9-M, elecciones de ratificación

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Descripción

POLÍTICA

9-M: ELECCIONES DE RATIFICACIÓN JULIÁN SANTAMARÍA / HENAR CRIADO

E

sta vez no hubo sorpresas. No hubo sorpresas ni en cuanto al ganador ni en cuanto a su ventaja. Los resultados confirmaron lo que anticipaban todas las encuestas, a diferencia de lo que ocurrió otras veces. Tampoco hubo grandes cambios en las pautas de voto. La participación, aunque algo más baja que en 2004, fue muy similar a la media; las diferencias entre los dos principales partidos se mantienen, reduciéndose en solo un punto; como en todas las elecciones generales desde 1993, la suma de los votos al PP y al PSOE siguió creciendo, en este caso algo más de dos puntos para aquél y algo más de uno para éste; y, como viene ocurriendo desde 1996, IU siguió perdiendo apoyos. De ahí que las elecciones del 9/M puedan caracterizarse como elecciones de ratificación que vinieron a confirmar la normalidad de los resultados de 2004, lo que pone fin a la discusión sobre la legitimidad de origen del gobierno que ensombreció buena parte de la legislatura pasada. Esta vez el PP no sólo ha reconocido su derrota sino que ha abierto un debate interno sobre la conveniencia o no de revisar sus planteamientos, alianzas y estrategias y la necesidad de renovar o no y en qué términos la dirección del partido. Un amplio y complejo debate que afecta al programa, la organización y el liderazgo, evidenciando hasta qué punto se admite e interioriza el resultado. Pero, junto a esos elementos de continuidad, los resultados presentan también algunos rasgos inéditos y, hasta cierto punto, excepcionales. Es la primera vez, desde 1982, en que los dos partidos principales crecen simultáneamente; y la primera, desde 1979, en 42

que los partidos nacionalistas experimentan un retroceso significativo. Es también la primera vez en que los avances y retrocesos de PP y PSOE, así como el aumento de la participación o de la abstención, siguen pautas muy diferentes en distintas partes del territorio. Eso no basta para caracterizar estas elecciones como elecciones de cambio, aunque sus resultados podrían afectar, de un lado, al sistema de partidos, acentuando la tendencia al bipartidismo, lo que reabre el debate sobre el sistema electoral1; y, de otro, a las estrategias competitivas de los partidos a la vista de las diferencias de comportamiento de los electores en los distintos territorios. En todo caso, parece necesario preguntarse: ¿A qué obedece la creciente concentración del voto en torno a PP y PSOE? ¿A qué responden las diferencias de voto en los distintos territorios? ¿Cuáles han sido los intercambios de votos entre unos partidos y otros y porqué? Competicion electoral y concentración del voto

La concentración del voto en torno a los dos principales partidos, que se ha agudizado en 2008, confirma la tendencia iniciada entre 1989 y 1993. En 1989 PSOE y PP sumaban juntos el 66% de los votos y el 80.5% de los escaños. Hoy, casi el 84% y más del 92% respectivamente. En diez de las 17 Comunidades Autónomas [CCAA], entre el PSOE y el PP suman más del 90% de los votos; en otras tres, en

1 Anticipándose a los resultados, Joaquín Prieto, “Por un voto más igualitario”, El País, 20/03/2006. Después,. v. Temas para el Debate, Mayo 2008, págs. 23-58 que recoge los puntos de vista de varios expertos.

torno al 84%. Sólo en Cataluña, País Vasco, Navarra y Canarias, donde el sistema de partidos está mucho más fragmentado por la presencia de partidos nacionalistas fuertes, suman menos del 76%. La tasa de concentración del voto ha experimentado un incremento medio de tres puntos en cada una de las consultas celebradas en los últimos quince años. Se trata de un cambio sustancial a través de un proceso gradual pero sistemático. Hasta 1989 el voto tendía a concentrarse en torno a los dos partidos principales en las elecciones críticas (1977, 1982) y tendía a dispersarse algo a favor de otros partidos o se refugiaba en la abstención en elecciones normales o de continuidad (1979, 1986, 1989) Desde entonces no ha vuelto a haber oscilaciones. Elección tras elección los votos se han ido concentrando cada vez más en torno a PSOE y PP con independencia de que ganara uno u otro. Por tanto, no es una novedad. La particularidad en este caso está en que en una sola elección se ha dado un salto de casi cuatro puntos en esa dirección. Se puede discutir si lo que existe hoy en España es o no un sistema bipartidista, pero el hecho es que en el Reino Unido, paradigma del bipartidismo, entre Conservadores y Laboristas suman el 70% de los votos y el 87% de los escaños, cifras claramente inferiores a las que arrojan los resultados del 9/M. ¿A qué obedece esta evolución? Para algunos, la explicación habría que encontrarla en el sistema electoral2, que penaliza a los terceros partidos de ámbito estatal. Pero

2 Bonifacio de la Cuadra. “Izquierda, Democracia y votos”. El País, 17/03/2008.

eso, en principio, sólo ocurre a la hora de transformar los votos en escaños, no a la hora de contarlos. El sistema electoral no ha cambiado desde 1977 y eso no ha impedido que IU obtuviera 18 Diputados en 1993, 21 en 1996 y sólo 2 en 2008; o que el CDS tuviera 2 en 1982 y 17 cuatro años después. Es cierto que el sistema electoral español, como todos los sistemas electorales, perjudica a los partidos pequeños, pero en nuestro caso les perjudica más por factores ajenos a él que por la disposición de sus mecanismos internos. Cierto que el sistema electoral les perjudica al transformar los votos en escaños; pero lo que de verdad les perjudica es que son muy pequeños y dispersan sus votos entre todas las circunscripciones, incluso en las que no tienen posibilidad alguna de obtener representación, y porque sus resultados quedan a mucha distancia de los dos primeros partidos, lo que confiere a éstos una ventaja adicional. Por supuesto, cabría decir que no se trata sólo de los efectos mecánicos del sistema electoral, sino también de sus efectos sicológicos que incentivarían el voto útil; pero, en todo caso, la evolución electoral de IU muestra que ese mecanismo no ha operado siempre de igual modo y que la desproporción entre sus votos y sus escaños se ha ido incrementando a medida que disminuían aquellos. El sistema electoral tampoco explica el retroceso de los partidos nacionalistas ni en términos de escaños, ya que para ellos el sistema opera de manera muy proporcional, ni en términos de votos, ya que sus resultados han sido históricamente muy estables y su descenso en estas elecciones habría que buscarlos en otras causas. En el caso de IU su representaCLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA Nº 183 ■

ción en el Congreso apenas habría mejorado con las reformas del sistema electoral que permite la Constitución. De lo que se trata es de los votos, del número de votos y de la diferencia entre ese número y el que consiguen los grandes partidos de ámbito estatal. Cuanto menor es el número de votos que obtiene IU y más amplia la distancia que lo separa de los dos grandes partidos mayor es la penalización que recibe3. La tendencia a la concentración del voto en torno a PSOE y PP tiene algo que ver, pero poco, con el sistema electoral, aunque éste, eso sí, amplifica su ventaja en escaños a medida que el voto se concentra en torno a ellos. La explicación de ese fenómeno hay que encontrarla en tres factores: la elevada competitividad entre los dos partidos principales, la creciente polarización entre ambos y el aprendizaje político de los votantes. ● La competitividad se mide por la distancia electoral entre los dos primeros partidos. En 1982, la distancia electoral entre PSOE y PP era de 22 puntos porcentuales; en 1986, de 18; en 1989, de 14; en 1993 esa distancia se redujo a 4; en 1996, a poco más de 1; en 2000, llegó a 10, pero en 2004 descendió a 5 y ahora a 4. Es casi imposible superar una diferencia de quince o veinte puntos de unas elecciones a otras, pero es muy posible hacerlo cuando la diferencia no es mayor de diez4. Cuando la distancia es

corta el gobierno resulta, por tanto, muy vulnerable. Y eso es lo que ha ocurrido en España desde 1993. Desde entonces todos los gobiernos lo han sido y han vivido con su principal competidor pisándole los talones. Esa amenaza estimula la competición y hace que la legislatura entera se convierta en una campaña permanente protagonizada por los dos actores principales, lo que quita visibilidad a los demás, alimentando una dinámica competitiva centrada en los dos partidos principales. ● La polarización se mide por la distancia ideológica, es decir, por la diferencia de las posiciones de uno y otro partido respecto de las cuestiones que más dividen a los electores; y es evidente que esa distancia entre PP y PSOE ha ido en aumento en los últimos años y, muy especialmente, en el curso de la última legislatura. Un buen indicador de esa polarización lo encontramos en el hecho de que en las elecciones del 9/M un 14% de los votantes del PP lo apoyó para “echar al PSOE del gobierno” y un 14% de los votantes del PSOE lo votó para impedir que llegara al gobierno el PP. Son datos de nuestro estudio postelectoral y no sabríamos qué expresa mejor esa polaridad: si el hecho de que más de tres millones de electores votaran motivados por sentimientos antagónicos hacia el adversario o el hecho de que lo hicieran en la misma pro-

3 Sobre este ultimo punto, v. Douglas W. Rae The Political Consequences of Electoral Laws, Yale University Press, New Haven. 1971, págs. 153 y ss. 4 Por supuesto, el umbral de los diez puntos no constituye una cifra mágica y puede variar según el país y el momento. Esa cifra la utiliza Sartori, basándose en los datos electorales de más de veinte países,

para caracterizar como sistema de partidos predominante aquel en que el primer partido supera al segundo en más de diez puntos porcentuales en, al menos, tres elecciones consecutivas. Valdría en España para caracterizar el sistema de partidos de 1982 a 1993. Giovanni Sartori, Parties and Party Systems I, Cambridge University Press, Cambridge 1976, págs 192 y ss.

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porción los votantes de ambos partidos. ● Finalmente, los electores han aprendido que desde 1993 lo que está en juego en las elecciones generales es si gana el PSOE o si gana el PP, que dada la escasa distancia que los separa puede ganar cualquiera de los dos y que no da igual quién gane o quién pierda. Si eso es así, y si lo es cada vez más, es lógico que sean muchos los ciudadanos que cada vez más opten no tanto por el partido que prefieren como por aquél que represente a su juicio el mal menor. Y que eso ocurra en mayor medida justamente cuanto mayores sean las diferencias que aprecian entre el mal mayor y el menor. La dinámica de la competición electoral ha ido conduciendo cada vez más hacia una pugna entre dos. Eso introduce incentivos muy fuertes para optar por uno u otro, no sólo porque tanto puede ganar el PSOE como el PP, sino también porque la distancia ideológica que los separa confiere aun mayor importancia al desenlace. En resumen, la proximidad electoral y la distancia ideológica entre PP y PSOE genera una dinámica bipartidista que estimula el voto útil en su favor y eso lleva a una creciente concentración del voto que apunta a una reestructuración del sistema de partidos basado en los dos grandes. No sólo la dinámica; también la estructura del sistema ha evolucionado estos años hacia el bipartidismo. Esa tendencia ha experimentado un gran impulso en 2008, cuyos resultados electorales registran un fuerte retroceso no sólo de IU sino también y, sobre todo, de los partidos nacionalistas en su conjunto. A fecha de hoy, no hay elementos suficientes para dictaminar si se trata

o no de una tendencia irreversible, pero de momento no se vislumbran indicios en sentido contrario. ¿Podría frenarse con la reforma del sistema electoral? Nuestra impresión es que no. La reclamación de IU pidiendo una reforma del sistema electoral es muy comprensible5. En España, no es sólo que el sistema electoral favorezca a los grandes partidos en detrimento de los pequeños, sino que penaliza en especial a los partidos pequeños de ámbito estatal, generando una situación de desigualdad no sólo frente a los grandes sino también frente a los de igual tamaño o más pequeños de ámbito regional a la hora de convertir los votos en escaños. Es decir, que a IU y ahora también a UPD cada escaño les cuesta mucho más que a cualquier otro partido. IU tiene dos problemas: el primero es que cada vez tiene menos apoyos electorales; y el segundo, que cuantos menos tiene más perjudicado se ve a la hora de convertirlos en escaños. La solución al primero es conseguir más votos y ello no depende del sistema electoral sino de la oferta del partido, de sus estrategias y su liderazgo. La solución al segundo no es más fácil dentro de los estrechos márgenes de cambio que permite la Constitución. Así, por ejemplo, si se aumentara a 400 el número de Diputados, manteniendo un mínimo de uno o dos por provincia y distribuyendo los nuevos 50 a nivel nacional con los resultados de 2008, PSOE y PP mantendrían la misma proporción de escaños que ahora e IU mejoraría la suya de forma marginal obteniendo cuatro escaños en un caso y 5 Gaspar Llamazares. “ ‘El tsunami bipartidista’ y el sistema electoral”. El Pais 26/03/ 2008

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seis en otro. La cuestión, por tanto, no está ahí, en el sistema electoral, sino en la dinámica bipartidista que se viene imponiendo desde hace tres lustros sin que haya síntomas de que, a medio plazo, vaya a cambiar. La abstencion y la distribución territorial del voto

De acuerdo con un estereotipo muy arraigado, la participación beneficia a la izquierda y la abstención le perjudica. Esa creencia generó una notoria incertidumbre sobre el desenlace de estas elecciones y mantuvo pendientes de la participación a políticos y observadores. Dada la proximidad que pronosticaban los sondeos entre los dos partidos principales, todo parecía depender de cuál fuera la tasa de participación, dándose por hecho que si era elevada ganarían los socialistas y si no se impondrían los populares, aun cuando pocos precisaran a partir de qué umbral podría calificarse la participación como alta o baja. La historia electoral de la democracia española revela el escaso fundamento de ese estereotipo. Tan sólo los resultados de 1982 y 2000 lo confirman. En 1982, el PSOE obtiene sus mejores resultados históricos coincidiendo con la tasa de participación más alta de estos treinta años; y en 2000 el PP consigue sus mejores resultados coincidiendo con la mayor tasa de abstención. Pero como muestra el Gráfico 1, en el que junto a las altibajos de la abstención figura la evolución del voto de los dos partidos principales, el PSOE ha ganado con tasas de participación altas, medias y bajas y el PP con niveles altos y bajos de participación.

La idea de que la mayor participación beneficia a la izquierda está basada en el supuesto de que se encuentra por regla general menos motivada que la derecha para acudir a votar y de que, por tanto, un alto grado de participación indicaría que ha ido a votar en igual medida que la derecha, lo que le bastaría para ganar al ser más numerosa que ésta6. Pero eso es sólo una posibilidad. Otra muy distinta sería que la participación aumentase más allí donde un partido es más fuerte y donde, por tanto, tiene mayor potencial de crecimiento. Eso es lo que parece haber pasado esta vez. En efecto, el PP ha consiguido sus mejores resultados en las comunidades en que era más fuerte, como Madrid, Valencia y Murcia, en las que la participación se ha incrementado por encima de la media nacional. Por el contrario, el PSOE, logra sus mejores resultados en el País Vasco y Cataluña, donde la abstención alcanza las cotas más amplias y supera con mucho no sólo la media nacional, sino la media histórica regional. En otras palabras, la idea de que la abstención perjudica a la izquierda y la participación a la derecha tiene su origen en la confusión entre participación y movilización; es decir, en la idea de que un alto nivel de participación implica necesariamente un alto nivel de movilización de la izquierda mientras que un alto grado de abstención significaría, por el contrario, un alto grado de desmovilización de la misma. A veces sí y a veces no. En cualquier caso, la participación tan sólo ha bajado dos puntos en 2008. En números absolutos, 255.000 votantes, lo que hace

Gráfico 1. Relación entre la abstención y el voto a PP y PSOE 1977-2008 PSOE AP/PP Abstención

PPP, PSOE y ABSTENCIÓN 60 50 40 30 20 10 0

1977

1979

1982

1986

Fuente: Ministerio del Interior. Elaboración propia.

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1989

1993

1996

2000

2004

2008

prácticamente imposible determinar si eso ha beneficiado más a uno que a otro. Lo que sí sabemos es que se han distribuido de manera desigual en los distintos territorios, ya que mientras en algunos ha aumentado la participación por encima de la media en otros ha disminuido. Eso es la primera vez que ocurre con tanta intensidad. Desde luego no todas las CCAA votan en la misma medida. Algunas lo hacen por encima de la media nacional, otras por debajo y dos o tres coinciden con ella. Pero hasta ahora la norma era que en todas ellas las fluctuaciones de la participación fueran similares. Esta vez no ha ocurrido eso, sino que en algunas CCAA ha crecido por encima de la media y en otras ha descendido por debajo de ella. En términos generales, donde la participación creció por encima de la media ganó el PP y donde disminuyó ganó el PSOE. En otras palabras, la tasa de participación no siempre es un buen predictor del resultado7. Cuando la participación alcanza cotas excepcionales cabría suponer que todos los electorados se han movilizado al límite y que, por tanto, la izquierda, al ser mayoritaria en el conjunto del país, y en la medida en que lo sea, tiene más probabilidades de ganar. Con certeza, si la participación se distribuyera por igual en todo el territorio. Con menos seguridad, si como en 2008 no sucediera así. Algo parecido ha ocurrido con la distribución territorial del voto. No todas las regiones votan lo mismo. Ni en España ni fuera de España y, de hecho, la observación de 6 Una interesante discusión sobre este punto para EEUU, en Benjamin Highton and Raymond E. Wolfinger, “The Political Implications Of Higher Turnout” British Journal of Political .Sciennce. Vol 31, 2001, págs 179-223. Para España, Belén Barreiro, “La progresiva desmovilización de la izquierda en España: un análisis de la abstención en las elecciones generales de 1986 a 2000” Revista Española de Ciencia Política, nº 6. 7 No fue así en todos los casos. El PSOE ha experimentado también un notable crecimiento en Galicia y Canarias. En el primer caso, con un fuerte crecimiento de la participación. En el segundo, casi sin cambios respecto a 2004. 8 Stein Rokkan, Citizens, Elections, Parties. Universitetsforlaget. Oslo, 1969, págs. 169-177

esas diferencias está en el origen de los primeros análisis electorales8. Lo peculiar del caso español ha venido siendo que, por lo general, en todas ellas su voto se ajustara en cada caso a la subida o la bajada de la ola, a la tendencia alalza o a la baja de cada uno de los principales partidos. De modo que cuando PSOE o PP ganan o pierden en el conjunto de España suelen ganar o perder en todas o en la mayoría de las CCAA y, por lo general, en proporciones semejantes al promedio nacional. En 1996, cuando ganó el PP, por poco más de un punto de diferencia, el PSOE retrocedió en doce mientras el PP mejoró en dieciséis; en 2000, el PP crecía y el PSOE retrocedía en todas ellas; y, a la inversa, en 2004, el PSOE incrementó su porcentaje de votos en toda España. Ahora, en 2008, avanza en doce y retrocede en cinco. Eso nos llevaría a pensar que durante los últimos tres lustros las diferencias ideológicas y la valoración de la gestión de los gobiernos han predominado sobre cualquier otra consideración en las diferentes partes del territorio y que, por eso, en todas ellas se seguían pautas semejantes y se votaba en todas de forma más o menos homogénea. Este patrón se ha roto en las elecciones del 9/M. En algunos territorios, los electores se han pronunciado claramente por el PP y en otros por el PSOE. Por eso cabe suponer que la política territorial, que tanto relieve ha tenido en la agenda pública, haya tenido un impacto especial tanto en las decisiones individuales de muchos votantes como en las diferentes pautas de voto entre unas y otras CCAA. España no se ha roto pero todo parece indicar que las estrategias de los dos partidos principales, y en especial la estrategia de la crispación sostenida por el PP, han contribuido a activar o reavivar una línea de fractura en torno a la política territorial. En cualquier caso, la “territorialización” del voto exige una indagación más detallada sobre la importancia que los electores hayan atribuido en esta ocasión a las presiones cruzadas a las que pueden haberse visto sometidos: de un lado, sus preferencias ideológiCLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA Nº 183 ■

JULIÁN SAN TAMARÍA / HENAR CRIADO

9 Estos datos están tomados de dos encuestas de NOXA para Murcia y Valencia del mes de febrero de 2008.

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las políticas territoriales, que también ha estado presente en la exacerbación de las tensiones entre PP y PSOE en Valencia y Murcia con motivo de la política del agua. ¿Cuál ha sido el impacto de esa estrategia sobre el comportamiento de los electores? Trataremos de responder a esa pregunta siguiendo dos caminos. Primero, examinaremos brevemente la evolución de la agenda pública, los resultados de las elecciones intermedias y la opinión pública a lo largo de la legislatura; y, segundo, analizaremos los datos de dos encuestas post-electorales, una de ámbito nacional y otra en la Comunidad Autónoma de Madrid. Lo primero puede servir para ubicar en el tiempo el volumen y la dirección de los flujos de votos entre los partidos. Lo segundo, para identificar las posiciones y características de los votantes que cambiaron su voto entre 2004 y 2008. La Legislatura

En la legislatura pasada hubo tanto ruido y tan monotónico que parece haber constituido una unidad idéntica de principio a fin. Sin embargo, a lo largo de los cuatro años podrían distinguirse tres fases de distinta duración e intensidad. ● En la primera, de la primavera de 2004 al otoño de 2005, la agenda pública estuvo marcada por la retirada de las tropas de Irak, el despliegue legislativo de las principales iniciativas gubernamentales en política social y expansión de los derechos civiles, ampliamente respaldadas por la opinión pública. Frente a ello, la estrategia del PP se centró en discutir la legitimidad de la victoria electoral del PSOE y desarrollar una oposición de obstrucción y rechazo a la acción del gobierno, sin presentar propuesta alternativa alguna. ● En la segunda etapa, del otoño de 2005 hasta la primavera de 2007, la agenda pública, impuesta por el PP, se centró en dos temas que, prácticamente, la monopolizaron: de un lado, la aprobación del Estatuto de Cataluña, y, de otro, el proceso de paz en el País Vasco tras la declaración, por parte de ETA, de una tregua indefinida en marzo de 2006.

● La tercera etapa se corresponde con el último año de la legislatura. La aprobación por consenso de varios Estatutos, incluido el de Andalucía, redujo la intensidad de los debates sobre Cataluña; y el giro que dio el Gobierno a su política antiterrorista redujo su relieve en la agenda en la que, no obstante, ambos temas mantuvieron un lugar importante. En los últimos meses, el debate se centraría, sin hacerlo del todo, en torno al alcance de la desaceleración económica, el incremento de la inflación y el desempleo y la política de inmigración.

Los resultados de las elecciones intermedias, europeas, autonómicas y municipales, ofrecen algunas pistas, pero no muchas. Las elecciones autonómicas en País Vasco y Galicia, en la primavera de 2005, confirmaron el impulso ascendente del PSOE, que se tradujo en un avance de cinco puntos en aquél y diez en ésta. Año y medio después, en el otoño de 2006, las elecciones autonómicas en Cataluña muestran un claro descenso de los apoyos electorales al PSC-PSOE aunque éste preservara la dirección del gobierno catalán. Por otra parte, las elecciones de ámbito nacional, las europeas, dos meses después de las generales de 2004, y las municipales de 2007 sugieren una relación muy equilibrada entre los dos principales partidos; y estas últimas ponen de relieve el estancamiento o incluso el retroceso del PSOE frente a un sensible avance del PP en algunos territorios como Madrid, Valencia y Murcia.

El análisis de la opinión pública evidencia los vaivenes de las tres etapas. El gráfico 2 presenta la evolución de la intención de voto desde abril de 2004. Puede observarse que, en general, esas estimaciones muestran las dificultades del PSOE para distanciarse del PP a lo largo de toda la legislatura y las de éste para dar alcance a aquél. No obstante se perciben algunas diferencias significativas en cada una de las tres etapas. ● En la primera de ellas, hasta el otoño de 2005, los sondeos muestran que el PSOE incrementa su ventaja sobre el PP hasta ocho o nueve puntos en intención de voto. Otros datos, como la evaluación de la situación económica, la valoración de la gestión del gobierno, la popularidad de los líderes o el respaldo a las políticas del Gobierno son coherentes con ello. ● La segunda fase, hasta la primavera de 2007, apunta un cambio de tendencia, coincidiendo con la polémica sobre el Estatut, en la primera parte, y la campaña del PP contra la política antiterrorista del gobierno, en la segunda. En efecto, entre la aprobación del Estatut por el Parlament de Cataluña y luego por el Congreso de los Diputados el PP experimenta un alza tan espectacular como el retroceso del PSOE, situándose uno o dos puntos por encima de éste en las preferencias del electorado. Es el único momento de la legislatura en que eso ocurre, pero tiene una importancia crucial. Los estudios de aquel período sugieren que el Estatuto catalán comportó enormes costes electorales para el PSOE. Un 14% de sus votantes de 2004

Gráfico 2. Evolución de las Estimaciones de voto para PP y PSOE 2004-2008

48 46 44 42 40 38 36 34 32 30 nov-05

cas y, de otro, sus inclinaciones identitarias. La competición electoral en España se ha centrado en torno a dos dimensiones, la ideológica, prevalente en las elecciones generales; y la identitaria, dominante en las autonómicas, al menos en las llamadas Comunidades históricas. La diferencia es que en 2008, al activarse con tanta fuerza las diferencias sobre la política territorial, la dimensión identitaria podría haberse impuesto a la dimensión ideológica en unos casos a favor del nacionalismo español y en otros en contra. Esto no quiere decir que en todas las Comunidades Autónomas donde se han consolidado o han surgido hegemonías de uno u otro partido la causa esté, exclusiva o principalmente, en la politización de las cuestiones identitarias. Probablemente esto sea así en el caso de Madrid; o, en la dirección contraria, en los casos del País Vasco y Cataluña, donde la reacción ante la estrategia de la crispación del PP esté posiblemente detrás de las importantes victorias del PSE y el PSC. Pero en otras Comunidades Autónomas, además del posible efecto de la crispación en torno al tema identitario, hay dinámicas internas que pueden haber influido sobre el voto. Dos casos claros a este respecto son los de Valencia y Murcia, donde la cuestión del trasvase del Ebro probablemente ha sido decisiva para consolidar la hegemonía del PP en ambas regiones. Por ejemplo, en Murcia, un 75% de la población consideraba mala o muy mala la gestión del agua realizada por el gobierno; y en Valencia un 52% estaba a favor de la posición del PP en esta política. Más aún, en Murcia, un porcentaje muy amplio (en torno al 70%) de la propia base electoral del PSOE, los votantes de centro-izquierda, consideraban negativa o muy negativa la política del agua defendida por el gobierno de la nación9. Con todo, el argumento central de este estudio gira alrededor de las consecuencias electorales de la estrategia de la crispación en torno a

Fuente: Elaboración propia1. 1

Los datos de 2004 proceden de los Barómetros del CIS. Los demás, de NOXA Consulting, han sido publicados en La Vanguardia entre febrero de 2005 y marzo de 2008

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se inclinaba por el PP, mientras éste sólo cedía al PSOE el 2% de sus votos. El saldo para el gobierno no podía ser más negativo: ganaba un votante por cada siete que perdía. Zapatero tiene el mérito de haber remontado en parte esa desventaja imponiéndose con claridad a Rajoy en los grandes debates parlamentarios: el del Estado de la Nación en 2006, en un momento en que la apertura del llamado “proceso de paz” había abierto fuertes expectativas, y el que, a principios de 2007, tuvo lugar tras el atentado de la T-4. ● Pero, superados los efectos más bien efímeros de los debates, las distancias se reducen y, a lo largo de la última fase de la legislatura, es decir desde abril de 2007, el PP se fija en las proximidades del 40% del voto frente a algo más del 42% del PSOE, una distancia que con ligeras variaciones, coincidentes una vez más con el debate del Estado de la Nación, permanece inalterable hasta la última parte de la campaña en que el PSOE recupera un par de puntos para dejar su ventaja en cuatro10. En resumen, tanto las elecciones intermedias como los sondeos de opinión muestran una tendencia ascendente del PSOE en la primera mitad de la legislatura, compensada en la segunda por un mayor equilibrio con el PP que, tras algunos altibajos ocasionales, se estabilizaría durante el último año de la legislatura y no se rompería hasta el final. Pero las elecciones intermedias revelan también una distribución asimétrica del voto entre ambos partidos en los distintos territorios. Avances del PSOE en Galicia y País Vasco, retroceso del PSOE en Madrid y Cataluña y gran impulso ascendente del PP en la cuenca mediterránea. Los resultados de 2008 no sólo han confirmado, sino que han reforzado esa tendencia a la concentración del voto de cada una de esas formaciones en distintas áreas del territorio. Y eso parece destacar el papel relevante que 10 Para las ligeras fluctuaciones durante la última semana de la campaña, v. Angels Pont i Doménech, “Les enquestes prèvies

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desempeñaron las estrategias de los dos principales partidos en relación con los dos temas que centraron la agenda pública en la mayor parte de la legislatura: el Estatut de Cataluña y la política antiterrorista, como confirman también las oscilaciones de la opinión pública, y en especial, la intención de voto que recogían los sondeos. Las transferencias de votos

Sabemos, pues, que los ciudadanos concentraron más que nunca sus votos en torno a los dos principales partidos, que lo hicieron primando de forma diferente a cada cual en las distintas partes del territorio y que las diferencias en la participación fueron tan pequeñas que no permiten explicar por sí solas las diferencias entre los resultados de 2008 y de 2004, aun cuando éstas fueron también relativamente bajas. Por eso tiene interés cuantificarlas, primero, para luego tratar de explicar cuáles fueron las dinámicas que impulsaron los cambios y caracterizar a los individuos que los protagonizaron. Para lo primero, nos basamos en los datos oficiales11; y para lo segundo en sendos estudios post-electorales12. Esto último tiene especial interés para entender la dirección de los intercambios de voto, identificar a quienes optaron en 2008 por una opción diferente a la que votaron en 2004 y establecer hasta qué punto y de qué modo pudieran haberse visto afectados por las estrategias asumidas por los dos partidos principales a lo largo de la legislatura. El principal factor de continuidad entre 2008 y 2004 lo ofrece el escaso intercambio de votos entre los partidos que reflejan los resultados. El PSOE obtuvo una clara victoria con el 43.9 por ciento de los votos válidos frente al 39.9 del PP, el 3.8 de IU, el 3.0 de CiU, el 1.2 del PNV y 1.1 de ERC y de

al 9 Març 2008”. El Periódico de Cataluña, 16 de Marzo de 2008. Los datos de 2004 proceden de los Barómetros del CIS. Los demás, de NOXA Consulting, han sido publicados en La Vanguardia entre febrero de 2005 y marzo de 2008. 11 Es decir, los datos de la Junta Electoral Central. BOE 17/03/2008. 12 Estudios realizados por NOXA Consulting.

UPD. El PSOE y el PP consiguen respectivamente 262.000 y 514.000 votos más que en 200413; y UPD, que concurría por vez primera, irrumpe en el escenario con 306.000 votos. Eso significa que entre los tres suman casi 1.100.000 votos más que cuatro años antes, cifra que coincide con la suma de las pérdidas de ERC (360.000) IU (314.000) PNV (114.000) CiU (56.000) y “Otros” (250.000). En efecto, el volumen de los intercambios de voto de unos partidos a otros entre 2004 y 2008 ha sido muy moderado. El índice de volatilidad, que mide esos flujos entre dos elecciones consecutivas, ha sido el más bajo de los últimos treinta años, situándose por debajo del 5%. Es decir, que para que se produjeran los resultados de 2008 habría sido suficiente que hubieran cambiado de voto poco más de 1.250.000 ciudadanos, lo que se aproxima mucho al cálculo inicial. De hecho, ha bastado con un poco menos. Ese índice confirma, como no podía ser de otro modo, que el volumen de los cambios fue más bien reducido pero no dice nada acerca de la dirección en que se produjeron ni del saldo entre unos partidos y otros. Sobre lo primero parece existir un amplio consenso entre los observadores que podría resumirse así: el PP ha crecido a expensas del PSOE y éste a expensas de IU y los nacionalistas. Y así debe haber sido porque lo cierto es que éstos han perdido muchos más votos (unos 850.000) de los que ha ganado el PSOE (262.000); y teniendo en cuenta esta disparidad, para que los números encajen, el PSOE tiene, a su vez, que haber perdido votos a favor de otros partidos. Y en este caso los candidatos más probables son el Partido Popular y UPD. La encuesta postelectoral confirma que las transferencias de voto han ido efectivamente en las direcciones apuntadas. El PSOE ha sufrido una pérdida neta de votos a favor del PP. De hecho, le ha transferido casi el doble de los votos que ha recibido

13 En total, 11.288.648 votos el PSOE y 10.277.809 el PP.

de él y, por otra parte, ha cedido una pequeña parte de sus votos a UPD14. Gran parte de este trasvase se vio compensado por la aportación de los nuevos votantes, así como por una importante transferencia de votos de IU y, en menor medida, de los partidos nacionalistas. El PSOE ha obtenido el doble de votos de los nuevos votantes que el PP, entre una quinta y una cuarta parte del voto de IU y de ERC y una proporción algo menor de otros partidos. Esos datos sugieren que la barrera que separaba a la derecha de la izquierda y parecía casi infranqueable para los votantes de cada una de ellas, aunque subsiste, se ha debilitado en los últimos años. Porque subsiste, el tráfico de votos entre los dos principales partidos es más bien limitado. Porque se ha debilitado, se aprecia la existencia de un cierto número de ciudadanos dispuestos a cambiar su voto de unas elecciones a otras en función del atractivo o el rechazo que ejerzan sobre ellos las posiciones que defienden los partidos sobre las cuestiones a las que ellos atribuyen mayor importancia. Así ocurrió en 2004 y ha vuelto a ocurrir ahora. Entonces, como ahora, entre ambas formaciones se intercambiaron alrededor de un millón de votos. Antiguos votantes del PP han votado en 2008 al PSOE y antiguos votantes de éste optaron esta vez por aquél. De igual manera parecen haberse debilitado las líneas de separación entre los partidos de ámbito estatal y los nacionalistas, aunque en este caso el tráfico haya circulado casi exclusivamente en una dirección, con el PSOE como beneficiario único. Por último, los datos sugieren también que en elecciones muy competidas como estas la capacidad del PSOE para atraer votos de IU es muy superior a la de ésta para atraer votos de aquél. Ese núcleo de electores disponibles o fluctuantes, aun siendo reducido, puede resultar crítico y dar 14 En concreto, la encuesta postelectoral indica que en torno a 700.000 antiguos votantes del PSOE se han pasado al PP, mientras que unos 380.000 antiguos votantes del PP han votado ahora al PSOE.

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a uno o a otro la victoria cuando las diferencias entre ellos son muy cortas. Por eso tiene interés preguntarse ¿quiénes son o cómo son los votantes que reconocen haber cambiado de partido de 2004 a 2008? Los que han cambiado del PSOE a UPD o al PP se sitúan en la escala de autoubicación ideológica en posiciones muy centradas, más escoradas al centro-derecha en el caso de los que han optado por el PP15. Los nuevos votantes, aquellos que no tenían edad para votar en 2004 y han votado ahora al PSOE, así como los que éste atrae de ERC e IU, se encuentran algo más a la izquierda que el resto de votantes del PSOE16 Por lo tanto, todo parece indicar que el PSOE ha perdido votos moderados a favor del PP y de UPD y que esta pérdida ha sido compensada sobre todo, con nuevos votantes y con votantes provenientes de Izquierda Unida y los partidos nacionalistas. Por su parte, los votantes del PP que en 2008 se inclinaron por el PSOE se sitúan más hacia el centro que los que han seguido votándolo. Como el grueso de los intercambios ha tenido lugar entre PSOE y PP, es evidente que la mayoría de los que han cambiado en una dirección u otra se encuentran en el centro y que, por tanto, el centro constituye el espacio privilegiado de la competición entre los dos principales partidos y el único por el que el PP puede competir para ganar17 al no tener competidores por la derecha y haberse situado a una distancia sideral de los nacionalismos moderados. El hecho de que haya sido en ese segmento de votantes centristas donde más ha progresado el PP en las elecciones del 9/M plantea, sin embargo, algunos interrogantes. ¿Cómo explicarlo? ¿Cómo entender que pese a la radicalidad de sus planteamientos, su permanente obstruccionismo y la desmesura de sus formas haya podido atraer a 15 La escala de autoubicación ideológica es de 1 a 10, donde 1 significa extrema izquierda y 10 extrema derecha. 16 Se sitúan de media en el 4 frente al 4.3 del resto de los votantes socialistas. 17 Para bien o para mal, el PSOE compite, a la vez, con los partidos que se ubican a su izquierda como ERC e IU.

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antiguos votantes moderados del PSOE ? ¿O cabría pensar que lo haconseguido pese a ello? La legislatura 2004-2008 ha sido caracterizada frecuentemente como la legislatura de la crispación, que el PP promovió desde el principio, con distintas modulaciones según el momento pero centrándola, sobre todo, en torno al Estatuto de Cataluña y la lucha antiterrorista18 responsabilizando al gobierno de la posible “ruptura” de España, la quiebra de los consensos básicos, la traición a las víctimas del terrorismo o la venta de Navarra a ETA19. El hecho es que los antiguos votantes del PSOE que votaron en 2008 al PP son ideológicamente moderados, situados en posiciones muy próximas al punto central en la escala de autoubicación ideológica. Lo lógico es que estos votantes se sientan atraídos por partidos con actitudes y ofertas políticas moderadas, por lo que la estrategia de la crispación parece la menos adecuada para seducirlos. Podría servir, eso sí, para asegurar y fortalecer la lealtad de la propia base electoral, movilizarla al máximo y tratar de desmovilizar e inducir a la abstención a los votantes moderados del partido rival. Eso es lo que probablemente buscaba el Partido Popular, si hay que creer las declaraciones de sus propios dirigentes20. Esa actitud tuvo costes para 18 De hecho, la misma inclusión en el centro del debate político de un tema como la política antiterrorista, ya indica un alto nivel de enfrentamiento entre los partidos, dado que en anteriores legislaturas este tema había estado prácticamente al margen de la competición partidista. 19 Un indicador de la divergencia tanto en política antiterrorista como en política territorial es el aumento del número de preguntas parlamentarias sobre estos temas al gobierno por parte del grupo popular en el Congreso. Para un estudio sobre la crispación, ver Informe sobre la democracia en España 2007. La estrategia de la crispación. Fundación Alternativas, Madrid, 2007. 20 La lógica de esta estrategia fue revelada en plena campaña electoral por el Secretario de Comunicación del Partido Popular, Gabriel Elorriaga, en una entrevista al Financial Times. En esa entrevista afirmaba literalmente que “Nuestra estrategia se centra en sembrar dudas en los votantes socialistas (…) si logramos crear suficientes dudas sobre la economía, la inmigración y los nacionalismos, quizás se queden en casa” (Financial Times, 29-2-2008)

el PP porque fue en ese segmento del electorado donde perdió una parte significativa de sus votos a favor del PSOE y, en menor medida, de UPD, pérdidas compensadas más que de sobra con los votos que atrajo del PSOE. Los que trasvasó a éste se sitúan en posiciones más de centro que los que retuvo, por lo que bien cabría suponer que cruzaran las líneas por rechazar las formas desmesuradas de la crispación. Pero ¿qué pudo inducir a los votantes moderados del PSOE a cruzar la barrera y votar al PP? En primer lugar, quienes la cruzaron fueron, sobre todo, antiguos votantes del PSOE que, en la dimensión ideológica, se sitúan en la frontera entre ambos partidos, justo en el centro de esa línea que va de la extrema izquierda a la extrema derecha. En segundo lugar, esa es la variable política que mejor explica las dinámicas de voto en España para la mayor parte de los votantes, pero no para los que se sitúan en el centro. El centro no es de nadie de forma permanente. Es el espacio abierto a la competición entre PP y PSOE. Y es lógico que así sea porque quienes se sitúan en él afirman con ello su equidistancia respecto a todas las posiciones posibles; o lo que es igual, su relativa indiferencia ante los planteamientos ideológicos de cada partido con independencia de que, en el plano afectivo, se sientan más cercanos a unos u otros. De hecho, esos votantes han mostrado una fuerte volatilidad en las últimas elecciones generales. En 2000, el 35% optó por el PP frente a sólo un 17% que lo hizo por el PSOE. En 2004, sin embargo, ocurrió lo contrario: un 38% votó al PSOE y un 18% al PP. Los votantes que se sitúan en esta posición centrada son mucho más volátiles que el resto. ¿Por qué? Porque es una posición refugio en la que se sitúan los ciudadanos menos ideologizados y, por tanto, más abiertos a las ofertas e imágenes que presentan los partidos. Tanto es así que tres cuartas partes de los mismos declaran que la ideología les importa poco o nada21. 21

Entre los votantes de izquierda y

Por eso, como podía esperarse, su nivel de información política22 es inferior al de otros grupos de votantes. Por ejemplo, en 2008 sólo una cuarta parte de ellos siguió la campaña electoral por los periódicos, frente al 42% del resto de los votantes del PP y el 38% de los del PSOE. Frente a este tipo de votantes la estrategia de la crispación podría resultar rentable. El ruido podrá llevarlos a alejarse más de la política e inducirlos a la abstención, al pensar que la política es demasiado complicada, que está muy distante de los problemas de la vida cotidiana, que al fin y al cabo todos los políticos y todos los partidos son iguales y que en esas condiciones y sin tener claro quien tiene más razón para qué molestarse en votar. Constituyen el blanco privilegiado si el objetivo que se persigue es la desmovilización. Por paradójico que parezca, la confrontación extrema entre concepciones contrapuestas y, por tanto, la máxima diferenciación entre los partidos, puede producir el efecto contrario y perverso de desanimar o desalentar a los sectores menos ideologizados e informados e inducirlos a la abstención. Sin embargo, no fue ese el resultado de tal estrategia, sino otro que aparentemente desechaba el PP por considerarlo imposible; es decir el de llevar a su redil a un sector moderado de antiguos votantes socialistas. ¿Qué fue lo que pudo impulsar a ese grupo de votantes en posiciones fronterizas con el centro-izquierda a dar ese paso? A este respecto caben varias respuestas. ● La primera sería que se trataba de electores que en 2004 votaron al PSOE y en 2000 habían votado al PP. Pero el hecho es que en los territorios donde el PP ganó de forma más clara, como Madrid, Valencia y Murcia, obtuvo en 2008 resultados mucho mejores que en 200023. derecha ese porcentaje sólo alcanza al 40% Ver Estudio 2352 del CIS. 22 La información política de cada individuo depende más de sus actitudes hacia la política que de su nivel de estudios. En este caso, nos estamos refiriendo a los niveles de información política de aquellos votantes situados en el 5 que han cambiado su voto. 23 El crecimiento del PP en esas tres CCAA representa el 87% de sus ganancias en 2008.

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9 -M: E L E C CI O NE S D E RAT IFICAC I Ó N

● La segunda sería que los resultados de 2004 habrían sido excepcionales mientras que los de las elecciones al Parlamento Europeo, dos meses después, habrían reflejado mejor el equilibrio real existente entre los dos partidos en condiciones de normalidad24. Pero, además de que la apreciación sobre la normalidad carece de base empírica, lo cierto es que los resultados de 2008 se parecen más a los de las generales que a los de las europeas de 2004. ● La tercera sería que una estrategia centrada en temas fácilmente aprehensibles y mensajes sencillos sobre cuestiones complejas (como las reformas estatutarias o la política antiterrorista), que es la que ha proseguido el PP, puede resultar muy exitosa con votantes desideologizados y con bajos niveles de información política y que, en ambos campos, el gobierno no sólo ha cometido errores, facilitando la credibilidad de esos mensajes, sino que se ha explicado poco y mal y ha sido incapaz de contrarrestarlos. ● La cuarta sería que quienes se sitúan en el centro no lo hacen sólo por considerarse “equidistantes” de uno y otro extremo, sino por tratarse de votantes sujetos a presiones cruzadas. Es decir, votantes a los que les atraen más las políticas de un partido en unas áreas y las del otro en otras. Una parte de esos votantes no sabrán como resolver esa tensión y se abstendrán. Pero otra parte terminará inclinándose en cada caso por el partido que represente las posiciones más cercanas a sus sentimientos, intereses o convicciones. Ese parece haber sido el caso en esta ocasión, aunque ello no excluya la hipótesis anterior, al menos, en el conjunto del territorio. La mayor proximidad ideológica al PSOE habría cedido ante la mayor cercanía al PP en la dimensión identitaria relacionada con la cuestión territorial y, por extensión, con la política antiterrorista. Es decir que, aun suscribiendo y respaldando las políticas sociales promovidas por el gobierno, se ha24

Carles Castro, “El regreso de los votos huérfanos”. La Vanguardia 16 de marzo 2008.

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brían sentido más atraídos por la actitud de la oposición ante cuestiones como el Estatuto Catalán o la política antiterrorista. Eso es lo que parece deducirse, primero, de la coincidencia cronológica entre el momento álgido de la polémica sobre el Estatut y el de mayores fugas de voto del PSOE al PP y, segundo, de las mayores simpatías expresadas por este grupo de votantes en relación con la política territorial y antiterrorista del PP. Por tanto, la radicalización del PP en temas como la política antiterrorista o el Estatuto de Cataluña podría haberle resultado rentable entre este perfil de votantes. Es muy probable que éstos no se sintieran cómodos con las formas extremosas del discurso de la crispación, pero que, no obstante, fueran sensibles a los temas que la centraron y a los argumentos que se utilizaron para defenderlos. Para ver si realmente fue así, y, en ese caso, qué tema influyó más en el voto de este colectivo, hemos llevado a cabo un análisis multivariable que permita esclarecer qué fue lo que determinó el cambio de voto desde el PSOE al PP y UPD25. El análisis compara el comportamiento de los votantes que votaron al PSOE en 2004 y 2008, es decir, sus “fieles”, frente a aquellos que han cambiado su voto en esta elección y habiendo votado en 2004 al PSOE, en el 2008 votaron al Partido Popular o a UPD26. Para hacerlo, hemos introducido una serie de preguntas relativas a las políticas y a los conflictos de la legislatura: política antiterrorista, política de inmigración y política autonómica. Los resultados del modelo empírico muestran claramente que la política de inmigración no ha tenido un efecto significativo sobre el cambio del voto desde el PSOE al PP o a UPD, al menos, en el con25

Los resultados del análisis se muestran en la tabla 2 del apéndice. 26 La variable dependiente está codificada con valor 0 para todos aquellos que votaron al PSOE en 2004 y 2008 y valor 1 para aquellos que cambiaron su voto del PSOE al PP o a UPyD. Al tratarse de una variable dependiente dicotómica, se ha estimado un modelo de regresión logística.

junto del territorio. Otra de las cuestiones que ha sido relevante en el último tramo de la legislatura y durante la campaña electoral ha sido la situación de la economía. Hemos incluido por ello en el modelo la valoración actual y prospectiva cómo ven la situación económica y cómo esperan que evolucione. Lo primero no parece haber afectado al cambio de voto, pero lo segundo sí. En concreto, la probabilidad de cambiar el voto del PSOE al PP o a UPD es menor entre los viejos votantes del PSOE que piensan que la economía va a mejorar y mayor entre los que tenían una visión más pesimista. Pero lo que si ha tenido un efecto importante ha sido la valoración de las otras dos políticas. Tanto la evaluación de las políticas del PSOE y el PP en materia antiterrorista como en política autonómica Tabla 1. Determinantes del cambio de voto PSOE-PP/UPD

Var. Independientes Prefiere la política autonómica del PP Prefiere la política antiterrorista del PP Prefiere la política de inmigración del PP La economía mejorará (categoría de referencia: la economía empeorará) La economía permanecerá igual (categoría de referencia: la economía empeorará) Ideología Género (0.52) Constante -2 Log de máxima verosimilitud % de casos predichos N

Coeficientes 1.81*** (0.60) 2.89*** (0.74) 0.81 (0.57)

-1.84*** (0.85)

-0.15 (0.58) 0.44* (0.24) -0.43 -6.80*** (1.40) 111.76 96.8 564

***Significativo al 99% *Significativo al 90%

parecen haber influido de manera significativa en el cambio del voto. Parece claro, pues, que los dos conflictos que han condicionado el cambio de voto del PSOE al PP y a UPD han sido la política antiterrorista y la política territorial del gobierno. Ese cambio ha sido, sin embargo, insuficiente para darle la victoria al PP. Por eso cabe preguntarse qué habría pasado si el Partido Popular hubiese optado por respaldar, desde la discrepancia, la política territorial y, en especial, la política antiterrorista del gobierno, o se hubiera expresado con un lenguaje más templado. La pregunta es académica pero pertinente porque la crispación también puede tener costes al movilizar, sin pretenderlo, a los votantes del adversario y disgustar a algunos de los propios. Y, en efecto, ha habido también votantes que en estas elecciones han cambiado su voto al PSOE desde el PP, Izquierda Unida y partidos nacionalistas. Probablemente las cuestiones territoriales, que han hecho que el PSOE pierda parte de su voto moderado a favor del PP, hayan atraído, sin embargo, nuevos votantes al PSOE. Por ejemplo, la estruendosa campaña contra la reforma del Estatuto de Cataluña podría, haber provocado entre los votantes nacionalistas un efecto de fuerte rechazo al Partido Popular que explique el cambio de muchos de estos votantes hacia el PSOE. La campaña contra el Estatut emprendida por el PP no sólo incluyó frases, como la Ángel Acebes, afirmando que el proceso de reforma del Estatuto de Cataluña estaba tutelado por ETA, sino que despertó en el Principado la sensación de que se alentaba una auténtica oleada de catalanofobia en el resto de España. Una retórica tan extremosa es muy posible que empujase a muchos votantes nacionalistas a votar al PSOE para evitar que ganase el Partido Popular. Un buen indicador que avalaría esta interpretación lo encontramos en las diferentes percepciones que se tiene del PP en las distintas comunidades autónomas. En la mayoría de ellas un porcentaje que oscila entre el 30% y el 50% considera al PP como muy o basCLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA Nº 183 ■

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tante radical. Pero hay dos donde el porcentaje es muy superior a las demás: Cataluña, donde tres cuartas partes de la población considera que el Partido Popular lo es, y el País Vasco, donde ese porcentaje es del 82.5%. Por tanto, en esas comunidades autónomas, donde la percepción del PP es muy negativa, es más que probable que la estrategia de la crispación impulsada por el PP llevara a una parte de los votantes nacionalistas a optar por el PSOE. De hecho, los votantes de ERC, PNV y CIU que votaron a esos partidos tanto en 2004 como en 2008, es decir, los que no cambiaron su voto al PSOE, consideraban abrumadoramente al PP como radical o muy radical. Sin embargo, es un porcentaje que se queda corto con respecto al de los votantes de esos partidos que decidieron cambiar de voto en 2008: un 93% consideraba al PP bastante o muy radical. Después de todo, la pregunta podría no ser tan académica porque plantea a la dirección del PP un dilema que parece estar en la base de la crisis que se ha abierto en el partido después de las elecciones. Los críticos de la dirección hacen paradójicamente una lectura de los resultados más positiva que la que hace su líder. Aquellos parecen entender que el saldo final confirma que la estrategia de la crispación, cualesquiera que hayan sido sus costes políticos, ha sido electoralmente rentable, aunque insuficiente y que por tanto conviene perseverar en ella, eso sí, bajo la dirección de un líder fuerte que no deje resquicio de duda alguna. Rajoy y su equipo parecen entender, por contraste, que han sido los resultados los que, aun siendo buenos, han sido insuficientes para ganar y que si el objetivo es ganar se hace preciso revisar tanto la estrategia como el talante de sus conductores. El PSOE ha obtenido unos resultados históricos en Cataluña y en el País Vasco, pero ha sufrido también pérdidas significativas en otras regiones clave. No sólo ha perdido la batalla por la agenda pública, cediendo la iniciativa a sus adversarios y permitiendo que fueran ellos quienes la fijaran, sino Nº 183 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■

que ha cometido errores en la gestión de cuestiones básicas. Un porcentaje muy alto de ciudadanos aplaudieron la decisión de establecer contactos con ETA, pese a la mezcla de satisfacción y escepticismo con que lo hacían. Fue la gestión del proceso lo que fue generando actitudes de desconfianza, recelo y crítica. Otro tanto cabe decir de las desconcertantes circunvoluciones que acompañaron la discusión del Estatuto en el Parlamento catalán, su negociación en el Congreso, el referéndum, la crisis de liderazgo en el PSC, las elecciones catalanas y los forcejeos que las siguieron para decidir la formación de gobierno en Cataluña. Por no mencionar el contraste entre los progresos que ha impulsado en políticas sociales y cívicas y el magro rendimiento electoral que le produjeron, que pone en evidencia las deficiencias de su política de comunicación. En cualquier caso, parece claro que la política territorial ha constituido el eje central del debate a lo largo de la legislatura y que es en las encontradas estrategias de los dos principales partidos donde hay que buscar la clave principal, aunque no la única, tanto de los flujos de votos entre ellos como de la desigual distribución del voto en distintas partes del territorio. En algunas, el PSOE se ha impuesto de forma hegemónica. En otras, lo ha hecho el PP. Entre estas últimas, Madrid es posiblemente el ejemplo paradigmático. Por eso, dedicaremos la última sección a examinar lo que ha pasado en Madrid utilizando datos de un estudio postelectoral realizado en la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM). La hegemonía del PP en Madrid

En las elecciones del 9 -M se ha consolidado la hegemonía electoral del PP en Madrid. En las elecciones de 2004 el PP había vencido en la Comunidad de Madrid por una diferencia mínima: obtuvo el 45% de los votos frente al 44.1% del PSOE. Esta mínima diferencia se disparó hasta casi 20 puntos en las elecciones autonómicas de mayo de 2007, en las que el PSOE obtuvo tan sólo un 33.5% de los

votos, frente al 53.2% del PP. En este caso, el arrollador triunfo del PP se vio facilitado probablemente por la desmovilización masiva de amplios sectores del electorado socialista que se tradujo en una tasa de participación considerablemente inferior a la de las generales de 2004. La participación fue de un 67.3% (frente al 78.9% en 2004) algo en parte previsible dado que en elecciones distintas a las generales, en España y en toda las democracias desarrolladas, la participación es menor27. La distancia entre ambos partidos se ha reducido a la mitad, a casi diez puntos, en las elecciones del 9-M: 49.1% del PP frente a 39.6% del PSOE. No obstante, a pesar de que la ventaja obtenida por el PP en las autonómicas recortó considerablemente, el triunfo del PP en Madrid ha sido contundente. El resultado de Madrid es interesante, porque para el PP Madrid ha sido algo así como un laboratorio donde ha aplicado su estrategia de crispación hasta sus últimas consecuencias. Es probablemente la comunidad autónoma donde esta estrategia ha tenido mayor relieve, visibilidad y resonancia, tanto por la presencia en Madrid del gobierno y el legislativo como por la beligerancia del gobierno de Esperanza Aguirre en temas como el terrorismo y la reforma territorial. Madrid, asimismo, ha sido el escenario de varias manifestaciones multitudinarias en contra del gobierno, organizadas o apoyadas por el PP. Finalmente, en Madrid es donde probablemente más repercusión tienen medios de comunicación como El Mundo o la Cadena COPE, que han inspirado, difundido y amplificado los mensajes más radicales del PP. Cabría preguntarse si este esfuerzo ha resultado electoralmente rentable, es decir, si detrás de la victoria del PP ha estado, al menos en parte, la estrategia de la crispación. El análisis de los datos agregados y de la encuesta postelectoral ofrece algún indicador de que la 27 Mark Franklin (2004), Voter Turnout and the Dynamics of Electoral Competition in Established Democracies since 1945. Cambridge: Cambridge University Press.

estrategia de crispación seguida por el PP puede haber tenido cierto éxito en el caso de Madrid. En primer lugar, esa estrategia puede haber afectado a la participación. Uno de sus objetivos, como ya hemos visto, era movilizar al propio electorado y desmovilizar al del rival. ¿Hasta qué punto lo ha conseguido? La participación en Madrid ha sido bastante considerable: el 80.8% del electorado, frente al 78.9% en 2004, pero se ha concentrado en las zonas donde el voto conservador es mayoritario. Así en la ciudad de Madrid, donde se concentra más de la mitad del electorado de la Comunidad, en los seis distritos que han votado mayoritariamente a los socialistas la participación ha sido inferior a la media. Sin embargo, de los quince distritos en los que ha ganado el PP, en doce la participación ha sido superior a la media. De hecho, cuando comparamos la participación de 2008 con la de 2004, vemos que en los distritos en que ha vencido el PSOE en 2008 la participación ha sido entre 1 y 2 puntos menor que en las elecciones anteriores, mientras que en la mayoría de los que ha vencido el PP la participación, que ya fue muy alta en 2004, ha aumentado ligeramente. Se puede decir, por lo tanto, que la alta participación no ha beneficiado al PSOE sino al PP porque el sesgo participativo entre los distritos de voto socialista y los conservadores se ha mantenido. En el gráfico 3 se aprecia claramente cómo la abstención se ha concentrado en los distritos en los que el PSOE ha alcanzado un mayor porcentaje de voto. De hecho, un sencillo análisis de regresión lineal entre voto al PSOE por distritos y participación arroja una relación negativa y significativa entre ambas variables. Estos resultados son, al menos, coherentes con algunos de los objetivos de la estrategia de crispación seguida por el Partido Popular. Su electorado, realmente, se ha movilizado. Y, aunque de manera no muy pronunciada, los datos agregados apuntan a que es posible que una parte, aunque pequeña, del electorado socialista se haya desmovilizado. No obstante, en el análisis de 49

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toda España veíamos que una posible consecuencia de la estrategia de crispación había sido no tanto la desmovilización del adversario como la atracción por parte del PP de antiguos votantes del PSOE. Como vimos, determinados temas, especialmente la reforma estatutaria y la política antiterrorista, habían influido poderosamente en el cambio de voto de una parte de antiguos votantes socialistas. Cabría esperar que si esto ha sido así para toda España, muy probablemente también haya ocurrido algo así en Madrid, donde los votantes pueden ser especialmente sensibles a estos temas. Dado que se trata, por un lado, de la capital de España, y, por otro, de una comunidad que realiza una aportación neta a las arcas del Estado, temas como la reforma autonómica puede afectar a los madrileños de dos maneras. Por un lado, puede activar un cierto nacionalis-

mo españolista centrado históricamente en el rechazo al separatismo catalán y vasco. Por otro lado, los madrileños podrían sentirse económicamente discriminados por los compromisos de inversión pública incluidos en la reforma del Estatuto de Cataluña. De hecho, ambos temas han sido machaconamente repetidos tanto por el PP a nivel nacional como por el gobierno de la Comunidad Autónoma. La idea de que “el PSOE perjudica a Madrid” ha sido uno de los lemas del gobierno de Esperanza Aguirre. Y algunos datos apuntan a que ese sentimiento ha calado en el electorado madrileño: según la encuesta, sólo el 28% de los electores considera que el gobierno de Zapatero ha sido bueno para Madrid. El otro tema estrella de la estrategia del PP, el rechazo a la política antiterrorista del gobierno, también puede encontrar una especial sensibilidad en Madrid por

Gráfico 3. Voto al PSOE y participación en los distritos de Madrid 60,00

PSOE08

50,00

40,00

30,00

20,00 75,00

77,50

80,00

82,00

85,00

Part08 Fuente: Elaboración propia sobre datos del Ministerio del Interior.

Gráfico 4. Perfil ideológico de votantes del PP, UPyD y antiguos votantes del PSOE en 2004 que han votado alPP en 2008 70 60 50 40 30 20

ser la comunidad española, fuera del País Vasco, con mayor número de víctimas de ETA. Los datos de la encuesta confirman que en el caso de Madrid también ha habido un trasvase neto de votantes del PSOE al PP; y algunas características de estos votantes llevan a pensar que la estrategia de la crispación no ha sido ajena a este cambio de voto. Los datos de la encuesta postelectoral para la CAM indican que un 7.1% de los votantes del PP en 2008 serían antiguos votantes del PSOE en 2004, mientras que solo un 2.5% de los votantes del PSOE son antiguos votantes del PP28. Los votantes socialistas en 2004 que han votado ahora al PP son casi el triple de los antiguos votantes populares que han optado en 2008 por el PSOE. ¿Quiénes son estos votantes que votaron al PSOE en Madrid en 2004 y se pasaron al PP en 2008? Su posición ideológica es muy distinta a la de los electores que votaron al PSOE en 2008, algo en principio previsible. Son votantes de centro y centro derecha, situados mayoritariamente en el 5 y en el 6 de autoubicación ideológica29. En este sentido son algo más moderados que el resto de los votantes del PP. Como puede apreciarse en el gráfico 4, hay ciertas diferencias ideológicas entre los votantes del PP. Los votantes cambiantes son en general conservadores, pero hay un alto porcentaje ubicado en el 5, una posición muy centrada, mientras que el resto de votantes del PP están masivamente concentrados en el 6, una posición claramente de centro-derecha. Otra característica relevante de estos votantes es que sus fuentes de información política son más próximas a las de los votantes del PP que a las de votantes del PSOE. Por ejemplo, leen mayoritariamente El Mundo, al igual que el resto de los votantes del PP. En cuanto a la radio, las dos primeras cadenas que escuchan estos votantes son las

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Ideología Votantes PP

Votantes PP 2008, PSOE 2004 Votantes upyD

Fuente: Estudio postelectoral de NOXA para Madrid, abril 2008.

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28 Estos datos y los siguientes a nivel individual están tomados de la encuesta postelectoral de Madrid NOXA Abril 2008 29 La autoubicación ideológica es en una escala de 1 a 10, donde 1 es extrema izquierda y 10 extrema derecha.

mismas que el resto de los votantes del PP: Onda Cero y la COPE, aunque ésta última en menor medida que el resto de los votantes del PP. Pero en todo caso vemos que sus fuentes de información política son medios de comunicación que han sido portavoces del mensaje más radical del PP, y, por tanto, son votantes que han estado muy expuestos a la estrategia de crispación del PP. Puede que esto haya influido en el cambio de sus posiciones políticas hacia el PP. En efecto, si examinamos su actitud ante los debates y políticas relevantes de la legislatura, en todas ellas están más a favor de las posiciones del PP, aunque en menor medida que el resto de votantes populares. Esto último es especialmente así en el caso de las políticas sociales del gobierno, apoyadas en general por estos antiguos votantes socialistas. Hay, sin embargo, tres excepciones: en política de inmigración, territorial, y, especialmente, antiterrorista, los votantes cambiantes apoyan la posición del PP en una proporción muy similar al resto de votantes populares”. Es decir, son personas ideológicamente moderadas, que han votado al PSOE en otras elecciones y que incluso apoyan al gobierno socialista en sus políticas sociales pero que sin embargo son completamente proclives al PP en cuestiones que han sido claves en la estrategia de la crispación. Como en el conjunto de España, pero de forma más acentuada, la dimensión identitaria se impone sobre la ideológica. No obstante, aunque la politización de temas como la política antiterrorista y las reformas territoriales podría estar en buena parte detrás de la victoria del PP en Madrid, lo cierto es que no podemos determinar con total nitidez hasta qué punto han influido también otros factores como la gestión del gobierno de la Comunidad de Madrid en manos del PP. Algunos aspectos de esa gestión, como por ejemplo las infraestructuras (especialmente la ampliación de la red de metro), han sido muy visibles y quizá hayan colaborado también al éxito del PP. A ello habría que añadir los problemas internos casi crónicos del PSOE de Madrid, que hacen poco CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA Nº 183 ■

JULIÁN SAN TAMARÍA / HENAR CRIADO

visible para los ciudadanos su labor de oposición. Finalmente, otra cuestión que puede haber perjudicado al PSOE ha sido la aparición de un nuevo partido, Unión Progreso y Democracia (UPD), que ha conseguido en Madrid sus mejores resultados (un 3.7% de los votos y 1 diputado). UPD podría haber colaborado a la victoria del PP siempre que hubiese quitado más votos al PSOE que al Partido Popular. Algunos datos agregados parecen apuntar en esa dirección. Si echamos un vistazo a los resultados electorales en los distritos de Madrid, se aprecia que el PSOE ha perdido votos en todos los distritos (una media de 3.7 puntos menos) excepto en Centro. El voto al PP, por su parte, ha subido en todos los distritos (una media de 3 puntos más) excepto en Centro y Chamberí. Dado que UPD ha obtenido un 3.9% en toda la ciudad, la conclusión más obvia sería pensar que esos votos provienen fundamentalmente del PSOE. El PP ha ganado votos y el PSOE ha perdido, con lo cual si de lo que se trata es de buscar a los votantes de UPD, el lugar donde encontrarlos parece en principio el PSOE. Esta es, sin embargo, sólo una de las posibilidades. El hecho de que el PP haya ganado votos en casi todos los distritos de Madrid no implica necesariamente que no haya cedido votos a UPD. El PP ha recibido votos del PSOE, como indica la encuesta postelectoral de Madrid. Además, la participación ha subido un poco en los distritos donde el PP obtiene tradicionalmente más votos, por lo que presumiblemente ese aumento de la participación puede haberle beneficiado. Por tanto, es posible que el PP haya cedido una parte de sus votos a UPD, pero que esta cesión haya sido compensada con creces gracias a los votos obtenidos del PSOE y de la mayor participación. La única forma para poder determinar con precisión si realmente detrás de los resultados agregados hay movimientos de votos más complejos de los que parecen a primera vista es complementando el análisis agregado con análisis de encuestas postelectorales. Los resultados de la encuesta indican que un 30.3% de los Nº 183 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■

votantes de UPD son antiguos votantes del PP en 2004, mientras que un 29.3% son antiguos votantes del PSOE. Parece claro, por tanto, que UPD obtuvo votos no sólo del PSOE, sino que también atrajo a un número similar de antiguos votantes populares30. De manera que la irrupción de UPD en el panorama electoral no parece haber colaborado a la victoria del PP. ¿Qué explica esta capacidad de atracción por parte de UPD de votantes de ambos partidos? Los votantes de UPD son votantes con un nivel educativo sensiblemente superior al resto de la muestra: un 49.5% son diplomados o licenciados universitarios, frente al 36.2% de media en toda la muestra. Sin embargo, curiosamente, su nivel de información política no parece significativamente superior a la media: un 52.6% han seguido la campaña casi diariamente a través de la prensa, frente a un 49% de media. Otra característica interesante de estos votantes es su posición ideológica. Se trata de votantes muy moderados (con una media de 4.9 en autoubicación ideológica), concentrados en gran medida en las posiciones más centradas del espectro ideológico, como puede apreciarse en el gráfico 4. Todos estos datos dibujan un votante de clase media, con nivel educativo alto e ideológicamente muy moderado. Un votante, por tanto, en la frontera entre el PSOE y el PP. Si acaso, se podría decir que en algunas cuestiones están más escorados hacia el PP que hacia el PSOE. Cuando se les pregunta su opinión sobre la postura de los partidos en temas como la economía, las política sociales, la política económica, la política autonómica y la política antiterrorista, en algunas cuestiones están más de acuerdo con la posición del PP que con la del PSOE (política autonómica, antiterrorista y económica) mientras que en política social favorecen las posturas del PSOE. En resumen, hay algunos datos que apuntan a que la victoria del 30

Al interpretar estos datos hay que tomar con precaución el hecho de que en las encuestas electorales el PP suele ser infrarrepresentado, sobre todo cuando el PP no está en el gobierno.

PP en Madrid podría haber sido favorecida en parte por los temas en torno a los cuales el PP ha organizado su estrategia de crispación. Su victoria se ha basado en la movilización de todos sus votantes y la atracción de antiguos votantes del PSOE especialmente sensibles a cuestiones como la política territorial y la antiterrorista. No obstante, es probable que esto sea sólo parte de la historia, y que elementos como la visibilidad de algunas de las políticas llevadas a cabo por el gobierno de la Comunidad de Madrid y la inoperatividad de la oposición socialista hayan colaborado también a esa victoria. Conclusiones

Las tres notas que caracterizan estas elecciones y las diferencian de otras anteriores son: la acentuación de la tendencia a la concentración del voto en torno a PSOE y PP, a expensas de IU y los partidos nacionalistas; la desigual distribución territorial del voto entre ambos partidos; y, finalmente, el hecho de que los dos partidos principales crezcan a la vez. La concentración del voto y la tendencia al bipartidismo que consagran estas elecciones tienen menos que ver con el sistema electoral que con la proximidad electoral y la distancia ideológica entre PSOE y PP, que induce no sólo a los votantes de IU sino también a los de los partidos nacionalistas a expresar un voto útil, a pronunciarse por uno de los dos para evitar que gane el otro. El PP ha crecido en estas elecciones el doble que el PSOE. Fundamentalmente porque éste le ha cedido el doble de los votos que ha recibido de él, al contrario de lo que ocurrió en 2004. Pese a lo cual, el PSOE compensa esas pérdidas atrayendo el doble de nuevos votantes que el PP: entre una quinta y una cuarta parte del voto de IU y de ERC y una proporción menor de antiguos votantes de CiU y el PNV. La participación no ha sido la clave de los resultados. Frente al estereotipo de que la abstención perjudica a la izquierda y la participación le beneficia, en 2008 el PSOE ha obtenido sus mejores resultados allí donde ha sido más alta la abs-

tención (País Vasco, Cataluña, Canarias) y los peores allí donde ha sido más baja (Madrid, Valencia, La Mancha, Murcia) La estrategia explícita del PP ha constituido en parte un éxito inesperado incluso para sus dirigentes. La estrategia de la crispación le ha permitido asegurar la lealtad de la mayor parte de su electorado. No ha logrado, como pretendía, desmovilizar al de su principal adversario pero ha conseguido algo más: atraer a dos votantes del PSOE por cada uno que le ha cedido. Una vez más. quienes han decidido han sido los electores que se sitúan en el centro o se refugian en él, expresando así su indiferencia respecto a las posiciones ideológicas de los partidos y reflejando su apertura a las posiciones de cada cual respecto de las cuestiones que más les preocupan, más les atraen o menos rechazo les producen. En esta legislatura, la política territorial y la lucha contra el terrorismo de ETA. Una parte de los ciudadanos que se sitúan en el centro ha dado más importancia a la dimensión identitaria que a la ideológica. En Cataluña, País Vasco, Galicia y Canarias eso ha favorecido al PSOE. En Madrid, Valencia y Murcia al PP. Con todo, la batalla del centro la ganó ampliamente el PSOE, que no se impuso sólo gracias a los votos que le cedió la izquierda sino por su mayor capacidad para atraer al grueso de los votantes de centro. Cabe, por tanto, suponer que la estrategia del PP le ha generado una reacción adversa en algunas CCAA y favorable en otras. En estas últimas, pesó además la gestión de los gobiernos autonómicos del PP, la invisibilidad de la oposición socialista, la mayor movilización del PP o conflictos específicos de carácter territorial, como el del agua en la cuenca mediterránea. ■

Julián Santamaría es director del Departamento de Ciencia Política y de la Admisnistración de la Universidad Complutense de Madrid. Henar Criado es profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid. 51

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