A. Veiga (2009), El componente fónico de la lengua, Axac: Lugo

August 9, 2017 | Autor: M. Cuevas-Alonso | Categoría: Phonology
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Descripción

Infoling. Sección de reseñas Director de esta sección: Carlos Subirats (UAB, España)

Miguel Cuevas y Mª Jesús López. Reseña de Alexandre Veiga. 2009. El componente fónico de la lengua. Estudios fonológicos. Lugo: Axac. Infoling 11.9 (2012) El componente fónico de la lengua. Estudios fonológicos, magna obra de la fonología funcional del español escrita por el catedrático Alexandre Veiga, ofrece al estudioso un exhaustivo tratamiento de los principios y criterios de una fonología de corte estructural-funcional y su aplicación rigurosa, sistemática y coherente a gran parte del sistema fonológico español y a algunas cuestiones particulares del gallego. También incluye algunos capítulos dedicados a aspectos problemáticos de fonología histórica. Junto con su monografía titulada El subsistema vocálico español (Universidad de Santiago de Compostela, 2002), esta obra constituye una de las fonologías de corte funcional más completa publicada hasta la actualidad. No obstante, no se trata de un manual al uso, sino de una selección de artículos, publicados con anterioridad, ordenada en su mayor parte cronológicamente. En la presentación, el propio autor ya advierte que se ha preocupado de no "alterar jamás idea alguna previamente defendida, ni siquiera en aquellos casos en que nuestro pensamiento pueda haber variado en torno a este problema particular o a aquel otro" (11). No obstante y en nuestra opinión, una lectura atenta del libro muestra una organización temática de los capítulos en torno a cuatro líneas diferentes, que podrían proponerse como bloques independientes y cuyo orden de lectura sugerido en las siguientes líneas facilitaría mucho su comprensión: fonología general —capítulos 18, 13, 5 y 16—, estudios sobre el consonantismo del español y del gallego —capítulos 8, 15, 9; 2, 4, 14, 12, 17, 6 y 1—, trabajos sobre el vocalismo de ambas lenguas —caps. 19, 11 y 7 — y, por último, artículos centrados en cuestiones de fonología histórica —caps. 10, 3, 20 y 21—. Esta reseña pretende, pues, ser también una propuesta de guía de lectura. De la trayectoria científica del Dr. Veiga que se refleja en esta monografía debe a priori destacarse su valentía extrema, incluso en sus trabajos de juventud, al poner en tela de juicio con suma coherencia teorías de destacados fonólogos funcionalistas. Es más, trata y resuelve casi todas las cuestiones que han sido problemáticas en la historia de la fonología del español y del gallego: desde aspectos interpretativos hasta revisiones historiográficas, pasando por cuestiones de fonología dialectal y diacrónica, crítica de algunos autores, etc. Respetuoso con todas las teorías siempre que sigan una rigurosa línea científica, este autor muestra un más que notable interés por clarificar los conceptos de índole fonológica e interpretarlos a la luz de criterios claros y precisos; todo ello resulta en la aplicación sistemática de una metodología científica explicitada. Le preocupa especialmente a Alexandre Veiga la identificación de datos fonéticos con los fonológicos y las connotaciones foneticistas que en ocasiones tienen algunos estudios fonológicos actuales. De ahí, su interés constante en toda la obra en deslindar con claridad lo fonético de lo fonológico.

Miguel Cuevas y Mª Jesús López

El centro de su teoría son los conceptos de oposición, jerarquía de oposiciones y el de dominancia, aspectos que define magistralmente en el capítulo 18, donde establece las bases y criterios fundamentales de su línea metodológica. Partiendo de las nociones de oposición, conmutación y segmentación define la unidad fonémática como aquella unidad segmental mínima dotada de valor distintivo; frente a otros funcionalistas, esta concepción resulta novedosa en su aplicación al archifonema que, vinculado ineludiblemente al concepto de neutralización, se define como cadena de rasgos abierta frente a aquellas cerradas que caracterizan a los fonemas, esto es, constituye una unidad de la segunda articulación martinetiana (véase caps. 13, 16: §1 y Akamatsu 1992). Partiendo de esta concepción señala la existencia de rasgos fonológicos inherentes, términos de las oposiciones de carácter abstracto, definidos como aquellas unidades menores que no reúnen a la vez las condiciones de ser fonológicas y segmentales. Esta definición es restrictiva, puesto que como observa el autor "el necesario rigor analítico excluye la toma en consideración como funcional de todo rasgo cuya funcionalidad no sea posible demostrar. [...] una oposición directa entre dos unidades habrá de basarse en el establecimiento de una sola distinción funcional" (425). Siguiendo los postulados funcionalistas, en su obra establece magistralmente la diferencia entre estos rasgos y aquellos que denomina redundantes, propiedades fonéticas que no constituyen manifestación de un rasgo pertinente pero que acompañan de modo más o menos sistemático a otros que sí poseen valor funcional. Probablemente los aspectos más interesantes de su teoría fonológica son aquellos que se desarrollan en los dos últimos apartados de este capítulo, dedicados a la neutralización y a la exposición de la teoría de la dominancia. Respecto a la primera hay que destacar que, al igual que otros fonólogos (Martinet 1960 y 1968, Davidsen-Nielsen 1978 y Akamatsu 1988), Alexandre Veiga asume la interrelación de las nociones de neutralización y archifonema —véase caps. 13, 16: §1—. No obstante, frente a la concepción de la neutralización como la pérdida en circunstancias distribucionales concretas de funcionalidad de una oposición, defiende que esta consiste en "la ausencia de establecimiento con valor funcional en determinadas circunstancias distribucionales de una oposición que en otras circunstancias se verifica como pertinente [...] no llega a funcionar en las circunstancias sintagmáticas que impiden su establecimiento con valor funcional" (439). Destaca, además, su carácter intrasistemático —v. t. cap. 5: §3— y sincrónico para diferenciarla del concepto de desfonologización —v. t. cap. 5: §3.1— y para evitar la aplicación de este término a ausencias en determinadas variedades de una lengua de oposiciones presentes en otras —cfr. /s/-/θ/ en el español atlántico frente al septentrional— (v. t. cap. 5: §3.2). En el capítulo 12, hace además una importante reflexión a propósito del concepto de desfonologización, señalando que la interpretación fonológica en diacronía no debe verse desvirtuada por datos sustanciales que puedan originar conclusiones erróneas. Como ejemplo de esto cita el yeísmo y señala que, frente a la extendida idea de que la desfonologización se produjo entre /ʎ/ y /j/, pertenecientes a dos clases fonemáticas fundamentales diferentes (líquida/consonante), la correcta interpretación lleva a concluir que este fenómeno se produjo entre los dos fonemas líquidos /l, ʎ/ y no en una oposición, la de /ʎ/ /j/, que nunca existió.

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Todo esto justifica su interpretación del archifonema como una cadena de rasgos abierta antes que como una neutralización entre fonemas, cuestión que trata con especial detalle en el capítulo 13 de esta monografía. Aquí se señala además que "estas unidades deben poseer los rasgos inherentes comunes a dos o más fonemas cuya(s) oposicion(es) mutua(s) está(n) neutralizada(s), pero no aquellos rasgos que intervienen en las oposiciones afectadas por la neutralización" (316); poco después matiza muy acertadamente que "son precisamente las neutralizaciones las que deben llevarnos a postular la existencia de bases comunes y no al revés, pues sin atender al criterio de la neutralización todo intento de establecer una 'base común' a dos o más fonemas se queda en la observación puramente fonética de sus representantes" (321). Es precisamente la idea que defiende de neutralización la que le permite retomar el concepto de dominancia, formulado por Veiga Arias (1978, 1984) y uno de los pilares fundamentales y más brillantes de su teoría fonológica; esta se define del siguiente modo: "dadas dos oposiciones A y B, si se comprueba que en las circunstancias en que B está neutralizada A puede funcionar, pero que, en cambio, en las circunstancias en que se produce la neutralización de A se produce también la de B, diremos que la oposición A domina sobre la oposición B: la actuación de A es, pues, previa a la de B en el orden estructural jerárquico" (442-443) y determina la proximidad estructural entre fonemas dentro de un sistema fonológico dado —v. t. cap. 5, §6.5. Esta concepción tiene algunas implicaciones: a) el hecho de que cualquier archifonema "presenta en la última posición de su matriz identificativa un rasgo que es dominante en la de cada una de las unidades fonemáticas afectadas por la neutralización de la que dicho archifonema es la unidad resultante" (444), b) el rasgo jerárquicamente ínfimo de tales unidades neutralizadas no será dominante, aunque sí es distintivo y c) un rasgo puede ser no conmutable pero sí dominante, como sucede en la distribución defectiva. Esta cuestión enlaza plenamente con los capítulos 5 y 16, que tratan de la distinción entre los conceptos neutralización y distribución defectiva. En el capítulo 5, señala ya claramente la diferencia entre dos posibles razones que explican la ausencia en una lengua de una realización fonética de un fonema concreto en un contexto determinado: a) la pérdida de una oposición (neutralización) y b) el impedimento fonotáctico (distribución defectiva). Como señala con sumo acierto el autor "la neutralización [...] condiciona que, en las circunstancias distribucionales donde se produce, no pueda aparecer sino una unidad fonológica cuya matriz de rasgos sea abierta [...] un archifonema" (147), en tanto que "la distribución defectiva [...] por no presuponer pérdida de funcionalidad [...] permite que las circunstancias distribucionales donde se señale sigan siendo posición o contexto de distinción fonológica máxima, donde, en consecuencia, funcionará alguna unidad cuya matriz de rasgos sea cerrada en el sistema: un fonema" (ib.). Sobre esta cuestión incide nuevamente en el capítulo 16 (§2). A continuación, pasa revista a una serie de casos particulares —realizaciones de vibrantes en contexto no intervocálico, las realizaciones *[tl, dl], las de nasales en posición implosiva y aquellas restricciones encontradas en el consonantismo no nasal en posición implosiva— que la tradición fonológica española ha vinculado a la noción de distribución defectiva, cuya interpretación rechaza utilizando sólidos argumentos

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fonológicos dentro de su marco teórico. Si bien realiza interesantes reflexiones sobre estos dos conceptos en la obra de reputados fonólogos —Trubetzkoy, Bazell, DavidsenNielsen y Akamatsu—, son quizá aquellas que realiza sobre la dominancia de Veiga Arias, fundamentado sobre la idea de resistencia relativa a la neutralización, los más interesantes desde nuestro punto de vista, puesto que usa el criterio de jerarquía de oposiciones como prueba para la neutralización: "si es la resistencia comparada a la neutralización el criterio que explica el orden jerárquico de las oposiciones en la estructura de un sistema, se deduce que en una posición o contexto dados solo puede resultar neutralizable una oposición que no posea dominancia sobre otra que siga funcionando en las mismas circunstancias" (165). Veiga retoma en el capítulo 16 la cuestión de la dominancia. En él utiliza esta construcción teórica como criterio para reconocer determinados casos de distribución defectiva frente a la neutralización; así, señalará que la existencia de neutralizaciones no será posible cuando "funcionen otras oposiciones que en el sistema ocupen posiciones jerárquicamente inferiores [...] en estas circunstancias, dichas ausencias [de realizaciones fonéticas concretas en situaciones distribucionales determinadas] constituyen evidencia de una distribución defectiva" (388). Además, en consonancia con los conceptos de neutralización y archiunidad postulados en su obra, observa que "ante la imposibilidad de conmutación la neutralización de una oposición es algo que en nuestro marco teórico funcionalista no necesita, por definición, ser demostrado, al contrario que la hipótesis de distribución defectiva, que siempre implicará asignar a alguna unidad fonemática algún rasgo pertinente cuya funcionalidad resulte indemostrable mediante conmutación" (400, v. t. cap. 5: 168). De este modo, "toda imposibilidad de conmutación de rasgos constitutivos de términos de una oposición probada como funcional en la estructura del sistema debe interpretarse como evidencia de la falta de funcionalidad [...] mientras no existan argumentos suficientemente sólidos para no admitir esa interpretación" (ib.). Siguiendo los criterios expuestos, Veiga reconoce en este capítulo varios casos de distribución defectiva en español: la de aquellas unidades con rasgo +consonántico — consonante o líquida— como núcleo silábico y segundo elemento de margen prenuclear; de aquellas que presentan el rasgo +vocálico —vocales y líquidas— en posición prenuclear seguidas de unidad consonante o líquida; en grupo tautosilábico triple prenuclear solo las unidades líquidas pueden ocupar la segunda posición y, por tanto, las demás unidades se encuentran en distribución defectiva; de /t/ y /d/ en grupo tautosilábico explosivo, cuando sigue la unidad fonemática líquida de realización lateral /L/; de cualquier unidad +nasal seguida de líquida y de aquellas con rasgo +continuo con la excepción de /f/; también en posición inicial de grupo tautosilábico explosivo presentan distribución defectiva todas aquellas unidades con rasgo +consonántico seguidas por unidad fonemática vocal de realización aguda /I/ que presenten realización palatal. El planteamiento fonológico general presentado por Veiga en los capítulos citados más arriba y que hemos reseñado en páginas anteriores es el que aplica de forma sistemática, rigurosa y coherente —con las lógicas discrepancias que resultan de la evolución del pensamiento de todo científico— a la producción investigadora que recoge en los demás capítulos de este volumen. Como hemos dicho anteriormente, parte de estos trabajos los ISSN 1576-3404 © Infoling 1996-2012. Reservados todos los derechos

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dedica a cuestiones relacionadas con el vocalismo del español y del gallego. Ahora bien, para entenderlos en su preciso marco teórico es necesario acudir a su libro titulado El subsistema vocálico del español (Universidad de Santiago de Compostela, 2002). Como era de esperar de un fonólogo de la talla de Alexandre Veiga, lejos de aceptar el tópico de que el castellano tiene un vocalismo claro y sencillo, en este libro del 2002 sugiere que el análisis funcional de este subsistema, de las relaciones entre sus unidades y del funcionamiento de los rasgos que las definen "dista de ofrecer la escasez de dificultades que a primera vista pudiera intuirse" (2002: 8) y se plantea "la actuación y límites de los rasgos ±vocálico y ±consonántico, la entidad fonológica de los elementos marginales en diptongos y triptongos y el establecimiento de los rasgos pertinentes, de su interrelación y de la posible neutralizabilidad de las oposiciones en que intervienen, así como la identificación de las propiedades redundantes" (ib.). Lo más destacado de este libro es precisamente la aplicación de un principio con el que Alexandre Veiga mantiene un especial compromiso: la dominancia. Una vez delimitados conceptualmente algunas cuestiones concretas —semivocal y semiconsonante, glides, estructura de la sílaba, diptongo, triptongo e hiato—, aplicados en la historia de la fonología con diferentes matices, y establecidas las clases fonemáticas fundamentales en función de la jerarquía de dominancia, indica las circunstancias en las que el sistema fonológico del español presenta distinción máxima, esto es la posición nuclear de sílaba, y mínima, en margen silábico. La superioridad jerárquica máxima en este subsistema es la oposición grave/agudo, desdoblada en ±grave y ±agudo para dar cuenta de las oposiciones que contrae /a/ con las demás unidades del subsistema. Estas se organizan jerárquicamente tras el minucioso análisis que realiza Veiga de los términos marcados/no marcados; de esta forma, el término ±grave distinguiría los subconjuntos fonemáticos /e, i/ de /o, u, a/ y ±agudo /o, u/ frente a /a/. El último término de oposición, ínfimo en la jerarquía de dominancia, es ±difuso y le permite caracterizar /e/ frente a /i/ y /o/ frente a /u/, oposición neutralizada en margen silábico, donde aparecen los archifonemas /I, U/. Por su parte, grave/agudo se neutraliza en diptongos en los que participan vocales nucleares de abertura mínima o en aquellos casos en que una consonante o líquida palatal precede a semivocal fonéticamente grave; en ambos casos se identifica la cadena de rasgos abierta /V/ o archifonema vocal absoluto. El volumen que reseñamos recoge algunos artículos anteriores a este libro dedicado al subsistema vocálico que estudian con mayor profundidad el tratamiento que han recibido en la historia de la fonología española las unidades que se corresponden con las realizaciones fonéticas semivocálicas. En el capítulo 11 repasa las diferentes concepciones que sobre estas unidades han manifestado otros relevantes fonólogos; Alexandre Veiga critica, en coherencia total con los principios analíticos del marco teórico que adopta, el empleo de términos como glide, que ofrecen problemas en su interpretación, y “la no siempre clara discriminación de criterios de valor funcional y distribucionales” (271), fundamentalmente el hecho de apelar a la estructura silábica. Nos encontramos ante una brillante defensa hasta las últimas consecuencias de la liberación de los rasgos fonológicos inherentes, comprobables mediante la conmutación, de connotaciones distribucionales.

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Esta misma cuestión es abordada en el capítulo 19, donde comenta el análisis realizado de estas unidades por Mel’čuk (1999) en el marco de una teoría de reglas. Frente a la postura de este autor, Alexandre Veiga se centra en el hecho de que “una concepción del fonema como unidad integrante del sistema estructurado como conjunto de oposiciones, en cuyo interior se define mediante unos rasgos inherentes derivados de sus respuestas a las oposiciones de que participe, es en el propio modelo explicativo de la estructura donde debe buscarse toda coherencia y, permítasenos aquí el término ‘martinetiano’, toda economía” (453). Como conclusión retoma las palabras de Alarcos, señalando que “cuántas discusiones y desavenencias […] no serán sino los resultados de un mero revolver naipes de barajas distintas” (454). Con idénticos principios teóricos analiza Veiga el subsistema vocálico gallego en el capítulo 7, asunto en el que el autor continúa los estudios iniciados por su padre, el también fonólogo Amable Veiga Arias. No en vano, Alexandre Veiga presenta este trabajo como un homenaje a su persona. Como sucediera en su análisis del español y siguiendo a Veiga Arias, para dar cuenta de las unidades fonológicas y de sus rasgos inherentes, el autor de este trabajo repasa el comportamiento funcional de estas en las diferentes posiciones distribucionales, con el fin de identificar las cadenas de rasgos cerradas y abiertas, determinar el desdoblamiento de rasgos y establecer el orden de prelación en la actuación de estos últimos. Frente al subsistema castellano, el gallego dispondría de siete unidades fonológicas /e, ε, i, o, ↄ, u, a/ en posición de distinción máxima, es decir, nuclear de sílaba tónica siempre que ningún elemento contextual pueda ejercer influencia. Estas unidades se organizan en torno a cuatro rasgos inherentes jerarquizados siguiendo el principio de dominancia; así, el subconjunto fonemático /e, ε, i/ se opone a /o, ↄ, u, a/ mediante el rasgo ±grave. En este último se establece la oposición +agudo —/a/— frente a -agudo —/o, ↄ, u/—. La siguiente oposición en la jerarquía de rasgos distingue /e, ε/ (-difuso) de /i/ (+difuso) y /o, ↄ/ (-difuso) de /u/ (+difuso). Por último, el rasgo ínfimo, que sería ±denso, opone /e/ y /o/ (-denso) a /ε/ y /ↄ/ (+denso), respectivamente. En la misma línea que en su trabajo sobre el español (Veiga 2002), una vez establecidas las unidades en contexto de máxima diferenciación, Veiga identifica los casos de neutralización y, en consecuencia, las unidades que presentan cadenas de rasgos abiertas. La mayor o menor resistencia a la neutralización de las oposiciones le sirve para establecer la jerarquía de dominancia y la necesidad de desdoblamiento de algunas oposiciones. En posición nuclear de sílaba postónica no final identifica cinco unidades fonemáticas /a, i, u, E1, O1/, las dos últimas resultan de la neutralización de la oposición ínfima de la jerarquía (±denso); en núcleo de sílaba átona final reconoce una unidad de matriz de rasgos cerrada /a/ y dos de matriz abierta /E2, O2/, como resultado del solo funcionamiento de las oposiciones ±grave y ±agudo. En posición no nuclear de sílaba este fonólogo encuentra, como en español, solo dos matrices de rasgos abiertas /I, U/, habida cuenta de la neutralización de todas las oposiciones con la excepción de grave/agudo; frente al estudio previo de Veiga Arias (1976, 1984) del vocalismo gallego, defiende la neutralización de esta oposición, la más

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alta en el subsistema vocálico, en los casos de diptongo con realizaciones [iu̯, ui̯], donde aparece el archifonema vocálico absoluto /V/. Tanto en su estudio del subsistema vocálico del español como en el del gallego, el resultado es una estructura fonológica elegante y coherente no solo con los presupuestos teóricos, sino también con los datos fonéticos y distribucionales utilizados por el autor. También en el estudio de los subsistemas consonántico y líquido subyace la teoría fonológica a la que hacíamos referencia con anterioridad. En el capítulo 8 se aborda el conjunto de unidades nasales. Tras señalar la pertinencia del rasgo nasal en el caso de las consonantes, frente a vocales y líquidas, y la diversidad de realizaciones existentes en castellano por coarticulación, establece la pertinencia de tres unidades en este subconjunto, /m, n, ɲ/, constatables únicamente en posición inicial de sílaba. Ubica estas unidades entre las consonantes, rechazando la postura de numerosos fonólogos previos, que separaban estas unidades de las caracterizadas como orales. En su opinión esta separación significa considerar oral/nasal como la oposición suprema, presuposición que no se sostiene según este autor al considerar la posición de diferenciación mínima —final de sílaba— en la que parecen oponerse los archifonemas /N/ frente a /S/ y /Θ/ en virtud del rasgo interrupto/continuo. Por tanto, señala que la oposición oral/nasal actúa bajo el dominio de los rasgos interrupto y no continuo. La cuestión del archifonema interrupto, /N/, es tratada con mayor profundidad en el capítulo 1 (§2), en el que discute con maestría todas sus posibles interpretaciones. Analiza este autor la doble posibilidad jerárquica de las oposiciones difuso/denso y grave/agudo en función de la relativa resistencia a la neutralización, determinando la superioridad de la segunda. Su solución se basa en la imposibilidad fonotáctica en español de la combinación fonética [nasal palatal + semiconsonante aguda], que prueba la pertinencia de la oposición grave/agudo y la neutralización de difuso/denso. Finalmente, afirma que en términos privativos se ha de aceptar como válido ±grave y ±agudo, dado que el sonido alveolar [n] es el que aparece como realización del archifonema en casos de influencia contextual mínima. Es precisamente la oposición interrupto/continuo, junto a la de tenso/flojo, la que constituye el núcleo teórico del capítulo 2. Con él comienza una serie de trabajos en los que explicará el comportamiento de diversas unidades respecto a esta oposición y discutirá las conclusiones de trabajos de otros investigadores acerca de estas cuestiones. Como hiciera en los capítulos reseñados con anterioridad, Veiga aborda estos aspectos desde un punto de vista exclusivamente fonológico, defendiendo que “las particularidades acústicas o articulatorias […] no deberán interesar al fonólogo sino en la medida en que se pueda detectar su efectiva intervención como realizaciones materiales de hechos fonológicos” (47). Los capítulos 2, 4, 14 y 17 se centran en aclarar el modo en el que diversas unidades del español se enfrentan a la oposición interrupto/continuo, discute el estatuto y comportamiento de los alófonos relajados [β, δ, γ] de los fonemas /b, d, g/, que enfrenta a las realizaciones de las unidades propiamente fricativas /f, θ, s, x/. Llama la atención, citando a Martinet, acerca del carácter relajado de las realizaciones oclusivas flojas y revisa pormenorizadamente los estudios centrados en estas unidades, tanto aquellos con

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perspectiva fonológica como fonética. De forma contundente define el concepto fricativo y explora la viabilidad del término aproximante para hacer referencia a los alófonos relajados [β, δ, γ] y de [j], contrastando el significado que adquiere en algunos trabajos sobre el español con su sentido originario en la fonética y fonología anglosajonas (v. especialmente cap. 14, §1.1). En los capítulos 14 y 17 rechaza este término y parece aceptar, siguiendo la tradición latina (lenis/fortis), el término relajado. Además, en nuestra opinión argumenta muy acertadamente su defensa de la relevancia fonológica de la pareja de rasgos tenso/flojo para oponer /p, t, k/ y /b, d, g/, que fonéticamente se realiza de modo gradual y establece un contínuum entre [p, t, k; b, d, g; β, δ, γ]; en su planteamiento defiende la redundancia de la oposición sordo/sonoro. Siguiendo las ideas que Veiga Arias (1976) desarrolla para el gallego, Alexandre Veiga basa su postura, opuesta a la de Alarcos, en convincentes argumentos (v. cap. 2, §2.2): a) la rentabilidad de esta oposición para la economía descriptiva, pues establece también oposición en la subclase fonemática líquida vibrante, b) el hecho de que la tensión es la característica relevante que funciona siempre en la comunicación más adversa (en casos de pérdida de sonoridad, por ejemplo). Tras su detenido análisis de estas unidades concluye que /b, d, g/ y /p, t, k/ se sitúan en el término interrupto frente a las continuas /f, θ, s, x/ y rechaza el carácter fricativo de las realizaciones flojas de las interruptas [β, δ, γ]; en este sentido se opone a Alarcos y a Martínez Celdrán. Un aspecto relacionado con las unidades interruptas es aquel que tiene que ver con la propuesta monofonemática del grupo [gu̯] realizada por Martínez Celdrán. Veiga concluye, mediante la aplicación rigurosa de la conmutación y la revisión de las reglas de Trubetzkoy, el carácter bifonemático del grupo del que es realización y pone de relieve que se trata, en los casos de refuerzo fónico, de una “manifestación de una modificación sintagmática en el comportamiento distribucional de la unidad de que [u̯] es realización, pero no de una alteración paradigmática” (183). El capítulo 14 lo dedica íntegramente a las unidades de realización fricativa en español. En él retoma la cuestión de las realizaciones relajadas de las unidades oclusivas /b, d, g/ y su tratamiento, junto con [j], como sonidos fricativos. Analiza las características, particularidades, efectos asimilatorios y distribución fonética de las fricativas del español antes de iniciar el análisis fonológico de estas unidades que responden positivamente al rasgo continuo, habida cuenta del carácter marcado de este frente a aquel enunciado como ±interrupto. Esta situación, si bien no puede verificarse por la inexistencia de neutralización de la oposición interrupto/continuo en la clase de las consonantes, se comprueba en la de las líquidas. Identifica en posición de máxima distinción (inicial de sílaba) cuatro unidades /f, θ, s, x/; en final absoluta e implosiva, donde sólo es posible la presencia de realizaciones [s], [θ] y variantes contextuales (no tiene en cuenta un número muy reducido de voces de origen culto que presentan en posición implosiva otras realizaciones), se neutraliza la oposición grave/agudo y, por tanto, solo reconoce la existencia de los archifonemas /S/ y /Θ/ y prueba la dominancia de la oposición difuso/denso así como el carácter marcado del término grave, al realizarse los archifonemas en alófonos de carácter agudo. Respecto a la oposición que sigue funcionando, /S/ frente a /Θ/, argumenta que la ISSN 1576-3404 © Infoling 1996-2012. Reservados todos los derechos

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realización más frecuente y libre es la apicoalveolar, aceptando entonces como no marcada la unidad más densa. Finalmente, la oposición difuso/denso se neutraliza en grupos cultos implosivos [ns, ɾs, ls]; nos hallamos ante el archifonema que denomina /S2/. Frente a lo esperable a partir de los criterios que maneja para discernir casos de neutralización frente a distribución defectiva y a pesar de que de entre los sonidos fricativos en los grupos explosivos solo es posible la realización [f] como primer miembro, Veiga es partidario de la distribución defectiva, apartándose en cierto modo de la exigencia de conmutación probatoria que expresó en otros capítulos. No obstante, y dada la pulcritud metodológica característica de este autor, reconoce esta apriorística incongruencia y argumenta sólidamente y sobre la base de los términos marcados su postura. De este modo, la subclase fricativa, constituida por las unidades /s, x, θ, f, S, Θ, S2/ presenta los rasgos {+consonante, -vocálico, +continuo}. Mediante el rasgo privativo ±difuso distingue /s, x/ de /θ, f/; la siguiente oposición la establece el rasgo ±grave; /s/ y /θ/ constituyen los términos no marcados, mientras que /x, f/ serán los marcados. Finalmente, tras mostrar su desacuerdo con Alarcos, Martínez Celdrán y Gómez Asencio a propósito de la caracterización de /s/ como fonológicamente palatal, argumenta sobre la inadecuación del uso de rasgos articulatorios en la descripción fonológica. Dos unidades presentan tradicionalmente problemas en su definición fonológica, son /c/ y /j/, respecto a las relaciones de oposición que contraen con las unidades interruptas. Precisamente la oposición primera, interrupto/continuo, es el objeto de estudio de Veiga en el capítulo 1, donde analiza el fonema africado /c/ y discute la naturaleza y carácter fonológico del archifonema interrupto (v. más arriba). Respecto a /c/ insiste en su carácter monofonemático, aceptado por la mayor parte de los fonólogos del español, cuya realización es bisegmental (oclusivo + fricativo). En este trabajo analiza en profundidad la caracterización que diversos autores (Alarcos, Veiga Arias, Muljačić, etc.) han defendido para esta unidad a la luz de su respuesta a la oposición interrupto/continuo y a la necesidad de distinguir de algún modo el carácter africado de esta frente a las oclusivas y las fricativas, favoreciendo la economía descriptiva y oponiéndose a la introducción de rasgos nuevos como estridente/mate a pesar de que resulten acordes con la realidad fonética. Opta por el desdoblamiento de la oposición interrupto/continuo, lo que le permite distinguir, dentro de la clase de los +interrupto, los oclusivos, que responden negativamente al rasgo continuo, de los africados (+continuo). Por su parte, la unidad /j/ ofrece numerosos problemas interpretativos que Veiga resuelve aplicando lo que en fonología funcional es un principio irrenunciable: “en diacronía, como en sincronía, la interrelación fonética-fonología ha de ser coherentemente entendida y los datos sustanciales no deben perturbar la interpretación de fenómenos que hayan de ser formulados en términos de función” (312). Tras señalar los alófonos de esta unidad, [j, ɟj], y su distribución, aborda su caracterización fonética y señala la proximidad sustancial de la primera a [i] y a [i̯] y la ausencia de fricación, presente, no obstante, en el sonido fricativo palatal sonoro, o rehilada 9

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hispanoamericana, [ʒ], procedente de la fricativización de [ʎ]. Respecto a [ɟj], niega su carácter africado basándose en que, en su opinión, se trata de un grupo fonético bisegmental constituido por una oclusiva y un segundo elemento en el que se produce una aproximación de órganos pero, en ningún caso, fricación. Una vez realizado un exhaustivo repaso a las diferentes interpretaciones fonológicas de esta unidad (Alarcos, Veiga Arias y Martínez Celdrán) y habiendo presentado numerosas objeciones a todas ellas, analiza minuciosamente la respuesta de este fonema a las diversas oposiciones siguiendo la jerarquía de dominancia. Así concluye que la respuesta a las diversas oposiciones es la siguiente {-vocálico, +consonántico, +interrupto, -continuo, -nasal, +denso, -grave}. Una vez resuelto el problema de la descripción fonológica de /c/ y /j/ y constatada particular respuesta de aquel a los rasgos interrupto y continuo, con lo que rompe tradicional estructura simétrica de los oclusivos establecida por Alarcos (1950), en que ambos se oponían por el rasgo sonoro/sordo (en la teoría de Veiga flojo/tenso) igual que los pares /p-b/, /t-d/ y /k-g/, indica que /j/ es un fonema “soltero”.

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Dada la respuesta positiva de las unidades líquidas a los rasgos consonántico y vocálico, Alexandre Veiga separa esta clase tanto de las vocales como de las consonantes en gallego —capítulo 9— y en castellano —capítulo 15—. En ambas lenguas, reconoce cuatro unidades con matriz cerrada en circunstancias de distinción máxima (inicial de sílaba tras vocal), vibrantes /ɾ,   r/ y laterales /l,   ʎ/. Nuevamente, basándose en la neutralización, establece la jerarquía de dominancia. Reconoce para el español dos archifonemas líquidos en posición inicial agrupada (excepto cuando precede dental) y en posición implosiva medial y final: /L/ y /R/. En estos casos se constata exclusivamente la funcionalidad de la oposición vibrante/lateral. El archifonema /R/ se documenta también en posición inicial absoluta. Los grupos tautosilábicos [t, d~δ + ɾ] excluyen cualquier posibilidad de conmutación por lo que, en opinión de este autor, nos encontramos ante la neutralización de todas las oposiciones de la clase líquida, es decir, de la primera oposición (interrupto/continuo), lo que resulta en el archifonema líquido absoluto /R2/, que se realiza únicamente como vibrante simple, lo que evidencia la situación no marcada del rasgo flojo y del rasgo interrupto. De este modo, la jerarquía de rasgos en términos privativos sería la siguiente: ±continuo > ±denso ±tenso. Como señala este autor, las dos últimas funcionan en dos subsistemas diferentes. El primero bajo el rasgo +continuo identifica /l/ (-denso) frente a /ʎ/ (+denso); el segundo, dominado por -continuo, opone /ɾ/ (-tenso) frente a /r/ (+tenso). Tratamiento independiente en esta reseña merecen aquellos trabajos en los que Alexandre Veiga, como buen conocedor de la fonología diacrónica, aborda las geminadas latinas, los procesos de lenición de la Romania occidental y, como apéndice a este libro, la revisión del tratamiento como castellanismos de algunas evoluciones de los diptongos decrecientes latinos en gallego. En el capítulo 10 se centra en la defensa del carácter bifonemático de las geminadas latinas; revisa la bibliografía previa y analiza los indicios de heterosilabicidad que pueden documentarse —el hecho de que una sílaba breve por naturaleza sea

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Reseña de A. Veiga. El componente fónico de la lengua. Estudios fonológicos

prosódicamente larga por posición ante geminada, como sucedía con los grupos heterosilábicos y heterorgánicos, la atracción del acento hacia las vocales breves en penúltima sílaba ante geminada (largas por posición) y la no diptongación de las vocales breves ante geminada en algunos romances (francés e italiano, por ejemplo) en los que esta se produce solo en sílaba libre. La lenición protorromance es el objeto de estudio del capítulo 3. En una gran parte de este trabajo realiza una revisión de este concepto y de las propuestas de relación entre los diferentes procesos. Una vez revisadas con acierto las diferentes teorías acerca de cada una de las hipótesis propuestas por los diversos filólogos, toma partido por la propulsión como motor del cambio, apoyándose en la idea de que, desde la perspectiva estructural, la reacción en cadena es el resultado de la tendencia de la lengua a mantener las diferenciaciones que se dan en el sistema. Además, observa que “una explicación de la dinámica del proceso que pretenda resultar válida para todos los puntos del sistema solo puede resultar coherente en la línea de la propulsión” (109). También se explica el paso (no documentado) de las geminadas a consonantes hipertensas, resultado de la fusión del momento implosivo y explosivo de estos elementos. El rechazo del sistema a la fonologización de cuatro grados de tensión (fonéticamente: hipertensas sordas, hipertensas sonoras, tensas (o sordas), flojas (o sonoras)) conllevó, según este autor, la confluencia de las consonantes hipertensas sonoras y las tensas (sordas), esto es, [b*-p]>[b], [d*-t]>[d], [g*-k]>[g]; debido a la tendencia al mantenimiento de las diferenciaciones, esto provocó que las consonantes no tensas del latín clásico se debilitasen —[b]>[v], [d]>[δ>∅], [g]>[γ>∅]—. En último término, se conservarían los dos grados de tensión fonológica que existen en la actualidad. Como apéndice del volumen, Veiga incluye dos trabajos —capítulos 20 y 21— acerca de los falsos castellanismos en gallego procedentes de la monoptongación/reducción de diptongos decrecientes. Con una gran maestría y demostrando su profundo conocimiento de la historia del español y del gallego, así como de la documentación histórica y de la evolución de otros romances ibéricos/no ibéricos, concluye defendiendo el origen gallego de determinadas monoptongaciones que la filología tradicionalmente había considerado castellanismos. Atribuye estos casos a la imposibilidad en gallego actual y medieval de la presencia de semivocales ante vocal y ante cualquier otro sonido —con la excepción de [s] y [θ]— en posición implosiva. Esto dio lugar en gallego a la desaparición del segundo elemento del diptongo (oír
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