ADMINISTRACIÓN BÍBLICA

September 17, 2017 | Autor: Diego Calvo Merino | Categoría: Teologia, Biblia, Antiguo Testamento
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Descripción


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Facultad adventista de sagunto




administración DE iglesia
aPROXIMACIÓN

Octubre 2013diego calvo merinoOctubre 2013diego calvo merino
INTRODUCCIÓN
Octubre 2013
diego calvo merino
Octubre 2013
diego calvo merino
aclaraciones previas
Breve explicación acerca del concepto de administración bíblica

Iniciamos una aproximación a algunos de los textos bíblicos que nos aclaran el significado del principio sobre la mayordomía cristiana relacionado con la administración de la Iglesia.
Resumiremos algunos apuntes y ampliaremos la información para acercar al lector al mundo de la organización eclesiástica y del administrador, diferenciándolo del gerente de una institución secular y basando el estudio sobre el principio de la designación divina.
En una tarea de tanto calado como es la de administrar una Iglesia, entendemos que el llamado divino se corresponde con su importancia.



El presente trabajo consta de:

Estudio de textos bíblicos relacionados con la administración
Comentarios y reflexiones sobre la doctrina de la administración
Abrimos un espacio de dibujos explicativos que tienen que ver con la temática
Destacamos un espacio abierto al diálogo para preguntas que pueden ser debatidas y comentadas

Breve anexo-resumen de un estudio bíblico sobre la administración cristiana









IDEAS GENERALES SOBRE ADMINISTRACIÓN BASADAS EN TEXTOS BÍBLICOS


Hebreos 12.15 (RVA)

15 Mirad bien que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que ninguna raíz de amargura brote y cause estorbo, y que por ella muchos sean contaminados;

La Biblia es un manual de economía. Diferenciamos el concepto de administrador del de gerente, ya que entendemos, trabajamos con almas y no con números aunque los utilicemos de forma organizativa. Aceptamos el orden y la organización pero el llamado va más allá de lo secular.

Ya en el A.T encontramos ejemplos en los que existe el principio de la organización y la administración:

Isaías 60.7 (RVA)

7 Todo el ganado de Quedar será reunido para ti; carneros de Nebayot te servirán. Serán una grata ofrenda sobre mi altar, y hermosearé el templo de mi esplendor.

Ya analizamos en nuestro trabajo anterior algunos textos veterotestamentarios que mencionaban claramente la existencia de una organización. Del mismo modo, existe en el N.T, con la correspondiente evolución cultural y semántica, desde las casas y posteriormente en edificios, el mismo principio organizativo.


Hechos de los Apóstoles 20.28 (RVA)
28 Tened cuidado por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo os ha puesto como obispos, para pastorear la iglesia del Señor, la cual adquirió para sí mediante su propia sangre.


Nuestra Organización adventista es una de las mejores del mundo, porque con toda la humildad que podamos, hemos tratado de ser fieles a nuestro Señor y eso produce frutos. Entendemos que el Sermón del Monte tiene su aplicación en el mundo de hoy, donde el individualismo, el capital y las consecuencias del posmodernismo nos invaden. Tratamos de adaptarnos a las nuevas formas de vida pero sin perder los principios bíblicos que nos han guiado en el pasado.
Lucas 5.36–39 (RVA)

36 Les decía también una parábola:
Nadie corta un parche de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De otra manera, el vestido nuevo se rompe, y el parche tomado del nuevo no armoniza con lo viejo. 37 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos. De otra manera, el vino nuevo romperá los odres; el vino se derramará, y los odres se perderán. 38 Pero el vino nuevo debe ser echado en odres nuevos. 39 Y ninguno que bebe lo añejo quiere el nuevo, porque dice: "Lo añejo es lo mejor."


La Biblia es muy clara respecto a las características del buen administrador:


CARACTERÍSTICAS DE UN BUEN ADMINISTRADOR:

1 Timoteo 3.1–7 (RVA)

3 Fiel es esta palabra: Si alguien anhela el obispado, desea buena obra. 2 Entonces es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospitalario, apto para enseñar; 3 no dado al vino; no violento, sino amable; no contencioso ni amante del dinero. 4 Que gobierne bien su casa y tenga a sus hijos en sujeción con toda dignidad. 5 Porque si alguien no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios? 6 Que no sea un recién convertido, para que no se llene de orgullo y caiga en la condenación del diablo. 7 También debe tener buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en el reproche y la trampa del diablo.

Resumiendo los valores que debemos encontrar en un buen administrador:

Buena conducta
Comedido y humilde, no recién convertido.
Buen administrador de "su casa"



Tito 1.6–9 (RVA)
6 Sea el anciano irreprensible, marido de una sola mujer, que tenga hijos creyentes que no sean acusados como libertinos o rebeldes. 7 Porque es necesario que el obispo sea irreprensible como mayordomo de Dios; que no sea arrogante, ni de mal genio, ni dado al vino, ni pendenciero, ni ávido de ganancias deshonestas. 8 Antes bien, debe ser hospitalario, amante de lo bueno, prudente, justo, santo y dueño de sí mismo; 9 que sepa retener la palabra fiel conforme a la doctrina, para que pueda exhortar con sana enseñanza y también refutar a los que se oponen.

Espiritual y organizativo
Líder
A los pies del Maestro
Conocedor de la Escritura

REFLEXIONES PERSONALES SOBRE LA TEMÁTICA:
En líneas generales podemos establecer algunos principios que surgen desde el estudio de la Escritura y que podemos resumir de la siguiente manera:
Primer Principio
Cristo es la Cabeza de la iglesia y la única fuente de su autoridad.
Esto quiere decir que, ni el jefe de Estado, ni individuo alguno puede pretender ser cabeza de la iglesia visible. La cabeza de la iglesia anglicana es la reina de Inglaterra y la cabeza de la iglesia romana es el obispo de Roma, o también llamado Papa. Pero ello está totalmente fuera de la enseñanza bíblica (Mt. 28:18; Ef. 1:20–22; Fil 2:10, 11; Ap. 17:14; 19:6).
La autoridad de Cristo como cabeza de la iglesia se hace manifiesta en que:
A. El instituyó la iglesia cristiana: Mt. 16:18;
B. El instituyó los medios por los cuales se administra su iglesia: la palabra y los sacramentos: Mt. 28:19–20; Lc. 22:17–20; 1 Co. 11:23–29.
C. Él ha señalado quiénes deben gobernar su iglesia: Mt. 10:40; 2 Co. 13:3
D. Siendo Cristo el Rey de la iglesia, toda autoridad que ejercita todo un órgano de gobierno eclesiástico dentro de su iglesia, se deriva de Cristo.
* Segundo Principio
Cristo ejerce su autoridad por medio de su Palabra.
Este principio se sustenta en el hecho de que la autoridad que regula la vida y misión de la iglesia es la Palabra de Dios. De modo que ninguna persona puede arrogarse la autoridad de hablar infaliblemente en asuntos de fe y conducta según lo establece Mt. 16:17, 18; Jn. 20:21–23, y 2 Co . 2:6–8.
Tercer Principio
Cristo como Rey ha otorgado poder a su iglesia.
Tal como lo afirma Berkhof:
"Cristo otorga el poder eclesiástico a toda la iglesia, incluyendo a los miembros y a los oficiales igualmente, pero además de esto, los oficiales reciben tal medida de poder adicional tal cual es requerido para el ejercicio de sus respectivos deberes en la iglesia de Cristo. Ellos comparten el poder original otorgado a toda la iglesia y como oficiales reciben su autoridad y poder directamente de Cristo. Ellos son representantes, pero no meros delegados o diputados del pueblo."
Según Berkhof esta opinión merece preferencia, y nos dice además que los antiguos reformados tales como Bannerman por ejemplo, creían que en primer lugar Cristo ha otorgado su poder a toda la iglesia y en segundo lugar, pero en forma especial y directamente por Cristo, a los oficiales.
Sin embargo, me parece que Berkhof distorsiona la enseñanza de los antiguos teólogos presbiterianos ortodoxos a quienes él se refiere. Por ejemplo, el profesor Bannerman sostiene que el poder en la iglesia no es dado a toda la congregación, sino a los oficiales de ella. Él dice: «Se desprende de la Escritura que los ejercicios del poder y autoridad eclesiástica son uniforme y firmemente ejecutados por aquellos de la iglesia que poseen oficio y nunca por los miembros en general». Es más, Bannerman, en su firme polémica contra el congregacionalismo (que cree que el poder y gobierno es compartido entre los oficiales y la congregación), concluye que:
Primero, tenemos una evidencia Escritural clara en cuanto a la institución del oficio de gobierno y autoridad en manos de los que poseen oficio, sin otros; y no un oficio distribuido o dividido entre los oficiales y los miembros. Segundo, tenemos clara evidencia Escritural de que la administración de los poderes de este oficio, en todos los diferentes departamentos de su ejercicio, era invariablemente conducido por los oficiales de la iglesia y no por los miembros de todo el cuerpo eclesiástico.
La posición de Bannerman es demostrable por la enseñanza Escritural.
1. En primer lugar, podemos ver que los títulos que se usan en la Biblia para referirse a la autoridad están restringidos a un grupo de oficiales llamados ancianos y no indiscriminadamente a todos los miembros de la iglesia.
2. En segundo lugar, los requisitos establecidos para ser elegido oficial de la iglesia están referidos a los que van a ser oficiales y no a todos los miembros de una congregación, tal como se ve en 1 Ti. 3:1–7.
3. En tercer lugar, las instrucciones dadas en la Biblia para el desempeño de las funciones de gobierno, están referidas a los oficiales y no a todos los miembros de una congregación esto se ve con claridad en 1 Ti. 3:4, 5; 5:17.
4. En cuarto lugar, los ejemplos del desempeño de funciones de gobierno que encontramos en la Biblia, se refieren a los oficiales, ellos aparecen ejerciendo la autoridad, y no hay ejemplos en la Biblia donde todos los miembros de una congregación ejercen la autoridad en forma colectiva. Lo que sí se ve en la Escritura es que aun cuando la congregación entera esté de acuerdo con una decisión planteada por los oficiales, se considera sin embargo, como una decisión de los oficiales y no de toda la congregación, tal como puede verse en Hechos 15:23–25.
Para precisar los puntos anteriores, podemos mostrar tres ejemplos concretos que nos dan a comprender claramente, que el poder y la autoridad han sido delegados por Cristo a los oficiales solamente y no a todos los miembros de una congregación.
Primero, el poder eclesiástico respecto a la doctrina, siempre pertenece a los pastores y nunca a toda la membresía. Ciertamente, los miembros de una congregación debidamente establecida tienen el derecho de elegir a su pastor, pero no tienen el derecho de ordenar a alguien para el oficio de pastor. No hay ningún ejemplo que esto hubiese sucedido en condiciones normales de una iglesia del Nuevo Testamento (1 Ti. 4:14).
Segundo, el poder eclesiástico respecto a las ordenanzas de la iglesia corresponde a los que poseen oficio y nunca a todos los miembros de una congregación. En la ordenación de presbíteros y pastores, solamente imponen las manos los presbíteros de la iglesia y no hay ejemplo bíblico donde todos los miembros imponen las manos en la ordenación. En la administración de la Santa Cena, son también los ancianos docentes debidamente autorizados, los que la administran. El bautismo es también administrado por los pastores docentes, no hay ejemplo bíblico donde miembros que no tienen oficio hayan bautizado.
Tercero, el poder eclesiástico con respecto al gobierno y la disciplina corresponde a aquellos que poseen oficio en la iglesia y nunca a todos y cada uno de los miembros de una congregación. Esto se ve claramente de los mandatos de Pablo a Timoteo quien había sido ordenado como oficial para desempeñar las funciones de pastor en Éfeso (2 Ti. 4:2; 1 Ti. 5:19ss; Tito 2:15; 3:10).
Cuarto Principio
Cristo ha determinado que el ejercicio del poder se realice por medio de órganos representativos.
Esta política eclesiástica muestra la unidad de iglesia en tres hechos fundamentales:
1. La unidad de la iglesia de Cristo se hace visible
Es decir, creemos que hay una relación necesaria entre los creyentes de tal manera que nadie existe en forma aislada. Este principio de existencia en relación mutua, fue establecido por Dios con la formación de la primera pareja humana y se manifiesta en la familia, unidad básica de toda sociedad. Así también en la iglesia, que es considerada como familia de Dios, esta relación entre los creyentes es de fundamental importancia como expresión de la unidad del cuerpo de Cristo, de la familia de Dios (Juan 1:13)
La unidad de la iglesia es forjada por obra de la Trinidad. Sin embargo, Cristo nos ha encomendado como deber, una constante lucha para mostrar al mundo la unidad de los cristianos para que éste crea (Juan 17:21). De manera que no es correcto espiritualizar la unidad de la iglesia, ni recurrir a la unidad espiritual de la iglesia invisible para escapar a nuestra responsabilidad bíblica de expresar la unidad en la vida orgánica de la iglesia visible. Ya en el siglo XIX, Thornwell amonestó a los presbiterianos norteamericanos a no caer en este peligro. Decía Thornwell:
Una iglesia que no pueda lograr una unidad visible y de esta manera procurar coincidir con la iglesia invisible, esta auto condenada; y cualquier constitución que no reconozca este hecho es convicta de ser anti bíblica. Este principio de la unidad de la iglesia es el fundamento de la política eclesiástica presbiteriana, y en todas sus particularidades está diseñado para llevarla a cabo y para darle expresión formal.
Así que no hay razón bíblica para descuidar la unidad orgánica de la iglesia en su sistema de gobierno.
El funcionamiento de la iglesia como una unidad orgánica está implícita en los nombres con los cuales se la describe en el Nuevo Testamento. Se le denomina como el cuerpo de Cristo, ciudad, hogar, edificio y templo. Estas designaciones implican, pues, que la iglesia es una unidad donde hay complementariedad en su funcionamiento. Cada parte tiene su propia función y las funciones de cada parte no son para el beneficio sólo de las partes sino para el bienestar del todo.
La iglesia católico romana intenta representar esta unidad y complementariedad del cuerpo de Cristo con una cabeza terrenal, el obispo de Roma o llamado también El Papa. El obispo de Roma clama para sí ser Cabeza de la iglesia, puesto que se asume que sólo él está en comunión con Cristo en tanto miembro de la iglesia. De ser cierta esta pretensión, se debe pensar que el Papas es cabeza real de la iglesia o que es una cabeza simbólica. Si es cabeza real, significaría que la iglesia tiene dos cabezas, una en el cielo (Cristo) y otra en la tierra (el Papa), lo cual es contrario la enseñanza de la Biblia porque la iglesia tendría como única cabeza a Cristo. Si se asume que el Papa es cabeza simbólica, entonces se destruye la realidad de la iglesia, porque la Biblia enseña que la iglesia tiene en Cristo una cabeza real y no simbólica.

2. La unidad se logra mediante asambleas colegiadas y representativas
En la iglesia adventista, el gobierno no reside en una sola persona, puesto que no es una monarquía. Tampoco reside en toda la congregación puesto que eso sería una democracia o quizás un democratísimo. En nuestra iglesia, el gobierno se ejerce por un cuerpo colegiado de representantes previamente elegidos por las congregaciones. Es decir que el gobierno se administra por medio de asambleas representativas que constituyen el lazo de unión entre las congregaciones y el conjunto de congregaciones que denominamos iglesia nacional.
De esta manera el sistema de gobierno cristiano, expresa armoniosamente la unidad de la iglesia visible. Nuestra denominación, por ejemplo, existe como una sola iglesia, formada por un conjunto de congregaciones unidas por el nexo de un cuerpo colegiado que hace las veces de un parlamento. Como lo explicaba Thornwell: «Cada congregación tiene todos los elementos de la iglesia universal y ésta tiene todas las características de cada congregación. No hay diferencia orgánica entre el consistorio con la asamblea más grande. Todas las cortes reconocen la unidad del todo. Es ciertamente un sistema hermoso».
El principio de representación es el lazo de unión y el medio para la ejecución de acciones comunes entre las congregaciones. Este principio de representación permite pues, que todas las partes de la iglesia puedan trabajar juntas y cooperar mutuamente para la causa de Cristo y del bienestar de la iglesia en su conjunto.
3. Los elementos que conforman los cuerpos o asambleas representativas son los miembros elegidos en forma libre por cada congregación
De esta manera, una congregación local, manifiesta su voluntad de ser representada por miembros en plena comunión que cumplen los requisitos bíblicos para ser ordenados. Una vez ordenados como ellos asumen su rol de representar a la congregación en los diferentes cuerpos eclesiásticos de gobierno.
Sólo Cristo es supremo, y todos los demás gobernantes están subordinados a Cristo y derivan su autoridad de Cristo. Por eso se dice que el administrador ejerce autoridad bajo prescripción, bajo las normas escriturales, confesionales y eclesiales. En nuestro caso, el administrador ejercerá su labor pastoral y de gobierno sobre la base de la enseñanza de la Escritura, sobre la base de nuestra Confesión de Fe, los Catecismos Mayor y Menor, y de nuestras normas eclesiásticas aprobadas por la Asamblea general.
En segundo lugar, es evidente según la Escritura que en la iglesia del Nuevo Testamento ya había este tipo de asociación para el ejercicio del gobierno común de varias congregaciones locales. El ejemplo más claro es, quizás, la iglesia que estaba en Éfeso. Desde Mileto, Pablo envía a llamar a los ancianos de Éfeso, y es obvio que en Éfeso había varias congregaciones que formaban un presbiterio (Hch. 20 y 1 Ti. 4:14). En el NT, el mismo término ekklesia tiene también el sentido de una asociación de varias congregaciones vecinas representadas por sus presbíteros. En este sentido se usa la palabra iglesia en singular para referirse a «la iglesia en Jerusalén», la «iglesia en Antioquía», la «iglesia en Corinto». En todas estas ciudades existían varias congregaciones unidas por sus consistorios para su gobierno común. Siempre vemos, en el libro de los Hechos, a los apóstoles junto con los ancianos para tratar asuntos de carácter doctrinal, pastoral y de gobierno (Hch. 15 y 20).
En tercer lugar, no sólo hay evidencia bíblica que los ancianos de varias congregaciones vecinas se asociaron para el gobierno común, sino también vemos la asociación de los oficiales de toda la iglesia ya existente hasta Hechos 15, que aparecen el Concilio de Jerusalén. Allí vemos a los apóstoles unidos a los ancianos formando una gran corte para tomar decisiones sobre asuntos eclesiásticos para toda la iglesia existente.
En este concilio o asamblea general, vemos tres hechos que demuestran que en la iglesia de Cristo hay lugar para la asociación unitaria de los órganos representativos para tratar y decidir sobre asuntos de su iglesia:
1. Se ve que el anciano de Antioquía planteó un problema doctrinal y del deber eclesial a una Asamblea General en Jerusalén.
2. Es evidente que asistieron delegados del presbiterio de Antioquía, probablemente de Siria y Cilicia para tomar parte en dicha Asamblea General de la iglesia.
3. Los representantes de estos presbiterios en unión con los ancianos y apóstoles en Jerusalén tomaron una decisión que fue aplicada luego a las iglesias de Jerusalén, Antioquía y Cilicia. Y que dicha decisión fue informada por los respectivos oficiales.
Pero además, todo lo sucedido en el Concilio de Jerusalén, nos enseña cuatro pautas acerca de política eclesiástica, las cuales deben ser puestas en práctica por la iglesia hoy.
Primera Pauta
Las expresiones bíblicas «y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer este asunto» de Hechos 15:6 confirman esta afirmación. Es más, el texto bíblico deja en claro que las ordenanzas que iban entregando Pablo y Timoteo al pasar por las ciudades, eran «las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén». Ver también Hch. 16:4.
Cunningham, al analizar lo sucedido en el Concilio de Jerusalén llega a la conclusión de que: «El NT hace, verdaderamente, una clara distinción entre los oficiales y los miembros ordinarios de la iglesia. Los oficiales son descritos como los gobernantes y que por supuesto han sido investidos de cierta clase y grado de autoridad, y el resto que está en la obligación de rendir cierta medida y grado de sumisión y obediencia».
Al decir esto de ninguna manera debemos entender que los oficiales tienen una autoridad ilimitada y de por sí mismos sobre los asuntos de la iglesia y sobre el resto de los miembros de la iglesia. Hay aquí tres limitaciones claras en cuanto a la autoridad de los oficiales:
1. En primer lugar, su autoridad no es señorial, jurídica o discrecional, sino solamente ministerial, la cual se ejerce en el nombre de Cristo. Explicando esta limitación de la autoridad de los oficiales, Cunningham dice que ellos «no tienen dominio sobre la heredad de Dios: es decir que no tienen dominio sobre la fe del hombre, ni tampoco jurisdicción sobre la conciencia, pues son meros intérpretes de la palabra de Cristo, y meros administradores de las leyes que Él ha promulgado».
2. En segundo lugar, su autoridad no es infalible. Esto significa que los oficiales de la iglesia no deben pretender que se les obedezca sin dudas ni murmuraciones. La autoridad que Cristo les ha delegado no les debe llevar a usurpar el dominio sobre la conciencia que sólo corresponde a Dios.
3. En tercer lugar, su autoridad no les da el derecho de ser los exclusivos intérpretes de la palabra de Dios. De acuerdo con la enseñanza de la Biblia, la posición reformada ha sido siempre que el creyente tiene el derecho de juicio privado. Es decir que cada creyente «tiene el derecho de interpretar la Palabra por sí mismo bajo su propia responsabilidad, para la regulación de sus propias opiniones y conducta, para el ejercicio de sus funciones y para el desempeño de sus deberes cualesquiera que sean, y a ningún grupo humano Cristo le ha conferido poder alguno que se interponga al ejercicio de este derecho».
Sin embargo, habiendo dicho todo esto, debemos decir que tampoco el derecho al juicio privado implica que cada uno puede creer como mejor le parezca acerca de las doctrinas de las Escrituras. La Biblia deja en claro que cuando los decretos de los oficiales están de acuerdo a la Palabra de Dios (Hch. 15:15, 19, 24, 27–31; 16:4; Mt. 18:17–20), éstos han de obedecerse en forma debida. Nuestra Confesión de Fe confirma esta enseñanza cuando dice que:
Corresponde a los sínodos o concilios resolver ministerialmente las controversias sobre fe y casos de conciencia, establecer reglas e instrucciones para el mejor orden de la adoración pública y gobierno de su iglesia; recibir reclamos en casos de mala administración y resolverlos autoritativamente. Estos decretos y determinaciones, si están de acuerdo con la Palabra, deben ser recibidos con reverencia y sumisión, no sólo por estar de acuerdo con la Palabra, sino también por el poder con el cual son hechos, como ordenanza de Dios instituida en su Palabra para este fin.
Segunda Pauta
Enseña que los Miembros de la iglesia tienen un rol dentro de ella. No podemos negar que en el Concilio de Jerusalén, estaban presentes un número significativo de miembros de la iglesia. Al parecer, toda la iglesia de Jerusalén estaba allí reunida ansiosa de escuchar acerca de la obra misionera entre los gentiles y de cómo se resolvería el conflicto doctrinal suscitado. En Hechos 15:4 se dice que los delegados de Antioquía fueron recibidos (en Gr. paredeechtesan = recibir, o mejor dicho la iglesia les dio la bienvenida) por la iglesia (tees ekklesias) y los apóstoles y los ancianos. Aquí por el uso del artículo determinativo la iglesia, podemos deducir que se trataría de la congregación de Jerusalén en particular, que seguramente fue la congregación anfitriona de la Asamblea.
En el v. 12 se nos dice que después del discurso de Pedro, la multitud (pleetos) calló, para luego seguir oyendo a Pablo y Bernabé. Había allí un gran número de creyentes reunidos además de los ancianos y los apóstoles.
En el v. 22, en el contexto de la elección de los portadores de las cartas con los decretos, otra vez se nos dice que pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia.
¿Que nos enseña la presencia de la membresía de la iglesia de Jerusalén en dicha Asamblea general? Bueno, aquí no hay lugar para especulaciones. Este hecho nos enseña que, después que los apóstoles y los ancianos habían llegado a una decisión sobre el asunto consultado, ellos expusieron su decisión ante la multitud y ellos se convencieron de lo correcto de dicha decisión doctrinal y de la manera de implementar dicha decisión en toda la iglesia. Pero ello no implica que la congregación allí presente haya ejercido una autoridad judicial para decidir el asunto consultado. La autoridad judicial en la decisión fue tomada por los apóstoles y los ancianos, es decir por los oficiales de la iglesia de ese entonces.
Tercera Pauta
Enseña que dentro de la iglesia de Cristo debe haber una subordinación de los órganos representativos menores a los mayores. En otras palabras, aprendemos que los órganos representativos mayores (como sínodos o asambleas generales) tienen el derecho de ejercer autoridad o jurisdicción sobre los consistorios y presbiterios. Nos ilustra acerca del derecho que tienen las asambleas generales de recibir consultas sobre asuntos doctrinales y resolverlos con la autoridad que les confiere el Señor dentro de su iglesia. Esta es una buena base bíblica para el funcionamiento de nuestro sistema presbiteriano de gobierno.
Cuarta Pauta
Enseña que la iglesia de hoy debe seguir esta práctica apostólica. Puesto que la manera como los apóstoles y los ancianos condujeron los asuntos de organización y gobierno de la iglesia del Señor, no fue cambiada en la breve historia de la Iglesia Primitiva, ésta nos obliga a moldear nuestras iglesias actuales, respecto al gobierno y al tratamiento de los asuntos eclesiásticos, al patrón organizativo de la Iglesia Primitiva. Esta afirmación implica tener en cuenta tres cosas:
1. En primer lugar, que en el gobierno de la iglesia no debe admitirse aquello que no tiene la aprobación de la Escritura. Sin embargo, hay circunstancias respecto al gobierno de la iglesia que no están expresamente dichas en la Biblia. En estos casos la Confesión de fe nos aconseja que actuemos con sentido común y con prudencia, pero que en ambos casos, siempre observemos los principios generales de la Palabra de Dios.
2. En segundo lugar, que los fundamentos bíblicos de la manera como los apóstoles y ancianos organizaron la iglesia nos obliga a adoptarlo en nuestras iglesias de hoy.
3. En tercer lugar, quienes deliberadamente omitan aquello que es sancionado por la práctica apostólica en cuanto a la forma del gobierno, deben mostrar razones satisfactorias para hacerlo, o tendrían que demostrar que dicha práctica apostólica que se resisten a aplicar, tenía carácter temporal en la iglesia.
Sin embargo, ya hemos mencionado antes que la evidencia bíblica, tomada en conjunto, demostraría que el poder otorgado por Cristo reside en los oficiales debidamente elegidos por la iglesia local. Por lo tanto no vamos, por ahora, a ahondar más en este debate.

3. DIBUJOS EXPLICATIVOS:


Explorar la diferencia entre las empresas seculares y las cristianas. Concluye que son iguales en el sentido de que hay principios administrativos que ambas pueden (y deben) usar con provecho y leyes que deben cumplir. Esto es, hay prácticas sanas de negocio que son compatibles con las Escrituras y que toda empresa debe usar. Además, la empresa cristiana debe cumplir con las leyes del país en el cual se encuentra (véase Romanos 13). Broda afirma que «la empresa evangélica no es distinta a la empresa secular [respecto a la necesidad de buena administración], pero sí es superior». Da cuentas a un Jefe superior, Jesús, el Rey de reyes y tiene un propósito superlativo: hacer la voluntad de Dios. (Véanse Efesios 6:5–9; Colosenses 3:22–4:1; 1 Timoteo 6:1, 2.)



Contraste entre la filosofía administrativa del mundo no creyente y la enseñanza del Señor Jesucristo. La primera define la administración como «una manera de hacer el trabajo por medio de otros». Por otro lado, Jesús enseñó: «Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos» (Marcos 10:42b–45). Los discípulos querían tener altas posiciones en la «gloria» del Mesías (v. 37). Jesús nunca les desanimó de la meta sino que le instruyó acerca del medio: el servicio a otros.


Nuestro texto no niega la importancia de principios sabios de administración útiles para manejar empresas. No obstante saca a relucir la faceta sobrenatural de la obra de Dios en la empresa cristiana. Debemos discernir la relación entre ambas con mucha oración y sabiduría. Broda relata como un joven contador público llegó a la conclusión que debería cerrar la empresa en la cual él se encontraba trabajando. Treinta años después la empresa seguía con sus puertas abiertas. El autor aboga que a dicho joven le faltaba completar sus estudios en la «universidad de la fe». A la vez, afirma que «oración, trabajo, constancia, confianza, y fe son los pilares para las empresas del Señor». De manera que aunque la empresa cristiana debe hacer lo que hacen las no cristianas en términos de esfuerzo y responsabilidad (y, a veces debe cerrar las puertas), sí cuenta con algo adicional: el poder sobrenatural del Señor.


Hay varios factores que influyen hacia la realización de nuevas ideas (o la muerte de las mismas). Por un lado, los medios que hacen falta para completar un proyecto que la empresa se propone o sueña con hacer. Broda explica que durante su vida como líder ha visto «tantos proyectos importantes y bien preparados que fueron enviados al "canasto" pues se estimaba que no lograrían obtener los medios que eran necesarios para completar el proyecto». Él aboga a favor de abrir los «ojos de la fe» ya que después muchos de dichos proyectos se recuerdan con las palabras « ¡por qué no lo hicimos!». Debemos buscar los recursos que Dios puede proveer antes de dejarnos vencer. Por otro lado, otras ideas mueren a causa de «vivir de las glorias del pasado» y olvidar «los desafíos del presente». Frases como: «antes nunca lo hacíamos así», «no vayas en contra de la marea», y «eso nunca funcionará» han matado muchas ideas. Mejor es buscar la sabiduría y los recursos que Dios provee y llevar a cabo todo proyecto que estamos convencidos que Él quiere que realicemos.

Para que la iglesia marche bien los líderes deben comprender la enseñanza bíblica acerca de la mayordomía y ser responsables en sus vidas privadas y familiares. Por cierto, deben estar ofrendando al Señor y aplicando ellos mismos lo que enseñan a la congregación. Broda sugiere que debemos capacitar a los líderes en la administración y mayordomía a fin de que ellos capaciten a la congregación para hacer lo mismo. La buena administración y mayordomía representa lo que Dios desea de todo creyente e iglesia. Broda explica que «cuando no la practicamos estamos deteniendo el crecimiento y desarrollo de la vida espiritual de los miembros». Debemos recordar que la mayordomía también trata con el tiempo y los talentos. Los hermanos deben ser instruidos y animados a trabajar para el Señor y edificar al Cuerpo de Cristo con sus dones.


La administración por objetivos representa una manera de planificar, dirigir, controlar y disciplinar las tareas de la iglesia y no dejar los asuntos a la improvisación o al azar. Los líderes usan lo que Broda llama el «objetivo definido» (esto es, los propósitos bíblicos para la iglesia) como la base para determinar objetivos, metas y planes que resultan en que se cumpla con aquello que Dios nos instruye hacer. De acuerdo a Broda, dicha clase de administración «nos permite asegurar cada paso de las metas a cumplir y quiénes serán los encargados de realizarlos y controlarlos». La iglesia (y sus departamentos) entonces elaboran objetivos (lo que queremos lograr), descritos en forma general, y que corresponden a los propósitos bíblicos para la iglesia y facilitan su cumplimiento; se deciden metas (que representan objetivos más específicos) que facilitan el cumplimiento de los objetivos; y se crean planes (algunos le llaman «estándares» y otros «procedimientos para realización») que detallan la manera específica en que se cumplirán los objetivos. Broda aboga que si seguimos dicho método «tendremos asegurado cada paso de las metas a cumplir y quienes serán los encargados de realizarlos y controlarlos». Así, dice él, «llevaremos la meta a feliz término».


Nuestro texto especifica cinco áreas que debemos administrar diariamente: nuestro tiempo, talentos, dones, conocimientos y capacidades. Aplicado a la iglesia, él afirma que los creyentes de las iglesias son un ejército de dichos recursos pero que «a veces ese ejército está dormido, como aletargado, dando una impresión de impotencia». Broda explica que tenemos un «gigante dormido» que debemos despertar. Pero, ¿cómo hacerlo? Comenzar con darnos cuenta de que tenemos a Dios con nosotros, y con Su ayuda administrar bien lo que Él nos ha dado. El autor afirma que «las iglesias necesitan despertar a la realidad de que deben capacitar a sus miembros y desarrollarlos para alcanzar el éxito que presupone tener a Dios con nosotros». ¿Cómo define el «éxito» la iglesia dónde usted asiste? ¿Cómo están usando todos los recursos que Dios les ha dado? ¿Están conscientes de que el Señor está allí?

La parábola de los talentos no hace referencia a una medida de dinero ni a «talentos» como cantar o tocar el piano. No obstante, puede representar todo lo que Dios nos proporciona para hacer Su obra (lo cual puede incluir cada faceta de nuestras vidas: tiempo, talentos, dones, cargos, posesiones, y más). En la parábola a cada uno se le da diferente cantidad de talentos, pero todos tienen oportunidad de recibir la buena compensación del Señor: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor» (Mat. 25:21, 23). Esto nos ayuda a no preocuparnos por la cantidad de talentos que otros tienen y ocuparnos de nuestra responsabilidad. Somos responsables para hacer lo que Dios nos ha encomendado a nosotros. (Esto no quita que también debemos edificar a otros como se nos instruye en 1 Corintios 12–14). La parábola hace referencia a la recompensa futura del creyente. Nuestra fidelidad ahora tendrá fruto eterno.

4. PREGUNTAS A DEBATIR:
Somos conscientes que el tema puede ser ampliado en su estudio y hemos tan solo pretendido una aproximación y suscitar un interés por el mismo. Concluimos con una serie de preguntas que resumen los principios que de forma inductiva vemos en el texto sagrado y que aplicamos en nuestra idea de organización eclesiástica:
¿Cuáles son los tres tipos de gobierno eclesiástico?

¿Qué es lo que caracteriza el primer sistema de gobierno eclesiástico?

¿Qué clase de estructura es el sistema católico romano?

¿En qué pretende basarse la forma de gobierno adventista?

¿Quiénes son los antepasados del adventismo?

¿Ha dejado Dios el gobierno de su iglesia a criterio de los miembros? ¿Por qué o por qué no?

¿Qué es la diferencia entre la iglesia y otras sociedades voluntarias? ¿Es la iglesia una organización voluntaria? Amplíe su respuesta.

¿Por qué no tiene el hombre capacidad ni competencia para determinar para sí la forma de gobierno eclesiástico?

¿Qué se debe hacer cuando parece que la Biblia no nos brinda los detalles del gobierno eclesiástico?

Si Dios determina en su Palabra la forma en la que se debe gobernar su iglesia, ¿por qué nos preocupamos por una forma de gobierno oficial en la iglesia? ¿Por qué no simplemente usamos la Biblia?

Cuando se hace evidente que la Biblia no dice con claridad o especificidad lo que debemos hacer, ¿cómo seguimos?

Con respecto a los tres criterios, ¿Difieren las iglesias adventistas de otras iglesias con diferentes órdenes eclesiásticos, como por ejemplo los Católicos o los Bautistas? Amplíe su respuesta.

¿De dónde se deriva el poder de la iglesia?

¿Qué son las llaves del reino y cómo las ejerce la iglesia de Cristo?

¿Por medio de quiénes es ejercido el poder de la iglesia? ¿Por qué rechazamos la autoridad del Papa?

¿Cómo es diferente el concepto de autoridad eclesiástico en la iglesia católico romana al de la adventista?

¿Qué es el poder de las llaves en su aspecto restringido?

¿Qué es la diferencia entre poder eclesiástico y poder civil? ¿Por qué no tiene potestad o derecho el rey, presidente, alcalde o cualquier autoridad civil para administrar los sacramentos o ejercer disciplina eclesiástica en la iglesia de Dios?

Define los límites del poder eclesiástico.

Identifique por lo menos tres cosas que la iglesia no tiene potestad de mandar y explique por qué le falta autoridad en dichos casos.

Explique la siguiente aseveración: «El poder de la iglesia es ministerial y declarativo, jamás magisterial y legislativo».

¿Cómo encaja la libertad de conciencia en el asunto de las llaves del reino de Dios?

¿Cuáles son las implicaciones de la enseñanza que Cristo es la Cabeza de la iglesia y no los hombres? ¿Qué nos enseña sobre el rol de los ancianos?

¿Por qué no reina Cristo sobre su iglesia en persona en la iglesia? ¿De qué forma ha escogido Cristo gobernar a su iglesia?

¿Cuándo o bajo cuáles circunstancias deben los miembros de la iglesia someterse voluntariamente a los ancianos? Explique por qué.

¿Por qué los ancianos se llaman representantes y no delegados de la congregación?

¿A quiénes les ha dotado Dios de poder en la iglesia? ¿Cuál fundamento bíblico existe para su respuesta?

Define el adventismo en sus propias palabras. ¿De qué base bíblica disfruta?

¿Cuántos y cuáles son los órganos representativos? Provea una descripción de la función y alcance de la autoridad de cada uno.

¿Qué conexión existe entre las ordenanzas de la iglesia y la autoridad eclesiástica? ¿Cuáles son estas ordenanzas?

¿Qué tiene que ver la unidad de la iglesia con la formación de sus diversos órganos representativos? Provea una base bíblica para su respuesta.

¿Cuáles son las tres maneras por las que la política eclesiástica demuestra la unidad de la iglesia?

¿Por qué debemos manifestar visiblemente nuestra unidad con otras iglesias locales de igual fe y práctica?

¿Por qué no podemos concebir de la iglesia estrictamente como una entidad invisible?

Elabore la diferencia que existe entre la iglesia católico romana y la iglesia adventista con respecto a sus conceptos de la unidad de la iglesia.

¿Es la iglesia una democracia? ¿Por qué o por qué no?

Explique el concepto bíblico de la interdependencia entre las iglesias locales.

¿Por qué son los ancianos los representantes de la iglesia y no otras personas?

¿Por qué son elegidos libremente los ancianos por la congregación en vez de ser nombrados o designados a aquel oficio por otros oficiales?


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(continuación de la nota al pie)
Teólogo alemán de enorme influencia en el s.XX
No obstante emplazamos al manual de Iglesia para éstas y otras cuestiones relacionadas con nuestra organización. No es objeto de éste trabajo sino tan sólo acercarnos a los principios que deben gobernar nuestras decisiones
James Henley Thornwell (December 9, 1812 – August 1, 1862) was an American Presbyterian preacher and religious writer
Pastor Cunningham has been in the ministry for over 22 years and has preached the Gospel in 5 continents. The Potter's House Christian Fellowship Church of Ohio presents great and exciting possibilities as the church has taken off in a short time and is experiencing tremendous growth in these beginning stages. God enabled us to to purchase our Church building while we were barely even off the ground.
Autor protestante, Broda, A., 2001. Administración: Principios gerenciales para líderes cristianos, Miami, FL: Editorial Unilit.



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