Evolución del ritual funerario entre los ss. VI y VIII d.C. en el asentamiento de Gózquez de Arriba (San Martín de la Vega, Madrid).

September 11, 2017 | Autor: Miguel Contreras | Categoría: Medieval Iberian History, Early Medieval Archaeology, Funerary Archaeology, Ritual Practices
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Descripción

en términos de ritual, restituyendo el elemento arqueológico en el contexto en el cual fue usado. En este sentido, el “objeto funerario” permite interpretar a través del estudio de los restos humanos, los objetos asociados al cadáver, la arquitectura funeraria y el propio cementerio - el contexto del ritual funerario y su evolución y variación a lo largo del tiempo en el ámbito de transformaciones ideológicas, sociales y económicas de las comunidades que generaron el registro (González, 2001: 59).

EVOLUCIÓN DEL RITUAL FUNERARIO ENTRE LOS SS VI Y VIII D.C. EN EL ASENTAMIENTO DE GÓZQUEZ DE ARRIBA (SAN MARTÍN DE LA VEGA, MADRID)

1.- EL ASENTAMIENTO DE GÓZQUEZ DE ARRIBA: LA UNIDAD DE POBLADO Y NECRÓPOLIS

Miguel Contreras Martínez Museo Arqueológico Regional , Alcalá de Henares

El yacimiento de Gózquez de Arriba se extiende por una superficie aproximada de 10 Ha, sobre una serie de pequeñas lomas que flanquean la vega y el cauce del arroyo de Gózquez, poco antes de su confluencia con el río Jarama, aproximadamente a 2 km de distancia aguas abajo. El modelo ocupacional del espacio parece basarse en el desarrollo de pequeños espacios acaso de carácter familiar, que integran estructuras de habitación –cabañas de suelo rehundido y alzado de materiales perecederos (Grubenhäuser) o casas de planta rectangular y fábrica de zócalos de piedra y alzados de tapial con cubierta de tejas- con elementos de producción -silos, hornos, espacios abiertos asociados, etc.- (Vigil-Escalera, 2000).

En los últimos años se viene produciendo un importante avance cualitativo y cuantitativo en nuestro conocimiento sobre los asentamientos rurales y urbanos del período altomedieval tanto en España como en otras partes de Europa (Vigil-Escalera, 2005: 169). Dicho avance es fruto de una renovación metodológica y conceptual desarrollada, fundamentalmente, en el ámbito de la denominada “arqueología de gestión” (Azkárate, 2001: 27) y ha afectado de manera desigual a los estudios sobre los ambientes domésticos y a aquellos sobre el mundo funerario. Así, mientras los primeros se han visto impulsados de la mano de la puesta en valor de conceptos tales como la “arquitectura en materiales perecederos” (VigilEscalera, 2000; Id., 2003b; Azkárate, 2001), reocupación de espacios (Rascón, 1991), o “renovación de los estudios sobre los materiales cerámicos” (VigilEscalera, 1999; Id. 2003a), los estudios sobre ámbitos funerarios siguen las pautas de la investigación tradicional, centradas en análisis cronotipológicos de los elementos de adorno y ajuar (Morín, 2005; -Id. 2002; Ardanaz, 2000).

Dentro de este poblado, el espacio funerario ocupa una posición central en torno a la cual parecen articularse los diferentes ámbitos de ocupación (Contreras, 2006: 271). Sin duda, esta relación espacial directa entre el poblado y el cementerio presenta dos consecuencias directas: por una parte, esta imbricación entre el mundo de los vivos y el de los muertos parece constituirse en uno de los principales indicadores del cambio entre la Antigüedad y la Edad Media (Brogiolo y Cantino, 1998); y , por otra, en casi ninguna de las necrópolis de esta época excavadas hasta el momento existen lugares de hábitat directamente relacionados (Ripoll, 1998: 248), lo que ha provocado que la mayoría de los estudios presenten los recintos funerarios como yacimientos con entidad propia, sin relación aparente con los espacios de hábitat de los que proceden. El cementerio de Gózquez de Arriba se presenta, pues, como un claro indicador del cambio, no sólo de la sociedad en que se produce, sino también en la investigación de los yacimientos altomedievales.

En el presente artículo trataremos de acercarnos al rito funerario y su evolución a través de los restos materiales encontrados en la excavación de las sepulturas. El objeto funerario se convierte así en indicio de la ideología y, por extensión, en elemento para la explicación de los fenómenos sociales (González, 2001: 3). No obstante, así como en los últimos años se está generando una abundante y renovada bibliografía sobre los yacimientos y otros aspectos de la cultura material de los Ss. V al VIII d.C., el ritual funerario está escasamente abordado en los estudios arqueológicos sobre espacios cementeriales de este período (Ardanaz, 2000: 234). Aunque las fuentes documentales de esta época son casi inexistentes en lo que a este aspecto se refiere, podemos interpretar la cultura material hallada en el interior de las sepulturas

2.- EL OBJETO FUNERARIO El estudio del ritual funerario a través de los restos de la cultura material hallados durante la excavación permite, como ya hemos mencionado, restituir el objeto material en el contexto en el cual fue usado, permitiendo su interpretación en términos de ritual y procesos sociales. Así, a través del objeto funerario

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Establecido desde un principio el área de ocupación del recinto el proceso de ocupación y crecimiento del mismo parece obedecer a patrones de proximidad de grupos de sepulturas con algún tipo de relación social o cultural. No se documenta en ningún caso un crecimiento de tipo radial en torno a un núcleo que pudiera ser una tumba o un edificio de culto cuyos restos pudieran haberse perdido con el paso del tiempo. El modelo de ocupación de este poblado, en el que todos los espacios parecen estar previamente definidos desde el punto de vista funcional y estructural desde el principio (Vigil-Escalera, 2000: 250 y Contreras, 2006: 272), contrasta con la concepción de los espacios funerarios en otros asentamientos de esta época en la que la aparición de martiria (Méndez, 1989a) o la reocupación de espacios (Méndez, 1988 y Barroso, 2002) provocan una ocupación presuntamente no planificada de antemano del espacio funerario. En el interior del recinto, las tumbas presentan una orientación general Este – Oeste o Noreste – Suroeste, con variaciones acusadas en el ángulo de inclinación. Esta homogeneidad en la orientación, unido a la necesidad de la existencia de espacios internos para la circulación de personas parece señalar una cierta ordenación interior, muy lejos de las perfectas alineaciones de las necrópolis merovingias y centroeuropeas (Reihengräberfelder o cimetières par rangées).

podemos llegar, pese a la pérdida de información que caracteriza al resto arqueológico, a reconstruir el marco ideológico y cultural en el que fue usado. Vamos a analizar el objeto funerario en Gózquez de Arriba agrupando los análisis en torno a cuatro variables: el cementerio, la arquitectura funeraria, la deposición y tratamiento de los cadáveres y, por último, los objetos de carácter mueble asociados al difunto – adornos, elementos de vestido, ajuares, etc.-

2.1.- El cementerio El recinto funerario de Gózquez de Arriba se localiza en la ladera nororiental de una suave loma que desciende hacia una pequeña zona de arroyada estacional que drena hacia el Arroyo de Gózquez. Con una extensión aproximada en torno a media hectárea, los trabajos de excavación permitieron localizar un total de 356 sepulturas, aunque, el conjunto original debió extenderse unos metros más hacia el norte. Las tareas de reacondicionamiendo del camino de Gózquez de Arriba llevadas a cabo desde tiempos inmemoriales – el caserío y las tierras de Gózquez de Arriba aparecen en las fuentes como lugar de visita real desde tiempos de Felipe II- han debido afectar a la conservación de una pequeña parte de este cementerio que podemos estimar que debió contar originalmente con alrededor de 450 tumbas.

Desconocemos a ciencia cierta la forma exterior que presentaban las sepulturas dentro del cementerio, aunque resulta evidente que las tumbas tuvieron que tener algún tipo de señalización ya que no existen, en ningún caso amplios espacios desaprovechados en el interior del recinto, así como tampoco se documentaron casos de tumbas superpuestas o cortadas entre sí. Por otra parte, la frecuente reutilización de fosas funerarias exige la localización de los límites de cada tumba durante todo el tiempo de uso del cementerio –en torno a tres siglos- (Ardanaz, 2000, 230). No hemos documentado durante la excavación, ni hemos tenido conocimiento del hallazgo de posibles estelas o elementos externos que pudieran coronar las estructuras funerarias. No obstante, contamos con una serie de indicios que nos ofrecen algunos datos sobre el coronamiento exterior.

La propia ubicación del recinto funerario dentro de la zona de ocupación del poblado parece indicar que los límites del área cementerial se encontraban prefijados desde el principio. El espacio funerario parece articular el crecimiento y la ocupación del área de asentamiento de manera que los espacios de habitación y producción muestran fenómenos de reocupación y superposición de estructuras en diferentes momentos, mientras que en el cementerio no se observan en ningún caso indicios de cambio de uso o invasión del recinto por estructuras no funerarias. La reutilización de tumbas en diferentes momentos debe entenderse como un aspecto social del rito en el que prima el lazo familiar o grupal ante la muerte, en contraposición al marcado carácter personalista y de exaltación del individuo en las necrópolis de tradición hispanorromana en el que la vinculación familiar y grupal se reducía a la mención en el epitafio o a la posible cercanía en el espacio con enterramientos de seres queridos. Pese a que el aspecto exterior que las sepulturas debían tener presenta todavía importantes lagunas en la investigación, debemos mencionar en este apartado la existencia de algunas tumbas que muestran una coronación por encima de la lápida en forma de estructura rectangular de mampostería irregular. Dichas tumbas se localizan en los límites del extremo occidental del recinto y podrían haber actuado como hitos o mojones señalizadores o delimitadores del propio espacio destinado a los difuntos.

Cómo ya hemos indicado anteriormente, en el límite Noroeste del recinto se documentan algunas tumbas con una estructura de planta cuadrangular realizada con piedra local irregular por encima de la lápida. No sabemos el desarrollo en altura de dicha estructura y tampoco si estaba cubierta o no de tierra, aunque el hecho de que este espacio superior no se reaproveche para enterramientos posteriores podría apuntar a su uso como estructura exenta y no cubierta por un túmulo de tierra, lo que facilitaría el reaprovechamiento tal y como se ha documentado en otro tipo de tumbas con espacios aprovechables por encima de la lápida de cubierta.

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sido necesario elaborar una nueva clasificación que atendiera a dos criterios constructivos: el tipo de sección, por un lado, y la presencia o ausencia de elementos de cubierta, revestimiento o coronación. El primero de los criterios –la sección- establece tres grandes grupos de tumbas –Tumbas con sección simple (tipo I), tumbas con rebaje lateral (tipo II) y tumbas con nicho lateral (tipo III). Las variaciones en la sección y la presencia de elementos constructivos establecen subdivisiones de estos grandes grupos.

Otro tipo de tumbas presentan la lápida de cierre del espacio central de la sepultura a bastante profundidad respecto a nivel del suelo (entre 0,40 y 0,60 cms de distancia desde el nivel actual del terreno). No se observa, tampoco ningún elemento delimitador que conecte la superficie del terreno con la coronación del hueco principal de la tumbas. Además se han documentado en este tipo de tumbas algunas reutilizaciones y enterramientos posteriores por encima de la lápida, lo que podría indicar la existencia de un túmulo que coronaría la tumba y que en algún momento pudo albergar algún enterramiento de un miembro del grupo que poseía y usaba la tumba desde tiempos inmemoriales.

1.- Tumbas con sección simple (Tipo I) 1ª.- Tumbas con sección simple sin elementos constructivos (Tipo Ia). Éste tipo es, sin duda, el más común no sólo en esta necrópolis, sino en casi todas las de esta cronología documentadas, al menos, en el centro peninsular. En Gózquez de Arriba cerca del 50% de las tumbas excavadas pertenecen a este tipo que parece utilizarse indistintamente en inhumaciones con ataúd/parihuela o sin él, a lo largo de todo el período de utilización del cementerio, y con reutilizaciones o sin ellas. Su uso parece corresponder más a criterios de tipo social que a cuestiones de tipo cronológico.

Túmulos, estructuras de mampostería y tal vez algún elemento hoy perdido –estelas o similar-, junto con espacios de circulación interior, debieron configurar el aspecto de este recinto que no necesita ningún tipo de delimitador externo –cerca o valla- ya que el espacio se encuentra delimitado por las propias sepulturas.

1b.- Tumbas con sección simple y lápida (Tipo Ib). En un asentamiento en el que escasean los elementos constructivos pétreos, a favor de cabañas de alzado de tapial de yeso o materiales perecederos como la madera, el uso de lajas de yeso como lápida aporta una relevancia importante a la construcción funeraria. Del mismo modo, el uso de estas lápidas como cierre superior de la fosa facilita y prevé la utilización repetida de la tumba por diferentes miembros del grupo.

2.2.- La Arquitectura Funeraria El cementerio de Gózquez de Arriba presenta una gran variedad tipológica desde el punto de vista de la arquitectura funeraria, con la documentación de tipos hasta el momento no documentados en las necrópolis de esta época excavadas en el interior peninsular. Desde el punto de vista constructivo es necesario estudiar las tumbas en el contexto de la tipología arquitectónica del poblado. En este sentido, una arquitectura doméstica basada en cabañas de suelo rehundido y alzados de material lígneo y casas de zócalo de piedra y alzado de tapial de yeso (VigilEscalera, 2000) se corresponden en el ámbito funerario con fosas con poca profusión de material constructivo. Mayoritariamente son simples fosas excavadas en el substrato geológico sin ningún elemento o, en el mejor de los casos, con una lápida que cierra la tumba; lápida que se construye con una o varias lajas de piedra de yeso local extraída de las proximidades de la necrópolis. Únicamente en 16 sepulturas (un 6% del total de las excavadas) se han documentado, además, otros elementos tales como lajas de recubrimiento de las paredes de la fosa o algún tipo de estructura o muro sobre la cubierta. En ningún caso parecen documentarse en la construcción de las sepulturas materiales reutilizados de alguno de los edificios del poblado ( ipio, 1996: 217) y sólo una de las 247 excavadas presenta en las paredes y el suelo restos de ladrillos de posible tradición romana. Esta relativa “pobreza” en la utilización de materiales constructivos para las sepulturas contrasta con la riqueza y variedad tipológica en la estructura de las mismas (Contreras, 2006: 274). Para analizar los diferentes tipos de sepulturas desde el punto de vista arquitectónico ha

1c.- Tumbas con sección simple, lápida y paredes recubiertas de lajas (Tipo Ic). Este tipo de tumbas son poco abundantes y el importante resalte y tratamiento desde el punto de vista constructivo se traslada a un especial cuidado en el adorno y vestido del finado. Corresponde al tipo VIID de ipio ( ipio, 1996: 235), aunque en el caso de Gózquez de Arriba las lajas laterales no se encuentran sujetas entre sí por medio de argamasa, sino simplemente colocados a hueso. 1d.- Tumbas infantiles con cubierta y/o base de teja curva (Tipo Id). Este tipo de tumbas, dado su tamaño, se construye para individuos infantiles de menos de un año de edad. Las condiciones de conservación de este tipo de restos han hecho imposible recuperar indicios del difunto, aunque el hecho de una construcción independiente para estos niños, en el contexto de tumbas frecuentemente reutilizadas por el grupo, nos indica un tratamiento especial para estos niños que casi siempre se entierran claramente próximos a alguna tumba y cuya ubicación rompe la linealidad marcada por la orientación de las tumbas y por la existencia de espacios de circulación entre sepulturas.

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profundo presentan, al menos, una lápida de cierre de la fosa para el enterramiento principal. En algunos casos se han podido documentar restos de enterramientos secundarios sobre la lápida. 2.2b.- Tumbas con rebaje lateral profundo, lápida y paredes recubiertas (Tipo II2b). Este tipo de tumbas suponen un gran esfuerzo desde el punto de vista constructivo. Son, junto a las que presentan una estructura sobre la lápida (tipo II2c), las más elaboradas y las de mayor resalte arquitectónico, hecho que se corresponde con enterramientos muy cuidados desde el punto de vista del adorno personal. 2.2c.- Tumbas con rebaje lateral profundo y estructura superior de mampostería (Tipo II2c). No hemos encontrado paralelos a este tipo de tumbas en las necrópolis de esta época conocidas en la Peninsula Ibérica.

No obstante, siguiendo la periodización del poblado (Vigil-Escalera, 2000), la utilización de espacios construidos con zócalo de piedra, alzado de tapial y cubierta de tejas corresponde, al menos a la Fase II del asentamiento (a partir del S. VII d.C.), por lo que la utilización de este tipo de elementos en las tumbas parece que no debió realizarse hasta este momento ya que tampoco se observan en el resto del cementerio elementos foráneos. 2.- Tumbas con rebaje lateral (Tipo II) Este tipo de sepulturas suponen, inicialmente, un aumento en el cuidado de la construcción y presuponen, al menos, la existencia de lápidas que cubren las fosas. Dentro de este tipo, la existencia de elementos constructivos –lápidas y paredes recubiertas de lajaspermite hacer subdivisiones en la clasificación tipológica, aunque quizá lo más destacado en estas fosas viene marcado por la profundidad del rebaje superior. Así, hemos subdividido el tipo en dos bloques: tumbas con rebaje lateral simple (Tipo II1) y tumbas con rebaje lateral profundo (Tipo II2).

Tampoco el tratamiento de los difuntos en estas tumbas nos aporta mayores datos sobre su cronología. Sólo el paralelo de la utilización de casas con zócalos de piedra nos puede aportar alguna relación directa con el poblado, aunque este dato no es determinante, ya que la funcionalidad de las estructuras ha podido llevar a la utilización de este tipo de construcción en detrimento de otros tipos utilizados en las estructuras de habitación.

2.1.- Tumbas con rebaje lateral simple (Tipo II1). Presentan un rebaje lateral entre 15 y 25 cms. (aproximadamente el ancho de las lajas de yeso que se utilizan como lápidas). La presencia o no de lajas que recubren las paredes interiores de la fosa nos permite diferenciar, a su vez, dos variantes de este tipo: 2.1ª.- Tumbas con rebaje lateral simple y lápida (Tipo II1a) 2.1b.- Tumbas con rebaje lateral simple, lápida y paredes recubiertas de lajas (Tipo II1b)

3.- Tumbas con nicho lateral (Tipo III) Las tumbas con nicho lateral suponen una de las principales novedades de este cementerio. Se trata de tumbas de tipología de fosa simple en su apariencia exterior, aunque la originalidad radica en el que el habitáculo para el enterramiento no se encuentra en la fosa principal, sino en un hueco lateral practicado en una de las paredes de la tumba.

2.2.- Tumbas con rebaje lateral profundo (Tipo II2) Denominamos con el nombre de “rebaje lateral profundo” a la sobreexcavación que presentan algunas fosas en la parte superior. Este espacio, con una superficie mayor que el resto de la fosa, constituye en realidad la coronación superior de la tumba, ya que la lápida y la fosa para el enterramiento se localizan entre 50 y 70 cms por debajo de la superficie del terreno actual.

Desde el punto de vista constructivo, estas tumbas necesitan un substrato geológico estable y relativamente fácil de excavar; este material está constituído en Gózquez de Arriba por limos yesíferos que afloran en toda la mitad Suroeste del cementerio.

Es, desde el punto de vista constructivo el tipo más elaborado y, en consecuencia, debió corresponderse con los enterramientos de mayor realce desde el punto de vista del cuidado y adorno de los difuntos. Son este tipo de tumbas, también las que presentan los ejemplos de mayor reutilización (tumba 136 con restos de 9 individuos –tres enterramientos principales, 3 reducciones y 3 acumulaciones-; y la tumba 162 con restos de 7 enterramientos -2 principales, 2 reducciones y 4 acumulaciones, dos de ellas en la tierra sobre la lápida-).

Los paralelos más cercanos localizados para este tipo de tumbas se encuentran en la tumba 315 de la necrópolis de Eski Kernen (Ucrania) en la península de ipio (Ajbabin, 1994:130) o en la tumba 116 de la necrópolis de Gródek nad Bugiem (Polonia) (Bierbrauer, 1994:69). Las tumbas en nicho suponen únicamente el 2,4% del total (sólo 10 de las 247 excavadas). Todas presentan un único nicho lateral (Tipo IIIa), menos una –con nicho doble-(Tipo IIIb).

A partir de la presencia o ausencia de diferentes elementos constructivos, podemos subdividir este tipo en tres grupos: 2.2ª.- Tumbas con rebaje lateral profundo y lápida (Tipo II2a). Todas las tumbas con rebaje lateral

2.3.- La deposición del cadáver El cementerio fue utilizado entre los Ss. VI y VIII d.C. de forma ininterrumpida. Durante todo este tiempo se

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reutilizaciones; práctica habitual en las necrópolis de esta época documentadas en toda Europa. Sin duda, esta reutilización sistemática de las tumbas por un grupo socialmente articulado dentro del conjunto de la población –seguramente un grupo con lazos familiareses una de las características que definen el tratamiento funerario en época visigoda diferenciándolo de los usos hispanorromanos y, también, de las costumbres medievales posteriores en nuestro país.

construyeron alrededor de 450 tumbas en las que son frecuentes las reutlizaciones pudiendo establecer a partir del estudio de las tumbas excavadas (247 del total) un número en torno a 640/650 individuos para todo el cementerio. Pese al importante número de datos de carácter físico que podemos extraer de la excavación de una necrópolis tan extensa como la que aquí presentamos y su incidencia en aspectos rituales , vamos a centrar nuestro análisis de los enterramientos en criterios de tipo general sobre cuestiones propias del rito.

A partir de esta reutilización de las sepulturas, analizaremos las deposiciones de los cadáveres agrupándolas en tres grandes bloques: el enterramiento principal, las reducciones de individuos y, por último, las acumulaciones de huesos.

Es innegable que la orientación de las sepulturas tiene una evidente significación cultural y religiosa (Ardanaz, 2000: 236). En Gózquez de Arriba todas las tumbas se orientan, según el rito ya conocido en todas las necrópolis de esta época excavadas en nuestro país, de Este a Oeste, con ligeras variaciones en el ángulo. El cadáver se entierra con la cabeza en el Oeste mirando a la salida del sol según las normas cristianas de colocación del difunto. Sólo una tumba en todo el recinto presenta orientación Noroeste-Sureste (tumba 96), en un lugar en que claramente dicha orientación no pudo ser causada para la falta de espacio, al encontrarse en una zona con un vacío de tumbas en el entorno inmediato.

1.- El enterramiento principal: Definimos con este término a aquella deposición del cadáver que no ha sufrido remociones o alteraciones posteriores. Corresponde, pues, al último momento de utilización de la sepultura como tal. Pese a la tipología individual de las sepulturas, los enterramientos principales pueden ser múltiples, albergando dos o incluso tres individuos que fueron enterrados al mismo tiempo. Es en estos enterramientos múltiples, seguramente inesperados, donde se documenta especialmente la importancia del vínculo familiar en la articulación de la sociedad. De esta manera, el 65% de los enterramientos múltiples están formados por deposiciones simultáneas de un individuo adulto y uno infantil de entre 1 y 5 años de edad. En el resto se han podido documentar al menos 3 tumbas con enterramientos simultáneos de 2 adultos, hombre y mujer.

Todos los enterramientos, además, reposan sobre la espalda en posición decúbito supino, incluso en las tumbas con nicho lateral en las que la propia configuración del espacio para la deposición del cadáver hace más difícil la posición rígida del difunto. La documentación de clavos y restos de madera durante el proceso de excavación atestigua el uso de ataúdes o parihuelas en un gran porcentaje de las tumbas excavadas. Parece que los enterramientos en ataúd/parihuela son una constante durante todo el período de uso del cementerio, conviviendo con enterramientos posiblemente en sudario o sin ningún tipo de cubrimiento del cadáver. Este aspecto, pues, no puede tomarse como un elemento definitorio de la evolución del ritual de enterramiento en uno u otro momento, sino que, más bien, obedece a cuestiones de tipo social. En este sentido es importante destacar que las tumbas más ricas desde el punto de vista de la construcción y objetos de adorno y vestido de los finados presentan siempre restos de ataúd o parihuela.

2.- Reducciones de individuos: La reducción es, como hemos dicho anteriormente, una práctica común en los cementerios de esta época en toda Europa. El proceso documentado en Gózquez consiste en la extracción de los restos óseos del individuo anterior, la selección de los huesos principales –cráneo y huesos largos de brazos y piernas, principalmente-, y la colocación ordenada de éstos en relación con el nuevo enterramiento, generalmente sobre los pies, o en los laterales de la fosa. 3.- Acumulaciones de huesos: Si la relación cuidada entre el enterramiento principal y la reducción es una de las claves para entender el tratamiento funerario de los difuntos tras la reutilización de las tumbas, la acumulación de huesos define aquellos restos sin conexión anatómica y que además, no presentan ningún cuidado en su colocación o selección. Todos ellos, además, se encuentran dispuestos aleatoriamente, sin relación con las deposiciones cuidadas – enterramiento principal o reducción-.

Sólo dos tumbas, de las 247 excavadas, se construyeron expresamente para albergar inicialmente más de una persona: la tumba 112, con una anchura mayor, y la tumba 110, que presenta un doble nicho lateral. Ninguna de las dos cuenta con reutilizaciones posteriores y en ambas se observa un especial tratamiento de los difuntos respecto a los objetos de adorno y vestido que contenían.

2.4.- Adornos, vestidos y ajuares Así, la inmensa mayoría de las sepulturas presentan una tipología de tumba individual, con frecuentes

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rectangular en hierro o en bronce, con o sin decoraciónhasta los denominados broches de cinturón de placa rígida, propios de momentos posteriores que ipio clasifica dentro de su nivel IV (hasta mediados del siglo VII d.C.).

Si comenzábamos este artículo integrando el objeto funerario en el contexto de los fenómenos ideológicos y sociales de los grupos que lo generaban, debemos comenzar este apartado haciendo hincapié en la importante diferencia en el registro de objetos de vestimenta o adorno documentados durante la excavación del poblado –sólo un broche de cinturón liriforme y una hebilla de hierro- y en el cementerio, donde la aparición de elementos de adorno y vestido es una constante de casi todas las tumbas.

No debemos dejar de mencionar uno de los broches característicos en los enterramientos de estos momentos: los broches de cinturón de placa rectangular con decoración de cabujones de pasta vítrea. En Gózquez se documentan desde los más sencillos, con un cabujón central y cuatro alrededor, hasta los que cubren toda la placa formando frisos de decoraciones geométricas.

En un estudio en el que pretendemos restituir el objeto arqueológico en el contexto en el que fue usado hemos agrupado los elementos encontrados en las sepulturas en cuatro grupos: a) elementos de adorno personal – collares, anillos, pendientes, pulseras, etc.-, b) elementos de vestido –broches de cinturón, fíbulas, hebillas, apliques, etc.-, c) objetos de uso –cuchillos- y d) objetos de ajuar u ofrenda –cerámicas-. La gran diversidad en tipos de todos estos elementos impide, por razones de espacio, hacer una descripción detallada de cada uno de los elementos y sus tipos. Nos centraremos aquí, pues, al análisis de cada uno de los grupos de objetos antes citados y sus características más importantes, remitiendo al lector a otros estudios (Contreras, 2006ª y Contreras 2006b).

Es importante destacar la ausencia en el cementerio de broches de cinturón liriformes, propios de momentos avanzados. No obstante, si que se constata la presencia de un elemento de estas características en el poblado, lo que nos indica que la población siguió ocupando el poblado en momentos tardíos, lo que deberá corresponderse en el cementerio con un cambio de rito que lleve a la desaparición de este tipo de elementos en las tumbas. Junto a los broches de cinturón, otro de los elementos de vestido característico en los enterramientos de época visigoda son las fíbulas. Junto a las de tradición romana, como la fíbula en omega localizada en la tumba 45, encontramos en Gózquez de Arriba grandes fíbulas de arco y placa de técnica trilaminar y, en menor medida, algunos ejemplares de fíbulas en bronce fundidas en una sola pieza. Debemos destacar la ausencia de dos tipos que también aparecen con frecuencia en otras necrópolis de esta época: las fíbulas discoidales y las aquiliformes.

1.- Elementos de adorno personal: Los elementos de adorno personal –anillos, pendientes, pulseras y collares- muestran una clara vinculación con los tipos hispanorromanos y su mayor presencia se documenta en tumbas con abundantes objetos de vestido, aunque sin objetos de ajuar u ofenda –cerámicas-. Se asocian mayoritariamente a difuntos con broches de cinturón de placa rectangular con decoración de cabujones y fíbulas de arco y placas de técnica trilaminar.

Los elementos de vestido completan su tipología con hebillas de cinturón y correaje de diferentes clases, apliques y hebijones.

2.- Elementos de vestimenta: Son, sin duda, el grupo de objetos más numerosos encontrados en el cementerio de Gózquez de Arriba, y también en todas las necrópolis conocidas de esta época en nuestro país. La amplia difusión de los tipos por toda Europa ha alimentado multiples teorías sobre el orígen y procesos migratorios de los grupos y de los individuos que se enterraron con estos elementos de vestido. Sin embargo, la amplia tradición comercial del mundo romano, en cuyos últimos momentos y procesos sociales, políticos y económicos hemos de encuadrar el fenómeno de los pueblos “bárbaros”, así como la amplia perduración en el tiempo de estos tipos, hacen necesario revisar las asignaciones sobre el origen de determinados elementos y basar las viejas teorías sobre el origen étnico de las poblaciones en nuevos métodos de análisis.

3.- Elementos de uso personal: Incluimos en este apartado objetos tales como los cuchillos. Este tipo de materiales son frecuentes en las necrópolis peninsulares de época visigoda, tanto dentro como fuera de nuestra península. Se trata de objetos de uso doméstico, ya que carecen en todos los casos de cualquier elemento decorativo o tratamiento de la calidad suficiente para ser considerados como armamento. Aunque casi siempre aparecen con elementos como hebillas o apliques de difícil seriación tipológica, contamos con tres ejemplos de asociación de cuchillos con broches de cinturón de placa rígida. 4.- Objetos de ajuar u ofrenda: Incluimos en este apartado aquellos elementos encontrados en las sepulturas que no tienen una relación directa con el difunto como los elementos de adorno o ajuar. Son exclusivamente objetos cerámicos que se colocan junto

Entre los elementos de vestido, los broches de cinturón son los objetos que más atención han merecido en la bibliografía arqueológica. En Gózquez de Arriba se observa una enorme variedad en los tipos que van desde los más sencillos –broches de cinturón de placa

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una sola pieza- parece instaurar en Gózquez enterramientos más austeros, con menos profusión o casi total ausencia, de elementos de adorno. Los paralelos a este tipo de piezas en otras necrópolis peninsulares abogan por una cronología en torno al S. VII d.C. c) Fase III. En el siglo VIII d.C. se documenta en el poblado la continuación de la ocupación. La ausencia de broches de tipo liriforme en el cementerio, y el análisis de los recipientes cerámicos localizados en dos sepulturas, nos permite documentar un cambio en el rito de enterramiento, que parece evolucionar hacia enterramientos sin vestidos ni adornos personales, pero volviendo a recuperar la tradición hispanorromana de colocar una ofrenda cerámica junto al difunto.

al difunto como ofrenda o acompañamiento en su nueva morada. Este tipo de ajuares son frecuentes en las tumbas de tradición hispanorromana de los Ss. II al IV d.C., aunque no son frecuentes en los cementerios de época visigoda. En Gózquez se han localizado dos ofrendas de ajuares cerámicos (tumbas 206 y 230) Ambos recipientes, una olla de cuerpo globular correspondiente al grupo TL2 y un jarrita piriforme de pasta anaranjada y torno rápido, se incluyen en el período III del poblado, fechado durante la segunda mitad del siglo VII y el siglo VIII d.C. (Vigil-Escalera, 1999).

3.- EL RITUAL FUNERARIO EN GOZQUEZ DE ARRIBA

Sin duda, el estudio del cementerio de Gózquez de Arriba ha permitido constatar una amplia variedad de tipos y abrir una importante vía de análisis de los recintos funerarios altomedievales en los que la relación con los lugares de hábitat permita extraer conclusiones de tipo social sobre las poblaciones del entorno rural en nuestro país entre los Ss. VI y VIII d.C.

Hemos analizado hasta aquí los diferentes aspectos que ofrece el objeto funerario en Gózquez de Arriba: el cementerio, la arquitectura funeraria, el enterramiento y los elementos que acompañan al difunto. El espacio funerario se encuentra aquí perfectamente imbricado con el conjunto del poblado, actuando como verdadero centro articulador de todo el asentamiento. La muerte deja de entenderse como un elemento ajeno a la convivencia y se presenta en su vertiente más próxima y familiar (Azcárate, 2002: 122). Esta cercanía y relación con el espacio de hábitat no se observa tan sólo en la ubicación del recinto, sino que puede rastrearse una importante proximidad en cada uno de los aspectos del objeto funerario analizado. Desde el punto de vista arquitectónico, la alternancia entre cabañas de suelo semiexcavado y casas con zócalo de piedra y alzado de tapial se rastrea en tipologías de tumbas poco conocidas en otras necrópolis: las tumbas con nicho lateral excavado y las tumbas con estructura de mampostería por encima de la cubierta, además de las tumbas con rebaje lateral profundo por encima de la cubierta. De la misma manera, durante tres siglos de ocupación ininterrumpida del cementerio parece documentarse una evolución en el rito de enterramiento: a) Fase I. Esta fase se caracteriza por una serie de tumbas en las que se documentan enterramientos con una importante profusión de elementos de adorno y piezas de vestido. Los materiales localizados en estos enterramientos son collares, pendientes, anillos, broches de cinturón de placa rectangular con o sin cabujones, fíbulas de arco y placas de técnica trilaminar, etc. Se trata, pues, de elementos cuya cronología parece abarcar todo el S. VI d.C. b) Fase II. La presencia de enterramientos con elementos de vestido más evolucionados –broches de cinturón de placa rígida, fíbulas de bronce fundidas de

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Fig. 1. Plano de localización del yacimiento en la Comunidad de Madrid y del cementerio dentro del conjunto del poblado.

Fig. 2.- Plano del cementerio

Fig. 3. Sepultura con estructura superior por encima de la lápida.

Fig. 4. Sepultura con rebaje lateral profundo.

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TIPO I

Ib

Ic

Id

TIPO II1

Ia

II1b

TIPO II2

II1a

II2b

II2c

TIPO III

II2a

IIIa

IIIb

Fig. 5.- Tabla tipológica de sepulturas de Gózquez de Arriba

Fig. 6.- Tumba con rebaje lateral profundo

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Fig. 7.- Tumba con estructura de mampostería sobre lápida

Fig. 8.- Tumba con nicho lateral

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Fig. 9.- Tumbas con nicho lateral

Fig. 10.- Enterramiento doble

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Fig. 11.- Enterramiento de dos individuos adultos

Fig. 12.- Enterramiento principal con una reducción a los pies

Fig. 13.- Elementos de adorno y ajuar propios de la Fase I de Gózquez de Arriba

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Fig. 14.- Elementos de vestido propios de la Fase II de Gózquez de Arriba

Fig. 15.- Elementos cerámicos propios de la Fase III de Gózquez de Arriba

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