Algunas opciones militares para Siria

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ALGUNAS OPCIONES MILITARES PARA SIRIA
Guillermo Lafferriere

Todo parece indicar que la guerra civil en Siria está por ingresar en una nueva etapa, donde quizás otras tropas extranjeras ingresen al país, sea como asesores o quizás en roles más comprometidos. Este trabajo pretende aportar algunas visiones de posibles modos de acción para encauzar este sangriento conflicto hacia una situación que permita una salida negociada al mismo. Pero antes de comenzar los aspectos que consideramos críticos, cabe que recordemos que el factor militar en esta guerra, y en todas, no es más que una herramienta entre otras que se emplean para dirimir una situación grave. ¿Qué deseamos enfatizar? Que lo que debe guiar el empleo del poder militar es el alcanzar en el campo de combate una situación que por sí misma sirva al logro del objetivo político, siempre en forma simultánea con otras medidas no militares.
Durante estos años de guerra civil, y lo hemos tratado en otros trabajos, se ha alcanzado una situación de tenso equilibrio. Ninguna de las diversas partes en conflicto ha logrado generar el poder suficiente para imponerse y resolver la cuestión desde su perspectiva. Al mismo tiempo, ha resultado evidente que los grupos rebeldes no radicalizados, han perdido tanto capacidad militar como política; al tiempo que los rebeldes islámicos han crecido en su capacidad militar y puede discutirse sobre sus logros políticos; toda vez que deben ser plenamente conscientes que lo suyo es más una necesidad de lograr el control de porciones relevantes del territorio sirio para usar de ellas como puntos de apoyo para sus agendas que están mucho más allá de Siria.
Por otra parte, resulta evidente que las acciones drásticas del gobierno de Bashar al Asad, tales como el empleo de armas químicas y los bombardeos indiscriminados sobre su propia población, pueden haber sido útiles para retener sectores todavía importantes del territorio sirio, pero en modo alguno han sido los más aptos para poder derrotar a sus enemigos; al tiempo que seguramente han creado condiciones para profundizar todavía más los niveles de resentimiento de la población civil afectada por las mismas.
En un marco como el descripto, solamente puede pensarse en una solución negociada a la guerra si se logra que puedan sentarse a discutir la misma al Asad, los sectores rebeldes moderados y un grupo de naciones claves para alcanzar esa posibilidad, tales como Estados Unidos, Rusia, Turquía, la Unión Europea, Irán y naciones árabes. Es sencillamente utópico pensar que en esa mesa puedan estar sentados discutiendo los representantes de los grupos radicalizados islámicos. Ellos no aspiran a una resolución pacífica, sino que su única fortaleza reside en mostrarse capaces de controlar territorio sirio. Ahora bien, en el supuesto que haya voluntad política de sumar tropas extranjeras al conflicto, de nada valdrá esa medida si las mismas son utilizadas de manera similar a lo que al Asad hizo. Permítasenos aportar una visión de cómo emplearlas.
De una manera ideal, estas tropas debieran enfocarse en el obstáculo principal a una salida negociada, es decir los elementos insurgente islámicos que operan en territorio sirio. Es decir, los rebeldes no radicalizados no debieran ser el objetivo de esas tropas. En todo caso, las fuerzas del régimen de al Asad tendrían que lidiar con ellas, pero no las extranjeras. Recuérdese que estamos describiendo un empleo de fuerzas extranjeras direccionado a lograr una situación que posibilite negociar un futuro para Siria, y en ese futuro los rebeldes no radicalizados deben tener un importante espacio político.
Enfocarse en los elementos radicalizados no será una tarea sencilla, pero tampoco imposible. En el 2001, en Afganistán una combinación de fuerzas especiales, acciones aéreas bien dirigidas y contingentes locales permitieron derrotar al Taliban en ese país en un plazo de tiempo relativamente corto. ¿Por dónde comenzar entonces?
Debe generarse una relación de absoluta confianza con la población civil en aquellas zonas de Siria bajo control del gobierno de al Asad. Esto resultará básico para que esos territorios bajo control de Damasco se constituyan en una base confiable donde concentrar tropas y medios sin tener que temer porque la población colabore con los insurgentes. Esto es crítico.
Derrotar a los insurgentes islámicos no puede hacerse por medio de ataques convencionales masivos sobre los terrenos que controlan. Ello sería un gravísimo error. Los insurgentes hace mucho tiempo que controlan esos espacios de territorio, y corren con la ventaja de poder sustraerse de operaciones masivas y recurrir a las acciones de guerrilla sin que la conquista de espacios por parte de las tropas signifique necesariamente su derrota.
Debería utilizarse una estrategia militar que emplee esa zona bajo control del gobierno sirio para desde la misma destacar contingentes muy móviles y direccionados a hacerse del control de pequeñas porciones del territorio bajo el poder insurgente. Esas zonas, insisto relativamente pequeñas, deben ser objeto de una importante acción de apoyo a la población civil. Es decir se le deben restituir a esas personas condiciones de vida mejores a las que soportaron bajo el control de los insurgentes islámicos. Esto incluye asistencia alimentaria, construcción de campamentos u otras facilidades donde la población pueda vivir con seguridad, restablecer servicios educativos básicos para los niños y el fomento de actividades económicas que puedan hacer esas personas en un marco de seguridad y sin temor a que puedan caer nuevamente bajo el control de los grupos radicalizados.
Una vez que una zona es asegurada de la manera que indicamos anteriormente, debe repetirse el proceso en otras zonas próximas. Esta tarea puede parecer algo lenta, lo es, pero tiene la enorme ventaja que tiene como centro de atención la población siria, la cual si advierte que sus condiciones mejoran, tendrá una creciente predisposición a apoyar a las tropas que combaten a los insurgentes, pues verán en ese accionar algo que está directamente relacionado con el mejoramiento de sus condiciones de vida.
En forma simultánea a lo que las tropas en tierra hacen, los elementos aéreos a utilizarse deberán también reorientar su accionar. Los bombardeos indiscriminados que mencionamos al principio deben ser terminantemente eliminados como modo de acción. En su lugar, los elementos aéreos debieran apoyar a las tropas en tierra únicamente contra blancos que tengan probada necesidad militar y un bajo o nulo daño colateral. Esto siempre es difícil de asegurar, pero en el caso de Siria es crítico ganar a la población. No se lo logrará mientras ellos mueren bajo los bombardeos. Por otra parte, las fuerzas aéreas debieran emplearse con mayor decisión sobre toda concentración de fuerzas irregulares que pueda detectarse; lo que se puede hacer empleando fuerzas especiales infiltradas en la profundidad de los territorios bajo control de los insurgentes islámicos. Este tipo de acción, combinando lo que las fuerzas especiales pueden detectar con el empleo de aviones de combate en la destrucción de blancos enemigos es una herramienta muy útil que debiera ser potenciada al máximo.
Los insurgentes islámicos controlan no pocas localidades. Eliminarlos de las mismas no será fácil. Y tal como hemos expresado antes, el centro del accionar militar debe tener a la población civil siria como un bien a preservar para el buen fin de la campaña militar. Por lo tanto, en el caso de tener que combatir en terreno urbano, debieran de extremarse las medidas para que la población civil abandone en un importante número la zona donde se operará. Para ello, será muy importante que las tareas realizadas en otras zonas que se recuperaron del control de los insurgentes sean exitosas en su enfoque de lograr mejores condiciones de vida para la población. Una eficaz acción que haga evidente esas mejoras, logrará que muchos civiles abandonen los centros poblados en poder de los insurgentes en búsqueda de allanarse a esas mejores condiciones que pueden encontrar fuera de la ciudad. No es una tarea sencilla, pero resultará vital a la hora de generar condiciones para la derrota de los grupos radicalizados.
Debe existir un serio esfuerzo de las naciones extranjeras de Europa, Medio Oriente y Asia Central, por controlar la salida de connacionales para engrosar las filas de la insurgencia islámica. Tampoco es una tarea sencilla, pero se vería facilitada si al menos desde estados fronterizos como Turquía se ejerciera un severo control de los límites con Siria. La insurgencia privada del apoyo de la población civil y reducido drásticamente el aporte de efectivos del extranjero se verá en una creciente dificultad para sostener sus operaciones.

Todo lo que hasta aquí expusimos son solamente algunas ideas que consideramos aportan una mirada distinta a lo que hasta ahora hemos observado como una constante en la guerra civil en Siria. Si se quiere generar un espacio concreto para una paz que sea duradera, la misma solamente será posible si se crea la situación que permita eliminar el accionar de los grupos radicalizados, evitando que ellos puedan controlar porciones amplias del territorio sirio. Todo lo que se ha hecho en estos años no ha contribuido en modo alguno a que esa posibilidad de paz sea alcanzada. Es hora de empelar otros empleos del recurso militar. Uno centrado en la población civil en primer lugar y luego en la destrucción de la insurgencia radicalizada, a la que se busque aislar de la población siria.

Siria no alcanzará la paz si se persevera en repetir las acciones que tan brutalmente han llevado adelante las fuerzas de al Asad y por supuesto los insurgentes islámicos. Un cambio en el enfoque es, creemos, la única alternativa posible al conflicto. Ojalá ello así ocurra.




Nos referimos a la campaña de EE.UU. a principios de octubre de 2001. Posteriormente ese logro se vio seriamente comprometido al iniciarse la guerra en Irak, que llevó a que en Afganistán se recrearan las condiciones para que el Taliban continué siendo un actor importante en ese país aun hoy.



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