(Algunos) griegos (más) en Tarteso

September 3, 2017 | Autor: A. Dominguez-Mone... | Categoría: Euboea, Tartessos, Phoenician trade, Euboean Pottery
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Descripción

ANEJOS DE ERYTHEIA Estudios y Textos 1 ACHH

Homenaje a Ricardo Olmos Per speculum in aenigmate Miradas sobre la Antigüedad

P. Bádenas de la Peña, P. Cabrera Bonet, M. Moreno Conde, A. Ruiz Rodríguez, C. Sánchez Fernández, T. Tortosa Rocamora (eds.)

ANEJOS DE ERYTHEIA Estudios y Textos 7 ACHH

Estudios y textos de Erytheia, 7 Asociación Cultural Hispano-Helénica Madrid 2014 Ed. en papel ISBN-10 84-87724-04-3 ISBN-13 978-84-87724-04-6 Ed. electrónica ISBN-10 84-87724-05-1 ISBN-13 978-84-87724-05-3 ISSN: 0213-1986 Depósito Legal: M-34882-2014 © ACHH © Pedro Bádenas de la Peña, Paloma Cabrera Bonet, Margarita Moreno Conde, Arturo Ruiz Rodríguez, Carmen Sánchez Fernández, Trinidad Tortosa Rocamora (Editores) © De los textos, sus autores © De las imágenes, sus autores Maquetación y diseño de cubierta: Sara Olmos Impresión: Artes Gráficas Gala, S.L. Impreso en España. Printed in Spain. Pedro Bádenas de la Peña, Paloma Cabrera Bonet, Margarita Moreno Conde, Arturo Ruiz Rodríguez, Carmen Sánchez Fernández, Trinidad Tortosa Rocamora (Editores). Homenaje a Ricardo Olmos. Per speculum in aenigmate. Miradas sobre la Antigüedad. Erytheia. Estudios y Textos nº 7 670 páginas. Homenaje celebrado el 27 de junio de 2014 en el Museo Arqueológico Nacional, Madrid.

(Algunos) griegos (más) en Tarteso Adolfo J. Domínguez Monedero Universidad Autónoma de Madrid

Hace 30 años, en agosto de 1984 escribía Ricardo Olmos un artículo titulado “Los griegos en Tarteso: replanteamiento arqueológico-histórico del problema”, el cual fue presentado en el Homenaje a Luis Siret celebrado en ese mismo año para conmemorar los 50 años del fallecimiento del insigne hispanista y cuya publicación vería la luz dos años después1. Se hacía eco este trabajo de los entonces recientes hallazgos que estaban teniendo lugar en Huelva como consecuencia de excavaciones de urgencia realizadas en distintos puntos de la ciudad, en especial en la calle del Puerto número 102 y números 6 y 9, calle Botica números 10-12 y plaza de la Piterilla3. Unos años después, el propio Olmos publicó otro artículo con el título “Los griegos en Tartessos: una nueva contrastación entre las fuentes arqueológicas y las literarias”4 que abordaba algunos de los problemas ya tratados en el artículo previo pero con una mayor atención por las informaciones proporcionadas por las fuentes literarias e integrando ya los primeros hallazgos griegos que mientras tanto habían ido apareciendo en Málaga y cuya publicación aun figuraba como en prensa en el trabajo de Olmos5. Naturalmente, no son estas las únicas ocasiones en las que Ricardo Olmos se ha ocupado de este y otros temas relacionados pero me ha parecido oportuno para este homenaje que se le brinda parafrasear el título de sus dos artículos y presentar un brevísimo panorama de lo que hoy conocemos sobre el tema de la presencia griega en Tarteso y que ha sido objeto de su interés a lo largo de tantos años. Las excavaciones de los años 80 y su análisis permitieron ir introduciendo la posibilidad, primero discutida y cuestionada, pero cada vez más consolidada, de que la arqueología podía aportar la confirmación material de los viajes que autores como Heródoto mencionaban como realizados por griegos, ya fuesen samios (IV, 152), ya foceos (I, 163) hacia Tarteso. Aunque el autor de Halicarnaso habla de ellos como de algo perteneciente a un tiempo pasado, otros autores, en este caso poetas más próximos en el tiempo e, incluso, quizá contemporáneos de esos viajes, tales como Estesícoro o Anacreonte hacen observaciones que sugieren un conocimiento directo y actual del Tarteso al que los griegos, en especial los del Este, están viajando desde (al menos) fines del s. vii y primera mitad del s. vi. Más adelante volveré sobre periodo. Sin embargo, la presencia de objetos griegos anteriores era hasta hace pocos años muy escasa y entre los que podían datarse en el s. viii a.C. se conocía tan solo un fragmento de una cratera o píxida 1 Olmos 1986, 584-600. 2 Garrido y Orta, 1994. 3 Fernández 1984. 4 Olmos 1989, 495-521. 5 Gran 1988, 201-222.

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ática y un escifo eubeo con la imagen de un pájaro ambas halladas en Huelva. Estas cerámicas y alguna otra eran consideradas e, incluso, lo siguen siendo hoy día por una parte considerable de los estudiosos, productos llegados de la mano de los fenicios. Así Olmos, por no citar más que a nuestro homenajeado, que se hace eco de opiniones expresadas en aquellos momentos por otros investigadores, considera que esas dos cerámicas recién mencionadas “pueden en gran medida explicarse como resultado del comercio fenicio: son seguramente productos de lujo, cuya presencia exótica en Tartessos se ha explicado como presente introductorio de mercado”6. Ni tan siquiera el hallazgo de algunas decenas de vasos geométricos griegos datados entre la segunda mitad-finales del s. ix y la primera mitad del s. viii en otras dos excavaciones de Huelva7 ha conseguido modificar esta postura. Esas cerámicas corresponden tanto a platos y escifos con semicírculos colgantes encuadrables en la producción subprotogeométrica eubea como a escifos y cántaros que, a pesar de sus formas y decoraciones aticizantes, podrían ser producto de los talleres eubeos que realizan también estas mismas cerámicas y, al tiempo, se encargan de su distribución. Como en los casos que mencionaremos a continuación, es difícil ser más precisos sin ulteriores estudios pero, al menos, la posibilidad de su manufactura en Eubea debería considerarse8. Además de ello, nuevos estudios han ido avanzando en el análisis de la toponimia de los lugares terminados en –oussa (algunos de ellos presentes en nuestra península) para los que se ha postulado un origen eubeo9. Asimismo, algunas de las más antiguas tradiciones griegas relativas al Extremo Occidente y los confines del Océano se han demostrado vinculadas a los ambientes eubeos10 y otras más referidas a diversos territorios del Mediterráneo central se ha confirmado también que fueron difundidas por los eubeos11. No obstante todo ello, se sigue cuestionando la posibilidad de que marinos eubeos hayan podido acceder a esos territorios dentro de empresas de carácter comercial en las que habrían colaborado (e intercambiado experiencias) con otros navegantes como los fenicios en un modelo bien atestiguado en la propia Odisea (XIV, 285-300) más allá de las inevitables referencias a la catadura moral del partner fenicio del por otro lado poco digno de confianza Ulises12. Al panorama de tempranas importaciones griegas de la primera mitad del s. viii halladas en Huelva podríamos añadir un fragmento de escifo procedente de El Carambolo13, con gran probabilidad de origen eubeo a pesar de haber sido publicado como ático, y otro par de copas del yacimiento de La Rebanadilla14, ambas también, muy probablemente, de manufactura eubea. Es de esperar que nuevas excavaciones vayan aumentando la nómina de productos griegos de esta temprana cronología y que un adecuado análisis permita discernir sus centros de elaboración así como sus paralelos más precisos. Del mismo modo, y puesto que los objetos tienen significado cultural solo entre aquellos que los consideran dignos de aprecio, habría que plantearse si las cerámicas griegas del s. viii halladas en el área tartésica gozaban realmente de esta consideración entre los fenicios; de ser negativa la respuesta, como a veces se ha planteado15, uno se preguntaría, entonces, qué sentido tendría poner en sus manos su distribución, 6 Olmos 1989, 500. 7 González de Canales et alii 2004, 81-94; Id. en prensa. 8 Domínguez, en prensa. 9 García 1996, 105-124; De Hoz 2010, 440-441. 10 Antonelli 1997; López 2004, 1-42. 11 Gras 1992, 27-44; Id. 2002, 183-198; Boardman 2006, 195-200; Antonelli 2006, 7-26. 12 Domínguez 2013a, 419-427. 13 Fernández y Rodríguez 2007, 204-205. 14 Sánchez et alii 2012, 75; Arancibia et alii 2011, 131. 15 Boardman 2004, 149-162.

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por limitada que fuera, en el área tartésica. Y todo ello cuando en otros ámbitos contemporáneos, como pueden ser diversos centros itálicos, cada vez se reafirma con más fuerza la distribución por parte de los griegos de Eubea de cerámicas de tipología muy similar a las halladas en la Península Ibérica e incluso, en muchos casos, la elaboración local de cerámicas de tipo eubeo, lo que implica la actividad in situ de talleres en los que trabajan artesanos de ese origen o formación16. Creo, por consiguiente, que los nuevos hallazgos, interpretados de forma adecuada, permiten remontar la presencia griega en Tarteso al periodo situado entre fines del s. ix y primera mitad del s. viii a.C., que es bastante anterior al que en la actualidad se viene aceptando por un gran número de estudiosos. Sin que quede por el momento claro qué ocurre a lo largo del s. vii por lo que se refiere a la presencia griega en el área tartésica, y a pesar de algunos hallazgos cerámicos17 e, incluso, otros de más fuste como pueden ser cascos, en especial el más antiguo, el de Jerez18, hoy día tiende a aceptarse que es entre finales del s. vii y primera mitad del s. vi a.C. cuando se atestigua la presencia de griegos, en esta ocasión procedentes, sobre todo, de la Grecia del Este. Precisamente los dos trabajos de Ricardo Olmos cuyos títulos parafraseamos en el presente estudio contribuyeron en gran medida a ir dando contenido material al componente griego en el ámbito tartésico a partir de los resultados de las excavaciones en Huelva que ya se conocían en aquel momento y a los que hemos aludido y que fueron objeto de tratamiento en la Tesis Doctoral, por desgracia aún inédita de Paloma Cabrera (1987), cuya ausencia se ve paliada siquiera en parte por el completo estudio que publicó dicha autora en la revista Huelva Arqueológica19 y donde ya se planteaban las principales etapas de la presencia griega en el área onubense. Solo una mínima parte de los materiales griegos hallados desde entonces en Huelva ha sido dada a conocer, permaneciendo una gran cantidad de ellos, difícilmente cuantificable, inéditos20; ello hace que, además, sus contextos y proporción con respecto a otras producciones sean también desconocidos. Del mismo modo, la fragmentación de las excavaciones, en solares repartidos por buena parte de la ciudad, impide que nos hagamos una idea de conjunto. En este panorama, la excavación parcial del gran solar que se generó tras el derribo de las fincas situadas en la calle Méndez Núñez 7-13 y plaza de las Monjas 12 supuso un avance fundamental en nuestros conocimientos al detectarse un santuario en el que una parte no menor de las ofrendas depositadas era de tipo griego. Es de nuevo lamentable que solo se haya publicado un breve informe de esa excavación21 como también lo es que no se prosiguiese la misma en profundidad y que solo conozcamos los materiales pertenecientes a sus niveles inferiores a través de su recogida en penosas circunstancias. Esa gran pérdida se ha visto paliada, por fortuna, por la publicación de esos objetos, entre ellos las cerámicas griegas del s. viii a que aludíamos páginas atrás22. La constatación de que había existido, al menos, un área cultual en toda esta parte baja de la Huelva protohistórica permite, además de sugerir también funciones similares a algunas otras de las estructuras halladas a lo largo de los años en solares próximos23, entender mejor la dinámica de deposición de las cerámicas griegas que, tal vez, en su mayor parte no correspondan a almacenes como se ha tendido 16 Mercuri 2004. 17 Domínguez y Sánchez 2001, 5-34. 18 Pemán 1941, 407-414; Olmos 1988, 55-56. 19 Cabrera 1988-1989, 41-100. 20 Gómez y Campo 2001, 90. 21 Osuna et alii 2001, 177-188. 22 González de Canales et alii 2004. 23 Domínguez 2013b, 22-24.

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a creer24 sino a contextos de carácter cultual. Y para reafirmar esta idea nada mejor que los grafitos griegos, entre ellos la dedicatoria a Niethos (calle Puerto, 9), en cuyo estudio participó el propio Ricardo Olmos25 y las halladas después, entre ellas a Heracles (calle Palacios, 7) o a Hestia (confluencia calle Méndez Núñez con Rafael López) o en otra área de la ciudad como el Cabezo de San Pedro la consagrada a Nike; a todas ellas he dedicado mi atención en un trabajo reciente y a él remito26. Aparte de constatarse la presencia en Huelva de otros griegos del Este, como los cnidios y quizá los quiotas, un factor importante viene dado por el hecho de algunas de esas dedicatorias han sido realizadas en cerámicas grises de manufactura local lo que confirma, más allá de toda duda, cómo estos griegos de diversas procedencias interactúan con el entorno realizando dedicatorias a divinidades locales, ya con su propio nombre, ya interpretadas a la griega, en las diversas áreas cultuales que caracterizaban al emporio surgido en Huelva, tal y como era habitual en los restantes emporios que frecuentaban los griegos27. A ello habría que añadir la existencia de cerámicas de tipo griego que muestran “una pasta de color verdoso amarillento, muy clara, con abundantes puntos negros, y por el empleo de una pintura negra muy poco adherente” cuyo origen no ha podido ser precisado hasta el momento, habiendo quien apunta a Focea28 pero sin que podamos descartar una producción local29, lo que, si en algún momento pudiera confirmarse, demostraría, aún más, la intensidad de la presencia griega en el área tartésica onubense durante, al menos, tres generaciones seguidas. Más allá de la propia Huelva, sin duda uno de los centros costeros tartésicos más pujante, también Málaga, cuyo vínculo con el mundo tartésico establece, entre otros, la Ora Maritima de Avieno (vv. 180-183, 425-430) ha seguido proporcionando materiales griegos además de los que ya mencionaba en su artículo Olmos y de unos tipos muy semejantes a los conocidos en Huelva30. Aun cuando el carácter fenicio de Málaga (Malaka) no plantea demasiadas dudas eso no impide una presencia allí de gentes griegas que aprovechan las ventajas comerciales del sitio quizá articuladas a través de la existencia allí de un emporio, al que eventualmente los griegos podrían haberle dado el nombre de Mainake31. Más allá de estas áreas costeras, la presencia o la acción griega resulta más difícil de identificar. No insistiré en la posible influencia griega (y no solo fenicia) en las llamadas “cerámicas tartésicas con decoración orientalizante”32. Aun cuando hasta hacía poco faltaban prototipos griegos en el área tartésica de los que pudieran derivar los motivos presentes en estas cerámicas, hallazgos recientes de cerámicas figuradas de la Grecia del Este (en Málaga o Huelva) permiten replantear el tema de las influencias observables en estos productos, que son un ejemplo excelente de los procesos de hibridación cultural que están teniendo lugar en estos territorios y que presuponen la existencia de gentes de muy diversos orígenes y tradiciones que interactúan y que generan manifestaciones en las que se combinan diversos elementos para dar lugar a realidades nuevas. Además de en el terreno de las producciones cerámicas, que no deja de ser una de las manifestaciones artesanales más modestas, nuevos hallazgos y revisiones de otros ya conocidos desde hace tiempo 24 Olmos 1989, 501. 25 Fernández y Olmos 1985, 107-113; Almagro 2004, 200-208. 26 Domínguez 2013b, 11-42. 27 Domínguez 2001, 221-257. 28 Cabrera 1988-1989, 62. 29 Domínguez 2003, 201; González de Canales 2004, 322. 30 Domínguez y Sánchez 2001, 25-29; Cisneros 2006, 79-92; Arancibia y Fernández 2012, 49-65. 31 Domínguez 2006, 49-78. 32 Domínguez 1999, 301-329.

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en otros campos como puede ser la escultura empiezan a mostrar o a sugerir la actuación de griegos en el ámbito tartésico. A este respecto podemos traer a colación el hallazgo de un fragmento de estatua en Carmona que, a pesar de su decoración orientalizante, presenta como paralelos más próximos obras de ambiente greco-oriental33 que difícilmente pueden haber llegado al área tartésica sin la intervención directa de artesanos griegos. O, incluso, el capitel proto-eólico de Cádiz para el que algunos, aun reconociendo sus semejanzas con los capiteles griegos del mismo estilo, postulan prototipos orientales34, mientras que otros parecen dispuestos a aceptar o a admitir su realización por artesanos jonios35. Para concluir estas líneas podríamos insistir en que la aceptación de una presencia griega (sobre todo eubea) en el sudoeste peninsular desde finales del s. ix y primera mitad del s. viii, supone ante todo dar cuenta de los intereses exploratorios de esos griegos que cada vez se atestiguan con más intensidad en diferentes entornos del Mediterráneo central. En su búsqueda de materias primas, que es el motivo principal que mueve a estos navegantes en esos momentos, entrarían en contacto con otros navegantes, como los que desde las ciudades estado de la costa levantina (Sidón, Tiro, etc.) habían iniciado tiempo antes navegaciones hasta las costas atlánticas con el mismo objetivo. En esos momentos no existen “fenicios” frente a “griegos” sino intereses de élites, con frecuencia interconectadas, que aprovechan experiencias comunes en unos ambientes en los que resulta difícil imponer “monopolios” de ningún tipo. Mientras que los fenicios proseguirán más allá del s. viii esos contactos, en buena parte porque habrán pasado pronto de una fase meramente comercial a la de los asentamientos, urbanos y no, los eubeos hallarán otras zonas de instalación lejos del ámbito tartésico. Habrá que esperar a finales del s. vii para ver a otros griegos, en este momento procedentes en su mayoría de la Grecia del Este, volver a interesarse por los recursos del área tartésica. Aun cuando también en los primeros momentos que siguieron a los descubrimientos arqueológicos acaecidos en Huelva continuó predominando la prudencia que sugería atribuir la llegada de esas cerámicas a los fenicios36, la multiplicación de los hallazgos y la constatación epigráfica de una presencia real de griegos en ella, que además realizan dedicatorias a divinidades locales, sincretizadas con las propias, parece haber disipado todas las dudas. Y una vez aceptada esa presencia griega, muy intensa durante la primera mitad del s. vi a.C., la misma no puede dejar de aportar un componente más en la conformación de ese mundo complejo al que conocemos como tartésico.

33 Belén y García 2005, 1199-1213; Id. 2006, 43-58; Almagro y Torres 2010, 111-137. 34 Almagro y Torres 2010, 249-251. 35 Gruben 1963, 78-182; Marín y Jiménez 2013, 120-128. 36 Morel 1982, 487-488.

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