« 711 en la historia urbana : representaciones y realidades », Historiografía y representaciones, III Estudios sobre las fuentes de la conquista islámica, Luis A. García Moreno, Esther Sánchez Medina et L. Fernández Fonfría eds., Madrid : Real Academia de la Historia, 2015, p. 119-156.

July 11, 2017 | Autor: C. Mazzoli-Guintard | Categoría: Medieval History, Urban History, Islamic Studies, Al-Andalus, History of Spanish Conquista
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Descripción

Historiogrfía y representaciones III Estudios sobre las fuentes de la conquista islámica

Historiografía y representaciones III Estudios sobre las fuentes de la conquista islámica Editores científicos:

Luis A. García Moreno – Esther Sánchez Medina Lidia Fernández Fonfría

ISBN 978‑84‑15069-50-8

REAL ACADEMIA

DE LA HISTORIA

711 En la Historia urbana: representaciones y realidades Christine Mazzoli-Guintard Universidad de Nantes

Resumen La historiografía urbana relativa a la alta Edad Media pasó del debate desurbanización-continuidad a la afirmación de otra ciudad entre el siglo IV y el VIII, la ciudad cristiana, lo que permite considerar de manera nueva la red peninsular de 711, donde se da un dinamismo desigual y el ‘urbano desunido’. Las conquistas de 711 casi no dejan huellas en la memoria urbana y los autores medievales utilizan el imaginario para elaborar el discurso sobre la refundación islámica de las ciudades peninsulares. Palabras clave: Historiografía urbana, conquistas urbanas, 711, ciudad cristiana, imaginario. Résumé L’historiographie urbaine relative au haut Moyen Âge est passée du débat désurbanisation-continuité à l’affirmation d’une ville autre entre le IVe et le VIIIe siècle, la ville chrétienne, ce qui permet de considérer de manière nouvelle le réseau urbain de la Péninsule en 711, dont le dynamisme est inégal et où existe l’urbain disjoint. Les conquêtes de 711 ne laissent quasiment aucune trace dans la mémoire urbaine et les auteurs médiévaux eurent recours à l’imaginaire pour élaborer leur discours sur la refondation islamique des villes péninsulaires.

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Mots-clé: Historiographie urbaine, conquêtes urbaines, 711, ville chrétienne, imaginaire.

De manera unánime, la historiografía hace del año 711 un hito de la historia peninsular, marcado por el fin del reino visigodo y el principio de al-Andalus, entidad nueva en cuanto a las estructuras políticas, socio-económicas, fiscales, lingüísticas, religiosas, jurídicas y artísticas que van a establecerse y desarrollarse en la Península1. Al origen de ese hito está un hecho militar, la ocupación de Hispania por nuevos actores de la historia peninsular, llegados de África, que ha llamado desde hace mucho tiempo la atención de los investigadores, tanto sobre los individuos, los lugares, los hechos relevantes de esta venida, como sobre los motivos y las causas de este cambio mayor, y ha suscitado opiniones divergentes, debates y polémicas2. En el marco de un proyecto de investigación que se da como propósito estudiar la expansión del primer imperio islámico cotejando la memoria de los vencidos y la de los vencedores3, 1 En 2011, se celebró esta unanimidad en congresos y publicaciones: Congreso De árabes a moriscos (711-1616): una parte de la Historia de España (Córdoba, 26, 27 y 28 de septiembre 2011); 711: el arte entre la hégira y el califato omeya de al-Andalus, V Jornadas Complutenses de Arte Medieval  (Madrid, 16, 17 y 18 de noviembre de 2011); 711, Arqueología e historia entre dos mundos, Zona arqueológica, 15, 2011; Maíllo Salgado, F., Acerca de la conquista árabe de Hispania, Imprecisiones, equivocos y patrañas, Gijón, 2011; Melo Carrasco, D. – Vidal Castro, F. (eds.), A 1300 años de la conquista de al-Andalus: historia, cultura y legado del Islam en la Península Ibérica, Santiago de Chile-Jaén, 2012. 2 Véanse el balance historiográfico reciente de García Moreno, L. A., “Fuentes no islámicas de la invasión y conquista de España por el imperio árabe-islámico”, en García Moreno, L. A. – Viguera Molins, Ma J. (eds.), Del Nilo al Ebro. I Estudios sobre las fuentes de la conquista islámica, Alcalá de Henares, 2010, 182. 3 García Moreno, L. A., “Presentación”, en Del Nilo al Ebro…, 5-8.

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llama la atención el destino de las ciudades, sobre las cuales discrepan las fuentes. Por un lado, los vencidos lloran la devastación: según la Crónica mozárabe de 754, cuando llega al poder Rodrigo, «los moros enviados por Muza, –esto es, Taric Abuzara y otros– que estaban ya realizando incursiones a la provincia que hacía tiempo le estaba encomendada y devastaban muchas ciudades  […] con el fuego deja asoladas hermosas ciudades, reduciéndolas a cenizas […] de esta forma, sembrando en todos el pánico, las pocas ciudades restantes se ven obligadas a pedir la paz»4.

Por otro lado, los vencedores quedan deslumbrados con las riquezas que descubren en las ciudades: «Les musulmans trouvèrent à Tolède, lors de la conquête d’al-Andalus, des objets précieux si nombreux qu’il serait presque impossible de les décrire: ainsi, entre autres joyaux, cent soixante-dix couronnes enchâssées de perles et de toutes sortes de perles précieuses. […] mille sabres royaux […]  la table de Salomon […] taillée dans une seule émeraude»5.

Las fuentes textuales conservan y revelan la memoria de la representación del mundo que tenía cada grupo, los vencidos apuntando las desgracias de la conquista, los vencedores las dichas. ¿Qué pasa entonces en 711 en las ciudades de Hispania? ¿Qué huellas deja la conquista de 711 en la memoria urbana? Ningún nombre de ciudad nueva: mientras en Oriente y en África la conquista está asociada a fundaciones urbanas, Kūfa, Ba½ra, FusÐāÐ, Kairaúan, no pasa nada similar en la península ibérica. Recuerdos de desolaciones y de tesoros que fueron Crónica mozárabe de 754, López Pereira, J. E. (ed.), Zaragoza, 1980, § 52 y 54. 5 Al-©imyarī, La péninsule ibérique au Moyen Âge d’après le Kitāb alRawÅ al-Mi`Ðār, Lévi-Provençal, É. (trad.), Leiden, 1938, § 1. 4

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utilizados por la historiografía para redactar una página de la historia de las ciudades, eso sí: 711 en la historia urbana se escribió primero desde el campo de las representaciones hasta que el desarrollo de la arqueología, en los últimos treinta años, permitió arrojar alguna luz sobre las realidades del mundo urbano de principios del siglo VIII. Antes de examinar cómo la historiografía ha evocado el cambio mayor de 711 en las ciudades de Hispania, volveré sobre la situación de la red urbana en este momento para preguntar de manera rotunda: ¿significa algo 711 –ese concreto 711– para la historia urbana peninsular?

1. Representaciones y realidades de la red urbana en 711: entre desurbanización y formas nuevas de la urbanización 1.1. T  ras Roma, ¿qué ciudades en Occidente? Notas historiográficas Entre mediados del siglo XX y primer decenio del siglo XXI, dio un giro completo la historiografía urbana: pasó de la idea de una casi desaparición de la ciudad a partir del siglo IV a la de la continuidad de la urbanización que, con formas nuevas, se plasma en la aparición de una nueva ciudad, la ciudad cristiana (ss. IV-VIII), en profunda ruptura con la romana en todas sus estructuras, y muy distinta de la medieval que se desarrolla a partir del siglo XI.

1.1.1. E  l catastrofismo: la desaparición de la ciudad entre Roma y Edad Media Defendida tanto por H. Pirenne como por M. Lombard, pero con causas distintas, la tesis catastrofista ve una ruptura

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profunda en la historia urbana entre Antigüedad y Edad Media y llevó la historiografía a evocar el paso de una época a otra en Occidente con palabras de decadencia profunda, ocaso, desurbanización, etc., el rebrote de la civilización urbana manifestándose sólo a partir del año 1000. Así evocaba M. Lombard la desaparición de la ciudad en Occidente: «À l’origine, une décadence urbaine, qui commence avec la crise économique de l’Empire romain au IIIe siècle, et qui marque l’effacement progressif de la ville antique, des institutions urbaines et du genre de vie urbain dans l’Occident, qui se barbarise et se ruralise de plus en plus. À l’autre bout, un renouveau urbain, qui se marque en Occident à partir du Xe et du XIe siècle. Les villes et formes urbaines y réapparaissent, sporadiques, puis de plus en plus denses. […] et la ville prend forme, qu’on appelle proprement la ville du moyen âge»6.

Con palabras similares evocaba L. Torres Balbás las ciudades de España: «[Las] ciudades del Imperio, lo mismo en la Galia que en nuestra Península, sufrieron grandes mudanzas a partir de fines del siglo III, al iniciarse las invasiones de los pueblos bárbaros. Hasta entonces, durante los largos años de la paz imperial, se habían extendido libremente desprovistas de cercas limitadoras de su extensión, o arruinadas por inútiles las antiguas, envueltas con frecuencia en construcciones parásitas. A partir de la fecha citada fueron objeto de repetidos saqueos y destrucciones, preludio de una larga época de inseguridad que produjo un rápido declinar hasta la extinción casi completa de la vida urbana»7.

A esa primera fase de decadencia de las ciudades, la del siglo III, se añade otra, debida a las invasiones del siglo V: Lombard, M., “L’évolution urbaine pendant le haut moyen âge”, Annales ESC 1957-1, 7. 7 Torres Balbás, L., Ciudades hispanomusulmanas, Madrid, 1985², 19. 6

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«Les villes –ou ce qu’il en reste– sont à nouveau foulées et pillées par les grandes invasions du Ve siècle, notamment les villes de la Gaule en 406-407. […] Les villes d’Espagne et de l’Afrique du Nord sont dévastées par les Vandales. Les villes d’Italie par les Huns, les Wisigoths et les Vandales»8.

De tal forma que, a finales del siglo VI-principios del siglo VII, se llega al punto más hondo de la decadencia urbana: todo Occidente está dominado por la ruralización. Este catastrofismo es un fiel reflejo de las lamentaciones de los autores de la alta Edad Media, ciertamente horrorizados por las destrucciones que padecen las ciudades con las invasiones, y que traducen al mismo tiempo la desaparición del orden antiguo que adivinan, llorando sobre un pasado que va borrándose. Bien lo expresa Orosio, en la primera mitad del siglo V: «Des peuples, laissés pour ce propos à l’extérieur de l’Empire, et qui l’encerclaient, sont soudain lâchés de toute part avec la permission de Dieu et pénètrent à bride abattue sur tous les territoires des Romains. […] Il existe encore, à travers les différentes provinces, dans les ruines des grandes villes, de pauvres petits quartiers qui, indiqués sous leurs noms, conservent les traces de ces malheurs; parmi ceux-ci nous montrons, pour notre part, en Espagne, notre Tarragone, en consolation du récent malheur»9.

Más de tres siglos después, la Crónica mozárabe de 754 utiliza un discurso similar, recordando los saqueos de ciudades10.

Lombard, M., op. cit., 14. Orose, Histoires (Contre les Païens), Arnaud-Lindel, M.-P. (ed. y trad.), Paris, 1991, VII-22, 58-59. 10 Manzano Moreno, E., Conquistadores, emires y califas, Los omeyas y la formación de al-Andalus, Barcelona, 2006, 51; García Moreno, L. A., “Fuentes no islámicas...”, 190. 8 9

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1.1.2. E  l continuismo: la ausencia de ruptura entre Roma y Edad Media Esta visión uniforme de una decadencia general de las ciudades de Occidente a partir del siglo III, acentuada en el siglo V, y que acaba con la casi desaparición de éstas, fue matizada en el espacio, en el tiempo y también en los actores de los cambios, como bien resumió J. Heers: «Depuis quelques décennies seulement, les études en profondeur sur des points précis, les campagnes archéologiques pour reconstituer le réseau des rues et des espaces publics, pour définir le tracé des murailles, évaluer la densité de l’habitat, dater exactement et peser l’ampleur des destructions et des reconstructions, ont permis de fortement nuancer ou même de contredire le schéma habituel d’un quasi-total effondrement de la civilisation urbaine sous les coups des ‘hordes’ barbares venues de l’est et du nord»11.

Fue matizada la teoría de la ruptura y decadencia  en el tiempo: la idea de una decadencia precoz, con la crisis del siglo III, no se verifica siempre y la segunda ola de las invasiones, en el siglo IX, tiene repercusiones mucho más graves para la historia urbana; al mismo tiempo, ciertas transformaciones del tejido urbano empiezan antes de las invasiones y siguen, como la cristianización de la ciudad o el desplazamiento del hábitat hacia alturas o, al contrario, al lado del río como en Lyon. Por otro lado, fue matizada la idea de decadencia en el espacio: el mundo mediterráneo, muy romanizado, está más afectado que las zonas menos romanizadas por un cambio profundo del legado romano12. Así, las provincias más dotadas en ciudades y diócesis de la península ibérica, la de Cartagena y la Bética, conocen mutaciones importantes de la red urbana, con desapariciones de 11 12

Heers, J., La ville au Moyen Âge, Paris, 1990, 15. Ibid., 16-30.

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ciudades: Cartagena será destruida por la invasión de los Bárbaros en 615 y la diócesis desplazada a Bigastro13. En cambio, en las Flandes, puso de relieve A. Verhulst la pervivencia de la ciudad antigua en la alta Edad Media y el renacimiento de la vida urbana, en el siglo IX, a partir de un legado antiguo que ha conocido, eso sí, transformaciones profundas14. La noción de ruptura y decadencia viene reemplazada por la de modificaciones del tejido urbano, de aparición de nuevos paisajes urbanos y rompe con la tesis del renacimiento de la ciudad después del siglo X, que no toma en cuenta el legado antiguo ni los esfuerzos de reconstrucción o creación de los siglos bárbaros: los Visigodos, en los siglos VI y VII, enriquecen y embellecen su capital, Toledo, y fundan una residencia real, Recópolis, en 57815. De tal forma que la tesis de la continuidad prevalece sobre la teoría de la desurbanización16: «L’image, si familière pourtant, d’un monde occidental exclusivement rural ou presque, où les villes appauvries, démantelées, ne présentaient que des paysages anarchiques et délabrés, s’estompe inexorablement. […] Il faut donc tenir compte du caractère tout de même circonscrit des destructions et, surtout, des efforts fructueux pour reconstruire au plus vite et même, en diverses régions, créer de toutes pièces des villes nouvelles. En tout état de cause, la civilisation urbaine s’est perpétuée»17. 13 Lacarra, J. Ma, “Panorama de la historia urbana de la península ibérica desde el siglo V al siglo X”, en Settimane di Studio del Centro Italiano di Studi Sull’Alto Medioevo, VI, 1959, 319-337. 14 Verlhust, A., The Rise of Cities in North-West Europe, CambridgeParis, 1999. 15 Recópolis y la ciudad en la época visigoda, Zona arqueológica, 9, 2008. 16 Véanse, por ejemplo, los trabajos de Brogiolo, G. P., “A proposito delle organizazione urbana nell altomedioevo”, Archeologia Medievale 14, 1987, 27-46; “Problemi archeologici della continuità urbana in Italia settentrionale, tra tardo-antico e altomedioevo”, en Coloquio Hispano-Italiano de Arqueología Medieval, Granada, 1992, 129-132. 17 Heers, J., op. cit., 50.

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Se observan continuidades tanto en la topografía, como en el urbanismo con la presencia de la muralla, la reutilización de los edificios antiguos con usos nuevos; la red viaria se modifica y va adaptándose a las poblaciones nuevas que se instalan en las ciudades. Tras Roma, no desaparecen las ciudades, sino que se transforman siguiendo ritmos distintos: «Ville effacée? Émergence d’un urbanisme dégradé? Sans aucun doute… Mais cette évolution, à travers l’Occident, ne répond aucunement à des règles précises; inégale, elle ne s’amorce ni ne s’achève partout aux mêmes moments. Surtout, on ne peut y voir l’effet direct d’une rupture avec les temps antiques, et, aux origines d’une réelle transformation du paysage, invoquer ni les dévastations des barbares ni l’oubli de l’héritage et des leçons de Rome»18.

1.1.3. E  l rupturismo: la discontinuidad socio-funcional de las ciudades entre Roma y el medioevo Otros investigadores insisten en cambio sobre la profunda ruptura que separa la ciudad antigua de la medieval; a la pregunta «La ville médiévale n’est-elle que la suite ou la renaissance de la ville antique ou un phénomène nouveau et original?», contesta J. Le Goff: «il n’y a continuité urbaine entre la ville antique et la ville médiévale que si l’on se place au ras de l’espace ou au ras du temps, au niveau d’une problématique des origines sans grande portée historique. Le vrai problème historique, c’est Ibid., 70: «L’explication tient, pour la plus large part, dans une progressive décadence des formes du gouvernement, de l’autorité et des contraintes. Ce que les rois barbares puis les Carolingiens, certains grands bâtisseurs de villes nouvelles parfaitement ordonnées, avaient pu préserver finit par sombrer au fil des temps: reflet d’une carence ou d’un émiettement des responsabilités et des pouvoirs». 18

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celui de la nature et de la fonction de la ville. Or, dans cette perspective, la ville médiévale est, par rapport à la ville antique, essentiellement nouvelle, autre»19.

Desarrolla la propuesta de M. Bloch de una profunda diferencia entre la ciudad medieval y la antigua: la ciudad del medioevo es sobre todo comercial y artesanal mientras la antigua era un centro político y religioso. De manera sintomática, el volumen de la Histoire de la France urbaine dedicado a la ciudad medieval y dirigido por J. Le Goff empieza en el siglo XI, ignorando los siglos anteriores. La ciudad romana y la medieval son dos ciudades en solución de continuidad: la ciudad de la Antigüedad estaba organizada alrededor de edificios que desaparecen entre el siglo IV y el VII; cuando hay continuidad topográfica, hay cambios en las funciones de la ciudad, y la ciudad medieval nace de la expansión económica de los siglos X, XI y XII. Y, entre los cambios mayores que sufren las ciudades entre Antigüedad y Edad Media están las relaciones mantenidas entre la ciudad y su territorio, independizándose éste del centro urbano20. Concebida en términos económicos por J. Le Goff, la idea de una ruptura profunda en la historia urbana ha sido desarrollada en términos sociales por los investigadores que inscriben su visión de la historia urbana andalusí en los pasos de la tesis del rupturismo, elaborada por P. Guichard a propósito de la historia social de la Península21. Así expresa esta ruptura S. Gutiérrez a propósito de las ciudades del sureste peninsular: Le Goff, J., La ville médiévale, Paris, 1980, 13. Díaz, P. C., “City and Territory in Hispania in Late Antiquity”, en Brogiolo, G. P. – Gauthier, N. – Christie, N. (eds.), Towns and their Territories between Late Antiquity and the Early Middle Ages, Leiden-Boston-Köln, 2000, 3-35. 21 Ver, por ejemplo, Olmo Enciso, L., “Ciudad y procesos de transformación social entre los siglos VI y IX: de Recópolis a Racupel”, en Caballero, L. – 19

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«existe una solución de continuidad entre la ciudad romana y la islámica, ruptura que no ha de ser necesariamente topográfica pero sí indiscutible desde una perspectiva social […] en el caso del sureste de al-Andalus esa permanencia topográfica enmascara las más de las veces un hiato que hace imposible la supuesta continuidad»22.

1.1.4. N  i ruptura, ni continuidad, sino un momento de la historia urbana: la ciudad cristiana (ss. IV-X) El dualismo continuidad-discontinuidad, basado sobre una comparación entre dos estereotipos a menudo alejados de realidades tan diversas, debía de ser superado. Y lo ha sido, recientemente, por la antropología y la arqueología que han dado al debate una orientación nueva donde los conceptos de ruptura y continuidad han desaparecido en provecho de la afirmación de una nueva ciudad, la ciudad cristiana. Así, la Histoire de l’Europe urbaine se esfuerza en dar a las ciudades de los siglos VII al X la importancia merecida en la historia urbana23: si la ciudad antigua desaparece paulatinamente entre el siglo V y el VII mientras la medieval nace en el siglo XI, los siglos VII-X no son una paréntesis de letargo entre dos momentos de expansión de la ciudad, no son el mero tiempo de la pregénesis de la ciudad medieval. Al contrario, los siglos VII-X son un momento, todavía mal conocido, de diversificación de las formas urbanas que resfuerzan la red heredada de Roma:

Mateos, P. (eds.), Visigodos y Omeyas, Un debate entre la Antigüedad tardía y la alta Edad Media, Anejos de AespA 23, 2000, 385-399. 22 Gutiérrez Lloret, S., “El fin de las ciuitates y la genésis de las mudun”, en Cressier, P. – García-Arenal, M. (eds.), Genèse de la ville islamique en al-Andalus et au Maghreb occidental, Madrid, 1998, 152-153. 23 Boucheron, P. – Menjot, D., “La ville médiévale”, en Pinol, J.-L. (dir.), Histoire de l’Europe urbaine, I, Paris, 2003, 285-592.

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«L’urbanisation du haut Moyen Âge se fait par à-coups entrecoupés de pauses et de reculs. […] Même dans les nombreux cas où les nouveaux établissements s’implantent sur un site occupé dans l’Antiquité, la continuité topographique ne signifie pas la renaissance de la cité romaine, dont l’urbanisme continue de s’estomper, les paysages de changer et les fonctions de s’altérer»24.

Las ciudades conocen mutaciones de varios tipos, desurbanización, periurbanización, militarización, clericalización: las transformaciones de la urbanización se traducen por cierto abandono del hábitat situado al exterior de la muralla del bajo Imperio, por la concentración del mismo alrededor del palacio episcopal o en poblados de altura, por la privatización de espacios públicos o el descuido de infraestructuras hidraúlicas. Al mismo tiempo, la religión cristiana transforma el paisaje urbano a partir del siglo IV y se dan fenómenos de periurbanización alrededor de monasterios o basílicas erigidos en las afueras de las ciudades, de urbanización con ciudades nuevas que nacen entre el siglo VIII y el X a partir de un castillo o un puerto, y también de transformaciones de las ciuitates que se convierten en ciudadelas clericales25. Y, sobre todo, no siguen las ciudades un movimiento uniforme del siglo VII al X: las ciudades evolucionan a lo largo de estos siglos, pasan por fases distintas de expansión o contracción26; así, las

Ibid., 296. Ibid., 295-346. 26 Sobre Italia, cuya historia urbana desempeñó un papel esencial en esta trayectoria nueva de la investigación: La Rocca, C., “‘Dark Ages’ a Verona: edilizia privata, aree aperte a strutture pubbliche in una città dell’Italia settentrionale”, Archeologia Medievale 13, 1986, 31-78; Gelichi, S., “The cities”, en La Rocca, C. (ed.), Italy in the Early Middle Ages (476-1000), Oxford, 2002, 168-188. 24 25

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ibéricas, que han perdido gran parte de su riqueza en el siglo VI, pasan por cierta expansión en el siglo VII27. Poco a poco, se forjó la idea de que existió un algo en la historia urbana entre Roma y el medievo, un modelo particular de ciudad: «un nuevo modelo urbano, en el que la desestructuración de la coherencia edilicia e incluso el abandono habitativo de grandes áreas urbanas, no está reñido con la continuidad de su rango administrativo, el mantenimiento de un cierto dinamismo económico o la planificación de programas urbanísticos concretos de alto nivel edilicio, si bien exclusivamente vinculados al poder religioso o en menor medida laico y nunca extensivos a la totalidad del espacio anteriormente urbanizado»28.

A este modelo nuevo de ciudad, forjado entre los siglos IV y el VIII, vivo hasta el siglo X, distinto tanto del romano como del medieval, le dieron un nombre los arqueólogos: la ciudad cristiana29. El concepto, ya presente en varios trabajos30, fue claramente enunciado en el año 2000 con motivo de la jornada

García Moreno, L. A., Historia de España visigoda, Madrid, 1989; Gurt Esparraguera, J. Ma – Sánchez Ramos I., “Las ciudades hispanas durante la Antigüedad tardía: una lectura arqueológica”, Recópolis y la ciudad en la época visigoda…, 183-202. 28 Gutiérrez Lloret, S., “El fin de las ciuitates…”, 143. 29 H. Galinié la llama “l’entre-deux des cités” (“La question urbaine entre Antiquité et Moyen Âge: ‘l’entre-deux des cités’ (250-950)”, en Chapelot, J. (ed.), Trente ans d’archéologie médiévale en France, Un bilan pour un avenir, Caen, 2010, 337-350), expresión que asocia de nuevo este momento de la historia urbana con algo que no es, con una ausencia, de nombre en este caso. Parece más apropriada la expresión ‘ciudad cristiana’. 30 P.-A. Février anunciaba la idea de un algo distinto en la historia urbana entre Roma y Edad Media, con la cristianización del espacio y la aparición de la topografía cristiana (Le développement urbain en Provence de l’époque romaine à la fin du XIVe siècle, Paris, 1964). Véanse también Pietri, L., La ville de Tours du IVe au VIe siècle: naissance d’une cité chrétienne, Roma, 1983. 27

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de estudios en homenaje a Nancy Gauthier31; es el resultado de veinte años de investigaciones sobre la topografía cristiana de las ciudades de Galia32 que se dieron como propósito «comprendre la dynamique de la ‘fabrique de l’urbain’ à un moment où, ‘ni tout à fait la même ni tout à fait une autre’, encore très antique et déjà tellement autre chose, ‘la ville chrétienne’ est perceptible, se placer au cœur difficile du changement, chercher à mettre en évidence les processus, savoir ce que font les groupes sociaux de ce qui est là, comment ils le transforment, qui transforme et pour quel résultat»33.

El hecho urbano de la Antigüedad tardía y de la alta Edad Media reside, pues, en el nacimiento de la ciudad cristiana: entre el siglo IV y el VI, la ciudad se convierte en episcopal, con la instalación del grupo catedralicio, mientras se cristianizan los cementerios, que entran en la ciudad. La ciudad cristiana tiene forma propia, llamada ‘urbano desunido’ (l’urbain disjoint): «L’urbain ne disparaît pas au haut Moyen Âge. Les agglomérations antérieures continuent à exister, mais les modalités de l’occupation du sol, de l’architecture, changent, et en particulier les matériaux de construction (pour partie). Un autre point frappant du point de vue archéologique de la matérialité de l’espace urbain, est le contraste, la séparation, en un mot la disjonction entre ses différents aspects perceptibles. Contraste entre l’équipement religieux (groupes cathédraux, basiliques et monastères…) qui maintient les traditions constructives et des

31 Beaujard, B. (ed.), La naissance de la ville chrétienne, Mélanges en hommage à Nancy Gauthier, Tours, 2002. 32 15 volúmenes publicados en la serie abierta por Gauthier, N. – Picard, J.-C. (eds.), Topographie chrétienne des cités de la Gaule des origines au milieu du VIIIe siècle: Belgica prima. 1, Province ecclésiastique de Trêves, Paris, 1986. 33 Burnouf, J. – Arribet-Deroin, D. – Desachy, B. – Journot, F. – NissenJaubert, A., Manuel d’archéologie médiévale et moderne, Paris, 2009, 160.

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conceptions urbanistiques antiques, et l’occupation civile dont les terres noires révèlent au moins le caractère radicalement différent […]; séparation […] entre les noyaux urbains qui se cristallisent en différents points d’une même ville (souvent les établissements religieux monastiques et funéraires) comme autant d’alvéoles indépendantes»34.

La historiografía urbana dedicada a los siglos IV al X recorrió así un largo camino que, desde el catastrofismo y la casi desaparición de las ciudades, llevó a la idea del nacimiento de un nuevo modelo de ciudad, la cristiana, cuyas formas nos obligan a pensar de otra manera el hecho urbano en su materialidad. Ahora bien, ¿se nota este cambio de concepciones en la historiografía urbana peninsular? Es menester, ahora, examinar los datos disponibles sobre la red urbana peninsular en 711.

1.2. La red urbana peninsular en 711: los datos ¿Qué sabemos, pues, de la red urbana peninsular en 711, de estas ciudades cristianas que descubren los beréberes y árabes? Un estado completo de la cuestión queda por hacer, pero sobrepasaría una mera comunicación, de tal forma que sólo haré un breve repaso de las tendencias recientes de la historiografía. La red urbana de 711 está conocida a través de un ensayo monográfico sobre la provincia eclesiástica de Cartagena y por varias excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en Valencia, Cartagena, Jaén, Córdoba, Mérida, Recópolis, etc., entre las cuales desempeñan un papel esencial los yacimientos del Tolmo de Minateda y de la Vega Baja de Toledo, con resultados muy novedosos que arrojaron una luz nueva sobre el estado de la red urbana en 711.

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Ibid., 163-164.

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El estudio del urbanismo de la cartaginense realizado por E. Boube a partir de las fuentes textuales y de los datos arqueológicos examina treinta y tres ciudades, entre las cuales dieciséis han sobrevivido hasta hoy, mientras diecisiete desaparecieron35. Las conclusiones se inscriben en la preocupación rupturacontinuidad, vacilando entre discontinuidad y pervivencia de la ciudad antigua y sin llegar a emplear el concepto de ciudad cristiana: «les résultats de notre recherche montrent que si nombre de ces villes n’ont pas disparu, beaucoup de celles qui ont survécu nous offrent une image de dégradation et en même temps de transformation. Il est évident que, même s’il y a eu continuité, on ne peut nier cette décadence du paysage urbain et l’affaiblissement ou la disparition de l’idée qui a présidé à la naissance de la ville antique»36.

El declive de algunas ciudades a partir del siglo III, e incluso antes, está marcado por el abandono de las alcantarillas y las termas, por las usurpaciones de las calles y la multiplicación de los vertederos, por la transformación de edificios públicos en casas, cementerios o canteras, es decir que se nota una «situation de décadence, de négligence et d’abandon que l’on constate dès la seconde moitié du IIIe s. et qui s’accentue aux Ve et VIe s. [… soit une] véritable discontinuité par rapport au modèle antique [… une] désintégration progressive de l’ordre ancien, particulièrement nette pour les infrastructures»37. La 35 La tesis doctoral permanece inédita pero la autora expone sus conclusiones en Boube, E., “L’urbanisme dans la province ecclésiastique de Carthaginoise de l’Antiquité tardive à la fin du royaume wisigothique (IVe-VIIIe s.)’’, en Aurell, M. – Deswarte, T. (eds.), Famille, violence et christianisation au Moyen Âge, Mélanges offerts à Michel Rouche, Paris, 2005, 365-376. 36 Ibid., 367. 37 Ibid., 368.

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gestión cotidiana de la calle y del agua encuentra soluciones al nivel de los individuos, lo que contrasta con la organización edilicia romana, y el hábitat se disemina en los alrededores del núcleo antiguo. Pero a veces, en el siglo IV, se construyen o restauran edificios públicos o casas y las grandes ciudades, convertidas en episcopales, conservan las características de la ciuitas, indicio de la continuidad con el modelo clásico de ciudad. Las ciudades conservan su papel de centro económico, con la presencia de cecas o una actividad portuaria y la cristianización transforma el paisaje urbano, con el grupo catedral y basílicas o monasterios suburbanos, mientras las ciudades restauran o construyen la muralla. De tal forma que si eliminamos de este estudio los conceptos heredados de la historiografía urbana preocupada por las nociones de ruptura-continuidad, los datos reunidos encajan con el nuevo modelo de ciudad, la ciudad cristiana con ‘urbano desunido’. Así lo evocan publicaciones recientes, que poco a poco olvidan el vocabulario del abandono y descomposición38: en Valencia, la construcción del complejo episcopal, obra del obispo Justiniano en la primera mitad del siglo VI,  transforma la fisonomía de la ciudad y la Valentia cristiana aprovecha los restos de la ciudad romana, recompone la red viaria y se dota de basílicas39. «El final de la primera ciudad cristiana» es posterior a mediados del siglo VIII, ya que perdura el núcleo cristiano hasta mediados de este siglo. En Córdoba, el discurso relativo al «agotamiento y desestructuración de la ciudad clásica 38 Queda muy presente en la historiografía hasta los años 1990, por ejemplo en Pascual Pacheco, J. – Soriano Sánchez, R., “La evolución urbana de Valencia desde época visigoda hasta época taifa (siglo V-XI)”, en IV Congreso de Arqueología Medieval Española, II, Alicante, 1994, 67-75. 39 Ribera i Lacomba, A. V. – Rosselló Mesquida, M., “Valentia en el siglo VII, de Suinthila a Teodomiro”, en Caballero Zoreda, L. – Mateos Cruz, P. – Utrero Agudo, Ma Á. (eds.), El siglo VII frente al siglo VII: arquitectura, Anejos de AespA 51, 2009, 185-203.

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[…], degradación generalizada de la infraestructura de la ciudad, decadencia del núcleo en favor de nuevas zonas extramuros […], transformación que acabará por desdibujar la imagen de la ciudad clásica»40 también viene substituido por la idea de una revitalización de la ciudad en su periferia: el yacimiento de Cerdadilla fue interpretado por P. Marfil como el centro de la sede episcopal cordobesa que queda en uso hasta mediados del siglo VI, cuando se convierte una de sus aulas basilicales en iglesia y se erigen el palacio del gobernador y la basílica de San Vicente, que forma parte del complejo episcopal anexo al palacio41. En el Tolmo de Minateda, la Iyyuh del Pacto de Teodomiro de 713, los vestigios de época visigoda que fueron excavados corresponden a una ciudad fundada entre finales del siglo VI y principios del VII sobre los restos de un municipio romano abandonado42: S. Gutiérrez propuso su identificación con la sede episcopal Elotana, cabeza del nuevo obispado que habría de administrar los territorios recién conquistados a los bizantinos43, mientras que, tradicionalmente, se solía ubicar la diócesis de Elotana en Elda. Este proyecto urbanístico ex novo de los Visigodos resulta de una cuidadosa planificación, con la fortificación del acceso principal a la ciudad y la creación de un área representativa de carácter religioso en la parte alta de 40 Acién Almansa, M. – Vallejo Triano, A. “Urbanismo y Estado islámico: de Corduba a QurÐuba-Madīnat al-Zahrā’”, Genèse…, 108. 41 Marfil, P., “La sede episcopal cordobesa en época bizantina. Evidencia arqueológica”, en V Reunió d’Arqueologia Cristiana Hispànica, Barcelona, 2000, 157-176; “El complejo cristiano de Cercadilla (Córdoba)”, Anales de Arqueología cordobesa 21-22, 2010-2011, 241-252. 42 Gutiérrez Lloret, S. – Cánovas Guillén, P., “Construyendo el siglo VII: arquitecturas y sistemas constructivos en el Tolmo de Minateda”, en El siglo VII frente al siglo VII…, 91-132. 43 Gutiérrez Lloret, S., “La identificación de Madînat Iyih y su relación con la sede episcopal Elotana. Nuevas perspectivas sobre viejos problemas”, en Scripta in honorem Enrique A. Llobregat Conesa, Alicante, 2000, 481-501.

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la ciudad, con iglesia y baptisterio anejo, cementerio y palacio vinculado a la basílica44. El complejo basilical se utiliza a lo largo del siglo VII y queda en uso a principios del siglo VIII, mientras se inicia un proceso de transformación en este siglo VIII, con el uso doméstico de ciertas estancias del conjunto; la ciudad se vacía de sus habitantes en la segunda mitad del siglo IX45. Las excavaciones del Tolmo de Minateda atestiguan, pues, la «magnitud del fenómeno de reviviscencia urbana en época visigoda» como bien apunta S. Gutiérrez46 y de la realidad de una ciudad cristiana a principios del siglo VIII. En Toledo, la excavación entre 2001 y 2006 del yacimiento de la Vega Baja, extendido sobre unas 40 ha, dio a conocer el suburbium de la capital del reino visigodo que, a principios de la época islámica, continuó siendo una importante área habitada, aunque el emirato independiente parece haber iniciado un lento proceso de abandono47. En la Vega Baja se ubican algunos de los edificios públicos más importantes de la Toledo romana y de la visigoda, el palacio real y los edificios religiosos fueron creados: «ex novo grandes edificios de carácter áulico en la zona más cercana al río: el Palacio Real, las basílicas de Santa Eulalia y San Pablo y San Pedro, etc. pero dentro de un nuevo modelo urbanístico que reaprovecha, parcialmente, las construcciones anteriores, en especial en lo que respecta a las vías de comunicación [puesto que] desparece el modelo ortogonal de los espacios a medida que se avanza en el siglo VII»48. Gutiérrez Lloret, S. – Cánovas Guillén, P., op. cit. Gutiérrez Lloret, S., “Los orígenes de Tudmîr y el Tolmo de Minateda (ss. VI-X)”, en Regnum Murciae: génesis y configuración del Reino de Murcia, Murcia, 2008, 3-17. 46 Gutiérrez Lloret, S., “Los orígenes…”, 15. 47 Rojas Rodríguez-Malo, J. M. – Gómez Laguna, A. J., “Intervención arqueológica en la Vega Baja de Toledo. Características del centro político y religioso del reino visigodo”, en El siglo VII frente al siglo VII…, 45-89. 48 Ibid., 83. 44 45

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La cuestión de la transformación de la ciudad  está planteada en términos de aparición de un nuevo modelo de ciudad, llamada medieval, caracterizada por su red viaria y la distribución de sus edificios49. La capital del reino visigodo pasa por fases sucesivas de construcción, la última sobrepasando 711 para llegar a mediados del siglo IX; la basílica se mantuvo en pie tras el final del reino visigodo y entró en decadencia, como todo el suburbio, a lo largo de los siglos posteriores: «la ocupación emiral de la ciudad […] no llega a generar un modelo urbanístico nuevo […] se debiera a que el suburbio entrara en una lenta decadencia a lo largo del siglo VIII que culminará con su casi total desaparición a mediados del siglo IX o en los albores del X50». Se nota una continuidad en el hábitat, con reformas de los edificios, y los enterramientos cristianos encontrados indican que una parte importante de la población seguía siendo cristiana en el siglo VIII. El gran complejo real construido por los visigodos a partir de mediados del siglo VI en la Vega Baja de Toledo como suburbium de Toledo sugiere un ‘urbano desunido’; por otro lado, puede ser considerado como la transformación de un arrabal tardorromano en ciudad cristiana  e indica, de nuevo, la vitalidad de la urbanización en época visigoda. Dos datos esenciales caracterizan la red urbana de 711: por un lado, y como todas las redes urbanas, su dinamismo es desigual y los elementos que la componen siguen ritmos distintos51. Los visigodos saben fomentar formas urbanísticas 49 Ibid., 84: «¿Se trata, realmente del nacimiento de un modelo de ciudad medieval y del final del modelo reticular romano impuesto en desde (sic) el siglo I a. C.? En este nuevo modelo, los edificios urbanos parecen presentar una clara tendencia a concentrarse en torno al espacio ocupado por el Pretorio y las basílicas, con lo que ello puede significar como modelo de organización urbana». 50 Ibid., 85. 51 Como hizo notar a propósito de la costa oriental García Moreno, L. A., “El hoy de la historia de la España visigoda”, Medievalismo 4, 1994, 115-132 [revistas.um.es/medievalismo/article/view/50621].

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nuevas, residencias reales en Recópolis o en la Vega Baja de Toledo, barrios episcopales en las ciudades y, quizá, fundación de una nueva capitalidad de diócesis en Elotana. Pero Cartagena entra en una fase de abandono en el segundo cuarto del siglo VII, consecuencia directa de la expulsión bizantina de Hispania y del cambio de las condiciones geopolíticas que impone el reino de Toledo52, cuando en Recópolis53 y Mérida54 se nota una progresiva debilidad urbana y constructiva en ese mismo siglo VII. Por otro lado, sí que existe la ciudad cristiana en la Península, cronológicamente ubicada entre la romana y la andalusí: merece, como sus coetáneas de Galia, un estudio en sí, apartado del tradicional, y a menudo estéril debate sobre la ruptura inducida o no por la conquista islámica. En cambio, sería interesante saber cuándo nace en la Península la ciudad cristiana con sus variantes regionales, hasta qué punto se da el ‘urbano desunido’, cómo se materializa el paso del arrianismo al cristianismo, etc. es decir estudiar la fábrica de la ciudad desde el consenso que existe alrededor de la existencia de la ciudad cristiana y apartándola del debate continuidad-ruptura. 2. Las conquistas urbanas de 711: Realidades e imaginario Queda dividida la historiografía a propósito de la naturaleza de la conquista, concebida como una invasión brutal que im52 Ruiz Valderas, E. – Ramallo Asensio, S. – Laiz Reverte, Ma D. – Berrocal Caparrós, Ma del C., “Transformaciones urbanísticas de Carthago Nova (siglos III-XIII)”, en IV Congreso de Arqueología Medieval…, 59-65. 53 Olmo Enciso, L., “Ciudad y proceso de transformación social entre los siglos VI y IX: de Recópolis a Racupel”, en Visigodos y Omeyas, un debate entre la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media, Madrid, 2000, 385-399. 54 Alba Calzado, M., “Ocupación diacrónica del área arqueológica de Morería (Mérida)”, en Mérida, Excavaciones arqueológicas 1994-1995, Mérida, 1997, 285-301.

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plica en seguida pérdida de España, islamización, arabización o considerada como un hecho militar de las migraciones de poblaciones, numerosas y diversas en la alta Edad Media, y que suscitará unas lentas y progresivas islamización y arabización55. Hay que tener en mente tales discrepancias a la hora de examinar cómo la historiografía ha evocado los efectos de la conquista sobre las ciudades. Por otro lado, cabe señalar que otra migración de poblaciones había suscitado una divergencia de opiniones en parte similar, la que condujo a los bárbaros dentro del Imperio romano y acabó con éste: puso de relieve A. Barbero que los bárbaros fueron más inmigrantes que invasores56, de tal forma que el modelo explicativo de las grandes migraciones ha sido substituido por otro, el proceso de constitución progresiva de la identidad bárbara, sea goda, franca u otra57. La revisión de los itinerarios de la conquista en términos de exploración de los recursos naturales que ha llevado a cabo J. Zozaya puede abrir nuevas perspectivas al respecto58, más aún cuando recordamos que los relatos árabes de la conquista son frutos de una construcción historiográfica tardía, elaborada a partir de tradiciones orales, cuyos primeros eslabones escritos son posteriores en un siglo al 71159; y no debemos olvidar que «les traditions orales, loin d’être de simples comptes-rendus des faits, sont plutôt des

55 Balance bibliográfico hasta el año 1992 en Chalmeta, P., Invasión e islamización. La sumisión de Hispania y la formación de al-Andalus, Madrid, 1992, 109-112. 56 Barbero, A., Barbares: Immigrés, réfugiés et déportés dans l’Empire romain, Paris, 2009. 57 Coumert, M., L’origine des peuples. Les récits du Haut Moyen Âge occidental (550-850), Paris, 2007. 58 Zozaya, J., “El control económico de los recursos naturales tras el 711”, 711, Arqueología e historia…, II, 349-359. 59 Viguera Molins, Ma J., “22 crónicas árabes sobre la expansión por alAndalus”, en Del Nilo al Ebro…, 209-228.

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prises de position ‘politiques’ qui plaquent sur le passé des grilles d’interprétation destinées à légitimer des programmes présents et futurs»60. Ahora bien, ¿cuáles son los impactos de la conquista de 711 sobre las ciudades, es decir, cómo la historiografía suele evocarlos?

2.1. L  os impactos de la conquista: ¿realidades militares, diplomáticas, urbanísticas y sociales? Una conquista urbana suele traducirse por impactos en la fisionomía y la organización de la ciudad: dejan huellas fuertes los impactos militares, con sus implicaciones diplomáticas, mientras se leen con menos nitidez las transformaciones urbanísticas y los cambios sociales. ¿Cuáles son los impactos de la conquista de 711 en las ciudades de Hispania? Las realidades militares, los asedios y tomas de ciudades son los efectos más directos y evidentes de una conquista; ahora bien, en el caso de Hispania en 711, los relatos de conquistas urbanas son parcos y algo raros. Parcos: la conquista beréber de 711 pasa por dos tomas de ciudades bien documentadas, la de Écija y la de Córdoba, sobre las cuales concuerdan las fuentes, mientras que, a propósito de las de Málaga y Elvira, los datos son más parcos. Sobre la toma de Málaga, llevada a cabo por Æāriq guiado por un hombre del conde Julián, escribe Ibn `I²ārī: «cette ville fut conquise ainsi que la province de Reyya, mais les chrétiens purent se réfugier dans les hautes et inabordables montagnes de Reyya61». Y, sobre Elvira, nota el mismo cronista tardío, en una noticia sacada de los Ajbār Maŷmū‘a: «Æāriq Geary, P., Quand les nations refont l’histoire. L’invention des origines médiévales de l’Europe, Paris, 2006, 211. 61 Ibn `I²ārī, Al-Bayano’l-Mogrib, Fagnan, E. (trad.), Alger, 1904; Colin, G. S. – Lévi-Provençal, É. (eds.), Leiden, 1951, II, 13 [=Bayān]. 60

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envoya contre cette ville un corps de troupes qui l’assiégea et s’en rendit maître»62. Durante el verano de 711, tras la batalla del Guadalete, Æāriq asedia Écija. La guarnición de la ciudad, reforzada por los supervivientes del ejército de Rodrigo, se enfrenta con las fuerzas de Æāriq antes de encerrarse en la ciudad: el sitio de Écija dura un mes y cae la ciudad cuando Æāriq captura al jefe de ésta. Ambos se encuentran por casualidad al lado del río: el señor de Écija iba al río para bañarse y Æāriq venía a purificarse63. Hay un contraste evidente entre la fuerte resistencia de la ciudad y lo raro de su caída. ¿Quiere el narrador hacer intervenir la ayuda divina en la victoria de Æāriq? ¿Quiere ridiculizar al señor de Écija y, por consecuencia al jefe beréber? No debemos tampoco olvidar que es la resistencia del enemigo la que da valor al combatiente: la victoria del beréber Æāriq apenas es una victoria, en una escritura de la historia por manos árabes64. Además, según al-Rāzī, la victoria final en Écija se debe a la ayuda militar del conde Julián. Las anomalías del relato de la toma de Écija contribuyen a minimizar la victoria en el discurso y, por consecuencia, a desfigurarla. Ajbar Machmuâ, Lafuente y Alcántara, E. (trad.), Madrid, 1867, 2325; Ibn `I²ārī, Bayān, II, 13. Concluye P. Chalmeta, op. cit., 149: «Hablar de conquista de Málaga y de Granada no está demostrado y, probablemente, resulte inexacto, máxime si se pretende entenderlo en sentido estricto de toma y ocupación de dichas capitales». 63 Al-Maqqarī, The History of the Mohammedan Dynasties of Spain, de Gayangos, P. (trad.), reprint London-New York, 2002, I, 275. Sobre las fuentes y los detalles de «la batalla de Écija [que] será la que verdaderamente decida el destino de Hispania», P. Chalmeta, op. cit., 146-149. 64 El dato contrasta con la imagen tradicional de Æāriq, el gran héroe de la conquista: Bernabé Pons, L. F., “Æāriq ibn Ziyād y el sello indeleble de la conquista”, en Khoury, R. G. – Monferrer, J. P. – Viguera Ma J. (eds.), Legendaria Medievalia, En honor de Concepción Castillo Castillo, Córdoba, 2011, 111-125. 62

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La conquista de Córdoba, posterior a la de Écija, es obra de un mawlā, Mugī£ al-Rūmī. Cuando se acerca a la ciudad con sus tropas, captura a un pastor que les informa a propósito de los puntos débiles de la ciudad, abandonada por las élites, con una brecha en la muralla al nivel de la puerta del puente65: ¿otra conquista que no va a aureolar de gloria al vencedor, que conserva en su onomástica sus orígenes no-islámicos? Las tropas escalan la muralla, reducen a la guardia y entran en la ciudad: la población de Córdoba no resiste, mientras la guarnición huye y se refugia en la iglesia de San Acisclo donde queda asediada tres meses. Las condiciones de la toma de Córdoba, la facilidad de la entrada de las tropas, la pasividad de los habitantes, no hacen de la caída de la ciudad una verdadera conquista urbana: las tropas de Mugī£ asedian y se apoderan de una iglesia y no de un centro urbano. En suma, las conquistas urbanas de 711 son tomas de ciudades insólitas; recordamos, además, que no hubo conquista de la capital visigoda: Toledo no opone resistencia ninguna, pues los autores indican que Æāriq encuentra la ciudad vacía66. En cambio, a partir de 712, cuando llega el árabe Mūsā, se multiplican en la historiografía árabe los relatos de conquistas urbanas, Medina-Sidonia, Carmona, Sevilla, Mérida, Zaragoza, Huesca, con condiciones distintas, Mérida tras un largo asedio, Zaragoza sin violencia67. Las realidades diplomáticas de 711 consisten en un único pacto, firmado por el señor de Écija que se compromete a entregar la ŷizya68. También se hacen más numerosos los pactos firmados por las ciudades a partir de 712, pues «seguían siendo los centros en los que descansaba la organización administrativa del reino visigodo [con los obispos, 65 66 67 68

Así en Ajbar Machmuâ..., 23-27. Chalmeta, P., op. cit., 154-159. Ibid., 174-190. Al-Maqqarī, op. cit, I, 275.

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únicas autoridades reconocibles en el ámbito urbano y únicos interlocutores para los conquistadores]; fue con ellos con quienes [los conquistadores] entablaron los acuerdos que les permitieron ocupar los principales centros urbanos»69.

En cuanto al impacto urbanístico de la conquista de 711 en las ciudades es nulo: las primeras fundaciones de mezquitas son obras de los árabes, quizá para oponer la piedad de éstos con la irreligiosidad de los beréberes como sugiere P. Chalmeta70, quizá porque la conquista de 711 todavía no es una conquista islámica, sino la de beréberes apenas islamizados71. A Mūsā se le debe una de las primeras fundaciones de una mezquita en la Península, en Algeciras, sin duda coetánea de la de Carteya72: cuando llega allí en verano 712, reúne a los jefes de sus tropas: «la reunión tuvo lugar en el emplazamiento en el que está la mezquita de Algeciras. Se cuenta que Mūsā b. Nu½ayr –Dios tenga misericordia de él– no salió de allí ni abandonó ese lugar hasta que dio órdenes para replantear el solar y construir (tajÐīÐ) una mezquita»73.

Manzano Moreno, E., op. cit., 50-51. Chalmeta, P., op. cit., 173. 71 Como sugiere al-©imyarī: Mazzoli-Guintard, C., “La expansión islámica por la península ibérica según los geógrafos andalusíes de los siglos X al XII”, en García Moreno, L. A. – Sánchez Medina, E.(eds.), Fernández Fonfría L. (coord.), Del Nilo al Guadalquivir, II Estudios sobre las fuentes de la conquista islámica, Real Academia de la Historia, Madrid, 2013, 135-160. 72 Cuya fundación por un Compañero del Profeta, según cuenta al©imyarī, op. cit., § 72 es legendaria. Sobre las primeras fundaciones de mezquitas, Calvo Capilla, S., “Les premières mosquées et la transformation des sanctuaires wisigothiques (92H/711-170H/785)”, Mélanges de la Casa de Velázquez 41-2, 2011, 131-163. 73 Fat¬ al-Andalus, Molina, L. (ed.), Madrid, 1994, 29; La conquista de al-Andalus, Penelas, M. (trad.), Madrid 2002, 21. 69 70

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Algo más tarde, después de la conquista de Zaragoza por Mýsā, fue fundada la mezquita de esta ciudad y se trata, igualmente, del acto fundacional que consiste en dibujar el trazado del edificio (tajÐīÐ)74. Si volvemos al año 711, no aparecen edificios nuevos en las ciudades conquistadas: en Córdoba, Mugī£ se instala en la sede del gobierno visigodo, el Alcázar, hasta que venga Mūsā y le signifique que en el palacio debe residir el wālī. Entonces, Mugī£ se va a vivir a: «una casa junto a la puerta de Algeciras, que es la del puente, frontera a la brecha por donde penetraron sus soldados cuando conquistó Córdoba. Era una casa magnífica, con abundante agua, olivos y otros árboles frutales, y se llamaba Al-Yoççena. Había sido propiedad del rey a quien hizo cautivo, y tenía un soberbio palacio, que tomó el nombre de palacio de Moguits [BalāÐ Mugī£]»75.

El gobernador al-©urr, que llega en 716 a la Península, tiene palacio en Córdoba, sin que sepamos si lo manda construir o utiliza un edificio existente76. En cambio, durante las luchas entre el gobernador Yūsuf al-Fihrī (747-756) y el jefe árabe ‘Āmir b. ‘Amr, éste fortifica una huerta que tiene al oeste de Córdoba para encastillarse y hacer la guerra contra el gobernador77. De tal forma que el 711 no deja ninguna huella en la fisionomía urbana de Hispania: los cambios son posteriores, por lo menos de un año, con las dos primeras fundaciones de mezquitas. También hay que notar que no dicen nada las fuentes de transformaciones de iglesias en mezquitas en el año 711, De la Granja, F., “La Marca superior en la obra de al-‘Udrí”, Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón 8, 1967, 458. 75 Ajbar Machmuâ…, 33. 76 Ibid., 90: «se hospedó Yóçuf en su palacio, llamado de Al-©orr, porque había sido de Al-©orr». 77 Ibid., 67-68. 74

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mientras las tomas de ciudades por los cristianos están asociadas a conversiones de lugares de culto, siendo paradigmática al respecto la transformación en catedral de la mezquita aljama de Toledo, algunos meses tras la conquista de la ciudad por Alfonso VI. Y bien sabemos ahora que el famoso reparto de la basílica San Vicente de Córdoba entre cristianos y musulmanes tras la toma de la ciudad pertenece al imaginario de una conquista que se esfuerza, por motivos obvios, en reproducir las tradiciones historiográficas orientales78. En cuanto a las realidades sociales de la conquista, se hacen más diáfanas aún: la hipótesis de P. Guichard de una instalación de los clanes en las ciudades de al-Andalus se basa sobre las realidades observables en las ciudades nuevas de Kūfa, FusÐāÐ y Kairaúan donde los grupos clánicos se instalan, formando barrios estructurados por la centralidad de la mezquita y del palacio del gobernador. Precisando, con cautela, que «on ne sait pas, en revanche, dans quelles conditions s’organisa le peuplement arabo-berbère de Cordoue et des autres villes andalouses», señala que, en el caso de Pechina, «les sources laissent entrevoir une disposition gentilice des groupes arabes antérieurement au processus d’urbanisation proprement dit79». Que haya instalación de clanes en las ciudades parece una realidad obvia, que, a lo largo de la historia de al-Andalus, deja huellas en nombres de calles, barrios, fuentes y mezquitas80. La cuestión que ahora tenemos que plantearnos es el momento de la llegada e instalación de los jefes clánicos en las ciudades: a mediados del siglo VIII, 78 Calvo Capilla, S., “Analogies entre les grandes mosquées de Damas et Cordoue: mythe et réalité”, en Borrut, A. – Cobb, P. (eds.), Umayyad Legacies, Medieval Memories from Syria to Spain, Leiden-Boston, 2010, 281-311. 79 Guichard, P., “Les villes d’al-Andalus et de l’Occident musulman aux premiers siècles de leur histoire. Une hypothèse récente”, en Genèse…, 42. 80 Mazzoli-Guintard, C., “Du puits au cadi. Gestion et conflits de l’alimentation en eau à Cordoue (VIIIe-XIIIe siècles)”, Anaquel 25, 2014, 99-128.

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‘Āmir b. ‘Amr al-Qurayšī posee tierras al oeste de Córdoba, pues piensa fortificarse allí para luchar contra el gobernador Yūsuf al-Fihrī y el nombre de este prestigioso notable pervive en la topografía cordobesa hasta la época almohade, pues un cementerio y una puerta de la ciudad conservan su nombre81. Pero, ¿cuándo se había instalado en Córdoba? Quizá vino con los 18.000 hombres pertenecientes a la tribu de Qurayš y a otras tribus árabes que acompañaron a Mūsā en 71282. Sobre la instalación de grupos nuevos en las ciudades en 711, sólo tenemos un dato, relativo a Córdoba: cuando el mawlā Mugī£ y sus tropas –beréberes y recién convertidos– se apodera de Córdoba, «distribuyó en [la madīna] a sus soldados, y se aposentó él en el palacio [qa½aba]»83. Por otro lado, en las realidades sociales de las conquistas urbanas de 711 están muy presentes los judíos, que las fuentes presentan como los aliados de los conquistadores, de tal forma que de minoría perseguida por los visigodos según indican las disposiciones de los concilios de Toledo84, se convierten en minoría protegida por los beréberes y árabes, tal y como lo permite el estatuto de dimmí: así, cuando Mugī£ se apodera de Córdoba, «reunió […] a los judíos a quienes encomendó la guarda de la ciudad»85. En Elvira, los conquistadores «encontraron en ella muchos judíos. Cuando tal les acontecía en una comarca reunían todos los judíos de la capital, y dejaban 81 Zanón Bayón, J., Topografía de Córdoba almohade a través de las fuentes árabes, Madrid, 1989, 49-50. 82 Ibn al-QūÐiyya, Historia de la conquista de España, Ribera, J. (trad.), Madrid, 1926, 166. 83 Ajbar Machmuâ…, 27. 84 Tedeschi, M., Polémica y convivencia de las tres religiones, Madrid, 1992, 14-25; Viguera Molins, Ma J., “Sobre la historia de los judíos en alAndalus”, en Sáenz Badillos, A. (ed.), Judíos entre árabes y cristianos. Luces y sombras de una convivencia, Córdoba, 2000, 35. 85 Ajbar Machmuâ…, 27.

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con ellos un destacamento de musulmanes»86. Cuando Æāriq entra en Toledo, «il trouva cette ville abandonnée; il n’y restait qu’un petit nombre de juifs, tandis que le prince de cette ville s’était retiré dans une autre ville […]. Æāriq après y avoir organisé militairement ces juifs renforcés par quelques-uns de ses soldats et partisans, se mit à la poursuite du fugitif»87. Igualmente, al año siguiente, cuando Mūsā conquista Sevilla, «confió la guarda de la ciudad a los judíos»88. Esta alianza entre judíos y conquistadores venidos del Magreb que figura en las fuentes medievales está aceptada por la historiografía: «después de la invasión, los judíos –a los que los musulmanes, en señal de confianza y de agradecimiento, habían concedido a menudo las fortalezas consintiéndoles vivir allí– asimilaron la cultura y la lengua árabe» escribe, por ejemplo, M. Tedeschi89. Esta alianza, repetida de manera tan sistemática, llama la atención y cabría plantearse hasta qué punto se trata de un topos literario nacido del cambio de estatuto jurídico de los judíos tras 711.

2.2. C  ompensar las conquistas en blanco por las leyendas: el imaginario en la historiografía urbana del año 711 711 en la historiografía urbana se nos escapa, pierde poco a poco sus realidades y materialidades. Y a veces, las fuentes, tanto textuales como arqueológicas, dejan ver conquistas en blanco, sin efecto ni huella, sin escritura posible; y cuando la memoria urbana no conserva nada del año 711, se emplea un

86 87 88 89

Ibid., 25. Ibn `I²ārī, Bayān, II, 13. Ajbar Machmuâ..., 29. Tedeschi, M., op. cit., 26.

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recurso habitual en la escritura de la historia para compensar las ausencias, el imaginario. A veces, en efecto, la conquista de 711 no parece tener ningún impacto sobre las ciudades, sencillamente porque no hay ni asedio ni toma de las urbes. Así ocurre en Málaga: «en ésta no encontraron […] habitantes, aunque en los primeros momentos del peligro allí se habían refugiado»90. Por otro lado, 711 no se traduce por modificaciones del paisaje urbano, ya que no hay construcciones ni de palacios, ni de mezquitas, ciertamente por motivos económicos obvios y también porque aún no ha empezado el proceso de la islamización. Confirma la arqueología la continuidad del hábitat y el tiempo que tardan en realizarse las transformaciones urbanísticas: «[en Jaén], durante el siglo VIII y principios del IX, no parece que los musulmanes realicen grandes obras en la ciudad […] el inicio de la transformación urbana corresponde a la política de ‘Abd al-Rahman II […] que construye la primera mezquita aljama de la ciudad»91. «los edificios edificados que parecen existir en Marroquíes Bajos en época visigoda se mantienen inicialmente tras la invasión arabo-beréber, ya que en el entorno de las antiguas villae aparecen materiales islámicos […] entre mediados del siglo VIII y principios del IX, la mayoría se abandonan, y aparecen nuevas zonas con construcciones, que tienden a concentrarse en un área de unas 20 ha»92.

Ajbar Machmuâ..., 25. Salvatierra Cuenca, V. – Pérez Martínez, Ma C. – Castillo Armenteros, J. L. – Alcázar Hernández, E. – Cano Carrillo, J., “Formación y evolución de una ciudad islámica: Jaén”, en IV Congreso de Arqueología Medieval…, 88. 92 Salvatierra Cuenca, V. – Serrano Peña, J. L. – Pérez Martínez, Ma C., “La formación de la ciudad en al-Andalus. Elementos para una nueva propuesta”, en Genèse…, 192. 90 91

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En Mérida, que abre sus puertas a los sitiadores en junio 713, empieza «un proceso de lenta transformación que no tendrá hasta la fase emiral sus principales manifestaciones»93; la arqueología, en la zona de Morería, informa de las consecuencias del cerco, la destrucción de las viviendas intramuros adosadas a la muralla, porque entorpecerían la defensa. Y, tras un paréntesis en el siglo VIII, la zona de Morería queda abandonada. En la basílica de Santa Eulalia, no hay fase islámica, es decir que «el edificio de culto cristiano no fue transformado en un oratorio musulmán, simplemente fue abandonado», es decir que la «islamización de Mérida no [es] apreciable de modo patente en su tejido urbano»94. Igualmente, en buena parte del País valenciano: «a través del pacto suscrito por Teodomiro con los recién llegados, el modo de vida permaneció bastante inalterado hasta mediados del siglo VIII, cuando la instalación organizada de abundantes contingentes árabes, que en parte se unieron a la antigua élite hispano-goda, acabó con esta perduración visigodo-cristiana. Las fuentes históricas señalan que en el 778-779 Valentia fue destruida en el transcurso de una guerra civil, momento que teóricamente podría ponerse como el final de la ciudad tardoantigua y el inicio de la islámica»95.

Por otro lado, sabemos que a la conquista de 711 no está asociado ningún nombre de ciudad nueva: no se fundan am½ar en Hispania y, hasta el segundo cuarto del siglo IX y el reinado de ‘Abd al-Ra¬mān II, los nuevos dueños de la Península se Alba Calzado, M., “Mérida, entre la Tardoantigüedad y el Islam: datos documentados en el Área Arqueológica de Morería”, en Valdés, F. – Velázquez, A. (eds.), La islamización de la Extremadura romana, Cuadernos Emeritenses 17, 2001, 277. 94 Valdés Fernández, F., “El urbanismo islámico de la Extremadura leonesa: cuatro pautas de desarrollo”, en Genèse..., 160-161. 95 Ribera i Lacomba, A. V. – Rosselló Mesquida, M., op. cit., 202. 93

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contentan con la red urbana existente, que acaban de centrar hacia el interior del territorio96. El hecho, que quizá tenga algo que ver con la importancia de la red urbana peninsular de 711, merece sin embargo ser cuestionado, sobre todo cuando volvemos sobre los motivos de las fundaciones de los am½ar ; a propósito de la fundación de Kairaúan en 675, ‘Uqba ha observado que: «estas gentes se someten y reconocen el Islam, cuando un general penetra en Ifrīqiya, para apostatar cuando se marcha. Así que hemos de levantar una ciudad/madīna que sirva de base militar/‘askar para los musulmanes, sus familias y bienes y sea base del afianzamiento del Islam»97.

La fundación se traduce por la erección de la sede del gobierno y de la mezquita, cada grupo construyendo su propio barrio. En al-Andalus, en 711, no surge la necesidad de construir ciudades para conseguir y conservar la sumisión del territorio, de tal forma que parecen bastar los pactos con las élites urbanas para mantener el reconocimiento de la autoridad de Damasco. Se contenta Æāriq con instalarse en el lugar del desembarco, las faldas del peñón de Gibraltar, donde seguramente un campamento le permite concentrar las tropas antes de emprender el avance98: «construyeron [banaw] un recinto [sūr] para protegerse, llamado Sūr al-‘Arab»99 indica Ibn `I²ārī en un 96 Sobre el deslizamiento de las ciudades hacia el interior de la Península en época visigoda, Boube, E., op. cit. y en el siglo VIII, Mazzoli-Guintard, C., “L’apport des textes arabes à la géographie urbaine des premiers temps de l’Islam andalusí”, Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, Sección Árabe-Islam 47, 1998, 233-250. 97 Según Ibn ‘Abd al-©akam, citado por P. Chalmeta, op. cit., 84. 98 Ibn `I²ārī, Bayān, II, 9, prosaicamente hace alusión al ŷabal al-²ī fī-hi Æāriq, «la montagne où était installé T’ârîk» según traduce E. Fagnan. 99 Ibn `I²ārī, Bayān, II, 11. En el ®ikr, este recinto se convierte, con cierta exageración según L. Molina (Una descripción anónima de al-Andalus,

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momento peculiar de su discurso, pues inserta este episodio que narra la llegada de Æāriq al ŷabal entre la conquista de Écija y la de Córdoba, es decir que la mención de este Sūr al-‘Arab pertenece a un compendio de la conquista que Ibn `I²ārī compiló e intercaló en su relato pormenorizado de la llegada de las tropas africanas. Este compendio llama la atención por dos motivos: el verbo empleado, banā, que puede tener el significado de edificar, fundar pero significa más a menudo reconstruir, hacer obras100, es decir que la instalación en las faldas del peñón no tiene nada que ver con una fundación (tajÐīÐ); en cuanto al nombre del recinto, se trata de un nombre raro para beréberes, menos para la historiografía árabe, la que elaboró los relatos de la conquista. Y hay que subrayar, además, que el nombre de este recinto no hace referencia al islam: ¿por qué motivos el autor de este compendio no quiso presentar el recinto de Æāriq como la base de la conquista musulmana? En esta ausencia de fundación de base militar cuando la conquista de Hispania parece haber una excepción, Angáscara, fundada en las afueras de Huesca y así evocada por al-‘U²rī en el siglo XI101: «cuando los musulmanes entraron en al-Andalus y avanzaron por la Marca superior, parte de los árabes se detuvo en Huesca, y acamparon frente a sus muros. Desde allí pasaron a un lugar que hoy se conoce con el nombre de al-‘askar (actual Angáscara), que lleva este nombre por haberse asentado en él. Pusieron cerco a Huesca, cuyos habitantes eran cristianos, y edificaron viviendas en torno a la ciudad, plantaron huertas y Madrid, 1983, 84), en «una inexpugable fortaleza en la que Æāriq se encastilló con los musulmanes». 100 Viguera Molins, Ma J., “Madrid en al-Andalus”, en Actas III Jarique de Numismática hispano-árabe, Madrid, 1992, 32-33. 101 Viguera, Ma J., Aragón musulmán, Zaragoza, 1988², 39. Agradezco a a M J. Viguera el haberme llamado la atención sobre los paralelos entre las situaciones de Kairaúan y Huesca.

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sembraron para asegurarse la subsistencia, y persistieron en su actitud durante siete años».

Con Huesca actúan las tropas islámicas como lo hicieron en Ifr÷qiya, fundando un ‘askar para someter la región, porque ambas oponen una resistencia tan fuerte que necesita la construcción de una base militar: si los siete años son probablemente simbólicos como indica P. Sénac102, quizá haya en estos siete años un tópico literario que significa un tiempo largo y permite resaltar la existencia de una zona que tardó mucho tiempo en aceptar los nuevos señores de Hispania, aunque ya estaban sometidas Pamplona y Narbona103. De todas formas, y aunque faltan datos precisos en cuanto a los actores y las fechas de la conquista de la zona situada al norte del Ebro, ya estamos en la fase árabe de la conquista de Hispania, dirigida por Mūsā, pues se suele considerar que fue tomada Huesca entre 719 y 721104, y por lo tanto, nos hemos alejado de 711. Frente a un año 711 que tan escasas huellas dejó en la memoria urbana, la historiografía árabe recurrió al imaginario para elaborar otro discurso sobre los orígenes de las ciudades, sobre el momento de su entrada en el momento islámico de su historia. Fueron así elaborados mitos fundacionales para islamizar las urbes heredadas de Roma, para hacerlas entrar en la historia del Islam105: el imaginario permite fundar de nuevo 102 Sénac, P., La frontière et les hommes (VIIIe-XIIe siècle), Le peuplement musulman au nord de l’Èbre et les débuts de la reconquête aragonaise, Paris, 2000, 87. 103 Sobre este punto, no sigo a P. Sénac cuando afirma «il est peu probable que les conquérants aient laissé autant de temps subsister une poche de résistance alors que, depuis plusieurs années déjà, ils avaient soumis Pampelune, franchis (sic) les Pyrénées et pris Narbonne». 104 Chalmeta, P., op. cit., 218; Sénac, P., op. cit., 87. 105 Mazzoli-Guintard, C., “Narrer les fondations urbaines des Omeyyades en al-Andalus: entre mémoire des événements et appropriation des origines”, Estudios sobre Patrimonio, Cultura y Ciencia Medievales 11-12, 2009-2010, 125-138.

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la ciudad, dándole un comienzo como ciudad del Islam. La re-fundación islámica de Zaragoza pasa por la construcción de su mezquita en manos de un Compañero del Profeta, ©anaš al-¼an‘ānī, tradición legendaria que permite legitimar la fundación y darle más fuerza106. También pasa por otro episodio, relativo a la muralla talismánica que la protege de las culebras (¬anaš), leyenda que se inspira en el nombre del fundador de la mezquita: la muralla, heredada de la Antigüedad, fundada de nuevo por ©anaš, se convierte en defensa mágica107; el momento islámico de la historia de Zaragoza empieza por una leyenda que permite volver a fundar la ciudad, a islamizar sus orígenes. El comienzo de la historia islámica de Toledo está más marcado aún por el imaginario, con la famosa leyenda de la Casa de los Cerrojos, que permite fundar de nuevo la ciudad, islamizar sus orígenes. La Casa de los Cerrojos, abierta por Rodrigo que descubre allí imágenes de los árabes, es un mito bien conocido y varias veces analizado, que anuncia la conquista de Hispania108. Muestra cómo la conquista de una ciudad antigua por el Islam se traduce, en el discurso, por un relato legendario que permite una apropriación-refundación de la ciudad: con la presencia de árabes en la Casa cerrada desde los orígenes de la monarquía visigoda, el mito añade una fundación islámica a la historia de la ciudad, vuelve a escribir los orígenes de la ciudad, relacionándolos con la historia del Islam. Es interesante resaltar que, donde desaparecen las realidades materiales de las conquistas urbanas, se desarrollan leyendas que tienen como propósito marcar el comienzo de una historia islámica que más dificílmente se puede fijar por datos reales. La leyenda permite la apropiación de ciudades cuya conquista no está marcada por Calvo Capilla, S., “Las primeras mezquitas de al-Andalus a través de las fuentes árabes (92/711-170/785)”, Al-QanÐara 28, 2007, 156. 107 De la Granja, F., op. cit., 458. 108 Al-©imyarī, op. cit., 10-11; Hernández Juberías, J., La península imaginaria, Madrid, 1996, 194-208. 106

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hechos relevantes: la entrada de Æāriq en una ciudad vacía cobra otra dimensión con la Casa cerrada109.

Conclusión ¿Significa algo 711 –ese concreto 711– para la historia urbana? Casi no deja huellas en la memoria urbana, pues consiste en dos tomas de ciudades que caen por descuido, una ausencia de actos fundacionales, tanto de ciudad como de mezquitas o palacios, una ausencia de cambio en el hábitat hasta mediados del siglo VIII o más tarde según los lugares. Y, hoy día, en las mentalidades, la verdadera batalla del año 711 es el encuentro entre las tropas de Rodrigo y las de Æāriq en el río Guadalete  o en los montes cercanos a Algeciras-Tarifa110 y no una conquista urbana: el año 711 en la historia urbana peninsular no tiene nada que ver con los años 1085 o 1492. Y no deja huellas 711 –ese concreto 711– en la memoria urbana quizá porque este año sólo sea una etapa más en las relaciones establecidas por los individuos de un lado y otro del Estrecho: la primera huella de los conquistadores es, como bien se sabe, la moneda, cuyas primeras emisiones se fechan en el año que sigue al desembarco, es decir tras la llegada de Mūsā, lo cual siempre ha llamado la atención. Según E. Manzano, «resulta 109 Sobre la autolegitimación de las sociedades a través de los relatos de fundación y la construcción de una identidad nueva a través del mito, véanse las Actas del XVII Simposio de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada, Barcelona, 2010, I: Claudio Guillén y la tradición hispánica de la literatura comparada. Literatura y mitos de fundación. Sobre el papel de los relatos de fundación para las ciudades, Lamazou-Duplan, V. (ed.), Ab urbe condita… Fonder et refonder la ville: récits et représentations (second Moyen Âge-premier XVIe siècle), Pau-Toulouse, 2011. 110 Chalmeta, P., op. cit., 134-137; García Moreno, L. A., “Fuentes no islámicas...”, 189.

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extraordinario que unos conquistadores con un dominio aún tan reciente fueran capaces de acuñar piezas de oro»111. Tan temprana acuñación ¿no podría, más bien, dar remate a relaciones ya existentes entre ambos lados del Estrecho? Ahora bien, 711 para la historia urbana pertenece a la construcción historiográfica y al símbolo, ¡pero qué símbolo! Abre delante de la historia urbana peninsular un camino dinámico, original en Europa, el de una fuerte expansión urbana que, a partir del siglo IX, empezará a convertir las ciudades cristianas de la Península en ciudades andalusíes, mientras en las demás regiones de Europa la transición entre red urbana cristiana y red urbana medieval se impone mucho más tarde: en el siglo X, en Occidente, sólo Córdoba tiene parangón con la metrópolis por excelencia del Mediterráneo, Constantinopla. Lo había señalado L. Torres Balbás en una historiografía marcada por el concepto de desurbanización de la alta Edad Media: «De la sombría y larga etapa que va desde la vida esplendorosa del Imperio romano hasta el siglo X, a través de la primitiva y semibárbara de gran parte de ella, salió al-Andalus con vitalidad renovada en fecha anterior a la del resto de Occidente, merced a la conquista musulmana, que enlazó la Península con las regiones orientales del Mediterráneo»112.

No pasa nada en las ciudades de Hispania en 711 –ese concreto 711–: algo ha ocurrido antes, todo ocurrirá después…

111 112

Manzano Moreno, E., op. cit., 55-70. Torres Balbás, L., Ciudades…, 21.

ÍNDICE Págs. Prólogo.................................................................................

7

La conquista de Al-Andalus: Sus representaciones Historiografía La Historia preislámica de al-Andalus en Ibn Jaldýn, Luis A. García Moreno (Real Academia de la Historia. Madrid).............................................................................. 15 Visigodos y árabes: encuentros anteriores a 711, José Ramírez Del Río (Universidad de Córdoba)...............

37

En busca del relato de A¬mad Al-Rāzī sobre la conquista de al-Andalus, Jean-Pierre Molénat (C.N.R.S. – I.R.H.T. Paris).................................................................... 57 ¿Retórica en el campo de batalla? Reflexiones sobre la transmisión y conservación de arengas militares en las fuentes históricas a través del caso de Æāriq b. Ziyād, Omayra Herrero (CCHS-CSIC)....................................

91

711 En la Historia urbana: representaciones y realidades, Christine Mazzoli-Guintard (Universidad de Nantes)

119

La conquista de al-Andalus desde el positivismo del siglo XIX, María Jesús Viguera Molins (Universidad Com plutense. Madrid)..............................................................

157

666

ÍNDICE

Págs. La expansión musulmana por el Norte de África y la Península Ibérica en historiadores marroquíes, Mostafa Ammadi (Universidad Hassan II. Casablanca)...............

175

La conmemoración estudiosa en torno al 711 y la conquista musulmana de al-Andalus, María Jesús Viguera Molins (Universidad Complutense. Madrid).................

193

Arqueología e Iconografía El símbolo de la estrella en las primeras acuñaciones andalusíes, Rafael Frochoso Sánchez (Real Academia de Córdoba Académico correspondiente)...... 215 La cultura islámica medieval ante los restos del mundo clásico hispano, Jaime Gómez de Caso Zuriaga (Universidad de Alcalá)...................................................

233

Literatura Richiami al passato classico nella poesia mozarabica. Alcune note su Paolo Alvaro di Cordova, Chiara O. Tommasi Moreschini (Università di Pisa).................... 289 La

imagen del moro en la literatura y la historiografía de Alfonso X, Esther Sánchez Medina (Deutsche Archäologische Institut Kommission für Alte Geschichte und Epigraphik. Múnich)................................................. 305

Æāriq en la literatura árabe actual, Rajaa Dakir Universidad Hassan II. Casablanca).....................................................

339

ÍNDICE

667 Págs.

La Conmemoración del Pacto de Tudmir, 713-2013 Ciudades y topónimos del Pacto de Tudmīr, Luis A. García Moreno (Real Academia de la Historia. Madrid)........

357

De nuevo sobre los defensores de Teodomiro. Tópicos histo riográficos en los relatos de am×n, Omayra Herrero (CCHS-CSIC)....................................................................

375

Le pacte de Tudm÷r dans l’œuvre géographique d’al-©im yar÷: la mémoire de la conquête et de la paix, Christine Mazzoli-Guintard (Université de Nantes. CRHIA)....

405

Otros espacios mediterráneos y otras conquistas La Numidia preislámica, María Elvira Gil Egea (Universidad de Alcalá)..........................................................................

427

África disputada: los últimos años del África bizantina, José Soto Chica (UGR-C.E.B.N.Ch.)............................

459

Los bereberes judíos de Ibn Jaldún. La leyenda y su utilización, María Elvira Gil Egea (Universidad de Alcalá).......

517

Egipto, los árabes y la conquista de la Libia Marmárica, Pentápolis y Tripolitania. 642-698, José Soto Chica (UGR-C.E.B.N.Ch.)...........................................................

543

El

control de la población en el Egipto pre y protoárabe, Sofía Torallas Tovar – Amalia Zomeño (University of Chicago - Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CCHS-ILC)).................................................. 609

668

ÍNDICE

Págs. El pago del andrismos en Egipto ¿una forma de conquista?, María Jesús Albarrán Martínez (Universitat Pompeu Fabra)................................................................................

625

La

645

piratería andalusí de comienzos del siglo IX en Alejandría y Mi½r en la Historia de los Santos Patriarcas de Ibn al-Muqaffa‛, obispo de Ashmunayn, Soha AbboudHaggar (Universidad Complutense. Madrid)................

Historiogrfía y representaciones III Estudios sobre las fuentes de la conquista islámica

Historiografía y representaciones III Estudios sobre las fuentes de la conquista islámica Editores científicos:

Luis A. García Moreno – Esther Sánchez Medina Lidia Fernández Fonfría

ISBN 978‑84‑15069-50-8

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