Activismo para la Paz: Dilemas para las organizaciones de la sociedad civil en Colombia

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Activismo para la Paz: Dilemas para las organizaciones de la sociedad civil en Colombia

2007 Adam Baird. Candidato Doctoral Departamento de Estudios de Paz de la Universidad de Bradford, UK .

SUMARIO: El conflicto Colombiano ha tenido consecuencias desastrosas para la sociedad civil Colombiana. Además, la carencia de legitimidad del estado y la represión ha jugado un papel significativo en la desarticulación del tejido social. Sin embargo las divisiones entre las organizaciones de la sociedad civil sobre la legitimidad de la lucha armada insurgente y la sombra de la guerrilla sobre estas organizaciones ha complicada significativamente la consolidación de un movimiento fuerte de izquierda democrática y una plataforma de organizaciones capaces de llevar a cabo las transformaciones estructurales que el país necesita.

CENTRE FOR INTERNATIONAL PROMOTION OF SECURITY

Thursday, 05 April 2007

Introducción Colombia es un país azotado por un agudo conflicto armado interno y una crisis humanitaria que al parecer no tiene fin. Ha de haber una solución negociada al conflicto entre el estado y la guerrilla. Sin embargo, la construcción de la paz proviene de la sociedad civil y necesita el activismo de la misma articulada a través de sus organizaciones. Dichas organizaciones se enfrentan a muchos problemas y dilemas. Debido a la polarización creada por el conflicto, la influencia de la guerrilla colombiana y el contexto regional latinoamericano con las revoluciones cubana y nicaragüense, hay un número significativo de organizaciones sociales y políticas que opinan que la noviolencia y el cambio social no son equiparables y que cualquier cambio tiene que pasar por el uso de la violencia revolucionaria. Este articulo estudia la forma en que el conflicto, en particular la lucha guerrillera, han impedido la consolidación de un movimiento fuerte de izquierda democrática y una plataforma de organizaciones capaces de llevar a cabo las transformaciones estructurales necesarias que el país necesita. Dicha transformación es el camino hacia la paz a través de la democracia. Y la noviolencia es componente imprescindible de está consolidación. En primer lugar, este artículo considera la carencia de legitimidad del estado Colombiano. En segundo lugar trata las consecuencias del conflicto armado para las organizaciones de la sociedad civil. En tercer lugar refleja los dilemas concretos a los que las organizaciones de la sociedad civil se enfrentan en su activismo por la paz, y finalmente, en cuarto lugar, considera la construcción de democracia desde abajo y la subversión de relaciones autoritarias a través de la participación noviolenta.

1. Legitimidad: El estado y la sociedad civil Colombiana

1.1 Una Noción de Legitimidad Legitimidad es un concepto complejo y históricamente muy debatido por la filosofía política de Rousseau, Hobbes, Locke y Webber entre otros (por debate contemporáneo véase Schaar, 1981, Riley, 1982, Beetham, 1991, Held, 1982, Kateb, 1990, Connolly, 1984). La legitimidad se refiere a la necesidad del estado de servir a lo que Rousseau denomina el ‘bien común’. Quiere decir que el estado necesariamente tiene la responsabilidad de gobernar de una manera que sirva a toda la población de manera equitativa y no minoritaria. Ha de ser claro que la noción de legitimidad sigue siendo controvertida, pero para este artículo se entenderá como la capacidad y voluntad del régimen político de servir al bien común de todos Colombianos. Este concepto es clave, porque se argumenta que la lucha en Colombia es siempre por un estado más legítimo, que es una lucha diaria, sea quien esté en el gobierno. También es preciso reconocer el papel de la participación de la sociedad civil en el proceso de legitimar al estado. Para poder responder de manera efectiva al ‘bien común’ un sistema de gobierno requiere la participación con los distintos sectores de la sociedad, si no, no es posible responder as sus necesidades efectivamente y por lo tanto servir al bien común. Dicha participación por la sociedad civil con el estado se trabaja a través de la democracia, una democracia profunda y plural. Estos apuntes teóricos son breves y generales pero se van a desarrollar con respecto al contexto Colombiano actual, argumentando que la búsqueda de un estado legítimo se tiene que hacer a través de distintos procesos de participación democráticos noviolentos, para los cuales las organizaciones de la sociedad civil son claves.

1.2 La Carencia Histórica de Legitimidad del Estado Colombiano Después de su independencia desde hace 200 años, Colombia nunca ha podido resolver sus problemas de legitimidad. Es un país marcado por estructuras de poder y riqueza concentrada en manos de pocos y donde los poderes del país han resistido una transformación a la verdadera democracia. En cambio, las voces de disensión, ambas violentas y noviolentas no han podido incidir significativamente en la estructura del estado. Históricamente desde el estado hubo la tendencia de recurrir a la violencia política ante el más mínimo reclamo de disensión desde el pueblo marginado. Además la falta de legitimidad también se dio (y se da) por la ausencia del estado en muchas regiones del país que han sido explotadas por los actores ilegales del conflicto, la carencia general de adecuados servicios públicos para amplios sectores de la población, y la ausencia fiscal real. Aquí no se pretende desarrollar un argumento explicando la carencia de la legitimidad estatal, sino subrayar que la violencia contemporánea en Colombia es una herencia marcada por el mantenimiento de unos intereses particulares. Este desarrollo político, social y económico de intereses particulares es la base de la ausencia de la justicia social en Colombia. Los síntomas de la carencia de legitimidad del estado se manifiestan en las cifras de exclusión, desigualdad y pobreza. Donde la desigualdad y la pobreza son tan evidentes ha de concluir, de manera general, que el estado Colombia no ha sido capaz, o peor, no ha tendido la voluntad de servir al ‘bien común’ del pueblo. Entre el 1990 y 2001 un promedio de 64% de la población Colombiana se halló por debajo de la línea de pobreza, mientras el país sostuvo un crecimiento macro-económico (Pearce, 1990). Según el índice Gini de PNUD Colombia se halló en posición 11 con la desigualdad más aguda de 177 países en una encuesta según distribución de ingresos, además los 10% más ricos del país sostiene 46.5% de todos los ingresos nacionales, en posición 9 en la encuesta (UNDP, 2006). La guerra actual en Colombia sin duda contribuye a estas estadísticas, pero los mecanismos de desigualdad y pobreza fueron impuestos en los siglos XIX y XX. A pesar de los problemas entre partidos, guerra civil, poder oligarca y procesos de urbanización y industrialización, la orden tradicional basada en el poder oligarca, el patrimonio familiar y la dominancia de los dos partidos tradicionales en Colombia – el Liberal y Conservador sobrevivió en Colombia a lo largo de los siglos XIX y XX (Pearce, 1990). Debido a esa herencia el reto histórico y contemporáneo al que Colombia se enfrenta es la lucha por un gobierno y un estado que representen los intereses de todo el pueblo. El sistema estatal sufre graves carencias de legitimidad, la cual es mantenida por una minoría, para su propia ventaja y obstaculizada por la nefasta presencia de la guerra. Es esperado que acciones contemporáneas de disenso vayan a encontrar seria resistencia al cambio de dicha minoría y los que promueven o se benefician de la guerra.

2. Las Consecuencias del Conflicto Armado para las Organizaciones de Sociedad Civil Es importante considerar las dificultades que han vivido las emergentes organizaciones de la sociedad civil en la Colombia contemporánea. Uno de los problemas principales alrededor de la emergente activismo de las organizaciones de la sociedad civil ha sido la violencia en su alrededor. Los actores principales de la violencia son el estado, paramilitares y la guerrilla. Primero, ha habido muchos problemas para la establecimiento de movimientos cívicos populares dada la intolerancia y tendencia del estado de emplear la violencia política y represiva contra dichos movimientos. Segundo, hay mucha dificultad para el establecimiento y legitimación de la participación de la sociedad civil que se ve limitado por actos militantes de la subversión de la izquierda. Estos efectos han limitado seriamente la posibilidad de

afianzar una izquierda democrática y noviolenta en el país. Y tercero, existe mucha fragmentación entre las organizaciones de la sociedad civil en Colombia. Se va a tratar este último punto más adelante.

2.1 Represión estatal: Efectos sobre las organizaciones de la sociedad civil Primero se ha de reconocer la tendencia de los poderes políticos en Colombia de recurrir a la violencia cuando se ha enfrentado con la oposición disidente – sea violenta o no –. Esto define uno de los problemas principales históricos al que la organización desde la sociedad civil se tiene que enfrentar. Esto se ve ejemplificado por las 71 huelgas nacionales que han sido reprimidas 33 veces por la fuerza militar de forma violenta, en lugar de utilizar el dialogo político (Pearce, 1990). Se ha de destacar que muchas organizaciones y movimientos han sido desarticulados y reprimidos, no tan sólo por las estructuras políticas, sociales y económicas excluyentes del país sin no también por represión a través de la violencia política. Segundo, la derecha política en Colombia defiende que la subversión requiere un solución militar. Midersky & Roberts, y Ruy Marini indican que las elites nacionales tienen una influencia dominante sobre las estrategias contra-insurgentes y represivas del estado (Avilés, 2001). Estas estrategias diseñadas con apoyo internacional protagonizan la guerra sucia alentando la crisis de derechos humanos que azota el país hoy. Mientras esa estrategia ha tenido poco impacto sobre las estructuras militares de la guerrilla, ha tenido efectos desastrosos para oposición en la sociedad civil. La palabra operativa es oposición que es el hilo conductor de la represión estatal, sea que tenga vínculos con la guerrilla o no. Los movimientos sociales de índole noviolenta fueron (y son) asociados y estigmatizados por el estado como base social y colaboradores de la guerrilla. La herramienta que protagoniza las últimas dos décadas de la guerra sucia han sido los paramilitares. Hay abundante literatura sobre sus violaciones de derechos humanos y vínculos con el estado escrito por las Naciones Unidas, Amnistía Internacional, ONG Colombianas, etc. Mientras, el surgimiento de la guerrilla le dio la ‘razón política’ a las elites políticas para consolidar su posición contra toda reforma política democrática. La guerra Colombina ha sido transformada en un tipo de institución por el estado vinculada a su discurso político y practica institucional que llegan a definir procesos continuos de la sociedad.

2.2 Los Efectos de la Violencia Revolucionaria La respuesta que domina la escena Colombiana en términos de oposición a la carencia de legitimidad del estado y sus tácticas a menudo represivas es la insurgencia armada de la izquierda, dominada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejercito Popular (FARC) hoy en día. Vamos a mirar cinco problemas del uso de violencia como medio de cambio socio-político; que medios violentos contradicen fines morales deseados, que alienta la militarización de la sociedad, que genera polarización y radicalización en la sociedad, que la violencia insurgente pocas veces logra lo que se propone, y finalmente, que la guerra no puede construir la paz. Primero; los medios violentos utilizados por la insurgencia contradicen los fines morales deseados de derrumbar el régimen tradicional e imponer otro más legítimo, en este caso un régimen hacía el socialismo. Sin embargo, por más que continúe la guerra, más contradictorio se hace las relaciones entre medios y fines. En Colombia la última manifestación de guerra surgió en los finales de los años 60 con enfrentamientos entre el estado y los primeros grupos de las FARC. En principio la insurgencia tuvo rasgos más bien de auto-defensa y no ofensiva, sin embargo el estatus quo de desigualdad, se quedó intacto y han empeorado, mientras los costos de la guerra en cuanto

al sufrimiento humano han aumentado. Como toda guerra moderna la mayoría de los victimas son población civil cuyos muertos alcanzaron niveles significativos en 1986-7. Este articulo no va a debatir cuales son mayores victimarios – el estado y paramilitares o la insurgencia – sino que en el conflicto Colombiano hay abundantes abusos de derechos humanos y derecho internacional humanitario que alientan la crisis humanitaria. Como Orozco Abad ha comentado últimamente, dichos abusos generan un tipo de ‘barbarie horizontal’ más que de ‘barbarie vertical’ (Orozco Abad, 2005). También es preciso comentar que en los años 90 se vivió un proceso de des-mistificación de la guerra insurgente cuando los desmovilizados y reinsertados de los grupos el M-19 y del Ejército Popular de Liberación clarificaron que había muchos problemas en las filas guerrilleras de autoritarismo, mal tratamiento de mujeres combatientes, de civiles, etcétera. Segundo; la teoría de la noviolencia sugiere que el empleo de la fuerza alienta la militarización de la sociedad. Los Conflictos crean economías de guerra auto-sostenibles y auto-motivadas (Nordstrum, 1994). Esto quiere decir que cada vez más recursos, decisiones y poder están entregados a los procesos de militarización que deshumanizan la política, tendiendo a sistemas políticos autoritarios. Salvo el movimiento obrero, la protesta cívica en Colombia fue organizada de una manera significativa a un nivel nacional en los finales de los 1970, casi dos décadas después del surgimiento de los insurgencia organizada que se ve hoy en Colombia. Por lo tanto, mucha de la organización contemporánea de la sociedad civil ha crecido en la sombra de la insurgencia. Rodeada por la represiva violencia del estado y la guerra entre éste y la guerrilla, hay muy poco espacio de maniobra para la sociedad civil. Quisiera destacar que la guerrilla ha sido responsable de la acentuación de los problemas de la sociedad civil ya que ha contribuido significativamente al aumento de la militarización del país en términos políticos, sociales y culturales. Tercero; la violencia crea espacio entre la victima y el victimario generando altos niveles de polarización. Dicha polarización es abundante en Colombia, expresado en la antipatía y intolerancia creada por la dicotomía ‘conmigo o contra mi’, un discurso común tanto en el estado como en la insurgencia, e incluso se emplea significativamente en las organizaciones de la sociedad civil. Esto disminuye la posibilidad de lograr la colaboración y empatía necesaria para construir la paz necesaria para la transformación de la sociedad. Cuarto; la violencia insurgente pocas veces logra todo lo que quiere. El caso Colombiano no es ajeno a esa realidad. Se ha notado que el desempeño violento de la insurgencia contra el estado ha ayudado significativamente a crear un contexto muy polarizado y promover la cultura de violencia. La guerra se ha convertido en una herramienta para reproducir el estatus quo que los poderes tradicionales buscan mantener. En fin, es claro que casi medio siglo de lucha insurgente no ha logrado sus fines expresos. Entonces desde la perspectiva consecuencialista se ha de rechazar la lucha armada. Además es muy poco probable que se lleve acabo una revolución en Colombia. Colombia se halla en una situación de ‘empate negativo militar’. Por una parte, los grupos insurgentes, particularmente las FARC, ven que todavía es posible tomar las riendas del poder por la vía armada y que la oligarquía no va a resolver la carencia de legitimidad – o la injusticia social que tiene el estado, y además, que con la intervención armada de los EE.UU. con aportes de Inglaterra y España se hace más necesaria su lucha. Al otro lado hay sectores políticos y sociales, de momento protagonizados por el Presidente Álvaro Uribe Vélez, cuyo discurso se conduce a creer que es posible y necesario derrotar a la insurgencia y que los aparatos del estado se debe dirigir a ese fin. Mientras la guerrilla no tiene la capacidad de tomar el estado, aún con el fortalecimiento de las fuerzas públicas con el apoyo de EE.UU. y medio-siglo de

confrontación, el estado nunca ha logrado detener al secretariado (cúpula militar) de las FARC o tener un impacto serio sobre su estructura militar. Nadie va a ‘ganar’ la guerra. Perversamente la guerrilla tiene un papel en una cultura política y social donde su violencia actúa como herramienta discursiva con la cual el estado legitima su propia violencia política y la represión de los derechos políticos y cívicos de toda voz de disenso en el país. Mientras la guerrilla no constituye una amenaza revolucionaria real, sus actos de guerra tienen un papel importante en la justificación y mantenimiento del discurso dominante estatal. A la vez la reflexión gemela de este discurso se ve desde el otro lado de la dicotomía, donde la guerrilla justifica su empleo de violencia como la única respuesta posible ante un estado enemigo muy bélico. “Todos hacen la guerra invocando su legitimidad en los ciudadanos: El ejercito nacional dice hacer la guerra para construir un país justo y equitativo para los colombianos; por su lado los paramilitares dicen hacerla para defender a los ciudadanos de los atropellos de la guerrilla. Y en medio, la ciudadanía huyendo de las balas, de las masacres, de los secuestros de unas guerras que sienten ajenas, sobre las que nunca le han preguntado su opinión.” (Martínez, 2003)

Debe ser claro hoy que no es posible lograr una sociedad justa por medio de la lucha armada. Como nota Orozco Abad, políticamente la guerrilla está derrotada pero militarmente siguen siendo fuertes (Orozco Abad, 2005). La guerrilla cae cada vez más en contradicciones y en si crean varios problemas para los movimientos de la sociedad civil. Cinco; la guerra no puede construir la paz. “Tomamos…construcciones feministas: ningún ejército construirá la paz. Ni regular ni irregular, ningún ejercito ha construido, ni está construyendo, ni construirá la paz, la democracia y el desarrollo social. La construcción del desarrollo social, de la democracia y de la paz son cuestiones que competen a la ciudadanía.” (Jiménez Caballero, 2005)

La construcción del orden social, económico y político Colombiano pos-independencia ha sido marcada por la guerra que azota el país. Quiere decir que ha estado “constituida por y en el marco de la reiterada presencia de actores armados y de guerra, lo que ha configurado un orden social desigual, patriarcal, excluyente, violento e injusto.” (Caballero, 1998). Esto quiere decir que la guerra y sus actores son parte constitutiva del orden social. Si el estatus quo actual en Colombia es una expresión de la guerra mediante la cual se ha constituido dicho orden, ha de concluir que uno tiene que derrotar a la guerra para procurar un estado más legítimo. O sea, si uno quiere luchar contra la desigualdad, pobreza y por la paz, no se puede llevar a cabo esta lucha por medios violentos, autoritarios y verticales (como los que se encuentran en los paramilitares y la misma guerrilla dadas sus estructuras militares y clandestinas). Son estos mismos medios violentos los que construyen, y no subvierten el orden actual. Si uno quiere lograr la paz, desarrollo social y democracia, lo que se ha referido en este articulo como un estado más legítimo, no lo puede hacer mediante la violencia. Esto nos lleva a concluir que los proyectos de paz son contradictorios con el proyecto insurgente.

3. Activismo para la Paz: Dilemas para las organizaciones de la sociedad civil Los problemas para la sociedad civil colombiana no son nuevos más bien son una herencia política; la violencia de guerra, represión del estado, la larga sombra de la guerrilla y su influencia sobre las organizaciones de la sociedad civil, las divisiones entre éstas organizaciones, los problemas para definir que es la paz desde la sociedad civil y cuáles medios se debe emplear para llegar a ella.

3.1 La sombra de la guerrilla La escena política sigue estando dominada por guerra entre el estado y la insurgencia, pero en los años 70 la protesta cívica comenzó a crecer, demostrada en el paro nacional en 1977. La guerrilla se dio cuenta del potencial de estos movimientos y empezó a promoverse entre los protagonistas de la sociedad civil, que cuadró bien con el lema que había salido del Partido Comunista en los años anteriores de ‘Todas las Formas de Lucha’ – ambas legales e ilegales, violentas y noviolentas. Este proceso contribuyó a la radicalización de varias organizaciones e individuos actuando desde la sociedad civil pero a la vez, mientras unos tomaron posiciones radicales, esto alentó las divisiones entre dichas organizaciones alrededor de la legitimidad de la lucha armada como mecanismo de cambio político. Diferencias políticas alrededor de la guerra justa siguen siendo uno de los temas principales en las divisiones entre, e incluso dentro, de las organizaciones de la sociedad civil. Esa herencia expresada por individuos, organizaciones o sectores de la sociedad civil significa que los más cercanos a la guerrilla no quieren romper sus vínculos con ella. Cabe decir que las relaciones entre las organizaciones de la sociedad civil y la guerrilla son muy complejas e históricas y han pasado por muchas fases muy complicadas. Hoy en día se ve ejemplificado por miembros de las organizaciones de la sociedad civil vinculados al proyecto político clandestino de las FARC, el Movimiento Bolivariano, o MB. Una expresión de dichas divisiones se vio en el Congreso de Paz y País en Bogotá en el 2002 donde participaron muchos sectores representando la sociedad civil. En Bojayá en el Chocó apenas dos semanas antes del Congreso, 119 civiles fueron abatidos por la guerrilla cuando una pipeta de gas tirada en un ataque contra unos paramilitares cayó en el techo de una iglesia donde se refugiaron. Esto ha sido la peor masacre de la guerrilla en la historia de Colombia. Mientras se puede atribuir parte de responsabilidad a los paramilitares y argumentar que los civiles no habían sido el objetivo del ataque, la guerrilla había sido responsable por el acto. El congreso dos semanas después, sobre su plataforma de paz, no pudo llegar a un consenso para denunciar públicamente lo que había pasado porque esto significaría condenar a las FARC, y hubo sectores que no estuvieron dispuestos a que esto pasara (García-Duran, 2004). Quiere decir que a pesar de estos actos atroces hay sectores que siguen justificando la lucha armada como medio de lograr cambios socio-políticos en el país. “Hay gente que piensa que de todos modos la guerrilla va hacer la revolución y [tomarse] el poder, y que la paz es [por tanto] apoyar el fortalecimiento de la guerrilla, una estrategia de fortalecimiento de la guerrilla. Y hay otra gente que piensa de todos modos que el estado tiene que hacer la guerra, tiene que armarse, y derrotar la guerrilla. Y que eso es la paz” (Solarte en García-Duran, 2005).

Las divisiones de la sociedad civil debilitan su capacidad estratégica de poder incidir en el comportamiento del estado. Ante la incapacidad de condenar violaciones del DIH, se cae en contradicciones; de que una violencia es buena y justificable, y otra es mala y no justificable. Esto hace más fácil justificar el discurso de la derecha que quiere estigmatizar y descalificar toda oposición de auxiliar a la guerrilla, pero además tiene implicaciones internacionales para la credibilidad del movimiento de paz. En cuanto a la violencia en términos generales hay dos tendencias, unos que creen que la paz se debe lograr por medios noviolentos, y otros que creen que es justificable y además necesario la utilización de la violencia. Las posiciones de unas organizaciones de la sociedad civil y la de la guerrilla es que las dos formas de lucha son necesarias y válidas. Pero lo contradictorio es que no se pueden reconciliar estrategias violentas con noviolentas ya que un aumento en las acciones violentas tiene efectos represivos hacia los actos noviolentos siempre cuando estos métodos proponen tener el mismo fin. Es decir, que la violencia insurgente restringe las acciones noviolentas de oposición y crea divisiones que provocan debilidades

estratégicas de la sociedad civil. Además es muy problemático que activistas de la sociedad civil se posicionen entre las dos posturas obstaculizando la articulación de una plataforma teórica de paz para la sociedad civil (Pearce, 2005). En fin, la influencia de la guerrilla se ha convertido en un obstáculo para consolidar una izquierda democrática y noviolenta desde la sociedad civil. Bejarano comenta que la violencia de la guerrilla “genera aislamiento político contra los medios y ocasionalmente contra los fines, en realidad, el uso de la violencia neutraliza y condiciona la mayoría de las potencialidades de iniciativas sociales y políticos en una sociedad activa.” (Bejarano, 1999).

3.2 Ausencia de Debate y Reflexión Interna Aunque el surgimiento de la guerrilla fue recibido con un apoyo amplio de la izquierda en los años 60, en los años 80 se empezó a notar cada vez más un alejamiento intelectual de la lucha armada. A pesar de esta tendencia se han tenido muchos problemas en expresarse en la consolidación de una moderna y progresista plataforma de paz. Esto ha sido marcado por la incapacidad de debatir y problematizar estos temas entre las organizaciones de la sociedad civil. El papel represivo del estado es innegable y existen pruebas, información y debate público abundante sobre estos temas. Sin embargo pocas veces se debaten los mencionados problemas estratégicos de las organizaciones de la sociedad civil. La legitimidad o no de la lucha armada es un tema que tiene una tradición de silencio, de no debate público, y es algo ‘que se habla en privado, compañero.’ Además cualquier crítica es a menudo vista como un acto para estigmatizar o desacreditar a estas organizaciones. Cuando grupos de izquierda critican a otros grupos de izquierda, estas criticas han sido denunciadas como complicidad con o señal de representación del enemigo ‘estado’ o ‘paramilitar’. Esta cultura crea obstáculos para el debate de iniciativas de paz tangibles para una plataforma unificadora de paz. Así contribuye a la debilidad estratégica de las organizaciones de la sociedad civil. Existe una riqueza de diversas opiniones sobre la paz y cómo llegar a ella, pero falta debate para formularlas en una plataforma teórica útil para las organizaciones de la sociedad civil. Se ha de dar el primer paso y desarrollar procesos para problematizar estos dilemas de las organizaciones a través de debate franco entre todos sectores de la sociedad civil.

3.3 Problemas con la Paz y la Noviolencia A pesar de la riqueza de opiniones sobre la paz, los discursos de la lucha subversiva - antisubversiva siguen dominando el horizonte socio-político. Las movilizaciones para la paz han carecido de una teoría concreta para el cambio social por medios noviolentos. Las dinámicas diversas y divisiones entre las organizaciones de la sociedad civil han desarticulado su coordinación entre si y por lo tanto con otros sectores externos a su movimiento. Consecuentemente no ha sido posible acumular las fuerzas sociales y políticas necesarias para obligar a los actores armados a terminar la guerra y para tener incidencia operativa hacia las políticas públicas orientadas a la paz. Moncayo dice que “La elaboración de un plan político, cultural y ético esta desconectado. Incluso, paradójicamente, respecto a la mera noción de la paz.” (Moncayo S, 2001). O como dijo Pearce en mediados de los años 90, la minoría continuará a controlar el país políticamente “hasta la izquierda se muestra capaz de unir a la gente alrededor de un proyecto social y político alternativo.” (Pearce, 1990). La ironía es que la noviolencia predominantemente sigue siendo vista como aquiescencia con el estado donde se perciben contradicciones entre el logro de la justicia social y la

noviolencia. Pero la inhabilidad de desafiar al estatus quo proviene precisamente de la incapacidad de construir una plataforma de paz basada en la noviolencia. Cambios mediante la noviolencia han sido presentes por mucho tiempo en Colombia para la construcción de la paz, sin embargo, como una táctica para una plataforma de paz, no han sido adoptados completamente por los activistas. “El movimiento social por la paz no ha sido todavía permeado ni por el pacifismo ni por la no-violencia. Hay reflexiones al interior, hay inquietudes al interior, e indudablemente hemos caminado. Hace 3 años era implanteable el tema de la noviolencia, el tema del pacifismo, en el movimiento social por la paz. O sea, era casi considerado una actitud ingenua y ridícula. Hoy la geste se empieza a cuestionar, hoy por lo menos se puede plantear y la gente escucha y ya no se ríe.” (GarcíaDuran, 2004)

Las debilidades estratégicas de la sociedad civil contribuyen a su incapacidad de capitalizar el amplio apoyo de la sociedad civil contra la violencia, y transformarla en capital político. Los años 90 vivieron una ola de optimismo con la creación de la Constitución del 1991. A la vez brotaron varios movimientos y organizaciones promoviendo la paz como Redepaz y la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz. En el 1997 lanzaron la primera consulta nacional contra la violencia llamada El Mandato por la Paz, Vida y Libertad involucrando unas 750 organizaciones. La respuesta de la población fue contundente. 10 millones de personas votaron a favor, más que cualquier candidato presidencial en la historia de Colombia (Martínez, 2003). Luego hubo manifestaciones de No Más en el 1999 con más de 14 millones de personas en la calle contra las violaciones de derechos humanos y DIH (García-Duran, 2005). Lamentablemente la organización de la sociedad civil no fue capaz de capitalizar y crear un movimiento político fuerte desde estas movilizaciones. Existe mucho consenso en Colombia sobre la idea de que se tiene que buscar una solución negociada al conflicto. Sin embargo mientras las FARC y el gobierno de Uribe usan esta retórica, su praxis es distinta. El gobierno de Uribe y las FARC apuestan por la guerra mientras los ciudadanos quieren un cese de hostilidades y una solución negociada. Las organizaciones de la sociedad civil todavía tienen dificultades para representar a estos ciudadanos de una manera coherente o coordinada desde una plataforma de paz. Esto debilita la capacidad de las organizaciones de la sociedad civil de impulsar cambios sostenibles en Colombia. La capacidad de la sociedad civil para crear los costos políticos suficientes para la guerrilla y el estado para terminar la guerra y empezar con un camino de paz que es clave. El éxito o no de la sociedad civil depende de su capacidad de organización y su capacidad estratégica. (Oxhorn, 2003). Hoy en Colombia aún la paz negativa – el mero cese de hostilidades – queda lejos. La responsabilidad para la sociedad civil es doble. Presionar por la paz negativa, y construir la paz positiva – mejor conocida en Colombia como la paz integral. Para lograr un estado más legítimo la sociedad civil tiene que participar e incidir en el manejo del estado. O sea la promoción de un estado más democrático.

4. Paz y Democracia: Hacia la Recodificación Subversiva “Si queremos transformar la vida personal y la vida colectiva esto no se puede hacer a través de la violencia. La violencia no se conduce hacia la paz. Necesitamos la construcción de mundos, y para hacer esto nos tenemos que enfocar en el desarrollo de las potencialidades humanas. La dignidad de lo político reside en la creación de condiciones para el desarrollo de potencialidades humanas. (Jiménez Caballero, 2005).

La construcción de la paz integral y un estado legítimo es un proceso paulatino a través de la profundización de los procesos participativos y democráticos entre la sociedad civil y el estado. Jamás se debe reducir la paz a una simple paz negativa. Esto no se trata de una lucha contra el estado, la derecha o la oligarquía, sino en una lucha para convertir al estado y la democracia Colombiana en algo legítimo. Cualquier estrategia de un movimiento por la paz se tiene que reconciliar con la profundización de la democracia, la participación y la noviolencia. Es clave reconocer que el nacimiento de la guerrilla tuvo que ver con un sistema político excluyente que efectivamente bloqueó la posibilidad de que la sociedad civil pudiera construir la democracia. Y tradicionalmente en Colombia la sociedad civil no ha sido vista como un interlocutor fuerte o válido para la resolución del conflicto (Sandoval en García-Duran, 2005). Es preciso que la sociedad civil tenga voz en cualquier proceso de negociación entre el estado y grupos armados ilegales, pero aquí se hace hincapié en la construcción desde abajo de la democracia haciendo énfasis en la ‘recodificación subversiva’ (Foucault and Gordon, 1980).

4.1 Recodificación Subversiva El poder es una red compleja repartida por todo el sistema social de manera capilar, vasos muy finos que enlazan la sociedad. En si, el poder no es una manifestación global sino una expresión local, una expresión entre agentes o individuos, los micro poderes. El poder no se halla en el soberano, como por ejemplo en el Presidente Colombiano Uribe Vélez, sino mediante la sociedad, por lo tanto no es una cuestión sencilla de cambiar al soberano con otro, sino de cambiar a lo que Hoy denomina la ‘red de poder’; la transformación de las estructuras de la sociedad en sí, no sólo el discurso dominante (Hoy, 1986). Mientras uno no puede comentar con certeza como sería vivir gobernado por las FARC, la ‘toma del estado’ no significa una transformación de la sociedad definida por la recodificación de estructuras autoritarias que azotan el país. Tal como dice Michelle Foucault “El estado se constituye por la codificación de una cantidad de relaciones de poder que le permite funcionar, y que la Revolución es otro tipo de codificación de las mismas relaciones” y; “Uno puede ver perfectamente que las revoluciones dejan esencialmente intocadas las relaciones de poder que forman la base del funcionamiento del estado” (Foucault and Gordon, 1980). Entonces se ha de mirar hacia un cambio de estructuras, la recodificación subversiva en los puntos locales del sistema social donde se ejerce el poder para impulsar la transformación de sistemas autoritarios de poder. La lucha debe ser entendida como una lucha contra sistemas abusivos, el autoritarismo, dogma, sea quien sea el soberano o discurso dominante - de la izquierda insurgente o la derecha (para)estatal. Se tiene que incluir la participación de la población en la construcción del estado democrático porque esto significa la recodificación de los aparatos estatales según las necesidades de la población civil. Por lo tanto dicha participación tiene que ser noviolenta y manifestarse por medio de procesos locales para participar y tomar el control del estado y por lo tanto significativamente del destino de cada individuo o grupo. La verdadera revolución es la transformación de las estructuras excluyentes y autoritarias de Colombia en un estado legítimo. Esto significa democratizar en el sentido de diluir los centros de poder en términos de la subversión y recodificacion a un nivel micro de relaciones autoritarias. Esto puede ser visto como un movimiento hacia una organización social más anarquica si se desempeña en numerosas localidades a la vez, pero esta subversión debe ser entendida como la construcción pluralista del estado - la construcción de la democracia verdadera – que significa la transformación profunda del estado mismo. Esto sí viene desde la participación entre el pueblo y el estado, por lo tanto es clave que la acción positiva del estado sea impulsada. Esta acción estatal puede ser promovida por agentes del estado y / o por presiones desde abajo para que el estado participe positivamente.

Conclusiones El desafío al poder autoritario es un tema central a la teoría de la noviolencia como los textos clásicos de Ghandi y Gene Sharp demuestran. Colombia sufre por la inmensa violencia y tendencias de autoritarismo de todos lados. Es claro que los cambios que se tienen que dar tienen que subvertir estos autoritarismos para lograr la construcción de un estado más legítimo, un estado como dice Rousseau, que sirva al bien común. Es clave que el cambio proviene de pensamientos progresistas que son ajenos a las tradicionales de estructuras de poder y discursos dominantes. La subversión tiene que ser noviolenta y tiene que recodificar las relaciones de poder en Colombia con la participación de la sociedad civil. Más allá de un proceso de creciente apoderamiento desde abajo en lo social y político, las organizaciones de la sociedad civil tienen la responsabilidad de mejorar su estratégica global en cuanto a la paz, mirando hacia adentro y problematizando su actualidad. Esto es clave ya que la construcción de opciones políticas basadas en la paz tiene que hacer viable una sociedad de paz para todos.

Bibliografía

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