\"La sociedad de El Argar como Estado: algunos elementos de un debate\".

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SOCIEDAD DE ESTUDIOS HISTORIOLÓGICOS Y ETNOGRAFICOS DE LAS TIERRAS ALTAS DEL ARGOS, QUÍPAR Y ALHÁRABE

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2014-2015

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Eva Celdrán Beltrán1 Carlos Velasco Felipe2

Figura 1. Interior de la tumba principesca localizada en La Almoloya con inhumación doble. Se recuperaron elementos de ajuar funerario de primera categoría (Carlos Velasco ©ASOME/UAB).

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Grupo de Investigación en Arqueoecología Social Mediterránea (Universidad Autónoma de Barcelona). [email protected] 2 Grupo de Investigación en Arqueoecología Social Mediterránea (Universidad Autónoma de Barcelona). [email protected]

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plasmaron en las comunicaciones de Schubart y Arteaga (1986: 291, 296A297, 303, 305), en función de los resultados de las ex cavaciones de Fuente Álamo, y de Lull y Esté vez (1986: 452), que partie ron de un análisis e stadístico de las tumbas argáricas. Schubart y Arteaga (1986: 291) de fendie ron para la socie dad argárica, una estructura e statal e n la cual se apoyaba una organización socioApolítica que, en Fuente Álamo, tenía por obje tivo cone ctar la producción agrícola de la ve ga con la producción m ine ra de la se rranía (esta última idea ya fue de fendida por Lull e n 1983). Esta organización estatal descansaba sobre una sociedad je rarquizada basada en la he rencia consanguínea (es de cir, la familia se ría la «unidad» social de base). Las desigualdades sociales quedaban marcadas a partir de la he rencia no sólo de la riqueza, sino también de la pobre za. Por otra parte , la je rarquización e ra pate nte, se gún e llos, tanto a nive l social como a nivel e spacial (en poblados y te rritorio). Ante riormente , Lull (1983: 456) había de finido El Argar como una je fatura con indicios de explotación. Sin embargo, como hemos comentado, a partir de un estudio estadístico sobre un amplio conjunto fune rario amplió su propuesta y apostó por la estatalidad (Lull y Esté ve z 1986: 451A452). A e llo apuntaron los siguie nte s indicadores: la espe cialización laboral (visible en e l aumento de los instrumentos de producción), e l desplazam iento de la fue rza de trabajo de l campo a las m inas (obse rvable en la expansión argárica, e n la fase de apogeo, desde e l sureste hacia Granada y Jaén, donde los poblados se e spe cializan e n la explotación mine ra2), y el surgimiento de sistemas de acumulación y rique za como síntomas de desigualdad (manifestado en la conce ntración de e lementos ideoté cnicos en las tumbas; vid. Figs. 1 y 2). El paso de je fatura a Estado, Lull y Esté ve z lo conside ran dado «cuando e l uso de la fue rza está institucionalizado para el mantenim iento de l orde n intragrupal» (ibid.: 451). Esta concepción se enmarca en la corriente te órica marxista3 y, según los m ismos autores, no podría plantearse partiendo de l historicismo cultural.

En una confe re ncia re cie nte, que tuvo lugar en el Museo Arqueológico Nacional (Madrid), se prese ntaron y discutie ron los hallazgos realizados en los yacim ientos argáricos de La Bastida (Totana) y La Almoloya (Pliego), ambos de la Región de Murcia1. A lo largo de l e vento quedó pate nte la falta de consenso entre los investigadores ace rca de lo que se entiende por Estado e n e l estudio de las socie dades pre históricas, pue s se manifestaron posturas contrapue stas, ligadas a marcos teóricos de tradición distinta. Es importante se ñalar que e l concepto de Estado ha adquirido múltiples acepciones e n e l pe nsamiento político occide ntal desde la antigüedad griega. Fue e n e l siglo XVIII que de l ámbito teórico se pasó al me todológico debido al desarrollo de las ciencias empíricas, entre ellas, la arqueología. Los arqueólogos se han ido de cantando por distintos postulados y, con mayor o me nor fortuna, han tratado de aplicar mé todos de validación. La discusión sobre la e statalidad de la sociedad argárica es re ciente y, e n este sentido, no e s de ex trañar que aún no ex ista consenso. En el de bate arriba mencionado emergie ron argumentos de inclinación neoe volucionista, por un lado, y posturas de tende ncia marxista, por e l otro. El prese nte artículo tiene como obje tivo introducir de mane ra sucinta algunas de las múltiple s pe rspe ctivas ex istentes y hace r bre ves re flex iones sobre sus implicacione s (o aplicaciones) en la inte rpre tación de la sociedad de El Argar.

Las prime ras propuestas ace rca de la posible estatalidad de la sociedad argárica se hicie ron en e l congreso «Homenaje a Luis Sire t (1934A1984)», realizado en Cue vas de l Almanzora (Alme ría), en 1984. Se plantearon a partir de distintas vías de análisis, y se

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El evento tuvo lugar en el MAN, en Madrid, el 22 de octubre de 2014. La conferencia principal, , fue impartida por Vicente Lul l, Rafael Micó, Roberto Risch y Cristina Rihuete (Universidad Autónoma de Barcelona), y acompañada de otras dos: , por Kristian Kris tiansen (Universidad de Goteburgo), y

Este aspecto se encuentra más detallado en Lull (1983: 437). 3 En un primer momento se rechazó la propuesta de Lull y Estévez porque, por aquel entonces, se cuestionaban los enfoques tradicionalistas y el procesualismo, había entrado en su apogeo.

por Robert Chapman (Universidad de Reading)!

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de sociedades: los grupos de cazadores re cole ctores, las tribus agricultoras, las jefaturas y, finalmente, los e stados. En su opinión, en la je fatura «las actividades sociale s, políticas y re ligiosas» estaban centralizadas en manos de los je fes, quienes se encargaban de la redistribución de los bienes de consumo, la cual e ra e l re sultado de la espe cialización (Se rvice 1962: 135, 139; 1984 [1975]: 34). En este estadio se marcaba más la je rarquía y la desigualdad. La dife rencia de l Estado con respe cto a la je fatura radicaba en el uso de la fue rza institucionalizada para mante ne r e l pode r de los líde res y de un gobie rno burocrático a su se rvicio (Se rvice 1984 [1975]: 33A34). Estos fundamentos teóricos son re cogidos por Le wis Binford (1968) e n la llamada Nue va Arqueología o Arqueología Procesual, y, desde entonces, impregnan la práctica y teoría arqueológicas angloame ricanas. En e ste cuadro, y asum iendo también la síntesis de l arqueólogo V. Gordon C hilde (1950), e l Estado se manifestaría e n Mesopotamia, Egipto, China, India y e n Mesoamé rica, donde surgen sociedades con arte desarrollado, e jé rcitos profesionales, escritura y burocracia institucionalizada, grande s monumentos, fastuosas tumbas, e tc. (vid., por e jemplo, Chapman 2003: 185A186). Toda sociedad que no reunie ra al menos una cantidad consensuada de las caracte rísticas propias de estas grandes civilizaciones no podía adscribirse al conjunto de los denominados Estados, quedando asignadas al estadio social inmediatamente infe rior. En otra línea de pensam iento se encuentran las teorías marx istas, cuya influencia en la arqueología angloame ricana, hasta la dé cada de 1970 fue prácticamente im pe rceptible , con la ex cepción de los trabajos de Childe. En el cuadro marx ista, se parte de la concepción mate rialista de la Historia, cuyo análisis social se basa en la producción, en la organización y e n la explotación de l trabajo y su ex cede nte . El antagonismo entre las fue rzas y las relaciones de producción desemboca en cambio social. Se rían las clases dominantes quie nes, por medio de la coe rción física e ideológica, e je rcida por las de nominadas «instituciones estatale s» (Enge ls 1996 [1884]: 220A221), de fienden sus inte reses, representándolos como si fue sen los de todas las clases sociales (Chapman 2003: 59A60). Dentro da la arqueología procesual, descripciones como la de Che rry (1978: 423 apud Chapman 2003: 95), que hacen del Estado una forma de adaptación organizativa «altamente ex itosa», de jan a un lado los e fe ctos ne gativos que conlleva: las re laciones de desigualdad, la opresión, explotación y coe rción de m uchos para e l be neficio de unos pocos. Estos problemas no fue ron muy discutidos en e l pe nsamiento angloame ricano y su

Detalles de la tumba principesca localizada en La Almoloya con ajuares de oro y plata que acompañan a loS inhumados (Carlos Velasco ©ASOME/UAB).

Por motivos de espacio editorial, pre sentaremos de mane ra sinté tica las distintas concepcione s de Estado desarrolladas a partir de la dé cada de 1960, cuále s los mé todos que trataron de aplicarse en arqueología para justificarlas, y cómo las dife rencias de pe nsamiento influyen en el debate sobre la estatalidad de El Argar. Concre tamente , nos enfocamos en las dos corriente s de pensam iento que lo encabezan: e l neoe volucionismo, plasmado en la arqueología procesual, y e l mate rialismo histórico, inaugurado por Karl Marx. Comencemos por situar el pe nsamie nto neoe volucionista. La idea de e volución social se re toma en Europa en el siglo XVIII, se desarrolla durante e l siglo XIX (con autore s como Christian J. Thomsen o Le wis H. Morgan), y re nace de la mano de antropólogos norteame ricanos a mediados del siglo XX. Parte de la premisa de que todas las socie dades humanas evolucionan, en e stadios fijos y sucesivos, de simple s a comple jas, alcanzando su estadio culminante con la llamada civilización. Los conceptos de l e volucionismo re novado («neo») tienen uno de sus mayore s exponentes la obra de l antropólogo Elman Se rvice4. Se rvice (1962) definió cuatro tipos o estadios sucesivos

En este sentido no hay que olvidar que otros antropólogos neoevolucionistas también realiza ron s us propues tas. Morton F ried (1967: 229), por ejemplo, propuso un m odelo de evolución social divergente de l de Se rvice en cuanto a los estadios, aunque mantenie ndo s u núme ro: la s ociedad igualitaria, la de rango, la estratificada y la estatal. Fried definió este últim o estadio com o una socieda d de clases en la que las instituciones, que es tán por e ncima de las relaciones de pa rentesco, son las que marcan el ejercicio del poder.

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re conocimie nto vino de la mano del mate rialismo histórico (C hapman 2003: 95A96, 98). También Lull y Micó (2007: 220A228) critican que la arqueología procesual re coja la idea de e volución social en estadios suce sivos fijos y afirme que la e tapa última e ideal sea el Estado, sin conside rar las desigualdade s socioe conómicas que acarrea: «… #

Una posible crítica e s que , incluso entre los investigadores que ope ran e n e l cuadro neoe volucionista/procesualista, esta estrategia ge ne ra desacue rdo a la hora de definir cuáles y cuántas son las caracte rísticas que identifican un Estado. Para algunos autores, la escritura se ría un marcador indispe nsable de las socie dades comple jas o e statales5. Sin embargo, casos como e l de los incas refle jan la fragilidad de su crite rio. La sociedad inca se conside ra comple ja, pe ro no pose ía más que un sistema mnemoté cnico6 de cue rdas y nudos llamado khipu (utilizado, por e jemplo, para contabilidad). Esto ha suscitado o bien contraAargumentos de que los incas son la ex cepción a la re gla, o bien propuestas que «estiran» e l conce pto de escritura de modo que este pueda incluir e l khipu (Coope r 2004: 93A94)7. Sin embargo, e l problema de base no radica en que los investigadore s embebidos de l neoe volucionismo no conve rjan al enume rar indicadores de estatalidad, sino e n e l mismo he cho de que se produzcan listados de caracte rísticas para identificar estados por comparación. La fragilidad de l mé todo yace e n la utilización algo acrítica de los testimonios de jados por las propias socie dades que sirven de té rm ino de comparación (los cuales corren e l riesgo de refle jar sólo la visión de un e lemento de dichas poblaciones).

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.» (Lull y Micó 2007: 221)

Los inve stigadores que tratan aspe ctos vinculados con la evolución social se acogen a un marco te órico de te rm inado y, a partir de éste , de sarrollan una me todología que , desde la empiria, debe pe rm itirles validar o re futar las prem isas estable cidas en dicho marco. En tiempos re lativamente re cie ntes se focalizaron en dos planteamie ntos, el neoe volucionista/procesualista y el marx ista/históricoAmate rialista. La traducción de su me todología al ámbito de la arqueología se hace para los procesualistas por medio de la estrate gia de comparación y, para los históricoA mate rialistas, a través de una me todología re lacional (véase también Lull y Micó 2007: 21 y ss).

Al históricos Estado y partiendo

definir su método, los mate rialistas distinguen entre la e structura de un la forma mate rial que puede tomar de una estrate gia re lacional:

«… + + , -

De modo conciso, se puede de cir que se basa en los testimonios escritos producidos por sociedades como Egipto y Me sopotamia, e n los cuales se menciona la ex istencia de re yes desde época m uy temprana. Se pre supone que , sí miembros de estas m ismas sociedades se re firie ron a ellas como monarquías, entonces efe ctivamente fue ron e stados. Por tanto, los investigadores de inclinación neoe volucionista asumen que los e lementos producidos por estas «civilizaciones» (por e jemplo, palacios, templos, tumbas principescas, o la propia e scritura) son los m ismos que debe tene r cualquie r sociedad estatal. Partiendo de esta prem isa, la sociedad argárica, aunque «comple ja», debe ría inte rpre tarse como una je fatura. De he cho, e n la Península Ibé rica no se ría viable, desde este enfoque , hablar de Estado hasta e l pe ríodo ibé rico tardío o la e ntrada de l mundo romano.

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+ * y R isch 1995: 108)

.» (Lull

Esta idea fue desarrollada por Claude Lévi-Strauss (1955: 323). Mnemotecnia: procedimiento de base material para facilita r la memorización de algo. Nos parece apropiada la opinión de Pollock (1999: 172), según la cual la invención de la escritura no fue la causa primera de cambios sociales, económ icos y políticos en las sociedades comple jas, sino más bie n la respuesta a otros cambios y a problemas derivados de la comple jidad. Coope r (2004: 94) añade, en este se ntido, que la escritura es una respuesta, pero no la única posible.

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depe ndencia es iniciativa de l propio se ctor social que asume la posición de infe rioridad. Re cientemente , Legarra (2014) destaca para e l contexto social argárico la escasez de e videncia arqueológica para siquie ra tratar de plantear la organización «comple ja» que presupone e l Estado —hacie ndo e co de prem isas neoe volucionistas. En su opinión, e l debate sobre la e statalidad obscure ce cuestione s más im portantes para e l ente ndimiento de esta sociedad prehistórica, prefiriendo e nfocarse e n la organización te rritorial. Conside ra que El Argar se dividía e n unidades socioApolíticas, más pequeñas y articuladas de mane ra «fluida». Me diante un mé todo relacional, Lull y Esté vez (1986) plantearon que de l mundo de las tumbas y sus ajuares se despre ndían datos básicos para hablar de producción, distribución y consumo en los contex tos argáricos. Tras las críticas y e l esce pticismo mostrados en un entorno dominado por una visión procesualista, a partir de la dé cada de 1990, e l equipo de investigadores de la Unive rsidad Autónoma de Barce lona (UAB) mantuvo la visión de la sociedad argárica como Estado desde e l enfoque marx ista. Trató de hallar indicios arqueológicos de fenómenos como la división del trabajo, e l desplazam iento de mano de obra campesina a zonas m ine ras, la concentración de la riqueza, la explotación, la coe rción física por parte de una é lite , e tc. más allá de l contex to fune rario. Destaca, por e jemplo, la búsqueda de estos rasgos en estudios del te rritorio y los ase ntamientos e n e l marco del Proye cto Aguas (Castro e t al. 1998) y de l Proye cto Gatas (Castro e t al. 1999), o en estudios de l registro mate rial en contex tos domésticos (R isch 1995 y 2002).

Esta separación, gene ralmente , no la hace la tradición angloame ricana. Un re fle jo ex tremo es la investigación de Flanne ry (1999: 15) en la que busca la expresión del Estado en e l re gistro arqueológico sin explicar lo que , en su opinión, es la estructura estatal. A menudo, esta búsque da de la forma de Estado se dirige a los palacios, templos y otros edificios de nominados «monumentales», e n té rm inos procesualistas, pe ro no hacia el análisis de los medios y fines im plicados e n su construcción.

Además de la falta de una definición consensuada de Estado, ha quedado patente que los investigadores tampoco se ponen de acue rdo a la hora de identificar la manifestación mate rial de una estructura e statal en e l ámbito arqueológico. Los postulados me todológicos, como ya hemos dicho, son e l medio por e l cual los arqueólogos buscan validar empíricamente dichos conceptos. C uando el resultado de tal intento no lo comparten ni los partidarios de otra línea de pensamiento, ni los arqueólogos de l mismo marco teórico (por dive rgir e n e l mé todo empleado), se gene ra la discusión. De ahí e l candente debate e n torno a la forma política de la sociedad de El Argar, pese a que actualmente hay acue rdo pleno en que las dife rencias sociales e n el mundo argárico son un he cho8. Vimos, pues, las propuestas de ex istencia de estructuras estatales, pe ro ex isten otras posturas, de las cuales sólo vamos a mencionar las más significativas. Gilman (1997: 88A89), arqueólogo ame ricano que se mue ve entre e l proce sualismo y e l marx ismo, adm ite la «prese ncia de clases explotadoras y explotadas» e n e l pe ríodo argárico, pe ro no la ex istencia de una estructura estatal. Aranda (2012), por e jemplo, examina las dife rencias sociales también a partir de las prácticas fune rarias argáricas, pe ro los aspe ctos centrale s de su análisis son lo ideológico y lo simbólico. En su opinión, de te rminados miembros de la sociedad buscan formar parte de una «identidad argárica», cuya base son las prácticas comensales vinculadas al rito fune rario y controladas por una é lite, y para e llo asumen un «débito social» que gene ra relaciones de desigualdad. En e sta pe rspe ctiva, en la cual no se discute la ex istencia o no de un estado, la

Figura 3. Vista, desde el nordeste, del l ienzo murario septentrional de la fo rtificación de La Bastida, en Totana (Carlos Velasco ©ASOME/UAB).

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Hay que mencionar que este mismo debate sobre la posibilidad de una configuración estatal se ha extendido a las sociedades calcolíticas, pero por razones de espacio no podemos desarrollar esta problemática.

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Figura 4b. Representación hipotética de la g ran «sala de gobierno» de La Almoloya, en Pliego, basada en los datos arqueológicos. (Sergio Celdrán ©ASOME/UAB).

Figura 4. Vista, desde el este, de la g ran sala del «complejo palacial» de La Almoloya, en Pliego (Carlos Velasco ©ASOME/UAB).

Los últimos hallazgos en el marco de l «Proye cto La Bastida» (iniciado en 2008) en los yacimie ntos de La Bastida y de La Almoloya han sacado a la luz edificacione s de gran enve rgadura y carácte r supradoméstico, concre tamente el sistema de fortificación (Lull e t al. 2014: 395A410) (fig.3), la balsa y una gran sala de reuniones en La Bastida, además de un comple jo de tipo «palacial» de La Almoloya (figs. 4a y 4b). Para el equipo de inve stigación de la UAB, su inte rés no reside tanto en su monumentalidad ―en té rm inos procesualistas― como en lo que e l empleo de una estrategia re lacional puede aportar. En el inte rior de la gran sala del comple jo palacial La Almoloya, e l descubrim iento de la que es, hasta la fe cha, una de las tumbas más ricas de la Prehistoria re ciente en Europa Contine ntal (figs. 1 y 2) pe rm ite propone r, junto con las caracte rísticas intrínse cas del edificio, que e l lugar e ra de naturaleza política. Así m ismo, la fortificación de La Bastida y la poliorcé tica que connota ayudan a defe nde r la idea de una socie dad que expe rimentaría e l pode r coe rcitivo e je rcido por parte de unas é lites; mie ntras que la balsa, por su parte, re fue rza el planteam iento ace rca de un control de los re cursos. Partiendo de estas prem isas, y siempre en e l marco de l mate rialismo histórico, la idea de que la sociedad de El Argar pudo se r un Estado cobra más fue rza.

Nuestro más since ro agrade cimiento a Rafae l Micó, Migue l Valé rio y Maria Inés Frege iro por sus le cturas de ve rsiones ante riores de l pre sente tex to y varias corre cciones, aclaraciones y suge rencias. No obstante , destacar ante todo que la responsabilidad de las opiniones expresadas en e l tex to, así como de posibles e rrores, re cae ente ramente en sus autores.

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