1990: Lewis Carroll (Los clásicos)

October 6, 2017 | Autor: Xavier Laborda | Categoría: Education, Literature, Lewis Carroll
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Descripción

AÑO 3 NÚMERO 18 JUN IO 1990

425 PTAS.

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¡Aventura a la vista! . Clásicos: Lewis CarroU Reportaje: Feria de Bolonia

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LOS CLÁSICOS

Lewis Carroll por Xavler Laborda *

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ewis Ca rroll es un a utor tan co nocido y celebrado qu e cuesta muchís imo imagina r rincón alguno en el que haya suscitado desatención. La fortuna de Carroll merece una explicación cabal. A esto se ha n ded icado muy concienzudos estu diosos y, ciertamente, mucho ha n escrito. Ojalá su t ra bajo les haya depa rado placer, po rque en lo que respecta al éxito de la empresa explica-

toria no puede asegurarse que lo hayan alcanzado.

Pensa r en Carroll equivale a pensar en la literatur a como fenómeno, como acontecim iento y, a su vez, en la pa smosa eclosión de las obra s del a uto r. Se diría que tenemos buena di sposición para maravillarnos, mas no es para menos. Carroll creó a Al icia y el País de las ma ravillas, do nde c rece una imp ensable sociedad de person ajes de liciosa me nte imperti nentes, vena dos, hu manamente animales o an imal me nte human os.

El sueño: infancia e inconsciente Esta caterva de ca racteres zoomó rñcos y antropomórficos resulta mucho más curiosa po r su a rmon iosa pertenen cia a una sociedad que avanza sobre los r ieles vitales dc un orden ca pr ichoso, dislocado e ilógico. Sin embargo, el comportam iento de esto s seres se impone al sentir del lecto r como un deveni r estricta mente sometido al mejor sent ido comú n. El país imaginario en el que Carroll int rod uce a Alicia tiene cort adas las comunicaciones con el estado de vigilia , ya que pertenece al reino on lrtca. Este reino está model ad o por reglas cuya mayo r cualidad es su vaciedad o, di cho de ot ro mod o, la ob ligatoriedad de participar de un juego ab ierto, indeter minado.

/-ewis Carroít.

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de Dodgso n. Esta niña des pierta a Dodgso n. Las foto gra fías q ue de ella toma des taca n de entre ladas las qu e componen su álbum de retratos de niñas. También act iva su imaginación y fabu la una histo ria en la q ue ella a parece como protagonista, pa ra entre tener a A licia y a ot ras dos niñas, du o rante una excursió n en ba rca po r el Tám esis. Y aun parece q ue se desperta ron en Dodgso n ilusiones de matrtmonio para cuando en trara A licia en la juventu d. La afi rmación de este extremo es mera espec ulació n, pero sucede q ue. cua lro años des pués del famoso paseo fluvial, su ami stad co n la familia Lidd ell sufre un revés irrepara ble, q uién sabe si a ca usa de la manifestació n de su ínt ima ilusión . ..Dorada tarde que te hizo nacer"

¿Con q ué elementos pro pone Carroll q ue se j uegue? El elemento prin cipal es el lenguaje, sin discusión . Nos hallam os ante la experiencia de un lenguaje aut ónomo, un leng uaje q ue igno ra aque llo q ue se espera comú nrnente de él y que no modera su poder. Los personajes pueden co nd ucir la conversación a una cuarta e inexisteme di mens ión, merced a una lóg ica aplasta nte, en lod os los sen tidos. He aquí la lógic a, las pa radojas y los recursos de reducción al absurd o. a lo q ue es ta n proclive el aut or.

Alegrí as de eclesiást ico El a uto r de A licia en el pa ís de las maravillas es Carroll. Suyas so n tam bién las na rra ciones A través del espejo (con la sugestiva Alicia en un macrojuego de ajed rez) y Silvia y Brun O,l H y el poe ma épico-cómico La caza del Snark . Estas o bras - ent re otras- y aun unas ilust raci ones deli-

ciosas salieron de la mano de un a uto r inexistente. En realidad. Lewis Ca rrolI es la alegría de un eclesiástico; es la invenció n de un gris profeso r de mat em áticas y lógica en la universit a ria Ox rord. Su nomb re es Charles Lutwidge Dod gson (1832-1898). Hombre de docencia y de iglesia - si bie n no adqu iere mayor orde n q ue el de diáco no-, dar á cuenla de su vida de célibe tímido y ligcrame nte tartamudo, ent reverando sus ob ligacio nes victorianas de afi cion es apasionadas: la fotog rafía y la inm oderada producción de bro mas lingüísticas y acertij os. Su nombre litera rio responde a este último afá n: inviert e el o rde n de sus no mbre s, esto es, Lutwidge Charles, los traduce allat ín co n el resultado de Ludovico Carotus, y a co ntinuación tras lada to do ello a forma s ingles as más afin es. q ue so n las ta n conocidas de Lewís Carro tt. Po r contra . Alicia existe realmente. Alicia Liddel l es la hija de un colega

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Ca rroll gua rda frescas en la memoria las sensaci ones de aque lla tar de de j ulio (corría el año 1862). Reme mora en el pa saje q ue sigue un a exper iencia cuyo hechizo le per sig uió: « Largos años han tra nscurrido desde aquella 'do rada tarde' q ue te hizo nacer, pero puedo recorda rla casi ta n cla rame nte como si hub iese sido ayer: encima, el cla ro cielo azu l, debajo. el ac uoso espejo; la ba rca, de rivando perezosa mente por su camino; (... ) y las tres an helantes ca ritas, ávi das de noticias del pais de la fantasía y a las q ue no se po día contesta r con un 'no'; 'c uéntanos una histori a, por favor', sa lido de sus labios tenia toda la inFlexible in mutabilida d del Destino ». El hon do sent imiento con q ue recuerda su vivencia flo rece en A través del espejo co n una ens o ñación: «A licia se olvidó de todo (... ) mient ras se inclinaba, apoyada sobre la bo rda de la barca , las pumas de su

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pelo revuelto rozand o apenas la superficie del agua ... y con los ojos brillantes de deseo iba recog iendo , manojo

tras manojo. de aque llos deliciosos juncos». Este párrafo tan fotográfico capta,

co n t remolante emoción, la fragancia de un insta nte q ue rebo sa de sen-

sualidad. El núcleo de la inspi ració n de Ca rra ll se asient a en el melancólico entretejido de sus deseos. Y desarrolla su expresión co n el to nifica nte material de la sonr isa . y las im pert inentes reglas del sueño impregna n la fábrica narrat iva de fantasía y del ina tacable designio de «ser-para-el-juego», esto es, el sino de nacer a merced del ju ego, q ue aspi ra vorazmente a todos (a utor, personajes y lecto r) y guarda obst inad amente el secreto de su reglam ento. En consecuencia. zqué se experimenta? El vértigo del vuelo.

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Carroll perman ece po r siempre más ar ropado po r sus personajes. Se intro d uce en la aventura merced a la figura in terpue sta del Caballero Bla nco, de «suaves ojos azul es y ca ra bo nda dosa», ser de imagen leal, extravaga nte y desvalida. Carroll caba lga ent re sus perso najes. • ,. Xalier l.ab"rda es p rofesor de lingülsrica de la Universidad de Barcelo na .

Nola' l . Entre otras ediciones de Sjf~iu y Bru no, se p uede disponer de la reciente y excelente de Anaya (Mad rid . 1989, 4% pp.). Santiago Santcrbas ha tra ducido, prologado y ano tado esta edición de bibliófilo. La ob ra se com pone de dos parl es. Sif~iu y Br uno y Conctusion. que fuero n publica da s en 1889 y 1893, respccli\·a· me nte. Es el ultim o trabajo de Carrull, y rcsulla una novela de carácter inclasificable. I)c" per. 16 más perplej idad q ue entusiasmo, Es una obra densa en cuyas páginas Carro ll pretendió levanla r acta de su pensar.

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