2007 El camino hacia el pueblo. Lazos entre los nuevos contextos territoriales y el patrimonio intangible. In Actas de VII Reunión de Antropología del MERCOSUR. Porto Alegre: UFRGS

September 3, 2017 | Autor: Juan Martin Dabezies | Categoría: Patrimonio Cultural, Antropología Visual, Ordenamiento Territorial
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Descripción

VII RAM - UFRGS, Porto Alegre, Brasil, 2007 - GT 13 Patrimônio Cultural e Desenvolvimento Regional. Coordenação: Arlete Assumpção Monteiro (UPO, Espanha) e Marilda Checcucci Gonçalves da Silva (FURB, Brasil)

El camino hacia el pueblo. Lazos entre los nuevos contextos territoriales y el patrimonio intangible. Juan Martin Dabezies1 Gabriel de Souza 2 Cecilia Pascual3 Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHUCE), Universidad de la República. Uruguay-Laboratorio de Arqueología del Paisaje, Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, Comisión Superior de Investigación Científica. España Sitio web de los autores en donde se proyectan los audiovisuales relativos al proyecto www.antropologiavisual.org

Palabras clave: Patrimonio intangible, paisajes culturales, despoblamiento rural. Introducción La investigación aquí presentada fue realizada en los alrededores de Villa Ansina, departamento de Tacuarembó en el marco del Proyecto de cooperación: El paisaje arqueológico de las Tierras bajas. Un modelo de gestión integral del Patrimonio arqueológico de Uruguay, entre el Laboratorio de Arqueología del Paisaje del IEGPS (CSIC), la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y diferentes

organismos

uruguayos:

Intendencia

Municipal

de

Tacuarembó,

PROBIDES, MEC, Programa Cardjin, Karumbe. El proyecto ya lleva dos años de ejecución y, lo que ha comenzado como un proyecto de arqueología, se ha abierto a 1

Arqueólogo. Maestrando en Historia, Pontificia Universidad Católica de Rio Grande del Sur. Brasil. [email protected] 2 Antropólogo. FHUCE. [email protected] 3 Estudiante avanzada en Ciencias Antropológicas. FHUCE. [email protected]

un proyecto antropológico-arqueológico. Esto ha sido posible fundamentalmente gracias a la adopción del concepto de paisaje cultural como concepto clave. Esta reconceptualización del concepto de patrimonio ha posibilitado trabajar desde un punto de vista territorial, incluyendo la dimensión inmaterial del patrimonio. Los objetivos iniciales se han abierto a la dimensión inmaterial generando una metodología de diálogos en relación a la comprensión de los Paisajes Culturales, colocando el énfasis en el paisaje rural uruguayo. Concretamente se ha incluido la comprensión de la estructura y dinámica poblacional de la región este de Tacuarembó desde una perspectiva arqueológica-antropológica. La propuesta apunta a generar estrategias de interpretación y difusión de los valores del patrimonio, integrando las prácticas tradicionales como alternativa a las estrategias agresivas hacia el paisaje cultural. Mediante observación participante, entrevistas abiertas y conversaciones informales por varios meses de trabajo de campo, atendimos a la distribución en el territorio de los actores sociales, conociendo sus pueblos, sus casas y compartiendo las actividades, oficios, conocimientos y representaciones en la zona de la localidad Villa Ansina, incluyendo los caseríos de Pueblo de Arriba, Pueblo de Barro, Zapucay y el entorno de la Cuchilla de Yaguarí. En el caso de la reconstrucción de la memoria oral individual y colectiva, la entrevista abierta y desestructurada permite la asociación de diferentas aspectos de la vida en el pasado, en la que se entrelazan los distintos elementos del paisaje que se busca documentar con las experiencias personales de los habitantes del mismo. Centrándonos en la población de mayor edad que vivió en distintos poblados “cacerios” rurales, se intentó reconstruir en base a la memoria oral las formas de vida, las actividades del día a día, la dispersión en el territorio y las comunicaciones entre ellos. El abordaje apuntó a relevar diversas dimensiones de los lazos que unen al paisaje con los contextos culturales que se han desarrollado y se desarrollan hoy en la zona. En este sentido, se relevaron manifestaciones materiales e inmateriales, mediante técnicas de documentación fotográfica, audiovisual y oral en instancias de interacción subjetiva concretas, pero también documentación de paisajes sonoros, en los cuales el énfasis no estaba en lo discursivo verbal, sino en poner en evidencia el marco sonoro un tanto difuso en la cotidiana interacción social.

El proyecto incluye la puesta en valor del patrimonio cultural local a través de distintas estrategias, mediante actividades presenciales, y mediante la difusión de medios escritos, imágenes y videos documentales, claves para acceder y difundir el patrimonio intangible vivo y en permanente cambio. En este sentido se realizaron actividades de interpretación del territorio en términos patrimoniales en centros educativos formales con escolares, y actividades de difusión en centros culturales, mediante charlas abiertas a todo público. También se llevaron a cabo exposiciones de pósters en diversos lugares. La exposición de videos aún no se ha realizado en la comunidad local pero sí en otros espacios. Al presentar videos documentales de distintos oficios tradicionales, se conduce a los espectadores a un viaje por algunos paisajes rurales uruguayos y las percepciones del medio en el cual se desarrollan los protagonistas locales. 4

Paisaje cultural El concepto de paisaje cultural se centra en comprender al territorio en su totalidad, teniendo en cuenta sus componentes culturales y naturales y la relación entre ellos. A su vez en este concepto también se incluye la mirada del observador, de modo que un mismo espacio puede constituir distintos paisajes culturales, sincrónica o diacrónicamente, según quién mire (Ballesteros Arias et al., 2005). Este concepto es manejado por la UNESCO como herramienta de protección para sectores de la realidad que se veían reducidos al ser catalogados como bienes naturales, culturales o mixtos (Van Hooff, 2001). En 1992, con motivo del XX aniversario de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO de 1972 (desde donde se arrastra la oposición entre patrimonio natural y patrimonio cultural), se lleva a cabo una revisión de los criterios culturales de la Guía Operativa para la Implementación de la Convención del patrimonio Mundial, incorporándose la categoría de paisajes. En la escala territorial se trabajó en principio con cartas geográficas y fotos aéreas para reconocer la distribución de distintos elementos naturales y productivos del paisaje, las relaciones entre los distintos poblados entre sí y con las áreas netamente rurales, la asociación con ríos, arroyos y otros elementos del paisaje. Como

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Ver la investigación del proceso de producción del ladrillo en Ansina y los paisajes sonoros que la envuelven “la casita del hornero” en www.antropologiavisual.org .

primera instancia del trabajo de campo se llevaron a cabo recorridas, contactando a los actores involucrados en los trabajos del año 2005. Luego se delinearon estrategias de abordaje de acuerdo a los objetivos específicos, para lo cual se procedió a elaborar un mapa de actores, el cual fue enriqueciéndose a lo largo de todo el trabajo de campo. Nuestra investigación intenta articular los distintos lenguajes que brindan información acerca del territorio y sus habitantes, tratando de superar las limitaciones propias de un proyecto arqueológico clásico que apunte a los catálogos e inventarios culturales. De esta forma, articular el trabajo de campo basado en: 36 instancias de documentación oral (incluyendo entrevistas, observación participante y eventos sociales), 26 horas de grabación de audio y 25 horas de grabación audiovisual, con un proyecto arqueológico bastante avanzado.

El camino hacia el pueblo, voces del proceso de despoblamiento rural

Las principales actividades económico-productivas de la zona son las agropecuarias. En la zona rural, podemos distinguir entre las actividades de los grandes propietarios, y los medianos y pequeños productores. En cuanto a los primeros cuentan con predios de varios miles de hectáreas, se dedican a la cría extensiva de animales, principalmente vacunos y lanares, aunque también existen extensos predios en donde se practica el cultivo de arroz o soja. En cuanto a los pequeños y medianos

propietarios, combinan la plantación de vegetales para

consumo (“para el gasto”),

para la venta, y la cría de animales domésticos.

Generalmente también algunos de los integrantes trabajan para otros como asalariados desarrollando otras tareas.

El proceso de despoblamiento rural viene modificando al paisaje cultural y ha sido alentado por políticas públicas y privadas que hoy se discuten, ya que se evidencian de distintas formas las consecuencias nefastas del mismo. La superpoblación de pequeños poblados hacia los cuales se orientaron estos movimientos provocó el despoblamiento del campo y la concentración de tierras en pocos propietarios con mucho capital económico y político.

Este proceso de despoblamiento de “la campaña” ha sido incentivado por la formación de complejos de viviendas precarios que desde el punto de vista oficial apuntaron y apuntan a la “erradicación de la vivienda insalubre rural” (MEVIR). Salvo aquellos que excepcionalmente están dispuestos en el medio rural, estas cooperativas de vivienda en ocasiones generan un sobrepoblamiento de pequeñas localidades, descontextualizando las formas de vida de los antiguos pobladores rurales. Las consecuencias de este nuevo arreglo territorial son muchas y complejas, ya que distintas fuerzas se conjugan en estos proyectos de vivienda, enredando intereses económicos, de salud, sociales y políticos.

La investigación, entre otras cosas encaró el proceso de flujo de personas hacia los centros poblados y la transmisión de conocimientos unidos a la tierra cuando los actores pasan a vivir fuera del medio en el cual han desarrollado sus actividades por varias generaciones. También se documentaron actividades ejemplos de desarrollo sostenible desenvueltas por pequeños productores rurales que se mantienen en el campo y despliegan representaciones que ponen en valor sus actividades y formas de estar en el mundo. Las representaciones expresadas trazan redes simbólicas complejas y ricas en contradicciones que evidencian las diferencias generacionales en el seno familiar. Por un lado, los involucrados en el proceso que acceden a una casa en el pueblo manifiestan “la comodidad”, “las formas de trabajo más fáciles”, “menos duras que en la campaña”, “las ventajas de las formas de vida de hoy” (electricidad, agua, teléfono), “el estar cerca de las personas”. Por otro lado los que recuerdan las actividades en los poblados rurales valoran el tipo de relaciones interpersonales, “más cálidas”, la solidaridad, el respeto, el intercambio recíproco de bienes y servicios. Se manifiesta de diferentes formas el ser dueños de los productos del trabajo y de su tiempo “aquí soy mi jefe” “empiezo y termino de trabajar cuando quiero y con mis tiempos”, “no me estreso mucho”. Se dan lógicas de valoración en relación a tiempos que son más modernos que otros, a formas de trabajo que “ya no valen la pena”, “más evolucionadas”. En este ir y venir de valoraciones puestas en acciones, se evidencian formas de trabajo que hoy parecen ser incompatibles ya que los actores locales que “se criaron en el campo” afirman que “ya nadie quiere trabajar”, que “se quieren quedar

mirando la tele” y “viviendo de la cuota del plan de emergencia (servicio social), en vez de trabajar la tierra o cuidar los animales”. Este desfasaje entre las concepciones de trabajo del campo y de la ciudad, da cuenta entre otras cosas, de las remuneraciones del trabajo asalariado y las políticas de regulación laboral. Un cliente del almacén de Turupí (antiguo poblado rural) de unos 60 años aproximadamente afirma que “ahora pobreza no hay, lo que hay es falta de ganas de trabajar. Tenemos dos quintas pero cuando se va a buscar empleados no se consiguen. El pueblo está cargado de desocupados porque no hay forma de vivir ahí. Los pueblos se terminaron porque los sueldos no daban y se amontonaron en un lugar donde no hay una fuente de trabajo”. El “Estado Benefactor” de principios de SXX mantiene en el imaginario de muchos pobladores locales dicha función, pese a todas las reducciones sufridas en las últimas décadas. Artemio vive en Villa Ansina y es empleado público para la intendencia en el cementerio y recuerda los oficios del padre: “chacrero, peluquero, carrocero, esquilador, alambrador (…) le encantaba el villar”, y, como en su caso no se transmitió ningún oficio. “El trabajo que había antes hoy no lo hay, todo fue evolucionando, era más exigente te llevaba más tiempo, era todo a mano, hasta la cosecha de arroz era con una hoz. Todo evolucionó y hoy se está más cómodo, se trabaja menos y el trabajo vale más”. El nuevo contexto de los centros poblados genera una descontextualización de ciertos saberes que pasan a tener poco valor de cambio. Por ello la reproducción de los mismos se ve frustrada ya que las nuevas generaciones, al no encontrar utilidad en sentido instrumental, generalmente no están interesadas en aprenderlos. Pero no sólo muchos oficios no pasan de generación en generación sino todo un conjunto de conocimientos, representaciones y valores aprendidos por generaciones acerca de la vida en la campaña. De igual manera, la forma de transmisión de estos conocimientos ha sufrido y está sufriendo un pasaje de lo privado a lo público, en donde la educación formal ocupa un lugar que antes era ocupado por la familia. Era temprano en el día de los difuntos (2 de Noviembre), a medida que se poblaba el cementerio de Villa Ansina, trabajaba junto a Artemio el señor Lemos que, acercándose a la entrevista opina: “hoy hay más posibilidades de trabajar en distintas cosas. Ya fue eso de cortar paja, ahora ni me meto, mi padre llegaba con las manos

toditas rotas, antes había más pobreza. Yo trabajo para la intendencia y en los fines de semana changueo5”.

En el frente de su casa, junto a su familia, Paulo Silva se dispone, sentado mirando hacia la calle, a contemplar el ritmo de la tarde en Villa Ansina. Entre unos mates, el entretenimiento con su señora y tres hijas solteras, pasa por “estar al tanto” de quiénes pasan, cómo pasan y lo que dicen. Interrumpimos su diario pasar por la tarde con su familia y, agradecido de nuestro interés “por saber de sus cosas”, nos invita a conversar con él. Paulo de más de noventa años se jubiló de “policía de campaña”, todos los días después del recorrido a caballo por distintos poblados, volvía a trabajar a su casa en su chacra, a arar, plantar y cosechar los alimentos básicos “para ayudar a la olla”, ya que el sueldo de policía no daba. Plantaba boniato, maíz, porotos para el consumo propio. Las mujeres desde niñas ayudaban en la casa, una quedaba cocinando y el resto de las hermanas iban a la chacra y/o a criar gallinas. Todos los hijos de la familia fueron a la escuela del pueblito de Los Vázquez. “En los Vázquez habían 30 casas ahora hay 2, Zapucay hoy sólo quedan pocas casas, Pueblo del Barro también lo mismo. La gente se fue recogiendo pa los pueblos porque se intentaba mejorar y se trabajaba menos y se ganaba más plata. Muchos pa los hijos pa estudiar, pa mejorar. Distintas razones, pero a medida que va progresando la vida la gente va evolucionando”. Más allá de los criterios evolucionistas bien propios de representaciones que devinieron en sentido común en Uruguay, se manifiestan ciertas contradicciones al imaginario oficial “de que todo fue evolucionando”. Paulo extraña los alimentos del campo “la vida era más sana”, los alimentos orgánicos, los frutos de la tierra y el trabajo, los animales. Cierta aura de sanidad traducida en los alimentos convertía a los que los consumían “en mejor gente”. Aura que produce encantamientos referidos a algunos de los imaginarios que envuelve la vida en el campo, “siempre me gusto porque la gente era más sana y más seria”.Muchos son los que hoy viven estos procesos de migración y sus entornos familiares evidencian las contradicciones internas y los impulsos de los agentes de cambio.

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La “changa” es una modalidad de trabajo que consiste en pequeños labores ocasionales y muy variables.

La señora Chica de 90 años vive hoy en el pueblo de Villa Ansina y su vida es unos de los tantos ejemplos del despoblamiento de la zona rural y la migración hacia los centros urbanos. A media tarde, cuando se acomodaba para mirar por televisión la novela brasilera del momento junto a su hija y su bisnieta, Chica es interrumpida por nosotros.

Después de sintonizar los recuerdos, cuenta que empezó de niña en

Zapucay a trabajar con lana, a cardar, hilar y a tejer. Zapucay (como tantos otros caceríos rurales hoy abandonados) era un pueblito que contaba con decenas de familias de pequeños productores rurales que se identificaban en torno a un espacio, actualizando sus lazos en la escuela, los bailes, las carneadas, las yerras, el lavado de ropa en el río y otras actividades que implican distintos grados de cohesión social.

Las hilanderas procesan el vellón, que es la forma en que la lana sale de la esquila. Para obtener una hebra con la que se pueda tejer, realizan un proceso que consta de diferentes pasos: lavado, cardado, hilado, y a veces teñido. En el río, con un balde grande se hacía un fuego con agua caliente para que la lana quede sin cera y así empezar a trabajarla. Lavando en el río, Chica se encontraba con las vecinas de la zona con quienes, al lavar la ropa, actualizaba relaciones de solidaridad. Primero se lava con agua caliente para sacarle la cera, después con agua fría y luego con jabón y agua fría, golpeándola con una tablita para que no se apelmace. Después de sacado el jabón se exprime y se vuelve a golpear con la tablita y se deja secar. El lavado se hace todo a mano, un vellón lleva tres horas de trabajo. El siguiente paso es “abrir” la lana “a dedito” para aflojarla y sacarle nudos, y cardarla, o sea peinarla con las cardas que son dos cepillos de alambre entre los que se peina la lana. De aquí sale la mecha para hilar. El hilado se realiza con un huso o “fuso”, o bien con una máquina casera de hilar, un pié de máquina de coser a pedal con una rueca de madera. Consiste en tornear la fibra para obtener una hebra. Algunas realizan un nuevo lavado después de hilar la lana. Para teñir la lana se pueden utilizar anilinas, o bien plantas o ropa vieja teñida. Las plantas pueden ser “carqueja, molle y yurabeba”. De esta manera se obtienen los colores verde, morado o amarillo, respectivamente. La carqueja es el único vegetal que deja bien verde. También se usa el eucaliptus. Generalmente se usa la lana sin teñir, y se combina lana blanca con lana de oveja “negra”. El telar artesanal o casero consiste en dos palos gruesos y un hierro en el cual se enlaza la lana al hacer la urdimbre, y que al terminar el trabajo se saca para abrirlo. Este telar se ponía

vertical y se trabajaba parado, separando los hilos con la mano para tejer y con una tabla para apretar el tejido. Las “vanetas” son las herramientas para pasar la lana. Fabricaban mantas y ponchos. A veces es necesario hacer el tejido en dos partes porque no alcanza el ancho del telar. “En una semana se puede hacer un jergón hilando toda la lana”. Para fabricar un poncho se trabajan dos vellones de lana, que es la parte de arriba de la lana de la oveja. El garreo y la barriga no la usan porque es una lana muy corta.

A Chica le gustaba, y le gusta hasta hoy enseñarle a trabajar la lana a su bisnieta de 10 años, que nos explica como armar un “uso”. Chica se levantaba en Zapucay de mañana a ordeñar, luego a hacer queso, a trabajar la quinta y a la hora de la siesta mientras todos dormían, ella trabajaba la lana. El producto de su trabajo tomaba distintas formas y ella misma lo intercambiaba “por todo lo que quería” con un hombre que en carreta recorría los pueblitos de la zona con productos, en su mayoría de contrabando de Brasil. En pocas ocasiones se vendían los productos “a veces vendía, ya que el dinero era para mi”. La hilandera y tejedora Chica afirma que se vino al pueblo de Villa Ansina por “un tema de enfermedad”, en busca del médico para curar a su esposo, ya que en el pueblito no había. Su esposo luego murió y fue quedándose porque sus hijos así lo deseaban. Los servicios médicos y las comunicaciones del pueblo, son los indicadores desde el ámbito familiar, que los impulsaron a dejar atrás la vida en el campo. Después de estos primeros motivos en ambas familias, se expresaron otros indicadores que tienen que ver con los servicios, la luz, el teléfono, “la vida más cómoda” en la cual “no hay que trabajar de sol a sol” y, se puede “descansar, seguir la comedia por la televisión”. Pese a todas estas comodidades expresadas por la hija, Chica extraña las formas de comunicación y solidaridad entre los vecinos en el campo, haciendo una valoración positiva de la vida en Zapucay en relación al vivir en el pueblo. A partir de la década de los setenta son muchas familias las que se han visto envueltas en estas transiciones de prácticas, imaginarios y representaciones del campo al contexto urbano del pueblo. La señora Chica compró los terrenos para los hijos en Villa Ansina ya “que era el deseo de ellos”, pero se niega a vender su casa de piedra en Zapucay que tiene más de cien años. Los conocimientos de Chica relativos a las plantas medicinales del campo se mantienen vivos y encuentran utilidades prácticas

en la vida del pueblo. Al irnos de su casa nos muestra su farmacia consistente en plantas vivas dispuestas entre las plantaciones de su pequeña huerta.

Siguiendo la huella de los antiguos pobladores, se abordaron la construcción de perspectivas que apuntan a las representaciones de los modos de vivir en grupo de los antiguos pueblos rurales frente a la vida en los centros poblados urbanos. Algunas familias se acostumbraron rápidamente a las vertiginosas modificaciones de sus espacios de vida, manteniendo pequeños cultivos y criando pequeños animales, generando un espacio rural de producción para la subsistencia doméstica en un medio urbano. La familia Fernández mantiene en las cercanías del pueblo Villa Ansina una estructuración del espacio doméstico propia del medio rural, con un pequeño rancho central y otros periféricos dispuestos a metros de distancia del primero, con un espacio central en el cual está el pozo de agua. De esta forma construyen la cocina, el baño, el galpón acorde a la funcionalidad de las habitaciones. Esta pareja de unos 80 años relata el despoblamiento de Zapucay, “los hijos se fueron casando y se fueron yendo del poblado, quedé yo solo y ésta. Cada uno en el poblado tenía su campito, su chacrita. Lo que se tenía se consumía o se vendía pa ahí pa Zapucay y para Ansina más tarde”. Hicieron la casa de terrón entre los dos, el cortaba los terrones y la paja y ella la armaba; luego antes de venirse la incendiaron porque no querían que nadie viviera en la casa donde habían criado los hijos y donde habían pasado tanto trabajo. Hoy construyen en su predio ranchos “de fajina”, de paja, de bloque y de ladrillo con techos de paja y chapa.

A una hora después de conocernos, agradecida de nuestra visita y sin ninguna referencia de nosotros, la señora Mesa en Zapucay nos prepara un guiso de liebre que lleva tocino, cordero, ajo, cebolla, papas, fideos. De mientras, su esposo se refiere a las formas de trabajo “de antes en el campo, el tiempo que había que dar vuelta todo con arado de mancera, con caballo buey, el tiempo que a la una de la tarde uno estaba plantando porotos. Nos hicimos duros para el trabajo y conservamos muy lindos recuerdos de jóvenes en Zapucay”. El trabajo de campo lo aprendió todo con el hombre que lo cuidaba y su abuelo “a quien no vio nunca reírse”. “Con 5 años estaba arriba del caballo arando, plantando el maíz. Desde alambrar, cosechar, cuidar los animales, todo

trabajo(…)no es una ciencia, lo que necesita es capricho. Extraño la gente de antes, como trabajaba, hoy la gente no quiere trabajar”. Dentro de las ventajas de estos tiempos la pareja destaca la posibilidad de consultar médicos cerca. Si bien da crédito de que mucho se sabía de las plantas medicinales, las enfermedades antes se “llevaban a una familia entera, las más conocidas son la tuberculosis y la tos convulsa(…). Usaban apio, quina para curar la tos, a pesar de ello, por tuberculosis y tos convulsa se lleno el cementerio de Zapucay, (…)12 hijos se murieron de una sola familia por tuberculosis. Los enterraban con todas las pertenencias, con cama y con todo ya que era contagiosa”. Pese a todas estas valoraciones, la familia manifiesta estar viviendo en un tiempo-espacio “más avanzado, evolucionado, moderno”. Junto a la familia Barreto, destacan que el pueblo les permite otros medios y formas de comunicación con sus hijos que muy jóvenes abandonaron sus hogares de campo. Afirma que se fueron del pueblo porque el médico le aconsejó que “para vivir unos años más debía irse al pueblo, ya que la vida de campaña no era recomendable”.

Al concentrarnos en los sectores de edad más viejos, cada tema planteado era fácilmente asociable a los médicos y a los avances en materia de comunicación y acceso a estos. Sin embargo documentamos que muchas prácticas y conocimientos medicinales marginados desde el punto de vista científico son puestos en valor. En el almacén de Pueblo de Barro la dueña recuerda que “en el otro bar vivía una partera que si estuviera viva tendría ciento y pico de años; fue la partera de aquí de todos nosotros, pero hoy nadie tomó su oficio, sus hijas no se animaron a agarrar ese oficio. A sí, no había doctor, se curaba en las casa no más, no había médicos ni vacunas y eran sanos morían de viejos y sanos”.

No en todos los relatos de los entrevistados pasado y presente fueron puestos en contraste, si bien hay puntos de vista relacionales. En estas articulaciones un tiempo es visto a través del otro revelando los valores, que en el caso de los pobladores más viejos dan cuenta de un tiempo perdido, de mayor vitalidad, una saudade de una vida sacrificada y llena de encantos en un espacio “sin tantos males”. La sociabilidad de distintos rituales sagrados y profanos que actualizaban los lazos de los grupos en el medio rural, hacen referencia a “encuentros más cercanos y respetuosos con los vecinos”.

Los espacios sociales más destacados fueron las misas, los entierros, casamientos, los bailes, las kermeses, las serenatas, los bautismos, las yerras, las carneadas, el lavado en el río y otros espacios que generaban comuniones de la vida en el campo. Los lazos de solidaridad de aquel tiempo referían a ambientes de trabajo compartido, de la dura rutina de la actividad rural. La señora Barreto vivió 60 años en el poblado rural de los Vázquez junto a su marido y recuerda como los hombres en la campaña solían carnear y cortar los trozos de ganado, en tanto las mujeres preparaban los chorizos, los salames, con recetas que teníamos en la cabeza de nuestras abuelas. “Dos medidas de carne, una de grasa de tocino, pimienta y sal”. “También se perdió el hacer charque para conservar la carne porque ahora comer con sal no se puede. Cada cual en el campo carneaba para su familia y sólo se regalaba a las mujeres invitadas que ayudaban”. Para la preparación de los alimentos se invitaban vecinas y así se llenaban los ranchos dónde se había carneado para compartir recetas y los quehaceres de la vida doméstica. Dentro de sus más lindos recuerdos entran los tiempos extraordinarios “de los bailes, kermeses y serenatas. Los músicos en vivo que te hacían bailar, luego las vitrolas, los gramófonos que hacían sonar vals, tangos, rancheras y polcas entre otras cosas. Empezaban los bailes con el sol afuera, regaban el piso de tierra para no levantar el polvo, bailando en esos ranchos de terrón(…)la gente era buena de pata”. Los músicos se desplazaban siguiendo circuitos de pueblo en pueblo acompañando las celebraciones sean bautismos, casamientos, bailes. En uno de estos bailes en el pueblito de Turupí se encontró “el viejo Loza, gran acordeonista” con la madre del que es hoy también músico, Francisco Loza. Este último, tiene un poco más de 40 años y es destacado “guitarrero” en el pueblo de Villa Ansina. Su vida y la de sus padres en la campaña son móviles para nostalgias hechas milonga en su voz y guitarra. Entre éstas, cita una canción de cuna navideña de Aníbal Sampayo que se refiere a los horizontes de los imaginarios y destinos “dicen que en muy pobre, pobre como tu, destino de pobre, destino de cruz”. Luego de tocar esa canción, relata cómo el camino de los hijos era el de los padres en las familias pobres de campo como la suya, eran pocas las oportunidades de aprender algo fuera del ámbito familiar. Francisco salía de niño junto a su padre a cortar el mimbre en los bañados y afirma que era lo único que podía aprender “e iba a morir en esa”. En cambio al irse a la ciudad pensó que se le abrían otros horizontes. Luego de migrar a Montevideo vivió en distintos barrios marginales unos años trabajando zafral en el

área de la construcción, desarrolló el oficio de músico al igual que su padre y volvió para vivir en el MEVIR de Villa Ansina con su familia.

El plan hacia la erradicación de la vivienda rural insalubre fue apuntado a eliminar la plaga de la vinchuca que desencadenaba el mal de chagas. Estos males que se desarrollaban en algunos de los ranchos de terrón, de palo a pique y de paja, impulsaron al abandono de la construcción en tierra, madera y paja. Por otra parte, estas medidas contribuyeron a diseminar valoraciones negativas acerca de la construcción con dichos materiales que iban más allá de las razones de sanidad implicadas. Tacuarembó no fue el departamento más afectado por el mal de chagas y por esto ninguno de los entrevistados hizo referencia a las vinchucas a pesar de que todos habían vivido en ranchos de terrón, de palo a pique y de fajina. La construcción en terrón implica determinado grado de dificultad, se precisa destreza y colaboración de varias personas. Esta forma de construcción estuvo asociada al poblamiento rural de la primera mitad del siglo XX, y muchas veces está asociada a ciertos lazos de solidaridad entre vecinos, reflejados en los relatos de construcciones de ranchos. Los materiales utilizados son madera (“El sauce es una de las mejores maderas para hacer casas, es blanda, liviana y dura mucho”) y tierra (“debe ser arcillosa, no puede desgranarse”). La técnica de construcción, comienza con el corte del terrón de barro que se corta con una pala, se pone uno sobre otro bien “desbarbado” (emparejado) y se los coloca uno sobre otro con el pasto. Se deben apretar con la pala para que quede bien sujeto. La base se hace más ancha y luego se va afinando, en forma de pirámide, pero con la cara interior recta. El piso del rancho se arma con la tierra de los cupí (hormigueros de termitas), que es más dura. Luego mojando el piso se mejora la confección, alisándose y logrando una mejor compactación..

Las valoraciones en torno a los ranchos de terrón se pueden asociar en tres puntos: Dificultad: en comparación con materiales tipo ladrillos, bloques o chapa, la dificultad es elevada, aunque siempre más barato. Se documentaron especialistas en la técnica de elaboración de estos ranchos, aunque en general la técnica es conocida. La mayoría de los ranchos de terrón se fueron al suelo porque al estar abandonados la acción del ganado y los pequeños animales los derriba. “Una casa de terrón bien hecha es más

difícil que una de ladrillo, hay que arrancarla más ancha y luego se afina, hay que manejar bien la pala para hacerla bien”. Asociación con pobreza: existe una asociación del rancho de terrón con la pobreza y lo contrario al progreso y lo moderno. Para algunos informantes, el motivo de la sustitución de los ranchos fue “el modernismo de que todos querían su casa de ladrillo, como que era más pobre la de terrón”. “Antes había más casas de terrón, eran contadas las de ladrillo”. Comodidad: la comparación con las casas actuales se da en términos positivos para el rancho, “no hay como el rancho de terrón, es más fresquito en verano y más calentito en invierno”.

Los cambios en las actividades económicas y la difusión de la información en la región, crearon las condiciones en el país para que los jóvenes vieran en los pueblos posibilidades atractivas de trabajo asalariado. Así, pasaron a vivir mayoritariamente en los pueblos más cercanos, disminuyendo la mano de obra en las actividades familiares rurales y generando un exceso de mano de obra asalariada. La relación rural-urbano es cada vez menos una relación dicotómica, no sólo desde el punto de vista de las Ciencias Sociales. Estos universos están en comunicación permanente “veiculada pela mobilidade física e social dos atores sociais entre espaços diversos. Neste ordem de idéias, o rural e o urbano contêm diferenças classificatórias mutuamente relacionadas, pois as referências físicas, económicas e culturais de ambos universos estão interconectadas” (Gaivira, 2005).

Las presiones de los latifundistas para hacer migrar a los pequeños productores rurales pueden ser directas como por ejemplo la contaminación por uso de agrotóxicos, o

indirectas, como constantes ofertas sobre su propiedad, corte de

caminos y distintos tácticas tendientes hacia la marginación de las familias con menos capital socio-económico y político. Algunos de los entrevistados que poblaron las zonas rurales evidencian crisis identitarias ya que han sido movidos por distintas acciones a perder todos los vínculos con el campo. Los bienes culturales que hemos abordado hoy habitan de distintas formas en los pobladores de mayor edad que han trabajado en zonas rurales (en los poblados abandonados o en pequeños predios rurales).

Llegamos a la casa de María a la tarde, ella recién había carneado un chancho y nos empieza a contar de distintas tareas de la casa que ella desarrolla “yo acá hago todo, preparo la tierra, cuido la chacra, cosecho, atiendo a los animales, esquilo, carneo, cocino, lavo, todo”. Tiene unos 50 años y en su pequeño campo en la zona de Zapucay, gracias a su labor y conocimientos mantiene a su hogar, compuesto por un hombre mayor de unos 80 años y una hija de unos 12 años, ayudando a mantener al hogar de su otra hija de más de 20 años, a su esposo y su nieto. María, amansando una yunta de bueyes, nos muestra como ella sigue usando su arado ya “que un caballo sólo es más difícil”. El buey se ha suplantado progresivamente por caballos y posteriormente por tractores, pero ella prefiere el buey porque “se cansa menos que el caballo”. Ella aprendió a manejar los bueyes porque “se crió con buey”. Los bueyes tiran del arado con yugo, anillo y cuata. El arado va atado al yugo, el cual se ata a las guampas. A veces no se usaba yugo, sino canga que tira desde el pecho. A ella le gusta más porque el animal queda más libre, puede mirar para el costado y sacarse las moscas. “La madera que va sobre el cuello de los bueyes hay que trabajarla para que no los lastime, el sauce es buena madera para eso”. Siempre se araba con yuntas de 2 bueyes, a veces una yunta pero a veces más de dos. Al costado de la yunta iba el tocador, quien guiaba a la yunta, porque es difícil trabajar con más de una yunta. El tocador tenía una caña o un palo con un clavito en la punta, con el que tocaba a la yunta. María en el galpón donde guarda embolsada lana negra de 36 lanares, espera seguir trabajando en el campo y educando a su hija menor ahí, pese a todo el contexto de cambio de la propiedad de la tierra que la rodea. Con orgullo se refiere a cuando la maestra rural, que había fundado la escuela, quería centralizar la educación en los alrededores de Villa Ansina, cerrando las escuelas rurales de Pueblo de Arriba, Caraguatá, Pueblo del Barro, prometiendo llevar a los alumnos en ómnibus. En la reunión que se estaba planteando esto, María se queja de la medida, acusando que era un sacrificio bárbaro mandar a sus tres hijas a Ansina a la escuela. Atrás de ella, “saltaron” el resto de los presentes quejándose de la medida, y al final, gracias a las intervenciones pudieron mantener las escuelas rurales en contra de los intereses centralizadores. “La hija tiene que conservar la procedencia sino se termina (…) el arado con bueyes, todo (…) ya que todos fueron vendiendo y vamos quedando pocos”.

Patrimonio inmaterial Una predisposición que nos hace mirar las herramientas en sí mismas, más que en el saber hacer de sus usuarios; nos hace pensar de alguna forma que cuanto más complejas son las herramientas, más “avanzada” es una tecnología. Muy poco se atiende al “saber hacer” local que ha desarrollado tecnologías que han permitido sostener la vida por varios siglos en la zona rural. Los saberes que nosotros entendemos como patrimonio intangible no encuentran una utilidad práctica (en el sentido instrumental) en “este tiempo más moderno” de la ciudad, generándose una percepción negativa hacia los antiguos pobladores. La actuación estatal en el área patrimonial ha sido tradicionalmente la protección de monumentos históricos y artísticos6, desconsiderando cualquier otra forma de patrimonio que no se pueda tocar o ver. A pesar de ello se percibe una ampliación de la concepción de lo patrimonial traducida hacia “las dimensiones simbólicas de la acción social”. Nuestra acción desarrollada en este proyecto se dirige a los sujetos directamente envueltos en el proceso, desplazando así la atención del objeto en sí mismo, enfocando al responsable de los bienes que forman patrimonio cultural. Ya que entendemos que los bienes patrimoniales son dinámicos, no es nuestra intención idealizar la vida en el medio rural, ni mantener en el nombre de la conservación del patrimonio, las formas de vida del pasado. Esta investigación desplegó la dinámica de distintos imaginarios que ampliaron los mapas mentales por fuera de las localidades específicas.

Dando cuenta de cómo ha venido

transformándose el flujo de información y actores sociales en un nuevo contexto de movilidad de los individuos, la información y las cosas. También se atendieron las formas locales de cohesión social (bailes, pencas, escuela, rituales religiosos), y cómo progresivamente se han concentrado los encuentros en los pueblos. Sin exotizar a los involucrados en la investigación, se trata entonces de poner en valor sus prácticas, sus conocimientos y formas de estar en el mundo, hasta ahora marginadas por los proyectos de Estado.

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Este es el caso de la Comisión Nacional de Patrimonio, cuya normativa está empapada de esta concepción moderna de patrimonio (Ley 14.040).

Algunas consideraciones finales El proyecto homogeneizador del Estado-Nación ha impulsado, desde las instituciones educativas la migración hacia los pueblos mediante clasificaciones que devinieron en sentido común: “el progreso”, “la salud”, “el desarrollo de mejores condiciones de vida”, “el vivir en tiempos más modernos”, entre otras. Se intenta imponer un imaginario nacionalista de corte integrador, homogeneizante, moderno (Caetano, 1992).

“Luchas por el monopolio del poder de hacer ver y de hacer creer, de hacer conocer y de hacer reconocer, de imponer una definición legítima de las divisiones del mundo social y, por este medio, de hacer y deshacer los grupos. En efecto, lo que está en juego es el poder de imponer una visión del mundo social a través de los principios de di-visión que, cuando se imponen al conjunto del grupo, hacen el sentido y el consenso sobre el sentido y, en particular sobre la identidad y la unidad del grupo. ” (Bourdieu, 1998:281).

Durante el SXX las familias de los distintos caceríos o pueblos de la zona rural se dedicaban mayoritariamente a la agricultura de subsistencia, a la cría de animales y en menor medida a la pesca. En estas últimas décadas en estas zonas rurales vemos en el campo grandes concentraciones de taperas, huellas de

caceríos o pueblos

abandonados en pro de la extensión de los grandes territorios agrícola-ganaderos. Las familias que conservaron la propiedad de su tierra, también fueron alteradas por los procesos de migración hacia los pueblos. Los hijos de las familias de pequeños productores rurales se situaron en el espacio-tiempo de otra forma a la de sus progenitores, dando cuenta de diferencias generacionales. Las formas de comunicación y los procesos económicos productivos, progresivamente desarrollaron nuevos contextos de movilidad de la información, de las personas y de las cosas, planteando nuevos imaginarios. Las formas socio-económicas de los medios urbanos han sido estimuladas por los medios de comunicación, alimentando el desarrollo de las formas de vida en los pueblos, estimulando el consumo, creando nuevas necesidades y dinamizando los procesos de mercantilización. En el pueblo de Villa Ansina hasta ahora no se han desarrollado fuentes de trabajo estables y parecen mantenerse algunos servicios gracias a que es un territorio de tránsito, por ser un pueblo atravesado por una ruta importante en el tráfico este-oeste, que además une dos ciudades importantes del país. La crisis vivida por los países del Cono Sur en los últimos años ha aparejado la parálisis casi total de las inversiones en todas las áreas relativas a la gestión

patrimonial. En este contexto, el patrimonio cultural aparece como un recurso socioeconómico vital, alternativo y complementario a otras formas productivas, capaz de fomentar el desarrollo sostenible y no agresivo que garantice a su vez la conservación del mismo. Emprender la lucha por mitigar estos problemas desde el ámbito de la investigación y la gestión integral del patrimonio cultural, sólo puede tener sentido en el marco de una política de sostenibilidad. Las consideraciones en las cuales se sustenta esta investigación invitan a repensar lo que se ha expresado como planes de desarrollo rural en el marco de distintas políticas públicas. Sin querer cerrar la discusión de forma lineal, la investigación planteó las valoraciones y representaciones de los actores locales construyendo redes que hoy explican en parte un proceso regional de perdida de los pobladores que están ligados a la tierra, en la cual trabajan por generaciones. También quedan en evidencian las políticas de gobierno y las valoraciones que devienen en sentido común y se impulsan desde distintos ámbitos. Después de fomentar, vía varios proyectos homogeneizadores las formas de vida que se entendían como “más desarrolladas”, hoy se navega entre insinuaciones de políticas públicas afín de repoblar la campaña y, vinculadas a los intereses de los grandes capitales. Las políticas fluctúan entre hacer volver a la tierra la gente que traza un lazo basado en conocimientos del medio, o dejar vender en pro de la inmediatez de las necesidades de los pequeños productores rurales, en su mayoría endeudados. En este sentido en el marco del proyecto se manejan y se analizan críticamente las diversas convenciones respecto a las conceptualizaciones sobre desarrollo sostenible a nivel internacional7 y nacional8. Es así como existe una buena articulación con la municipalidad en integrar los resultados de estos trabajos en las políticas públicas de ordenamiento territorial y planificación económica. Respecto a esto se están llevando a cabo acercamientos entre ambas partes que apuntan a poder integrar estos resultados, generados en el marco de una investigación cualitativa pero que están integrados en base al concepto de paisaje cultural a la información arqueológica producto de la investigación en el mismo territorio, con las propuestas públicas de planeamiento. 7

Declaración de Rio (1992) y la de Johannesburgo (2002) para el Desarrollo Sostenible. Estrategia Española para el Desarrollo Sostenible (2003). Programa 21. Naciones Unidas. http://www.un.org/esa/sustdev/documents/docs.htm 8 Proyecto de Ley de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sostenible. Documento de exposición de motivos del Proyecto (Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente). www.mvotma.gub.uy/sitiodinot/

La traducción de los resultados generados en el marco del proyecto, a un lenguaje de gestión pública es un objetivo fundamental de nuestros trabajos, que por otra parte constituyen un riesgo importante, pero que vale la pena correr, máxime considerando la apertura desde la administración pública a integrar los resultados del proyecto.

Bibliografía Arantes, Antonio. Cultura, ciudadanía y patrimonio en América Latina, en “La (indi)gestión cultural. Una cartografía de los procesos culturales contemporáneos”, Ediciones Cicus-La Crujía. Abril, Buenos Aires, Argentina 2002. Ballesteros Arias, P., Otero Vilariño, C. y Varela Pousa, R. Los paisajes culturales desde la arqueología: propuestas para su evaluación, caracterización y puesta en valor. Revista electrónica ArqueoWeb, 7(2). 2005. – http://www.ucm.es/info/arqueoweb/index.htm Bonfil Batalla, Guillermo. “Pensar nuestra cultura” México, Alianza Editorial, 1991.

Bourdieu, Pierre Cosas dichas. Barcelona, Gedisa, 1996. La identidad y la representación. El poder simbólico. Editorial Bertrand Brasil, Río de Janeiro,1998. Caetano, Gerardo, 1992, “Identidad nacional e imaginario colectivo”, en Achugar, H., Caetano, G. (comps.), Identidad Uruguaya: mito, crisis o afirmación, Trilce, Montevideo. Canclini, Néstor García. Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: CONACULTA-Alianza, 1991. Gaivira Margarita Rosa. Territorio, categoría analítica e operativa dos espacos sociais vivenciados no campo: reflexoes elaboradas a partir de um assentamento do Incra, RAM Montevideo 2005. Geertz, Clifford Conocimiento local. Editorial Paidós. Barcelona,1994. The Interpretation of Cultures. Basic Books. New York, 2000. Pugliese, Domingo. Patrimonio urbano. Prácticas y representaciones de una construcción social. RAM, 2005. Prats, Llorenç. Antropología y patrimonio. Editorial Ariel. Barcelona,1997

UNESCO. Convención sobre la protección del Patrimonio mundial, cultural y natural. Paris,1972. Van Hooff, H. “La Convención del Patrimonio Mundial y el Estado de su Aplicación en los Países Andinos”. En Mujica, E. (editor) Paisajes Culturales en los Andes. UNESCO. Lima, Perú. Pp 25-46. 2001. Vidart, Daniel. La trama de la identidad nacional. Tomo 1 Indios, negros y gauchos. Editorial Banda Oriental, Montevideo, 2000. Identidad local: Tradición, paisaje y ambiente. PDDL. La Paloma.

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