

2

[Texto 1] AUTOBIOGRAFÍA DE ALONSO DE NAVA8

[1 r] Mientras él viva no faltará quien lo alabe. Esto se dice vulgarmente de un hombre jactancioso, y que hace a cada paso mérito de sus acciones y de sus ocurrencias por más comunes que sean unas y otras. Más jactancia, y mucho mayor presunción hay sin duda en precaver con un elogio propio el que no falte tampoco quien nos alabe aun después de muertos, y en dejar prevenido este caso. Pero yo he visto tantos exemplares de hombres de conocido mérito, y por consiguiente más acrehedores que yo a la celebridad, que sin embargo han carecido no solo de poeta sagrado después de fallecidos, sino aun también del panegírico de estilo en este Cuerpo patriótico, y yo mismo, encargado de alguno de estos elogios, he faltado por desidia, al cumplimiento de una obligación que me imponían, no tanto esta comisión aceptada, quanto otras razones poderosas de amistad y de gratitud (lo que no es seguramente empezar por una alabanza propia) que bien tengo motivos para persuadirme de que si yo mismo no [1 v] procuro aquí preservar mi nombre del olvido, él también quedará enterrado conmigo en el sepulcro. El cargo pues me puede resultar del modo de executar esta empresa, pero no de la empresa misma, que acaso bien desempeñada pudiera ser muy útil, pues la historia sincera de un hombre ordinario u adocenado, la pintura de sus sentimientos, de sus opiniones, y de sus progresos, y el resultado de su experiencia, es sin duda lo que más sirve a la instrucción general, y el exemplar que tiene mayor número de aplicaciones. Por otra parte, si aunque sean muchos los que salen de su tierra y visitan los Reynos extraños, casi siempre se lee con gusto la relación de un viage aun quando sea escrita por un hombre de poco mérito, es de esperar que algún interés haya de excitar también el que, como quiera, se aplica a decir lo que le pasa con el viage de la vida, y lo que observa al atravesar el país de la humanidad, y aunque de esto no resultase sino el demarcar algunos de los muchos escollos que se encuentran en tan peligrosa navegación para que otros no encallen en ellos, siempre sería evidente la utilidad. [2 r] Mis padres don Tomás de Nava Grimón y doña Elena Josepha de Lugo y Saavedra, Marqueses de Villanueva del Prado, que han dejado buena memoria, tubieron otro hijo mayor que yo, y del mismo nombre de Alonso. Éste habiendo fallecido en su primera infancia y antes de que yo viniese al mundo, con los derechos a la succesión de la casa me dejó también en su partida de bautismo, por la identidad del nombre y de las circunstancias, la proporción de parecer mayor antes de los veinte y cinco años, arbitrio de que nunca he usado, quizá porque nunca lo hube menester para nada pues Dios nos libre de tentaciones. Yo nací en el 3 de Noviembre de mil setecientos cincuenta y siete, 9 día de los innumerables Mártires de Zaragoza, cuyo sepulcro, o más bien el pozo en que fueron arrojados sus cuerpos, y que se halla en una capilla subterránea, justamente debaxo del altar mayor, de la Parroquia de Santa Engracia, una de las de aquella famosa capital, visité con todo cuidado y respeto en el mes de Marzo de 1784, habiéndome sido muy sensible el que uno de mis compañeros de viage, y amigo mío desde esta isla, para 8

Archivo de la RSEAPT, 152 (20/16). Se aprecia error en Marcos Guimerá Peraza cuando indica que había nacido, en La Laguna, en 1759 (Marcos Guimerá Peraza, Los ilustrados, ed. de Agustín Guimerá Ravina, Santa Cruz de Tenerife, Idea, 2013, t. II, p. 11). 9

3

desengañar a los ministriles que nos aseguraban que la lámpara que allí ardía no exhalaba humo, hubiese puesto sobre la luz una moneda de plata, que a la verdad quedó algo ennegrecida con el vapor; pues fuera de que en esto se [2 v] advierte cierta falta de atención, hay opiniones piadosas que no es ninguna hazaña sino una vanidad pueril el impugnar, además de que si es milagro el haber luz de aceite sin humo, también sería milagro el que hubiese tal vapor sin humo perceptible o nocivo, particularmente dentro de una especie de sótano sin ventilación, y así vendríamos a quedar siempre en el mismo caso, pues bien se pudiera creer sin temeridad que mucha parte de lo que llamamos milagros los obra Dios, mudando, no la naturaleza de las cosas, sino las percepciones de nuestros sentidos. Como quiera, mas he sentido después el no haber encontrado un rosario que colgué, como hacían otros, al fondo del pozo para que tocase los huesos de los Santos; pero si perdí en mis viages las cuentas, no perdí del todo las ideas de la devoción, ni se desvanecieron como el humo, o como el milagro, bastante indiferente, del humo. Mis primeros años fueron correspondientes a lo que yo había de ser toda mi vida, esto es, no tubieron nada de sobresaliente ni de particular. No fui yo uno de aquellos pequeños prodigios, de quienes sus padres, o los aduladores de sus padres, celebran las gracias y los donayres, ni se vio jamás en mí ninguno de aquellos anuncios de futura grandeza que se citan de todos los hombres distinguidos [3 r], ab ineunte aetate. A lo menos me cabe la satisfacción de no haber desmentido, como otros muchos, tan lisongeras esperanzas.10 [3 v] Por el contrario, conservo en la memoria algunos exemplares del concepto justo que desde luego se formó de mi medianía. Yo tenía una hermana de alguna más edad que yo, y de mucha más viveza y talento, y como yo quando niño dormía en el quarto de mi padre, oí una noche a éste, que me amaba mucho, y acaso con alguna preferencia, lamentándose, en conversación con mi madre, de que a la buena índole que me concedían, no juntase yo el ingenio de mi hermana. Ésta falleció a los diez y siete años, y yo quedé acá, porque como dice Malherbe:11 [Mais] elle était du monde ,où les plus belles choses Ont le pire destin, Et rose elle a vécu ce que vivent les roses, 10

Lo único que se celebró de mí en mi infancia fue un sermón de San Pedro que prediqué en la función de un Arco que mi madre hacía los más de los años para festejar a este Santo, de quien era muy devota, y de cuya devoción quedan todavía vestigios en mi casa. El sermón lo había compuesto uno de los amigos de mi padre, como para la boca de un niño, lo que dio lugar a que después, habiendo yo confiado inocentemente el cartapacio a algunas personas, este negocio llegase a la Inquisición, aunque no tubo otras resultas que las de convertir, en cierta manera, si no en cargo contra mí, a lo menos en vergüenza mía, lo que antes había sido todo celebración. Dicen en efecto que yo lo prediqué muy bien, con mucho sentido y desembarazo; pero lo cierto es que yo era sumamente tímido, y que desde que subí al púlpito, perdí los estribos hasta el punto de no conocer ni ver a nadie de los que en el quarto del Arco componían el auditorio, que era muy numeroso, y así maquinalmente pude pronunciar sin tropiezo ni encogimiento un discurso que sabía muy bien de memoria, y que había proferido muchas veces a solas con toda libertad. Creo que quando acabé de predicar ocurrirían a baxarme del púlpito, pues si no, y si yo hubiese podido proseguir de mi cosecha, me habría sin duda sucedido lo que por igual caso se cuenta del Maestro Salcedo, de la Orotava, el qual habiendo también transportádose en un sermón de Semana santa en su propio convento Agustino, continuó por tan largo tiempo predicando, fuera de sí, que sacaron la procesión sin que él lo advirtiese, y no dejó de hablar hasta que, ya despejada la Iglesia, un lego subió a tirarle por la manga [Nota original]. 11 Alonso de Nava cita una estrofa del bello poema compuesto por el literato, crítico y traductor galo François de Malherbe (Caen, 1555-París, 1628), intitulado «Consolation à Monsieur du Périer sur la mort de sa fille», que fue escrito en 1598.

4

L'espace d'un matin. Era del mundo do las bellas cosas Tienen el peor destino, Y qual rosa, vivió lo que las rosas Un soplo matutino. [4 r] En mis estudios di las mismas pruebas de mediocridad, quando más. Yo salí de la escuela a la edad regular sin saber apenas escribir, y aún mi letra tal qual es en el día, y que ha tomado hasta muy distinta forma, no la debo a la enseñanza de los maestros, sino al Marqués de San Andrés, pues habiendo mi padre validose de su amistad para cierto trabaxo de confianza, y estando este detenido por falta de amanuense, mi padre me mandó a su casa para que supliese este oficio. Quando el Marqués de San Andrés que dictaba vio lo que yo había escrito, me dixo con mucha calma: Yo no sabía que tenías tan mala letra. Esta reprehensión me avergonzó en extremo, y desde entonces puse empeño en no merecerla otra vez, a lo menos con tanta razón, y por un defecto tan notable. Lo poco que sé, todo lo he aprendido solo, y por mí mismo, y esta regla no tiene ecepción ninguna. Yo salí del estudio de la Gramática, después de haber tenido muchos maestros, sin saber latín. Y quando, después de haber seguido en el Convento de Santo Domingo un curso de filosofía por la obra de Gaudín, y baxo la dirección del Padre Carrillo, y aun también un año de Teología, por los Lugares Teológicos de Cano,12 sin aprender absolutamente nada, lo que no se hará tan extraño, y sin más mérito que el de levantarme [4 v] al amanecer, lo que no era poco en mi edad, en mi casa, y en los inviernos de la Laguna, y en fin sin que de todo esto haya quedado la menor traza en mi memoria, se me quiso hacer lucir en unos actos públicos, que era todo el fruto que se podía prometer de semejantes estudios; yo que en el intermedio había estudiado un poco de prosodia con el Padre Maestro Párraga, al parecer con algún más aprovechamiento, a causa del buen modo y de la habilidad del maestro, me encargué de componer, no la sustancia, sino la prosa y los versos de mis conclusiones, que se imprimieron dedicadas a mi tío y mi padrino don Pedro de Nava que murió de Teniente General en el año de 1806. La introducción en prosa no disgustó del todo a los inteligentes porque yo tenía en la cabeza algo del sonsonete de Cicerón, que ya había procurado leer a solas (y lo propio se notó en el proemio de unh argumento que después en el año de 1776 puse en el Realexo en unas conclusiones de Capítulo, aunque no supe adelantar bien el argumento mismo, sin que esto con todo me defraudase nada de la admiración y del aplauso de las viejas del Lugar que no me entendían, y aun de las mozas que no eran todas de Lugar, y que veían mi figura, que no parecía entonces del todo mala,13 y que 12

Fray Melchor Cano O. P. (Tarancón, Cuenca 1509 - Madridejos, Toledo, 1560), fraile dominico, teólogo, catedrático de Salamanca, discípulo del padre Victoria, obispo y provincial de su orden. Designado para la mitra de Canarias, no vino nunca a las Islas. Nava se refiere a su obra más relevante titulada De Locis Theologicis (Salamanca, 1563), en la cual estableció las diez fuentes para la demostración teológica: la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica, la autoridad de la Iglesia Católica, la autoridad de los Concilios ecuménicos, la autoridad del Sumo Pontífice, la doctrina de los Padres de la Iglesia, la doctrina de los doctores escolásticos y canonistas, la verdad racional humana, la doctrina de los filósofos y la historia. Existe edición reciente en la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC). 13 Si no era mala, y si algunos la tenían por buena, yo puedo asegurar ingenuamente que no lo sabía, y que nunca había hecho alto en esto. Algún tiempo después, tratando mi padre de casarme con una señora de fuera del país, que le habían propuesto, me enseñó su correspondencia, en la que, entre las cosas por las quales me recomendaba, era una la figura, o el buen parecer: aserción que me cogió tan de nuevo que atribuí desde luego a los ojos de un padre lo que nunca habían descubierto los míos. Si mi padre tenía alguna razón para decirlo, como no han dejado después de querer persuadírmelo en el gran mundo, esto

5

tenía [5 r] a lo menos el atractivo de la adolescencia). Pero, sin embargo, yo di pruebas en mis conclusiones, por más que los argumentos no fueron sino de ceremonia, y aun de chiste, no solo de que no entendía palabra de física, y menos de pyrocthenia, sobre cuyos obgetos versaban, de modo que muchos de los lectores no comprehendieron las proposiciones del Papel, concebidas en términos extraños y retumbantes, que hacían todo su mérito, sino también de que yo no sabía latín, pues los versos de la dedicatoria pecaban groseramente contra las reglas. Decía, por exemplo, entre las razones que se daban para justificar la elección de un tal Mecenas en una tesis militar: Iure tibi cum sis Legionis miles Iberae Praesidij Regis aevo priore tuo. Quería decir que mi tío había principiado su carrera militar en las Guardias españolas, pero además de otros defectos de propiedad, la o final que por regla general es indiferente, y puede hacerse larga o breve a voluntad, [5 v] se hacía aquí breve en la palabra aevo, usando de semejante licencia, sin embargo de que en los dativos y ablativos vo no puede ser sino larga por una ecepción bien sabida, y que yo no tube presente. Inmediatamente que esto se publicó impreso, cayeron sobre mi padre cartas de sus amigos, o de los que querían aparentarse tales con aquella oficiosidad, denunciándole este y otros errores; pero ya no era tiempo de evitar el desaire. La culpa la tubo mi ignorancia, pero no la tubo ella sola, pues yo había consultado el Papel antes de darlo a la prensa, con otros amigos de mi padre, que sabían mucho más que yo, y mucho más de lo que era menester para semejante corrección. Los amigos se explican distintamente en casos distintos, y hay mucha diferencia entre prevenir y compadecer. Lo cierto es que el gozo de mi padre se aguó, que los papeles, repartidos y no repartidos, de las conclusiones no volvieron a aparecer, que la lámina en razoliso amarillo no se remitió a mi tío don Pedro, para quien se había estampado e iluminado como un testimonio de los progresos de su sobrino y ahijado, y que yo mismo no he vuelto a ver más tales papeles, ni apenas me acuerdo de otra cosa que de los defectos que he citado. Después he tenido repetidas [6 r] experiencias de que todo lo que se hace por vanidad trae siempre consigo alguna circunstancia inesperada que quita a lo menos la satisfacción, quando no lo convierta, como sucede con frecuencia, en confusión o en oprobio. Las conclusiones versaban sobre la pólvora porque yo era ya entonces oficial de milicias, y de esta circunstancia saco yo otro testimonio de mi medianía. Mi padre, que era el Coronel del Regimiento, puso siempre en mi libreta talento mediano. Pudiera acaso decirse que por lo mismo que era mi padre no quería distinguirme del mayor número, que es siempre el de la medianía, tan así que talento mediano vale lo propio que talento regular; pero el Coronel que le sucedió, que me trataba diaria e íntimamente, y que sin ser mi padre era mi amigo, y me conocía tan bien como mi padre, además de que me alcanzó en más edad, y quando ya estaba desenvuelto todo lo que yo pudiera tener de razón, puso constantemente talento mediano. Es una majadería el empeñarme aquí en probar lo que todos conocen, pero yo he querido hacer ver no solo que yo lo conozco también, sino además que este concepto lo tengo executoriado, y que pudiera intentar una acción contra el que me llamase tonto.

probaría en favor de mi carácter, y de lo que digo más adelante en orden a que el amor propio nunca ha sido en mí una pasión exaltada, ni yo he sido nunca de aquellos que se hacen un ídolo de su propia persona.

6

Sin embargo de mi poca habilidad y aprovechamiento es un hecho que nunca, ni por una sola vez, fui castigado en [6 v] la escuela ni en las clases, con azotes, ni con palmetas, ni de ninguna otra manera, y en mí se cumplió anticipadamente el decreto que sobre esto han expedido las Cortes generales en este año de 1813, así como los deseos de Bernardin de Saint Pierre,14 y otros moralistas, si con algún crédito de su doctrina no me atrevo yo a decirlo, ni tampoco si es acaso por esto por lo que he conservado siempre íntegros la vergüenza y el pundonor. Mas, como quiera, semejante ecepción no fue efecto del conocimiento de mis esfuerzos y aplicación, que es lo que está de parte del hombre, sino una consideración con mis padres, o una benignidad que infundía naturalmente la docilidad de mi índole. Solo una vez me pusieron la mano o el palo, no en el estudio, pero sí en los claustros. Contaré este pasage frívolo por las reflexiones a que después me ha dado lugar en todo el resto de mi vida. Había en el Convento de San Agustín, en donde yo estudiaba la latinidad un Religioso anciano, que se llamaba el P. Definidor Díaz (Marañas) el qual había tomado la manía de encolerizarse, y tirar con la muleta en que apoyaba sus trémulos pasos quando le silvaban, y los muchachos, descubierto el tinete, no perdían la ocasión de repetir los silvos. En una de estas me hallaba yo por acaso en los corredores, y [7 r] el buen Padre me escogió a mí por blanco de su fatal muleta: Telumque imbelle, sine ictu, conjecit. Es de advertir que yo, por más que he hecho, nunca he sabido ni podido silvar, ni cosa que se le parezca. Este fue sin embargo el horóscopo de mi destino, un pronóstico fiel de lo que me había de suceder en toda mi vida, y como tal lo traigo a cada momento a la memoria: Ser censurado y castigado en la opinión por lo que no he hecho, ni soy capaz de hacer, y perdonado por mis defectos y errores reales. Esto me ha dado motivo de decir con frecuencia, que prescindiendo de la propia conciencia y de lo que dictan la Moral y la Religión, para no ser acusado, o para ser defendido de una falta, no hay cosa como cometerla efectivamente. Parece que existe un pacto tácito entre las personas del mundo para encubrirse y disimularse las culpas, así como para no dispensarse la exención de las que son más comunes entre ellas. En lo primero es en lo que brilla la caridad de cierta especie de gente y en lo que se declaran altamente contra la murmuración, mereciéndoles más indulgencia la calumnia, y en lo segundo quieren extender los derechos de la igualdad hasta la igualdad de defectos, de estimación o de corrupción. Digámoslo en fin en dos palabras: el amor propio, descargado del peso de la agena superioridad es generoso, [7 v] pero la envidia no perdona. Estas reflexiones van ya muy lexos del exemplar fatídico de la muleta. El haber merecido yo en mi infancia otros golpes, sin embargo de que este es el único que se me asestó, cabalmente porque no lo merecía, como me ha sucedido después con otros más serios, que tampoco llegaron a causarme el daño proyectado; no puede de ningún modo tener disculpa por mi parte en la falta de auxilios para la instrucción, pues mi padre me proporcionó quantos las circunstancias del país ofrecían, enviándome a las escuelas de primeras letras más acreditadas (de donde a pesar de la benignidad de que se usó conmigo, salí con tanto miedo a los maestros que hasta ahora pocos años en que murió el Religioso dominico que me puso la cartilla y la pluma en la mano, su presencia me causaba un sentimiento tan penoso que si por casualidad quedaba junto a mí en una procesión o en una concurrencia, al instante procuraba marcharme para otro lado) y en fin, escogiendo después para mi enseñanza, entre los Regulares, los preceptores que tenían crédito de ser más aventajados en la lengua latina que se aprende en los claustros. Aun dentro de mi casa no me faltaron proporciones. Me 14

Debe referirse a Jacques-Henri Bernardin de Saint-Pierre (El Havre, 19 de enero 1737-Eragny, 21 de enero 1814). Escritor y botánico francés. Autor de diversos estudios científicos y de la novela Paul et Virginie (1787).

7

acuerdo siempre con gratitud de que el mismo Marqués de San Andrés, que [8 r] ya he citado, tenía la paciencia de contarme por las noches en mi niñez, y de explicarme algunas fábulas de Esopo, para ir con el atractivo de estos apólogos cultivando mi memoria y formando mi razón, y de que el insigne don Joseph Viera, que era el mayor amigo de mi Padre, y el alma de la famosa y escogida Tertulia que por muchos años se reunió en mi casa, y que quizá contribuyó aquí mucho a la ilustración pública,15 antes de que llegasen los demás concurrentes, pues él era siempre el primero, poniéndome entre sus rodillas, me iba refiriendo por su orden, con la gracia que le era natural, los pasages más interesantes de la historia sagrada, no menos divertidos para mí que los apólogos; pero enseñándome uno y otro a dar a cada cosa su lugar a fin de que algún día no las equivocase yo unas con otras, y no dixese como cierto Marqués Andaluz que queriendo adornar en Madrid los tableros de su coche con algunas pinturas agradables, y preguntado por el Pintor de quales quería que le pusiese, le respondió que unas fabulitas de la Sagrada Escritura: anécdota que ha hecho mucha fortuna porque los que la celebran le dan un sentido que de ninguna manera estaba en el concepto del inocente caballero. De más fruto, y de mayor trascendencia fueron sin comparación para mí otras lecciones que casi al mismo tiempo [8 v] recibí de mi propio Padre: Porque habiéndose embarcado su amigo Viera para España, y quedado desocupado y solo aquel rato de la prima noche que siempre pasaban en dulce e íntima compañía; mi Padre, abriendo un tomo del Diccionario de Morery16 que tenía sobre la mesa de la pieza en que recibía, empezó a hacerme traducir algunos renglones, casi por entretenimiento. Estas lecciones llegarían a ser quando más diez o doce, que compondrían en todo sesenta o setenta líneas, porque luego entraron otras atenciones y otra distribución de tiempo; pero estas son las únicas lecciones de francés que he recibido en toda mi vida. Yo me aficioné de tal manera a esta lengua, quizá por la facilidad que naturalmente hallaba en entenderla, que desde luego tomé un libro, que por lo regular era uno de los volúmenes de Sermones de Massillon,17 y me ponía a recorrer una multitud de foxas, contento con acertar algunas quantas palabras entre todas ellas. Proseguí sucesivamente la lectura, y entendí más, y comenzé a divisar el sentido18 en general. Continué todavía, más empeñado con esta circunstancia, que era para mí como un hallazgo, y al fin lo entendí todo, sin más auxilio de Maestro, ni de Diccionario. Se puede decir que yo aprendí el 15

Véase sobre esto la Vida literaria del Arcediano Viera, escrita por él mismo [Nota original]. Se refiere Alonso de Nava a las Memorias que con relación a su vida literaria escribió Don José de Viera y Clavijo, Arcediano de Fuerteventura…, para una nueva edición del artículo de su nombre, en la Biblioteca Española de los mejores escritores del reinado de Carlos III, escrita por D. Juan Samper y Guarinos. Texto en el que, en efecto, Viera y Clavijo menciona largamente la «memorable tertulia» del marqués de Villanueva del Prado, don Tomás de Nava Grimón, en La Laguna, sus principales integrantes y su impacto socio-cultural en Canarias. Vid. nota 1. 16 Louis Moréri (o Morery), Le Grand Dictionnaire Historique, ou le Mélange curieux de l’histoire sacrée et profane... par le Sr. Louys Moreri..., 2 v., Lyon , 1671, primera edición. Existen varias ediciones posteriores. 17 Jean Baptiste Massillon (Hyères en Provence, 24 de junio de 1663 - Beauregard-l'Évêque, 28 de septiembre de 1742), obispo y predicador francés. En 1689 enseñó filosofía y teología en el Seminario de Vienne, durante varios años. Se le ordenó sacerdote en 1691. Sus oraciones fúnebres a la muerte del arzobispo de Lyon, Villeroy, en 1693, y las que efectuó en honor de Henri de Villars, arzobispo de Vienne, le lanzaron a la fama. En 1696 se le designó director del Seminario de Saint-Magloire. Se dedicó a la predicación y su fama se extendió ampliamente. Sirvió como predicador de Adviento en la corte de Versalles (desde 1699), dirigió las oraciones fúnebres a la muerte de Luis XIV, momento en el que expresó una de sus citas más célebres: Mis hermanos, sólo Dios es Grande. Sus sermones más conocidos, bajo el título de Le Petit Carême, fueron predicados ante el joven rey Luis XV en 1718. En 1719 se convirtió en obispo de Clermont. 18 Repite, por error, «el sentido», que tacha.

8

francés como se aprende [9 r] la lengua materna, esto es, por medio de la repetición frecuente de las mismas voces, y si no por el sonido y la aplicación de los nombres a los obgetos materiales que se designan con la acción simultánea, a lo menos por la misma forma y diferente combinación en que se reproducen en la muchedumbre de frases de un largo discurso, y que al fin aclaran no solo la significación de los nombres, sino aun también las variedades o conjugaciones de los verbos. Con la continuación de la lectura, así de los mejores autores en prosa, como de los más célebres poetas, fueron tales mis progresos en este estudio favorito que a poco tiempo me puse en términos de comprehender casi todas las finuras de aquella lengua que Carlos V decía que era la lengua de los hombres. Con semejante disposición no es extraño que quando después tube otras proporciones, y especialmente la de estar en París más de dos años, se me hiciese tan familiar aquel idioma, que llegué al punto de pensar en francés, esto es, de que los obgetos del pensamiento, que para hacer sus operaciones necesita de los signos y fórmulas, casi algebraicas del lenguage, se presentasen desde luego a mi espíritu revestidos de las pa[la]bras francesas, que es el último grado a que puede llegar la posesión de un idioma, y que regularmente no se verifica sino en el nativo. No había charada, enigma, o logogripho, [9 v] de los que siempre se imprimían para entretenimiento en los Mercurios de Francia19 y en otros papeles públicos, que yo no descifrase al instante: no había calembourg o retruécano que yo no comprehendiese al golpe, además de que hacía algunos que no dejaron de celebrarse en la sociedad;20 y versando todas aquellas especies de adivinas o de juguetes sobre la estructura y composición de las palabras, se necesita de mucho conocimiento de una lengua para acertarlas. Aún después de haber vuelto aquí, y de haber perdido aquel hábito y aquella facilidad, yo he compuesto, ya hace años algunos versos franceses que inserté posteriormente en mi Discurso sobre el mejor modo de traducir en verso la epopeya,21 y que si no tienen el mérito de la poesía, y ofrecen muchos defectos, son sin embargo una prueba de estar muy familiarizado con el idioma, y todavía no ha mucho tiempo que encontrando al pie de la primera página de la edición [10 r] estereotipa de los Ensayos de Montaigne22 una nota sobre la palabra inglesa Black, puse yo allí, con alusión a ciertas circunstancias en que entonces jugaba esta palabra, una nota más larga, que estoy

19

Se refiere al periódico Mercure de France. Por ejemplo la Duquesa de Vervik, princesa alemana, y que tenía los aires y los gustos de París, a donde había estado mucho tiempo, volviendo una tarde del paseo del Prado en Madrid, decía en francés que la estatua de Apolo parece que estaba predicando. Yo le respondí sin detenerme: éfectivement, il est en chaire, que se pronuncia del mismo modo que il est en chair, y por consiguiente puede significar: está en el púlpito, o está en cueros, porque efectivamente estaba desnudo. En esto consistía el equívoco y el calembourg, a cuyo género se presta mucho la lengua francesa. ¡Miserable mérito! [Nota original]. 21 Debe referirse a su Ensayo sobre la versificación más propia para la epopeya en las lenguas modernas, hecho en la traducción del primer libro de Los Mártires o Triunfo de la Religión Cristiana, poema francés escrito en prosa poética por J. A. de Chateaubriand, autor del Genio del Cristianismo, manuscrito del biografiado que se conserva en el archivo de la RSEAPT (RM-271). François-René, vizconde de Chateaubriand (Saint-Malo, Bretaña, 4 de septiembre de 1768 - París, 4 de julio de 1848). Diplomático, político y escritor al que se considera el fundador del romanticismo en la literatura francesa. En 1802 adquirió fama por su obra Le Génie du Christianisme, una apología de la fe cristiana avivada por el renacimiento religioso ocurrido en Francia después de la etapa revolucionaria. Dos años después publicó Les martyrs. 22 Michel de Montaigne (1533-1592), autor de los Ensayos y creador del género literario conocido en la época moderna como ensayo. Una edición reciente en español es la publicada en Barcelona (2007), Los ensayos (según la edición de 1595 de Marie de Gournay), prólogo de Antoine Compagnon, edición y traducción de J. Bayod Brau. 20

9

seguro de que no la podrá entender sino un francés muy versado en las finuras y juguetes de su propio idioma.23 [10 v] Por lo que hace a la pronunciación (para concluir de una vez lo que toca a este asunto) no me considero tan aventajado, pues ésta que no se adquiere bien sino en la niñez, no la aprendí yo quando niño. Las primeras lecciones me las dio en Madrid un tal don Dionisio Pelleport,24 Maestro de francés en el Seminario de Nobles, y hombre tan formal que en los temas que me proponía para componer yo en su lengua, procuraba incluir siempre alguna máxima moral, o de buena crianza. Unas veces me daba por texto: los jóvenes de juicio no concurren al paseo del Prado, porque me había alcanzado a ver allí: otra habiendo apercibido sobre una silla de mi quarto, en el rigor del verano, un sombrero de pelo de que yo usaba ordinariamente, la oración fue concebida en estas palabras: Los sombreros de pelo no se usan sino en el invierno. Yo pudiera pues decir aquí como en mi traducción del Libro primero de los Mártires:25 Así, sabia lección, bellas imágenes A Cimodocea26 instruyen y divierten.

23

Véase aquí esta Nota, que no hay inconveniente de que corra, porque desde luego se conoce que era un puro juguete: // Si Black significa negro, ya se entiende lo que querría decir en este año de 1811: Ven acá Agar Ciscar Blake. En Francia para hacer un calembourg se pregunta vulgarmente: Savez vous comment un mouton blanchit? (blanc chie), y al que no acierta se le replica: comme un noir. El verbo chier es justamente lo mismo que Ciscar, y en esto consiste todo el equívoco, que nace de la pronunciación, y así en el retruécano tampoco falta acá, agar ni ciscar, ni negro. Es verdad que sobra o falta una c, pero lo mismo sucede en el calembourg francés, y con la diferencia de que la que a nosotros nos sobra en black (negro) la hemos menester para poner al principio de agar. Siempre se dirá sin embargo que en aquella palabra, que significa negro falta para el intento una e; pero para este caso hay también prevenido otro calembourg, que viene muy a pelo. Il manque un e (un nez) mettez y le votre. Todo esto exprimido lo que pueda dar de sí es que los R... son unos cagatintas, o buenos solo para ensuciar unas sábanas limpias, o que se están ciscando de miedo de las C... // Esta alusión a que daba lugar el sonido o la estructura de las palabras y que no dejaba de ser rara por la concurrencia de dos apellidos (entre solo tres) en el mismo significado, no pudo escaparse por mucho tiempo a todos. En efecto ya al fin de la Segunda Regencia de los mismos dos y quando en lugar de lo negro se había colocado al frente de ella a lo colorado (que se pondría así de vergüenza, pues el caso no era para menos delante de gente) la vemos sin más ni más, ni venir a cuento, enunciada en el Procurador general (Jueves 24 de Marzo de 1814), pues en una carta que supone escrita por uno de sus corresponsales, dándole cuenta de la función que hubo en el Teatro del Príncipe, y en la qual para solemnizar el aniversario de la Constitución se representó la Tragedia de Roma libre, se le dice: Terminose la función con el canto de unas coplillas que aunque a juicio de Misántropos conocedores... Agan y Ciscan toda la fiesta etc. [Nota original]. 24 Catedrático de francés en el Real Seminario de Nobles, en 1804 figura como director, junto a José Sabatier, del Certamen Público de Lengua Francesa, que se celebraría a mediados de julio del indicado año. Entre los libros de uso común se contaban el «Discurso sobre la Historia universal de Bossuet, las Aventuras de Telémaco de Fenelon, y las Fábulas de la Fontaine para traducir del francés al castellano; y para traducir de este al francés el Catecismo de Fleuri, y el Compendio de la Religión de Pinton: de los quales podrán señalar los concurrentes los pasages que gustaren a cualquiera de los Caballeros. También se ofrecen a escribir en francés algunas cartas dándoles asunto proporcionado a su inteligencia; y asimismo a recitar de memoria algunas de las Fábulas de la Fontaine. Últimamente, algunos de estos Caballeros recitarán, si el tiempo lo permite, un diálogo en francés para dar fin al certamen» (CERTAMENES PUBLICOS de doctrina cristiana e historia sagrada, de gramática castellana, latina y francesa, de poética y retórica, de astronomía, geografía, cronología e historia, de matemáticas, de física, de lógica y metafísica, y de economía política, de dibuxo, de música, bayle, esgrima y equitación, que tendrán en el Real Seminario de Nobles de Madrid algunos caballeros seminaristas, los días 12, 13, 14 y siguientes de julio a las 5 de la tarde, Imprenta Real, Madrid, 1804, pp. 167-168). 25 Se refiere a su traducción de Los Mártires o el Triunfo de la Religión Cristiana, poema escrito en francés en prosa poética por F. A. de Chateaubriand, que se conserva asimismo en los fondos de la RSEAPT (RM-271). 26 Ninfa del mar.

10

Efectivamente, a mí me divertían mucho estas indirectas de mi pedagogo, pero de su moral y de su francés saqué muy poca instrucción, y si a mis lectores no les divierten estas pequeñas anécdotas, por lo demás muy poco fruto [11 r] les resultará de ellas, pues yo no cuento con tener nunca por tales a los que puedan ir a pasearse al Prado de Madrid, ni la doctrina de mi Maestro, o el capítulo de Hipócrates sobre los sombreros, que cita Moliere,27 son ya aplicables a los sombreros de pelo largo que no se usan, sino más bien a los sombrerillos redondos, o al modo de ponerse el sombrero. Es cierto que después de todo esto, habiendo yo ido a Francia y residido algún tiempo en aquel país, adelanté no poco en la pronunciación, especialmente con la resolución que tomé de retirarme por algunos meses a una deliciosa casa de campo, situada en el Lugar de Meudon dentro del mismo Parque de Versalles, en la que todos mis familiares eran franceses, y vivía segregado del trato diario de los españoles que en París retardaba mis progresos, mirando yo como una vergüenza el salir al cabo de tiempo de un país sin haber aprendido bien al menos el idioma de sus naturales. Yo frecuenté además la sociedad de personas cultas, y conocí entonces que el acento y la pronunciación de las lenguas se aprende como la música, y que la continuación de oír instrumentos buenos y bien tocados le hace sentir a uno mismo quando afina o quando desafina. Con este cuidado logré al fin que algunos franceses, después de estar un rato de conversación conmigo, y saber por último quien [11 v] yo era me dijesen que no se conocía que fuese extrangero. Pero yo sabía ya bastante para conocer también por mi parte que esta expresión era otra de las finuras de la lengua francesa, y después he conocido bastante a los franceses mismos para entender además que son demasiadamente finos, y para desconfiar de sus expresiones. Otro efecto mucho más serio y mucho más trascendental que el de conducirme al conocimiento completo de una lengua, tubieron sobre mí aquellas primeras lecciones de francés que me dio mi padre, que fue el de abrirme desde luego su librería, que no tenía por decirlo así, otra llave que la guardase sino la de este idioma en que estaban escritas la mayor parte de las obras que la componían, y en que había una colección de los mejores autores del siglo de Luis décimo-quarto, así en prosa como en verso, así eclesiásticos como profanos. Mi padre se levantaba muy tarde, y yo que me levantaba más temprano, aprovechaba este intervalo en meterme a hurtadillas en el quarto de la biblioteca, y ponerme a recorrer los libros a toda mi satisfacción. Desde luego encontré algunos muy acomodados al gusto de mi edad, y que excitaban particularmente mi curiosidad, así como la satisficieron plenamente, quales fueron, entre otros semejantes, los Cuentos de Marmontel,28 que [12 r] no solo leí y releí, sino que después comuniqué a mis amigos, y aun traduxe alguno por escrito. Esto me aficionaba más a la lectura, y adquirido este hábito o esta aplicación, yo fui picando de todo indistintamente. Semejante estudio, si así puede llamarse lo que solo era un pasatiempo y un placer, no podía serme muy útil, pero de qualquiera manera él contribuyó mucho a desenvolver las facultades de mi tal qual entendimiento, extendiendo necesariamente la esfera de mis ideas, y subministrándome más obgetos de comparación, que es en lo que consiste principalmente la sabiduría. Efectivamente el que tenga en su cabeza pocos obgetos que comparar, por mucho talento natural que posea, apenas podrá raciocinar bien sino en asuntos sencillos, o que pendan simplemente del discurso, pues probablemente le faltan 27

Se refiere a la comedia en prosa El médico a palos de Moliere (Acto II, escena III). El escritor francés Jean-François Marmontel (1723-1799), colaborador y amigo de Voltaire, se dio a conocer con obras como Denys le Tyran (1748) y Aristomène (1749). Dirigió el Mercure de France y colaboró ampliamente en la Encyclopédie. Obtuvo un gran éxito con las novelas Bélisaire (1767) y Les Incas ou la destruction de l´Empire du Pérou (1777), muy crítica con la conquista. Escribió también Memoires d´un père pour servir à l´instruction de ses enfants. 28

11

muchos de los datos que deberían entrar en su juicio o raciocinio para sacar sobre la mayor parte de las materias una conclusión acertada, y el que posea al contrario mayor número de aquellos mismos antecedentes, aunque tenga menos talento, con tal de que tenga el necesario para combinarlos en su espíritu, estará sin duda más próximo a formar una buena consecuencia. La mayor parte de los errores y de las preocupaciones no proceden sino de mirar las cosas baxo de un solo aspecto, o no considerarlas a lo menos en todas sus relaciones. Aquí está pues explicado de una vez todo el fruto y la ventaja real de la [12 v]experiencia, de la instrucción y de los viages. Yo conseguí esto en algún tanto con aquella proporción, y en este sentido se puede aquí decir lo que algunos han dicho más generalmente, y más falsamente por consecuencia, que la diferencia que se nota de unos hombres a otros, más que de sus respectivas facultades, depende de su distinta posición, de las ocasiones y de la casualidad. Si mi padre no hubiese tenido librería, yo con el corto talento de que estoy dotado no hubiera hecho más que vegetar todo el resto de mi vida como otros muchos de los que tienen, como yo, abundantes provisiones para vegetar, y muy pocas o ningunas para instruirse. Concluyamos con que bueno es, por lo que puede suceder, el tener una biblioteca dentro de casa, pero que es mejor todavía el tener un buen padre. Sin embargo, esta lectura que contribuyó tan eficazmente por una parte a mi adelantamiento, hubo por otra de serme muy funesta, porque hecha según he referido, a toda mi libertad, sin discernimiento alguno, sin explicación de otra persona más sensata, y sin que mi padre me fuese dando los libros por el orden y con las precauciones que me los hubiera dado, especialmente habiendo en ellos de todo, como lo hay aun más ciertamente que en un libro, en una librería, no pudo por lo tanto hacerse sin quiebra [13 r] de mi religión. Pero Dios que se vale a veces para sus fines y para nuestro provecho de los medios que a nosotros nos parecen contrarios, se dignó de convertir esta misma caída en mi propio beneficio, disponiendo que el error, acaso disculpable y superficial, de la adolescencia, sirviese de preservativo contra los errores más graves, más peligrosos, y más comunes en este punto, de la juventud, y aun de la virilidad, y de la misma vejez. Efectivamente, quando yo fui abriendo más los ojos, y sobre todo quando me llegó después, como a casi todos los muchachos, la edad de la devoción que vulgarmente se llama las viruelas espirituales, y que es justamente quando empiezan a hacerse sentir los deseos vagos de la juventud, que naturalmente, o quizá por la misma razón de que todavía no tienen obgeto presente y determinado, se dirigen hacia Dios que es el único que puede llenar lo que como indeterminado es inmenso; entonces no solo con aquella fermentación superveniente purgué todos los malos humores que se habían ido acumulando en mi interior, en lugar de que si ella hubiese precedido a su formación, acaso se me hubieran quedado en el cuerpo para producir después grandes estragos, sino que además con los muchos escrúpulos en que me enredé con este motivo, y a que no encontraba fácil salida aun en el arrepentimiento, y con los escrúpulos y apuros, tal vez mayores, en que me metían mis directores, a quienes [13 v] este caso por lo raro y especulativo hacía más severos o más indecisos que los vicios comunes, adquirí tal miedo a semejantes resbalones, y me hice tan cauto en este particular que hubiera pasado por todo primero que volver a verme en otra igual. Estos serán motivos humanos,29 pero de ellos se vale también la misericordia de Dios para conducirnos gradualmente, como es el orden regular de la Providencia, a obrar por motivos más puros, y más dignos de su gracia. Lo cierto es que yo he leído después libros mucho

29

Este mismo efecto humano, fuera de otros sobrenaturales, tenían los trabaxos y penalidades de la penitencia canónica [Nota original al margen].

12

peores que aquellos, pues en esto no he tenido mucho escrúpulo,30 que he frecuentado en el mundo sociedades libertinas, [14 r] que he estado en París más de dos años viviendo en medio de [14 v] los incrédulos y en medio de las burlas que hasta personas [15 r] de mucha autoridad hacían del cristianismo, y nunca quizá he sido más cristiano, ni he oído más misas, ni he asistido más veces a los oficios divinos, ni he frecuentado tanto los sacramentos como quando estube en París, así como a la verdad en ninguna otra parte me he visto rodeado para todo esto de tantos compañeros. Llegó a tal grado en este punto la sinceridad de mi opinión que habiendo adquirido allí un amigo íntimo que conservo todavía, y que vive en Madrid en este año de 1814, a pesar de sus bellas qualidades, a pesar de la conformidad de caracteres y de principios, siempre me quedaba en el [15 v] pecho cierta desconfianza a causa de sus viages y de las personas que en ellos había tratado, y no pude entregarme enteramente al abandono de la amistad hasta que conocí, con mucha satisfacción mía, que era creyente. Esto mismo me ha sucedido siempre después respecto a todos los sugetos que he tratado con intimidad; y si el fondo de Religión que poseo por la divina gracia, si el haber hecho yo de esta institución sublime el obgeto primario y más agradable de mis estudios y de mis meditaciones, así como la he tomado por el asilo único contra los males de esta vida, y los desórdenes de este mundo, si el no mirar yo la incredulidad como un distintivo de talento y de ilustración, sino como una prueba real de ignorancia y de que no se ha comprehendido el plan admirable e infinitamente satisfactorio del Cristianismo; si todo esto y otras muchas cosas que omito, y que son consecuencia necesaria de lo dicho, ha procedido en su tanto de aquel primer extravío, yo pudiera muy bien decir: ¡O felix culpa!31 Con mucha complacencia pongo este párrafo para los que me han de estimar menos por él, deseando solo para mí el que mis acciones fuesen correspondientes a mis sentimientos, y al modelo que venera mi alma. Otra circunstancia contribuyó también a mi adelantamiento [16 r] por el tiempo de que iba hablando, que fue la amistad que contraxe desde mi niñez con don Marcos de Urtusáustegui, la qual era más bien en sus principios un accesorio natural de la que tenían nuestros padres respectivos. Este joven, pues él ya lo era entonces, tubo más talento, mejores maestros, y mejores estudios que yo, y en las cortas temporadas que pasaba conmigo en La Laguna, ya sea quando en tiempo de asueto venía de Canaria, o ya quando concluido éste, volvía de su casa de La Orotava a aquella isla, así como también en las que yo, para quien todo era asueto, pasaba en La Orotava en casa de mis 30

Sin embargo, esta confianza es peligrosa, y por una vez si no turbó mi fe, inquietó bastantemente mi espíritu: esto fue después de haber leído una obra de Volney, intitulada Las Ruinas, que no son las ruinas de Palmyra. Ciertas especies o noticias que acumula, según puedo acordarme, para quitar a los monumentos de la Revelación cristiana su autenticidad y su originalidad, queriendo dar a entender que son imitados de otras Religiones o tomados de cosas naturales, turbaron mi felicidad que reposaba toda sobre las bases del Cristianismo. Yo apelé a mi corazón para libertarme de aquel tormento, y refuté con mis sentimientos lo que entonces no podía refutar con las pruebas de mis opiniones, en una especie de declamación que aquí voy a copiar por ser corta, y porque según su naturaleza no me parece susceptible del resumen que en su lugar me propongo hacer de mis escritos, y la qual al devolver el libro comuniqué a los que me lo habían prestado. Esta confesión de fe creo que no me hizo mucho honor a sus ojos, sin embargo de que aunque no era la confesión del Vicario Savoyano, estaba escrita en estilo de Rousseau, a quien entonces acababa de leer sin la misma consecuencia. Como quiera, yo tengo la satisfacción de que aquel papel fue útil a otro que por haber leído el mismo libro, se hallaba también en el mismo o peor caso que yo, y la de poder decir además que si entonces no pude satisfacer sino a mi fe, en el día me hallo, gracias a Dios, en estado de satisfacer a mi razón sobre aquella y otros semejantes sofismas [Nota original]. El autor reproduce, acto seguido, el texto que constituye el anexo II del presente trabajo, que se conserva entre sus obras literarias en el Archivo de la RSEAPT. 31 Como dice el himno «Angelica» de la Vigilia Pascual: O felix culpa, qui talem / ac tantum meruit habere / Redemptorem.

13

abuelos maternos, procuraba hacerme partícipe de sus conocimientos, e infundirme afición a los poetas latinos que leíamos juntos, o más bien que él me explicaba, y en general al estudio de las humanidades, que son la flor de la literatura, y el germen o el fundamento del gusto en todos sus ramos, así como el mejor de los adornos. La precisión en que después nos fuimos poniendo de escribirnos todos los días no dejó de ser igualmente un exercicio provechoso así para obligar a pensar como para facilitar la expresión, aunque al propio paso traxese el inconveniente de que careciendo regularmente de asunto por los pocos que subministra el país para una correspondencia diaria, y por la cortedad también de nuestra propia cosecha: tubiésemos que andar casi siempre arañando la cubierta, que suplir con la expresión lo que [16 v] faltaba al fondo, que filosofar a pérdida de vista sobre los succesos más ordinarios, generalizando siempre los asuntos y sacando mil reflexiones de donde no había o no quedaba ya que sacar ninguna: cosas todas que hacen el espíritu falso, pues la verdad está en la proporción y armonía de todas las partes. Llegó a tanto esta manía, muy propia del gusto de los principiantes, y que fue también la manía del siglo en que Quevedo escribió las celebradas cartas a su amigo Adán de la Parra, que a pesar de su celebridad, no pueden leerse; que habiendo visto el Marqués de San Andrés una que a mí me escribía el mío, me formó, ridiculizándola, una respuesta por el mismo estilo, que yo le dirigí en mi nombre. Si alguien tenía derecho para burlarse de semejantes composiciones era el Marqués de San Andrés, pues entre nosotros no ha habido ninguno, sin admitir ecepción en mi concepto, que posea tan bien el estilo epistolar, ni que escriba cartas con tanta naturalidad, con tanta sal, y con tanto abandono, sabiendo sacar a qualquiera cosa que tomaba entre manos, sin cacarla del tono familiar, aquella punta de chiste o de malicia que tanto agrada en la sociedad; cuyo talento se ha propagado respectivamente en su familia. Pero yo no tenía derecho para insultar así [17 r] a mi amigo. Él, que conocía mi índole, conoció también desde luego que yo no había tenido más parte en el agravio que la que puede disculparse con la docilidad o con la deferencia, y me perdonó, y siguió siempre nuestra correspondencia, y fue mi amigo hasta que murió en el año pasado de 1812, a los cincuenta y ocho de su edad, como siempre había temido o pronosticado, habiéndome dejado por sus últimas disposiciones algunas prendas de su amistosa y constante voluntad que conservo con tanto aprecio como la memoria de las obligaciones en que le estoy por lo que aquí acabo de referir y por otros beneficios. Después de haber pasado de las humanidades, nuestro estudio favorito, y el que hizo por largo tiempo nuestras delicias y el asunto de nuestras comunicaciones, fue el de la moral, gusto que me parece también general en aquella edad, pues antes de que la razón se pervierta y de que las razones sufoquen la voz del instinto sublime del hombre, éste conoce que su verdadera grandeza y dignidad consiste en la virtud, y en los sacrificios que ella exige. Mas aun en esto están los jóvenes muy expuestos también a la exageración, y a presumir demasiado de sus fuerzas, o de las fuerzas de la naturaleza, y yo me acuerdo muy bien de que nosotros miramos entonces como un hallazgo incomparable la traducción en verso del [17 v] Manual de Epitecto por Quevedo, impresa entre las poesías del Parnaso Español.32 32

Este entusiasmo que causó naturalmente en nosotros el salir por la primera vez del círculo estrecho de los intereses sociales y de las opiniones ordinarias al largo campo y a la esfera más amplia de las relaciones esenciales del hombre, que bien miradas repelen otra vez al hombre mismo hacia el cumplimiento de las obligaciones de la sociedad, las quales pierden el carácter de pequeñez quando ya no se les considera aisladamente sino como dependencia a aquel Plan más vasto, y el único punto en que el hombre puede por su parte verificarlo: este gusto, en suma, de la moral abstracta y universal que se fue propagando entre nuestros conocidos y las personas que tratábamos con más frecuencia, nos hizo concebir más adelante el proyecto imaginario de un retiro y de una vida filosófica, en que nos alimentásemos con la contemplación, estudio y comunicación de nuestras ideas favoritas. Para sitio de

14

Ya por este mismo tiempo había yo contraído en La Laguna otras conexiones de que me resultó, quando menos, igual provecho. En la celda del Padre Padrón, Lector franciscano, que después fue aquí Custodio, y murió en Caracas, y que era un hombre de una razón muy despejada, de una índole apacible, y de un discernimiento fino, pero sin [18 r] aplicación y sin estudios, formamos espontáneamente una especie de academia, a que el Padre no contribuía sino con la celda, y con su buen acogimiento, y a la que concurrían conmigo por las tardes don Santiago Bencomo, actual canónigo de Canaria, y antes Prebendado de Toledo, su hermano don Cristóval, que de Maestro del Príncipe de Asturias pasó a Chantre de la Yglesia de Plasencia, de donde fue llamado a Madrid para Confesor de su desgraciado alumno luego que este subió al Trono para descender inmediatamente a la más iniqua cautividad; don Joseph García de Mesa, caballero de la Orden de Calatrava; don Pedro de Mesa, brigadier de la Real Armada; y el padre fr. Antonio Ruiz, corista en el mismo convento, y que es el mismo don Antonio Ruiz Padrón, Diputado a las Cortes generales y extraordinarias, y autor del discurso oratorio contra la Ynquisición y del Monumento oratorio de gratitud al pueblo de Cádiz. Todos éramos casi de una misma edad; todos vivimos todavía al cabo de cerca de quarenta años; [18 v] casi todos nos hemos vuelto a reunir en este de 1814, no en el Lacio o en el país latino, sino en la Patria, después de diferentes succesos, y peregrinaciones, y de haber pasado Per varios casus, per tot discrimina rerum33 Y en fin casi todos me honran todavía con su amistad. Nuestro entretenimiento, pues así puede llamarse más bien que estudio, era el de leer algunos libros franceses de buenas letras o de historia, para lo qual nos servían igualmente las obras del sensato y piadoso Rollin, el examinar y conferir algunas traducciones por escrito de que nos habíamos hecho cargo respectivamente de antemano, y para las quales nos daba frecuente materia la edición francesa del Espectador Inglés, y el comparar el desempeño y el mérito del nuestra reunión y exercicios filosóficos y cristianos, escogimos, siempre en nuestra imaginación, la casa y ermita de Palo-blanco, que está en un despoblado y en una bella situación por la parte superior del Realexo de arriba. Desde luego nos llamamos entre nosotros mismos Paloblanquistas, y aun atribuíamos este nombre como un honor o como una definición (que es un honor en las comunidades) a los sugetos que se distinguían por sus buenos principios, o por mostrarse superiores a las preocupaciones vulgares. Los que estaban en nuestro secreto, o más bien en nuestra chanza, pues nunca pasó de estos términos, y debían componer nuestro Port-Royal, eran el P. Escobar, Lector franciscano, que después fue Provincial, sugeto de talento y muy instruido en las ciencias eclesiásticas, pero que tenía un mal nombre para semejante destino, si aquí hubiese habido, como no había, el menor rastro de Jansenismo, pues el Jesuita Escobar se hizo tan famoso no solo por lo que dicen de él las Cartas provinciales sino por sus mismas obras que a cierta especie de sutilezas o de argadijos se les llama todavía en francés escobarderies (palabra que no trae ningún diccionario, ni aun el de Capmani, pero que he visto usada por muy buenos autores, y que quiere decir escobardadas, o cosas del Padre Escobar, y este de que voy hablando no dejaba de tener también sus escobardadas): el Padre Brito, Lector de la misma Orden, genio festivo, amante del bien y de la instrucción, y excelente amigo; don Gaspar de Torres, capellán de mi tía la condesa de La Gomera y eclesiástico de buenas luces y de mérito, y, en fin, el mismo don Marcos de Urtusáustegui y yo. Estos eran los hombres que se habían de poner en contraposición, o si se eceptúa lo que es doctrina, en imitación, que todavía es mucho, de los Arnauld, de los Pascal, y de los Nicole. Casi todos han muerto sin haber realizado ni aquel extraño proyecto, ni estas quiméricas esperanzas, y don Gaspar de Torres y yo, que quedamos todavía por acá, me parece que no hemos de dar mejor cuenta de ellas, ni acreditar el Paloblanquismo. Esta fue una idea muy pasagera, y un verdadero juego de muchachos, pero que denota quáles eran nuestros juegos, a los quales acaso se pueden posponer otras cosas que se tienen por muy serias [Nota original]. 33 Eneida I, 204, que continúa, en conexión con lo que Alonso de Nava viene narrando, «Tendimus in Latium, sedes ubi fata quietas / Ostendunt; illic fas regna resurgere Trojae. / Durate, et vosmet rebus servate secundis».

15

dístico latino que cada uno traía diariamente sobre un asunto dado, que era, por lo común, una de las sentencias de los libros sapienciales. No se contentaba fr. Antonio Ruiz con esta bagatela. Él echaba un dístico por cada dedo, y a veces nos presentaba quadernos enteros de versos latinos, compuestos en dos o tres noches para acreditar que tomaba luz de madrugada. Como él observase las reglas de la sintaxis, y las de la cantidad, poco le importaban las de la propiedad y el gusto. Hago memoria de que uno de sus pentámetros acababa por estas palabras ... sub pedibusque neque. [19 r] Otra vez había puesto en una larga y seria composición un pentámetro en el qual no se concluía la oración empezada, que se derramaba sobre el hexámetro inmediato, sin que en este tampoco se completase todavía el sentido, de la manera siguiente Heu Confessores magnanimique Dei Pleni, non quatiatis eas de pectore flammas. Finalmente, con tal de que en el Gradus ad Parnassum, cuyo exemplar manejaba manu nocturna et diurna, hallase para expresar el concepto que se proponía, no ya precisamente la palabra propia, sino un sinónimo qualquiera de esta palabra, que quadrase al hueco vacío de su proyectado verso, le era muy indiferente no solo el que la sinonimia no fuese completa, más aun el que los tales sinónimos, que siempre difieren en algo, difiriesen cabalmente por la misma idea que él quería expresar. Pero eran sinónimos y bastaba; y nos podía dar por las barbas con la autoridad de la Biblioteca de las Musas, a que no había que responder. Por exemplo, tratábamos de poner en verso latino una redondilla que empieza por estas palabras Quieren que mi tierna edad La pase en melancolía: El dístico de fr. Antonio Ruiz comenzaba así: Me aetatem tristem cupiunt habitare;... Porque habitar es sinónimo de vivir en algunas accepciones como en la de habitar una casa. Yo hice también con este motivo un dístico que no se me encargó, y que no sé si valdrá más que los de fr. Antonio Ruiz, aunque venía al caso: Grammaticam multi sunt qui didicere; latinam Raro sed linguam qui sciat unus adest. Y yo era el que menos la sabía. Estas parecerán sin duda pequeñeces, pero hablando de mí, y de mí en pequeña edad, no puedo decir sino cosas pequeñas, y a éstas además les presta hoy día cierto interés la posterior celebridad de don Antonio Ruiz. Por algún tiempo ocupó la atención de los sabios de la Europa un dístico que compuso el autor de Mahomet en elogio del Papa Lambertini, y que a mi corto entender no tiene gran mérito; y la disputa sobre la cantidad de la sílaba hic se hizo un negocio de importancia, en que tomó parte el mismo

16

Sumo Pontífice.34 Es verdad que aunque el asunto en [20 r]sustancia sea el mismo de que yo hablo, pues se trata del mérito de un dístico latino, es sin embargo muy otra la dignidad que le dan los interlocutores, pues bien que yo no ponga a Voltaire en más alta línea que a los Soberanos, según la opinión de Beaumarchais De vingt Rois que l’on encense Le trépas brise l’autel, Et Voltaire est immortel: Ni lo ponga tampoco en la línea de los Pontífices, no obstante la especie de primacía o de patriarcado que el filósofo de Ferney se había erigido efectivamente sobre una multitud de adeptos que lo tenían por infalible, pues él llegó a ser sin duda un xefe de partido o de secta, lo que hizo desde luego decir con mucha gracia a Montesquieu que Voltaire componía la historia como un fraile compone la crónica de su Religión, y que en realidad no escribía sino para su convento. Con todo, [20 v] siempre será menester convenir en que los nombres de Benedicto XIV y de Voltaire son capaces de realzar las más frívolas anécdotas, y que a lo menos su extraña combinación ha de excitar más la curiosidad que el ver asociados aquí el nombre de don Antonio Ruiz y el mío. Por último, para ser justo me precisa el no dejar este asunto sin decir antes que a pesar de todo lo que se ha referido, fr. Antonio Ruiz sabía mucho más latín que yo, y que yo no sabía tampoco entonces, ni podía saber, que aquella afluencia desarreglada era el derrame de una imaginación fecunda, trabaxada de la necesidad de producir, y el luxo de un espíritu que promete más quanto más tiene que podar y que escamondar, al paso que mi sensatez prematura era un anuncio de que mis facultades no pasarían ya muy adelante, y una nueva señal de mi medianía. Sin embargo, también para ser justo, pues debo serlo igualmente conmigo mismo, es preciso decir además que esta qualidad del alma que se llama sensatez, cordura, juicio y que algunos a la francesa llaman buen-sentido, en una palabra esta sabiduría, que no es la ciencia, pero que vale mucho más que la ciencia, es, para decirlo de una vez, la que creo que prevalece en mí, y que forma exclusivamente mi tal qual mérito, y el carácter de mi espíritu. Esta ventaja no depende de la excelencia de las facultades, pues muy rara vez todas la tienen en un mismo grado, sino del equilibrio de las potencias, y del equilibrio también de los humores y de las pasiones. De un compuesto bien proporcionado (para hablar según el lenguage moderno, en que nada hay bueno si no entra la física y la química), de los principios constitutivos más comunes del pensamiento, mezclados en proporción correspondiente, saldrá a veces un producto mayor de razón que de otro compuesto igual en cantidad total, pero en que domine uno de aquellos elementos, aunque sea el más precioso. La dosis de 34

El dístico era este: // Lambertinus hic est Romae decus et pater orbis // Qui mundum scriptis docuit, virtutibus ornat //. Y es menester confesar que si Voltaire fue demasiado feliz en obtener la aceptación y aun el voto de aquel sabio Pontífice, que en su respuesta descendió a citar a su favor dos versos de Virgilio, no lo fue tanto en el que él mismo escogió para su defensa, y que es el siguiente: // Hic vir, hic est tibi quem promitti saepius audis, // queriendo así probar con un solo verso y para quedar siempre por encima, lo que Benedicto 14º había probado muy bien con dos, esto es que Virgilio hizo unas veces breve y otras larga la palabra hic, pues en el exemplo que alega el filósofo, quando se evidencia la cantidad de la dicha sílaba es solo en el segundo lugar o en la repetición, en donde aparece breve, sobre lo que no cabía disputa, pero en el primero, si es efectivamente larga, acerca de lo qual versaba toda la dificultad, esto no depende allí de su naturaleza, sino de la posición, y de hallarse seguida de dos consonantes, como en igual caso se alargaría qualquiera otra sílaba por más breve que fuese, según sabe qualquier aprendiz de prosodia, y lo que por lo tanto nada concluye, a menos de que no se quiera sacar de aquí que Voltaire, en el conocimiento de las reglas de quantidad, era inferior a fr. Antonio Ruiz [Nota original].

17

entendimiento que a mí me ha tocado ha sido corta a la verdad, pero bien combinada. Veo poco pero lo que veo lo veo bien, y como ello es. Yo he tratado a cada paso, y estoy tratando todavía aunque trato muy poco con los vivos, personas de más penetración, de más profundidad, de más viveza, de más conocimientos: esta observación no se me escapa diariamente ni aun en las cosas que parecen a primera vista más comunes, y que menos pueden dar lugar ella; pero en vez de quedar humillado por la comparación, yo me recojo siempre con cierta satisfacción, propia al refugio o al efugio de mi buen juicio, y mi máxima favorita es aquella de sapere ad sobrietatem,35 [21 v] que al mismo tiempo que reprime por una parte mi vanidad, sabe también por otra satisfacerla. No soy seguramente un hombre de espíritu, ni de ingenio, ni de talento, pero me tengo por un hombre de razón, y aquí está cifrado todo mi mérito, que algunos, haciéndome favor, han querido confundir con las otras qualidades de que carezco. También he visto varios hombres de una perspicacia singular, que discurrían bien en todos los asuntos menos en los suyos, porque al instante los cegaba el amor propio, y les hacía sentar por principios incontrastables las proposiciones más absurdas o necias que apenas tendrían disculpa en un niño o en un hombre decididamente estúpido, y de que ellos serían los primeros en reírse a carcajadas si saliesen de boca agena. Pudiera citar exemplares muy graciosos si no me hubiese propuesto vigorosamente el abstenerme aquí de todo lo que pueda ridiculizar o comprometer a otros. Yo he tratado, vuelvo a decir, muchos hombres que no son tontos, pero el amor propio de los hombres es siempre tan tonto que para hallar gusto completo en la sociedad era menester que él no entrase jamás en corro. No creo tampoco ser de los más comprehendidos en aquel común defecto, y esta disposición de mi espíritu que resulta de las circunstancias que he procurado explicar, es la que a mi [22 r] entender, me puede dar derecho, o sea disculpa, para escribir mi propio elogio, pues me parece que soy capaz de juzgar de mí con la misma imparcialidad que de qualquiera otro tercero, y de desempeñar esta delicada función, evitando a un mismo tiempo los dos extremos opuestos de una falsa o excesiva modestia, y de una arrogancia presuntuosa. Si mi confianza es fundada júzguenlo los demás, pues hasta tal punto se me puede ocultar a mí la verdad en causa personal y a tanto pueden llegar también los engaños del amor propio, la más astuta y disimulada de las pasiones, o más bien la astucia esencial de todas ellas. Es verdad también que si lo que he dicho de mí fuese exacto, poseería yo el don del acierto, que parece más propiamente fruto de la razón que del ingenio, y que es sin embargo la qualidad que más se me ha negado en las dificultades de mi carrera pública, de cuyo concepto tampoco he dejado yo de valerme para rehusar algunos empleos que se me daban por muy distinto concepto. Pero esto yo lo explicaré también quando pasemos a tratar de cosas mayores. Por una contradicción muy extraña, y no con designio ni por afectación, sino por suerte, a mí me tocará el alabarme en los mismos puntos sobre que he sido motejado, y el manifestarme indigno del concepto o de las alabanzas con que se me ha favorecido sobre otros capítulos, acordándome [22 v] siempre del exemplar de la palmeta y de la muleta, que me pudieran servir de título para un apólogo que descifrase todos los acontecimientos de mi vida. Acaso contribuyó también a formar o a consolidar en mí esta exactitud de espíritu el haberme aplicado, justamente por aquella temporada, a aprender en mi quarto, solo y sin maestro, como todo lo que he aprendido bien, los principios de lo que se llaman ciencias exactas, pues tal virtud se atribuye regularmente, y creo que con

35

Dico enim per gratiam quae data est mihi omnibus qui sunt inter vos non plus sapere quam oportet sapere sed sapere ad sobrietatem unicuique sicut Deus divisit mensuram fidei [Romanos (VUL) 12, 3].

18

alguna razón, al estudio de las matemáticas. Yo tomé a Tosca,36 que era la obra de esta facultad que tenía mi padre, y aunque ella no es de las más claras ni de las más metódicas, entré por los elementos de la Geometría, que me parece que es por donde empieza aquel Curso, aunque no lo puedo verificar ahora por no tenerlo a mano, con tanto placer como poca dificultad. Hay estudios para todas edades, y todo el arte de la enseñanza consiste quizás en saber servirse de su atractivo en los diversos períodos de la infancia y de la juventud. Para mí se colocaron ellos naturalmente cada uno en su propio tiempo, pues teniendo a mi disposición una buena librería, mi gusto decidía de la clase de mis estudios. El que en sus quince años no veía otra cosa más sublime ni más sólida que las buenas-letras, [23 r] el que después se apasionaba de una moral sin Religión, bien podía ahora poner toda la satisfacción de su espíritu en las demostraciones geométricas. Además, el manejar el compás y la regla, el levantar figuras, es sin duda un entretenimiento sumamente agradable para un muchacho, y si sobre esto la razón del hombre queda también satisfecha, nada falta para que sea completo el placer. Las demostraciones matemáticas satisfacen efectivamente el espíritu, pero el que se contenta con ellas se contenta todavía con poco. Es cierto que son verdades, pero verdades de mera identidad, y si, como suele decirse, son tan evidentes como tres y dos son cinco, es, en la mayor parte, por la misma razón que hay para que tres y dos sean cinco, que no es otra, ni tiene más misterio ni más profundidad, sino que a tres y dos se les llama cinco, no siendo ellos en realidad ni tres ni dos ni cinco, sino uno, y uno, y uno, y uno, y uno. No son estas pues, para valerme de la expresión de un célebre autor moderno, la verdadera verdad. La verdad es inmensa, y como tal no puede estar sugeta a demostraciones. Toda verdad que se demuestra es circunscrita y relativa, y la verdad abstracta de las meras relaciones, prescindiendo de la realidad absoluta de las cosas, puede también conducir, sin perder el rigor de la demostración, a consecuencias absurdas, como sucede con la teoría de las fluxiones y de los [23 v] infinitamente pequeños. Esto mismo es lo que hace que la existencia de Dios, que es la verdad primitiva y el fundamento de todas las verdades, no pueda nunca demostrarse matemáticamente, porque es una verdad infinita y esencial, además de que si las ciencias que se llaman exactas porque no admiten sino las demostraciones rigorosas, proceden, como es cierto, de identidad en identidad, ¿qué es lo que se puede hallar en toda la creación, así material como espiritual, en el pensamiento o en las cosas, que venga por último a ser idéntico con el Criador? Siempre quedará una distancia inmensa entre Él y la criatura, que puede en cierto modo concebirlo pero de ningún modo comprehenderlo. Está bien lo que se cuenta de un famoso matemático, el qual no podía leer con paciencia tres o quatro versos seguidos, ni sabía lo que querían decir porque no encontraba en ellos demostraciones. Pero un hombre de talento, que no sea un puro matemático, tal vez encontrará en un solo verso una verdad más sublime y más trascendental que en todas las matemáticas trascendentales: una verdad de instinto, una verdad de sentimiento, una verdad de inspiración, y en fin una verdad de aquel sentido íntimo que nos ha sido dado para percibir las [24 r] verdades. La verdad que se siente es por su naturaleza misma muy superior a la verdad que se demuestra, y el haber extendido demasiado, y sin conocer la contradicción, el dominio y la aplicación de las

36

Thomás Vicente Tosca, Compendio Mathemático, Imprenta Joseph García, Valencia, 1757 (3ª edición), cuyo tomo primero se conserva aún entre los fondos bibliográficos de la RSEAPT. Tosca redactó originalmente su obra entre 1707 y 1715, dividida en nueve tomos. Este trabajo gozó de gran éxito, se tradujo a varios idiomas y se imprimieron varias ediciones. El tomo I se refiere, en efecto, a la «Geometría Elemental, Arithmética Inferior» y «Geometría Práctica».

19

ciencias exactas, ha hecho en fin que éstas sean origen o motivo de un número mayor de errores, y de errores peligrosos, que de verdades. Sin embargo, aquel austero matemático puede ser que hubiera eceptuado de su proscripción los hermosos versos de La Henríada en que en pocas palabras se describe magníficamente la grande Obra o el sistema del Universo,37 porque las nociones exactas de la astronomía son seguramente las más altas de las matemáticas, así como también se puede decir que son las más religiosas, a pesar de lo qual, y para que se vea que la fe es solo un don de Dios, que se concede más bien a la virtud que a la ciencia, y más seguramente a los humildes que a los presuntuosos, el famoso astrónomo Lalande era un Atheo rabioso,38 lo que a mis ojos es otra maravilla. Pero quando Voltaire, que según la observación tan curiosa como justa de un autor moderno, debe sus mayores bellezas a la Religión, después de haber descrito poética y filosóficamente el curso regular de los astros y de las estaciones, el movimiento ordenado de las esferas y los efectos sencillos y prodigiosos de la atracción, conduciéndonos, por decirlo así, hasta los últimos 37

Se refiere a La Henríada de Voltaire. Según Rafael Padrón (Vos estis Sol. Epistolografía íntima, 17701783 de José de Viera y Clavijo, ed. de Rafael Padrón Fernández, Madrid, CSIC, 2008, pp. 38-40), de especial relevancia se muestran las traducciones que Viera realizó de esta obra y, asimismo, de Junio Bruto. Hay que tener en cuenta que Voltaire era autor condenado in totum en España por el Índice de la Inquisición. La traducción de La Henríada (1800) fue la primera realizada en nuestro país, a pesar de quedar manuscrita, anterior incluso a la impresa efectuada en 1816 por Pedro Bazán de Mendoza, que sería prohibida por el deán y cabildo de Toledo y el obispo de Oviedo. En la «Advertencia» que precede a la versión de Viera, nuestro autor señala la necesidad de la traducción al español de esta obra que «ha hecho un eco tan ruidoso en las demás Naciones». Reconoce como contrarréplica anticipada de su argumentación el inconveniente de tratar un poema épico que «ha tenido hasta ahora cortado el paso de los Pirineos, no sin justa razón», por ser obra de un autor prohibido en nuestro país, con el añadido de poseer tan mala reputación en materia religiosa: «La Gente Española debía encontrar en él, muchos pensamientos atrevidos, capaces de ofender su honor y su piedad. El nombre, demasiado famoso, del Autor, no le era nada grato; y temía, que baxo la dulzura de unos versos pomposos, se bebiese el sutil veneno de algunas sentencias enérgicas, pero duras, y por consiguiente disonantes a nuestros oídos delicados». Sin embargo, excusando los yerros de Voltaire por extremar sus convicciones relativas a la tolerancia y señalando como apoyo el precedente de una auctoritas de la curia vaticana, Viera se reafirma en la necesaria traducción de esta obra por sus intrínsecas excelencias. A modo de captatio benevolentiae, el traductor declara finalmente haber utilizado cierta libertad correctiva para pulir las asperezas ideológicas que pudieran suscitar algún quebranto en la mentalidad del lector español, «modificando, y haciendo dignos de la lectura Española los pasages, que pudieran vulnerar el crédito de su gobierno y de sus armas, no menos que el respeto debido á Roma, á la Religion, y á sus Ministros», sin que ello le haga renunciar a la escrupulosidad textual: «Por lo demás, he procurado conservar del modo posible la debida fidelidad, ó su equivalente, en los pensamientos del Autor; sin pretender por eso desentenderme de la suma inferioridad de mi débil cópia, comparada al Original de uno de los más insignes Poetas de este siglo». Cioranescu subraya la vertiente libertina que supone asumir la traducción de una obra de Voltaire por parte de un clérigo español: «Ya no hace falta insistir sobre la independencia de sus opiniones, ni sobre su afición para todas las ideas que venían de Francia. Sin embargo, aun sabido todo esto, resulta sorprendente encontrar una traducción hecha por él del poema de Voltaire que, desde el punto de vista de un sacerdote español, difícilmente hubiera podido considerarse como una lectura recomendable para españoles […]. Sin embargo, como de costumbre, el traductor promete más de lo que ofrece. Sus modificaciones casi no tienen importancia, y apenas logran atenuar el «libertinaje» de las ideas de Voltaire». 38 Se trata de Joseph-Jérôme Le François de La Lande (1732-1807), célebre estudioso de los planetas, especialmente de Mercurio y de los cometas, discípulo de Lemonnier y de Delisle, a quien había sucedido desde 1760 en el Colegio de Francia, tomando desde 1768 la dirección del Observatorio de París. Viera y Clavijo le trató personalmente durante su estancia en la capital francesa (Rafael Padrón Fernández, José Viera y Clavijo. Diario de viaje a Francia y Flandes, La Laguna, 2008, pp. CLXXI-CLXXIII). Su vinculación a la masonería, presidiendo la logia parisina Las nueve hermanas, en la que fue iniciado Voltaire en abril de 1778, entre otros actos de homenaje que narró Viera y Clavijo, quien estuvo presente en algunos de ellos, su vinculación masónica, decimos, hace que dudemos de su presunto ateísmo acérrimo, ya que en aquella época no se podía ser masón y ateo.

20

confines de la [24 v] inmensa creación, concluye aquel trozo admirable con este verso más admirable todavía por su grandiosa sencillez, Par-delá tous ces cieux le Dieu des cieux réside.39 Entonces el matemático suelta el libro y deja de admirar porque no encuentra ya demostraciones o proposiciones demostrables, pero al verdadero filósofo se le escapa el libro de entre las manos de pura sorpresa y admiración porque descubre en un imprevisto corolario de las proposiciones antecedentes la mayor de las verdades, una verdad necesaria, esencial y sublime, de la que todas las demás no son sino [25 r] apariencias, representaciones, emanaciones, o meros argumentos. Perdóneseme la digresión en favor de la importancia y belleza del asunto, y porque yo no hago aquí solamente la historia de mis acciones y de mis progresos, sino también y principalmente la de mis opiniones que son una parte esencial del hombre; y para concluir de una vez el punto que quedó pendiente añadiré, desde luego, que un poco más adelante y a tiempo que yo había pasado ya no solo de la adolescencia a la juventud sino del estado de hijo al de cabeza de familia, el deseo de instruirme en las matemáticas me hizo ocurrir al auxilio y frecuentar la casa de don Tomás Delgado, hombre muy formal y honradísimo, y que por su profesión marítima se hallaba bien impuesto en todos los cálculos del pilotage. Con su auxilio, pues, tan gratuito como amistoso adquirí un conocimiento regular de la aritmética superior, y me puse en disposición de resolver algunos problemas curiosos, y especialmente de los que trae Tosca puestos en verso por el obispo Caramuel, sostituyendo a las fórmulas del álgebra que allí se emplean, la regla de falsa posición, con cuyo hallazgo quedaba yo sumamente complacido. Pero una vez de que llegamos al término de donde no pueden pasar las operaciones de las cifras comunes, y de las cantidades determinadas, [25 v] nos quedamos parados. Él deseaba tanto como yo el penetrar los misterios secretos del Álgebra, pero a ambos nos detenía la dificultad, al parecer insuperable, de que no sabíamos ni teníamos quien nos explicase, qué quieren decir A y B, bien que lo que efectivamente no sabíamos era que A y B no son buenas sino cabalmente porque no quieren decir nada, y por que siendo signos hipotéticos, dicen todo lo que se quiere. Más adelante referiré cómo salí de este pantano, y cómo aprendí el álgebra en París. Hasta aquí casi que mi relación no ha sido sino un memorial de mis deudas y de mis 39

Aun más allá de todos estos cielos // De los cielos sin fin el Dios reside //. Pongamos aquí todo el trozo citado pues más vale multiplicar estas copias que otras del mismo autor que ha reproducido escandalosamente la imprenta estereotipa. // Dans le centre éclatant de ces orbes immenses, // Qui n’ont pu nous cacher leur marche et leurs distances, // Luit cet astre du jour, par Dieu même allumé, // Qui tourne autour de soi sur son axe enflammé : // De lui partent sans fin des torrents de lumière ; // Il donne, en se montrant, la vie à la matière, // Et dispense les jours, les saisons, et les ans, // A des mondes divers autour de lui flottants. // Ces astres, asservis à la loi qui les presse, // S’attirent dans leur course et s’évitent sans cesse, // Et, servant l’un à l’autre et de règle et d’appui, // Se prêtent les clartés qu’ils reçoivent de lui. // Au-delà de leur cours, et loin dans cet espace // Où la matière nage, et que Dieu seul embrasse, // Sont des soleils sans nombre et des mondes sans fin. // Dans cet abîme immense il leur ouvre un chemin. // Par delà tous ces cieux le Dieu des cieux réside [Nota original]. Este fragmento corresponde al canto VII de La Henríada que Viera y Clavijo tradujo elegantemente del siguiente modo, según copia manuscrita conservada en la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife, a la que ya nos hemos referido: «Sobre el punto central de aquesos globos, // En marchas, y distancias tan distintos, // Está el astro del día que admirable // Encendió el Criador y le dio el brillo // Con un eje inflamado se revuelve, // Y los destellos de sus rayos vivos, // Dando vida a los mundos que le cercan, // Les arregla los años, y los siglos. // Sujetos los planetas a sus leyes, // Se retiran, se acercan de continuo, // Y siendo imanes unos de los otros, // Cambian la luz que de él han recibido. // Sobre otro espacio inmenso, y más distante, // Donde hay soles y mundos infinitos, // El Señor de los cielos inefable // Tiene la Corte de su eterno Empíreo».

21

obligaciones. El hombre, especialmente en sus primeros años, todo lo recibe de otros. ¡Dichoso el que lo llega a reconocer así en los años siguientes, y más dichoso todavía aquel a quien Dios da la vida, la voluntad y las proporciones de desempeñar su reconocimiento! En la propia época en que aún estudiaba yo en mi quarto la Geometría, solía también componer algún discurso para nuestra academia de San Francisco, que no era una asamblea de Cordeliers, sin embargo de que algún otro jubilado, en odio del dueño de la celda, y no de nosotros, quiso hacerla pasar por un garito.40 Tal es siempre la suerte del bien en este mundo. Mientras tanto, mis papeles [26 r] quedaban en mi casa sobre la mesa, y mi padre que alguna vez puso los ojos sobre aquellos ensayos de mi pluma, y que no me creía capaz de lo que en ellos encontró, quedó agradablemente sorprehendido, especialmente después de haber inquirido de mí con todo cuidado si efectivamente eran producciones propias. Bien podía creerlo, pues yo jamás he sabido copiar de libros, y lo primero que hago para componer es el separarlos todos, bien que después los consulte alguna vez para rectificar, o para citar con exactitud. Varias veces me dijo después mi buen padre, como si quisiera compensarme de aquella expresión que yo le había oído quando niño desde mi cama y que siempre me escocía, que yo sabía mucho más que él quando era de mi edad. Mi respuesta se reducía siempre a decirle que él no había tenido un padre como el mío, y en realidad esta era la causa de la diferencia que en todo lo demás estaba a su favor. Ya los años de que voy hablando tocan a aquel en que se estableció esta Sociedad Económica, de que mi padre fue nombrado Director perpetuo, y en que yo por esta razón fui uno de los primeros que entraron en calidad de socios, después de los fundadores. Como yo rayaba entonces en los veinte años, por lo que ya tengo aquí treinta y seis cumplidos [26 v] de antigüedad en este de 1814, aquel nuevo carácter fue para mí de suma importancia, y desde luego se me representó en mi imaginación un campo vasto, abierto a mi aplicación y a mi lucimiento. Las esperanzas alhagüeñas que generalmente se conciben de todo nuevo establecimiento contribuyeron también a fortificar las esperanzas de mi inexperta juventud. El primer obgeto que se ofreció aquí a mis recientes accesos de gloria (que no llegaron a ser pasión, pues ésta dicen que es la pasión de los grandes hombres), fue el concurso abierto para señalar la divisa que había de servir como de escudo de armas a la Sociedad, pues el exemplo de otros Cuerpos semejantes que no han sido menos celosos de esta especie de distinción que los nobles, hacía necesario aquel requisito. Yo era incapaz de inventar una empresa, no ya como la del Crisol con las palabras limpia, fixa y da esplendor, que ha adoptado tan propiamente la Academia Española; mas ni aun como el famoso Yrurat bac, padre natural de todas las Sociedades de Amigos del País, título casi tan bascuense, o tan vizcaíno como aquel mismo lema. Pero el Marqués de San Andrés, ya Censor de la Sociedad, me dio una porción de cuerpos de emblema con sus correspondientes motes, de cuya abundante cosecha dispuse yo a mi arbitrio, escogiendo los que mejor me parecieron, sin poder [27 r] graduar su mérito, y adornando los escogidos con una explicación y con alusiones que, a mi entender, eran muy conducentes para completar la obra.41 Pero ya sea por que acaso no se permitió a los Socios el entrar en el concurso, o ya porque yo he repugnado siempre el vestirme de plumas agenas, aún desde que no me habían salido las mías, 40

El Club de los Cordeliers o Sociedad de los derechos del hombre y del ciudadano fue una entidad política creada en París (27 de abril de 1790), que se estableció en la antigua capilla del convento de los Cordeliers, es decir, de los franciscanos (actual Museo Dupuytren). Fundado por personajes de la talle de Danton, Marat o Camille Desmoulins, se constituyó en el espíritu crítico de la Asamblea revolucionaria. 41 Manuel de Paz Sánchez, «Simbología y tradición hermética», en La Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Sus primeros pasos, Santa Cruz de Tenerife, RSEAPT, 2002, pp. 73-212.

22

todas aquellas composiciones las distribuí entre mis amigos que no eran socios. Sobre una de ellas recayó efectivamente el premio y la elección de la Sociedad, sin que para esta preferencia hubiesen contribuido de ninguna manera las recomendaciones que yo intenté añadirle con los versos de Virgilio, así sobre los Campos Elíseos o Afortunados, como sobre la apacible reunión, en una parte de estos mismos, de los valientes militares, de los sacerdotes venerables, de los literatos distinguidos, de los inventores o promotores de las artes útiles, y en fin de los hombres memorables por su beneficencia y patriotismo, a todos los quales ciñe allí las sienes una zona blanca, nivea vitta;42 en [27 v] que no falta tampoco cierta semejanza con la corona de nieve del Teyde. El Pico de Tenerife con el mote Nautis et Incolis, divisa de la Sociedad, es pues originalmente invención del Marqués de San Andrés, exornada después por mí sin necesidad ni consecuencia, y presentada en fin a nombre de mi amigo don Pedro de Mesa, a quien se atribuyó el mérito con tanta más razón quanto el suyo personal, su aplicación y capacidad no eran desde entonces desconocidos. Él no se halla ya en estado de que se defraude el caudal progresivo de su fama con esta ligera restitución.43 Entre las muchas empresas que me abandonó el Marqués de San Andrés había algunas muy raras, y de las quales pondré aquí un exemplo, porque aunque sea un juguete, denota su fecundidad y el carácter de su espíritu. El cuerpo era un triángulo que figuraba la Ysla de Tenerife con sus tres puntas o cabos principales, y que pudiera tener además otras significaciones de las muchas que se atribuyen a esta figura misteriosa, y el lema decía: An agat per te Notus et pauper Eques?, aludiendo a la especie de personas que por acomodadas o por desocupadas podían componer la Sociedad, o emplearse en sus trabaxos, pero estaban dispuestas las letras en el contorno de manera que sobre cada uno de los tres ángulos venían a caer [28 r] respectivamente las sílabas An aga, te No, y Pauper Eques, que son cabalmente los nombres de las tres puntas de la Ysla, la de Anaga, la de Teno, y la del Hidalgo-pobre.44 Había otras por semejante estilo que no se me han quedado en la memoria, bien que esta sola basta para muestra. En el año siguiente, que fue el de 1778, celebró este Cuerpo por la primera vez, y con la posible pompa el día del Soberano, presentando al público así en la reunión de las autoridades y de las personas caracterizadas de todas clases y estados, y en la admisión del pueblo, como en la exposición de obras y de modelos,45 y en el concurso de artífices y de niños de ambos sexos a la distribución de los premios ofrecidos, un espectáculo enteramente nuevo en este país. Yo concurrí al desempeño de esta solemnidad con mi débil tributo, que fue un discurso de poco más de dos pliegos acerca 42

[Nota original. Se trata de sendos fragmentos del libro VI de La Eneida]: Devenere locos laetos et amoena virecta / Fortunatorum nemorum sedesque beatas./ [...] / Hic manus ob patriam pugnando volnera passi, / Quique sacerdotes casti, dum vita manebat, / Quique pii vates et Phoebo digna locuti, / Inventas aut qui vitam excoluere per artes, / Quique sui memores alios fecere merendo, / Omnibus his nivea cinguntur tempora vitta. 43 Originalmente no se presentó la ilustración del emblema al concurso, a pesar de que, en efecto, resultó ganador. Se argumentó, entre otras cuestiones, que el Teide «tan celebrado en todo el Mundo, no solo nos sirve de forma y distintivo», sino que ofrecía diferentes utilidades a la población, tanto para los navegantes como para los estantes, es decir, los habitantes de la propia isla. 44 Esta propuesta de emblema, la número 72, ofrecía en efecto el siguiente mote: ¿AN-AGAt per TENOtus et PAVPEREQVES? 45 No sé si en esta Junta pero sí que en los primeros tiempos de la Sociedad presentó uno (que creo fue un Aguilar de Santa Cruz) cierto proyecto de una tahona, de que debían resultar grandes utilidades. Examinado el diseño por un inteligente (que me parece fue uno de los Castros Betancoures) se halló que simplificando la máquina, venía a reducirse a un molino ordinario. Esto me ha traído varias veces a la mente los esfuerzos de los filósofos antiguos y modernos para mostrar la pauta o el dechado de su héroe imaginario. Quanto más lo perfeccionan, tanto más se acercan y vienen a parar a la sencillez del Cristianismo.

23

de la utilidad del establecimiento de las Sociedades, y el lugar que éstas deben ocupar en el sistema civil, discurso que mereció a los circunstantes los aplausos de la aceptación o de la indulgencia, pero que si prometía algu- [Termina aquí, abruptamente, el relato autobiográfico].

[Texto 2] A VOLNEY, AL ACABAR DE LEER SU LIBRO INTITULADO LAS RUINAS, O MEDITACIÓN SOBRE LAS REVOLUCIONES DE LOS IMPERIOS46 [16 v] ¿Qué pretendes, hombre imprudente y presuntuoso? ¡Tu temeridad llega hasta el extremo de querer quitarme la dulce idea de la existencia de la Divinidad! La duda sola en este punto es para mí un suplicio. La Naturaleza entera desfallece a mis ojos: a nada le encuentro entonces unidad, objeto, ni vida: todos los seres se me presentan aislados, y sin interés: yo mismo no sé ya lo que soy, lo que debo hacer, cual es mi destino: mis cualidades que antes me distinguían tanto del resto de las criaturas visibles y me infundían un noble orgullo, el orgullo de mi especie, han perdido todo su valor, y yo soy ya incapaz de compreender por qué poseo un corazón más grande que tu triste Universo. ¡Ah!... Dios es la hermosura suprema de la Naturaleza, la hermosura única, la hermosura que se comunica a todas las partes de este vasto conjunto, y las anima. Déjame, déjame esta idea consoladora: el que me arrancase la vida me haría menos daño que tú. Yo no puedo graduar la fuerza de tus obgeciones contra la Religión cristiana, contra la Religión natural, contra toda Religión, contra la existencia misma de Dios: yo ignoro si tus citas son exactas, si tus raciocinios son consecuentes, si hay algún vicio oculto en tu sistema destructor, y si un defensor del cristianismo no pudiera valerse quizá de tus proprios argumentos para demostrar que los vestigios de esta Religión que se hallan en todas las otras, son más bien una prueba de que ella es la Religión primitiva, la realidad de todos los símbolos, la verdad de todas las mentiras, la explicación de todos los phenómenos mithológicos, y el punto central en que se reúnen tantas doctrinas tan diversamente semejantes. Yo percibo, sí, toda la profundidad y la buena fe de las reflexiones que hicieron decir a Rousseau que si el Evangelio fuese un Escrito apócripho (como tú supones) el inventor sería aun más maravilloso que el héroe. Sin embargo, veo en tu libro un plan que, por desgracia, me enreda y me alhucina; pero yo sé cuanto puede sobre el espíritu débil y perezoso del hombre un plan cualquiera formado con premeditación, con orden, con estudio, con arte y con deseo de presuadir lo que se intenta; y acostumbrado a ser convencido succesivamente de dos opiniones contrarias, no pongo ya la impresión actual y momentánea por Juez y garante de los juicios de mi vida. Yo sería en tal caso el ludibrio de los libros, el ludibrio de los esfuerzos insidiosos de tus semejantes. Yo no tengo pues instrucción ni conocimientos para refutar tu sistema, ni te envidio tu vasta erudición, tu Caja de Pandora,47 que era mejor que no hubieras abierto 46

. Les Ruines, ou Méditation sur les Révolutions des Empires, par M. Volney, Député à l’Assemblée Nationale de 1789, Paris, 1791 (disponible en Internet). El texto de Alonso de Nava en ARSEAPT, Producciones Literarias, RM-271. 47 . Véase la nota 31, en la pág. 337 [Nota original].

24

jamás, ni tampoco me empeñaré en sostener, en particular, ninguna de las opiniones que combates. La [17 r] verdadera Religión está en la práctica, y así sin disputar sobre los dogmas, mi Religión es la que enseña y ordena las virtudes que elevan al hombre sobre su proprio ser, las que son más útiles a la sociedad, y que hacen su propria felicidad aun en este mundo. Confiésote que yo amo esta Religión, y sabiendo para mí cual es, te dejo la libertad de hacer la aplicación de sus caracteres a la que te parezca. Pero ignorante y débil, me queda sin embargo otra arma con que defenderme de tus mortales ataques. El orgullo extravía, la razón se confunde, la ciencia yerra; pero el sentimiento no engaña. Este será mi guía: escucha. Los mayores bienes que la Naturaleza (pues que tú no quieres que sea Dios) ha concedido al hombre son el amor y la amistad. Ellos multiplican los placeres, y disminuyen las penas de la vida, y la pérdida de la persona que nos ha sido cara es el mayor mal que puede experimentar un corazón sensible. Con esta separación, todo muere para nosotros: la Naturaleza queda de repente inanimada: los objetos no son ya los mismos cuando no los vemos sino con nuestros dos ojos solamente: nuestros pensamientos, sin tener ya a quien comunicarlos, carecen de estímulo y de energía: no conocemos nada, porque ya no hay quien nos conozca: solos en el mundo, el mundo es para nosotros una soledad. ¡Hombre insensato! Esta calamidad, esta aflicción, este desamparo es el que tú pretendes derramar de una vez sobre todo el género humano. Aunque la amistad y el amor verdaderos son muy raros en el mundo, y el patrimonio de muy pocas almas privilegiadas, todos, todos tenemos un amigo íntimo, fiel, seguro, familiar, dulce, que nos acompaña a todas horas, que participando de nuestros placeres, los aumenta y purifica, que ve nuestros más secretos pensamientos, que tolera nuestras flaquezas, que alienta nuestras buenas resoluciones, en cuyo seno nos acogemos en nuestras desgracias, y a quien confiamos hasta nuestras faltas, y nuestros errores. Este amigo es el que tú quieres quitarnos: este amigo es Dios. Si no voy en su compañía, de nada me habla la Naturaleza: los cielos enmudecen si no cantan su gloria; si no anuncia sus obras el conjunto inmenso de seres que contiene el Universo ha perdido la ciencia de la voz. Et quod continet omnia scientiam habet vocis. No deja de ser curioso el observar, conforme a este sentido, que aun en el Paganismo o en la Mithología, Pan (hoc quod continet omnia)48 era también el dios de la Música. Sin él camino a la ventura sobre un montón informe de ruinas, cuyo profundo silencio me horrorizaría menos que la vacía y lúgubre elocuencia con que a ti te hablaron las ruinas de Palmira. ¿Quién me consolaría en mis aflicciones? ¿Quién sería mi recurso interior contra la injusticia y la ingratitud de los hombres? ¿Quién animaría mis esfuerzos para ser bueno y virtuoso? ¿Quién sería el obgeto de mis continuos sacrificios, y de la violencia que hago por reprimir mis pasiones? ¿Quién sería testigo de las buenas acciones ocultas, que son las [17 v] más dulces porque se hacen en su sola presencia? ¿Quién llenaría, en fin, la capacidad de mi corazón? ¿Quién absorbería la infinidad de mis pensamientos, y la superabundancia de mis deseos? ¿Qué haría yo de este vacío inmenso que me deja tu mortal sistema, concebido dignamente en medio de escombros y sepulcros? ¡Ah! Tu imaginación fascinada encontró allí el túmulo de toda la Naturaleza. ¡Quédate pues solo con tu funesta opinión, y ojalá que hubieras podido quedarte tú solo con ella! ¿A qué bueno haber publicado tu libro, parto únicamente del orgullo filosófico, del deseo de dominar sobre los espíritus, y de ostentar el vano tesoro de 48

Sapientia (Vul), I, 7: quoniam spiritus Domini replevit orbem terrarum et hoc quod continet omnia scientiam habet vocis. La misa de Pentecostés tiene el siguiente introito, basado en el versículo anterior: «Spiritus Domini replevit orbem / terrarum, Alleluia; et hoc quod / continet omnia, scientiam habet / vocis, Alleluia, Alleluia, Alleluia», es decir: «El Espíritu del Señor ha llenado el / Orbe de la tierra, Aleluya. Este que / todo lo contiene posee la ciencia de la / voz. Aleluya. Aleluya. Aleluya».

25

erudición que recogiste en tus viages? Tú eres demasiado instruido para que yo te recuerde el repetido Nisi utile est quod facimus, stulta est gloria.49 Pero dime: ¿A dónde está la utilidad de tu obra? Si la escribiste para los malos, tú no ignoras que la Religión es para ellos un freno necesario y saludable, y no querríais corregirlos soltando la rienda a sus pasiones. Si para los buenos... ¡Ah! A los buenos es a quienes has dado el golpe mortal; y como haya un solo hombre de bien que en la sencillez de su corazón se alegre de haber leído tu libro, o te agradezca tu trabajo, yo abandono mi opinión por el mismo sentimiento que me la ha hecho amar y preferir. ¿Acaso pensaste con tu pretendida y triste verdad dar una basa más sólida a las virtudes sociales? ¡Pero qué comparación hay para esto entre las leyes inmutables de una inteligencia omnipotente que quiere el bien de todos y de cada uno, y las combinaciones futiles y variables de ciertas relaciones humanas que no tienen otro apoyo que el interés personal, ni otro regulador que la razón del individuo! ¿Sabes lo que has hecho? Destruyendo las ideas de Religión, a los malos no les has quitado otra cosa que las amenazas y los castigos y a los buenos nada si no las esperanzas y las recompensas: digna empresa sin duda de un Reformador de las Naciones.50 Pero yo veo que en tus principios la bondad y la maldad son indiferentes: que el género humano no merece la pena de que por él se sacrifique el más pequeño impulso de vanidad; y que tu libro nos empieza ya a tratar conforme a la idea que has formado de estos brutos, que llaman hombres. Lo que yo deseo para mi tranquilidad es el olvidarme de haberte leído, y para la tuya el que tu muger, tus hijos, tus amigos y tus conciudadanos no te lean jamás, ni sean tus prosélitos.

[Texto 3] A MI RETRATO51 Feliz Retrato mío De tu Dueño envidiado, Tú quedas en Europa Cuando yo de ella parto. Para llevar mi imagen Tú estabas destinado A una madre querida 49

5

La cita es de las Fábulas de Fedro (LIBER TERTIUS FABULARUM PHAEDRI, XVII). Es posible, empero, que Alonso de Nava Grimón la tomase de Pedro Rodríguez de Campomanes (Discurso sobre la educación popular de los artesanos, y su fomento, Imprenta de Sancha, Madrid, 1775), cuando el ministro ilustrado asegura que el raciocinio es la parte más noble del hombre y el que le distingue de los brutos y las cosas inanimadas, pero si sus especulaciones recaen sobre cosas vanas, que ni conducen al conocimiento del Criador, ni a la sólida instrucción de los hombres, para ser virtuosos en sí mismos, y útiles a la sociedad humana; o a rectificar las ideas, que se propagan por muchos, oscuras o torcidas, con el determinado objeto de encontrar la verdad, o el provecho común: inútil por cierto será el estudio, y poca gloria adquirirá al profesor, que ocupe su tiempo en sofisterías. Nisi utile est quod facimus, stulta est gloria. 50 Volney fue Diputado a la Asamblea nacional de 1789, y publicó su obra en 1791 a 92, época memorable de delirio y de perversidad. Él es también el autor del Viage a Siria [Nota original]. El texto sobre el viaje a Siria lleva el título de Voyage en Syrie et en Égypte, pendant les années 1783, 1784 et 1785, Paris, 1792. 51 ARSEAPT, Producciones Literarias, RM-271.

26

Sobre el suelo Africano.52 Pero ahora que el destino Me conduce a su lado Nuestras fortunas toman Un aspecto contrario. Tú quedas en Europa Cuando yo de ella parto, Feliz Retrato mío De tu Dueño envidiado. De un verdadero amigo Te dejo entre las manos Pues la amistad no ofenden Los pequeños regalos. Que sirvas a su uso También he procurado Para que como inútil No te abandone acaso. ¡Oh qué en su compañía Pasarás buenos ratos! Ya sea que de las gentes Al comercio entregado, Sus respuestas abunden De aquellos finos rasgos Que hacen reír el alma Aun más bien que los labios: O ya que en la lectura Con gusto delicado Las bellezas separe De lo que sólo es fárrago: O ya pues que a un amigo (Placer que yo he gozado) De un corazón sensible Descubra los arcanos, O las nobles ideas De un ánimo elevado. Jamás en su carácter Tú le encontrarás vario, Pues sigue en su conducta Los principios exactos Que la razón, el orden, Y el honor le han dictado. Cuanto gana su mérito En el frecuente trato, Tú con dulce experiencia 52

10

15

20

25

30

35

40

45

50

Las Canarias pertenecen al África geográficamente. Casi da vergüenza de confesar esta verdad después de que las Cortes y la Constitución han hecho del nombre de Africanos en general una nota infamante pero así como el harto famoso Abate o sea Arzobispo [ en blanco ] dijo satíricamente en una de sus obras que la Geografía se había equivocado en poner a la España en Europa, se puede decir con más razón o mejor intención que ha sido un error de la Geografía el poner a las Canarias en África, debiendo acaso colocarlas entre las regiones de la culta Europa [Nota original].

27

Podrás verificarlo; Feliz Retrato mío De tu Dueño envidiado. Si sin salir de casa Sales con él del quarto, Una amable familia En que el más tierno lazo Une a la esposa, la hija El Padre y el hermano, Ofrecerá a tu vista Un dichoso espectáculo. Allí verás que a todos Se extiende un sunmo agrado, Y de beneficencia Mil domésticos actos. Para ellos de la sangre El vínculo no es vano, Y hasta (de un común nombre O dichoso presagio!)53 Esta amable familia Por suyo me ha adoptado, Y gozar yo he podido De su noble agasajo. Su atención, sus favores Jamás podré olvidarlos; Y si un día la vista En tus líneas fijando, Se acordaren del triste De quien fuiste copiado, Diles que a sus finezas Nunca seré yo ingrato Y que yo disfrutaría De un gozo extraordinario Si como tú, tubiese La ocasión de mirarlos, Feliz Retrato mío De tu Dueño envidiado. Si mi amigo, mi afecto Queriendo así premiarlo, Te llevare a la casa Que juntos frecuentamos, Aquí, Retrato mío, Toda tu atención llamo. ¡Ah! Tú verás de Elisa54 Aquel semblante plácido Que jamás nadie ha visto Sin quedar encantado, Y que es la viva imagen 53 54

Esta Casa tiene el título de Marqués de Villanueva de D… [Nota original]. La Condesa de Ar… [Nota original].

28

55

60

65

70

75

80

85

90

95

De la paz de su ánimo. Mas su apacible genio, Su talento, su agrado, Su graciosa sonrisa, Su belleza, su garvo, Que de otra formarían Un elogio acabado, Son las menores prendas De un mérito tan raro. Tú observa sobre todo Aquel juicio tan sano Que la hace elegir siempre El partido más sabio, Y suple a la experiencia Que no admiten sus años. Estudia sus virtudes Pero con gran cuidado, Pues adquieren en ella La sencillez del hábito. En su conducta sólida No hay nada de aparato, Y cual en Primavera La violeta del campo, Que la vista recrea, Que es tan grata al olfato, Y que a un tiempo reúne La utilidad y agrado Mientras las otras flores, Propias sólo al ornato, De sus ricos matices Hacen un triunfo vano, Modesta ella se oculta En la alfombra del prado, Y sólo la descubre Aquel que con trabajo La busca, y satisfecho Queda con tal hallazgo: Del mismo modo encubre Elisa con recato Su mérito, y gran premio Le aguarda al que estudiado Su carácter hubiere Durante un tiempo largo, Pues descubrirá en ella Los prodigios más altos Que una amable modestia Antes le había ocultado. ¡Feliz el que tuviere Proporción de admirarlos!

29

100

105

110

115

120

125

130

135

140

145

Tú verás de su hermana55 El mérito a su lado Crecer, y cada día Irse perfeccionando Las gracias, la hermosura Los talentos que en grado Muy sublime posee En sus bellos quince años, Y la hacen de su clase El más ilustre ornato. Jamás tan grande ingenio Se unió con candor tanto. ¡Feliz una y mil veces El que obtenga su mano! ¡Quiera el Cielo propicio Formarla un dulce lazo En que el vuelo del tiempo Le parezca muy rápido! Recompensa debida A un Padre tierno y sabio56 Que ha puesto en educarla Su principal conato, Y en quien resplandeciendo Tantos lustres y tantos, Sólo de tales hijos Con razón está vano. Y tú de conocerlos También puedes estarlo, Feliz Retrato mío, De tu Dueño envidiado. Mas si ambas son dichosas Que me avises te encargo, Que entonces aun sin verlas No seré desdichado. También tú con mi amigo Irás de cuando en cuando, Como yo hacer solía Al suntuoso Palacio Que habitan dos Princesas Del Imperio Germano.57 ¡Ah! Pisa estos umbrales Con paso mesurado, Que el Buen Tono ha escogido Su Casa por Santuario. Allí tú en sus misterios Podrás ser iniciado, Y aprender en egemplos 55

Hoy Duquesa de B… [Nota original]. El Duque de H… [Nota original]. 57 La Duquesa de B… y su hermana la cananera [Nota original]. 56

30

150

155

160

165

170

175

180

185

190

195

La perfección del trato. Estudia sus preceptos Para comunicármelos, Pues yo allá entre las selvas Ya los habré olvidado. Mas si un día, revestido De aquel carácter sacro Que la confianza anuncia De un Grande Soberano B... las condujere Al suelo afortunado A donde en otro tiempo Reynaron los Estuardos,58 Yo juro que por verlas Pasaré el occéano. Y a fin que no te falte Nada de todo cuanto En Madrid de más precio Yo mismo he disfrutado, Pedirás a mi amigo Que te presente urbano A la que siempre ha hecho De la Corte el encanto,59 Y a quien, a competencia, De sus dones más raros Amor, Naturaleza Y Fortuna colmaron. Verás que a tantas prendas Las realza su agrado, Y si hablar te permite Que la digas te encargo Que no encierre su mérito En solo el clima patrio. Todo a ver la convida Los países extraños Que ofrecen a sus glorias Un terreno muy vasto, A donde de sus prendas La extensión desplegando Sostendría de su nombre El esplendor preclaro, Y al propio tiempo haría Honor al nombre hispano. Mas si tú mismo viajas, ¡Oh dichoso Retrato!, Pues otra vez mi amigo Ha de viajar acaso, 58

200

205

210

215

220

225

230

235

240

Este es también el apellido de los Duques de B… que descienden de los Reyes de Inglaterra [Nota original]. 59 La Duquesa de Al… [Nota original].

31

Ningún otro recreo Podrá serte tan grato. Entonces de tu Dueño Serás más envidiado Si de las bellas artes Vas a aquel país clásico Que yo de no haber visto Consuelo jamás hallo.60 Pero si a París fueres, ¡Oh mi Dios! ¡Qué de encargos...! Mas sobre estos misterios El velo recorramos. Sólo te recomiendo Que vayas al Teatro En que La Rive61 fiero El colhurno calzando Diestro nos representa Más que Francés, Romano El carácter austero O de Bruto o de Horacio, Y en que Contat62 sencilla En verso menos alto De la sociedad muestra Los vicios ordinarios, Con arte prodigioso Concluyendo el encanto Que su gracia y belleza Habían ya comenzado. Sobre todo examina Los campos inmediatos A París, pues tu Dueño Ama mucho los campos, Y cuando ya en mi patria Viviere retirado, Mi placer favorito Cifraré en cultivarlos. Después que al atractivo De un estudio elevado Yo consagrado hubiere Del tiempo un cierto espacio, Y cuando cumplido haya Celoso con los cargos Que el carácter impone De Padre y ciudadano; La útil Agricultura 60

245

250

255

260

265

270

275

280

285

La Italia [Nota original]. Jean Mauduit «La Rive» (1747-1827), famoso actor francés de la época, amigo de Voltaire, que interpretó diversos papeles relevantes de las obras teatrales del patriarca de Ferney. 62 Louise Françoise Contat (1760-1813). Interpretó, con gran éxito, papeles destacados en obras de Molière, Marivaux y Beaumarchais. 61

32

Y sus nobles trabajos A mis ocupaciones Servirán de descanso Allí con complacencia Miraré mis rebaños, Y en su rico esquileo Los días del bello mayo Pasaré divertido O estaré muy ufano Si para mis campiñas Conquistare el espárrago. Ya bien haré plantíos De artificiales prados O ya con experiencias Buscaré un resultado Que a la Naturaleza Sorprenda un nuevo arcano O que en provecho ceda Del labrador honrado. ¡Santa Beneficencia! Tu auxilio yo reclamo Tú eres la que hacer puedes Feliz a un desterrado. Y si al chicuelo inocente Si al laborioso anciano Si al desvalido enfermo Si al labrador cansado Que al sudor de su frente Obtiene un pan escaso, Si a la mísera viuda Si al esposo cargado De una extensa familia Socorres por mi mano No, en verdad, yo no puedo Llamarme desdichado, Y aunque fuese de Arabia En los desiertos áridos Me creería más dichoso Que aquellos hombres vanos Que sus rentas disipan En fútil aparato. Con este mismo obgeto Haré un Jardín botánico En que se hallarán juntos No los arbustos raros Que se traen a gran precio De climas muy lejanos, Magnificencia digna Sólo de un Soberano, Sino aquellos que alivian 33

290

295

300

305

310

315

320

325

330

335

Con benéficos hálitos Los infinitos males Que sufren los humanos, Y pues tú no has de verla ¡Oh dichoso Retrato!, Yo te haré la pintura De mi casa de campo. Ella está pues situada Sobre un sitio elevado Y al fin de una llanura En que alternan lozanos Los trigos, las legumbres, Los árboles y pastos, Mas [h]acia la otra parte El suelo declinando Cubierto de mis viñas Forma un amfiteatro Convirtiendo en vergeles Los áridos peñascos, Y al pie de la montaña Se ofrece el Occéano Que en su ruidosa furia Llega a inundar mis pámpanos. Para el Pastor tranquilo Formidable espectáculo ¡Tú eres quien me separa Del continente amado! Pero ¡qué proporciones No presenta este cuadro Al que con gusto fino Se dedique a adornarlo! Cultivando aquel arte Que De Lille63 ha cantado Un Jardín formar pienso Por gusto muy extraño. Allí cuanto yo he visto De más hermoso y raro En diversos aspectos Estará retratado. De manera que todo Cuanto encierre su espacio De mis felices viages Será como un sumario Que con dulces memorias Entretenga mi ánimo. Si un simple monumento A la amistad levanto, 63

340

345

350

355

360

365

370

375

380

El poeta francés Jacques Delille (1738-1813), conocido de Viera y Clavijo, quien tradujo su obra El hombre en los campos o las Geórgicas (Las Palmas de Gran Canaria, 1802), publicada originalmente en 1782. Edición reciente del autor de esta ed. crítica en Santa Cruz de Tenerife, Idea, 2011.

34

Con un gusto exquisito Aunque con menor fausto De Choiseul la Pagode64 Tomaré por dechado, Y contra las murallas De sus internos cuartos Los nombres más queridos En renglones dorados Gravaré sobre planchas De encendido alabastro. De Meudon65 el renombre Daré al lugar más alto, Aunque desde este sitio A mi memoria caro Mis ojos descendiendo Por los fértiles campos De París las murallas Allí busquen en vano, Y el cristal con que baña El Sena serpenteando De Saint Cloud los Jardines Y el soberbio Palacio. Si en mis parques descubro Un bosque solitario Cuyo aspecto parezca Para meditar apto, Del tosco Ermenonville66 Le haré tomar los rasgos; Lugar que ha hecho famoso El sepulcro de un sabio, Y errando en sus veredas Con Emilio en la mano Del genio del Filósofo67 Me sentiré inspirado. Si al amor inocente Un asilo consagro En que el myrto, la rosa 64

385

390

395

400

405

410

415

420

Obra construida (1775) por el duque de Choiseul, ministro de Louis XV, conocida como la pagoda de Chanteloup. Los orígenes del castillo de Chanteloup, lujosa residencia de principios del siglo XVIII, se remontan a la época de Luis XI en la que se encontraba una casa-fuerte que pertenecía a su montero mayor Yvon du Fou. El duque de Choiseul, nombrado Gobernador de Turena y luego barón de Amboise, lo compró en 1761 y realizó importantes obras dirigidas por el arquitecto Le Camus de Mecieres, rivalizando con el del rey en Versalles. Adquirido por la duquesa de Orleáns tras la muerte de Choiseul, fue confiscado durante la Revolución y luego vendido en el Directorio, cambiando en diversas ocasiones de propietario, antes de ser desmantelado hacia 1820 y destruido en 1823 (Vid. Rafael Fernández, ed., José Viera y Clavijo. Diario de viaje a Francia y Flandes, La Laguna, Instituto de Estudios Canarios, 2008, pp. 288-289). 65 Población situada en la región administrativa de Île-de-France, departamento de Hauts-de-Seine, en la periferia sudoeste de París. 66 En el castillo de esta localidad falleció, el 2 de julio de 1778, Jean-Jacques Rousseau, noticia de la que se hace eco Viera y Clavijo en su Diario (Rafael Padrón, Diario, op. cit., 2008, p. 278). 67 Referencia a Rousseau y a su obra clásica sobre la educación.

35

Y el jazmín enlazados Inspiren el deleite Por la vista y olfato Chantillí voluptuoso Me prestará sus planos Y en un corto recinto Se verán colocados Los juegos y egercicios Propios del Dios de Paphos68 ¡Chantillí delicioso! Tu primor, tus encantos El que una vez ha visto ¿Cómo podrá olvidarlos? ¡Oh Isla de los placeres, Oh Pavellón, oh Baños, Oh Aldea, oh Labyrinto, Oh canal, oh Teatro! Yo no te he recorrido Con vuelo apresurado Como el fútil viagero Que va, de tiempo falto, Sólo de lo que ha visto A aumentar el catálogo. En dulce compañía Te andube muy despacio Y en cada asilo tuyo Yo un placer he gozado. Cuando un terreno vea De un aspecto lozano En que naturaleza Sus dones prodigando Con su riqueza oculte Del arte los conatos, Cambiando en lujo propio Los esfuerzos estraños Y en que placer respiren Los hombres y los pájaros A este gracioso sitio Luego Aranjuez le llamo; Y así como saliendo Del país que ama Baco69 Si este agradable nombre Escrito sobre mármol Que adorna el frontispicio De una casa de campo Hiere tal vez la vista Del caminante hispano, 68

425

430

435

440

445

450

455

460

465

Alusión a Dioniso (Baco). En Paphos (Chipre) se rendía culto específico a Afrodita y a Dioniso. Al salir de Burdeos, viniendo para España se encuentra una casa de campo con el nombre de Aranjuez grabado sobre la entrada principal [Nota original]. 69

36

Él entonces se acuerda Del original patrio Y en que sus bellezas Pensando por un rato; El mismo sentimiento Se excitara en el ánimo Del que haya visto el sitio Y viere mi traslado. Si en dos iguales filas Una arboleda planto La daré de Delicias El nombre siempre grato. Y allí de las tres Gracias El busto colocando, Ya que el favor no logro De pasearme a su lado Será este, a su memoria Mi paseo diario. En fin Seaux, Bagatelle, La Norida y el Prado, En pequeño en mis parques Se verán imitados A fin que en mi retiro Este amable espectáculo Una agradable imagen Despierte a cada paso Y que todo a mis ojos Se presente animado. A tu memoria, amigo, Yo consagraré un árbol Y en las tardes de Estío Debajo de sus ramos Vendré a tomar la sombra Los tiempos recordando En que en dulce comercio Nos paseábamos ambos. Tampoco a ti te olvido ¡Oh Amigo fiel y sabio! Que en mis útiles viages Me has siempre acompañado. Un amable presente De tu amistad aguardo Para mí muy precioso Pues será tu retrato Que le Moine70 a la sombra Habrá en grande trazado Y que con la destreza 70

470

475

480

485

490

495

500

505

510

515

Debe tratarse de François Lemoine o Lemoyne (París, 1688-1737), cuya obra, influida por Pietro da Cortona y por el Veronés, es armoniosa y equilibrada. Pintó el techo del salón de Hércules en Versalles y, además, decoró varios templos en la capital francesa.

37

Que distingue tu mano Habrás ya reducido Tú con el Pantógrafo. De un bello Gavinete De verdura formado En el cual del sol nunca Penetraran los rayos, O si acaso penetran Ha de ser con trabajo, Hará el único adorno Aquel sencillo cuadro A las ciencias dedico Este corto santuario, Y cuando poseído De un sublime entusiasmo Yo manejar quisiere El compás matemático Esta imagen preciosa Presidirá a mis cálculos. Y así como en lo antiguo El ingenio pagano Poblado el mundo había De entes imaginarios Que nuevo valor daban Al ocio y al trabajo, Con útiles ficciones Elevaba los ánimos Y una Deidad tenía Cada río, cada árbol: Este mismo prestigio Dominará en mis campos Donde serán mis Dioses Las personas que amo. La cifra pues de Elisa Gravaré en un manzano Y al par de la corteza Crecerá el nombre caro; Y si el cielo algún día (Premio que a ella ha negado) El título de Padre Me concediere acaso, Yo entonces a mis hijas El cabello trenzando Con las más tiernas hojas Del vegetal sagrado Suplicaré a los cielos Que les infundan gratos La gracia y las virtudes

38

520

525

530

535

540

545

550

555

560

De la ninfa del Árbol.71 O si más adelante, Mis obras coronando De mis hermosas flores Entre los simples barros De preciosa materia Una estatua levanto, Más digno monumento De serla consagrado: La Bondad que consuela A los tristes humanos Será representada En bello simulacro Y Elisa será el Numen Que dará vida al mármol. Al renovar Noviembre El día de su cumple-años Los frutos del Otoño Para este fin guardados Han de serla ofrecidos En rústico holocausto Y a una fiesta campestre La juventud juntando Que vendrá presurosa De pueblos inmediatos, Por su orden cada uno La presentará un ramo Y las madres sentadas Sobre rústicos bancos Mirarán de sus hijos Las danzas y los saltos Bendiciendo el obgeto De regocijo tanto. Mas si un premio en mi Aldea A la virtud señalo Que una joven doncella Obtenga cada año Y estimule en las otras La piedad y el trabajo, En este día solemne La será adjudicado. El Pastor religioso Cuyo semblante sacro Le hace más venerable 71

565

570

575

580

585

590

595

600

605

En la mitología griega, una ninfa es cualquier miembro de un gran grupo de espíritus femeninos de la naturaleza. Las ninfas son las personificaciones de las actividades creativas y alentadoras de la naturaleza. Viven en las montañas y arboledas, en los manantiales y ríos, en los valles y grutas. Con frecuencia son el séquito de divinidades superiores: de Artemisa la cazadora, de Apolo el profeta, del juerguista y dios de los árboles Dioniso, y también de dioses rústicos como Pan y Hermes, dios de los pastores. Las Dríades son las ninfas de los bosques y las de los árboles reciben el nombre de Hamadríades.

39

El cabello ya cano Colocará una rosa Con sus trémulas manos Sobre el virginal pecho De quien le haya ganado. Por todo aquel concurso Resonará el aplauso Pues no habita la envidia En los sencillos campos. Así por un conjunto De circunstancias raro La virtud se celebra La virtud coronando. ¡Pueda esta ceremonia Durar tiempos muy largos Y que a este feliz día No turbe un día infausto! ¡Pueda yo de la tumba Oír aún los pasos De mis nietos que alegres Corren a celebrarlo! Así retrato mío Por un destino estraño En la simple campiña Yo viviré de engaños, Mientras que tú en la Corte La realidad gozando Ecepción a la regla Serás del cortesano. Feliz retrato mío De tu Dueño envidiado Tú quedas en Europa Cuando yo de ella parto.

610

615

620

625

630

635

640

Madrid a 22 de mayo de 1787. = Sor. Marqués mi Dueño: vi en poder de Roxas un retrato, y unas poesías, renové con ellas y con este, el sentimiento de su ausencia, y hoy por carta de mis hijas he sabido se había ya verificado la boda de que doy a V. S. Muchas enhorabuenas. Esta noticia, la memoria que debí a V. I. en su composición poética y todos los sentimientos de mi amistad los desahogo en la siguiente Lyra. Por mejor compañía La nuestra abandonaste: Forzoso era perderte Pero jamás podremos olvidarte. Nuestra memoria fija Nuestra amistad constante Se explicará en deseos Que son del corazón propio lenguage. Quiera el cielo que sea 40

5

Tan fecundo tu enlace Como el Árbol frondoso Que sus ramas extiende a todas partes. La nave que te lleva Con viento en popa marche Para que feliz llegues A ver segunda vez tus Patrios Lares. Las islas fortunadas Fortunas te preparen Que tu virtud coronen Que tu mérito y nombre los ensalcen. Así lograr podremos Otro benigno instante Que a Madrid te conduzca Haciendo nuestro gozo inexplicable. Pero ¡Ah!, que de la Patria El amor siempre grande Y su mansión amena Obstáculos serán insuperables. Mas demos tiempo al tiempo Que este por ser variable Lo difícil allana Variando con frecuencia de semblantes. Viva nuestro cariño Ya que las voluntades No conocen distancias Y atraviesan los montes y los mares.

10

15

20

25

30

35

Conozco el ningún mérito de esta producción, pero lo disimula el ser efecto de mi confianza con V. S. y el que siento lo que digo porque soy natural e ingenuo. = Mande pues V. S. con esta seguridad a su appdo. y más afect. servidor.= El Duque y Señor de Hijar, Marqués de Orani.

41

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.