[2014]\"A tiro de cañón. Perspectiva y representación en el Arte Militar\", en Carmen González-Román (ed): A través de la mirada. Anatomía, arquitectura y perspectiva en la tradición artística occidental. Introd. Antonio Bonet Correa. Abada Editores. Madrid, 2014 pp. 221-253. ISBN. 978-84-15289-89-0

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A TIRO DE CAÑÓN. PERSPECTIVA Y REPRESENTACIÓN EN EL ARTE MILITAR Félix Díaz Moreno Universidad Complutense de Madrid

A tiro de cañón. Perspectiva y representación en el arte militar, pretende ser tan solo una síntesis de algunos aspectos que consideramos significativos y que debido a la cantidad de ramificaciones y temas asociados que conlleva resulta imposible abarcarlo, aun de forma sucinta. Si bien atenderemos a un arco geográfico-temporal amplio, focalizaremos nuestro recorrido en España entre los siglos XVI y XVII, pero mirando muy de cerca las experiencias italianas en este sentido, pues no en vano en reiteradas ocasiones actuaron como verdadero estímulo. Pero para no dilatar esta presentación será oportuno que emprendamos nuestro itinerario, y lo hacemos con un doble referente que a la postre se convertirá en hilo conductor del discurso. Resulta curioso comprobar cómo dos circunstancias tan dispares en sus planteamientos como la imprenta y la pólvora, tanto que podríamos calificarlas de antagónicas, tengan por otro lado un número elevado de vínculos que las sitúan en estrecha conexión, ambas por ejemplo tienen un origen común, China, y ambas tras su traslado a Occidente supusieron un cambio de tal magnitud que removieron cimientos hasta entonces firmemente asentados. La imprenta de caracteres móviles de Gutemberg revolucionó no solo un hasta entonces restringido mercado editorial, con rapidez, economía de medios y extensión en la producción de textos, sino que significó un cambio mental de proporciones desconocidas. Con fórmulas menos

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sutiles y resultados visuales más rotundos, aunque menos duraderos, la generalización en la utilización de la pólvora contribuyó a continuas permutas territoriales, cambios de fronteras y de paisajes y sobre todo a partir del XVI a cuestionamientos en la manera de trazar las ciudades o de forma más específica sus defensas. Pero todo lo hasta aquí expuesto de manera rauda, casi diríamos imperceptible, fue el resultado de una lenta maduración que requirió de importantes fases de experimentación, de logros, pero sobre todo de errores, errores que ayudaron a entender la nueva mecánica de la guerra, pero también la de la tan pretendida paz. Y será a partir de tales circunstancias donde converge un primer elemento de intersección entre la imprenta y estos nuevos conocimientos, pues ambas acabarán convirtiéndose en excelentes aliadas. El diseño y novedades contenidas en estas argumentaciones debían ser divulgadas lo más rápidamente posible para no solo hacerlas extensivas a un creciente público especializado, sino para que a partir de su discernimiento y valoración pudieran ser puestas en práctica, ya que en muchas ocasiones no dejaban de ser planteamientos puramente teóricos, más voluntaristas que basados en pruebas empíricas sobre el terreno. La comprobación de ubicaciones, de la resistencia de ciertas estructuras y materiales o de la forma de sus componentes hizo que a partir de un verdadero movimiento pendular se fuera avanzando en los mejores contenidos posibles a partir del binomio error-acierto [fig. 1]. No obstante, hubo casos en los que el llamado «secreto de estado», propiciado por gobernantes –y la monarquía hispana, siguiendo el ejemplo portugués, fue especialmente sensible a esta coyuntura– recelosos de que datos y tecnología cayesen en manos de potencias enemigas ávidas de tales resultados, cercenó la transferencia de conocimientos en este sentido y no fueron pocos los autores que comprobaron cómo sus originales (debido a sus exitosas técnicas, a la resolución de problemas o a lo sensible de sus descubrimientos geográficos) morían de éxito al quedar censurados o secuestrados para evitar su pública divulgación. Los sucesivos monarcas jugaron un papel esencial a la hora de actuar con mayor o menor rigor en lo que no dejaba de ser un acto de censura. Carlos V, por ejemplo, se movió entre ambos extremos, mostrando una imagen de cierta mutabilidad en cuanto a la autorización o desaprobación de determinados proyectos. Mucho más inflexible se mostró su hijo, quien actuó de forma directa sobre posibles conflictos de intereses, tanto a nivel peninsular como en lo concerniente a América. Con menor entusiasmo, pero buscando igualmente preservar estas materias reservadas se revelaron los sucesivos monarcas de la casa de Habsburgo.

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1. Luis Collado. Platica Manual de Artilleria (1592)

Los ejemplos a este respecto son abundantes, pero utilizaremos sólo algunos para enmarcar esta problemática. Uno de los casos más significativos lo protagonizó el cosmógrafo real Alonso de Santa de Cruz quien en 1558 había solicitado al Consejo de Indias permiso para la consecución de un libro que preparaba sobre longitudes, aspecto esencial para la navegación; tras seis años de recopilación y esfuerzo todo estaba listo para la impresión, salvo que por imposición del propio Felipe II se denegó la licencia aduciendo: «podría traer mucho inconveniente en que los dichos libros se imprimiessen por la noticia y claridad que por ellos hallarían estrangeros y otras personas que no fuesen ni subditos ni vasallos nuestros, de las dichas Indias»1. Conviene recordar que el estudio de las coordenadas de latitud y sobre todo longitud resultaban determinantes para localizar la ubicación exacta de un lugar, incógnita que no encontró solución satisfactoria hasta el siglo XVIII.

1

Mariano Esteban Piñeiro; Isabel Vicente Maroto; Félix Gómez Crespo, «La recuperación del gran tratado científico de Alonso de Santa Cruz: El Astronómico Real», Asclepio, 44 (1), 1992, págs. 3-30.

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Este monarca, tan volcado en la tarea de promoción de sustanciales campos de experimentación, fue especialmente restrictivo a la hora de posibilitar la divulgación de ciertas informaciones, prevaleciendo los intereses de Estado sobre cualquier otro particular. En esta carta, de la que aquí se muestra un extracto, podemos entender cómo la intención del rey era preservar y controlar, casi en un archivo secreto, determinado tipo de documentación. «Bien está lo que desís en esto, y se le puede responder que se contente con lo que se ha hecho con él. Y haviendo antes de agora pensado en estos libros de la descripción de todas las Indias me ha parescido que por la calidad que son y por el inconveniente que se podría seguir si anduviessen en muchas manos como podrías ser faltando alguno de los que los tienen o mudándose de ese Consejo pues para sólo los dél son apropósito, sería bien que todos se recogiessen en el Consejo y se pusiessen en algún cajón cerrado a donde, quando se ofreçiesse necessidad los pudiessen tomar, volviéndolos después a su lugar, que sería tenerlos como en sus casas y se remediaría que faltando alguno no se perdiessen o trasladassen, y assi pareciendoos que esto está bien como a mí me lo paresce lo ordenareis...»2

La idea no era nueva y así había aparecido recogida en otros lugares y ocasiones, por ejemplo, entre las apreciaciones que incluyó el que fuera embajador desde 1528 del duque de Urbino en Venecia, Giovan Giacomo Leonardi en su tratado Libro delle fortificazioni dei nostri tempi (1553)3, donde manifestaba que ciertos documentos que comprometían la seguridad deberían permanecer depositados en cámaras especiales. Durante el XVII esta casuística fue completándose con nuevos afectados, así ocurrió con el que habría de ser catedrático de matemáticas y fortificación Julio César Firrufino, quien con anterioridad a 1626 había elaborado un libro titulado El Perfecto Artillero, texto que había franqueado todos los controles pertinentes para ser impreso, aunque esta situación no garantizó su éxito pues recién finalizada la edición fue 2

Contestación de Felipe II a un memorial del Consejo de Indias desaconsejando nuevas gratificaciones a Joan López de Velasco. Archivo General de Indias, 28-09-1582. Extractado de Mª I. Vicente Maroto y M. Esteban Piñeiro, Aspectos de la ciencia aplicada en la España del Siglo de Oro. Salamanca, Junta de Castilla y León, 1991, págs. 435-436. 3 Tommaso Scalesse, Libro delle fortificazioni dei nostri tempi de Giovan Giacomo Leonardi, Trascrizione, introduzione e note, Quaderni dell’Istituto di Storia dell’ Architettura dell’Universitá di Roma; s. XX-XXI, nº. 115-126, Roma, 1975.

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secuestrada por orden del Consejo de Estado aduciendo que desvelaba importantes secretos y máquinas útiles a los enemigos de la Monarquía. El autor se vio entonces obligado a formular otro texto de menor calado, que si bien mantenía en parte su estructura, desechaba todas aquellas experiencias colmadas de novedosas fórmulas para evitar la censura y por añadidura la ruina4. En otras ocasiones ya se contaba de antemano con que ciertas empresas obtendrían un eco realmente limitado al incidir en esa política de sigilo, nos referimos a los estudios cartográficos, en los cuales de nuevo se atendía a esa doble vertiente ya que la vulnerabilidad de ciertas fronteras hacia necesario un estudio y conocimiento exhaustivo de determinados territorios, lo que derivaba en la obtención de datos tanto a partir de descripciones como de material gráfico más o menos detallado, y aquí la utilización de las reglas de la perspectiva sería determinante para obtener una referencia visual de calidad en donde no solo se atendiese a su ubicación con respecto al territorio circundante, sino a los entramados de población, así las panorámicas, vistas cenitales, perspectivas caballeras, etc., se hicieron habituales. Sin lugar a dudas uno de los proyectos más brillantes a este respecto y no solo en cuanto a su calidad fue el Atlas que llevaba por título Descripción de España y de las costas y puertos de sus reynos realizado por Pedro Texeira en 16345. Si bien de los tres ejemplares manuscritos conservados, el Codex Miniatus 46 de la Biblioteca Nacional de Viena, es hoy el más valorado6, no fue un caso aislado; también conocemos un extracto del mismo que se realizó para el Compendium Geographicum denominado como Atlas del marqués de Leganés

4 Félix Díaz Moreno, «Teórica y práctica del arte de la guerra en el siglo XVII hispano. Julio César Firrufino y la artillería», Anales de Historia del Arte, 10, 2000, págs. 169-205; idem: «A propósito de la imprenta y el «arte de la guerra» en el XVII hispano. Entre la propaganda y el secreto», en La multiculturalidad en las Artes y en la Arquitectura, Las Palmas de Gran Canaria, 2006, pp. 617-625; idem: «Batallas de papel: entre la ciencia y la apariencia», Congreso Internacional Imagen y Apariencia, Murcia, 2009. 5 El proyecto que inicialmente partió de la idea de Joao-Baptista Lavanha y Felipe II, fue rescatado con nuevos intereses en tiempos de Felipe IV. Sobre el mismo resulta imprescindible la consulta de la edición preparada por Fernando Marías y Felipe Pereda, El Atlas del rey Planeta. La «Descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos» de Pedro de Texeira (1634). Hondarribia, Nerea, 2002. 6 Sobre este y otros ejemplares, su trascendencia y vicisitudes, véase Felipe Pereda, «Un Atlas de costas y ciudades iluminado para Felipe IV: la “Descripción de España y de las costas y puertos de sus reynos”, de Pedro de Texeira», en El Atlas del rey... op. cit., págs. 29-48. Véase también Antonio Bonet Correa, Cartografía militar de plazas fuertes y ciudades españolas. Siglos XVII-XIX: planos del Archivo Militar Francés. Madrid, Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, 1991.

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hoy en Uppsala (Suecia), o el renombrado Atlas del marqués de Heliche (1650) del Archivo Militar de Estocolmo7. Todo este material era potencialmente objeto de deseo e inconfesadas intenciones, por lo que habitualmente pasaba a engrosar la lista de obras que se custodiaban con especial celo, no obstante llegaron a ser frecuentes las filtraciones de pormenores e incluso de imágenes. De forma similar resultaron «protegidas» de miradas curiosas algunas vistas de ciudades españolas o al menos no fueron difundidas en exceso, un ilustrativo a la vez que controvertido ejemplo lo tenemos en las sesenta y dos panorámicas de Anton van der Wyngaerde8; la colección había sido enviada a Amberes para ser calcografiada por Joannes Mofflin con la intención de ser posteriormente impresa en el famosísimo taller de Plantin, sin embargo, Felipe II, receloso del conocimiento que tales planos de ciudades podían ofrecer, nunca dio su beneplácito y el proyecto, una vez más, quedó inconcluso9. Sin embargo, y aquí está en parte la incongruencia de algunas de estas decisiones, los dibujos quedaron en el extranjero para nunca más volver. Redundando en esta misma controversia conviene recordar cómo muchas otras imágenes de ciudades y mapas formaban parte de las decoraciones pictóricas de palacios y casas nobles y lejos de ser escondidas eran objeto de un indisimulado orgullo como símbolo de prestigio, siendo su contemplación casi tarea obligada al formar parte de recorridos oficiales por donde debían transitar los embajadores o los séquitos de príncipes, nobles o visitantes a tales lugares. En esta encrucijada entre transmitir experiencias y mantener un hermetismo a ultranza, siempre coexistieron caminos paralelos y soluciones intermedias o aquellas que eludían las normas establecidas, caso del espionaje10. Pero si algo se pretendía a la hora de elaborar estos

7 Rocío Sánchez Rubio; Isabel Testón Núñez; Carlos M. Sánchez Rubio, Imágenes de un Imperio perdido: el Atlas del Marqués de Heliche. Plantas de diferentes Plazas de España, Italia y Flandes y las Indias. Cáceres, Junta de Extremadura, 2004. 8 Richard L. Kagan (dir.), Ciudades del Siglo de Oro: las vistas españolas de Anton van der Wyngaerde. Madrid, El Viso, 1986. Más recientemente Fernando Marías, «Imágenes de ciudades españolas: de las convenciones cartográficas a la corografía urbana», en El Atlas del rey..., op. cit., págs. 99-116. 9 Richard L. Kagan, «Arcana Imperii: mapas, ciencia y poder en la corte de Felipe IV», en El Atlas del rey..., op. cit., págs. 49-70. Véase también Agustín Hernando, «Poder, cartografía y política de sigilo en la España del siglo XVII», en El Atlas del rey..., op. cit., págs. 71-97. 10 Gregorio de Andrés, «Juan Bautista Gesio, cosmógrafo de Felipe II y portador de documentos geográficos desde Lisboa para la Biblioteca de El Escorial», Publicaciones

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materiales era que tanto las descripciones, que incidían sobre aquellos datos más representativos, como las muestras gráficas fueran lo más claras, rigurosas y científicas y para ello no se dudó en utilizar cuantas fórmulas se estimaron necesarias, teniendo en cuenta que la realidad circundante debía transformarse por medio de un conocimiento empírico. La puesta en práctica de las disciplinas matemáticas resultaron esenciales para tales tareas y la perspectiva no se mantuvo ajena a este criterio, como tampoco lo hicieron los fecundos estudios que se desarrollaron teniendo como base la ciencia aplicada a diferentes campos11. La perspectiva, considerada integrante de las artes liberales por su fundamentación en las matemáticas, se reconducirá hacia un nuevo arte de la representación no solo artística sino científica, acompañando a otras disciplinas como la arquitectura, fortificación, astronomía, geografía, etc. La generalización en la utilización de la pólvora, sobre todo a partir de la toma de Constantinopla en 1453, provocó la intensificación de una serie de transformaciones que ya habían dado muestras de lo que iba a ser una intensa renovación e innovación de elementos y actuaciones. El uso de este compuesto asociado a la artillería venía empleándose desde el siglo XIV; las experiencias, aunque aisladas en un principio a puntuales zonas europeas, caso de Alemania y Francia, pronto se extendieron por el resto del continente. Algunos de estos ensayos aparecían recogidos en la mayoría de los tratados de artillería al uso, siendo norma común que se efectuara una breve reseña sobre los comienzos de la misma, como hemos podido comprobar [fig. 2]. Uno de los textos que hacía hincapié en tales aspectos centrándose en el mundo de la artillería, fue el de Diego de Álava y Viamont y su El Perfecto Capitán (1590)12, donde a pesar de su confuso título, dedicaba cuatro de sus seis libros al tema reseñado; formando parte de los preliminares del tratado introdujo dos breves reseñas, una destinada a «De los admirables efetos de la Aristmetica y Geometria» y un segundo apartado dedicado a «De la invencion de la artilleria». El primero de ellos es significativo

de la Real Sociedad Geográfica, 478, Madrid, Imprenta Aguirre, 1967, págs. 1-12; Emilie D’Orgeix, «Al servicio del Rey. El espionaje francés de las plazas fuertes españolas en el siglo XVII», en A. Cámara (coord): Los ingenieros militares de la monarquía hispánica en los siglos XVII y XVIII. Madrid, Ministerio de Defensa, Asociación Española de Amigos de los Castillos y Centro de Estudios Europa Hispánica, 2005, págs. 96-111. 11 Mariano Esteban Piñeiro, «Los oficios matemáticos en la España del siglo XVI», en II Trobades d’història de la ciència i de la tècnica. Barcelona, SHCYT, págs. 239-251. 12 Diego de Álava y Viamont, El perfeto capitan instruido en la disciplina Militar, y nueva ciencia de la Artilleria por Don Diego..., En Madrid por Pedro Madrigal. Año de MDXC.

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2. Diego de Álava y Viamont. El Perfecto Capitán (1590). Lib. II, fol. 87vº

pues además de ser una velada declaración de intenciones, incidía en uno de los problemas endémicos de nuestro país y sobre el que se intentó en diferentes momentos históricos establecer soluciones, bien parciales o estructurales, nos referimos al estudio de las ciencias y su aplicación a diversos aspectos del devenir humano. Así acertadamente llega a escribir: «La poca fuerça, que comunmente se pone en apurar los misterios y secretos de las ciencias, y el contentarnos con cualquier lijera noticia dellas, a dado ocasión a figurar en nras imaginaciones muchas cosas imposibles y sobrenaturales, procediendo el origen dellas del verdadero conocimiento del arte sobre que se fundan. Y aunque esta poco asistencia, y el poco apurar en qualquiera dellas, bastara a engendrar en todos los entendimientos estas cosas prodigiosas, y representar dificultades y pasmo en las que son solo verdadero fruto de la industria y exercitado ingenio, no fuera tan grande el excesso que en esto ay, a no ser general la inorancia de la Arismetica y Geometria...»13

13 A continuación prosigue matizando y ampliando esta idea por medio de significativos ejemplos, y es a partir de uno de ellos en donde podemos atisbar cuál fue el origen de su procedencia, texto de enorme importancia por lo que supone para el estudio de la

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El segundo compendio de los que incluye en los preliminares estaba dedicado a desvelar quién inventó la pólvora y por ende la artillería, su aproximación, quizá una de las más completas y con datos más contrastados, sería posteriormente aprovechada una y otra vez por diversos escritores. A su inicial incredulidad sobre el desconocimiento del descubridor del invento, le sigue la aportación de algunas interesantes particularidades como quiénes fueron los introductores en Europa, extremo este que según informaciones derivadas de lecturas se produjo en Alemania en 1330 (curiosamente también por medio de autor anónimo) y resaltamos este hecho pues parece que nadie deseaba responsabilizarse de una invención que fue continuamente censurada y desautorizada tanto a nivel religioso como moral, calificándola de auténtica abominación –según epítetos habitualmente utilizados–, aunque no así otros inventos o prácticas igualmente mortíferos. La lectura a la que anteriormente hacíamos alusión veladamente, no es otra que la Historia del Gran Reino de la China de fray Juan González de Mendoza, quien en 1585 incidía en estas informaciones, ubicando el invento en China mucho tiempo atrás, validando así su verdadero origen14. No obstante, Diego de Álava incluyó más noticias en este breve texto, entre ellas destaca su afirmación de que según Valturio y Vitruvio el invento partió de Arquímedes Siracusano, aunque a continuación incide en la posibilidad de que el origen se produjese en Asia señalando que fueron los portugueses los que una vez volvieron de esas tierras trasladaron tales informaciones, en resumidas cuentas no acaba de tomar partido por ninguna de las teorías sobre el origen de esta novedad. Apenas dos años más tarde, apareció en Milán otro sustancial trabajo con un verdadero caudal de sugerentes noticias y enseñanzas, la Platica Manual de Artillería, de Luis Collado. Como ya había ocurrido en casos anteriores, también en esta ocasión se pretendía desentrañar el enigma

ciencia y en concreto para la artillería, el extracto dice así: «A cuya causa dos Principes de la Filosofia Pitágoras, y despues Platon, por vn letrero que tenian sobre las puertas de sus escuelas, prohibian la entrada en ellas al que no estuuiesse muy exercitado en estas dos partes de las Matematicas...» La fuente era sin duda La Nova Scientia de Niccolò Tartaglia, personaje y obra a la que posteriormente volveremos. 14 Fray Juan González de Mendoza, Historia del Gran reino de la China. Biblioteca de Viajeros Hispánicos. Madrid, Miraguano, 1990, Primera parte, libro tercero, cap. XV págs. 125-126. Nos ha resultado curioso comprobar cómo justamente el siguiente capítulo a este está dedicado a «De cuánto más antigua es la costumbre de estampar los libros en este reino que en nuestra Europa».

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sobre quién ideó la pólvora y la artillería15; uno de los supuestos insistía en retomar el clásico vitruviano, añadiendo el refuerzo de Tito Livio, para indicar que fue Arquímedes su precursor, pero aunque recoge ésta creencia no acaba de convencerle, al igual que tampoco le ofrecía seguridad aquella hipótesis que delimitaba el origen chino de tales inventos pues le resultaba infundada. Finalmente se decantó, siguiendo los estudios de Ricardo Bertolino, por un anónimo fraile alemán, filósofo y alquimista, esta misma designación será dada por válida por otros muchos autores, caso de Diego Ufano en su tratado de artillería militar16. Otra cuestión era determinar el primer lugar en donde se puso en práctica, en este caso aboga por Génova según la voz autorizada de Paulo Iteriano Ligurico en sus Annales sobre esta ciudad, situando la acción en 1366 a raíz de una confrontación entre las dos repúblicas marítimas: Génova y Venecia. Las invariablemente complejas relaciones, no exentas de tensión, que rodeaban las políticas de los diversos países europeos, no siempre derivaron en fases bélicas, sin embargo, la creciente inseguridad cimentada sobre insistentes conflictos que lejos de apagarse continuamente encontraban nuevos móviles para su reactivación, potenciaron las exigencias de aquellos que defendían que no existía mejor defensa que la preparación para la guerra. La profusión de operaciones militares, heredadas o inéditas, que prosperaron a lo largo del siglo XVI17, se planificaron desde diversas perspectivas que en la mayoría de las ocasiones no tenían como finalidad la estabilidad y concordia, sino por contra, la preponderancia sobre vecinos con similares intereses; así, muchas campañas se diseñaron buscando una

15 Luis Collado, Platica Manual de Artilleria en la qual se tracta de la excelncia de el arte militar, y origen de ella...En Milan. Por Pablo Gotardo Ponçio, estampador de la Real Camara, el año 1592. Cap. X. «Que trata de las invenciones de la polvora y la Artilleria, y de algunas dudas, que entre auctores ay sobre quien fue el inventor de ella» fols. 5-5vº. 16 Diego Ufano, Tratado dela Artilleria y vso della platicado por el capitan diego ufano. En las guerra de flandes. En Brusselas. En casa de Juan Momarte. Impresor Jurado. Año del Señor 1613. En su tratado primero intenta delimitar los inicios de la artillería, para ello comienza por buscar al inventor de la pólvora (nuevamente denominada como la «diabólica ynuencçion»), para tan bajo honor designa al anónimo fraile alemán filósofo y alquimista, quien la descubriría en 1330. Sin embargo utiliza también otra posible teoría que aumenta la antigüedad del invento pues la lleva hasta China, concretamente al año 85, gracias a una relación de fray Andrés de Aguirre, provincial de la orden de san Agustín en Filipinas que en carta a fray Pedro de Roxas (hijo del marqués de Possa), donde le indica todos los pormenores. También cita fuentes portuguesas que se inclinan por esta misma suposición. El desarrollo de todo ello se encuentra en Cap. I, págs. 1 a 7. En el segundo capítulo continúa con las pesquisas sobre la primera utilización en Europa. 17 J. R. Hale, Guerra y sociedad en la Europa del Renacimiento 1450-1620. Ministerio de Defensa. Madrid, 1990; idem: La civilización del Renacimiento en Europa. 1450-1620. Barcelona, Crítica, 1996.

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reivindicación territorial ante unas fronteras inestables, bien por motivos estratégicos o hegemónicos. En otras ocasiones, la acción de enemigos al margen del contexto cultural occidental, caso de los otomanos, o de una idea religiosa, el protestantismo, actuaron como los detonantes argüidos por los contendientes para iniciar las hostilidades. En todos los casos los costes financieros a largo plazo acabaron por asfixiar las economías de los promotores de tales empresas. Especialmente ilustrativas fueron las políticas llevadas a cabo por Carlos V y Felipe II, monarcas que progresivamente desplazaron el escenario de las disputas bélicas hacia los Países Bajos desde la península italiana, será pues en el norte donde se actualizarán gran parte de los conocimientos adquiridos en las campañas transalpinas que además sirvieron como vivero donde se reclutaron soldados de contrastada pericia e ingenieros militares. Durante la época moderna, los conflictos armados experimentaron contrastadas novedades que motivaron que algunos de sus presupuestos básicos y tradicionales tuvieran que ser confrontados por haberse quedado anticuados, perdiendo por tanto la funcionalidad para la que fueron creados. Los nuevos usos modificaron de forma gradual las obsoletas nociones medievales sobre el ataque y la defensa, debido a la generalización de armamento de fuego; esta coyuntura originó a su vez la reorganización de las defensas en base a entramados fortificados más adecuados para absorber los potentes impactos balísticos, además de un replanteamiento en los espacios sobre los muros para sustentar plataformas donde ubicar las abundantes piezas de artillería a modo de advertencia y contraataque. Debido a alguna de estas circunstancias, se disminuyeron las alturas de los muros que además a partir de ahora comenzaron a construirse con técnicas mixtas: tierra, piedra u otros materiales para amortiguar impactos, al verificarse en la práctica que los sillares pétreos (debido justamente a su rigidez) resistían bastante mal el embate de las bocas artilleras; las murallas tuvieron que terraplenarse y se abandonaron los cubos redondos, más quebradizos y apegados a la construcción medieval, por otros angulares que formarían los baluartes [fig. 3]. La transformación arquitectónica debida a los aludidos fundamentos se llevó a cabo de forma ininterrumpida, abandonándose por ineficaces las fórmulas anteriores, pero esta metamorfosis adquirió igualmente un carácter simbólico desarrollado por medio de un parangón entre la arquitectura anterior, con todo lo que ello suponía, y las nuevas formulaciones constructivas; paradigma de esta situación resultan las

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3. Diego de Álava y Viamont. El Perfecto Capitán (1590). Lib. II, fol. 88

conocidas alegorías de Philibert de l’Orme18, quien en su Architecture de 1567 introduce dos grabados alusivos al Buen y Mal Arquitecto. Mientras el primero tiene tres ojos, siendo el tercero destinado a la contemplación de Dios, y cuatro manos, símbolo de su destreza, parece transmitir su conocimiento a un discípulo entregándole un rollo de papel probablemente con diseños, todo ello en el marco de ruinas y edificios clásicos. El segundo, sin embargo, camina ciego, desorientado por un desolado paisaje, sin manos ni discípulos a los que poder entregar sus experiencias, de fondo unas arquitecturas medievales en donde destacan justamente esos cubos, ya arcaicos [figs. 4.1-4.2]. Y es que, como venimos argumentando, la utilización de la artillería y los complejos sistemas ofensivos y su réplica acabarían por convertirse en factores sustanciales en la consecución de diseños y proyectos, tanto de los propios instrumentos de guerra como de las zonas defensivas en donde

18 Philibert de l’Orme, le premier tome de l’architecture de Philibert de l’Orme conseiller et aumosnier ordinaire du Roy, & Abbé de S. Serge lez Angiers. a Paris, Chez Federic Morel, rue S. Iean de Beauvais. 1567. Avec privilege dv roy. fols. 281 y 283.

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4. Philibert de l’Orme. Le premier tome de l’architecture (1567), fols. 281 y 283

las soluciones abaluartadas irán ganando terreno, transformándose a lo largo del periodo en estructuras de múltiples combinaciones. A las zonas de control del enemigo se le unían las de ataque y contraataque, planificadas con antelación para contrarrestar las cambiantes fases de las batallas o los asedios. De la alteración de los trazados preliminares y la reordenación emprendida surgirá una terminología técnica inédita o bien una redefinición de la preexistente; palabras como baluarte, glacis, flanco, bastiones, cortina, contraescarpa, hornabeque, etc., serán continuamente adoptadas. Sin embargo, su aplicación no era sinónimo de comprensión, lo que originó que algunos tratadistas insertaran en sus textos intrincados razonamientos e interpretaciones que solían reforzar visualmente con la apertura de láminas o grabados ilustrativos. Un revelador arquetipo de todas estas circunstancias lo tenemos en Florencia a lo largo del siglo XVI donde Giorgio Vasari se convertirá en uno de sus más inquietos protagonistas, ya fuera por propia voluntad, por imposición, o por su deseo de dejar constancia escrita de cuantas transformaciones sufriera la ciudad del Arno. Las intervenciones del pintor, arquitecto y tratadista aretino resultan hoy sobresalientes; como arquitecto, por su novedosa concepción del espacio urbano entre la Piazza della Signoria y el río y aún más allá del mismo. Sus otras facetas nos

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reportan sugerentes imágenes e inestimables informaciones. Para vislumbrar, aunque tímidamente, tales expresiones, debemos retrotraernos a 1530, momento en el que Clemente VII asediaba la ciudad, teniendo aún muy presente la afrenta que recibió la familia Medici, de la que era uno de sus más significativos integrantes. El Pontífice mandó diseñar un año antes en secreto un plano que, a juzgar por los detalles ofrecidos por Vasari en sus Vite (1550 y 1568), gozaría de un grado de precisión extraordinario; el proyecto le sería encomendado a Il Tribolo19, quien procedió con suma discreción a la hora de medir en un perímetro de una milla (recogiendo expresamente las altitudes y desniveles de los diversos sectores tanto de la ciudad como de la zona extramuros). Para el levantamiento planimétrico se requirió la presencia del maestro Benvenuto di Lorenzo della Volpaia, quien no solo plasmó la topografía de la ciudad sobre el papel, sino que con todos los testimonios, dimensiones y proporciones recopiladas, construyó una maqueta en corcho que fue rápidamente enviada al Papa, quien la consultó constantemente durante el asedio [fig. 5]. La descripción gráfica de la ciudad fue manejada posteriormente cuando se le solicitó al propio Vasari la realización de un fresco para la llamada Sala de Clemente VII en el Palazzo Vecchio florentino, en donde debería reflejarse minuciosamente el asedio; para tal fin el pintor, cuyo obra quedó finalizada en 1558, se valió tanto de la citada planimetría como de sus propios cálculos verificados con una brújula –según él mismo indica– desde lo alto de un tejado, lo que le permitía disfrutar de una perspectiva de mayor amplitud para no solo configurar el entorno urbano sino los terrenos circundantes y la disposición de los ejércitos papales. Esta fórmula de yuxtaposición de imágenes no fue exclusiva del aretino, siendo un procedimiento cartográfico habitual a lo largo del XVI, en donde se fusionaba la visión planimétrica con la propia observación y medición científica directa desde un punto dominante, dando lugar a una panorámica elevada con una perspectiva muy abierta. El fresco nos ofrece una idea bastante cercana a la realidad en cuanto a la reordenación urbanística en función de las necesidades de la guerra. Las innovaciones en el campo militar habían ayudado a dar un salto cualitativo en múltiples facetas: así en el alcance de los proyectiles, y en un mayor peso en los mismos, lo que les confería una considerable fuerza destructiva, igualmente en la posibilidad del transporte rápido de las piezas. Todas estas consideraciones requerían cambios sobre todo en 19 Giorgio Vasari (1568): Le vite dei più eccellenti pittori, scultori e architetti... Roma, Grandi Tascabili Economici, 1993, págs. 936-937.

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5. Giorgio Vasari. Sitio de Florencia. Fresco (1558). Sala de Clemente VII. Palazzo Vecchio. Florencia

los perímetros murados, así se entiende que muchas ciudades arrasaran literalmente los burgos externos a las viejas murallas para materializar explanadas al exterior o Tagliate; este espacio, que se cobró enormes sumas económicas, debía permanecer libre de construcciones y vegetación para evitar la aproximación excesiva o el refugio en caso de ataque o asedio20. Giorgio Vasari también actuará como intérprete y cronista de excepción en otros delicados momentos de la ciudad del Arno de los que ofrece cumplida información, así por ejemplo todo lo relacionado con el proyecto de construcción de la Fortezza da Basso, propuesta en 1533 al propio Miguel Ángel, quien la rechazó por su convencido republicanismo. La finalización del gran pentágono con el perímetro completo de muros coincidirá casi con el asesinato del duque Alessandro en 1537. Como venimos comprobando, a lo largo del periodo se ponderará el estudio pormenorizado de las Matemáticas, aplicadas a cada campo en los que se divide o influye el arte militar. Las nociones científicas que se pretenden para cada uno de sus integrantes, desde el arquitecto, maestro de obras, ingenieros militares, artilleros, etc., hará que se publiquen importantes tratados teórico-prácticos, que incidan en una multiplicidad de áreas, desde las técnicas constructivas a la realización de piezas de artillería (materiales e ingredientes), pasando por otros destinados a balística. La delimitación en el concepto sobre la guerra impondrá marcadas transformaciones en su interpretación pero también en su programación, 20 Enrico Guidoni, Angela Marino, Historia del urbanismo. El siglo XVI. Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1985, págs. 220 y ss.

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6. Niccoló Tartaglia. Nova Scientia (1537)

no entendiéndose su desarrollo sin los estudios científicos previos de obligado desempeño. Su análisis ya se encontraba firmemente estructurado desde el siglo XV, confluyendo el interés por la obra de Euclides, padre de las Matemáticas, conjuntamente con las aportaciones medievales. El predominio de piezas de artillería y la pretendida eficacia en el lanzamiento de sus proyectiles determinará a su vez que se investiguen y asimilen complejas fórmulas en donde los ángulos de tiro y las trayectorias se convertirán en fundamentos de suma trascendencia [fig. 6]. Así, puede percibirse cómo un tratado aparentemente fuera de los cánones más cercanos al estudio aludido, se convirtiera desde su salida de las prensas venecianas en 1537 en un manual irremplazable; nos referimos a las publicaciones del geómetra y matemático Niccoló Tartaglia y su Nova Scientia transformada en magisterio concurrente tanto para los atacantes como para los defensores, los primeros porque podían calcular la trayectoria de los proyectiles, aplicando operaciones matemáticas a la artillería; los segundos, porque teniendo en cuenta estas fórmulas estaban en situación de proyectar fortificaciones más acordes a las nuevas circunstancias. No podemos olvidar que el propio Tartaglia, profesor en Verona, Vicenza, Brescia y Venecia, se convirtió en el primer traductor al italiano de la obra de Euclides en 1543. Su sombra se deja traslucir en la portada de su tratado, cuyo planteamiento gráfico es toda una declaración

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de intenciones; en ella aparece en primer término Euclides abriendo la puerta de una muralla circular donde se sitúa Tartaglia junto a las Artes Liberales a las que parece demostrar la trayectoria de un proyectil disparado desde un cañón; una segunda zona circular corona la composición, en ella se encuentra Aristóteles y Platón, éste con el lema: Nemo huc Geometrie expers ingrediat, rematando el grabado la figura de la Filosofía; es decir, todo gira en torno a la Geometría. En 1546 también en la ciudad de la Serenissima, publicará las Quesiti e inventione diverse (editándose a partir de este momento de forma conjunta). La impresión de las Quesiti será aprovechada para demostrar asuntos vinculados con el álgebra, la teoría de la ecuación de tercer grado, saberes matemáticos aplicados a la balística y los explosivos, así como el levantamiento de planos. El camino abierto por Tartaglia transitaba por territorios anteriormente hollados, ya que el análisis de la trayectoria y trazado de los proyectiles había sido objeto del interés de los físicos del siglo XIV; lo novedoso de su propuesta consistía en afirmar que la trayectoria era curvilínea y su actuación, continua, tanto en el impetus como de la gravitas. La lectura práctica de tales competencias no se hizo esperar pues a raíz de los cálculos precisos podían establecerse las distancias oportunas al proyectar nuevas defensas con el ángulo correcto, así mismo resultaba trascendental para organizar los espacios vacíos necesarios alrededor de las mismas, tendentes a evitar posibles inconvenientes por los asedios. Los seguidores se multiplicaron aunque no faltaron voces críticas a su teoría, así en 1613 Diego Ufano, tomando como base a Tartaglia, a quien por otro lado censuró en reiteradas ocasiones, estableció igualmente tablas con las trayectorias a partir de la graduación con escuadra [fig. 7]. Al análisis y profundización en el aprendizaje de tales contenidos se unieron todos aquellos que anteriormente y con posterioridad habían planteado cómputos precisos para la medición de distancias, alturas y profundidades, se consolida así la locución que forma parte de nuestro título «A tiro de cañón, a tiro de arcabuz, a tiro de mosquete...» como propuesta de medida entre dos puntos en línea recta. Prototipo de lo argumentado son las disquisiciones de Gemma Frisius y su librito de medir, que presentaba un método fundamentado en la triangulación basándose en cálculos de ángulos entre dos puntos con lo que obtenía la distancia; este método ya había sido practicado por Regiomontano, pero fue Frisius quien en 1533 lo dio a conocer como anexo en la obra de Pedro Apiano, publicado en castellano en 1548 sobre la edición de Amberes de 1540. Otro de estos libros, que hemos elegido por la personalidad de su autor y porque en su interior atesora el conocimiento de los más innovadores

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7. Diego Ufano. Tratado de la Artillería... (1613), pág. 342

tratados sobre el tema, es el Del modo di misurare le distantie, le superficie... (Venecia, 1564) del humanista Cosimo Bartoli, cuya figura suele aparecer asociada a la de uno de los grandes teóricos del siglo XV, Leon Battista Alberti y su obra De re Aedificatoria, de la que en 1550 realizó su traducción, segunda tras la de Pietro Lauro en 1546 y primera ilustrada. Su compendio versa sobre geometría práctica, destinada a la medición de distancias, alturas y profundidades. Dividido en seis libros, destaca sobre todo por las completas y nada usuales fuentes utilizadas: Oroncio Fineo, Alberto Durero, Arquímedes, Euclides, Gemma Frisius, Juan de Rojas, Giovanni Stosterino, Alberti, Georgio Perurbachio, Pietro Appiano, Ptolomeo, Vitullione y Vitruvio; así como por sus nociones sobre perspectiva común. En su tratado sobresalen sus grabados, habitualmente muy ponderados, si bien en más de una ocasión son resultado de préstamos no siempre declarados, en este caso de la obra del español Juan de Rojas: Commentarium in astrolabium quod planisphaerium vocant..., París 1550 (aunque invertidos con respecto al original). Destacar igualmente como el cap. XXVII del libro primero está especialmente centrado en lo militar21.

21 Filippo Camerota: «Contributi al dibattito: Misurare per perspectiva: geometria pratica e Prospectiva pingendi», La prospettiva. Fondamenti teorici ed esperienze figurative dall’antichità al mondo moderno, Rocco Sinisgalli (ed.), Fiesole (Florencia), Cadmo, 1998, págs. 293-306; idem, La prospettiva del Rinascimento. Arte, architettura, scienzia. Milán. Mondadori Electa, 2006.

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Teniendo presente las importantes innovaciones que se estaban produciendo en el mundo científico y sus variadas aplicaciones, Felipe II se empeñó en un proyecto de formación destinado a instruir a un amplio grupo de técnicos, quienes a partir de conocimientos teórico-prácticos pudieran resolver los innumerables problemas surgidos de las nuevas necesidades que se producían, tanto por la defensa y mantenimiento de la posición hegemónica en Europa como por el de las colonias de ultramar, lo que obligó al adiestramiento de personal cualificado en diferentes campos: náutica (construcción de navíos, instrumentos de navegación, cartas, etc.), ingeniería civil, ingeniería militar, artillería (fabricación de cañones, balística, preparación de pólvora...), etc. La firme voluntad del monarca a este respecto fue finalmente concretada con la institución en 1582 de la Academia de Matemáticas de Madrid, organismo en el que durante un momentáneo periodo se logró armonizar, en parte, los conocimientos especulativos y funcionales impartidos por un notable plantel docente, teniendo siempre como horizonte fundamental el estudio de las Matemáticas y sus diferentes ramas como aglutinadora de los diversos saberes. Estos prometedores comienzos, sin embargo, no tuvieron la persistencia y notoriedad que se deseaba, prosperando tan solo algunos centros de forma aislada, como los adscritos al Colegio Imperial de Madrid o la Academia de Artillería de Bruselas. La Academia de Matemáticas tuvo como uno de sus principales valedores a Juan de Herrera, quien poco tiempo después de ponerla en funcionamiento entregaba a la imprenta un breve pero esencial texto en el que se establecían los estudios básicos para cada una de las disciplinas que allí se impartirían con sus correspondientes lecturas. Este tratado que lleva por titulo Institución de la Academia Real Matemática22 fue impreso en Madrid en 1584. A pesar de lo conciso de sus contenidos, resulta altamente sugestivo por algunas ideas que se deslizan entre sus argumentaciones y que ayudan a interpretar importantes parcelas en la planificación y desarrollo de los cursos. Comenzando por la motivación que desencadenó la fundación de la misma, en su prólogo podemos leer: «Siendo la Majestad del Rey Don Felipe N. S. informado que, aunque en la universidades y estudios de estos Reinos hay instituidas y dotadas cátedras de matemáticas, no hay muchos que las profesen, antes tan pocos que apenas, ni en las universidades, ni fuera de ellas, se halla

22 Juan de Herrera, Institución de la Academia Real Matemática. J. A. Yeves Andrés (ed.). Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 2006.

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quien con fundamentos de principios sepa ni pueda discernir lo falso de lo cierto en estas ciencias, ni diferenciar los profesores verdaderos y fundados en ellas de los que, sin serlo, se toman nombre y titulo de facultades y artes que no entienden... ha sido su Majestad servido que en su corte haya una lección pública de matemáticas, trayendo para ello personas eminentes que las lean y enseñen pública y graciosamente a todos los que las quisiesen oír».

En cuanto a las materias y más concretamente a aquellos interesados en lo concerniente a la perspectiva23, Herrera recomendaba la atenta lectura de: los seis primeros libros de Euclides junto con el undécimo y el duodécimo, la perspectiva y especularia de Euclides, la de Ptolomeo y los libros de Alhazen y Vitellion, así como ser muy diestros en La Práctica de la Perspectiva (1569) que compuso Daniele Barbaro. Entre otras sugerencias también se reafirmaba en la idea de que en la Academia el libro elegido para efectuar las lecturas públicas en esta disciplina sería la Perspectiva y Especularia de Euclides y algunas reglas generales para la práctica [fig. 8]. Advertía igualmente que para ser competente en otras materias era apropiado tener nociones de perspectiva, así por ejemplo en la arquitectura o en la pintura su dominio resultaba de especial significación. Antes de finalizar sus razonamientos intercaló dos nuevos preceptos que redundan en planteamientos ya difundidos, en esta ocasión sobre los fortificadores y los artilleros. Para los primeros sugiere que su aspiración debía ser el aprendizaje de la arquitectura para posteriormente ser instruidos en máquinas bélicas y artillería; pero sobre todo lo que finalmente marcaba la diferencia era un ejercicio práctico continuado a lo largo de tres o cuatro años, es decir, nuevamente se observa la máxima vitruviana de que

23 Sobre el estudio de la teoría de la perspectiva en España en su conjunto, resultan imprescindibles: Lino Cabezas Gelabert, Tratadistas y tratados españoles de perspectiva desde sus orígenes hasta la geometría descriptiva de G. Monge, 1526-1803. Publicacions edicions Universitat de Barcelona, 1985. José Emilio Burucúa, «Arte difícil y esquiva. Uso y significado de la perspectiva en España, Portugal y las colonias iberoamericanas (siglos XVI-XVIII)», Cuadernos de Historia de España, LXXI, 1989, Instituto de Historia de España. Buenos Aires, págs. 131-186; LXXII (1990) págs. 179-280 y LXXIII (1991) págs. 174-290. Javier Navarro de Zuvillaga, Imágenes de la perspectiva. Madrid, Ediciones Siruela. Madrid, 1996. VV. AA.: La práctica de la perspectiva. Perspectiva en los talleres artísticos europeos. Simposio Internacional, Granada, 3-5 de diciembre de 2008. Carmen González-Román, «La teoría artística italiana en los tratados de perspectiva españoles», en R. Camacho; E. Asenjo; B. Calderón (eds.), Creación artística y mecenazgo en el desarrollo cultural del Mediterráneo en la Edad Moderna. Málaga, Ministerio de Ciencia e Innovación. Dpto. de Historia del Arte de la Universidad de Málaga, 2011, págs. 569-595.

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8. Pedro Ambrosio Ondériz. La perspectiva y especvlaria... (1585)

teoría sin praxis resultaba inútil. En el caso concreto de los artilleros, a los que hace subalternos de los mecánicos (de quienes tomarían tanto teoría como práctica), detalla las lecturas obligatorias, que por otro lado son igualmente significativas, concretándolas en Niccolò Tartaglia y Vitruvio en su libro décimo. En gran medida esta empresa debía sustentarse sobre una eficiente política de traducciones de textos, con vistas a que las lecturas fueran realizadas en castellano, al carecer los alumnos en la mayoría de los casos de amplias nociones de griego y latín, sin embargo, a pesar del creciente interés otorgado, los frutos no dejaron de ser irregulares a pesar del significativo avance obtenido en muchos aspectos; la falta de continuidad de la institución acabó por arruinar un proyecto que podría haber supuesto una plataforma ideal para el despegue de la ciencia española24. No resulta extraño pues, a pesar de que la casuística es variada y sus consideraciones diversas, que algunas de las traducciones que sobre perspectiva se venían 24 Félix Diaz Moreno, «Traduciendo Arquitectura. Causas, modelos y proyectos fallidos», La traducción en las relaciones italo-españolas: lengua, literatura y cultura. Actas del XIII Congreso de la Sociedad Española de Italianistas (SEI). Barcelona, 16-19 de noviembre de 2010. En prensa.

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planteando quedaran manuscritas, situación que se cronificaría en el siglo XVII, casos como los de Antonio de Torreblanca, Salvador Muñoz, Luis Carduchi, Felipe Lázaro de Goiti y su traducción de las obras de Daniele Barbaro y Vignola-Danti, o Gómez de Alcuña25, son un buen ejemplo de estas circunstancias, si bien no todas se adaptan a este supuesto. Ante la necesidad de enriquecer los temas que se transmitían en la cátedra con materias complementarias más encaminadas hacia la artillería, arquitectura militar y estrategia, hacia 1597-1598 don Francisco de Bobadilla, conde de Puñoenrostro, maestre de campo general de Artillería, introdujo tales mejoras. Estas aportaciones se impartirían en el mismo lugar pero a horas distintas de las que ya se llevaban a cabo, en cuanto a los profesores no recibirían nombramiento específico ni remuneración permanente; entre ellos se encontraba el capitán Cristóbal de Rojas que se ocuparía de Fortificación y Arquitectura militar, el alférez Pedro Rodríguez de Muñiz (Teoría y práctica de escuadrones) y Giuliano Ferrofino (Artillería). Este incremento del programa se mantuvo como máximo hasta el año 1600. No obstante, debido a la intensificación de las enseñanzas, el Consejo de Guerra se vio obligado en 1605 a dotar una cátedra de Matemáticas y Fortificación independiente de la Academia y del órgano que la sustentaba que no era otro que el Consejo de Indias. Las clases se celebrarían en el palacio del marqués de Leganés, don Diego Mesía y Felípez de Guzmán, capitán general de la artillería de tierra y personaje sobre el que posteriormente volveremos.

25 Al respecto véanse Ramón Gutiérrez, Notas para una bibliografía hispanoamericana de arquitectura. 1526-1875. Resistencia, 1972; idem: «La «perspectiva» de Vignola, su difusión en Hispanoamérica y el manuscrito de Carduchi», en Academia. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 58, 1984, págs. 180-192; idem: «El tratado de Arquitectura y Perspectiva de Salvador Muñoz (1610-1636)», Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada. XXII, 1991, págs. 41-62. Fernando Marías, «Teoría e historia en el tratado de Arquitectura de Salvador Muñoz», en Madrid en el contexto de lo hispánico desde la época de los descubrimientos. Actas del Congreso Nacional. UCM. Madrid, 1992.Tomo II, págs. 1445-1461. Javier Navarro de Zuvillaga, «Los dos libros de Geometría y Perspectiva de Antonio de Torreblanca», Academia. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 69, 1989; ídem: «El tratado de perspectiva de Vignola en España», Academia, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 86, 1998, págs. 193-229. Félix Díaz Moreno, «De arquitectura y perspectiva: Felipe Lázaro de Goiti traductor de Barbaro y Vignola-Danti», Anales de Historia del Arte nº 13, Universidad Complutense de Madrid, 2002, págs. 191-210. Carmen GonzálezRomán, «Los ssiete tratados de la perespectiva pratica, la primera versión del libro de Antonio de Torreblanca», Academia. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 102103, 2007, págs. 33-60. Andrés Martín Pastor, Artes excelencias della Perspectiba, 1688. Estudio de un tratado inédito de perspectiva del siglo XVII. Tesis doctoral inédita dirigida por D. José María Gentil Baldrich, leída el 2 de octubre de 2009 en la ETSA de Sevilla.

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Las confrontaciones armadas durante el siglo XVII, que a fuerza de producirse se habían convertido en algo cotidiano, no supusieron cambios significativos con respecto a lo que venimos esbozando, sin embargo las fórmulas de expugnación sí que sufrieron importantes variantes que trastocaron los planes de defensa y el planteamiento de las acciones bélicas26. Quizás la transformación de mayor repercusión se consolidó en las estrategias de ataque, cuyo resultado inmediato fue un aumento considerable del desembolso pecuniario. Durante la centuria, debido en parte a la aplicación de los avances en los perímetros murados, la tendencia no se concretó en batallas a campo abierto ni en ataques directos a los centros poblacionales, sino en la conquista de enclaves fortificados por medio de la táctica del aislamiento. Los programas de asedio se plantearon como complejas redes alrededor de las fortificaciones, en donde las líneas de ataque debían convertirse a su vez en líneas defensivas tanto de las armas de fuego como de las personales y donde la ingeniería jugó un brillante papel27. De especial significación resultaron los estudios sobre minas y su colocación junto a las murallas, lo que originó importantes disertaciones en tratados específicos o en aquellos de carácter más amplio pero especializados en las aludidas disciplinas. Todo este compendio de investigaciones y aprendizaje fueron potenciados por monarcas y príncipes deseosos de aumentar sus posibilidades de defensa y expansión. En nuestro país este tipo de formación no gozó de un éxito inminente, si bien tenían una cierta tradición en centros universitarios28, a pesar de la escasa eficiencia que

26 M. S. Anderson, Guerra y sociedad en la Europa del Antiguo régimen. 1618-1789. Madrid, Ministerio de Defensa, 1990. 27 Sobre el tema de los ingenieros militares, pero igualmente para todo lo relacionado con el arte militar, resulta indispensable la consulta de los precisos y documentados estudios de: Alicia Cámara Muñoz, «Tratados de arquitectura militar en España», Goya, 156, mayojunio, 1980, págs. 338-345; idem: «La arquitectura militar y los ingenieros de la monarquía española: Aspectos de una profesión (1530-1650)», Revista de la Universidad Complutense, 3, 1981, págs. 255-269; idem: «Murallas para la guerra y para la paz. Imágenes de la ciudad en la España del siglo XVI», Espacio, Tiempo y Forma , UNED, Serie VII, nº 6, Madrid, 1993, págs. 149-173, idem: «El papel de la arquitectura militar y de los ingenieros», en Felipe II y el arte de su tiempo. Madrid, Fundación Argentaria/Visor, 1998, págs. 383-400, idem: Fortificación y ciudad en los reinos de Felipe II. Madrid, Nerea, 1998, idem: Los ingenieros militares de la monarquía hispánica en los siglos XVII y XVIII (Coord.). Madrid, Ministerio de Defensa, Asociación Española de Amigos de los Castillos, Centro de Estudios Europa Hispánica, 2005. 28 Mariano Esteban Piñeiro, «Instituciones para la formación de los técnicos», Técnica e Ingeniería en España. I. El Renacimiento. Manuel Silva Suárez (ed.). Universitarias de Zaragoza, 2004. págs. 165-202.

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les atribuía Herrera; también se organizaron en las diversas fases de la academia, se habilitaron cátedras para enseñanza de fortificación y artillería y se fundaron otros variados centros como las academias de artillería. La idea del estudio científico de tales disciplinas se encontraba firmemente interiorizada en la propia educación de los príncipes y por imitación en los nobles, deseosos de emular a sus señores. Así, además de los continuos entrenamientos ecuestres y las incursiones en el mundo de la caza como sustitutiva de la guerra, parece que fueron comunes los simulacros con maquetas a escala. Algunos de estos intereses ya habían quedado plasmados en las Empresas Políticas de Diego Saavedra Fajardo, y parecen confirmar en gran medida muchas de las cuestiones que venimos aludiendo a lo largo de nuestro estudio, tanto sobre la importancia de ciertas materias como sobre la instrucción en el campo militar por medio de tratados y sus expresiones gráficas, ya fueran planos, grabados, dibujos, tapices o los llamados «modelos» o maquetas como la anteriormente comentada de la ciudad de Florencia. En este compendio podemos leer: «Para que entienda lo pratico de la geografía y cosmografía, (ciencias tan importantes que sin ellas es ciega la razón de Estado) estén en los tapices de sus cámaras labrados los mapas generales de las cuatro partes de la tierra, y las provincias principales, no con la confusión de todos los lugares, sino con los ríos, montes y con algunas ciudades y puestos notables... Ejercítese en los usos de la geometría midiendo con instrumentos las distancias, las alturas y las profundidades»29.

Singular interés se desprende de aquellas indicaciones que Saavedra introduce con respecto a la instrucción de elementos militares, así: «Aprenda la fortificación, fabricando con alguna masa fortalezas y plazas con todas sus entradas encubiertas, fosos, baluartes, medias lunas y tijeras, que después bata con pecezuelas de artillería. Y para que más se le fijen en la memoria aquellas figuras, se formarán de mirtos y otras yerbas en los jardines como se ven en la presente empresa. Ensáyese en la sargentería, teniendo vaciadas de metal todas las diferencias de soldados, así de caballería como de infantería que hay en un exército, con los cuales sobre una mesa forme diversos escuadrones a imitación de alguna estampa donde estén dibujados; porque no ha de 29 Diego de Saavedra Fajardo, Empresas políticas. Edición, introducción y notas de Francisco Javier Díez de Revenga. Barcelona. Planeta, 1988. Empresa V. pág. 46.

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9. Alberto Struzzi. Imagen de la Milicia... (1614)

tener el príncipe en la juventud entretenimiento ni juego que no sea una imitación de lo que después ha de obrar de veras»30

Y es justamente esta utilización de maquetas y ejércitos en miniatura lo que nos traslada a un nuevo escenario en donde podremos comprobar la envergadura de tales ensayos para la formación de futuros gobernantes [fig. 9]. El 14 de noviembre de 1614 llegaba a Madrid desde Bruselas el gentilhombre de los archiduques, Alberto Struzzi31, aparecía en la corte con un doble regalo para la real familia, ambos extraños hoy a nuestros ojos, un enano, encargo de la infanta Isabel Clara Eugenia, que entraría a formar parte de la cámara del príncipe Felipe, futuro Rey Planeta: su nombre Miguel Soplillo, quien supo granjearse la estima y confianza del monarca durante toda su vida. El segundo presente venía de la mano del famoso general, posteriormente inmortalizado por Velázquez, Ambrosio Spinola, y consistía en un ejército de juguete, estimándose que su destinatario iba a

30 Ibidem, págs. 46-47. 31 Miguel Ángel Echevarría Bacigalupe, Alberto Struzzi. Un precursor barroco del capitalismo liberal. Lovaina, Leuven University Press, 1995, especialmente págs. 13-19.

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ser el mismo príncipe, aunque para algunos investigadores su beneficiario sería su hermano, don Fernando, futuro cardenal infante. De una u otra forma este «juguete» demuestra la trascendencia de la enseñanza militar en la instrucción de príncipes. Sobre la composición del ejército y el Fuerte Real da cumplida cuenta el mensajero en un breve impreso de apenas una docena de páginas, en latín y castellano32. La máquina, según se la denominaba, fue construida en madera, metal, telas... por un verdadero «ejército» de maestros, llegó a contar con la participación de veintisiete gremios de la ciudad entre escultores, orfebres, pintores, sastres, relojeros, arcabuceros, artilleros, etc. Su traslado a Madrid resultó arduo, necesitándose cuatro carros y una veintena de caballos que portaban más de cuarenta grandes cajones con las diferentes piezas. Para su montaje, que comenzaría en Diciembre, se requirió la presencia de Struzzi, de un tallista, un platero y del artillero Juan Vander Elst (quien participó de forma exigua pues fallecía poco tiempo después); el montaje se dilató casi tres meses y su primera ubicación quedó establecida en una pieza del piso principal en el cuarto que se habilitaba para la reina cuando ésta murió en el Alcázar33.

32 Imago militiae auspiciis Ambrosii Spinolae Belgicarum copiarum ductoris stataria acie adumbrata. Industria & opera Alberti Struzzi, suarum celsitud. domestici nobilis coacta & concinnata. Cui adiutricem manum adiunxit Ioannes Vander Elst machinarum bellicarum director. Bruxellae: Ex officina Rutgeri Velpii & Huberti Antonij typog. Iur., anno 1614. En la mayoría de las ocasiones la obra aparece en edición bilingüe latín-castellano. La impresión traducida lleva por título: Imagen de la Milicia y de un exercito firme, con el favor del Marques Spinola, Maestre de Campo General del Exercito de su Magestad, en los Estados de Flandes. Y con la industria, estudio y cuidado de Alberto Struzio Gentilhombre de la casa de sus Altezas Serenissimas, y con ayuda de Iuan vander Elst Gentilhombre de la Artilleria formada, ordenada, y compuesta. En Brusselas. Por Roger Velpio, y Huberto Antonio, Impressores de sus Altezas, cerca de Palacio, año de 1614. Bibliothéque Royale de Belgique: Albert I. VB. 9.740 C4 (RP). El ejemplar de la Biblioteca Nacional de España R/4348, que perteneció a la Biblioteca Real sigue este mismo modelo compuesto por las dos partes; las portadillas se decoran con bandas coloreadas y letras doradas; otros ejemplares en Biblioteca Capitular de Pamplona (Catedral) 95-7/3 (1) y Biblioteca General de la Universidad de Sevilla A 109/081 (5), de donde procede la imagen que presentamos. 33 La enorme maqueta, instalada sobre varios tablados y tarimas de madera, recubiertas de corcho en su superficie para clavar los soldados y el resto de instrumentos, fue reubicada en tres nuevos emplazamientos. En 1615 se llevó a la Galería del Cierzo tras desmontarla cuidadosamente por parte de Struzzi, quien se había quedado sin auxiliares por haber partido ya a su país, volvió a reconstruirla durante varios meses. En 1617 nuevamente se trasladó de lugar recayendo otra vez esta labor en Struzzi, en esta ocasión se llevó a una sala alta con ventana en la Galería del Cierzo. Por último, en 1619 se reinstaló en una pieza grande que había sobre la botica. Sobre los pormenores de esta pieza, véase Pedro de Madrazo, «Alberto Struzzi y su ejército», Almanaque de la Ilustración, Año XI, Madrid, 1883, págs. 58-79. Por cierto que tan laboriosos trabajos, unidos al dinero que tuvo que avanzar para el transporte de las piezas, no le fue reintegrado a Alberto Struzzi hasta

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10. Anónimo. Escuela de Palas... (1693)

Para concluir este breve pero intenso recorrido que hemos efectuado a lo largo de más de dos centurias, nos gustaría hacerlo con un texto que compendia todo lo hasta aquí expuesto; se trata de uno de los trabajos más completos y sobresalientes (aunque no exento de polémica) de cuantos hasta entonces habían pasado por la imprenta, nos referimos a La Escuela de Palas o sea Curso Matematico…, publicado en 1693 en los tórculos de la Imprenta Real de Milán por Marcos Antonio Pandulpho Malatesta34 [fig. 10].

1630. Geoffrey Parker (1985), El ejército de Flandes y el camino español 1567-1659. Madrid, Alianza Editorial, 2000, págs. 26-27. Jesús Sáenz de Miera, «Lo raro del orbe. Objetos de arte y maravillas en el Alcázar de Madrid», en Fernando Checa (ed.), El Real Alcázar de Madrid, San Sebastián, Nerea, 1994, págs. 278-279. El ejército se mantuvo más o menos indemne hasta la noche del 9 al 10 de julio de 1884, fecha en la que se malogró por culpa del gran incendio que se desató en la Armería Real. Al respecto véanse las noticias ofrecidas por los periódicos de la época: El Imparcial. Diario Liberal. 10 de julio de 1884. La Ilustración española y americana. Año XXVIII, nos XXVI y XXVII. Madrid, 15 de julio y 22 de julio de 1884. 34 Anónimo: Atº. José Chafrión/Diego Felipe de Guzmán, Escuela de Palas ò sea Curso mathematico : Tomo I [-II] : dividido en XI tratados que contienen la arithmetica, geometria especulativa, practica, lugares planos, dados de euclides, esphera, geographia, algebra numerosa, y especiosa, trigonometria, y

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Tal y como queda confirmado en su portada, por cierto sencilla en grado sumo y que no permite imaginar la riqueza de imágenes que atesora su interior, la obra se encuentra organizada sobre once tratados, en los cuales se plantean sustanciosas reflexiones orientadas desde la Aritmética a todo lo referente al llamado Arte Militar35. La controversia a la que anteriormente hacíamos alusión ha quedado planteada ante la falta de consenso sobre quién fue el autor del libro, honor que se disputan el valenciano José Chafrión, nacido en 1653, y don Diego Felipe de Guzmán, es decir, el III marqués de Leganés (1649-1711); si bien es cierto que en ambos casos defensores y detractores disponen de importantes evidencias para mantener su opinión, son mayoría aquellos que se han decantado por atribuir la paternidad del mismo al primero. El intachable historial de José Chafrión se encuentra jalonado de importantes cargos y éxitos, ya fuera como ingeniero militar, capitán de infantería en un tercio de Lombardía, teniente de maestre de campo general o sargento general de batalla, grado que ocupaba en el momento de su fallecimiento ocurrido en Barcelona en 1698. Su amplia y precoz formación, pues abandonó la península con tan solo dieciocho años, había comenzado con el padre José Zaragoza (curiosamente, y esto es tan solo una primera coincidencia, el mismo maestro que también atendió al marqués de Leganés). Ya en Roma estudió matemáticas y arquitectura militar con el ilustrísimo Juan Caramuel de Lobkowitz, de quien además de obtener importantes muestras de erudición, heredó a su muerte su magnífica biblioteca. Con posterioridad a este periodo de instrucción se alistó en el ejército, donde desarrolló una brillante carrera, llegando a ser ayudante del gobernador de Milán –interino en 1678 y como tal entre 1685 y 1688–, que no era otro que nuevamente el III marqués de Leganés, quien ostentaba el cargo tras haber sido virrey en Cataluña [fig. 11].

logarithmica, y ultimamente el arte militar ... /. En Milan: en la Emprente Real, por Marcos Antonio Pandulpho Malatesta, MDCXCIII. [1693]. Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla. UCM. Sig. BH FLL 10004. Cfr. Félix Díaz Moreno, «Libros de secretos desvelados: el arte militar y sus textos», en Arquitectura y Ciudad. Memoria e Imprenta. Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla. Madrid, Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense, 2009, págs. 182-201. 35 Los once tratados que contiene la obra son: Tratado I. De la Aritmética; Tratado II. De Geometría; Tratado III. De Geometría Práctica; Tratado IV. Lugares Planos; Tratado V Los dados de Euclides; Tratado VI. De la esfera celeste y terráquea; Tratado VII. De la Geografía; Tratado VIII. Del Arte Analítica o Álgebra; Tratado IX. Del Arte Analítica o Álgebra Especiosa; Tratado X. De la Trigonometría y el Tratado XI. Del Arte Militar.

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11. Joseph Chafrión. Plantas de las fortificaciones... (1687)

Los diversos trabajos de fortificación llevados a cabo por Chafrión en España e Italia le permitieron tener un conocimiento real y exhaustivo de tales plazas, que a su vez le sirvieron como campo de experimentación para su labor como tratadista, de cuyo resuelto estilo y excelente claridad gráfica es su Planta de las fortificaciones de las ciudades, plazas y castillos del estado de Milán36, un estudio sobre los trazados de las defensas en la zona lombarda, cuya fecha de publicación se sitúa en 1687. El conjunto de magníficas plantas de fortificaciones delineadas por él, además de un plano general de la zona, incluye veintitrés plazas fuertes. La obra se encuentra dedicada al rey Carlos II quien aparece efigiado por el propio Chafrión al principio de la obra. La riqueza y variedad de modelos se encuentran perfectamente calibrados en cuanto a su diseño, pues no en balde se tuvo especial cuidado en que no apareciesen en perspectiva, ni con una escala real, todo ello para evitar que en caso de caer en manos de enemigos de la corona pudieran servir de guía para su conquista.

36 José Chafrión, Plantas de las fortificaciones de las Ciudades, Plazas y Castillos del estado de Milan / ofrecelas ... la Pluma y Buril de D. Joseph Chafrion [1687].

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12. Anónimo. Escuela de Palas (1693). Lib. I, cap. I págs. 2-3

Analizando la calidad gráfica de esta obra y el historial de su creador, no resulta extraño imaginar que la Escuela de Palas tenga esta misma autoría a pesar de no contar por el momento con datos incontrovertibles al respecto. De los tratados en los que se divide esta última obra, nos interesa especialmente el que cierra el volumen, que a su vez se estructura en dos partes, la primera dedicada a las fortificaciones regulares, donde ilustra y examina con enorme claridad expositiva cincuenta y cinco sistemas de fortificación de los más importantes autores sobre la materia, para posteriormente enumerar una serie de soluciones sobre defensas externas, ciudadelas, perspectivas y realización de planos. Alguno de los más afamados autores que aquí aparecen son: Girolamo Maggi; Francesco dei Marchi; el marqués de Vauban; Francesco Tensini; Samuel Marolois; Antoine de Ville; el padre Zaragoza; Gabriele Busca... y un dilatado elenco. Pero, dentro de esta primera parte repleta de información contrastada por medio de texto e imágenes, nos quedamos con las nociones básicas que aconseja como norma para la representación gráfica de todo tipo de fortificaciones con sus correspondientes imágenes alusivas, así: «La Delineacion es la descripcion de las lineas, y angulos de la Figura, esto es la linea sola de todo su Recinto exterior. La Ichnografia es la Planta, con todas las partes de la Fortificacion constituidas en latitud, y paralelas al Orizonte.

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13. Anónimo. Escuela de Palas (1693). Lib. II, págs. 171

La Ortographia, ó Perfil es la Descripcion de toda una Fortificacion, que muestra lo alto, y ancho que deven tener sus partes, cortandolas perpendicularmente al Orizonte. La Scenographia, o Perspectiva es la que enseña a representar en el Papel, todas las partes, tanto de la Delineacion, Planta, y perfil sobrecitados»37 [fig. 12].

El libro segundo está destinado a plantear todas las dificultades derivadas de las construcciones irregulares, nuevamente aquí utiliza un amplísimo catálogo gráfico de fortificaciones diseñadas, para su mejor contemplación, a vista de pájaro. También se reserva algunos capítulos para la organización de campamentos y tropas; y para la erección de elementos complementarios como puertas, puentes, almacenes, etc. [fig. 13]. Uno de los componentes más sobresalientes del tratado, además de la profusión de textos citados, son las heterogéneas estampas calcográficas que

37 Anónimo, Escuela de Palas..., op. cit., Libro I cap. I págs. 2-3.

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14. Anónimo. Escuela de Palas (1693). Lib. I, cap. XIV, pág. 161

ilustran la obra38, la mayoría sobre métodos de fortificación acompañadas en ocasiones por pequeñas escenas costumbristas o de carácter bélico que enmarcan la composición general; en todas ellas el cuidado trazo y la variedad de fórmulas empleadas en cuanto a la utilización de perspectivas, ángulos y detalles, las hacen realmente imprescindibles y son el digno colofón a varios siglos de dedicación y esfuerzo en la representación de este arte [fig. 14]. La representación del denominado arte militar se debatió de forma insistente, según hemos podido verificar, entre la potenciación de sus avances y la restricción de las miradas ajenas. Imagen y palabra lucharán denodadamente para salir vencedoras de una batalla que no por menos encarnizada resultaba ser menos trascendente, pues extrapolando una célebre cita calderoniana: «... que el valor del vencido, hace famoso al que vence». Vencedora o vencida, el camino fue largo y tortuoso y continuamente se vio inmerso en enrevesadas encrucijadas de difícil resolución.

38 La portada calcografía está firmada por el pintor y grabador milanés Ambrogio Besozzi (Ambrosius Besuitis) (1648-1706) y realizada por Giovanni Francesco Bugatti (c. 1660post. 1695) (I.F. Bugattus). Muchos otros grabados van firmados por Zangiacomi.

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Apostar por la representación contra la abstracción o por la voz contra el silencio marcó un periodo, que a pesar de parecernos lejano en el tiempo, no deja de estar cargado de actualidad. Y concluimos tal y como empezábamos de la mano de la imprenta, con una imagen trastocada en palabras en donde de nuevo el símbolo y sus significados resultan cuanto menos sugerentes, pero temibles: «O lengua, por ser miembro peligroso, Dios te cercó con muro, y baluarte, De los labios, y de dientes, y en un foso Te encerró para mas assegurarte: Con todo esso aun no tienes reposo, Queriendo en ocasiones señalarte, Calla, que por callar nadie ha perdido, Y por hablar han mucho perecido»39

Siendo así, callo pues..

39 Sebastián de Covarrubias y Orozco, Emblemas Morales, Madrid, Luis Sánchez, 1610. Centúria III, Emblema 26, pág. 226.

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