BIOGRAFÍAS SEXUALES EN HOMBRES Y MUJERES CON PRÁCTICAS HOMOERÓTICAS EN EL EJE CAFETERO COLOMBIANO

December 5, 2017 | Autor: G. Gallego Montes | Categoría: Colombia, Gay And Lesbian Studies, Género, Homoerotismo, Diversidad Sexual, Curso De Vida
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Descripción

Informe Final

AUTORES

GABRIEL GALLEGO MONTES Investigador Principal Departamento Estudios de Familia

JUANA URIBE ARANGO Co-investigadora Departamento de Desarrollo Humano

CLAUDIA PATRICIA JARAMILLO ANGEL Co-investigadora Departamento de Salud Pública

LINA MARIA MARTINEZ GONZALEZ Co-investigadora Departamento de Desarrollo Humano

Eje cafetero, agosto de 2013

RICARDO GOMEZ GIRALDO Rector Universidad de Caldas CARLOS EMILIO GARCIA DUQUE Vicerrector de Investigaciones y Postgrados ROGELIO CARDONA Director Oficina de Investigaciones y Postgrados ASISTENTES DE INVESTIGACIÓN Adriana María Galvis Cardona José Fernando Vasco Álzate Jackeline Mena Campaña ENCUESTADORES MANIZALES Jorge Arturo Melo Osorio Sebastián Giraldo Aguirre Yurany Franco Tabares Leydi Maryuri Muñoz Lina Constanza Mejía ARMENIA David Arturo Cubillos Adrian Alejandro Bonilla Suárez María Fernanda Santafé Morales CARTAGO Hernando Restrepo Payán Carmen Patricia Velasquez García Rafael Alberto Galviz P Diego Fernando Bedoya Gallo Tatiana Posada Jazmín Acevedo Leandro Astudillo “Lulú” PEREIRA Juan Carlos Cardona Ríos Edwin Buitrago López Cecilia Luca Escobar V. Leydi Yulieth Montoya Aguirre APOYO ESTADÍSTICO Víctor Suárez Chilma

DEDICATORIA

A nuestras familias siempre diversas. A los hombres y mujeres que con su generosidad y disposición hicieron posible esta investigación. Y aquellos que después de su aporte biográfico dejaron de existir: Rubén, Samir, Juan… A los amigos y amigas, ellos(as) saben quiénes son.

“El olvido y el perdón designan, separada y conjuntamente, el horizonte de toda nuestra investigación. Separadamente, en cuanto que cada uno deriva de una problemática distinta: para el olvido, la de la memoria y la fidelidad al pasado; para el perdón, la de la culpabilidad y de la reconciliación con el pasado. Conjuntamente, en cuanto que sus itinerarios respectivos se entrecruzan en un lugar que no es un lugar, mejor designado como el término de horizonte. Horizonte de una memoria apaciguada, incluso de un olvido feliz. (Ricoeur, P.( 2004:.531)

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TABLA DE CONTENIDO RESUMEN ............................................................................................................................. 4  INTRODUCCIÓN ................................................................................................................ 10  CAPÍTULO I  LA CULTURA SEXUAL Y EL TIEMPO HISTÓRICO DE LA INVESTIGACIÓN ......... 22  1.1 Representaciones sociales.................................................................................................... 24  1.2 

Relación, transgresión, marginación. .............................................................................. 27 

1.3 La permanente confusión de las prácticas sexuales con las identidades de género. El trasvestismo en la prensa grancaldense. .................................................................................... 33  CAPÍTULO II  CONTEXTO ESPACIAL DE LA INVESTIGACIÓN Y CARACTERÍSTICAS SOCIODEMOGRÁFICAS DE LA POBLACIÓN ENTREVISTADA ........................................... 44  2.1 Características culturales del Eje Cafetero. ......................................................................... 46  2.2 Características socio-demográficas de los informantes ....................................................... 50  CAPÍTULO III  IDENTIDADES SEXO-GENÉRICAS EN VARONES Y MUJERES CON PRÁCTICAS HOMOERÓTICAS EN EL EJE CAFETERO: UNA TRAZA RIZOMÁTICA ................... 57  CAPITULO IV  PATERNIDAD Y MATERNIDAD EN HOMBRES Y MUJERES CON PRÁCTICAS HOMOERÓTICAS .............................................................................................................. 73  4.1 La presencia de la paternidad y la maternidad en hombres y mujeres con prácticas homoeróticas: El género como marcador en la decisión de ser padres y madres. ..................... 78  4.2 Proyectos de paternidad y maternidad: entre la individualidad y el anhelo de formar familia. ....................................................................................................................................... 86  CAPÍTULO V  INICIACIÓN SEXUAL EN VARONES Y MUJERES CON PRÁCTICAS HOMOERÓTICAS: PUNTO DE PARTIDA DE UNA TRAMA SEXUAL COMPLEJA. . 93  5.1 Diferencias en la iniciación sexual entre mujeres y varones ............................................. 97  5.2 Estudios sobre iniciación sexual en Latinoamérica y en Colombia. ................................... 99 

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5.3 La iniciación sexual en mujeres y varones con prácticas homoeróticas: escasa investigación, poca exploración. ............................................................................................. 105  5.4 La construcción del deseo homoerótico ............................................................................ 107  5.5 La primera relación sexual homoerótica ........................................................................... 112  5.6 Reconstrucción de la primera experiencia homoerótica: contexto, vínculo y prácticas sexuales. ................................................................................................................................... 117  5.7 La primera experiencia heteroerótica en personas con prácticas homoeróticas ................ 129  CAPÍTULO VI  EL EMPAREJAMIENTO EN CLAVE HOMOERÓTICA: TRAYECTORIAS, DURACIONES, CONTEXTOS ......................................................................................... 131  6.1 Parejas sexuales, relaciones de pareja y trayectorias de emparejamiento. ........................ 131  6.2 La trama del emparejamiento diverso: mono y poliamor y exclusividad sexual en relaciones de pareja entre personas del mismo sexo. .............................................................. 143  6.3 Intensidad y calendario. Edad de ocurrencia del emparejamiento y duración mediana de los mismos. ......................................................................................................................... 147  6.4 Tiempo para la primera relación sexual: conocerse y no tener precozmente relaciones sexuales. ................................................................................................................................... 165  6.5. Perspectiva biográfica del uso del condón en relaciones de pareja entre varones ........... 166  6.6 La escuela, el bar gay, la calle. Escenarios para el surgimiento del emparejamiento. ..... 170  6.7 Emparejamiento gay o lésbico y familia de origen. Nombrar y ubicar algo en la trama familiar..................................................................................................................................... 181  CAPÍTULO VII  CORRESIDENCIA Y VIDA DÓMESTICA EN PAREJAS DEL MISMO SEXO............ 189  7.1. Coordenadas teóricas para el estudio de la corresidencia en el marco del homoerotismo .......................................................................................................................... 191  7.2. Identidades y prácticas en la vida doméstica en parejas del mismo sexo......................... 195  7.3. Vida doméstica en parejas del mismo sexo: aportes económicos, división del trabajo y toma de decisiones. ............................................................................................................... 204  CAPÍTULO VIII  CAMBIOS Y PERMANENCIAS EN EL EMPAREJAMIENTO ENTRE PERSONAS DEL MISMO SEXO. EL VIH-SIDA Y EL TIEMPO SOCIAL .................................................. 212 

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8.1. Panorama general del VIH-SIDA en Colombia. ............................................................. 212  8.2. VIH-SIDA y definición de las cohortes de emparejamiento ............................................ 222  8.3 Emparejamiento entre personas del mismo sexo en la era del sida: cambios y transformaciones en el tiempo social....................................................................................... 226  8.4 Factores socio-demográficos que explican la duración de las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo. ............................................................................................... 237  8.5 Causas de ruptura de las relaciones de pareja, un mosaico variopinto de razones y emociones. ............................................................................................................................... 248  CAPÍTULO IX  DISCRIMINACIÓN POR HOMOFOBIA EN EL EJE CAFETERO ................................ 250  9.1. Discriminación: una sociedad que trata desigual ............................................................. 251  9.2 Una mirada a la discriminación en el Eje Cafetero. .......................................................... 259  9.3 ¿Quién es el principal agresor? .......................................................................................... 267  9.4 ¿Dónde cree que se discrimina más? ................................................................................. 275  CAPÍTULO X  REFLEXIONES, ALGUNAS CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES DE POLÍTICA .......................................................................................................................... 278  CAPÍTULO XI  METODOLOGÍA, O LA RUTA SEGUIDA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA INVESTIGACIÓN ............................................................................................................. 289  11.1 Antecedentes del enfoque biográfico y de curso de vida ................................................ 289  11.2 Momentos metodológicos de la investigación................................................................. 293  11.3 Acerca del método de captura de la información en campo RDS: Respondent driven sampling................................................................................................................................... 297  11.4 Tamaño y características de la muestra. .......................................................................... 303  11.5 Procedimientos estadísticos para la construcción de los datos. ....................................... 304  11.6 Construcción del orden biográfico. Primeras, segundas y terceras relaciones de pareja ....................................................................................................................................... 309  BIBLIOGRAFIA ................................................................................................................ 314  Lista de cuadros ....................................................................................................................... 332  Lista de gráficos....................................................................................................................... 335  Anexo Encuesta Biográfica ..................................................................................................... 337

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RESUMEN El presente documento contiene los resultados de investigación del proyecto “Biografías socio-sexuales en hombres y mujeres con prácticas homoeróticas en el Eje Cafetero colombiano” cofinanciado entre la Universidad de Caldas y Colciencias, con el apoyo de la Universidad Tecnológica de Pereira y la Alcaldía de Cartago. El proyecto constituye una ruta de exploración y comprensión de las sexualidades diversas, la forma como se construye un sujeto en el campo del homoerotismo, el surgimiento del emparejamiento entre personas del mismo sexo y la homofobia y la discriminación que padecen las personas LGBT en un contexto y tiempo particular.

La investigación contempló dos aproximaciones metodológicas en diferentes momentos del trabajo de campo: una cuantitativa y otra cualitativa con el objetivo de obtener información de distintos niveles, así como diferentes dimensiones del problema estudiado. Se adelantó un uso triangulado de ambos métodos, buscando el reconocimiento de un mismo e idéntico aspecto de la realidad social, en este caso, las biografías socio-sexuales en varones y mujeres con prácticas homoeróticas. En una primera ruta se adelantó una aproximación cualitativa, en la cual se hicieron 8 entrevistas en profundidad a 4 hombres y a 4 mujeres de diferentes edades, ubicados en las cuatro ciudades del estudio: Armenia, Cartago, Manizales y Pereira; la comprensión de estas entrevistas y su análisis permitió el primer diseño del cuestionario, el cual fue sometido a una prueba piloto para su aplicación definitiva durante los meses de abril a agosto de 2011.

Para la recolección de la información en campo, se utilizó el método RDS (RespondentDriven Sampling), que en español significa “método de muestreo dirigido por entrevistados”, el cual hace parte de un abanico de métodos por cadena de referenciados, pero mejora tales aproximaciones al incorporar las teorías de redes sociales para reunir una muestra representativa de la población objeto de estudio, mitigando el sesgo en la selección de informantes. No obstante las bondades del método, en campo fue necesario utilizar dos métodos para ajustar el tamaño de muestra deseado: Bola de nieve y abordaje directo en sitios conocidos de ligue o de socialización gay-lésbica.

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En el diseño inicial de la investigación se propuso una muestra intencional de 800 personas residentes en las áreas metropolitanas de Armenia, Manizales, Pereira y Cartago; 400 por cada sexo; finalmente se captaron 709 personas, 401 hombres (56,6%) y 308 mujeres (43,4%) en las áreas metropolitanas de Manizales (28,7%), Pereira (24,7%), Armenia (20,3%) y Cartago (26,2%), datos que permitieron plantear una efectividad en campo del 88,6% con respecto a lo planeado.

Para el análisis de la información se definieron cohortes de nacimiento que constituye el principio fundamental del enfoque biográfico; la primera cohorte para aquellos nacidos antes de 1970 que corresponden a personas mayores de 41 años, quienes tuvieron un inicio de la vida sexual antes de la aparición del VIH-SIDA y representan el 33% de hombres y el 21,8% de mujeres; la segunda cohorte se definió para los participantes nacidos entre 1971 y 1983 cuyas edades están entre los 28 y 40 años, quienes experimentaron el inicio de la vida sexual permeada por el pánico moral en función de la irrupción de la epidemia,

y

corresponde al 30,9% de hombres y 31,2% de mujeres. Y la tercera cohorte abarca los nacidos entre 1984 y 1993 con edades entre los 18 y 27 años, con un inicio de su vida sexual después de la aparición del VIH-SIDA, son la cohorte más joven y contiene la mayor parte de la muestra, 35,9% en hombres y 47,1% de las mujeres.

Algunas características demográficas de la población evidencian las diferencias por género; con relación a la escolaridad, el mayor nivel para los hombres es la formación universitaria (43,4%) y para las mujeres es la secundaria (37%). Se encontró que el 64% de los hombres y el 52,6% de las mujeres están afiliados al régimen contributivo dentro del Sistema General de Seguridad Social en Salud. Entre las personas entrevistadas predomina el estado civil soltero, 84,9% para los hombres y 75,6% para las mujeres, sin embargo por situación de emparejamiento se halló que el 37% de los hombres y el 58,5% de las mujeres tenían al momento de la entrevista una pareja estable del mismo sexo. El 31% de las mujeres y el 11% de los hombres eran padres/madres al momento de la entrevista con una mediana de hijos de 2 en las mujeres y de uno en los hombres; esta última variable denota la importancia de los procesos parentales, especialmente en las mujeres, en la población entrevistada.

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Un tema que constituye novedad en la investigación fue la exploración de la construcción del deseo al preguntar a los y las entrevistadas el momento del curso de vida en que se sintieron atraídas por alguien de su mismo sexo, el 59% de los hombres y el 53% de las mujeres manifestaron que fue durante la niñez (antes de los 12 años) y adicionalmente uno de tres entrevistados/as refirió que fue en la adolescencia (entre los 13 y los 18 años), cuando sintieron atracción por alguien de su mismo sexo que en la mayoría de los casos fue un amigo o un compañero de estudio (70% para ambos sexos); el 58% de los hombres y 47,5% de las mujeres manifestó que con estas personas llegaron a tener relaciones sexuales, datos que dan indicios de relaciones sexuales abusivas en el campo del homoerotismo.

La mayor parte de los hombres entrevistados (75%) reconoció haber tenido más de 11 parejas sexuales, siendo notorio que el 29% dijo haber tenido más de 50, con una mediana de parejas sexuales de 19; dos de tres mujeres entrevistadas manifestaron haber tenido en su biografía sexual menos de diez parejas sexuales, siendo 5 la mediana. Un tema importante en la investigación está relacionado con las trayectorias sexuales que son permeadas por prácticas bisexuales, dado que el 58,4% de los hombres y 71% de las mujeres manifestó tener o haber tenido relaciones sexuales con alguien del sexo opuesto, datos que aportan al debate en torno a las políticas públicas en temas de prevención de ITS y VIH-SIDA. Como edad mediana de la primera experiencia homoerótica se tiene 15,5 años para los hombres y l9 años para las mujeres, notándose que entre las personas más jóvenes tanto la primera experiencia homo como la heterosexual ocurren de manera muy cercana en la biografía de los jóvenes entrevistados.

El 95% de los hombres y el 91% de las mujeres declararon haber tenido alguna pareja estable con alguien de su mismo sexo, siendo la mediana de este tipo de relaciones de tres. En términos de trayectorias de emparejamiento, se encontró que mientras para los hombres la trayectoria predominante es aquella que construye una ruta de relación exclusiva con hombres (53,3%), para las mujeres la ruta de trayectorias de emparejamiento está marcada por la heterosexualidad, siendo un mandato cultural que determina un patrón de relacionamiento erótico-afectivo, iniciando con hombres o alternado- mixto (52%).

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El cuestionario exploró sobre el uso del condón tanto en varones como en mujeres en la primera experiencia homoerótica como en las relaciones con pareja estable; en las mujeres el uso del condón femenino no es una práctica habitual y no tuvo reporte en la investigación, en los varones se documentó poco uso durante el debut sexual, llegando al 40% en la cohorte más joven de entrevistados. En nuestro país datos provenientes de diferentes fuentes indican que el uso de condón no supera el 30%, porcentaje que se reduce en el marco de una relación de pareja estable en tanto la confianza y el amor son los argumentos más referenciados por los participantes para el no uso del condón y no la realización de una prueba clínica de VIH-SIDA.

Cuando se pasa del tiempo biográfico al tiempo social, se definieron al VIH-SIDA y las relaciones de pareja como variables claves para comprender el emparejamiento desde esta perspectiva. Se ordenaron las 1637 relaciones de parejas recuperadas de las biografías de los entrevistados y se ordenaron por cohortes de emparejamiento así: Cohorte I: Antes de 1985, Cohorte II: Entre 1985 – 1996, Cohorte III: Entre 1997 – 2004 y Cohorte IV: Entre 2005 – 2011.

En la Cohorte I, se considera el período de tiempo durante el cual el VIH-SIDA todavía no había aparecido formalmente en el referente epidemiológico del país, no se había presentado la enfermedad, dado que solo hasta 1983 y de manera retrospectiva se hizo el primer diagnóstico de VIH-SIDA en Colombia (Morales, 2011). En la Cohorte II, el Estado colombiano comenzó a pronunciarse frente al VIH-SIDA, es durante este período de tiempo que se da un crecimiento exponencial de la epidemia, se presentaron los primeros proyectos de ley y las primeras definiciones operacionales para el manejo de la patología.

En la Cohorte III, se evidencia el gran esfuerzo estatal y se establece el marco normativo y operativo, orientado a su vez por lineamientos internacionales, para atender las demandas de Salud Pública motivadas por la presencia del VIH-SIDA, se amplía el Manual de Medicamentos y Terapéutica. Se presentó durante este período una estabilización en el número de casos nuevos, la mortalidad por VIH-SIDA fue constante, no había tratamiento

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curativo para la enfermedad y se documenta una mayor protección por parte de la población (Pecheny, 2000). En la Cohorte IV, hay fortalecimiento del marco legislativo y de políticas públicas y una mayor presencia de organismos internacionales, se tiene evidencia científica de curación de los casos de VIH-SIDA, la enfermedad ya no es mortal, se espera el aumento en la esperanza y calidad de vida de los portadores, sin embargo, se presenta un nuevo aumento de casos, explicados tal vez por el exceso de confianza en la respuesta médica y el sentimiento de no vulnerabilidad en las poblaciones más jóvenes que son quienes presentan el mayor aumento de los eventos.

Entre los diferentes momentos históricos definidos se encontró una duración cada vez menor de las relaciones de pareja sin corresidencia pasando en los hombres de 39 meses a 8 como duración mediana; en las mujeres si bien se nota un ligero descenso en la duración de las relaciones de pareja no es tan drástico como en los varones. De otro lado, se encontró un proceso de institucionalización en el surgimiento de las parejas, manifestado en la preponderancia del bar gay y la internet como escenarios que posibilitaron en el último tiempo (2005-2011) el surgimiento del 36,9% de las parejas en los hombres y el 36,4% en las mujeres; el predominio de estos escenarios se ha hecho en detrimento de la calle y de la fiesta como espacio de socialización.

Al explorar los factores sociodemográficos que explican la duración mayor a un año en relaciones de pareja del mismo sexo, se encontró al correr un modelo de regresión logística general que las relaciones entre mujeres tienden a durar más que las establecidas entre los hombres y al correrse modelos independientes para cada género se halla que las parejas establecidas entre 2005 y 2011 tienen menor probabilidad de duración que aquellas establecidas antes de la emergencia del VIH-SIDA para los hombres; en las mujeres tienen mayor probabilidad de duración las establecidas entre los años 1997 y 2004. La corresidencia juega un papel central en la explicación de la mayor duración de las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo; las razones de momios son cuatro veces mayores comparadas con aquellas relaciones que no superaron la etapa del noviazgo. En igual sentido, el conocimiento de la relación por parte de la familia del entrevistado favorece su mayor duración, así mismo la acumulación de experiencia amorosa sugiere que

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una tercera relación de pareja tiene mayor posibilidad de duración superior a un año que la primera que se establece en la biografía de los entrevistados.

Finalmente el estudio indagó sobre el tema de discriminación y homofobia que perciben los y las encuestadas en la región, notándose que el 72% de los hombres y el 77% de las mujeres considera que en su ciudad de residencia hay discriminación contra las personas homosexuales y que dicha discriminación se manifiesta principalmente en insultos y burlas, trato diferente y rechazo de la familia, agregaron además que la mirada con intención discriminatoria constituye una manifestación adicional de discriminación y fue reportada por el 50% de los encuestados; las personas que más discriminan son los hombres con respecto a las mujeres, estando en el primer lugar los sacerdotes y pastores, hombres heterosexuales, policías y hombres gay u homosexuales, este último dato nos habla además de la presencia de homofobia interna. La calle y las escuelas y colegios se identifican como los lugares donde se expresa la mayor discriminación por homofobia en la población encuestada.

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INTRODUCCIÓN

Comprender lo sexual en la historia de la humanidad, lo normal y lo desviado, ha generado debate, fascinación, admiración, rechazo y proscripción. Muchos son los documentos históricos que hacen referencia al esfuerzo por explicar la naturaleza femenina y masculina, el cuerpo, el placer, pero también el pecado, la generación de la culpa, la transgresión. Foucault (1976) en la Historia de la Sexualidad identifica los procesos sociales que explican la configuración de un cuerpo sexuado y la emergencia de una sexualidad verdadera en la modernidad que traza nuevas coordenadas para explicar lo normal y lo patológico.

El sujeto desviado, la calificación de quién era el transgresor, la valoración social de aquellos que se apartan de la norma sexual y de género y las prácticas sexuales entre personas del mismo sexo no siempre han recibido la misma significación por parte de las sociedades de la cultura occidental; puede hallarse un predominio moral (a veces brutal, a veces despreocupado), desde la baja Edad Media hasta el siglo XIX, en el cual se fomenta la primera regulación normativa (eclesiástico-penal) de la diferencia sexual. A mediados del siglo XIX surgen visiones científicas (especialmente médicas, psíquicas y criminales), que nominan la homosexualidad y las perversiones y la asociación entre desviación y criminalidad. Y desde los años setenta del siglo XX asistimos a la irrupción en el espacio público de un discurso de afirmación autorreferencial basado en las identidades que gays, lesbianas, bisexuales y transgeneristas sostienen y que han politizado en una agenda de derechos y reinvidicaciones que van desde el derecho al matrimonio igualitario, pasando por la adopción hasta llegar a cuestionar la identidad misma.

Estos tres grandes momentos discursivos coexisten al momento de escribir este informe de investigación y dan cuenta de las diferentes posturas que actores institucionales, religiosos, políticos, académicos y gente del común tiene acerca de la sexualidad como conjunto complejo de prácticas y representaciones sociales sobre el sexo, pero también sobre el género, el cuerpo, el deseo, el placer, en aristas que se mueven entre la norma y la

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disidiencia, entre lo hetero-homoerótico y bisexual, en identidades de género cada vez más distanciadas de las prácticas sexuales, en fin, un trama compleja y rizomática de categorías, nominaciones y representaciones. La comprensión del homoerotismo en Colombia1 y muchos países de América Latina constituye un campo problemático de indagación, que no se reduce al binarismo heterohomosexual, activo-pasivo o de identidad gay, lésbica o transgénero,

partir de estas

categorías implica reducir todo el espectro de una sexualidad diversa a los grupos más visibles de la sociedad, olvidándose que la gran mayoría de hombres y mujeres que se relacionan erótica y afectivamente con alguien de su mismo sexo lo hacen sin portar una identidad que denote homosexualidad, no se definen como un tipo particular de persona, y las prácticas sexuales no constituyen un desestabilizador de su identidad masculina o femenina y por lo tanto no dejan huella biográfica. Y aunque para otros lo sexual si genera identidad, ser gay o lesbiana en el Eje Cafetero no necesariamente coincide con las mismas nominaciones y representaciones del gay europeo o norteamericano.

Además, “ser

hombre” y “ser mujer” no necesariamente es sinónimo de heterosexualidad y no excluye automáticamente, ni en todos los casos, la experiencia homoerótica.

El homoerotismo, sus discursos –y silencios- y sus relaciones, constituyen categorías históricas y espaciales permeadas por situaciones de género, generación, clase, ubicación espacial y los referentes de nación y etnicidad.

La anterior discusión nos remite a uno de los pilares teóricos que sustenta esta investigación, el enfoque construccionista o de teoría social para comprender la sexualidad. Esta perspectiva sostiene que la homo/sexualidad es un “dispositivo histórico” desarrollado como parte de una compleja red de regulaciones sociales que organizan y vigilan los comportamientos y los cuerpos sexuados (Foucault, 1976; Weeks, 1998).

Esta

aproximación sostiene que el deseo homo/sexual es construido desde las más polimorfas posibilidades (Vance, 1997) y se desarrolla en el individuo en función de su entorno

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Al igual que Núñez (2001), entenderemos por homoerotismo “al erotismo entre personas del “mismo sexo biológico”.

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familiar y socio-cultural; es un fenómeno histórico tanto en lo personal como en lo social (Foucault, 1976; Weeks, 1998; Rubin, 1986, 1989; Vance, 1997). La preocupación del enfoque construccionista no radica en investigar lo que causa la homosexualidad en los individuos, sino comprender los significados culturales, las prácticas, normas, representaciones, valores y formas de relacionamiento íntimo que establecen, en otras palabras, interesa conocer lo que la gente hace y construye bajo esta experiencia de vida.

La tesis del construccionismo social de la sexualidad, y de las realidades e identidades gay y lésbicas, planteada por Michel Foucault y Jeffrey Weeks viene a postular el carácter histórico de esa esencia, que no sería entonces más que un producto “social” impuesto claramente desde el siglo XIX a las personas que no se pliegan al modelo (también histórico) de pareja heterosexual cerrada y familia nuclear (Guasch, 2000). Para el construccionismo social, la génesis del “sujeto homosexual” no se debe a la súbita emergencia o visibilidad de unas propiedades que pudieran observarse en otros personajes cronológica o geográficamente distantes. Sus especificidades, tanto evidentes (el establecimiento de espacios de encuentro o formas de comunicación), como supuestas (un cuerpo o una mente particulares), dependen de complejos sistemas de relaciones institucionales y culturales, así como de procesos (económicos, políticos o sociales) que son localizables geográfica e históricamente. Estos elementos no están presentes en el sujeto ni le permiten emerger: lo constituyen. En este sentido, no se puede hablar de un sujeto homosexual hasta que, en un contexto determinado, se hace necesario establecer dicho término. Tal sujeto es generado al ser definido (o definirse) y al establecer sus implicaciones (Llamas, 1998).

Una perspectiva construccionista de la homo/sexualidad implica reconocer adicionalmente que sus construcciones de pareja y sus formas de relacionamiento íntimo también son históricas y dinámicas.

De ahí que se postule que el emparejamiento entre personas del

mismo sexo en la cultura occidental no pueda ser hallado, como fenómeno colectivo y público, antes de los años setenta del siglo XX (Gallego, 2007). La anterior afirmación no niega la existencia de lazos de afecto e intimidad antes de esta época, sino que recalca dos características que hacen al fenómeno un hecho sociológico, por un lado, la visibilización

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pública y su colectivización y por el otro, el establecimiento de unidades domésticas diferenciadas, con su correspondiente regulación civil que va desde el matrimonio igualitario en algunos países, hasta la equiparación a la unión marital de hecho en Colombia.

La experiencia del emparejamiento entre personas del mismo sexo obedece a complejos procesos socio-culturales y sistemas de regulación y permisividad en torno al afecto, el placer, el cuidado y la intimidad entre personas del mismo sexo/género, así como la forma como cada sociedad define y recrea el parentesco, la filiación, la familia, el matrimonio y el orden de género, también como construcciones socio-culturales.

Los anteriores párrafos bordean los objetos de indagación sobre los que versa esta investigación: el homoerotismo y el emparejamiento entre personas del mismo sexo desde una perspectiva biográfica.

Apostar por una lectura biográfica implica reconocer las

configuraciones de ambos fenómenos en el tiempo individual y ponerlos en coordenadas de tiempo social y tiempo histórico. Las biografías resaltan la perspectiva del individuo como punto de observación de lo general, en un intento de lectura de lo social desde los sujetos; pero también como lo plantean Ferraroti (1991) y Bertaux (1997), el individuo es un universal singular y es posible conocer lo social a partir de la especificidad de lo individual.

La aproximación biográfica en el estudio de la sexualidad permite la comprensión compleja y dinámica de ciertos eventos acaecidos en el curso de vida de un individuo, la definición de la intensidad, el calendario y la duración de los mismos y la concreción de cierto tipo de vivencias en trayectorias: debut sexual, primera unión, primer embarazo e inicio de la pater-maternidad, identificándose diferentes tipos de trayectorias o carreras sexuales (Heilborn, et al, 2006; Coubés, et al, 2005; Bozon, 1998; Juárez y Castro, 2004; Welti, 2005; Szasz, 2006). La novedad en esta investigación es el estudio de las biografías sexuales bajo el marco del homoerotismo en un esfuerzo por validar el método biográfico en la comprensión de estas poblaciones (Gallego, 2007). La aproximación seleccionada es

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el enfoque de curso de vida, método que privilegia el uso de encuestas y el tratamiento estadístico de la información.

Desde el enfoque de curso de vida, una biografía sexual conforma una

trayectoria

entendida como un proceso acumulativo de eventos y vivencias sexuales (Heilborn, et al, 2006; Riva, et al, 2006, Plummer, 1995), que tiene como punto de partida la primera relación sexual, hetero u

homoerótica, y se complejiza a partir de las múltiples

interacciones socio-sexuales que un individuo establece a lo largo de vida.

Estas

interacciones están permeadas por la matriz sexo/género, la posición socio-económica y la etnia en contextos de mayor o menor homofobia interna como externalizada (Gallego, 2007). Por relación de pareja entenderemos el vínculo erótico-afectivo establecido entre dos personas del mismo sexo con una duración igual o superior a tres meses, con o sin corresidencia.

Esta definición toma experiencias anteriores de investigaciones en

sexualidad, mediante el uso de encuestas retrospectivas, en Brasil (Heilborn, et al, 2006; Riva, et al, 2006; Juárez y Castro, 2004) y México (Gallego, 2007).

Las biografías de los varones y las mujeres entrevistadas en el marco de esta investigación están ubicadas en coordenadas precisas de memoria, espacio, tiempo social y tiempo histórico; están permeadas por la matriz sexo/género y una adscripción geográfica y cultural del Eje Cafetero de finales del siglo XX y primera década del siglo XXI. Son herederas y agentes al mismo tiempo de los cambios acaecidos en la cultura sexual producto de las demandas del feminismo, de la visibilización y politización de las identidades, del arribo del discurso gay-lésbico y la epidemia del VIH-SIDA. En la comprensión de una biografía sexual interesa descifrar los siguientes aspectos: 

Las coordenadas de tiempo social y tiempo histórico que permiten la configuración del homoerotismo en el Eje Cafetero colombiano.



Los tipos de trayectorias de interacción socio-sexual entre personas del mismo sexo y el calendario y la intensidad de tres eventos socio-sexuales: debut sexual, primer noviazgo y primera unión tanto heterosexual como homosexual.

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Los relatos que nombran las identidades y los procesos de paternidad y maternidad.



El contexto de ocurrencia de los eventos que marcan las trayectorias sexuales en términos de lugares de conocimiento de las parejas, tiempo transcurrido para la primera relación sexual, causa(s) de ruptura de la relación y vinculación de la pareja con la familia de origen y las redes de amigos(as).



El impacto que la epidemia de VIH-SIDA ha tenido sobre las prácticas sexuales, los modos de emparejamiento y la duración de las relaciones entre personas del mismo sexo.



Las variables socio-demográficas que explican la duración de las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo.



Los significados que varones y mujeres con prácticas homoeróticas le otorgan a la construcción de pareja a y la corresidencia /cohabitación con personas de su mismo sexo/género.



Las percepciones sobre discriminación y homofobia.

Las anteriores consideraciones reflejan los objetivos específicos de investigación. Llegar a este nivel de concreción implicó avances y retrocesos, discusión con el equipo de investigación, validación en campo, depuración de las aspiraciones de investigación, temores que se fueron perdiendo y fortalezas que se afianzaron en el camino.

Contenido del informe de investigación.

La presente investigación consta de once capítulos; en el primero de ellos se da cuenta de la cultura sexual y el tiempo histórico de la investigación, entenderemos por cultura sexual

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“el conjunto de significados y expectativas de comportamiento que una sociedad, en un tiempo determinado, atribuye a los cuerpos en función de la marca exterior que llamamos sexo, a las prácticas sexuales y a las identidades de género”, esta definición recoge planteamientos de Clifford Geertz (1987) desde el punto de vista cultural y Gayle Rubin (1986) para enmarcar el sistema sexo-género. El capítulo a partir de este encuadre conceptual recorre las representaciones sociales que en torno al homoerotismo se han construido en el Gran Caldas entre los años 1920 y 1985, contando como fuente documental principal el periódico “La Patria”, editado en Manizales, de fuerte arraigo conservador y con gran influencia en el Eje Cafetero hasta mediados de los años sesenta del siglo XX. Las representaciones sociales que en torno a la sexualidad y el género se hacían en el periódico “La Patria” se constituían en hegemónicas, en tanto plasmaban la visión desde la ciudad capital.

En términos documentales se aprecia que desde los años veinte hasta los sesenta del siglo XX pocas referencias explícitas había hacia la sexualidad y cuando se hacía mención a ésta se asociaba con la pérdida de la moral y con un llamado a retomar las buenas costumbres. La criminalidad era un elemento consustancial al relato, no sólo por su relación con la delincuencia sino también por la transgresión del orden de género con claras referencias implícitas al degeneramiento y la depravación. En los años setentas aparece el cuerpo travesti con relatos e historias de suplantación de mujeres, historias del tercer sexo y crímenes en las llamadas zonas de tolerancia. El tiempo histórico en esta revisión, coincide con la muerte violenta en 1981 del travesti más famoso de Manizales llamado Estrella y la irrupción del VIH-SIDA que inaugura otras coordenadas para leer la sexualidad en lo que se ha denominado el tiempo social para esta investigación.

El segundo capítulo describe el contexto espacial de la investigación y las características sociodemográficas de la población encuestada, definiendo el total de entrevistados por ciudad, cohortes de nacimiento, lugar de residencia y adscripciones socioeconómicas y de escolaridad; un elemento relevante es la descripción del estado civil y su referencia con el estado de emparejamiento, pues si bien tres de cuatro encuestados reportaron ser solteros al

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momento de la entrevista, 36,8 % de los hombres y 58,5% de las mujeres reportaron tener una pareja del mismo sexo, algunos de ellos en corresidencia o cohabitación.

El tercer capítulo relata las identidades sexo-genéricas de los varones encuestados, partiendo de un recorrido teórico por las nociones de identidad que implica reconocer autores como Paul Ricoeur, Anthony Giddens, Jeffrey Weeks, Michael Foucault y Judith Butler. Los datos señalan que las nominaciones identitarias como gay y lesbiana, abarcan el 50% de los encuestados, emergiendo nuevas formas para relatar las prácticas sexuales que denotan identidad. Un elemento sugerente tiene que ver con el hecho de que si bien el 61% de los hombres y el 73% de las mujeres han tenido experiencias sexuales con personas del sexo opuesto, esta situación no las inscribe en la identidad bisexual y algunos otros que se relataron bisexuales nunca han tenido relaciones sexuales con personas de su sexo opuesto; en otras palabras, los relatos que nombran identidades transcurren en algunos sujetos en circuitos distintos de aquellos que nombran prácticas sexuales, de ahí que surja la pregunta de si las prácticas sexuales constituyen parte central de las identidades de género y la respuesta a partir de la investigación es negativa, por lo tanto habría que reformularse la pregunta en términos de cuáles elementos serían centrales en la definición contemporánea de la identidad y de ésta en el contexto del homoerotismo.

El 11,2% de los hombres y el 30,8% de las mujeres eran padres y madres al momento de la entrevista, la contundencia de estos datos y la importancia simbólica que tienen la trama de la maternidad y la paternidad llevaron a considerar este proceso como eje articulador del capítulo cuarto de la investigación. El apartado inicia con una revisión teórica sobre las nociones de maternidad y paternidad y sus transformaciones a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI; se exploran las situaciones relacionadas con la condición de ser padres y madres: número de hijos/as, planeación del proceso y relación bajo la cual fueron concebidos, destacándose que la maternidad constituye un marcador de género en las mujeres. Se revisan también los proyectos de maternidad y paternidad para quienes no son madres ni padres, encontrándose que hay expectativas y proyectos de maternidad y paternidad, especialmente en la cohorte más joven de entrevistados.

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El capítulo quinto da cuenta de la iniciación sexual en los varones y mujeres encuestadas siendo ésta el punto de partida en la construcción de una biografía sexual; se parte de una discusión teórica sobre la iniciación sexual, enmarcando las diferencias que dicho proceso tiene en hombres y mujeres, y entre el debut sexual homoerótico y el heterosexual por las implicaciones simbólicas y biológicas que derivan en pérdida de la virginidad, embarazo, maternidad-paternidad y posible entrada en unión, en el contexto del homoerotismo estas nociones no están en juego y devienen otros imaginarios asociados que se discuten a partir de los datos. El capítulo avanza y describe la construcción del deseo hacia personas del mismo sexo, notándose que más del 50% de los y las participantes reconocen que fue durante la niñez el momento en el cual sintieron dicha atracción. Frente a la primera relación hetero u homoerótica se describe la edad mediana de ocurrencia de ambos eventos, la velocidad con que ocurre entre cohortes de entrevistados, notándose una aceleración entre los más jóvenes, y el contexto de ocurrencia de dicha experiencia que suele concentrarse en las redes sociales cercanas al individuo: amigos/as, vecinos/as y compañeros/as de estudio. El uso del condón en el marco de esta primera relación sexual es baja en los entrevistados mayores de 40 años y cercana al 40% entre los más jóvenes.

Un elemento central en este capítulo se deriva de la asociación entre prácticas sexuales y diferencias etáreas entre el entrevistado y su pareja, a partir de allí se evidencia cómo las nociones de valor sexual asociadas a la penetración se traslapan al campo del homoerotismo generando una jerarquía en las prácticas sexuales asociadas con la edad de los varones. Tal jerarquía se traduce en la feminización del cuerpo del varón menor de edad y en su transformación como algo penetrable. Por el contrario, el debut sexual homoerótico en las mujeres transcurre entre coordenadas más democráticas, menos jerárquico en función de las prácticas sexuales.

El sexto capítulo describe la forma como transcurre el emparejamiento en la biografía de los hombres y las mujeres entrevistadas; con la información biográfica completa en el establecimiento de relaciones de pareja, fue posible identificar tres tipos de trayectorias o modos de interacción sexual: trayectorias de emparejamiento, de relacionamiento sexual y estilos de emparejamiento. El primer constructo consta de siete categorías: trayectorias

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exclusivas con hombres, con mujeres, con transgéneros, inicia hombres luego mujeres, inicia mujeres luego hombres, alternadas o mixtas y sin historias de pareja; los estilos de emparejamiento definidos son el mono y el poliamor y las trayectorias identificadas de relacionamiento sexual fueron: cerradas, abiertas y fluidas o mixtas. Estos constructos constituyen tipologías o modos de entender el emparejamiento entre personas del mismo sexo.

En un apartado posterior se identifica la edad mediana de ocurrencia de las diferentes relaciones de pareja y se identifica un momento de cambio, en el curso de vida de los entrevistados, en la preferencia etárea de las parejas tendiendo a preferir parejas más jóvenes; este cambio o transición se ubica entre los 26 y los 30 años de edad. En las mujeres también se aprecia este cambio, pero las brechas etáreas entre una y otra no son tan marcadas como en los varones.

También se explora la intensidad o duración de las

diferentes relaciones de pareja, con y sin corresidencia, según el orden biográfico y se comparan tales duraciones entre generaciones de entrevistados, notándose una menor duración de las relaciones en los más jóvenes con respecto a los más adultos. Finalmente se describe el contexto de ocurrencia de los diferentes emparejamientos en dos niveles: escenarios donde se conocieron las parejas y vinculación de la relación con la familia de origen.

En el capítulo séptimo está relacionado con la corresidencia y la vida doméstica en parejas del mismo sexo, allí se explora la construcción de la privacidad, la afectividad y la domesticidad entendida esta última desde la toma de decisiones, los aportes económicos, el trabajo doméstico y los conflictos de pareja; el análisis de los datos conlleva una reflexión hacia nuevas definiciones y prácticas acerca de lo público y lo íntimo. Se evidenció una tendencia hacia la democratización de las labores domésticas y equidad en los aportes para el sostenimiento del hogar; no obstante, emergen algunos elementos que pueden indicar desigualdad en estos asuntos. Se resalta la centralidad de los celos como motor generador de conflictos en la pareja.

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El octavo capítulo indaga por el contexto de tiempo social en el cual deben enmarcarse las relaciones erótica-afectivas entre personas del mismo sexo, para ello se toma al VIH-SIDA como referente central que permite comprender cambios en las formas de interacción entre varones y tal vez entre mujeres; esta definición permitió definir un antes y un después de la aparición de la epidemia tiempo que se ubica para nuestro análisis en 1985, año en el cual se reporta el primer caso en el Eje Cafetero. A partir de una revisión de la respuesta institucional frente al VIH-SIDA y el comportamiento epidemiológico, se proponen cuatro momentos: Antes de 1985, entre 1985– 1996, 1997– 2004 y 2005 – 2011.

El momento I, antes de 1985, corresponde al período de tiempo en el cual el VIH-SIDA todavía no había aparecido formalmente en el referente epidemiológico del país; en el momento II, entre 1985-1996, el Estado comienza a pronunciarse frente al VIH-SIDA, se vive un crecimiento exponencial de la epidemia y aparecen los primeros proyectos de ley y las primeras definiciones operacionales para el manejo de la patología. Entre 1997-2004 o momento III se evidencia un esfuerzo estatal en términos de un marco normativo y operativo, orientado a su vez por lineamientos internacionales para atender las demandas de Salud Pública motivadas por la presencia del VIH-SIDA; se presenta durante este período una estabilización en el número de casos nuevos y no existía un tratamiento curativo para la enfermedad.

En el momento IV, entre 2005-2011, se presenta un

fortalecimiento del marco legislativo y de políticas públicas y una mayor presencia de organismos internacionales, se define la ley para mejorar la atención de la población colombiana con VIH-SIDA y se garantiza el tratamiento con medicamentos antirretrovirales, se tiene evidencia científica de curación de casos de VIH-SIDA, la enfermedad ya no es mortal, aunque se presenta un nuevo aumento de casos, explicados tal vez por el exceso de confianza en la respuesta médica y el sentimiento de no vulnerabilidad en las poblaciones más jóvenes que son quienes presentan el mayor aumento de los eventos.

Cada uno de estos momentos, tomando al VIH-SIDA como referente central, constituye una cohorte de emparejamiento donde se inician un conjunto de historias de pareja. Las 1636 historias de pareja reconstruidas se distribuyen en estos cuatro períodos, tomando

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como criterio ordenador la fecha de inicio de la relación. El análisis de la información pone de manifiesto la menor duración de las relaciones de pareja entre cohortes de emparejamiento, una mayor visibilización en el marco de la familia troncal y una mayor institucionalización del ligue2 concentrado en un 36% en el bar gay y la internet, en detrimento del ligue callejero y otros espacios no especializados para población con prácticas homoeróticas.

Uno de los hallazgos más contundentes de esta investigación es la comprensión de los factores socio-demográficos que explican las duraciones superiores a un año en las relaciones de pareja.

A partir de tres modelos de regresión logística, uno general y uno

para cada sexo, se exploraron un conjunto de variables, siendo estadísticamente significativas la corresidencia en pareja, si la familia conoció la existencia de la relación, si la primera relación sexual con la pareja transcurrió después del primer mes de conocidos y no el mismo día y la acumulación de experiencia amorosa traducida en la mayor probabilidad una tercera historia con respecto a la primera.

El capítulo nueve explora las percepciones sobre discriminación por homofobia, se encontró que el 72% de los hombres y el 77% de las mujeres considera que en su ciudad existe discriminación hacia la personas homosexuales;

las formas más comunes de

discriminación están centradas en el insulto y la amenaza, las burlas y la mirada, el escenario de mayor discriminación es la calle y las personas que mayor la ejercen son los sacerdotes y pastores, hombres heterosexuales y policías. También se manifestó una mayor discriminación de otros hombres con prácticas homoeróticas y no tanto de las mujeres.

Finalmente el capítulo diez presenta las conclusiones generales de la investigación y el once describe la ruta metodológica seguida en la construcción de la investigación y que sirve de bitácora para nuevas exploraciones.

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La voz coloquial ligar, de uso común en la habla mexicana, se retoma para esta investigación en el sentido de referir el proceso de conocimiento que genera un vínculo entre dos personas. Se asocia también a cortejar (ver página 159).

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CAPÍTULO I LA CULTURA SEXUAL Y EL TIEMPO HISTÓRICO DE LA INVESTIGACIÓN

Para comprender la categoría de “cultura sexual” es necesario partir de una definición de cultura que permita encuadrar el significado de lo sexual en un contexto en particular. Entenderemos la cultura como un proceso constructivo -a modo de red, malla o entramadode significados, en un acto de comunicación donde surgen, se desarrollan y deconstruyen tramas sobre la vida y un conjunto de actitudes respecto a ésta (Austin, 2000), diríamos de producción de sentidos; combina procesos mentales que crean los significados (la cultura en el interior de la mente) y un medio ambiente o contexto significativo. Siguiendo a Clifford Geertz (1987) "El concepto de cultura ... es esencialmente un concepto semiótico…la cultura es esa urdimbre y el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones”. Para Geertz una concepción de cultura reconoce una serie de mecanismos de control -planes, recetas, fórmulas, reglas, instrucciones- que gobiernan la conducta, pero no la constriñen completamente. En este sentido, las categorías de género y sexualidad al ser construcciones históricas, constituyen objetos sociales sobre los cuales las sociedades construyen tramas de significados, la urdimbre sobre la cual se teje lo sexual o como diría Gayle Rubin (1986), un sistema sexo-género.

Así, entenderemos por cultura sexual el conjunto de significados y expectativas de comportamiento que una sociedad, en un tiempo determinado, atribuye a los cuerpos en función de la marca exterior que llamamos sexo, a las prácticas sexuales y a las identidades de género.

Las prácticas homoeróticas en el contexto de una cultura sexual particular han seguido un sendero de dramáticos cambios y deformaciones en los últimos dos siglos. Concebidas como pecado, crimen o enfermedad y sujetas a presión por parte de Estados y élites sociales, las relaciones entre personas del mismo sexo han persistido y hoy emergen en ámbitos sin precedentes. Convencionalmente se puede hablar en la cultura occidental de tres momentos fundamentales en los discursos en torno a la homosexualidad. Un

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predominio moral (a veces brutal, a veces despreocupado), desde la baja Edad Media hasta el siglo XIX, en el cual se cobija la mayor parte de las hostilidades no articuladas y que fomenta la primera regulación normativa (eclesiástico-penal) de la diferencia sexual. A mediados del siglo XIX surgen con importancia las discusiones científicas (especialmente médicas, psíquicas y criminales), que abren líneas de pensamiento y actuación que van desde el eugenismo del exterminio hasta la sexología de la tolerancia. Y la irrupción en el espacio público, en la década de los años 70 del siglo XX, de un discurso de afirmación autorreferencial (Llamas, 1998), bajo las banderas del movimiento de liberación homosexual que conocemos hoy en día como comunidad LGBT –lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros-. Esta última etapa liderada inicialmente por el movimiento gay conforma una subcultura al interior de la cultura sexual en occidente, que tiene sus matices e intensidades en diferentes contextos pero que abraza ciertas demandas comunes como la lucha por el matrimonio igualitario.

El surgimiento de cada uno de estos discursos no condujo a la eliminación de los anteriores, por el contrario, actualmente en diferentes sociedades y culturas locales coexisten de forma articulada y a veces antagónica para explicar las realidades que configuran las prácticas homoeróticas.

Valorar y representar el homoerotismo, además, es un hecho que contiene en sí mismo una complejidad propia, en la medida en que dentro de las mismas sexualidades disidentes se revelan nuevas bifurcaciones en la forma de actuar, nombrar, percibir y comprender las emergentes realidades sexuales, que establecen de nuevo un orden, un aura de prestigio y desprestigio en torno a los actores que hacen parte de determinados grupos: trans, sadomasoquistas. Esta discusión la recoge de manera precisa Gayle Rubin (1989) en su texto Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad.

A continuación y en concordancia con el enfoque biográfico se presenta el tiempo histórico, contexto en el cual pueden comprenderse las coordenadas del homoerotismo y el emparejamiento entre personas del mismo sexo en el Eje Cafetero colombiano; para ello se adelantó una revisión en periódico “La Patria” entre los años 1920-1985, siendo 1985

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cuando se reporta el primer caso de VIH-SIDA en Manizales y el Eje Cafetero. A partir de este momento empieza en nuestro análisis el tiempo social, tiempo que es nutrido, significado y resignificado por los varones y mujeres entrevistadas3, es el tiempo de su experiencia vital.

Entre los años 1920 a 1985 la literatura existente en torno a la homosexualidad en el Eje Cafetero es limitada, existe poco pronunciamiento sobre el tema, además lo poco abordado recibe un trato que denota estigma y señalamiento; de igual manera las alusiones directas al lesbianismo o amor erótico entre mujeres no fue una situación que se nombrara, ni tan siquiera como problema dentro de la sociedad gran caldense, ni que decir del transgenerismo en su expresión más amplia que solo hizo su presencia en la prensa de la región desde mediados de los años sesenta del siglo XX. Las narraciones de lo travesti en la prensa reiteran la constante confusión histórica entre prácticas homoeróticas e identidades de género asociando homosexualidad con quiebres a la identidad de género.

Aunque el caso de los hombres si fue problematizado como ocurrió en otras sociedades como México (Gallego, 2007; Nuñez, 1999), Estados Unidos (Chauncey, 1994) y Europa (Foucault, 1976), las relaciones eróticas y afectivas entre varones suceden de manera sórdida y en ambientes cuyas características desprestigian tanto a los actores como a las mismas prácticas sexuales, se tratan de espacios físicamente miserables y abyectos, actores lúgubres y realidades cicateras. 1.1 Representaciones sociales4 en torno al homoerotismo en el Gran Caldas entre los años 1920-19855 3

Desde este punto y hacia adelante se tomará la categoría entrevistado/a como sinónimo de encuestado/a y se usarán de manera intercambiable. Si bien reconocemos que la voz correcta para nominar a los participantes de este estudio es encuestado/a, no se puede olvidar que el método de captura de la información fue mediante una entrevista estructurada cara a cara, es decir, se diligenció una encuesta mediante un acto conversacional, de ahí que nuestros encuestados/as fueron también entrevistados/as. Y por ello utilizaremos ambas voces. Además reconocemos que cada una de estas expresiones recoge las tradiciones cualitativas y cuantitativas de investigación, pero seguir insistiendo en que corresponden a estancos separados es continuar con un falso dilema de los métodos de investigación en etapa de superación. 4 Las representaciones sociales son producto de la realidad (socialmente elaborada) (…) productos generados por la actividad y dinámica social que disponen de unas propiedades específicas. (…) las representaciones sociales serían aquellos contenidos estructurados mentalmente –cognitivos, evaluativos, afectivos, y simbólicos-, sobre fenómenos socialmente relevantes que toman la forma de imágenes o metáforas y que son compartidos conscientemente por los miembros de un grupo social.

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Para el año 1905, tras la división territorial introducida en el parlamento por el General Rafael Reyes, Colombia implantó una nueva división territorial del país y con ella se crea el departamento de Caldas, con capital Manizales, ciudad en la que es fundado el Periódico “La Patria” en el año 1921. Entre los años 1922 y 1926 la ciudad de Manizales se perfilaba como centro social y cultural del Gran Caldas, desde allí se impartían directrices políticas y económicas hacia los poblados de Pereira y Armenia. El periódico “La Patria” se concentró en divulgar la información y ser el faro de debate de los asuntos del Eje Cafetero, con un tinte conservador.

Los incendios que en los años veinte del siglo pasado causaron estragos en la ciudad frenando su desarrollo económico, social y cultural, captaron la atención de este diario. En los pueblos en que no se hablaba del tema, la cotidianidad transcurría y fue impresa entre ofertas de paños, celebraciones de misa, anuncios de viaje por las trochas y carreteras colombianas y algún delito representado generalmente en homicidio que debía ser castigado. Se resalta la fuerte influencia europea en el comercio, la arquitectura y las ideas. Entre los años 1930 – 1940 por las páginas del Periódico “La Patria” se deslizan las ya importantes campañas políticas al lado de los reinados que empezaban a aparecer pálidamente en el paisaje. La modificación arquitectónica y urbana de las ciudades centrales, Manizales, Pereira y Armenia, alcanzando protagonismo la reconstrucción de la ciudad capital, paralelo a ello numerosos anuncios del sector agro que ilustra la floreciente economía cafetera, con su manifiesta y creciente actividad comercial; situación que socialmente se hallaba ilustrada en el inicio de las edificaciones republicanas, construidas muchas de ellas en esta época. Muestra de ello fue la construcción de la Catedral Basílica en Manizales, espacio al que el periódico realizó un seguimiento asiduo, que como símbolo permite comprender los cimientos de la idiosincrasia gran caldense, atada a lo religioso como emblema de crecimiento y progreso. 5

Este apartado se enmarca en la propuesta de tesis “las Representaciones sociales del homoerotismo en el Gran Caldas colombiano entre los años 1920 y 1985”, para la Maestría en Estudios de Familia y Desarrollo adelantado por la estudiante Adriana Galvis, quien estuvo vinculada durante su formación a la presente investigación liderada por el grupo Colectivo Estudios de Familia, UniverSIDAd de Caldas. Agradecemos a la maestrante el compartir parte de su material y archivo gráfico.

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Este bosquejo de confirmación de ciudad capital del Gran Caldas abre la posibilidad de leer los acontecimientos que se generan en torno a la ciudad, a su conformación y especialmente al importante papel de la institución religiosa en la idiosincrasia de los pueblos, situación que permite por demás leer entre líneas la cosmovisión de la población en pequeñas ciudades de mayoría campesina, articulada a la producción agrícola y un rudimentario intercambio comercial; es decir, podría afirmarse que la mayoría de estas personas tenían una precaria lectura del mundo moldeada por la iglesia y sus concepciones, por lo que la sexualidad en su marco cultural aparece representada por la moral cristiana y como fuente exclusiva de reproducción y pecado.

La delimitación del campo de acción y pensamiento de la sexualidad en la vida de la gente, explica también la inexistencia de artículos periodísticos que mencionen el tema; se nominan los matrimonios, los nacimientos y los bautizos, las formas institucionales en las que la iglesia permitía la sexualidad, lo “demás”, lo que no estuviera en esa estrecha franja de posibilidades estaba también al margen de las buenas costumbres, por ende fuera de las posibilidades de la prensa institucional que representa el periódico “La Patria”.

Esta breve cronología de los años 1920 y 1950, puede leerse en las palabras de NoelleNeumann (1992) en el sentido de que la significación que para las sociedades adquieren las relaciones de amor y placer entre personas del mismo sexo, no es reductible a una serie de prácticas institucionales o de discursos más o menos incoherentes” lo que Foucault (1979) denomina, “implantación perversa alude a un entramado de relaciones sociales en las que están implicadas las representaciones sociales, la construcción y representación que cada ser humano realiza en torno a su nicho cultural y de manera particular las relaciones que ostenta en su círculo social, los grupos que habita o a los que desea pertenecer”. Para Noelle-Neumann (1992) esta situación obliga a ordenar los afectos, las relaciones y a direccionar el discurso en pos de los temas que son de interés dentro de ese mismo entramado social. Si entendemos la fuerza de la opinión pública, no nos engañaremos pensando que podemos ser “buenos” ciudadanos con completa independencia de la presión

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de la opinión pública y seremos más prudentes al juzgar a otros que en determinados momentos y determinadas circunstancias, tienen que ceder ante la opinión pública (NoelleNeumann 1992). Noelle-Neumann (1992) habla de silenciamiento y aislamiento. Para el caso de la homosexualidad no es un simple hecho de aislamiento, tampoco es reductible a hablar de doble moral por parte de un colectivo humano, se trata de romper la frontera de aquello que es aceptado y valorado socialmente, en este caso, romper el paradigma que habla desde una mirada heterosexual, institucional, monógama, reproductora, que no comprende ni está interesada en el costo social que debe pagar el “transgresor” por sus prácticas sexuales que se oponen a los valores tradicionales, máxime en una sociedad como la gran caldense que acusa a las personas homosexuales de destruir los valores de la familia.

La estrategia del silenciamiento del homoerotismo en la prensa es un recurso que se entiende para preservar el orden, la moral y las buenas costumbres. Cuando se hace mención aparece en el lugar de las páginas sociales y judiciales, siempre asociado a la criminalidad del atraco, pero también a la criminalidad que implica la transgresión del orden de género, del orden natural de las cosas, la referencia implícita al degeneramiento y la depravación. Los años sesenta del siglo XX constituyen un parte aguas, tal vez como antesala a lo sucedido a finales de esta década donde surgen cualquier cantidad de movimientos sociales, entre ellos el de liberación homosexual.

1.2 Relación, transgresión, marginación. En términos generales se habla de la prensa como medio de difusión en el que se articulan los imaginarios de una época, por lo tanto, “la lengua se suelta cuando se siente en armonía con el espíritu de la época” (Noelle-Neumann, 1992:23), para este caso el espíritu de la época es restrictivo, es un elemento clave en el que nos apoyamos para comprender la imagen social que sobre las personas homosexuales produjo y reprodujo la prensa regional en el Gran Caldas entre los años 1920 a 1985 del siglo XX.

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Las palabras usadas en los diferentes artículos hablan de la representación de la homosexualidad en el imaginario social, puesto que la prensa cumple un papel deóntico en medio de una cultura y una época. Desde allí parafraseando a Foucault (1979) es posible decir que el poder produce ideales, contribuye a difundir imaginarios y presenta perpendicularmente su propia exégesis, de esta manera la prensa se convierte en un medio desde el que se crean imaginarios y se difunden maneras de pensar, normalizar y leer los sujetos que conforman la sociedad, y se asegura la futura normalización de los individuos que se formen en esas coordenadas.

Según Foucault (1979), los artículos de prensa representan relaciones sociales, pues no hay ningún artículo que pueda ser considerado neutral u objetivo, por el contrario todos dan muestra de un repudio, silente, de una normalización moral, de un miedo soterrado al momento de acercarse a cada uno de los sujetos o hechos, cada artículo traza en torno de sí mismo una constricción moral que puede leerse como un distanciamiento de quien escribe de la realidad que enuncia; la prensa no solamente ofrece una imagen sobre los sujetos que significa, sino que se extiende para crear imaginarios socio-políticos de los mismos.

Las representaciones sociales sobre el homoerotismo en los medios masivos de difusión y de comunicación permiten comprender los instrumentos de control que naturalizan las relaciones sociales y establecen estigmas desde la recreación moral; estas caracterizaciones, generadas por las instituciones mediadoras como la iglesia, pueden explorarse con algunas herramientas semióticas, se puede hablar de transgresión contra la norma y contra los individuos; en las diferencias que se establecen entre estos dos casos podemos hallar algunas de las razones que perturban a los individuos que se mueven al margen, al encontrarse en medio de la gruesa franja que divide las acciones moralmente correctas y las que no lo son. El siguiente texto del período “La Patria” en su edición 13773, del jueves 16 de mayo de 1963, recoge lo acá discutido,

En la calle 21, carreras 17 y 18 se vienen sucediendo en forma continua actos bochornosos

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“Actos bochornosos son los que se vienen sucediendo de continuo en los establecimientos que ciertas personas han dado a llamar hoteles. (…) Anoche se presentó a la inspección de Permanencia el señor Marino Morales, quien manifestó que estando en el hotel Gloria (…) fue atracado por dos mujeres de vida licenciosa, una de las cuales le propinó un fuerte varillazo en la espalda. Sindica del atentado a Martha N. quien parece que huyó. Y ahora que hablamos de estos casos es bueno recordar a las autoridades locales que la calle 21 entre las carreras que nos venimos refiriendo se ha convertido en la peor lacra de la ciudad. En las horas de la noche transitan por allí las gentes del hampa. En los negocios denominados hoteles los que en verdad son casas de prostitución, proliferan ladrones, mujeres de 0 en conducta, marihuanos, elementos considerados como pervertidos sexuales. Ahora solo se espera que las autoridades encargadas de conservar la moral pongan manos en el asunto.” Es pertinente hacer hincapié en el papel que tiene el periodista y la “importancia” que este le atribuye a las situaciones y detalles estructurales del texto, puesto que de allí depende la lectura que el lector común, externo, elabora a cerca del homosexualismo en la sociedad Gran Caldas en estos años, además, permite realizar interpretaciones sobre los espacios temporales en los que hay ausencia de información en la prensa local. Quien nombra confiere significado, entonces, la imagen de sentido no la crea sólo quien nombra, sino lo nombrado y aún el mismo nombre. Por lo tanto, “Un enunciado es siempre un acontecimiento que ni la lengua ni el sentido pueden agotar por completo […] porque está siempre ligado con situaciones que lo provocan y con consecuencias que el mismo incita” (Foucault, 1969: 46).

En este caso, el artículo no tiene una referencia hacia el homosexualismo de manera directa, sino que habla de “pervertidos sexuales”, a quienes ubica al lado de personas desprestigiadas social y moralmente y a quienes atribuye vicios y daño público, no solo de orden moral sino económico.

Al final el autor dice, a manera de petición, que espera que las autoridades se encarguen del “asunto”. Lo no nombrado, lo abyecto, lo sucio, aquello que no puede ni debe ser nombrado aparece allí a medias tintas en un claro oscuro reclamando la luz pública y la autoridad, un llamado a la moral.

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Aparece también para la época un llamamiento desde el periódico a la moral y al control y un combate frontal a la pornografía y la depravación; un par de artículos hallados en la edición 14140 del 2 de Junio de 1964 y 14143 del Junio 5 del mismo año referido para Calarcá, Quindío, así lo deja entrever:

LITERATURA MALSANA Un distinguido sacerdote de la ciudad, nos ha hecho llegar su inquietud por la proliferación de literatura pornográfica, en los expendios de revistas y periódicos, en puntos céntricos de la ciudad. (…) Muy en especial es notoria la abundancia de revistas ilustradas en género específicamente inmoral y que so pretexto de dar a conocer la industria cinematográfica extranjera, sus veleidades y la de los artistas de ese género, presentan, escandalosamente, escenas de depravación y corrupción que desdicen de nuestra condición de pueblo éticamente conformado. Queremos alertar a las autoridades sobre este género de publicaciones y su descarado comercio que se efectúa, en especial entre menores de edad, sin escrúpulo de ninguna clase. Debe efectuarse una vigilancia muy estrecha sobre los expendios callejeros de revistas y periódicos, que son las que se lucran en mayor escala por este tráfico a todas luces indeseable.

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CALARCA, junio 4 (…) Existe bastante descontento entre los habitantes de la ciudad, especialmente los que ocupan los barrios 20 de Julio y Las Camelias, con el señor alcalde, por razones de moralidad pública. En efecto, cuando el burgomaestre se posesionó, ofreció iniciar y llevar a cabo una campaña tendiente a moralizar la ciudad, invadida por damiselas que habitan los sectores ocupados por las familias honestas. Los barrios Las Camelias y 20 de Julio, merced a la acción constante de la junta de acción comunal secundada por la coordinadora, en una campaña que lleva dos años, había logrado sanear y moralizar el sector. Esta labor se perdió en menos de una hora, cuando el alcalde concedió el permiso, según se dice a varias mujeres para que allí residieran.

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Homosexual identificado? (Sábado 21 de mayo de 1966. Periódico “““La Patria”””, Edición 14822) … Las autoridades están sobre la pista de un sujeto, a quien algunos menores de la “Ciudad Jardín” señalan como el mismo que les ha formulado propuestas para que se internen con él en los matorrales del sector, a cambio de ofertas de dinero. El análisis de los “detalles” que ofrece el narrador representa en sí mismo el objetivo de nuestro análisis, pues esto proporciona una idea clara de las diversas propiedades de la producción de la noticia, de los valores e ideologías de los periodistas y de los periódicos, pero especialmente, de la manera cómo los lectores –quienes además pertenecen a círculos sociales exclusivos- entenderán y memorizaran la información que ofrece la noticia para elaborar reflexiones propias acerca de la “realidad”.

ARMENIA; julio 11. Dos casos de violencia protagonizados por elementos homosexuales, fueron denunciados en las últimas horas ante las autoridades policivas, por las personas ofendidas. El primer hecho tuvo ocurrencia en el bañero “El Churimo” del rio Quindío, cuando un joven fue sometido a vejámenes inconfesables de parte de una banda de antisociales sádicos (…) El mismo día en los propios calabozos de la permanencia, fue herido Julio César Meza Cardona, quien no quiso acceder a las pretensiones del homosexual Héctor Cortés Tabue, dijo la policía”

Las frases resaltadas en la trascripción de la noticia aparecida el día martes 11 de julio de 1972 (edición 17272) se cruzan para trasmitir un solo mensaje, los homosexuales no son personas, son elementos, con estatus de cosas u objetos, gráficamente llamarlos elementos en lugar de personas, seres humanos o sujetos permite al columnista tomar distancia es “esos”, separarse cautelosamente sin ser tocado, tomarlos con pinzas para hablar de ellos, sin ser asociado. “Elementos homosexuales” ya es una categoría más explícita que permite hacer una relación real con el campo semántico al que se refiere el columnista, permite

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comprender en medio del contexto por qué ese “elemento” ha sido retirado de los demás elementos sociales, es “homosexual”, lo que necesariamente hace que las categoría cambien, pero con una intención más importante hacer que el lector tome partido y se comprometa con el hecho que enuncia la institución, pues quien habla ahora, no es un columnista, sino la verdad sobre el cuerpo (de la cual se hablará más adelante);

las

personas que escriben y lo hacen para el periódico pertenecen a una clase social específica y en este sentido lo escrito tiene además un contenido de clase. En esa medida ya el “homosexual” es claramente un “elemento”.

1.3 La permanente confusión de las prácticas sexuales con las identidades de género. El trasvestismo en la prensa grancaldense.

Para los años 70 aparece en las páginas del periódico “La Patria” ya no sólo una relación explícita a la sexualidad y la homosexualidad criminal, sino que nuevas rupturas en el horizonte moral hacen evidente un nuevo sujeto, el travesti (ver fotografía edición 17262). Representar algo es describirlo o dibujarlo, llamarlo a la mente mediante una descripción, retrato o imaginación; poner una semejanza de ello delante de nuestra mente o de los sentidos (Hall, 1997). La figura del travesti –siempre de varones feminizados- debía ser representada. Las noticias publicadas en el periódico “La Patria” en 1972, nos hablan precisamente del cuerpo del hombre y la mujer como una dicotomía clara, que no debe ser franqueada, diferencias que no se basan únicamente en su “marca” sexual, sino en la representación social de género que confina decididamente a las mujeres en un mundo de “feminidad” y a los hombres en la “masculinidad” , por lo tanto, los cuerpos deben corresponder al género desde su marca corporal- en términos de apariencias, de trajes, modales, actitudes corporales, características todas que permiten hallar con facilidad un opuesto. En esa medida el cuerpo cultural es un espejo del deber ser, es una institución alienante que dicta los preceptos de lo que es y lo que no es válido socialmente.

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Sábado 1 de junio de 1972. Periódico “La Patria”, edición 17262 La actividad mediadora produce caracterizaciones, es decir, una asociación de calidades distintivas que se articulan como conductas recurrentes y propias de solo “cierto tipo de individuos” que derivan en conflicto social evidente en marginación y agresividad por parte de los sujetos vulnerados, situación que incongruentemente vuelve a ser considerada una conducta distintiva y nuevamente es tenida en cuenta dentro de la caracterización. Todo este proceso ocurre a través del lenguaje y la nominación (homosexual, lesbiana, travesti, loca, cacorro), dar nombres es tipificar, clasificar, etiquetar a los individuos, esto es, un mundo de sucesos habituales que nunca es cuestionado y que incluso se instala en el imaginario como el deber ser.

En la medida en que esto sucede, los aparatos ideológicos - escuela, iglesia, familia expresan las relaciones de poder, en nuestro caso particular poder en las relaciones de género, que se conectan de manera directa con las relaciones de clase social, en donde los artículos de prensa participan en la definición de la “normalidad y la naturalización de esas

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relaciones sociales, que terminan por concretarse en una construcción social históricamente precisa cuya función es servir de modelo de orden sobre la realidad” (función cognitiva-Moscovici, citado por Botero Gómez, 2008). En esta representación aparece la constante histórica de asociar género con prácticas sexuales correctas;

un

hombre vestido de mujer automáticamente será un homosexual, un travestí de acuerdo a las coordenadas de la época. Las palabras reproducen ideas y las ideas crean sensación de “realidad”, por eso cuando Foucault (1985) expresa que “toda sociedad tiene su régimen de verdad, su política general de verdad; es decir, los tipos de discurso que acepta y hace funcionar como verdaderos; los mecanismos e instancias que permiten distinguir los enunciados verdaderos de los falsos, los medios por los que se sanciona cada uno; las técnicas y procedimientos considerados válidos para la adquisición de la verdad; la categoría de quienes tienen encomendado manifestar lo que se considera verdadero” (Foucault 1985). Es esa la lectura que se encuentra cuando se habla o esboza el recorrido por la imagen de la mujer, una serie de representaciones que intentan corresponderse de manera plena con un dato de orden biológico, ¿tiene vagina desde su nacimiento?

Los cuerpos que la tradición busca imitar son cuerpos referenciados, desde un deber ser, contextura, tamaño, formas, todos datos extraídos de una sistemática construcción cultural que no se corresponden con los patrones mestizos, para el caso de las mujeres, y mucho menos para los travestis, pues sus cuerpos son reflejo directo de ideologías, identidades, ideales, roles, comportamientos que la sociedad ha moldeado y que considera cierto para “unas” mujeres pero falsos para su “réplica” por más que ésta supere el original.

Desde finales de los años sesenta del siglo XX se venía reportando en la prensa la presencia de travestis en países de América Latina y otras ciudades, pero poco se hablaba del tema en el Eje Cafetero. En la edición 15077 del martes 14 de Febrero de 1967, un titular en las páginas sociales pone de manifiesto este asunto.

El texto es rico en detalles de la

suplantación, de relatos de verdad, autoridad del aparato médico para definir el “sexo verdadero”, la verdad del sexo, un texto en semejanza con lo descrito por Foucault (1985) para la Herculine Barbin llamada Alexina (1985) de la Francia de finales del siglo XIX.

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“Un varón suplanta bella y hermosa joven venezolana” Las autoridades descubrieron a un varón que durante muchos años venía simulando pertenecer al sexo femenino. El varón lucía con garbo trajes femeninos y actuaba con modales de una joven de unos 25 años de edad. Esta dama engañó a todos, incluso a su novio, con quien mantenía relaciones amistosas, y el que incluso había proyectado pedirla como esposa.

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La noticia de este hombre-mujer tuvo extraordinaria publicidad, y despertó el interés de las autoridades a raíz de una denuncia presentada ante un juzgado por un individuo de la población. Demanda por “engaño” contra “Josefa” o José Romero, a quien denunció como hombre disfrazado de mujer, que lo había hecho víctima de engaño al afirmarle que era una dama. Al iniciarse las investigaciones fue detenida la “acusada”, o mejor dicho, el acusado, y previos exámenes médicos de rigor, se confirmó que se trataba realmente de un varón. Pero las investigaciones posteriores han revelado un extraño caso, aquella “dama” que figuraba con el nombre de Josefa Romero, era muy conocida en la localidad y durante muchos años desempeñó sus funciones de mesonera o garzona en un restaurante donde afirmaron que era reconocida por su buena conducta y seriedad. Pero tarde o temprano habría de descubrirse su verdadero sexo. Como ocurrió cuando se le presentó un admirador que convencido de su feminidad, llegó incluso a proponerle matrimonio. Por razones circunstanciales, el admirador descubrió que era un hombre, ofendido por esto, interpuso inmediatamente demanda ante la justicia. De esta manera el secreto que guardaba celosamente José Romero se hizo público, y el caso comenzó a ser nombrado en todos los tonos por el público que interiorizó los detalles por las crónicas publicadas en los diarios y revistas. Ahora son los médicos los que han intervenido en este asunto, porque parece tratarse de un caso de ambigüedad sexual, y el individuo que durante años se ha posesionado mentalmente de tal manera de su aparente sexo, que ahora se limita a pedir intervención médica para convertirse definitivamente en mujer. Mientras tanto él debe permanecer en la cárcel, no solo acusado de engaño, sino también de perversión y suplantación de personalidad.

La prensa de los setenta en el Eje Cafetero estuvo relacionada en temas de sexualidad en una puja entre recuperar la moral sexual, la asociación entre homosexualidad y criminalidad y la presencia sensacionalista del cuerpo travesti, o como lo diría la columnista del diario “La Patria” Olinda Zapata Alvarez “El tercer sexo” (Edición 17155 del lunes 13 de marzo de 1972).

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Allí comenta que poco está de acuerdo con los cambios que implican el tercer sexo y no tienen una verdadera filosofía (…) “Los (las) del tercer sexo nos acecharon con sus opiniones tan ambiguas como: las mujeres les tenemos envidia, ellos (ellas) se maquillan mejor, que su estatura aunque otras medidas no, son muy acordes y bien recibidas en reinados de belleza. En fin una serie de eficiencias. Nosotras las mujeres que pertenecemos a un sexo tan antiguo como el sexo masculino no nos alardeamos tanto, aunque si vemos con tristeza como ellos (los hombres) dejan sus normales actividades”. Describe como los(as) del tercer sexo participan en desfiles, reinados de belleza y como modelos en agencias publicitarias. En sí es un artículo que marca la presencia social del trasvestismo en nuestra sociedad.

Para el caso de las ciudades del Eje Cafetero, la presencia travesti estaba confinada a las zonas de tolerancia donde convivían con prostitutas y trabajadoras sexuales. Manizales especialmente en Arenales tuvo a Estrella como una de sus máximas representantes hasta

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su muerte en 1981. El periódico en su edición 21267 del 25 de septiembre de 1981 relata así lo sucedido.

“Media Luna” mató a “Estrella” De dos cuchilladas que le interesaron el corazón fue muerto un conocido homosexual de esta capital, en un sector del Barrio Arenales”. El CASO Por circunstancias aún no determinadas, Nelson Hidalgo y un compañero de trabajo identificado solo como “media luna” sostuvieron una discusión que se prolongó por varios minutos. Según se dijo en medios allegados a la residencia donde se registraron los hechos, Hidalgo había amenazado varias veces a media luna, ya que dizque era bastante problemático cuando se hallaba embriagado. LO MATAN Hidalgo, un individuo de 35 años, era conocido en su medio como “Estrella” y por varias veces estuvo retenido por lesiones personales. Media Luna conociendo la peligroSIDAd de su compañero, aprovechó que se durmiera y así le propino las dos lesiones que más tarde le ocasionaran la muerte SE FUGA DEL HOSPITAL Nelson Hidalgo, “Estrella” fue conducido al Hospital Universitario de Caldas, y cuando era intervenido quirúrgicamente, se fugó del centro asistencial, ante la mirada atónita de los médicos de turno. Allí, según indicaron quienes estaban cerca, expreso que “no tengo nada” en su carrera tomo la avenida paralela, donde cayó ya agonizante. En este nuevo estado fue llevado de nuevo al hospital, donde dejó de existir a los pocos segundos. LEVANTAMIENTO Las diligencias de rigor las adelantó la policía judicial en asocio con otros funcionarios. Un juez de instrucción se hizo cargo de la correspondiente investigación.

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Una estrella que se apaga “El tema del día ha sido el famoso travesti “La Media Luna”, que se encuentra sometido a juicio por haber dado a muerte al legendario personaje “la estrella”. Estos dos personajes han dado suficiente con que enriquecer la novelística y la historia de la ciudad. Con la muerte de “La Estrella”(…) es el final del famoso sitio de prostitución, del famosos sitio conocido como “Arenales” y que fue en sus mejores tiempos vivero del hampa, malevaje, tangos, cuchillas, traiciones. La vida de la zona era espectacular, luces, bailaderos y las señoritingas con sus zapatos rojos de tacón puntilla y sus candongas de plástico y sus vestidos de zaraza. Mujeres de la vida y de la muerte en la orgía desenfrenada de la prostitución autorizada. Mundo de canarreos, espinas, ratas y tinieblos calandracos. Hoy es otro mundo, gente humilde, buena, habita ese mundo que antes fuera el reino de las emperatrices del mercado del amor. (…..) Solo Libaniel, el famoso dueño del bar “Gay” más antiguo y tradicional todavía mantiene “la moral en alto”, hoy ese famoso sitio de homosexuales se ha convertido en un sitio “in” frecuentado por lo más “caché” del set “frisolero”, Gentecita que se viste como para ir al estudio 54 en New York.

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Libaniel le ha metido orquesta y lo que era un sitio gay se ha convertido en un bar con mucha “gente de dedo parado etc.” De toda esta historia que es larga y que no terminaría de contarla, se desprende la imagen única, fatal, sublime, vampiresa: Estrella Hidalgo, una vida de fantasía, de espectáculo cinematográfico muerta gracias a la pericia de media luna que pudo aventajar a su muestra en estos asuntos de muerte. La gente se ha botado con curioSIDAd morbosa a conocer La Media Luna y por eso hoy el Palacio Nacional ha vivido un agite desusado para sus juicios regulares. Mas no es lo mismo que Pedro mate a Juan, que media Luna mate a un mito cuya sombra y recuerdo recorre los prostíbulos, las callejuelas, las crónicas rojas y las conciencias de todos aquellos que tuvieron alguna vez que conocer a la estrella, que por gracia de la historia natural de los pueblos pasa a formar parte de los mitos y leyendas necesarios. Cuando los jueces determinen el veredicto a la media luna, se estará de esta manera y en forma simbólica cerrando el último caso de la zona de tolerancia más importante que tuvo el imperio del café. Hoy en día la prostitución se ejerce en las partes aledañas a la alcaldía, en los moteles, por la plaza de toros, en el parque caldas…en todas partes y salimos más rápido. La prostitución es la prostitución, se ejerza en una casa de citas o en un motel. Como detalle curioso, fue imposible entrar a la sala donde se estaba celebrando el proceso contra La Media Luna, de lejos y con mucha dificultad le vimos unas gafas de color amarillo, un collar de artesanía, tal vez elaborado con dientes de algún animal, una blusa en “ye” y una chaqueta puesta encima de los hombros, con mucha coquetería. Slacks, no pude ver si iba de zapatos de tacón porque no alcancé por la multitud, a detallar otros aspectos, el calor era insoportable y mejor me fui a tomar aire fresco. La sala se encontraba atestada de estudiantes, médicos, abogados, curiosos, travestis, estudiantes de derecho, travestis, homosexuales y más travestis, se fueron las amigas de la finada Estrella y naturalmente las íntimas de La Media Luna. Siglo XX cambalache.”

El juicio fue seguido de cerca por la prensa local, y con lujo de detalles se describe la vida de Estrella y Media Luna, del lugar llamado Arenales, de Libaniel y su nuevo sitio “gay”, y del fin de una era en esta zona de la ciudad, situación que efectivamente sucedió con el paso del tiempo.

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La historia de Roberta Close cierra nuestras coordenadas de tiempo histórico, marcada por el cuerpo travesti y transexual, de desborde de los límites de género conocidos, la irrupción del VIH-SIDA en 1985 y el inicio de la onda “gay”; la edición 22289 del jueves 9 de agosto de 1984, relata el asunto

La mujer más codiciada de Brasil es un hombre La mujer más bella y codiciada hoy de Brasil es un hombre, 23 años, alta (1.79 metros), largo cabello oscuro y formas exuberantes: 93 centímetros de busto, 64 de cintura y 95 de caderas. Se trata de Luis Roberto Gambine, alias “Roberta Close” el más perfecto travesti que haya surgido en este país. “Solo con mirarme uno puede ver que no soy una caricatura de mujer” dice “la” Close. Y tiene razón, anquen biológicamente se trata de un varón con todos sus atributos, nunca un hermafrodita, Roberta en nada se parece a los travestis tradicionales. Todas sus actitudes son eminentemente femeninas, nunca afeminadas, la voz es de un soprano suave, no tiene siquiera los

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factores denunciadores de los travestis, la manzana de Adán y los pies masculinos. Se trata de una mujer perfecta, con la ventaja de que no siente la envidia del “penis” tan comentado por Freud. La hija de una familia de clase media, de Rio de Janeiro, con otros tres hermanos hombres (…) asegura que siempre se sintió mujer, aunque en un principio la gente no se daba cuenta porque era la época en que tanto muchachos como muchachas eran iguales, con Jean, Remeras y pelo largo. La Close asegura que nunca se sometió a inyecciones de silicona para adquirir formas femeninas y que todo lo consiguió solo ingiriendo hormonas. En cuanto a una operación para cambiarse el sexo Roberta Close la admite pero solo para el futuro, y afirma: “ya he creado una imagen como travesti y hacer la operación ahora significaría destruir la imagen que construí sería una tontería”, afirma Roberta. Finalmente, el emparejamiento entre personas del mismo sexo es el gran ausente de este recorrido. Si nominar lo homosexual, lo travesti fue complejo para la sociedad grancaldense, el emparejamiento es lo abyecto, lo impensable, lo irrepresentable. Si bien en México y otras sociedades latinoamericanas desde los años sesenta existía una literatura que enunciaba el emparejamiento (Gallego, 2007), en la zona cafetera y tal vez en el país poca referencia se hacía al asunto.

El emparejamiento entre personas del mismo sexo, o como le denominamos gay o lésbico, es una situación narrada de los años ochenta en adelante y se inscribe en las coordenadas del tiempo social de esta investigación.

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CAPÍTULO II CONTEXTO ESPACIAL DE LA INVESTIGACIÓN Y CARACTERÍSTICAS SOCIODEMOGRÁFICAS DE LA POBLACIÓN ENTREVISTADA

El espacio en que tiene lugar la presente investigación es un territorio con una diversidad étnica y cultural denominada Eje Cafetero, conformada por los departamentos de Caldas, Quindío, Risaralda y el norte del Valle. El “Gran Caldas” es producto de la colonización Antioqueña, una colonización que dio como resultado la fundación de tres ciudades principales y un sinnúmero de poblados, Manizales en el año 1849, Pereira en el año 1863 y Armenia en el año 1889. Una gran región cuyas tierras a través de la historia han sido aptas principalmente para el cultivo de café. La ciudad de Cartago, reporta una vida citadina que se remonta al siglo XVI. El Eje Cafetero fue declarado recientemente por la Unesco patrimonio cultural de la humanidad.

El municipio de Manizales se encuentra a 2150 msnm, con una humedad relativa del 80% y una extensión de 508 km2. Está ubicado en la cordillera central de los andes y su población aproximada es de 361.364 habitantes según proyecciones del Departamento Nacional de Estadística –DANE- para el año 2010. Manizales se caracteriza por ser una región de tradición cafetera por lo tanto una parte considerable de su actividad económica se centra en la comercialización y exportación de café, no obstante en las últimas décadas la ciudad se perfila como centro de movilidad universitaria, contando con nueve instituciones universitarias de las cuales dos son de carácter público (Universidad de Caldas y Universidad Nacional), además de ser considerada sitio turístico debido a sus actividades culturales y festividades como la feria de Manizales, el festival internacional de teatro, el festival internacional de jazz, y el ecoturismo por su gran variedad de fauna y flora.

Otro factor bastante llamativo de la ciudad es su arquitectura, la amalgama de estilos moderno y neoclásico hacen el paisaje urbanístico de la ciudad variopinto y se pueden encontrar barrios emblemáticos que existen desde el proceso de colonización y que aún se mantienen en buenas condiciones. Otro elemento característico de su arquitectura son los recintos religiosos, parte fundamental del paisaje arquitectónico y de la cultura manizaleña;

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en general la ciudad goza de un renombre conservador que se basa en su ferviente tradición católica.

La ciudad de Pereira se encuentra a 1411 msnm, con una temperatura promedio de 22 grados centígrados, posee una extensión de 702 km2 y se encuentra sobre la cordillera central de la región andina. Pereira junto con su área metropolitana, que cobija los municipio de Dosquebradas, Santa Rosa de Cabal y la Virginia, pueden albergar cerca del millón de habitantes, según proyecciones del DANE para el año de 2010. Su economía se fortalece por el sector de manufactura, agropecuario y especialmente el comercio, renglón que la hecho ser el epicentro de la vida del Eje Cafetero y capital comercial y de negocios de toda esta gran región. A diferencia de Manizales, Pereira es una amalgama de estilos arquitectónicos y no conserva tantos edificios coloniales o de interés público; de igual forma su arquitectura religiosa no es tan extensa y representativa.

Armenia está ubicada a 1551 msnm con una temperatura promedio de 18 grados, una extensión de 250 km2 y una población de 281.006 según proyecciones DANE para el año 2010. Es llamada la ciudad milagro de Colombia con el propósito de resaltar su crecimiento acelerado y su notorio desarrollo en corto tiempo. Después del terremoto de 1999 se recuperó a una velocidad bastante significativa, fortaleciendo su economía de exportación y turismo. Su arquitectura urbana se modificó notablemente después de este evento, convirtiéndola en uno de los principales ejes turísticos de la región occidental del país. Cuenta con un gran número de parques y monumentos que impulsan el turismo, pero su economía también está fuertemente sustentada en la exportación del café.

La ciudad de Cartago fue fundada en 1540 en el sitio donde actualmente se encuentra la ciudad de Pereira, y fue trasladada el veintiuno de abril de 1721 a su espacio actual. La ciudad fue punto estratégico para el proceso de expansión y conquista española, pero debido a los constantes ataques a la que fue sometida, se ordenó su traslado al sitio actual. Posee una extensión de 279 km2 y una población de 126.253 habitantes según proyecciones del DANE para el año 2010, se encuentra localizada a 917 msnm con una temperatura promedio de 22 grados centígrados. Su economía está fundamentada en la agricultura, la

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ganadería, la pequeña industria y el comercio; también es reconocida por su turismo religioso impulsado en gran medida por la arquitectura de la época colonial.

Desde la conformación del territorio conocido como Eje Cafetero siempre salieron a flote ideologías raciales, étnicas, climáticas y de clase que configuraron la cultura sexual de la zona; Armenia y Manizales centro de élites cafeteras mestizas con una significancia de blancura, Pereira y Cartago, “tierra caliente”, de migrantes y afrodescendientes, de prácticas libertinas, imaginarios de putas y santas, de vírgenes y mujeres “de la vida alegre”, de hombres de verdad y aquellos mantenidos o poco cumplidores. Esta trama de representaciones fueron plasmadas en diferentes momentos históricos y constituyen el insumo con el cual unos y otros se presentaron y asignaron valor. Tal fue la pugna regional que involucró desde lo político hasta lo sexual que el Gran Caldas que nació como departamento en 1905 se disgregó en tres departamentos en 1968: Caldas, Quindío y Risaralda. Y las representaciones sobre unos y otros se perpetúan en el tiempo y son fuente constante de conflicto regional.

2.1 Características culturales del Eje Cafetero. Las relaciones sexo-afectivas entre hombres y entre mujeres constituyen una de las muchas realidades sociales que han emergido en las sociedades occidentales durante las últimas décadas del siglo XX y los años transitados del siglo XXI. Su posicionamiento en las prácticas individuales y en los imaginarios sociales ha tenido lugar a través de procesos dialécticos y contradictorios entre el reconocimiento y el rechazo, en las dimensiones macro y micro de la vida social, que concretamente en América Latina permiten comprenderlo como un hecho sociológicamente reciente diferenciado en tiempo de reconocimiento en cada país.

La amalgama cultural de Colombia es un proceso de largo aliento gestado durante la época colonial dando origen al mestizaje no sólo como cruce genético, sino y especialmente como crisol cultural plasmado en un territorio, Virginia Gutiérrez (1975) denominó a estos entramados “complejos culturales”, explicación que a pesar de ser clásica continúa aún

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vigente en la Colombia contemporánea. Estos rasgos corresponden, según Gutiérrez, a las formas de pensar, sentir y comportarse, que conforman las maneras de ser regional configuradas por la cultura, y se construyen esencialmente en el seno de la familia, organización social estructurante del destino individual de hombres y mujeres, y por ende, de la estructura social.

Los rasgos culturales propios de la región del Eje Cafetero devienen en una mezcla interesante entre el complejo cultural antioqueño y el Caucano, de uno y otro se pueden hacer lecturas de sus aportes, el sincretismo propio de la región.

Históricamente el

conflicto entre cosmovisiones entre una zona profundamente conservadora como Antioquia y otra liberal como el Cauca, terminaron con la creación por parte del gobierno del Gran Caldas como cuña entre ambos territorios.

En ambos complejos sobresale el papel

funcional de la religión en el proceso culturador, constituyéndola en un sistema no sólo de relaciones sociales, sino también de valores morales que atraviesa todas las dimensiones de la sociedad.

En este sentido, la religión constituye un fuerte marcador de identidad; una identidad ligada a la aceptación de la moral cristiana que vigila los comportamientos de los individuos que se comparten en los cultos, quienes tácitamente aprehenden los mecanismos de control que hacen parte del legado de creencias y que se constituyen en incentivos del comportamiento individual.

Los principios religiosos son la monogamia, la indisolubilidad de la unión y el patriarcalismo: rasgos básicos del legado español de creencias cristianas operantes en las estrategias de implantación de un sólo modelo familiar “religioso/legal”, en cuyo seno se ha legitimado la obligación de la unión matrimonial, y a través de ella, asumir un compromiso sagrado frente a la indisolubilidad y la obligación de mutua fidelidad, frente a la cual se hacía mayor énfasis en el compromiso de la mujer, asociado al honor masculino.

Otro principio frente a la institución familiar es que el hombre es la cabeza de esta autoridad y ejerce “La Patria”potestad sobre los hijos y la mujer está subordinada al

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hombre. Esta diferenciación marcada de los roles de género produjo que el patriarcalismo despreciara las tareas femeninas, lo que puede ser explicado en el poder y la autoridad conferida al hombre como providente único de la familia.

Los principios y los rasgos mencionados continúan siendo estructurantes en la formación de los hombres y las mujeres del contexto del Eje Cafetero, funcionando como naturalizadores de la heterosexualidad implícita en el modelo único de familia religiosa/legal y de las formas de sentir, pensar y comportarse de éstos, casi con independencia de su orientación sexual, y por ende, como elementos de resistencia frente al emparejamiento homosexual.

Si bien estos elementos han perdido su fuerza controladora en las últimas décadas, no significa que hayan desaparecido, más bien están en proceso de transformación hacia formas de regulación más complejas. En estos cambios en los patrones de vida familiar y en la configuración de la vida social es que emergen las relaciones erótico-afectivas entre hombres y entre mujeres;

de acuerdo con Gallego (2007) la situación actual del

emparejamiento entre personas del mismo sexo se debe a la confluencia de tres condiciones: visibilidad a través de los diferentes movimientos sociales y despliegue en los medios de comunicación, co-residencia de las parejas como unidades domésticas diferenciadas y reconocimiento legal, estas condiciones deben comprenderse en el contexto de transformaciones de reciente data, pero de fuerte impacto, en los niveles micro y macrosocial en Colombia.

A nivel macro, los principales cambios se manifiestan en la interacción global y local de fenómenos como la urbanización, la masificación de los medios de comunicación, las aplicaciones científicas y tecnológicas, la secularización, el establecimiento de sistemas políticos democráticos que, en lo micro, han impactado tanto las instituciones, como la vida cotidiana y las identidades individuales. Los principales impactos de los cambios macrosociales en las dimensiones micro se materializan según Giddens (2005), en la ampliación de los márgenes de libertad de los actores y en la pluralización y flexibilización de muchos de los marcos normativos en los que éstos se desenvuelven, generando transformaciones en los pensamientos y las prácticas con una impactante tendencia hacia la

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individualización, especialmente en los ámbitos relacionados con la sexualidad y la intimidad.

En este sentido, la construcción de relaciones de pareja al interior del homoerotismo como parte de las dimensiones micro propias del tiempo social contemporáneo, es resultado de la tendencia hacia la individualización de sujetos que realizan cuestionamientos a las normas sociales, respaldados por colectividades que demandan la ampliación y la protección de las libertades individuales; incluso, como es afirmado por Bauman (2005) de libertades que contrarían las aspiraciones modernas de remover al mundo de la ambigüedad a través del orden total sustentado en las instituciones.

Especialmente alrededor de la sexualidad, el proceso de individualización ha permitido que durante las últimas cuatro décadas las decisiones alusivas a esta dimensión recaigan en el sujeto, debilitándose el poder de la moral sobre las decisiones sobre con quién, bajo qué tipo de relación, durante cuánto tiempo, de qué maneras y con qué fines ésta es experimentada. En línea con Lipovetsky (2005) la capacidad de hombres y mujeres para tomar tales decisiones sobre su sexualidad, puede considerarse una realidad posmoderna, en el sentido que este autor da a la posmodernidad, hacia la cual hace referencia como algo más que una etapa, algo que constituye un movimiento con una estructura abierta y dinámica que libera al sujeto de los lazos de dependencia social, flexibilizando la expresión de estilos de vida universalizados, que a la vez permiten un máximo de singularidad individual, y de diferenciación e inestabilidad cultural.

Respecto a la universalización/particularización de los estilos de vida al interior del homoerotismo, es necesario reconocer que los sujetos se enfrentan a la posibilidad de vivir sin fundamentos, comprendidos éstos como los cimientos de la tradición, bajo condiciones de contingencia admitida, lo que para Heller (1982) es sinónimo de que han asumido la opción de transformar la contingencia vivida en un destino asumido con toda conciencia; es decir, de transformar la heterosexualidad normativa en el homoerotismo optado, pero también de reforzar los mismos patrones heteronormativos con las mismas prácticas o reivindicaciones al interior del homoerotismo, especialmente es necesario revisar las

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implicaciones que tiene la actual demanda sobre matrimonio igualitario en términos de representaciones sociales y la generación de parias que no se acoplan a la norma.

Son entonces los hombres y las mujeres que participaron de esta investigación, los portadores de las permanencias y los cambios socioculturales en torno a la sexualidad, el género y las vivencias del cuerpo, en una amalgama discursiva que tiene trazas de modernidad y postmodernidad, de autonomía y pertenencia al grupo social. Como nos sugiere Ana Amuchástegui (2001) “los discursos coexisten sin realmente llegar a chocar entre sí o eliminarse el uno al otro”. Lo que parece ocurrir más bien es que los discursos morales en torno a la sexualidad y al género no se encuentran realmente con los discursos de la práctica, de tal manera que lo que se dice en un nivel no es literalmente confrontado u opuesto por lo que se expresa en el otro. Este es el contexto cultural grosso modo en el cual están las coordenadas para comprender las trayectorias sexo-afectivas del homoerotismo en la región, desde el interior de las prácticas, relaciones y significados.

2.2 Características socio-demográficas de los informantes El trabajo en campo realizado bajo los lineamientos del enfoque R.D.S. (RespondentDriven Sampling) y la bola de nieve6 condujo a la configuración de una red de hombres y mujeres con prácticas homoeróticas que accedió a la encuesta biográfica. En total fueron 709 las personas participantes, 56,6% hombres y el 43,4% mujeres, en el mapa 1 se presenta la distribución por sexo y ciudad de residencia habitual al momento de la encuesta: Manizales y su área metropolitana concentró el 30,4% de los hombres y el 26,6% de las mujeres; Pereira y su área metropolitana el 25,4% de los hombres y el 23,7% de las mujeres. Cartago el 24,7% de los hombres y el 28,3% de las mujeres; Armenia y su área metropolitana el 19,5% de los hombres y el 21,4% de las mujeres.

6

Ver capítulo metodológico.

51

Resultta evidente el mayor nú úmero de hombres h enccuestados quue mujeres, lo cual pueede consid derarse una manifestació ón de la maayor invisibiilidad que aúún tiene el homoerotism mo femen nino frente al a masculino, y del mayo or grado de dificultad qque tuvo la ppenetración en redes de d mujeres. De esto se da d cuenta co on mayor dettalle en el caapítulo metoddológico.

MAPA 1: Distribución n de la muesstra por ciuddad de resideencia según ggénero

150

122 82

100 50 0

Hombres

Mujeress

150

102 100

73

50 100 0

99 9

0

Hombres

95 5

87

90 0

80

85 5

78

75

80 0

Homb bres

Mujeres M

70

66 6

65 60

Hombres

Mujerres

Mujeres

52

Cuadro 1.1 Distribución porcentual de los hombres y mujeres entrevistados, según características demográficas. Eje cafetero, 2011. Hombres

Característica % TOTAL

Mujeres n

%

n

56,6

401

43,4

308

Antes de 1970 Entre 1971-1983 Entre 1984-1993

33,2 30,9 35,9

133 124 144

21,8 31,2 47,1

67 96 145

Lugar de residencia Manizales -Area metropolitana AMPereira AM Armenia AM Cartago

30,4 25,4 19,5 24,7

122 102 78 99

26,6 23,7 21,4 28,3

82 73 66 87

Estrato socio-económico Estrato 1 (bajo-bajo) Estrato 2 (bajo) Estrato 3 (medio-bajo) Estrato 4 (Medio) Estrato 5 (medio-alto) Estrato 6 (alto)

5,2 15,5 41,6 24,9 8,5 4,2

21 62 167 100 34 17

10,7 27,9 34,4 16,2 8,1 2,6

33 86 106 50 25 8

Nivel de escolaridad Primaria Secundaria Técnico Universidad Postgrado

2,0 26,2 18,5 43,4 10,0

8 105 74 174 40

6,2 37,0 21,4 32,8 2,6

19 114 66 101 8

Cohorte de nacimiento

Tipo de afiliación a Salud Contributivo 64,1 257 52,6 162 Subsidiado 24,9 100 36,4 112 No tiene afiliación 7,5 23 9,5 38 3,6 11 Otro 6 1,5 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales… en el eje cafetero.

En principio se postularon dos criterios de selección de la muestra, por estrato socioeconómico y por edad, buscando tejer una rama bastante variopinta de informantes. El estrato está definido en relación directa al sector o barrio de residencia habitual, según este criterio se evidenció la concentración de la muestra en el estrato 3 y 4, dos de tres varones y el 50% de las mujeres declararon vivir en estos sectores. En los sectores que podríamos

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denominar populares (estrato 1 y 2) se pudo entrevistar el 20,7% de los hombres y el 38,6% de las mujeres. En estos sectores sociales prevalecen ocupaciones no profesionales y ubicaciones labores intermitentes o independientes, esta precariedad laboral se da con mayor fuerza en las mujeres.

Si bien existen condiciones socio-económicas un tanto diferentes entre los y las entrevistadas, éstas no fueron lo suficientemente extremas para construir dos grupos o estratos como inicialmente se había planeado, lo que si emerge son unas condiciones diferenciales por género, no sólo en términos de clase, sino en aspectos educativos y de seguridad social desfavorables para las mujeres entrevistadas.

La edad constituyó el segundo criterio de selección de la muestra, a partir de las edades simples se construyeron tres cohortes que recogieran la experiencia generacional y sirvieran como eje para comprender los cambios y transformaciones del emparejamiento en el curso de vida; la edad mediana general se estimó en 34 y 29 años para hombres y mujeres, respectivamente.

De acuerdo a la información contenido en el cuadro 1.1., la primera cohorte corresponde a los nacidos antes de 1970, es decir, al momento de la encuesta tenían una edad igual o superior a los 40 años, este grupo tenía una edad mediana de 47 años para los hombres y 45 para las mujeres y está representado por el 33,2% de los hombres y el 21,8 de las mujeres. La cohorte intermedia, o los nacidos entre 1971 y 1983, cuyas edades están entre los 27 y 39 años tiene una edad mediana de 35 años para hombres y mujeres, esta generación está conformada por el 30,9% de los hombres y el 31,2% de las mujeres. Y finalmente la cohorte de los jóvenes, nacidos entre 1984 y 1993, con edades entre los 18 y 26, grupo que alberga el 35,9% de los hombres y el 47,1% de las mujeres, y con una edad mediana de 22 años en general.

Los niveles de escolaridad reportados por los y las entrevistadas confirman las diferencias por género, mientras los hombres corresponden a sectores medios altamente escolarizados, en tanto la mayoría (72%) reportó tener o estar cursando estudios universitarios a nivel

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técnico, profesional o postgrado, en las mujeres la proporción con estos niveles escolares disminuye 16 puntos porcentuales. En contraste, el 43% de las mujeres tiene estudios a nivel de primaria y secundaria frente a un 28% de los varones. Estos datos, más la ubicación estratificada de la muestra señalan y refuerzan la mayor precariedad de las mujeres frente a los hombres en nuestra sociedad que las permea como sujetos sociales, independientemente de las preferencias sexuales. Si se comparan estos datos con los logros educativos para el país que señalan que un colombiano pasa en las aulas 9,22 años en promedio (El tiempo, 26 de agosto de 2010), estaríamos ante unos datos que confirman esta situación de inequidad por género.

En igual sentido, la distribución del tipo de afiliación a salud reafirma como los hombres participan más del régimen contributivo (64%) y las mujeres tienen la mayor participación del subsidiado (36,4%). Estas distribuciones y participaciones están asociadas al tipo de actividad, ya que el 70,8% de los hombres y 63,4% de las mujeres reportó estar trabajando con ingresos en la mayoría de los casos que no supera los dos salarios mínimos legales vigentes (77% en las mujeres, 55% en los hombres).

Uno de cuatro entrevistados,

especialmente de la cohorte más joven, reportó estar estudiando de manera exclusiva o combinar sus estudios con alguna actividad económica que le reporte ingresos.

Los

desempleados alcanzan un 4,8% en los hombres y un 6,5% en las mujeres, a las cuales se suma la ocupación de ama de casa con un 4,6%.

Un elemento adicional de la caracterización socio-demográfica de los entrevistados lo constituye el estado civil -ver cuadro 1.2-. El 85% de los hombres y el 75% de las mujeres reportó estar soltero al momento de la entrevista; la condición de soltería tiende a estar más presente en los jóvenes y menos en los adultos por efecto del comportamiento del mercado matrimonial. La información de soltería como estado civil no es sinónimo de ausencia de una relación de pareja, ya que es notoriamente contrastante cómo el 31% de los varones y el 51% de las mujeres solteras reportó tener una relación de pareja7 con alguien de su mismo sexo. 7

En esta investigación se consideró una relación de pareja el vínculo erótico-afectivo con tres o más meses de duración, criterio definido a partir de investigaciones en Brasil (Heilborn, et al, 2006), México (Gallego, 2010) y Estados Unidos (Mcwhirter y Mattison, 1984).

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Cuadro 1.2 Distribución porcentual de los hombres y mujeres entrevistados, según estado civil y situación de paternidad y maternidad por cohorte de nacimiento. Eje cafetero, 2011. Hombres Característica

Estado civil Soltero/a

Hombres (N=401)

84,9

Pero tiene una relación de pareja mismo sexo

Actualmente unido/a Pero tiene una relación de pareja mismo sexo

Separado/a y divorciado/a

86,3 23,3

15,9 9,1

0,3

12,9

0,8

100

0,0

71,9 31,8

21,1 13,7

2,0

18,2

7,6

100

14,6

11,1

0,0 6,3

1,0 3,0

100

44,4

12,9

7,3 9,1

1,0

87,1 38,6

19,8

15,2 3,9

0,0

100 38,7

56,1

5,6 0,0

0,0

100 38,5

6,4

0,8

Antes de Entre Entre 1970 1971-1983 1984-1993 (n=67) (n=96) (n=145)

39,9

16,8

0,7

0,0

100 36,8

8,1

0,0

75,6 27,7

6,4

2,4 2,3

0,0

92,9 29,8

11,3

8,3 1,0

Pero tiene una relación de pareja mismo sexo

Total por estado civil Total con pareja del mismo sexo

75,0

3,8

Pero tiene una relación de pareja mismo sexo

Viudo/a

Antes de Entre Entre Total 1970 1971-1983 1984-1993 (n=308) (n=133) (n=124) (n=144)

26,7

11,0

Mujeres

0,0

0,0 1,0

100

0,0

100

34,1

58,5

62,1

60,5

55,5

Es padre o madre 11,2 20,3 11,3 2,8 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales… en el eje cafetero.

30,8

53,7

42,7

12,4

La condición de estar en unión civil, religiosa o de hecho en el marco de una relación heterosexual fue manifestada por el 11% de los hombres y el 16,8% de las mujeres, situación que tiene un comportamiento contrario a la soltería en tanto es más común hallar adultos unidos que jóvenes. A los unidos también se les indagó por su situación de emparejamiento gay o lésbico, hallándose que el 82% de los hombres y el 80,8% de las mujeres bajo este estado civil tenían una relación de pareja con alguien de su mismo sexo al momento de la encuesta. Este hallazgo deja entrever un tema bastante polémico para nuestra sociedad relacionado con el establecimiento de parejas simultáneas, en un hecho que podría ser descrito como poligamia o poliamor y es evidencia de prácticas sexuales fluidas que imbrican hetero y homoerotismo. De este asunto se dará cuenta en más detalle en el capítulo VI de esta investigación.

El estar separado o divorciado fue mucho más común en las mujeres que en los hombres también con altas incidencias de emparejamiento en ellas, el 80% de las mujeres separadas tiene una relación de pareja lésbica; podría suponerse que una de las múltiples razones para adelantar el divorcio o la separación está relacionado con el establecimiento de relaciones de pareja con otra mujer.

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Finalmente, el 11% de los hombres y el 30,8% de las mujeres reportaron ser padres y madres, siendo mayor en las cohortes más adultas donde la paternidad abarca uno de cinco varones y la maternidad una de dos mujeres. Por la importancia que tiene el tema de la parentalidad y la discusión que genera dicha práctica social en personas con prácticas homoeróticas, el capítulo IV analiza en detalle este proceso, reconociendo de entrada que no constituye hecho marginal en la biografía de los entrevistados.

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CAPÍTULO III IDENTIDADES SEXO-GENÉRICAS EN VARONES Y MUJERES CON PRÁCTICAS HOMOERÓTICAS EN EL EJE CAFETERO8: UNA TRAZA RIZOMÁTICA Este capítulo trabaja desde la perspectiva de las Ciencias Sociales y la Filosofía, una aproximación a las formas de nombrar las identidades en relación con las prácticas sexuales en el contexto del homoerotismo, buena parte de esas prácticas trascurren en una mixtura que combina trayectorias de relacionamiento con hombres y mujeres, complejo y dinámico. La pregunta orientadora de esta reflexión es ¿cómo se nombran las identidades sexogenéricas en varones y mujeres con prácticas homoeróticas? Esta inquietud requiere trazar coordenadas epistemológicas y conceptuales que sustenten la discusión sobre la identidad personal.

En principio es necesario hacer un recorrido histórico-filosófico sobre los conceptos: “identidad”, “sexualidad” y “narrativas”, para lo cual se analizan las propuestas de Paul Ricoeur y Michel Foucault, filósofos franceses, Anthony Giddens y Jeffrey Weeks ambos sociólogos ingleses y Judith Butler, lingüista norteamericana, quienes por su aporte y reflexión filosófica y sociológica construyen las bases y

fundamentos teóricos que

permiten precisar lo que se entiende en el presente capítulo como “identidades sexogenéricas”.

Cabe recordar que el fenómeno de la identidad ha estado presente desde los filósofos griegos, por ejemplo Parménides comprendió la identidad racionalizada desde lo igual y lo real, es decir lo idéntico. Luego en Aristóteles se lee como una unidad con el ser o una unidad del ser que es tratado como múltiple (Heidegger, 1957). Ya para los albores de la modernidad, con Descartes (1641) se sustenta de manera muy significativa en las preguntas: ¿cómo me reconozco y en qué me reconozco? En el siglo XX, desde pensadores como Paul Ricoeur, la identidad se construye a partir de un acto performativo que es móvil y cambiante gracias a la experiencia que vive el sujeto y a la cultura que lo influye. Su 8

Este apartado se basa en el trabajo de investigación del estudiante de la maestría en Estudios de Familia y Desarrollo José Fernando Vasco Alzate, quien además fue asistente de investigación del proyecto en mención. Agradecemos a él sus aportes.

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identidad se construye a través de la relación que encuentra con su identidad fija, es decir su yo, y su identidad narrativa o relato de vida que le imprime dinamismo y fluidez.

La construcción de las identidades se originan desde las narrativas, desde el nombrar al otro y sobre todo de cómo lo otro se nombra; excluir la manera en que ese otro se nombra a partir de sus singularidades, es caer en determinismos excluyentes que reproducen las identidades prohibidas, malvadas, desviadas y perversas que no se adjuntan a lo socialmente instituido, hundiendo cuerpos, discursos y representaciones que existen, pero que son acallados en un mar de nombres y sin nombres que surcan la modernidad. Sin embargo la apuesta de Ricoeur (2006) busca dar luz nuevamente a esas voces invisibles, al tiempo que sugerir que aquella identidad que se vislumbra sin una forma reconocida es válida y construida desde el ser e impulsada desde el lenguaje, es direccionar una nueva táctica de la representatividad del ser humano en nuestro actual contexto; es tener en cuenta al que habla desde su mismidad con una historia y una carga de significaciones válida, específicamente las identidades diversas que para nuestro caso corresponden a las del género incardinadas en el cuerpo.

Ricoeur (2006) plantea el problema de la identidad en una sociedad que no se ha movilizado hacia el respeto por la diferencia sino en una negación de lo otro, lo extraño y lo innombrable. De allí la apuesta por oír la significación del otro, el cómo se nombra puede ser un elemento clave para comprender cómo se construye la identidad, como nos señala Ricoeur (2006): “Ni la definición de la persona en la perspectiva de la referencia identificante, ni la del agente en el ámbito de la semántica de la acción, que, presuntamente, enriquece la primera aproximación, han tenido en cuenta qué de la persona de la que se habla, que el agente del cual depende la acción, tienen una historia, son su propia historia. (…) Así pues, no es sólo una dimensión importante entre otras, la que se ha omitido de esta forma, sino, toda una problemática, a saber, la de la identidad personal, que sólo puede articularse en la dimensión temporal de la existencia humana.”

De acuerdo con la propuesta de Ricoeur, deconstruir las identidades dadas como fijas, ubicarlas en la biografía del sujeto, determinar los campos de resistencia semánticos y

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especialmente los sentimientos de unión e identificación a ciertos grupos sociales, “comunidades diversas” que al entrar en las propias prácticas y discursos de reconocimiento se antepone a la narrativa del otro, separándolo de la narrativa homogenizante de un todo, es decir, separan lo que tiene que decir el sujeto de lo que dicen objetivamente acerca del sujeto.

En Antony Giddens (1995) la reflexión se contiene en el libro “Modernidad e identidad del yo”, allí ilustra el proceso que ha vivido la sociedad moderna de transformación de la identidad, moldeada parcialmente por las estructuras que también son cambiantes, si bien los cambios se realizan en planos institucionales, el sujeto en su relación biunívoca con las instituciones construye cambios en él, produciendo así una nueva reconfiguración de su identidad como sujeto en sociedad; o “El yo no es una entidad pasiva determinada por influjos externos; al forjar sus identidades propias y sin que importe el carácter local de sus circunstancias específicas de acción, los individuos intervienen en las influencias sociales, cuyas consecuencias e implicaciones son de carácter universal y las fomentan de manera directa.” (p. ).

Así, la construcción de una identidad en el sujeto contemporáneo se debe a una situación de elección que tiende a chocar con construcciones inconscientes de ser y actuar. De hecho, este proceso se comprende como una relación entre estructura y sujeto, la cual impulsa la capacidad de este para tomar una decisión, racionalizando riesgos propios en la toma de la decisión, donde el elegir identificarse con una población fuertemente estigmatizada, puede generar un desequilibrio en la apropiada construcción de identidad del sujeto .

Para que un sujeto inmerso en una sociedad pueda construir su identidad, requiere de “reflexividad institucional”, acción que permite responder por las decisiones tomadas, es decir, a través de la “reflexividad institucional” se genera una interfaz en donde el sujeto interpela y es interpelado por la estructura y puede romper y recomponer los anclajes propios de la tradición; en otras palabras, la reflexividad es la posibilidad de transformar ideas e imaginarios situados desde tiempo atrás en la sociedad. Gran parte de esta posibilidad de reflexividad se concentra en la globalización de las identidades (Drucker,

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2004), ya que ésta ha permitido que la identidad del sujeto se construya con base en parámetros definidos a nivel del sistema mundo y que alcanzan incontables sujetos alrededor del globo; de esta manera, los movimientos gay anglosajones y su discurso están disponibles como recursos identitarios para muchos sujetos con prácticas homoeróticas, algunos los adoptan y transforman su identidad, otros los rechazan, no obstante para unos y otros hay un sentimiento de comunidad.

En una línea muy cercana se ubica Jeffrey Weeks, para quien la identidad en el plano de la sexualidad es un “producto de fuerzas históricas y sociales”, es decir, la manera de entender la “sexualidad” está determinada por factores sociales distintos –y muchas veces contrapuestos- que varían de una cultura a otra en situaciones históricas diferentes. Por ello la ‘sexualidad’ escapa a una definición única y plausible, ella es pluridimensional, abarca tantas definiciones cuantos tipos sociales y culturales han existido a lo largo de la historia, cuantas relaciones sociales se han dado, se dan y se darán. La “sexualidad”, por tanto, es una construcción histórica, en palabras de Weeks (1998) Desde luego, la sexualidad existe como una presencia social palpable, que configura nuestra vida pública y personal. Sin embargo, considero que lo que definimos como ‘sexualidad’ es una construcción histórica, que reúne una multitud de distintas posibilidades biológicas y mentales – identidad genérica, diferencias corporales, capacidades reproductivas, necesidades, deseos y fantasías- (…) Todos los elementos constitutivos de la sexualidad tienen su origen en el cuerpo o en la mente y no pretendo negar los límites planteados por la biología o los procesos mentales. Pero las capacidades del cuerpo y la psique adquieren significado sólo en las relaciones sociales. De esta manera, para Weeks todos los significados que se le atribuyen a la “sexualidad” están socialmente organizados, construidos a través de la historia y, “(…) sostenidos por diversos lenguajes, que intentan decirnos lo que es el sexo, lo que debería ser y lo que podría ser (…) Todos aparecen como representaciones verdaderas de nuestros deseos y necesidades íntimas.” Tales representaciones de “nuestras emociones, deseos y relaciones son configurados por la sociedad en que vivimos”. Así, pues, “la sexualidad sólo existe a través de sus formas sociales y su organización social.” (Weeks, 1998).

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Se plantea entonces la pregunta: ¿Por qué encontramos en nuestra sociedad actual, rezagos, prohibiciones y represiones, frente a la construcción subjetiva de la sexualidad, la cual a su vez fundamenta la creación de identidad? Frente a ello es necesario reconocer que la heteronormatividad confina las sexualidades disidentes y desviadas, dejando una sola opción para el sujeto, cerrando filas frente a identidades masculinas y femeninas como lo expresa Weeks (1998) “Las representaciones de los medios de difusión constituyen las imágenes de las identidades deseables. El involucramiento de lo religioso, lo moral y lo político ayuda a organizar modos adultos de vida.” Y “nuestras identidades como hombres y mujeres, heterosexuales y homosexuales o lo que sea, son producto de procesos complejos de definición y autodefinición en un ordenamiento complejo de relaciones sociales.”

Foucault (1976) expone ciertos elementos que son de interés para comprender la influencia del contexto en la apertura o la represión de los discursos de género y los dispositivos de placer que funcionan desde su perspectiva en una razón de poder-saber-placer, impulsados ellos por una producción discursiva del conocimiento que circunda una época y que tienen como uno de sus objetivos primarios la prohibición con base en estrategias de silencio, ignorancia y perjuicio frente a lo distinto. En este sentido se comprende mejor la construcción de identidades sexo-genéricas que se desenvuelven en líneas de espacio y tiempo, develando narrativas de los sujetos que las viven afectadas desde los encuentros más íntimos hasta los más públicos, propios de su medio social.

A esta urdimbre conceptual para entender la identidad en el plano de la sexualidad se debe llamar la atención sobre Austin, Butler y los postestructuralistas para quienes la identidad solo es posible en la performatividad del lenguaje que interpela al sujeto. En dicha performatividad surgen discontinuidades entre lo nombrado y el nombre, es decir, cuando se interpela hombre puede emerger otra posibilidad existencial, igual sucede con la categoría mujer.

Según Butler (2007), habría que preguntarse: “¿En qué medida las

prácticas reguladoras de la formación y la separación de género determinan la identidad, la coherencia interna del sujeto y, de hecho, la condición de la persona de ser idéntica a sí misma? ¿En qué medida la es un ideal normativo más que un aspecto

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descriptivo de la experiencia? ¿Cómo pueden las prácticas reglamentadoras que determinan el género hacerlo con las nociones culturalmente inteligibles de la identidad? En definitiva, la y la de la no son rasgos lógicos o analíticos de la calidad de la persona sino, más bien, normas de inteligibilidad socialmente instauradas y mantenidas.”

En síntesis el tema de la identidad sexo-genérica pasa por entender un aspecto de la subjetividad humana que se incardina en el cuerpo, que es histórica y contextual con trazas de occidentalización, y es ante todo un recurso lingüístico, una narrativa que emerge cuando el sujeto es interpelado y que produce los efectos de lo que es nombrado en una relación dialéctica con lo otro.

Una advertencia preliminar en el contexto de esta discusión es que no puede hacerse una asociación directa entre preferencia sexual, prácticas sexuales e identidades, en tanto todas estas categorías usadas para nombrar y clasificar los sujetos son cada vez más fluidas e inestables (Butler, 2002), no sólo en el plano discursivo sino en el contexto de la misma experiencia individual y relacional. El discurso heteronormativo y algunas aproximaciones académicas hacia lo gay-lésbico, ven asociaciones contundentes de tal trilogía amparadas bajo lo que Guillermo Núñez (1999) ha denominado “Modelo Dominante de Comprensión del Homoerotismo entre Varones en México”, que sustenta su argumentación en los binarismos clásicos activo-pasivo, penetrador-penetrado y que tiene su modelo en la escena lésbica Butch/femme o marimacha-femenina Si bien la lectura binaria se constituyó en la herramienta discursiva clásica para comprender la sexualidad entre personas del mismo sexo, los hallazgos de ésta y otras investigaciones recientes dan al traste con tal acercamiento y refuerzan la idea de lo performativo de las identidades (Butler, 2002), especialmente las asociadas a cierto tipo de prácticas sexuales.

Es más, hacer que una persona nombre su identidad a partir de sus prácticas sexuales es una asunto complejo y dinámico, que implica reducir toda una biografía sexual y de relacionamiento con otros(as) a una simple palabra cargada o ausente de significados, desconociéndose muchas veces que al igual que las preferencias y las prácticas, la identidad

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y las identidades son fluidas en las personas, cambian en diferentes momentos del curso de vida y se nombran o se callan de acuerdo a múltiples experiencias subjetivas; es decir, los hombres y las mujeres que tienen prácticas homoeróticas no constituyen una unidad identitaria estable a lo largo de su vida.

Un elemento que no puede desecharse en el entendimiento de estos desplazamientos de la identidad frente a las prácticas sexuales pasa en los varones por el concepto de virilidad y en las mujeres por el de feminidad, ambas nociones de género son necesarias para comprender el tema de la identidad. El orden sexual androcéntrico, entendido como un sistema en el que la concepción de las relaciones sociales con respecto a la sexualidad están centradas en el punto de vista masculino (Bourdieu, 1998), no sólo legitima la dominación de la masculinidad, sino de sólo un tipo de ella: la viril.

Los términos genéricos

reconocidos sobre feminidad o masculinidad dejan de lado las particularidades que pueden existir en las subjetividades de los individuos, este olvido puede constituir un exterminio sistemático de los otros tipos de ser mujer y de ser hombre (que no siempre tiene que ver con el fenómeno trans). Por lo tanto, validar socialmente ‘una sóla forma de ser masculino o femenino’ es reconocer las lógicas de poder de la estructura sexual hegemónica y desconer otras maneras de vivir como varón o como mujer.

La virilidad se relaciona con la capacidad reproductora social y sexual que tiene una persona, en nuestra cultura esta propiedad la monopolizan los varones, aunque no cualquier tipo de varón, únicamente aquel que tiene una expresión de género asociada con la rudeza. Esos varones que cumplen con el estándar “machos, varoniles, fuertes” son los que no tienen ningún problema con el mantenimiento de la virilidad, en cambio aquellos que no demuestran ninguna de esas características son estigmatizados de poco hombres, sin importar en realidad su identidad de género o sus prácticas sexuales. Igual situación ocurre con las mujeres, donde una mujer ruda, masculina, brusca o torpe tiende a ser estigmatizada, señalada de lesbiana, la rudeza en la mujer es señal de homosexualidad, de falla en la conducta. Tales señalamientos no son otra cosa que un tipo de violencia simbólica que está advirtiendo a ese hombre y a esa mujer a retomar los caminos de la

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rectitud, ese mandato que culturalmente está exigiendo una regularidad del ser hombre y el ser mujer, sin tener la menor posibilidad de la emergencia de otros modelos.

El señalamiento hacia los varones no viriles y mujeres poco femeninas se recrudece cuando a uno de ellos se le comprueba que tiene prácticas homoeróticas, esto se constituye en el acto que traspasa los límites de aceptación en todos los terrenos, especialmente de la virilidad. A los varones no tan rudos, pero que aún desarrollan su vida erótico-afectiva con mujeres los perjuicios culturales no son tan fuertes como los de aquellos de los que se tiene evidencia que tienen relaciones homoeróticas. En las mujeres la unión heterosexual y especialmente la maternidad constituyen atenuantes para aquellas mujeres poco femeninas. Existen varones y mujeres que en nuestra cultura sexual son muy femeninos o muy masculinas, por su forma de hablar, por su hexis corporal, por su forma de manifestar sus sentimientos, también por cumplir unos roles propios del “otro sexo” en el espacio social, si sobre ellos no hay la comprobación de prácticas homoeróticas reciben otro tipo de señalamientos menos tormentosos.

Sin embargo existe la otra cara de la moneda, la de aquellos varones muy viriles que tienen relaciones homoeróticas, esos hombres refuerzan estéticamente la masculinidad hegemónica; igual situación pasa con mujeres muy femeninas. Estos hombres y mujeres son los más comunes en el contexto del homoerotismo, aquellos que no generan sospecha sobre su vida sexual porque se supone que la desarrollan con alguien de su sexo opuesto. Se podría pensar, en palabras de Judith Butler (2007), que este tipo de varones muy masculinos y de mujeres muy femeninas con prácticas homoeróticas lo que están haciendo es utilizar un medio de protección representativa que los aparte de la violencia simbólica de la que podrían ser víctimas por sus prácticas sexuales con otros hombres o con otras mujeres. En la noción de Protección Representativa se deben tener en cuenta las causas personales y no personales, por las cuales un individuo se auxilia en este medio simbólico de defensa. Es decir no sólo por razones individuales, como la frustración o la no aceptación de tener prácticas homoeróticas, está el que una persona busque estas estrategias protectoras,

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muchas veces se recurre a ella como una protección representativa institucional o colectiva (Giraldo, 2010) que tiene los mismos objetivos: salvarse de la estigmatización social que podría causar la certeza de las prácticas sexuales con personas del mismo sexo.

Para ampararse de ese señalamiento social, los varones y las mujeres recurren a varias maniobras que no sólo se agotan en el campo estético de la apariencia personal. Cuestiones como el vestido podrían ser una de los elementos más propicios para perpetuar una figura viril, reproducir los estándares de ropa masculina teniendo mucho cuidado en no caer en estereotipos “gay”, frecuentar el gimnasio para desarrollar un cuerpo atlético son algunos de los mecanismos más utilizados por los varones;

en las mujeres la protección

representativa también pasa por lo estético, la moda y la hexis corporal, pero especialmente tiene su asidero más fuerte en la maternidad que constituye un marcador biográfico, una señal de correcta feminidad.

Frente a esta discusión, ¿cómo se manifiestan nuestros datos con relación al tema de la identidad en varones y mujeres con prácticas homoeróticas?

Cuadro 3.1 Distribución porcentual de los y las entrevistadas según identidades sexo/genéricas por cohorte de nacimiento. Eje cafetero, 2011 COHORTE DE NACIMIENTO HOMBRES Identidades sexo/genéricas

Total (n=401)

Antes de Entre Entre 1970 1971-1983 1984-1993 (n=133) (n=124) (n=144)

MUJERES Total (n=308)

Hombre 16,0 18,0 21,8 9,0 Mujer 21,7 Gay 45,9 37,6 43,5 55,6 6,9 Lesbiana 49,3 Homosexual 24,9 30,1 21,8 22,9 1,6 Bisexual 8,5 6,8 8,9 9,7 8,9 De ambiente 3,2 3,8 3,2 2,8 8,6 Otra 1,5 3,7 0,8 0,0 3,0 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales… en el eje cafetero.

Antes de Entre Entre 1970 1971-1983 1984-1993 (n=67) (n=96) (n=145) 18,5 6,2 52,3 1,5 1,5 13,8 6,2

30,5 5,3 46,3 2,1 9,5 4,2 2,1

17,4 8,3 50,0 1,4 11,8 9,0 2,1

Como lo recuerda Gallego (2007), la reconstrucción biográfica de las identidades es un asunto bastante complejo y un proyecto fallido, pues recordar la identidad que se tenía o

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usaba -en sentido performativo- para nombrar la propia experiencia, es un asunto marcado no solo por las propias vivencias presentes, sino por las condiciones de posibilidad que el contexto genera para pensar, nombrar y normar ciertas experiencias sexuales. Hecha esta salvedad, en esta investigación sólo se pidió al entrevistado que nombrara su experiencia identitaria actual.

Al analizar la información contenida en el cuadro 3.1, emergen dos situaciones aparentemente contradictorias con respecto a los discursos sobre las identidades sexuales y la apropiación de ellas por parte de los entrevistados. Por un lado, el discurso de lo gay fue reportado como categoría de identidad por solo el 45% de los hombres, aunque tiende a aumentar entre generaciones, y la voz lesbiana por el 49% de las mujeres, permaneciendo estable entre cohortes; resalta de estos datos que en una supuesta globalización de las identidades (Drucker, 2004), dichas nominaciones tendrían más fuerza y acapararían gran parte de los entrevistados, este dato deja sobre la mesa como el discurso gay no ha logrado penetrar la estructura social como referente discursivo identitario. Asumirse como homosexuales fue la categoría utilizada por uno de cuatro varones y muy poco por las mujeres.

Al igual que lo sucedido con la nominación homosexual el vocablo “ser de ambiente” fue muy usado en la década del ochenta y hasta principios de los noventa para nombrar la experiencia homoerótica, parece que se resiste al desuso y al abandono para referir una clase particular de experiencia identitaria, más en las mujeres que en los varones. Si bien su participación es pequeña dentro de las opciones discursivas, su permanencia denota un contenido simbólico para nombrar ciertas vivencias al interior del homoerotismo.

En sentido contrario,

“hombre” y “mujer” nombra una identidad socio-culturalmente

estable -ya que entre los y las colombianas como en el resto de los latinoamericanos no existen los heterosexuales sino los hombres y las mujeres como identidades sexo-genéricasy por lo tanto tener prácticas homoeróticas o una relación de pareja estable con alguien de su mismo sexo no constituye, en el 16% de los varones y el 21% de las mujeres, un sujeto

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diferente ni contrario al imaginario de ser hombre y mujer como lo definen nuestro marcos culturales.

En este mismo sentido, también es sorprendente como el nombrarse bisexual, como categoría identitaria, es más frecuente entre los más jóvenes con respecto a las dos cohortes de entrevistados adultas (8,5% en hombres y 8,9% mujeres) y esta situación parecería estar indicando una disociación de la trilogía preferencias, prácticas e identidades.

Cuadro 3.2 Distribución porcentual de los y las entrevistadas según construcción del deseo, prácticas y trayectorias sexuales, según identidades sexo-genéricas. Eje cafetero, 2011 IDENTIDADES SEXO-GENÉRICAS

HOMBRES Ha tenido relaciones sexuales con mujeres

Total (n=401)

Hombre (n=64)

gay (n=184)

Homosexual (n=100)

Bisexual (n=34)

De ambiente (n=13)

Otra (n=6)

Si Trayectorias de emparejamiento Solo hombres Solo mujeres Solo transgénero Inicia hombres luego mujeres Inicio mujeres luego hombres Alternado o mixto Sin historia de pareja

60,9

67,2

54,6

56,0

85,3

76,9

100,0

57,2 2,0 0,3 1,0 19,8 16,9 2,8

60,9 1,6 0,0 1,6 17,2 18,7 0,0

63,6 0,5 0,0 1,6 18,5 13,6 2,2

62,6 1,0 0,0 0,0 20,2 11,1 5,1

11,8 11,8 0,0 0,0 23,5 47,0 5,9

46,1 0,0 7,7 0,0 15,4 30,8 0,0

16,7 16,7 0,0 0,0 66,6 0,0 0

MUJERES

IDENTIDADES SEXO-GENÉRICAS

Ha tenido relaciones sexuales con hombres

Total (n=308)

Mujer (n=67)

Lesbiana (n=152)

Bisexual (n=27)

gay (n=21)

De ambiente (n=27)

Otra (n=14)

Si Trayectorias de emparejamiento

73,6

69,7

70,5

96,3

76,2

69,2

85,7

Solo hombres 3,3 3,1 0,0 14,8 0,0 32,3 39,3 14,8 52,4 Solo mujeres 36,6 Solo transgénero 0,7 1,5 0,7 0,0 0,0 Inicia hombres luego mujeres 34,0 35,4 34,0 40,8 19,0 Alternado o mixto 20,8 20,0 20,0 29,6 28,6 Sin historia de pareja 4,6 7,7 6,0 0,0 0,0 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales… en el eje cafetero.

7,7 42,3 0,0 38,5 11,5 0,0

14,3 35,7 0,0 28,6 21,4 0

La información contenida en el cuadro 3.2 aporta elementos para tal debate, especialmente al reflejar las ambigüedades existentes entre los discursos que nombran las identidades y aquellos que aluden a las prácticas sexuales, esta confrontación se refiere especialmente a

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la presencia o ausencia de relaciones sexuales y de pareja con mujeres o con varones, en tanto es sobre la relación hombre-mujer como culturalmente se define quién es un hombre o una mujer “de verdad”, es decir, heterosexual y quién no lo es y por lo tanto portador de cualquier categoría valorativa e identitaria que denote homoerotismo.

En general el 60,9% de los entrevistados manifestó haber tenido en su vida alguna relación sexual con una mujer, situación que como era de esperarse es más alta en los varones que se llaman bisexuales (85,3%) y más baja en aquellos que se asumen gays (54,6%). En las mujeres la proporción aumenta al 73,6% de ellas que tiene o sostienen relaciones sexuales con varones, aumentando para aquellas que se llamaron bisexuales (96%) y disminuyendo para las de ambiente (69%). Sin embargo, la alta proporción de varones y mujeres con prácticas bisexuales haría suponer de inmediato que la misma proporción se identifica como bisexual y no solo el 8% que asumió tal identidad; es decir, existe un 51% de varones y un 65% de mujeres que, aunque tuvieron o sostienen relaciones eróticas con alguien del sexo opuesto, consideran que tal evento no los ubica actualmente como bisexuales. Además, se desconoce si en algún momento de su curso de vida ellos se hayan asumido a sí mismo como tales. En este sentido, y bajo una valoración contemporánea de sus prácticas, las relaciones sexuales con mujeres para el caso de los hombres, o con varones para las mujeres no parece constituirse en elemento definitorio central de una identidad bisexual, pues existe un 15% de varones que se llamaron bisexuales y un 6% de mujeres que nunca han tenido relaciones sexuales con alguien del sexo opuesto, entonces, ¿Qué define la bisexualidad, sino son las prácticas sexuales?

De igual manera, podría afirmarse que más de la mitad de los varones gay y tres de cuatro mujeres lesbianas que han tenido relaciones sexuales con personas de su sexo opuesto no constituyen “homosexuales de verdad” pues se esperaría, acorde al imaginario establecido, que la homosexualidad implique una renuncia al erotismo con personas del sexo opuesto, cosa por lo menos que queda bastante falseada a partir de la información suministrada por este grupo de entrevistados/as, y que ha sido también corroborada por investigaciones como la adelantada en México por Gallego (2007) y Parrini (2007) en una cárcel de varones.

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Cuando se cruza la información por trayectorias de emparejamiento el panorama se complejiza aún más, pues el 60% de aquellos que asumen la identidad hombre tienen trayectorias de emparejamiento sólo con varones, 20% de los gay y homosexuales reportan trayectorias que podríamos denominar transitivas, es decir, primero emparejamientos con hombres y luego con mujeres. En las mujeres el 32% de aquellas que se identifican como mujeres tienen trayectorias exclusivas de emparejamiento con solo mujeres, el 55% de las lesbianas han construido trayectorias mixtas de emparejamiento y el 15% de las lesbianas solo ha tenido relaciones de pareja con mujeres. En otras palabras, toda una torre de babel en el plano identitario.

Entonces, podría preguntarse ¿constituyen las prácticas sexuales parte central de la identidad de género de los hombres y mujeres del Eje Cafetero colombiano? y la respuesta es no. Entonces ¿qué elementos serían centrales en la definición contemporánea de la identidad y de ésta en un contexto de homoerotismo? En este punto, Guillermo Núñez (2007) sugiere que nuestra “formación social homoerótica” está hecha de diferentes discursos, subjetividades, categorías y formas de vida vinculadas entre sí de manera muy compleja, configurando un heterogéneo presente homoerótico que va más allá de los binarismos clásicos y que subvierte y desplaza el binomio identidades-prácticas sexuales desde diferentes lugares de resistencia.

Sebastián Giraldo (2010), en el marco de su investigación en sociología de la Universidad de Caldas titulada “la perpetuación de la heterosexualidad. Heteronormatividad sexual en relatos biográficos homoeróticos en el Eje Cafetero, utilizó el material cualitativo que sustentó la prueba piloto de esta investigación y desarrolló la noción de protección representativa, donde afirma que es relativamente común en los hombres que tienen prácticas homoeróticas. Una de las razones más fuertes para recurrir a ese refugio representativo es según Giraldo (2010) que la mayoría de los varones, sin importar sus identidades o prácticas sexuales, han incorporado el punto de vista dominante y lo deben perpetuar en todo momento, perder esa propiedad sería quedar devaluado en el mercado simbólico de la cultura heteronormativa. Por eso es más habitual ver en los hombres con

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prácticas homoeróticas la utilización de medios de protección en comparación con las mujeres, son ellos los que más preocupación tienen en mantener su estatus sexual.

En las entrevistas con Jasiel y Juan Sebastián que Giraldo (2010) recupera para su trabajo de grado se ve la protección representativa en la expresión “le hablaba como todo un hombre” y en la referencias al físico y la voz: “…Esa noche el me pidió el teléfono me dijo me pareces muy chévere al principio me caíste mal y yo le dije que igual me había pasado a mí también me dijo que él me seguía marcando para vernos y hablar y tomarnos unas cervezas y yo le dije bueno listo compa cuando quiera, pues yo le hablaba como todo un hombre” (Jasiel, 28 años) “¿Qué le sedujo más de él? Lo que más me atrajo, es que él es muy masculino, el físico, la voz, la forma como me trataba.” (Juan 31 años)

Pero Giraldo (2010) se pregunta, ¿cuál es el hecho fundamental en la constatación de que un varón quien tiene prácticas homoeróticas pierda instantáneamente su virilidad y en esa medida su status sexual? Y no duda en afirmar que está asociado al binarismo pasivo/activo, el falo representa lo activo y lo penetrado lo pasivo. En este caso se intuye que todo varón con prácticas eróticas con otros hombres es penetrado, por tanto pasivo y sometido. Esa creencia del varón penetrado genera consternación en el terreno del poder masculino, la transgresión de pasar de ser penetrador a ser penetrado (que no ocurre en todos los casos) trastoca las lógicas falocéntricas, pues ya no sólo tiene como sujetos penetrantes a las mujeres.

Así que la posición de penetrado (asunto que se intuye para todos los varones con prácticas homoeróticas) es el hecho particular que lo despoja de la virilidad en todo su espesor. Pero hay que tener en cuenta que la dualidad de penetrador y penetrado, se traslada al mundo de las relaciones eróticas entre hombres de una manera más absoluta que en el de las mujeres.

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Para soportar lo anterior Giraldo (2010), recurre a la entrevista de Charly y Chucho, los cuales al hablar sobre su vida sentimental con otros varones señalan las implicaciones de la definición cultural del dualismo activo/pasivo: “¿Qué fue lo que descubrieron después en su relación?

lo que descubrimos no, porque supuestamente …ah no sé eso se dio seguro por lo que me veía pues yo más femenino y él más masculino y el rol pues que siempre vemos entre hombre y mujeres que ella es como la pasiva, la niña, la que recibe y él es el macho, el que trae, el que funciona.”(Charly, 47 años) Pues el chino aprovechó…empezó a tocar y….y yo caí…de pronto se dio la primera situación así… y ya siguió fue con por él. Yo tenía mis novias pero también con él, y dentro de todo lo callado….no….a medida que nos fuimos conociendo empezamos a tener una relación más completa, yo hacía el papel de activo, y, yo hablo mucho del machismo pero es mi posición. El ser activo dentro de la relación me parece elegante, muy chevere. (Chucho, 51 años) En las respuestas anteriores se puede ver como Charly y Chucho trasladan las nociones de pasivo y activo de las relaciones heterosexuales a las relaciones entre varones, en las que aquel que da, aquel “que funciona” es quien representa la figura del hombre, mientras que el hombre que recibe es quien simboliza a la mujer dentro de la relación. No obstante este nivel de discurso no está presente en todos los varones encuestados, pero sí constituye un referente simbólico permanente en el cual se mueven las relaciones entre varones y se juega la trama de la identidad, identidad que pasa por los discursos, las representaciones sociales, el performance de la identidad y se negocia en la cama.

En las mujeres como se anunció, la trama de la identidad y de una correcta feminidad pasa por la maternidad y el establecimiento de relaciones de pareja con varones, en algo que puede ser definido utilizando expresiones de Pierre Bourdieu (1998) como permanencia “de unas estructuras “falonarcicistas” y de una cosmología androcéntrica, en las estructuras cognitivas y en las estructuras sociales, estructuras que aún tienen coherencia práctica” en las mujeres; Monique Wittig en su libro El Pensamiento Heterosexual (2006), refiere que la institucionalización de la heterosexualidad es la base fundadora de los órdenes sociales dominados por hombres:

Para la autora el sistema heterosexista ha contribuido

históricamente al avasallamiento de la situación de la mujer con respecto a los hombres,

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afirma que la heterosexualidad institucionalizada ha dejado unas marcas preliminares que configuran un sistema sexual determinado, por eso para ella no son mujeres las lesbianas. Sin embargo nuestros datos y nuestra pesquisa tienen una trama distinta que nos permiten argumentar que las mujeres con prácticas homoeróticas están inscritas en el circuito de la feminidad y de sus marcadores que dejan impronta biográfica.

No es casual que el 30% de las mujeres en nuestra muestra sean madres, este evento constituye un marcador de identidad en las mujeres que les da un lugar social y un reconocimiento como tales, un campo ontológico que en las mujeres tiene sentido, en palabras de Judith Butler “…se establece el campo ontológico en el que puede atribuirse a los cuerpos expresión legítima” (2006). La maternidad es ontología.

En las entrevistas analizadas por Giraldo (2010) se encuentra un discurso que han construido las mujeres frente a la maternidad, siendo dicha práctica social un hito para su vida femenina:

¿Con que hechos asocias en la adolescencia que te convertiste en mujer? Pues creo que cuando quedé en embarazo ¿Fue entonces la maternidad la que te determinó ese momento? si, si porque mientras tanto uno está es…cuando tú no tienes responsabilidades pienso yo, pues es como más fresco todo, cuando uno viene, va pero…en el momento que me di cuenta de mi embarazo, que me di cuenta tenía cinco meses en ese momento. ¿Sientes que eres adulta y que te convertiste en mujer? Si, si totalmente. (Yuri, 32 años) La conversión a mujer, no sólo hace referencia a la transición de la niñez o de la juventud a la vida adulta, también debe comprenderse como ese proceso por el cual pasa un sujeto a convertirse en lo que socialmente se define como mujer, es una suerte de rito de paso en el cual se han construido distintos discursos que le dan vida y reconocimiento y en la cual la maternidad permite ese llegar a ser o mejor, sentirse mujer.

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CAPITULO IV PATERNIDAD Y MATERNIDAD EN HOMBRES Y MUJERES CON PRÁCTICAS HOMOERÓTICAS Las nociones de paternidad y maternidad son constructos sociales en torno a un hecho biológico de trascendencia como es la reproducción de la especie, cuyos significados hacen referencia a las múltiples formas de ser padres o madres que se configuran a partir de los contextos histórico, social, político, cultural y económico donde se desarrollen (Libson, 2009:83); en otras palabras, la paternidad y la maternidad están relacionadas “con un campo de prácticas y significaciones culturales en torno a la reproducción[…]” (Fuller 2000:36).

En este capítulo se analizan las formas de ser, sentir y pensar la paternidad y la maternidad en el marco de la cultura patriarcal dominante en Colombia y en el Eje Cafetero colombiano, contexto de construcción de una serie de discursos arraigados en la religión católica que fundamentan y orientan las interacciones en la vida cotidiana. La reflexión propuesta está acompañada de otras voces -los hombres y las mujeres con prácticas homoeróticas- que emergen en el contexto socio-cultural reclamando tanto autonomía en la toma de tal decisión, como posibilidades frente al ejercicio de las “paternidades y maternidades responsables”. Todo ello en la perspectiva de comprender este proceso social en hombres y mujeres con prácticas homoeróticas, explorar el deseo de desempeñar este rol entre quienes aún no han sido padres ni madres y rastrear las razones que exponen otros para no incorporar la paternidad y maternidad en sus vidas.

Para iniciar, es importante reconocer que los significados de la paternidad y la maternidad se han ido transformando a lo largo de los años, a partir de los cambios que en las últimas décadas también han tenido las identidades sexo/genéricas que los soportan, encontrando respecto a la paternidad, que desde finales del siglo XX y principios de siglo XXI, la rigidez frente a la figura paterna se ha ido modificando gracias a las reivindicaciones del movimiento feminista9 y a la ocurrencia de las crisis económicas, que demandaron cambios 9

Elisabeth Beck-Gernsheim (2003) hace referencia al surgimiento del movimiento feminista, a finales de los

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de roles en las familias; en este contexto, el ejercicio de la paternidad clásica10 ha sido reemplazado paulatinamente,

por unas formas diferentes de ser padre, implicando al

hombre retos adicionales relacionados con el desarrollo de cualidades de cuidado, cercanía, afecto y cariño hacia sus hijos e hijas, las cuales son denominadas por Parsons (1971) funciones afectivas.

“Hay acuerdo en que la paternidad es una relación social compleja que va más allá del hecho de contribuir a procrear un ser humano, y que generalmente comprende otras dimensiones como proveer económicamente, ejercer autoridad, proteger, formar y transmitir valores y saberes de padres a hijos e hijas.” (García, de Oliveira, 2006:153). Respecto a la flexibilización de la maternidad, tanto los discursos que se contraponen al mandato patriarcal de la procreación -algunos basados en avances científicos relacionados con la salud y el descubrimiento y uso de los anticonceptivos- como los que se soportan en la idea de la individualidad11 han tenido un papel trascendente.

A razón de tales procesos, la paternidad y la maternidad han dejado de comprenderse como únicos destinos y formas posibles para que hombres y mujeres alcancen su realización personal, lo que se evidencia en que muchos individuos (sin importar su género) y parejas voluntariamente deciden no tener hijos, sin que por ello se ponga en riesgo su realización personal.

Entre tanto, aquellos que optan por el ejercicio de paternidades y maternidades se encuentran con la exigencia contemporánea sobre el carácter responsable de los procesos implicados, en los que se incluyen decisiones que van, en palabras de Beck-Gernsheim, (2003) “desde la cuestión de la estabilidad de la relación de pareja, pasando por la del

años sesenta y comienzos de los setenta tomando como eje central la “relación entre los sexos”. A partir de allí los vínculos y las relaciones existentes entre hombres y mujeres se convierte en un tema que pone en movimiento a los medios de comunicación, a la política y a la opinión pública en general. 10 La paternidad clásica se fundamenta en la autoridad, el distanciamiento afectivo frente a los hijos, la concentración de poder y control sobre la mujer y la prole. 11 Elisabeth Beck-Gernsheim (2003) hace referencia a la individualidad como un proceso vivido por el ser humano en el cual las barreras históricas de la naturaleza, la religión y la tradición, cada vez, más, pierden fuerza y obligatoriedad. A cambio de ello se tienen otras opciones y posibilidades de elegir y para subsanar lo que se llama “libertades arriesgadas” se opta por una actitud de planificación.

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patrimonio y la vivienda hasta la determinación del momento oportuno dentro de la biografía profesional de la persona”.

Es decir, la decisión de la paternidad y la maternidad en el siglo XXI, se encuentra en una lógica del sujeto que hace su futuro, o lo que es lo mismo, lo “planifica”. Para los hombres y las mujeres actualmente el acto de procreación demanda, cada vez más, consciencia de tal responsabilidad y planificación del futuro en relación a las posibilidades e imperativos que un acto de esta naturaleza implica. Una manifestación de ello es la postergación de la edad de la maternidad y la paternidad en todas las sociedades de occidente (Arriagada, 2005).

En este sentido, ser padre o madre empieza a ser menos un asunto natural, y más una decisión que se toma a partir de una reflexión a largo plazo y con fundamento en cuestiones afectivas, éticas, económicas y sociales, ligadas a los desarrollos científicos, a los cambios sucedidos en el mercado del trabajo y a las reflexiones éticas existenciales.

Aun reconociendo los tránsitos de la decisión de la maternidad y la paternidad, desde un “deber ser” hacia una decisión individual y/o de pareja, es imposible negar que estos procesos continúan inscritos en primera instancia, en ese marco cultural que llamamos patriarcado y por tanto, siguen impregnados de las dinámicas discursivas del género. En este sentido, desde la perspectiva de género que orienta esta reflexión, se asume que los hombres y las mujeres con prácticas homoeróticas se mueven entre la crítica, la repetición y/o la reconstrucción de su formación genérica frente a la maternidad y la paternidad. Al respecto Haces (2006) afirma:

“Si bien su socialización (de gays y lesbianas) es completamente diferenciada, pues son educados como hombres y mujeres respectivamente, en el transcurso de su vida y en buena medida por su autorreconocimiento homosexual, llevan a cabo inclusiones y/o modificaciones respecto a su género, que resultan útiles para su autoaceptación y en su desempeño como padres y/o madres”. (p.19) Tales inclusiones y modificaciones respecto al género determinan el lugar que deben ocupar los hombres y las mujeres en una sociedad escindida entre el mundo público y el

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privado, donde al hombre, por naturaleza se le considera un ser racional que habita el mundo de lo público y la mujer es percibida como un ser eminentemente intuitivo, que pertenece al mundo de lo privado, lo familiar, lo doméstico, con existencia a partir de su rol de madre; en este sentido, Libson (2012) refiere que

El siglo XX plasmó el valor simbólico asociado al significante madre, proceso que Giddens llama “invención de la maternidad” (Giddens 2004: 47). Este proceso da cuenta de cómo la construcción social de lo materno, y las maternidades, iniciado en el siglo XIX y consolidado a principios del XX (Badinter 1981, Knibiehler 2000) es generador de sentidos esencialistas atribuidos a las mujeres: naturales, afectuosas, sacrificadas (Fernández 2006). (p.5). Respecto a los contenidos de tales sentidos esencialistas de la maternidad y la paternidad en el orden sociocultural patriarcal, Palacio (2009) hace referencia a

[…] la sobredimensión afectiva de la maternidad como esencia femenina, la responsabilidad de la paternidad como proveedor y la obediencia de la filiación, a partir de la precedencia, la superioridad y exterioridad del poder del padre; la co-residencia como ámbito panóptico privado; el cumplimiento de la deuda bíblica original de la división del trabajo por sexo –Adán con el sudor de su frente mantendrá a sus hijos y Eva parirá con dolor los hijos de Adán–; y la configuración de las identidades de género desde el dualismo de lo masculino y femenino, sustentando la complementariedad por una parte y por la otra la incompletud de los seres humanos (p.51). Desde este marco de referencia es posible explicar por qué, en la constitución de lo identitario femenino durante gran parte del siglo XX, prevalecen imaginarios que sobrevaloran la maternidad y la naturalizan como una condición inherente a lo femenino. De esta manera, tener descendencia ha significado para las mujeres un mandato de la naturaleza, un “deber ser”, un destino de vida, una parte complementaria de sí mismas, una forma de alcanzar la realización plena.

Lo anterior es sustentado empíricamente en esta investigación, al encontrarse que la maternidad imprime un marcador de identidad en las mujeres con prácticas homoeróticas, en tanto no sucede lo mismo con los hombres con respecto a la paternidad, para quienes también la cultura patriarcal es el trasfondo para la construcción de una paternidad

77

fundamentada en discursos de naturaleza diversa: religioso, político y cultural, que han orientado el ejercicio de la masculinidad y múltiples imaginarios alrededor de dicho proceso: José esposo de María, trabajador, proveedor económico, autoridad de la familia, quien trae el pan al hogar.

En el afianzamiento de estas imágenes masculinas, las labores de crianza han sido delegadas a las madres, lo que ha implicado poco contacto de los padres con los niños y niñas; configurándose de esta manera roles fijos (instrumentales según Parsons) con vocación masculina, orientados hacia la protección de la familia, la proveeduría económica y la autoridad familiar, lo cual también se hace evidente en los hallazgos de la investigación respecto a las razones que muchos entrevistados dan a la ausencia de proyectos de paternidad en sus vidas y de los cuales se dará cuenta más adelante.

Por todo lo anterior, hablar de paternidad y maternidad en el campo del homoerotismo remite a pensar en la formación genérica y en la negación que desde el heterocentrismo se realiza a estos procesos sociales para hombres y mujeres no heterosexuales. Zapata (2009) define esto como la tendencia a considerar la heterosexualidad como “normal” y la homosexualidad como “anormal”, al insertarla en una serie de prejuicios, estereotipos, prácticas que incluso bajo la supuesta tolerancia aportan de forma importante a la discriminación que muchas veces los propios homosexuales interiorizan.

En este sentido, se destaca la creencia de la homosexualidad como imposibilidad de crear familia (referida a pareja con hijos e hijas), frente a lo cual López (2006:15) señala que “pudiera interpretarse el rechazo a la homosexualidad, como una especie de miedo a la contaminación de una institución, sólo para heterosexuales, sagrada y eterna, como es la familia patriarcal”.

Este enjuiciamiento a priori conduce a la castración de los hombres y mujeres con identidades diversas y de las parejas por ellos conformadas, frente a la vivencia de la paternidad y la maternidad, al equiparar su identidad de género con incompetencia para generar desarrollo emocional, psicológico y físico óptimo para los hijos e hijas. Al

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respecto, Haces (2006) menciona:

“Asistimos a un fenómeno negado, cuya realidad es invisibilizada. Sin duda los derechos de estos hombres y mujeres pasan por el reconocimiento social y jurídico de sus relaciones, de sus hogares, de sus parejas, de sus familias, pero como es posible observar, para ellos dichas leyes no son indispensables para vivir su paternidad y maternidad. Aunque sin duda el reconocimiento de la diversidad sexual, familiar, amorosa y de pareja contribuiría disminuyendo las dificultades a las que se enfrentan, tanto hombres y mujeres que mantienen relaciones homoeróticas, como los hijos e hijas que crecen y se desarrollan en familias homoparentales” (p. 23). Lo anterior, se sustenta en la premisa realizada por Haces (2006) en cuanto a que lo importante para el desarrollo emocional, físico y afectivo de los niños y niñas no es quién juegue cada uno de los roles, sino que exista un adulto o más que lleven a cabo las labores de crianza, tanto operativas como emocionales, sin

importar si existe o no un lazo

consanguíneo o una instancia jurídica reguladora de los vínculos. Esto significa, de acuerdo a los hallazgos de la investigación en México realizada por esta autora, que

Aún con la falta de ambas condiciones (lazo consanguíneo o instancia jurídica) estos hombres y mujeres junto con sus hijos, conforman y reproducen sistemas familiares, lazos simbólicos y relaciones filiales, contribuyendo así cotidianamente a la reproducción social. Estableciendo con esto un parentesco social, reconocido en el medio en el cual se desenvuelve la homofamilia, tanto inmediato como es la familia de origen y extensa, como otros sujetos con quienes establecen relaciones (p. 21).

4.1 La presencia de la paternidad y la maternidad en hombres y mujeres con prácticas homoeróticas: El género como marcador en la decisión de ser padres y madres. De acuerdo a lo planteado en el apartado anterior, puede afirmarse que la paternidad y la maternidad en hombres y mujeres que reivindican su ejercicio desde la identidad gay, lésbica o trans y la homoparentalidad, son un ejercicio de contracultura12, dado que frente a ellas, como afirma Haces (2006) el abordaje tanto académico como social remite a lo 12

El ejercicio de contracultura se soporta en aquellos hombres y mujeres que desde la identidad gay, lésbica y trans reivindican tanto el derecho a ser padres y madres como el ejercicio de la maternidad y la paternidad. Tal es el caso de los grupos de mujeres lesbianas existentes en diferentes contextos.

79

largo de la historia a aspectos sexuales, sin tener en cuenta que su vida, familia, trabajo y muchas otras actividades no se circunscriben a dicho ámbito únicamente, ya que son sujetos que establecen relaciones sociales que no necesariamente tienen que ver con dichas prácticas.

Los proyectos de maternidad y paternidad en estos sujetos, así como la presencia de hijos e hijas en relaciones vinculares entre parejas del mismo sexo, en las cuales se reafirma tal identidad, son indicadores de la existencia de una idea de familia homoparental13, como forma de familia que ha emergido en el contexto global con presencia aun marginal en la sociedad colombiana.

Al respecto, Gallego (2009) reporta en los hallazgos del estudio realizado con hombres con prácticas homoeróticas en ciudad de México, que la paternidad es un hecho marginal, con presencia tan sólo en el 5.6% de los encuestados. En un estudio reportado para Estados Unidos, el 22% de hogares compuestos por una pareja de lesbianas y el 5% de las parejas gay tenían hijos residiendo con ellos (Gallego, 2010).

Ahora bien, algunos hallazgos sobre la paternidad y la maternidad de hombres y mujeres con prácticas homoeróticas en el Eje Cafetero, son consistentes con los encontrados en otros contextos donde se han realizado estudios similares. Uno de ellos es la evidencia de un número menor de hombres que son padres, frente a las mujeres que son madres. Otro, es que la paternidad y la maternidad biológica casi siempre provienen de relaciones sexoafectivas y/o matrimonios previos a su condición homoerótica (Haces, 2006; Gallego, 2007), lo que se explica, según Gallego (2010), por las diferencias en los cursos de vida de mujeres y hombres con prácticas homoeróticas, que marcan momentos en prácticas hetero y bisexuales y tienden a favorecer la maternidad en las mujeres lesbianas, mientras se convierten en una limitación para los hombres, dadas las posibilidades biológicas que tienen las mujeres de embarazarse.

13

Pareja del mismo sexo con hijos e hijas.

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Se encuentra además, que la maternidad entre las mujeres constituye un hecho que marca su identidad y que los proyectos de paternidad y maternidad tienen una fuerte presencia en las generaciones más jóvenes.

Estos hallazgos son analizados desde la perspectiva de género, la cual permite comprender cómo el porcentaje de entrevistados que manifestaron ser padres y madres (correspondiente al 11,2% de los hombres y al 30,8% de las mujeres) reconstruyen o reproducen sus identidades genéricas tanto en el ejercicio parental como en la proyección o la negación de la parentalidad (ver cuadro 1.2)

Desde la perspectiva de género, la paternidad y la maternidad evidencia que la vida cotidiana de estos hombres y mujeres no se ciñe a lo establecido desde la naturalización de los géneros, innovando no sólo en el ejercicio de su vida erótica, sexual y afectiva, sino también en su desempeño parental.

Una mirada a la presencia de mater/paternidad al interior de las cohortes de edad hace visible que entre los hombres y las mujeres mayores de 40 años, se concentra el mayor número de casos de paternidad y maternidad de la población estudiada. No obstante, la maternidad adquiere matices diferentes a los de la paternidad: una de dos mujeres de esta generación son madres, en contraste con los hombres donde uno de cada cinco son padres (ver cuadro 1.2).

Se resalta entre los hombres y mujeres de la segunda cohorte, es decir, para quienes están entre los 27 y 39 años, que el ejercicio de la paternidad disminuye respecto a la primera cohorte, aunque la tendencia de las mujeres a ser madres sigue siendo mucho mayor que la de los hombres a ser padres (42.7% en mujeres, 11.3% en hombres). Frente a esto puede afirmarse que el mandato de la maternidad en las mujeres sigue operando para esta generación, aunque no de manera tan decisiva como en la

cohorte más adulta. Sin

embargo, el número de hombres y mujeres de esta cohorte que son padres y madres es sensiblemente menor, a pesar de estar en edades reproductivas; al respecto, podría inferirse que en el contexto cafetero y en las generaciones de mujeres estudiadas han ido

81

irrumpiendo discursos como el feminismo y los desarrollos científicos referidos a los anticonceptivos, que han socavado el orden patriarcal y permiten la emergencia de proyectos de individualización donde la maternidad y la paternidad van perdiendo terreno como marcador biográfico.

En los hombres y las mujeres de la cohorte más joven, es decir entre 18 y 26 años, se presenta la más baja concentración de parentalidad; llama la atención cómo la maternidad en las mujeres de esta cohorte es cuatro veces mayor a la paternidad en los hombres (entre los hombres se reporta un 2.8% de casos de paternidad en tanto que entre las mujeres se reporta un 12.4 % de casos de maternidad), a la vez que es cinco veces menor a sus congéneres de la cohorte adulta, reconociendo que las mujeres mayores de 40 años han estado expuestas por mayor tiempo a la maternidad.

La presencia del mandato de la maternidad, aún en las generaciones más jóvenes, demuestra la potencia de las construcciones genéricas en diferentes dimensiones de las mujeres. De acuerdo con Haces (2006)

La construcción social de género, además de colocar a los sujetos ante diversas influencias que contribuyen a formar identidades femeninas y masculinas, aporta elementos fundamentales para la conformación de los roles parentales. Es decir, los hombres y mujeres aprenden cómo ser padres o madres, a partir de la formación genérica, que entre otros elementos, constituye parte fundamental del deber ser paterno y materno (p. 53). En este sentido, las expectativas de género dan lugar también a expectativas en torno a la maternidad, las cuales se sustentan en el instinto materno, el cual establece una relación casi obligatoria entre ser mujer y ser madre.

Figueroa, (1993, citado por Haces, 2006) sostiene que el valor de la maternidad es tan alto en nuestra sociedad y tan propio de la mujer, que el simple hecho de cuestionarla no parece tener sentido; se da por sentado que toda mujer desea y debe ser madre. Sin embargo, el deseo materno realizado en las mujeres con prácticas homoeróticas es innovador del ejercicio de los roles de femeninos, al equiparar la relevancia que tienen para ellas tanto la

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maternidad como el deseo sexo-afectivo y no generar incompatibilidades entre ambas vivencias. La investigación parece indicar que en el Eje Cafetero las mujeres mayores antepusieron la entrada en unión y los proyectos de maternidad a la posibilidad de sus prácticas homoeróticas, tal vez en una búsqueda de reconocimiento social, mientras que las más jóvenes tienen más opciones de vivir en paralelo la maternidad y la sexualidad diversa. De otro lado, se observa la presencia de hijos e hijas de hombres y mujeres con prácticas homoeróticas en el marco de unas relaciones vinculares de pareja con personas del mismo sexo; este fenómeno de desempeño simultáneo de roles paternales y maternales en el marco de una relación de pareja es relativamente escaso, pues si bien se reportó que un 58,5% de las mujeres encuestadas tiene una relación de pareja con alguien de su mismo sexo y a su vez 30.8% de ellas reporta ser madres, a partir de allí no podría concluirse que ejercen ese rol bajo la homoparentalidad, siendo las situaciones más comunes que los hijos convivan en el marco de familias extensas; para los hombres esta situación se presenta en un número más reducido de casos (36.8% manifiesta tener relaciones vinculares de pareja del mismo sexo, y un 11.2% son padres).

La presencia de un mayor número de casos de mujeres emparejadas que son madres podría explicarse, entre otras razones, por las mayores posibilidades que tienen éstas para engendrar, o por provenir los hijos de relaciones heterosexuales previas; la menor presencia de hombres emparejados que son padres puede estar relacionada con las limitaciones biológicas para la concepción y con la homofobia interna que manifiestan algunos al expresar “no desear ser padres por razón a su identidad sexual”.

Se destaca una alta concentración de relaciones de pareja en las mujeres de la primera cohorte, es decir, aquellas mayores de 40 años quienes manifiestan en un 62.1% tener relaciones de pareja con otras mujeres y a su vez ser madres en un 53.7%; en este mismo sentido, llama la atención el alto porcentaje (55.5%) de relaciones de pareja del mismo sexo de las mujeres más jóvenes, es decir, aquellas de la cohorte entre 18 y 26 años de edad, entre quienes el 12.4% dice ser madres.

83

Al hacer referencia al número de hijos en padres y madres con prácticas homoeróticas y comparar lo encontrado con los datos que existen al respecto para la población colombiana, se puede observar que la tendencia nacional14 del número de hijos nacidos vivos, para el 2011, se concentra en quienes reportan tener de uno hasta tres hijos con un 90%, distribuidos así: un hijo/a 46.6%, dos hijos 29.6% y tres 13.4%, estimándose en 2.1 la media de hijos por mujer para el año 2011, de acuerdo a la encuesta de PROFAMILIA en el año 2010, siendo la edad promedio de la maternidad los 21,6 años.

Esta misma tendencia se observa en los resultados de los padres y las madres con prácticas homoeróticas en el Eje Cafetero, entre quienes existe la mayor concentración de parentalidad en un número de hasta tres hijos (el 95.6% de los hombres que son padres y 96.8% de las mujeres que son madres) distribuidos así: 57% de los hombres y 54.8% de las mujeres refieren tener un solo hijo, 20% y 32.2% de los hombres y

mujeres,

respectivamente, dicen tener 2 hijos y un 17.8% de los hombres y un 9.7% de las mujeres reportan tener tres hijos o hijas. En este sentido, son pocos significativos los casos de más de cuatro hijos en los padres y madres con prácticas homoeróticas en el Eje Cafetero, lo cual guarda coherencia con la tendencia nacional.

Entre los hombres y las mujeres nacidos antes de 1970, se reporta un mayor número de hijos e hijas, respecto a aquellos de la segunda cohorte, esta tendencia a la disminución del número de hijos se mantiene hasta la tercera cohorte, es decir aquellos que están entre sus 18 y 27 años, quienes reportan muy pocos nacimientos; entre este grupo no se registran casos de padres de más de un hijo, ni de madres con más de dos hijos. Podría interpretarse esta tendencia, por un lado como efecto de la estructura de la edad en la que aún se encuentran expuestos a ser padres, pero no con la magnitud que tuvo la cohorte más adulta, y por el otro, como reflejo de los adelantos científicos en materia de anticonceptivos y de la incorporación de los derechos sexuales y reproductivos.

14

Tomado de www.dane.gov.co/index.php?option=com_content&view=article&id=1295&Itemid=119

84

Para Haces (2006) este hallazgo puede interpretarse a partir de las diferentes etapas en las que los hombres y las mujeres entran en el homoerotismo, dado que en muchos casos los hombres inician relaciones homoeróticas desde la pubertad o la adolescencia, mientras en las mujeres precede una etapa heterosexual o bisexual. De otro lado, las condiciones biológicas de las mujeres para la maternidad explican dichos hallazgos.

Gráfico 4.1. Distribución porcentual de tipo de relación bajo la cual fueron padres‐ madres por cohorte de nacimiento. Eje cafetero 2011 100% 90% 80% 70%

Otro

60%

Amistad

50%

Noviazgo Pareja del mismo sexo

40%

Union libre

30%

Matrimonio civil o religioso

20% 10% 0% Hombre

Mujer

Antes de 1970

Hombre

Mujer

1971‐1983

Hombre

Mujer

1984‐1993

En cuanto a los tipos de relación de pareja bajo la cual han nacido los hijos se identifica que la posibilidad de ejercer roles parentales entre los hombres y las mujeres con prácticas homoeróticas se da por diferentes vías: según la encuesta de Bryant y Demian (1994) los hijos de las parejas gay que encuestaron en Estados Unidos provienen en su mayoría (79%) de uniones heterosexuales previas; en la ciudad de México la situación hallada por Gallego (2007) es que los hijos nacieron, en buena parte de los casos (64.3%) estando el entrevistado soltero y en pocos casos bajo el esquema de una pareja gay y bajo la tutela de dos varones.

El gráfico 4.1 ilustra los esquemas de relaciones de pareja bajo los cuales los hombres y mujeres entrevistadas se hicieron padres y madres; el 73,3% de los hombres y el 55,9% de las mujeres tuvieron sus hijos bajo un esquema de relaciones de pareja heterosexual en las que existen uniones de diferente naturaleza, de hecho, civil o religiosa. Se resalta que en un

85

número significativo de casos los hijos de estos hombres y mujeres nacieron bajo el esquema de relaciones de amistad (13% para los hombres y 9.7% para las mujeres) y no de pareja; de manera similar se encuentra que otros fueron padres (el 8.9%) y madres (el 25.8%) bajo relaciones de noviazgo.

Se destacan, entre las mujeres, tres casos que reportan haber sido madres bajo el esquema de pareja lésbica mientras otras tres refieren haber concebido a sus hijos con un “hombre desconocido”, lo cual da cuenta de un número de hijos e hijas que nacen bajo esquemas de relaciones en las que no se cuenta con el apoyo de la pareja para el ejercicio de las tareas de crianza y desarrollo que demanda la parentalidad.

De otro lado, muchos varones y mujeres con prácticas homoeróticas que son padres y madres lo hacen bajo el marco de una relación de pareja heterosexual nuclear, como padres o madres solteros o en formas de convivencia de familia ampliada.

Podría decirse que la homoparentalidad es la forma menos común a la hora de ejercer roles parentales en el marco del homoerotismo, bajo la cual se pueden presentar los denominados por Haces (2006) madres/padres por opción (hace referencia a que se juegan roles maternos/paternos con los hijos de sus parejas, ya sea porque su pareja sea madre/padre biológico de dichos hijos, o porque antes de iniciada la relación se hizo cargo de un niño o niña que le fue entregado) o madres/padres por elección (cuando los hijos llegan a la pareja ya conformada, en este caso ambos se autodesignan como padres/madres del hijo/a).

Respecto a la planeación en la concepción de los hijos e hijas, los datos del gráfico 4.2 ponen en evidencia que la paternidad y la maternidad son decisiones improvisadas, tanto en hombres como en mujeres, que no riñen con los proyectos mismos de paternidad y maternidad, al ser parte de un constructo cultural hegemónico.

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Gráfico 4.2 Hijos planeados/no planeados  por género y cohorte de  nacimiento .  Eje cafetero, 2011. 90,0% 80,0% 70,0% 60,0% 50,0% 40,0%

Planeados

30,0%

No Planeados

20,0% 10,0% 0,0% Hombre

Mujer

Hombre

Antes de 1970

Mujer

1971‐1983

Hombre

Mujer

1984‐1993

Esta tendencia a que las personas conciban sus hijos en situaciones de no planeación en su proyecto de vida personal y familiar, es más representativa de las mujeres, quienes reportan en un 71.7% que sus hijos no fueron planeados, situación referida por el 52.3% de los hombres. La encuesta de Profamilia 2010 reporta que un 52% de las mujeres no planearon sus hijos o consideraron que no era el momento para tenerlos. Tal vez la diferencia entre una y otra estimación esté permeada por la preferencia sexual de las mujeres encuestadas en el Eje Cafetero, lo que para algunas termina siendo un obstáculo para contemplar la maternidad en sus proyectos de vida.

La concentración más alta de hijos e hijas no planeados entre los hombres está en la cohorte intermedia, de los cuales un 57% reporta paternidades no planeadas; al respecto, las mujeres de esta generación también mantienen una alta tendencia en maternidades no planeadas en un 70.7%; pero sorprende en las mujeres que la mayor tendencia en maternidades no planeadas se ubica en la generación de las más jóvenes, lo cual es un indicador de la ausencia de cuidado para prevenir embarazos no deseados.

4.2 Proyectos de paternidad y maternidad: entre la individualidad y el anhelo de formar familia.

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El cuadro 4.1 ilustra varios asuntos relacionados con la deseabilidad de la maternidad y la paternidad en los hombres y mujeres entrevistadas, quienes visualizan sus proyectos de vida al margen del mandato social sobre el deseo heterosexual y la reproducción biológica para el ejercicio parental.

Cuadro 4.1 Proyectos de maternidad y paternidad y razones para asumirlo por cohorte de nacimiento. Eje cafetero, 2011 Ha pensado en ser padre o madre



Total (n=356)

COHORTE DE NACIMIENTO HOMBRES MUJERES Antes de Entre Entre Antes de Entre Entre Total 1970 1971-1983 1984-1993 1970 1971-1983 1984-1993 (n=211) (n=106) (n=110) (n=140) (n=31) (n=54) (n=126)

48,0

22,6

44,5

70,0

47,4

29,0

42,6

54,0

(n=170)

(n=23)

(n=49)

(n=98)

(n=98)

(n=8)

(n=22)

(n=68)

44,7 18,8 17,6 5,3 13,6

47,8 17,4 13,0 4,3 17,5

42,9 16,3 20,4 4,1 16,3

44,9 20,4 17,3 6,1 11,3

30,6 14,3 29,6 6,1 19,4

25,0 25,0 12,5 12,5 25,0

31,8 9,1 31,8 9,1 18,2

30,9 14,7 30,9 4,4 19,1

(n=169)

(n=24)

(n=47)

(n=98)

(n=94)

(n=6)

(n=22)

(n=66)

Uno 62,1 66,7 76,6 54,1 63,8 Dos 32,5 25,0 21,3 39,8 34,0 Tres o más 5,4 8,3 2,1 6,1 2,2 Cómo quisiera concebir a sus (n=166) (n=21) (n=48) (n=97) (n=94) hijos A través de una relación sexual 41,0 38,1 50,0 37,1 30,9 Mediante inseminación artificial 31,3 38,1 20,8 35,1 47,9 Por adopción 27,7 23,8 29,2 27,8 21,2 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el eje cafetero.

50,0 50,0 0,0

68,2 31,8 0,0

63,6 33,3 3,1

(n=7)

(n=22)

(n=65)

42,9 28,6 28,5

27,3 50,0 22,7

30,8 49,2 20,0

Razones para ser padre o madre Realización personal Por compañía Por construir una familia Para heredarle Otras razones Cuántos hij@s quisiera tener

Como se aprecia, la cohorte más joven contiene el mayor número de hombres (98) y mujeres (66) que manifiestan tener aspiraciones de ser padres o madres; esto podría entenderse debido a que tienen un mayor lapso de tiempo fértil frente a aquellos de la cohorte adulta e intermedia (es decir para aquellos que tienen 27 años y más), pero a la vez evidencia que las nuevas generaciones tienen incluido en sus proyectos de vida, ser padres y madres.

Como puede observarse, la “realización personal” es la razón más valorada en la construcción del deseo de maternidad/paternidad, la cual fue reportada por el 44.7% los

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hombres y el 30.6% de las mujeres. Sorprende que el discurso de la “realización personal” se observa marcado en la generación más joven encuestada (44.9% de los hombres y 30.9% de las mujeres).

La realización de la vida de las mujeres a partir de la experiencia de la maternidad durante varias generaciones, y aún ahora se sustenta, según Haces (2006) en que las fuentes de satisfacción en el desempeño de otras áreas de sus vidas es un fenómeno más bien reciente. Siguiendo a esta autora puede afirmarse que para el caso de algunas mujeres con prácticas homoeróticas, al conflicto generado entre hacer coincidir el desempeño profesional y/o laboral con los roles maternos se le agregan las dificultades para el desempeño simultáneo de la maternidad y la identidad sexual.

“El querer construir una familia” es la motivación de preferencia por la maternidad en una de tres mujeres, mientras en los hombres se reporta en el 17.6%. Esta inclinación se concentra más entre las generaciones intermedias y entre las más jóvenes, lo que pone de manifiesto el anhelo tanto de hombres como de mujeres con prácticas homoeróticas de formar una familia y en ello no se alejan de los ideales de cualquier hombre y mujer, no importa su orientación sexual. La compañía, como razón para tener hijos o hijas predomina más en las generaciones jóvenes de hombres (20.4%) y de mujeres (14.7%).

Otras razones de los proyectos de maternidad y paternidad son evitar la soledad, no llegar a la vejez solo/a, reportadas por los hombres en un 13.6% y las mujeres en un 19.4%; Además se destaca, tanto en hombres como en mujeres, el gusto por los niños y niñas y hacer referencia a tener hijos como una experiencia de dar amor. De las mujeres resalta que algunas señalen el querer ser madres “por curioSIDAd”. El tener pareja estable, es una razón que fue poco manifestada por los entrevistados para aludir tener hijos o hijas.

La no maternidad es de gran peso para las mujeres que identifican su deseo homoerótico antes de su etapa reproductiva, ya que viven su realidad sexo-afectiva como una negación implícita a este proceso, debido en gran medida a que las relaciones homosexuales son reconocidas como no reproductivas. Así, al decidir llevar a cabo roles

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maternos, deben luchar por hacer a un lado esta idea e implementar diversas estrategias para tener hijos, ya sea biológicos o no.

Al indagar acerca del número de hijos o hijas que desearían tener, la mayoría de hombres (94.7%) y de mujeres (97.9%) se inclinan por tener hasta dos hijos, pero un hijo o hija es de mayor preferencia. Estos ideales frente al tamaño de la familia no se alejan de las expectativas de la población en su conjunto.

Por último, en cuanto a las estrategias o formas mediante las cuales se quisiera concebir a los hijos e hijas, se encuentra que la mayoría de hombres (el 59%) y de mujeres (el 68.1%) manifiestan preferir la inseminación artificial y la adopción frente a la opción de engendrar los hijos mediante una relación sexual. Este dato, confirma lo encontrado en otro estudio similar (Beverly, 2002), entre los cuales se muestra la inseminación artificial y la adopción como los recursos más frecuentemente utilizados entre las parejas del mismo sexo para tener hijos o hijas.

Haces (2006) discrimina las opciones para la concepción en mujeres y hombres, en cuanto a las mujeres la inseminación artificial, ya sea con un donante anónimo o con alguien conocido es un método usual. Cita a Cadoret (2003) quien reporta que en Francia, entre las parejas lésbicas, se da la inseminación artesanal, la cual consiste en que una de las mujeres introduzca semen con una jeringa a la compañera que llevará a cabo la gestación. Otra opción radica en que en una pareja de lesbianas, una done el óvulo para que le sea implantado una vez fecundado a su pareja, participando así ambas en el proceso reproductivo.

Dentro de la paternidad (Cadoret: 2003, citado por Haces:2006) menciona estrategias como: una pareja o individuo gay insemine a una mujer, para que está cumpla con la gestación, y una vez nacido el hijo les sea entregado; o niños que son gestados por medio de la co-paternidad, es decir, que dos parejas: una de gays y otra de lesbianas se alíen para concebir, educar y cuidar a un bebé. Uno de los hombres será el padre biológico, mientras que una de las mujeres será la madre biológica, con la participación de las

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respectivas parejas desempeñando roles parentales. Una estrategia posible para hombres y mujeres consiste en que parejas o individuos solteros se hagan cargo de niños desvalidos, que pueden ser hijos de algún familiar o de madres y padres desconocidos.

Estas estrategias son fundamentales para la realización de los proyectos de paternidad y maternidad en sujetos y parejas con identidades homoeróticas, dado que carecen del respaldo institucional para optar por la adopción, mecanismo viable para heterosexuales y para sujetos con prácticas homoeróticas que no afirman una identidad disidente, o que afirmándola no tienen pareja. Este último asunto quedó resuelto recientemente en nuestro contexto por la Corte Constitucional al reafirmar la adopción de dos niños colombianos por parte de un periodista abiertamente gay proveniente de Estados Unidos, mediante sentencia T-276 de 2012.

Por último, al indagar sobre el deseo de ser padres y madres, uno de dos entrevistados manifestó no querer tener descendencia, situación que, como se ilustra en el cuadro 4.2, cambia entre cohortes, siendo los más jóvenes quienes ven dicha posibilidad en su curso de vida, con respecto a los adultos; frente a esto, es entendible que a medida que avanza el curso biográfico se clausuren las posibilidades de ser padre y madre.

Cuadro 4.2 Razones para no asumir la maternidad y paternidad por cohorte de nacimiento. Eje cafetero, 2011 COHORTE DE NACIMIENTO HOMBRES MUJERES Razones para no ser padre o Antes de Entre Entre Antes de Entre Entre madre Total Total 1970 1971-1983 1984-1993 1970 1971-1983 1984-1993 (n=183) (n=109) (n=80) (n=61) (n=42) (n=21) (n=31) (n=57) Por la preferencia sexual 37,7 42,5 41,0 23,8 21,1 23,8 16,1 22,8 No está en el proyecto de vida 26,2 23,8 24,6 33,3 33,9 19,0 32,3 40,4 Temor a la responsabilidad 12,6 11,3 9,8 19,0 12,8 14,3 16,1 10,5 Situación económica 4,4 2,5 8,2 2,4 9,2 14,3 6,5 8,8 Otras razones (la edad, otras) 19,1 19,9 16,4 21,5 23,0 28,6 29,0 17,5 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el eje cafetero.

En las explicaciones dadas por los hombres y mujeres para no desear ser padres y madres están situaciones como “disfrutar la soledad y la libertad”, “no sentir gusto por los niños o niñas”, “sentir temor hacia esta responsabilidad” o “tener proyectos de vida donde no hay

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planes de descendencia”. En el mismo sentido, se resalta que un significativo grupo de hombres y mujeres expresaron no haber pensado tener descendencia, dada su condición sexual, lo cual significa que los proyectos de maternidad y paternidad son relativamente bajos y están condicionados por los proyectos personales y la homofobia interna, en tanto se rechaza al homosexualismo en su posibilidad de construir una familia.

En el caso de las mujeres, la negación de muchas frente a proyectos de maternidad puede sustentarse, en la visión compartida por ellas sobre “las lesbianas como sujetos no reproductivos, la cual está profundamente enraizada en la sociedad, no siendo consideradas mujeres apropiadas para ejercer la maternidad…Tanto para hombres como para mujeres, esta concepción está marcada por los estereotipos sociales sobre la homosexualidad que suponen que la orientación sexual de las madres influirá en las elecciones sexuales del niño, que éste tendrá una identidad de género poco clara o impropia o que al niño lo estigmatizarán en la escuela o en sus relaciones” (Donoso, 2002:186).

Respecto a los hombres, aunque en algunos sectores y generaciones (Jiménez: 2001, citado por Haces, 2006) se ha visto mayor participación en la crianza de los hijos, es posible que en el marco del homoerotismo, los asuntos por la distribución de quién hace aquello tradicionalmente adjudicado a las madres en relación con la crianza de los hijos, genere temores fundados en estereotipos relacionados con insuficiencia o inexistencia de competencias masculinas frente al cumplimiento de funciones afectivas y labores de cuidado.

A manera de cierre, la reflexión en torno a los hallazgos de la investigación permite afirmar que la paternidad y la maternidad como proceso social es transversal a los sujetos independientemente de sus prácticas sexuales; no obstante, algunos sujetos desde la identidad reivindican la maternidad y la paternidad, en esos casos se estaría hablando de maternidad lésbica y paternidad gay. Resalta cómo la preferencia sexual puede ser un indicador de homofobia interna para no incorporar proyectos de parentalidad y más aún si estos se ejercen en el marco de una pareja del mismo sexo, casos que son los menos comunes en el Eje Cafetero, pero también en otras sociedades de acuerdo a las

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investigaciones referenciadas. Finalmente, los procesos parentales en la población entrevistada terminan reafirmando los patrones vinculares de la heterosexualidad.

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CAPÍTULO V INICIACIÓN SEXUAL EN VARONES Y MUJERES CON PRÁCTICAS HOMOERÓTICAS: PUNTO DE PARTIDA DE UNA TRAMA SEXUAL COMPLEJA15. La iniciación sexual ha sido uno de los temas más abordados en los estudios realizados sobre sexualidad adolescente. Las razones para que los intereses investigativos se aboquen a este hecho de la vida sexual, obedecen a distintos propósitos que van desde los gubernamentales hasta los que hacen un análisis antropológico y sociológico sobre el tema. (Amuchástegui, 1999; Evangelista y Kauffer, 2009; Geldstein y Schufer, 2002). El hecho que la iniciación sexual tenga diferentes representaciones: el tránsito de la niñez a la adultez, el ingreso al mercado matrimonial o el comienzo de actitudes sanas hacia la sexualidad, genera una atención especial para su reflexión. Sin olvidar que el debut sexual es un acontecimiento fundamental en la biografía sexual de los individuos, ya que encarna la evidencia práctica de las formas bajo las cuales se ha constituido su actitud hacía la sexualidad.

Las primeras prácticas sexuales pertenecen a la historia íntima de los individuos, pero no están desligadas de su contexto social, histórico y cultural (Bozon, 1993). La relación entre la subjetividad y la estructura social no puede pasar desapercibida a la hora en que el sujeto asume su sexualidad, ya que este vínculo se encuentra condicionado bajo cierta normatividad social que sirve de parámetro bien sea para cumplirlo o incumplirlo. Las coordenadas históricas sobre la emergencia del tema de la iniciación sexual advierten que es una cuestión que surge a partir de la preocupación de inspeccionar la sexualidad juvenil y prevenir el riesgo a las enfermedades. En palabras de Michel Bozon (1998), este interés es en realidad una novedad que tiene sus inicios en la década de 1990 como consecuencia de la necesidad de entender las conductas sexuales, requisito derivado por la aparición de la epidemia del VIH-SIDA (Parker y Aggleton, 1999) pero también por la evidencia de que, cada vez en mayor medida, la iniciación sexual se da fuera del matrimonio y en el período de la adolescencia, lo que señala un retroceso en el control de los adultos sobre la sexualidad de los jóvenes (Bozon, 1998). 15

Agradecemos a Sebastián Giraldo Aguirre estudiante de la Maestría en Estudios de Género de El Colegio de México el apoyo en la construcción de este capítulo.

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Algunas reflexiones antropológicas que se han hecho frente a la iniciación sexual, la consideran como un rito de pasaje vivido en todas las culturas para regular los tránsitos sexuales y matrimoniales de la comunidad, por eso la mayoría de las sociedades regulan la iniciación sexual como punto de inflexión en la vida de las personas, considerándola una “experiencia formativa”. Otros autores afirman que el significado que se confiere al inicio de la vida sexual se debe a su consideración como indicador de transición a la vida adulta (Mora y Oliveira, 2009). Por otra parte se involucran otros aspectos, como el acceso al mercado matrimonial, ya que la aparición de la menarquía en las mujeres y la torarquía en los hombres, son la comprobación de su capacidad reproductora, no obstante estos acontecimientos también llevan implícitos la posibilidad de la conformación de familia, de ahí que el tema de la reproducción, el matrimonio y la paternidad sean recreados en la primera relación sexual.

Por otro lado, una de las reflexiones a las que aboca el tema de la iniciación sexual es el asunto de la edad, ya que es un elemento que esclarece el tratamiento hacia ella, comprobando la idea de que las sociedades siempre han regulado e interpretado la sexualidad teniendo como uno de los criterios esenciales la edad (López et al, 2011). En la actualidad la primera relación sexual ocurre generalmente en la adolescencia (Amuchastegui, 1999; Centeno y Cáceres, 2005; Evangelista y Kauffer, 2009), esto lo demuestran la mayoría de los estudios realizados al respecto, las personas que postergan su debut sexual a edades mayores realmente constituyen una minoría. Por esta razón en líneas anteriores se hace una reflexión sobre la emergencia de la sexualidad juvenil como un tema socialmente reconocido, dentro de esta revaloración social la iniciación sexual gana atención de las distintas autoridades porque se relaciona con una precocidad del evento, afirmando que la aparición temprana de las relaciones sexuales constituye un problema de salud por las múltiples consecuencias que puede acarrear para los propios jóvenes, su familia y la sociedad (Organización Mundial de la Salud, 2000).

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A causa del reconocimiento social de la sexualidad juvenil, la adolescencia16 se vuelve un período en que se espera que las personas cumplan algunas tareas específicas, entre las que se encuentra consolidar un sentido sano de la sexualidad (Trujillo y Barrera, 2002), idea que presume la incursión del adolescente a la práctica sexual. Como lo describen los resultados de la investigación del Centro de Estudio de Población en Argentina, con relación a la edad para la iniciación sexual, las sociedades esperan conductas adecuadas que son incorporados por los miembros de la sociedad, a tal punto que aun aquellos que no los cumplen los ven como deseables (CENEP, 2005).

Por esta razón, cierto período de edad termina siendo un referente para el inicio de la vida sexual, constituyéndose en una marca social que hace hincapié en la decisión del individuo. Tanto así que tener una relación sexual en la adolescencia constituye prácticamente una obligación en determinados contextos, ya que de otra manera el joven se siente anormal (Welti, 2005); así se constituye en un ritual de paso centralizado en las prácticas sexuales para otorgar su carácter de transitividad. La implantación de una norma etarea para experimentar la primera relación sexual transforma las connotaciones culturales que lleva consigo este acontecimiento, ya no es tan importante la atención sobre los períodos de transición entre la niñez y la adultez o la regulación del mercado matrimonial, sino que el debut sexual termina siendo simplemente una regla que hay que cumplir dentro del nuevo orden de la vida sexual adolescente. Por lo tanto, la iniciación sexual se convierte en el principal objetivo de muchos jóvenes para sentirse parte del grupo y no ser considerado un "caso raro" (Welti, 2005).

Dejando de lado la representación social formada hacia las primeras relaciones sexuales en las sociedades contemporáneas, también se debe tener en cuenta las implicaciones que ellas generan en el desarrollo psico-social de los individuos. Estos asuntos no pueden pasar desapercibidos en un análisis social sobre este evento en la vida sexual de los sujetos, debido a que es un hito que marca las nuevas formas en que el individuo asume su sexualidad frente a sí mismo y frente a los demás; es decir, no sólo se limita a hacer un

16

En la presente investigación se entiende por adolescencia la etapa de los 14 a los 18 años, periodo en el cual la mayoría de los y las entrevistadas experimentaron su primera experiencia sexual.

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análisis sobre el individuo sino también sobre el ambiente social en el que se relaciona. Las conductas sexuales sanas, la prevención de prácticas sexuales de riesgo, un juicio claro hacía las relaciones de género, entre otras actitudes, son fundadas precisamente desde un contexto abierto y claro frente al discurso sexual.

Algunos estudios adelantados por la psicología manifiestan que la primera relación sexual es un evento que marca al individuo, ya que permite el uso propio del cuerpo para relacionarse con otros individuos a través del placer, punto fundamental para el desarrollo emocional y para el establecimiento de relaciones con sus semejantes en condiciones igualitarias (Welti, 2005). Así que no sólo se presta atención en los efectos subjetivos, sino que se reconoce la incidencia que tienen las primeras experiencias eróticas para construir relaciones ajenas a la discriminación, principalmente por género u orientación sexual. Al constituirse el cuerpo y el placer como un medio por el cual el sujeto se relaciona con otros y con el mundo, se requiere de un entrenamiento propicio para fortalecer las medidas con las cuales va afrontar esta nueva forma de relacionamiento, por eso es necesario contar con habilidades sociales frente a la sexualidad que permitan darle sentido a las representaciones formadas a partir de la primera relación sexual, porque ella es capaz de marcar caminos y estilos en el ejercicio de la sexualidad en diferentes etapas de la vida (Geldstein y Schufer, 2002), en la configuración de su biografía sexual.

En conclusión y aludiendo a Amuchástegui, la iniciación sexual recibe un sentido teniendo en cuenta un contexto cultural particular que ofrece ciertos marcos de interpretación, por lo tanto la experiencia de los individuos con la virginidad y la iniciación sexual se moldea en la diversidad de discursos que sirven como textos culturales para la construcción de su significado (Amuchástegui, 1999). En la actualidad, estas representaciones están ligadas a un ejercicio de la sexualidad más temprana y ajena al compromiso sentimental, esto se debe al menor control sobre la sexualidad juvenil, a los cambios en las relaciones de género y a la necesidad de avanzar en la intimidad antes de tomar la decisión de casarse, vivir juntos o tener hijos (Evangelista y Kauffer, 2009). Lo que indica que la sexualidad ganó cierta independencia de discursos morales y científicos que pretendían controlar el impulso sexual adolescente. Así que existe cierta hibridación de discursos sociales de inculpación y

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reproducción de los significados sexuales que conviven en la representación social y subjetiva en torno a la iniciación sexual, y aunque las formas de ver y concebir la sexualidad en la actualidad hayan cambiado, lo que no se puede olvidar es que el mito de la virginidad sigue vigente (Salazar, 1995).

5.1 Diferencias en la iniciación sexual entre mujeres y varones La iniciación sexual es un acontecimiento que está condicionado por coordenadas de tiempo y lugar que generan especificidades sociales, por lo tanto deben resaltarse las cualidades que toma en distintas situaciones para dejar de ser tratado como un hecho universal dentro de la biografía sexual de los individuos. Se ha afirmado que una misma experiencia adquiere significados distintos en función del género, la cultura, el grupo etario y social al que se pertenece (Evangelista y Kauffer, 2009). En este caso, la primera relación sexual puede catalogarse como una experiencia invadida de categorías sociales, que hacen de ella un referente obligado para la comprensión del comportamiento sexual. Uno de los elementos más diferenciadores es la condición de género, ya que los antecedentes y las consecuencias de la iniciación sexual no son iguales para ambos sexos (Herrera y Cairo, 2009); cada persona tiene una historia permeada de soberanías y restricciones en el ejercicio de su sexualidad.

La mujer y el hombre tienen marcos de representación distintos hacia el debut sexual reproducidos por un sistema sexual amparado por el patriarcado y la heterosexualidad obligatoria. En nuestra cultura la historia de inhibiciones y facultades culturales tienen una carga negativa hacia lo femenino, pues la sexualidad construye una estructura jerárquica dominante que condiciona las distintas situaciones en la vida sexual y afectiva de las mujeres (Evangelista y Kauffer, 2009). De ahí que la relación con la sexualidad sea algo sancionado para ellas, mientras en los hombres es algo primordial en la demostración de su masculinidad, de modo que se acude a un doble patrón en el que los varones pueden y deben tener actividad sexual, en tanto las mujeres tienen que tenerlas pero sin descuidar su papel de mujeres serias y sin tener una diversidad de experiencias sexuales (Collignon,

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2004). Este modelo se convierte en un referente normativo que es incorporado por los sujetos y agenciado por la presión de los pares.

De manera que los hombres son quienes tienen mayor responsabilidad de cumplir con la iniciación sexual bajo unos patrones de edad, contexto y desempeño sexual. Se presume que los varones perciben un mandato prescriptivo de tener relaciones sexuales y lograrlas con diversas parejas, al tiempo que dudan de su masculinidad si no prueban su experiencia. (Szasz y Lerner, 1998), este tipo de condiciones conforman el habitus sexual masculino, el cual es la fuente de habilidades para afrontar la vida sexual futura. Según fuentes de investigación la precocidad de la iniciación sexual en los hombres, obedece a un sistema de valores que destaca las características hegemónicas de masculinidad (Gubert y Madureira, 2009). Al ser los varones los más señalados a desempeñar un ejercicio sexual temprano y periódico para evaluar su condición de género son más susceptibles a la influencia de factores como la presión del grupo de pares (Trujillo y Barrera, 2002) y sus primeras relaciones sexuales pocas veces involucran un compromiso emocional (Necchi y Schufer, 2001), lo que hace que haya una mayor disponibilidad del varón para el sexo ocasional; en este panorama también es necesario mantener relaciones sexuales con mujeres para demostrar que no se es homosexual.

En cambio, la iniciación sexual de las mujeres involucra elementos de control más fuertes, para las jóvenes el debut sexual implica el rompimiento de una norma, por lo cual debe justificarse con un argumento poderoso que permita mantener la distancia entre una joven "buena" y las "malas" (Stern, 2007), por esta razón aparece el amor como el argumento central de esta iniciación y la justificación de haber tenido relaciones sexuales. Esto hace que el mito de la virginidad sea más trascendente para las mujeres, pues representa el pasaje a una relación sentimental sería o a una vida familiar futura, esto se debe a los efectos de una socialización sexual de las chicas en las que se les ha insistido en el valor de los afectos y menos en el sexo (López et al, 2011). Lo anterior demuestra que estar sometido a un reglamento es también estar subjetivado por él, devenir como sujeto precisamente a través de esa reglamentación (Foucault, 1991); en este caso, las mujeres tienen sus prácticas

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sexuales inaugurales enfrentando todo un discurso social que se lo impide, ya que lo más esperado es controlar su sexualidad para ser reconocida como joven respetable.

Después de conocer las diferencias discursivas que existen hacia la iniciación sexual se puede comprobar que la cultura provee medios para probar la masculinidad y la feminidad (Rojas y Castrejón, 2007), mientras la sexualidad del hombre está asociada a la creencia de un instinto sexual masculino incontrolable y natural, la sexualidad femenina contiene un significado implícito de la ausencia del deseo, formando un estereotipo de la mujer joven asexuada (Stern, 2007). Estas caracterizaciones instauran diferencias en la motivación, la exclusividad, la atracción, el deseo, las fantasías y reflejan un patrón evidente, a la hora en que hombres y mujeres tienen su primera relación sexual. Por esto es necesario recalcar que la sexualidad, especialmente la primera relación sexual, es una dimensión en la que el sujeto está condicionado a políticas que pretenden legislar sobre su cuerpo y su deseo a partir de la condición de género.

Sin embargo, en las últimas décadas los datos recabados sobre iniciación sexual manifiestan cambios y cercanías discursivas entre hombres y mujeres sobre la edad, las motivaciones o la pareja de la iniciación sexual. Se pueden interpretar estas diferencias y tensiones como indicativas de cambios sociales y culturales y como un desgaste del poder normativo basado en creencias y tradiciones (Stern, 2007). No obstante, lo que no puede olvidarse es que aunque en la actualidad se tiene la impresión de que chicos y chicas son cada vez más similares hasta el punto de caminar hacia un patrón sexual y amoroso coincidente, éstos no tienen los mismos motivos y las prácticas no significan lo mismo para unos y otros y las sanciones sociales son diferentes por género.

5.2 Estudios sobre iniciación sexual en Latinoamérica y en Colombia.

La iniciación sexual ha sido objeto de estudio en distintas investigaciones en Latinoamérica promovidas principalmente por iniciativas académicas y programas gubernamentales preocupados por la salud sexual y reproductiva de los adolescentes. Sin embargo, otros estudios trascienden el tema de salubridad y abordan las implicaciones antropológicas,

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sociológicas o psicológicas de este evento en la biografía sexual de los individuos. También es necesario aclarar que la mayoría de los estudios presuponen una iniciación sexual heterosexual, no consideran la iniciación sexual homoerótica.

Las investigaciones han indagado principalmente por la edad de ocurrencia de la primera relación sexual, la persona que tomó la iniciativa, lugar en que ocurrió, si el entrevistado sintió presión social o si resultó agradable para él. En Centro América, México ha sido el país con mayor desarrollo sobre el tema, la Encuesta Nacional de Salud ReproductivaENSAR-, realizada en 2003 reconoce que la edad mediana de iniciación es 18.1 años y detalla que existe un inicio a edades más tempranas en la actividad sexual masculina (coital heterosexual) en comparación con las mujeres, destacándose algunas diferencias por lugar de residencia y grupos socioeconómicos (ENSAR, 2003). Teniendo en cuenta que a la primera experiencia sexual se le da un sentido según el contexto cultural de ocurrencia, en las distintas investigaciones en México se recalca

la perspectiva de género (Rojas y

Castrejón, 2007), la condición socioeconómica (Stern, 2007) y el desgaste del poder normativo de las creencias tradicionales (Amuchástegui, 1999; Evangelista y Kauffer, 2009; Stern, 2007) como elementos determinantes para abordar el tema en las distintas regiones del país.

Por su parte, en Cuba el 42% de los jóvenes tuvieron sus primeras relaciones sexuales entre los 13 y 14 años, de igual forma declaran tener conocimiento sobre las vías de transmisión de VIH-SIDA y su prevención, pero el conocimiento sobre las demás ITS resulta insuficiente (García et al, 2010). En el caso de El Salvador la edad promedio de la iniciación sexual son los 16.4 años, menos del 10% de las mujeres utilizaron algún método anticonceptivo en su primera relación, el principal motivo que aducen es que no esperaban tener relaciones en ese momento, también se demostró que el uso de protección aumenta según el nivel educativo y entre mayor sea la edad de iniciación (Centeno y Cáceres, 2005).

En una investigación realizada sólo con varones en Argentina el promedio de edad de iniciación sexual fue de 14,9 años. Para un grupo importante de adolescentes estudiados, la iniciación tuvo lugar en la casa de su pareja (21,5%), en su casa (20,2%) o en la de un

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amigo (12,0%), también se reportó un hotel, un prostíbulo o una casa de masajes (13,3%) y otros ámbitos como zonas rurales, baños (Necchi y Schufer, 2001). Otro estudio realizado sólo con varones considera que cuando la iniciación ocurre antes de los 15 años, es más probable que se lleve a cabo con una amiga o con una trabajadora sexual y la iniciativa haya sido de la pareja sexual; la postergación de la iniciación y la permanencia en el sistema educativo favorecen que la primera relación sexual se produzca en el marco de una relación afectiva, que sea planeada y que sea una experiencia a la que el joven accede por autodeterminación. Los motivos para haberse cuidado también son diferentes según la persona con quien tuvieron esa relación: la mayoría de los que se iniciaron con la novia o con una amiga trataron de prevenir un embarazo no deseado, quienes se iniciaron con una trabajadora sexual o una desconocida usaron el preservativo para protegerse contra el VIHSIDA (Geldstein y Schufer, 2002).

En igual sentido, una serie de investigaciones que vinculan tanto a varones como a mujeres demuestran que de los jóvenes iniciados, los varones lo han hecho en un porcentaje significativamente mayor hasta los 14 años, mientras que en las mujeres la mayor proporción ocurre después de los 15 años. La edad media de inicio sexual es para las mujeres 15,4 años y para los varones la media es de 14,7 años, el preservativo es el método anticonceptivo usado con mayor frecuencia, especialmente por los varones (Kornblit y Mendes, 2005). En Chile a los 14 años solo un 16% había tenido su primera experiencia sexual, a los 16 años un 27% adicional vivió el evento. Las mujeres muestran una mayor concentración de la primera experiencia sexual en los 14 años, con un 37%, le siguen los 15 y 16 años con un 27% cada uno; mientras las chicas depositan en el afecto su decisión de tener relaciones, los hombres las conciben como parte de su experiencia de “conocer el mundo”. Las mujeres, en su mayoría, sostienen relaciones con sus novios y los hombres reportan más encuentros ocasionales (Márquez et al, 2004).

A nivel nacional el tema de la iniciación sexual tiene un escaso desarrollo, según la encuesta poblacional realizada por PROFAMILIA (ENDS 2010), el inicio de las relaciones sexuales de las mujeres no necesariamente coincide con la edad de la primera unión y ésta es aproximadamente a los 18,0 años, el 11,8% del total de mujeres tuvieron su primera

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relación sexual antes de cumplir los 15 años y el 50,3% antes de los 18 años. Entretanto los hallazgos de Gonzales en Cundinamarca determinan que 20,1% de los hombres inician la vida sexual a edades menores de los 14 años, ya sea con una amiga el (28.7%) o con la novia (51.2%). En su estudio también encontró que las mujeres inician su vida sexual un año después (15 años) generalmente con el novio en (72.1%) y manifiestan hacerlo principalmente por amor (31.4%) (Gonzales, 2004).

Otros estudios muestran que en Colombia los hombres inician su vida sexual en promedio a los 13.4 años y las mujeres a los 14.8 años. En Cali, 61.4% de los hombres inician su vida sexual entre los 12 y 16 años y 44.5% de las mujeres lo hacen entre los 15 y 17 años (Vásquez et al, 2005). Sobre otras variables exploradas

se declara que los jóvenes

colombianos en su mayoría no utilizaron protección en su primera relación sexual, sólo un 10% a 15% lo hace;

entre las razones más aducidas están la no previsión del

acontecimiento o el desconocimiento sobre asuntos sexuales, los métodos más utilizados fueron el condón, la píldora, el ritmo. Este estudio reitera que la experiencia sexual temprana se relaciona con la influencia del grupo de amigos, con la falta de orientación de los padres y con creencias erróneas sobre la sexualidad, de forma que entre mayor información tiene el adolescente, es menor la probabilidad de involucrarse en relaciones sexuales a edades tempranas (Salazar, 1995). Finalmente Trujillo y Barrera (2002), con una muestra de adolescentes colombianos, encontró que el 40% de los adolescentes que dicen haber iniciado su actividad sexual experimentaron sentimientos positivos, las mujeres reportaron más sentimientos negativos asociados a su actividad sexual con un 5.3, en los hombres fue sólo de 2.8 entre nueve posibles.

En el ámbito regional, las instituciones gubernamentales tanto departamentales como municipales de Caldas, Quindío y Risaralda cuentan con poca información sobre la iniciación sexual, los programas de salud sexual y reproductiva indagan por otros temas preocupados principalmente en el embarazo adolescente y las ITS. No obstante, se cuenta con los estudios pioneros de Elí Álzate en la Universidad de Caldas en los años 70 y 80 del siglo XX, que luego fueron complementados con un proyecto gubernamental en los municipios caldenses. El trabajo conducido por el equipo de Salud Sexual y Reproductiva

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de la Dirección Territorial de Salud de Caldas (2009), examinó de forma sistemática el comportamiento sexual de estudiantes de educación media de veintiséis municipios del Departamento.

Entre sus resultados se encuentra que el 63,3% de los encuestados dicen haber tenido actividades exploratorias solitarias en la infancia y haberlas iniciado en promedio a los 10,5 años, mientras que el 20,9% de las mujeres dice haberlas vivido empezando en promedio a los 9,2 años. En cuanto a los juegos sexuales en grupo, el 40% de los varones dijeron haber participado de ellos durante la infancia al igual que el 14,1% de las encuestadas, prácticas que fueron realizadas en su mayoría con otros infantes (Hombres: 87,2%. Mujeres: 81%), en un segundo orden con adolescentes (Hombres: 11,6%. Mujeres: 10%) y en menor proporción con personas adultas.

Con respecto al deseo sexual el 97,8% de los estudiantes y el 83,9% de las estudiantes afirmaron haber experimentado deseos eróticos por primera vez a los 12,1 años y 13,6 años, respectivamente. Con referencia a la masturbación, el 83,3% de ellos confiesan haberse masturbado y haberlo hecho por primera vez a los 12,5 años; mientras sólo el 20,3% de las mujeres afirman haberlo hecho en una edad promedio de 13,2 años. La edad promedio de la primera práctica sexual coital de los indagados, teniendo en cuenta que sólo el 67% de ellos y el 47% de ellas confirman haberla tenido, es de 14.1 años para los varones y 15.5 años para las mujeres. Los varones confirman que su pareja fue una amiga (44%) o la novia (36,6%) y el motivo principal fue el deseo (59,5%) y el amor (19%); las mujeres declaran haber tenido la relación con el novio (80,4%) o con un amigo (12,7%) y expresaron como motivo principal el amor (53,6%) y el deseo (22,9%). Por último, el 54,2% de los estudiantes varones y el 66,3% de las ellas manifestaron haber planeado su primer coito vaginal con antelación, el uso de protección fue del 45% en ellos y del 54,5% de ellas, principalmente condón. En la investigación Caracterización de la realidad juvenil en Caldas adelantada por el Observatorio de la Juventud coordinada por Vergara y Pinilla (2010)17, se halló que el 17

La muestra seleccionada fue de 4479 jóvenes de acuerdo al diseño muestral aleatorio simple.

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23,3% de los jóvenes tuvieron su primera relación sexual entre los 10-14 años, el 42,2% entre los 15 y 18 años. El promedio de edad de inicio de las relaciones sexuales fue de 15,6 años, siendo para los hombres 15,5 años y 15,7 para las mujeres. El 50,9% de los jóvenes manifestó que la primera relación fue con el novio(a), el 22,5% con un amigo y el 7,2% con un enamorado; se resalta el hecho del bajo porcentaje que se inició con una trabajadora sexual (Vergara y Pinilla, 2010). El uso de protección durante la primera experiencia sexual es muy bajo como lo demuestran otros estudios en la región.

Por otra parte, la investigación realizada por María del Pilar Villamil (2010) en Pereira con pacientes con VIH y funcionarios de salud en el año 2010, aunque se enfoca al tema de las implicaciones sociales y personales de la infección, permite conocer datos sobre la iniciación sexual de este pequeño grupo de entrevistados. Respecto a los pacientes las edades de iniciación sexual están entre los 15 y 17 años con el 50,2%, entretanto para los funcionarios de salud está entre los 14 y 17 años con el 47,9%. El diagnóstico de la juventud adelantado por la Alcaldía de Cartago (2009)18, Valle del Cauca, reveló que el 92,4% de los jóvenes tuvo su debut sexual entre los 12 y 18 años, resaltando que es durante la adolescencia, entre los 14 y 15 años de edad, donde se presenta el mayor porcentaje de inicio de la vida sexual con un acumulado de 44,5%.

Finalmente, Mara Viveros (2001) presenta una etnografía realizada en distintas regiones de Colombia, en la que se pregunta por la construcción de la masculinidad, siendo la ciudad de Armenia uno de las escenarios estudiados. Frente al tema del debut sexual afirma que los varones se iniciaron entre los 11 y 16 años, experiencia que para ellos constituía la confirmación de su virilidad ya que el grupo de pares ejerce una influencia considerable sobre los varones jóvenes de la región, también señala que los más jóvenes afirman que su iniciación se hizo con mujeres cercanas a ellos en edad y condición social, sin embargo sobresale como en la región cafetera todavía la iniciación en un prostíbulo hace parte de una tradición que confiere a este acto el carácter de rito de virilidad. 18

El tamaño de muestra para la aplicación de la encuesta fue calculado sobre un universo de 38.128 personas, que obedece al tramo de edad entre los 14 y 30 años, según la proyección poblacional del Censo DANE 2005 al año 2009. En total se estimó la muestra en 1.625 jóvenes.

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5.3 La iniciación sexual en mujeres investigación, poca exploración.

y varones con prácticas homoeróticas: escasa

Como se pudo comprobar en páginas anteriores, los estudios sobre iniciación sexual se enfocan principalmente a los contextos heterosexuales, el tema del homoerotismo no ha sido abordado a fondo. Entre los pocos estudios encontrados que tratan el tema de la iniciación sexual homoerótica se encuentra la investigación de Gallego (2007) que indaga por los patrones de iniciación sexual y trayectorias de emparejamiento entre varones de la Ciudad de México. Sus resultados demuestran que la edad mediana en la cual se dio la primera experiencia sexual con otro varón fue los 15,5 años. Sin embargo, cuando se aprecia la velocidad del cumplimiento del evento, entre los 16 y los 20 años de edad se presenta una aceleración considerable en las cohortes más jóvenes de entrevistados con respecto a los adultos. Otros resultados destacan que la primera experiencia homoerótica se presenta en las redes construidas en la escuela, en los grupos de vecinos y entre parientes (48,8% tuvo su primera experiencia con un amigo/vecino y un 14,8% con un pariente o familiar) por lo tanto el debut sexual transcurre muy pocas veces entre totales desconocidos, finalmente se revela como la vivienda familiar de alguno de los participantes aparece como el escenario propicio donde transcurrió esta primera experiencia homoerótica (67% de los casos).

En el estudio financiado por USAID (2007) y liderado por Angélica Ospina en México para cinco ciudades mexicanas, donde la muestra contó con 884 varones de distintas edades y el principal objetivo era evaluar el uso del condón dentro de esta población, halló que los 16.6 años es la edad mediana de la primera relación sexual con otro varón, promedio que no varía sustancialmente entre ciudades. Con relación a las cohortes encuestadas sí se hallaron diferencias, mientras los menores de 25 años presentaban una edad mediana de 15 años, los mayores presentan una cifra de 17 años, lo que demuestra una ligera aceleración de la experimentación del evento. Dos elementos que resalta la investigación es que el 10% de sus encuestados reportaron haber tenido su primera experiencia homerótica antes de los 10 años y que el 47,3% del total reportó no haber usado preservativo en esta primera experiencia, lo que resultó preocupante para sus intereses de estudio.

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El estudio Comportamiento Sexual y prevalencia de VIH en hombres que tienes relaciones sexuales con hombres en siete ciudades de Colombia (Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Cúcuta, Pereira y Cartagena), financiado por el Ministerio de Salud y Protección Social y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en 2010 y que denominaremos de acá en adelante Encuesta 7 (Minsalud-UNFPA, 2011)19: en todas las ciudades del estudio los HSH tuvieron una iniciación sexual temprana (a los catorce años o menos), una proporción importante, entre el 53 y el 73%, tuvo su primera relación sexual con un hombre. El inicio de las relaciones homosexuales se dio principalmente con hombres mayores. Los motivos para el no uso del condón fueron de tipo personal o de opinión sobre este método de protección; principalmente reportaron que creían que disminuiría el placer, estaban excitados, estaban bajo los efectos del alcohol o de las drogas, creían que no era seguro, sintieron vergüenza de pedir el condón, no quisieron usar condón a pesar de conocer los riesgos, no los conocían o nunca han pensado en cuáles fueron los motivos para no usarlos.

En Pereira, específicamente, el 42,5% de los HSH participantes tuvo su primera relación sexual a los catorce años o menos, el 39,8% entre los quince y diecisiete años, y el 17,8% a los dieciocho años o más. El 62,6% de los HSH en Pereira tuvo su primera relación sexual con un hombre. Respecto a la edad de la persona con quien tuvieron esta primera relación se encontró que el 60% manifestó que fue con personas mayores de edad. El 69,9% no usó condón en esta relación, y los motivos para no hacerlo fueron personales o de opinión sobre este método en un 74,8%, mientras que el 12,4% manifestó que los motivos para no usar el condón estuvieron relacionados con problemas de acceso a este. El estudio refleja como la trama de la sexualidad en los hombres entrevistados es bastante compleja e imbrica la homosexualidad con la heterosexualidad (Minsalud-UNFPA, 2011).

19

La recolección de la información se llevó a cabo mediante el método de muestreo dirigido por entrevistados “Respondent-Driven Sampling” (RDS) y la aplicación de una encuesta serológica a un total de 2.562 HSH (hombres que tienen sexo con otros hombres).

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5.4 La construcción del deseo homoerótico El tema de la iniciación sexual en la actual investigación presenta algunos elementos innovadores, primero, la exploración del inicio de la vida sexual de las personas con prácticas homoeróticas y especialmente la construcción del deseo y segundo, el tratamiento de la iniciación desde antes de la primera práctica sexual coital, dejando de lado el coitocentrismo que ha sido dominante en las investigaciones sobre sexualidad referenciadas anteriormente. Además se descentró la penetración como acto fundamental dentro de la relación sexual y se exploraron otras formas de intercambio sexual.

La indagación biográfica partió de la construcción del deseo anterior al primer coito, conteniendo preguntas sobre el momento de la vida en que se sintió atraído/a por alguien de su mismo sexo. En esta sección se preguntó en qué etapa de la vida ocurrió, quién era la persona, si llegó a tener relaciones sexuales con ella y cuáles fueron las reacciones personales ante la atracción. En un segundo momento, se indagó en profundidad por la primera relación sexual homosexual y heterosexual (si el evento ocurrió); para los encuentros heterosexuales se consideraba importante al acto coital, mientras que para las relaciones entre personas del mismo sexo no. Se parte de una pregunta que explora si la primera relación sexual fue homosexual o heterosexual y si ha tenido encuentros con personas del sexo opuesto, para después preguntar en detalle por estos eventos, señalando la edad de los implicados, el tipo de relación que tenía con la pareja, el lugar donde ocurrió, el proceso por el cual conoció a su pareja sexual, la iniciativa, las prácticas sexuales que se tuvieron y finalmente si hubo protección o no (uso del condón). Estos cuestionamientos permitieron estudiar a fondo la configuración social de la iniciación sexual, preocupándose por temas que dieran cuenta de las relaciones de poder implícitas en el evento y las diferencias de género y generacionales para afrontarlo.

La construcción del deseo sexual es un proceso que parte antes de las primeras experiencias sexuales, generalmente se experimenta en el transcurso de la niñez o la adolescencia. Sin embargo, darse cuenta que el deseo está dirigido a personas del mismo sexo resulta ser una situación difícil de enfrentar para las personas. Los procesos de socialización primarios

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impartidos por la familia y la escuela sustentan un orden sexual específico, que termina siendo incorporado por los niños/niñas o jóvenes, por eso experimentar deseos distintos al mandato puede generar ansiedad o confusión en algunos de ellos, aunque para otros puede resultar algo sin mayores contratiempos. Lo importante es considerar que la entrada al homoerotismo, así no sea en la práctica, es un proceso con complicaciones y obstáculos, situación que es distinta en la inserción a la vida heteroerótica.

Cuadro 5.1. Emergencia del deseo en hombres y mujeres con prácticas homoeróticas por cohorte de nacimiento (en %). Eje Cafetero, 2011. Hombres Característica

Hombres (N=401)

Mujeres

Antes de Entre Entre 1970 1971-1983 1984-1993 (n=133) (n=124) (n=144)

Total (n=308)

Antes de Entre Entre 1970 1971-1983 1984-1993 (n=67) (n=96) (n=145)

¿En qué momento de su vida se sintió atraído/a por alguién de su mismo sexo? Niñez (antes de los 12 años) Adolescencia (13-18 años) Juventud (18-26 años) Adultez (más de los 27 años)

59,4 31,9 8,2 0,5

56,4 32,3 10,5 0,8

56,5 29,8 12,9 0,8

64,6 33,3 2,1 0

52,9 30,8 11,4 4,9

50,8 16,4 20,9 11,9

42,7 37,5 12,5 7,3

60,7 33,1 6,2 0

¿Quién era esa persona? Amigo/a Compañero/a estudio Familiar/pariente Maestro/a-profesor/a Otra persona

43,8 27,0 12,8 3,5 12,9

39,4 25,0 15,2 5,3 15,1

44,4 28,2 10,5 1,6 15,3

47,2 27,8 12,5 3,5 9,0

42,2 29,1 5,2 7,2 16,3

35,8 26,9 9,0 9,0 19,3

41,7 29,2 4,2 8,3 16,6

45,5 30,1 4,2 5,6 14,6

¿Cómo se sintió en ese momento? Apenado/a Emocionado/a Culpable Confundido/a Otro sentimiento

6,7 24,4 6,5 36,9 25,5

6,8 30,1 7,5 30,8 24,8

5,6 24,2 8,1 33,9 28,2

7,6 19,4 4,2 45,1 23,7

15,4 23,9 3,9 38,9 17,9

12,1 28,8 6,1 34,8 18,2

11,6 25,3 3,2 45,3 14,6

19,3 20,7 3,4 36,6 20,0

56,7

45,8

43,4

¿Con esta pesona, llegó a tener relaciones sexuales? Sí 57,9 66,2 55,6 52,1 47,5 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales… en el Eje Cafetero.

En el cuadro 5.1 se puede apreciar el momento en que las y los encuestados se sintieron atraídos por una persona del mismo sexo tiene algunas diferencias, los hombres generalmente sintieron atracción a edades más tempranas. Respecto a las diferencias de cohorte, las personas mayores de 40 años tardaron más tiempo en reconocer su atracción homosexual, mientras que los más jóvenes presentan una tendencia a la atracción a edades

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más tempranas (hombres 64,6% y mujeres 60,7% durante la niñez), margen porcentual que no sobrepasa ninguna otra cohorte en el mismo período.

Estas diferencias en la emergencia del deseo se deben a las transformaciones históricas respecto a los discursos sexuales, la aparición del feminismo como discurso político en los años setenta y luego la aparición de movimientos gay y lésbicos en Estados Unidos y Europa que permearon los distintos espacios sociales alrededor del mundo. Este tipo de procesos de reconocimiento a vidas sexuales distintas a la heterosexualidad crean condiciones de posibilidad para el surgimiento de nuevas subjetividades en torno a la vida homosexual, tal vez por eso las personas con más edad enfrentaron mayores problemas para asumir y reconocerse en una sexualidad distinta a la hegemónica, ya que no contaban con herramientas discursivas para legitimar su situación. Caso muy distinto en las generaciones más jóvenes, que nacieron en medio del movimiento reivindicativo y de un influjo mediático sobre este asunto, dando la posibilidad de adquirir instrumentos para admitir su deseo sexual hacia personas del mismo sexo desde pequeños, sin tanta estigmatización social como en épocas anteriores.

También hay que tener en cuenta que esta diferencia generacional no sólo obedece a la aparición de un discurso político en torno a la homosexualidad, también hace parte de un cambio de la estructura sexual contemporánea, que dejó atrás esquemas cerrados amparados en discursos conservadores hacia la sexualidad y que impedían un ejercicio de esta en la niñez o juventud. Afirman Evangelista y Kauffer (2009) que se está observando una iniciación sexual más desvinculada de la unión conyugal, situación que responde a tres fenómenos mencionados anteriormente relacionados con el menor control sobre la sexualidad juvenil, cambios en las relaciones de género y la necesidad de avanzar en la intimidad antes de tomar la decisión de casarse o tener hijos.

Las diferencias de género en torno a la edad de atracción homosexual se sustentan en la situación histórica de la mujer para afrontar su sexualidad. El contexto de dominación masculina de los últimos siglos ha condicionado la situación sexual

de las mujeres,

incluyendo las prácticas homoeróticas entre ellas, tal vez por esto las mujeres encuestadas

110

experimentan sus deseos de forma más tardía que los hombres. Esta situación genera un conjunto de diferencias respecto a la motivación, atracción, deseo, fantasías e iniciativas que reflejan patrones sexuales evidentes entre mujeres y hombres (López et al, 2011), de igual forma estas diferencias confirman la existencia de normas desigualadas para el ejercicio de la sexualidad masculina y femenina, que se traduce en prácticas diferenciadas, con significados distintos para los individuos y con sanciones sociales diferentes (Evangelista y Kauffer, 2009).

Respecto al vínculo de la persona que despertó la atracción, no hay diferencias representativas por sexo, predominando un amigo/a o compañero/a de estudio con un 70% aproximadamente; se halló una diferencia en la categoría de familiar/pariente, en la que los hombres presentan 7,6 puntos porcentuales más alto que las mujeres, mientras ellas encontraron en la maestra/profesora la persona que estimuló su deseo en mayor medida que los varones. La aparición de la familia y la escuela como espacio propicio para estimular el deseo sexual se da por la pertinencia que tiene el papel que cumplen estas dos instituciones en los primeros años de vida de los individuos, ellas comparten la tarea de desarrollar los primeros procesos de socialización en los que se prepara al sujeto para afrontar una estructura social determinada, pero es precisamente en estos períodos niñez y juventud, en donde se empiezan a desplegar una serie de actitudes y comportamientos sexuales.

La

casa, el vecindario y la escuela terminan siendo las coordenadas donde se mueve la construcción del deseo, su topos.

Sin embargo, no se puede olvidar que tanto la familia como la escuela se han constituido en espacios que reproducen y legitiman una cultura sexual, la heterosexual, aun así la sedimentación de las normas sexuales reproducidas por ellas no es absoluta y emergen otras formas de relaciones eróticas y sentimentales en su interior; el sistema tiene sus poroSIDAdes.

Por eso aunque el sistema sexual amparado en la heterosexualidad

normativa ha sido dictado por la familia (Rubín. 1989) y la escuela, no puede evitar las distintas manifestaciones que encuentran los individuos para desatar su vida emocional y erótica disidente, eso lo demuestra el hecho de que una tercera parte de los encuestados hayan encontrado su primera atracción por personas del mismo sexo con sus familiares,

111

compañeros de estudio o profesores.

En cuanto a las diferencia generacionales, los más jóvenes tienen una mayor proporción de sentirse atraídos por amigos, personas que estaban por fuera de la familia y la escuela, dos espacios en que las generaciones adultas tienen porcentajes mayores. Estas diferencias manifiestan algunas transformaciones sociales, ya que la familia y la escuela no constituyen hoy día los espacios que monopolizan la vida social de los niños y jóvenes, ellos tienen ahora más herramientas para desprenderse del amparo institucional familiar y escolar; los discursos, en el caso particular de la sexualidad, se encuentran diseminados a través de los mass media o el grupo de pares.

Acerca de los sentimientos que vivieron las y los entrevistados en el momento de sentirse atraídos por una persona del mismo sexo, "la confusión" es la sensación más representativa. Esto obedece el despliegue normativo de una cultura sexual que sólo legitima la heterosexualidad, llegar a sentir atracción homosexual se constituye en una afrenta tanto para la vida social como individual del sujeto, de ahí que el sentirse confundido aparece como una señal de que "algo se está haciendo mal", porque existe una estructura normativa que estable fronteras de inteligibilidad social para la constitución de sujeto.

Un análisis de los datos por género permite afirmar que las mujeres expresaron sentirse apenadas en mayor medida que los hombres, situación que se comprende a partir de la estigmatización y silenciamiento de la sexualidad femenina a tal punto que la iniciación de las actitudes sexuales están permeadas por sentimientos negativos. Caso contrario al de los hombres, que al estar incitados a demostrar su virilidad en el ejercicio de su sexualidad con una mujer, presentan una mayor sensación de culpa al comprobar su atracción homosexual, pues esto transgrede el sistema de valores que destaca unas características hegemónicas de masculinidad (Gubert y Faganello, 2009).

En términos de prácticas sexuales asociadas al deseo se encuentra que uno de dos entrevistados llegó a tener relaciones sexuales con la persona que sentía atracción, situación vivida en un porcentaje mayor en la cohorte adulta y menor en los más jóvenes. Los datos

112

parecen indicar que entre los más jóvenes existe una tendencia a desvincular el deseo inicial del debut sexual y postergar la primera relación homoerótica para otro momento del curso de vida, eso sí durante la adolescencia.

Reconocer que la construcción del deseo ocurre a edades tempranas es un asunto complejo y aún problemático en nuestra cultura que niega de manera sistemática la presencia de la sexualidad en los niños y adolescentes. Admitir este asunto permitiría desarrollar mejores políticas públicas de prevención del abuso sexual, del embarazo adolescente y de las prácticas sexuales de riesgo.

5.5 La primera relación sexual homoerótica La primera experiencia sexual constituye un acontecimiento paradigmático y complejo dentro de la vida de los individuos, en el que se despliega un conjunto de significaciones simbólicas en torno a los procesos de transición vividos entre la juventud y la adultez. La iniciación sexual de las personas que tienen prácticas homoeróticas no siempre está relacionada con una persona del mismo sexo, esto da cuenta de los tránsitos por los que pasa la sexualidad a lo largo de la vida.

Gráfico 5.1  Sexo biológico de la pareja en la primera relación sexual por  género y cohorte de nacimiento, eje cafetero, 2011.     90% 80% 70%

Hombre

60%

Mujer

50% 40% 30% 20% 10% 0% Total

Antes de  1971‐1983 1984‐1993 1970 HOMBRES

Total

Antes de  1971‐1983 1984‐1993 1970 MUJER

113

El debut sexual heterosexual hace referencia a la penetración vaginal como un factor central del evento debido a las implicaciones biológica relacionadas con el embarazo y a las representaciones simbólicas asociadas a la pérdida de virginidad, la maternidad y la paternidad (Gallego, 2007). Por ello es necesario aclarar que en el presente estudio la iniciación sexual homoerótica es entendida a partir de lo considerado como su debut sexual por parte de los y las entrevistadas, sin que necesariamente haga referencia a la penetración vaginal en las mujeres, o con la penetración oral y/o anal en los hombres; entre otras prácticas fueron consideradas la masturbación, los juegos sexuales o lo que en la región se conoce como bluyineo20.

De acuerdo al gráfico 5.1 se observa que existe una mayor iniciación homoerótica en los hombres que en las mujeres, tendiendo en los jóvenes a un predominio en el debut sexual con otro varón (tres de cuatro); en las mujeres jóvenes también comienza a percibirse un cambio en el patrón de iniciación sexual pasando de uno marcado por la heterosexualidad en las más adultas a otro donde la entrada al mundo de la sexualidad es más homoerótico (57%). Este cambio es señal de transformaciones al interior del homoerotismo femenino y la subcultura lésbica en un intento por deslindarse de la heteronormatividad que gobierna sus vidas.

Las tendencias sobre el sexo biológico de la pareja en la primera relación sexual no obedecen a un patrón general de iniciación con personas del mismo sexo. Por una parte, existe una estructura sexual amparada en la heterosexualidad, que repliega una serie de discursos y recursos simbólicos que son incorporados no sólo por quienes se inician con personas del sexo opuesto, sino por aquellas que tiene prácticas homoeróticas. Y segundo, en las trayectorias sexuales pueden descubrirse deseos homoeróticos después de haber llevado una vida heterosexual. El cuadro 5.2 aclara esta discusión.

20

El "bluyineo" hace referencia al acercamiento sexual intenso en el que por condiciones del momento generalmente no se quita la ropa. La expresión viene de la palabra "blue-jeans", que es una derivación regional para designar un tipo de pantalón.

114

Cuadro 5.2 Distribución porcentual de los y las entrevistadas según la precedencia temporal de la primera relación homoerótica con respecto a la heteroerótica (de los que vivieron ambos eventos), por cohorte de nacimiento de los entrevistados/as. Eje Cafetero, 2011 COHORTE DE NACIMIENTO HOMBRES

Precedencia de los eventos sexuales

Homoerótica antes de la heteroerótica Heteroerótica antes de la homoerótica Eventos simultáneos

MUJERES

Total (n=234)

Antes de 1970 (n=89)

Entre 1971-1983 (n=76)

Entre 1984-1993 (n=69)

Total (n=208)

Antes de 1970 (n= 54)

Entre Entre 1971-1983 1984-1993 (n=74) (n=80)

45,3

56,1

38,2

39,2

23,0

16,7

28,4

22,2

45,3

36,0

53,9

47,8

70,8

79,6

70,3

65,5

9,4

7,9

7,9

13,0

6,2

3,7

1,3

12,3

Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales… en el Eje Cafetero.

Del total de entrevistados, el 58% de los hombres y el 67.5% de las mujeres habían tenido en su curso biográfico relaciones sexuales con hombres y con mujeres, existiendo diferencias importantes para cada sexo. En el caso de los varones, se presenta una disminución en la iniciación sexual homoerótica antes de la heteroerótica entre cohortes pasando del 56,1% al 39,2% en los más jóvenes. Entretanto las mujeres

presentan

porcentajes altos de iniciación heteroerótica (70,8%), aunque se puede detallar una leve disminución en las más jóvenes.

También se presenta una tendencia a la simultaneidad del evento entre los más jóvenes, es decir, a experimentar el evento a la misma edad, en un ejercicio de exploración, búsqueda y construcción de la sexualidad juvenil que puede estarnos señalando nuevos patrones y la emergencia de nuevas subjetividades que no agotan sus prácticas eróticas en un solo sexo.

Cuadro 5.3 Edad mediana de la primera experiencia homoerótica y heteroerótica por sexo y cohorte de nacimiento. Eje cafetero, 2011 COHORTE DE NACIMIENTO HOMBRES MUJERES Evento sexual Antes de 1970 15,75 17,79

Entre 1971-1983 16,19 16,59

Entre 1984-1993 15,44 15,5

Antes de 1970 23,50 17,42

Entre 1971-1983 19,38 17,6

Entre 1984-1993 16,98 16,53

Homoerótico Heteroerótico Diferencias -2,04 -0,40 -0,06 6,08 1,78 0,45 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el Eje Cafetero

115

Un dato que confirma el planteamiento anterior es la estimación de la edad de inicio de la vida sexual, debido a que en ella se condensa nociones culturales sobre la transición entre la niñez, la juventud y la adultez. De acuerdo a las estimaciones presentadas en el cuadro 5.3 la edad mediana en la cual se dio la primera experiencia sexual homoerótica en los varones permanece estable en las tres cohortes. En contraste, las mujeres presentan un descenso considerable de la edad mediana entre la generación de más edad (23,5 años) y la más joven (16, 9 años).

Esta disminución se comprende a partir de la postergación de la vida homoerótica de las mujeres nacidas antes de 1970 que generalmente estaban inmersas en relaciones heterosexuales antes de iniciar su vida erótica con otra mujer, y que tuvieron su debut sexual heterosexual a una edad mediana más temprana (17,42 años) y en el rango de edad para las mujeres en Colombia de su generación, es decir, entre los 15-19 años. Estas circunstancias han ido cambiando por los discursos contemporáneos del movimiento feminista y de diversidad sexual, asunto que conlleva un descubrimiento o una decisión de afrontar el homoerotismo a edades más anticipadas. Las diferencias entre uno y otro evento hablan de esta cercanía etárea en las cohortes más jóvenes.

Sin embargo, se hace indispensable comprender la iniciación sexual en edades más tempranas o tardías a la edad mediana presentada anteriormente. A partir de la información del cuadro 5.4 surge un elemento que es importante considerar en tanto la cuarta parte de los varones en general tuvieron su primera experiencia sexual antes de los 12 años, situación que es distinta en las mujeres, pues no supera el 10% en ellas. Los primeros acercamientos sexuales en estas edades están casi siempre relacionados a ámbitos familiares o vecinales, debido a que las redes sociales de los menores se agotan en sus contextos más cercanos como son la familia, la escuela y el vecindario.

En cuanto a las diferencias entre las cohortes, en el caso de los varones, es significativo el hecho de que los más jóvenes presenten más velocidad en el cumplimiento del evento. Partiendo de los 14 años, edad en la que las tres generaciones presentan cifras muy

116

similares (40%), se destaca el hecho que la cohorte más adulta haya tardado hasta los 23 años para llegar a un 95% de cumplimiento, porcentaje que los más jóvenes alcanzaron a los 18 años.

La velocidad con la que se cumple la iniciación homoerótica cambia en las mujeres; la generación nacida antes de 1970 presenta un alto índice de postergación del evento, es una cohorte en la que a los 24 años de edad, sólo el 58,5% había tenido experiencias sexuales homoeróticas. Sin embargo, se puede apreciar un cambio generacional debido al aceleramiento del evento en las mujeres nacidas en décadas posteriores, pues alcanzan ese mismo porcentaje a los 19 años en la cohorte intermedia y a los 16 años en las más jóvenes para quienes el evento se alcanza en un 99% a la edad de 24 años.

Cuadro 5.4 Porcentaje acumulado de hombres y mujeres que a la edad exacta X habían tenido su primera experiencia homoerótica, por conorte de nacimiento, Eje Cafetero, 2011 COHORTE DE NACIMIENTO HOMBRES MUJERES Edad Antes de Entre Entre Antes de Entre Entre 1970 1971-1983 1984-1993 1970 1971-1983 1984-1993 (n=67) (n=96) (n=145) (n=133) (n=124) (n=144) 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24

4,0 8,0 12,0 17,0 20,0 29,0 35,0 42,0 53,0 62,0 69,0 76,0 83,0 89,0 92,0 92,0 95,0 95,0

7,0 7,0 11,0 14,0 18,0 26,0 31,0 41,0 48,0 59,0 70,0 79,0 83,0 86,0 87,0 88,0 88,0 92,0

1,0 6,0 8,0 11,0 13,0 21,0 27,0 43,0 59,0 71,0 81,0 95,0 97,0 97,0 99,0 99,0 99,0 100,0

1,5 1,5 6,2 9,2 9,2 12,3 15,4 18,5 24,6 29,2 36,9 44,6 44,6 46,2 53,8 58,5

3,2 4,3 6,4 11,7 18,1 21,3 29,8 37,2 46,8 55,3 59,6 68,1 71,3 79,8 81,9

0,7 2,2 2,9 3,6 5,1 9,5 13,9 23,4 33,6 50,4 65,7 80,3 87,6 90,5 96,4 98,5 99,3 99,3

Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el Eje Cafetero.

117

Estos cambios son significativos para la comprensión del proceso social que ha tenido que enfrentar el lesbianismo durante los últimos años, en los que a pesar de que exista discursos acerca de la diversidad sexual, las mujeres todavía encuentran más obstáculos que los hombres para entrar al mundo homoerótico, de ahí que las edades de su iniciación se posterguen; aunque cuando se estima la velocidad con la cual el grupo de entrevistadas más jóvenes experimentó su primera relación homoerótica, es significativo cómo entre los 14 y 18 años de edad se presenta una aceleración del evento en ambos sexos.

5.6 Reconstrucción de la primera experiencia homoerótica: contexto, vínculo y prácticas sexuales. La indagación por la primera relación sexual también integra la aproximación al contexto situacional donde ocurrió el evento. Preguntar por estos asuntos resulta pertinente para comprender las formas y las relaciones bajo las cuales acontecen los primeros acercamientos sexuales de las personas, panorama en los que están inmersos elementos culturales y de poder que inciden en la configuración del debut sexual. Se intenta entonces reconstruir la primera experiencia sexual de los y las entrevistadas, para ello se indagó por la pareja, el contexto social en que la conoció y el lugar donde ocurrió el encuentro sexual.

De acuerdo a las estimaciones del cuadro 5.5 la primera experiencia homoerótica parece ser un asunto que se lleva a cabo en ámbitos sociales cercanos, es decir, se concentra en los lazos sociales más íntimos como la amistad, el vecindario y las relaciones sentimentales. Para el caso de los varones, el 60% tuvo su primera relación con un amigo, vecino u novio, lo que revela el grado de conocimiento que tenían los entrevistados de su primera pareja sexual, mientras que "el recién conocido" no tiene tanto peso estadístico. En las mujeres los vínculos cercanos a la pareja sexual abarcan el 68%, permaneciendo relativamente estable entre cohortes.

118

Cuadro 5.5. Distribución porcentual de los y las entrevistadas según contexto de la primera experiencia homoerótica por cohorte de nacimiento. Eje cafetero, 2011 COHORTE DE NACIMIENTO Tipo de vínculo con el compañero sexual

Recién conocido(a) Amigo(a)/vecino(a)/conocido(a) Novio(a)/pareja Familiar/pariente Compañero(a) estudio o trabajo Otro Diferencias de edad con el compañero Pareja 2 o + años menor Diferencias , siendo ent 18 Pareja 2 o + años>, siendo ent >=15 y pareja >18 Pareja 2 o + años>, siendo ambos , siendo ambos >18 Lugar de conocimiento de la pareja En la familia En el barrio o vereda En el colegio/universidad En una organización o lugar de trabajo En la calle Por internet Otro lugar Quién los presentó Vecinos-familiares Red de amigos(a) Autopresentación Otro Lugar donde ocurrió el encuentro Casa de uno(a) de ellos Casa de un(a) amigo(a) Motel/hotel Zona rural, cultivo o bosque Otro lugar

HOMBRES Total (n=401)

Antes de 1970 (n=133)

13,4 49,4 10,1 13,4 10,9 2,8

13,5 47,6 6,3 15,1 14,3 3,2

15,1 51,3 9,2 13,4 7,6 3,4

5,0 25,4

6,8 26,3

16,6

MUJERES

Entre Entre 1971-1983 1984-1993 (n=124) (n=144)

Total (n=308)

Antes de 1970 (n=67)

Entre Entre 1971-1983 1984-1993 (n=96) (n=145)

12,0 49,3 14,1 12,0 10,6 2,0

12,3 46,4 21,5 6,5 13,0 0,3

17,2 48,4 14,1 9,4 10,9 0,0

12,9 47,3 11,8 6,5 20,4 1,1

9,6 44,9 31,6 5,1 8,8 0,0

9,0 20,7

0,0 28,7

12,8 26,0

21,5 21,5

11,7 21,3

9,5 31,4

16,5

18,2

15,4

7,2

3,1

6,4

9,5

23,2

19,5

21,5

28,0

16,2

6,2

14,9

21,9

15,4 14,4

15,1 15,8

14,9 15,7

16,0 11,9

5,4 32,4

1,5 46,2

5,3 40,4

7,3 20,4

20,2 32,2 22,9 5,1 9,8 2,5 7,3

19,7 28,3 23,6 9,5 9,4 0,0 9,5

19,0 44,8 17,1 4,8 7,6 2,9 3,8

21,5 25,9 26,7 1,5 11,9 4,4 8,1

8,9 33,3 21,0 6,5 9,3 2,1 18,9

9,5 34,9 11,1 7,9 11,1 0,0 25,5

11,8 35,5 19,4 8,6 6,5 1,1 17,1

6,7 31,1 26,7 4,4 10,4 3,7 17,0

36,0 30,8 32,6 0,6

36,7 32,0 30,5 0,8

37,2 30,1 32,7 0,0

34,5 30,3 34,5 0,7

27,8 48,5 21,3 2,4

29,7 48,4 20,3 1,6

26,4 51,6 19,8 2,2

27,9 46,3 22,8 3,0

65,5 7,0 7,3 11,1 9,1

56,5 6,9 9,9 20,3 6,4

65,5 7,8 5,2 9,4 12,1

74,1 6,5 6,5 3,6 9,3

70,5 11,9 9,8 3,4 4,4

70,8 9,2 15,4 0,0 4,6

66,0 12,8 11,7 3,2 6,3

73,5 12,5 5,9 5,1 3,0

Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el eje cafetero.

Sin embargo, se advierte que para los más jóvenes los vínculos sentimentales como el noviazgo están ganando valoración, pasando de 6,3% en los más adultos a 14,1% entre los menores de 28 años; en las mujeres pasa del 14.1% al 31,6% en las jóvenes. El aumento de la categoría en mención se debe comprender a partir del hecho de que son los más jóvenes

119

los que cuentan con el discurso del "noviazgo" para designar las relaciones sentimentales entre dos personas del mismo sexo, en tanto las formas de llamar las relaciones sentimentales entre dos mujeres en épocas pasadas no tenían esta nominación, de ahí el aumento del 16 puntos porcentuales de la categoría noviazgo en las más jóvenes con respecto a las mayores;

esa misma explicación es válida entre cohortes de hombres

entrevistados. Por otro lado, y reconociendo que el noviazgo tiene más representatividad simbólica en la heterosexualidad que en el contexto homoerótico para llevar a cabo dentro de él la primera experiencia sexual, lo hallado es un indicador de la absorción y traslape de categorías para nombrar nuevos vínculos y relaciones.

De igual forma es necesario resaltar la forma en que se mantiene una regularidad en las categorías de "recién conocido" y "familiar" en los varones, dos contextos que generan una alta ansiedad social, pero que no han tenido un cambio histórico significativo dentro de las relaciones homoeróticas de los hombres. No obstante, familia es un contexto que tiene un peso considerable dentro del homoerotismo, situación que es distinta en el caso de las mujeres, que presentan seis puntos porcentuales menos en esta categoría.

La vía de conocimiento de la pareja de la primera experiencia sexual generalmente es a través de las redes interpersonales y familiares, el 75,3% de los hombres y el 63,2% de las mujeres conocieron a su pareja por medio de la familia, en el barrio o en la escuela. En este caso aparece de nuevo la familia como un escenario que genera una diferencia importante entre varones y mujeres, ellos presentan 11,3 puntos porcentuales más en esta categoría que ellas, lo que constata la mayor iniciación homoerótica de los varones con familiares y también el hecho de que la familia es un espacio que regula de forma más certera la sexualidad de las mujeres que la de los hombres.

Otro asunto importante es la aparición de la internet como un medio para el conocimiento de las parejas sexuales, mientras las generaciones más adultas -que no contaban con este medio tecnológico en su juventud- presentan cifras nulas en esta categoría, en las generaciones siguientes se puede indicar la aparición de este medio como un recurso importante para el conocimiento de la pareja, medio que seguramente seguirá aumentando

120

en las generaciones futuras.

También es importante considerar que para los más adultos las organizaciones o lugares de trabajo se constituían como contextos posibles para el conocimiento de sus parejas, situación que ha perdido peso relativo en los más jóvenes, ya que en ellos se está postergando su vida educativa lo que hace que entren al mundo del trabajo a edades más tardías. Esta situación es similar en el caso de las mujeres.

Con relación a las mujeres, su inserción al sistema educativo en los últimos años, principalmente a grados universitarios, permite que los ámbitos escolares se conviertan en contextos en los cuales se conoce la pareja de los primeros acercamientos sexuales. Lo anterior se puede comprobar en la ganancia porcentual que ha tenido el colegio o la universidad en las generaciones más jóvenes. Otra diferencia significativa entre los grupos de edades de las mujeres es la disminución de la categoría "otro lugar", lo que permite percibir que las relaciones entre mujeres se están integrando cada vez más a los lugares comunes de socialización, lo que revela una cierta desestigmatización de sus relaciones homoeróticas.

De acuerdo a la pregunta sobre quién le presentó a su pareja sexual, de nuevo se confirma la tesis sobre los lazos sociales cercanos como medio en donde se encuentran los primeros acercamientos sexuales. La familia y la red de amigos aparecen como puentes importantes en los y las entrevistadas de todas las generaciones. Aunque en las mujeres la red de amigos aparece como el medio con más representatividad numérica respecto a la categoría "vecinos-familiares", datos que resaltan de nuevo el hecho de la evasión de la sexualidad femenina por parte de los contextos como la familia y el vecindario, escenarios que limitan y controlan el ejercicio de la sexualidad de las mujeres.

En este mismo sentido, la "autopresentación" como forma de vinculación personal tiene una carga porcentual importante en las relaciones homoeróticas, siendo los varones -de todas las edades- quienes más acuden a este medio de conocimiento (32,6%) en comparación con las mujeres (21,3%). La autopresentación resulta ser una válvula de

121

escape para algunas personas que tienen prácticas homoeróticas, ya que todavía existen limitaciones en la configuración de redes sociales para el conocimiento y el desarrollo de una vida sexual o sentimental no heterosexual. Son los varones quienes tienen más recursos para afrontar estas situaciones, habilidades que han sido aprendidas a partir de un acceso más temprano y poco limitado a los temas sexuales en su trayectoria de vida; la habilidad del coqueteo y la seducción con la palabra son propias de los varones en nuestra cultura.

Otro elemento que puede resaltar la proximidad en la primera relación sexual son los datos del lugar donde ocurrió esta primera experiencia, la casa de uno de los implicados (entrevistado/a o pareja) constituyó el escenario en el 65,5% de los hombres y el 74,1% de las mujeres, categoría que muestra un ligero aumento entre cohortes. Otros lugares como moteles o zonas al aire libre (zonas rurales), ya no tienen la misma significación para los más jóvenes. Sin embargo, una quinta parte de los varones adultos tuvieron su iniciación en zonas rurales, cultivos o bosques debido a que ocurrieron en edades en las que aún no tenían acceso a hoteles o residencias y especialmente porque la marginalidad espacial ha constituido un referente histórico para la práctica de una sexualidad prohibida.

Otro asunto importante en la reconstrucción contextual de la primera experiencia sexual se relaciona con las diferencias de edad entre el entrevistado/a y su pareja, en tanto es un elemento que señala diferencias de poder entre los implicados. Estudios como el de Gallego (2007) señalan que estas diferencias etáreas tienen relación con aspectos como quién tuvo la iniciativa para tener el acercamiento sexual, el tipo de prácticas sexuales que mantuvieron y el tipo de vínculo construido con la pareja.

Por esta razón, se construyeron seis categorías -ver cuadro 5.5 y 5.6- partiendo de las diferencias entre unos y otros; de entrada se aprecia la preeminencia en los varones entrevistados de relaciones con hombres mayores dos o más años a ellos (70%), en las mujeres este patrón cobija el 61% resaltándose el hecho de que una de cada tres mujeres tuvo su primera experiencia homoerótica con una mujer mayor, siendo ambas mayores de 18 años, le sigue en importancia las relaciones entre mujeres de la misma edad (26%), situación que es muy cercana estadísticamente en los varones (25%). Los casos donde el

122

entrevistado era menor de 14 años y la pareja mayor de edad es una manifestación clara de abuso sexual (16.6% en hombres y 7.2% en mujeres).

Cuadro 5.6. Distribución porcentual de los y las entrevistadas según contexto y práctica sexual realizada durante la primera experiencia homoerótica, según diferencias de edad con respecto a la pareja. Eje Cafetero, 2011 HOMBRES

Tipo de vínculo con el compañero sexual

Recién conocido Amigo/vecino/conocido Novio/pareja Familiar/pariente Compañero estudio o trabajo Otro Iniciativa para la relación sexual

DIFERENCIAS DE EDAD EN LA PRIMERA EXPERIENCIA HOMOERÓTICA Pareja 2 o + Pareja 2 o + Pareja 2 o + Pareja 2 o + años>, Pareja 2 o años>, años>, años >, Diferencias siendo ent + años Total siendo siendo siendo ent =15 y menor (n=401) ambos 18 (n=102) 18 (n=20) (n= 58) (n=62) >18 (n=66) (n=93) 13,4 20,0 4,0 21,3 15,6 1,7 29,1 49,4 65,0 51,5 47,5 47,8 51,7 41,8 10,1 5,0 11,9 4,9 17,8 5,0 7,3 13,4 5,0 9,9 19,7 10,0 30,0 3,6 10,9 5,0 22,7 0,0 4,4 11,6 12,7 2,8 0,0 0,0 6,6 4,4 0,0 5,5

Entrevistado Pareja Iniciativa mutua

13,9 60,8 25,3

25,0 45,0 30,0

25,0 44,0 31,0

9,1 75,8 15,1

9,9 65,9 24,2

13,1 63,9 23,0

3,5 66,7 29,8

Práctica sexual Penetré y/o me hicieron sexo oral Me penetraron e/o hice sexo oral Penetración y/o sexo oral mutuo Solamente masturbación mutua Manoseo, blujiniada, calentada

21,8 37,4 18,5 10,4 11,9

55,0 20,0 5,0 15,0 5,0

23,0 19,0 27,0 16,0 15,0

15,2 56,1 10,6 7,6 10,5

23,1 52,7 17,6 4,4 2,2

8,2 32,8 23,0 11,5 24,5

28,6 33,9 14,3 10,7 12,5

MUJERES

Tipo de vínculo con la compañera sexual

DIFERENCIAS DE EDAD EN LA PRIMERA EXPERIENCIA HOMOERÓTICA Pareja 2 o + Pareja 2 o + Pareja 2 o + Pareja 2 o + años>, Pareja 2 o años>, años>, años >, Diferencias siendo ent + años Total siendo siendo siendo ent =15 y menor (n=308) ambos 18 18 (n=39) (n= 100) (n=17) >18 (n=22) (n=50) 12,3 10,5 7,8 14,3 4,3 6,7 21,1 46,4 47,4 49,4 38,1 51,1 60,0 41,1 21,5 21,1 19,5 23,8 31,9 20,0 17,9 6,5 5,3 9,1 9,5 2,1 6,7 6,3 13,0 15,7 14,2 14,3 10,6 6,6 12,6 0,3 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 1,0

Recién conocida Amiga/vecina/conocida Novia/pareja Familiar/pariente Compañera estudio o trabajo Otro Iniciativa para la relación sexual Entrevistada 18,3 21,1 18,2 28,6 Pareja 54,6 57,9 48,1 42,9 Iniciativa mutua 27,1 21,0 33,7 28,5 Práctica sexual Penetré e/o hice sexo oral 13,6 15,8 14,3 19,0 21,0 10,5 7,8 33,3 Me penetraron y/o me hicieron sexo Penetración y/o sexo oral mutuo 26,4 44,7 27,3 9,5 Solamente masturbación mutua 16,3 15,8 16,9 14,3 Manoseo, blujiniada, calentada 22,7 13,2 33,7 23,9 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el Eje Cafetero.

14,6 60,4 25,0

31,3 25,0 43,7

14,7 63,2 22,1

12,5 31,3 33,3 8,3 14,6

12,5 6,3 31,3 12,5 37,4

11,6 30,5 17,9 21,1 18,9

123

De acuerdo con los datos contenidos en el cuadro 5.6, el tipo de vínculo que unía a los encuestados/as en la primera experiencia sexual cambia según las diferencias de edad. La categoría "recién conocido" prima entre aquellos varones y mujeres cuyas diferencias de edad eran mayores de dos años, siendo ambos mayores de edad (29,1% y 21%, respectivamente), seguida por la categoría en que el entrevistado era menor de 15 años y su pareja mayor de edad (21,3% y 14,3%, respectivamente) y por último cuando la pareja era dos o más años menor que el entrevistado (20% y 10%).

Para los casos donde prevalece la misma edad entre el entrevistado y su pareja, la relación de amistad, vecino o conocido es el vínculo con más peso porcentual (51,5% en hombres, 49,4% en mujeres), seguido por el compañero de estudio o trabajo (22,7% y 14,2%). Esta situación es entendible a partir de las relaciones horizontales que se construyen en las redes sociales más cercanas, como la escuela y la vecindad, en donde la socialización se desarrolla con pares etáreos. Con relación al noviazgo, es una lazo social que permite la iniciación sexual de los entrevistados en contextos de diferencias de edad, es un vínculo que presenta su más alto rango cuando la pareja es mayor de edad y el entrevistado es menor de quince años (17,8% en hombres y 31,9% mujeres), de modo que el noviazgo se constituye en la entrada a la vida sexual en contextos de disparidad etárea.

Las relaciones familiares aparecen como vínculo durante la primera sexual cuando la pareja es mayor dos o más años que el entrevistado, siendo ambos menores de edad (30,0%) y cuando la pareja es dos o más años mayor siendo el entrevistado menor de quince años y la pareja mayor de dieciocho; este último caso es más común en las mujeres (9,5%). Este tipo de vínculo presenta su tasa más bajas cuando ambos eran mayores de dieciocho años o cuando el entrevistado era la persona mayor de la relación, lo que permite comprender que el contexto familiar es un escenario en el que la minoría de edad respecto a la pareja, parece ser un aspecto fundamental para incentivar las primeras experiencias sexuales homoeróticas entre varones y entre mujeres.

Las diferencias de edad entre los involucrados en las primeras relaciones sexuales tienen una alta influencia en la toma de decisión sobre el encuentro erótico, generalmente la

124

persona mayor es quien toma la iniciativa. Por ejemplo, las cifras superan el 60% en todos los casos en que la pareja es mayor dos o más años, siendo el mayor porcentaje (75,8%) cuando el entrevistado es menor de quince años y la pareja mayor de dieciocho años. En los casos cuando el entrevistado presenta las cifras más altas sobre la iniciativa sexual es cuando este era el mayor (25,0%) o cuando las diferencias de edad no superaban un año. En las mujeres también aparece una mayor iniciativa de la pareja, pero los contextos de emergencia no son tan claros como en los varones, aunque prima en todas las categorías las diferencias de edad analizadas. La edad es un factor fundamental que dota de poder de decisión en los contextos de las primeras relaciones sexuales, aunque debe hacerse la salvedad que en las relaciones entre mujeres la minoría de edad frente a su pareja no es algo que demarque de forma contundente la distribución del poder de decisión.

El hecho de que la pareja, tanto en varones como en mujeres, casi siempre supere en edad a los y las entrevistadas no sólo obedece a un mandato cultural que otorga la diferencia de edad, sino al hecho que la primeras experiencias sexuales son difíciles para afrontar, más aún en el contexto homoerótico debido a su estigmatización social, lo que condiciona la iniciativa para quienes era su primera experiencia sexual. Además hay que tener en cuenta que, aunque era la primera vez para el entrevistado, tal vez no lo era para su pareja que ya contaba con más recursos simbólicos para afrontar este tipo de prácticas sexuales.

De igual manera, el poder que brinda una edad mayor frente a la pareja dispone, organiza y jerarquiza las prácticas sexuales realizadas en la primera experiencia sexual. Generalmente los varones mayores fueron quienes penetraron y a quienes les realizaron sexo oral. Los casos de reciprocidad donde los dos varones fueron penetrados y recibieron sexo oral, se presentan cuando ambos tenían la misma edad o cuando había una diferencia de dos o más años a favor del entrevistado. Entonces la edad es un indicador de los recursos simbólicos que se recrean durante la primera relación sexual, y por medio de la cual se cimentan relaciones de poder en las que está en juego la masculinización y feminización de quienes están inmersos en el encuentro sexual, más aún cuando en el sexo entre varones asuntos como la penetración tienen una trascendencia sobre los estereotipos de identidad de género. Tanto así que otras prácticas que no implican la penetración o el sexo oral presentan sus

125

más altos porcentajes, cuando los dos hombres tenían la misma edad o cuando los dos eran menores de dieciocho años, edades en las cuales hay una mayor búsqueda de la experimentación sexual, sin involucrar primordialmente nociones de poder. Entretanto, cuando el encuentro es entre dos hombres de la misma edad, hay mayor capacidad de negociación del deseo y de las prácticas dentro del encuentro sexual.

Estos cambios ponen sobre el tapete varios asuntos, el más significativo es el traslape al campo del homoerotismo del discurso “normalizador” que asocia debut sexual con penetración. Este discurso, auspiciado por múltiples agencias nacionales como internacionales reafirma la heteronormatividad y un discurso ambivalente sobre el riesgo asociado a la penetración, pero que no visibiliza otras prácticas sexuales no insertivas/receptivas como campo posible del erotismo entre varones.

De la lectura del cuadro 5.6 quedan varios asuntos en evidencia para el caso del debut sexual entre varones:  Cuando la pareja es dos o más años mayor que el entrevistado y éste es menor de edad, el varón mayor penetró al menor y/o el menor hizo sexo oral al mayor.  Cuando el entrevistado fue el varón mayor y su pareja menor tiende a suceder la situación contraria, y

 En los casos donde tanto el entrevistado como su pareja eran de la misma edad o persistían diferencias de dos o más años en favor de la pareja, pero ambos eran menores o mayores de edad, existe un encuentro sexual que podríamos denominar “democrático” donde son reciprocas las penetraciones, el sexo oral, la masturbación mutua o el blujineo.

Con la identificación de estos patrones se refuerza lo hallado por Gallego (2007) para la ciudad de México en el caso de la sexualidad entre varones y que parece es común en muchos contextos de América Latina: el poder que otorgan las diferencias de edad,

126

especialmente durante la niñez y la adolescencia, y que se traducen en la feminización del cuerpo del otro varón especialmente si éste es menor de edad y por lo tanto como sujeto del deseo que puede ser penetrable.

La siguiente reflexión de Oscar Guasch (1995) tal vez

ayude a entender este hallazgo, “el varón adolescente en el contexto cultural mediterráneo del cual la cultura latinomaricana es hereditaria en parte- es objeto de culto, de admiración y de deseo21. Todo ello de un modo bastante ambivalente. Se valora en él tanto la masculinidad (la fuerza y la belleza del cuerpo joven), como la indefinición que se deriva de su estado de tránsito hacia lo plenamente viril.

Esa indefinición le asocia

simbólicamente a lo femenino” (Guasch, 1995) y por lo tanto como penetrable. Rodrigo Parrini (2007) ha encontrado una similar matriz del deseo en su estudio en una cárcel de varones en la ciudad de México, en donde los hombres jóvenes “chamacos”, usuarios de drogas que se prostituyen por dinero, son valorados como potenciales objetos sexuales. “Lo que favorece que se prostituyan y que establezcan un trato con otros internos, habitualmente mayores que ellos, es ante todo su juventud. […] Quien se prostituye siempre ocupa una posición “pasiva” en el sexo: debe realizar el sexo oral o es penetrado analmente, y quien paga ocupa la posición “activa”” (Parrini, 2007).

De igual manera, la definición de la verdadera masculinidad se cimenta sobre la negación de lo femenino, del homosexual y del niño (List, 2005). Tal vez por eso y en una jerarquía de la masculinidad basada en las diferencias de edad, el niño y el adolescente no son significados como plenamente viriles y por lo tanto son portadores de un deseo que el otro varón lee como algo penetrable.

También emerge como un tercer elemento de esta situación, la capacidad de negociación o de manifestación del deseo de satisfacción mutua especialmente cuando este primer encuentro homoerótico se da con otro varón de la misma edad; en igual sentido, la iniciación sexual cuando se es mayor de edad, y sin importar cuántos años se le lleve a la pareja, permite una mayor capacidad de negociación de la sexualidad. Todo parece indicar que con la mayoría de edad, la construcción que hacen otros varones de ese cuerpo como

21

Si bien el contexto de la cita es totalmente mediterráneo, su valor argumentativo puede ayudar a entender lo encontrado en México.

127

femenino y penetrable se transforma, otorgándosele un status diferente o el que es, es decir, de un varón plenamente viril que puede penetrar y es portador de un deseo sexual “activo”. Sin embargo, esta hipótesis debe validarse con otros trabajos que profundicen en los significados que tiene para los varones, la iniciación sexual homoerótica en diferentes momentos de su curso de vida.

En las mujeres emerge un elemento de democratización en la primera experiencia homoerótica relacionado con las prácticas sexuales. La penetración o sexo oral mutuo es la categoría que tiene más peso porcentual (26,4%), predominando en los casos en que la entrevistada era mayor dos o más años (44,7%). Mientras que en la situación cuando la pareja era mayor de edad y la entrevistada menor o igual a 15 años se presentan las más altas proporciones de relaciones de poder en las prácticas sexuales, es decir, una de ellas fue penetrada o recibió sexo oral (33,3%). Por último, otras prácticas sexuales como la masturbación mutua y el manoseo/blujineada/calentada tienen una importante participación y es mayor que lo reportado por los varones (39%).

Estos datos son una manifestación de cómo entre varones se reproduce la cultura coitocéntrica y una réplica de las coordenadas de la heterosexualidad que demandan la penetración como acto central. En las mujeres la penetración o el sexo oral no es algo fundamental dentro de las primeras experiencias homoeróticas, más bien es un evento en el cual se buscan otros medios de satisfacción sexual que no se centran en las prácticas sexuales convencionales de la heterosexualidad.

Finalmente dentro de este apartado, se presenta el uso o no del condón durante la primera experiencia sexual homoerótica entre varones. No se ofrece información para las mujeres ya que el uso de condón entre ellas no es una práctica habitual y aunque hace unos años se conoce el condón femenino, todavía no es de uso masivo y no tuvo reporte en esta investigación.

El uso del condón entre varones es un asunto que tiene una alta

representatividad dentro de las nociones de la salud sexual y reproductiva después de la aparición de la epidemia del VIH-SIDA, a partir de allí el uso del preservativo y su promoción es un asunto central en las relaciones homoeróticas. Sin embargo, la

128

información contenida en el del gráfico 5.2 desestima el alcance de este discurso institucional sobre el uso del condón como una práctica recomendada para el sexo entre varones.

Gráfico 5.2  Uso de protección (condón) durante la primera experiencia  homoerótica de los hombres entrevistados. Eje cafetero, 2011.     90,0% 80,0% 70,0%

Si

60,0%

No

50,0%

NS/NR

40,0% 30,0% 20,0% 10,0% 0,0% Total

Antes de 1970

1971‐1983

1984‐1993

De acuerdo con la información del gráfico 5.2 existe una tendencia al aumento del uso del condón entre las cohortes de los entrevistados durante la primera experiencia homoerótica, llegando al 40% en la cohorte más joven; hay que tener en cuenta que en la época en que la cohorte adulta e intermedia experimentó su primera relación sexual el uso del condón no estaba muy difundido en la población y esta puede ser una explicación para las bajas tasas halladas. No obstante y como lo señala la teoría de la interacción sexual ciertas prácticas sexuales condicionan otras en la biografía sexual, de ahí que no resulte extraño como en nuestra zona el uso del condón no supere el 30% en los encuentros homoeróticos (Minsalud-PNUD, 2010) porcentaje que se reduce en el marco de una relación estable, de esto se dará cuenta en el capítulo siguiente.

Por último, es necesario vincular el uso del condón con el tipo de práctica sexual ocurrida durante la primera experiencia homoerótica. De acuerdo con el cuadro 5.6, el 77,7% de los entrevistados tuvieron prácticas de riesgo (penetración-sexo oral), un porcentaje elevado que denota la poca representatividad del uso del condón entre los varones que tienen prácticas homoeróticas en el Eje Cafetero. A pesar de que existe una difusión sobre las

129

prácticas de protección por parte de organismos gubernamentales y no gubernamentales, las cifras demuestran que es un asunto que no ha permeado lo suficiente los varones, por lo menos en su primera experiencia homoerótica.

5.7 La primera experiencia heteroerótica en personas con prácticas homoeróticas.

La primera experiencia heterosexual en personas con prácticas homoeróticas transcurre sin mayores diferencias con respecto al debut sexual heterosexual del conjunto de la población, en términos de vínculos con la pareja sexual, diferencias de edad, lugar de conocimiento de la pareja y donde transcurrió la primera experiencia sexual. Los datos recabados en esta investigación (ver cuadro 5.7) dan cuenta que el discurso sobre la iniciación sexual y sus representaciones abarcan a los sujetos indepedientemente de sus preferencias sexuales, por ejemplo tres de cuatro hombres y el 85% de las mujeres tuvieron su primera relación heteroerótica con un amigo/a, novio/a o conocido/a.

Las investigaciones realizadas por la Dirección Territorial de Salud de Caldas en 2006, revelan que la persona con quien los varones jóvenes tuvieron su pareja sexual son totalmente similares (76,6% con una amiga o conocida) y en las mujeres con un novio 80,4% o con un amigo 12,7%;

en 2009 la investigación de Vergara y Pinilla adelantada

por el Observatorio de la Juventud de Caldas halló que el 50,9% de los jóvenes había tenido su primera relación con el novio(a), el 22,5% con un amigo y el 7,2% con un enamorado, se resalta el hecho del bajo porcentaje que se inició con una trabajadora sexual (Vergara y Pinilla, 2010); la encuesta ENDS de Profamilia para 2010 tuvo similares hallazgos con mujeres.

Con respecto a las diferencias de edad entre entrevistado y pareja, uno de dos hombres manifestó que tenía la misma edad que su pareja sexual y solo el 13% reportó que él era mayor dos o más años que su pareja; en las mujeres predomina como era de esperarse la mayoría dos o más años de edad del varón con respecto a ellas, apareciendo un tímido 2% de mujeres que eran mayores que sus parejas. De igual manera, el lugar de conocimiento de la pareja, quienes intervinieron en el conocimiento de la misma y el lugar donde ocurrió

130

el evento lo ubican en las coordenadas del vecindario y el barrio, situándose por encima del 80% para hombres y mujeres, en las tres variables seleccionadas.

Cuadro 5.7 Distribución porcentual de los y las entrevistadas según contexto de la primera experiencia heteroerótica por cohorte de nacimiento. Eje cafetero, 2011 COHORTE DE NACIMIENTO Tipo de vínculo con el compañero sexual

Recién conocido(a) Amigo(a)/vecino(a)/conocido(a) Novio(a)/pareja Familiar/pariente Compañero(a) estudio o trabajo Otro Diferencias de edad con el compañero Pareja 2 o + años menor Diferencias , siendo ent 18 Pareja 2 o + años>, siendo ent >=15 y pareja >18 Pareja 2 o + años>, siendo ambos , siendo ambos >18

HOMBRES

MUJERES

8,2 45,5 29,9 6,9 8,7 0,8

Antes de 1970 (n=89) 10,8 43,4 27,7 7,2 9,6 1,3

Entre 1971-1983 (n=76) 5,1 42,3 38,5 5,1 9,0 0,0

Entre 1984-1993 (n=69) 8,6 51,4 22,9 8,6 7,1 1,4

13,0 50,0

16,9 42,7

12,7 53,2

5,5

5,6

11,3 6,3 13,9

Total (n=234)

5,2 35,2 49,3 5,6 4,2 0,5

Antes de 1970 (n=56) 0,0 40,4 46,2 11,5 1,9 0,0

Entre 1971-1983 (n=75) 6,6 30,3 55,3 2,6 5,2 0,0

Entre 1984-1993 (n=88) 7,1 36,5 45,9 4,7 4,7 1,1

8,6 55,7

2,3 13,7

0,0 10,9

3,9 14,5

2,3 14,8

7,6

2,9

11,0

16,4

2,6

14,8

11,2

8,9

14,3

39,3

41,8

38,2

38,6

1,1 22,5

5,1 12,7

14,3 4,3

8,7 25,1

1,8 29,1

9,2 31,6

12,5 17,0

12,7 48,4 14,6 6,1 8,0 10,2

19,2 55,8 7,7 5,7 3,8 7,8

4,1 54,1 14,9 9,5 8,1 9,3

16,1 39,1 18,4 3,4 10,3 12,7

35,7 45,1 18,3 0,9

41,8 38,2 18,2 1,8

33,3 51,4 15,3 0,0

33,7 44,2 20,9 1,2

61,6 7,8 22,8 2,7 5,1

46,4 8,9 30,4 5,4 8,9

62,7 9,3 25,3 1,3 1,4

70,5 5,7 15,9 2,3 5,6

Total (n=219)

Lugar de conocimiento de la pareja En la familia 14,1 13,8 17,9 10,1 En el barrio o vereda 35,5 34,5 33,3 39,1 En el colegio/universidad 31,2 24,1 32,1 39,1 En una organización o lugar de trabajo 3,8 6,9 3,8 0,0 En la calle 3,4 4,6 2,6 2,9 Otro lugar 12,0 16,1 10,3 8,8 Quién los presentó Vecinos-familiares 32,2 29,5 33,8 33,8 Red de amigos 51,3 53,4 57,1 42,3 Autopresentación 15,3 15,9 6,5 23,9 Otro 1,2 1,2 2,6 0,0 Lugar donde ocurrió el encuentro Casa de uno de ellos 76,4 65,1 84,8 80,9 Casa de un(a) amigo(a) 6,4 7,0 6,3 5,9 Motel/hotel 9,4 17,4 5,1 4,4 Zona rural, cultivo o bosque 3,0 7,0 1,3 0,0 Otro lugar 4,8 3,5 2,5 8,8 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el eje cafetero.

En otras palabras, la forma como trascurre el debut sexual heteroerótico en los varones y mujeres encuestadas no es ajeno al dictado de la norma heterosexual, y contiene los mismos niveles de representación, estereotipos y riesgos derivados de asumir la paternidad y maternidad como efectivamente sucedió en algunos de ellos/as.

131

CAPÍTULO VI EL EMPAREJAMIENTO EN CLAVE HOMOERÓTICA: TRAYECTORIAS, DURACIONES, CONTEXTOS

La sexualidad como una construcción entramada de relaciones en la vida del individuo sólo puede ser comprendida en su complejidad mediante el uso de un enfoque biográfico; con tal aproximación fue posible reconstruir la primera experiencia homoerótica, descrita en el capítulo anterior, y la conexión que tiene este evento con otros en la vida sexual de las personas: el número total de parejas sexuales y relaciones de pareja, el estilo y trayectoria de emparejamiento y los tipos de relacionamiento sexual que se puede establecer con su(s) pareja(s), entre otros elementos; en este sentido, este capítulo explora el contenido de la sexualidad desde el punto de vista del emparejamiento intentando presentar el panorama completo de las interacciones que hombres y mujeres con prácticas homoeróticas establecen con otros(as) a lo largo de su curso de vida, no sólo en términos de intensidad y calendario, sino del contenido de una particular trayectoria de emparejamiento.

6.1 Parejas sexuales, relaciones de pareja y trayectorias de emparejamiento.

Los encuentros y relaciones sexuales y de pareja que sostienen los hombres y las mujeres en un contexto socio-cultural particular han constituido, especialmente desde finales del siglo XIX, la plataforma para sentenciar quién es considerado “normal”, a partir de sus comportamientos y usos del cuerpo y quién perverso, invertido, sáfica, homosexual, gay, lesbiana; para el caso específico de los varones ha existido una ambigüedad entre los discursos que proclaman una masculinidad hegemónica bajo el patriarcado y las prácticas sexuales, que de acuerdo a lo investigado no excluyen del todo el homoerotismo. Tal ambigüedad se traduce en la desarticulación y no congruencia –que en esta investigación importa poco- entre los discursos que nombran las identidades genéricas y los que relatan las prácticas sexuales. En este apartado, se presenta un análisis exclusivo de los relatos acerca de las prácticas sexuales en general, comprendidas a partir de la identificación del número de parejas sexuales y de relaciones de pareja establecidas con varones, mujeres y transgéneros.

132

Cuadro 6.1 Distribución porcentual de los y las entrevistadas según el número de parejas sexuales (con mediana) por cohorte de nacimiento. Eje cafetero, 2011

Parejas sexuales

Menos de 5 Menos de 10 Entre 6 y 10 Entre 11-20 Más de 20 Entre 21-50 Más de 50 Mediana de parejas sexuales mujeres Mediana de parejas sexuales hombres Mediana de parejas sexuales transgéneros

Total (N=401) 20,0 25,4 25,8 28,8

COHORTE DE NACIMIENTO HOMBRES MUJERES Antes de Entre Entre Antes de Entre Entre Total 1970 1971-1983 1984-1993 1970 1971-1983 1984-1993 (N=133) (N=124) (N=144) (N=308) (N=67) (N=96) (N=145) 31,7 27,3 20,8 41,0 10,5 12,9 34,7 35,3 31,8 40,6 33,3 23,3 24,2 27,8 21,6 27,3 32,3 11,8 11,4 13,6 6,3 13,9 30,1 24,2 23,6 36,1 38,7 13,9 -

1,0

2,0

2,0

1,0

5,0

5,0

6,0

4,0

19,0

30,0

25,5

13,5

2,0

2,0

2,5

1,0

0,0

0,0

0,0

0,0

0,0

0,0

0

0

Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el eje cafetero.

Una primera lectura de la información contenida en el cuadro 6.1 indica que la edad y el género juegan un papel importante para explicar la acumulación de parejas sexuales y relaciones de pareja en el curso de vida de las personas entrevistadas, es decir, a mayor edad y siendo varón, mayor ha sido la posibilidad de acopiar experiencia erótica y afectiva y de establecimiento de múltiples arreglos de pareja. El 54,8% de los hombres y 11,4% de las mujeres habían tenido al momento de la encuesta más de 20 parejas sexuales en su vida, siendo la mayor participación para los varones nacidos antes de 1970 con un 66,2%; en el caso de las mujeres la mayor participación la tiene la cohorte de las mujeres jóvenes con 13,9%; este par de datos señalan perspectivas distintas en la acumulación de experiencia amorosa y de emparejamiento para hombres y mujeres que se sustenta en normas de género más restrictivas para las mujeres que para los varones, no obstante la mayor acumulación declarada en la cohorte de mujeres jóvenes deja entrever cambios en los patrones de emparejamiento tal vez en un ejercicio de empoderamiento de su condición, de apertura del contexto y de mayor liberalización.

133

Un dato que corrobora dicha discusión es la mediana de parejas sexuales que una persona ha tenido en su vida siendo 19 para los hombres en total y 30 para los mayores de 40 años; en el caso de las mujeres la mediana de parejas sexuales se sitúa en 5 para las mujeres en total y 6 para las mujeres pertenecientes a una edad intermedia. De estos datos vale la pena precisar que el 61% de los hombres y el 73,6% de las mujeres habían tenido en cualquier momento de su vida al menos una relación sexual heterosexual –penetrativa-. Por cohortes el 70% de los hombres y el 85% de las mujeres nacidas antes de 1970 habían tenido relaciones sexuales heterosexuales, 65% y 82% de los hombres y mujeres de la cohorte intermedia habían tenido relaciones sexuales con alguien de su sexo opuesto y 49% de los hombres y 62,5% de las mujeres jóvenes, habían experimentado esta situación sexual en su curso biográfico. Datos provenientes de la Encuesta 7 en 2011, señalan que en la ciudad de Pereira los HSH participantes –que en su mayoría son jóvenes hasta los 24 años- habían tenido alguna vez relaciones sexuales con mujeres en un 49,7%.

De nuevo, la edad y el género juegan a favor de las mujeres y hombres mayores al permitir un papel acumulativo y con mayor presencia de la heterosexualidad en la vida de las mujeres. Tal situación pone de relieve cómo las medianas y porcentajes estimados están fuertemente marcadas por una trama rizomática en la vida erótica y afectiva tejida por la hetero-homoeroticidad.

Los resultados de la encuesta reflejan lo ambiguo que resulta la construcción “de lo gay”, por llamarlo así, pues al igual

que la masculinidad y feminidad no excluyen al

homoerotismo, los hombres y mujeres con prácticas homoeróticas que asumen diferentes identidades sexo-genéricas, tampoco excluyen las prácticas heterosexuales como parte de su construcción como sujetos sexuales. La asunción de ciertas identidades, sean éstas las dominantes o las marginales, no niegan ningún campo de relacionamiento sexual con sus “pares” o sus “opuestos” biológicos; tanto una como otra lectura hacen parte del mismo proceso complejo, dinámico y fluido de las identidades en Colombia y América Latina y que en última instancia no puede comprenderse simplemente como un asunto de proporciones asociadas a las preferencias para compartir la cama. Por lo menos en esta

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muestra en particular existe un poco más del 50% de encuestados(as) que haría parte de tal disquisición.

Cuadro 6.2 Relaciones de pareja con hombres y mujeres presentes en la biografía sexual de los y las entrevistadas por cohortes de nacimiento (en %). Eje Cafetero 2011.

COHORTE DE NACIMEINTO HOMBRES MUJERES Relaciones de pareja con mujeres

0 1 2 3 4 5 y más Relaciones de pareja con varones 0 1 2 3 4 5 y más Relaciones de pareja con personas transgénero 0 1 2

Todos

Hasta 1970

(N=390) (N=128) 58,7 56,3 15,4 16,4 9,5 9,4 6,4 5,5 4,4 5,5 5,6 7,0 (N=390) (N=128) 2,3 2,3 12,8 8,6 18,2 13,3 21,3 14,1 12,3 13,3 33,1 48,4 (N=390) (N=128) 99,0 97,7 0,5 1,6 0,5 0,8

1971-1983 1984-1993 Todos (N=122) 52,5 13,9 9,8 9,8 5,7 8,2 (N=122) 2,5 9,0 16,4 22,1 13,1 36,9 (N=122) 99,2 0,0 0,8

Hasta 1970

(N=140) (N=291) (N=65) 66,4 4,5 1,5 15,7 18,9 16,9 9,3 22,7 15,4 4,3 20,3 20,0 2,1 12,0 21,5 2,1 21,6 24,6 (N=140) (N=290) (N=66) 2,1 39,3 30,3 20,0 24,5 27,3 24,3 16,2 18,2 27,1 7,9 6,1 10,7 6,2 12,1 15,7 5,9 6,1 (N=140) (N=284) (N=66) 100 97,9 98,5 0 1,1 0 0 1,1 1,5

1971-1983 1984-1993 (N=93) 5,4 11,8 22,6 14,0 14,0 32,3 (N=93) 32,3 23,7 20,4 9,7 5,4 8,6 (N=90) 96,7 3,3 0

(N=133) 5,3 24,8 26,3 24,8 6,0 12,8 (N=131) 48,9 23,7 12,2 7,6 3,8 3,8 (N=128) 98,4 0 1,6

Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el Eje Cafetero.

Con relación al establecimiento de relaciones de pareja, que constituye la piedra angular de este capítulo y de la misma reconstrucción biográfica, también se aprecia una mayor acumulación de experiencia con los años. En general, los varones entrevistados tienen una mediana de 3 relaciones de parejas con otros varones en su curso de vida, los nacidos antes de 1970 alcanzan una mediana de 4 historias y los pertenecientes a la cohorte intermedia y más joven tienen una mediana de 3. En las mujeres en general se tiene una mediana de 3 historias de pareja con otras mujeres, las mujeres mayores de 40 años y aquellas de edad intermedia tienen el mismo valor de mediana que es consistente con su mayor exposición al evento que se está estudiando, mientras que las mujeres más jóvenes tienen una mediana de 2 historias de pareja con otras mujeres. Mientras para los hombres el valor mediano de historias de pareja heterosexuales fue 0, en las mujeres el valor estimado está en 1 historia, de nuevo este dato marca para las mujeres especialmente de la cohorte intermedia y adulta,

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una vida marcada por la heterosexualidad que de acuerdo a los datos parece tender a un cambio, aunque debe advertirse que por la edad que tenían al momento de la encuesta, el grupo de mujeres jóvenes aún está expuesto al emparejamiento con un varón.

La anterior estimación permite entonces afirmar que el diseño metodológico plasmado en el instrumento, de tres historias de pareja con alguien del mismo sexo, permitió la reconstrucción biográfica completa en el 52,3% de los hombres y el 61,9% de las mujeres, siendo posible el nivel más alto de reconstrucción en los más jóvenes (75,9% mujeres y 71,9 hombres) y menor en los más adultos (52,3% en mujeres y 36% en hombres). Es de anotar que una novedad en la encuesta, con respecto a otras aplicadas en México y otros países, fue la posibilidad de incluir en la reconstrucción biográfica la relación de pareja heterosexual más importante que el encuestado(a) había tenido en su vida, de esta manera se pudo conocer esta dimensión de la realidad que está presente en el 41,3% de los hombres y el 61,7% de las mujeres entrevistadas;

del número total de posibles relaciones se

reconstruyeron 142 relaciones de pareja con mujeres en los varones y 154 historias de pareja con varones en las mujeres, este dato equivale a un nivel de recuperación en campo superior al 80% de lo posible y una riqueza de información invaluable cuando se estudia el campo del homoerotismo que termina invisibilizando la dimensión heterosexual en la vida erótica y afectiva de varones y mujeres con prácticas homoeróticas.

Frente al emparejamiento con personas transgéneros es notorio el bajo porcentaje de encuestados que declaró haber tenido relaciones de pareja con alguien transgénero (1% en hombres y 2,2% en mujeres), situación que constituye un indicador de exclusión hacia este tipo de población y de estigma y homofobia que refuerzan patrones dominantes en los modos de construir pareja.

Sobresale además el bajo porcentaje de hombres y mujeres que nunca han tenido una relación de pareja con alguien de su mismo sexo (4,5 en mujeres y 2,3% en hombres), concentrados la mayor parte de ellos/as en el grupo más joven e intermedio; en otras palabras, la edad constituye un factor importante para explicar tanto la acumulación como la ausencia de historias de pareja en el curso de vida de las personas.

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A partir del análisis de la biografía completa22 relacionada con el establecimiento de relaciones de pareja, tanto con otros varones como con mujeres, fue posible construir tipos de trayectorias o formas de interacción sexual que reflejan las preferencias o las oportunidades que las personas tienen para construir la afectividad y el enamoramiento con otros(as).

En principio se identifican siete patrones de emparejamiento (ver cuadro 6.3)

trayectorias exclusivas con hombres (H-H-H-H…), con mujeres (M-M-M…), o con personas transgéneros (T-T-T..) que señalan la exclusividad o la preferencia por un sexo/género en la construcción erótico-afectiva. En el primer tipo se ubica el 57,4% de los entrevistados, valor que es un poco más bajo en las cohortes adulta e intermedia y 10 puntos porcentuales más alto entre los más jóvenes encuestados; estos hallazgos son consistente con resultados de otras investigaciones adelantadas especialmente en México23.

Para las mujeres este tipo de trayectoria de relacionamiento erótico-afectivo es relativamente bajo ocupando el 3,3% del total; como era de esperarse este patrón de emparejamiento está menos presente en la biografía sexual de las mujeres adultas que están más permeadas por relaciones con varones; las mujeres de la cohorte intermedia y joven tiene un poco más de participación pero asumimos que en la medida que avanza el curso biográfico dicho patrón de relacionamiento tiende a disminuir. De acuerdo a los resultados de esta investigación, este tipo particular de trayectoria tiende a ocurrir durante la juventud, en pleno proceso de construcción de la preferencia sexual y se desplaza hacia trayectorias transitivas o mixtas, dependiendo de las características particulares de las mujeres y del medio social que puede ser restrictivo o indiferente frente a la construcción de la experiencia sexual.

El patrón de emparejamiento exclusivo con mujeres está presente en el 36,8% de las encuestadas, tipología ascendente entre cohortes situándose en el 42,8% para las mujeres 22

Existe en el cuestionario una pregunta que indaga por el sexo y el orden de todas las relaciones de pareja que los y las encuestadas manifestaron haber tenido en su biografía personal. Con el análisis de esta pregunta se construyeron los tipos de trayectorias de emparejamiento. . 23 Gabriel Gallego (2007) encontró a partir de su encuesta aplicada en la ciudad de México un 56,4% de varones con este tipo de trayectoria. Cecilia Gayet, et al, (2007) identifica un 58% de HSH con trayectorias de relacionamiento erótico-afectivo exclusivas con varones.

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jóvenes. Para el caso de los varones este tipo de trayectoria tiene una baja participación (2,0%), la cual es constante entre generaciones.

Cuadro 6.3 Distribución porcentual de las trayectorias de emparejamiento de los y las entrevistadas por cohorte de nacimiento. Eje cafetero, 2011 COHORTE DE NACIMIENTO Trayectorias de emparejamiento

HOMBRES Total (n=401)

Antes de 1970 (n=133)

Entre Entre 1971-1983 1984-1993 (n=124) (n=144)

MUJERES Total (n=308)

Solo hombres 57,3 51,9 51,2 67,4 3,3 Solo mujeres 2,0 2,3 1,6 2,1 36,8 Solo transgénero 0,3 0,0 0,8 0,0 0,7 Inicia hombres luego mujeres 1,0 0,8 0,8 1,4 33,6 Inicia mujeres luego hombres 19,8 19,5 23,6 16,7 0,0 Alternado o mixto 16,9 21,8 20,3 9,7 20,8 Sin historias de pareja 2,7 3,7 1,7 2,7 4,8 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el eje cafetero.

Antes de 1970 (n=67) 1,5 31,3 0,0 38,8 0,0 26,9 1,5

Entre Entre 1971-1983 1984-1993 (n=96) (n=145) 4,2 31,6 1,1 38,9 0,0 22,1 2,1

3,4 42,8 0,7 27,6 0,0 17,3 8,2

Si se comparan los dos primeros patrones de construir pareja que denotan la total exclusividad hacia personas del mismo sexo hallamos diferencias importantes por género y cohorte, en los hombres es más alta la exclusividad que en las mujeres, pues entre unos y otros existe una diferencia de 20 puntos porcentuales, entre los más jóvenes las diferencias se disparan 25 puntos a favor de los varones. Este patrón, que no puede ser constatado con otras investigaciones llama profundamente la atención para futuros estudios, ya que recalca cómo una biografía sexual en mujeres con prácticas homoeróticas está permeada por la heterosexualidad;

lo anterior puede tener dos vértices explicativos, por un lado, ser

ejemplo de la cultura patriarcal y de mandatos más fuertes hacia las mujeres en torno a la unión y la maternidad, y de otro, ser reflejo de la tendencia hacia prácticas bisexuales, más fluidas y plásticas las cuales las mujeres han usado y seguirán usando a su favor, de nuevo, tales rutas deben ser verificadas con nuevas investigaciones. Entre los varones más jóvenes existe una tendencia más clara hacia la exclusividad sexual que fue hallada también por Gallego en Ciudad de México (2007), tal vez como un reflejo del posicionamiento de la cultura gay en el Eje Cafetero, de los movimientos sociales en torno a la diversidad sexual y del reconocimiento de derechos que en Colombia han hecho eco en la Corte Constitucional desde 2006.

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Un tercer tipo de trayectoria es la construcción de pareja exclusivamente con personas transgéneros, la cual tuvo una participación tanto para hombres como mujeres por debajo del 1%, este hallazgo es consistente con lo develado en torno al número de parejas sexuales transgénero la cual tuvo una baja participación, de nuevo la homofobia y los patrones heteronormativos de construcción de género y del deseo podrían constituir una fuente explicativa plausible. Es necesario advertir al lector que la realidad transgénero requiere aproximaciones metodológicas distintas tal vez cualitativas, que exploren formas de emparejamiento y de construcción del deseo que se hallan más en el plano de la heterosexualidad que del homoerotismo. La ruta señalada en el marco de esta investigación y el diseño muestral a partir de RDS o redes sociales terminó por invisibilizar esta realidad social.

El cuarto y quinto tipo de trayectorias pueden ser consideradas transitivas (M-M-H-H…o H-H-M-M) en donde, en la biografía de la persona, aparecen inicialmente relaciones de pareja con personas del “sexo opuesto” por lo general dos y luego se “transita”, especialmente entre los 25 y 30 años, hacia relaciones de pareja con personas del mismo sexo. Este patrón abarca el 19,8%

de los encuestados, permaneciendo relativamente

constante entre cohortes; para las mujeres este tipo de trayectoria está presente en una de tres, siendo cercana al 39% en las cohortes intermedias y adultas y del 27% entre las mujeres jóvenes.

Sería interesante indagar a qué tipo de factores socio-culturales e individuales responde este tipo particular de trayectoria; para el caso de los varones consideramos a modo de hipótesis, que este patrón refleja los comportamientos y actitudes tradicionales de este grupo de entrevistados y del medio social donde se mueven, de la necesidad de una novia como construcción de una expectativa de masculinidad y un quiebre de tal situación asociada a un mayor autonomía del sujeto, vía ingreso al mercado laboral o una primera salida del hogar por migración o establecimiento de un hogar independiente. En el caso de las mujeres tal trayectoria obedece además a patrones altamente normativos basados en la heteronormatividad, ya que para muchas mujeres que obedecen a este patrón de

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relacionamiento existen altas demandas sociales por la entrada en unión y la maternidad, que confirman un lugar social para muchas de ellas; no obstante en la cohorte más joven la reducción en 12 puntos porcentuales con respecto a la intermedia y adulta puede ser señal de cambios en este patrón de emparejamiento. El sexto tipo de trayectoria se ha denominado alternadas o mixtas24 (H-M-H-T-M...), la cual puede tomar múltiples combinaciones en términos del sexo o la identidad genérica de la pareja estable; este tipo de trayectorias abarca el 16,9% de los hombres y el 20,8% de las mujeres y tiende a incrementarse entre los grupos de edad dándose la más alta participación en los entrevistados mayores de 40 años. Este patrón de emparejamiento refleja cuan permeable y fluida puede ser la construcción afectiva en los sujetos, independientemente del sexo o el género de las personas. Desde nuestra perspectiva, este patrón constituye el más dinámico desde una discusión queer de la afectividad (Gallego, 2007).

Finalmente se identificaron sujetos que reportaron no tener historias de pareja estable con otros varones ni con mujeres (2,7% hombres y 4,8% mujeres). Esta situación, permanece relativamente constante entre cohortes de varones entrevistados, en las mujeres se nota un patrón más consistente relacionado con la disminución entre generaciones tendiendo casi a desaparecer en el curso de vida; de nuevo la edad juega un papel central para comprender la forma como se construye o perfila un patrón determinado de relacionamiento sexoafectivo. En este sentido, los tipos de trayectorias propuestos constituyen modos de entender la interacción sexual de un conjunto poblacional, pero no niegan el dinamismo y la fluidez que el mismo sujeto puede imprimirle a este constructo, transitando entre uno y otra dependiendo de las historias que construya en un futuro.

En igual sentido, los tipos de trayectorias propuestos no pueden ser asociadas causalmente a una identidad sexual particular, pues ambos procesos en términos de reconstrucción biográfica tienden a no coincidir. Asociar una trayectoria transitiva o alternada o mixta con una identidad bisexual es una ligereza metodológica y un error conceptual que intenta

24

Gallego en su estudio en México (2007) denominó como “rizomáticas” a este tipo de trayectorias, con una participación del 13,6% de los encuestados.

140

asociar con calzador prácticas sexuales con identidades, esta discusión ya fue planteada en el capítulo 3 de esta investigación.

El análisis general de las biografías de emparejamiento también permite estimar tres proporciones básicas para comprender la realidad y el nivel de profundidad que tiene la construcción erótica-afectiva y amorosa entre personas del mismo sexo en un contexto socio-cultural particular (ver cuadro 6.4). El primero, nos indica que tan presente o ausente se encuentra el evento llamado emparejamiento entre varones y entre mujeres en el curso de vida de una persona con prácticas homoeróticas. El segundo, permite inferir cuántas de éstas viven actualmente el evento en estudio y el tercero, señala cuántas corresiden en pareja constituyendo en buena medida hogares independientes y formas alternas de familia (Gallego, 2002). Estos tres indicadores reflejan el grado de apertura o de restricción que existe hacia el afecto entre personas del mismo sexo no solo en las personas entrevistadas, sino en el medio social donde ellos se desenvuelven. Además, puede ser útil para evaluar el nivel de homofobia en un contexto en particular.

Cuadro 6.4 Distribución porcentual de los entrevistados según situación de emparejamiento y convivencia actual en pareja por cohorte de nacimiento (en %). Eje cafetero, 2011. HOMBRES MUJERES Todos Hasta 1970 1971-1983 1984-1993 Todos Hasta 1970 1971-1983 1984-1993 (N=401) (N=133) (N=124) (N=144) (N=308) (N=67) (N=96) (N=145) Ha tenido alguna relación de pareja con 95,0 94,0 96,0 95,1 90,3 95,5 91,7 86,9 alguien de su mismo sexo Tiene actualmente una relación de pareja 36,2 36,8 37,1 34,7 38,0 34,3 40,6 37,9 con alguien de su mismo sexo Actualmente cohabita en pareja con 9,2 12,8 12,9 2,8 8,4 6,0 12,5 6,9 alguien de su mismo sexo

Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el eje cafetero.

El 95% de los hombres y el 90,3% de las mujeres ha tenido alguna vez en su vida una relación de pareja con alguien de su mismo sexo, hecho que permite afirmar cómo la construcción afectiva y amorosa es un evento importante en la vida de estos sujetos, siendo además acumulativo con el transcurso de los años. En este punto es necesario precisar que el marco de posibilidades para una relación de pareja entre personas del mismo sexo es de

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reciente creación y no se remonta más allá de la última cuarta parte del siglo XX. No es por lo tanto fortuito que en el análisis desarrollado en el capítulo siguiente aparezcan pocas historias de pareja antes de la década del 80 y esto básicamente se debe a que hallar lo que constituía un privilegio para ciertos sujetos y no aparecía públicamente puede resultar una tarea compleja.

El 36,2% de los hombres y el 38% de las mujeres estaban al momento de la entrevista, involucrados en una relación de pareja con alguien de su mismo sexo, valor que es relativamente constante entre cohortes. Este dato es relativamente alto si se compara con los hallazgos de la Encuesta 7 en 2011, donde en Pereira el 27,9% de los HSH participantes del estudio tenían una pareja estable con otro hombre, para las otras seis ciudades los porcentajes oscilan entre el 20,9% y el 32,5%25.

Al igual que en otras discusiones planteadas anteriormente, existe un efecto de cohorte en el comportamiento de estos indicadores en tanto a mayor edad, mayor es la proporción de varones que se encuentra involucrados o corresidiendo bajo el marco de una relación erótica- afectiva con alguien de su mismo sexo.

Si bien el enfoque de construcción social de la sexualidad no recomienda el establecimiento de grandes ejercicios comparativos, especialmente en sociedades culturalmente diferentes, la precariedad de las fuentes para el caso colombiano demanda reseñar el resultado de otros estudios, con el propósito de triangular y validar la consistencia de los hallazgos acá planteados.

Datos recabados en México por Gallego (2007) indican que aproximadamente el 50% de los varones entrevistados estaba al momento de la entrevista inmerso en una relación de pareja con otro hombre.

Gayet, et al, (2007) en su encuesta para cuatro ciudades

mexicanas, identificó cómo el 47,3% de los HSH manifestó haber tenido una pareja sexual estable en los últimos 6 meses antes de la encuesta; así mismo, el 22,1% de los HSH solteros convivía, al momento de la entrevista, con una pareja del mismo sexo. 25

Las estimaciones hechas para las mujeres no tienen fuente de triangulación con otras encuestas en la región.

142

En Estados Unidos, datos procedentes de encuestas indican que entre un 40% y 60% de varones gay y 45% al 80% de mujeres lesbianas se encontraban, al momento de la entrevista, involucrados en una relación de pareja (Patterson, 2000).

En España Meil

(2000) reporta, a partir de una encuesta aplicada a más de mil homosexuales en el año 1999, que cuatro de cinco lesbianas (79%) y dos de tres (66%) gays tenían una relación de pareja estable, notándose que estas proporciones aumentaban con la edad.

Sin embargo, la tenencia de una relación de pareja no implica necesariamente la convivencia. De hecho, a partir de la misma encuesta en España, se determinó que solo la mitad (55% de los varones y 58% de las mujeres) de los que declararon tener pareja convivían realmente con ella (Meil, 2000).

En conclusión, las proporciones encontradas en este grupo de hombres y mujeres con prácticas homoeróticas, respecto al emparejamiento y el establecimiento de la convivencia en pareja, son consistentes con los hallazgos en nuestro país a partir de la Encuesta 7 y de lo reportado para ciertos grupos en México, Estados Unidos y España; no obstante, por la condición socio-cultural y económica del Eje Cafetero existe una menor presencia de la corresidencia/cohabitación en parejas del mismo sexo, que oscila en un 12% en los varones adultos y mujeres de edad intermedia, con menor participación entendible en mujeres y hombres jóvenes;

las grandes ciudades en otros contextos culturales permiten el

anonimato, la difusión de los derechos y por lo tanto la emergencia en el escenario de lo público de formas de emparejamiento no convencionales sin mayores censuras sociales.

No obstante, lo que viene ocurriendo en el Eje Cafetero en torno al homoerotismo es una señal de que, por lo menos en este grupo particular de encuestados, la experiencia del emparejamiento ha ganado terreno en términos de magnitud y no constituye una experiencia particular sino compartida por diferentes grupos en la cultura occidental; además establecer una pareja del mismo sexo corresidente, desde nuestro punto de vista, es uno de los indicadores de arraigo de instituciones por las que aboga la agenda gay en nuestra país, agenda que transforma y subvierte nuestra cultura sexual.

143

6.2 La trama del emparejamiento diverso: mono y poliamor y exclusividad sexual en relaciones de pareja entre personas del mismo sexo. Un tema interesante de explorar durante la reconstrucción de las trayectorias de emparejamiento tiene que ver con la forma como las personas reproducen o recrean ciertas normas sociales asociadas al cómo deben ser las relaciones de pareja, cuántas relaciones de pareja se deben tener al mismo tiempo y si tales relaciones deben ser exclusivas o no desde el punto de vista sexual, al permitir que la pareja o el/la entrevistado/a puedan tener contactos con otras personas para el ejercicio de la sexualidad, en situaciones que pueden ser independientes, la pareja y un amante, en sexo grupal o el intercambio de parejas.

En este sentido, un análisis exclusivo y particular de las relaciones de pareja que establecieron el conjunto de los entrevistados, permite identificar dos patrones adicionales para comprender la forma particular como los hombres y las mujeres con prácticas homoeróticas construyen la afectividad entre ellos (ver cuadro 6.5);

el primero,

denominado “estilo de emparejamiento”, identifica que tan mono o poliamorosos han sido los y las entrevistadas en la cimentación de la afectividad con otros y otras; y el segundo, “trayectoria de relacionamiento sexual”, expresa la forma como estos encuestados han construido o no la exclusividad sexual en el marco de una relación de pareja26. Cudro 6.5. Distribución porcentual de los entrevistados/as según estilo de emparejamiento por cohorte de nacimiento (en %). Eje Cafetero, 2011. HOMBRES Todos Entre relaciones con parejas del mismo sexo Monoamor Poliamor Relaciones de pareja paralelas Monoamor Poliamor

MUJERES

Hasta 1970 1971-1983 1984-1993

Todos

Hasta 1970 1971-1983 1984-1993

(N=382)

(N=123)

(N=121)

(N=138)

(N=283)

(N=65)

(N=90)

(N=128)

86,4 13,6 (N=389) 75,8 24,2

83,7 16,3 (N=127) 69,3 30,7

86,0 14,0 (N=122) 74,6 25,4

89,1 10,9 (N=140) 82,9 17,1

83,0 17,0 (N=293) 70,6 29,4

86,2 13,8 (N=66) 71,2 28,8

87,8 12,2 (N=94) 72,3 27,7

78,1 21,9 (N=133) 69,2 30,8

Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el Eje Cafetero. 26

No obstante ambos patrones pueden estar subestimadas en tanto las parejas que fueron tomadas para construir estas tipologías corresponden a las del relato extenso –tres relaciones de pareja entre personas del mismo sexo y una heterosexual- y por lo tanto deja por fuera del análisis cerca del 50% de historias de pareja entre varones y entre mujeres que no pudieron ser captadas. En otras palabras, la estimación planteada es una proxy al tema de la mono y el poliamor y la exclusividad sexual.

144

El tipo de estimación planteada es contraria a la que se ha venido aplicando convencionalmente por otros investigadores (Cruz, 1998; Patterson 2000; Meil, 2000), para comprender el tema de la exclusividad sexual en la última/actual relación de pareja en gay/homosexuales, ya que se asocia y confunde el monoamor (o monogamia como ellos la denominan) con un patrón de relacionamiento sexual cerrado, asociación que por lo menos en esta investigación y la adelantada por Gallego (2007) para la ciudad de México no son tan certeras y lineales. Un asunto es la monogamia como una forma de alianza con una sola persona en el aquí y el ahora, y otra, un tanto diferente, es que tal vínculo conlleve a una exclusividad sexual o encarne la prohibición de tener relaciones sexuales con terceros. El estilo de emparejamiento27 monoamoroso es el que predomina de forma general en la construcción de las relaciones de pareja entre varones (86,4%) y entre mujeres (83%); la alta preponderancia del monoamor en la construcción de la afectividad entre personas del mismo sexo, es un indicador de las normas y discursos en torno al tipo y naturaleza de las alianzas en la sociedad cafetera que se extiende al campo del homoerotismo y de un conjunto de valores sociales acerca de la exclusividad, el compromiso y la fidelidad sexual que supuestamente encara la monogamia. No obstante, emerge un patrón claro de diferenciación por género.

En un tema tan sensible y altamente normado hacia las mujeres como es una mayor demanda hacia la fidelidad no deja de ser sorprendente que las entrevistadas resulten ser más poliamorosas que los varones. En todos los escenarios posibles de discusión, ellas tienen las mayores participaciones, por ejemplo, entre parejas del mismo sexo el poliamor pasa del 13,8% entre las mujeres adultas al 22% en las más jóvenes; y al analizarse las historias de pareja con otras mujeres con la relación de pareja heterosexual la participación aumenta, notándose que el 30% de las mujeres ha tenido más de una relación en el tiempo. En los hombres dicha participación es más alta en los adultos con respecto a los jóvenes. 27

Con el análisis de las fechas de inicio y terminación de las diferentes historias de pareja y su transformación en CMC (Century Month Calendar) fue posible identificar, mediante cruces de información, que personas habían sostenido más de una relación de pareja al mismo tiempo, a estos, se les denominó “poliamorosos”. Las personas que tienen un comportamiento lineal y no simultáneo en sus historias de pareja se les considera “monoamorosas”.

145

Parece que con la edad y la mayor acumulación de parejas sexuales y relaciones de pareja en los varones, el monoamor perdiera una ligera preponderancia, como forma culturalmente aceptada de construir la afectividad y diera entrada al poliamor. En las mujeres el poliamor constituye un patrón de relacionamiento presente en sus biografías, con un efecto de cohorte, el cual debe explorarse con futuras investigaciones dada la trascendencia que tiene este hallazgo en la comprensión de la sexualidad y el relacionamiento con perspectiva de género.

Por el lado de la trayectoria de relacionamiento sexual (ver cuadro 6.6), se observa como el número de varones y mujeres con

relaciones de pareja exclusivamente cerradas es

significativamente mayor con respecto a la condición de poliamor; esta diferencia entre uno y otro valor revela y confirma que la construcción cultural de la monogamia, en términos generales, no es sinónimo de exclusividad sexual como se planteó anteriormente, en tanto se esperaría que la proporción de varones con trayectorias monoamorosas fuera muy similar a la proporción de éstos con trayectorias de relacionamiento sexual exclusiva con su pareja.

Cuadro 6.6. Distribución porcentual de los entrevistados/as según tipo de trayectoria de relacionamiento por cohorte de nacimiento (en %). Eje Cafetero, 2011.

Primera relación Cerrado Abierto Segunda Relación Cerrado Abierto Tercera Relación Cerrado Abierto Relación Hetero Cerrado Abierto

Todos (N=368) 79,6 20,4 (N=258) 80,6 19,4 (N=307) 82,7 17,3 (N=127) 82,7 17,3

HOMBRES Hasta 1970 1971-1983 (N=124) (N=116) 75 79,3 25 20,7 (N=93) (N=85) 72 85,9 28 14,1 (N=107) (N=105) 74,8 84,8 25,2 15,2 (N=49) (N=46) 75,5 84,8 24,5 15,2

1984-1993 (N=128) 84,4 15,6 (N=80) 85 15,0 (N=95) 89,5 10,5 (N=32) 90,6 9,4

Todos (N=270) 78,5 21,5 (N=166) 82,5 17,5 (N=204) 83,3 16,7 (N=145) 86,9 13,1

MUJERES Hasta 1970 1971-1983 (N=62) (N=87) 69,4 81,6 30,6 18,4 (N=47) (N=54) 89,4 81,5 10,6 18,5 (N=56) (N=71) 83,9 84,5 16,1 15,5 (N=39) (N=55) 82,1 90,9 17,9 9,1

Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el Eje Cafetero.

1984-1993 (N=121) 81 19 (N=65) 78,5 22 (N=77) 81,8 18 (N=51) 86,3 14

146

Un análisis por grupos de edad sugiere que la trayectoria de relacionamiento sexual abierto es más común entre los hombres adultos, siendo en uno de cuatro el patrón preferido; en las mujeres la condición de apertura sexual tiende a ser más común en las mujeres jóvenes. De nuevo, la edad y el género juegan diferencialmente a favor de unos y otros. Para los jóvenes con sólo una o dos historias es más probable ser monoamorosos pero no exclusivos desde el punto de vista sexual.

Pero la apertura o la fluidez en el relacionamiento sexual no es propia de los varones aquí entrevistados, otras investigaciones han mostrado que el modelo de pareja abierta parece ser la forma más común de interacción sexual en la actualidad; Gallego (2007) encontró en un grupo de varones en la ciudad de México que el 39% de sus actuales relación de pareja eran abiertas en sus múltiples modalidades: para el entrevistado, la pareja, o para ambos. En Holanda sólo un 18% de las relaciones de pareja son cerradas desde el punto de vista sexual (Tielman, 1996 en Cruz, 1998), en Estados Unidos Blumstein y Schwartz (1983, 1999) encontraron que, en un período de entre 2 y 10 años de establecida la relación, las parejas de varones gay tendían a ser más abiertas en sus relaciones, sugiriendo estos autores que la disminución de la actividad sexual en la pareja va aparejada con un aumento en la frecuencia de encuentros sexuales externos. Otras investigaciones hechas con posterioridad a la aparición del VIH-SIDA en este mismo país, muestran que tal patrón no ha cambiado significativamente (Bryant y Demian, 1994).

Esta situación de contraste y presencia del relacionamiento sexual abierto en relaciones de pareja entre personas del mismo sexo, refleja cambios importantes en el contexto social relacionado con la flexibilización de las normas en la moral sexual, al utilizar la apertura sexual como una estrategia en el curso de vida de una pareja que pueden cumplir múltiples fines, incluyendo probablemente una apuesta por una mayor permanencia de la relación en el tiempo. De igual manera, en algunos de los entrevistados el planteamiento de una relación abierta o transformar la relación de total exclusividad hacia una apertura sexual, conduce a un proceso de re-negociación en la relación o a veces puede constituirse en causa de ruptura de la misma.

147

Las apreciaciones que hicieron los y las encuestadas de sus propias experiencias de relacionamiento sexual en pareja constituyen una valoración total, un balance general de si fue exclusiva o no la historia de pareja que se reconstruye, y en este sentido algunos de los participantes aclararon que buena parte de sus historias empezaron siendo cerradas y exclusivas, pero con el tiempo terminaron siendo abiertas en sus múltiples modalidades. De ahí que la etiqueta de si fue abierta o cerrada la relación fue puesta por los mismos entrevistados y constituye por lo tanto una valoración subjetiva de una experiencia eminentemente relacional.

6.3 Intensidad y calendario. Edad de ocurrencia del emparejamiento y duración mediana de los mismos. De acuerdo con la información que se ha venido manejando en este capítulo, la edad constituye un factor importante para explicar la acumulación de un mayor número de parejas, hombres y mujeres, en un biografía particular; sin embargo, las edades dónde un grupo en específico experimenta ciertos eventos socio-culturales –primera experiencia sexual, primera relación de pareja, primera salida del hogar y primera corresidenciaconstituyen también expresiones de la dinámica o inercia social leída a través de los cambios o permanencias de estas edades entre diferentes generaciones. Igualmente, la persona puede alterar los ritmos temporales del evento que se desea estudiar y por lo tanto experimentarlos de forma constante, acelerada o parsimoniosa (Solís, et al, 2005).

A continuación se presentan las estimaciones de la edad mediana en la cual ocurrió el establecimiento de la primera relación de pareja o primer noviazgo entre hombres y entre mujeres.

La edad en la cual este grupo de personas experimentó el establecimiento de la primera relación de pareja con alguien de su mismo sexo (cuadro 6.7) ha venido cambiando entre generaciones.

De manera general, cuatro de cinco hombres y mujeres encuestadas

experimentaron el evento antes de los 25 años; en la generación más joven el evento se ha cumplido en un 86,9% para las mujeres y un 95,1% para los hombres antes de finalizar la

148

juventud, notándose un proceso de aceleración con respecto a las otras cohortes, ya que la proporción de hombres y mujeres que antes de los 25 años había experimentado el primer emparejamiento se reduce en 17 y 23 puntos porcentuales en los hombres y 15 y 40 puntos en las mujeres de la generación intermedia y adulta, respectivamente; este patrón señala cambios en el contexto social de los últimos 30 años relacionados con el rechazo y la relativa aceptación social del emparejamiento entre personas del mismo sexo.

Cuadro 6.7. Proporción de entrevistados que en el rango de edad X habían tenido su primera relación de pareja con una pareja del mismo sexo, por cohortes de nacimiento. Eje cafetero, 2011. HOMBRES Rangos de edad N Todos Antes de 1970 1971-1983 1984-1993

377 124 119 134

Antes de 15 15-19 años años 15.7 47.3 11.3 35.5 14.3 37.4 20.1 64.4

20-24 años

Acumulado

Total con 1A relación 95.0 94.0 96.0 95,1

20.8 83.8 25.0 71.8 26.7 78.4 10.6 95.1 MUJERES Todos 279 8.6 48.6 21.8 79.0 90.3 Antes de 1970 63 4.8 25.4 17.5 47.6 95.5 1971-1983 89 6.7 33.8 32.6 73.2 91.7 1984-1993 127 10.3 62.8 13.8 86.9 86.9 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexs.. en el eje cafetero.

En igual sentido, antes de los 20 años un 84,5%, 51,7% y 46,8% de los encuestados en las generaciones más joven, intermedia y adulta, respectivamente, habían experimentado el establecimiento de su primera relación de pareja estable con otro varón. En las mujeres las proporciones alcanzan el 73,1%, 40,5% y 30,2% para las mismas cohortes, notándose de nuevo diferencias de género, y una equiparación tal vez de ciertas condiciones para el emparejamiento lésbico respecto al gay en las generaciones jóvenes, cerrándose una brecha con mayores posibilidades de agenciamiento de las mujeres hacia relaciones de pareja entre ellas. Finalmente, existe un 18% y un 22% de entrevistados en la generación intermedia y adulta, respectivamente, que experimentó su primera relación de pareja después de los 24 años. En las mujeres la situación marca profundas brechas en términos generacionales, en

149

tanto hay un 50% de las mujeres en la generación adulta y un 20% en la intermedia que experimentaron el evento después de los 24 años, este par de datos marcan de nuevo rutas de análisis e interpretación relacionados con el amor entre mujeres en la sociedad colombiana.

Estas primeras estimaciones, más un análisis del comportamiento de cada proporción de hombres y mujeres que experimentó el evento en cada segmento de edad, permite llegar a la conclusión de que al interior del grupo en estudio se está dando un proceso de rejuvenecimiento en el establecimiento de la primera relación de pareja estable con alguien del mismo sexo; en otras palabras, en la generación más joven de entrevistados hay una aceleración en el calendario en el cual se establece la primera relación de pareja estable. Esta conclusión se confirma con la estimación de la edad mediana28, en el establecimiento de la primera relación de pareja estable con alguien del mismo sexo en los diferentes grupos de edad; 18,6 años como edad mediana general para los hombres, en los jóvenes 17 años, en la generación intermedia 19,8 años y en la más adulta 20,3 años. En las mujeres 19 años como edad mediana general y por cohortes 17,6 años para las jóvenes, 21,1 años en la intermedia y 25,3 años en la más adulta,

datos que marcan la tendencia al

rejuvenecimiento o aceleración en la experimentación del evento entre generaciones de entrevistados.

De nuevo, este comportamiento es consistente con la misma novedad

histórica que tiene el emparejamiento entre personas del mismo sexo en la sociedad colombiana y la extensión del modelo erótico-afectivo bajo el marco de una relación de pareja que han promovido la cultura gay y el movimiento lésbico desde los años 70 del siglo XX.

Dado el bajo nivel de incidencia estadística que tiene el establecimiento de parejas corresidentes del mismo sexo en el conjunto de entrevistados, y muy seguramente en la sociedad del Eje Cafetero en general, no pudo adelantarse la estimación de la edad mediana en el establecimiento de dicha unión en tanto se corría el riesgo de introducir un sesgo por 28

La estimación de la edad mediana se hizo mediante el cálculo de tablas de sobrevivencia utilizando el paquete estadístico SPSS, versión 20.

150

el peso de los casos truncados, el cual es superior al 70%. Lo que sí queda claro, a partir del trabajo de campo y las entrevistadas cualitativas adelantadas, es el nivel de representación social que ha alcanzado el emparejamiento entre personas del mismo sexo en sujetos con prácticas homoeróticas, la versatilidad con que emergen en los relatos, todo en un marco de historicidad propia de los cambios que ha sufrido esta región del país en torno al homoerotismo y sus intentos de visibilización y regulación que inciden y son afectados por la puesta en escena de este tipo de parejas como unidades domésticas diferenciadas, que tienen acceso a la regulación equiparable a la unión marital de hecho mediante sentencia de la Corte Constitucional C-075 de 2007.

Un elemento interesante de identificar en la población en estudio está relacionado con el cambio de preferencia etáreas en la selección del compañero/a con el cual construir una relación de pareja. Cuadro 6.8. Distribución porcentual de las diferencias de edad entre el entrevistado y su pareja cuando inicia la relación por cohorte de nacimiento. Eje cafetero, 2011 HOMBRES MUJERES Todos Hasta 1970 1971-1983 1984-1993 Todos Hasta 1970 1971-1983 (N=382) (N=123) (N=121) (N=138) (N=280) (N=63) (N=89) Misma edad (Dif < o = a 5 años) 55.2 54.5 56.2 55.1 67.9 60.3 61.8 Entrevistado > 6 o + años a su 8.1 15.4 8.3 1.4 3.9 11.1 4.5 pareja Entrevistado < 6 o + años a su 36.6 30.1 35.5 43.5 28.2 28.6 33.7 pareja Segunda relación (N=268) (N=93) (N=89) (N=86) (N=170) (N=45) (N=56) Misma edad (Dif < o = a 5 años) 53.7 45.2 57.3 59.3 68.2 60 73.2 Entrevistado > 6 o + años a su 20.9 44.1 15.7 1.2 15.3 37.8 14.3 pareja Entrevistado < 6 o + años a su 25.4 10.8 27.0 39.5 16.5 2.2 12.5 pareja Tercera relación (N=319) (N=108) (N=107) (N=104) (N=206) (N=55) (N=71) Misma edad (Dif < o = a 5 años) 37.3 13.9 40.2 58.7 58.3 47.3 54.9 Entrevistado > 6 o + años a su 41.7 81.5 38.3 3.8 24.8 40.0 33.8 pareja Entrevistado < 6 o + años a su 21.0 4.6 21.5 37.5 17 12.7 11.3 pareja Relación Hetero (N=142) (N=51) (N=48) (N=43) (N=154) (N=39) (N=58) Misma edad (Dif < o = a 5 años) 84.5 74.5 83.3 97.7 51.3 43.6 50 Entrevistado > 6 o + años a su 5.6 9.8 6.3 0.0 0.6 2.6 0.0 pareja Entrevistado < 6 o + años a su 9.9 15.7 10.4 2.3 48.1 53.8 50 pareja Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales…... en el eje cafetero. Primera relación

1984-1993 (N=128) 75.8 0 24.2 (N=69) 69.6 1.4 29.0 (N=80) 68.8 6.3 25.0 (N=57) 57.9 0.0 42.1

151

Durante las primeras y segundas historias de pareja, que ocurrieron entre los 17 y los 26 años de edad, el patrón seguido por los varones en general consistió en entablar una relación amorosa con un hombre de la misma edad, es decir, donde las diferencias entre el entrevistado y su pareja no son superiores a cinco años (ver cuadro 6.8), para las mujeres este patrón se prolonga hasta la tercera historia de pareja. De acuerdo a este criterio, una persona es de la misma edad que otra cuando comparte las similares vivencias generacionales y ciertos patrones estéticos que le permiten referirse a otro como su par, este criterio es una traducción de la voz de muchos entrevistados quienes durante el trabajo de campo ubicaron a alguien de su misma edad cuando las diferencias entre ellos eran menores de cinco años.

Un segundo patrón identificado en la construcción de estas dos primeras historias de pareja es la preferencia de los y las entrevistadas por hombres y mujeres seis o más años mayores. Ambos patrones concentran buena parte de la experiencia amorosa del conjunto de entrevistados, aunque tiende a perder preponderancia en la medida en que se pasa a la tercera historia de amor, especialmente en los y las entrevistadas mayores de 27 años. Entre los entrevistados de la cohorte mayor la preferencia o la oportunidad de establecer una relación con personas menores se vislumbra desde la segunda relación y ya para la tercera es un patrón consistente que abarca el 81% de ellos; en las mujeres de esta cohorte si bien se incrementa la participación porcentual hacia personas menores (40%) tal proporción no alcanza la preponderancia que tiene para las mayores, predominando aún las relaciones de pareja entre personas de la misma edad. La situación descrita para esta cohorte tiene el efecto de la edad un poco más tardía en que se iniciaron en el campo del homoerotismo y por lo tanto, de tardanza en la vivencia de ciertos eventos de su biografía sexual.

En el grupo de entrevistados más jóvenes sólo durante la tercera relación aparece marcando un cambio en el patrón descrito, es decir, donde el/la entrevistada fue seis o más años mayor que su pareja (3,8% en hombres y 6,3% en mujeres). Este ligero quiebre, que ocurre antes de finalizar la juventud, agarra consistencia con el avance del curso de vida

152

especialmente de los varones para convertirse en un patrón de relacionamiento eróticoafectivo a edades adultas.

Entre los y las entrevistados de edad intermedia, la preferencia por parejas menores seis o más años pasa, en el caso de los hombres, de un 8,3% en la primera historia a un 38,3% en la tercera, en las mujeres de un 4,5% a un 33,8%. Este comportamiento tendencial de nuevo se explica en parte por las condiciones de posibilidad para el emparejamiento gay y lésbico en el Eje Cafetero y la edad en la cual ocurrieron las diferentes historias de pareja.

Para el caso de las relaciones de pareja heterosexuales que entablaron algunos de los varones y mujeres encuestadas y que pudo ser reconstruida (a nivel de noviazgo o unión), el comportamiento en términos de expectativas de comportamiento está acorde con las normas de género propias de una zona tradicional cafetera, hombres relacionados erótica y afectivamente con mujeres de la misma edad o menores y mujeres relacionadas con hombres de su misma edad o mayores que ellas seis o más años, nada nuevo en la prescripción y el mandato sobre emparejamiento.

De acuerdo a la información contenida en las gráficas 6.1 y 6.2, entre los 25 y los 30 años de edad aparece un cambio en la preferencia etárea en el conjunto de los entrevistados. La estimación de la edad mediana al inicio de todas las historias de pareja reconstruidas, confirma lo expuesto en términos de la existencia de diferencias de edad entre el entrevistado y su pareja, diferencias que con el tiempo tienden a cerrarse e incluso invertirse en la medida que avanza el curso biográfico. Este proceso es mucho más pronunciado en los varones que en las mujeres, donde si bien existe un cambio en el curso biográfico, la distancia de edad con respecto a la pareja deja entrever que predominan las relaciones entre personas de la misma generación, en un marco que podríamos denominar retomando a Marcela Lagarde (2012) de sororidad intrageneracional; no ocurre lo mismo con los varones, donde queda clara una brecha generacional entre amante y amado en la medida en que avanza el curso biográfico.

153

Gráfica 6.1. Edad mediana del entrevistado y su pareja durante la primera, segunda y tercera relación de pareja y relación hetero por cohorte de nacimiento. Eje Cafetereo, 2011 45 40 40

Edad

35

Entrevistado 30

30 25

Pareja

29 23,5 24

20

24

23

20

24 25

23

22

27 19

20

18,5

15

Hasta 1970

24 21

21

16

18

17

1971‐1983

1984‐1993

Historias de pareja de pareja

Gráfica 6.2. Edad mediana de la entrevistada y su pareja durante la primera, segunda y tercera relación de pareja y relación hetero por cohorte de nacimiento. Eje Cafetero, 2011 46 42 41

Edad

36

Entrevistada

37 32

31 27 26

28

26

25

24

21

21

Pareja

31 29 24,5 26

21

18

18

17

21

22

17

16

Hasta 1970

1971‐1983

22

19 21

1984‐1993

Historias de Pareja

Todo parece indicar que cuando termina la juventud29 y empieza la primera adultez, inicia de forma casi paralela y gradual un cambio en la preferencia de edad para construir una relación de pareja estable.

Durante la juventud de los entrevistados las formas de

relacionamiento socio-sexual fueron básicamente con jóvenes mayores que ellos; durante 29

Existe un relativo consenso en términos de que la juventud, como etapa del ciclo vital, termina entre los 25 y los 26 años.

154

el inicio de la adultez se inicia un cambio tendiendo a preferir personas menores. Estos cambios etáreos pueden tener un único referente explicativo “el mito de la eterna juventud” que Gallego en la investigación adelantada en México (2007) había identificado en un grupo de varones de clase media de la ciudad de México.

Para este autor, en la sub-cultura gay, la juventud constituye el bien más preciado a cuidar cuando se tiene o a conquistarlo cuando se pierde incluyendo una relación de pareja con alguien “más joven”. Tal vez la forma como ha estado estructurada la vida erótica y afectiva de este grupo de entrevistados responda a uno de los mitos fundacionales de esta subcultura: la juventud de eros, de los amantes perfectos representados en Aquiles y Patroclo. Toda la estética y las formas de relacionamiento íntimo en la subcultura gay hegemónica pivotan en el mito de la eterna juventud (Gallego, 2007).

Desde otra perspectiva, el mito de la eterna juventud puede también comprenderse a partir de la estimación de la duración de las relaciones de pareja y la velocidad de rotación, serial o superpuesta, de las mismas.

La necesidad del cambio y el dinamismo de la vida

contemporánea incluye múltiples facetas de la vida, cambiar es sinónimo de juventud, lo que permanece envejece. Tal vez por ello, en la era del “amor líquido” de Bauman (2007), la monogamia serial entre varones constituya el reflejo de ese dinamismo de la subcultura gay expresado en la necesidad del cambio y en la resolución constante del mito de la eterna juventud. En las mujeres también se aprecia, especialmente en las entrevistadas jóvenes, una tendencia hacia la monogamia serial. Todo parece indicar que existe propensión en el conjunto de entrevistados a una duración cada vez menor en las relaciones de pareja que construyen.

Una estimación de la duración mediana, en meses, de las relaciones de pareja entre varones y entre mujeres en términos generales, específica por grupos de edad y si se experimentó o no la corresidencia permite inferir cambios en la construcción de relaciones de pareja en esta muestra en particular (ver cuadro 6.9 y 6.10).

155

Cuadro 6.9 Duración mediana (en meses) del cortejo, de la relación de pareja con y sin corresidencia y de la corresidencia en cada una de las relaciones de pareja por cohorte de nacimiento. Hombres. Eje cafetero, 2011 HOMBRES Todos Hasta 1970 1971-1983 1984-1993 Primera relación N Mediana N Mediana N Mediana N Mediana Duración Cortejo 374 1 121 0 120 1 133 1 Duración de la relación sin corresidencia 310 13 99 29 92 14 119 7 Duración de la relación con corresidencia 59 41 20 65.5 22 41 17 31 Duración de la corresidencia 58 22.5 19 48 22 29 17 6 Segunda relación N Mediana N Mediana N Mediana N Mediana Duración Cortejo 261 0 88 0 88 1 85 1 Duración de la relación sin corresidencia 188 12 56 35 64 12 68 7 Duración de la relación con corresidencia 74 40 34 60.5 24 34 16 16.5 Duración de la corresidencia 75 27 35 43 24 23 16 12 Tercera relación N Mediana N Mediana N Mediana N Mediana Duración Cortejo 315 0 106 0 105 0 104 0 Duración de la relación sin corresidencia 229 12 74 24 70 8.5 85 6 Duración de la relación con corresidencia 87 32 32 39.5 36 30.5 19 13 Duración de la corresidencia 81 23 30 39 34 18 17 7 Relación Hetero N Mediana N Mediana N Mediana N Mediana Duración Cortejo 136 2 50 2.5 45 2 41 1 Duración de la relación sin corresidencia 97 12 24 18 33 12 40 11.5 Duración de la relación con corresidencia 40 92 26 127 12 49.5 2 38 Duración de la corresidencia 36 87.5 24 102.5 11 34 1 6 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales…... en el eje cafetero.

Cuadro 6.10 Duración mediana (en meses) del cortejo, de la relación de pareja con y sin corresidencia y de la corresidencia en cada una de las relaciones de pareja por cohorte de nacimiento. Mujeres. Eje cafetero, 2011 MUJERES Todos Hasta 1970 1971-1983 1984-1993 Primera relación N Mediana N Mediana N Mediana N Mediana Duración Cortejo 272 1 59 1 88 2 125 1 Duración de la relación sin corresidencia 194 15 37 13 63 18 94 13 Duración de la relación con corresidencia 83 44 25 67 23 62 35 27 Duración de la corresidencia 73 26 21 48 22 35 30 19.5 Segunda relación N Mediana N Mediana N Mediana N Mediana Duración Cortejo 168 2 46 4 55 4 67 1 Duración de la relación sin corresidencia 105 9 23 27 38 11 44 6 Duración de la relación con corresidencia 66 38.5 23 60 18 46.5 25 20 Duración de la corresidencia 64 21.5 22 42.5 18 27 24 14.5 Tercera relación N Mediana N Mediana N Mediana N Mediana Duración Cortejo 207 1 55 3 71 3 81 1 Duración de la relación sin corresidencia 133 13 31 34 37 16 65 7 Duración de la relación con corresidencia 74 40 25 60 32 45.5 17 25 Duración de la corresidencia 44 21 12 38.5 21 23 11 11 Cuarta relación N Mediana N Mediana N Mediana N Mediana Duración Cortejo 149 3 37 4 56 5.5 56 2.5 Duración de la relación sin corresidencia 95 19 14 18 34 27 47 10 Duración de la relación con corresidencia 57 81 24 149 22 77 11 22 Duración de la corresidencia 50 71.5 22 121.5 19 66 9 15 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales…... en el eje cafetero.

156

Entre los varones la contribución al total de historias reconstruidas es uniforme entre las tres cohortes de entrevistados, de las 1086 historias cada grupo contribuye con un 33%; en las mujeres si es notable la contribución ascendente por cada grupo de edad, del total de 796 relaciones de pareja, las más jóvenes aportan el 41% de las historias, las de edad intermedia el 34% y las más adultas el 25%. En esta distribución tanto la edad y como el número de entrevistadas en cada grupo constituyen los elementos centrales para comprender tal aporte.

Como se planteó anteriormente, el 95% de los hombres y el 90,3% de las mujeres han tenido alguna vez en su vida una relación de pareja con alguien de su mismo sexo, siendo mayor la proporción de adultos que de jóvenes los que más han experimentado la construcción erótica-afectiva en el marco de una relación de pareja. Sin embargo, la mayor cantidad de historias de pareja no es sinónimo de intensidad en la duración, ya que entre los diferentes grupos de edad la duración mediana de las relaciones, con y sin corresidencia, es siempre más alta en las personas mayores de 40 años, valor que da a entender que este grupo de entrevistados ha venido apostando por relaciones más permanentes en el tiempo.

En términos generales, la corresidencia expresada en la construcción de un territorio de lo doméstico y para la convivencia en pareja, parece constituir el factor estabilizador en el tiempo de las relaciones de pareja; una relación corresidente tiene una duración entre 1,5 y 7 veces mayor a una relación sin corresidencia, notándose que la permanencia de las relaciones de pareja en el tiempo cambia en los diferentes grupos de entrevistados. Entre los encuestados de la cohorte mayor, la duración mediana de una relación de pareja corresidente pasa de 65,5 meses en la primera relación a 39,5 en la tercera, confirmándose el efecto de solidez que dicho constructo le imprime a las relaciones de pareja; en las mujeres la duración de una relación corresidente permanece casi estable en el curso biográfico con una duración de cinco años y con un efecto multiplicador con respecto a las relaciones no corresidentes.

Las relaciones de pareja corresidentes, en los entrevistados de la cohorte intermedia, tienen una duración mediana 3 veces mayor que aquellas relaciones donde no se experimentó la

157

corresidencia y tiende a disminuir a lo largo del curso biográfico pasando de 41 a 30,5 meses. Igual situación ocurre con las mujeres de este grupo de edad donde la corresidencia tiene un efecto multiplicador en la duración, pasa de 62 a 45 meses en el curso de vida de una mujer.

Entre los y las entrevistadas jóvenes el haber corresidido aumenta la duración mediana de la relación en las tres historias reconstruidas, pero como se avizora tienden a durar menos en el tiempo con respecto a las otras cohortes.

Una lectura entre generaciones permite apreciar como en el grupo de entrevistados mayores de 40 años, la duración de las relaciones de pareja corresidentes es siempre mayor (hasta el doble) con respecto al grupo intermedio y multiplican su duración por encima de las tres veces con respecto a los más jóvenes. En este sentido, no sólo la mayor edad con todos los beneficios que acarrea –autonomía personal y financiera- sino el haber experimentado de forma más tardía el emparejamiento, constituyen algunos de los factores que pueden explicar la mayor duración de las relaciones entre el grupo de entrevistados más adulto.

Sin embargo, si se hace comparable el número total de primeras historias de pareja que ocurrieron hasta los 26 años en los tres grupos de entrevistados, es posible hallar una explicación que trascienda el plano individual o de grupo y señale como las mayores duraciones en las relaciones de pareja en las generación más adultas, con respecto a los jóvenes, reflejan los cambios en la forma cómo se está transformando la construcción de la intimidad en los varones. Es decir, el 82,6% (100/121*100) de las primeras relaciones de pareja en el grupo de edad adulto en los hombres y 85% del grupo de edad intermedia ocurrieron antes de los 27 años de edad; en este sentido las duraciones estimadas para ambos grupos pueden ser comparables con el grupo de edad 18-26 años, o cohorte más joven, en tanto se está analizando cómo en el mismo rango de edad se comportaba un evento en particular vivido entre diferentes generaciones. En las mujeres no se aprecian cambios importantes en el proceso de construcción del emparejamiento entre la cohorte más adulta y la joven, pero si entre ésta y la intermedia, lo que puede indicar que en ellas siempre ha habido una apuesta por relaciones más estables y que los cambios más recientes

158

en la dinámica de tal proceso se ubican en los 90 y no en los 80 como si ocurre en los hombres.

Los varones más adultos cuándo tenían entre 18-26 años y experimentaron su primera relación de pareja con otro varón apostaron por relaciones más duraderas y permanentes con respecto a la generación más joven (29 vs. 7 meses sin corresidencia y 65 vs. 31 meses de duración mediana con corresidencia); los hombres de edad intermedia también apostaron por relaciones más estables, pero con menor duración con respecto a la generación adulta, en una clara tendencia de disminución de la mediana de los emparejamientos (14 meses). Lo anterior entonces conduce a pensar que actualmente los varones jóvenes con prácticas homoeróticas están construyendo y vivenciado sus experiencias de emparejamiento en relaciones cortas, en un fenómeno de monogamia en serie, que conduce a una volatilidad y fugacidad en la construcción afectiva, con todos las implicaciones que tal situación trae para la construcción del autocuidado y el relacionamiento con otros en contextos de mayor riesgo y vulnerabilidad. Este fenómeno también fue hallado en México por Gallego (2007) en su encuesta aplicada en 2006 en la ciudad de México.

Gráfica 6.3. Proporción de relaciones de pareja corresidentes según grupos de edad y cohorte de nacimiento. Hombres. Eje cafetero, 2011 50 40 Primera relación

20

Segunda relación

10

Tercera relación

%

30

Relación Hetero

0 Todos

Hasta 1970

1971‐1983

Cohorte de nacimiento

1984‐1993

159

%

Gráfica 6.4. Proporción de relaciones de pareja corresidentes según grupos de edad y cohorte de nacimiento. Mujeres. Eje cafetero, 2011. 70 60 50 40 30 20 10 0

Primera relación Segunda relación Tercera relación Relación Hetero Todos

Antes de  1970

1971‐1983

1984‐1993

Cohorte de nacimiento

También podría contemplarse una segunda hipótesis, en términos de que las menores duraciones de las relaciones de pareja entre los más jóvenes y la menor presencia de relaciones corresidentes con respecto a otros grupos de edad -(ver gráfica 6.3 y 6.4)-, constituye un “entrenamiento” para la construcción futura de relaciones de pareja más duraderas y corresidentes; sin embargo, esta lectura que se desprende de la interpretación de la gráfica, parecería más bien una versión de un “deber ser” en torno a la construcción erótica-afectiva entre personas del mismo sexo que desconoce los cambios históricos del contexto en donde éstos vienen ocurriendo. Si bien la gráfica permite apreciar un aumento de las relaciones corresidentes en el curso biográfico, entre las diferentes cohortes de entrevistados, es poco probable que el comportamiento de los más jóvenes siga las trayectorias de los más adultos, además los hombres y mujeres menores de 27 años edad con más de dos historias de amor son relativamente pocos, lo cual no permite hacer una proyección de tal comportamiento.

Lo que si queda claro es que las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo, especialmente aquellas corresidentes, no son tan fugaces como el imaginario popular así suele creerlo, pudiendo ser la corresidencia en sí misma uno de los factores que podría explicar la mayor duración de las relaciones de pareja.

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Sin embargo, habría que explorar en que momento llega la corresidencia en una relación de pareja para determinar si ésta realmente constituye un elemento que incide positivamente en la mayor duración. No obstante, antes de tal exploración se presentarán los momentos o etapas que trascurren en el establecimiento de una relación de pareja, dejando sentada la existencia de un vacío discursivo para nombrar la experiencia de la afectividad y el amor que se construye entre personas del mismo sexo/género.

Intentar nombrar la afectividad entre varones y entre mujeres requiere una necesaria reapropiación y resignificación del lenguaje construido para denominar relaciones heterosexuales, en un intento por llenar con contenido sustantivo propio una experiencia históricamente reciente en el plano personal y social; en este sentido, se utilizará la palabra “novio/a”, la cual recientemente comienza a ser utilizada por ciertos hombres y mujeres jóvenes con prácticas homoeróticas, para nombrar una relación afectiva y amorosa con alguien de su mismo sexo y hablaremos entonces de un etapa de “noviazgo”, para definir una relación de pareja que trascurre antes de iniciarse la corresidencia en pareja. También se usará la voz cortejar (con todas sus múltiples acepciones: galantear, enamorar, rondar, conquistar, flechar y ligar) para definir ese período que trascurre entre la mirada inicial, como diría José Joaquín Blanco (1979) o el chat inicial, hasta el establecimiento de una relación de pareja propiamente dicha. De manera general, se pueden identificar cuatro grandes momentos30 en las relaciones de pareja en general: cortejo, noviazgo, establecimiento de la corresidencia y disolución. En cada uno de estos momentos pueden identificarse duraciones específicas y sobre todo intentar responder a la pregunta de si la corresidencia influye o no positivamente en la permanencia de las relaciones de pareja.

El cortejo o etapa donde la pareja está en proceso de conocimiento y negociación para el establecimiento o no de una relación de pareja trascurre, como ha sido revelado en otras investigaciones (Cruz, 1998; Gallego, 2007), de manera rápida en los varones y por lo

30

En las entrevistas cualitativas que se hicieron como piloto para esta investigación, los entrevistados identificaron claramente estas etapas.

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general no tarda más de un mes, incluso algunos entrevistados relataron que fue “cuestión de un par de días” o hasta el mismo día que decidieron ser pareja. En las mujeres el cortejo en la construcción de una relación de pareja del mismo sexo toma más tiempo y puede extenderse tres meses y hasta más, indicando este hallazgo cambios relacionados con el género. A diferencia de otros contextos, como el mexicano urbano, donde durante la etapa del cortejo transcurre la primera relación sexual constituyéndose en parte importante de la negociación para iniciar una relación de pareja (Gallego, 2007), en el Eje Cafetero esta dimensión parece quedar excluida ya que en buena parte de las historias la primera relación sexual ocurrió después del primer mes (ver cuadro 6.11). Todo parece indicar que el cortejo en esta zona tiene un contenido más social, afectivo y relacional que sexual pero dicha hipótesis debe confrontarse con nuevos estudios, de igual manera habría que explorar con otro tipo de investigaciones cuáles cambios se han dado en las representaciones y significados que tal evento tiene para los hombres y mujeres con prácticas homoeróticas.

A la etapa del cortejo, le sigue el noviazgo o el establecimiento de una relación de pareja propiamente dicha. Si bien los y las entrevistadas menores de 27 años hicieron mención a “tener novio” como forma propia de nombrar un relación de pareja con alguien de su mismo sexo, el uso de la categoría “pareja” en la historia reciente ha ganado terreno y se constituye en la expresión más común para designar una relación más formal y estable. No obstante, se utilizará la palabra “noviazgo” para designar un momento específico en la construcción del emparejamiento previo a la corresidencia, en tanto el establecimiento de ésta última, es vivida por muchos entrevistados como un ritual de paso muy similar al matrimonio heterosexual; tal ritual puede incluir desde intercambio de anillos hasta fiesta con amigos y parientes bajo diferentes figuras discursivas y la asunción de nuevos roles individuales y de pareja.

La duración del noviazgo es relativamente corto en la generación más joven de entrevistados y un poco más largo en los grupos de edad intermedio y adulto. En los y las entrevistadas más jóvenes el noviazgo tiende a durar menos en el curso de vida, pasando en los varones de siete meses en la primera y segunda historia a seis meses durante la tercera relación, en las mujeres pasa de 13 meses a siete como duración mediana; igual situación

162

ocurre en los entrevistados de la cohorte intermedia donde los primeros noviazgos duraron 14 y 18 meses para hombres y mujeres respectivamente, a 8,5 meses y 16 meses en la tercera relación. En el grupo de entrevistados mayores de 40 años el primer noviazgo duró más que el tercero, estimación que puede ser un indicio adicional de cómo este grupo de entrevistados ha venido apostando por relaciones de pareja más duraderas en el tiempo.

A la convivencia o corresidencia en pareja se llega después de un período de noviazgo relativamente corto y constituye la tercera etapa en una relación de pareja; la convivencia en pareja era experimentada, al momento de la entrevista, por el 9,2% de los hombres y 8,4% de las mujeres, constituyéndose en un evento poco vivido por los más jóvenes y un tanto mayor por las personas de las cohortes intermedia y adulta. El 27% del total de historias de pareja en los varones mayores de 27 años ha sido de corresidencia, frente a un 16% de las historias en los entrevistados más jóvenes; en las mujeres las proporciones son más altas, y van desde el 45% y 34% en las mujeres de la cohorte adulta e intermedia, respectivamente, hasta un 28% en las mujeres menores de 27 años, todo parece indicar que en las mujeres existe una mayor apuesta por la corresidencia como una estrategia que cumple múltiples fines:

sobrevivencia, crianza de hijos que provienen de relaciones

anteriores, cuidado, no obstante estas apreciaciones deben confrontarse con nuevos estudios.

La corresidencia como decisión diádica pone en juego muchos elementos desde la autonomía personal, la necesaria estabilidad económica y financiera, la negociación del trabajo doméstico encarnado en divisiones de género y el establecimiento de nuevas relaciones con la familia y con los grupos de amigos.

El análisis de la importancia de la corresidencia y del momento en que se inicia en una relación refleja cómo el conjunto de entrevistados está viviendo una transición, entre un patrón de emparejamiento donde el establecimiento de la corresidencia jugaba un papel importante para consolidar las relaciones en el tiempo –patrón más vivenciado por las mujeres y los varones mayores de 27 años- y otro donde la duración de una relación no

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parece explicarse por la cohabitación en sí misma, sino por otros factores individuales o de pareja -entre los más jóvenes-.

Si asumimos el contenido simbólico que tiene la corresidencia para los y las entrevistadas – alianza expresada mediante acuerdos y en algunas ocasiones intercambio de anillos y realización de una evento especial- y las consecuencias que se derivan de la convivencia cotidiana y doméstica, entonces podría hablarse de “sociedades de hecho” que en muchas situaciones pueden ser equiparables a la corresidencia en un matrimonio heterosexual, hecho que ya fue reconocido por sentencia de la Corte Constitucional en 2007; por lo tanto, si traducimos el análisis anterior lo que emerge es la transformación y el cambio, entre generaciones de hombres y mujeres con prácticas homoeróticas, de la convivencia en pareja como bien y valor social. Esta explicación está en sintonía con el patrón descrito para los más jóvenes de una mayor fugacidad y volatilidad en el establecimiento de relaciones de pareja con alguien de su mismo sexo.

No obstante la discusión anterior, también es importante reconocer que la duración y significación de la corresidencia con alguien del mismo sexo esta imbuida por las formas de convivencia previas que tenían los miembros de la pareja (con los padres, con amigos, solo), de la independencia/dependencia económica de cada uno de ellos, de la homofobia interna como externalizada, de la articulación y reconocimiento de esta forma de emparejamiento por parte de la familia de origen y de las relaciones de poder y capacidad de negociación que pueden derivarse de la autonomía financiera, de la edad y hasta de la belleza, por considerarse múltiples planos de indagación.

Igualmente, el tránsito del noviazgo al establecimiento de la corresidencia tampoco se produce de forma súbita, sino que puede empezar de manera escalonada, iniciando por días, fines de semana y luego afianzándose con el paso del tiempo.

La diversidad que asume la construcción de la vida cotidiana en relaciones de pareja entre personas del mismo sexo puede ser leída de múltiples maneras y modos como la debatida al final de este apartado, en términos de ciertas etapas o momentos de una relación, las

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duraciones específicas de cada una de ellas y las variadas formas de convivencia que asumen las relaciones de pareja.

Lo que si queda claro es la transformación en la

intensidad y el calendario en las trayectorias de emparejamiento entre varones y entre mujeres y la mayor duración de las relaciones de pareja corresidentes; sin embargo, esta mayor duración no puede atribuirse directamente a la corresidencia en sí misma, sino a la existencia de otros factores que explican la permanencia en el tiempo de una historia de amor entre personas del mismo sexo, de esto se dará cuenta en el capítulo VII donde se analiza la vida doméstica y familiar en parejas del mismo sexo.

Finalmente, si se analizan la duraciones del cortejo, noviazgo y corresidencia en la principal relación de pareja heterosexual que reportó tener el/la encuestada emerge un patrón similar al descrito para las parejas del mismo sexo: cortejos cortos y relaciones de pareja duraderas en la medida que se pasa de un noviazgo a una relación corresidente; en los y las entrevistadas mayores se reporta una duración mediana de 127 y 149 meses de duración de la relación con corresidencia en hombres y mujeres, respectivamente, duraciones que se van reduciendo entre generaciones de entrevistados por efecto especialmente de la edad de las cohortes intermedia y más joven, en tanto no tendrían la franja vital suficiente para haber experimentado un relación de más de 10 años de duración.

Lo que sí parece quedar claro es que independiente del sexo o género de la pareja estamos asistiendo a un cambio en los patrones sociales del emparejamiento como nos lo recuerdan Sigman Bauman (2007) y Eva Illouz (2012), que tiene diferentes fuentes y no pueden ser atribuidos a un sólo movimiento; en esto han incidido el avance del movimiento feminista y el gay-lésbico, el auge del individualismo, los mayores logros educativos especialmente en las mujeres, el aplazamiento de la entrada en unión de la población en general y una tendencia ya demostrada a la prolongación de la juventud como etapa del curso de vida (Gallego, Villegas y Rodriguez, 2012).

El siguiente apartado hace una lectura de los espacios de encuentro y el tiempo transcurrido para la primera relación sexual que ocurre como parte de la etapa de conocimiento y negociación que desemboca en una relación de pareja entre hombres y entre mujeres.

165

6.4 Tiempo para la primera relación sexual: conocerse y no tener precozmente relaciones sexuales. Otra dimensión importante en la construcción del contexto situacional en donde se dan los emparejamientos entre personas del mismo sexo, lo constituye el tiempo que transcurre desde que se conocen y tienen su primera relación sexual (ver cuadro 6.11). En términos generales, la primera experiencia sexual trascurre en más de un 50% de los varones y en tres de cuatro mujeres por fuera del período que hemos denominado cortejo, quedando reservada tal experiencia para el noviazgo, tal vez como uno de los mecanismos que permite el sellamiento de un compromiso y la declaratoria de una relación como formal o estable. En el contexto mexicano Gallego (2007), encontró que la primera relación sexual en el marco de una relación entre varones transcurre durante el período de “cortejo” generando que la intimidad sexual haga parte del conocimiento y la negociación en la construcción de una relación de pareja; en el contexto cafetero colombiano parece no suceder de la misma forma.

Cuadro 6.11. Distribución porcentual del tiempo trascurrido desde el conocimiento hasta la primera relación sexual en las diferentes historias de pareja, por cohorte de nacimiento. Eje cafetero, 2011. HOMBRES MUJERES Hasta Hasta 1971-1983 1984-1993 1971-1983 1984-1993 Todos Todos Primera relación 1970 1970 (N=375) (N=124) (N=119) (N=132) (N=271) (N=61) (N=87) (N=123) El mismo día 13.3 16.9 16.0 7.6 8.5 11.5 4.6 9.8 Menos de un mes 22.7 21.8 21.0 25.0 15.1 13.1 14.9 16.3 Más de un mes 64.0 61.3 63.0 67.4 76.4 75.4 80.5 74.0 Segunda relación (N=261) (N=94) (N=85) (N=82) (N=166) (N=46) (N=55) (N=65) El mismo día 22.2 27.7 20.0 18.3 7.2 8.7 3.6 9.2 Menos de un mes 23.0 21.3 17.6 30.5 23.5 15.2 27.3 26.2 Más de un mes 54.8 51.1 62.4 51.2 69.3 76.1 69.1 64.6 Tercera relación (N=314) (N=109) (N=106) (N=99) (N=202) (N=55) (N=70) (N=77) El mismo día 16.6 21.1 17.0 11.1 6.9 5.5 8.6 6.5 Menos de un mes 32.8 28.4 34.0 36.4 21.8 21.8 21.4 22.1 Más de un mes 50.6 50.5 49.1 52.5 71.3 72.7 70.0 71.4 Relación hetero (N=130) (N=50) (N=46) (N=34) (N=149) (N=39) (N=56) (N=54) El mismo día 2.3 2.0 2.2 2.9 4.0 2.6 0.0 9.3 Menos de un mes 10.0 6.0 13.0 11.8 6.0 7.7 5.4 5.6 Más de un mes 87.7 92.0 84.8 85.3 89.9 89.7 94.6 85.2 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales…... en el eje cafetero.

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Tener la primera relación sexual el mismo día constituye una experiencia poco generalizable en el conjunto de los y las entrevistadas. No obstante, lo que si gana peso estadístico entre las generaciones más jóvenes y a medida que avanza el tiempo biográfico es tener la primera relación sexual durante el primer mes de conocidos, es decir en pleno proceso de acuerdos que conduzcan al establecimiento de una relación de pareja. Este comportamiento parece indicar que con los años y la acumulación de experiencia amorosa, se tiende a involucrar más la intimidad sexual como parte del conocimiento y negociación que ocurre durante el cortejo.

Todo parece indicar que en este grupo de entrevistados comienza a manifestarse un cambio en los modos de valorar y tasar la sexualidad en sus vidas que los hace apartarse de patrones más conservadores presentes en la cultura sexual del Eje Cafetero, hacia formas en las cuales es cada vez más importante involucrar la intimidad sexual con la intimidad personal en la construcción del emparejamiento.

6.5. Perspectiva biográfica del uso del condón en relaciones de pareja entre varones Si bien la intimidad sexual no hace parte de la negociación inicial para el establecimiento de una relación de pareja con otro varón, habría que preguntarse si una vez establecida la relación, ¿qué tanto se usa el condón en parejas estables y en la experiencia biográfica de los entrevistados? La gráfica 6.5 muestra el comportamiento del uso del condón durante la primera, segunda y tercera relación de pareja con otro varón y la relación heterosexual más importante en la vida de los entrevistados por grupos de edad. En términos generales, uno de tres entrevistados usó o usa el condón en relaciones de pareja estable siendo, como era de esperarse, más baja la prevalencia en varones mayores de 40 años donde su uso se ubica en alrededor del 35% para la tercera relación.

La Encuesta 7 revela que en las áreas metropolitanas, donde se adelantó el estudio, el uso del condón –siempre- es inferior al 25% entre los HSH encuestados; en la ciudad de Pereira que constituye nuestro referente de contraste el uso –siempre- fue reportado en un 34,6% de los varones, dato que confirma nuestra estimación. Las razones para el no uso

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del condón expuestas por los entrevistados se asocian al hecho de tener relaciones sexuales con la pareja estable, confían en la fidelidad de la pareja y tienen sentimientos de afecto hacia ella con el 40,1%, y cuando han estado bajo los efectos del alcohol o drogas con el 17,2%.

Tal situación hallada en nuestra investigación y refrendada por la Encuesta 7, indican por un lado, la existencia de una “cultura” del no uso del condón en relaciones de pareja entre varones en general y por el otro, la poca incidencia que han tenido los programas de prevención y las campañas que incentivan su uso. Al respecto, una pregunta introducida en el cuestionario de la presente investigación acerca de las razones esgrimidas por los entrevistados para el no uso, uso irregular o desuso del condón en relaciones de pareja estable, invita a reflexionar sobre el tema de la confianza y el amor, en tanto éstas constituyeron las razones más planteadas31 por los entrevistados, independientemente de la edad, para justificar el porqué de la baja prevalencia. Sin embargo, se ha explorado muy poco acerca de cómo se construye la confianza en relaciones de pareja entre varones y la asociación que tiene con la renuncia y el amor. Lo que sí parece estar claro es que “las parejas homosexuales suelen entender el no uso del condón como un acto de amor” (Guasch, 1995) y de entrega.

Gráfica 6.5. Uso del condón (siempre) por parte de los entrevistados durante la 1a, 2a, 3a relación de pareja estable con otro varón, por cohorte de nacimiento. Eje cafetero, 2011. 50 40 Primera relación

20

Segunda relación

10

Tercera relación

0

Relación Hetero

%

30

Todos

Hasta 1970

1971‐1983

1984‐1993

Cohorte de nacimiento

31

Menos del 15% de los entrevistados al relatar sus diferentes historias de pareja manifestaron que la prueba de VIH-SIDA fuese la razón por la cual dejaron de usar o nunca haber usado el condón en una relación de pareja.

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Pese a que muchos hombres que tienen sexo con hombres afirman en múltiples encuestas que siempre llevan un condón consigo o que es fácil conseguirlo en poco tiempo (Magis, Bravo, Saavedra y Uribe, 2004; UNFPA- Minsalud, 2010), el uso real refleja el abismo entre discursos y prácticas sexuales. Como diría Oscar Guasch (1995), “el preservativo cumple una función de talismán: revela el grado de conciencia de la persona, pero llevarlo encima no implica necesariamente su uso”. Aunque en muchos estudios los homosexuales reconocen la necesidad de usar condón, en la práctica pueden no hacerlo dependiendo de, por ejemplo, si la otra persona es muy atractiva (Guasch, 1995), de la confianza que el compañero sexual genere cimentada en la edad, el color de la piel, la ropa que usa, el lugar donde reside o su origen migratorio, la ocupación y oficio que desempeña y el nivel de escolaridad; también el uso depende de la suerte y asertividad que se haya tenido al participar del mercado socio-sexual y del grado de aceptación de la orientación sexual, entre otros muchos factores subjetivos.

Cuadro 6.12 Porcentaje de uso del condón (siempre) por cohorte de nacimiento y diferencias etáreas entre el entrevistado y su pareja en las diferentes historias de pareja. Eje cafetero, 2011. HOMBRES Todos Hasta 1970 1971-1983 1984-1993 Primera relación (N=374) (N=122) (N=118) (N=134) Misma edad - Dif Ent. 2 + años 38.7 26.3 37.5 47.3 Ent. > Par. 2 + años 40.6 37.2 47.8 33.3 (N=260) (N=92) (N=86) (N=82) Segunda relación Misma edad - Dif Ent. 2 + años

51.3

35.0

55.0

54.2

36.4 33.3 37.1 50.0 Ent. > Par. 2 + años Tercera relación (N=313) (N=108) (N=107) (N=98) Misma edad - Dif Ent. 2 + años 50.0 50.0 46.9 51.5 Ent. > Par. 2 + años 42.8 42.6 51.7 19.0 Relación Hetero (N=130) (N=50) (N=46) (N=34) Misma edad - Dif Ent. 2 + años 35.3 15.4 40.0 54.5 Ent. > Par. 2 + años 14.0 10.5 17.6 14.3 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biog. Sex. en el eje cafetero.

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El uso del condón en relaciones de pareja es inverso a la intensidad en la construcción de la intimidad en la pareja; el mayor conocimiento del otro genera confianza e implica casi de manera automática una renuncia al uso del condón, que en la mayoría de los casos aquí descritos, no está asociada a una prueba clínica de VIH.

Un elemento interesante de destacar en la construcción subjetiva de la confianza para el uso o no del condón, tiene que ver con las diferencias etáreas entre el entrevistado y su pareja. El cuadro 6.12 revela como los varones entrevistados hacen menor uso del condón en relaciones de pareja donde ambos varones son de la misma edad. El uso incrementa cuando la relación se establece con una pareja dos o más años mayor, lo cual sugiere que una persona adulta genera menos confianza que una joven. El cuadro además ilustra las diferentes situaciones encontradas acorde con la edad de los entrevistados y las diferencias etáreas con la pareja.

En los entrevistados más jóvenes, el uso del condón aumenta cerca del 50% si la pareja es mayor que ellos en dos o más años y disminuye de manera importante si el entrevistado es mayor que su pareja. En este último escenario, ellos están involucrados en una relación de pareja con alguien también joven pero de menor edad, lo cual genera más confianza tal vez por lo que representa y simboliza la juventud como sinónimo de pureza e incorruptibilidad en la cultura occidental (Guasch, 1997). En todo caso, si el relacionamiento socio-sexual ocurre con una persona dos o más años mayor se incrementa el uso del condón con respecto a las relaciones establecidas con personas de la misma edad. Tal vez el comportamiento anterior puede constituir un indicador de cómo la edad y las diferencias etáreas con la pareja constituyen un factor relacional subjetivo que incide en el uso o no de protección en los encuentros sexuales.

Todo parece indicar que la juventud genera más confianza que la adultez en la construcción subjetiva del riesgo en los encuentros sexuales. Sin embargo, esta conclusión debe validarse con otros estudios sobre la materia.

170

6.6 La escuela, el bar gay, la calle. Escenarios para el surgimiento del emparejamiento. La existencia o no de espacios de encuentro para el ligue, cortejo o parche sexual32, sean estos virtuales o reales, reflejan en un contexto determinado la construcción histórica de una geografía del deseo, los marcos prohibitivos o laxativos que permiten o niegan la circulación de cuerpos deseantes y el desarrollo de códigos que son compartidos por una subcultura, en este caso de los hombres y mujeres con prácticas homoeróticas. Los lugares, desde el punto de vista de los sujetos, tienen contenidos simbólicos diferentes y son responsables del éxito o el fracaso en la construcción de relaciones de pareja, ya que en muchas ocasiones la transformación de un simple ligue o parche en una relación de pareja es atribuible, en parte, al lugar donde se conoció a la otra persona; y en sentido opuesto, existen lugares donde la gente “busca sólo sexo” y otros que posibilitan el conocimiento de personas que tienen expectativas más allá de un rato de placer sexual. Es decir, existe un orden simbólico y totalmente subjetivo en los lugares como espacios de interacción sexual, pues no es lo mismo conocer a un hombre en un sauna, que conocerlo en un bar gay o en una fiesta, igual situación puede ser descrita para las mujeres y sus lugares de encuentro.

De igual manera, el uso y no uso de ciertos lugares como espacios propicios para el encuentro de parejas sexuales es dinámico, cambia entre generaciones de entrevistados y en función de la trayectoria de emparejamiento que cada uno construye en su curso de vida. Así mismo, la emergencia, permanencia y desaparición de lugares para el encuentro de parejas del mismo sexo también puede ser leída desde lo socio-cultural y son reflejo de las tendencias del momento, de estilos propios o importados, lugares que pueden o no estar “a la altura de…y compararse con...”.

En este orden de ideas, la información contenida en las gráficas 6.6, 6.7, 6.8 y 6.9 permiten leer en una biografía sexual particular, cómo ciertos lugares propician las primeras relaciones de pareja y cómo emergen otros espacios producto de la inserción del individuo en un subcultura sexual y en especial como respuesta a la institucionalización de la vida erótico-afectiva para el conocimiento de otras personas con prácticas homoeróticas, proceso 32

El parche sexual refiere, en expresión de los jóvenes, una relación erótica-afectiva sin vínculo formal como si ocurre con el noviazgo. Un parche puede durar una noche o unas semanas.

171

leído a través de la preponderancia reciente del bar gay y la internet como escenarios de encuentro socio-sexual entre los varones (41% en la tercera relación)33. En las mujeres, si bien existe una tendencia hacia la institucionalización con la preponderancia del bar gay como lugar donde se conocieron una de cuatro historias en la tercera relación, éste aún no es tan fuerte como en los varones, en tanto predominan otros lugares como la fiesta, escenario privado y exclusivo, de control de invitados, de red de amigos34. Ambos patrones para hombres y mujeres dejan entrever la mayor visibilización del homoerotismo masculino frente al femenino, de historicidad de espacios para sólo los hombres con respecto a las mujeres; en otras palabras historias de ocultamiento, silencios y escándalos como los de Estrella reportados en el capítulo II de esta investigación.

Primera Relación

Segunda Relación 

Tercera Relación

Gráfica 6.6. Principales lugares donde los y las encuestadas conocieron a su 1a, 2a y 3a relación de pareja. Eje cafetero, 2011. Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela/Universidad Bar Heterosexual Otro

22,8 5,3 8,1 7,2

11,5 12,0 3,1

5,7 7,2

5,3 11,3

17,2

25,6

27,2 17,8

18,5 10,7 11,1

6,9 13,3 7,0 5,6 6,3

9,2

MUJERES

5,2 6,4

15,9

HOMBRES 13,3

30,8

28,6 12,3

11,0 7,0 7,0 5,7

3,9 8,1 8,1

13,6

16,6 3,9

4,2

19,6 35

33

25,8 15,6

Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela/Universidad Bar Heterosexual Otro Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela/Universidad Bar Heterosexual Otro

15,3

26,6

30

25

20

19,4 15

10

5 0 Porcentaje

5

10

15

20

25

30

35

Se seleccionaron siete lugares estadísticamente importantes: El bar gay y el bar heterosexual, la escuela que denota el sistema educativo en general: colegios y univerSIDAdes; la calle tanto como espacio público así como las “calles privadas” existentes en un centro comercial; la fiesta o reunión de amigos; la internet como un espacio emergente y los lugares de trabajo. En otros lugares aparece en orden de importancia: una organización deportiva, religiosa o cultural y el cine. 34 El proceso de institucionalización de la vida erótica afectiva se desarrolla en el capítulo 8 de este informe de investigación.

172

Primera Relación

Segunda Relación 

Tercera Relación

Gráfica 6.7. Principales lugares donde los y las encuestadas conocieron a su 1a, 2a y 3a relación de pareja. Nacidos/as hasta 1970. Eje Cafetero, 2011 Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela/Universidad Bar Heterosexual Otro

26,6 23,9

Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela/Universidad Bar Heterosexual Otro

26,3 24,2

14,3 30,4 5,5

1,8

10,1 11,9

7,1 17,9 0,0 0,9

1,8 3,6

21,1

23,2 25,5 10,6 1,1

6,4

8,4 10,5

14,9 23,4 3,2

HOMBRES

20,0

Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela/Universidad Bar Heterosexual Otro

MUJERES

0,0 0,0

6,3

19,1

28,8

28,1 14,4

12,5 0,0

1,6

9,6

10,9 12,5

5,6 13,6

6,3 2,4

1,6

25,6 35

30

26,6 25

20

15

10

5

0 5 Porcentaje

10

15

20

25

30

35

Primera Relación

Segunda Relación 

Tercera Relación

Gráfica 6.8. Principales lugares donde los y las encuestadas conocieron a su 1a, 2a y 3a relación de pareja. Nacidos/as entre 19711983. Eje cafetero, 2011. Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela/Universidad Bar Heterosexual Otro

20,6 22,4

4,2 9,3 7,5

18,3 16,9 2,8

2,8

5,6 5,6

Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela/Universidad Bar Heterosexual Otro Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela/Universidad Bar Heterosexual Otro

16,9 19,7

26,2

7,0 14,1

19,1

31,6 14,6 15,7 12,4

17,5 5,3 19,3 9,0

5,3 7,0 7,0 7,0

4,5 7,9 16,9

MUJERES HOMBRES

35,5

36,7 12,4

6,7 5,8 7,4

2,2 10,0 8,9 11,1

9,9 12,4 3,3

3,3

13,2 40

35

30

25

20

15

21,1 10

5 0 5 Porcentaje

10

15

20

25

30

35

40

173

Primera Relación

Segunda Relación 

Tercera Relación

Gráfica 6.9. Principales lugares donde los y las encuestadas conocieron a su 1a, 2a y 3a relación de pareja. Nacidos/as entre 19841993. Eje Cafetero, 2011. Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela/Universidad Bar Heterosexual Otro Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela/Universidad Bar Heterosexual Otro

21,2

14,6

29,8

28,0 19,2

8,5 8,5

4,8 1,9

3,7

6,7

11,0 9,8

9,6 6,7

15,9 24,6 24,6

31,4 14,0 16,3 12,8

8,7 7,2 1,2

2,9

9,3

MUJERES 7,2

4,7

Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela/Universidad Bar Heterosexual Otro

HOMBRES

10,1

10,5

14,5

28,5

23,3 10,2

13,2

14,6 4,4 2,2

6,2 5,4 5,4

14,6

25,6 5,8

6,2

19,7 35

30

25

20

14,7 15

10

5

0 5 Porcentaje

10

15

20

25

30

35

Un panorama general de las gráficas confirma la existencia de un orden simbólico en términos de la presencia de “lugares” y “no lugares” para el conocimiento de otras personas con prácticas homoeróticas. En los “lugares” sobresale por excelencia en los varones el bar gay, la calle y la internet, en las mujeres el bar gay, la calle, el trabajo y las fiestas o reuniones;

en los “no lugares” está el trabajo, una organización social-deportiva o

religiosa, el cine o el teatro y el bar heterosexual, espacios que si bien se indagó por ellos durante el levantamiento de campo, tuvieron muy poca respuesta como escenarios donde se conocieron las respectivas parejas. También puede hacerse una clasificación de los lugares en función de la biografía, en tanto ciertos espacios tienden a volverse no lugares a medida que se avanza en el curso biográfico, nos referimos específicamente a la escuela que posibilitó la emergencia del primer enamoramiento y que tiende a perder importancia por efecto de la edad y el proceso de desescolarización que ocurre gradualmente después de los 18 años.

Es evidente que durante la segunda y tercera relación de pareja, la escuela pierda importancia relativa como lugar que permitió el conocimiento e inicio de una relación de

174

pareja, aunque permanece en un 10% en los entrevistados más jóvenes. La permanencia o pérdida de importancia de la escuela como escenario de conocimiento socio-sexual está directamente relacionado con las edades cuando ocurrieron los diferentes enamoramientos, la aceleración en el calendario sexual entre generaciones y la mayor permanencia de los jóvenes en el sistema escolar.

El bar gay emerge como el lugar por excelencia donde surgieron las terceras relaciones de pareja entre hombres y entre mujeres, teniendo un comportamiento tendencial desde la primera historia en el conjunto de los entrevistados. El bar constituye, en la historia reciente, el lugar de confluencia y motor generador de identidad en la subcultura gay (Laguarda, 2004; List, 2005). La asistencia a los bares, en plural35, constituye un ritual de paso importante dentro del homoerotismo y se instituye, como ha sido descrito en otras investigaciones, en el escenario propicio para la creación de redes socio-sexuales que permiten conocer nueva gente y por esta vía ampliar las posibilidades para parejas potenciales.

En una trayectoria sexual de un hombre o una mujer con prácticas homoeróticas en el Eje Cafetero, el bar gay constituye pieza ordenadora y elemento común en la urdimbre biográfica. El bar gay, al concentrar una población con ciertas preferencias sexuales, permite una mayor asertividad en el ligue y una mayor economía del deseo que no genera, por ejemplo, la calle, la escuela u otros lugares que no concentran un tipo particular de personas.

Para el año 2010 en la ciudad de Manizales existían seis bares gay reconocidos como tal, Cantina de la Plaza (frente a la plaza de toros), Mateos Disco (a 100 mts del hospital Santa Sofía), Cuna Viche (sobre la avenida paralela y lugar con exclusividad para mujeres), Dollar Club y Move Lounge Discotek (sobre la Av. Santander) y Ma Vie en Rose (sector de Milán).

35

En el Eje Cafetero existe una oferta variada de bares gay permeados por situaciones de clase, género o adscripción a determinados grupos.

175

En Pereira para la misma época se encontraron cinco bares gay La Condesa (en la carrera 12 número 18-05), Magia Blanca Taberna (carrera 8 número 25-69), Santo Bar (calle 23 número 7-59), Super Club Discoteca Bar (calle 23 número 8-55 local 302 piso), Vértigo (carrera 7 número 24-70). En la ciudad de Cartago existen dos sitios para la población LGBT: la discoteca Canela (sobre la calle novena) y el bar Afrodita (en la zona rosa), lugar frecuentado en su mayoría por mujeres. En la ciudad de Armenia se referencian tres bares gay: Chipre Bar (en la calle 13, Av. Bolivar sector centro), Heavens Club (en la Av. Bolivar calle 27 norte) y La Fragata Disco (sobre la calle 23).

La rumba en el bar inicia desde las nueve o diez de la noche y termina antes de las tres de la madrugada según la franja permitida en cada ciudad. Al interior de estos sitios se escuchan canciones clásicas y contemporáneas que dentro de la comunidad identifican a sus integrantes. En el trabajo de exploración cualitativa adelantado para comprender la cultura sexual en el Eje Cafetero, un hombre manifestó lo siguiente:

Investigador: ¿Qué música se escucha en los bares, cuales son las canciones más populares?. Entrevistado: electrónica en su mayoría e iconos como Madonna, Lady Gaga; pop.” (Hombre. Edad 20 años) Las canciones se cantan y se bailan en diferentes momentos de la noche. Los espacios de interacción y especialmente el ligue trascurre sin mayores fronteras al interior del lugar; un entrevistado al referirse al tema de la exclusividad de la clientela nos cuenta que no es solo para personas con prácticas homoeróticas, situación que hace al proceso de identificación a veces confuso:

Investigador: cuénteme Julián, a los bares de la ciudad van hombres gays y mujeres lesbianas por igual, o hay sitios exclusivos para hombres y mujeres? Entrevistado: es mixto, aunque en realidad son frecuentados en su mayoría por hombres. I: ¿Cuál cree usted que sea la razón por la cual estos sitios son más frecuentados por hombres que por mujeres? E: yo diría, que es que a las nenas no le llama mucho la atención la rumba gay, específicamente, la de Armenia. I: bien, Julián, cuénteme ahora de la frecuencia en que las personas

176

heterosexuales que frecuentan los bares gay, ¿esto sucede?, o los bares gay y los sitios propios para la comunidad LGBT y son de uso exclusivo de sus integrantes? E: Claro, a veces los frecuentan personas heterosexuales pero pocos, en su mayoría mujeres. I: ¿y por qué mujeres? E: supongo porque para una mujer será un poco más "relajado" ver o estar en un ambiente gay. (Extraído de entrevista 5, hombre. Edad 20 años).

La estrategia de interacción más notoria es el baile y el intercambio de licor ya sea por medio de un amigo (en el caso de las mujeres) o por medio de una amiga (en el caso de los varones), se envían notas o se solicita permiso para bailar o para entrar en contacto con la otra persona. También existen los juegos de miradas que van y vienen en una trama vinculante compleja.

Investigador: bien, y conoce usted ¿cuáles son las tácticas para el coqueteo en estos sitios, en los más jóvenes y los más adultos?, ¿Cómo coquetean, cómo interactúan? Entrevistado: bueno, es fácil, casi siempre empieza por el contacto visual con la persona, si le gustó un man pues primero va a intentar entablarle conversación ofreciéndole algo, que se yo una cerveza si está tomando, o un cigarro ya dependiendo de si la persona responde positivamente pues comienza la conversa, la cual probablemente terminara en la casa de alguno de los dos. I: y en el parque con los más jóvenes, se evidencian los mismos códigos, y las mismas dinámicas para interactuar y conocer gente? E: No, allí ya es un poco diferente, los chicos se pavonean para arriba y para abajo, con sus grupos de amigos y allí pues les presentan otros amigos más y así sucesivamente van conociendo gente. (Extraído de entrevista 5. Hombre. Edad 20 años) En una segunda entrevista un hombre y una mujer refieren la importancia de las redes sociales en la interacción sexual Investigador: ¿cuáles eran las tácticas para el coqueteo en estos sitios? Entrevistado: Generalmente la discoteca se convierte en un lugar de socialización que cobra quizás la mayor relevancia para las personas que desean conocer a alguien. Entre las tácticas se encuentra el salir con grupos de amigos y que éstos les presenten nuevas personas. También se encuentran personas que van solas a estos lugares y hacen algún tipo de invitación a tomar algo o bailar. Las miradas y los bailes sensuales, se

177

cuenta dentro de estas tácticas. En los demás lugares donde no existe la libertad de manifestar abiertamente su orientación sexual, como espacios públicos, las tácticas de coqueteo son muy limitadas, sólo se pueden quizás contar las miradas y el mostrar interés en la persona. (Extraído de entrevista 6 hombre y mujer edad desconocida) Los códigos de reconocimiento y flirteo no varían mucho de los ejecutados en otras ciudades, las miradas, la presentación por parte de amigos, el enviar un recado, la invitación a un trago son las acciones que utilizan las personas para entablar diálogo con alguien de su interés. Aunque las redes sociales han impacto notoriamente la forma de conocer y contactar gente con la misma afinidad erótico-afectiva.

El bar gay está construido bajo una dinámica que permite la interacción, el coqueteo y la interacción entre personas que se identifican como gay o lesbianas y para aquellos que simplemente buscan tener prácticas sexuales con personas del mismo sexo, sin embargo, el uso de ese espacio le otorga un carácter identitario a quien lo frecuenta y un sentido de pertenencia con lo que allí se proclama, se interactúa y se vive,

“(...) es posible pensar que todo grupo requiere de espacios de encuentro y de reconocimiento, lugares de aprendizaje de ciertas formas de interacción; de territorios específicos en que los individuos interiorizan elementos o rasgos acordes con una identidad. (Laguarda 2005, p. 142. Citando a Miano, 2002, p.24) Los sitios con las características del bar gay están pensados para el encuentro sexual y para que el lenguaje no verbal tenga un efecto positivo al encuentro. Muchos bares del Eje Cafetero incluso presentan íconos representativos de la comunidad LGBT con el fin de efectuar un proceso de pertenencia e identidad grupal. La posibilidad de encontrar pareja y “ligar” con alguien la ofrece el bar y hace parte de sus dinámicas más notorias, como lo muestra Laguarda en una de sus investigaciones referentes a construcción de identidades “a decir de algunos entrevistados, éste es el principal motivo para asistir a un bar gay donde, en la voz de Jaime, la gente “va, en primer lugar, a ligar. Segundo, a ligar. Y tercero, a ligar, a tomar la copa y pasar un buen rato.” (Laguarda 2005, p. 148).

178

Conocer a alguien en la calle fue la experiencia relatada por cerca del 30% de los y las entrevistadas en la construcción de sus experiencias de emparejamiento; la calle constituye el primer escenario en el cual emergió la primera historia de pareja y el segundo a medida que avanza la experiencia del emparejamiento en la biografía personal, con porcentajes que van del 20% al 35%. A pesar de la avanzada de la subcultura gay en el Eje Cafetero y de la confinación del homoerotismo dentro de ciertas fronteras, el uso de la calle como espacio de encuentro para parejas potenciales permanece entre generaciones de entrevistados y sin mayores diferencias por género, aunque sufre una ligera pérdida de importancia en el curso biográfico, en especial al comparar su participación en la primera historia frente a la tercera.

Ligarse alguien en la calle y reconocerlo como potencial pareja requiere pericia y experiencia. En la calle la mirada y su decodificación conforman lo que Parrini denomina “régimen de la mirada” (Parrini, 2007). Mirar y saber interpretar la mirada constituyen pieza central del ligue, el problema como planta Guasch (1995), es cómo hacer explícito el sistema de signos y señas para reconocerse entre sí. Tal reconocimiento, a su juicio, se realiza de un modo semiracional e intuitivo que considera tres variables fundamentales: el contexto, la apariencia y la actitud (Guasch, 1995).

La información que adquiere un varón con intención de ligarse a otro en la calle la adquiere a partir de la conducta (actitud), el aspecto (apariencia) y considerando también que es probable encontrar solo personas de una clase en un marco social dado (contexto). Oscar Guasch (1995) identifica las siguientes situaciones problemáticas en el ligue callejero: manipulación y concentración de la información y los mensajes que se trasmiten, actuación en medio de un contexto heterosexual y posible presencia de un auditorio con sus mismas preferencias sexuales que pueda interferir en el ligue.

Generalmente los lugares en los que con mayor frecuencia se produce el ligue callejero tienen una característica común: la marginalidad, ya sea espacial o temporal o una combinación de ambas, aunque también puede ocurrir en lugares céntricos (Núñez, 1999; Guasch, 1995). Si bien el ligue callejero puede ocurrir en cualquier parte, es más probable

179

que este ocurra si una persona se encuentra con otra en lugares de la ciudad señalados por la mayor presencia de personas con prácticas homoeróticas, es decir la zona rosa de las cuatro ciudades, la carrera 23 de la ciudad de Manizales, la octava en Pereira y sus parques céntricos, y la 14 en Armenia. El ligue callejero requiere de la autopresentación como forma de introducción y acercamiento al otro, sin embargo, y a diferencia de otras formas de autopresentación socio-sexual como la ocurrida en la internet, en la calle la apariencia física y personal constituyen el elemento motivador inicial, generador de confianza y facilitadora de una posible interacción que puede tener múltiples fines.

Las fiestas y reuniones ocupan un lugar intermedio, ni preponderante ni marginal, en la construcción de relaciones de pareja entre personas del mismo sexo, teniendo una participación que va del 7% al 20% dependiendo de la historia y el género del encuestado; La pérdida de importancia de la fiesta como espacio para el encuentro de pareja puede explicarse por la avanzada de la institucionalización de la vida gay y del bar como uno de sus exponentes.

Un análisis general permite enunciar la siguiente hipótesis en el sentido de que en los varones mayores de 40 años y las mujeres en general hay una predominancia de los escenarios de interacción socio-sexual “cara a cara”;

los varones jóvenes y de edad

intermedia están transitando hacia otro patrón permeado por el avance de las tecnologías de la información y comunicación que le imprime un sello particular a sus cursos biográficos.

En este sentido, el uso de la internet con fines socio-sexuales gana importancia en esta muestra en particular, aunque con ligeras diferencias por grupos de edad y género. En el grupo de entrevistados varones de edad intermedia la internet permitió el surgimiento del 22% de las tercera historias, en los más jóvenes en la misma historia se ubica en el 19% y su difusión tiende a aumentar como se aprecia en los entrevistados mayores de 40 años, donde en la tercera historia emerge con una participación porcentual del 5,5%. En las mujeres con prácticas homoeróticas el uso de la internet con fines socio-sexuales no tiene el mismo nivel de reporte que en los varones, ubicándose entre el 5% y 8% durante las últimas historias.

Varias pueden ser las posibles explicaciones: la mayor oferta de

180

aplicaciones y páginas de encuentro para varones que para mujeres, las normas de género y las formas diferenciadas como hombres y mujeres construyen el deseo.

De acuerdo con Aaron Ben-Ze´ev (2004), es posible distinguir tres tipos de actividades íntimas en línea,

1. Relaciones románticas profundas únicamente en línea. 2. Relaciones en línea que intentan hallar una pareja sexual o romántica “cara a cara”, y 3. Ciber-coqueteo o ciber-sexo.

El ciberamor es un tipo de relación romántica que consiste principalmente en una comunicación mediada por computador (Ben-Ze´ev, 2004).

A pesar de que los

participantes están físicamente distantes, la emoción del amor es experimentada de forma tan intensa como en una relación cara a cara36 (Ben-Ze´ev, 2004). El cibersexo se refiere a todas las actividades ofrecidas en el ciberespacio, que implican la interacción entre dos o más personas en tiempo real, con la intención de provocar en el/los otro(s) excitación, un orgasmo o la masturbación mutua (Ben-Ze´ev, 2004; Wellman y Haythornthwaite, 2002); el cibersexo puede ocurrir de manera privada o puede hacer parte de un chat público, en este último caso, tal acción toma la naturaleza de sexo en público y por lo tanto puede ser equiparable a la ocurrida en los saunas o los cuartos oscuros.

Es necesario recordar en esta discusión que las normas de comportamiento de género determinan tanto las interacciones en línea (Cornwell y Lundgren, 2001; Kendall, 2002) como las ocurridas cara a cara, de ahí que no sea extraño encontrar en los chats frases como “no afeminado”, “no rudas” “camioneras” “masculino”, “discreto”, “no obvio” o referidas a roles sexuales específicos “activo, pasivo o inter”, categorías que denotan la clara división de género y por preferencia sexual existentes en una sociedad. En efecto, cada vez se da 36

Las relaciones románticas en línea no son las únicas clases de relaciones románticas que usan la comunicación superando las limitaciones espaciales. Otro ejemplo lo constituyen las relaciones basadas en cartas o conversaciones telefónicas. La diferencia central está en el tiempo de escritura, envío, recibo y lectura del mensaje el cual sucede casi de manera instantánea; si bien esta diferencia aparentemente es técnica tiene una gran significación emocional (Kendall, 2002).

181

una mayor especialización en las salas de chat teniendo como fundamento preferencias y diferencias construidas a partir del género y la sexualidad.

Si bien la internet permite

cierto manejo performativo del género, no se puede olvidar que el sistema de sexo/género es estructural y hegemónicamente binario.

No obstante la discusión anterior, aún prevalece un desconocimiento acerca de las interacciones en línea especialmente asociadas al género y la identidad (Kendall, 2002).

A modo de conclusión podría afirmarse que en el curso de vida de un hombre o una mujer con prácticas homoeróticas existe un proceso de desplazamiento-consolidación de lugares socio-sexuales, marcados tanto por la edad de ocurrencia de los emparejamientos, como del medio social donde estos toman lugar. Estos desplazamientos ponen de manifiesto un cambio generacional en el locus del deseo homoerótico.

6.7 Emparejamiento gay o lésbico y familia de origen. Nombrar y ubicar algo en la trama familiar En los apartados anteriores se ha presentado la experiencia del emparejamiento en la biografía de personas con prácticas homoeróticas: ocurrencia de la primera y subsecuentes relaciones de pareja, intensidad del evento expresado en duraciones específicas, tiempos para las relaciones sexuales y tipos de trayectorias de acuerdo a las carreras sexuales. Sin embargo, la construcción del emparejamiento entre personas del mismo sexo constituye una experiencia que no solo involucra a los sujetos que en ella intervienen, sino que trasciende y vincula otros espacios de la vida social de los individuos como los amigos y la familia. Parte del no reconocimiento del emparejamiento gay o lésbico proviene de las mismas personas con prácticas homoeróticas quienes niegan, en cierta ocasiones, las condiciones de posibilidad para que el afecto y el amor pueda concretarse y madurar; en otras ocasiones el rechazo proviene del medio social que es restrictivo, señalador y a veces agresivo frente a las muestras públicas de afecto, reduciéndolo, como suele ser el caso del Eje Cafetero a ciertos lugares o al espacio de lo privado, al reducto de la alcoba.

182

Una de las manifestaciones de la homofobia constituye el pánico, más generalizado entre los varones que entre las mujeres, a amar y manifestar ese amor a alguien de su mismo sexo (Guasch, 2006; Núñez, 2007). Se trata de un miedo intenso y terrible (Guasch, 2006). Los varones en general, e independientemente de sus prácticas y objetos del deseo sexual, sienten inseguridad si aman a otros varones, es decir, han sido educados para la homofobia.

La construcción de un escenario para el emparejamiento y la construcción de relaciones de pareja entre personas del mismo sexo, como fenómeno colectivo, es de reciente aparición en la sociedad colombiana y no se remonta más allá de los años 70 del siglo pasado. Como hecho jurídico la Corte Constitucional a partir del año 2006 ha proferido sendas sentencias favorables que permitieron el reconocimiento de las parejas del mismo sexo en Colombia y el otorgamiento de tres derechos básicos: patrimoniales, salud y pensiones.

En el primer caso, la Sentencia C-075/07, declaró la exequibilidad condicionada de la Ley 54 de 1990 “Por la cual se definen las uniones maritales de hecho y el régimen patrimonial entre compañeros permanentes”. En especial el debate de la Corte y del demandante37 se centró en los dos primeros artículos: Artículo 1º: […] se denomina unión marital de hecho, la formada entre un hombre y una mujer, que sin estar casados, hacen una comunidad de vida permanente y singular. Igualmente, y para todos los efectos civiles, se denominan compañero y compañera permanente, al hombre y la mujer que forman parte de la unión marital de hecho. Artículo 2o: […] se presume sociedad patrimonial entre compañeros permanentes y hay lugar a declararla judicialmente en cualquiera de los siguientes casos: a) Cuando exista unión marital de hecho durante un lapso no inferior a dos años entre un hombre y una mujer sin impedimento legal para contraer matrimonio. b) Cuando exista una unión marital de hecho por un lapso no inferior a dos años e impedimento legal para contraer matrimonio por parte de uno o de ambos compañeros permanentes, siempre y cuando la sociedad o sociedades conyugales anteriores hayan 37

Los demandantes fueron las ONG Colombia Diversa y DeJusticia.

183

sido disueltas y liquidadas por lo menos un año antes de la fecha en que se inició la unión marital de hecho. Frente a este par de artículos, la Corte resolvió que el régimen patrimonial establecido en la Ley 54 de 1990, modificada por la Ley 979 de 2005, para los compañeros permanentes, al limitarlo a las uniones conformadas entre un hombre y una mujer, desconoce el respeto a la dignidad humana y los derechos fundamentales a igual protección, libre desarrollo de la personalidad y la prohibición de discriminación por razón de la orientación sexual, consagrados en los artículos 1º, 13 y 16 de la Constitución Política de Colombia (1991). Después de una larga discusión, la Corte declaró la constitucionalidad de la Ley 54 de 1990, tal como fue modificada por la Ley 979 de 2005, en el entendido de que el régimen de protección en ellas contenido se aplica también a las parejas del mismo sexo. Para el reconocimiento legal, la pareja debe acudir ante un notario quien mediante escritura pública reconoce el carácter de la unión; de acuerdo a la norma los derechos se adquieren a partir de los dos años de convivencia.

En materia de salud, mediante Sentencia C-811 de 2007, la Corte Constitucional estudió una demanda contra el artículo 163 de la Ley 100 de 1993, que no permitía que las parejas del mismo sexo accedieran como beneficiarios al Sistema de Seguridad Social en Salud. Se argumentaba en la demanda que la “cobertura familiar” excluía a las parejas del mismo sexo y que esto vulneraba la dignidad humana, el derecho a la igualdad, el derecho al libre desarrollo de la personalidad, así como los derechos a la salud y seguridad social de estas parejas. Después de un arduo debate, la Corte declaró constitucional el artículo 163 de la Ley 100 de 1993, en el entendido de que el régimen de protección en ella contenido se aplica también a las parejas del mismo sexo. Según la Corte: […] la negativa de la inclusión de la pareja del mismo sexo en el régimen contributivo en salud38, implica la negación de la validez de su opción de vida y la sanción por el ejercicio de una alternativa legítima, que se deriva

38

El Sistema de Seguridad Social en Salud en Colombia establece dos regímenes: contributivo y subsidiado. Este último atiende la población más pobre y vulnerable del país.

184

directamente de su derecho de autodeterminación y de su dignidad humana. Consideró además que esta medida no era proporcional, ni necesaria para proteger a la familia heterosexual. Según la Sentencia: “la detección del déficit de protección que afecta a las parejas del mismo sexo no necesariamente implica la reducción de beneficios a la célula familiar, ni la disminución de los niveles de atención a los miembros de la pareja heterosexual”. En este sentido, la Corte agregó que dado que el Sistema de Seguridad Social en Salud prevé la inclusión de por lo menos un beneficiario por cada afiliado cotizante, la inclusión del miembro de la pareja homosexual no tiene por qué afectar la estabilidad financiera del sistema.

Mediante Sentencia C-336 de 2008 la Corte Constitucional, a partir de una demanda interpuesta, entró a estudiar las expresiones: “familiar” y “el compañero o la compañera permanente” contenidas en los artículos 47 y 74 de la Ley 100 de 1993 que excluyen a los compañeros permanentes del mismo sexo como beneficiarios del derecho a la sustitución pensional. La Corte declaró acordes a la Constitución las expresiones demandadas, en el entendido de que las parejas del mismo sexo, también son beneficiarias de la pensión de sobrevivientes. Así, siguiendo su propia jurisprudencia, en especial la Sentencia C-075 del 2007, la Corte consideró que en el caso de los compañeros permanentes del mismo sexo, aun cuando no están excluidos de manera expresa de los beneficios de la pensión de sobrevivientes, sí resultan de hecho exceptuados del Sistema de Seguridad Social, pues la falta de claridad del legislador ha conducido a implementar una situación contraria a los derechos humanos. En una reciente Sentencia, la T-051 de 2010, la Corte Constitucional eliminó el trámite ante notaría que se venía exigiendo para el pago de pensión del sobreviviente para parejas del mismo sexo.

Con la Sentencia C-798 de 2008 la Corte amparó el derecho de alimentos entre compañeros/as permanentes del mismo sexo. Mediante Sentencia C-029 de 2009 la Corte modificó 40 artículos en 20 leyes ampliando la franja de derechos a las parejas del mismo en materia civil, política, social, económica, migratoria y penal que antes estaban reservados únicamente a las parejas heterosexuales. En un reciente fallo la Corte

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Constitucional le recuerda a la sociedad y especialmente al procurador Alejandro Ordoñez que las parejas del mismo sexo sí constituyen una familia, la cual está protegida por la constitución colombiana, esto a raíz de un pronunciamiento sobre una acción de nulidad radicada por el Ministerio Público contra una acción de tutela en la que se reconoció el derecho a la pensión de sobreviviente entre personas del mismo sexo.

Con el anterior resumen, a modo de marco normativo, queda claro que como hecho sociocultural ha implicado en muy poco tiempo la transformación no solo de instituciones y procedimientos, sino de la subjetividad de la sociedad con la cual se evalúa este tipo de relacionamiento, además los derechos reconocidos generan su contraparte de resistencia y homofobia en ciertas estructuras sociales e instituciones que le son adversas; ejemplo de lo anterior constituye el discurso de las Iglesias, de la Procuraduría General de la Nación y de los partidos de derecha con ocasión del debate que se sigue en el Congreso de la República sobre el matrimonio igualitario.

A continuación se presenta la relación que se establece entre el emparejamiento entre personas del mismo sexo y dos instituciones básicas en la vida de las personas: la familia y las redes de amigos.

A los y las encuestadas que al momento de la entrevista reportaron tener una relación de pareja con alguien de su mismo sexo, se les indagó si habían presentado esta relación, como relación de pareja, a miembros de su familia, amigos y compañeros de trabajo y cómo los conocían a ellos en la familia de sus respectivas parejas, en un intento por explorar el doble vínculo que genera la construcción del emparejamiento, visto desde una perspectiva relacional. Con respecto a la primera pregunta, un 57,9% de los hombres y un 73,1% de las mujeres manifestó que en sus familias conocen la relación; de los compañeros de trabajo un 55,2% y un 68,2% de hombres y mujeres respectivamente, indicó que en el mundo del trabajo conocen su relación de pareja y no amparada bajo la figura de amistad o compañerismo. Y un 85,5% de los hombres y un 91,9% de las mujeres señalaron que sus amigos conocen la existencia del vínculo.

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La alta proporción de amigos que conoce la relación, como relación de pareja, es comprensible en tanto los amigos -que en esta muestra en particular no sobrepasan las cinco personas como estimación mediana-, constituyen el primer filtro a la misma relación de pareja, pues son ellos quienes evalúan, califican y otorgan un sello de garantía y durabilidad a la relación que recién comienza; el hecho de que más del 70% de los entrevistados manifestara adicionalmente que sus amigos aceptan y respetan a su pareja es una prueba de la fuerza vinculante de la institución de la amistad en la definición y concreción del emparejamiento gay y lésbico.

A la pregunta relacionada con el estatus bajo el cual conocen al entrevistado en la familia de su pareja, el 60,1% de los hombres y el 64,8% de las mujeres respondió que como pareja, es decir, bajo la existencia de un vínculo formal; un 17,5% de los hombres y un 19,3% de las mujeres expresó que la conocen como amigo/a o mejor amigo/a y la opción de “no me conocen” fue reportada por el 18% de los hombres y el 8,5% de las mujeres.

El conocimiento que se tiene de la relación de pareja por parte de la familia no es homogéneo entre las personas entrevistadas, ya que cambia según la edad y la historia de pareja que se esté analizando. Las gráficas 6.10 y 6.11 muestran el conocimiento que tiene la familia de las diferentes relaciones de pareja que ha establecido el/la encuestada con personas de su mismo sexo, notándose de entrada un efecto acumulativo en la medida en que se tiene mayor experiencia en la construcción de relaciones de pareja y se avanza en el curso biográfico; tal tendencia refleja el efecto que tiene la edad sobre la posibilidad de hacer público un amor que no tiene nombre en la estructura familiar convencional.

En buena medida el conocimiento de la relación de pareja por parte de la familia, no constituye un efecto de la voluntad de saber sobre la existencia de una relación en particular; en muchos casos, tal conocimiento constituyó una presentación de la situación de emparejamiento por parte del entrevistado o de su pareja, reflejando tal acción una autonomía discursiva.

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Gráfica 6.10. Conocimiento por parte de la familia del entrevistado de la existencia de las relaciones de pareja por cohorte de nacimiento (en %). Eje cafetero, 2011. 60 50

%

40 30

Primera relación

20

Segunda relación

10

Tercera relación

0 Todos

Hasta 1970

1971‐1983

1984‐1993

Cohorte de nacimiento

Gráfica 6.11. Conocimiento por parte de la familia de la entrevistada de la existencia de las relaciones de pareja por cohorte de nacimiento (en %). Eje cafetero, 2011. 70 60

%

50 40 Primera relación

30 20

Segunda relación

10

Tercera relación

0 Todos

Hasta 1970

1971‐1983

1984‐1993

Cohorte de nacimiento

En igual sentido, el conocimiento por parte de la familia de la existencia de la relación demanda de las familias y sus miembros nombrar lo innombrable, es decir, definir el estatus o la categoría a asignar al nuevo miembro que proviene de una relación totalmente atípica. A partir de las notas de campo y de las entrevistas cualitativas previas al diseño de la encuesta, se pudo comprender la complejidad que tal situación representa a la hora de nominar este tipo de relaciones; en general al nuevo miembro que llega se le puede asignar una doble naturaleza que denota su tolerancia pero también su reconocimiento, en una interface discursiva que puede caer a veces en la ambigüedad, en tanto ellos no son considerados novios/as, esposos/as, cuñados/as, yernos o nueras según la entramada parental vigente, pues el uso de tales categorías está reservado a las parejas heterosexuales,

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pero si se les adjudica, según comentaron algunos, el rol de ‘tíos’ o ‘tías’. Situaciones cercanas fueron halladas por Gallego (2007) para el caso de la ciudad de México.

Una fórmula de nominación asume la forma abstracta de “pareja” que denota un vínculo pero vacío de contenido, en tanto en el lenguaje del parentesco tal palabra no existe como categoría vinculante, es decir, nombrar algo que al ser nombrado queda enrarecido. Y por el otro, recurrir a la histórica institución de la amistad y el compañerismo que permite nombrar no solo buenos amigos, sino amantes y enamorados cuando estos pertenecen al mismo sexo.

No es por tanto gratuito que la amistad y la nominación de “pareja” compitan en el plano discursivo y representativo de “un amor que no se atreve a decir su nombre” y que se recurra a toda suerte de metáforas para garantizar su existencia, que existe pero no debería ser, que socialmente gana espacios pero es contrario a la “naturaleza” de la familia como alega el Procurador General de la Nación, que vincula pero no nombra parientes, en otras palabras, una experiencia carente totalmente de lenguaje pero que subvierte desde la práctica el orden simbólico establecido sobre lo que entendemos por familia.

En una sociedad familística como la colombiana los emparejamientos entre personas del mismo sexo/género se sirven de las prácticas familiares establecidas para ‘hacer familia’, es decir, para hacer sus familias ‘la familia de familias’ (Fassin, 2005). De ahí que no sea extraño que el emparejamiento gay-lésbico termine por múltiples vías articulado a la estructura de la gran familia parental y no desemboque, como sucede en la sociedad norteamericana, en la constitución de familias de elección. desarrollará en el capítulo siguiente sobre vida doméstica y familiar.

Este último punto se

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CAPÍTULO VII CORRESIDENCIA Y VIDA DÓMESTICA EN PAREJAS DEL MISMO SEXO

La ampliación y la flexibilización de las opciones sexoafectivas de los sujetos, han cobrado fuerza en la cultura occidental durante las últimas cinco décadas39, conducen a la emergencia y visibilización de nuevas formas de organización de la vida familiar, caracterizadas por la no heterosexualidad, la vinculación desligada del matrimonio y las opciones de relacionamiento sexual con fines no reproductivos.

La corresidencia bajo el marco del homoerotismo, eje de la reflexión desarrollada en el presente capítulo, se corresponde con las anteriores características, que según Manrique (1996:290) expresan nuevas definiciones y prácticas de lo público (tradicionalmente representado en la institución matrimonial) y lo íntimo (asociado con la experiencia de la sexualidad), a través de formas particulares de construcción de la identidad, la afectividad y la domesticidad, consolidando discursos identitarios desde lo gay y lo lésbico.

La aproximación a la comprensión de esta nueva forma de organización familiar ha sido realizada desde la segunda mitad del siglo XX por disciplinas complementarias -la demografía, la sociología y la psicología-, con un eje epistemológico común -la construcción social de la realidad y de la sexualidad-, y retroalimentada por procesos investigativos que en contextos diversos han abordado la corresidencia en el marco del homoerotismo.

Entre las investigaciones rastreadas se cita la realizada en la ciudad de México por Gallego (2007) en la que se determinó, a partir de una muestra intencional de 250 varones con prácticas homoeróticas, que el 54% de ellos estaba involucrado en una relación de pareja con otro hombre y el 22,8% cohabitaba o corresidía con su pareja.

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Cabe aclarar que la gran mayoría de personas con prácticas homeróticas tienen vidas familiares en el marco de una relación heterosexual.

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A continuación se relacionan otros estudios afines revisados por Gallego (2009):

-

Gayet, et al, (2007) identificó, a través de una encuesta en cuatro ciudades mexicanas, que el 47,3% de los HSH había tenido una pareja sexual estable en los últimos 6 meses antes de la encuesta; así mismo, el 22,1% de los HSH solteros convivía, al momento de la entrevista, con una pareja del mismo sexo.

-

Meil (2000), quien reporta que en España, a partir de una encuesta aplicada a más de mil homosexuales en el año 1999, cuatro de cinco lesbianas (79%) y dos de tres gays (66%) tenían una relación de pareja, notándose que estas proporciones aumentaban con la edad. Aclara que la tenencia de una relación de pareja no implicaba necesariamente la convivencia. De hecho, a partir de la misma encuesta en España, se determinó que sólo la mitad (55% de los varones y 58% de las mujeres) de los que declararon tener pareja convivían realmente con ella.

-

Encuentra además que en estudios realizados en México, España y Estados Unidos, la proporción de parejas del mismo sexo corresidentes oscila entre un 20% y un 40% del total (Gallego, 2007; Gayet, et al, 2007; Patterson, 2000; Meil, 2000).

Gallego (2009) reconoce que el peso estadístico de los hogares conformados por este tipo de arreglos domésticos es inferior al 2% del total de hogares en una zona o país, teniendo picos ligeramente superiores en grandes ciudades o ciudades capitales y en barrios o distritos reconocidos como de actividad gay como Castro en San Francisco, Chueca en Madrid o la Zona Rosa y La Condesa en ciudad de México o Chapinero en Bogotá. Además, que la proporción de parejas que pudiendo legalizar sus uniones lo hace es muy pequeño, comparado con el total de emparejamiento con o sin corresidencia.

Otra fuente para la contrastación de los resultados de la presente investigación fue la encuesta de Bryant y Demian (1994) aplicada a más de mil parejas de gays y lesbianas en Estados Unidos, en la que se encontró que nueve de diez parejas reportaron algún grado de cohabitación en el último año. En ella, quienes teniendo pareja no convivían, tendieron a

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ser mayoritariamente jóvenes que vivían aún en casa de sus padres y mantenían una relación tipo LAT (Living Apart Together).

Las investigaciones rastreadas hacen evidente que las parejas entre gays y entre lesbianas se expanden y se posicionan en la contemporaneidad como vías alternativas de la vivencia sexo-afectiva heterosexual, a la vez que ponen de manifiesto la existencia de formas particulares de producción y reproducción de la vida cotidiana.

7.1. Coordenadas teóricas para el estudio de la corresidencia en el marco del homoerotismo. Como ya se mencionó, los desarrollos en demografía, sociología y psicología, desde las perspectivas de la construcción social de la realidad y de la sexualidad, constituyen los principales aportes a la comprensión del emparejamiento en el marco del homoerotismo -y de las dinámicas de convivencia al interior de él- como un hecho relacional y socialmente construido.

A la luz de la demografía, los procesos generadores de cambios en diferentes dimensiones de la familia (la sexualidad, la reproducción, las relaciones de género y la corresidencia) que han cobrado fuerza durante las últimas décadas del siglo XX, se asocian con la caída en las tasas de natalidad, la tendencia a nivel mundial por alcanzar el nivel de reemplazo en la población, la disminución de la presión demográfica por la reproducción, la separación entre sexualidad y reproducción, y especialmente con la disminución del control social en torno a la función reproductora de la pareja y la familia.

El incremento en la conformación de hogares unipersonales y la presencia de parejas del mismo sexo/género corresidentes –como arreglos domésticos minoritarios– no entran en conflicto con este nuevo régimen demográfico, de ahí su permisividad y visibilización social. (Gallego, 2009)

En este sentido, la disminución de la presión institucional por la reproducción permite, que en la escena pública aparezcan nuevas formas erótico- afectivas de organización de la vida

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cotidiana, que no tienen como propósito principal la reproducción y por lo tanto no constituyen un suplemento sino una alternativa a la institución familiar.

Gallego (2009) cita a D´Emilio (1997) para quien la población de gays y lesbianas es la que de forma más clara encaró el potencial de la división entre sexualidad y procreación, lo que explica que, en la sociedad occidental a partir de los años 70 del siglo anterior, las relaciones entre personas del mismo sexo/género hayan ganado presencia social, política y legal, al demandar un “lugar” real y simbólico a sus construcciones de pareja y familia. Hasta tiempos recientes las relaciones entre personas del mismo sexo/género no estaban asociadas a una identidad sexual consciente, donde una de las prácticas sexuales disidentes, la homosexualidad, asume una identidad y crea un nuevo sujeto, el gay; además, los emparejamientos cuando se daban no conformaban unidades domésticas diferenciadas, ni constituían una experiencia de vida generalizable a un colectivo de varones (p.6). En otras palabras, la formación de la subcultura gay se nutre, en parte, de los constructos de pareja que asumen gays y lesbianas, a partir de las dinámicas de relacionamiento en diadas homoeróticas en las que se da un desplazamiento del control externo de su ejercicio a uno interno, centrado ahora en la capacidad moral del individuo (Gallego, 2009).

Los anteriores planteamientos, ampliados desde diferentes perspectivas sociológicas, conducen a la inclusión de los emparejamientos entre gays y lesbianas, así como de la homoparentalidad, entre los rasgos distintivos de la sociedad posfordista a los que hace referencia Beck (2006) en términos del riesgo y la incertidumbre, que se manifiestan en la imposibilidad de trazar itinerarios sociales seguros y previsibles.

Lo anterior, aplicado al análisis de familia, hace referencia tanto a la cada vez más acentuada diversidad familiar como a la complejidad de las dinámicas en esa diversidad. En este ámbito, la incertidumbre, el riesgo y la vulnerabilidad derivan tanto de las limitaciones que impone la precariedad laboral para la movilidad social y de las desigualdades en la distribución de los recursos inter e intrafamiliares, como de la diversificación de los arreglos familiares, los cambios en las pautas de formación y disolución familiar, y la

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pérdida de importancia de los modelos ideales de familia. (Cichelli-Pugeault, 1999; Ariza y de Oliveira, 2001; De Oliveira y García, 2006).

Otros autores comparten esta argumentación con desarrollos teóricos en torno a la “segunda transición familiar” (Flaquer: 1998), “las nuevas formas familiares” (Beck-Gernsheim, 2003) y las “familias postnucleares” (González, 2002).

Las anteriores perspectivas aportan a la comprensión de la construcción de relaciones de pareja entre personas del mismo sexo como un proceso atravesado por la tendencia hacia la individualización de los sujetos contemporáneos, que realizan cuestionamientos a las normas socioculturales sobre la familia y la pareja, especialmente alrededor de la sexualidad, debilitándose en ellos, como lo afirma Weeks (1998), el poder de la moral sobre las decisiones, sobre con quién, bajo qué tipo de relación, durante cuánto tiempo, de qué maneras y con qué fines ésta es experimentada.

Al hablar de individualización, Beck (2006) se refiere a un individualismo institucionalizado, esto es, a que las instituciones en la sociedad moderna estarían programadas para llevar a la individualización y obligarían a los ciudadanos a desarrollar su propia biografía. Además afirma que en el modo clásico de familia solamente el varón llevaría a cabo este proceso de individualización, pero hoy día, con los cambios en el papel de las mujeres en la sociedad, ambos cónyuges desarrollan biografías individualizadas, aspectos que inciden sobre los procesos de formación de la familia y la organización de la vida doméstica (Beck citado por De Oliveira y García, 2006).

El proceso de individualización contemporáneo toca entonces tanto a hombres como a mujeres en diferentes aspectos de sus vidas, incluida la sexualidad; ello es posible, según Bauman (2005) en virtud del tránsito de la regularización de la vida en común en la sociedad industrial alrededor de la familia nuclear, hacia nuevas asignaciones ‘posicionales’ derivadas de las situaciones que surgen con la restructuración de las cuestiones de género, y de las opciones sexuales, que hacen necesario repensar la forma

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como desde la heteronormatividad se han prescrito cuestiones como el matrimonio, la paternidad y la sexualidad.

Son entonces las nuevas formas de organización familiar corresidente, configuradas en el marco del homoerotismo, escenarios que visibilizan los cambios en las funciones, las interacciones y los ciclos de la vida familiar, generados a partir de la relación de pareja intragenérica, creando y recreando valores, normas, creencias y prácticas, en las que se entrecruza lo subjetivo con la lógica de lo social y sus instituciones.

En la configuración del hogar desde el homoerotismo se reconstruyen unas características que tradicionalmente se habían considerado exclusivas de la relación heterosexual, y universales en los diferentes contextos, entre las que Manrique (1996) señala: reconocimiento social, división sexual del trabajo, pautas de inclusión y exclusión para las relaciones sexuales y normas para la herencia.

Lo anterior significa que la corresidencia en el marco del homoerotismo es una manifestación de la no universalidad de las características del matrimonio heterosexual en la estructura social contemporánea, en la cual lo que se universaliza es, según Manrique (1996) la centralidad de ‘lo amoroso’ en la construcción de pareja, planteamiento que soporta con el desarrollo de los conceptos ‘la idea del amor’ y ‘la emoción del amor’. En las relaciones corresidentes entre personas del mismo sexo, la idea del amor incluye las prácticas y significados sobre la pareja, la privacidad, la intimidad, lo doméstico, que surgen en el seno de la comunidad histórica específica de las personas con prácticas homoeróticas; la emoción del amor contiene, en cambio, una disposición a actuar de una forma tal que se establece un tipo de relación específica con otra persona del mismo sexo.

En este sentido, tanto la idea como la emoción del amor se hacen centrales en el análisis de las múltiples y variables prácticas, a través de las cuales en el homoerotismo se construye la corresidencia, dimensión cuya importancia para la construcción de los vínculos en la pareja es reportada por estudios en parejas del mismo sexo, como el de Kurdek (2003), citado por Gallego (2009) quien encontró en Estados Unidos tendencia a bajas tasas de separación en

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parejas corresidentes, frente a las que no lo son; y el de Gallego (2007) quien halló similares patrones en el contexto mexicano. Al respecto, Gallego (2009) afirma que todo parece indicar que: “la corresidencia juega un papel importante en la mayor duración de las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo” (p.128). A partir de una regresión logística, determinó que: “una relación de pareja corresidente tiene tres veces más probabilidad de duración superior a un año, con respecto a aquellas relaciones donde sólo hubo una relación de ‘noviazgo’”(p.128.).

Integra a su análisis a Blumstein y Schwart (1984), citados pro Paterson (2000), quienes hallaron que […] las tasas de disolución en parejas de más de 10 años de duración son relativamente bajas (6 y 4% en lesbianas y gays, respectivamente) y son altas en parejas recién conformadas y que llevan menos de 2 años de establecida la relación (22 y 16% en lesbianas y gays, respectivamente). (p.128) Adicionalmente, el curso del proceso de otorgamiento de derechos a las parejas del mismo sexo en diferentes países pone en evidencia que la corresidencia/convivencia por un tiempo determinado, constituye una categoría simbólica de las relaciones familiares tenida en cuenta por las leyes como criterio central para el reconocimiento legal de las uniones. “Por ello, parte del proceso de institucionalización de la vida gay se explica por la difusión de un modelo de pareja corresidente, modelo por el cual se hacen movilizaciones políticas y demanda de derechos” (Gallego, 2009:129).

7.2. Identidades y prácticas en la vida doméstica en parejas del mismo sexo. La experiencia de la corresidencia bajo el marco del homoerotismo, como se planteó en el apartado anterior, ha demostrado aportar al fortalecimiento de los vínculos de las parejas y a la duración de las relaciones a través del tiempo, a la vez que viabiliza el otorgamiento de derechos civiles como diadas conyugales.

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Un elemento que sustenta el aporte de la corresidencia a la relación de pareja corresponde a la sensación de intimidad, desarrollada según Manrique (1996) en el seno de una relación mutua, única y fuerte. Agrega que, cuando ésta se produce, refuerza de tal manera el tipo de vínculo creado que hace que tal relación merezca la pena, y afirme ciertas reglas, que se hacen más evidentes e importantes cuando la relación tiene alguna duración y cuando se plantea como un noviazgo o un matrimonio.

Esta mirada permite entender que una pareja es una relación contractual siempre –derechos, obligaciones, penalizaciones– y que en la actualidad cuando se conforma por personas del mismo sexo, en condiciones de corresidencia, también lo es desde el punto de vista jurídico, como se mencionó en el capítulo anterior.

El presente apartado se centra en el análisis de la forma como la pareja corresidente gestiona la vida doméstica, concepto que agrupa los procesos de organización, distribución y desempeño de las tareas del hogar y el trabajo de cuidados, en el ejercicio de los cuales circulan el afecto y el poder entre los miembros de la pareja.

El cuadro 7.1 ilustra el porcentaje de entrevistados que en algún momento de su vida experimentó la corresidencia con una persona del mismo sexo, abarca aproximadamente a la tercera parte de los hombres, y a la mitad de las mujeres.

Es necesario advertir al lector que las cifras anteriores son representativas de la experiencia de la corresidencia en la vida de los entrevistados, teniendo en cuenta que el 35,9% de los hombres y el 47,1% de las mujeres se ubican en la cohorte más joven, entre 18 y 27 años al momento de la entrevista, edades en las que en la sociedad contemporánea es usual permanecer en el hogar de origen, en familias que posiblemente se encuentren en la fase de expulsión o plataforma de lanzamiento, lo que significa amplias posibilidades de corresidencia durante el ciclo vital.

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Cuadro 7.1. Experiencia de la corresidencia por cohorte de nacimiento. Eje Cafetero, 2011 Hombres Mujeres Cohorte de nacimiento (n=152) (n=156) Antes de 1970 38,1 30,1 Entre 1971-1983 37,5 34,6 Entre 1984-1993 24,3 35,2 Fuente: Encuesta biografías sexuales… Eje Cafetero, 2011

Al discriminar estos porcentajes por cohorte de nacimiento se encuentra que este tipo de experiencia es mayor entre los hombres con una edad igual o superior a 40 años (38,8%) y aquellos que están entre los 28 y los 39 años (37,5%); mientras, en los menores de 28 años sólo se encuentra experiencia de convivencia en 37 entrevistados. En el caso de las mujeres, la cifra tiende a ser mayor en la cohorte de las más jóvenes (55 casos entre los 18 y 27 años) y un poco menor en las mujeres de edad intermedia y adulta.

La mayor presencia de la corresidencia entre los hombres más adultos, respecto a los demás, y frente a las de mujeres, constata que emerge una diferenciación de género que vale la pena ser explorada. Entre los hombres la experiencia de la convivencia en pareja es acumulativa en la biografía. En las mujeres, parece que las potencialidades de emparejamiento están más marcadas por el tiempo social, que ha permitido que sean las de edad intermedia y las más jóvenes las que puedan incorporar en su biografía esta experiencia, dado que las coordenadas para las más adultas, como se ha repetido en diferentes momentos de la investigación, están permeadas de manera fuerte por demandas de la heteronormatividad frente a la unión y la maternidad, procesos que son restrictivos para establecer el emparejamiento entre personas del mismo sexo; es decir, son las mujeres menores de 40 años quienes han podido asumir los proyectos de individualización en función de unas prácticas sexuales y de unas identidades más allá de la norma, como lo sugiere Beck (2006).

No se puede olvidar que más de la mitad de las mujeres adultas son madres, y esto puede ser una barrera para proyectos de individualización y emancipación que conduzcan a la

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corresidencia con otras mujeres. En los hombres, los datos parecen indicar que la corresidencia con alguien de su mismo sexo es una experiencia incorporada en sus opciones biográficas, que no obstante se inscriben en el cambio social que inicia en los años 60 y 70 del siglo XX.

Ahora bien, la experiencia de la corresidencia entre los entrevistados correspondió a alguna de estas modalidades: hogares compartidos parentales (aquellos en los que la pareja se integra a la convivencia de la familia de origen de uno/a de los dos); hogares compartidos no parentales (representados en la convivencia exclusiva de la pareja); hogares homoparentales (conformados por la pareja del mismo sexo y los hijos) y hogares mixtos (correspondientes a la convivencia de la pareja con no parientes y/o parientes) bajo las cuales se configura de modo particular el ámbito privado. El ámbito privado de estos hogares representa “un lugar social en el que se intersecta una amplia variedad de prácticas de clase, género, raza, sexo, etcétera” (J.K. GibsonGraham (1996), citadas por Gutiérrez-Rodríguez, 2012) en un espacio simbólico que, en el plano del homoerotismo, permite la reconfiguración de las identidades de género preestablecidas desde la matriz sociocultural dominante que prescribe [..] las formas de reproducción cotidiana y generacional de sus integrantes a partir de una estructura jerárquica que establece formas de convivencia develando roles de parentesco, género y generación, y con un conjunto axiológico compartido en función de elecciones y acciones cotidianas (Palacio y Valencia, 2001:).

Por tanto, abordar lo doméstico en el homoerotismo conduce a la pregunta por la coexistencia de cambios y permanencias de las identidades y las prácticas femeninas y masculinas que tienen lugar en la convivencia en las parejas de gays y lesbianas, en la trama de relaciones de privacidad e intimidad construidas en sus hogares.

En este sentido, el género constituye una categoría central en el estudio de lo doméstico, en tanto “construcción social que engloba prácticas, representaciones, normas y valores, y

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mediante la cual se organizan las relaciones y los comportamientos esperados entre hombres y mujeres de manera asimétrica y se asegura una valoración social diferencial” (De Oliveira y García: 2006:85).

Sin embargo, los cambios y las permanencias relacionados con el género, no pueden ser comprendidos sino desde una perspectiva interaccional con otras categorías como la raza, la clase o el nivel educativo; todas ellas se entrecruzan en las tramas domésticas construidas entre hombres y entre mujeres, abriendo posibilidades de performatividad de los géneros, concepto que Butler (2007) interpreta como la deconstrucción y desnaturalización de los constructos producidos en el sistema binario femenino-masculino. Las parejas del mismo sexo no pueden solucionar los problemas bajo los roles tradicionales, sino que deben recurrir a soluciones lógicas y justas que van más allá de los estereotipos y los roles binarios.

Entre los constructos susceptibles de deconstrucción o de reafirmación en la corresidencia en una pareja del mismo sexo, se abordaron en el marco de esta investigación la iniciativa para su inicio, la ritualización de las uniones, los elementos afectivos circulantes, las dinámicas de poder y la división del trabajo doméstico.

En relación con la iniciativa para proponer la convivencia, el cuadro 7.2 indica que para una cifra considerable de entrevistados hombres y mujeres (42,9% en ambos géneros), ésta fue liderada por sus parejas; la propuesta inicial conjunta es reportada en el 34,6% de los hombres y en el 30,1% de las mujeres. La cifra inferior corresponde a aquellos que además pidieron ayuda a amigos o a familiares al tomar esta decisión.

La variedad en quién propone la convivencia demuestra que en el marco del homoerotismo no se sigue un patrón de género para tal iniciativa, siendo importante explorar si se dan patrones asociados a la edad o a la capacidad económica.

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Cuadro 7.2. Iniciativa para iniciar la corresidencia y ritual de emparejamiento por sexo. Eje Cafetero, 2011 De quién fue la propuesta HOMBRES MUJERES de irse a vivir juntos (N=156) (N=156) 20,5 25,0 Entrevistado Pareja 42,9 42,9 Conjunta 34,6 30,1 Otros 1,9 1,9 Han realizado algun ritual (N=155) (N=157) de pareja Si 27,7 36,3 No 72,3 63,7 Fuente: Encuesta biografías sexuales… Eje Cafetero, 2011

Los datos del cuadro 7.2 indican además, que en la mayoría de los casos no se realizó algún acto simbólico como rito de iniciación de la convivencia, lo que indica cómo en el homoerotismo no se sigue con fuerza este patrón que si es común en las parejas heterosexuales; las mujeres son las que más ritualizaron la entrada en cohabitación. La no ritualización puede explicarse dada la ausencia de una huella histórica de esta práctica, en su tradicional condición de anonimato dentro de la sociedad heterosexual.

La práctica del ritual, entendido en el sentido propuesto por Mauss (1971) en sus estudios en sociedades primitivas, como actos realizados según una forma adoptada por la colectividad o por una autoridad, cuya ejecución no depende de la voluntad personal, sino de la norma colectiva, no aplica para el análisis de los actos simbólicos establecidos entre personas del mismo sexo; contrario a ello, para los sujetos en la sociedad contemporánea los rituales constituyen una expresión de decisión autónoma que es ponderado en función de su trascendencia para la relación, su potencia frente al acceso a deberes y derechos (por ejemplo los derivados del matrimonio igualitario, al demandar un ‘lugar’ real y simbólico a sus construcciones de pareja y familia) y las formas alternativas de realizarlo.

Ahora bien, la investigación abordó también algunos elementos afectivos que circulan en la corresidencia bajo el marco del homoerotismo, los cuales son comprendidos como elementos cruciales en la fuerza de la relación, y se hacen manifiestos a través del deseo, el

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goce o la tristeza, que impulsan los pensamientos y las acciones (Spinoza 1994, citado por Gutiérrez-Rodríguez, 2012).

Entre estos elementos afectivos se indagó por la percepción del aporte otorgado por la relación a la vida de los entrevistados; al respecto se encuentra que un alto porcentaje (82,3% de hombres y 87,9% de mujeres) coincide en que lo más importante que recibió de la relación se dio en términos de compañía, afecto y amor, como se observa en el cuadro 7.3, seguido del placer sexual y la seguridad económica y material. El amor y sus derivaciones en compañía, constituyen el vínculo emocional más fuerte y determinante en la consolidación de la pareja (Illouz, 2012).

Cuadro 7.3. Percepción sobre lo recibido en la relación de pareja, por sexo. Eje Cafetero, 2011 HOMBRES MUJERES (N=158) (157) 82,3 87,9 Compañía/afecto/amor 8,2 5,7 Placer sexual 1,9 1,9 Protección frente al medio 3,8 1,3 Seguridad economica/material 0,0 0,6 Status/posición social 3,8 2,5 Otro Fuente: Encuesta biografías sexuales… Eje Cafetero, 2011

Este dato reafirma la importancia de los estudios sobre la vida cotidiana de las parejas del mismo sexo, dado el papel que cumplen en la transformación de mitos basados en estereotipos sobre las lesbianas y los gays, como la creencia de que la dimensión más importante en este tipo relaciones es la sexualidad.

Otro elemento del aspecto afectivo en las parejas corresidentes hace referencia a las rupturas y conflictos cotidianos. Se evidencia que la principal causa de estas situaciones se relaciona con los celos de la pareja (ver cuadro 7.4).

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Cuadro 7.4. Causas de conflictos o discusiones en la pareja, por sexo. Eje Cafetero, 2011 HOMBRES MUJERES (N=155) (153) 6,5 8,5 Dinero/aportes al hogar 3,9 4,6 Division de las tareas del hogar 40,0 46,4 Celos de la pareja 11,0 9,8 Celos del entrevistado 5,8 4,6 Consumo de licor/drogas 5,2 4,6 Interferencia de amigos/familia 7,1 3,3 salir de rumba 0,6 1,3 Negociacion de la sexualidad 1,3 1,3 Me controlaba 0,6 0,0 El/ella l@ controlaba 14,2 6,5 No tienen conflictos Otras 3,9 9,2 Fuente: Encuesta biografías sexuales… Eje Cafetero, 2011

Los celos de la persona entrevistada ocupan el segundo lugar en la generación de los conflictos en las relaciones, aunque con una distancia significativa frente al valor atribuido a esta emoción en sus parejas.

La centralidad de esta emoción entre las causas de conflicto o ruptura de la relación da cuenta de la existencia de un sentimiento de desconfianza que subyace a su expresión, el que es construido en la interacción entre factores personales de cada integrante de la pareja, características propias de la relación, y el contexto en el que ésta se establece. Dichos factores pueden confluir en la configuración de condiciones de duda, ansiedad, temor, que en la pareja son alimentados con las experiencias previas de fracaso amoroso, y convertirse en detonantes de incertidumbre y vulnerabilidad en la relación.

De acuerdo con Luhmann (2005) la confianza es una actitud que no es ni objetiva ni subjetiva, no es transferible a otros objetos ni a otras personas, por tanto, tiene que aprenderse; de ahí puede deducirse que los datos en mención sugieren que la conducta celotípica en las y los entrevistados ha sido aprendida a lo largo de sus historias de vida a partir de un conjunto de creencias sobre los hombres, las mujeres y la conyugalidad, que

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determinan la desconfianza, y por tanto la incertidumbre predominante en sus relaciones de pareja.

Los datos permiten afirmar que en las relaciones de pareja del mismo sexo, establecidas por las y los entrevistados, los aspectos más significativos en la generación de conflictos y rupturas son los interaccionales (comunicación, afecto) mientras aquellos asociados a la economía, la vida doméstica y los lazos sociales tienen baja relevancia.

Adicionalmente, la cifra es una potente expresión de la necesidad de inclusión de las parejas del mismo sexo en la reglamentación jurídica y en las políticas públicas de protección a las familias, y pone en evidencia la importancia de la disponibilidad de apoyo institucional y profesional para la construcción de confianza en las relaciones.

Lo planteado en torno a la dimensión afectiva que se construye en la corresidencia, hace pertinente la reflexión a si la entrada a esta geografía de lo amoroso, enfrenta a las parejas del mismo sexo a los peligros comunes en la convivencia asociados a la rutina y la pérdida de autonomía, que pueden romper la relación.

Esta reflexión es sustentada en Manrique (1996) desde sus planteamientos sobre las posibilidades para la constitución de una pareja, a saber: matrimonio (incluyendo en este concepto las distintas formas de institucionalización de la pareja) y/o una relación amorosa. Para este autor, el matrimonio es una institución que pertenece a la lógica social y el amor es una relación que pertenece a la lógica intersubjetiva; y cada una de estas lógicas exige condiciones distintas, así: El amor requiere lo nuevo, lo transgresor, lo único, lo privado y lo pasional. El matrimonio demanda lo estable, lo conservado, lo público y lo regulado. Debido a sus diferentes lógicas, matrimonio y amor no son fáciles de armonizar… (Manrique, 1996:7)

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7.3. Vida doméstica en parejas del mismo sexo: aportes económicos, división del trabajo y toma de decisiones. La línea de la reflexión siguiente se vuelca hacia la comprensión del trabajo doméstico en parejas del mismo sexo, concepto que integra: El conjunto de tareas o actividades reproductivas que son necesarias para la reposición y manutención de la fuerza de trabajo (trabajo doméstico y cuidado de los hijos), como a las actividades productivas orientadas hacia el mercado. (De Oliveira y García,2006:39). En este ámbito –doméstico- como en los demás escenarios en los que transcurre la existencia humana, siempre hay intercambio, dimensión que en las parejas del mismo sexo tiene una construcción particular en cuanto a la gestión de las necesidades de la vida individual y las de la vida de pareja.

Al respecto se exploran, en primer lugar, los acuerdos que alrededor de los intercambios en el ámbito doméstico se realizan en estos hogares, indagando si en ellos se recrea y sedimenta la división social del trabajo basada en la lógica heteronormativa, o si por el contrario en sus dinámicas se reconfiguran las nociones de feminidad y masculinidad arraigadas en la historia patriarcal de occidente (Curiel, 2007; Federici, 2010; Lugones, 2007; Rivera, 1996, 2010, citados por Gutiérrez-Rodríguez, 2012).

Tal exploración se realiza a partir de la participación de los integrantes de la pareja en las llamadas por Goffman (1959) funciones de front stage (fachada) a través de tareas y actividades relacionadas con la toma de decisiones relativas al hogar y con la proveeduría económica, y en las funciones de back stage (trastienda) por medio de labores de cuidado y tareas domésticas, respecto a las cuales Carrington (1999), citado por Gutíerrez-Rodríguez, 2012:4) ha encontrado que diversos estudios han demostrado cómo la lógica heterosexista configura las relaciones entre los miembros de los hogares privados, incluso en aquellos constituidos por parejas del mismo sexo.

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Una mirada a las dinámicas de toma de decisiones en los hogares conformados por parejas del mismo sexo (ver cuadro 7.5), evidencia una alta presencia de decisiones compartidas en los asuntos relacionados con las actividades íntimas y sociales que tributan bienestar y placer a la pareja, como reunirse con amigos, ir a un bar o discoteca y tener relaciones sexuales.

Cuadro 7.5 Toma de decisiones en hogares conformados por personas del mismo sexo, según género. Eje Cafetero, 2011 HOMBRES N Entrevistado Pareja Gasto del dinero 156 36,5 27,6 Comprar mercado 154 35,7 16,9 Comprar bienes 142 40,1 20,4 Reunirse con amig@s 147 22,4 19,7 Ir a un bar o discoteca 148 23,0 19,6 Donde vivir o cuando mudarse 123 34,1 21,1 Que hacer en el tiempo libre 151 23,2 16,6 Tener relaciones sexuales 156 19,2 15,4 Sí se usa o no protección en las relaciones sexuales 136 27,9 6,6 ¿Quien toma decisiones frente a los hijos? 14 14,3 42,9 Fuente: Encuesta biografías sexuales.. Eje Cafetero, 2011

MUJERES Juntos Otros N Entrevistado Pareja 31,4 4,5 156 34,0 29,5 39,6 7,8 156 27,6 23,7 33,1 6,3 143 23,8 26,6 57,1 0,7 148 17,6 26,4 57,4 0,0 151 19,9 28,5 43,1 1,6 129 20,9 21,7 60,3 0,0 150 16,7 25,3 65,4 0,0 155 13,5 14,8 65,4 0,0 44 2,3 6,8 28,6 14,3 61 57,4 19,7

Juntos Otros 34,0 2,6 41,7 7,1 44,8 4,9 56,1 0,0 51,7 0,0 54,3 3,1 58,0 0,0 71,6 0,0 88,6 2,3 21,3 1,6

Una lectura con perspectiva de género de estos asuntos permite afirmar que existe una mayor tendencia a la democratización en la toma de decisiones en las parejas conformadas por mujeres frente a las de los hombres, en quienes tanto las tareas de trastienda como las de fachada se presentan compartidas en un alto porcentaje. En cambio, en los hombres, las funciones relacionadas con el dinero, sobresalen por tomarse por separado.

Se evidencia una alta democratización en los asuntos relativos con la sexualidad, encontrando que en un porcentaje alto de hombres y mujeres comparten las decisiones en torno a la protección.

Como último aspecto relevante del cuadro 7.5 sobresale lo relativo a los hijos, dimensión que en el caso de los hombres están centradas en los entrevistados, mientras en el caso de las mujeres en sus parejas, lo que puede ser coincidente con que los hijos que se reportan sean de los unos y de las otras, y que sus respectivas parejas no intervienen en las decisiones tomadas frente a ellos.

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En segundo lugar, se exploran los elementos relacionados con el aspecto económico –ver cuadro 7.6-, en el cual los datos revelan diferencias en las formas como las parejas del mismo sexo se organizan para la proveeduría. Una de dos mujeres entrevistadas que reportó haber vivido en pareja, manifestó que los aportes económicos se realizaban por iguales partes; en los hombres, los aportes equitativos se reducen a uno de cada tres. Mientras en las mujeres emerge un patrón de equidad financiera, en los hombres sobresale con fuerza la disparidad en los aportes, donde 37,5% de los entrevistados reportó aportar todo o la mayor parte de los gastos, mientras en las mujeres se redujo al 23%.

De igual manera, mientras en los hombres aparecen pocos reportes de aportes de las familias del entrevistado o de la pareja para el sostenimiento económico del hogar, en las mujeres esta situación abarca un 50% de las familias de las entrevistadas que hacen algún tipo de aporte, y un 42% de las familias de las parejas, datos que ponen en evidencia la necesidad de las parejas de mujeres de las redes familiares para poder sostenerse financieramente, lo que además expresa precariedad económica en sus relaciones.

Berger (1990) encontró que el aspecto financiero juega un papel importante en la determinación de la igualdad y la autonomía de las parejas en todo tipo de relaciones; el poder que otorga el dinero es una parte central de la autoidentidad, genera confianza y autonomía en el sujeto y lo sitúa en una dimensión menos vulnerable en una relación de pareja. En igual sentido, la relación de pareja se hace menos vulnerable cuando la dimensión financiera es satisfactoria en ambos miembros de la pareja.

Cuadro 7.6 Distribución de los aportes económicios en los hogares conformados por parejas del mismo sexo, según género. Eje Cafetero, 2011 HOMBRE MUJER Familia Familia Familia Familia Entrevistado Pareja Entrevistado Pareja entrevistado Pareja entrevistado Pareja (N=152) (N=149) (N=156) (N=152) (N=55) (N=54) (N=41) (N=36) Todo o la mayor parte 37,5 28,2 7,3 5,6 23,1 23,0 12,2 22,2 32,9 34,9 14,5 5,6 46,8 46,1 4,9 2,8 La mitad Menos de la mitad 11,2 18,1 7,3 9,3 16,0 17,1 34,1 11,1 Nada 18,4 18,8 70,9 79,6 14,1 13,8 48,8 63,9 Fuente: Encuesta biografías sexuales… Eje Cafetero, 2011

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Se observa adicionalmente que la proveeduría económica es asumida de forma exclusiva por un porcentaje importante de los hombres mayores de 40 años, entre quienes el 29,3% aporta todos los ingresos, mientras en aquellos entre 28 y 40 lo realiza el 15,8%. Caso contrario se evidencia en la cohorte más joven, en la que sobresale la cifra de ningún aporte (35,1%), lo cual puede indicar el establecimiento de una relación de dependencia y desigualdad, al no ser económicamente productivo. En las mujeres esta situación no es tan clara, cuando se hacen análisis por cohortes.

En cuanto a la destinación de los aportes de los entrevistados se evidencia una alta concentración en gastos relacionados con la alimentación, lo que se observa en el 77,6% de los hombres y en el 73,1% de las mujeres. 

Otro dato importante es el reporte de escasas inversiones conjuntas, lo que tal vez pueda explicarse por la insuficiente protección jurídica de las uniones entre personas del mismo sexo y por implicaciones patrimoniales de las sociedades conyugales que recientemente tienen amparo legal en nuestro país; las inversiones predominantes son en muebles y equipos del hogar, seguido de apartamentos o viviendas.

Finalmente, se hace un análisis de la división del trabajo en hogares conformados por parejas del mismo sexo –ver cuadro 7.7-, encontrando que las llamadas funciones de trastienda como lavar, cocinar, limpiar la casa, planchar, son realizadas en un alto porcentaje por ambos integrantes de la pareja, tanto en los hombres como en las mujeres.

Al comparar los datos de cocinar y lavar la loza, actividades complementarias en el trabajo doméstico parece emerger un patrón de especialización en los hombres y aun en las mujeres, tendencia que ha sido encontrada en otras investigaciones (Carrington, 1999). En las mujeres, un patrón de especialización parece evidenciarse en las actividades de lavar y planchar.

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Cuadro 7.7 Distribución de las tareas del hogar en parejas del mismo sexo corresidentes, según género, 2011 HOMBRES N Entrevistado Pareja Juntos Otros Cocinar 152 24,3 17,8 34,9 23,0 Limpiar la casa 157 24,2 15,3 32,5 28,0 Lavar la loza 155 23,9 21,3 36,8 18,1 Mercar 152 24,3 17,8 48,0 9,9 Lavar y planchar 150 20,7 12,0 33,3 34,0 Hacer reparaciones 145 30,3 28,3 16,6 24,8 Hacer trámites 156 38,5 30,8 19,9 10,9 Administrar el hogar 157 43,3 21,7 25,5 9,6 Limpiar y lavar el auto 89 36,0 38,2 14,6 11,2 Cuidar los hijos 4 50,0 25,0 25,0 0,0 Fuente: Encuesta biografías sexuales… Eje Cafetero, 2011

N 157 157 156 155 155 149 152 155 74 53

MUJERES Entrevistado Pareja Juntos Otros 31,8 28,0 26,1 14,0 28,7 25,5 35,0 10,8 29,5 23,1 37,8 9,6 18,7 11,6 58,7 11,0 19,4 23,2 37,4 20,0 31,5 28,9 19,5 20,1 34,2 27,6 25,0 13,2 32,9 21,9 32,9 12,3 21,6 33,8 31,1 13,5 49,1 11,3 24,5 15,1

Sin embargo, se evidencia que las parejas de hombres acuden en mayor medida a terceros para estas labores que las mujeres, lo que puede interpretarse como el apoyo doméstico de una persona contratada; la posibilidad para contratar a un tercero depende de condiciones económicas que son mucho más favorables para los hombres que para las mujeres entrevistadas en el marco de este estudio.

Bajo la hipótesis de la tercerización de las tareas de trastienda hacia una mujer, bien sea mediante la contratación de los servicios de una trabajadora doméstica o del apoyo voluntario sin remuneración económica por parte de parientes, se asume que en los hogares conformados por parejas del mismo sexo se asiste a la tradicional feminización de tales tareas. Lo anterior es soportado en las cifras respecto a actividades como cocinar, limpiar la vivienda, lavar y planchar, entre otras, que en el caso de los hogares de hombres reportan cifras superiores al 23%, y en los hogares de mujeres cifras superiores al 10,8%. Estos datos indican que la tercerización de estas funciones de trastienda es mayor entre los hombres, y conducen la reflexión hacia la connotación de las mismas como trabajo feminizado.

Ello, en las parejas de hombres puede interpretarse como el mantenimiento de los roles de género en el espacio doméstico, en el cual éstos conservan la tradicional distancia que les ha sido designada por la lógica heterosexista frente a lo que Bridget Anderson (2000, citada

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por Gutíerrez y Rodríguez, 2012) denomina dirty work, dado el significado de inferioridad social atribuido a las labores domésticas.

En esta misma línea las parejas de hombres tienen una mayor participación individual y conjunta en el trabajo ‘más agradable’ dentro del escenario doméstico, en el que se agrupan las labores de cuidado de los hijos y la administración del hogar, en las cuales el porcentaje de tercerización tanto en hombres como en mujeres es mínimo.

Esta reflexión, llevada a la delegación del trabajo doméstico en los hogares de mujeres la cual se supone se realiza con otra mujer, permite inferir que en tales prácticas se sedimenta la división social del trabajo con base en la lógica heteronormativa a través de la cual se comprende el trabajo reproductivo como terreno femenino, creando la correlación entre ‘mujer’ y ‘reproducción’ (Gutiérrez-Rodríguez, 2012).

Similares hallazgos han sido encontrados por Carrington (1999) para la zona de California, que hacen que el ideal hacia relaciones de igualdad esté permeado por la disponibilidad de un trabajador doméstico.

Ahora, se introduce la dimensión afectiva que Marx involucra en el trabajo doméstico, al considerarlo como ‘trabajo vivo’ (Marx 1974, citado por Gutiérrez-Rodríguez, 2012), trabajo espontáneo, no organizado y orgánico que surge de nuestra condición de existencia como seres humanos, que mantiene una dimensión tanto creativa como afectiva.

Esta mirada al trabajo doméstico lo liga al cuidado del bienestar personal, en tanto incluye la creación de un entorno agradable para la convivencia; ello lo hace un valor del que disfrutan todos aquellos que hacen uso del espacio doméstico. De tal forma que el trabajo doméstico, en cuanto trabajo afectivo, implica siempre producir bienestar, habitabilidad, afabilidad y confort.

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Algunas actividades que revelan la dimensión afectiva de las tareas cotidianas de la pareja se relacionan con cocinar y hacer mercado, las cuales fueron reportadas como realizadas de manera conjunta en un número significativo de parejas tanto de hombres como de mujeres.

A pesar de las distancias evidenciadas en los hombres para acercarse a las funciones domésticas feminizadas es importante, como lo plantea Manrique (1996), rescatar que la conformación de un hogar intragenérico remueve los cimientos de la definición de “ser hombre” desde un sistema patriarcal que lo relacionaba estrictamente con el trabajo fuera de casa, la toma de decisiones, el ejercicio de la patria potestad de los hijos. Ahora, tanto hombres como mujeres se relacionan en parejas en las cuales ninguna función se les asigna de forma natural, sino que unos y otras están llamados a tomar sus decisiones de forma personal.

A manera de conclusiones del capítulo se plantean varias cuestiones, siendo la primera, que no sólo el control de la natalidad, sino también la posibilidad de construir la vida privada en el ámbito doméstico, han aportado a la liberación de la sexualidad y la posibilidad del individuo de construir una sexualidad autónoma, separada de la reproducción y el parentesco (Giddens, 1995).

Respecto a esta afirmación, los datos presentados alimentan la discusión sobre las posibilidades existentes en las relaciones entre personas del mismo sexo, de construir reglas y prácticas igualitarias desde la dimensión del género, y desde otras como la capacidad económica, el nivel educativo o el momento generacional entre los integrantes de la pareja. Los datos presentados permiten sustentar adicionalmente que las parejas en muchos casos reafirman normas y reglas, situaciones que quedaron evidentes con los aportes económicos, la distribución del trabajo doméstico y en los procesos de toma de decisiones, que terminan revalidando los patrones de feminización del trabajo doméstico.

Otro elemento que emerge como relevante en las aproximaciones a la corresidencia en parejas del mismo sexo corresponde a la configuración de ‘lo amoroso’, que según Manrique (1996) requiere ser explorada como la dimensión antropológica y cultural más

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importante del ser humano, y que se articula con la sexualidad y el erotismo. Esta triada, desde este autor, se torna fundamental en la construcción de la realidad humana, reconociendo la necesidad de libertad y el carácter de complejidad de las relaciones amorosas.

Lo anterior, interpretado a la luz de la corresidencia en el homoerotismo, es comprendido como una expresión de la revalorización de las relaciones humanas y los valores éticos que pueden concretarse en un interés y un deseo por lo personal, lo íntimo y lo relacional. En tal sentido, desde esta perspectiva, se explicita el necesario interés de las ciencias sociales y humanas por la comprensión de lo amoroso y de todos los fenómenos que se asocian al amor: sexualidad, erotismo, enamoramiento o vida cotidiana de las parejas del mismo sexo.

Esto invita a dejar de pensar que la corresidencia en el homoeroetismo es una réplica del modelo de vida ya existente en la pareja heterosexual, el cual solo hay que rellenar a la luz de la pareja del mismo sexo (Manrique: 1996). Por el contrario, motiva a tratar esta experiencia como una cuestión de creación de un proyecto de vida dirigido a una satisfacción madura del deseo, que delinea nuevos contornos que especifican los diversos tipos de familias postradicionales en los que las reglas de lealtad y los sentimientos son más complejos, aunque solo sea porque son más desconocidos.

No obstante, no se puede caer en el plano de la idealización, sino reconocer que como construcción humana las parejas del mismo sexo están cruzadas por las mismas situaciones que permean la construcción de los vínculos: celos, violencias, infidelidad, desamor, dominación e inequidad. En este sentido se reconoce que estas relaciones se mueven en una conciencia contradictoria, de ambigüedad discursiva.

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CAPÍTULO VIII CAMBIOS Y PERMANENCIAS EN EL EMPAREJAMIENTO ENTRE PERSONAS DEL MISMO SEXO. EL VIH-SIDA Y EL TIEMPO SOCIAL

Para comprender la historia reciente de la sexualidad entre hombres y mujeres, sus cambios y transformaciones como práctica socio-cultural, es necesario tener una visión que dé cuenta de los múltiples elementos que inciden, en diferentes niveles, en los comportamientos generales y las estructuras discursivas que los nombran. De igual manera, es necesario observar los cambios en las interacciones sexuales a nivel micro social, poniendo especial énfasis en la configuración biográfica de sujetos situados en el aquí y el ahora. El VIH-SIDA constituye para nuestro análisis el catalizador del tiempo social y abarca por lo tanto dos grandes momentos en el tiempo, un período denominado antes de la epidemia, que para nuestro caso es antes de 1985 y otro que transcurre entre 1985-2011 período de emergencia, desarrollo y control del VIH-SIDA y que para efectos prácticos se ha subdividido en tres momentos.

En una primera parte del capítulo se presenta un panorama general del VIH-SIDA en Colombia teniendo en cuenta la legislación, políticas, planes, proyectos y programas (ver cuadro 8.1) que definieron no solamente un marco de política nacional sino que precisaron acciones individuales orientadas a la atención, el diagnóstico, y el tratamiento y acciones colectivas que soportan los sistemas de control y vigilancia epidemiológica; también se revisan los datos epidemiológicos, información que establece un referente para el análisis de contexto y la definición de unos períodos de tiempo con el fin de identificar cambios o continuidades en los modos en que este grupo de hombre y mujeres se relacionan sexualmente.

8.1. Panorama general del VIH-SIDA en Colombia. Desde la aparición del primer caso de VIH-SIDA documentado en Colombia en 1983 (Ministerio de Salud y ONUSIDA, 1999) hasta nuestros días, la epidemia ha marcado el

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contexto nacional no solamente por su impacto en el sector salud y en la esfera política, sino también y fundamentalmente por sus consecuencias a nivel social, familiar e individual.

Cuadro 8.1. Consolidado de Normatividad, Políticas, Planes sobre el VIH-SIDA, Colombia. AÑO

LEGISLACIÓN, POLÍTICAS, PLANES

1987

Proyecto de Ley N° 121 de 1987. Mediante el cual se dictan medidas especiales sobre la prevención y control del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, SIDA. Congreso de la República de Colombia. Proyecto de Ley N° 52 de 1990. Por el cual se establecen normas para la prevención, control y tratamiento de la infección por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana, VIH y el Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida SIDA, y se dictan otras disposiciones. Congreso de la República de Colombia. Resolución 14081 de 1991.Por la cual se establecen las normas técnico administrativas del componente de prevención y control de las enfermedades de transmisión sexual /SIDA dentro del programa de fortalecimiento y ampliación de los servicios básicos de salud. Ministerio de Salud. Constitución Política de Colombia. Establece lo relacionado con la seguridad social. Constituyente 1991. Decreto 559 de 1991. Por el cual se reglamentan parcialmente las leyes 09 de 1979 y 10 de 1990, en cuanto a la prevención, control y vigilancia de las enfermedades transmisibles, especialmente lo relacionado con la infección por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana, HIV, y el síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida, SIDA, y se dictan otras disposiciones en la materia. Ministerio de Salud. Ley 100 de 1993. Por la cual se crea el Sistema de Seguridad Social Integral y se dictan otras disposiciones. Congreso de la República de Colombia. Proyecto de Ley N° 139 de 1993. Por el cual se adoptan normas sobre el contagio por el VIH, se establecen sistemas para la protección de la familia y la intimidad de las parejas y se dictan otras disposiciones. Congreso de la República de Colombia. Decreto 1571 de 1993. Por el cual se reglamenta parcialmente el Título IX de la Ley 09 de 1979, en cuanto a funcionamiento de establecimientos dedicados a la extracción, procesamiento, conservación y transporte de sangre total o de sus hemoderivados, se crean la Red Nacional de Bancos de Sangre y el Consejo Nacional de Bancos de Sangre y se dictan otras disposiciones sobre la materia. Ministerio de Salud. Resolución 3715 de 1994. Por el cual se reglamentan actividades en materia de Salud Ocupacional. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Resolución 5261 de 1994. Por medio de la cual se define el Manual de Actividades, Intervenciones y Procedimientos del Plan Obligatorio de Salud en el Sistema General de Seguridad Social en Salud. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Decreto 1543 de 1997. Por el cual se reglamenta el manejo de la Infección por el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), el Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) y las otras enfermedades de transmisión sexual (ETS). Ministerio de la Protección Social. Acuerdo 053 de 1997. Por el cual se modifica el Manual de Medicamentos y Terapéutica del Sistema General de Seguridad Social en Salud en lo correspondiente al listado de medicamentos para el tratamiento de la infección por VIH-SIDA. Ministerio de Salud. Acuerdo 117 de 1998. Por el cual se establece el obligatorio cumplimiento de las actividades, procedimientos e intervenciones de demanda inducida y la atención de enfermedades de interés en Salud Pública. Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud. Resolución 412 de 2000. Por la cual se establecen las actividades, procedimientos e intervenciones de demanda inducida y obligatorio cumplimiento y se adoptan las normas técnicas y guías de atención para el desarrollo de las acciones de protección específica y detección temprana y la atención de

1990

1991

1991 1991

1993 1993

1993

1994 1994

1997

1997

1998

2000

214

enfermedades de interés en salud pública. Guía de atención en VIH-SIDA. Ministerio de la Protección Social. 2002 Acuerdo 245 de 2002. Por el cual se establece la política de atención integral de patologías de alto costo, para los regímenes contributivo y subsidiado del SGSSS. Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud. 2002 Acuerdo 228 de 2002. Por medio del cual se actualiza el Manual de Medicamentos del Plan Obligatorio de Salud y se dictan otras disposiciones. Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud. 2003 Resolución 3186 de 2003. Por la cual se define el mecanismo de distribución excepcional de pacientes con VIH -SIDA e Insuficiencia Renal Crónica en el Régimen Contributivo en desarrollo del artículo 3 del Acuerdo 245 del Consejo de Seguridad Social en Salud. Ministerio de la Protección Social. 2004 Acuerdo 282 de 2004. Por el cual se fija el valor de la Unidad de Pago por Capitación del Plan Obligatorio de Salud de los Regímenes Contributivo y Subsidiado para el año 2005 y se dictan otras disposiciones. Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud. 2005 Acuerdo 306 de 2005. Por medio del cual se define el Plan Obligatorio de Salud del Régimen Subsidiado. Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud. 2005 Ley 972 de 2005. Por el cual se adoptan normas para mejorar la atención por parte del estado colombiano de la población que padece de enfermedades ruinosas o catastróficas, especialmente el VIH-SIDA. Congreso República de Colombia. 2005 Documento CONPES 91. Definición de Objetivos de Desarrollo del Milenio. Departamento Nacional de Planeación. 2006 Resolución 3442 de 2006. Adoptan las Guías de Práctica Clínica basadas en evidencia para la prevención, diagnóstico y tratamiento de pacientes con VIH – SIDA y enfermedad renal crónica y las recomendaciones de los Modelos de Gestión Programática en VIH-SIDA y de Prevención y Control de la Enfermedad Renal Crónica. Ministerio de la Protección Social. 2006 Decreto 2323 de 2006. Por el cual se reglamenta parcialmente la Ley 9ª de 1979 en relación con la Red Nacional de Laboratorios y se dictan otras disposiciones. Ministerio de la Protección Social. 2006 Decreto 3518 de 2006. Por el cual se crea y reglamenta el Sistema de Vigilancia en Salud Pública y se dictan otras disposiciones. Ministerio de la Protección Social. 2006 Resolución 3442 de 2006. Por la cual se adoptan las Guías de Práctica Clínica basadas en evidencia para la prevención, diagnóstico y tratamiento de pacientes con VIH-SIDA y Enfermedad Renal Crónica y las recomendaciones de los Modelos de Gestión Programática en VIH-SIDA y de Prevención y control de la Enfermedad Renal Crónica. Ministerio de la Protección Social. 2006 Acuerdo 336 de 2006. Por el cual se actualiza parcialmente el Manual de Medicamentos del Plan Obligatorio de Salud, se incluyen otras prestaciones en los Planes de Beneficios de los Regímenes Contributivo y Subsidiado, se modifica el valor de la UPC para el 2006 y se dictan otras disposiciones. Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud. 2007 Ley 1122 de 2007. Por el cual se hacen algunas modificaciones al Sistema General de Seguridad Social en Salud y se dictan otras disposiciones. Congreso de la República de Colombia. 2007 Circular 063 de 2007. Cobertura de servicios de salud y la obligatoriedad para la realización de las pruebas diagnósticas y confirmatorias para VIH. Ministerio de la Protección Social. 2007 Plan Nacional de Salud Pública. Se afirma y ratifica la prioridad frente a las enfermedades transmisibles de mayor impacto, entre otras, las infecciones de transmisión sexual, el VIH-SIDA. Ministerio de la Protección Social. 2008 Plan Nacional de Respuesta ante el VIH y el SIDA, Colombia 2008 – 2011. El Plan tiene como finalidad global contribuir al logro del acceso universal a los servicios de promoción, prevención, atención y apoyo en VIH-SIDA. Ministerio de la Protección Social, UniSIDA. 2009 Acuerdo 08 de 2009. Por el cual se aclaran y actualizan integralmente los planes obligatorios de salud de los regímenes contributivo y subsidiado. Comisión de Regulación en Salud CRES. 2011 Acuerdo 029 de 2011. Por el cual se sustituye el Acuerdo 028 de 2011 que define, aclara y actualiza integralmente el Plan Obligatorio de Salud. Comisión de Regulación en Salud CRES. Fuente: Construcción propia a partir de revisión de la legislación, 2013.

215

Colombia es el país con la segunda mayor concentración de personas viviendo con VIHSIDA en Latinoamérica según el estudio sobre prevalencia del VIH, comportamiento sexual y circuncisión en hombres que tienen sexo con hombres en Bogotá (UNAIDS, 2010); para el 2012 la epidemia se considera concentrada, dado que la prevalencia en por lo menos una de las poblaciones con factores de vulnerabilidad, como es el caso de hombres que tienen sexo con hombres (HSH), supera el 5% (UNGASS, 2012). Además la tendencia es creciente y la población de mayor afectación por edad está en el grupo de 20 a 25 años (UNGASS, 2012).

En Colombia la prevalencia de VIH-SIDA se ha apoyado en los estudios centinelas realizados de forma periódica, en el año 2009 se realizó el VII y último estudio centinela de VIH en gestantes y la prevalencia encontrada en este grupo poblacional fue de 0.22%, lo que de alguna forma perfila al país como de baja prevalencia (UNGASS, 2012).

En estudios realizados en poblaciones vulnerables como en el caso de los HSH, se reportan prevalencias superiores al 5%: Cali 24,1%, Bogotá 15% y Barranquilla 13,6% como las ciudades con mayor prevalencia, seguidas por Cúcuta 10,9%, Cartagena 10%, Medellín 9,1% y Pereira 5,6% (Minsalud-UNFPA, 2010) y en el Estudio sobre Prevalencia del VIH, comportamiento sexual y actitudes hacia la circuncisión realizado en Bogotá con HSH se encontró una prevalencia de 12,1% para esta población (UNAIDS, 2010).

Con relación a la mortalidad por VIH-SIDA, el acumulado de muertes desde el año 1991 a 2011 es de 37.041 y en el año 2011 se reportaron 2.088 muertes asociadas a la epidemia (UNGASS, 2012). Para el año 2006 el DANE reportó una relación de mortalidad de hombre: mujer de 5:1 (Modelo de atención programática VIH-SIDA, 2006), y la tasa de mortalidad por SIDA en el país en el 2011 (dato preliminar) fue, según el DANE, de 4,53 por 100.000 habitantes, siendo la mortalidad en los hombres 7,0 y en las mujeres 2,1 por 100.000 habitantes (Gráficos 8.1 y 8.2).

Al observar los datos de la mortalidad no se encuentra aumento de los casos y se pueden considerar la atención integral y la disponibilidad de terapia antirretroviral –TAR- como

216

efectos positivos y en sentido contrario, el aumento de los eventos de mortalidad pueden asociarse con un diagnóstico tardío en el estadío de clasificación de la enfermedad SIDA, dificultades para el acceso a la terapia antirretroviral y baja percepción de riesgo o vulnerabilidad (UNGASS, 2012).

Gráfico 8.1. Tasa de mortalidad por SIDA por 100.000 habitantes. Colombia, 1991-2011

Fuente. Estadísticas Vitales-DANE- 1991-2011. Preliminar año 2011

Gráfico 8.2. Tasa de mortalidad por SIDA por sexo por 100.000 habitantes. Colombia 1998 – 2011

Fuente. Base de datos de mortalidad DANE, 1988-2011. Procesado por el Observatorios Nacional de la Gestión en VIH-MPS. Dato preliminar año 2011

Actualmente la cobertura en aseguramiento de la población afiliada al Sistema General de Seguridad Social en Salud –SGSSS- es

del 92.1%,

incluyendo los afiliados a los

regímenes Contributivo, Subsidiado y Especiales y para todos se garantiza la atención y tratamiento en caso de estar diagnosticados con VIH-SIDA, según lo dispuesto en el Acuerdo 029 de 2011,

y un 7.9% es población pobre no afiliada cuya atención es

responsabilidad de los entes territoriales (UNGASS 2012) estimándose que en los últimos siete años el manejo del VIH-SIDA ha comprometido el 0,5% del gasto en Salud y el 1% del gasto en Seguridad Social (Modelo de Gestión Programática del VIH-SIDA, 2006).

217

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio ODM definidos en el año 2000 establecen a nivel mundial para los gobiernos participantes, el referente en la definición de esfuerzos y acciones para mejorar las condiciones de salud de las comunidades y Colombia en el documento CONPES 91 de 2005 define sus compromisos. Con relación al Objetivo 6: Combatir el VIH-SIDA, la malaria y el dengue, una de las metas a nivel universal es detener y comenzar a reducir, para el año 2015, la propagación de la epidemia VIH-SIDA; a nivel nacional se establecen las siguientes metas:

- Para 2015 haber mantenido la prevalencia de infección por debajo del 1,2%, en población general de 15 a 49 años de edad. Línea de Base 2004: 0.7% - Establecer una línea de base en el quinquenio 2005-2010 para lograr medir la mortalidad por VIH-SIDA y reducirla en 20% durante el quinquenio 2010-2015. - Reducir en 20% la incidencia de transmisión madre-hijo durante el quinquenio 2010- 2015, en comparación con el quinquenio 2005 – 2010. - Para 2010 aumentar en un 15% la cobertura de terapia antiretroviral a las personas que la requieran, y para 2015 aumentar esta cobertura en un 30%. Línea de Base 2003: 52,3%.

Basado en los compromisos adquiridos por los gobiernos para los ODM y a partir de la Sesión Especial de la Asamblea de Naciones Unidas sobre VIH-SIDA (UNGASS) de junio del 2001, se define como estrategia fundamental la implementación y mantenimiento de un Plan Intersectorial para la prevención y control de la epidemia en el país, dentro de la Política Nacional de Salud Sexual y Reproductiva.

Dentro del plan se definen como ejes temáticos la coordinación interinstitucional e intersectorial, evaluación y monitoreo, la promoción y prevención y la atención y apoyo; y se definen acciones para dar respuesta a estos ejes enfocadas en el desarrollo de la vigilancia en salud pública, la coordinación interinstitucional a nivel nacional y regional, la capacitación de docentes en educación básica y media, la implementación de programas de promoción, prevención y atención en salud sexual y reproductiva, estudios sobre

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comportamientos sexuales en diferentes grupos poblacionales, la implementación de estrategias de información, educación y comunicación (IEC), la capacitación de funcionarios de salud, la actualización y divulgación de guías de prevención y atención integral en infecciones de transmisión sexual y VIH-SIDA y la consolidación del fondo de medicamentos antirretrovirales.

En el año 2004 la línea de base para Colombia estaba en el 0.7%, sin superar lo establecido - cerca de 171.500 casos (Plan Nacional de Respuesta para el VIH-SIDA, 2008) - y el esfuerzo se enfoca a seguir manteniendo las cifras por debajo del 1.2%.

Con relación al tratamiento con antirretrovirales, según el documento de la OMS/OPS Tratamiento antirretroviral de la infección por el VIH en adultos y adolescentes en Latinoamérica y el Caribe (2007) “el número estimado de personas que recibe tratamiento para el VIH se ha ido incrementando gradualmente y a pesar de variaciones considerables entre países, inclusive en el ámbito de un mismo país, la cobertura global a fines del año 2005 alcanzaba el 74% (55-96%)” (Plan de Respuesta ante VIH-SIDA 2008- 2011, p. 9).

En el informe UNGASS (2012), se presenta la información de los casos notificados de VIH-SIDA en Colombia entre 1983 y 2011 y se observa un crecimiento constante de los casos diagnosticados (Gráfico 8.3), sin embargo entre los años 1.987 y 1.995-96 el aumento de los casos es notorio con un período de estabilización entre los años 1996 y 2001-2005 y un nuevo período de aumento a partir del año 2006.

Según el informe Perfil Epidemiológico del VIH-SIDA en Colombia 2012 (con corte a Diciembre 31 de 2011), presentado por el Ministerio de Salud y Protección Social: La tendencia general es de incremento en la frecuencia de casos notificados que puede obedecer a factores como el crecimiento de casos de infecciones recientemente adquiridas, mayor acceso a la asesoría y prueba voluntaria, efecto de una posible disminución de barreras administrativas para autorización de los servicios y la oferta de la prueba a toda gestante en el país normada en la Resolución 412 de 2000, y a su vez, fortalecida con la estrategia para la reducción de la transmisión perinatal del VIH y la sífilis congénita.

219

En el país, el proceso de diagnóstico, asesoría pre y pos prueba, la oferta de tratamiento y seguimiento del paciente infectado está contemplado dentro del POS lo que garantiza una atención oportuna a los servicios de salud (pp. 18 y 19). Sin embargo en el estudio Factores de vulnerabilidad a la infección por VIH en mujeres que se realizó en las ciudades de Barranquilla, Bogotá, Bucaramanga y Cali en el año 2008, se encontró que las mujeres relegan su bienestar al cuidado de los otros y que pueden estar por fuera de las actividades de diagnóstico contempladas en los planes de beneficios cuando se condicionan las pruebas al estado de gestación (UNGASS, 2012).

Gráfico 8.3. Casos notificados de VIH y SIDA. Colombia 1985 -2011

Fuente: Base de datos VIH-INS 1985 a corte 31 de diciembre de 2011. Procesamiento: Observatorio Nacional de la Gestión en VIH-MSP

Gráfico 8. 4. Distribución por estadío clínico.

Fuente: Base de datos VIH-INS 1985 a corte 31 de diciembre de 2011. Procesamiento: Observatorio Nacional de la Gestión en VIH-MSP

220

En el informe Perfil Epidemiológico del VIH-SIDA en Colombia (UNGASS, 2012), se presenta el estadío clínico -VIH-SIDA- (ver gráfico 8.4) y se evidencia una disminución de los casos de SIDA y aumento de los casos de VIH con una relación para 2004 de 1:12 y para 2011 de 1:4, situación que puede estar relacionada con un diagnóstico oportuno, terapia antirretroviral definida en las guías de manejo colombianas, avance en las tecnologías médicas y una mejor información y comprensión de la enfermedad.

Considerando la distribución territorial y teniendo en cuenta los departamentos del Eje Cafetero, se encuentra con relación al reporte nacional de 17,4 por 100.000 habitantes, que el departamento del Quindío es el que mayor número de casos reporta con 32,9, seguido por Risaralda con 23,1 y con menor número de casos Caldas con 14,3. El mayor reporte lo tiene barranquilla con 33.3 por cada cien mil habitantes.

Para la distribución por grupos de edad se observa una mayor presencia en el grupo de 20 a 39 años, teniendo el grupo de 25 a 29 años 1.212 casos (18,1%), seguido muy de cerca por el grupo de 30 a 34 años de edad con 1.090 (16,3%), (UNGASS, 2012). Es decir, estamos hablando de una enfermedad que se concentra en edades reproductivas y productivas justo después del período de debut sexual.

Gráfico 8.5. Casos notificados de VIH y SIDA. Distribución por año y edad. Colombia 1983 - 2011

Fuente: Base de datos VIH-INS 1985 a corte 31 de diciembre de 2011 Procesamiento: Observatorio Nacional de la Gestión en VIH-MSP

221

En la distribución por sexo se encuentra en el acumulado de la epidemia un 74,0% para hombres y 26,0% para mujeres y la razón de masculinidad desciende de 10:1 en la década de los noventa a 2,6 en el 2011(UNGASS, 2012).

Al analizar los mecanismos probables de transmisión de mayor participación se encontró para el año 2011 como el 98,3% corresponde a la transmisión sexual, las relaciones heterosexuales representan el mayor número de eventos (ver gráfico 8.6), no se encuentra correspondencia con prácticas sexuales seguras que incluyan el uso de condón como uno de los medios de protección, según lo reportado por la Encuesta Nacional de Demografía y Salud –ENDS-(2010) y el Informe Perfil Epidemiológico VIH-SIDA Colombia (UNGASS, 2012). Es particularmente notorio como en nuestro país a diferencia de reportes de otros contextos latinoamericanos la epidemia no está concentrada en HSH o trabajadoras sexuales, sino que el reporte indica los contactos heterosexuales como vía de trasmisión. Esta situación es importante de considerar y está en sintonía con los hallazgos de esta investigación en relación con trazas rizomáticas de una sexualidad que imbrica heterohomoerotismo.

Gráfico 8.6. Casos notificados de VIH y SIDA. Distribución por mecanismo probable de transmisión. Colombia 1983 - 2011

Fuente: Base de datos VIH-INS 1985 a corte 31 de diciembre de 2011 Procesamiento: Observatorio Nacional de la Gestión en VIH-MSP.

222

Los mecanismos de transmisión están científicamente definidos pero más allá de ellos es necesario considerar otras situaciones que los potencian y es pertinente resaltar lo expuesto en la Encuesta Nacional de Demografía y Salud –ENDS- (2010): Si bien Colombia no está exenta de este problema, la mayoría de su población identifica y visualiza el VIH-SIDA como un “problema de otros” y lógicamente, su transmisión está relacionada con la desigualdad en las relaciones sociales y sexuales entre hombres y mujeres, con la deficiente educación sexual que existe en el país, con el estilo de comportamientos de la población, con los valores, creencias, tabúes; con los patrones de cultura machista, con la falta total de involucramiento, con la ignorancia y concepción equivocada de que el SIDA es propio de otras culturas y otros países. Todos estos problemas son aliados para la expansión de esta enfermedad, principalmente en grupos más vulnerables, como son las mujeres, los adolescentes y jóvenes y la población de las áreas marginales (p 305).

8.2. VIH-SIDA y definición de las cohortes de emparejamiento La información sobre legislación, planes y programas y los datos epidemiológicos orientan los momentos de corte que fundamentan la definición de las cohortes de emparejamiento del presente estudio, así momento I: Antes de 1985, II: Entre 1985– 1996, III: Entre 1997– 2004 y IV: Entre 2005 – 2011.

Momento I: Se considera el período de tiempo durante el cual el VIH-SIDA todavía no había aparecido formalmente en el referente epidemiológico del país, no se había presentado la enfermedad, dado que solo hasta 1983 y de manera retrospectiva se hizo el primer diagnóstico de VIH-SIDA en Colombia (Morales, 2011). La sociedad todavía no se había confrontado con esta realidad y sus implicaciones a nivel de todas las esferas que desbordarían el ámbito del sector salud, y señalaría los comportamientos y relaciones establecidas entre las personas.

Momento II: El Estado colombiano comenzó a pronunciarse frente al VIH-SIDA, es durante este período de tiempo que se da un crecimiento exponencial de la epidemia, se presentaron los primeros proyectos de ley y las primeras definiciones operacionales para el manejo de la patología, “Durante este primer período, 1983 – 1990, Colombia carece de

223

instrumentos jurídicos y de una infraestructura científica, administrativa y económica que le permitiera prevenir y controlar un síndrome nuevo y creciente y que podía cobrar dimensiones epidémicas: el SIDA.” (Morales, 2011:56).

Además, durante este período se presentan varios hechos trascendentales para el país como son la constituyente y posterior definición de la nueva Carta Magna del país, expresada en la Constitución de 1991 y la reforma conceptual y estructural para el sector salud, definida en la Ley 100 de 1993, que implicó cambiar del Sistema Nacional de Salud al Sistema General de Seguridad Social en Salud y además hacer la transición entre un modelo centralizado del manejo administrativo y económico a un modelo descentralizado, incluyendo también planes de beneficios para la población colombiana; se dictan medidas especiales sobre la prevención y el control del SIDA incluyendo las normas técnico administrativas y la ampliación de los servicios básicos de salud no sólo para el SIDA sino también para las Enfermedades de Transmisión Sexual ETS, se establecen sistemas para la protección de la familia y la intimidad de las parejas, se definen las normas para el funcionamiento de establecimientos dedicados a la extracción, procesamiento, conservación y transporte de sangre total o de sus hemoderivados, se crean la Red Nacional de Bancos de Sangre y el Consejo Nacional de Bancos de Sangre, se establecen también actividades en materia de Salud Ocupacional para dar cobertura al personal expuesto al riesgo biológico y se incluye el manejo del VIH-SIDA en el Plan de Beneficios (Plan Obligatorio de Salud POS). En este período la mortalidad se incrementó en ausencia de un tratamiento cierto y la debilidad institucional.

Momento III: Se evidencia el gran esfuerzo estatal y se establece el marco normativo y operativo, orientado a su vez por lineamientos internacionales, para atender las demandas de Salud Pública motivadas por la presencia del VIH-SIDA, se amplía el Manual de Medicamentos y Terapéutica en lo relacionado con los medicamentos para el tratamiento de la infección por VIH-SIDA y se establecen la actividades, procedimientos e intervenciones de demanda inducida y las normas técnicas y guías de atención para el desarrollo de las acciones de protección específica y detección temprana y la atención de enfermedades de interés en salud pública incluyendo la guía de atención VIH-SIDA, se

224

establece la política de atención integral para las patologías de alto costo, denominadas también como enfermedades ruinosas o catastróficas y definidas como aquellos eventos que se caracterizan por una baja efectividad en la modificación del pronóstico y representan un alto costo económico, administrativamente se revisa la distribución de la población entre los diferentes aseguradores y se hacen los ajustes económicos para la Unidad de Pago por Capitación UPC con el fin de cubrir las atenciones definidas.

Se presentó durante este período una estabilización en el número de casos nuevos, la mortalidad por VIH-SIDA era la constante, no había tratamiento curativo para la enfermedad y se documenta una mayor protección por parte de la población (Pecheny, 2000).

Momento IV: Hay fortalecimiento del marco legislativo y de políticas públicas y una mayor presencia de organismos internacionales, se define la ley para mejorar la atención de la población colombiana con VIH-SIDA, además con los ODM se expresa la voluntad política nacional y mundial como responsabilidad

imperativa de los gobiernos frente a sus

poblaciones, se adoptan las guías de práctica clínica basadas en evidencia

para la

prevención, diagnóstico y se garantiza el tratamiento con medicamentos antirretrovirales, se reglamentan la Red Nacional de Laboratorios y el Sistema de Vigilancia Epidemiológica en Salud Pública, se definen el Plan Nacional de Salud Pública y el Plan Nacional de respuesta ante el VIH y el SIDA.

Se tiene evidencia científica de curación de los casos de VIH-SIDA, la enfermedad ya no es mortal, se espera el aumento en la esperanza y calidad de vida de los portadores, sin embargo, se presenta un nuevo aumento de casos, explicados tal vez por el exceso de confianza en la respuesta médica y el sentimiento de no vulnerabilidad en las poblaciones más jóvenes que son quienes presentan el mayor aumento de los eventos.

Cada uno de estos momentos, tomando al VIH-SIDA como referente central, constituye una cohorte de emparejamiento donde se inician historias de pareja; la distribución de las

225

diferentes relaciones de pareja por cohorte de emparejamiento y de nacimiento de los entrevistados, puede apreciarse en el Cuadro 8.2.

Cuadro 8.2. Distribución porcentual de las relaciones de pareja por cohorte de nacimiento y de emparejamiento. Eje cafetero, 2011. HOMBRES MUJERES Cohorte de Cohorte de emparejamiento Cohorte de emparejamiento nacimiento Total Hasta 1984 1985-1996 1997-2004 2005-2011 Total Hasta 1984 1985-1996 1997-2004 2005-2011 (N=936) (N=74) (N=156) (N=242) (N=464) (N=700) (N=26) (N=89) (N=186) (N=399) Hasta 1970 32,4 95,9 58,3 23,1 18,3 23,3 96,2 46,1 26,3 12,0 1971-1983 32,0 4,1 40,4 49,6 24,6 32,0 3,8 52,8 39,2 25,8 1984-1993 35,6 0,0 1,3 27,3 57,1 44,7 0,0 1,1 34,5 62,2 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el eje cafetero.

Existe un pequeño número de historias de pareja ocurridas antes de la aparición del VIHSIDA, estas equivalen al 7,9% en hombres y el 3,7% en mujeres. En el período 1985-1996 dieron inicio el 16,7% de las parejas en los hombres y el 12,7% en mujeres. Y en los períodos siguientes se acumula el 75,3% y 83,6% del total de relaciones ocurridas entre hombres y entre mujeres, respectivamente, notándose que la mayor cantidad de historias ocurre en el período 2005-2011 (49,5% hombres y 57% mujeres).

Las pocas historias de pareja reportadas para el período antes del SIDA puede ser explicada por dos razones, de un lado, porque la relación amorosa y la construcción de pareja entre hombres y entre mujeres no era considerado como posible para la sociedad y además porque no estaba en el contexto colombiano de manera visible el discurso gay-lésbico (Gallego, 2007), además metodológicamente los mayores de 40 años fue el grupo poblacional de más difícil acceso, sobre todo en las mujeres.

Por cohortes de nacimiento se encuentra que los nacidos entre los años 1984 – 1993 son quienes reportan un mayor número de historias de pareja (35,6% para los hombres y 44,7% en las mujeres), las cuales ocurrieron en mayor medida en la cohorte de emparejamiento 2005 y 2011, que corresponde al momento histórico en el cual se define el VIH-SIDA como una enfermedad que no necesariamente es mortal y tiene tratamiento por la irrupción

226

en el medio científico de los medicamentos antirretrovirales, definiéndose guías y protocolos de manejo por grupos poblacionales.

En las historias de pareja surgidas en el período 1997-2004 son las personas entre los 28 y 40 años de edad quienes mayor contribución hacen con el 49,6% en hombres y el 39,2% en mujeres; en la cohorte de emparejamiento 1985 – 1996, en los hombres el mayor aporte de historias lo realizan los mayores de 41 años, en las mujeres corresponde a la cohorte intermedia, es decir, las entrevistadas entre 28 y 40 años de edad. Como era de esperarse son las personas mayores de 41 años las que más aportan a la cohorte de emparejamiento antes de la irrupción del VIH-SIDA.

8.3 Emparejamiento entre personas del mismo sexo en la era del sida: cambios y transformaciones en el tiempo social. Las expresiones amorosas entre personas del mismo sexo en espacios públicos o privados están condicionadas por patrones culturales y sociales y permeadas por el mayor o menor grado de homofobia, además en el lenguaje cotidiano se acuñaron diferentes denominaciones para referirse al otro/otra en el marco de una relación, tales como ‘la pareja, ‘novio’ y ‘novia’ (Gallego, 2007), de igual forma se empiezan a hacer visibles diferentes elementos que denotan la institucionalización de las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo. Entre estos elementos se encuentran los sitios de encuentro y el conocimiento familiar de la relación de pareja.

Los sitios de encuentro para establecer relaciones entre personas del mismo sexo responde no solamente a particularidades locales sino que puede considerarse como la configuración geográfica del deseo homoerótico. En el presente estudio se documenta que los sitios para establecer encuentros entre personas del mismo sexo, tanto para hombres como para mujeres, y de manera general para los diferentes grupos de edad según las cohortes de nacimiento, están centrados en la calle y el bar gay, sin establecer diferencias entre el antes y el después de la aparición del VIH-SIDA (ver gráfico 8.7); para las cohortes 1985-1996 y 1997- 2004 la fiesta es todavía un lugar de conocimiento importante tanto para hombres

227

como para mujeres; llama la atención que la internet empieza a ser tenida en cuenta en la cohorte de emparejamiento

2005 – 2011 que como se mencionó presenta el mayor

porcentaje de eventos de emparejamiento entre jóvenes.

Total

Hasta 1984

1985‐1996

1997‐2004

2005‐2011

Gráfica 8.7. Distribucion porcentual de los lugares de ligue por cohortes de  emparejamiento.  Eje cafetero, 2011 22,2 20,7

Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela Universidad Bar Heterosexual Otro

20,1 23,9 16,2

12,3 7,2 9,0 9,5 6,3 11,7

8,2 6,0 6,3 6,7 13,6 29,3

Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela Universidad Bar Heterosexual Otro

30,1 14,9

11,8 3,7

2,7

11,2 8,3 9,9

16,1 9,1 7,5 4,8

4,5 18,2

17,9

30,1

Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela Universidad Bar Heterosexual Otro

34,8 15,4

9,0 0,0

1,1

9,6

10,1 11,2 10,1

6,4 11,5 2,6

Mujeres

1,1

24,4

22,6

Hombres

32,4

Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela Universidad Bar Heterosexual Otro

35,5 14,9

11,5 0,0 0,0 4,1

3,8 3,8

8,1 14,9

7,7 5,3

3,7

20,2

34,0

26,2

Calle Bar Gay Internet Fiesta Trabajo Escuela Universidad Bar Heterosexual Otro

25,0 17,9

18,3 9,0 8,9 6,8 8,8 5,3

8,0 9,9 9,2 9,0 5,2

17,1

40

30

20

15,5

10

0

10

20

30

40

Porcentaje

Socialmente los sitios de encuentro se ven afectados por la dinámica propia de las comunidades y en esta dinámica es importante tener en cuenta el desarrollo tecnológico que ofrece otras posibilidades como el contacto a través de la red. Con la información indicada

228

en la gráfica 8.7 se reafirma lo encontrado por Gallego (2007) en términos de una tendencia hacia la institucionalización de la vida gay-lésbica que se ha visto marcada y transformada no solo por la irrupción del VIH-SIDA, sino por el tránsito entre un modelo y unas prácticas socio-sexuales de la época “del ambiente” a otras, un tanto diferentes, con el predominio de la subcultura gay. Las coordenadas de este proceso de institucionalización son:

1. La extensión del emparejamiento entre personas del mismo sexo como “el modelo” de resolución erótica-afectiva, que incluye la normalización y regulación de la afectividad gay-lésbica con la afectividad heterosexual, mediante el desarrollo normativo por parte del Estado expresado en sendas sentencias de la Corte Constitucional referidas al tema - ver capítulo 6-.

2.

El proceso de salida del closet o coming out40, como experiencia colectiva propia de la subcultura gay-lésbica, y la estructura familística de la sociedad colombiana tienden a derivar en una articulación no antagónica del emparejamiento entre personas del mismo sexo en el esquema de la “gran familia parental” y por lo tanto, en su institucionalización como una forma alternativa de proveer afecto y cuidado a alguno(s) de su miembros.

3. El aumento del ligue en el bar gay y la internet como instituciones que tienden a concentrar el mercado sexo-afectivo entre personas del mismo sexo, marcado por indicadores de clase social, desplazando espacios convencionales de interacción sexual como la calle y la fiesta-reunión.

Como lo menciona Gallego (2007) en su investigación para el contexto mexicano, la institucionalización, desde el punto de vista espacial, aporta lugares concretos, específicos y bien delimitados de interacción homosexual (Guasch, 1995) y regula el mercado sexual mediante una oferta variada de espacios donde es posible una mayor productividad en los El proceso de coming-out puede ser leído de múltiples maneras. En esta investigación se considera que el conocimiento que tienen las familias de los entrevistados de las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo puede ser un indicador de este proceso.

40

229

encuentros sexuales (Guasch, 1995). En este orden de ideas, el bar gay y el uso de la internet con fines socio-sexuales constituyen una de las expresiones del proceso de institucionalización de la vida gay en diferentes contextos urbanos. La gráfica 8.7 aporta elementos para esta discusión, al mostrar cómo en los últimos 30 años se ha dado el desplazamiento-consolidación de ciertos lugares con fines socio-sexuales. Es decir, la emergencia, uso, apropiación y desuso de los lugares no es una cuestión sólo de preferencias individuales, es producto de la forma como en la historia social se ha ido configurando una geografía del deseo homoerótico.

Antes de la irrupción del SIDA, las formas de conocimiento entre hombres y entre mujeres en el Eje Cafetero no tenían fronteras espaciales; cerca del 85% de las parejas ocurridas antes de 1985 tuvieron como punto de encuentro un lugar abierto y no especializado “solo para hombres” o “solo para mujeres”. Con el advenimiento del discurso gay se inicia un proceso de institucionalización de la vida erótica-afectiva entre personas del mismo sexo, tendiendo a reducir esta experiencia a lugares y zonas concretas. Reflejo de ello es la disminución del ligue en la calle que pasa del 32,4% en hombres y el 35,5% en las mujeres antes de 1985 a cerca del 20% en el período comprendido entre 2005-2011.

La

disminución del ligue callejero y el aumento de éste en el bar gay y la internet hablan de esa canalización de la oferta y la demanda sexual, de la asertividad en la conquista, de la productividad sexual que menciona Guasch (1995). Pero además no puede olvidarse que la pérdida de centralidad del ligue callejero puede estar asociada a la sensación de inseguridad que representa este espacio en la sociedad colombiana.

En general, la institucionalización del ligue conlleva una resignificación y uso de espacios como los ‘lugares’ para el conocimiento de personas del mismo sexo con las cuales se podría construir una relación de pareja. Entre el bar y la internet se concentra el 36% del ligue entre personas del mismo sexo en el último período de tiempo, toda una revolución en materia de desarrollo institucional con fines socio-sexuales.

En la Encuesta 7 (2011), se halló cómo los lugares preferidos de los HSH para conocer otros varones son los bares, discotecas, tabernas y lugares swinger. En segundo lugar, por

230

medio de otras personas, y por último, a través de páginas de internet y/o otros medios de comunicación través de otras personas, en Pereira, específicamente, el 63,2% consiguió las parejas ocasionales a través de otras personas, un 38,3% en bares, discotecas, tabernas, lugares swinger y otros lugares, y el 24,2% en páginas de internet y otros medios de comunicación.

Los datos anteriores denotan los bares, discoteca, tabernas como los sitios de encuentro con mayor porcentaje para establecer relaciones con personas del mismo sexo y coinciden con los hallazgos del presente estudio en donde el bar gay reporta las mayores frecuencias.

Gráfica 8.8. Conocimiento de la relación de pareja por parte de la familia del entrevistado, por cohorte de emparejamiento. Eje cafetero, 2011 70

Porcentaje

60 50 40 30

Hombres

20

Mujeres

10 0 Hasta 1984

1985‐1996

1997‐2004

2005‐2011

Cohorte de emparejamiento

El conocimiento por parte de la familia y de la sociedad de la condición de emparejamiento entre personas del mismo sexo y de la preferencia sexual de alguien, proceso que se ha denominado ‘salida del closet’, implica una revelación del individuo frente a sí mismo y su entorno de la condición más íntima como es la sexualidad. “El proceso de salida del closet tiene su mayor nivel de profundización cuando los depositarios de tal conocimiento son los miembros de la familia y cuando lo contado no es simplemente la preferencia sexual sino la existencia de una relación de pareja con otro varón” (Gallego, 2007:)

231

La gráfica 8.8 muestra el comportamiento de la variable conocimiento de la relación de pareja por parte de la familia del entrevistado, en las diferentes cohortes de emparejamiento. Se aprecia un incremento paulatino del conocimiento de la relación de pareja por parte de la familia, para los hombres pasa del 32% en la cohorte de emparejamiento hasta 1984 al 65,9% en la cohorte de 2005-2011, y para las mujeres empieza en un 53,6% para la primera cohorte hasta el 60,8% en la última cohorte. Este incremento ratifica la expansión de la institucionalización y normalización del afecto entre personas del mismo sexo.

En las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo se abordan situaciones que son comunes con el emparejamiento heterosexual y que dan cuenta de su dinámica interna, una de ellas está relacionada con el desempeño de la sexualidad, si existe o no la exclusividad y el uso de medidas de protección en las relaciones sexuales; otros factores explican la duración de las relaciones de pareja, sus factores asociados, la corresidencia y las causas de ruptura.

Porcentaje

Gráfica 8.9. Exclusividad sexual en relaciones de pareja por cohortes de emparejamiento. Hombres. Eje cafetero, 2011. 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0

Hasta 1984 1985‐1996 1997‐2004 2005‐2011 Cerrada

Abierta para  Abierta para  Abierta para  ambos el  la pareja entrevistado

En términos de exclusividad sexual se encontró que el modelo de pareja cerrada tiene los mayores porcentajes en todas las cohortes de emparejamiento, seguida muy de lejos del tipo de relación abierta para ambos, sólo para el entrevistado o solo para la pareja. Todo parece indicar que el modelo de pareja cerrada ha venido en aumento en los hombres y en las

232

mujeres en los últimos 27 años, tal vez como reflejo del proceso de institucionalización de un modelo de emparejamiento y de la exclusividad sexual como arma para hacer frente a la epidemia del VIH-SIDA.

Porcentaje

Gráfica 8.10. Exclusividad sexual en relaciones de pareja por cohortes de emparejamiento. Mujeres. Eje cafetero, 2011. 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0

Hasta 1984 1985‐1996 1997‐2004 2005‐2011 Cerrada

Abierta para  Abierta para  Abierta para  la pareja ambos el  entrevistado

Además, los datos mencionados pueden estar relacionados con las diferentes estrategias de Información Educación y Comunicación - IEC - (herramienta de trabajo fundamental de la Promoción de la Salud) realizadas en el país, que incluyeron la exclusividad sexual, como comportamiento fundamental para el control de la diseminación de la epidemia de VIHSIDA, y aunque no se puede concluir que haya sido el único factor que promulgara la monogamia, si debe considerarse su posible influencia en la población precisándose que esta recomendación también fue incluida en la Guía de Práctica Clínica VIH-SIDA del año 2005, donde se aconsejó además el retraso en el inicio de la actividad sexual y el uso correcto del condón.

Aunque la participación en actividades de información o educación sobre VIH-SIDA en los últimos 12 meses no fue abordada en la presente investigación, la Encuesta 7 reportó que el 71% no refieren dicha participación, por ciudades Barranquilla con el 73,9%, Cartagena 71,1%, Medellín 71%, Pereira 76,7%, Bogotá 74,4%, Cali 74,9% y Cúcuta 77,4%; y dentro de las entidades que le han brindado actividades de información o educación en VIH-SIDA los Hospitales o Centros de Salud tienen los porcentajes más bajos, siendo en Barranquilla

233

28,4%, Cartagena 16,9%, Medellín 33,8%, Pereira 35,3%, Bogotá 31,1%, Cali 32,3 y Cúcuta 32,5%, presentando las ONG porcentajes mayores a los del sector salud, datos que merecen atención porque los esfuerzos de diferente índole del sector salud, incluyendo la inversión económica son importantes para el país pero no se ven reflejados en la realidad social.

Sin embargo, esta baja participación en los procesos de IEC puede explicarse por la discriminación hacia los HSH que puede hacerse evidente en la implementación de programas de prevención y puede manifestarse en la negación de la existencia de dichos programas,

estigmatización

de

estos

hombres,

subregistros

en

la

información

epidemiológica, dificultad para su abordaje, falta de interés en los organismos directivos e instalaciones inadecuadas, entre otras (Guía de Prevención VIH-SIDA, Mujeres Trabajadoras Sexuales, 2011).

A diferencia de lo referido para la población HSH, en la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (2010) con relación al tema de las estrategias de IEC, al focalizar el trabajo con mujeres, sin precisar el tipo de práctica sexual, se encontraron para todos los grupos etáreos porcentajes altos en las respuestas de mujeres que han escuchado sobre VIH-SIDA y que creen que los riesgos de contraer el VIH-SIDA se pueden reducir usando condones, teniendo relaciones con una sola pareja fiel, o no teniendo relaciones sexuales; de igual forma para la región del Eje Cafetero y desagregado por departamentos, se encontraron porcentajes altos al preguntar a mujeres entre los 18 y 49 años de edad, si están de acuerdo con que se les enseñe a los niños de 12 y 14 años sobre el uso del condón para prevenir el VIH-SIDA, en todos los departamentos se encontraron porcentajes de aceptación de alrededor del 90%, para Caldas 94,2%, Quindío 94% y Risaralda 92,6% y porcentajes inferiores se encontraron en Guainía y Vaupés 66,4%, Amazonas 75,4%, Guajira 77,8%, Vichada 81,7% y Nariño y Tolima 88,8%.

Al analizar el uso del condón en los hombres en sus relaciones de pareja estable y según el tipo de acuerdo sexual se encontró que el uso del condón pasa del 4% antes de 1984 al 55,8% en el período 2005-2011en una pareja cerrada, a diferencia de las relaciones de

234

pareja que definen el tipo de acuerdo sexual abierto y que tienen mayor riesgo de infección porque pueden establecer otros contactos sexuales, donde el uso del condón es menor para estas mismas cohortes, 21,6% y 53,7%; en la época del VIH-SIDA, se esperaba encontrar mayor uso del condón en estas últimas relaciones sexuales. Se puede considerar con relación a la pareja cerrada que otras situaciones pueden incidir en el uso del condón con pareja estable tales como la condición previa de salud. En el tipo de pareja abierta, se evidencia población en riesgo en todas las cohortes de emparejamiento por el no uso o uso irregular del condón en prácticas sexuales con terceros compañeros.

Cuadro 8.3. Distribución porcentual de la frecuencia de uso del condón en relaciones de pareja entre varones por exclusividad sexual y cohorte de emparejamiento. Eje cafetero, 2011. Cohorte de emparejamiento Esclusividad sexual Uso del condón Total Hasta 1984 1985-1996 1997-2004 2005-2011 (N=583) (N=50) (N=112) (N=172) (N=249) Siempre 45,6 4 38,4 47,7 55,8 Irregular 28,8 26 25 33,1 28,1 Pareja cerrada Nunca 25,6 70 36,6 19,2 16,1 Total 100 100 100 100 100 (N=150) (N=25) (N=37) (N=47) (N=41) Siempre 34,7 20 21,6 36,2 53,7 Irregular 29,3 12 35,1 34 29,3 Pareja abierta Nunca 36 68 43,2 29,8 17,1 Total 100 100 100 100 100 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el eje cafetero.

La Encuesta 7 (2011) reportó que en el último año los encuestados refirieron tener relaciones sexuales con pareja hombre estable, Barranquilla 32,5%, Cartagena 28,1%, Medellín 31,5%, Pereira 27,9%, Bogotá 30,5%, Cali 30,3% y Cúcuta 20,9%; además describieron relaciones sexuales con pareja ocasional en porcentajes elevados: Barranquilla 83%, Cartagena 87%, Medellín 87,7%, Pereira 84,5%, Bogotá 85,9%, Cali 89,3% y Cúcuta 91,5%.

Si bien es necesario aclarar que una cosa es una pareja estable y otra es el acuerdo sexual, los datos de la Encuesta 7 (2010) difieren a los reportados en el presente estudio en donde el 79,5% de las relaciones de pareja estables refieren exclusividad sexual para todas las

235

cohortes de emparejamiento y también con lo reportado en el Estudio sobre Prevalencia del VIH, comportamiento sexual y actitudes hacia la circuncisión, 2008-2013, realizado en Bogotá con HSH, en donde el 48% de los participantes estaba en una relación estable con otro hombre, de igual forma hay diferencias con los datos relacionados con los porcentajes de relaciones de pareja abierta que para el presente estudio es del 20,5% y en el estudio de las siete ciudades una tercera parte tenía parejas concurrentes.

En la presente investigación para todas las cohortes de emparejamiento, se encontró el no uso del condón con pareja cerrada en un 25,6%, porcentaje menor si se compara con lo reportado en el estudio de las siete ciudades colombianas (2010); y el no uso del condón bajo el acuerdo de una pareja abierta en un 36% dato que coincide con el dato reportado para pareja ocasional en la Encuesta 7.

En términos de duración de las relaciones de pareja en los últimos 27 años, se halló que los emparejamientos entre varones y mujeres, con y sin corresidencia (ver cuadro 8.4), duraron más para los hombres en el período hasta 1984 y para las mujeres en los períodos hasta 1984 y 1985 -1996 que corresponde al momento histórico en que se comenzó a presentar la epidemia del VIH-SIDA y se inició la respuesta estatal a la situación. La duración del cortejo, definido como el tiempo dado para el conocimiento es corto para hombres y mujeres en todas las cohortes con una mediana de dos meses.

La presencia de la epidemia es un factor a considerar en el establecimiento de relaciones de pareja de mayor duración y que incluyen la corresidencia, aunado al tipo de acuerdo sexual cerrado que ha predominado en la construcción del emparejamiento, situaciones que constituyeron una barrera para el crecimiento de la patología, estableciéndose la corresidencia como un factor vinculante.

El establecimiento de relaciones de pareja estable entre personas del mismo sexo, también ha sido un tema central en las campañas de prevención frente al VIH-SIDA. Los mensajes informativos y educativos que resaltan el hecho de tener una pareja estable, al igual que en la estrategia que privilegió la exclusividad sexual, parecen haber tenido efecto, y esto se

236

observa en el aumento en el número de relaciones de pareja en las cuatro cohortes de emparejamiento entre personas del mismo sexo.

Cuadro 8.4 Duración mediana (en meses) del cortejo, de la relación de pareja con y sin corresidencia y de la corresidencia en cada cohorte de emparejamiento. HOMBRES Todos Hasta 1984 1985-1996 1997-2004 2005-2011 Relaciones de pareja N Mediana N Mediana N Mediana N Mediana N Mediana Duración Cortejo 917 1 73 0 152 0 235 1 457 1 Duración de la relación sin corresidencia 710 12 61 39 121 21 171 14 357 8 Duración de la relación con corresidencia 223 38 14 76 34 58,5 69 49 106 25 Duración de la corresidencia 196 23,5 14 47,5 33 48 68 31 81 10 MUJERES Todos Hasta 1984 1985-1996 N Mediana N Mediana N Mediana Duración Cortejo 680 1 26 0 89 2 Duración de la relación sin corresidencia 474 12 12 12,5 65 18 Duración de la relación con corresidencia 221 40 16 107 31 98 Duración de la corresidencia 202 25 14 60,5 29 61 Fuente: Construcción propia a partir de la encuesta Biografías sexuales.. en el eje cafetero. Relaciones de pareja

1997-2004 N Mediana 174 1 116 20 64 59,5 61 31

2005-2011 N Mediana 386 1 281 9 110 24 98 11,5

La mediana de duración de una relación de pareja sin corresidencia es de 12 meses en hombres y en mujeres y es menor que la mediana de duración de la relación con corresidencia que es de 38 meses en hombres y 40 para las mujeres. Se halló que la mediana de duración de la relación sin corresidencia entre los hombres es cada vez menor en las cohortes de emparejamiento (39 meses antes de 1985 y 8 meses en el período entre 2005 y 2011), poniendo de manifiesto relaciones monogámicas sucesivas pero de menor duración que se ha denominado efecto de monogamia serial (Gallego, 2007), para las mujeres este fenómeno comienza a manifestarse en las más jóvenes y es evidente en la cohorte de emparejamiento 2005 – 2011.

Sin embargo, la mediana de duración de la relación con corresidencia entre hombres, aunque tiene un mayor número de meses de duración que sin corresidencia, también disminuye para cada cohorte de emparejamiento, situación que también se presenta para las relaciones de pareja entre mujeres, lo que lleva a mayor acumulación de historias en el último período de tiempo y menor duración de las mismas.

237

En la última cohorte de emparejamiento (2005 – 2011), tanto para hombres como para mujeres, sólo una de dos parejas fue corresidente con una duración mediana de 10 meses, la tercera parte de lo que duraron en la cohorte anterior.

Pero frente a lo anterior surge una pregunta, ¿qué factores sociodemográficos inciden en la duración de la relación de pareja entre personas del mismo sexo? Para responder a esta inquietud que pocas veces ha sido ha sido explorada en el contexto heterosexual se determinó el peso de diferentes factores en modelos de regresión logística, los hallazgos se describen en el siguiente apartado.

8.4 Factores socio-demográficos que explican la duración de las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo. Para determinar el peso que diferentes factores tiene sobre la duración de relaciones de pareja entre personas del mismo sexo, se definieron tres modelos de regresión logística, uno general donde se incluyó la variable género, y dos específicos una para hombres y otro para mujeres. La regresión logística resultó particularmente apropiada por la naturaleza de las variables que se tenían, ya que en su mayoría son variables no métricas, algunas dicotómicas y otras categóricas. Se optó por el modelo de regresión logística que explica la probabilidad de duración superior a un año (valor 1 de la variable) en relaciones de pareja entre personas del mismo sexo.

Gallego (2007) y Andersson, Noack, Seierstad y Weedon-Fekjaer (2006), constituyen los referentes teóricos para explicar los factores asociados a la duración en las parejas del mismo sexo. Gallego explora los factores asociados a la duración de las relaciones de pareja entre varones; el análisis de Gunnar Andersson y su equipo se basa en la identificación de los factores de riesgo asociados a la separación, de ahí que un factor que sea identificado con mayor riesgo a la separación implica también que su no ocurrencia

238

podría generar mayor riesgo de duración. Con ambos referentes teóricos se optó por las siguientes variables explicativas41:



Cohorte de emparejamiento,



Lugar de conocimiento de la pareja,



Corresidencia o no en pareja,



Diferencia etáreas entre entrevistado y pareja,



Tiempo trascurrido desde el conocimiento hasta la primera relación sexual,



Conocimiento de la relación por parte de la familia del entrevistado, y



Acumulación de experiencia en el establecimiento de relaciones de pareja estable con personas del mismo sexo.

Las estadísticas descriptivas generales y los resultados de los modelos de regresión se presentan en los cuadros 8.5, 8.6 y 8.7. En el modelo general salió estadísticamente significativo los momios a una duración mayor a un año, las relaciones de pareja de las mujeres frente a los hombres.

En los modelos que se corrieron por sexo, salió

estadísticamente significativa (p
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